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El

escarabajo
de
oro
Edgar Allan Poe

72
h
ace muchos años trabé amistad con el señor
Guillermo Legrand, quien, por cuestiones familiares,
abandonó Nueva Orleáns, la tierra de sus mayores,
y se estableció en la isla de Sullivan, cerca de
Charleston, en Carolina del Sur.

Era ésta una isla pequeña, no mayor de tres millas de Edgar Allan Poe
largo y cuatro de ancho. No tenía más que arena y (1809-1849)
mar, y estaba separada de la parte continental por un
canalillo, apenas visible, que corría a través de una Nació en Boston, Estados Unidos de
masa de caña y fango. Allí, en la parte más profunda, América. Huérfano desde los dos
años, vivió con un tío en Virginia y
Legrand se construyó una cabaña que era la que habitaba cuando lo
fue educado en Norteamérica y en
conocí. Inglaterra. No llevó a cabo estudios
superiores y muy joven se fue a vivir
Legrand era un hombre pacífico e instruido, cuyas únicas aficiones solo a Boston, en donde publicó un
eran la caza, la pesca y coleccionar insectos y conchas. Vivía con él, y tomo de versos: Tamerlán, en el que
lo acompañaba a todas partes, un anciano negro llamado Júpiter y un sigue de cerca la huella de Byron.
En 1831 da a conocer un volumen
perro.
titulado Poesías. A partir de allí, se
empezó a cimentar su fama de
A pesar de que la isla no presentaba cambios bruscos de temperatura, escritor. En 1845, con un poema
una noche de octubre de 18… hizo un frío muy intenso y yo decidí titulado “El Cuervo”, su reputación
refugiarme en la cabaña de mi amigo. Él no estaba cuando llegué a su poética llegó a la cumbre.
casa, pero abrí la puerta, entré y me encontré con la agradable sorpresa
Tan valiosos como sus poesías
de una alegre hoguera. No tardó en llegar mi amigo entusiasmado con
son sus cuentos. Poseyó dotes
dos descubrimientos: una concha desconocida y un escarabajo que extraordinarias para la narrativa.
no aparecía en ninguno de los catálogos científicos y acerca del cual Cada historia es toda una unidad
deseaba mi opinión a la mañana siguiente. en la que los detalles contribuyen
al efecto final, siempre sorpresivo.
Como el escarabajo se lo había dejado al teniente G. del fuerte para Sus relatos a los que tituló Historias
extraordinarias se dividen en
que lo examinara, buscó papel y pluma para hacerme un dibujo. Sobre
terror, narraciones en las que
el escritorio había pluma y tinta, pero no encontrando en qué dibujarlo, predomina la belleza, el ritmo y el
sacó del bolsillo de su chaleco algo que me pareció un trozo de vitela color, además de sus cuentos de
vieja, muy sucia y en el cual hizo un croquis con su pluma. raciocinio. Lo que da valor a sus
relatos en su concisión, la unidad
Cuando me lo alargó para que lo viera, lo examiné y no vi claramente de efecto y la tensión en la que
mantienen al lector. Con él aparece
lo que había querido dibujar mi amigo.
la novela de horror y el relato
detectivesco. En sus relatos de
—Sí —dije después de contemplarlo— es un escarabajo muy extraño. raciocinio, Poe muestra una mente
Nunca vi nada parecido y se asemeja mucho a un cráneo. aguda y lógica. A pesar de que no
—¿Un cráneo? —repitió Legrand—. ¿Lo dice usted en serio? No quise dominaba la criptografía, nos dejó
representar más que un escarabajo. un cuento, el menos aterrador de
todos y uno de los más populares:
—Pues le aseguro que parece enteramente un cráneo. Además, fíjese
“El escarabajo de oro”, en el que
que ha olvidado dibujar las antenas. relata la historia de un tesoro
—¡Cómo! —exclamó Legrand— ¡pero si las he dibujado muy claras! enterrado.
Yo le tendí el papel, sin añadir nada más para no irritarle.

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Malhumorado tomó el papel y se disponía a arrugarlo, cuando, repentinamente,
pareció verlo con mayor detenimiento. Durante algunos minutos continúo
examinando el dibujo. Después se levantó, tomó una bujía y fue a sentarse a otro
extremo de la habitación, en donde siguió su inspección. Después de esto se
mantuvo tranquilo, pero silencioso y yo decidí mejor retirarme y no pasar allí la
noche como estaba acordado.

Un mes después de esta aventura, y cuando yo ya había olvidado el incidente, se


presentó Júpiter, preocupado y triste por su amo al que veía enfermo y me entregó
una carta que decía así:

Querido amigo:
¿Por qué no ha venido a verme? Espero que no se haya ofendido por mi
actitud del otro día.
Después de su visita tuve motivos para sentirme inquieto. He de decirle algo;
no sé ni cómo hacerlo, y ni siquiera sé si se lo diré.
Hace algunos días estoy indispuesto y el pobre Júpiter me fastidia de un
modo insoportable con sus cuidados y atenciones. Vuelva con él. Deseo verle
esta misma tarde para un asunto de la mayor importancia.
Su afectísimo,
Guillermo Legrand

El tono de la carta me inquietó. Acompañé a Júpiter y juntos abordamos el


barco que nos llevaría a la isla. Allí vi una hoz y unos picos que el negro había
comprado por encargo de su amo.

Después de corta navegación, llegamos a la isla en la que nos esperaba Legrand


con impaciencia. Me informé sobre su salud y le pregunté por el escarabajo.

—Conviene que sepa usted que es un escarabajo de oro verdadero, y está


destinado a rehacer mi fortuna. ¡Júpiter, tráemelo!

Pero el negro se negó y mi amigo fue por él. El animal era, en efecto,
extraordinario: en una de las extremidades de su dorso tenía dos manchas negras
y redondas, y en la otra, una mancha de forma alargada. Su cuerpo parecía de oro
bruñido y como su peso era muy grande, se explicaba la creencia de Legrand de
que fuese de oro macizo.

—Le he rogado que viniera —dijo Legrand— para pedirle ayuda en el


cumplimiento de las miras del destino y del escarabajo... Júpiter y yo vamos a
emprender una expedición y como necesitamos otra persona de la que podamos
fiarnos, lo he llamado a usted.

Yo desconfiaba de que mi amigo estuviera en su sano juicio e intenté negarme,


pero cuando él me dijo que era cosa de una noche y al día siguiente estaríamos de
regreso, decidí acompañarlo.
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Nos pusimos en camino. El negro llevaba la hoz y el pico; yo, dos linternas
sordas, y Legrand, el escarabajo sujeto con un cordel. Enfrente corría el
perro. Anduvimos cerca de dos horas, y cuando estaba a punto de ponerse
el sol, llegamos a una región inhóspita y siniestra. Era una meseta situada
cerca de la cima de una montaña muy escarpada, cubierta de bosque desde
la base a la cumbre y de enormes bloques de piedra que se mantenían en pie
gracias a los árboles en que se apoyaban.

Seguimos caminando ayudados por la hoz que nos abría paso hasta que
llegamos a un árbol enorme y Legrand, volviéndose a Júpiter, le preguntó si
se creía capaz de trepar por él. El negro lo examinó y asintió con la cabeza.

—Pues bien, sube aprisa. Porque muy pronto no podremos ver lo que
hacemos. Sube por el tronco principal y luego te diré qué debes hacer. ¡Ah,
y llévate el escarabajo!
—Eso sí que no, mi amo, el escarabajo no.
—Por Dios —dijo mi amigo—, sujétalo con el cordel.

El negro cumplió órdenes y subió hasta la primera horquilla del árbol.


Legrand le indicó que tomara la rama más gruesa. El negro obedeció
inmediatamente y tardamos en oír su voz en medio del follaje que
preguntaba:
—¿Hasta dónde hay que subir?
—¿Cuántas ramas has pasado?
—Seis mi amo —dijo el negro.
—Sube otra —le ordenó Legrand— y avanza sobre esa rama hasta llegar a la
punta.

Se oyó nuevamente la voz de Júpiter que decía que temía avanzar porque la
rama estaba seca. Pero Legrand lo conminó a que siguiera y de pronto se oyó
un grito del negro.
—¡Aquí hay un cráneo! Alguien dejó su cabeza y los cuervos se han comido
toda la carne.
—Bueno; ahora haz exactamente lo que voy a decirte. ¿Me oyes? Busca
el ojo izquierdo del cráneo y mete por él el escarabajo, después muy
lentamente lo dejas descender.

El negro cumplió las órdenes y el escarabajo cayó sobre nosotros sujeto por
el cordel. Allí mi amigo clavó la estaquilla, tomó medidas y describió un
círculo de unos cuatro pies de ancho. Tomó el pico y nos pidió a Júpiter
y a mí que excaváramos. Después de dos horas, y cuando ya habíamos
alcanzado profundidad de cinco pies, sin que nada apareciera, decidimos
interrumpir el trabajo.

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Legrand, profundamente desilusionado, emprendió el camino de regreso
cuando, presa de indignación, tomó por el cuello al negro y le preguntó que
cuál era su ojo izquierdo. Tal como lo había pensado, Júpiter se equivocó y
pasó el escarabajo por el derecho.

De nuevo repetimos la operación. El escarabajo cayó muy lejos del primer


lugar. Volvimos a excavar y de pronto el perro se acercó al hoyo, rascó y
aparecieron los esqueletos de dos hombres, trozos de tela y unas monedas.
Entusiasmados, continuamos el trabajo y en breve vimos una argolla que
pertenecía a un enorme cofre. No pudimos moverlo pero lo abrimos y
quedamos maravillados ante el espectáculo del tesoro que encerraba.

El cofre había sido llenado hasta los bordes. Todo estaba revuelto y cuando
hicimos una clasificación general, nos encontramos en posesión de una fortuna
que rebasaba nuestros cálculos. Había monedas de todas las procedencias,
joyas a granel, ciento diez diamantes de buen tamaño, trescientas diez
esmeraldas hermosísimas, veintiún zafiros y un ópalo. Además, había una
enorme cantidad de adornos de oro macizo; sortijas, pendientes, cadenas;
crucifijos, incensarios, empuñaduras de espada recubiertas de piedras preciosas
y muchísimos otros artículos. Esa noche pensamos que el valor del tesoro
ascendería a un millón y medio de dólares, pero cuando vendimos, lo que
recibimos rebasó con mucho lo estimado.

Al finalizar toda esta tarea y ya más en calma, Legrand que sabía de mi enorme
curiosidad por conocer cómo había logrado descubrir el tesoro, empezó su
relato. Lo inició remontándose al día en que dibujó para mí, en un pedazo de
pergamino, la imagen del escarabajo y lo que apareció fue una calavera.

Mi amigo continuó su historia diciendo que, cuando yo me marché, empezó


a recordar cómo había encontrado el escarabajo y que al tratar de tomarlo, el
animal lo mordió, por lo que Júpiter, echando una mirada alrededor recogió,
para agarrarlo, lo que parecía un pedazo de papel que sobresalía de la arena.

Cerca de aquel lugar estaba el casco de una nave que había naufragado en la
costa o bien había sido arrastrada por la marea. Pero entonces no hicimos caso
y Júpiter se apoderó del pergamino sólo para tomar el animal.

Fijándome en todas esas cosas, establecí una relación entre el barco


naufragado, el pergamino hallado a poca distancia y el hecho de que sobre
éste, y no sobre el papel, estuviese dibujado un cráneo. Recordé que el
emblema de los piratas de todos los países es precisamente un cráneo.

Quedaba por averiguar cómo apareció en el pergamino la imagen del cráneo.


Recordé que esa noche hacía bastante frío y estaba el fuego encendido.

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Establecí entonces una relación entre el fuego y el pergamino y encendí de
nuevo una hoguera, acerqué el pergamino y para mi sorpresa apareció el dibujo
de un cabrito. A mi mente vino la figura del Capitán Kidd, uno de los piratas más
famosos de la zona.

Insistí poniendo el pergamino cerca del fuego y tuve la alegría de ver que
aparecían caracteres en rojo, trazados por mano inexperta, pero bastante claros.

Entonces Legrand me mostró el pergamino y allí vi los signos que se repiten a


continuación:
(5 3± ± + 305))6*; 4826)4 ±.)4±);806*;48+8 π 60))85;1± (;:±*8+83(88)
5*+;46(;88*96*?;8)* ± (;485);5*+2:* ± (;4956*2(5*-4)8π8*;4069
285);)6+8)4± ±;1(± 9;48081;8:8± 1;48+85;4)485+ 528806*81(± 9;
48;(88;4(±?34;48)4±;161;:188; ±?;

—No entiendo una palabra —dije devolviéndole el pergamino— no me


considero capaz de descifrar esto.
—Pues la solución —replicó mi amigo— no es tan difícil como parece a primera
vista. Esos signos, como es de suponer, remplazan letras. El problema mayor
habría sido descubrir en qué idioma estaba el documento, pero eso yo ya lo
sabía, estaba en inglés.

No voy a detallar todo el proceso que seguí para desentrañar el significado del
criptograma. Basta conocer la tabla de sustitución con la que fue fácil resolver el
enigmático mensaje.

5 representa a
+ “ d
8 “ e
3 “ g
4 “ h
6 “ i
* “ n
± “ o
( “ r
; “ t
? “ u

A good glass in the Bishop’s Hostel in the devil´s seat forty-one degrees and
thirteen minutes northeast and by north main branch seventh, limb east side
shoot from the left eye of the death’s head a bee-line from the tree through the
shot fifty feet out .

(Un buen vidrio en la Hostería del Obispo en la silla del diablo cuarenta y un
grados y trece minutos Nordeste y por el Norte buscad la séptima rama principal

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del árbol, colocad las extremidades del lado este y ahí estará una calavera y a través
de su ojo izquierdo, soltad una plomada en línea recta cincuenta pies más lejos.)

—A pesar de todo —dije yo después de leerlo— el enigma continúa para mí porque


no encuentro ningún sentido en eso. Legrand me dio la razón, y me explicó que
para descifrarlo lo primero que había hecho era ponerle puntuación con lo que el
escrito quedaba así:

“Un buen vidrio en la Hostería del Obispo en la silla del diablo cuarenta y un
grados y trece minutos/nordeste y por el norte/séptima rama principal del árbol lado
este / soltad del ojo izquierdo de la calavera / una plomada desde el árbol cincuenta
pies más lejos”.

—A pesar de todo, no entiendo nada— dije.


—Lo mismo me ocurrió a mí durante unos días —dijo Legrand—, pero por fin a
fuerza de indagar y visitar el lugar llegué a la conclusión de que un buen vidrio era
un catalejo, a lo que se llamaba Hostal del Obispo, una roca denominada Castillo
del Obispo y contemplé una roca que con buena voluntad parecía una silla e inferí
que sería la llamada silla del diablo.

Entonces, provisto de catalejo, volví a sentarme en aquel lugar y orienté el anteojo.


Después de un buen tiempo de indagación, me fijé en una especie de agujero
circular en el follaje de un gran árbol que dominaba a todos sus vecinos. En el
centro de aquel agujero se veía algo blanco, que reconocí como un cráneo humano.
En cuanto al resto, no tengo que explicárselo puesto que juntos descubrimos el
tesoro.

El error de Júpiter de pasar el escarabajo por el ojo derecho del cráneo, en lugar del
izquierdo, ocasionó que la primera excavación fuera un fracaso.
—Y ahora, dígame, ¿por qué empleó el escarabajo y no una plomada?

Legrand le sonrió.
—Le diré que estaba un poco molesto por sus sospechas y las de Júpiter de que algo
andaba mal en mi cabeza. La idea me vino cuando usted habló del peso del animal.
Por eso quise utilizarlo.

Edgar Allan Poe, “El escarabajo de oro” (adaptación), en Cuentos de Allan Poe, 2ª ed. México: Porrúa, 1994, pp. 47-69.
(Biblioteca Juvenil Porrúa, 20)

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Lo que dicen I. En la columna izquierda verán resaltadas algunas palabras.

las palabras Busquen el signigicado de éstas en la columna derecha y


anoten, en la línea, el número que le corresponda.

Las aficiones de Legrand eran la caza, la pesca y 1. Lugar en que una rama da origen a otras dos
coleccionar insectos y conchas. ramas que forman ángulos agudos.
Sacó del bolsillo de su chaleco algo que parecía un 2. Hierro plano en forma de media luna y un gancho.
trozo de vitela vieja, muy sucia, en el cual hizo un 3. Brillante, reluciente.
croquis con su pluma.
4. Gustos, inclinación e interés por algunas prácticas.
Después se levantó, tomó una bujía y fue a sentarse
5. Espiga de madera o caña que sirve para clavar.
en otro extremo de la habitación, en donde siguió
con su inspección. 6. Vela.

Su cuerpo parecía de oro bruñido y como su peso 7. Pergamino hecho con piel de becerro.
era muy grande, se explicaba la creencia de Legrand
de que fuese de oro macizo.
Seguimos caminando ayudados por la hoz que nos
abría paso hasta que llegamos a un árbol enorme.
Subió hasta la primera horquilla del árbol.
Allí mi amigo clavó una estaquilla.

II. Escriban las letras que hacen falta para formar las palabras que correspondan a las siguientes definiciones.

Superar, exceder.

Distintivo, señal que identifica.

Un documento cifrado, escrito en clave.

Tubo que sirve para ver lo que está muy lejos como
si estuviera cerca.

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¿De qué se I. Lean con cuidado los siguientes párrafos. Escriban, en la línea,

trató? el número correspondiente según la pregunta que responde a


cada uno.

1. ¿Dónde sucede? 2. ¿Cómo era Legrand? 3. ¿Cuál fue el hallazgo inicial? 4. ¿Por qué se envió?
5. ¿Cómo se inició el descubrimiento? 6. ¿Qué relacionó Legrand? 7. ¿Qué se descubrió al excavar?
8. ¿Quién lo enterró? 9. ¿Cómo lo descifró?

…encendí de nuevo una hoguera, acerqué el pergamino y, para mi sorpresa, apareció el dibujo de
un cabrito. A mi mente vino la figura del Capitán Kidd, uno de los piratas más famosos de la zona.
Hace años trabé amistad con el señor Guillermo Legrand quien, por cuestiones familiares, abando-
nó Nueva Orleans, la tierra de sus mayores, y se estableció en la isla de Sullivan, cerca de Charleston,
en Carolina del Sur.
Esos signos, como es de suponer, reemplazan letras. El problema mayor habría sido descubrir en
qué idioma estaba el documento, pero eso yo ya lo sabía, estaba en inglés. No voy a detallar el
proceso que seguí para desentrañar el significado del criptograma. Basta conocer la tabla de susti-
tución con la que fue fácil resolver el enigmático mensaje.
Entusiasmados, continuamos el trabajo y en breve vimos una argolla que pertenecía a un enorme
cofre. No pudimos moverlo, pero lo abrimos y quedamos maravillados ante el espectáculo del
tesoro encontrado.
Era un hombre pacífico e instruido, cuyas únicas aficiones eran la caza, la pesca y coleccionar in-
sectos y conchas. Vivía con él, y lo acompañaba a todas partes, un anciano negro llamado Júpiter
y un perro.
Legrand, quien sabía de mi enorme curiosidad por conocer cómo había logrado descubrir el te-
soro, empezó su relato. Lo inició remontándose al día en que dibujó para mí, en un pedazo de
pergamino, la imagen de un escarabajo y lo que apareció fue una calavera.
Un mes después de esta aventura, y cuando yo ya había olvidado el incidente, se presento Júpiter,
preocupado y triste por su amo al que veía enfermo y me entregó una carta... El tono de la carta me
inquietó. Acompañé a Júpiter y juntos abordamos el barco que nos llevaría a la isla.
No tardó en llegar mi amigo entusiasmado con dos descubrimientos: una concha desconocida y
un escarabajo que no aparecía en ninguno de los catálogos científicos y acerca del cual deseaba
mi opinión a la mañana siguiente.
Insistí poniendo el pergamino cerca del fuego y tuve la alegría de ver que aparecían caracteres
en rojo, trazados por mano inexperta, pero bastante claros. (Era un texto cifrado, escrito en clave.)

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II. Contesten estas preguntas.

¿Cuál es el tema del relato? Recuerden que debe ser muy breve, sólo la esencia del texto.

De acuerdo con el contenido, ¿qué tipo de relato es: romántico, detectivesco, de aventuras, histórico o algún otro?

¿Qué fue lo que consideran más interesante, sorpresivo, novedoso, diferente?

¿Qué adjetivos le aplicarían al relato? Justifíquenlos exponiendo el por qué.

¿De qué manera se hace el planteamiento del asunto que se desarrolla?

¿Qué momento del relato les parece que constituye el clímax? ¿Por qué?

Jueguen, dibujen, escriban,


hablen, escuchen... Elaboro un código
En la historia leída se narra de qué manera se encontró un tesoro de piratas. Para ello, hubo
necesidad de descifrar un mensaje escrito con un código especial.

Elaboren un código para escribir; inventen una tabla de sustitución semejante a la que aparece
en el relato. Con ese código, escriban un mensaje que tenga el siguiente título: Instrucciones
para encontrar un baúl de rebosante amistad.

Simultáneamente, escriban la versión en castellano del mensaje enviado. Intercambien su


trabajo con el de otro equipo. Descifren el mensaje recibido.

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