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Y el resto del mundo se ha desarrollado lentamente.

Por Miguel Ángel de Bernardi

Tengo en mis manos la tercera edición de la última biografía de Albert Einstein. Está
escrita por Sergio Nudelstejer. Con sólo recordar la figura del científico relativista y ver
este Ahora, convulsionado por terroristas de rostro oculto, este Aquí, donde el colectivo se
alimenta con las palabras: guerra, angustia, miedo “nuclear”; me doy cuenta que
Nudelstejer, no se equivocó al elegir la figura de Albert Einstein, un “pacifista instintivo”,
que en la relativa distancia de su existir, ya alcanza dimensiones cuánticas.

Al avanzar la lectura de la obra, esta va siendo necesaria, fraterna. La biografía nos lleva a
conocer un Einstein sensible, que de manera instintiva observó los fenómenos de su tiempo,
señalando la profundidad y alcance de cada átomo de existencia. Una de las características
del sabio, fue “su capacidad de asombro, afrontar cada cosa como si fuera nueva, como si
todavía no hubiera encontrado lugar estable en el Universo”.

Einstein escribió en sus memorias: “Todas las religiones, artes y ciencias, son ramas de un
mismo tronco. Todas estas aspiraciones están dirigidas a ennoblecer la vida del Hombre,
elevándole de la esfera de la existencia meramente física y guiando al individuo hacia la
libertad...”.

No es un libro para versados, sino para gente que comparte inquietudes, o vive ansiándolas.
En cada página la amenidad se combina de manera atómica con lo profundo, entregando un
retrato humano del científico. Acercándonos a su figura. Compartiéndolo con todos
aquellos que vivimos lejos del entendimiento de las teorías científicas.

Sin duda Einstein tuvo una personalidad compleja. Hizo que cada partícula de su existencia
se transformara en un acto apasionante. Odiaba casi todo lo que la mayoría de la gente ama:
“La comodidad y la felicidad, nunca me han parecido una meta. Esas bases éticas me
parecen las ideas del rebaño de cerdos...”.

Se sabe que cuando Einstein se graduó, sus perspectivas a futuro eran precarias. Una tía que
lo ayudaba le suspendió una modesta pensión. Vivió grandes apuros económicos, aunque
sobrevivió gracias a su desapego de las cosas materiales. Quizá ese desafecto le quitó el
lastre terrenal y lo condujo al terreno de lo eterno, lo indujo a ser un profeta. A caminar en
ese Más Allá, donde se observa la curva del tiempo, es decir, la profecía donde el
pensamiento se traslada a la materia.

Usando la relatividad del tiempo, Nudelstejer, a través de datos precisos, anécdotas y citas,
nos trae al profeta, al Aquí y Ahora de nuestra relatividad existencial. Nos muestra el
profundo humanismo del científico que alcanzó los niveles del mito.

En un intercambio epistolar que Einstein sostuvo con Freud, le escribe: “¿Existe la


posibilidad de dirigir el desarrollo psíquico del Hombre, preparándolo de antemano contra

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psicosis del odio y de la destrucción?”. Más adelante le sugiere: “He podido comprobar que
más bien es el “inteligente” el que sirve de blanco fácil para las sugerencias funestas de la
colectividad”. Freud entre tantas cosas le contesta. “... En la horda primitiva, era la
superioridad de la fuerza muscular la que decidía el dominio de cada cual y quién debía ser
obedecido. La fuerza muscular fue secundada, muy pronto remplazada por el uso de
instrumentos. La victoria pertenece al propietario de las mejores armas o a quien las use
con más inteligencia. La invención del arma señala el momento en que la supremacía
intelectual empieza a desplazar a la fuerza muscular; pero el fin de la lucha es el mismo. La
violencia, a la postre, elimina al adversario, lo mata...”.

Mucho de lo relatado en esta biografía, proviene de la boca de Hans Albert, el mayor de los
hijos de Einstein. En este libro caminamos en el espacio temporal de un artista de la
Ciencia y un científico del Arte, que ayudado con del Don del Pensamiento, abarcó todos
los terrenos de la existencia.

En el hoy el terrorismo ha desatado un sinnúmero de plagas. Una de ellas es el fanatismo.


El mundo se convulsiona por fanatismo, y la gente anuncia más fanatismo. Sin duda es
importante recordar que Einstein pregonaba: “Creo en el Dios de Spinoza, que es idéntico
al orden matemático del Universo. No creo en un Dios que se preocupa por el bienestar y
los actos morales de los seres humamos”. Es decir, Einstein, no creía en un Dios personal,
pero sí en un Dios que es el orden intelectual del Universo.

De inmediato se percibe, que Sergio Nudelstejer, más allá de la minuciosa recopilación de


datos, de las interminables charlas y debates, y el amor por la figura de Einstein; viajó en la
relatividad del tiempo para en un instante compartir con el científico, “lo más hermoso de la
vida, lo insondable”.

En su prólogo, el autor, dice que se sentirá hondamente satisfecho si el libro logra ser un
homenaje a la figura de Einstein, una afirmación de su pensamiento y su incesante
búsqueda de la armonía de la naturaleza y de sus valores.

“En la Ciencia no hay teoría eterna”, decía Einstein, pienso que en cuestiones literarias
ocurre lo mismo, aunque aseguro que al terminar la lectura de esta obra, me siento
hondamente satisfecho y en eterna deuda con Einstein, profeta y humanista, y unido en
agradecimiento y admiración con el maestro Nudelstejer.

Albert Einstein
Un Hombre de su tiempo
3ª. Edición.
Sergio Nudelstejer
COSTA-AMIC EDITORES, S. A.
México, 2001.

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