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I

Alegatos en defensa de las medidas para mejor proveer

Luciana Valeria Pacheco


Luis Matías Ezequiel Godoy
Marzo 2020
Universidad Católica de Córdoba
Especialización en Derecho judicial y de la Judicatura
Procesal Civil
II

Índice

Alegatos en defensa de las medidas para mejor proveer............................................................1


Introducción............................................................................................................................. 1
Medidas para mejor proveer....................................................................................................2
Perspectiva crítica....................................................................................................................6
Posición del autor..................................................................................................................... 9
Palabras finales......................................................................................................................... 14
Referencias............................................................................................................................... 17
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Alegatos en defensa de las medidas para mejor proveer

Introducción

En los distintos ordenamientos procesales del país, como así también en el propio Código

Civil y Comercial de la Nación – de manera indirecta - las llamadas “medidas para mejor

proveer” desempeñan un rol importante en la labor jurisdiccional.

La CSJN las ha definido como una facultad dada por la ley procesal al tribunal, de naturaleza

exclusivamente probatoria, que tiene por objeto la averiguación de la verdad jurídica objetiva,

para aclarar dudas, adquirir mayor ilustración o completar información para formarse conciencia

del tema que va a resolver. [CITATION Jim10 \l 11274 ]

Sin embargo, no gozan de un consenso doctrinal absoluto. Un sector de la doctrina nacional e

internacional, sostiene que el hecho de que los jueces tengan la posibilidad de dictar medidas

para mejor proveer u otras medidas probatorias de oficio, trae aparejado un proceso autoritario,

propio de los regímenes totalitarios y viciado de inconstitucionalidad.

Este tema expone el debate que existe entre el activismo procesal y una posición clásica,

privatista o liberal, muchas veces autodenominada garantismo procesal; entre quienes consideran

que la utilización de medidas para mejor proveer llevará al dictado de sentencias más próximas a

la realización del valor justicia; y quienes postulan que no son más que un resabio inquisitivo que

viola principios procesales fundamentales.

Al integrar el fuero penal del Poder Judicial de Córdoba y estar fuertemente influenciados por

una estructura procesal en la que constantemente se procura arribar a lo que se conoce como

verdad real o verdad jurídica objetiva, quizás, los autores de este ensayo, pequen en transpolar su

experiencia y anticipar una posición cercana a la que respalda la constitucionalidad de las


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medidas objeto de estudio. Sin embargo, se buscará que el siguiente desarrollo sirva de aporte en

los espacios de discusión sobre la forma en que debe ejercerse la función jurisdiccional.

De la presentación de argumentos que afirman la inconstitucionalidad de la actividad

probatoria oficiosa en el proceso civil, en general; y del dictado de medidas para mejor proveer,

en particular, el presente trabajo intentará convertirse en un alegato en contrario.

De esta manera, el desafío será, en primer lugar, acercar al lector a una definición general del

instituto de las medidas para mejor proveer; y señalar sus características más importantes y los

límites a su operatividad. En segundo lugar, se intentará contrarrestar cada una de las principales

objeciones a su constitucionalidad; y demostrar su perfecta compatibilidad con el sistema

dispositivo y los principios procesales fundamentales. Finalmente se tratará de exponer la

posición de los autores y concluir reflexivamente sobre lo que consideran debiera comprender el

rol del Juez y un correcto servicio de administración de justicia.

Medidas para mejor proveer

Doctrinariamente se han atribuido diversas definiciones para este instituto procesal. El

profesor Jorge Peyrano, por ejemplo, enseña que se tratan de "facultades discrecionales que

puede emplear el tribunal preocupado por la sospecha de que las pruebas aportadas al proceso no

son suficientes para esclarecer la verdad real o 'histórica', en tanto y cuanto su ejercicio se erija

en un mero corrector del principio dispositivo y no en su verdugo" [CITATION Pey78 \p 76 \l

11274 ]

La elección de tales palabras resultará de gran utilidad para destacar las características de

estas medidas y los límites que circunscriben su ejercicio.

También han sido abordadas jurisprudencialmente. La Corte Suprema de Justicia de la Nación

las definió como una facultad dada por la ley procesal al tribunal, de naturaleza exclusivamente
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probatoria, que tiene por objeto la averiguación de la verdad jurídica objetiva, para aclarar dudas,

adquirir mayor ilustración o completar información para formarse conciencia del tema que va a

resolver, pues en caso contrario se vería obligado a decidir sin haber llegado a la convicción.

[ CITATION Sac74 \l 11274 ]. Por su parte, en el célebre fallo “Coladillo”, el alto tribunal

sostuvo que el juez debe agotar todos los medios a su alcance para lograr el acceso a la verdad.

Ya no basta que se abstengan de obstruir el acceso a dicha verdad, sino que se demanda algo

más, una labor activa en dicho sentido. Ya no se trata de una mera facultad sino de todo un deber

de averiguar la verdad. [ CITATION Col57 \l 11274 ].

Así los jueces contarán con un poder-deber a ejercer discrecionalmente y a su prudente

arbitrio, de naturaleza exclusivamente probatoria para aclarar dudas, ilustrarse del caso, o

completar información a los fines de formar convicción y fallar correctamente.

A partir de esto, podría señalarse que las medidas para mejor proveer se caracterizan por:

 Ser un poder-deber que debe ser ejercido con carácter restrictivo. El juez deberá ser

prudente a la hora de dictarlas ya que con ellas incorpora nuevos elementos de prueba

al proceso y debe ser cuidadoso de no suplir la actividad de las partes.

 Son excepcionales ya que, una vez dictadas por el tribunal, suspenden el plazo para

dictar sentencia.

 Refieren al ejercicio de una facultad privativa o discrecional del magistrado derivada

del principio de autoridad, de manera tal que sólo él puede analizar la necesidad de su

dictado y su extensión.

 Tienen por finalidad el mejor esclarecimiento de los hechos controvertidos.

 Son complementarias a la prueba ya diligenciada, y su objetivo consiste en despejar

las dudas que puedan aquejar al juzgador al momento de resolver.


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Por otro lado, la doctrina y jurisprudencia, también han definido cuáles serían los límites para

su dictado. Ergo, para el ejercicio de este poder-deber debería observarse lo siguiente:

a) Que en el litigio las partes hayan sido diligentes tanto en el ofrecimiento como en la

producción de prueba. El magistrado no puede suplir la negligencia de las partes, ni

completar ni integrar el proceso con lo que no fue aportado por estas.

b) Que, ante la prueba ofrecida por las partes, no surja con claridad la solución al litigio.

c) Que las medidas se dicten al concluir la causa.

d) Que en la producción de la medida ordenada para mejor proveer se otorgue

participación al interesado.

Es fundamental remarcar que estas medidas no deben venir a suplir la negligencia probatoria

de las partes. En otras palabras, solo se justificarán cuando haya mediado prueba de parte. De lo

contrario, si aquellas no produjeran prueba alguna, se estaría frente a un obstáculo insalvable

para la procedencia de las medidas en estudio, debiendo en tal caso el juzgador apelar a la teoría

de la carga de la prueba a los fines de dictar sentencia. [CITATION Pey78 \p 83 \l 11274 ]

Sin embargo, es correcto señalar que hay quienes van un poco más allá y defienden la

procedencia de las medidas para mejor proveer aun cuando no haya mediado prueba de parte

alguna. Consecuentemente, al respecto se ha dicho que "aun mediando negligencia de las partes,

el juez tiene el deber de suplir esa omisión; y antes de fallar, tiene que esclarecer los hechos

ordenando la producción de prueba que considere decisiva". [CITATION Ara98 \p 43 \l 11274 ].

Incluso jurisprudencialmente, en el mismo orden de ideas, se ha afirmado: “Es obvio que si los

jueces sólo pudieran disponer oficiosamente la producción de una prueba cuando las partes

hubieran cumplido acabadamente la carga de probar, la medida que para mejor proveer en esas

circunstancias fuera ordenada sería absolutamente innecesaria" [ CITATION Gar90 \l 11274 ].


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En relación a este punto, en pos de la compatibilidad con el sistema dispositivo y la

inviolabilidad de principios procesales fundamentales, los autores del presente trabajo no

coinciden con esta última postura. Humildemente consideran que, para la procedencia de estas

medidas, las partes deben haber desplegado el obrar probatorio que les compete y que, pese a

haber probado, los elementos incorporados resulten insuficientes para el juzgador a los fines de

dictar sentencia. Solo así y respetando los límites ya señalados, las medidas para mejor proveer

serán dictadas respetando el principio de igualdad de las partes y de imparcialidad del Juez.

Además, las pruebas aportadas por las partes deben ser insuficientes para generar convicción

en el magistrado, esto es, que no sean lo suficientemente esclarecedoras o bien, que sean

contradictorias entre sí. De esta manera el juez, las dictará a fin de completar —objetivamente—

la prueba producida, pero no puede ordenar toda la prueba necesaria, ya que su función no debe

tener por objeto investigar sino esclarecer los hechos controvertidos. Justamente por ello es que

su aporte no puede ser mayor que el de la parte interesada, ni se puede extender a hechos no

alegados o que fueran afirmados por una y reconocidos por la otra [CITATION Pal98 \p 222/223 \l

11274 ].

Dicha tarea la llevará a cabo una vez concluida la causa, es decir, pasados los autos a resolver.

Sin embargo, existe la posibilidad que, aun antes, el juez advierta que las pruebas producidas por

las partes presentan deficiencias u omisiones que luego, indefectiblemente, impactarán sobre el

esclarecimiento de determinados hechos produciendo el alejamiento de la certeza en el proceso

de formación conviccional del juez. Por dicha razón, una vez clausurada la etapa probatoria, éste

ya se encontraría en condiciones de dictar este tipo de medidas.

Por último, cabe destacar que, una vez dispuestas, será indispensable - bajo pena de nulidad-

su notificación a las partes de manera tal que puedan intervenir y controlar su diligenciamiento.
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De lo contrario se estaría poniendo en juego la prevalencia del principio de bilateralidad e

igualdad procesal.

Perspectiva crítica

Sabido es que el instituto de las medidas para mejor proveer es uno de los más debatidos en la

doctrina. Si bien muchos juristas sostienen que se trata de una herramienta con la que cuentan los

jueces para dictar sentencias más justas [CITATION PER03 \p 1040 \l 11274 ] también están

quienes, como Alvarado Velloso, aseguran que se trata de un poder-deber derivado del sistema

inquisitivo. [ CITATION Alv95 \l 11274 ].

El sector de la doctrina que propugna la inconstitucionalidad de las medidas de estudio,

enfatiza su preocupación en que las mismas afectan gravemente los principios constitucionales

fundamentales que hacen al debido proceso. Sostienen, por una parte, que vulneran el principio

de igualdad entre las partes ya que al ser facultativas y discrecionales, su dictado siempre

dependerá del arbitrio exclusivo de los jueces (sin establecer parámetro objetivo alguno al

respecto) por lo que una parte podrá ser favorecida o desfavorecida según el antojo del juez de

turno. [CITATION Bot \p 145 \l 11274 ]. Expresan que las medidas para mejor proveer, son una

ostensible muestra de trato desigual ya que suponen un ejercicio de actos de parte del tribunal

que viola el principio de igualdad procesal y compromete la imparcialidad del juzgador.

Sin embargo, difícilmente el juez pueda anticipar cuál será la consecuencia de la producción

de una prueba determinada. Desconoce a quién le beneficiará ya que no puede recurrir a ningún

método que adelante resultados. Como enseña Peyrano, nunca puede saberse a priori con certeza

cuál va a ser el resultado de una diligencia probatoria y con su planteo, los críticos a la

procedencia de estas medidas lo que en realidad evidencian es que la verdad y el derecho están

de parte del que se vería injustamente perjudicado por la pasividad de un juez más preocupado
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por aventar toda imputación de parcialidad que por administrar justicia. [CITATION Pey15 \l

11274 ].

Las medidas para mejor proveer no sólo no vulneran el principio de igualdad de las partes

sino que, como sostiene calificada doctrina, [CITATION ROS05 \p 74 \l 11274 ] entre los fines

perseguidos por las pruebas oficiosas, y en este caso por las medidas de mejor proveer, se

encuentra el de contribuir a igualar libertades, equilibrando las innegables desigualdades

sociales, económicas y culturales que sufren las partes en el proceso y que las coloca en

situaciones de absoluta disparidad en el "uso de sus armas".

También se ha alegado que el dictado de estas medidas compromete la imparcialidad del

juzgador ya que al tornarse una directiva de oficio el juez se ubica inexorablemente del lado de

una de las partes y podría arrastrarlo a un prejuzgamiento. Reafirman que el proceso civil es de

las partes y para las partes, siendo el juez un tercero imparcial, impartial e independiente.

El error radica en que esta postura no distingue entre el objeto del proceso y el proceso

mismo. Con respecto al primero el juzgador no puede tener iniciativa alguna. No obstante, en

relación al proceso mismo, el juez debe tener la posibilidad de actuar ex officio ya que, solo de

esta manera, el proceso se convierte en un instrumento idóneo para alcanzar la efectiva y real

tutela por parte del Estado de los intereses en conflicto permitiendo que el juez pueda cumplir

justa y eficazmente con su función.[CITATION BAR09 \p 37 \l 11274 ].

Además, la posibilidad de parcialidad del juzgador siempre estará presente pero no es

atribuible únicamente a estas medidas. Es necesario que la sociedad confíe en los jueces y en que

estos son profesionales del derecho capacitados para ejercer su rol como corresponde y como la

ley ordena.
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Este sector crítico ha dicho que la iniciativa de la prueba corresponde únicamente a las partes

y el juez debe pronunciar su sentencia solo en base a la prueba que éstas aporten, según el

resultado de ella y de la distribución legal de las cargas probatorias.

Empero es el juez quien debe dictar sentencia y para ello necesita tener la certeza de cómo

ocurrieron los hechos. Por esta razón el legislador debe dotarlo de mecanismos que permitan

arribar a la verdad sobre cómo ocurrieron los hechos y de esta manera dictar sentencias más

justas. No debe olvidarse que las partes, ya sea mediante una pretensión, excepción o defensa,

intentarán probar lo que resulte más beneficioso a sus intereses y no a cómo los hechos

ocurrieron en realidad.

No es el juez quien se inmiscuye en la actividad de las partes, ocupa su lugar y hace lo que les

hubiere correspondido a ellas, sino todo lo contrario, despliega una actividad inherente a su

condición de juzgador, actúa allí como juez, empeñado en juzgar bien.

Han sostenido que en el proceso civil se ventilan derechos disponibles por las partes, por lo

que el juez no debería interponerse dictando medidas para mejor proveer.

Pero sabido es que el fin del proceso debe ser arribar a la justicia del caso y no a una solución

desentendida de cómo ocurrieron los hechos en la realidad, por ello el poder y la autoridad del

Estado no deben permanecer indiferente en el proceso. Al Estado le interesa la efectividad de la

función jurisdiccional, y la justa resolución de la litis mediante el dictado de sentencias justas y

ajustadas a derecho razón por la cual el juez debe contar con las herramientas legales necesarias

para ello y no que las mismas sean monopolizadas por las partes.[ CITATION MAS14 \l 11274 ] .
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Posición del autor

La temática que incentivó el desarrollo del presente análisis y, como se observó, las distintas

posturas que existen alrededor de la misma, conducen a recapitular algunas nociones básicas

como la función jurisdiccional y su finalidad; la prueba judicial y el término “verdad”; el sistema

dispositivo y sus excepciones.

Como se sabe, ante el supuesto de la violación del orden jurídico establecido, surge la

necesidad de poner en marcha la función jurisdiccional para resolver el conflicto suscitado.

En coincidencia con otros juristas, los autores consideran que aquella función apunta al logro

de la paz social hecha justicia. Entonces, si se pretende sea la “justicia” el fin que sirve de norte

al Estado en su despliegue, a través del órgano judicial, de la función jurisdiccional,

indefectiblemente se encuentra obligado este a proveer los medios necesarios al Juez, a fin que

sea él, quien gracias a los distintitos poderes – deberes – facultades conferidas procure

alcanzarlos[CITATION Jim10 \p 2 \l 11274 ]

Un Juez pasivo y sin compromiso con el proceso en el que se desenvuelve; despreocupado por

el esclarecimiento de la cuestión fáctica planteada y mero espectador del obrar probatorio

impulsado por las partes, lejos estará de alcanzar el norte propuesto.

Como sostiene María Eugenia Jiménez, la función del proceso no es simplemente aquella de

resolver controversias entre partes, y por ende, desentendida del acertamiento verdadero de los

hechos; sino que es de su esencia la justicia intrínseca del resultado arribado, y ello solo puede

soportarse sobre la correcta reconstrucción de los mismos [CITATION Jim10 \p 5 \l 11274 ]


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De esta manera, el término “verdad” se torna inescindible del valor “justicia”. El magistrado

que se involucre en arribar a la certeza de los hechos, se encontrará cada vez más cerca de aplicar

correctamente el derecho que corresponda. Esto impulsará, lógicamente, al dictado de sentencias

justas y, por ende, a una óptima administración de justicia.

Para quienes pensamos que el proceso debe tender a la obtención de una decisión justa, no

queda duda y resulta difícilmente contestable que es necesaria la determinación de la verdad de

los hechos. Es que no es posible una decisión justa, elaborada sobre una determinación de los

hechos falsa, errónea o inaceptable. La determinación de la verdad de los hechos, es una

condición indispensable de una decisión justa, aunque no sea, por sí sola suficiente [ CITATION

PIS20 \l 11274 ]

A modo de ilustración, en “Navarro Cristian Javier c/ Tribecca SRL y/o q.r.r s/ ind.”, se

reclamó por el despido arbitrario de una persona que invocaba haber sido delegado sindical, por

lo que pretendía que se le reconociera la reparación especial establecida para tal caso.

A tal fin, acompañó constancias obrantes en el Ministerio de Trabajo e informes del Sindicato

UOCRA. Sin embargo, las mismas fueron impugnadas por la demandada por tratarse de copias

simples.

En primera instancia fue rechazado el rubro de tutela sindical, por lo que el actor apeló.

Recién en segunda instancia, la Cámara de Apelaciones en lo Laboral de Corrientes hizo lugar

al agravio otorgando aquel rubro, tras ordenar una medida para mejor proveer, recabando del

Ministerio de Trabajo y del Sindicato UOCRA las copias certificadas de las constancias que

acreditaban aquella calidad invocada. Esto, a posterior, el 13 de septiembre de 2016, sería

confirmado por el Superior Tribunal de Justicia de Corrientes.


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Con el caso anterior, claramente, se puede observar cómo la Cámara de Apelaciones decidió

colocarse en una mejor posición frente a la realidad de los hechos para poder aplicar

adecuadamente la norma correspondiente.

De no ser corregida tal situación, por medio de un obrar activo por parte del sentenciante, a

través de la prueba oficiosa que puso claridad a la situación fáctica que antecede y sustenta el

resolutorio, podría el fallo que puso fin a la contienda, haber devenido en injusto y por tanto

reñido con el “debido proceso”[CITATION Jim10 \p 3 \l 11274 ]

Ahora bien, cabe destacar que no se habla de una verdad absoluta, que escapa a la dimensión

humana, sino a verdades relativas. Sin embargo, en coincidencia con Pistone, debe insistirse en

la búsqueda de la verdad objetiva, cuya existencia no depende de la opinión de los distintos

sujetos intervinientes, sino del grado de confirmación que se obtenga del evento que el

enunciado describe, de acuerdo al método utilizado y a los conocimientos disponibles

[CITATION PIS20 \p 4 \l 11274 ]

A pesar de ello, sería un error pensar que es posible exigirles a las partes la búsqueda de esa

verdad objetiva. Se trataría de algo utópico y contrario a la praxis cotidiana. Más allá de poder

demandar la observancia de ciertos principios como la buena fe procesal, las partes articulan su

propia verdad y utilizan las pruebas como herramientas para persuadir de la misma al Juez.

El del magistrado, en cambio, sí constituye un interés distinto. Éste es quien deberá hacer uso

de sus facultades instructorias (como el dictado de medidas para mejor proveer) a fin de dar la

razón a quien la tenga fundado en premisas fácticas fiables, es decir, sobre la base más

aproximada de cómo ocurrieron en realidad los hechos alegados por las partes [CITATION DIA13

\p 3 \l 11274 ].
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Y nada de esto pone en jaque el sistema dispositivo, sino más bien, evidencia la influencia de

una corriente distinta a la privatista o liberal que sostiene a las partes como amos absolutos e

incontrolados del proceso.

Se sabe que todo sistema procesal se define como una forma metódica y estructural que va

dando fisonomía al procedimiento. Jamás se presentaran en forma pura, sí prevalente; y siempre

dan personalidad “a la organización de los medios de expresión y comunicación, en la

organización de los tribunales y, por último, en lo que atañe a los poderes y deberes recíprocos

de las partes y del juez” [CITATION Ang03 \p 120 \t \l 11274 ] .

En un sistema procesal prevalentemente dispositivo, se asigna a los particulares la iniciativa

del proceso y su impulso subsiguiente; como así también, la fijación de la cuestión fáctica, el

poder de renunciar a ciertos actos del proceso y la aportación de los elementos corroborantes de

sus pretensiones.[CITATION Ang03 \p 120 \t \l 11274 ]

Con la influencia de una corriente social o publica, por la que abogan los autores del presente

trabajo, las partes continúan poseyendo la carga de la prueba de los hechos. Pero se pretende que

el juez abandone esa tradicional postura estática, muchas veces devenida en indolente en relación

al valor justicia; y pase a colaborar con las partes en la búsqueda de la verdad, actuando a fin de

que la victoria sea de quien efectivamente tenga razón, y no de quien sepa prevalerse por mayor

fuerza económica o habilidad propia o del defensor. Si la ley quiere que el juez juzgue, no puede

dejar de querer que, de ser posible, lo haga bien informado [CITATION Jim10 \p 3 \l 11274 ]

En definitiva, humildemente, creemos que conjugando la jurisdicción con los poderes

instructorios del juez y el término verdad, en el marco de un proceso justo, podrá arribarse a

sentencias justas y fallar “dando a cada uno lo suyo”.


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Palabras finales

El desarrollo de este trabajo conduce a la reflexión del lector en relación a cuál debe ser el

papel a protagonizar por el Juez dentro del proceso ¿Debe tratarse de un Juez pasivo, cual

convidado de piedras, sin posibilidad de avanzar más allá de la dirección meramente formal del

proceso; o de un Magistrado activo, director y conductor del trámite, ocupado en poder dictar

sentencias a partir de encontrarse lo más cerca posible de la forma en que realmente sucedieron

los hechos?

Couture planteaba: En su acepción común, el vocablo “proceso” significa progreso, transcurso

del tiempo, acción de ir hacia adelante, desenvolvimiento (…) De la misma manera que un

proceso físico, químico, biológico, intelectual, todo proceso jurídico se desenvuelve, avanza

hacia su fin y concluye”[ CITATION COU69 \l 11274 ].

Lo anterior significa que el proceso encierra una idea necesariamente teleológica. Ligado a

ello, la Constitución y los Tratados Internacionales reconocen el imperio de lo que da en llamarse

“un debido proceso” que no sería otra cosa que el arribo a resoluciones judiciales que no

repugnen el valor justicia[CITATION Jim10 \p 5 \l 11274 ]

Bien reputado es que, el Estado liberal, ha sido superado y completado por los principios del

“Estado social de Derecho”, es aquí donde las constituciones presentan nuevas exigencias y

requieren ineludiblemente de un “proceso justo”[CITATION Jim10 \p 5 \l 11274 ]

El “proceso justo”, exigencia constitucional, requiere de un juez activo y comprometido con

el proceso en el que actúa, a fin de equilibrar la igualdad entre las partes y lograr un resultado

socialmente eficaz que se compadezca con el valor justicia, desde un punto de vista sustancial y

no meramente formal[CITATION Jim10 \p 5 \l 11274 ]


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En la misma línea, el Código Civil y Comercial de la Nación, que reconoce un derecho

privado constitucionalizado y consolida criterios jurisprudenciales que ya venían siendo

aplicados en la práctica jurídica diaria; como así también el Código Procesal Civil y Comercial

de la Nación, identifican en el Juez un perfil activo, con un gran cumulo de funciones y con el

deber particular de resolver los asuntos que sean sometidos a su jurisdicción mediante una

decisión razonablemente fundada (Art 3 CCCN) y de ordenar las diligencias necesarias para

esclarecer la verdad de los hechos controvertidos, respetando el derecho de defensa de las partes

(Art. 36 CPCCN)

De esta manera, las medidas para mejor proveer, según creen los autores de este trabajo, se

inscribirían en una suerte de atribución impuesta (o de ejercicio inomitible), toda vez que, como

ha sido enseñado por Clariá Olmedo, este poder concedido por la ley debe ser puesto en práctica

necesariamente, una vez presentadas las condiciones para ello. En otras palabras, a pesar de

encontrarse en una situación activa desde el punto de vista del poder que se le atribuye para

ejercerlo, no puede determinarse en sentido negativo cuando estén dadas las condiciones de

actuación. [CITATION Cla82 \p 169;170 \t \l 11274 ]

Así es dable llegar a la conclusión de que, a consideración de los autores, una correcta

administración de justicia engloba la idea de un magistrado activo en el ejercicio de poderes

instructorios como los sometidos a examen en esta oportunidad, ya que estará más cerca de

cumplir con el mandato constitucional de afianzar justicia, que aquel que se encuentra confinado

a tener que decidir puramente sobre la base de posibles ficciones jurídicas creadas por las partes

en el interés de obtener la razón a sus pretensiones.


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Claro está que siempre existirá la hipótesis de arbitrariedad y parcialidad del juzgador.

Corresponderá, entonces, bregar por el control de los límites a los excesos de poder y

arbitrariedad judicial. Pero se reafirma que este es el camino hacia lo que consideramos el Norte

de una óptima administración de justicia. Se estará fuera de esta senda si se pretende obligar a las

partes a hacer algo que no integra su esencia ya que jamás buscaran alcanzar la verdad jurídico

objetiva sino más bien una que más les convenga a sus intereses.
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Referencias

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