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La Sirenita
GUIÓN E ILUSTRACIONES: ESTUDIO FÉNIX
ÉRASE UNA VEZ el rey del mar, que vivía en un palacio con sus seis hijas.
La madre del rey solía contar a las princesitas muchas historias sobre el
mundo de los humanos, que se encontraba fuera del agua.
—Cuando tengáis quince años podréis salir del agua y ver los barcos, los
bosques y las ciudades a la luz de la luna —les decía su abuela.
La menor de las hermanas, la más bella de todas, tenía una voz —¡Ojalá ya tuviera quince años! —decía la Sirenita con aire soñador—.
maravillosa y sentía una enorme curiosidad por el mundo. Le gustaba Sé que me encantará el mundo de allá arriba, ¡y las personas que lo
contemplar una preciosa estatua de un niño que las olas habían habitan!
desplazado al fondo del océano.
Cuando cumplió los quince años, al fin pudo subir nadando hasta la
superficie del mar.
Sobre las olas vio un gran barco donde estaban celebrando una divertida
fiesta. Había música, farolillos e incluso fuegos artificiales: ¡era la fiesta de
cumpleaños del príncipe!
La Sirenita se acercó para ver mejor al joven príncipe. ¡Era guapísimo! De La Sirenita, comprendiendo el peligro que corría el príncipe, lo buscó
repente, se desató una tempestad. El frágil navío se balanceaba y crujía bajo el agua y lo llevó a tierra firme. Lo dejó en una bahía y le dio un
en el océano enfurecido, y finalmente las fuertes olas lo hundieron. tierno beso en la frente.
«Qué curioso. Se parece a la estatua que tengo en el mar», pensó.
La Sirenita oyó voces que venían de un convento cercano y se escondió
tras unas rocas. Desde allí, vio acercarse a una doncella. En ese momento,
el príncipe volvió en sí y sonrió a la muchacha, pensando que era ella
quien lo había rescatado.
La pequeña sirena regresó a su hogar en el fondo del mar, pero no podía
dejar de pensar en aquel hermoso joven. —¡Me gustaría ser humana y tener un alma inmortal, como ellos!
—suspiró la princesita—. ¿Cómo podría conseguirlo?
—Un hombre tendría que enamorarse de ti —le explicó su abuela—.
Pero eso no es posible, porque a los humanos tu hermosa cola de pez les
parecería fea.
La Sirenita, desesperada, fue a pedir ayuda a la bruja del mar.
—Te daré dos piernas, pero nunca recuperarás tu cola de sirena —le dijo
la hechicera—. Y si él se casa con otra, ¡te convertirás en espuma de mar!
—Acepto —dijo la sirenita, armándose de valor.
—Te prepararé una poción mágica —añadió la bruja—. Pero, a cambio,
quiero... ¡tu voz!
La Sirenita abandonó a su familia para siempre y partió a tierra firme.
Al beberse la poción, su cola se transformó en dos bonitas piernas. Le
dolían mucho al andar, pero se alegró de ser humana al fin.
El príncipe acogió en su palacio a aquella dulce chica sin voz y llegó a
tomarle mucho cariño. Pero en su alma solo había sitio para la doncella
del convento, cuya imagen no podía olvidar.
Un día, el príncipe le contó a la Sirenita que sus padres querían casarlo
con una princesa de otro reino.
Y el destino quiso que el príncipe, cuando conoció a aquella princesa,
creyera que era la doncella de la que estaba enamorado y decidiese
casarse con ella.
—¡Sé que me quieres mucho y que te alegrarás por mí! —le dijo a la
Sirenita.
Ella, sumida en una gran tristeza, y sabiendo que había perdido para
siempre a su amor, se lanzó al mar. Pero no se convirtió en espuma, sino
que se reunió con unos hermosos seres invisibles, las hijas del aire.
Pasó sus días repartiendo frescor y esparciendo el aroma de las flores a
los seres de esta tierra, junto a las demás hijas del aire.
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