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Un mundo feliz

Él había pensado, muchas veces, en aquel aforismo que explica que si todas las cosas
del Universo aumentaran su tamaño proporcionalmente no nos daríamos cuenta del
cambio. Le daba vueltas, una y otra vez, apartando de su vista los libros de teoría
económica que le tenían que servir para preparar sus exámenes de febrero; y, es que,
aquel salto cuantitativo en la proporción de las cosas de nuestro universo le daba pie
para formular una teoría económica auténticamente revolucionaria, mucho más que la
reciente implantación del euro. Cristóbal, que así se llamaba nuestro estudiante,
establecía la siguiente tesis:

-El dinero, que ahora está limitado para cada persona y sus circunstancias, de renta,
trabajo, negocios, etc. debiera de ser un caudal ilimitado al alcance de cada cual y
tendrían que ser otros (disponibilidad de ocio, utilización de éste, el respeto al medio
ambiente,…) los factores que determinaran la riqueza de cada individuo. El quid de la
cuestión radicaría en cómo hacer prevalecer la equidad, cómo evitar dejar de trabajar si
ello no fuera necesario para disponer de bienes de consumo. Le daba vueltas y más
vueltas y no conseguía delimitar acertadamente su teoría. La solución sería establecer
mecanismos correctores de la conducta para procurar que todos los miembros de una
comunidad trabajarán por el bien común… que ya sabemos que es el menos común de
los bienes. Y no por su riqueza personal, que por otro lado ya tendría garantizada.
¿Quién querría robar o delinquir, a no ser que fuera por cleptomanía u otra enfermedad,
si tuviera todo lo material a su alcance o, si mejor dicho, lo material se adecuara a sus
necesidades? El código penal castigaría las conductas asociales, no las contrarias a la
propiedad privada, ya que en un estado de igualdad material nadie tendría porque atacar
la propiedad privada ajena y aún siendo éste el problema (daños…) también se podría
contemplar su penalización.

Cristóbal era consciente que la revolución que preconizaba era prácticamente imposible
de llevar a cabo. ¿Cómo iban, los poderosos, los que siempre o ahora habían tenido la
sartén, el poder… por el mango, permitir la igualdad material, y lo que ello conllevaría:
acabar con las injusticias, los abusos y el sufrimiento de tantos millones de personas.
Porque la idea de Cristóbal sí era la auténtica globalización. Globalizar el planeta del
bienestar. El problema era como llevar a cabo semejante idea… venía a ser como acabar
o deslegalizar el problema de la droga. Se tenía que hacer a nivel planetario, de nada
serviría acabar con el problema en un lugar y no hacerlo a su alrededor…

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