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t)SCAR SECCOELLAURI * PEDRO DANIEL BARIDOr-.

Profesores de enseñanza secundaria


- ..J 36 -

HISTORIA
UNIVERSAL

EDAD MEDIA

1
,;

EDITORIAL KAPELUSZ
MORENO 372 *
--.
BUENOS AIRES

BIBLIOTECA Ir HelONAl
DE MAE.S r ROS
Todos los derecho s reserva dos por (©, 1939).
EDITOR IAL KAPELU SZ. S. A. - Buenos Aires.
Hecho el dep6sit o que establec e la ley 11.723.
Publicado en junio de 1939.
Séptima f;dici6n, agosto de 1958.

LIBRO DE EDICT Ól'\' ARGE WfINA


A Daniel Castellanos,
maestro " amigo.
CAPÍTULO

LAS INVASIONES BARBARAS

La Edad Media; su caráct er.-EI Imperio romano ejer-


CID una profund a influencia en el desarro llo cultura l del mun·
do antiguo, pues unificó las diversas cultura s surgida s en las
comarcas mediterráneas, asp.~uró la paz necesaria para la com-
penetración provechosa de todas ellas, y, ademá!O, extendió los
beneficios de la civilización hasta las frontera s del Rín y del Da-
nubio.
Pero, a fines del siglo IV, y durante todo el siglo V, lps
bárbaros germanos, que habitab an al norte del Danubio, inva.jie-
ron en oleadas sucesivas los territor ios romanos y alteraro n, ra-
dicalmente, con sus conquistas la situación política y cultura l del
mundo antiguo.
En efecto, las invasiones germánicas produje ron la caída del
Imperio romano de occidente (476) y provocaron la ruina de
la civilización romana. Por eso, el establecimiento de los bár-
baros germanos en las tierras imperiales de occidente es consi.
derado el suceso que cierra el ciclo de la civilización antigua e
inicia un nuevo períooo histórico, llamado la Edad Media.
La Edad Media abalca el espacio de diez siglos, compre ndi.
do entre la caída del Imperio romano de occidente (476) Y la
conquista de Constantinopla por los turcos (1453). Este último
acontecimiento, sumado a muchos otros de singula r relieve que
se produjeron en el correr del siglo XV, tales como la invención
de la imprenta, el descubrimiento de América (1492), el hallaz-
go de una ruta oceánica a la India (1498), el maravilloso flore·
cimiento intelectual y artístico conocido con el nombre de Rena-
cimiento, hacen que se considere a esa centuri a como el pun-

-7-
to de partida de un nuevo período, llamado ~poca Moderna,
que se extiende hasta la Revolución Francesa (1789). Con la Re-
volución Frances.a se inicia un último gran período histórico que
llega hasta nuestros días, la Época Contemporánea.
Esta división de los tiempos posteriores a la época romana,
en tres períodos tiende a subrayar la importancia de algunos su-
cesos, que, ante la perspectiva histórica, se presentan como em-
pinados picachos que separan una época de otra. Pero debe te-
nerse siempre presente que los períodos históricos resultan de
una clasificación convencional y que entre ellos no existen fron·
teras nítidas, porque los cambios en la vida y costumbres de los
hombres SI' realizan gradualmente, de tal modo que mucho de
lo ante.rior sobrevive, aun en las transformaciones más grandes
que sufre la humanidad.
Períodos de la Edad . Media.-Las invasiqnes que destruye-
ron el Imperio romano constituyen uno de los tantos episodios
de las luchas entre civilizados y bárbaros que abundan en el
curso de la historia.
-Así, los bárbaros hititas . y kasitas destruyeron el Imperio de
Babilonia y los hiksos cOhqui~taron e] Imperio egipcio. De igual
modo, las tribus nómadas ¡uiegas arruinaron las ciudades egeas
y provocaron con su establecimiento en ]a Hélade un retroceso
en la civilización, especie de Edad Media de Grecia, que precedió
a] esplendor cultural de los siglos V y IV a. C.
En todos los casos mencionado~, los bárbaros conquistado-
res asimilaron gradualmente la cultura de sus vencidos, y, a su
vez, se convirtieron en protagonistas de una civilización más o
menos vinculada a ]a que habían destruído.
Lo mismo sucedió en Europa después de la caída del Hupe-
rio romano de occidente. Pero, en este caso, e] resurgimiento
cultural se vió retardado por las invasiones de nuevos 'pueblos.
árabes, eslavos, húngaros, que durante un largo período que ~e
prolongó hasta el siglo X, mantuvieron convulsionada a ]a Eu-
ropa de occidente.
- Sólo después de transcurridos estos quinientos afios de inva·
siones v de luchas constantes renacieron la paz y e] orden, im-
prescindibles para el progreso humano. Entonces comentó a pero
filarse en Occidente un nuevo tipo de cultura y de organización
política y social, llamada el fezulalismo. .
-8-
Mas a"a d~ 105 ItÍlllles del
ImperIO no nay má5 que
guerra y barbarie
TRIBUS . /iERMÁNICA5
que, rontef1l(/iJ5 durante siglos
por 105 leg1one5 romanaS.
q!"ilúaron invadiendo el Impeno

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EL I"1PFJ\JO ROMANO EN EL SIGLO IV.


Por eso cabe distinguir en la Edad Media dos grandes pe-
ríodos:
1) La alta Edad Media o época de las invasiones (siglo3
Va X).
2) La baja Edad Media o época feudal (siglos XI a XV).

El Imperi o roman o y los bárbar os.-En el siglo IV el


imperio Romano compre ndía todas las tierras ribereñ as del Me-
diterrán eo, y tenía por límites extremos el Atlántico, el Rin, el
Danubio, el mar Negro, el Eufrate s y la línea de desiertos. del norte
africano.
Las frontera s romana s marcab an la terminación del mundo
civilizado, pues más allá de los confines imperiales, a excep-
ción del reino de los persas, de vieja cultura , sólo existían pue-
blos bárbaro s, entre los que podían señalarse cinco grupos prin-
cipales.
19 ) Los celtas, pueblos indoeuropeos que habitaban Escocia ·
e Irlanda '.
29 ) Los germanos, también de origen indoeuropeo, que po-
blaban Escandinavia y Germania, cuadrilátero comprendido entre
el Báltico, el Rin, el Danuhí o y el Oder.
39 ) Los eslavos, igualmente de origen indoeuropeo, estable-
. cidos más al este, en las llanura s de la Rusia actual.
4°) Los árabes, semitas, que ocupaban la gran península
de Arabia.
59) Los bereberes, que poblaba n el norte del África.
A estos pueblos deben agregarse los tártaro-mogoles, que
DO eran directam ente vecinos del Imperio
romano, pues habita-
ban las vastas estepas del Asia Central, pero cuyas migraciones
contrib uyeron poderosamente al desplazamiento general de pue-
blos que destruyó la civilización antigua.

por
1 Los celtas de Iberia y de Galia habían sido sometidos y civilizados
Roma.

-10 -
La fuerza militar de Roma mantuvo alej ados a los bárbaros.
durante siglos, de las tierras civilizadas del Mediterráneo. Pero
a fines del sjglo IV comenzó la gran ofensiva que quebró la de-
fensa imperial. Los principales protagonistas de estas primeras
invasiones fueron los germanos.

Origen de los germanos. Los pueblos germanos en la


época primitiva.-Los germanos eran indoeuropeos" del mis-
mo origen, por consiguiente, que los persas, griegos y romanos.
Estos últimos habían logrado desde hacía siglos una alta civili-
zación. Los I!;ermanos, en cambio, separados en sus tierras sep-
tentrionales de Europa del brillante foco de cultura mediterránea,
no habían conseguido superar la existencia rústica de los agri-
cultores y pastores primitivos. Vivían en pequeñas aldeas rura-
les, dedicados al trabajo de la tierra, a la caza y al cuidado de
sus rebaños. Su industria era rudimentaria, practicaban apenas el
comercio y no conocían la escritura 2. .
La unión de varias aldeas formaba una tribu, cuya pobla-
ción alcanzaba, a lo sumo, 40 000 ó 50 000 habitantes. La tribu
reconocía la autoridad de un jefe, el "koenig" 8 o rey, como le
llamaron los romanos. Era el caudillo que la dirigía en la gue-
rra, pero cuyo poder en tiempo de paz se hallaba limitado por
el consejo de los jefes de familia.
Cada familia. en efecto, constituía un pequeño mundo, regi-
do por el padre, jefe y juez supremo, que resolvía todos los con-
flictos entre parientes. Cuando se cometía un delito por un miem-
bro de otra familia, la costumbre exigía el pago de una multa,
que la familia del ofensor debía entregar a la del ofendido. Só-
lo de ese modo se podía evitar la guerra de venganza.

1 En la Europa actual son idiomas de estirpe germánica el alemán, ho·


landés, danés, sueco, noruego e inglés.
2 No se posee, pues, verdadero conocimiento histórico de los germanos,
con anterioridad a las invasiones. Los datos escritos sobre su vida y coso
tumbres spn de origen romano. El principal libro al respecto es el titulado
"De Germania", original de Tácito, escritor romano del siglo l.
s En alemán moderno, koenig signüica rey. La expresión inglesa kinl
(rey) tiene la misma raíz.

-11-
El afán de adueñarse de nuevas tierras y el de procura rse
contingentes de es.clavos provocó frecuentes luchas entre germa-
nos, así como migraciones a las comarcas vecinas '_
Los german os eran un pueblo marcial y belicoso, oe hombres
valientes y expertos en el manej o de las armas_ Estos impetuosos
guerrer os de alta estatura , ojos azules y largos cabellos rubios,
hicieron a los romano s, que fueron sus enemigos seculares, una
profund a impresión_
La religió n.-La religión de los germanos era politeísta y
de inspirac ión naturalista, pues sus dioses personificaban las
fuerzas de la natural eza.
La divinid ad princip al era Odín o Wotan, señor del Cielo.
dios de la guerra y del fuego, a quien imagina ban cabalgando
las nubes sobre las que su melena rubia se extendía como un
manto de oro. Las mirada s de Odín registra ban todas las proe-
zas del guerrer o valeroso en el combate, para otorgar le la pro-
tección divina.
Thor era el dios del trueno, cuyo martillo resonante abría
las entraña s de la tierra y arranca ba chispas que saltaba n has-
ta el cielo_ Sunna era la diosa brillant e del sol. Mon, la diosa de
la luna, y Fre'Ya_ la diosa de la primav era, de la juventud, del
matrim onio y del amor.
los
En las lenguas germánicas modernas, alemán e inglés, por ejemplo,
divi-
nombres de algunos días tienen su origen en el de aquellas antiguas Sunday,
nidades. Así, domingo se dice en alemán Sunntag, y en inglés,
Montag, y
palabras (fn .. significan día del Sol (Sunna) : lunes, en alemán. y en
en inglés, Monday, día de la lnna (Mon); viernes, en alemán, Freitag,
inglés, Friday, día de Freya_

La morada de los numerosos dioses era el Walhalla, el her-


moso palacio de Odín, constru ído entre las nubes, y cuyas puer-
tas se abrían, después de la muerte, para los guerrer os intrépidos
y arrojad os. Por eso los germanos no temían la muerte en el
combate, ya que, según sus creencias, los que en él sucumbían
eran recogidos por las Walkiria,s, diosas guerrer as del cortej o de
Odin, que, en sus caballo s alados, los transpo rtaban al Walhal la.

n
• Ya en el siglo 1 a. C_ los cimbrios y los teutones atacaron y saquearo
los territorio i romanos, hasta que fueron derrotados pOI Mario.
- 12 ,-
Los germanos, como los antiguos griegos., forj aron infinidad
de leyendas respecto de sus dioses y sus héroes.
Principales tribus germánicas.-En el siglo IV, en la vís-
pera de las grandes invasiones, las más importantes tribus ger-
mánicas eran los francos, establecidos en las riberas septentrio-
nales del Rin; los sajones, ubicados en las costas del mar del Nor-
te; los vándalos, extendidos a lo largo del Báltico; los suevos,
ribereños del Elba, y los longobardos o lombardos, establecidos
en la región atravesada por el Oder.
Otras dos tribus germánicas que desempeñaron también rele-
vante papel en las invasiones fueron los visigodos (godos del oes-
te) y los ostrogodos (godos del este). Esas tribus no habitaban la
Germania propiamente dicha, pues habían logrado extenderse ha-
cia el lado oriental de Europa. Los visigodos ocupaban las comar-
cas del bajo Danubio (Rumania actual) y los ostrogodos domina-
ban las tierras del norte del mar Negro. Ambos pueblos mante-
nían continuas relaciones con el Imperio romano y constitu.ían el
sector más civilizado del mundo germánico.
Relaciones entre germanos y romanos hasta el siglo IV.-
Desde hacía muchos siglos los germanos constituían un peligro
para el Imperio. Ya en el siglo I a. C. Mario había tenido que
luchar ~ontra la avalancha germánica de cimbrios y teutones, y
Julio César tuvo también que combatir contra los germanos pa-
ra hacer del Rin la firme frontera de la Galia.
Más tarde, Augusto quiso resolver el problema germano
de modo más radical, mediante la conquista de Germania, pero
sus legiones fueron derrotadas, y luego de este fracaso los em-
peradores adoptaron una política defensiva, limitándose 8 conso-
lidar las fronteras del Rin y del Danubio. Esto no impidió, sin
embargo, las filtraciones pacíficas de bárbaros que, en calidad
de esclavos, de colonos o de soldados, penetraron en el Impe-
rio romano. Más aun, en ciertos casos bandas enteras de germa-
nos obtuvieron el consentimiento imperial para radicarse en tie-
rras romanas. De modo, pues, que desde el siglo 1 al IV el Im-
perio absorbió numerosos contingentes de inmigrantes germanos,
1 Los germanos crearon también un poema mítico guerrero llamado
Los Nibelungos inspirado en las luchas entre el pueblo germano de los bur·
gundios, y el rey huno Atila. Pero este poema recién tomó forma escrita
hacia el .i~o XIll.
-lS-
y, en consecuencia, ya había sufrido una lenta barbarización
par-
cial, antes de las grandes invasiones de los siglos IV y V.
Esta invasión pacífica de bárbaros contribuyó a debilitar su
defensa, cuando a fines del siglo IV comenzaron las invasiones
violentas que habrían de prolong arse durante más de un siglo.

La invasió n de los hunos y el estable cimien to de los


germa nos en el Imper io.-La causa fundamental que provo-
có el desborde tumultuoso de los germanos sobre el Imperio ro-
mano fué el desplazamiento hacia Europa de los pueblos tártaro-
mogoles provenientes de las llanura s de Asia central. El primer
pueblo asiático que cayó sobre Europa fué el de los hunos. Eran
pastores seminómadas, de hábitos belicosos y costumbres feroces,
que sembra ron a su paso la desolación y el terror. Partiero n des-
de las frontera s del Imperio chino en dirección al oeste, cruza-
ron los Vrales y presion aron el flanco orienta l de los pueblos ger-
manos, que, perturb ados por ese ataque, invadieron el Imperio
en procura de nuevas tierras y, especialmente, de seguridad.
Los visigodos en el Imperio (376-414). - Los godos fueron
los primero s en sufrir el choque de los hunos. En tanto que los
ostrogodos se sometieron, los visigodos atravesaron en el 376 el
Danubio en busca de protección. Los romanos les concedieron tie-
rras en los Balkanes, a cambio de sus servicios militares, pero dos
años más tarde los visigodos se sublevaron, y en la batalla de
Andrin ópolis (378) derrota ron a los romanos, cuyo emperador
Valente murió en el combate. Teodosio el Grande, hábil político
y guerrer o que le sucedió en el trono, logró conjura r el peligro
y obligó a los visigodos a someterse. Sin embargo, quedaron
acam-
pados en el Imperio baj o las órdenes de sus j efes naciona les, pron-
tos para exigir por las armas, en cualqui er momen to, lo que no se
les otorgase buenamente. Por eso, la batalla de Andrin ópolis puede
considerarse como el hecho inicial de las invasiones germánicas.
La división del Imperio (395). -A la muerte de Teodosio, en
el año 395, se repartió el imperio entre sus dos hijos, Honorio y
Arcadio. A Honorio le correspondió el Imperio de occidente, con
Roma por capital. A su herman o Arcadio le tocó el Imperio de
oriente, cuya capital fué Constantinopla.
Ambos príncipes eran muy jóvenes, de modo que el gobierno efectivo
un general
correspondió a otras personas que fueron, en Roma, Estilicón,
- 14-
de origen vándalo, y en Constantinopla, Rufino un general de origen godo.
Dos germanos tuvieron, pues, a su cargo la tarea de defender la integridad
del Imperio contra los propios germanos.

El destino de los dos imperios fué muy distinto. El de oc-


cidente sucumbió al cabo de un siglo, como consecuenCIa de las
invasiones germánicas. El de oriente,
en cambio, logró sobrevivir, y su
existencia continuó por más de mil
años, hasta que lo conquistaron los
turcos en el año 1453.

La invasión visigoda hacia occi-


deme. - Bajo el mando de un joven
jefe, ambicioso y audaz, Alarico, los
visogodos abandonaron los Balka-
nes, invadieron Italia, y en el año
410 se apoderaron de Roma, que fué
sometida a un terrible saqueo. Ala-
rico murió poco después, pero los
visigodos no permanecieron en Ita-
lia, sino que continuaron su marcha
hacia occidente, terminando por es-
tablecerse definitivamente en la re-
gión del sur de Galia llamada Aquí-
tanía, y en el norte de España (414).
El emperador de Roma concluyó
por reconocer la legitimidad de esta
conquista y consideró al reino de los
visigodos como un estado aliado y
vasallo del Imperio.

La gran invasión del 406.-


Mientras los visigodos atravesaban
el Imperio de este a oeste, una ava-
lrurcha de medio millón de germa-
nos caía sobre el Imperio desde el norte, cruzando el Rin y
loa Alpes.
Las principales trib~\S inv"\Soras fueron los .!uevos, los álano.!.

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y sobre tudo los vándalos, quienes, arrastra ndo cuanto encontrA·
ban en su camino, recorrie ron la Galia y pasaron luego a España,
que fué t:;cenario de sus luchas con los \'isigodos 1. Los vándalos
ocuparo n Andalu cía (cuyo antiguo nombre de Vandalucía pro·
viene de ellos) y bajo el mando de su jefe, Genserico, pasaron al
África, se adueña ron de Cartago, así como de las islas del mar
Tirreno. Los vándalo s dominaron, pues, las regiones que en la
antigüe dad integra ron el Imperio cartaginés. Temibles guerreros y
duenos de una gran flota asolaro n varias veces las costas de Italia
y hasta llegaro n pasajer amente a adueña rse de Roma, que
fué terri-
blemente saquead a por Genseri co (455), como antes lo fuera por
Alarico y los visigodos. Tan tremendo recuerdo dejaron las de·
predaciones de los vándalos, que el nombre de este pueblo quedó
para siempre asociado a la idea de rapiña brutal, como lo expre-
sa la palabra vandalismo.
La gran invasión del 406 facilitó también el establecimiento
de otros bárbaro s en las tierras desguarnecidas del Occidente.
Los anglos y sajones se establecieron en Inglate rra 2, que había
sido rápidam ente abando nada por las tropas romanas. Los bur·
gundios ocuparo n las riberas del Saona y los francos comenzaron
a penetra r en Galia s.

Atila. - A mediados del siglo V el Imperio de occidente, que


se había transfo rmado en una especie de confederación de pueblos
bárbaro s bajo la autorid ad nomina l del emperador, se vió amena-
zado por la invasión de los hunos, que después de someter a
varias tribus germánicas, se habían establecido en el curso medio
del Danubio (actual Hungrí a).
Desde allí, uno de sus reyes, Atila, los lanzó a II conquista de
las comarc as imperiales. Durante varios años asolaron las tierras
de la penínsu la balkánica, y hasta llegaro n a amenazar la ciudad de

1 Los visigodos destruye ron casi completa mente


a los álanos y rechazaron
nte lleva
a los suevos hacia la extremid ad noroeste de España, que actualme
el nombre de Galici!!.
2 Inglaterr a significa tierra de los anglos.

de estus
s El nombre de Francia, que luego se dió a la Galia, deriva
invasores germanos.

-16 -
ESLAVDS

\\
\. REINO VANDALO
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~------------------------------- A' RA8 E:S

- - - l Jmile riel Imp erio Rom<ino ,;J f¡I1t's del SI,5/0 V

ESTABLECIMIENTO DE LOS GERMANOS EN EL IMPERIO DE OCCIDENTE.


Constantinopla. Luego, Atila se alejó de los dOmlnios del Imperio
de oriente, y, atravesando el Rin, invadió la Galia.
Las depredaciones cometidas por los hunos produjeron tan tre-
menda impresión que Atila pasó a la leyenda como símbolo del
genio del mal y de la destrucción. Los obispos de Galia le lla·
maron "el azote de Dios" y se decía que, donde pisaba su caballo,
nc. volvía a crecer el pasto.
En realidad, el tipo mogólico de los hunos, de ojos hundidos,
pómulos salientes y tez amarilla, cruzada por las cicatrices que
se hacían desde pequeños para evitar el crecimiento de la barba,
debe haber contribuído mucho para que romanos y germanos
los considerasen como seres infernales.
Todos los bárbaros establecidos en el Imperio se unieron a los
romanos para combatir a las hordas salvajes de Atila. Los visi-
godos, los francos, los burgundios, reforzaron el ejército man-
dado por el general romano Aecio, que consiguió derrotar a los
hunos en la batalla de Chalons (451), obligándolos a retirarse
de la Galia. Atila quiso entonce!< conquistar Italia, pero nueva-
mente debió retroceder, y murió pOCI!' después (453) de resultas
de los excesos cometidos en un banquete con que festej aba su
próxima boda.

La: caída del Impelio romano de occidente {(76).-La


desaparición de este terrible enemigo no salvó al anarquizado Im-
perio de occidente. En el año 476, Odoacro, jefe de los mercenarios
bárbaros al servicio de Rómulo Augusto, emperador de Roma, lo
depuso, solicitando luego del emperador de Constantinopla autori-
zación para gobernar Italia en su nombre. No fué él, sin embargo,
quien obtuvo el dominio de Italia, sino un nuevo jefe bárbaro,
T eodorico, caudillo de los ostrogodos, que, al frente de su pueblo,
se estableció en la península italiana y fundó allí un nuevo reino
(49~) .
Así desapareció el Imperio de occidente, sustituído por di-
"ersos reinos bárbaros. A principios del siglo VI, los principales
estados bárbaros eran el de los visigodos en España, el de los
ostrogodos en Italia, el de los vándalos en el noroeste de África y
el de los francos en Galia, que llegó a ser el más importante de
todos. Existían también en Inglaterra siete pequeños estados bár-
baros fundados por los anglosajones.

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Los visigodos en España. - Antes de penetrar en Eepaña,
los visigodos ocupaban la región del mediodía de Galia. En ese
n omento (principios del siglo V), en la península ibérica se ha-
bían establecido ya diversos pueblos bárbaros: los suevos, en el
noroeste; los álanos, en el este; y los vándalos en la región del
sur, que tomó de ellos el nombre de Andalucía.
Los visigodos se vieron, en cierto sentido, obligados a em-
prender la conquista de España debido a la presión que desde
el norte de Galia ejercían sobre ellos los francos. Así, hacia el
año 507, a la vez que se retiraban de Galia, comenzaron a exten-
derse al sur de los Pirineos imponiendo su dominación en casi
lada la península ibérica. Los vándalos, que hubieran podido
oponerles una tenaz resistencia, tuvieron que ceder porque fue-
ron atacados en África por las fuerzas de Justiniano, emperador
de oriente, que los venció incorporando de nuevo al Imperio
las tierras africanas,
Toledo situada en el centro de la península, fué la capital
del reino visigodo de España.
La fusión de los hispano-romanos con sus vencedores de ori-
gen germánico, se realizó gradualmente. El gran obstáculo para
la unión de las dos razas era la religión, pues los hispano-
romanos eran católicos, mientras que los visigodos, profesaban el
arrianismo, es decir, la herejía cristiana condenada en el conci·
lio de Nicea (325).
Estas diferencias religiosas desaparecieron a raíz de la con-
versión del rey Recaredo, que abjuró del arrianismo en el año 587.
De igual modo desaparecieron esfumándose poco a poco otras
diferencias entre vencedores y vencidos, como la diversidad de le-
yes, que se aplicaban a unos y a otros. Los reyes visigodos orde-
naron recopilar en un solo código las leyes del reino, que habrían
de aplicarse por igual a todos sus súbditos (654). Esta recopilación
conocida con el nombre de Liber judiciorum o Fuero luzgo, había
de ejercer siglos más tarde una gran influencia en la formación de
la legislación española.
El reino de los visigodos, duró hasta principios del siglo VIII
(711) en que fué conquistado por los árabes.

Los ostrogodos en Italia. - El reino de los ostrogodos,


se formó sólo después q.e la caída del Imperio de occidente. Abar-

-19 -
caba toda la penín:;ula de Italia y la costa occidental del Adriático.
Su capital era Ravena. Dos circunstancias contribuyeron especial-
mente a realzar el prestigio del reino ostrogodo. En primer térmi-
no, su situación de reino italiano, dueño de Roma, la gran capi-
tal del mundo antiguo, cuyo brillante pasado parecía predestinar a
la gloria a sus dominadores. En segundo lugar, la vigorosa persona·
lidad del rey Teodorico, fundador del estado ostrogodo. Teodorico
se había educado en Constantinopla, donde fuera enviado de joven
en calidad de rehén. Disfrutó, pues, de una esmerada instrucción,
a la que sumó condiciones naturales de gobernante hábil. Admira-
dor de la civi!i7.ll.ción romana, hizo todo lo posible para facilitar
la fusión de los ostrogodos
con los vencidos, a los que
dispensó toda clase de con-
sideraciones. "Los godos
-decía Teodorico- deben
querer a los romanos como
si fueran sus hermanos, y
los romanos deben esumar a
los godos como a sus defen-
sores". Esta política prudente
que caracterizó al reinado de
MAUSOLEO DE TEODORICO EN RAVENA. Teodorico (493-526) le djó
considerable prestigio, y des
'acó su figura como la del más sagaz y brillante rey de su tiempo.
Sin embargo, los ostrogodos, como los visigodos, profesaban
el arrianismo, y esto era un obstáculo, muy grande para la fusión
de ostrogodos y romanos anhelada por Teodorico. Los vencedores
habrían terminado por aceptar el catolicismo, religión de la ma·
yoría de la población, pero faltó tiempo para ello, porque el reino
de los ostrogodos no duró mucho. En efecto, fué conquistado por
las tropas de Justiniano en el año 553, o sea sesenta años después
de su establecimiento.

Los lombardos en Italia (568). - A raíz del triunfo de las


tropas de Justiniano, Italia fué incorporada al Imperio de oriente,
como provincia o exarcado, es decir territorio gobernado por un
funcionario llamado exarC8, el cual residía en Ravena. La integri·

20 -
dad territorial del exarcado de Ravena se mantuvo poco tiempo,
pues a los tres años apenas de la muerte de J ustiniano, comenzó
la invasión de los lombardos, nuevo pueblo germánico, que se es-
tableció en la región septentrional de Italia, o Lombardía. como
se le llamó desde entonces.
Así quedó Italia dividida políticamente en dos regiones: la del
norte que constituía el reino de los lombardos; la del sur, junto con
una parte de la costa adriática, que formaba el exarcado de Ra-
vena dependiente de Constantinopla.

El reino de los francos. - Los francos eran originarios de


las riberas del Rin, y su establecimiento en la Galia fué conse-
cuencia de la gran invasión del 406.
La expansión franca en territorios romanos presenta un rasg<'
particularísimo que la diferencia de la de los otros pueblos bár-
baros. En efecto, los otros invasores germánicos penetraron a fon-
do en el Imperio romano, y se ubicaron en zonas distantes de
Germanía, de modo que pronto se mezclaron con los vencidos
y perdieron sus hábitos guerreros. Los francos, en cambio, se
establecieron en la re~ión septentrional de Galia. contiglla a la
comarca en que habitaban, y fueron luego extendiendo gl'adual-
mente sus conquistas sin quedar aislados de sus. tierras de origen.
Esta vecindad con Germanía les permitió reforzar sus contingen.
tes militares v mantener viva la pujanza guerrera de su raza. En
el correr del siglo V, los francos no habían lo~rado ocupar más que
una pequeña ree-ión del norte de la Galia. correspondiente. aproxi-
madamente. a Bélgica actual. Su rápida expansión se inició a par-
tir del año 481, cuando se puso a su frente un caudillo enérgico
y astuto llamado Clodoveo.
Cloaoveo 1 (481-511), contemporáneo de Teodorico. el gran
rey de los ostro¡l;odos, fué el verdadero unificador de los francos,
quienes, hasta l'U advenimiento, habían permanecido separados en
varias tribus. El mismo Clodoveo, en sus comienzos, sólo era el
jefe de una de ellas, la de los sicambros. Pero UDa serie de gue-
rras victoriosas le permitieron unificar las diversas tribus de los
francos y extender su reino por toda la Galia, desde las bocas del

1 Clodoveo es una forma primitiva del nombre Ludovico o Luis, usado


p08teriormente por los reyes de Francia.

- 21-
ain hasta Ir¿s Pirineos. Para ello tuvo que luchar principalmente
contra los ourgundios, que ocupaban la región del Saona y del
Ródano, y contra los visigodos, que dominaban la Aquitania.
Los burgundios fueron derrotados y sus reyes tuvieron que pa-
gar tributo y obedecer a Clodoveo. Los visigodos también su-
frieron sucesivas derrotas, a consecuencia de las cuales debieron
abandonar sus territorios de Galia y retirarse a España, trasla-
dando su capital a la ciudad de Toledo. Estos éxitos militares
permitieron a Clodoveo emplear toda su fuerza en someter a los
reyezuelos francos que todavía se mantenían independientes en el
norte de Galia, unificando así, bajo su gobierno, todas las comar-
cas de Francia.

Los procedimientos crueles empleados por Oodoveo en su lucha con-


tra los reyezuelos francos revelan la tosquedad y la violencia del jefe bár-
baro. Cuenta un relato de la época que, para eliminar a uno de esos riva-
les, el rey Ragnachar, se valió del siguiente recurso: mediante el regalo
de numerosos brazaletes y adornos de oro falso se atrajo la buena voluntad
de los principales guerreros de su adversario, que no vacilaron en traicio-
nar a éste en la batalla y entregarlo prisionero iuntamente con su her-
mano. Cuando los cautivos se presentaron ante Clodoveo, con las manos
ligadas por la espalda, éste le dijo a Ragnachar: ";. Cómo es posible qu/'
bayas desbonrado a nuestra raza dejándote atar? Más te valdría morir",
y dándole un bachazo le partió la cabeza. Luego, dirigiéndose a su her-
mano, exclamó: "si lo hubieras sabido defender, no lo habrían traído ma-
niatado", y también lo mató de un hachazo.
En cuanto a los guerreros traidores, que pronto advirtieron el engaño
de que habían sido objeto, recibiendo cobre en vez de oro en pago de
su traición, fueron severamente amonestados por Clodoveo, que les dijo:
"Eso es lo que merecen quienes han llevado a su amo a la muerte, y muy
contentos podéis quedar de no pagar con suplicios vuestra deslealtad".

La conversión de Clodoveo (496). - Los francos habían re-


chazado las tentativas realizadas por los obispos cristianos de
Galia para hacerles renunciar el culto de sus dioses germánicos.
Pero Clodoveo, aunque pagano, se había casado con una prin-
cesa cristiana, Clotilde, que se empeñó en lograr su conversión.
Durante un tiempo, Clodoveo, temeroso de la cólera de Odín. no
accedió a los ruegos reiterados de Clotilde, hasta que la oportuni-
dad deseada por su esposa sur¡¡:ió al fin, según relata la tradición,
con motivo de un combate. En la batalla de Tolbiac (496), libra-
da por los francos contra la tribu germánica de los alamancs,

-22-
Clodoveo, al nolar que sus huestes flaqueaban, exclamó: "Dio!
de Clotilde, si me olorgas la ,ictoria seré crisliano". Terminada
favorablemente la contienda, mantuvo su promesa y recibió el
bautismo, junto con 3.000 guerreros francos, en la iglesia de
Reims. Cuando el obispo vertió en su frente el agua bendita, pro·
nunció estas palabras: "Inclina la cabeza, orgulloso sicambro, y
desde ahora adora lo que has quemado y quema lo que has
adorado".
La conversión de los francos tuvo una gran importancia polí-
tica, pues inclinó en su favor la poderosa influencia de la iglesia
cristiana de Galia, que ayudó en forma decisiva a Clodoveo en sus
luchas contra los burgundios y los visigodos. Estos pueblos eran
también cristianos, pero heréticos, habiendo aceptado, como los
vándalos y ostrogodos, el cristianismo arriano. En cambio, los
francos fueron los primeros en aceptar el catolicismo, lo que les
aseguró el apoyo incon·
dicional de la Iglesia en
su lucha con los pueblos
germanos de religión
herética.
Clodoveo murió en
el SU, después de 30 De W. (lo.c. .
años de reinado, duran· . PLACA DE UN SARCÓFAGO MEROVINGIO. SIGLO VII.

te los cuales aseguró el


predominio de su pueblo. Sus descendientes gobernaron Galia duo
rante más de doscientos años (hasta el 751) y constituyeron la lla-
mada dinastía de los merovingios 1.
En el período de los merovingios, incesantes luchas civiles
desgarraron el país, pues los monarcas tenían la costumbre de
repartir el territorio entre sus hijos, lo que fué causa permanente
de rivalidades y guerras. Sin embargo, los sucesores de Clodoveo
ampliaron aún más los dominios francos, conquistando parte
de la Germania occidental, de modo que, un siglo después de la
muerte de Clodoveo, el reino de los francos comprendía los actua·

1 El nombre de merovingios proviene de Meroveo, antepasado de Clo.


dono.

- 23-
les ~aí!e!l de Francia, Bélgica, Holanda y la zona renana de Ate-
manIa.
A mediados del siglo VIII (751), una nueva dinastía, la de'
los carolingins, consolidó el poderío de los francos, y uno de SUB
monarcas, r.arlomagno, logró restaurar, en su provecho, el Impe-
rio romano de occidente (800).

-14-
CAPÍTULO 11

CONSECUENCIAS DE LAS INVASIONES BARBARAS

La destrucción de la civilización grecolatina. - Las in-


vasiones bárbaras se produjeron durante un dilatado período de
doscientos años. Casi dos siglos, en efecto, median entre la pe-
netración de los visigodos en el Imperio (año 376) y el estable-
cimiento de los lombardos en Italia (año 568). Durante este largo
lapso, el occidente de Europa, vivió casi permanentemente azo-
tado por las guerras y la violencia.
Los invasores asolaron los campos y saquearon o destru-
yeron las principales ciudades. La propia Roma, que sufrió por
dos veces el pillaje de los visigodos y de los vándalos, vió dismi-
nuir rápidamente su población, que baj ó de un millón de habitan-
tes a menos de cien mil. "Si todas las aguas del océano -escribe
un contemporáneo- se hubieran desparramado por lo!! campos
de Galia, sus olas no habrían destruido tanto como las invasiones".
Esta ruptura prolongada de la paz romana tuvo resultado!!
desastrosos en todos los órdenes de la vida, y produjo el naufra-
gio de la civilización grecolatina. Las invasiones destruyeron los
fundamentos esenciales de la civilización antigua, tanto en lo
político como en lo económico, y en lo propiamente cultural.
En el orden político, las invasiones provocaron la destruc-
ción del Imperio de occidente, terminando con la unidad de go-
bierno que fué durante siglos factor de paz y ne prosperidad en
el mediterráneo. Es verdad que sobrevivió el Imperio romano de
oriente, pero el de occidente quedó dividido entre los diversos
reinos fundados por los jefes germanos victoriosos. Era, sin em-
bargo tan imponente el prestigio de la idea imperial, que los
reyes bárbaros, si bien fueron realmente soberanos independientes

- 26-
simularon acatar la autoridad del emperador de Constantinopla,
como delegados del cual, gobernaron -en apariencia- sus es-
tados_
La unidad política romana quebrantada por las invasiones,
fué sustituída, pues, por la diversidad de los reinos bárbaros, en
las cuales no existía noción alguna de orden, disciplina, y buena
administración_
En el orden económico, el cambio producido por las inva-
siones fué enorme, pues las guerras continuas y la falta de segu-
ridad provocaron la paralización del comercio y de la industria
y la declinación de las ciudades_ La moneda desapareció casi
completamente como consecuencia de estos cambios económicos,
que reducían la actividad humana al cultivo de la tierra. Esta vuel-
ta a la economía agrícola, significó un gran retroceso con respecto
a la economía greco-latina que se había caracterizado por la
vitalidad de las ciudades como grandes centros de tráfico mercan-
til y producción industrial.
En el orden cultural, las invasiones también produjeron una
sensible regresión. Los bárbaros victoriosos fueron incapaces de
asimilar la civilización greco-latina tan distante de las posibili-
dades intelectuales de esos rústicos guerreros, que llegaban de las
llanuras de Germania. Ellos constituyeron, sin embargo, en su ca-
lidad de triunfadores, la clase dirigente de los nuevos reinos. Esta
aristocracia militar y belicosa, no pudo adaptarse a la vida inte-
leC'tual y artística romana. El resplandor de la cultura romana,
era lo bastante intenso como para atraer a los bárbaros, e impul-
sarlos a imitar las formas de vida de los vencidos. Pero este afán
de imitación que apareció en algunos caudillos germánicos no lo-
gró reanimar la civilización greco-latina, asfixiada por la barba-
rización de las costumbres.
El desnivel existente entre romanos y germanos era dema-
siado grande para ser colmado en pocos años, y, en consecuencia,
decayeron las artes y las letras y se produjo un marcado retroceso
cultural.
Poco a poco, sin embargo, se rué realizando en la abigarrada
sociedad de los remos germánicos una resurrección, de las cos-
tumbres, tradiciones e ideas de origen romano. Pero, al lado de la
civilización romana, que tendía a renacer, subsistieron fuertes y
vivaces, durante los primeros siglos de la alta Edad Media, las
costumbres bárbalas de los conquistadores, cotno lo expresaron cla-
ramente las leyes que en ese entonces estuvieron en vigor en Occi-
dente.
Las leyes bárbaras. - Los reyes germanos dejaron s\lbsistir
la legislación imperial, que continuó aplicándose, aunque exclusi-
vamente a sus súbditos romanos, pues para regular las relaciones
entre bárbaros mantuvieron las antiguas costumbres de las tribus.
que hicieron fijar por escrito.
Por otra parte, creían que cada hombre tenía derecho a s.e r
juzgado de acuerdo con la ley de su país de origen, de modo que
a un visigodo residente entre los francos se le aplicabJl la ley
de los visigodos y no la de la región que habitaba.
Las diferentes leyes bárbaras, codificadas por orden teal des-
pués de las invasiones, destacan claramente el concepto primitivo
que los bárbaros tenían respecto de la administración de justicia.
En el Imperio romano, como en los estados modernos, la ad-
ministración de justicia fué una función cumplida por el mismo
estado. ASÍ, por ejemplo, en materia penal, el derecho romano
atribuyó a ciertos funcionarios la obligación de enjuiciar a los
culpables, comprobar su delito y aplicarles, en representación de
la sociedad, el castigo correspondiente. Los bárbaros, en cambio,
consideraban que los delitos cometidos contra particulares no
afectaban el interés de la sociedad, sino solamente el de la fami-
lia perjudicada. Los parientes de la víctima tenían el deber de
vengarla, castigando por su propia mano al culpable o a cual-
quiera de sus parientes. Pero, para evitar las querellas y vengan-
zas sangrientas, se obligaba al ofensor o a sus familiares a
pagar a la víctima o a sus parientes una indemnización calcu-
lada según la gravedad del daño cometido. Los códigos bár-
baros fijaban así lo que se llamaba en latín "el precio del
hombre", y en lengua germánica el wergeld. La muerte de
un hombre aparejaba una indemnización variable, según la con-
dición social de la víctima (noble, libre, esclavo). También se
establecía el precio que debía pagarse por las mutilaciones, y la
tarifa oscilaba según se tratase de una mano, de un pie, de un
ojo, etc.
Cuando un hombre libre acusaba a otro de un crimen, el acu-
88do podía justificarse presentando determinado número de hom-

- 27-
bres de condición honorable que afirmasen, bajo juramento, que
era inocente. También se aco:?lumbraba realizar un duelo entre el
acusado y el acusador, considerándose al que venciera como posee-
dor de la verdad. Cuando los acusados eran hombres de condición
inferior se juzgaba su inocencia o culpabilidad de acuerdo con el
resultado de ciertos procedimientos llamados "ordalías"1 o jui-
cios de Dios.
Las ordalías asumían formas variadas. Una de ellas consistía
en obligar al acusado a extraer un anillo del fondo de un cubo
Heno de agua hirviente, o llevar por unos instantes en sus manos
un hierro puesto al rojo. Si al cabo de tres días las heridas habían
cicatrizado, se le consideraba inocente. De lo contrario, se le repu-
taba culpable. Otra forma de ordalía era la prueba de la cruz, en
la que 1<18 dos adversarios, acusador y acusado, tenían que per-
manecer de pie, con los brazos abiertos en forma de cruz, consi-
derándose que decía la verdad el que por más tiempo resistía
esa actitud.
Estos métodos de administración de justicia evidencian la rus-
ticidad de ideas y de costumbres mantenidas por los bárbaros, aun
después de hallarse en íntimo contacto con la civilización ro-
mana

El nacimiento de nuevos prinCIpIos políticos, religio-


sos y económicos. - Como acaba de señalarse, la vida en el
Occidente europeo cambió radicalmente como consecuencia de
las invasiones. En las nuevas sociedades formadas por la mezcla
de conquistadores y vencidos, de germanos y romanos, empeza-
ron a perfilarse principios muy distintos de los de la época im-
perial. En materia política, se constituyeron monarquías, de es-
tructura muy distinta a la monarquía romana imperial que
carecían de la sólida organización administrativa en que ésta se
basaba.
Los reyes bárbaros vieron limitados sus poderes por la
clase aristocrática y militar engendrada por la conquista, enrique-
cida por la posesión de extensas propiedades rurales, y cuya na-
tural indisciplina mantuvo una constante agitación y desorden.

1 Nombre derivado de una palabra germana que Significa juicio.

- 28-
La fuerza de esa aristocracia latifundista y guerrera, lejo!
G~ disminuir, habría de consoJíd!lrse caJa vez más, hasla engen-
drar, siglos más tarde, el régimen llamado feudalismo.
En lo económico, la vida en Occidente se ruralizó por com-
pleto, y esa situación habría de mantenerse hasta el tiempo de las
Cruzadas, en que renacieron yjgorosamente el comercio y la in-
dustria en la Europa occidental.
En materia religiosa, la época de las invasiones se caracterizó
por el choque de tendencias diferentes. En efecto, la mezcla de
germanos y romanos, enfrentó al paganismo, al arrianismo v al
catolicismo. En la lucha entre
estas tres distintas creencias
triunfó el catolicismo que con-
siguió imponerse como la
única religión del occidente
europeo.
Al desaparecer la auto-
ridad imperial en occidente
(476), sólo quedó en pie, en
medio del desorden provoca·
do por las invasiones, la auto-
ridad de la Igleala católica,
que estaba llamada a desem-
peñar un gran papel civiliza-
dor como agente de romani- De W. (Joe!z.
zación de los bárbaros. OBISPO BENDICIENDO.

La conversión de los bárbaros al cristianismo. - Algu-


nos de los bárbaros invasores, como los francos, los anglos y los
sajones, eran paganos. Otro!', en cambio, como los visigodos, os-
trogodos, vándalos, burgundios, habían sido ya cristianizados en el
siglo IV, en sus propias tierras de Germania. Pero habían asimila·
do el cristianhmo herético llamado arrianismo. Dicha herejía,
totalmente extirpada del mundo romano en el siglo IV, renació,
pues, con nueva y mayor fuerza en el siglo V, a través de sus
adeptos bárbaros.
La Iglesia católica debió enfrentar, así, a la doble obra de
evangelizar a los paganos y combatir nuevamente a la herejía
arriana. En dos siglos de constantes esfuerzos consiguió realizar

- 29-
plenamente ese objetivo, imponiendo a todo el Occidente la um·
dad calóTica.
El primer señalado triunfo de la Iglesia lo constituyó la con·
versión de Clodoveo y de los francos (496). El apoyo prestado
al caudillo franco por los obispos de Galia favoreció - como se
ha visto - sus conquistas, y éstas, a su vez, beneficiaron al cato·
licismo, puesto que los burgundios, heréticos, fueron somelidos, y
los visigodos, también arrianos, debieron retroceder al sur de los
Pirineos.
La Iglesia obtuvo una nueva victoria un siglo más tarde (587),
con la conversión de los visigodos, cuyo rey Recaredo abjuró de
la herej ía arriana.
En ese momento sólo quedaban al margen de la causa cató·
lica los pequeños reinos paganos, formados en Inglaterra por los
anglosajones, y el estado recientemente creado por los lombar·
dos arrianos en el norte de Italia (568), pues los reinos arrianos
de vándalos y ostrogodos habían sido conquistados por los ge·
nerales de J ustiniano. El catolicismo triunfó también sobre esos
pueblos, gracias a los esfuerzos del pontífice Gregorio 1 el Gran·
de, y de los monjes misioneros.
El papado. San Gregorio el Grande (590-604).-Gre.
gorio fué una de las grandes figuras de la Iglesia.
Perteneciente a una noble familia romana, abandonó, muy
j oven todavía, un alto cargo que desempeñaba en su ciudad na·
tal, e impulsado por una ardiente vocación religiosa entró en
un monasterio del monte Aventino. A los cincuenta años de edad
fué elegido papa por decisión unánime del clero y del pueblo
romano.
Su pontificado se caracterizó por dos hechos decisivos en la
historia del cristianismo: la conquista total del Occidente para
la fe católica y la consolidación del poder pontificio. La expan-
sión católica comenzó con la evangelización de Inglaterra, que
fué auspiciosamente iniciada por una misión enviada desde Roma
(597), dirigida por un monje llamado Agustín. Medio siglo más
tarde el catolicismo dominaba en toda la isla.
En la evangelización de Inglaterra intervinieron también activamente
los monjes irlandeses. Irlanda nunca había sido conquistada por Roma,
pero desde el siglo V abrazó el cristianismo, que fué predicado allí por un

- 30-
monje de origen irlandés, San Patricio, que es considerado como el santo
nacional de Irlanda. Los monjes irlandeses colaboraron en la propaganda
cristiana en Inglaterra y fueron, además, los evangelizadores de Escocia.
Mientras que el catolicismo se extendía entre los paganos
de las Islas Británicas, San Gregorio logró imponerlo también
a los lombardos, que eran el último baluarte del arrianismo.
En la conversión de los lombardos no le ayudaron los mon-
jes misioneros, sino la princesa lombarda Teodolinda, que se
hizo católica e influyó luego
sobre su esposo Argilulfo,
quien, en el año 602, aceptó
el catolici&Ilo, y su ejemplo,
como en el caso de Clodoveo,
fué seguido en masa por todo
el pueblo.
Así se estableció en Occi·
dente la absoluta unidad de
fe, que había de ser uno de
los rasgos característicos de la
vida medieval.
Gregorio el Grande con-
solidó, además, la autoridad
indiscutible del pontificado ro-
mano, que fué acatada sin dis-
cusión por todos los obispos
de occidente.
Pero en el Imperio de
oriente los o bis p o s de lat' De W. Go.tt.
grandes ciudades, de Antio- EL PAPA GREGORIO EL GRANDE.
quía, Alejandría y especial-
mente Constantinopla, se negaban a reconocer la primacía espiri-
tual de Roma.
Como el patriarca de Constantinopla se atribuía el título
de obispo ecuménico, que significa universal, San Gregorio el
Grande protestó enérgicamente contra "ese título lleno de extra-
vagancia y de orgullo". Tal honra, agregaba, sólo podía perte-
necer a los obispos de Roma, sucesores de San Pedro, a quien
Jesqcristo expresó - según el evangelio de San Mateo - : "Tú

....... 31 .......
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Pero los
obispos de Constantinopla no querían acatar la autoridad supe-
rior del pontífice romano, y esto, unido a otras posteriores cir-
cunstancias, fué una de las causas que produj o, con el tiempo;
un cisma que separó a la Iglesia de oriente de la I~lesia cató-
lica romana.

La vida monacal. San Benito.-Como ya se ha estable-


cido al mencionar la conversión de los anglosajones, los monjes
fueron auxiliares decisivos en la tarea de evangelización.
La aparición de los monjes se remonta a las primeras épo-
caE!. del cristianismo. Desde ese entonces hubo muchos cristianos
que se apartaron de la sociedad de sus semejantes para dedicar-
se a una vida ascética 1 y retraída. entregados a la meditación y a
las plegarias.
Se les llamó monjes, palabra de origen griego (monakos),
que significa los que viven en soledad.
La vida solitaria era practicada individualmente. o en comunidades u
órdenes. Se llamaba ennitaños 2 o anacoretas s a los monjes que vivían
enteramente solos, aislados en grutas o en chozas rústicas que ellos mis-
mos cor:struían en lugares apartados. Se llamaban cenobitas a los monjes
que vivían en comunidades.

En el siglo V la vida monástica atrajo en Occidente a mul-


titud de personas que entendían realizar mejor el ideal cristiano
apartándose de la sociedad para vivir en monasterios.
Pero el movimiento monástico de Occidente adquirió verda-
dera trascendencia social y religiosa por la acción de un monje
italiano San Benito de Nursia.
La orden de los benedictinos. - San Benito (480-543), ori-
ginario de Nursia, abandonó desde muy joven la ciudad de Ro-
ma, donde realizaba sus estudios, y se retiró a vivir como ermi-

1 Del griego askeesis - contemplacIón.


2 Palabra de origen griego, que significa el que vive en lugar de~­
poblado o desierto.
s Palabra de origen griego, que significa el que vive en lugares reno
ra.d08, entregado a la penitencia.
taño a una cueva apartada de la montaña. Años más tarde (528)
fundó en el monte Casino (ltalia) un monasterio, en el que im-
puso a los monjes que lo acompañaron la obediencia fiel y es-
tricta a ciertas prescripciones que resumían el ideal de la vida
monástica tal como lo entendía San Benito.
Ellas señalaban minuciosamente las obligaciones religiosas y
disdplinarias a que debían ajustarse los monjes. Exigían, esen-
cialmente, el cumplimianto
fiel de tres votos: pobreza,
obediencia y castidad. Pero
imponían, además del cumpli-
miento de deberes puramente
religiosos, la obligación de
dedicar dos horas diarias al
estudio y siete horas al traba- t1l fu ~ l ' t UUf'~C4'" rc-L.
f Ur r'{n' l!'
jo manuaL pues "la ociosidad rSc.ctdr r.. Ju"";'t;Ut'" rtteUf'fu::f1J" ..\l-t'ttr ~ ..n
- decía San Benito- es la 6t"ót\al"1C'boJ

enemiga del alma". ~tJu. fo""-<""'ldorntA 6.'L..u r fl1('",J.ñ,. Jr#


tl(".Cj..U(~H·"~II"MlIU'rtl
La regla benedictina im-
,.,~U~lrIi"".lo.,,,.lr ,n~l¡) J"~u,,\. , n" lf.fll"'U>Mr/
primió así al monaquismo oc· 6tJ~cA1r tn,Itr.tJ¡, ccnf(t",*nITlI J,r.. $CirIAl)

cidental un carácter activo y


emprendedor. Rápidamente la IPO"C"Ar (~ 1-t'lp"'PMt,,.. .t.JITt"~lUotrt4t" C'm,..:/
m6~"(;O(.O ,J't' ~"",,,... ~ n~ ~"" I'\
regla de San Benito fué acep-
I
tTI. •

~A.~J~o <¡d"" " • .rI~('1f f4w.rr:1


tada por casi todos los con· ...A"l.I. rTQ.,.., hO' ,"um~", a,..,.....¡ ~
ventos de Occidente, cuyos I<!)t.u(n.. ~l.u J... {...,.b,t'h¡:,o n .,;/
monjes entraron aSl a formar ,~ t~t '~1",r fn kt..J.."WlrDr I,.,...~ .t '!'

parte de la orden benedictina. "


lli "'"m ...;" ~.z""h,,, r<:rr.,
J!~~o or"O fnJltn,J.o dr,,.,.,,., ",leuM(~/
El desarrollo del mona-
quismo dió particular impor-
tancia a este nuevo tipo de cle- De W. Goet •.
PÁCINA DE UN LIBRO LITÚRGICO.
ro, llamado regular por su
~ometimiento a una regla (en
latín, regula) diferente en su organización y estructura del clero
restante, llamado secular, porque sus integrantes no vivían re-
traídos, sino que actu aban en el mundo (en latín, seculum).
Influencia de los monjes en Occidente. - Los monasterios
benedictinos fueron factores de civilización que contribuyeron
poderosamente al progreso económico y social de la Europa de
oor.idente.
-- S3-
En cumplimiento de la regla de su orden, que les imponía
el trabajo, los monjes se dedicaTon a la explotación de la tierra
y transformaron sus conventos en ricos centros agrícolas de ver·
dadera importancia, a cuyo lado se desarrollaron a veces aldeas
y aun ciudades.
El servicio de hospitalidad y ayuda prestado por los mono
jes a las mujeres, pobres, enfermos y viajeros, así como tamo
bién la enseñanza que impartían en las escuelas conventuales,
hizo de los monasterios lugares de protección y de cultura en
una época de general desorden e ignorancia.
Los monjes se dedicaron también a escribir sobre pergami.
nos libros litúrgicos, misales 1, breviarios 2, etc., que constituyen
verdaderas obras de arte con sus páginas adornadas con esce·
nas de inspiración religiosa y sus letras primorosamente ilu·
minadas.
Además de la escritura y pintura de libros, los monjes co·
piaron cantidad de manuscritos antiguos, y conservaron así en
sus bibliotecas importantes obras griegas y latinas que, de otro
modo, se habrían perdido para siempre.
En la tarea de evangelización del occidente bárbaro-romano
desempeñaron, como ya se ha visto, un importante papel.
A esto debe agregarse la propagación del cristianismo entre
los paganos de Germania, difícil empresa que fué iniciada triun-
falmente a principios del siglo VIII por un monje de origen
inglés llamado San Bonifacio.

San Bonitacio (680-755) predicó el cristianismo entre las


tribus paganas que habitaban al este del Rin, y después de una
incesante propaganda de casi cuarenta años consiguió implantar
la religión cristiana en muchas regiones de Germania. San Bo-
nifacío fué, pues, el conquistador espiritual de esta región para
la civilización de occidente. Pocos años más tarde, un rey de
10G francos, Carlomagno, iba a consolidar, por la conquista mi·
litar de Germania, la obra cultural iniciada por el monje inglé~ ,

1 El misal es el primero y el más sagrado de los libros litúrgicoL.


Contiene las misas de todo el año y la indicación de las ceremonias y ritos
de la Iglesia.
, El breviario es un compendio de la doctrina eclesiástica.
Los progresos de la romanización. - Durante los tres-
cientos años posteriores a las invasiones germánicas, el proceso
de asimilación de bárbaros y romanos se hizo cada vez má<; como
pleto. Paulatinamente se borraron las primitivas diferencias de
costumbres, religión y lenguaje, difundiéndose en Occidente un
nuevo tipo de civilización, con algunos rasgos heredados de Ro-
ma, pero con otros sensiblemente diferentes.
En esta transformación del mundo bárbaro·romano, la Igle-
sia desempeñó un importantísimo papel como transmisora de
dos elementos fundamentales de la civilización romana: la reli-
gión cristiana y el lenguaje latino, cuyo uso consiguió difundir
por todo el Occidente a expensas de los dialectos bárbaros.
Mientras en el Occidente se iba así forj ando un nuevo tipo
de cultura, como resultado de la gradual adaptación por los bár-
baros de algunos elementos esenciales de la civilización antigua,
en el Imperio de oriente también se realizaba una intensa trans-
(or::nación cultural.

- Si-
CAPiTULO m

EL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE Y LA CIVILIZACIÓN


BIZANTINA

Generalidades-. - El Imperio romano de oriente, surgido


a raíz de la división efectuada por Teodosio en el año 395, es
llamado también Imperio bizantino, por derivación del nombre
de Bizancio, que usualmente se daba a Constantinopla, su ciudad
capital 1,
Mientras el Imperio de occidente sucumbió en el año 476,
y sus territorios fueron repartidos entre diversos reinos bárba·
ros, el Imperio de oriente consiguió resistir a las invasiones ger-
mánicas y aun reconquistar, bajo Justiniano, África e Italia.
Después del siglo VI, nuevos invasores, en especial los es-
lavos y los árabes, cayeron sobre el Imperio bizantino. En sus
'uchas de varios siglos contra estos enemigos, el Imperio perdió
importantes territorios, pero logró defender su existencia que
con altibajos de esplendor y decadencia, se prolongó hasta el
siglo XV, época en que los turcos otomanos conquistaron Cons-
tantinopla (1453).

Justiniano (527-565). - Durante el siglo V el Imperio


de oriente careció de gobernantes de verdadera significación.
Pero a principios del siglo VI ascendió al trono Justiniano,
un emperador de grandes condiciones, cuyo largo reinado de

1 Bizancio es el nombre de una antigua ciudad griega emplazada


donde se fundó Constantinopla.

87 -
casi cuarenta años señaló una época brillante en la historia de
Bizancio.

Justiniano era originario de Tracia. Pertenecía a una familia de con·


dición humilde, pero su tío, un caudillo militar llamado J ustino, Uegó a
convertirse en emperador. Gracias a ello, J ustiniano recibió en Constanti·
nopla una esmerada educa·
ción, y, luego, a la muerte
de su pariente, lo sucedió
en el trono.

La gran ambición
de Justiniano fué recon-
quistar para Bizancio la
gloria y el poder del an-
tiguo Imperio romano.

Las guerras de
Justiniano. - Justi-
EL EMPERADOR JUSTINIANO y SU SÉQUITO. niano DO era, personal-
mente, un caudillo mili-
tar, pero, supo servirse de dos buenos generales, Beliaario y Nar-
sés, que fueron hábiles ejecutores de sus planes de reconquista.
En una corta campaña de tres meses, Belisario derrotó a
las vándalos y rescató para el Imperio el noroeste de África
(535) .
Pocos años más tarde, el mismo Belisario comenzó la lucha
contra 10s ostrogodos, venciéndolos y llevando cautivo a su rey
a Constantinopla. Pero la sumisión completa de Italia exigió
mayores esfuerzos, que culminaron con las victorias de Narsés,
quien, en el año 553, terminó la conquista de la Península, agre·
gándola a los dominios imperiales.
En veinte años, pues, el Imperio de oriente había logrado
afirmar su poderío en la zona occidental del Mediterráneo, don-
de sólo quedaban al margen de sus dominios los reinos de los
visigodos y de los francos.
Pero el desquite imperial iniciado por Justiniano no pudo

- 38-
consolidarse. Otros temibles enemigos, que amenazaban a Cons·
tantinopla por el norte y el este, los eslavos y los persas, obli-
garon a sus sucesores a concentrar sus esfuerzos exclusivamente
en el Oriente. En consecuencia, no pudieron mantenerse las con-
quistas de Narsés y de Belisario.

El Impedo bizantino después de Justiniano. - Inme-


diatamente después de la muerte de Justiniano, los lombardos

EL MUNDO MEDITERRÁNEO EN ÉPOCA DE JUSTINIANO.

penetraron en Italia y arrebataron allí, a los bizantinos, sus


principales territorios peninsulares (568).
Pero más temibles que los ataques lombardos fueron, para
Bízancio, las invasiones de otros pueblos que amenazaban P~t;·
tos vitales del imperio. Estos pueblos fueron, por el lado aSla·
tico, los persas y los árabes, sucesivamente; por el lado europeQ
de los Balkanes, los eslavos y los búlgaros.

- 39-
Lo$ persas. - Los persas no eran un pueblo bárbaro como
los germanos invasores de Occidente. Su civilización se remon-
taba más lejos, en el tiempo, que la de los propios romanos,
pues cuando éstos eran todavía un pequeño pueblo del Lacio,
los persas acaudillados por Ciro habían con quitado ya todo el
Cercano Oriente.
Siglos más tarde. el Imperio persa fué dominado por los griegos (si·
glo IV a. C.) y gobernado durante doscientos años por los sucesores de
Al;jandro Magno. Pero, hacia el año 170 a. C., los persas se emanciparon
de la dominación griega y organizaron un estado independiente, el lla·
mado reino de los partos. Este reino tomó otra vez el nombre de reino
Persa cuando en el siglo III subió al trono una dinastía nacional, la de
los Sasánidas, que gobernó el país durante más de trescientos años (226·
561), y resistió victoriosameinte los intentos de conquista romanos.

Entre el reino de los persas, que abarcaba la Mesopotamia


y el Irán, y los bizantinos hubo guerras constantes, pues ~a riva-
lidad fronteriza de los dos estados se agudizó por el antagonis-
mo religioso existente entre los cristianos de Bizancio y los per-
sas adoradores de Ormuz.
En la época de Justiniano, el rey persa Cosroes el Grande
(531-579). obtuvo varias victorias importantes sobre los ejérci-
tos bizantinos. Paulatinamente, los persas continuaron sus avan-
ces hacia el oeste de tal modo que, a principios del siglo VII,
habían arrebatado ya a Bizancio casi todos sus territorios asiá-
ticos y amenazaban Constantinopla.
Esta angustiosa situación fué conjurada gracias a la energía
del emperador bizantino Heraclio (610-641), que logró derro-
tar a los persas de modo decisivo, rechazándolos nuevamente ha·
cia Mesopotamia.
Las continuadas luchas entre persas y bizantinos debilitaron
de tal modo a ambos rivales que los incapacitaron para resistir
la invasión de los rudos y belicosos árabes.
Los árabes. - Eran semitas de Arabia a quienes un predi-
cador, Mahoma (571-632), convirtió a una nueva religión llama-
da islamismo, e impulsó a luchar contra los infieles.
Sus conquistas fueron muy rápidas. El reino persa no pudo
retistirles y fué sojuzgado en el año 651. El Imperio bi~antinQ •

...... 4Q-
éh c~mbio, logro sobrevivir peto perdió sus posesiones de Asi.
y de África, excepto una porción del Asia Menor.
La expansión árabe sólo fué detenida de modo decisivo
por el emperador León llI, que los derrotó en el Asia Menor
en el año 717.
Los eslavos y los búlgaros.-Míentras los árabes atacaban
a~ imperio por el este y el sur, los eslavos y los búlgaros lo ata-
caban desde el norte.
Los eslavos eran un conjunto de tribus de origen indoeu-
fopeo que poblaban las regiones de Europa central, compren-
didas entre la Germanía y los montes Drales. No habían inter-
venido en las invaSIones del siglo V, cuyos protagonistas fueron
los germanos y los hunos. Pero hacia fines del siglo VI, los es-
lavos empezaron a desplazarse hacia el sur, presionando sobre
la frontera danubiana del Imperio bizantino. Gradualmente, los
eslavos del sur o yugoeslavos (servios, croatas, eslovenos) atra-
vesaron el Danubio, y aprovechando de la debilidad del Imperio,
extenuado por s.u lucha contra los árabes, ocuparon los territo-
rios balkánicos vecinos del mar Adriático.
Junto con los eslavos penetraron en los Balkanes otros in-
vasores de raza mogólica, llamados los búlgaros. Los búlgaros
mogoles sometieron a diversos grupos eslavos, y se mezclaron
íntimamente con ellos, tomando su lenguaje y sus costumbres.1
Las bandas búlgaras se establecieron al sur del Danubio, en
las costas del mar Negro y formaron allí un estado rival de
Bizancio.
Las luchas de los bizantinos con los eslavos se prolongaron,
con suerte variada, durante más de tres siglos. El principal re-
sultado de ellas fué que los eslavos, de los Balkanes, si bien man-
tuvieron su lenguaje originario, adoptaron, en cambio, la religión
cristiana y la civilización bizantina 2.

1 Del mismo modo que los francos, de origen germamco, adoptaron


el lenguaje latino de sus vencidos, los búlgaros se identificaron con 108
eslavos y por eso se les asimila a ellos.

2 Salvo los croatas y eslovenos que recibieron, desde Roma, el cris·


tianismo occidental y la civilización latina.

_.jI -
tos eslav1:)s orl?;anitaroll, al sur del Danubío, feÍllos gobernados pOl
sus príncipes locales o zares 1 que pagaban tributo a Bizancio, prontos,
sin embargo, a guerrear contra el Imperio cada vez que se sentían capace~
de desacatar la autoridad imperial. .
De estos reinos eslavos que fueron, alternativamente, independientes
o tributarios de Bizancio, el más importante fué el de los búlgaros.
Bulgaria alcanzó su apogeo con el zar Simeón (893·931), que exten·
dió su reino desde el mar Negro hasta el Adriático.
Pero en el siglo XI, los hizantinos derrotaron a los búlgaros, y los
convirtieron nuevamente en súbditos del Imperio.
Los tUTeos seldjucidas. - Hacia el siglo XI el Imperio bi-
zantino fué atacado por un nuevo pueblo proveniente del Asia.
que se había convertido a la religión musulmana, el de los tur-
cos seldjucidas. Los ataques de los turcos no sólo determinaron
la reacción de los bizantinos, sino también la de los cristianos
del Occidente, cuyas luchas contra aquellos, conocidas con el
nombre de las Cruzadas, constituyeron uno de los episodios más
interesantes de la historia de la Europa feudal.

LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA

Generalidades. - El Imperio bizantino fué la prolongación


histórica del Imperio romano. Como sus antecesores de Roma, los
emperadores de Bizancio usaron los títulos de césares y augus-
tos y en sus dominios siguieron rigiendo las viej as leyes roma-
nas que Justiniano mandó recopilar para que pudieran ser mejor
comprendidas y aplicadas. Por dos siglos, el idioma oficial con-
tinuó siendo el latín.
Pero estas supervivencias romanas no eran más que la de-
coración de una cultura esencialmente griega. A medida que Bi·
zancio perdió los territorios de Occidente, de África y de
Siria, el núcleo principal de población del imperio que<
dó constituído por los griegos. Por eso, después de Justiniano,
cuyo intento de reconquistar el occidente lo vincula todavía a 111
tradición de los emperadores de Roma, el Imperio de orient~
aceleró su transformación en una monarquía griega. El sÍntom

1 Zar, grafía española de la palabra ~slava, czar, contracción • •


,ez del título de César, que usaban los emperadores de Bizancio.

- 4-2-
más sensible de esa evolución fué la sustitución del latín por el
griego como idioma oficial, en el siglo VII. En la cultura bi-
zantina, de médula helénica, la religión cristiana que penetró
en todas las manifestaciones de la vida fué un factor de consi- ,
derable importancia. A ello debe agregarse el aporte de la civi-
lización oriental de los persas, que, asimilada más tarde por los
árabes, mantuvo sobre Bizancio una constante influencia, espe-
cialmente en el arte.
La civilización bizantina resultó, pues, de la combinación
de estos variados elementos. Fué una civilización de fondo cris-
tiano encuadrada en un marco greco-oriental, es decir, que en
Bizancio se desarrolló un tipo de vida netamente distinto al de
la civilización latina de la Roma imperial.
E] gobierno bizantino. - El emperador de Bizancio o basi-
leus 1 tenía una autoridad absoluta e índiscutible.
Establecía las leyes, mandaba el ejército, dirigía la admi-
nistración, fijaba los impuestos, actuaba como supremo juez;
era, en una palabra, un autócrata 2. Se le consideraba, por otra
parte, un personaje sagrado frente a quien los súbditos debían
prosternarse tres veces antes de besarle las manos y los pies. El
día de su coronación era solemnemente ungido por el patriarca
de Constantinopla y en ]a figuración artística se le representaba
como a los santos, con la cabeza rodeada por un halo de luz.
En Bizancio, como en Roma, la dignidad imperial no era
estrictamente hereditaria, pues, en teoría, la elección correspon-
día al Senado, pero en la práctica, el poder se transmitía por
herencia, salvo en los casos, muy frecuentes, en que las revo-
luciones de palacio y los asesinatos alteraban la sucesión familiar.
Desde Teodosio (395) hasta la conquista tUIca (1453) lcinaron, en
Bizancio, 107 emperadores, de los que 34 murieron de muerte natural.
8 perecieron en la guerra y los restantes abdicaron o fueron asesinado!
omo consecuencia de las revoluciones militares y las conspiraciones pala-
~iegas. Esa serie inacabable de violencias y de crímenes da un tono som-
prío a la historia dinástica de Bizancio, que abunda en hechos terribles
siniestros, como el de la emperatriz Irene, quien para llegar a reinar
sacrificó a su propio hijo, haciéndole saltar los ojos por 8US esbirros.

1 Palabra griega que signüica rey.


J La palabra aut6cratª significa soberano ablOluto.
-43-
Los emperadores gobernaban con la colaboración de fun-
cionarios locales llamados estrategas, que dirigían las provincias
o tltemes en que se dividía el Imperio.
Pero todo el personal vinculado estrechamente al empera-
dor residía en Constantinopla, que era el centro de una vida
cortesana, fastuosa y disoluta.
Constantinopla o Bizando, que los turcos llamaron más
tarde Istambul, fué en la época bizantina la ciudad más rica y
pohlada del mundo cristiano. Su población, de casi un millón
de habitantes, abundaba en extranjeros atraídos por los negocios
o las diversiones. Había comerciantes de Siria y de Mesopota-
mia, judíos, armenios, búlgaros de cabeza afeitada y vestidos
extraños, rusos con largos cabellos y trajes de pieles y, en fin,
aventureros de toda especie llegados de las comarcas de occi-
dente.
Las grandes diversiones populares eran los variados espec-
táculos que se realizaban en el hipódromo y, especialmente, las
carreras de carros.
"Para Dios - dice un cronista bizantino - está la gran
iglesia de Santa Sofía, para el basileus el palacio sagrado, para
el pueblo el hipódromo". Los juegos del hipódromo provoca-
ron ardientes rivalidades entre los grupos populares que dis-
frutaban con el triunfo de sus favoritos. Se engendraron así dos
facciones, la de ' los azules y la de los verdes, cuyas luchas tras-
cendieron de las arenas del hipódromo y llegaron a repercutir
sobre la política biz·antina.

El cristianismo en Bizancio. - El jefe religioso de la Igle-


sia bizantina era el obispo o patriarca de Constantinopla.
Entre los patriarcas y los papas se fué agudizando una ere--
ciente rivalidad que terminó en un cisma (siglo XI), por el que
se separaron definitivamente la Iglesia romana y la Iglesia bi·
zantina.
Los papas - como ya se ha visto al tratar del pontificado
de San Gregorio - reivindicaron, en su calidad de sucesores de
San Pedro, la dirección general de la Iglesia cristiana. Los pa-
triarcas de Constantinopla, en cambio, apoyados por los basi-
leus, se negaban a reconooer esa primacía.

- 44-
Por otra parte, las diferencias entre el cristIanismo oriental
y el occidental se hicieron cada vez más sensibles como conse-
cuencia de la diferente evolución cultural de Bizancio y ¡lel oc·
cidente europeo. Así, la Iglesia bizantina adoptó, para su culto,
el lenguaje griego, en tanto que la Iglesia católica mantuvo el
latín como lengua ritual.
Además, las herej'ías y disputas religiosas que abundaron
en Bizancio, y en especial la llamada querella de las imágenes,
contribuyeron también, poderosamente, a la separación de las
dos Iglesias.

La querella de las imágenes (728·842). - Esta lucha reli·


giosa que agitó la vida bizantina durante más de un siglo, rué
provocada por el emperador León III, el vencedor de los árabes,
quien en el año 728 pr~tendió suprimir las imágenes (íconos)
del culto, por reputarlas objetos de idolatría.
Con tal motivo, se desencadenó una terrible querella entre
los partidarios del emperador, llamados iconoclastas o destruc-
tores de imágenes y los partidarios del culto tradicional, exci·
tados en su celo religioso, por la propaganda de los monjes.
En tanto que el patriarca de Bizancio acató la resolución
imperial, el Papa condenó como herejes a León III y a los ico·
noclastas. La querella duró más de un siglo, con intervalos de
paz. Finalmente, se resolvió con la derrota de los iconoclastas,
pues el emperador Mi/wel 111, contrario a sus ideas, restauró
solemnemente el culto de las imágenes en el año 842. Pero esta
larga disidencia religiosa ' contribuyó a distanciar a la iglesia
bizantina de la Iglesia de Roma.
La difusión del criStianDsmo bizantino. - El cristianismo
griego se extendió entre Jos pueblos eslavos del este de Europa.
Los primeros en convertirse fueron los servios y los búlgaros,
quienes, ya en el siglo IX, abandonaron el paganismo. Más tar-
de, en el siglo XI, los rusos aceptaron también la religión
cristiana.
La propagación del cristianismo significó, además. la adop.
ción por esos pueblos de la civilización bizantina. Así, el cris-
tianismo griego cumplió en el este de Europa la misma tarea de
difusión cultural que el cristianisrrw romano realizó, durante la

-41-
alta Edad M cdia, entre los pueblos bárbaros del centro y del
norte de Europa.

El derecho romano antes de Justiniano. La codifica-


ción. - La obra que más realce histórico ha dado al gobierno
de Justiniano fué la codificación del derecho romano en un cuer-
po de leyes llamado el Digesto.
El derecho romano, fruto de una evolución de diez siglos,
desde las XII Tablas hasta la división del Imperio, era un con-
junto enmarañado de leyes y decisiones, a veces contradictorias
entre sí. Justiniano quiso substituir ese laberinto jurídico por
una sistematización clara y ordenada. A tal efecto, nombró una
comisión presidida por el jurisconsulto Triboniano que revisó
los edictos, las se·ntencias y los tratados más famosos de juris·
prudencia de la época romana, y con dichos materiales elaboró
una metódica recopilación de derecho.
Esta obra de sistematización jurídica redactada en lengua
latina es conocida con el nombre de Digesto, palabra que signi-
fica "distribuído u ordenado" 1.

Los jurisconsultos de Bizancio redaclaron, también durante el reinado


de J ustiniano, otras importantes recopilaciones jurídicas:
El Código o recopilación de todas la6 leyes romanas referentes a la
organización del Estado.
Las Institutas o compendio jurídico sintético del Digesto y del CÓ·
digo, redactado para facilitar a los estudiante~ el aprendizaje del derecho.
Las Novelas, recopilación de las leyes dictadas por Justiniano después
de la publicación de las obras anteriores.

El mérito esencial de esta obra no radica en su originali.


dad, sino en su método. Gracias a ella, el derecho romano ad-
quirió la simplicidad y el orden de que careCÍa y fué, mediante
el Digesto, que siglos más tarde se volvió a conocer en Occi·
dente ese derecho, cuya influencia se hace sentir todavía, intensa-
mente, en las legislaciones contemporáneas.

1 Tambiél'l se conoce esta obra con el nombre griego de Pandecta3


que si¡nüie8 recopilación universal.

-46
Cultura de Bizancio. - Durante esta larguislma evoiu.
ción de más de mil años (395-l4.53), el Imperio bizantino fué
el gran foco de cultura del Mediterráneo oriental. Pero su civi·
lización no fué, como podría parecer, una simple prolongación
de la romana, sino más bien de la griega.
La cultura griega era, en efecto, la cultura originaria de las
regiones que formaban el Imperio bizantino, y si bien la con-
quista romana las había latinizado, no alcanzó a actuar sobre el
helenismo más que de modo superficial y pasajero. Por eso,
cuando las invasiones germánicas destruyeron el poder romano
en occidente, la influen-
cia latina se fué debili- ~
:
o

tando más en el Imperio ~ j 3 J j 3 c3 ~


bizantino frente a la A A A n C<) cj>(ph) 4! co
B Ji B K K K X(ch) X (kh)
fuerza creciente del len- Be.¡ A JI L W'(PS)
guaje y de la cultura he- r(g) r (g) e,e M M. M fI (v)
lénicos. Esta transforma- 11 .Il D N H N Il (IS)
E E E ¡;; X q (do)
ción cultural, en senti· F o O O ,m (>l,)
do griego, se realizó m (o;h) D n p ill(",ch)

gradualmentp, En 1 a z 3 Z Q bl (y)
H(,) H P P R b (O
época de Justiniano, el
latín era todavía el len-
6(th) :!; e s 9 C')
H T T T 10 (yu)
guaje oficial, pero des- 1 I,j T Y U,V,Y JI (y.)
pués de este gobernante
De A. Mackinlell.
se empleó ya el idioma
griego como lengua ALFABETOS GRiEGO, RUSO Y LATINO.
imperiaL Los empe-
radores bizantÍnos siguieron llamándose emperadores romanos,
pero, en realidad, gobernaron un Imperio griego. Sin embargo,
Bh.ancio mantuvo íntegramente el legado religioso de Roma: su
civilización fué de esencia cristiana, aunque el cristianismo orien-
tal, como ya se ha señalado, tendió a diferenciarse en muchos
aspectos del de Occidente.
El Imperio bizantino fué así durante diez siglos el centro
de una brillante cultura greco cristiana que difundió entre los
pueblos paganos del este europeo y defendió contra los invaso-
res provenientes del Asia.

-,,-
El arte bizantino.-El arte bizantino se expreso, sobre
todo, en la construcción y decoración de iglesias.
Los bizantinos fueron, en realidad, los primeros construc-

De Oh. Torras ••.


LA EMPERATRIZ TEODORA, ESPOSA DE JUSTINIANO, y SU SÉQUITO.

MOSAICO BIZANTINO.

tores de grandes templos cristianos, pues hasta el siglo IV el


Cristianismo, perseguido en el Imperio romano, no logró ins-
pirar un arte monumental, y después del siglo IV las invasiones
germánicas truncaron la incipiente arquitectura religiosa cris-
tiana y paralizaron en Occidente, por varios siglos, toda expre·
sión artística de importancia l.
En consecuencia, lué en el Imperio bizantino donde se des·
arrolló la primera gran arquitectura de inspiración cristiana.

1 Hasta el siglo XI no surgió, en Occidente, una arquitectura cris.


riana realmente imponante.

-ü-
La iglesia cristiana, donde los fieles se congregaban para
celebrar las ceremonias del culto, requería una capacidad mayor
que los templos paganos, simples moradas de la divinidad, a lo!
que sólo tenían acces'l contados personajes. Por eso, las primeras
iglesias construidas en el Imperio romano, en los siglos IV y V,
imitaron la forma de las basílicas paganas, o sea de los edificios
que servían a los romanos de centro de reunión para tratar asun·
tos comerciales y judiciales, y que eran, T'or sus dimensiones,
los más aptos para ins-

ri~::io~~:' l::sesf:~d:~
del inicial templo cris·
tiano·dOlli:J
~
I ~
OOcOJl~

Por ello, las igle. .


sias cristianas de esa De R. a,·ee'flwood.
época reciben el nom- DE LA BASÍLICA PAGANA A LOS PRIMEROS TEMPLOS
bre de basílic.as1 • Eran CRISTIANOS.
edificios de planta rec-
tangular, con techo plano o a dos aguas, a los que agregaban so·
lidez filas de columnas que dividían interiormente el templo en
espacios llamados naves.
Los arquitectos bizantinos transformaron el plan, las dimen·
siones y los elementos constructivos de las basílicas, creando
así el estilo arquitectónico de que es maravillosa muestra la
iglesia de Santa Sofía.
La planta de las iglesias bizantinas tiene, en general, la foro
ma de una cruz griega, es decir, de una cruz con sus cuatro
brazús iguales. Las columnas coronadas por arcos de medio puno
to mantuvieron su papel de elemento de resistencia y de deco·
ración. El techado de las iglesias varió fundamentalmente, pUe!!
se usó la bóveda y la cúpula, que fueron elementos caracte-
rísticos de la arquitectura bizantina. El empleo de una cúpula
central, apoyada en semicúpulas laterales, da a las iglesias bizan·

1 Dicho término se emplea también para destacar la importancia de


una iglesia determinada. En ese caso no sugiere nflda respecto de la fot:o
ma de) templo sino de su importancia y prestigio.

4.9 -
tina!!, contempladas desde tuera, un astJeclo Inconfundible, co
mo resultado del predominio de las líneas curvas sobre las rectas.
La decoración.-EI interior de las iglesias es de una riqueza
fastuosa. La ornamentación bizantina usó con eficacia el relieve
y el color. Los capiteles, los arcos que coronaban las columnas
y los muros fueron esculpidos minuciosamente y enriquecidos
mediante el empleo de mármoles, piedras de tonos diferentes y
mosaicos de variados y brillantes colores, en cuya ejecución
sobresalieron los ar-
ti stas bizantinos.
Gran parte de
esas decoraciones de-
saparecieron con las
conquistas de los tur·
cos, quienes, en razón
de sus creencias reli·
giosas que prohiben la
representación de 1~
figura humana, recu-
brieron con estuco los
mosaicos de las anti,
CAPITELES BIZANTINOS. guas iglesias. Pero, en
el norte de Italia, que
fué por muchos años territorio bizantino, quedan todavía intactas
las decoraciones de algunas iglesia!:', destacándose, en particular,
las de San Vital, en Ravena.
Santa Sofía.-Justiniano quis,o levantar en Bizancio un mo-
numento único en el mundo, una iglesia, decía, "como no haya
habido ni puede haber otra igual jamás". Este soberbio edificio
fué la iglesia de Santa Sofía 1, en cuya construcción trabajaron
más de 10000 hombres durante cinco años (532-537).
Dicha iglesia es un espléndido exponente de la arquitectura
bizantina. Mide 32 metros de largo por 14 de ancho, pero su

1 Santa Sofía o Santa Sabiduría, pues la palabra griega sofía signi-


fica sabiduría.

- 50-
De Oh. W.b.ter,
SANTA SOFÍA (Exterior).

S.NU 80Ff. (Interior),

61
magnificencia y grandiosidad resultan, más que de sus propor-
ciones, de la inmensa cúpula que la corona_

La cúpula de Santa Sofía tiene un diámetro de 31 metros y mide


54 metros de altura. Está sostenida por cuatro enormes pilares y se apoya,
además. en semicúpulas laterales.
Procopio, un historiador de Bizancio, deslumbrado por la majestad de
esa cúpula, decía de ella "que no parecía 8poyada en la tierra, sino col-
gada del cielo por una cadena de oro".
El empleo de la cúpula fué característico de la arquitectura
bizañtina, pero no fué creación original de Bizancio, sino de los
persas, que la usaron mucho antes, aunque no llegaron a reali-
zaciones tan majestuosas y audaces como las de los arquitectos
bizantinos.
El interior de Santa Sofía, con sus columnas de mármol
pulido, pórfido y granito, es sumamente suntuoso. Sus paredes
están decoradas con mosaicos que representan, en varios colores,
escenas religiosas. Pero cuando los turcos se apoderaron de Cons-
tantinopla, transformarc~ a Santa Sofía en un templo musul-
mán y cubrieron con pintura la brillante decoración de mo-
saicos.
Recientemente, el gobierno de Mustafá Kemal permitió a
un grupo de arqueólogos realizar los trahajos necesarios para
eliminar de las paredes de Santa Sofía el blanqueado que las
recubrió durante cinco siglos. Así, nuenmente, los mosaicos
bizantinos han vuelto a realzar, con su~ colores hrillantes, el es-
plendor de la antigua iglesia transformada en mezquita.

El Imperio bizantino; su obra civilizadora. - El Impe-


rio bizantino fué un baluarte de la civilización cristiana que de-
fendió a Europa de la avalancha de nuevas invasiones, como las
de los persas y las de los árabes.
Fué también un centro de irradiación cultural que evange-
lizó y civilizó a las poblaciones paganas de origen eslavo de
Europa oriental.
Además, el Imperio fué el asilo, enérgicamente defendido,
donde se conservaron, frente al Occidente barbarizado, los te-
Boros de la civilización antigua. Sus hibliotecas guardaron las
obras de los historiadores, sahios, poetas, oradores de la época
griega y rOmana.
-12 -
La influencia ejercida por Bizancio sobre la civilización oc-
cidental fué muy escasa durante la alta Edad Media; se hizo
luego más sensible en el período posterior a las Cruzadas, y se
intensificó, finalmente, cuando los turcos conquistaron Constan-
tinopla en el año 1453, pues los bizantinos que emigraron por
ese motivo a Italia aportaron un rico bagaje de cultura griega,
cuya transmisión al Occidente fué uno de los factores que pro-
vocaron los movimientos de la cultura europea que se denominan
el humanismo y el renacimiento.

- 68-
CAPITULO lV

LOS ARABES y LA CIVILIZACION MUSULMANA

Generalidades. - Las invasiones de los hunos y de los


germanos provenientes del norte no fueron las únicas que agi-
taron al mundo romano.
En el siglo VII, en efecto, surgió desde el sur, desde la ais-
lada península de Arabia, otra poderosa invasión. Las tribus
árabes, unidas y fanatizadas por la propaganda religiosa de
Mahoma, se lanzaron a la conquista de las tierras mediterrá-
neas, y en menos de un siglo crearon un vasto imperio que com-
prendió todo el litoral del mediodía mediterráneo, desde la!!
costas del Asia Menor hasta las del norte de España.
La conquista árabe tuvo, aparte de sus efectos políticos y
culturales, una extraordinaria importancia religiosa, pues di-
fundió por tres continentes una nueva religión, rival de la cris-
tiana. En este aspecto, la invasión de los árabes difiere radical·
mente de la de los pueblos germánicos, pues mientras éstos se
convirtieron gradualmente a la religión cristiana de sus venci-
dos, aquéllos utilizaron sus victorias para propagar su fe entr~
los pueblos sometidos.

\ El medio geográfico. - La Arabia, que fué cuna de


una religión practicada hoy por más de 200 millones de hom-
bres, es la península asiática limitada por el mar Rojo, el océa-
no índico y el golfo Pérsico. Región de escasos recursos, sal-
picada de desiertos, sólo ofrece como lugares propicios para la
vida humana aquellos próximos al mar, especialmente los lla·
mados el Yemen y el Hed jaz.

Di -
tos ara bes antes de Mahoma. ta 1raaha. - besde
tiempos remotísimos, Arabia estuvo poblada por tribus de raza
semítica, de idénLico origen, por tanto, al de los judíos, feni-
cios, babilonios y asirios.
Las propias tradiciones árabes destacaban los vínculos de parentesco
racial con los judíos, pues reconocían como fundador de su raza a Ismael,
hijo de Abraham, que fué abandonado en el desierto junto con su madre
AgaI.

ARABIA.

Los árabes de la costa eran sedentarios que VlVlan sobre


todo del trabajo de sus campos y del comercio de transporte
desde los puertos del mar Rojo a Siria, realizado en caravanas.
Los árabes del interior, los beduínos, eran pastores seminóma-
das, que alternaban el cuidado de sus rebaños con la guerra y
el pillaje. ' €lj
Pero tanto los sedentarios como los beduínos no conocían
otra organización política que la unión de familias en grupos
tribales. La familia estaba sometida a la autoridad patriarcal
de un sheik o anciano. En tiempo de guerra, los hombres de una

- 56-
misma tribu, o sea de un mismo grupo de familias, combatían
bajo las órdenes de un jefe común o emir.
La religión de los árabes antes de la reforma de Mahoma
era politeísta. Creían en la existencia de numerosos, Djinns o
genios invisibles que intervenían en todos los actos de los hom-
bres. Cada tribu, y aun cada familia, tenía su culto particular.
Existía, además, en la Meca, pequeña ciudad del Hedjaz, un
santuario común, reverenciado por todos los árabes. Las tribus
más importantes habían reunido allí sus ídolos y venerahoan
también una gran piedra negra, posiblemente un aerolito, que

D. H. Hubll.
LA ((AABA.

se creía caída del cielo. Según los mitos árabes, la piedra había
sido, en un principio, blanca y brillante, pero luego se fué en-
negreciendo por los pecados de los hombres. Se la conservaba
en el templo de la Kaaba, nombre que en árabe significa "la
casa cuadrada".

Mahoma (571-632). La religión y la unidad del pue-


blo árabe. - En el correr de una generación esa organización
política y religiosa se transformó de modo radical, debido s
Mahoma, que dió a los árabes unidad de gobierno y unidad
de fe.
Mahoma, en árabe Moharnmed \ pertenecía a la poderosa
1 Mohammed significa en árabe digno de 'alabanza.

- 57-
familia de los KoreichiLas, guardianes del templo de la Kaaba;
pero quedó huérfano y pobre desde muy niño. Para ganar ~u
vida se hizo primero pastor, y luego conductor de camellos. En
este modesto oficio ganó reputación de rectitud y de probidad,
como lo señala el sobrenombre de "El Amin" con que se le
conoció, y que significa el hombre seguro.
A los veinticinco años contraj o matrimonio con una rica
viuda llamada Khadidja, y a partir de entonces abandonó sus
tareas de camellero y se dedicó a la meditación religiosa. En
esa época, las ideas judías y cristianas empezaban a difundirse
desde Siria hasta Arabia, y es muy posible que la comparación
entre esas religiones y la idolatría de los árabes haya ejercido
sobre Mahoma una gran influencia. Lo cierto es, que, a partir
del año 610, Mahoma comenzó a predicar una nueva religión
afirmando que él era un profeta por cuyos labios Alá, el
Dios único, revelaba su voluntad al pueblo árabe.
La hégira (622). - Los primeros conversos a su propa-
ganda fueron sus familiares y las personas de su intimidad. Pero
cuando Mahoma empezó a ens.eñar públicamente en la Meca
que los ídolos debían ser destruídos, pues sólo existía un dios
único, encontró una tremenda oposición, estimulada por los Ko·
reichitas, que temían perder su fructuosa posición de guardianes
de la Kaaba.
Perseguido y amenazado en su vida, Mahoma huyó de la
Meca con un pequeño núcleo de partidarios dirigiéndose a la
ciudad de Yathrib el 25 de junio del año 622. Este día es con-
siderado por los mahometanos como inicial de la hégira, es de-
cir, de la fuga o separación, y señala para ellos el comienzo
de una nueva era.
El año 1 de la era musulmana corresponde al 622 de la era cristiana.
Esa diferencia de 622 años se ha hecho cada vez menor, debido a que los
musulmanes emplean un calendario lunar que consta de 354 Ó 355 días.

La ciudad que brindó asilo a Mahoma fué llamada Medi·


nat-en-neby o ciudad del Profeta, actual Medina.
A partir de la hégira, cambió el carácter de la propaganda
de Mahoma, que de simple predicador religioso se transformó
en jefe guerrero resuelto a establecer por la fuerza el triunfo
de sus creencias. Después de ocho años de combates contra sus
enemigos de la Meca, Mahoma consiguió apod.:rarse de la ciu-
dad (630).
Luego, fué imponiendo gradualmente su autoridad y su
religión a todas las tribus árabes.
A su muerte (632) dejó a su país totalmente transformado,
pnes había logrado ralizar la unidad política de Arabia y creado
una fuerte nación unida por el fervor de una fe común.

La religión de Mahoma. -
Mahoma llamó a su religión el
"Islam", palabra que expresa la
idea de "sumisión" a la voluntad,
divina. Los fieles de su doctrina
tomaron el nombre de musulma-
nes, que significa "creyentes" 1.
Las enseñanzas religiosas de
Mahoma fueron recopiladas por
sus discípulos en El Corán (Al
Korán: "la recitación"), libro que
tiene para los musulmanes carác-
ter sagrado, pues para ellos con-
tiene la palabra de Dios trasmiti-
da a Mahoma para que éste la di-
fundiera entre los hombres.
La doctrina musulmana tiene
por base esencial la creencia en De Th. Law!or.
un dios único (monoteísmo) y en PÁGINA MANUSCRITA DE EL
el carácter profético de la prédica CORÁN.
de Mahoma: "No hay más Dios
que Alá y Mahoma es su profeta", es la fórmula simple con que
expresan su credo los musulmanes.
La voluntad de Alá es todopoderosa, y frente a ella no
cabe la libertad humana, pues "las acciones de los hombres se
hallan escritas de antemano en el libro de la Evidencia".

1 La palabra mahometanos, usada a menudo por los cristianos para


designar a los musulmanes, no es empleada jamás ni aceptada por éstos.

69 -
El alma es inmortal, y por ello después de la muerte, los
JIl!,tos designados por la voluntad divina disfrutan eteruamente
del paraíso de Alá, y los pecadores padecen terribles tormen-
tos. La concepción musulmana del paraíso es materialista; lo
imaginan como un lugar de eterna primavera, con hermosos
jardines, en los que brotan fuentes de leche y de miel, y donde
las huríes, doncelIa~ celestiales, brindan su compañía a los ele-
gidos y les sirven bebidas perfumadas que no embriagan. El
contenido mora] del islamismo señaló un progreso muy grande
con respecto a las costumbres groseras y bárbaras de las tribus
árabes. El Corán exige el respeto a la mujer, prohibe jugar y
beber, preconiza la caridad y elogia el desinterés.
"Toda buena acción constituye un acto de caridad. Cuando sonríes
frente a tu hermano, cuando indicas al viajero extraviado su camino, cuan-
do das de beber al sediento, cuando aconsejas a tu prójimo practicar el
bien, haces caridad. La verdadera riqueza de un hombre en la otra vida
lo constituye el bien que ha sembrado en ésta. A su muerte, el pueblo
pregunta: "¿Qué fortuna ha dejado a sus sucesores?" Pero los ángeles
preguntan, en cambio: "¿De qué buenas obras se ha hecho preceder?".
Cumplid con vuestras oraciones, practicad la limosna; el bien que
haréis lo encontraréis j unto a Alá que vigila y observa todas vuestras
acciones. No basta, para ser justo, enfrentar el oriente o el occidente: es
necesario, además, creer en Alá, socorrel al prójimo, al huérfano, al
pobre, al viajero, rescatar a los cautivos, orar oon devoción, no faltar a
:a palabra empeñada, soportar estoicamente la adversidad y los sufrimien-
tos de la guerra. Tales son los deberes de los verdaderos oreyentes".
En cuanto al culto, Mahoma impuso a sus fieles el cumpli-
miento de prácticas muy sencillas que se resumen en el acata-
miento de los siguientes preceptos, llamados por los musulma-
nes los cinco pilares de la sabiduría: Creer en Alá y en Ma-
homa, su profeta; efectuar oraciones cinco veces al día; prac-
ticar la limosna; observar el ayuno durante un período de
cuarenta días al año, llamado el Ramadan; realizar por lo
menos una vez en la vida la peregrinación a la Meca.
La oración, dicen los musulmanes, acorta la mitad del ca-
mino que conduce a Alá, el ayuno lleva hasta la puerta de su
palacio, las limosnas permiten entrar en él.
Influencia social del islamismo. - La adopción del islamismo
transformó la manera de vivir de los árabes, pues extirpó defi·

-M-
nitivamente las costumbles bárbaras que practicaban, como ma·
tar a las !liñas recién nacidas cuando la abundancia de mujeres
complicaba el problema de la alimentación familiar. Pero no
alcanzó a modificar, de modo profundo, la organización de la
familia, porque Mahoma mantuvo la práctica de la poligamia"
y aunque cuidó de proteger la situación material de la mujer 2,
no la emancipó de la inferioridad social vecina de la !lervidum·
hre en que la tenían los árabes.
Subordinada enteramente a la autoridad del marido, como
prada a veces como una mercancía, recluída en la ca!la, de la que
no debía salir sin velarse la cara, privada de instrucción, la
mujer no pudo desempeñar en la sociedad musulmana el papel
digno y activo que alcanzó a ejercer en las sociedades cristianas de
Europa.
El islamismo repercutió también en la organización del go·
bierno. Tanto Mahoma como sus sucesores, a los que se llamó
califas (lugartenientes), fueron, al mismo tiempo que jefes po·
líticos, la suprema autoridad religiosa, y esa mezcla de poderes
estimuló al despotismo sin freno de los monarcas musulmanes.

LA EXPANsrÓN DEL ISLAMISMO: LA GUERRA SANTÁ

Causas de la expansión árabe. - En menos de cien años,


los árabes conquistaron un inmenso imperio que se extendió por
la costa sur del Mediterráneo, desde España al Asia Menor.
Una de las causas que lo~ impulsó a las guerras de con·
quista fué, sin duda, la fuerza resultante de la unificación polí.
tica realizada por Mahoma. Pero también influyó poderosa·
mente en su expansión el ardor proselitista inculcado por las
enseñanzas del profeta. Mahoma predicó la guerra santa a los
infieles. "Las fatigas de la guerra - dice El Corán - !lon más
meritorias que el ayuno, las plegarias y las demás prácticas

1 Del griego polygamia: de polys-mucho y gamos-matrimonio.


2 Los intereses materiales de la mujer fueron protegidos, pues se le
:econoció derecho a heredar: en caso de viudez heredaba los bienes que
e legaba el marido, y debía dársele lo necesario para su subsistencia du-
ante un año a expensas de la sucesión.

- 61-
religiosas. tos bravos caídos en el campo de batalla son mirados
en el paraíso como mártires".
Los árabes se lanzaron pues a la lucha con todo el ardor
belicoso de un pueblo j oven y enérgico, para el cual la conquis-
ta del mundo era un anticipo de la conquista del paraíso.
ASÍ, ce nuevo, como en la antigüedad, partió del desierto
una avalancha de semitas deseosos de ~ometer a los pueblos ve-
cinos.
Las conquistas árabes.-Los dos estados fronterizos de
Arabia eran el Imperio bizantino y el reino de los persas. Am-
bos se encontraban debilitados por sus luchas, en especial el
Imperio bizantino, que en esa época (siglo VII), tenía que re-
sistir las invasiones de los pueblos eslavos que lo atacaban por
sus fronteras balkánicas. Esta situación facilitó el triunfo de los
árabes, que en pocos años (634-651) arrebataron a los bizan-
tinos las ricas provincias de Siria y Egipto, y anexaron el reino
de Persia. El principal caudillo de los árabes im su lucha contra
bizantinos y persas fué amar (635-644), el segundo de los cali-
fas elegidos después de Mahoma.
Después de Mahoma los árabes eligieron sucesivamente cuatro califas:
Abu-Belcr (632·634), Ornar (634·644), Otman (644·655), y Ají (655·661),
yerno del Profeta.
La capital de los primeros califas fué la ciudad de Medina.
Pero, a partir del año 661, la familia de los ameras u Omnia-
das, que ocupó hereditariamente el califato durante casi un siglo
(661-750), trasladó la capital a Damasco.
Los Omeyas de Damasco continuaron la expansión con-
quistando el Turkestán y el este del Irán hasta las fronteras de
la India 1.. Pero fué hacia el occidente donde los árabes hicieron
enormes progresos. Sometieron primero todo el litoral bizanti-
no de Africa 2 y luego, en el año 711, dirigidos por Tarik, atra-

1 Los árabes se establecieron en el valle del Indo. Siglos más tarde


babían de penetrar hasta el centro de la India, estableciendo su capital
de Delhi. El Imperio árabe de la India no duró, pero la jnfluencia del isla·
mismo fué muy grande, y actualmente la religión musulmana cuenta con
millones de adeptos en la India.
~ El Africa del norte integraba el Imperio bizantino desde que Beli·
sario había aniquilado a los vándaloi.

- 62-
vesaron el estrecho de Gibraltar 1 e iniciaron la conquista del
reino visigodo de España.
La batalla de Guadalete (711), en que fué derrotado Ro·
drigo, rey de los visigodos, les aseguró el dominio de España,
pues los cristianos se retiraron a la región montañosa de Astu·
rias, en el noroeste de la península.
Dueños de España, los árabes cruzaron los Pirineos y se
desparramaron por Galia, avanzando hasta el Loire. El reino de
los francos parecía próximo a caer en sus manos como el de los
visigodos, pero el ejército franco, dirigido por Carlos Martel,
detuvo a los invasores, venciéndolos en la batalla de Poitiers
(732) 2.
La batalla de Poitiers o de Tours. - Un siglo justo después de la
muerte del Profeta, la avalancha árabe fué rechazada en Poüiers. Allí,
en pleno corazón de la Galia, se encontraron guerreros de las regiones
más lejanas: árabes, persas, sirios, bereberes africanos por un lado, fran·
cos y germanos de distintas tribus que Carlos Martel había llamado en
su auxilio pOI otro.
Los francos tenían su principal fuerza en sus pesados batallones de
infantería. Los árabes, en cambio, confiaban en su veloz caballería. La
lucha duró varios días, al fin de 105 cuales la caballería árabe, que en
Vano intentó quebrar la rudeza de la defensa franca, tuvo que retirarse
en desbandada hacia el sur.
Carlos, el jefe de los francos, que se distinguió particularmente por su
valor y por la violencia de sus golpes, ganó en esa batalla el sobrenombre
de Martel (martillo), con el que históricamente se le conoce, pues dice
una vieja crónica: "así como el manillo rompe el hierro, quebró él en la
pelea a sus enemigos".

La victoria de Poitiers salvó a la cristiandad occidental del


avance musulmán y obligó a los árabes a retirarse a sus terriíorios
ibéricos del sur de los Pirineos.
Unos años antes de la batalla de Poitiers, el emperadot hizan-
tino León III había logrado también derrotar a los árabee y de-
tenerlos en el Asia Menor (717).
La expansión de los árabes quedó, pues, paralizada (J media-
dos del siglo VIII. Pero en cien años de guerras trilmfale3 habían

1 El nombre de Gibraltar derjva de la expresión árabe Djebel Ta·


rik, que significa la montaña de Tarile
~ A esta batalla se le suele llamar también de TOUT&.

- 6a-
extendido una nueva religión por Asia, África y Europa, y habían
creado un imperio que comprendía desde Siria hasta el valle del
Indo. y desde Armenia hasta los Pirineos.

Desmembramiento del Imperio árabe. - El inmenso Im-


perio árabe, que enlazaba con sus extremos al imperio de oriente
con el reino de los francos, y abarcaba 1800 leguas de costas, era
demasiado extenso para poder mantenerse unido por mucho tiempo.
En la segunda mitad del siglo VIII se dividió en dos califa-
tos: el de Oriente, cuya capital fué Bagdad, en Mesopotamia, don-
de reinó la dinastía de los Abasidas, y el de Occidente, cuya ca-
pital fué Córdoba. en España, donde reinó la dinastía de los Ome-
vas, i'lucesores de los antiguos califas de Damasco 1.
Lue~o se formaron nuevos califatos, por segregación de los
dos mencionados. en Marruecos y en Egipto. Pero su poderío, su
fuerza y su cultura no alcanzaron a igualar a los dos grandes ca·
lifatos de Bagdad y de Córdoba.

El califato de Bagdad. - Bagdad, capital del califato de


Oriente, fué fundada en el 762 en las orillas del Tigris. Rápida-
mente se convirtió en el emporio comercial de Mesopotamia. De
Ba~dad y Mosul, también sobre el Tigris. las rutas comerciales
partían en todas direcciones: hacia Damasco y los puertos de Siria
que se abrían al tráfico mediterráneo; hacia Trebizonda, en el
norte, puerto principal del mar Negro_ y a las ciudades bizantinas
del Asia Menor; hacia Egipto y hacia la India. Por muchos siglos,
Bagdad fué la ciudad dominadora de las rutas comerciales entre
Europa y el Extremo Oriente. y sólo perdió esa posición de pri-
vilegio cuando 101\ descubridores portugueses del siglo XV hallaron
por el océano un nuevo camiI'O hacia la India.
El más célebre de los Abasidas de Ba~dad fué el califa Ha-
rún-el-Raschid, que reinó a fines del siglo VIII (786-809). bajo
cuyo gobierno alcanzó la civilización del califato UD magnífico e!!-
plendor. En su época fué escrito el libro de Las mil 'Y una no-
ches. cuyos relatos fantásticos sobre Aladino, AH Babá, Simbad

1 Los Abasidss destronaron s los Omeyas de Damasco, pero un prín-


cipe omeya se refugió en España e hizo de Córdoba la capital de un nu&-
VQ c,-lifato.

."... G4-
la

el
.Q1

...............
.
Lus mahomelano:¡ conqu/5fan
.... .... -.... '-._._._._._._.-'
el Norte de Afril!'¡

Adaptado de F. O. BappotJI..
LA EXPANSIÓN MUSULM.ANA.
el Marine. constituyen una de las más perfectas muestras de la
literatura árabe.
A partir del siglo XI (1053), el califato de Bagdad fué do-
minado por los turcos seljucidas, pueblo de Turkestán, que los
califas emplearon como mercenarios hasta que se les impusieron
como amos. Los turcos adoptaron el islamismo e iniciaron una
nueva serie de guerras en el Cercano Oriente, que habrían de pro-
vocar una gran reacción del mundo cristiano de Occidente, conoci-
da con el nombre de Cruzadas.

El califato de Córdoba. Los árabes de España. - Bajo


el gobierno de los Omeyas, el califato español alcanzó una gran
prosperidad. Córdoba, su capital, negó a tener más de 500.000
habitantes. No sólo fué una ciudad populosa y rica, sino también
un importante centro intelectual y artístico.
Los árabes, que aprendieron en Egipto el arte de la irrigación,
dieron gran impulso a la agricultura, especialmente en las co-
marcas de Valencia, Murcia, Alicante y Granada, donde realizaron
notables trabaj os de canalización para distribuir las aguas por
las huertas. Aclimataron en España cultivos hasta entonces des-
conocidos en Europa, como el arroz, el azafrán, y especialmente
árboles frutales, cerezos, durazneros, damascos y naranjos.
La España musulmana fué también un activo foco comercial
e industrial. Algunas ciudades adquirieron fama en Europa por la
perfección de sus industrias, como Córdoba, reputada por el tra-
bajo y repujado del cuero, y como Toledo, por la calidad de sus
armas.
Sin embargo, el califato de Córdoba se hallaba asediado por
dos peligrosos enemigos. Al norte, los pequeños reinos cristianos
de Navarra, León y Castilla, que deseaban la reconquista del país,
r al sur las rudas tribus musulmanas de! Af!'!ca, que codiciaban
las riquezas del califato. Hasta los comienzos del siglo XI el ca-
lifato mantuvo una fuerte organización, que le permitió resistir con
firmeza los ataques. Pero en el año 1031, las luchas políticas in-
ternas rompieron su unidad y se desmembró en siete pequeños rei-
nos musulmanes llamados los reinos de Taifas. Esta división po-
lítica del califato de Córdoba favoreció el avance de la reconquista
cristiana, y las invasiones de las tribus africanas. La lucha entre

....... 66-
ambas fuerzas constituyo la trama princip al de la hi!!toria de Es-
paña durante la baja Edad Media.

LA CIVILIZACIÓN MCSULMANA

Cuando los árabes comenzaron sus conquistas, a mediados del


siglo VII, eran todavía un pueblo semibárbaro. Pero su expansión
por los territorios de Persia y de Bizancio los puso en contacto con
pueblos de viej a civilización, que influye ron poderosamente sobre
ellos. La rápida conversión al islamismo de los persas y de los
bizantinos de Egipto y de Siria, produjo una identificación vigo-
rosa entre v~ncidos y vencedores, que favoreció la compenetración
cultural entre ambos.
De este modo, los árabes perdier on sus hábitos rudos, y en
menos de un siglo, se transfo rmaron en protago nistas de una nueva
civilización.
La civilización musulm ana debió mucho, pues, en su origen
a la cultura de los bizantinos y de los persas. Pero los árabes
no fueron sólo imitadores, sino también creadores. Se adaptar on
prontamente a las formas de civilización existentes entre los pue-
blos vencidos, y en sus manos ese legado cultura l tomó formas
nuevas., originales y brillantes.

El Corán. - Como ya se ha establecido, el Corán es el libro


sagrado de los musulmanes que encierr a la palabra de Alá, trans-
mitida a Mahoma para que éste la difundi era entre los hombres.
El Corán no sólo es el libro sagrado de los musulm anes: tam-
bién es una de las princip ales obras de su literatu ra y un precioso
documento para el conocimiento de la vida y costumbres de los
árabes en la época de Mahoma.

El arte musulmán. - En el arte, como en las demás mani-


festaciones de su cultura, los árabes fueron discípulos de Persia y
de Bizancio.
El arte musulmán se expresó, fundamentalmente, en la arqui-
tectura y en las artes menores de la decoración arquitectónica.

- 67-
La escultura y la pintura carecieron, en cambio, de desarrollo,
pues el Corán condenaba como sacrilegio la representación del
hombre y de los seres animados.

La arquite ctura. - La arquitectura musulmana comenzó


por ser una imitación de la bizantina. Las primera s mezqui-
tas construídas en Egipto, Palestin a y Siria reflej an la influencia
poderosa del estilo de Bizancio. Pero, gradualmente, los art.istas
musulmanes elabora ron, siempre s.obre la base de la influencia
bizantina y persa, un estilo arquitectónico particu lar caracterizado
por la gran variedad de las formas
(columnas finas, arcos de medio
punto, arcos de herradu ra, arcos
ojivales) y la extremada riqueza
de la ornamentación.
Las más notables realizaciones
arquitectónicas fueron los palacios
y las mezquitas o templos musul-
manes.
La mezquita es un edificio de
planta cuadrad a o rectangular, en
cuyo centro se extiende un gran
patio con una fuente, donde los
creyentes efectúan las abluciones
rituales previas a la plegari a. Alre-
dedor del patio centra-l, y separa-
De ah. Terram. das de él por galerías con colum-
MEZQUITA DE KAIT-BEY (El Cairo) . nas, se extienden las salas del tem-
plo. La gran sala que constituye
el templo propiam ente dicho, o lugar de oración, es un amplí.
simo recinto techado por una cúpula y separado en distintas
naves por filas de columnas coronad as de arcadas. El musul-
mán realiza sus plegari as mirand o en dirección a la Meca. Por
eso, en la sala de oración hay siempre un detalle arquitectónico
bien marcad o, por ejemplo, un nicho, o una puerta falsa que
lleva el nombre de Mihrab , y cuyo fin es señalar al fiel la orien-
tación de la ciudad donde nació el Profeta. Próxim o al Mihrab
- 68-
'uele haber un púlpito, desde el cual el imán efectúa, en voz alta,
la lectura de versículos del Corán.
En los flancos de las mezquitas se levantan unas altas y del-
gadas torres, los alminares o minaretes, desde cuya cima el muezzin
anuncia a los fieles la hora de la plegaria.
Los elementos constructivos empleados por la arquitectura mu-
sulmana son repetición, con leves modificaciones, de los' usados

De Oh. T.na" •.
INTERIOR DE LA MEZQillTA DE CÓRDOBA.

por bizantinos y persas, es decir, la bóveda, la cúpula, las colum-


nas y el arco, al que dieron variadas formas, siendo la más
típica la del arco de herradura. Hay, pues, en esto poco de origi-
nal. Pero en la decoración se puso de manifiesto el temperamen-
to propio de los árabes., sutil, fantasista y enamorado de la rique-
za ornamental. N o dej aron ninguna superficie interior libre de
adornos. Imposibilitados por precepto religioso de representar fí-

- 69-
guras humana s o animales, crearon un arte decorativo basado en
la combinación profusa de motivos geométricos y vegetales. Los
- rosetones de múltiples líneas, las
hojas de acanto y de palmera ,
los helechos, las piñas, las grana-
das, en forma cada vez más estili-
zada, se enlazaron en complica.
dos y armoniosos arabescos, el). los
cuales se advierten a veces combi-
naciones de letras, pues los árabes
usaron también los signos de su es-
critura como elemento decorativo.
La ornamentación se realza,
además, por la riqueza de los ma-
teriales empleados, mármol, pórfi-
do, esmalte, porcelana, cuya diver-
sidad de tonos combinados con los
brillant es coloridos de las pintura s
de techos y paredes produce n un
De A. Oon.ál •• Pal.l1cia.
efecto mágico de suntuosidad y
MIHRAB DE LA MEZQUITA DE
CÓRDOBA. fantasía.

La arquit ectura
árabe en Españ a: pe-
ríodos de Córdoba,
Sevilla y Grana da.-
En España se conservan
admirab les monumentos
de arte musulmán. Al-
gunos, como la mezqui-
ta de Córdoba, corres-
ponden al apogeo del De H. Hubll.
califato. Otros, como el ORNAJ,lE NTACIÓN ÁRABE.

Alcázar de Sevilla o la
Alhamb ra de Gr(Y!ada, son de época posterior al desmembramiento
del califato.
- 70-
PATIO DE LOS LEONES.

(Alhambra de Granad.).

-'n --
La mezquita de Córdoba fué construída en la segunda mitad
del siglo VIII, bajo el reinado del califa Abderramán. Medía 167
metros de largo por 119 de ancho y su gran sala de oración tenía
19 hileras de columnas a lo ancho y 36 columnas a lo largo. La
decoración, en mármoles de color, eu de una gran riqueza.
El Alcázar de Sevilla, construído en el siglo XII, fué una es·
pléndida residencia real de la época en que Sevilla era centro de
un reino musulmán independiente.
El palacio-fortaleza de la Alhambra fué levantado en el siglo
XIV para residencia de los reyes moros de Granada. Como todas
las residencias musulmanas, su exterior es sobrio y severo, en tan-
to que el interior se abre sobre magníficos patios y jardines ador-
nados con pórticos y fuentes. El más hermoso de ellos es el patio
de los Leones, rectángulo de treinta metros de largo por veinte de
ancho, rodeado por un peristilo de esbeltas columnas.

Las ciencias.-Los árabes fueron aprovechados discípulos


de los pensadores y sabios griegos, cuyas obras conservadas en
Bizancio tradujeron y estudiaron.
En muchos aspectos la cultura árabe fué tributaria y conti-
nuadora de la griega, pero especialmente en la filosofía y en las
ciencias.
En matemáticas, aceptaron como guía indiscutible el famoso
tratado de geometría de Euclides. Pero, a su vez, realizaron gran-
des progresos en álgebra. Además, se debió a ellos la invención
del cero, que simplificó el sistema de numeración, permitiendo
expresar con pocos signos las mayores cantidades. Esta feliz in-
novación fué asimilada en el occidente europeo sólo en el siglo
XII, y junto con ella se generalizó el empleo de los números ára-
bes, que son los que se usan actualmente y que desplazaron a los
signos numéricos de origen romano.
Los alquimistas árabes fueron 109 precursores de la química
moderna 1. Sus investigaciones sobre la naturaleza y transforma-
1 La palabra química deriva del árabe al-kimiya, y. por e~o, se llamó
primitivamente a la química, alquimia. pues los europeos, desconocedores
del idioma árabe. unieron en una sola expresión el artículo al con la
palabra kimiya. El vocablo alquimia se ha mantenido, sin embargo. para
designar las especulaciones y experiencias de carácter fantástico realizadas
con tanta frecuencia en los tiempos medievales.

-72 -
clones de los cuerpos per!.iguieron, en un comienzo. la quimera de
descubrir el elixir de larga vida, y la piedra filosofal, con la
que podrían trasmutar en oro todos los metales. Los resultados ob·
tenidos fueron, por supuesto, más modestos, pero de cualquier
modo muy apreciables, pues descubrieron nuevos compuestos quío
micos y estudiaron a fondo las propiedades de los ácidos y las
sales, que aprovecharon tanto para la industria como para la me·
dicina, en la que igualmente descollaron.

La literatura (lbn·Jaldun). - El Corán no prohibió las


actividades de orden literario, como lo hizo con la escultura, la
pintura, la danza y la música. De aquí un fuerte desarrollo de
la literatura islámica, particularmente notable en las obras de
carácter imaginativo.
Entre los poetas arabes se destacó Muttanabi, que vivió a
fines del siglo X, y que escribió toda suerte de poesías, llenas de
ingenio y sabiduría. Las novelas, muy gustadas por los árabes,
contaron como principal obra a las Mil y una noches, ya meno
cionada. La historia alcanzó un extraordinario desarrollo y en
los cinco primeros siglos del Islam se conocen los nombres de
casi seiscientos hi!'/toriadores árrabes, algunas de cuyas obras
son monumentales, como las crónicas de Tabarí y de Ibn·al·Athir.
Esta abundancia de obras históricas contribuye a explicar el
surgimiento, en el siglo IX, del escritor Ibn Jaldun que ha
sido calificado como el primero de los filósofos de la historia.
La obra de Ibn Jaldun es clásica entre las de filosofía de la
historia y sus generalizaciones sobre la conducta humana ofre·
cen un interés y valor de carácter permanente.
Para Ibn Jaldun, los factores de orden material son esen·
ciales en la explü:ación de los sucesos de la historia y su nomo
bre figura, por ello, entre los precursores de las corrientes del
materialismo histórico.

La filosofía.-La filosofía árabe se inspiró particularmen.


te en las obras de Aristóteles que sus representantes tradujeron
y glosaron, haciéndolas conocer luego en el occidente, donde
ejercieron una notable influencia en la baja Edad Media.

- 78-
Avwena (980-1037) lue un gran admirador d.e las ensenan-
zas de Aristóteles, las que introdujo en la filosofía árabe. Escribió
sobre casi todos los temas que había tratado Aristóteles.. Avi-
cena se destacó también por sus conocimientos en las ciencias na-
turales, que le convirtieron en uno de los médicos más eminentes
del mundo árabe.
AverToes (1126-1198) nació en Córdoba a comienzos del
siglo XI. Fué la personalidad más destacada de la filosofía árabe,
y la que mayor influencia ejerció en el Occidente. Averroes fué
discípulo de Aristóteles, cuyas obras comentó y divulgó con eru-
dición y sencillez, ejerciendo así una notable influencia en la
filosofía del occidente cristiano de la época, conocida con el
nombre de escolástica.

La vida económica de los árabes en Occidente.-


Los árabes, que aprendieron en Egipto el arte de la irrigación,
dieron gran impulso a la agricultura en España, especialmente
en las comarcas de Valencia, Murcia, Alicante y Granada, don-
de realizaron notables trabajos de canalización para distribuir las
aguas por las huertas.
Los árabes desplegaron, también, en Occidente, importantes
actividades de orden industrial y mercantil.
Los artículos de cuero y las armas fallricadas, por ellos, en
las ciudades españolas de Córdoha y de Toledo no tuvieron nive-
les por su calidad en el resto del mundo. Igualmente, fueron no-
tables sus trabajos en metales preciosos.
En el orden comercial, los musulmanes fueron los princi-
pales intermediarios en el intercambio de las distintas zonas del
Mediterráneo con las del Oriente.
Sus barcos y sus caravanas aportaban a Bagdad, Alejandría,
Damasco, Córdoba, tejidos de seda, porcelanas y té de China;
perlas, maderas de lujo y especias de la India; marfil y esclavos
del África; frutas del Asia Central, y muchos otros productos
de las re~iones orientales, que luego se distribuían por occiden-
te. El comercio musulmán se alimentaba no sólo del tráfico de
mercancías exóticas, sino también de la venta de ciertos artícu-
los sobresalientes de la industria árabe, como los tejidof. y ga-

-74 -
sas de Damasco y de Mossul (muselinas); las armas de Toledo
y de Damasco; los cueros repujados de Córdoba; las alfom·
bras de Bagdad, e infinidad de otros objetos de lujo que, por
mucho tiempo, fueron monopolio de la fabricación árabe.
A pesar de su origen musulmán, estos objetos eran apre-
ciados en Occidente, lo que estimuló el tráfico entre algunas
ciudades cristianas, especi&lmente las de Italia, y los puertos muo
sulmanes del Mediterráneo.

-71-
CAPÍTULO V

EL IMPERIO CAROLINGIO

El advenimiento (le Jos Carolingios.-(751).-Los fran-


cos formaban en el si/do VIII el más importante reino bárbaro
romano de occidente. Pero los reyes merovingios de esta época
fueron soberanos incapaces., cuya indolencia justificó el nombre de
reyes holgazanes que suele aplicárseles. Su incuria en el gobierno
y la costumbre de dividir el territorio real entre sus hijos, fomen-
taron las reyertas civiles y originaron la separación del reino en
cuatro grandes regiones: Aquitania, Burgundia, Neuslria y Austra-
sia, gobernadas por verdaderas dinastías locales de nobles po-
derosos.
Los reyes merovingios, lejos de tratar de poner fin a esa
situación, se desinteresaron del ej ercicio efectivo de la autori.
dad real y delegaron toda la responsabilidad del poder en unos
funcionarios llamados mayordomos de palacio. que, en su nom-
bre, administraban los dominios reales, vigilaban la percepción
de impuestos y mandaban el ejército.
Desde el siglo VII, tan importante cargo había recaído, here-
ditariamente, en la familia de los Heristal, duques de Austrasia.
El más famoso de estos duques de Austrasia fué Carlos Martel,
el vencedor de los. musulmanes en Poitiers (732).
El hijo de Carlos Martel, llamado Pipino el Breve, fué
quien, tentado por la autoridad que ejercía, resolvió terminar
con el ficticio poder de los reyes merovingios, y destronó al rey
Childerico III. haciéndose coronar en su lugar. Así concluyó la
dinastía iniciada con Clodoveo, que fué l'eemplazada por la llama-
da Carolingia.
-7'1-
La coronaClOn de Pipino el Breve (751) .-Pipino realizó
sus planes con gran habilidad. Dis.ponía de la fuerza material
necesaria para destronar a Childerico III, pero quiso comple-

5.B.

~L REINO DE LOS FRANCOS EN LA ÉPOCA MEROVINGIA.


Principios del siglo VIn.

mentarla con el apoyo de la autoridad espiritual de la Iglesia.


que tan poderosamente había contribuí do a la fundación de la

78 -
dinastía merovingia. En conseeuencia, r~quirió la opinión y
consei o del Papa sobre sus proyectos. Según cuenta un cronis-
ta de la época, en el año 751 envió a Roma a dos obispos con
el encargo de consultar al papa ZacarÍas "respecto de los reyes
francos, que tenían el título real, pero no la autoridad". El Pa-
pa respondió "que más valía llamar rey a quien poseía autori-
dad de tal y no al que carecía de ella". Estimulado con esta
respuesta, Pipino convocó una asamblea de nobles en Soissons
y se hizo proclamar rey de los francos. En cuanto a Childerico
111 fué encerrado con su hijo en un monasterio.
Poco después, Pipino fué consagrado solemnemente por el
papa Esteban 11, que se trasladó a la abadía de Saint-Denis pa-
ra ungirlo con el óleo santo y proclamarlo "rey de los francos por
la gracia de Dios".
De este modo se fundó la dinastía de los Carolingios, así
llamada en recuerdo de Carlos Martel, padre de Pipino el Breve l.

Origen del poder temporal de los Papas. - Muy pronto


Pipino pudo demostrar su reconocimiento al Papa, que veía amena-
zada su independencia por los reyes lombardos deseosos de es-
tablecer su capital en la ciudad pontificia. Pipino cruzó los Al-
pes y derrotó a los lombardos, rechazándolos hacia el norte. Ade-
más, se apoderó del exarcado de Ravena, es decir, de la región del
noreste de Italia, que dependía desde Justiniano de los empera-
dores de Bizancio, y lo entregó al Papa. Este fué el origen del
poder temporal o territorial de los Papas, que agregaron así, a
su calidad de jefes de la iglesia católica, el título de soberanos
de un estado que abarcaba desde Roma, en el valle del Tíber,
hasta Ravena, en el valle del Po.

Carlomagno (768-814).-A la muerte de Pipino le suce-


dieron sus dos hijos, Carlos y Carlomán, pero este último murió
muy pronto (771). y entonces quedó solo en el trono Carlos,
que había de reinar sobre los francos durante un largo período
de casi cincuenta años.
La significación de la obra política y militar que realizó en
1 Cuolin¡io deriva de Carolus, forma latina del nombre CarIo•.

-7' -
el Occidéllte lo consagrA éoiño úllo de los más eminentes peto
aonajes de la alta Edad Media.
Carlos o Carlomagno \ como más tarde se le llamó, no fué
un hombre de gran cultura, pero poseyó en grado sumo las
virtudes esenciales de un gobernante. Fué enérgico y prudente,
administró bien sus estados y puso fin a las reyertas internas.
Fué,además, un gran conquistador, que sometió a los lombar-
dos y germanos y transformó el régimen político de Occidente,
restaurando la dignidad imperial suprimida desde el año 476.

Las guerras de Carlomagno.-El reino de los francos,


heredado por Carlomagno, incluía la actual Francia, Bélgica,
Holanda y el occidente de la moderna Alemania, Sus territorios
lindaban con tres pueblos rivales. Por el sudeste, más allá de
los Alpes, estaba el reino lombardo; hacia el sur, más allá de
los Pirineos, se hallaban es.tablecidos en España los musulma-
nes; hacia el este habitaban los germanos paganos y sus ve·
cinos orientales los eslavos. En ese triple frente de su reino, Car-
lomagno guerreó con éxito diverso.
La anexión del reino de los lombardos (774) .-La primera
guerra fué contra los lombardos, cuyo reino era el único esta·
do cristiano que podía rivalizar en occidente con el poder ca·
rolingio.
Los lomhardos deseahan extender su gobierno por toda Ita·
lia a expensas del estado pontificio, recientemente creado. Pero,
otra vez, como en la época de Pipino, los francos acudieron en
defensa del Pontífice romano. Los ejércitos de Carlomagno atra-
vesaron los Alpes y derrotaron a los lombardos. Su reino fué
anexado al de los francos, y Carlomagno ciñó su frente con la
corona de hierro usada hasta entonces por los reyes lombardos.
La guerra contra los musulmanes de España.-Las guerras
de Carlomagno en el frente pirenaico no fueron afortunadas. Em-
prendió una expedición contra los musulmanes o sarracenos 2,
como les llamaban los cristianos, pero fué derrotado (778).·

1 Carolus Magnus, o sea Carlos el Grande.


J Sarracenos equivale a orientales. Proviene de la palabra árabe xar·
quiin, que significa de Oriente.

lJO-
Mientras eus tropas se retiraban, a tra~és dI" los PirineOs, la retá-
guardia fué atacada en el desfiladero de Roncesvalles por los sarracen08
'/ las tribus vascas de la montaña. En el combate murieron muchos guerre-
ros francos, entre ellos el duque de Bretaña, Rolando. El suceso no tuvo
gran importancia militar, pero, posteriormente, la leyenda le dió un mag-
nífico sentido épico. Tomó así contornos de tre~enda batalla, en la cual

.....,.\
1
., ......
'" ' ....... '- ¡
j
"
(
\
Eslavas ..
'-.
( .......-._....... J
\

Adaptado de F. O. Happoál.
LA EXPANSIÓN DE LOS FRANCOS.

el heroico Rolando se sacrificó valerosamente para cubrir la retirada de


sus compañeros. Este episodio constituyó el núcleo central de un famoso
poema medieval de posterior redacción, llamado La Canción de Rolando_

Las luchas contra los musulmanes continuaron, sin embargo,


y a consecuencia de ellas los francos consiguieron ganar un pe-
queño territorio entre los Pirineos y el Ebro, en el que estable-
cieron una marca o provincia fronteriza: la marca de España.
- 81-
.Lá conquista de Cerman!4.-Parte de Cermania integraba
ya el reino de los francos desde la época merovingia. Pero el
resto del país estaba poblado todavía por tribus independientes
y belicosas, entre las que sobresalía la de los sajones, que ocu-
paba en el norte de Germania la región costanera extendida en·
tre los ríos Rin y Elba .
• Los sajones no habían aceptado el cristianismo predicado
por San Bonifacio unos años antes. Eran un pueblo intrépido y
valiente, que luchó durante treinta años (772-804) antes de aca-
tar el poder de los francos. Tuvo a su frente un caudillo lla-
mado W idikind, que enardeció la fibra guerrera de su raza y
fué el héroe incansable de la lucha contra los invasores.
Los francos debieron realizar dieciocho expediciones a Sa-
jonia antes de consolidar su dominio sobre la región, y, al fin,
el propio Widikind se rindió y se convirtió al cristianismo.
El triunfo sobre los sajones (germanos del norte) convir-
tió a Carlomagno en dueño de toda la Germania. Hacia el este
quedaba la gran masa humana de los pueblos eslavos paganos,
a<;Í como los ávaros, parientes de los hunos, que tenían sus
campamentos en la región del Danubio medio. Contra ellos Car-
lomagno realizó también algunas campañas que le permitieron
conquistar Bohemia y los territorios danubianos que constituye-
ron luego Austria y Hungría.
La conquista de Germania fué un hecho de gran importan-
cia histórica, pues señaló el primer gran avance logrado por la
civilización latina al este del Rin, en la región donde se habían
estrellado desde Augusto en adelante los esfuerzos militares de
los emperadores romanos l. CarIomagno triunfó allí donde las
legiones de Augusto habían sucumbido, y sus victorias hicieron
del Elba la nueva frontera de la civilización de occidente.

El ejército. -En los reinos bárbarorromanos de occidente


no hubo ejércitos permanentes: de acuerdo con las costumbres
germánicas, el ej ército se improvisaba cada vez que era necesa-
rio y se componía de todos los hombres dueños de una deler-
1 La extensión de la influencia latina en Europa, resultante de lu
conquistas de Carlomagno en Gennll!!la y en el este eslavo, sólo es como
parable a la promovida por Julio César con su conquista de las Galiu.

-12 -
minada propiedad territorial. De este modo se reclutaron los ejér-
citos de Carlomagno, quien determinó las obligaciones militares de
sus súbditos en razón de su riqup.za territorial. Así, los grandes pro·
pietarios, además de su obligación personal de servicio, debían
equipar un soldado por cada tres hectáreas de tierras de su
pertenencia. Los que poseyeran menos de tres hectáreas, debían
asociarse para armar un soldado, siempre a ra-
zón de un combatiente cada tres hectáreas.
Los ¡¡oldados no recibían paga y debían
equiparse a sus expensas. El equipo mínimo
constaba de espada, escudo y lanza o arco con
dos cuerdas y diez flechas. A los más ricos se
les exigía un equipo más completo que incluía
casco y coraza y generalmente prestaban servi·
cio en la caballería, que desde tiempos de Caro
lomagno, se convirtió en el elemento más im·
portante del ejército.

El restablecimiento del Imperio de


occidente (800). - A sus conquistas terri·
toriales, Carlomagno agregó la conquista del
título de emperador romano, desaparecido en
Occidente desde la época de las invasiones
(476).
En la restauración de¡ la dignidad impe·
rial, el pontificado desempeño importantísimo De H. lIuby.
papel. El papa León 111 había sido expulsado GUERRERO CARO-
de Roma por una revuelta popular en el año LINCIO.
799. Se refugió en la corte de Carlomagno,
quien le bríndó su apoyo y envió sus ejércitos a Roma para esta·
blecer allí la autoridad del Pontífice. El propio rey de los fran.
cos se trasladó, en esa oportunidad, a la capital pontificia y fué
entonces, el día de Navidad del año 800, que León 111 lo coronó
emperador de los romanos.
Así renació, después de más de tres siglos de desaparecido, el
Imperio de occidente.
El día de Navidad del año 800, Carlomagno asistió a los oficios reli-
giosos en la basílica de San Pedro. Terminada la misa, León III se
aproximó al rey de los francos que estaba arrodillado, y le colocó sobre IU

-83-
cabeza la corona de oro de los emperadores de Roma, exclamando: "¡A
Carlos Augusto, coronado por Dios, grande y pacífico emperador de 108
remanos, vida y victoria!" Así relata el episodio de la coronación impe·
rial el cronista Eginardo, contemporáneo y amigo de Carlomagno.

La restauración imperial no
significaba para Carlomagno nin-
guna ventaja material y efectiva,
en nada aumentaba sus territorios
ni acrecentaba su poder. -Pero te·
nía, en cambio, un extraordina.
rio alcance moral, pues le daba
a Carlomagno, convertido en he·
redero de los césares, el magní·

De H. Huby.
SAN PEDRO, ENTREGA DEL PALIO
AL PAPA LEÓN III Y UN ESTAN·
DARTE A CARLOMAGNO.

fico prestigio de la dignidad


imperial que cuatrocientos
años de invasiones y de lu-
chas no habían logrado di-
sipar. De W. 90elz.
Tanta impOltancia te- CARLOMAGNO.
nía el título de emperador
desde este punto de vista, que los emperadores de Bizancio du-
rante varios años se negaron a reconocer el rango imperial de

84-
Carlomagno, considerando que sólo ellos eran los auténticos y
legítimos continuadores de los césares romanos.
El nuevo emperador de Roma era, por su origen, de raza
p:ermánica, es decir, des.cendiente de los bárbaros que destruyeron
el Imperio. La historia de este rey franco, de ascendencia germá.
nica, que Íuchó por la civilización contra la barbarie, por el cris·
tianismo contra el paganismo, y que terminó por ser emperador
de Roma, es todo un símbolo de los cambios profundos acaecidos
en el Occidente durante los trescientos años que separan a Clodo·
veo de Carlomagno.
Organización y administración del Imperio. - El Im-
perio de Carlomagno era un vasto estado que se extendía desde
ei Ebro y el Tíber en el sur, hasta el mar del Norte y el Báltico
en el norte, y desde el Atlántico al oeste, hasta el Elba, los mono
tes de Bohemia y el curso medio del nanubio al este. Abarcaba
asi los actuales países de Francia, Bélgica, Holanda, S¡J,iza, Ale-
mania, Checoslovaquia 'Y partes de España, de Italia y de Hungría.
Lo habitaban pueblos de diferentes razas: por un lado, la po·
blación de Galia y de Italia de origen latino; por otro, la masa
de pueblos de origen germánico recientemente conquistados.
Pero, por encima de todas las diferencias, el Imperio tendía a
afirmar la doble unidad de su civilización de ascendencia latina
}" de su religión cristiana.
La organización del Imperio. - Los extensos territorios del
Imperio carolingio estaban divididos en provincias, cuya adminis·
tración la ejercían funcionarios nomb.rados por el emperador lla-
mados condes.
Los condes de las provincias fronterizas o marcas, expuestas
8 los ataques de los paganos del norte y del este, o de los musul·
manes del sur, tenían una gran autoridad militar. Eran llamados
marqueses o margraves 1,
Los condes y margraves eran vigilados por inspectores ambu-
lantes, los "missi dominici" (enviados del señor), que recorrían

1 Los dos nombres son equivalentes, y provienen de la palabra ger·


mánica mark (signo de delimitación). Margrave, del alemán markgraf
(conde de la marca).

-86-
las provincias cuatro veces al año. Los "enviados del señor" ac·
tuaban siemp:e en parej a: uno era laico y el otro eclesiástico.
Debían informar al Emperador sobre la conducta de los funelo·
narios mencionados y, para investigarla convenientemente, cele-
braban reuniones populares donde cualquiera podía hacer oÍ!
sus quejas.
La corte de Carlomagno . - La corte carolingia careclO del
fausto y de la etiqueta que caracterizaron a la vida cortesana de la
Roma imperial de los últimos siglos, o de Bizancio.
El título imperial obtenido por Carlomagno no alteró sus
costumbres sencillas de
príncipe germano. Vi-
vía, como los grandes
señores francos, en sus
dominios campestres,
pero residía también, a
menudo, en la ciudad de
Aachen o Aquisgrán
(actual Aix la - Chape.
Ue), que puede conside-
rarse, por eso, la capi-
De W. aotlz.
tal de su Imperio.
UNA DE LAS RESIDENCIAS DE CARLOMAGNO. Allí tenía uno de
Palacio en Ingelheim, junto al Río sus palacios preferidos,
(reconstrucción) _ rodeado por jardines,
en los que había hecho
construir grandes piscinas para practicar la natación, que, según
cuenta Eginardo, era junto con la caza, el deporte predilecto del
Emperador.
De los diversos funcionarios que auxiliaban al Emperador en
sus Lareas, cuatro eran los más importantes: el Canciller, que des-
empeñaba la secretaría; el Chambelán, que se ocupaba de todo
lo concerniente al servicio personal del Emperador; el Conde de
Palacio o gobernador de la casa, y el Archicapellán, jefe de lo~
servicios religiosos del palacio 1,

1 A estos funcionarios se les daba la denominación general de "palati·


nos", es decir, residentes en palacio.

- 86
l'ero la existencia de estos V de muchos otros lundohárlba
palaciegos no alteró el carácter patriarcal del gobierno carolin-
gio. Carlomagno quiso mantener el trato directo con sus súbditos,
y por ello les concedía audiencia en cualquier momento, y para
::.npedir que oficiales demasiado celosos dificultasen la entrada
a los peticionarios, hizo colocar en la puerta del palacio una
gran campana que cualquiera podía tocar para llamarlo.
Las capitulares. - Dos veces al año, en primavera y en oto·
ño, se celebraban asambleas en la residencia imperial: una, de los
guerreros; otra, de los principales señores del reino, en las que
se trataban asuntos de interés general. La actividad de estas asam-
bleas facilitó el conocimiento de los problemas del reino e ins-
piró, a Carlomagno y a sus ministros, la redacción de numerosos
decretos y ordenanzas llamadas capitulares 1.
Las capitulares tenían muy diverso contenido. Algunas se re·
ferían a asuntos verdaderamente importantes, como administra-
ción de las provincias, problemas de la Iglesia, situación de los
pueblos conquistados, etc., pero otras, en cambio, sólo trataban
insignificantes problemas de detalle, como una en qUf de regla-
mentaba el modo de cuidar las gallinas en las granj as reales.
Pese a sus deficiencias, las numerosas capitulares carolingias
expresan la preocupación de Carlomagno y de sus auxiliares por
mejorar la administración y unificar la variedad de leyes y de
costumbres.

El renacimiento carolingio (Alcuino, Eginardo y Pa-


blo Diácono). Las escuelas. - El largo reinado de Carlomag.
no, de cuarenta y seis años de duración, fué un paréntesis de
tranquilidad en una época de desorden. Por muchos años, las
poblaciones del occidente europeo disfrutaron de paz interior y
de seguridad de vida. Estas nuevas condiciones favorecieron ciertos
adelantos culturales estimulados de manera personal y direc-
ta por el propio Carlomagno. Éste era un rudo guerrero y un
hombre de escasa ilustración, pero un gobernante bien intencio·
nado, que se preocupó tenazmente por fomentar la educación
pública. Así, aumentó constantemente el número de escuelas, va-
1 Se llamaban así porque se redactaban en pequeño8 capítulo•.

- 87-
Héndose de la colaboración de los obispos y, sobre todo, de los
abades, cuyos monasterios fueron sede de los nuevos ceutros de
enseñanza.
Carlomagno quiso tener en su propio palacio una escuela
que sirviese de modelo, la llamada escuela palatina, a la que
3trajo los hombres más cultos de la época. De esta suerte, reunió·
se en la corte del emperador un círculo internacional de sabios
y de poetas entre los que se destacaron el anglosajón Alcuino,
el franco Eginardo y el lombardo Pablo Diácono.
Alcuino, fué el verdadero jefe del cenáculo intelectual de
Carlomagno, pues actuó durante quince años como organizador
y director de la escuela palatina, destacándose por su erudición
teológica. Eginardo, franco de origen, fué el consejero Íntimo de
Carlomagno. Escribió varios relatos históricos imitando a los au·
tores de la antigüedad. Uno de ellos, que versa sobre la vida de
Carlomagno, constituye una utilísima fuente de información sobre
la época.
Pablo Diácono, nativo de Lombardía, se destacó también co·
mo historiador, describiendo en minuciosas crónicas la historia
del reino lombardo. La curiosa amistad de Pablo con el vencedor
de sus compatriotas surgió de una visita que hizo Pablo a CarIo·
magno para solicitarle el perdón de un hermano, que había par·
ticipado en una rebelión contra los francos. Atraído por su edu-
cación y su cultura Carlomagno le convirtió en uno de sus prin-
cipales consejeros.
El lenguaje empleado en todas las obras literarias de la épo-
ca carolingia, así como el usado en la enseñanza, era el latín,
considerado por los hombres cultos de aquella época como el
idioma por excelencia, el único propicio para la expresión inte-
lectual.
En ' las escuelas se estudiaron y se copiaron con cuidado
manuscritos antiguos; se redactaron alguna.s crónicas y anales de
acontecimientos contemporáneos; se escribieron recopilaciones y
breviarios de libros religiosos. Es, precisamente, en la ejecución
material de estas obras manuscritas que se advierte una intere·
sante manifestación artística, fruto de la prolijidad caligráfica y
del primor delicado con que se iluminaban y adorna.ban las letras
y páginas de los manuscritos.

88-
Como puede observarse, en la época de Carlomagno tuvo lu-
gar un sensible progreso cultural. Pero este progreso no fué, ni
muy profundo. pues no pasó de un despertar, ni muy duradero,
porque después de Carlomagno nuevas invasiones y guerras aca-
baron con la paz y el orden que habían estimulado dichos ade-
lantos.
El prestitdo de Carlomagno. - El prestigio de Carlomagno
irradió más allá de las fronteras de sus dominios. Los emperadores
bizantinos reconocieron su poder, y varias veces enviaron emisa-
rios a tratar con él. Los propios musulmanes lo consideraron co-
mo el más grande guerrero cristiano, y el califa Harun-al-Raschid
le envió una embajada, que viaió desde Bagdad hasta el Rín, para
saludar al emperador de occidente y entregarle riquísimos pre-
sentes.
La fama de CarIomagno se extendió tanto en el tiempo como
en el espacio. En efecto, los acontecimientos posteriores a su
muer Le, las luchas, las invasiones, la miseria, contribuyeron a
realzar todavía más su figura. El recuerdo magnificó entonces la
obra verdadera del restaurador del Imperio de occidente v creó
una leyenda de Carlomagno, que la poesía medieval embelleció y
enriqueció cada vez más, convirtiéndolo en el protagonista heroi-
co de episodios inverosímiles.

El desmembramiento del Imperio. Las causas del des·


membramiento. - La unidad del Imperio no duró mucho. Apenas
treinta años después de la muerte de Carlomagno, sus nietos se
repartieron, por el tratado de Verdún (843), los territorios im-
periales. Varias causas contribuyeron a precipitar la división del
imperio.
En primer lu~ar, su vasta extensión territorial, no compen·
sada por la existencia de buenas vías de comunicación como aqueo
Has que sirvieron a Roma para consolidar la unión de sus pro-
vincias.
En segundo lugar, la diversidad de razas y de costumbres de
las poblaciones integrantes del Imperio. que no podía ei'fumarse
en 1'1 c-urso de una sola generación. Entre los habitantes de Galia,
de Italia y de Germania, no existía. en efecto, otro vínculo de
identidad que su común religión cristiana. En cuanLo a la unidad

- 89-
de administración establecida por el Imperio, fué efímera y
superficial, porqu~ los condes, después de la muerte de Carlomag-
no, tendieron a transformarse en gobernadores hereditarios de sus
provincias, de modo que, en lugar de actuar como agentes impe-
riales unificadores, fueron agentes estimuladores del localismo.
En tercer término, colaboró también la supervivencia de la
costumbre franca de dividir los territorios del estado entre los hi-
j os del monarca.
A esas causas de orden interno cabe agregar un hecho exter-
no: las nuevas invasio-
nes de bárbaros paga-
nos que, en los siglos
[X y X, agitaron conti-
nuamente la Europa
carolingia.
Los 5ucesores de
Carlomagno. El trata-
do de Verdún (843).
- El hijo de Carlo·
magno, Luis el Piado-
so, le sucedió en el
trono (814-840) _ En
los últimos años de su
reinado tuvo que 3U-
frir las reyertas de sus
hijos Lotario, Carlos
EL REPARTO DE VERDÚN. el Calvo y Luis el
Germánico, que dispu-
taban anticipadamente respecto a la distribución de la herencia
paterna. La muerte de Lujs el Piadoso agravó la contienda. Sw;
dos hijos menores, Luis y Carlos, se unieron contra Lotario, que
deseaba mantener en su provecho la unidad del Imperio, y lo
derrotaron en la batalla de Fontenay (841). Dos años después de
esta batalla, los tres hermanos firmaron el tratado de Verdún
(843), en el que se especificaba la parte del Imperio que debía
corresponder a cada uno.
A Luis el Germánico le tocó la zona del este del Rin. con UD
pequeño trozo de la orilla izquierda del mismo río, al o88te de
la ciudad de Maguncia.

- 9Q-
A Carlos le tocó la zona del oeste de los ríos Escalda, Saona
y Ródano.
. Lotario quedó con la parte norte de Italia y una delgada faj a
de tierras que se extendía de los Alpes a las bocas del Rín, y
separaba así los reinos de sus dos hermanos. Con.servó, además,
el título de emperador, sin que ello le atribuyera autoridad efec-
tiva sobre sus hermanos, que gobernaron sus estados como mo-
narcas independientes.
El tratado de Verdún separó, como se ve, la Germania de la
Galia. Estas dos regiones habían estado unidas bajo los merovin·
gios y los carolingios, pero existían entre sus habitantes marcadas
diferencias de raza y de lenguaje. En la época del reparto de
Verdún se designaba todavía a los dos países con el nombre de
reino de los irancos de occidente y reino de los francos de orien-
te. Pero, en el curso del siglo siguiente, dichos nombres fueron
sustituídos por los del reino de Francia y reino de Germanía. En
cuanto al reino de Lotario o Lotaringia, se dividió rápidamente en
¡:oequeños reinos: Italia, Borgoña, Lorena 1, Pr ovenza.
Los últimos carolingios. - El siglo posterior al tratado de
Verdún constituye uno de los períodos más agitados de la historia
de Europa. Por un lado, nuevas invasiones sembraron la confu-
sión y el desorden en Occidente. Por otra parte, las constantes
rivalidades y luchas entre los reyes carolingios contrihuyeron a
debilitar la fuerza de sus respectivos estados y a aumentar en ellos
el poder de los grandes señores.
A fines del siglo IX, un monarca carolingio llamado Carlos
el Gordo, unificó, pasajeramente, los territorios del antiguo im-
perio, pero careció de condiciones para consolidar tal situación,
)'. nuevamente, se separaron los distintos reinos, Francia, Germa-
nía, Italia, así como los pequeños estados de Burgundia, Lorena
y Provenza, ubicados entre Francia y Germania.
En estos estados, los principes carolingios no alcanzaron a
gobernar mucho tiempo, pues fueron sustituídos por príncipe!!
locales.
Así, en Germania, la dinastía carolingia se extinguió en el
año 911, y en su lugar ascendió al trono el duque de Sajonia,

1 Lorena es una contracción del .nombre Lotaringia.

- 91-
uno de los más importantes nobles del reino. En Francia acon·
teció algo parecido. La debilidad de los reyc'S carolingios, real-
zada por su incapacidad para defender los terrilorios de Francia
de los invasores, les hizo perder su prestigio. Por ello, en el
año 987, los principales señores del reino eH¡deron monarca
a un noble llamado Hugo Capeta, que fué el fundador de una
dinastía que había de gobernar en Francia durante mas de ocho-
cientos años.
Poco más de un siglo después de la desaparición de Carla-
magno, nada subsistía de su obra política. La unidad imperial
había sido definitivamente quebrada, y en su lugar existían diver-
sos reinos con dinastías locales. Con el desmembramiento del im-
perio de Carlomagno quedó frustrado el intento de unificar toda
la Europa católica de occidente bajo un solo soberantl.

-92-
CAPITULO VI
LAS INVASIONES DE LOS SIGLOS IX Y X
Y EL FEUDALISMO

El feudalismo; causas que lo provocaron. - Durante


los siglos IX y X nuevos pueblos invasores se lanzaron al asalto
de la Europa carolingia, como cinco siglos antes lo hicieran ger-
manos y hunos con el Imperio romano.
Pero estas invasiones no fueron, como las del siglo V, mi-
graciones de pueblos que buscaban tierras nuevas donde esta-
blecerse, sino más bien incursiones de bandas rapaces atraídas
por la oportunidad del pillaje y la esperanza de fructuosos sa-
queos. Todos los invasores eran de religión extraña a la cristiana
y provenían de las tres extremidades de Europa, norte, sur y este.
En consecuencia, atacaron por todas las fronteras a la vez.
Los normandos, procedentes de Escandinavia, atacaron, de
preferencia, la zona occidental ribereña del m.!!r del norte y del
océano Atlántico.
Los piratas sarracenos, procedentes de España y de las costas
del África, asolaron por el sur las riberas europeas del Medite·
rráneo.
Los eslavos y los húngaros avanzaron sobre la frontera orien·
tal de Germania.
Estas invasiones desorganizaron profundamente la Europa
carolingia y agravaron la crisis producida por el desmembra-
miento del Imperio. El desorden y la inseguridad de vida que ellas
provocaron contribuyeron decisivamente al surgimiento del feuda-
lismo, nombre con que se conoce el régimen que imperó en la Eu-
ropa de occidente durante la baja Edad Media o sea desde el siglo
X en adelante.
-00-
tos normandos. - Los normandos, como lo indica iClU
nombre, que significa hombres del norte, procedían de las comar.
caso de la Europa sep-
tentrional, Escandinavia
y Dinamarca. Eran de
origen germánico, de la
misma raza, por lo tan-
to, que los pueblos que
habitaban la Germania,
pero mientras que éstos
se habían civilizado y
cristianizado, los escan·
dinavos continuaban too
De F. O. Tlappo¡n. davía en estado de bar-
BARCO NORMANDO. barie y paganismo. Ha·
bitantes de las ribera~
del Báltico, especie de mar Mediterráneo del norte de Europa,
se habían convertido en muy hábiles y audaces marinos.
Desde principios del siglo IX los pi-
ratas normandos comenzaron a asolar
las costa!! de las Islas Británicas y de
Francia. Tripulaban sus rápidos barcos,
de 20 a 30 metros de largo, capaces de
transportar hasta 60 guerreros, que com-
batían baj o las órdenes de un jefe lla·
mado Viking. Estas pequeñas bandas des·
embarcaban de improviso, saqueaban
las aldeas, asaltaban las iglesias y . mo·
nasterios y luego, enriquecidas con los
despojos de los vencidos, navegaban de
regreso a su país de origen. Pero esta
táctica no duró mucho tiempo. En lugar
de realizar expediciones fugaces de pi-
ratas que saqueaban y huían, los nor:
mandos comenzaron a establecerse, de'
mndo permanente, en algunos parajes De Oh. ACllckinle/l.
de la costa, desde donde remontaban el BARCO NORMANDO.
curso de los ríos y extendían el radio MASCARÓN DE PROA DE UI'(

-94
de aCClOn de sus correrías hasta el interior del país. De ese
modo, mantuvieron en jaque, durante doscientos años, a las po·
blaciones de la Europa de occidente. Ciudades tan alejadas entre
sí como Hamburgo, París, Londres, Burdeos, Cádiz, Valencia, Pi-
sa, sufrieron sus ataques. No hubo, pues, comarca en la que no
penetraran. Hasta en la Europa oriental se hicieron sentir sus co-
rrerías, pues llegaron por el Mediterráneo a los puertos bi-
zantinos y desde el Báltico penetraron por los ríos del norte en
lo que habría de ser más tarde Rusia.
Pero los dos países que en forma más continuada soportaron
la invasión normanda, y en los que, por tanto, éstos ejercieron
influencia más profunda, fueron Francia
y las Islas Británicas.
En las Islas Británicas, los escandi·
navos, y en especial los daneses, influ·
yeron de modo decisivo, pues en cierto
momento, llegaron ,a dominar todo el
país.
Durante la primera mitad del siglo
IX se contentaron con el saqueo siste·
mático de las poblaciones ribereñas de
Irlanda, Escocia y de la parte sur de la
isla, donde los anglosajones establecidos
desde el siglo V, habían organizado siete
pequeños reinos.
A fines del siglo IX, habían conquis·
tado ya gran parte del territorio de Ir·
landa y de los reinos anglosajones. Pero
8U triunfo total fué obstaculizado por la
energía guerrera de Alfredo el Grande, De W. Go.tz.
rey de Wessex \ que consiguió recha- ALFREDO EL GRANDE.

zarlos hacia el norte. Sin embargo, un


siglo después de la muerte del rey Alfredo, comenzó de nuevo
el ataque de los daneses, que, acaudillados por su rey, Canuto
o Knut, consiguieron adueñarse de toda Inglaterra. Knut do-
minaba además Dinamarca y Noruega, de modo que Inglaterra
integró en ese entonces un gran estado escandinavo, que Knut go-

1 El más importante, en ese entonces, de los reinos anglosajones.

- 9li-
hernaba desde Londres, donde hahía establecido su capital. Este
reino, compuesto por países a íos que separaba el mar, sólo duró
lo que la vida de su creador. A la muerte de Knut. Inglaterra se
separó de Dinamarca. Los daneses establecidos en la isla se cris-
tianizaron y se mezclaron tan Íntimamente con los sajones que
acataron el gobierno de una dinastía sajona, que subsistió hasta
1066. Las invasiones escandinava~ ejercieron gran influencia so-
bre Inglaterra, pues. contribuyeron a unir los siete pequeños esta-
dos anglosajones en un solo estado, colaborando así en la unifi-
cación política de Inglaterra.

Establecimiento de los normandos en Francia.-


Francia fué atacada incesantemente por los normandos durante
casi dos siglos. Saquearon repetidas veces las principales ciudades
del reino y llegaron a sitiar a París en el año 887. Poco a poco,
los normandos se fueron estableciendo en la región del bajo Se-
na_ Hacia el año 911, los normandos allí instalados, obedecían a
un jefe único llamado Rolón, quien se había apoderado de la
ciudad de Ruán y sus alrededores. Era rey de Francia, el- carolin-
gio Carlos el Simple, quien afanoso por eliminar el peligro nor-
mando, decidió convertir al poderoso Rolón en su súbdito y alia-
do otorp:ándole el título de duque con autoridad sobre toda la
región del Sena inferior, llamada Normandía. Le djó además
la mano de su hija, pero exigió, en cambio, que Rolón,
con sus guerreros. se convirtiesen al cristianismo y defen-
diesen al país de los ataques de otras bandas normandas. Defi-
nitivamente ubicados en Normandía, los compañeros de Rolón
muy pronto adoptaron la civilización de su patria de adopción, de
tal modo que, al cabo de una generación, habían asimilado. ade-
más de su religión. la lengua y las costumbres de Francia. El du-
cado de Normandía desempeñó un papel importantísimo en la
posterior historia de Francia e Inglaterra, pues uno de sus duques.
Guillermo el Bastardo, conquistó Inglaterra el año 1066 y fundó
allí una dinastía franco-normanda.

Húngaros, Eslavos y Sanacenos. - Paralelamente a las


invasiones normandas, que se hicieron sentir de preferencia por
el oeste, los eslavos y los húngaros hostilizaron el flanco oriental
de la Europa carolingia.
Los eslavos eran el grupo de indoeuropeos que vivían al este
de Germania. No habían tomado parte en las invasiones del si-
glo V, pero, a partir del siglo VI, empezaron a desplazarse hacia
el sur, donde lucharo n con los bizantinos, y más tarde hacia el
oeste, donde tropezaron con el reino de Germanía.
Los princip ales pueblos eslav08 que avanzaron hacia el oeste
fueron los polacos, los checos y los eslovacos; los que avanza-
ron hacia el sur, como ya se ha visto en la historia de Bizancio,

Los PUEBLOS DEL ESTE DE EUROPA.

fueron los servws, croatas, eslovenos y los búlgaros eslavizados.


En el este quedaron los pueblos eslavos que formaro n más tarde
la nación rusa.
Los húngaros o magiares eran pueblos extraños al grupo in-
doeuropeo. Provenían del Asia y eran del mismo origen que los
hunos, los ávaros y los búlgaro s, aunque estos últimos concluye-
ron por eslavizarse. Penetra ron en Europa y se introdu jeron como
una cuña en la masa eslava, separan do a los eslavos del oeste

....... i7 .....,.
de los del sur. El reino de Germimia fué atacado simultáneamente
en el siglo IX por los polacos, checos, eslavos y húngaros. Estos
últimos, sobre todo, fueron los enemigos más temibles, pues eran
guerrer os indómitos y feroces que se complacían en el saqueo y
el exterminío. Varias veces las bandas húngara s atravesaron Ger·
manía siguiendo la vía danubia na y llegaron a devastar las tie-
rras. del otro lado del Rin. Sus crueldades les hicieron tan temi-
bles que, por muchos años, su recuerdo no se borró de la memo-
ria de los habitantes de Germania, que convirtieron a los húnga-
ros (ogros) en los persona jes malvados de los cuentos infantiles.
Durant e los siglos IX y parte del X, el reino de Germania fué
azotado incesantemente por los invasores. Pero a mediados del
siglo X, ocupó el trono de Germanía un gran guerrero, Otón 1
el Grande (936·97 3), que reorganizó las fuerzas de su reino y
contuvo las invasiones del este. Su mayor victoria fué la obteni-
da contra los húngaro s, a quienes infligió tan tremendo castigo
en la batalla de Lerch, que nunca más intentar on penetra r en
Germanía, termina ndo por establecerse, de manera definitiva, en
la zona del curso medio del Danubio, que recibió de ellos el
nombre de Hungrí a.
época.
El rey Otón 1 el Grande fué una de las grandes figuras de su
hacerse
Sus conquistas en Italia le permitieron, como se verá más adelante, A raíz
coronar emperador en Roma, como antes lo hiciera Carlomagno.
ado Sao
de esto, el n!"lllO de Germania se convirtió en un imperio denomin el más
ero Imperio romano germánico (962), y fué durante unos siglos
importante estado de occidente.
La invasión de los sarracenos. - Del mundo musulmán tamo
bién surgier on nuevas olas invasoras. No se trataba, como en la
gran expansión musulm ana del siglo VII, de un movimiento or-
ganizado de conquista, sino, más bien, de expediciones de rapiña
empren didas por piratas que salían de las costas berberisr.as de
Africa. Llegaro n incluso a conquistar la isla de Sicilia, pero el
princip al resultado de sus correría s ¡ué la interrupción del comer·
cio por el mar Mediterráneo.
Consecuencia de las invasiones. Los feudos. - Las in·
vasiones úe los siglos IX y X tuvieron importantes consecuencias
política s y culturales.
Desde el punto de vista cnltural provocaron un sensible re·
U'Qceso, pues las luchas y la anarquí a, continuadas dur~nte ~os
siglos, detuvieron el proceso de restauración cultural que gra-
dualmente se había ido desarrollando en el Occidente desde que
cesara el aluvión invasor del siglo V. Las nuevas inva1!iones re-
iniciaron una época de terror, de confusión y de miseria, y así
quedó destruída la obra de cuatro siglos (V a IX) de lentos pro-
gresos.
Sin embargo, las invasiones, que tan deplorables efectos pro-
dujeron en el Occidente, contribuyeron al progreso de los pue-
blos invasores, que terminaron por adoptar la religión cristiana.
abandonar sus costumbres bárbaras y organizar reinos estables.
El cristianismo salió, pues, en última instancia, victorioso de
la dura prueba a que lo sometieron las nuevas invasiones, pues
logró extenderse por las regiones del norte y del este de Europa,
donde hasta entonces había imperado el paganismo .
.Los feudos. Desde el punto de vista político, las invasiones
aceleraron la formación del régimen feudal debilitando la auto-
ridad de los reyes y enalteciendo en cambio la de los jefes locales.
Esta sustitución de la autoridad nacional de los reyes por el
poder local de los señores, fué uno de los caracteres típicos del
feudalismo, resultante, más que nada, como se dijo, de la confu-
sión y el desorden engendrados en Europa occidental por las in-
vasiones/
En efecto, en la época caótica de las invasiones, los reyes no
fueron capaces de defender efica2lmente sus estados. ~ltaban bue-
nas vías de comunicación que facilitaran la defensa simultánea
de todo el país por las milicias reales.: Además, no exístían ejér-
citos permanentes y disciplinados, pues los reyes. acostumbraban
pagar los servicios militares entregando tierras a los jefes a cam·
bio del reclutamiento de tropas 1, y, en consecuencia, cuando ya
no tuvieron más tierras que repartir, el ejército se dividió en pe-
queños grupos que sólo obedecían a sus caudillos locales, duques,
condes o marqueses. ~stos, que oficiahnente eran funcionarios del
rey, dejaron de obedecerle, y cada uno se condujo en su territo-
rio como si fuera el soberano de un pequeño estado indepen.
diente, acostumbrándose a transmitir a sus hijos sus títulos. y sus
funciones, sin que los reyes intervinieran para nada. Dentro de

1 Las tierras recibidas bajo esta condición se llamaban beneficios,

- 99-
cada reino se formaron, así, núcleos territoriales en los que la
autoridad cra ejercida por UlI sellor ]ncal , dueño de grandes pro-
piedades y jefe de una banda de guerra.
La defensa del país quedó así librada a la acción de esos
señores locales. Ellos fortificaron sus moradas, rodeándolas de
empalizadas y de fosos, detrás de los cuales hallaban también
refugio, en caso de ataque, los paisanos de los alrededores con sus
familias y rebaños. A cambio de esos servicios de protección y de
defensa exigieron acatamiento a su poder, y, por lo tanto, su au·
toridad reemplazó paulatinamente en cada localidad a la de los
rey e!!,.
Para recompensar la ayuda militar de sus auxiliares, así
como para asegurar en el futuro la prestación de esos servicios,
los nobles soliarr entregar a sus compañeros de armas la propie·
dad de una porción de sus tierras, a cambio de la obligación de
seguirlos en la guerra. Todas las tierras que una persona recibía
de otra, y cuya propiedad estaba condicionada al cumplimiento
de ciertos servicios, especialmente de carácter militar, recibieron
el nombre de feudos.
Este modo de la propiedad feudal de la tierra fué la base de
una serie de relaciones personales. El que daba la propiedad era
llamado señor, y el que la recibía, vasallo.
Poco a poco, todos los propietarios de tierras quedaron vino
culados por los ,lazos del vasallaje. Aque.Ilos mismos que origina.
riamente no habían recibido su tierra de otro, se vieron obligados
a obtener la protección de un señor más poderoso que ellos, por·
que, o necesitaban de su auxilio para defenderse de ataques ex·
traños, o les era conveniente transformarlo en protector para des·
cartarlo así como enemigo. Entonces, para granjearse su ayuda,
les entregaban sus tierras, cuya propiedad les era devuelta a con·
tinuación, pero en carácter de feudo, es decir, condicionada a
la obligación de prestar los servicios feudales.
La geLeralización del vasallaje creó un nuevo tipo de orga-
nización en la cual los hombres aparecían subordinados unos a
otros en una vasta escala, cuyo primer peldaño era el rey. A esta
nueva organización política y social se llamó el feudalismo.
-","El régimen feudal. - El origen de la palabra felLdo, de
la cual deriva feudalismo, es controvertido. Algunos sostienen BU

-100 -
I -' ''D~ ' ~~~~;'~.~v~ i "L-

origen latino y le atribuyen el signHicado de "fidelidad". Otros,


la hacen derivar de una palabra germana que l>ignifica " tierra re-
cibida en recompensa".
Desde el punto de vista político, el feudalismo se caracteri-
zó por el debilitamiento del poder real y el predominio de los
señores locales. _
Desde el punto de vista social, se caracterizó por el predo-
minio de una aristocracia guerrera, basada en la propiedad de la
tierra. Los señores feudales, dueños de grandes dominios terri-
toriales, en los que trabaj aba para ellos una masa campesina de
villanos, formaron una clase privilegiada dedicada a la vida mi-
litar y cuyos integrantes se hallaban vinculados entre sí por una
serie de obligaciones que constituían el vasallaje.
El feudalismo se desarrolló en las comarcas que habían in·
tegrado el imperio de Carlomagno, es decir, Francia, Germania y
norte de Italia; pero s.e extendió también, con más o menos in-
tensidad, a los otros estados de la Europa católica: Inglaterra,
Escocia, reinos Escandinavos, Polonia, Hungría, Bohemia y a los
pequeños reinos cristianos formados en el norte de España a
expensas de los musulmanes.
El contrato feudal. - La concesión de un feudo era un ver-
dadero contrato, por el cual el señor y el vasallo contraían obli-
gaciones recíprocas. Por eso se realizaba con ciertas formalida-
des que destacaban de modo simbólico el nacimiento del contra-
to feudal. Estas ceremonias eran el homenaje y la investidura 1.
El homenaje era el acto por el cual el vasallo, arrodillán-
dose ante el señor y tomándolo de las manos, juraba solemnemente
serIe fiel y reconocerle siempre como su dueño. Así se convertía
en "su hombre", que es lo que justamente significa la palabra
homenaje.
La investidura era el acto de concesión de la propiedad al
vasallo. Generalmente, el señor le entregaba una rama, un pen-
dón o cualquier otro objeto representativo del feudo otorg~do.

) El régimen feudal se basaba en la costumbre, y, en consecuencia,


las prácticas feudales diferían bastante según los países, y hasta según
las regiones de un mismo país. Pero ciertas costumbres feudales se repe.
tian de modo casi idéntico en todo el Occidente.

- 101-
El señor que concedía el feudo no perdía todos ~us derechos
sobre la tierra entregada. Ésta volvía a su poder si el vasallo no
cumplía las obligaciones contraídas o si moría sin herederos. Si
el vasallo dej aba descendientes, la costumbre admitía que el feudo
pasase a su hijo mayor, siempre que el señor reconociese tal
situación. Por lo corriente.
el señor así lo hacia, exi-
giendo, en cambio, la e!1-
trega de lo producido en el
feudo por un año. Pero es-
ta exigencia desapareció con
el tiempo y, entonces, que-
dó incondicionalmente reco-
nocido el derecho a la trans-
misión hereditaria de lo~
feudos.
Las obligaciones feuda-
les. - El contrato feudal
engendraba una serie ce de-
De H. H ... bll. beres entre señores y vasa-
ESCENA DE HOMENAJE. llos. El señor debía al va-
(Sello del siglo XIll). sallo protección y justicia.
La incripción dice: Sigillum Raimundi Si el vasallo moría, el señor
de Monte Dracone. Es el sello del ca- tomaba bajo tutela a sus hi-
ballero francés Raimond de MODtdra-
gon, pero esta inscripción está en j os menores de edad, se pre·
latín, que continuaba siendo el idioma ocupaba de casar a sus hi.
culto de la Europa cristiana de jas y velaba por la tran-
occidente. quilidad de su viuda.
Los vasallos, en cam-
bio, estaban obligados a prestar el servicio militar o de hueste,
ayudarlo pecuniariamente en ciertos casos y auxiliarlo siempre
con sus consejos.
El servicio militar era, por supuesto, en aquella época de
violencia y de guerras, la obligación más importante del vasallo.
En un principio éste debía servir al señor en cualquitr tiem-
po, pero, paulatinamente, se fueron reglamentando sus obliga-
ciones militares, hasta circunscribirlas a un plazo de cuarenta días
por año. Incluso le fué permitido al vasallo exonerar~.e del servi·

- 102-
cio de hueste, pagand o una suma, con la cual el señor alquila ba
en su reemplazo los servicios de soldado s mercenarios.
Las ayudas financieras debidas por el vasallo sólo se exigían
en casos especiales, que variaba n según las costumbres de cada
locltlidad. Pero era usual requeri r dichos pagos en los cas.os si-
guientes: para resca-
tar al señor si éste era
hecho prision ero; pa-
ra el casamiento de su
hija mayor y para
equipar a su primogé-
nito cuando era arma-
do caballero.

- El gobierno del
feudo. - Todo señor
de U\n feudo ejercía,
en los límites de sus
dominios, una serie de
funciones que en nues-
tros tiempos sólo in-
cumben al estad\>.
El señor adminis-
traba justicia \ hacía
acuñar moneda, dicta-
ba reglame ntos que
eran acatados en todo
el señorío, mantenía
un pequeño ejército De G. Ducoudra v.
con el que se lanza- GUERREROS DEL SICLO X.
ba a la guerra contra
otros señores cuando así le placía, y exigía impuestos que por lo
general consistían en contribuciones aplicad as a los mercaderes

1 Las costumbres feudales atribuían


a los pequeños señores sólo el
ejercicio de lo que se llamaba en aquellos tiempos baja justicia,
el castigo de delitos de poca monta, como robos o peleas, por o sea
ejemplo.
En cambio, los grandes señores poseían también la alta justicia,
que les
pemiltía castigar cualquier clase de culpables, que generalm
ente erau
condenad08 I la horcl.

-108 -
que pasaban por sus tierras, o en la talla, impuesto que recaia
sobre todos los habitantes del dominio.
El castillo era el centro donde se reunía la corte del señor
formada por sus vasallos. Rodeado por ellos, el señor adminis-
traha justicia y recibía sus consejos cuando necesitaba adoptar
una resolución importante, especialmente de la guerra contra otro
feudal.
Cada feudo o señorío constituía, pues, un pequeño mundo,
en el cual la autoridad local de un hombre sustituía a la autori·
dad general del estado.
El feudalismo y los reyes. - La organización feudal de la
sl\ciedad debilitó el poder de los reyes, que perdieron toda auto·
ridad general y directa sobre su reino.
En el estado feudal el rey era considerado, simplemente, el
primero de los señores o, como se decía en aquel entonces, "el
primero entre sus pares" (iguales). Como tal, era el jefe de todos
los propietarios de feudos, pero su autoridad sólo se ejercía sobre
ellos al modo feudal, condicionada y limitada por el contrato de
vasallaje. Sus vasallos directos le debían el servicio de hueste, el .
consejo y las ayudas. Cumplidas estas obligaciones gobernaban
sus feudos con prescindencia de toda intervención del monarca...-
La autoridad real no se extendía a todo el reino. No había
una administración común, ni impuestos generales para todo
el país, ni justicia . aplicada por funcionarios reales. Los reyes
no poseían siquiera un ejército nacíonal y permanente, pues sus
vasallos sólo le debían el servicio militar durante cuarenta días
de'l año. Sus huestes acompañaban al rey a la guerra bajo el
mando de su propio !'eñor. En estas condiciones faltaba unidad al
conjunto, que más que un ejército disciplinado era una amalgama
heterogénea de bandas guerreras. -
- El feudalismo destTuyó, pues, la unidad del estado, al que
disgregó en una serie de pequeñas soberanías locales. Cada pro·
pietario feudal ejercía dentro de su feudo, como ya se ha dicho,
todas las funciones de gobierno, impuestos, justicia, policía, etc.
Por eso, el feudalismo puede definirse, en su aspecto político,
como una forma de gobierno basada en la propiedad de la tierra.
Cada dueño de tierras era soberano en ellas. ~
_ Pero, aunque el régimen feudal restó fuerza y funciones a la
mon uquía, el título real mantuvo cierto prestigio moral, pues el
-104 -
ftiy éta el señor de més rángo en el escalafón feudal,
senor de
lodos los señores y vasallo de ninguno. -
- Durante los siglos XI y XII, que señalaron la época del apo-
geo señorial, los reyes fueron débiles ante la fuerza del sistema
feudal. Pero, a partir del siglo XIII, la monarq uía aumentó gra-
dualmente su poderío y comenzó a imponer su efectiva y abso-
luta autoridad en todo el ámbito del reino . ...
_ A fines de la Edad Media, pues, el feudalismo declinó como
sistema político. Empezó el ocaso del poder de los señores frente
a la fuerza creciente de los reyes. El estado monárquico sucedió
l!ntonces al estado feudal. _

-106 ~
CAPÍTULO VII

LA SOCIEDAD FEUDAL

Caracteres de la sociedad feudal. - La sociedad feudal


estaba constituída originariamente por tres clases absolutamente
distintas en sus actividades, en sus obligaciones y en sus costum-
bres: los nobles, los clérigos y los campesi,ws o villanos.
Los nobles tenían a su cargo las tareas gue"reras; los cléri-
gos, lo concerniente a la vida religiosa; los vill.nos, la labranza
y las faenas manuales.
La nobleza y el clero disfrutaban de grandes privilegios y
monopolizaban la propiedad de la tierra. La nobleza basaba, ade-
más, su poderío en la fuerza militar; el clero, en su prestigio re-
ligioso y cultural.
Los villanos, en cambio, ocupaban un rango social inferior,
y sus obligaciones eran mucho más numerosas que sus derechos.
trabajaban los grandes dominios s.eñoriales, y en retribución de
esa tierra que se les cedía para su trabajo y de la protección que
se les dispensaba, debían múltiples servicios y prestaciones a sus
señores.
Después del siglo XI, otra clase social comenzó a surgir y
adquirió cada vez mayor importancia: la constituída por los ha-
bitantes de las ciudades o burgueses. Dedicados al comercio y a
la industria, éstos adquirieron riquezas en dinero y fueron un
poderoso factor en la transformación económica y social ae la
Europa de occidente.
Los SEÑORES

La nobleza feudal. - La nobleza feudal estaba Íntimamen-


te vinculada a la propiedad de la tierra, pues de acuerdo COD lu

-101 -
ideas imperantes en aquella época, la tierra ennobleda. Por ello se
decía en Francia: "no hay tierra sin señor, ni señor sin tierra".
Todo pos.eedor de un feudo era noble, pero la mayor o menor
importancia de los feudos contribuyó a establecer diversos grados
en la nobleza. Los nobles más encumbrados eran los duques, con·
des y marqueses, poderoso!!, señores que sólo rendían homenaje a
los reyes y de quienes dependían numerosos vasallos. Poseían
vastos territorios, defendidos por fuertes castillos. Su residencia
era centro de una corte semej ante a la de los reyes. En caso de
guerra, levantaban contingentes militares de un poder a menudo
superior al de lo!! propios monarcas. Estos grandes señores recio
bieron en Francia la denominación de pares 1.
Por debajo de esta alta nobleza se hallaba otra de menor
jerarquía, la de los llamados en Francia barones, y en España
ricos-hombres, quienes a s.u vez recibían el homenaje de señores
de inferior categoría, poseedores de feudos más pequeños. Estos
últimos constituían la pequeña nobleza y eran llamados castella-
nos, hidalgos o caballeros 2.
Cualquiera que fuese el rango de un feudal, desde el más
encumbrado y poderoso duque, hasta el más. modesto castellano,
todos integraban la clase nohiliaria y todos eran para el campe·
8ino "el señor", título que genéricamente daban los humildes a
los nobles feudales.

El castillo. - En el paraje más elevado del dominio feu·


dal, se alzaba el castillo, morada del señor y, al mismo tiempo,
centro de protección para todos los que trabaj aban en sus tierras.
Verdadero símbolo arquitectónico de una época de luchas y
desórdenef', el castillo feudal era, sobre todo, una fortaleza. Los
primeros castillos surgieron en la época violenta de las invasio-
nes de los siglos IX y X. En un principio fueron sencillos edi-
ficios de planta cuadrada, construídos con madera y rodeados por
una sólida empalizada de estacas. Pero a comienzos del siglo XII,

1 También se les daba el título genérico de príncipes. Pero esta desig-


nación se reservó más tarde para los nobles de sangre real.
2 Como los noLles combatían a caballo, el término caballero se con-
virtió más adelante en sinónimo de noble.

- 108-
la piedra sustituyó a la madera como material constructi'iO, pue8
los pesados proyectiles lanzados por las catapultas, nueva arma
introducida en Occidente a raíz de las cruzadas, fácilmente des·
truÍan las empalizadas primitivas. En consecuencia, el castillo se
transformó en una sólida mole de piedra, a la que posteriores
perfeccionmientos arquitectónicos convirtieron en una construc·
ción maravillosamente adecuada para resistir rudos ataques y
asedios prolongados.

De J. B.. Br.tUteli.
CATAPULTA MEDIEVAL.

Esta catapulta constaba de un arco (A), cuya cuerda (B) se estiraba por
medio de un cilindro (C), al que se aplicaba una manija (D). Se colocaba
entonces una piedra o una bola de hierro candente en el cucharón (F).
Con la cuerda (E), se soltaba el arco, que arrojaba con fuerza el proyectil.

Los castillos se construían generalmente en la cima de coli·


Das o en lugares abruptos, desde los 'cuales la defensa era más
fácil. Una cintura de gruesas murallas de 3 y 4 metros de espesor
y hasta 15 de altura rodeaba al castillo. A los pies de las murallas
corría un ancho y profundo foso lleno de agua, que constituía
un serio obstáculo, difícil de salvar para los agresores. El foso

109 -
sólo podía cruzarse por un puente levadizo que conducía a una
gran puerta abierta en las muralla s. Mediante unas pesadas ca-
denas manej adas desde el interior del castillo se podía alzar el
puente levadizo hasta adosarlo verticalmente a la muralla , de tal
modo que el propio puente cerraba así la únicá abertur a de ac-
ceso . al edificio. Ésta se hallaba además protegi da por una rej a
levadiza termina da en agudas puntas de hierro y por una enorme
puerta que cerraba la extremidad del corredor de entrada.

De l. H. Br~ll8led.

PUERTA FORTIFICADA DE UN CASTILLO.

La línea amural lada del castillo constituía una solidísima de-


fensa, reforza da de trecho en trecho por torres salientes, desde
las cuales se podía atacar por el flanco a los sitiadores.
Detrás de esa línea se extendía, en primer término, un amplío
simo patio, en el que se encontr aban los depósitos y las habita-
ciones de servicio. Allí era donde, en caso de guerra, buscaban
refugio los habitan tes del dominio.

-;1.10 -
Otra muralla separaba estas dependencias de un !!,egundo re-
cinto, donde se levanLaba la capilla del castillo y la torre princi-
pal o torreón, que usualmente servía de residencia al señor. En
los sótanos del torreón se encontraban las prisiones. En la planta
baja estaban los arsenales y las habitaciones para los guerreros
que formaban la guardia del señor. Los pisos superiores se ha-
llaban destinados a la
familia señorial. Una
gran cámara servía de
comedor y de lugar de
reunión.
En el mismo recin-
to que el torreón se en-
contraban las caballeri-
zas y las cisternas. Todo
estaba dispuesto de mo-
do que este recinto pu-
diese resistir un largo
isedio si el enemigo con-
seguía adueñarse del
primer patio del casti-
llo. El torreón, de plan.
:a circular y paredes ma·
cizas, era una verdadera
fortaleza ubicada dentro
de otra. Por eso era po·
ca confortable y dema.
siado severo para resi~
dencia. Sus habitaciones ~ De H. Hubv.
eran sombrías; la luz CASTILLO FEUDAl ..
penetraba escasamente (Reconstrucción del castillo de Arques, en Francia)'
por las alargadas y es·
trechas aspilleras que servían de ventanas. En cambio, el viento y
el frío entraban cómodamente por ellas, pues el uso del vidrio sólo
se generalizó en la Europa de occidente después de las cruzadas. Los
nobles rudos y guerreros de la época feudal muy poco se preocupa.
ban de esos inconvenientes. Pero más adelante, después del siglo
XIII se difundió un mayor gusto por la comodidad y el refinamien-
to. Entonces los torreones dej aran de ser la residencia nobiliaria.,

-111-
De J. H. B.tfl8t.d.
ASALTO A UN CASTILLO. (Reconstrucción).
Para vencer la resistencia de los grandes castillos se emplearon máquinas de
sitio como la que il ustra la figura. La torre construida de madera y recu-
bierta de cueros frescos de animales para evitar el peligro de incendio, se
hacía deslizar sobre un camino formado por haces de juncos y troncos de
árboles hasta la muralla. Frente a ella se bajaba un puente que ponía en
contacto la plataforma superior de la torre con el edificio, y por el cual los
Itlcantes intentaban llegar al recinto. Varias escaleras elevaban a la torre.
- 112-
pUIlS los señores hiciet'ol1 construir en el recinto interior de sU!
castillos mansione!l más luí osas y mej or distribuidas.

La vida del señor. - La caza y la guerra absorbían casi


enteramente la vida de los señores.
La caza constituía el placer favorito de aquellos hombres
rudos e ignorantes, acostumbrados al manej o de las armas y a la
vida activa al aire libre.
Gustaban, sobre todo, de la caza mayor: osos, jabalíes, cier-
vos, que practicaban a caballo, armados de arcos, flechas y es·
padas, seguidos por sus jaurías de perr<,s, en los bosques pró.

De J. Robi".o".
CAZA DE HALCONES.
(De un manuscrito del siglo XliI).

xim{)s al castillo, donde estaba rigurosamente vedado a los villanos


matar animal alguno.
Les atraía también la caza de aves, en la que solían emplear
halcones especialmente amaestrados al efecto. El arte de la cetre-
ría (conjunto de reglas sobre la cría, adieslramiento y cuidado
de los halcones) fué así un preciado conocimiento, cuya adqui.
sición no descuidaban los jóvenes nobles.
Juntamente con las cabalgatas y cacerías, la otra diversión
favorita de los señores eran los torneos, que se organizaban en
los patios del castillo o en lugares especialmente preparados al
efecto. Los torneos eran justas de armas que suscitaban en los
protagonistas y en los espectadores todas las emociones de la gue·

-ni -
· tra. Los cabaI1eros que Íntervenian en ellos combaban en duelo
singular o en grupos, a caballo y utilizando la lanza y la espada.
En un principio, fueron espectáculos sangrientos, pero luego
los campeones emplearon en sus desafíos armas corteses, de ma-
nejo menos peligroso, y, en consecuencia, no se expuso tanto la
vida en el combate. El daño se redujo entonces a unos fuertes
golpes o a alguna ruda caída del caballo. Pero el perdedor s.ufría,
además, un daño en su bolsillo, pues se generalizó la costumbre
de que el vencedor adquiriese el derecho de cobrar un pesado
rescate a su adversario.
El señor reposaba de sus guerras y cacerías dentro de su
castillo. A1lí gustaba realizar grandes festines, que se iniciaban

PRELIMINARES DE UN TORNEO.
(De un manuscrito del siglo Xll).

con un copioso banquete en que se servían muchos y diversos pla·


tos.. Las mujeres no estaban excluídas de estas fiestas. En la mesa
ocupaban sus sitios formando pareja con los hombres. Cada pa-
rej a compartía el plato para el alimento y bebía en la misma
copa. No se empleaban los tenedores, cuyo uso se generalizó sólo
a fines de la Edad Media, de modo que los comensales se valían
de sus manos para llevarse los alimentos a la boca.
Durante la comida se realizaban los entremeses, o diversiones
de variada índole, que se ofrecían a los. comensales.
La vida del castillo se alegraba a veces con la presencia de
artistas ambulantes llamados juglares y de cantores llamados tro-
vadores. Los juglares eran hábiles en organizar entretenidos es-
pectáculos, tales como danzas de osos o de monos amaestrados,
juegos de mano o bailes grotescos. Los trovadores cautivaban 8

-114 -
los oyentes con los relatos de las hazañas de Carlomagno, "el
gran emperador de la barba florida", al que la leyenda realzaba
de una aureola heroica, y de otros personajes creados por su
imaginación.
Los castellanos apetecían esos relatos que exaltaban sus sen-
timientos guerreros, y recompensaban con hospitalidad genero-
sa a los trovadores y juglares que llegaban a su castillo.

La caballería. - Las guerras entre señores feudales eran


muy frecuentes., pues éstos no reconocían más ley que la de la
fuerza para resolver sus querellas.
Es verdad que en teoría los vasallos
debían dirimir sus disputas ante el
tribunal de su señor, pero en la
práctica, la violencia de las costum-
bres impulsaba a la guerfll como
solución de cualquier disidencia. Las
guerras señoriale8, multiplicadas al
infinito, causaron tremendo daño y
fueron uno de los más graves ma-
les del régimen feudal. Difícilmen-
te pasaba el año sin que el señor
dejara de hacer la guerra a algún
vecino. Llegada esa ocasión revestía
alegremente su equipo de combate:
casco de hierro que tapaba totahnen-
te la cabeza y la cara, dejando só-
lo dos pequeñas aberturas para ver
y respirar, cota de mallas de hierro
que le recubría enteramente el cuer-
po, larga espada y puñal llamado de
misericordia ceñidos a su cintura, De G. Duocoudf'GII.
ARMADURA DEL SIGLO XIII.
lanza y escudo, en que se hallaba
grabado su blasón.
También su caballo estaba defendido por mallas de hierro
que cubrían sus arneses.
Equipados de tal manera, los caballeros perdían su agilidad
pero eran, en cambio, verdaderas fortalezas vivientes.

-116 -
Los colores y dibujos de sus escudos individualizaban en el
combate a estos guerreros vestidos de hierro. Cada señor tenía
los suyos, y constituían su blasón. Eran cruces de variadas for-
mas, ca~tiIIos. torres, árboles., animales, etc. Estos emblemas se
hicieron cada vez más complicados, pues los señores combinaban
en ellos los blasones de sus linajes paterno y materno. Dichas
combinaciones debían de hacerse de acuerdo con ciertas reglas
preestablecidas cuyo conj unto constituía la heráldica.
Las guerras feudales, que alcanzaron su apogeo en el siglo
XI, disminuyeron luego en los siglos siguientes hasta desaparecer
a fines de la Edad Media. En este decrecimiento paulatino de las
~uerras privadas influyeron, en primer término, la Iglesia y luego
los reyes, que usaron de su fuerza creciente para terminar con los
conflictos señoriales.
La influencia de la Iglesia sobre las costumbres señorialeJ.
- La Iglesia utilizó su gran influencia para moderar y corregir
la rudeza de las costumbres señoriales. La eficacia de su acción
en tal sentido se reveló especialmente en dos instituciones: la
tregua de Dios y la caballería.
La tregua de Dios se estableció en el año 1041, por decisión
de un concilio 1. Por ella se prohibía bajo pena de excomunión
guerrear en los días jueves, viernes, sábado y domingo, así como
también en la fecha de las grandes festividades religiosas. Además
se prohibía matar o mutilar a los siervos e incendiar sus casas
y tierras de labranza y se declaraban especialmente protegidos
por la Iglesia a las mujeres y a los niños.
La tregua de Dios fué, pues, un serio intento de reacción
contra los excesos de la guerra y si bien los preceptos de la tregua
sagrada no siempre contuvieron la violencia feudal, contribuye-
ron poderosamente a humanizar las costumbres.
La caballería. - Pertenecientes por nacimiento a una clase
belicosa, los jóvenes nobles recibían una educación esencialmente
militar. Muy poco se cuidaba la cultura de su espírItu, reducida,
por lo general, a explicaciones sobre los fundamentos. de la reli-

]. Unos años antes la Iglesia quiso imponer la paz de Dios, o sea la


prohibición radical de las guerras señoriales. pero no pudo lo¡rar ese
propósito.

-116 -
glOn y a 105 rudimentos de lectura y escritura que enseñaba el
capellán del castillo.
En cambio, se cuidaba mucho su educación física y su adies·
tramiento en todos aquellos ejercicios aptos para convertirlos en
buenos guerreros.
Pero, a partir del siglo XI la Iglesia agregó a ese exclusivo
aprendizaje militar una preparación de orden espiritual orienta·
da en el sentido de inculcar el respeto a los ideales de justicia,
de prudencia y de generosidad. Es.ta intervención de la Iglesia
en la educación feudal engendró la institución de la caballería,
que fué una herman-
dad militar rIgurosa-
mente seleccionada.
Para ser reconoci-
do caballero, el noble
debía comprometerse
solemnemente a respe-
tar la fe empeñada,
combatir las injusti-
cias, proteger a los dé-
biles. La Iglesia trazó
así un plan ideal de
conducta a la nobleza
guerrera.
La preparaClOn De J. Mackinle¡¡.
del joven para optar CONSACRACIÓN DE UN CABALLERO EN EL CAMPO
a En reconocimiento DE BATALLA.
como caballero era A veces la ordenación caballeresca se realizaba
larga, pues debía pres- en el propio campo de batalla como premio al
tar servicio desde los valor demostrado en el combate.
15 hasta los 21 años;
primero como paje, atendiepdo a su señor en todos los menes·
teres domésticos de la vida castellana; luego como ,escudero, acom·
pañándole en la guerra y combatiendo a su lado.
A los 21 años era armado caballero en una ceremonia s.o·
lemne a la que la Iglesia imprimió un sentido religioso.
El joven efectuaba, en primer término, la vela de armas en
la capilla del castillo, lo que consistía en pasar la noche ante
el sILar, entregado a la oración. Luego se confesaba, comulgaba

-117 -
y oía misa, en la que escuchaba un sermón sobre sus deberes.
Cumplidos estos requisitos religiosos se realizaba en el patio
principal del castillo, en presencia de numerosa concurrencia
la ceremonia final de la ordenación caballeresca. El s.eñor a cuyo
lado el aspirante a caballero había hecho su aprendizaje militar
oficiaba generalmente de padrino. A su requerimiento el joven
juraba ser fiel al señor, mantener su devoción a la Iglesia, pro·
teger a los débiles y oprimidos y comportarse siempre con honor
y lealtad. Entonces el padrino le entregaba una por una la~
piezas de s.u armadura y las armas, el casco y la cota de mallas
de hierro, las calzas, las espuelas de plata y oro, la espada, la
lanza, el escudo y el estandarte con los colores de su blasón.
Luego el doncel, arrodillado, recibía el espaldarazo, golpe
que el padrino le daba con su espada en la espalda al mismo
tiempo que le decía: "En nombre de Dios te armo caballero. Sé
valiente y cumplido". Entonces el nuevo caballero saltaba sobre
su corcel sin tocar los estribos y galopaba realizando con su e8'
pada y su lanza los pases de armas que acreditaban su experien
cia y habilidad.
El código de honor a que debía ajustar su conducta el ca·
ballero tendía a hacer de él un perfecto guerrero, un perfecto
cristiano y un perfecto vasallo, pues exaltaba particularmente
como virtudes cardinales el valor, la piedad y la lealtad.
Las normas caballerescas expresaban así una aspiración ideal
de mejoramiento humano y aunque, por supuesto, no extirparon
la violencia, ni los engaños, ni los abusos de los poderosos, ejer.
cieron una sensible influencia mejoradora sobre las costumbres
feudales.
Los VILLANOS
Los campesinos libres. Los siervos. - El nombre de
villanos desi¡?:naba genéricamente a todos los campesinos. Pero
había entre ellos marcada diferencia de situación, pues unos eran
libres y otros eran siervos 1.
Los campesinos libres eran dueños de abandonar las tierras
que trabajaban y marcharse a buscar hogar y protección en otro
señorío. cuando así lo desearan. Además, los servicios y tributos
que debían al señor no podían ser al' 1'Jentados arbitrariamente
por éste.
1 Del latín Hn'UI, etel....

118 -
En cambio, los siervos carecían en absoluto de libertad y no
podían abandonar la gleba 1 en que trabajaban. EsLaban indiso-
lublemente vinculados a ella, de tal manera que eran vendidos
con la tierra como si se tratara de las casas y de los árboles. Eran,
pues, verdaderos esclavos de la gleba. Las. cargas que el señor
les exigía no estaban limitadas más que por su buena voluntad.
Con todo, libres o siervos, los villanos no podían ser privados de
sus tierras mientras cumplieran fielmente las prestaciones debidas
a sus señores.
Los villanos debían pagar al señor ciertos tributos, más o
menos variables en cantidad según las costumbres locales y
según su calidad de libres o siervos, pero idénticos en naturaleza.
Esos tributos eran de dos clases, en especie y en trabajo.
Los tributos en especie consistían en la entrega periódica al
señor de un porcentaje del producido de las faenas rurales, hue-
vos, pollos, miel, lana, ovejas, cerdos, frutas, cereales, etc.
El tributo en trabajo cOllsistía en trabajar gratuitamente las
tierras propias del señor durante tres días de cada semana. Esto,
que se llamaba corvea, significaba una pesada carga, pues, absor·
bía en beneficio exclusivo del señor la mitad del trabajo cam-
pesino.
Los villanos estaban sometidos, además, a otras exigencias
señoriales. Así, por ejemplo, debían utilizar obligadamente el
molino, el horno y el lagar del señor, por cuyo uso se les cons·
treñía a dejar parte de la harina, del pan y del vino obtenidos. 2
El trabajo rural en el feudo. - Considerado en su aspecto
económico, el feudo era un centro de explotación agrícola.
El trabajo rural era realizado por familias de campesinos
cuyas chozas s,e agrupaban en las inmediaciones del castillo for-
mando una pequeña aldea que recibía el nombre de villa.
Cada familia de campesinos o villanos (habitantes de la vi-
lla) poseía para sí un lote de tierras cuya propiedad le reconocía
el señor siempre que le entregara, periódicamente, una parte del

1 Gleba proviene del griego y significa terrón levantado por el arado,


y, por extensión, tierra o heredad.
Il Estas prestaciones eran llamadas en Francia banalidades, nombre
ierivldo del ban o decreto señorial que las establecía.

- 119-
tHoducto del suelo y ademas que le traba] ara gratuitamente 1a$
tierras que se res,e rvaba exclusivamente para su uso.
Las relaciones entre señores y paisanos, pues, no estaban re·
guIadas por entregas en moneda. como es de uso corriente en la
época actual, sino por la cesión de la tierra. Del mismo modo
qne la concesión de tierras entre nobles creaba el vasallaje, o sea
la obligación de prestar servicios militares y pagar ayudas, la
concesión de tierras del señor a los villanos implicaba también la
obligación de prestar servicios manuales y de entregar parte de
lo que produjera el trabajo.
En ambas situaciones, la tierra era la base de las relaciones
'Sociales, pero en el primer caso su posesión exigía el cumpli·
miento de un servicio
noble, como se pensa·
ba que era el servicio
de armas, en tanto que
en el otro implicaba
la prestación de servi·
cios manuales que eran
reputados innobles y
propios de gente de
inferior categoría.
De J. J aUifier. La división de
VILLANOS TRABAJANDO LA TIERRA. tierras en el feudo. -
(De un manuscrito de la época). Una parte de las tie·
rras del feudo, gene·
ralmente las de las cercanías del castillo, constituía la zona de per-
lenencia exclusiva del señor, quien se beneficiaba con todo lo
que se produjera en ellas.
Allí se encontraban, además del castillo, la villa campesina,
la parroquia de la aldea, el horno y el molino del s.eñor.
Otra porción de tierras correspondía a los paisanos que lae
trabajaban, en parte para ellos y en parte para el señor. Estas
tierras villanas estaban situadas lejos del castillo, al borde de los
prados señoriales, y se hallaban curiosamente distribuídas. En
efecto, cada familia poseía una superficie de tierra arable más o
menos igual, pero no constituida por un solo campo. sino divi·
dida en muchas parcelas alej adas entre si, y cada una de l a~ cua·

- 120-
~
~
TIERRAS
DEL
SEÑOR

LA DIVISIÓN DE LAS TIERRAS DEL FEUDO.


Las tierras de labranza de los villanos están señaladas con bandas
blancas y negras, de las que cada familia poseía varias. Los campos
de labranza están separados en tres sectores, de los que se dejaba
uno sin sembrar todos los años .

. - 121 --
les no tenía más de 20 metros de ancho por 200 metros de largo.
De este modo se repartían equitativamente las tierras buenas y
malas.
La separación de la tierra familiar en pequeñas bandas. rec·
tangulares diseminadas en toda la tierra villana, así como la es·
casez de animales y de instrumentos de labranza impulsó al culo
tivo en común. Nadie trabajaba exclusivamente su propiedad sino
que todos s.e unían para ejecutar las faenas rurales 1.
Otro rasgo curioso de la organización del trabajo agrícola en
el dominio feudal era el sistema del descanso periódico de la
tierra. Un año de cada tres, se hacía reposar la tierra dejándola
baldía. Para lograr ese resultado sin interrumpir las faenas agrío
colas, se mantenía siempre sin sembrar una tercera parte de los
campos.
Alrededor de las tierras arables se extendían los bosques y
las tierras de pastoreo, que eran utilizados en común por todos
los habitantes del dominio feudal.
El trabajo agrícola era mucho menos. remunerador que en la
actualidad, pues no se conocía el uso de fertilizantes y se emplea·
ban muy malos instrumentos de labranza. Los arados, general.
mente de madera, apenas penetraban en la tierra, cuya feracidad,
mal aprovechada, fácilmente se agotaba. Precisamente, para po·
ner remedio a eso se recurrió al descans,o periódico del campo y
también a la rotación de los cultivos, alternando las siembras del
trigo con las de la avena, cebada y mijo.
La vida de los villanos. - La vida de los campesinos me·
dievales era difícil y miserable.
Las malas condiciones en que se trabajaba la tierra, y las
exigencias señoriales que pesaban sobre la actividad rural les de.
jaban pocas oportunidades de mejoramiento material. Su vida fué
así una lucha constante contra la miseria y el hambre. Su alimen·
tación era escasa; consistía, por lo general, en pan negro, sopa y
legumbres, pues sólo comían carne en raras ocasiones.
Vestían pobremente, con un u'aje de tela burda que cubría
directamente el cuerpo, y andaban descalzos. Sus chozas, de ma·
1 En sus líneas generales el sistema explicado se practicó en casj
todos los países de la Europa de occidente, pero, en especial, en Francia,
Ale~ani!l e Inglaterra.

-na -
dcra o barro y techo de paja, sólo tenían una habitación, en la
que no había casi muebles. Por temor a los incendios no tenían
estufas ni cocinas en sus chozas y usaban un horno y una cocina
común en toda la aldea.
La amencia de higiene, unida a la mala alimentación, creaba
un ambiente propicio para la difusión de enfermedades que, como
la viruela, el tifus y el cólera, provocaron temibles epidemias.
Por ello, y por las guerras constantes, a pesar de la elevada nata-
lidad, la población rural de Europa no aumentó mucho durante
la Edad Media.
Los villanos estaban sometidos a la justicia señorial, que
penaba sus faltas con multas, castigos corporales y aun con la
muerte, cuando el señor tenía derecho de alta justicia.
La vida paisana no dejaba oportunidad alguna para la ins-
trucción y por eso los campesinos sumaban a su pobreza la ig-
noranCla.
Los señores despreciaban a esta clase miserable, a la que juz-
gaban inferior e indigna, desprovista de las cualidades de valor
y de lealtad, propias de caballeros. Todavía nuestro lengu8je
reflej a esas viej as ideas de ascendencia medieval, pues se emplea
la palabra "noble" para expresar un elogio como cuando se hahla
de la nobleza de alma de una persona, en tanto que la expresión
"villanía" significa algo incorrecto y repudiable, y "servil" tiene
el significado de poco estimable e inferior.
El problema social y económico durante este período.
La situación social y económica de la Europa feudal comenzó a
transformarse a partir del siglo XII como consecuencia del re-
surginrieuto del comercio y de la industria.
Estas actividades, mortalmente afectadas por las invasiones,
readquirieron nueva vitalidad por la vinculación de Occidente
y Oriente provocada por las Cruzadas reaüzadas por los cristia-
nos para reconquistar el Santo Sepulcro: se reanudó la navega-
ción mediterránea y el tráfico con los puertos de las regiones
orientales.
Al afirmarse el poder real contra el de los señores, dismí-
¡luyeron las guerras feudales librándose así el comercio y la in-
dustria de un importante obstáculo.
El progreso del comercio y de la industria benefició sobre
todo a las ciudades. cuyos habitantes, los burgueses, aumentaroill
- 123-
su bienestar y sus riquezas. Así surgió en el Occidente una nueva
clase social, la burguesía 1, integrada por comerciante¡; 'altesano~,
cuya riqueza no consistía en tierras, sino en dinero, y cuya
actividad y costumbres diferían completamente de las de la clase
rural de los paisanos y de las de la clase guerrera de los nobles.
El progreso económico de la burguesía y la consiguiente
prosperidad de las ciudades redundaron en beneficio de las cam·
pesinos, quienes hallaron en éstas un mercado generoso para
la venta de los productos de sus tierras. Así, no sólo a Olnen-
taron sus ganancias, sino que, como se les pagaba en moneda,
obtuvieron dinero, con el cual pudieron comprar su libertad a
los señores. Por otra parte, numerosos siervos lograron emanci·
parse refugiándose en las ciudades donde, después de pasado un
año, ya no podían ser reclamados por los señores. Estas circuns-
tancias contribuyeron a debilitar la servidumbre, que disminuyó
mucho en Europa a partir del siglo XIII.

Los BURGUESES: LAS CIUDADES

Las invasiones y luchas de la alta Edad Media paralizaron


la industria y el comercio, y provocaron la decadencia de las ciu-
dades. Pero en el siglo XII, como ya se ha señalado, renacieron
esas actividades, y despertó la vida urbana del letargo en que estu·
viera sumida durante siglos. Numerosas ciudades comenzaron en·
tonces a enriquecerse por el comercio y la industria. Tal fué el caso
de las del litoral mediterráneo, especialmente las del norte de Ita-
lia, Génova, Pisa, Venecia, favorecidas por el intenso tráfico marí.
timo con Bizancio y el mundo musulmán. Tal fué también la situa-
ción de las ciudades de Lombardía y de Flandes, cuya industria
textil las convirtió en grandes centros manufactureros.
Gradualmente, nuevas rutas comerciales unieron, a través
del Rin y de sus afluentes, a la Europa mediterránea con las re-
giones del mar del Norte y del Báltico, donde los puertos ale-
manes de Hamburgo, Lubeck, Bremen, enviaban sus barcos hacia
Rusia y Escandinavia en busca de madera, pescados y pieles.
De este modo, resurgió en todo el Occidente una intensa vida
urbana que estimuló las energías de los burgueses.

1 Burgués significó originariamente habitante del burgo o ciudad.

- 124-
Las libertades. Cartas o Fueros. - En un principio, las
I"Illdades integraban los dominios feudales. Ubicadas en las tierras
de un señor, rey, duque, conde u obispo, sus habilanl'es debían
pleno acatamiento a los señores que gobernaban la ciudad, ad·
ministraban justicia e imponían a 108 burgueses el pago de trío
butos.
El enriquecimiento de las ciudades repercutió de muy distin-
to modo sobre los señores y los burgueses, pues en tanto que
aquéllos quisieron aprovechar!'e de la riqueza urbana para au-
mentar los tributos, los burgueses, por el contrario, desearon con-
quistar garantías y libertades que los protegieran contra los ex-
cesos señoriales. Para contrarrestar la fuerza feudal, los burgue-
ses de cada ciudad se reunieron estrechamente, formando ligas
cuyos miembros, juramentados para luchar sin tregua contra los
señores, triunfaron en general en su empre!'a, si bien de muy
distintas maneras.
A veces debieron guerrear contra los señores e imponerles
por la violencia el reconocimiento de sus libertades; otras veces
ganaron la buena voluntad señorial mediante la entrega de dine-
ro; finalmente, en otras ocasiones, los propios señores, advirtien-
do la ventaja que significaba el desarrollo de las ciudades conce-
dieron, espontáneamente, las libertades ansiadas por los burgue-
ses, dándose también el caso que muchos señores, guiados por
ese propósito, fundaran ciudades, concediendo de antemano pri-
vilegios a los que establecieran en ellas su residencia.
Muchas veces, los reyes, como sucedió en Francia, concedie-
ron espontáneamente garantías y privilegios a las ciudades de sus
dominios para atraerse la buena voluntad de los burgueses y ob-
tener su ayuda frente a los poderosos feudales, a quienes desea-
ban dominar.
En todas las ocasiones mencionadas, ya fue8.e por revolu-
ción, por compra o por concesión,. los burgueses obtuvieron de
los señores el otorgamiento de Cartas o Fueros 1, que les recono-
cían inmunidades y derechos.
Las cartas eran documentos escritos que deslindaban las
obligaciones de los burgueses frente a los señores. Por supuesto,
su contenido variaba según las regiones y según las circunstancias

1 Este es el nombre que se lee daba en los reinos cristianos de España.

- 125-
en que habían sido obtenidas, pero, en general, todas ellas redu
cían sobrcmanera la ingcrencia de los feudales en la vida urbana.

Las ciudades libres. - El movimiento de emancipación


urbano fué general en Europa occidental, pero no en todos lados
las ciudades adquirieron idénticas libertades.
Algunas obtuvieron solamente garantía contra los abusos
feudales, sin romper los vínculos de dependencia que las unían
al señor. Otras en cambio lograron una libertad rayana en la

CIUDAD DE CARCASa NA (Reconstrucción).


Esta ciudad francesa conserva todavía hoy marcado aspecto medieval.

independencia y constituyeron verdaderas repúblicas, como suce·


dió en Venecia, Génova, Florencia y otras ciudades de Italia y
de Alemania. N o todas alcanzaron tanta libertad, pero, aun así,
afirmaron de un modo notable su autol1ornla. Emancipadas de la
pesada tutela feudal, las ciudades desempeñaron en la sociedad
medieval el papel de verdaderos señoríos colectivos que prestaban
y recibían vasallaje, tenían derecho de paz y de guerra, poseían
ejércitos y ostentaban sus propios blasones, sus sellos y sus estan·
da~tf'8.

- 126-
Esta clase de ciudades libres fueron llamadas comunas en
Flandes y Francia; concejos en Castilla; repúblicas en Italia.
y ciudades libres imperiales en Alemania.
El gobierno de estas ciudades era ej ercido, generalmente.
por magistrados llamados cónsules, alcaldes, escabinos o burgo.
maestres, que eran elegidos anualmente por los ciudadanos. Ellos
representaban a la ciudad., administraban justicia, mandaban las
miJ,icias urbanas y mantenían
el orden interno. Para resolver
sobre los asuntos de importan.
cia, se convocaba a la asam-
blea de todos los ciudadanos,
llamada, según los lugares.
Concejos. Ayuntamientos o Ca·
bildos. Este régimen de go-
bierno recuerda al de las an-
tiguas ciudades de la Hélade.
Como en ellas, frecuentes dis·
cordias políticas alteraban la
tranquilidad de la ciudad. Las
luchas de facciones y la opo-
sición de la burguesía rica con
los ciudadanos pobres, ensan-
grentaron así, a menudo, a las
ciudades de la Edad Media,
pues la alta burguesía preten-
día excluir de las magistra-
turas a los ciudadanos humil-
des, en tanto que éstos lucha- De G. Roudi6re.
ban tenazmente por la com- CASA DEL SIGLO XIII.
pleta igualdad política_ Estas (Carcasona) .
disputas provocaron la pérdi-
da de las libertade~, porque facilitaron el acceso al poder de un
tirano que impuso su capricho, o porque, como sucedió en Fran-
cia, los reyes aproyecharon las discordias burguesas para sustituir
el gobierno autónomo de la ciudad por el de un delegado reaL
Privadas así las ciudades de su tormentosa libertad, se convir·
tleron en dependencias reales.

- 127
En su aspecto material, las ciudades medievales no se ase·
mejaban a las grandes urbes modernas, pues estaban rodeadas de
macizas murallas y de bastiones, que les daban la apariencia de
un inmenso castillo.
Las casas, que constaban, por lo general, de dos o tres pisos,
se apeñuscaban en las calles, estrechas y tortuosas. Los pisos su-
periores sobresalían de la línea de construcción de la planta ba-
ja, lo que aumentaban la
lobreguez de las vías de
tránsito. Éstas eran, por
otra parte, sucias y mal.
olientes, pues como no exis-
tían c loa c a s ni depósito~
para basuras, se arrojaban
en ellas las aguas servidas
y los desperdicios.
El aspecto de las ciu-
jades mejoró mucho, ~in
embargo, con el desarrollo
creciente de la riqueza. La
edificación privada ganó
en suntuosidad, p u es los
burgueses se hicieron cons·
truir I u j o s a s residencia~.
tan fastuosas en su arreglo
ir.terior como las mansio·
De J. Flenley. nes señoriales. Pero don·
AYUNTI. MIENTO rn: LA CIUDAD DE DnUHs
de se manifestó con pujan-
(Flandes) . za el progreso edilicio fué
en la construcción de los
grandes edificios públicos: la iglesia, centro de la vida religiosa,
y el ayuntamiento, centro de la vida política, donde se reunían para
sus deliberaciones los magistrados de la ciudad. El palacio del
ayuntamiento se levantaba usualmente en los bordes de una gran
plaza. Era un vasto edificio coronado por una elevada torre, desde
cuya cima los centinelas vigilaban, como en las atalayas de los
castillos, cualquier indicio de ataque. En caso de peligro, o
cuando por cualquier otro motivo se requería la convocatoria de
los ciudadanos, las campanas ele! ayuntamiento tocaban a rebato,
para recordar a los burgueses que la ciudad necesitaba de su
brazo o de su consejo.

Las hermandades. La liga hanseática. - Entre las ciu·


dades libres, las rivalidades y las guerras fueron frecuentes. Pero
en ciertos casos algunas ciudades, en vez de guerrear entre sí se
unieron, organizando ligas o hermandades. J\sí sucedió en Casti.
Ila, donde surgieron hermandades de ciudade~ asociadas para de·
fender sus privilegios contra los atropellos de Jos señores y los
reyes, y así se creó también una poderosa liga entre las ciudades
lombardas de Italia, que se unieron para luchar por su libertad
amenazada por los emperadores de Germania. Una de las 1iga~
más poderosas fué la que se organizó entre las ciudades del Impe.
rio germánico, a la que se conoce con el nombre de Hansc.
teutónica o Liga hanseática, fundada en 1241, para proteger el
comercio marítimo contra los piratas del Báltico y defender las
franquicias urbanas contra los príncipes vecinos. Las principales
ciudades del Hansa fueron Hamburgo, Bremen y Lubeck. La
confederación, que llegó a comprender más de sesenta ciudades,
poseía una poderosa flota y grandes recursos materiales que le
permitieron asegurar el monopolio comercial del Báltico y des-
empeñar un importante papel político en el Santo Imperio roma-
no-germánico. Los asuntos comunes del Hansa eran resueltos
por un consejo, cuya sede estaba en Lubeck, y en el cual se ha-
llaban representadas todas las ciudades de la confederación.

El trabajo y el comercio en las ciudades. - El Medite·


rráneo fué la más importante ruta comercial de la Edad Media,
pues era la gran via de comunicación con Oriente, de donde los
europeos traían sobre todo especias (pimienta, nuez moscada, cla-
vo de olor, canela), piedras preciosas, perfumes e incienso, azú.
car, seda, algodón, alfombras, marfil, porcelanas. La mayor par·
te de esos artículos provenían del Asia Central y del Lejano Orien·
te y llegaban hasta los puertoE orientales del Mediterráneo si·
guiendo tres carninos: el camino del mar Roj o, el camino del
golfo Pérsico y Mesopotamia y el carnino terrestre a través
del Asia Central, por el que las caravanas aportaban hasta las cos-

- 129
tas del mar Negro y del mar Caspio los productos de China y
de India. Los grandes puertos del comercio oriental eran Cons-
tantinopla en la zona bizantina y Alejandría y Antioquía en
las tierras musulmanas. Llegaban allí los navíos de Génova y
de Venecia, ciudades italianas que con sus poderosas flotas mono-

Rufas mar/limas
-----Posferiares al sigla XIII

RUTAS MARÍTIMAS DEL COMERCIO MEDffiVAL.

polizaron en su provecho el tráfico marítimo del Mediterráneo.


El norte de Italia fué así la puerta abierta de Europa hacia
el oriente. Por eso las. ciudades italianas adquirieron considera-
bles riquezas; unas, como Génova y Venecia, a consecuencia de)
comercio; otras, como Florencia y Milán, por sus indl.lstriaa.

.,- l30 -
Desde Italia, a través de los Alre~, caravanas de comercian-
te!! que seguían preferentemente los caminos de las riberas del
Rín y de sus "fluentes, transportaban los productos del oriente
hasta las costas del Atlántico, del mar del Norte y del Báltico.
Este comf1rcio terrestre presentaba muchos obstáculo!!, pues
en esa época (siglo XII y XIII) el feudalismo era todavía muy
:uerte y los señores exigían el pago de peajes a los comercian-
tes que pasaban por sus tierras. Además, los caminos y los puen-
:es apenas existían, y el tránsito
se hacía con enormes dificultades.
Pese a estas circunstancia!"
desfavorables, el comercio se in-
tensificó cada vez más en la Eu-
ropa occidental. En Francia, por
ejemplo, adquirió particular im-
portancia la región de Champa-
gne, donde se celebraban perió-
dicamente importantes ferias o
mercados en que se hacían toda
clase de transacciones.
Allí se reunían los venecia-
nos y genoveses, portadores de
productos de Oriente, con los
franceses y flamencos, que ofre-
cíar sus vinos, sus paños y sus
tejaS, y con los comerciantes del De Oh. Wehster.
Báltico, que traían maderas. pie- COMERCIANTE DEL SIGLO XIII.
les y ámbar. Las ferias de Cham-
pagne, que duraban varias semanas, eran amenizadas por juegos
y festej os de todas clases l.
Al norte de Europa, otras rutas marítimas estimulaban el des-
arrollo del comercio. El Báltico desempeñó en el norte el papel
de gran puente comercial que cumplió en el sur el Mediterráneo.
Sus aguas no bañaban, como las de éste, comarcas ricas en pro·
duetos exóticos, pero sí regiones como Rusia y Escandinavia, abun.
dantes en cereales, maderas, pesca, pieles, etc.

1 Precisamente, feria deriva de una palabra latina que significa fiesta.


tata e~ una de las acepciones que conserva también en nuestro idioma .

.- 131 -
RUTAS TERRESTRES DEL COMERCIO MEDIEVAL.

- 132-
El comercio del Báltico fué monopolizado por las ciudades
de la Hansa leutónira. Los comerciantes hanseáticos llegaban has-
ta Novgorod, ciudad rusa donde se celebraban concurridísimas
ferias, hasta Bergell, en Noruega; Londres, en Inglaterra, y Bru-
jas en Flandes. Sus flotas dominaban así el comercio de una
vastísima zona.
La región de Flandes ocupaba una maravillosa posición con
respecto a las rutas comerciales, pues era una encrucij ada entre
Francia, Inglaterra y Alemania. Por eso surgió allí una gran
ciudad comercial, Brujas, cuya importancia se acrecentó extraor-
dinariamente a medida que se desarrolló por las costas del Atlán·
tico el tráfico marítimo que unió a la zona del Bál6co con la del
Mediterráneo. Pero, más que en el comercio, las ciudades fla-
mencas. encontraron la fuente de su riqueza en la industria textil.
cotizándose sus lienzos como 108 mejores de toda Europa.
La reaparioión de la moneda. - La moneda había desapare-
cido casi en Europa durante la alta Edad Media, pero el renaci·
miento comercial e industrial necesitó de ella como un indispensa.
ble auxiliar. El empleo de la moneda planteó, sin embargo,
grandes dificultades por la heterogeneidad de los ejemplares usa·
dos, pues a la par de las ciudades, los reyes y los señores feuda·
les acuñaban sus monedas particulares. Además, era muy corrien·
te la sustracción de pequeñas cantidades del metal amonedado
mediante el procedimiento de limar los bordes de las piezas.
Era difícil, pues, conocer el verdadero valor de las monedas em·
pleadas. Por es.o, en los mercados, los comerciantes recurrían a
los servicios de gente experta que verificaha el peso y la calidad
del metal noble e indicaba la equivalencia existente entre las dis-
tintas monedas. Estos expertos realizaban sus operaciones de cam·
bio sobre un banco. De ahí derivó el nombre de banqueros con
que luego se designó genéricamente a aquellos cuyos negocios con·
sistían en operaciones de préstamo, de!'lósito y canje de monedas.
El préstamo a interés y la usura. - El préstamo de dinero
realizado a cambio del pago de un interés determinado es una
operación corriente en la actualidad. Pero en la época feudal se
tenían al respecto ideas muy dis6ntas. Se pensaba que una cosa
inerte como es el dinero no debía producir riqueza por sí sola,
sin que mediara trabajo por parte de su dueño, y que el pago de
-138 -
interés por Un préstamo era, en consecuencia, ulla perversa el
plotación. La Iglesia condenó como u!'ura 1 el cobro de cualqUIer
cantida d por concepto de intereses. Esta prohibición eclesiástica
fué sustituída en el mismo siglo XIII por la de cobrar intereses
exagerados y tuvo eficacia sobre los cristianos, pero no así sobre
los judíos, muy numerosos en aquel entonces en las ciudades de
Europa .

Los judíos y la vida econ: mica. - Los judíos eran despre.


ciados por los cristianos, que veían en ellos a los perseguidores
de Jesús. Vivían aislados del resto de la población en barrios es-
peciales llamado s juderías o ghettos. En algunos países se les
obligaba a usar vestidos o distintivos particulares.
Los judíos buscan n en la riqueza la compensación de la in-
feriorid ad social en que se les tenía. Su habilid ad en los nego-
cios bancari os los convirtió en los grandes financistas de la épo-
ca. Fueron los princip ales explotadores del préstamo a interés.
Pero su auge económico no duró mucho, pues en el correr del
siglo XIII se iniciaro n ardientes persecusiones contra ellos y se
les expulsó en masa de Inglate rra y de Francia .
El negocio de préstamo, practica do princip almente por los ju-
díos, se desarro lló considerablemente contribuyendo a la movili-
zación de capitales y al crecimiento de la economía de crédito.

Las corporaciones. - El trabajo urbano estaba organiza-


do de acuerdo con el princip io de la asociación obligatoria de
todos los que desempeñaban una profesión, arte o industria.
Las persona s de una misma actividad se agrupab an en una
corporación 2, cuyas autoridades reglamentaban rigurosamente lo
que concernía a la ocupación de sus integrantes. Las corporacio-
nes de artesanos eran las más numerosas, pues cada oficio tenía
la suya. En cambio, los comerciantes solían agruparse sin dis-

1 El sentido moderno de la palabra usura


es otro: excesiva e ilícita
ganancia obtenida en un préstamo.

2 En Italia, las corporaciones recibían el nombre de artes; en Ingla.


terra, el (le fui/das.

- 134-
tinciones en una sola corporación, y por ello sus a!ociaciones fue."
ron organismos muy ricos y poderosos.
Las corporaciones establecieron un verdadero monopolio del
trabajo en favor de sus miembros. En efecto, el número de ins·
criptos en cada entidad gremial era limitado y nadie podía ejer·
cer un oficio sin formar parte de la corporación respectiva.
Los miembros de las corporaciones, y, por lo tanto, los úni·
cos aptos para ej ercer un oficio, recibían el nombre de maestros.
Cada maestro tenía su taller, instalado en la planta baja de su ca·
sa habitación. Varios operarios que se iniciaban a su lado en el
conocimiento de los secretos del oficio le ayudaban en sus tareas.
Eran los aprendices y los oficiales. Los aprendices nc. Tecibían
sueldo, sino que, por el contrario, pagaban una determinada can-
tidad al maestro, comprometiéndose además a trabajar con él du-
rante un período fijo de cinco, seis o siete años. A su vez, el
maestro les enseñaba el oficio y les proporcionaba en su casa
aloj amiento, alimentación y vestidos. Terminado el período de
iniciación, el aprendiz, experto ya en las tareas "del taller, era
reconocido como oficial, y este cambio de situación lo habilitaba
para trabaj ar como jornalero a sueldo de un maestro.
La ambición del oficial era, entonces, acumular experiencia
y ahorros, a la espera de poder alcanzar, a su vez, la dignidad de
maestro y trahaj ar por su cuenta, instalando su propio taller.
Producida una vacante de maestro, podía ocuparla, siempre que
pagase determinada suma a la corporación y acreditase cumpli·
damente su capacidad para el oficio. Generalmente, la prueba con·
sistÍa en la ejecución de una obra llamada la obra del maestro.
La expresión obra maestra usada todavía como sinónimo de reali·
zación perfecta y superior, recuerda aquella prueba de habilidad
en el oficio que los artesanos medievales debían cumplir ante la
vigilancia celosa de maesqos de su gremio 1.
Las corporaciones tenían autoridad absoluta reconocida por
el gobierno de la ciudad para reglamentar las condiciones del
trabajo del gremio que representaban. Fijaban así el número de
maestrías; establecían las horas de labor; señalaban todos los
detalles concernientes a la manufactura de los artículos; deter·

1 De igual modo la expresión maestría significa arte y destre,a ea


eJeC\~t~ralltuna cosa.
minaba n la calidad de los materiales empleados y fijaban el pre-
cio de venta.
De este modo se garanti zaba la bondad de la producción, pe-
ro sobre todo se aseguraba a los artesanos contra la competencia,
entonces juzgada deshonesta, de los colegas que intentar an arre·
batarles su clientela rebajan do los precios o la calidad de los
artículos.
El ideal perseguido por las corporaciones era proporc ionar
a cada uno de sus miembros una
vida desahogada, basada en su
trabajo. En aras de esa finalidad,
limitaban el número de talleres
de cada oficio para ajusta r la
producción con la demanda, V
negaban por lo tanto la libertad
de trabajo . Por eso también re-
glamentaban minuciosamenle 1a
actividad de sus asociados, para
que nadie acrecentara sus ganan·
cias a expensas de sus coleg!ls.
En aquellas épocas se peno
saba, por otra parte, y la Iglesia
contribuyó mucho a difundir esas
ideas, que cada cosa !:enía su
"justo precio" . El justo precio
resultab a del costo de la elabora.
ción y de un margen de gan~mcja
ZAPATERÍA MEDIEVAL. que no debía exceder de lo neo
(Grabado del siglo XllI). cesario para que el trabaja d'.lr
mantuviese una vida cómoda pero
modesta. Cobrar por un artículo más de su justo precio, almque
el cliente consintiera en pagarlo , era considerado, pues, como un
verdadero robo.
La influen cia de estas ideas de moderación del lucro se tra·
dujo en la riguros idad de las reglamentaciones existentes en la
Edad Media sobre el comercio y la industria.
Las corporaciones eran también verdaderas sociedades de so·
corros mutuas. Todos sus integrantes con tribuian con sus cuotas
a la formación de lID tesoro común, que servía para pagar mó·

- l86 -~
dicas pensiones a los arlesanos enfermos o incapacitados por 1&
edad, para costear los funerales de los que fallecían y para prote-
ger a las viudas y huérfanos que quedaran en mala situación.
Las corporaciones eran, pues, asociaciones de carácter fra-
ternal, especie de grandes familias que vinculaban íntimamente
a sus miembros. Los reunían en las fiestas celebradas en la sede
gremial, que a veces, cuando se trataba de corporaciones ricas,
era de las más soberbias de la ciudad; los agrupaban en las ce-
remonias religiosas, donde la corporación desfilaba en grupo, He-
vando sus in~ignias particulares y la estatua del santo patrono
del gremio. Los organizaban para la lucha política, pues las cor-
poraciones intervinieron activamente en las querellas partidarias
que tanto agitaron la vida de las ciudades medievales.
Las consecuencias del progreso urbano. - Todos los cambios
económicos mencionados tuvieron a los burgueses por protagonis-
tas y a las ciudades por principal escenario. Por eso, la apari-
ción de la burguesía y el desarrollo de la vida urbana fueron
hechos importantísimos destinados a repercutir en todos los órde-
nes de la actividad humana.
La vida ciudadana, más propicia, por obra del continuo tra-
to social, que la vida campesina, a todas las inquietudes del es-
píritu fué un fermento poderoso de civilización. En las ciudades
fué donde se realizaron los grandes cambios en las artes, en
las letras., en la enseñanza y en la vida económica y social que
preludiaron ya desde el siglo XIII el advenimiento de los tiem-
pos modernos.

- 18'1 -
CAPÍTULO VIII

LA IGLESIA EN LA EDAD MEDIA

Causas de la influencia de la Iglesia. - La Iglesia ca·


tólica fué el más poderoso pilar de la sociedad en la época
feudal. Tuvo una ingerencia ilimitad a en todos los órdenes de la
vida, de tal modo que ninguna actividad escapó a su fiscalización.
Diversas circunstancias explican esta extraor dinaria influen cia
eclesiástica.
Una de ellas fue la unidad y la universalidad de la fe, lue
caracterizaron la vida medieval. Ningun a religión disputó, en
efecto, al catolicismo durante la Edad Media el gobierno de las
almas en la Europa de occidente. Siglos más tarde, a comienzos
de la época moderna, esta situación había de cambiar. Un cisma
religioso llamado la Reforma disgregó la unidad católica yen-
gendró diversas iglesias, todas ellas cristianas en su inspirac ión
pero divergentes con la Iglesia católica en muchos aspectos de la
doctrina y del culto. También en los tiempos modernos se fué
abriendo camino el espíritu de escepticismo, o sea de increduli-
dad en materia religiosa. Pero durante la Edad Media estos pro-
blemas no ~e plantea ron, pues no existió otra fe que la católica,
ni doctrinas que negaran el sentimiento religioso.
Otra circunstancia capital que fundamentó la influen cia de
la Iglesia fué el predominio cultural del clero. Éste constituyó
en la Edad Media la única clase letrada. Los campesinos, por
10 agobiador de su trabajo , y los nobles, por su incuria para la
vida del espíritu, fueron elementos ignorantes. Ser laico era estar
al margen del saber. Es el concepto que todavía rerdura en la
doble acepción de la palabra lego (laico) , la cual sÍ~nifica hom-

- .l.Ü -
bre no perteneciente al clero y, también, hombre desprovisto de
conocimientos.
Sólo con el enriquecimiento y progreso de la clase de los
burgueses surgió un atisbo de cultura laica, pero en general la
cultura medieval llevó profundamente impreso el sello eclesiás·
tico.
Lo!; eclesiásticos constituyeron la clase eciJ-lcada por exce·
lencia, a la que correspondió exclusivamente,~or lo tanto, la
tarea de enseñar. Las escuelas fueron, pues, anexos de las caie·
drales y de los monasterios y en ellas oficiaban de maestros los
sacerdotes y los monjes, que impartían gratuitamente los senci·
Ilos conocimientos de lectura, escritura, doctrina cristiruJa y canto.
En el siglo XIII se inició una forma de enseñanza superior
que tuvo su sede 'en las universidades o corporaciones de alum-
nos y maestros organizadas en las ciudades importantes y prote-
gidas por las autoridades urbanas. También en ellas, pese a no
ser por su origen creación eclesiástica, la mayoría del profesora-
do estuvo representado por hombres de Iglesia. El monopolio
cultural del clero y la eficacia de su actividad docente arraigaron,
sólidamente, su autoridad y su prestigio.
Otro factor poderoso de influencia eclesiástica fué la íntima
conexión existente entre la Iglesia y el poder civil. El poder
espiritual de la Iglesia y el poder temporal del estado se como
plementaron recíprocamente. La Iglesia, pues, no sólo tuvo a su
alcance medios de acción espirituales, sino también la fuerza
material ejercida por el estado o el brazo secular, como entonces
se decía.
En esta compenetración de activio!ldes de la Iglesia y el
estado era fácil establecer en teoría la zona de acción exclusiva
de cada organismo: para la Iglesia lo puramente religioso. para
el estado todo aquello en que la religión no se hallara involu-
crada. Pero en la práctica era difícil trazar tan nítida frontera,
pues muchos asuntos no podían ser claramente catalogados como
civiles o como religiosos. Esto fué causa de constantes rozamien-
tos entre la I¡;lesia y el estado .
La vinculación del estado con la Iglesia fué encarada por
algunos de los grandes pontífices medievales, Gregorlo VII, Ino-
cencio 1I1, Bonifacio VIII, como de subordinación del estado

-140 -
frente a la Iglesia. Bonifacio VIII (1294-1303) expresó clara-
mente estas ideas en los términos siguientes:
"Existen dos gobiernos: el espiritual y el temporal, y ambos
pertenecen a la Iglesia. El uno está en manos del papa y el otro
en manos de los reyes, pero éstos no pueden hacer uso de él sino
por medio de la Iglesia, según la orden y con el permiso del
papa. Si el poder temporal se tuerce, debe ser enderezado por el
poder espiritual. Así, pues, declaramos, decimos, decidimos y
pronunciamos que es absolutamente necesario, para salvarse, que
toda criatura humana esté sometida al pontífice romano".
Estas ideas provocaron a veces graves disidencias entre los
papas y los reyes y emperadores, pero su gravedad no llegó a
alterar seriamente la compenetración existente entre la Iglesia y
la autoridad civil.
Otra circunstancia que favoreció notablemente la acción de
la Iglesi~ fué su buena organización. A diferencia de los estados
feudales, carentes de un gobierno central fuerte, la Iglesia poseía
una severa disciplina, una administración bien regulada V una
jere-quía rigurosa, que le aseguraron un firme y eficaz gobierno.

Organización de la Iglesia. El poder de los papas. El


clero. - La Iglesia constituía, en realidad, una especie de estado
más poderoso y rico que cada uno de los estados en que se divi-
día Europa. Tenía su jefe: el pap~; su capital: Roma; su len~ua­
je: el latín: sus funconarios: los clérigos seculares; sus milicias
espirituales: los monjes; sus recursos financieros especiales: los
diezmos pagados por los fieles, y sus propios tribunales de jus-
ticia que fallaban de acuerdo con las leyes de la Iglesia.
La organización de la Iglesia era centralizada y basada en
una estricta jerarquía.
El pon;tificado. - En la cúspide de esta or~anizaclOn se
hallaba el papa, cabeza de la Iglesia, que en su calidad de
sucesor de San Pedro, ejercía desde Roma su autoridad, asesorán-
dose a veces con los concilios, a~ambleas integradas por los altol'l
dignatarios de la Iglesia.
El poder de los pontífices romanos no era solamente espi-
ritual. sino también temporal, pues como ya se ha dicho, el rey
Pipino el Breve, en el año 756, había entregado al papa Este-

-Ul-
ban II los territorios arrebatados a los lombardos, que formaron
el Estado Pontificio.
La autoridad eclesiástica del papa era incontrastable. Tenía
el derecho de destituir a los obispos o trasladarlos de residencia.
Cuando deseaba intervenir en los asuntos de alguna circunscrip·
ción eclesiástica, se valía de emisarios lla-
mados legados, cuya autoridad, directamente
emanada de él, prevalecía por sobre la de
los obispos y arzobispos.
En una palabra, el papa era el jefe
supremo de la Iglesia, de quien dependían
los miembros del clero secular y del clero
regular.

El clero secular. - Los sacerdotes, aro


zobispos, obispos, párrocos, cons,tituÍan el
clero secular, así llamado porque sus inte-
grantes no vivían retraídos como los monjes,
sino que actuaban en la sociedad o mundo
(en latín seculum).
La Europa católica estaba dividida en
parroquias o pequeños distritos colocados
bajo la dirección de un sacerdote. Un grupo
De H. Huby. de parroquias integraban una diócesis, cir-
BÁCULO EPISCOPAL. cunscripción superior gobernada por un obis-
Los primeros obispos po, y, a su vez, la reunión de diócesis foro ,
cristianos, guardüme~ maba una provincia eclesiástica o arquidióce-
del rebaño de fieles. sis, regida por la autoúdad ete uIf arzobfspo.
usaban un bastón en Los párrocos o curas eran los 'sacerdo-
señal de autoridad.
J1:se fué el origen de tes de menor categorÍa,_y por su origen pro-
esta insignia episco- venían generalmente de las clases humildes
pal. de la sociedad. En su pequeño distrito pa-
rroquial, entraban en intimo contacto con el
pueblo debido al conocimiento personal de todos -los feligreses
y a su intervención constante en su vida familiar.
Los obispos vigilaban 1 todas las parroquias que integraban
su diócesis. Residían en la ciudad más importante de la diócesis,

1 La palabra obispo deriva del griego y lignüica yigilante.

-142 -
donde se levantaba la iglesia principal llamada catedral. Usahan
como insignias de su cargo un báculo y un anillo, y presidían
las ceremonias. eclesiásticas sentados en una especie de trono,
que recibía el nombre de cátedra.
Los obispos administraban las tierras que en su jurisdicción
pertenecían a la Iglesia, parte de las cuales eran poseídas a tí-
tulo feudal y sometidas, por lo tanto, al consiguiente vasallaje.
Los obispos asumían el papel de verdaderos señores, y por
eso los reyes o emperadores querían intervenir en su elección.
Ésta fué la causa de un serio conflicto planteado en el siglo XI,
llamado - como se verá más adelante - la querella de las
investiduras.
Los obispos administraban justicia en nombre de la Iglesia.
Los tribunales eclesiásticos ejercieron una acción muy importan-
te, pues no sólo juzgaban a los miembros del clero, sino que
intervenían en todos los asuntos que directa o indirectamente se
vincularan con la Iglesia: contratos celebrados bajo juramento,
testamentos, cuestiones referentes a huérfanos y viudas, sacri-
legios, brujerías, herejías, etc.
Los jueces eclesiásticos no recurrían a las ordalías y demás
procedimientos bárbaros utilizados por la justicia feudal, sino
que se ajustaban a las norma" que constituían el derecho canó-
nico, nombre que se daba al derecho de la Iglesia, por entender
que era un verdadero canon o modelo 1. Como el derecho canó-
nico era más racional y humano en sus disposiciones que las
costumbres bárbaras aplicadas por los jueces reales o señoriales,
pues proporcionaba a los acusados mayores garantías y los casti-
gaba con penas más benignas, todos querían acogerse a los bene·
ficios de la jurisdicción eclesiástica.
Por un lado, esto produjo a veces conflictos entre la Iglesia
y los reyes, pero, por otro, contribuyó también a humanizar la
acción de los tribunales reales, que por imitación del derecho
canónico dejaron de emplear los procedimientos bárbaros usados
hasta entonces.
Los arzobispos tenían a su cargo una diócesis particular al
mismo tiempo que fiscalizaban las otras que integraban su pro·

1 Canon eB una palabra griega que significa modelo o re¡la.

- 143 -
"inda eclesiástica. Cuidaban que los obispos dependientes de su
autoridad cumplieran fielmente las leyes de la Iglesia y a veces
los reunían en sínodos para edoptar en común disposiciones apli·
cables a toda la provincia.
El clero regular esta.ba constituido por los monjes, es decir,
por aquellos que llevaban una vida de retraimiento, ajustando too
dos sus actos al imperio de una regla (en latín regu,la). Aislados
en sus monasterios, los monjes no intervenían para nada en la
dirección de las actividades religio-
sas de la Iglesia. Pero su influen-
cia fué lo mismo, como se ha esta-
blecido, muy grande, máxime que
en ciertas ocasiones figuras presti-
giosas del clero regular fueron ele-
gidas para desempeñar laS más altas
dignidades eclesiásticas. .
En los siglos 'X, XI, XII y
XIII se fundaron distintas órdenes
monásticas como las .de Cluny, de
San Bernardo, de los dominicos y
de los franciscanos, que fueron fac-
tores importantísimos en la vida
religiosa de occidente.
Reformas de Gregorio VII.
De J. lhekinley,-Situación de la Iglesia en el siglo
TRIBUNAL ECLESIÁSTICO. Xl. - A principios del siglo XI
graves problemas afectaban a la
Iglesia de occidente, pues machos de sus altos dignatarios no ajus-
taban su conducta a la austeridad requerida por el cargo que
ocupaban.
La raíz del mal estaba en la feudalizacwn de la Iglesia. Los
obispos y arzobispos que ejercían, a la par que ~us funciones re·
ligiosas, la administración de las tierras eclesiásticas enclavadas
en su jurisdicción, desempeñaban ~n ellas el papel de verdaderos
señores feudales y disfrutaban de grandes riquezas. En consecuen·
cia, eran muchos los que sin auténtica vocación religiosa tenían
interés en alcanzar aquellos cargos eclesiásticos que proporciona-
ban riqueza y poder. Por su parte, reyes, emperadores y señores

-144-
feudales poderosos, interesados en que las tierras eclesiastioal
estuvieran en manos de personas que les fueran afectas, interve-
nían decisivamente en la elección de los obispos.
Ambos intereses contribuyeron a llenar las filas de la Iglesia
de gentes sin vocación, más inclinadas a disfrutar materialmente
de sus cargos que a sacrificarse por ellos. El afán de escalar las
posiciones eclesiásticas para su provecho personal llevó a muchos
a comprar su elección, valiéndose después de la venta de los cu·
ratos, y aun de los sacramentos para explotar fructuosamente su
cargo. Este comercio con las dignidades eclesiásticas y con los sa-
cramentos provocó la crítica indignada de algunos reformadores
religiosos que fustigaron dichos abusos a los que llamaron simo-
nía, por derivación del nombre de Simón el Mago, que quis.o com-
prar a los Apóstoles el poder de hacer milagros. Los clérigos si·
maníacos desacataban las reglas eclesiásticas, y así eran muchos
los que contraían matrimonio 1 y llevaban, en todo sentido una vi·
da de corte laico.
Estas prácticas ilícitas también habían penetrado en el cle-
ro regular, donde la gran riqueza de los monasterios estimuló
la sustitución del aislamiento piadoso por la vida regalada. Fué
precisamente en el seno del clero regular donde se produjo el
primer ensayo de reacción vigorosa contra estos males. Esta
reacción se inició en el siglo X por obra de unos monjes fran·
ceses que fundarqn en Cluny (región de Borgoña) un convento
en el que se aplicaban rigurosas reglas de vida, que repetían con
algunas modificaciones la regla benedictina. La orden de Cluny
tuvo rapidísimo desarrollo y su fuerza particular consistió en
que todos los conventos establecidos de acuerdo con el modelo
de Cluny acataban la dirección de éste y no eran independientes
entre sí, como había sucedido hasta entonces. Los cluniacenses,
llamados los monjes negros por el color de su túnica, ejercieron
durante los siglos X y XI por su cultura y su piedad una gran
influencia moral en la vida religiosa, pero esta influencia, que
fue muy fuerte en los monasterios, sólo repercutió indirectamen·
te sobre el clero secular. Se imponía, pues, la realización de
una gran reforma. Esta fué obra del pontífice Gregorio VII.

1 A esto se le llamó nicolaísmo, por derivación del nombre de un sacer·


dote, Nicoláa, que combatió la legitimidad del matrimonio de los cIérigoL

-146 -
El pontificado de Gregorio VII (1.073-1085). - En el siglo
Xl pesaba sobre el papado la influencia poderosa de los empe·
radores, pues los estados pontificios habían entrado a formar
parte del Sacro Imperio romano germánico, fundado en el año
962 por el rey Ütón de Germania.
Los emperadores, validos de su poder, imponían al clero y
al pueblo de Roma la elección de pontífices de su gusto, con lo
que, por supuesto, se resentía la buena dirección de la Iglesia.
Pero a mediados del siglo XI (1059), el papa Nicolás 11 modio
ficó el régimen de elección pontificial estableciendo que los pa·
pas deberían ser nombrados por el colegio de cardenales, nomo
bre dado a la reunión de los personajes más representativos del
clero romano 1. Esta innovación emancipó 13 elección del jefe
de la Iglesia de toda influencia laica.
Uno de los primeros papas elegidos por el colegio cardenali·
cio fué Gregorio VII (1073-1085). Era un monje cluniacense na·
cido en Toscana y conocido, hasta entonces, con el nombre de
Hildebrando. Desde unos años antes había actuado como secreta-
rio del pontificado y había influído mucho en la iniciación del
movimiento que buscaba emancipar a la Iglesia de la intervención
de los poderes laicos.
El advenimiento de Hildebrando al solio pontificio fué re-
cibido con inmenso júbilo por el pueblo romano. Con el nom-
bre de Gregorio VII, el monje convertido en papa iba a librar
una tremenda batalla por la purificación ,de la Iglesia.
Hombre dotado de una profunda devoción, tenía una alta
idea de sus deberes y de sus derechos como papa. Entendía que
SIl poder era absoluto y que, como jefe de la cristiandad, le co·
rrespondía su total dirección. Sobre todo estab~ dispuesto a con·
tinuar la vía abierta por Nicolás II y a terminar con los males
que atacaban el organismo eclesiástico. Su tenacidad y su fervor

1 El término cardenal llegó a significar, pues, la dignidad eclesiástica


más importante después de la pontificia. Reservada al principio sólo para
clérigos romanos, fué concedida, más adelante, a clérigos (obispos usual·
mente) que no eran de origen romano.
El colegio cardenalicio es todavía el órgano elector de loa papu. Se
le da también el nombre de cónclave, cuyo origen se remonta al siglo XIll
"! proviene de la costumbre, entonces adoptada, de encerrar a los electore.
\:Qn llave (cum clavi&).

-146 -
reformista hicieron que los contemporáneos le compararan a Elías,
el profeta hebreo.
Su primer ac:to fué renovar la condena muchas veces formu-
lada contra los sacerdotes simoníaco s y llevarla inmediatamente. a
la práctica por medio de legados que partieron en todas direcciones
para proceder a la expulsión de los obispos indignos.
Luego, para atacar de raíz las causas del mal, en el año 1075
prohibió la intervención de las autoridades laicas en la elección
de los miembros del clero y prohi-
bió a éstos que recibieran su cargo
de manos de un laico. Esta resolu-
ción afectaba a los intereses de todos
los que ejercían, como feudales o
reyes, alguna autoridad temporal;
pero afectaba, especialmente, al po-
der del emperador germánico en cu-
yo estado los señoríos eclesiásticos
eran innumerables y a quien, por
lo tanto, la pérdida de toda inter-
vención en el nombramiento de sus
titulares debilitaba en grado sumo
su autoridad política.
Gregorio VII, en aras de la De R. GIaslon.
emancipación de la Iglesia de tod! I INVESTIDURA DE UN OBISPO POR
tutela laica, sostenía que la inves- UN REY.
tidura debía ser dada a los obispos (De un manuscrito del siglo X)
por la Iglesia. Enrique IV, jefe en El rey inviste al obispo entre·
ese entonces del Imperio romano gándole el báculo.
germánico, sostenía, en defensa de
la autoridad imperial, que la investidura debía ser dada por el
emperador. Así estalló el conflicto entre el papado y el Imperio,
llamado la querella de las investiduras.

Conflictos entre el papado y el Imperio. - El empera-


dor Enrique IV (1056-1106) resolvió desafiar la orden pontifical.
Para ello, apoyado por una asamblea de obispos alemanes, pre-
tendió deponer al Papa. Gregorio VII respondió con la excomu-
nión de Enrique IV, al mismo tiempo que desligaba a sus súh-

-147 -
ditos del juramento de fidelidad, e invitaba a los príncipes del
imperio a elegir un nuevo emperador. Así comenzó el duelo en·
tre los dos poderes.
Canosa. - Enrique IV tenía de su parte la fuerza material
oe que carecía el Pontífice, pero éste encontró ayuda poderosa
en los feudales alemanes que temían que el triunfo del emperador
aumentara demasiado su poder. Cuando la noticia de la excomu·
nión de Enrique IV
llegó a Germania,
todos sus vasallos lo
abandonaron y se
aprestaron a bus-
carle sustituto. En
tan desesperada si·
tuación, Enrique IV
buscó la reconcilia·
ción con el Pontí.
fice. Cruzó los Al·
pes y llegó hasta
las puertas del cas-
tillo de Canosa \
donde el Papa ha·
bía establecido mo-
mentáneamente su
residencia. El Em·
De W. Goet •.
perador, a quien no
se permitió pll!aT
ESCENAS DE LA VIDA DE GREGORIO VII.
(Dibujo de un manuscrito alemán del siglo XII). más allá del patio
del castillo, perma·
En la parte superior aparece un guerrero expulsando neció allí vestido de
a Gregorio VII de la sala en la cual están sentados
Enrique IV y el antipapa nombrado por el empe· peregrino, (:on lo!
rador. En la parte inferior, Gregorio VII y sus con- pies descalzos sobre
sejeros en el destierro, y su muerte. la nieve y la cabeza
descubierta implo.
rando como humilde penitente, el perdón pontifical. Al cabo de
tres días de soportar tan duro trance, el Papa recibió a su ad·
1 El castillo de Canosa estaba enclavado en los dominios de Matilde,
condesa ~ Toscana, que era aliada fiel de Gre¡zorio VII.

-148 -
versario arrepentido, y aceptando su promesa de renunciar a
intervenir en la elección de los obispos, lo abrazó, liberándolo de
la excomunión que pel>aba sobre él.
- Pero esta dramática victoria lograda por Gregorio VII no
tuvo efectos muy duraderos. Cuando Enrique IV consiguió con-
solidar nuevamente su poder en Alemania, buscó la ocasión de
una revancha sobre el Papa. Repudió las promesas formuladas ero
Canosa y en el año 1080, al frente de un fuerte ejército, penetró
en Italia y se adueñó de Roma. Gregorio VII tuvo que refugiarse
en el sur de la península, en la ciudad de Salemo, donde murió
poco después (1085).
El concordato de Worms (1122). - El problema de las
investiduras siguió en pie, hasta que años más tarde, cuando ya
habían desaparecido los dos protagonistas iniciales de la querella,
fué solucionado mediante el Concordato de W orms (1l22) \ ce-
lebrado entre el Papa y el Emperador. En él se estableció que en
lo sucesivu los obispos serían elegidos, en los territorios impe-
riales, por el clero de cada diócesis, después de lo cual, recibi-
rían del Papa o su representante la investidura espiritual sim-
bolizada en la entrega del báculo y del anillo. Pero, antes de en·
trar en posesión de su cargo, los obispos debían prestar el j u-
ramento feudal de homenaje frente al emperador, quien sólo en-
tonces tocándoles con su cetro les reconocía la posesión de la!'
tierras de sus obispados. Esto se llamó la investidura temporal.
Los emperadores mantuvieron, pues, cierta fiscalización en
la designación de los obispos, desde el momento que podian rehu-
sarles la entrega de las tierras, pero renunciaron a su preten-
sión de elegirlos. Dueña así la Iglesia de la elección de sus pro-
pios miembros, confirmó su independencia de acción frente a las
autoridades laicas. y se convirtió en la más poderosa institución
de la Europa feudal.
El concordato de W orms resolvió el problema de las investi-
duras, pero persistió el antagonismo entre papas y emperadores,
avivado por la pretensión imperial, resistida por el pontificado,
de sojuzgar a Italia. Nuevas luchas se produjeron, pues en lo~

1 Se da el nombre de concordatos a los tratados que se efectúan entre


la Iglasia y lo! estados, sobre puntos de disciplina eclesiástica.

- 149-
siglos XII Y XIII (hasta 1250), ~ntre el plmtificado y el Impe-
rio, y en ellas los principales protagonistas fueron los empera·
dores Federico Barbarroja y Federico II y los pontífices Alejan·
dro III e Inocencio IV l. El resultado de este conflicto secular
entre el sacerdocio y el Imperio fué el debilitamiento de amo
bos poderes, cuyas energías se agotaron en esta lucha tenaz. A
pesar de las luchas con los emperadores y sus efectos anarqui·
zantes, el pontificado y la Iglesia alcanzaron en esta época su
máximo esplendor. En esta época se organizaron las cruzadas,
guerras seculares contra los musulmanes, en cuya predicación y
ejecución tuvieron los pontífices un papel preponderante. En esta
época se levantaron las soberbias catedrales góticas, cuya arqui-
tectura expresó en piedra la profunda fe de Europa. También
en esta época se crearon nuevas órdenes religiosas que intensi·
ficaron la acción social y espiritual del monaquismo de occidente.
El poderío eclesiástico de esta época tuvo su apogeo en el
pontificado de Inocencio III.

El pontificado de Inocencio III (1198·1216). - A los


37 años de edad, muy j oven por lo tanto, ascendió Inocencio III
al trono pontificio. Era de origen romano, de noble familia, de
gran cultura y de extraordinaria capacidad de trabajo.
Sus ideas sobre la misión que correspondía realizar al pa·
pado eran radicales, y del mismo linaje que las preconizadas
por Gregorio VII. El papa era el representante de Dios sobre la
tierra, "el ungido del Señor, más pequeño que Dios y más gran·
de que el hombre, juez de todos y juzgado sólo por Dios". "Dios
ha colocado en el firmamento - también decía -'- dos grandes
astros para iluminarlo: el sol, que engendra el día, y la luna,
que alumbra la noche. Del mismo modo, en el firmamento de la
Iglesia ha instituído dos altas dignidades: el papado, que reina
sobre las almas, y la reyecía, que domina sobre los cuerpos. Así
como la luna recibe su luz del sol, el poder real extrae su bri·
llo y su prestigio del poder pontificio". Durante su pontificado,
de casi veinte años, Inocencio 111 actuó de acuerdo con esas ideas.
Repetidas veces intervino en los problemas políticos de Europa
imponiendo las soluciones prestigiadas por él. Intervino con éxi·

1 Véue Capítulo IX. El Santo Imperio romano ¡ermánico.

-110 -
In en las elecciones imp eriales de Al emania. Resolvio t:uesnonell
dinásticas en Dinamarca, Aragón, Castilla y Hungría. Excomulgó
al rey Juan sin Tierra de Inglaterra, y sólo le perdonó a con-
dición de convertirse en su vasallo y pagarle un tributo anual.
Obligó al rey de Francia, Felipe Augusto, a respetar los lazos
matrimoniales que intentaba desconocer, repudiando a su mujer.
Fué Inocencio III quien llamó a la cruzada contra los al-
bigenses y quien predicó una de las cruzadas (la cuarta) contra
los musulmanes. Actuó, verdaderamente, como el jefe religioso y
político de la cristiandad. Su poder culminó con la celebración
del concilio de Letrán (1215), donde, entre otras cosas, se re-
solvió la organización de la Inquisición.
Unos años más tarde, murió Inocencio IlI, cuyo pontificado
señaló, para la Igles,ia, un momento de singular brillantez.

La Iglesia y el estado civil; las obras sociales y la vi-


da intelectual. - La Iglesia tenía a su cargo una doble tarea.
Por un lado impartía la instrucción religiosa y €uidaba de orien-
tar la vida de los feligreses en concordancia con los preceptos
cristianos. Por otro, intervenía en multitud de tareas seculares,
pues su perfecta organización, superior a la de los estados !feuda-
les, la capacitaba para cumplir con eficacia funciones de interés
colectivo, que los pequeños feudales no podían desempeñar. La
Iglesia fué la organizadora de registros destinados a establecer
la situación de las personas en la vida social, lo que hoy se
llama el estado civil. Nacimientos, matrimonios, defunciones, eran
sucesos que debía acreditar la Iglesia, a los efectos del cumpli-
miento de sus funciones religiosas. Por eso, durante muchos si-
glos, el Estado unido a la Iglesia no ejerció esa función por su
cuenta, sino que se valió de los registros eclesiásticos para com-
probar el estado civil de las personas.
Como consecuencia de la amplia jurisdicción de los tribuna-
les eclesiásticos, la Iglesia tuvo participación importantísima en
la justicia, suavizando los procedimientos y las penas.
Otra de las tareas cumplidas por la Iglesia fué la previsión
social y la asistencia pública. Los hospicios, construídos. al lado
de los monasterios, recogían a los indigentes, a los ancianos y
1 los huérfanos de cuya subsistencia y protección se enoorgaban
108 monjes.

- 161 -
En las casas de Dios u hospitales cuidaban de los enfermos
y lisiados, proporcionándoles la asistencia que requería su estado.
La intervención de la Iglesia en materia de caridad y asis-
tencia pública contribuyó a mitigar de modo sensible las mise-
rias y penurias de las clases inferiores de la sociedad feudal.
La Iglesia tuvo también exclusivamente a su cargo la ense-
ñanza, pues las únicas escuelas eran las de las parroquias y con-
ventos, donde se enseñaba gratuitamente.
La Iglesia influyó en otras manifestaciones de la vida social
y espiritual; limitó las guerras privadas y fomentó el espiritu ca·
balleresco del culto al honor y protección de los débiles.
La influencia de la Iglesia se expresó también en el arte y
la literatura medioeval.

Las herejías. - La Iglesia procuró, por todos los medios


a su alcance, inculcar profundamente su doctrina y logró, hacer
del catolicismo el eje de la vida espiritual en la Edad Media.
Para imponer obediencia a sus mandamientos disponía de
dos armas poderosas, la excomunión y la interdicción.
La excomunión era la resolución por la cual se excluía a una
persona de la comunidad de los fieles. Esta expulsión implicaba
la prohibición de participar en cualquier acto de la vida religio·
!!la. Se le negaban los sacramentos y nadie podía auxiliarlo ni
tener relación alguna con él.
La excomunión, que significaba la muerte del fiel para la
vida cristiana, era proclamada públicamente en el templo por el
obispo, quien ante los feligreses leía la sentencia y terminaba
sus palabras con el siguiente anatema: "Que sea maldito en la
ciudad, que sea maldito en el campo; malditos sean su granero,
sus cosechas y sus hijos. Que se apague la luz de su vida por una
eternidad a menos que se arrepienta".
La interdicción era la censura eclesiástica, por la cual se
suspendían las ceremonias religiosas y se clausuraban los templos
en todo el ámbito de un determinado territorio. Esta pena fué
generalmente aplicada a los señores excomulgado! que persistían
en su rebeldía.

- lfil -
Toda la autoridad de la Iglesia np impidió, sin embargo, el
surgimiento de herejías, o sea disidencias de opinión con respecto
a los dogmas católicos.
Algunas de esas herejías carecieron de importancia, pues
sólo se extendieron en círculos muy reducidos; otras, en cambio,
tuvieron una difusión que las hizo temibles, tales, en especial,
la de los valdenses y la de los albigenses.
La herejía valdense. Pedro Valdo, un comerciante que vivió
en Lyon a fines del siglo XII. renunció a su cuantiosa fortuna
para predicar entre las gentes del pueblo los preceptos del Evan-
gelio.
Gradualmente, sus doctrinas se fueron apartando de las creen·
cias católicas. Impugnó ciertos dogmas. negó la obediencia a las
autoridades eclesiásticas y afirmó que el fiel para salvarse no neo
cesita de intermediarios sacerdotales, pues bastan para ello la
oración y el cumplimiento estricto de las enseñanzas bíblicas.
Por esto hizo de la lectura y del comentario de la Biblia un
precepto fundamental, de cuya aplicación se encargaron los pas-
tores, hombres que, sin abandonar sus actividades corrientes, asu·
mieron el doble carácter de consejeros morales y de comentadores
de la Biblia.
La herejía albigense se desarrolló también en el sur de Fran-
cia. En su origen influyeron ideas importadas de Oriente en la
época de las Cruzadas y tuvo su principa1 centro en la ciudad de
Albi, de donde proviene el nombre de albigenses dado a sus
adherentes.
Los albigenses creían en la existencia dos principios: uno
del bien, creador del alma, y otro del mal, creador del cuerpo.
El cuerpo era, pues, un obstáculo opuesto al alma en el camino
de iru perfección. Por eso se le consideraba como algo inferior y
despreciable, que debía castigarse con ayunos v penitencias.
Los fieles se dividían en dos clases: los perfectos, que debían
llevar una vida austera y de continua mortificación, y los simples
creventes. exonerados de esos sacrificios y a quienes los perfectos
podían absolver de sus pecados, pero sólo una vez en la vida.
Las creencias albigenses se propagaron en el curso del siglo
XII por el sur de Francia. arraigando. especialmente, en los tf'-
rritorios que dependían del conde de Tolosa, Raimundo VI.

- 153
La lucha contra la herejía. - La Iglesia realizó una inten·
sa propaganda condenatoria de las herejías y recurrió al arma
de la excomunión contra los valdenses y los albigenses. Estos
últimos, sobre todo, por su mayor número y el apoyo que recibían
de grandes señores, eran singularmente peligrosos.
A principios del siglo XIII una circunstancia ocasional, la
muerte de un legado pontificio a manos de un oficial del conde
de Tolosa, decidió al papa Inocencio III (1l98·1216) a predicar
una verdadera cruzada contra los albigenses. Desligó a los súbdi·
tos del conde de Tolosa del juramento de fidelidad, proclamó que
todo católico podía perseguirlo y apropiarse de sus tierras, y con·
cedió a todos los que respondieran a su llamamiento idénticos
privilegios que los que se otorgaban a los cruzados.
Cantidad de señores de Francia y de Alemania, a cuyo freno
te estaba el barón francés Simón de Montfort, se precipitaron en·
tonces hacia las tierras del mediodía de Francia, sembrando la
desolación y la ruina entre los herejes. Esta guerra religiosa que
se prolongó durante varios años (1209-1229) extirpó la herejía, y
además facilitó la penetración monárquica en los feudos del sur,
que terminaron por ser incorporados a las tierras de la corona
rrancesa.
La Inquisición. - En la misma época de la cruzada contra
los albigenses, la Iglesia estableció un tribunal especial para in·
vestigar las creencias de los hombres de fe dudosa y castigarlos
si eran convictos de herejía. Este tribunal, de investigación reli-
giosa, fué llamado la Inquisición l. Sus miembros eran general·
mente monjes nombrados por el papa o por los obispos.
Como era usual en los tribunales de aquella época, los pro·
cedimientos seguidos por la Inquisición eran secretos y se emplea.
ba la tortura para lograr que el procesado reconociese su culpa.
bilidad.
Aquellos cuya herejía se comprobaba incurrían en penas de
variable gravedad: imposición de ayunos y oraciones en ciertos
casos; multas o prisión en otros. Pero los herejes contumaces o
reincidentes eran "entregados al brazo secular", es decir, a la

\ lnquisició¡;¡ deriva de inquirir, que significa averiguar. investi¡at.


Autoridad civil (real o señorial), la CUl'l aplicaba la pena CIl·
pital de la hogucra en un acto público llamado auto de fe.
El rigorismo implacable en el castigo de la herej ía era acepo
tado como una necesidad pública. El hereje era considerado como
un renegado que traicionaba los principios fundamentales de la so·
ciedad en que vivía; como un verdadero apestado, cuyo contagio
era peor que el de una enfermedad, pues ponía en peligro no la
integridad del cuerpo sino la salvación del alma.
La Edad Media no reconoció la libertad religiosa. La idea
de tolerancia para las creencias diferentes a las aceptadas por la
mayoría, sólo se aceptó como norma de convivencia social muo
chos siglos más tarde, ya en plena época contemporánea, y aun
no puede decirse que sea un resultado definitivamente adquirido.

El cisma griego. - Las l-terejÍas no lograron quebrar la


unidad católica de occidente. En cambio el viejo antagonismo en·
tre la Iglesia católica de occidente y la Iglesia bizantina o grie·
ga de oriente, se agudizó hasta provocar en el siglo XI (1054)
la separación definitiva conocida con el nombre de cisma griego.
Una de las causas del cisma, fué la impugnación de la supre·
macía eclesiástica de los pontífices romanos que hacíar. los pa·
triarcas de Constantinopla; otra fué la divergencia de opiniones
sobre ciertos aspectos del rito y la disciplina eclesiástica, diver·
gencia estimulada por el distinto idioma de las iglesias (latín
y griego, respectivamente); otra, en fin, fué la falta de relación
entre el Occidente y el Oriente, que tan distanciados quedaron
desde que la expansión musulmana obstaculizara la libre navega·
ción del Mediterráneo y que éste dejó de ser así el puente de unión
entre Bizancio y las comarcas de la Europa occidental.
Estas causas socavaron lentamente la unidad cristiana. En el
siglo IX, el emperador de Bizancio depuso al patriarca Ignacio
y nombró en su lugar a un ambicioso llamado Focio, cuyo nomo
bramiento no fué reconocido por el Papa. Focio impugnó la pri.
macía espiritual de Roma y negó ciertos puntos de la doctrina
católica, llevando así a la Iglesia bizantina a la ruptura con la
Iglesia de occidente. El advenimiento de un nuevo emperador,
contrarie a Focío, impidió el cisma. Pero las tendencias hostiles

-155 -
de la Iglesia griega se fueron acentuando cada vez más hsstll que,
en el año 1054, otro patriarca de Constantinopla, Miguel Ceru-
lario, proclamó la separación total de la Iglesia bizantina, con-
sumándose así de modo definitivo el cisma griego.
A partir del año 1054 hubo, pues, en Europa dos Iglesias
cristianas: la griega de oriente, usualmente llamada ortodoxa, y
la romana de occidente, usu al mente llamada católit~.

- li6 -
CAPITULO IX

EUROPA DESDE EL SIGLO X AL XIII: EL SANTO IMPERIO


ROMANO GERMÁNICO

Generalidades.-La Europa cristiana medieval estuvo uni·


da por poderosos vinculos de cultura, creencias y costumbres. Tu·
vo absoluta unidad religiosa y hasta lingüística, pues el latín fué
durante muchos siglos el idioma hablado por la gente culta de
todos los países y el único usado para la expre ..ión literaria.
Pero esa común cultura careció de base política. Desde el
desmembramiento del Imperio romano, Europa evolucionó rápida.
mente hacia el particularismo f::lítico, apenas detenido de modo
efúuero por el Imperio carolingio. Después de f:arlomagno, el
feudalismo fué la expresión más acabada de ese particularismo.
Pero la dispersión feudal tuvo su limitación en la subsisten
cia de núcleos políticos mayores que los feudos: los reinos. Es-
tos reinos cristianos de la Europa feudal fueron el molde donde
se gestaron diferencias profundas, especialmente de idiomas, que
contribuyeron a dividir cada vez más las poblaciones de Europa
en distintos sectores. Así se acentuó la separación en estados
que hasta nuestros días ha caracterizado la vida política europea.
De los estados surgidos del desmembramiento del Imperio ca·
rolingio, el reino de Germania fué el que tuvo en un comienzo
más brillante destino, pues en el siglo X (962), el rey Otón 1
el Grande restauró en su provecho el Imperio de occidente, que
re llamó Imperio romano.germánico.
La restauración imperial dió a Germania rango preponderan.
te entre los demás estados en la Europa feudaL
Los ducados. Otón el Gl'ande.-Durante la época de anar-
quía e invasiones que siguió al tratado de Verdún (843), se des-

-167 -
arro116 vigorosamente en Germania el feudalismo. y se organizaron
poderosos señoríos. Así se perfilaron cinco grandes ducados: Sn(l·
bia y Baviera, al sur; Loren,a, al oesle; Franconia, al centro.
y S(L,ionia, al norte.
Cuando a principios del siglo X (911), se extinguió la dinas-
tía carolingia, los duques eligieron sucesor entre ellos. La co·
rona recayó así, al cabo de pocos años (918), en la casa de Sao
j ouia, que era la más fuerte de las familias ducales alemanas.
Otón 1 el Grande, que gobernó durante un largo período (936·973),
fué el segundo de los reyes sajones y una destacada figura de
príncipe medieval. Su constante preocupación consistió en con·
solidar su autoridad, debilitando el poderío de los fuertes seño·
res del reino. Uno de los hábiles recursos que empleó para ello
fué el fortalecimiento de los señoríos eclesiásticos mediante entre·
gas de tierras a la Iglesia. De ese modo, contrarrestaba la in-
fluencia del feudalismo laico apoyándose en la autoridad de les
obispos, en cuyo nombramiento, como ya se ha visto, intervenían
decisivamente los emperadores l.
La consolidación de su autoridad permitió a Otón reaccionar
vigorosamente contra los húngaros, quienes habían sembrado, con
sus invasiones, el terror en las comarcas de Germania. En la bata·
lla de Lech (955), cerca de Augsburgo, Otón les infligió tan terri-
ble derrota que nunca más repitieron sus correrías y se estabiliza
ron definitivamente en las llanuras de Hungría.
Pocos años más tarde, Otón, convertido ya en el más pode-
roso rey de su tiempo, aprovechó las dis.ensiones existentes en
Italia, para intervenir en la Pen ínsula. Las querellas nobiliarias
mantenían allí una permanente anarquía, a consecuencia de la
cual el Papa, amenazado en su seguridad, recurrió a la protec·
ción de Otón. Valido éste de tal circunstancia, pasó los Alpes,
conquistó el reino de Lombardía (apéndice italiano del antiguo
reino de Lotario), y luego penetró en Roma, donde el papa
Juan XII lo coronó emperador (962).
Como otrora Carlomagno, Otón fué coronado en la iglesia
de San Pedro por el propio Papa, quien después de ungirlo al

I La intervención imperial en los nombramientos eclesiásticos fué. precio


samente, la causa de la querella de la~ investiduras.

- 158-
modo tradicional, le ciñó la corona imperial ante las aclamacio·
nes entusiastas de los asistentes.
Otón agr~gó así, a la corona de plata que ceñía como rey de
Germania, y a la corona de hierro de Lombardía, la corona de
oro, símbolo de la nueva dignidad imperial.

El Santo Imperio romano-germánico.-La coronación de


Otón I resucitó por segunda vez el Imperio romano de occidente.
La nueva restauración impe-
rial estaba destinada a ser más du-
radera que la realizada por Carlo-
magno, pues el Imperio romano-
germánico, o Santo Imperio, como
se le llamó más tarde, subsistió
durante más de ochocientos años,
y sólo sucumbió en el siglo XIX
(1806), como consecuencia de las
guerras napoleónicas.
El Imperio era el estado terri-
torial más grande de Europa.
Un siglo y medio después de la
muerte de Otón 1, comprendía Ger-
mania, el norte de Italia, las tie-
rras de la ribera izquierda del Rin,
que antes integraban el reino de
Lotario, y Bohemia, en el este, cu-
yos reyes se reconocían miembros
del Imperio. De Ch. Davi •.
Los monarcas del Santo Impe. OTóN EL GRANDE y SU ESPOSA.
rio disfrutaban, además, en virtud Estatuas de una capilla de la
de la fuerza tradicional inherente catedral de Magdeburgo.
el alto título que investían, de una
preeminencia moral sobre los otros reyes de Europa. Pero ni la
extensión de sus territorios ni el prestigio inmenso de la dignidad
imperial bastaron para hacer del Santo Imperio un estado autén·
ticamente poderoso. Por el contrario, varios factores contribuye.
ron a debilitarlo, restando a la corona imperial fuerza y autoridad •

...... 15~ -
Causas de la debilidad del Imperio. - El Imperio estaba di·
vidido en grandes dominios feudales, cuyos dueños, sati~fechos
y engreídos de sus prerrogativas, defendían enérgicamente su li·
bertad de acción y no estaban dispuestos a convertirse en súbditos
sumisos del emperador.
La fuerza de las tendencias feudales obstaculizó. pues, el
desarrollo de la autoridad imperial. Los emperadores no pudieron
crear instituciones comunes a todo el país, ni establecer en las
diversas regiones funcionarios que hicieran respetar su voluntad.
Debieron contentarse con llevar el majestuoso título imperiaL pe·
ro no lograron convertirse en jefes de utJ estado fuerte y bien
organizado.
Otro factor de debilidad imperial fué la reunión, hai o un
mismo cetro, de territorios hetero,géneos, reacios a la unidad. Éste
era, precisamente, el caso de Italia, cuya población difería mu-
cho por raza, tradición y costumbres de los germanos, y a la que
los Alpes separaban naturalmente de Alemania.
Estas circunstancias, que impidieron el surgimiento de un
imperio fuerte y homogéneo, pudieron quizás haber sido superadas
por la acción tenaz y continua de los soberanos, pero los ,grande!;
señores feudales mantuvieron celosamente el principio de elec·
ción imperial, e impidieron que por la transmisión hereditaria del
poder se afirmara la autoridad imperial. La elección, sin embar·
go, recayó, a veces, durante varias generaciones, en miembros de
una misma familia. Por eso suele hablarse de la existencia de
dinastías imperiales en la Alemania medieval, pero esas dinastías,
relativamente efímeras. no llegaron a imponer el principio de la
adquisición del poder imperial por herencia, y, por lo tanto,
su subsistencia estuvo siempre supeditada a la elección por lo~
grandes señores. Además del particularismo feudal, los empera-
dores encontraron otra valla a su poder en el pontificado. A raíz
de la restauración del imperio, Otón 1 afirmó el derecho de lo~
emperadores a intervenir en la elección de los pontífices, pero tal
facultad desapareció desde que el papa Nicolás II (1059) estableció
que la elección pontificia sería privativa del cónclave, o colegio
de cardenales.
Las relaciones entre los emperadores y los pontífices, je.
fes absolutos de la Iglesia de occidente, abllndaron en conflictos
que contribuyeron, de modo decisivo, al debilitamiento imperild.
-¡60 -
· La dinastia de Fr-anconia. Enrique IV.-Desde su fun·
dación, hasta el siglo XIII, reinaron en el Imperio tres dinastías:
la iniciada por Ütón el Grande, llamada de§ajonia (902·1024);
después la dinastía de Franconia (1024·1125) y finalmente la de
los Hohenstaufen (1137-1250).
La dinastía de Sajonia sólo duró dos generaciones después
de Otón I. A principios del siglo XI (1024), alcanzó el trono .
la familia ducal de Franconia. Durante un si~Io la elección im-

¡';L SANTO IMPERIO ROMANO-GERMÁNICO A MEDIADOS DEL SIGlO XII.

perial recayó en esta familia, a la que perlenecieron Enrique IV,


el emperador humillado en Canosa (1077), Y Enrique V, que fué
quien celebró con la Iglesia el concordato de Worms (1122).
La historia de la dramática querella de las investiduras entre
Enrique IV y el papa Gregorio VII, está relatada en el capÍtnlo
VIII. La dinastía de Franconia se extinguió con el emperador En·
rique V.
Los Hohenstaufen (1137.1250) .- Pocos años después de
la muerte de Enrique V de Franconia, los príncipes y altos prela·

....... 161 -
dos alemanes eligieron emperador al duque de Suabia, Comado de
Hohenstaufen. Con él se inició la dinastía de los Hohenstaufen
o Staufen, como también se les llamó, que gobernó el Imperio
por más de un siglo (1137·1250).
Los dos emperadores de más relieve de esta nueva dinastía
y
fueron Federico 1, apodado el Barbarroja, su nieto Federico n.
Federico Barbarroja (1152-1190) .-Fué una de las figu.
ras más brillantes, del medievo alemán.
Era un hombre de espíri·
tu oultivado, guerrero valero.
so y gobernante sagaz. Tenía
sobre todo una elevada con·
cepción del papel que le co·
rrespondía desempeñar como
emperador, y cumplir tal pro-
pósito fué el principal objeti.
vo de su acción política. Qui.
so realizar en los hechos lo
que sÍllo existía en teoría, es
decir, la organización de un
estado imperial, colocado por
encima de todos los reinos .1e
su tiempo, y a cuyo frente el
emperador fuese, por su auto-
ridad, un digno sucesor de
Carlomagno y de los antiguo!
césares de Roma.
Pero la ejecución de es-
FEDERICO 1 BARBARROJA. tos proyectos presentaba gran·
De una miniatura alemana del siglo des obstáculos; por un lado,
XIT, que representa al emperador en la fuerza del feudalismo ale·
traje de cruzado. mán, que había logrado mano
tener en jaque hasta entonCel
la autoridad imperial; por otro, la oposición de las ciudades en·
riquecidas de Italia, que aceptaban sin esfuerzo su dependencia
nominal del imperio, pero no querían trocarla por un someti·
miento efectivo. Además, la resistencia del pontificado, que COD-
templaha cOh inquiet ud el resurgimiento vigoroso de la fuerza im.
perial, cuyas pretensiones absorben les le hacían temer por su
libertad de acción.
Federico I comenzó por impone r la paz y la segurid ad en
Alemania, reprimiendo severamente el bandolerismo que asolaba
el país y sometiendo a los díscolos. feudales del imperio. Uno de
ellos, Enrique Welf, apodado el León, tenía verdaderQ poder, pues
era, simultáneamente, duque de Sajonia y de Baviera y, por lo
tanto, señor feudal de media Germania. Pero éste, momentánea-
mente por lo menos, acató también la autorid ad de Federico.
El Empera dor quedó, pues, con las manos libres para reivin-
dicar la plenitu d de los derechos imperiales. sobre el norte de
Italia. De hecho, esta región disfruta ba de una real indepen den-
cia. Allí se habían desarro llado ricas ciudades como Génova, Flo-
rencia, Pisa y en Lombardía, Milán, Cremona, Plascencia, Pavía,
Verona \ acostumbradas todas ellas a goberna rse por sí mismas.
Después de hacerse coronar empera dor en Roma, como era
la tradicional costumbre, Barbarr oj a convocó en el año 1158 a
todos sus feudatarios italianos en las llanuras. de Roncaglia, a
orillas del Po, y de manera solemne les recordó minuciosamente
todas las obligaciones que tenían para con él en su calidad de
emperador y que aquéllos juzgaban ya desvanecidas por el desuso.
Nadie falló a la cita imperia l de Roncaglia, pues la convo-
catoria se había hecho bajo amenaza de pérdida de los feudos pa-
ra los inasistentes. Caballeros, condes, marqueses, obispos, aba-
des, magistrados de las ciudades, se agrupar on en el vasto recinto
formado por las tiendas de campaña del Empera dor y de su co·
mitiva.
Todos oyeron, posiblemente consternados, enumer ar a los
funcionarios de Federico las obligaciones que, en adelante, debe-
rían cumplir, entre las que figurab an para las ciudades, además
del pago de impuestos, la obligación de acatar la autorid ad de
funcionarios nombrados por el empera dor llamado s podestás.
Nadie levantó la voz, para impugn ar tales pretensiones, y así
pareció que pacíficamente volvería de nuevo el norte de Italia a

1 La poderosa ciudad de Venecia no había


sido nunca dependencia del
Imperio germánico sino de Bizancio.

-168 -
ITALIA A MEDIADOS DEL SleLO XII.

la órbita imperial. Pero aquello no pasó de una ilusión. Poco


años más tarde, Milán se sublevó, y cuando Federico en castíg
la sometió a un terrible saqueo, la conflagración se generalizó

- 164-
todas las ciudades lombardas. El papa Alej andro 111 favorecia
abiertameute la cau~a de las ciudades italiana s y la lucha prosi-
guió durante varios años con alternativas.
En vano Federico 1 reiteró los ataques sobre Italia y venció
varias veces a los rebeldes. Éstos continu aron su resistencia hasta
que en el año 1176 el Empera dor fué completamente derrota do en
la batalla de Legnano por aquella s milicias burguesas desprecia-
das por los nobles de Germanía. El Empera dor entonces ~e recon-
cilió solemnemente con el Papa en una entrevista celebra da en
Venecia, y además tuvo que reconocer a las ciudades italiana s el
goce de sus viej as libertades.
De regreso a Germania, tomó cumplid a venganza sobre En-
rique el León, duque de Baviera y Sajonia , quien había apoyad o
la causa italiana y contrib uído así a la derrota de Federico. Le
arrebató sus feudo!' !Jor la fuerza y lo desterró de Germania.
Güelfos y gibelillo s.-La rivalidad de Federico Barbarro ja con el duque
de Baviera creó dos partidos : uno favorable a las pretensiones
imperiales
de Federico; otro enemigo de una fuerte monarquía imperial.
, Esta oposición de opiniones se extendió también a Italia, donde
:mperador tenía numerosos adictos a su causa y, por supuesto, el
enemigos. ardientes
,Los partidarios de Barbarro ja se llamaron, en Italia, gibelinos
, deno·
minación que deriva del nombre del castillo de Waiblingen, de
donde era
originario Federico, y cuya pronunciación, adultera da en italiano,
engen·
dró la palabra gibelino. Sus adversarios se llamaron güelfos, denomin
derivada del nombre de Enrique el León (Welf) , el díscolo vasallo ación
impe-
rial que tanto favoreció a la causa de las ciudades sublevadas
hardía con su traición a Federico. de Lom·
Las denominaciones de güelfos y gibelinos duraron más que los
najes cuya rivalidad las engendró. Por mucho tiempo, siguieron perso·
llamán-
dose en Italia gibelinos a 108 partidarios del Imperio y güelfos
a 108 que
odiaban la intervención imperial.

Federico Barbar roja murió en Asia Menor en 1190, cuando


se dirigía a Jerusalé n como cruzado para combat ir contra los tur-
cos. Pronto su figura renació en pintorescas leyendas que mag-
nificaron sus hazañas y acentuaron el sentido heroico de su vida.
Pero en realidad , y pese al brillo de su largo reinado, había fra-
casado en su intento de crear un gran estado imperia l fuerte y
unido.

- 166-
enstaufen (1212-1250). -
Federi.co Il Y la caída de los Hoh
e hijo de la princesa heredera
Federico II era nieto de Bar barr oja
del reino de las Dos Sicilias.
época. Educado en Saler-
Fué un pers ona je extraño para su
Sici lias, cuyo trono heredó de su
no, ciud ad del reino de las Dos
cipe italiano que alemán. Era
madre, Federico II fué más un prín
liter atur a y escribió diversos li-
sumamente culto, gustaba de la
En el ambiente cosmopolita del
bros, uno de ellos sobre cetre.rÍa.
como resultado de sucesivas do-
sur de Itali a, donde se mezclaban,
enes, bizantinos, normandos y
minaciones, gentes de diversos oríg
de un núcleo de sabios, artistas,
sarracenos, Federico II se rodeó
poetas y astrólogos, cristianos al-
gunos, sarracenos o judí os otros.
En el año 1212, Federico fué
elegido emperador, y en conse-
cuencia sumó el Imperio a sus
terr itor ios del sur de Italia. En
sus manos estuvo, pues, como en
-
las de ninguno de sus anteceso
la posi bilid ad de unir com ·
res,
pletamente Ital ia con Ger man ia.
Pero esta posibilidad lo convir-
tió en el enemigo odiado de to-
dos los güelfos de Itali a y tamo
bién en el de los pontífices,
8

quienes inqu ieta ba tant o por su


poder, como por su escepticismo
religioso.
Durante años lucharon en Ita
lia güelfos y gibelinos. Federico
y
FEDERICO II. obtuvo algunos éxitos efímeros
tam bién muc hos contrastes. Al ca·
l\finiatura del libro "Arte de bo de un largo y azaroso reina.
cazar con halcón", escrito por
Federico TI, rey de las Dos Si- do mur ió (1250) sin hab er po·
cilias y emperador de Alem ania. dido realizar sus ambiciosos pro·
pósitos políticos. Con él dp.s-
pue!! éstos perd iero n el reino
apareció el pod er de los Staufen,
a a la familia francesa de los
de Sicilia que fué cedido por el Pap

-1 66 -
Anjou (Carlos de Anjou, herman o de San Luis)!; en cuanto al
Imperio quedó completamente anarquizado.
El gran interre gno alemán (1250-1273) .-La caída de
los Staufen señaló el fracaso de la idea imperia l que alcanza ra
su apogeo con Federico Barbarr oja.
La separación de Italia y Alemania quedó entonces consu-
mada y no sólo los emperadores tuvieron que renunci ar a su
sueño de dominación más allá de los Alpes, sino que su propia
autoridad en Alemania quedó singularmente debilitada. No ·lea-
lizaron, pues, la unidad política ítalogermana, ni la exclusiva uni·
dad política de Germania. En efecto, bajo su autorid ad puramen-
le nominal, Germania se convirtió en una abigarr ada amalgama
de más de trescientos núcleos políticos autónomos, ducados, mar-
quesados, ciudades libres, e incluso reinos, como el de Bohemia.
Con la muerte de Federico n, se inició un período de vein-
titrés años de anarquí a (1250-1273) llamado el gran interreg no,
porque durante él no hubo en realida d emperadores.
Los príncipes que intervenían en la elección imperia l vendie-
ron sus sufragios a personaies extranj eros, codiciosos de agregar
a sus títulos nobilia rios o reales el título imperia l que eclipsa ba
a cualquier otro título, pero estos emperadores nomina les y ex-
tranjeros ni siquiera alcanzaron a veces a residir en Alemania,
como sucedió con el rey castellano Alfonso el Sabio, al cual los
electores en cierto momento dieron sus votos.
Como consecuencia del debilitamiento imperia l, la desagre-
gación política aleman a llegó al máximo, aumentando las fuerzas
y privilegios de los señores feudales y de las ciudades imperia
les.
Finalmente, en 1273, fué elegido empera dor Rodolfo de
Habsburgo, modesto señor procedente de las regiones del norte
de Suiza. donde todavía se levantan las ruinas de su antiguo
castillo. Una vez llegado al trono, se apoderó de las tierras del
ducado de Austria y de sus vecindades, y dotó así a su familia

I La dinastía angevina duró muy


poco tiempo y a su caída (1282) el
reino de las Dos Sicilias pasó a manos de una dinastía aragonesa.
Cuatro dinastías desfilaron, pues, en la Italia meridional entre
siglos Xl y XlII: dinastía normanda, dinastía germánica de los Hohenst los
aufen,
4Í\1astÍa angevina (de Anjou) y dinastía aragonesa.

--167 -
de una rica porClOn de territorios. Dos si¡¡;los más tarde, sus des·
cendientes habrían de desempeñar un importantísimo papel en la
historia del Imperio y de Europa .
Pero desde el gran interregno, la Alemania unida y centrali-
zada que soñaron los Staufen, quedó irremisiblemente condenada,
pues lo que siguió por siglos llamándose el Santo Imperio, fué
en verdad más que una monarquía, una federación anárquica de
principados y repúblicas l¿rbanas presidida por un emperador.

El emper ador.- La pretensión de los emperadores alema·


nes, fué implan tar su autoridad en toda la extensión del Imperio
pero lej os de lograrlo quedaron totalmente debilitados. El gran
interregno señaló el fracaso de las pretensiones unitarias de los
monarcas alemanes, y el comienzo de un largo período en que las
fuerzas locales de los señorío~ y ciudades predominaron en detri·
mento de la autorid ad central. Los emperadores ni siquiera lo·
graron la transmisión del título imperia l por herencia. Como los
príncipes los debían elegir, se hacían pagar los votos con nuevos
privilel!ios, o en cuantiosas sumas de dinero, dándose el caso de
algún elector que cotizó su voto en un millón de pesos aproxima.
dameute.
En teoría los emperadores disfrutaban de la suprema autori-
dad, pero en la práctica sus poderes eran casi nulos, pues las
prerrog ativas que poseían los señoríos y ciudades, eran otras
tantas vallas levantadas contra el ejercicio de una autoridad na·
cional, y en consecuencia los emperadores sólo mandaban real·
mente en los territor ios que les pertenecían en su calidad de prín·
cipes. Por esto, procura ban, como 10 hiciera con éxito Rodolfo de
Habshur?;o, acrecentar en lo posible esos territorios.

Los príncip es. El feudal ismo alemá n.-EI Imperio esta·


ba constituido por una gran cantidad de pequeños estados (má~
de cuatroc ientos).
Los estados imperiales diferían, por supuesto, en importan.
cia, extensión territor ial y régimen de gobierno. Algunos tenían 8
5'U frente, príncip es. duques, condes o
margraves; otros eran ver·
daderos reinos como Bohemi a, único estado, por otra parte, no
germánico, que integra ba el Imperio ; otros eran verdaderas re-

- 168 ~
; , ,
piIblicas como las ciudades de la Hansa teutonlca, cuya lmpoi'-
(ancia mercantil ya se ha señalado, y que alcanzaron un estupen-
do florecimiento económico.
Los señoríos de mayor jerarquía eran aquellos cuyos señores
dependían directa e inmediatamente del emperador, y que por esto
eran considerados los príncipes, es decir, los primeros o principa-
les del Imperio.
En los comienzos del Imperio sólo tenían este rango los se-
ñores que gobernaban los grandes ducados de Franconia, Sajonia,
Suabia, Baviera y Lorena. Pero durante el agitado período de lu-
chas entre el papado y el imperio, y durante el gran interregno,
una multitud de señores, vasallos de los duques se desligaron de
todo vasallaje que no fuera el debido al emperador. Así se mulo
tiplicaron los príncipes imperiales. Por debajo de estos príncipes
existían numerosos señores, de inferior jerarquía feudal, quienes a
veces para protegerse de los más poderosos se aliaban entre si,
formando ligas en las que exigían a sus integrantes que construye-
sen por lo menos un castillo fuerte en sus dominios, con la obli-
gación de cederlo para su refugio a cualquiera de los otros seño-
res. Así la Alemania del siglo XII!, se erizó de castillos, como con-
secuencia del poderío feudal que se desarrollaba tanto más vigo·
roso, cuanto más débil era la autoridad imperial.
Los feudales alemanes, seguros de su fuerza, no aceptaban
más ley que su capricho, y vivían entregados a la guerra o a
la rapiña, manteniendo al país en una situación de violencia y
anarquía.
La expansión feudal hacia el este.-La historia de la frustra-
da política imperial de dominación italiana y de creación de un
fuerte estado, disimula, a veces, la importancia de un movimien-
to de expansión que los feudales germanos realizaron con éxito en
los siglos XII y XIlI, extendiéndose hacia el este, más allá del El.
ba, por las costas del Báltico.
Éstas eran regiones pobladas por eslavos que en el siglo XII
todavía no habían aceptado el cristianismo. Contra ellos se lanza-
ron los germanos, estimulados, a veces, ]JOI celo misionero, y a
veces por afán de conquista territorial. Ésta no fué una empresa
dirigida oficialmente por los emperadores, sino ejecutada aislQ,.
damente por los señores alemanes. En ella teyo particular in ter·

- 169
venClOn una orden religiosomilitar de monjes soldados, llamada
de los Caballeros teutónicos. Esta orden había sido fundada pa·
ra luchar en Palestina con los infieles musulmanes, pero en 1230
(en la época de Federico 11 Staufen) cambió el escenario de su
acción de Palestina a Prusia. En ese tiempo, Prusia comprendía
una región poblada por eslavos, situada al norte de Polonia, en
las orillas del Báltico.
Los CabaIlen>s teutónicos combatieron a los eslavos, bárbaros
y paganos, cristianizándolos y germanizándolos. Hicieron de Pru-
sia el bastión más avanzado de Germania en el este, y desde allí
extendieron su dominio sobre los territorios que hoy corresponden
Estonia y Letonia. La expansión oriental germánica, que aisló a
Polonia del mar, señaló el comienzo de una lucha entre germanos
y eslavos por la posesión de los territorios comprendidos entre el
Oder y el Niemen, que había de durar muchos siglos y que no ha
terminado todavía.

Las clases sociales. El clero. La cultura. - Las clases


sociales de la Alemania feudal eran como en 10s otros países del
occidente europeo la nobleza, el clero, la burguesía y los campe-
sinos.
La nobleza germánica, como ya se ha dicho, adquirió gran
poder debido al debilitamiento imperial, y así el feudalismo ad-
quirió en Alemania un extraordinario vigor en el siglo XIII
cuando en otros países, como Francia, los reyes comenzaban a
debilitarlo afianzando su autoridad a expensas de la de los señores.
Tan poderoso como el feudalismo laico, fué el feudalismo
eclesiástico, puesto que desde los primeros tiempos del imperio los
obispados y arzobispados germánicos comprendían grandes exten-
siones de tierras tenidas a título feudal. En el siglo XIII, se des-
tacaban tres feudos eclesiásticos entre los más ricos y poderosos
señoríos del imperio. Ellos eran los arzobispados de Tréveris,
Colonia y Maguncia, situados los tres en la Alemania renana.
Igualmente poderoso fué en el imperio germánico el clero regu-
lar. En los siglos XII y XIII se destacó especialmente la orden
de los Caballeros teutónicos, orden de monjes soldados, que sobre·
salió por su intervención en las cruzadas y en la conquista y
evangelización de las regiones del este del imperio.

-178 -
Las guerras y violencias producidas por el feudalismo per-
turbaron la tranquilidad del país y perjudicaron a las clases cam-
pesinas, agobiadas por las cargas señoriales y amenazadas cons-
tantemente por la codicia rapaz de los señores.
La clase burguesa, en cambio, tuvo en Alemania una situa-
ción próspera y brillante, favorecIda por el enriquecimiento y las
libertades de las ciudades imperiales, algunas de las cuales, como
las que formaron la Hansa teutónica, adquirieron un poder ex-
traordinario. El enriquecimiento de la burguesía, hizo de las gran-
des ciudades alemanas centros de intensa vida intelectual y ar-
\ística, en los que la rústica cultura de los primeros tiempos feu-
dales empezó a evolucionar rápidamente hacia formas !lU-
periores.

JRl-
CAPÍTULO X

EUROPA DESDE EL SIGLO X AL XIII: FRANCIA E


INGLATERRA

Francia; advenimiento de los Capetos. - Después del


tratado de Verdún (843), que consagró el reparto del Imperio de
Carlomagno entre sus tres nietos, Francia siguió gobernada du-
rante más de un siglo por la dinastía carolingia. El poder de los
reyes carolingios decreció rápidamente durante el período de las
invasiones normandas que asolaron Francia en los siglos IX y X.
En cambio, los señores feudales se hicieron cada vez más fuertes
y podérosos.
En el año 987, uno de los principales señores del reino, Hugo
Capeta, fué elegido rey en remplazo del último monarca carolin-
gio que había muerto sin dej ar descendencia.
El nuevo rey pertenecía a una familia nobiliaria de gran pres-
tigio, pues algunos de sus representantes habían tenido d~stacada
actuación en las luchas contra los normandos.
Pero el título de rey discernido a Rugo Capeto, valioso por
su contenido honorífico, no implicaba adquisición de una espe-
cial autoridad, pues ante la fuerza creciente de los feudales la
monarquía carecía de poder y no era siquiera hereditaria, siendo
los señores quienes elegían a los reyes.
En el siglo X, pues, época del advenimiento de Rugo Capeto,
Francia era un conglomerado de señoríos casi independientes fren-
te a los cuales una reyecía débil, de estructura feudal, aparecía
apenas como un símbolo de la unidad del reino.
En verdad, pues, resulta exacto decir que en Francia fueron
los señores feudales, y no Rugo Capeto, quienes sustituyeron en el
poder a los reyes carolingios.

- 178
Sin embaro, esta situación de predominio feudal y debilidad
monárquica fué modificándose durante la baja Edad Media. La
familia de los Capetos continuó en el trono por virtud de eleccio·

FRANCIA FEUDAL A PRINCIPIOS DEL SIGLO XI.

nes rucesivas, y gradualmente consiguió hacer hereditaria la co-


rona y aumentar cada vez más sus podereil. ASÍ, la dinaitía capeta
-174 -
lué creando, a expensas de ios señoríos, un estado fuerte y c¡;U·
tralizado regido efectivamente por los reyes.
Esta declinación política del feudalismo ante el avance ere·
ciente de la autoridad real se produjo también en otros estados de
Europa (Inglaterra y España, por ej emplo), pero en Francia fué
donde se realizó de manera más nítida y constante.
Francia en el siglo XI. - A mediados del siglo XI, Francia
estaba repartida en infinidad de señoríos que integraban grandes
ducados y condados: ducados de Normandía, Bretaña, Aquitania
y Gascuña; condados de Flandes, Champagne, Anjou y Blois.
Casi todos estos feudos eran más extensos que el dominio de
la corona, o sea los territorios que pertenecían directamente a los
reyes. Éstos constituían un pequeño núcleo llamado Ile-de-France
(Isla de Francia), región cuyas ciudades importantes eran París
y Orleáns. Rodeados de feudos, eran, efectivamente, como una
isla real en medio de los grandes señoríos.
La autoridad directa de los reyes se ejercía únicamente sobre
estos territorios, pues el resto de Francia sólo les estaba subordi-
nado al través del vasallaje que debían los señores- Los reyes
llevaban, como símbolo de su dignidad, el cetro y l~ corona de
oro adornada con flores de lis; eran, además, consagrados solem-
nemente por la Iglesia en el momento de la coronación, lo que los
hacía inviolables y daba a su dignidad prestig~o religioso. Pero,
aunque poseían los símbolos de la autoridad real, no disfrutaban
del ejercicio de la misma y eran menos poderosos que algunos
de sus vasallos.
En el siglo XI, pues, Francia carecía de unidad política: los
{eudos eran pequeños mundos separados, a menudo en guerras
unos con otros, con sus intereses propios y divergentes y cuyos
habitantes se consideraban "hombres de su duque o de su conde",
antes que súbditos del rey.
Tampoco existía unidad cultural, pues las costumbres y el
lenguaje diferían sensiblemente, de un punto a otro.
En el norte, se hablaba un lenguaje (núcleo generador del
francés actual) conocido con el nombre de lengua de oil ("lan-
gue d'oil) ; en el sur, se hablaba el provenzal o lengua de oc ("lan.
gue d'oc"). Estos nombres provienen de las diferentes palabra!
empleadas para expresar la afirmación sí en una y otra región:

-176 -
l~on~\ enel norte, y \'oc~) en el sur. Ambos idiomas tenlall, A sU
vez, numero sas diferencias dialectalcs que reflejab an la separación
de los grandes fcudos en que se dividía el país.

SANT O
IMPE RIO
ROMA NO
GERM ANICO

EXPEDICI O NES FRANCO-NORMANDAS DEL SrGLO XI.

El feudo de Norma ndía y la expansión franco-norman-


da. - Norman día era uno de los domÍnios feudales más fuertes
del reino de los Capetos . Su origen se remonta ba, como ya se ha
-
visto, al establec imiento de Rolón en las tierras de la desembo
cadur a del Sena. Los norman dos instal ados en Francia malltuvie·

-176 -
1011 el esplJi\u a\'tnturelO y bcliro~o de los anhguos vikings. Asl,
ell 1'1 siglo A[, los frant :--llorllltllldos fueron protagouistas de dOI!
grandes expedicione~; una al sur de lLalia y otra hacia Inglaterra.
La conquista del sur de Italia. Ésta fué obra particular de ca·
balleros normandos y, en especial, de uno de ellos: Roberto GUi3-
cardo. A mediados del siglo XI (1053), éste inició la conquista
de Sicilia, dominada entonces por los sarracenos. Luego, extendió
su poder a Nápoles y organizó en aquellas regiones un estado in-
dependiente llamado posteriormente reino de las Dos Sicilias.
La conquista de Inglaterra (1066). La conquista de Inglaterra
fué obra del propIo duque de Normandía y no de caballeros de
aventura como Roberto Guiscardo.
A la muerte del rey de Inglaterra Eduardo el Confesor, Gui·

LA BATALLA DE HASTINCS.
Trozo de la tapicería normanda de Bayeux.
lIermo, duque de Normandía, más tarde llamado el Conquistador,
pretendió que le correspondía la corona por habérselo así prome-
tido el extinto rey, pero su pretensión fué desechada por los nobles
ingleses, quienes eligieron rey a Haroldo. Entonces Guillermo or-
ganizó una poderosa expedición que desembarcó en el sur de In-
glaterra y en la batalla de Hastings (1066) derrotó a Haroldo, que
murió en la contienda. Así, por decreto de conquista, el duque
G!!!lIermo se hizo proclamar rey de Inglaterra.
Esta victoria de un feudal francés planteó un serio problema
a los Capetos, pues un vasallo ya tan poderoso como ellos por su
dominio ducal de Normandía, agregó todavía la corona de UD
reino vl'CÍno.

- 1'17-
· ta lucha entre íos Cápetos y tos t>iantagenets. -
En el correr del siglo XII, la autoridad Teal progresó bastante en
Francia durante los reinados sucesivos de Luis VI el Gordo (1108.
1137) Y de su hijo Luis VII (1137.1180). Luis VII realizó, ademá8,
por consejo de su padre, un matrimonio de gran conveniencia po·
lítica con Leonor de Aquitania que le aportó en dote el extenso
ducado de Aquitania. Tales territorios no quedaoron mucho tiempo
en poder de los Capetas, pues Luis VII, aduciendo que entre su
mujer y él existía un parentesco, en grado prohibido por la Iglesia,
consiguió la anulación de su matrimonio (1152).
Dos meses después, Leonor de Aquitania se casó con Enrique
Plantagenet 1, conde de Anjou, quien por herencia materna iba
a convertirse muy pronto en rey de Inglaterra. Enrique Planta·
genet era, en efecto, por su madre, biznieto de Guillermo el Con-
quistador, lo que le valió la adquisición del trono inglés en 1154.
Su poder entonces fué muy grande, pues unió a su reino de Ingla-
terra una serie de feudos franceses: Normandía, Anjou y Aquitania
entre los principales, provenientes de la herencia de su padre y de
su madre, y de la dote de su mujer.
Así, todo el litoral atlántico de Francia, con una superficie
seis veces mayor que el dominio de los rp.yes franceses, quedó en
manos de un solo señor, que, además, ceñía la corona de Inglaterra.
Esta situación tenía fatalmente que provocar una lucha entre
Capetas y Plantagenets. Durante un siglo, en efecto (1154-1258),
se sucedieron guerras continuas entre las dos familias. De ellas
resultó, en definitiva, la victoria francesa y el consiguiente progre·
so de la autoridad de los reyes Capetas. .
Dos soberanos fueron protagonistas del buen éxito francés:
Felipe Augusto y San Luis.

Felipe Augusto (1180-1223). - Fué uno de los grandes


forjadores de la monarquía francesa, pues por un ladó, arrebató
a los Plantagenets gran parte de los dominios que poseían en Fran·
cia, y por otro, consolidó su autoridad ..obre los feudales.

t El nombre de Plantagenet provenía de ~a costumbre de 109 condee


de Anjou de IIsar como emblema una retama (genet en francés).

178
La lucha contra los Plantagenets. - El largo reinado de Feli-
pe Augusto coincidió con los últimos años del de Enrique II (nom-
bre de Enrique de Anjou como rey de Inglaterra), y luego con los
reinados sucesivos de sus hijos, Ricardo Corazón de León (1139-
1199) y Juan sin Tierra (1199-1216). La lucha de Felipe contra
los dos primeros no tu-
vo mayor resultado, pe-
ro, en cambio, obtuvo
contra Juan sin Tierra
grandes ventajas que le
fueron facilitadas por la
incompetencia y el des-
prestigio de su adver-
sario.
Juan sin Tierra se
había malquistado con
sus vasallos franceses a
consecuencias de un se-
rio agravio inferido a
uno de ellos_
Felipe Augusto in-
tervino entonces empla-
zando a Juan sin Tierra,
que le debía homenaje
por los feudos que po-
seía en Francia, para
comparecer ante su cor-
te a responder del agra-
vio inferido. Como éste
no hiciera acto de pre-
sencia, fué declarado,
Sb.
según los usos feudales,
felón a su señor y, por Los DOMINIOS DE LOS PUNTACENETS
lo tanto, Felipe Augus- BAJO ENRIQUE n.
to, que tan bien aprove-
chó dichas circunstancias, le hizo la guerra, y auxiliado por 108
descontentos vasallos del rey Juan le arrebató, en poco tiempo
(1204-1206), la Normandía, el Anjou, y otros territorios que
anexó al dominio real.

-171-
Juan sin Tierra quiso leconquistar lo perdido, y para ello ce.
lebró una alianza con el emperador Olón y los señores feudales
del norte de Francia. Pero los coaligados fueron derrotados en
Buvines (1214). La decisiva victoria de Buvine!! debilitó a 109
feudales del norte francés, y ratificó las anteriores conquistas de
Felipe Augusto. Los Plantagenets sólo conservaron las tierras del
sur, conocidas desde entonces con el nombre de ducado de Cuye.
na, donde habían de mantenerse todavía por doscientos años.
La consolidación de la autoridad monárquica. - Felipe Au·
~usto amplió los medios de acción de la monarquía, establecien.
do agentes reales 1Iamados bailíos en el norte y senescales en el
sur, encargados de hacer cumplir su voluntad y, sobre todo, de
hacer privar la justicia real sobre la señorial.
La intervención real se extendió, también, con Felipe Au~ug.
lo al sur de Francia, donde la cruzada de los albigenses abrió
aquella región a la dominación de los nobles del norte, aprove.
chándose de ello, en definitiva, la monarquía francesa, pues pocos
años después, las tierras del mediodía pasaron a formar parte del
dominio real.
Por medio de la diplomacia, de la espada y de los jueces
reales, Felipe Augusto obligó a los señores feudales a acatar la
autoridad real.

San Luis (1226-1270). - Luis IX o San Luis, como se le


11 ama, pues fué canonizado por la Iglesia, aureoló a la monar-
quía con el mérito de sus virtudes personales.
Sincero, piadoso y justo, su amor a la justicia contribuyó a
consolidar la autoridad real, pues para combatir la barbarie de
los procedimientos feudales amplió la competencia de los tribu·
nales del reino y permitió apelar ante ellos de las resoluciones
dictadas en los tribunales señoriales.
La política de San Luis frente a los Plantagenets fué pacífica.
Consiguió que Enrique IlI, hijo de Juan sin Tierra, firmase con
Francia una paz (1258) por la que abandonaba definitivamente
toda pretensión de reconquistar las tierras perdidas por Juan sin
Tierra.
El prestigio de San Luis irradió por toda Europa. La con·
fianza que se tenía en su espíritu de desinterés y en Stl equidad

- 180-
hizo que :iU propio rival, Enrique IU f <t y de Inglaterra, recurriera
a él como árbitro para resolver una grave disidencia planteada con
los señores de su reino.
San Luis intervino ~ como se verá más adelante - en dos
cruzadas y murió en el norte de África mientras sus ejércitos si·
tiaban la ciudad de Túnez.

Felipe el Hermoso (1285-1314); los legistas. - A fines


del siglo XIII, Francia había entrado netamente en el carril de la
monarquía. El dominio real ya incluía por el sur, la región de To·
losa y por el oeste se extendía por gran parte del Htoral atlántico.
La autoridad de los reyes primabp_ sobre la de los señores
feudales, y sus funcionario!' imponían la paz y la justicia por todo
el ámbito del reino.
La continuidad de descendencia masculina en la familia de
los Capetos les permitió transformar en hereditaria la dignidad
real, que fuera en un comienzo electiva. Para ello, se valieron del
hábil recurso de asociar a los hlj os al gobierno en vida de sus pa-
dres y aSÍ, lentamente, la herencia del poder fué establecida por
costumbre, antes de SGT aceptada como ley.
La nueva fuerza de la monarquía tuvo su acabado represen-
tante en el nieto de San Luis, Felipe IV, apodado el Hermoso.
'Fué un hábil, aunque no muy escrupuloso, político,
que eligió sus colaboradores principalmente entre los burgueses
expertos en el conocimiento de las leyes romanas, cuyo estudio
renacía en la Europa del siglo XIII. Estos conocedores del dere-
cho romano fueron llamados en Francia legistas. Sus estudios
los entusiasmaron con los principios políticos del derecho roma-
no de Justiniano, que definían al rey, como la ley viva y desta-
caban el carácter absoluto de la autoridad real. Seducidos por
estos principios, los legistas se esforzaron en llevarlos a la prác-
tica, convirtiéndose en los eficaces auxiliares de la política de
Felipe el Hermoso, que tendió a consolidar la fuerza de la mo-
narquía.

Las grandes asambleas. - Felipe el Hermoso dotó de


nuevos recursos financieros a la monarquía, pues en vez de solven-
tar los gastos del reino exclusivamente con las rentas del domi·

- 181 -
nio real, recaudó impuestos llamados ayudas, que eran pagados
por los habitantes de todo el país.
Para ello, se basó en las propias costumbres feudales que au-
torizaban 111 señor a exigir de sus vasallos el servicio milit81 y,
en ciertos casos, ayuda en dinero_
Las necesidades fiscales de la monarquía fueron la causa
principal del surgimiento de un nuevo organismo político llamado
los Estados Generales que por primera vez se reunieron en el año
1302.
Los Estados Generales eran una asamblea integrada por re-
presentantes de las tres clases sociales (estados): clero, nobleza y
burguesía, que se reunía por convocatoria real, y cuyo objeto era
poner al rey en contacto con su pueblo, ya fuera para obtener la
aprobación de impuestos o para pulsar la opinión general en
circunstancias importantes. El nacimiento de los Estados Gene-
rales comprueba ya la existencia de una comunidad de intereses
entre todos los habitantes del reino y la superación de los antiguos
localismos feudales.
La costumbre de requerir de los Estados Generales la apro-
bación de los impuestos, implicaba una garantía contra los abu-
sos fiscales de los reyes, y daba así a sus integrantes cierta inter-
vención política en los asuntos del reino, pues podían condicio
nar la aceptación de tributos a la concesión por parte de los re-
yes de peticiones expresadas por los representantes del reino.

Conflicto con el papa Bonifacio VIII (1296-1303).


El poder de la monarquía francesa fué puesto a prueba en un
serio entredicho que estalló entre Felipe el Hermoso y el pontí.
fice Bonifacio VIII. BonHacio VIII tenía una alta idea de sus
derechos como pontífice frente a los poderes laicos_ Las tenden·
cias teocráticas de Gregorio VII y de Inocencio 111 encontraron
en él un ardiente sostenedor.
Felipe el Hermoso, como se ha visto, era también un monar-
ca autoritario. Así, entre estos dos poderes, celosos de sus prerro·
gativas, se suscitaron varios conflictos.
En un plazo de siete años, el Papa y el Rey chocaron, primero
respecto de la imposición de tributos al clero por la monarquía
y después por el nombramiento de un legado papal que no con·
taba con la confianza de Felipe el Hermoso. La lucha se agudizó
-111-
y lu~ precisamenle con motIvo de e1to que Felipe el Hermo§o
recurrió a los Estados Generales, para respaldarse así en la op~
nión de su pueblo.
Los Estados Generales consideraron el conflicto a través d~
las informaciones tendenciosas oe Felipe, y acordaron defender
"las libertades del reino". Pero como el Papa no cejó en su po-
sición, excomulgó a Felipe y desligó a sus súbditos del juramento
de fidelidad. El Rey, aconsejado por los legistas, inició una cam-
paña de calumnias contra el Pontífice.

El atentado de Anagni. - Después de desacreditar a Bonifa-


cio VIII, acusándol~ de hereje y atribuyéndole delitos imagina-
rios, Felipe el Hermoso lejos de imitar la conducta del empera-
dor Enrique IV en Canosa, planeó un audaz golpe de mano.
Aprovechando la rivalidad de la familia romana de los Co-
lonna con el Pontífice, una pequeña tropa mandada por el caba-
llero francés Guillermo de Nogaret, confidente del Rey, se apoderó
del Papa en Anagni (1303), y le hizo objeto de repetidos vej áme-
Des. Bonifacio VIII los resistió con entereza y consiguió recobrar
m libertad, pero sufrió tal impresión que enfermó gravemente y
murió poco después. El nuevo papa, levantó la excomunión ql!.e
pesaba sobre Felipe. Éste, aprovechando su autoridad, dos años
más tarde al quedar vacante el pontificado, consiguió decidir la
elección en favor de un arzobispo francés elegido papa con el
nombre de Clemente V. Éste, una vez consagrado, abandonó Roma
y estableció la sede pontificia en la ciudad de Aviñón al sur de
Francia.
El conflicto entre Felipe el Hermoso y BonÍfacÍo VIII, fué un
episodio más de la larga lucha de la Iglesia con los soberanos.
El traslado de la sede pontificia a la ciudad oe Aviñón perjudicó
a la libre acción de los pontífices, y favoreció la influencia cre-
ciente de la monarquía francesa, tan intensa ya bajo Fe.lipe el Her-
moso. Como se ve, pues, Francia, a principios del siglo XIV era
ya un estado unido y fuerte bajo la autoridad de sus monarcas. Pe-
ro su desenvolvimiento se iba a ver truncado pasajeramente en los
siglos XIV y XV por un nuevo período de luchas contra los ingleses
llamado la guerra de lo! Cien Añol.

-188 -
lNCLAtEltiU.

A mediados del siglo XI existían cuatro reÍnos en las 15las


BrÍtánicas. Tres de ellos, Irlanda, Escocia y Gales, eran de po·
blación y lengua céltica, es decir, de la raza aborigen que habi-
taba las islas desde antes de la conquista romana. El cuarto,
Inglaterra, ubicado en la zona donde las invasiones fueron repe·
tidas y triunfales, era de poblaci ón mezclada, pero predom~naban
los anglosajones y su lenguaj e era el que allí se hablaba.
Este último reino habría de ser en la baja Edad Media el más
importa nte de todos, pues a excepción de Escocia, que permane·
ció independiente, los otros fueron sometidos a su poder en los
siglos XII y XIII.
A mediados del siglo XI, Inglate rra, después de haber sopor·
tado duras luchas con los daneses, se hallaba gobernada por el
rey Eduardo el Confesor, perteneciente a una de las más antigua!
y nobles familias sajonas. A su muerte (1066), los nobles sao
jones eligieron rey a uno de elloa, llamado Haroldo, pero su
nombramiento provocó la ira del duque Guillermo de Normandía,
que deseaba adquiri r para sí esa corona.

La conquista norma nda (1066) . - Guillermo alegaba en


favor de sus pretensiones su parente sco con Eduardo el Confesor,
así como el juramp, nto que Haroldo , el candida to triunfante, le
había prestado hacía ya tiempo de ayudarl e a consegu ir el trono
de Inglate rra.
Para derroca r al nuevo y "perjur o" monarca, como Guiller·
mo le llamaba , equipó una fuerte expedición con la que desem·
barcó en el sur de Inglate rra, y en Hastings (1066) derrotó a las
tropas de Harold o, que quedó muerto en el campo de batalla.
La victoria de Hastings le abrió las puertas de Londres, don·
de se hizo reconocer como rey. Algunos grupos sajones resistieron
aisladamente a los invasores en distintos puntos del reino, pero
al cabo de pocos años fueron totalmente sometidos.
Consecuencias de la conquista. - El duque de Normandía,
convertido en Guillermo I de Inglate rra (1066·1087), usó de bas-
tante tolerancia con los vencidos. Pero recompensó generosamente
I sus compañ eros de armas, a quienes
repartió con profusión

184 -
·erras y castillos, si bien exigiéndoles que todos ellos le rindiesen
·rectamente a él juramento de fidelidad y se comprometieran 8
restarle el servicio de armas en cualquier circunstancia.
Enriquecido Guillermo por la conquista, y fuerte por el
poyo de estos señores, su autoridad como rey de Inglaterra fué
uy grande, a diferencia de la de los reyes de Francia de esa
'poca, abrumados por el poderío feudal y de quienes el propio
Guillermo era vasallo por su feudo de Normandía.
La conquista creó una nueva aristocracia formada por los
normandos vencedores, que despreciaban a los nativos sajones. Los
normandos mantuvieron en Inglaterra sus costumbres, y, sobre
todo, su lenguaje, el francés, que fué empleado durante más de
dos siglos como idioma de la gente educada. El idioma sajón, o
si se quiere el inglés, sólo fué usado por las clases sociales infe·
riores, y sólo resurgió como idioma nacional a fines del sigto XIII,
época en que el francés dejó de ser la lengua hablada en la
corte de Inglaterra.

Consecuencias del gobierno de los Plantagenets. -


Los hijos de Guillermo, Guillermo II y Enrique 1, gobernaron su·
cesivamente después de su padre, sin dejar descendencia mascu-
lina. Subió entonces al trono, en el año 1154, Enrique II Planta·
genet, conde de Anjou, de quien ya se ha hablado.
Enrique II (1154-1189). - A pes.ar de que residió mucho
tiempo en Francia, fué un gran organizador de Inglaterra, espe-
cialmente en lo concerniente a la administración de justicia.
Nombró, en efecto, jueces ambulantes que recorrían los dis-
tritos del reino, llamados condados (shires), y en ellos realizaban
audiencias para juzgar toda clase de litigios. Esta justicia real
eliminó paulatiname.nte las viejas costumbres del juicio de Dios
y de las ordalías, y, además, generalizó la práctica de ~ar inter-
vención en los juicios a 12 vecinos de cada localidad, ~yas de-
claraciones ilustraban al juez sobre cada caso. Éste fué el f ·rmen
del sistema del jurado popular que hoy se aplica en ucho!
, 1
paIses .

1 El nombre que se daba a los vecinos auxiliares de los jueces era 01


de "juradores", pues se les exigía un previo juramento.

- lSS -
Enrique fué un rey autoritario y fuerte. Sus dominios se ex.
tendían por encima del canal de la Mancha, desde Escocia hasta
los Pirineos. Además, parte de Irlanda acataba su autoridad.
Si sus sucesores hubieran tenido condiciones de gobernantes si·
milares a las suyas, quizás habría surgido en Inglaterra una mo·
narquía absoluta antes que en ninguna otra parte de Europa. Pero
sus continuadores en el trono carecieron de condicione3 políticas,
y por eso, en lugar de desarrollarse con ellos el poder real, se

De W. Ga.t•.
DETENCIÓN DE RICARDO CORAZÓN DE LEÓN.
(De un manuscrito del siglo XII).

desarrolló contra ellos un movimiento de limitación de la autori·


dad monárquica que se reveló en la obtención de la Magna Carta
y en la creación del Parlamento.

La Carta Magna y las libertades inglesas. - Juan sin


Tierra (1199.1216), hijo de Enrique 11, fué un príncipe des\!on.
ceptuado por su per#d.iª y sus vicios. .

126 -"
Antes de ser rey, Juan sin Tierra había gobernado Inglaterra
como regente en nombre de su hermano mayor, Ricardo Corazón
de León, que abandonó su reino para ir a las Cruzadas. Esta au-
sencia casi le costó el trono, pues Juan sin Tierra conspiró para
usurparle la corona, pero su retorno oportuno, después de pasar
mil peripecias, frustró los designios de su desleal hermano.
Cuando años más tarde Juan sin Tierra obtuvo legítima-
mente el trono, los abusos persistentes a que se libró por hacerse
de dinero y sus arbitrariedades de todo orden, descontentaron a
todas las clases del reino. La reacción contra Juan sin Tierra es·
talló al fin en 1215, facilitada por dos grandes fracasos de su
política real: uno de ellos, en 1213, frente al papa Inocencio lII.
ante el cual, después de querellarse con motivo del nombramien-
to del arzobispo de Canterbury, tuvo que someterse incondicional-
mente y aun proclamarse su vasallo; otro, frente a Felipe Au-
gusto, quien después de haberle arrebatado sus principales pose·
siones en Francia, destrozó, en la batalla de Buvines (1214), a
la coalición que Juan sin Tierra organizara contra él.
Entonces fué cuando los barones de Inglaterra, unidos con el
clero y apoyados en los elementos burgueses, se levantaron con-
tra el rey y le obligaron por la fuerza a firmar un documento por
el que se comprometía a respetar las libertades fundamentales
del reino. Este documento, o Magna Carta, como suele llamársele,
es considerado como la base tradicional de las instituciones in·
glesas.
En ella se establecía que el rey debía respetar los derechos
feudales de los nobles y las libertades de la Iglesia. Además, se
consagraban, entre otras cosas, dos importantes principios: uno
destinado a evitar los abusos judiciales, por el que se obligaba al
rey y a sus funcionarios a respetar en la aplicación de la justi-
cia las "leyes de la comarca". Otro, referente al establecimiento
de tributos, por el que se prohibía exigir contribuciones a los va·
sallos sin su previo consentimiento, expresado en asamblea con·
vocada al efecto.
Esta garantía tenía un alcance limitado, pues sólo regía para
las rlases privilegiadas, clero y nobleza, pero más tarde se exten-
dió a toda la población del reino. Ella fué, por lo tanto, el ger-
men de un principio que habría de desempeñar un importante
papel en la evolución política de Inglaterra: el de la ilegitimidad

-187 -
de lodo impuesto que uo sen liLrcllIcllle COllsenlido pOi el pueblo.
La imporlancia de la Magna Carla radil:::\ no sólo en 108
principios por ella cunsagraJos, sino cn la idea central que la
inspiró de que el gobierno dej a de ser legítimo cuando viola 108
derechos de la comunidad.
La firma que obligadamente estampó en ella Juan sin Tierra
significaba reconocer que su voluntad o capricho de gobernante

TROZO DE LA MACNA CARTA.


El documento, como era usual en la época, está redactado en latín.

no podía violar las leyes y libertades tradicionales que disfru·


taban sus súbditos 1.

Enrique 111 y los Estatutos de Oxford. El Parlamen-


to; su origen. - Bajo el largo reinado de Enrique 111 (1216·
1272), hijo y sucesor de Juan sin Tierra, nuevamente se produ.
jeron conflictos entre el rey y sus vasallos.
1 Una inscripción contemporánea de la Magna Carta contiene esta el·
presiva frase en latín. Magna Carta est lex, deinde caveat rex, o sea: "la
Carta Magna es la ley; por lo tanto, i cuidado el rey t"

- 188-
Enrique lB violó repetidas veces la Magna Carta, plOvocaudo
el descontento de su pueblo, y en partIcular el de los más influ-
yentes barones del reino, que terminaron por sublevaJSe en 1258,
dirigidos por Simón de Montjort" conde de Leicester y cuñado
del propio rey. Enrique III, que no tenía ejércitJ, debió firmar los
Estatutos de Oxford (1258), por los que se comprometió a go-
bernar de acuerdo con un consej o de grandes barones. Pero una
vez eliminado el peligro, no cumplió para nada lo prometido, y
ello provocó otra sublevación. Esta vez hubo una verdadera gue-
rra civil, que terminó con el triunfo de Simón de Montfort, que
derrotó y aprisionó a Enrique 111, en el año 1264.
Entonces convocó una gran asamblea de todo el reino en la
cual intervinieron no solamente los barones y el clero, sino tam-
bién dos caballeros por cada condado y dos burgueses por cada
ciudad. Éste fué el primer Parlamento (1265) 2_
El triunfo de Simón de Montfort fué efímero, pues el príncipe
Eduardo, hijo del rey prisionero, lo venció en una batalla en la
que murió Simón de Montfort.
Enrique recuperó su trono, y a los pocos años lo sucedió su
rujo con el nombre de Eduardo 1.
Eduardo 1 (1272-1307), aprovechó las experiencias de los
sucesos pasados y tuvo el tino de no reincidir en los abusos de
sus antecesores. Durante su reinado, el Parlamento, nueva ins-
titución surgida en medio de una guerra civil, fué convocado re-
petidas veces para solicitar por su intermedio recursos financieros
a los ingleses.
El Parlamento se convirtió en el órgano de relación entre los
reyes y el pueblo, pues en él se hallaban representados, como en
los Estados Generales de Francia, todas las clases sociales.
Esta práctica de reunir al Parlamento para recabar el voto
de subsidios y solicitar el consejo de los representantes del reino,
consolidó cada vez más los poderes de dicha asamblea. Bajo los
sucesore!O de Eduardo 1, quizás en 1341, el Parlamento se dividió

1 Simón de Montíort era hijo del señor francés del mismo nombre que
intervino en la cruzada contra los albigenses.
2 Parlamento deriva del francés parler, hablar. Estrictamente', pues,
lignifica reunión de 108 que hablan o discuten.

- 189-
en dos cámaras: la Cámara de los Lores y la Cámara de tos (.0.
munes. La primera la formaban los grandes barones y prelados
del reino, que, al margen de toda elección, eran considerados por
derecho propio miembros del Parlamento; en la segunda inter·
venían los representantes elegidos por las ciudades y condados.
Ella era, pues, el verdadero órgano representativo de la nación.
La actuación del Parlamento en la historia de Inglaterra ha·
bría de ser importantísima. En sus comienzos nació, al igual que
los Estados Generales, como un simple órgano de consulta y de
contralor fiscal. Pero, a diferencia de ésto~, que perdieron imITar.
tancia a partir del siglo XV, el Parlamento inglés limitó cada ve:!
más el poder de los reyes en la época moderna y creó un nuevo
tipo de gobierno por el cual el Parlamento es el que verdadera·
mente gobierna en nombre de la nación.
Inglaterra a fines del siglo XIII. - A fines del siglo XIII In-
glaterra era uno de los reinos más importantes de Europa.
De~de el punto de vista territorial, había fracasado en su in·
tento de expansión continental por las tierras de Francia, donde
sólo conservaba después de los reveses sufridos por Juan sin Tie·
rra y Enrique III, el ducado de Guyena.
Pero, en cambio, dominaba parte de Irlanda y había anexad(),
gracias a las guerras victoriosas de Eduardo 1, el país de Gales
(1282). Eduardo 1 sometió a los galenses y dió a su hijo el
título de príncipe de Gales, que desde entonces es el que llevan
los herederos de la corona de Inglaterra. Sólo Escocia quedaba
como reino independiente en las Islas Británicas., pues los es·
fuerzas de Eduardo I y Eduardo II para someterla se estrellaron
contra la existencia de las milicias escocesas.
Desde el punto de vista cultural, la Inglaterra del siglo XIII
comenzaba a ser realmente inglesa en cultura y lenguaje, pue~
hasta entonces la influencia de Francia, impuesta por los normano
dos y mantenida por los primeros Plantagenets, había regulado
la vida espiritual del país.

-100 -
CAPiTULO XI

EUROPA DESDE EL SIGLO X AL XIII: LOS REINOS


IBÉRICOS.

España. La reconquista. Los reinos aistianos. -


Los musulmanes establecidos en la península ibérica desde el
siglo VIII, organizaron el poderoso califato de Córdoba. Pero
en el norle dos reducidos núcleos cristianos lograron escapar a
la conquista musulmana. Uno fllé el pequeño reino de Asturias,
en las montañas asturianas, donde el rey Pela yo, en la batalla de
Covadonga (718), detuvo heroicamente la avalancha musulmana.
Otro, en los: Pirineos, donde los francos de Carlomagno desalo·
jaron a los musulmanes de una zona territorial, la marca de Es·
paña, que luego dió origen al reino de Navarra y al condado de
Barcelona.
En los siglos IX y X estos núcleos cristianos consiguieron au-
mentar gradualmente sus territorios a expensas de los musul-
manes.
Así, el reino de Asturias, el primero de los estados cristianos,
fundado a comienzos del siglo VIII, se apoderó de las regiones
de León y de Castilla, que quitó a los moros, y tomó en el si.
glo IX el nombre de reino de León. Pero los castellanos no que-
rían obedecer a los reyes leoneses, y en el siglo X se hicieron
independientes, dándose soberanos propios que llamaron condes.
Este condado se transformó más tarde en el reino de Castilla,
que estaba llamado a muy altos destinos en la historia peninsular.
A su vez, Barcelona, y sobre todo el reino de Navarra, rea·
lizaron también su avance contra los musulmanes, extendiéndose
por lí! cllenca del Ebro. Navarra llegó a ser, pasajeramente, el

-- 191 --
más poderoso de los estados cnstlanos, una de cuyas provincias
se transformó luego en el reino de Aragón.
Los avances cristianos no fueron continuos y coronados siem-
pre por la victoria, sino que la lucha tuvo violentas alternativas.
A veces la ofensiva musulmana fué terrible. como cuando el gran
caudillo moro Almanzor, a fines del siglo X, paseó triunfalmente
sus ejércitos hasta muy al norte de la Península, ocupando mo-
mentáneamente Barcelona y Santiago de Compostela, ciudad ésta
que los cristianos ibéricos consideraban como el gran santuario
nacional porque albergaba la tumba del apóstol Santiago.
A principios del siglo XI (1031), se produjo un aconteci·
miento favorable a los cristianos: el desmembramiento del cali·
fato de Córdoba, que, desgarrado por luchas internas, se desinte-
gró en varios reinos de escasn poder, llamados reinos de Taifas.
Esto estimuló la reconquista cristiana, que, favorecida por
la división de sus adversario,>, adelantó mucho camino en el medio
siglo siguiente a la caída del califato.

Las alternativas de la reconquista (siglos XI-XIIl).-


Los nuevos progresos de los cristianos culminaron en el año 1085
con la toma de Toledo, la antigua capital de los visigodos, situada
en plena meseta castellana. El conquistador de Toleª<:> fué el rey de
Célstilla Alfonso VI (1073-1109), que inauguró una nueva táctica
guerrera frente a los musulmanes. Taló y destruyó el país y así
obligó a sus enemigos a rendirse por hambre. Con todo necesitó
seis meses de sitio para obtener la capitulación de Toledo, que
era una fortaleza dotada de poderosas defensas. En esta lucha,
Alfonso VI contó con la ayuda de señores feudales franceses di-
rigidos por el conde Enrique de Bor¡¡;oña. Enrique se casó con la
hija de Alfonso VI y recibió como dote el condado de Portugal,
que conquistó en el año 1094. Su hij o y sucesor convirtió a Por·
tugal en un reino independiente, separado de Castilla (1139-1143).
Vasallo de Alfonso VI, al que acompañó en algunas guerras,
fué Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Señor castellano
de alto linaje, valeroso, levantisco y creyente, fué convertido por
obra de la leyenda en el prototipo del caballero feudal del me-
dievo español, al hacer de él el personaje central de un poema
épico llamado el "Cantar del Mío Cid". Una de sus principales

192
LA PENíNSULA IBÉRICA A FINES DEL SIGLO XI.

victorias sobre los musulmanes fué la conquista de Valencia


(1094) .
Castilla fué, como se ve, el reino que más activa y fructuosa-
mente impulsó la conquista y que más se benefició de ella en este

- l~S-
período. Los avances castellanos de fines del siglo XI coinciden,
cronológicamente, con la iniciación de UD gran suceso de la his-
toria europea : las cruzadas, o sea las expediciones dirigidas a
Siria para reconquistar el Santo Sepulcro_
Los almorávides. - Pero el propio empuje de la reconquista
cristian a determinó la reacción musulmana. Incapaces de detener
a las tropas de Castilla por sus propios medios, los reinecitos mo-
ros de España solicitaron ayuda de los almorávides, violentos, be-
licosos y fanáticos musulma-
nes de África, que otra vez,
como en los tiempos de Tarik,
cruzaron el estrecho y s~ lan-
zaron a la conquista de Es·
paña.
Alfonso VI, recie!lIe con·
quistador de Toledo, fué como
pletamente derr'ltado en la
batalla de Zalaca (1086), por
Ywmf, el emir de los almorá-
vides.
A pesar de esa victoria,
éstos no consiguieron quebrar
De W. Goetz. las fronteras del frente C'ristia-
no, pero, en cambio, se hicie-
ALFONSO VIII y su ESPOSA, LEONOR
ron dueños de la España muo
DE CASTILLA .
(Miniatu ra del siglo XIII). sulman a e impusieron su au-
toridad a los mismos sobera-
nos moros que los llamaron
como auxiliares y tuvieron que sufrirlos como amos.

Los almohades. - La invasión almoravid detuvo pasajeramen-


te la reconquista. Pero los rudos guerreros del África, al instalarse
en Andalucía, perdieron sus virtudes belicosas, y otra vez comen·
zó el rastrillo cristiano a bajar hacia el sur.
N uevas bandas africanas le salieron entonces al encuentTO:
los almohades, miembros de una secta musulmana, quienes des·
aloj aron a los almorávides de SU5 dominios y los sustituyeron en
África y España. Contra ellos se desarrolló la reconquista en la

- 194 -
segunda miLad del siglo XII, con alLemaLivas de victorias y fra·
casos.
.En el año 1195 los almohades derrota ron en Alarcos al rey
Alfonso VIII de Castilla, quien sacó de su derrota mayores energías
para lograr la revancha. Solicitó auxilio del papa Inocencio III
y de los reyes y señores de la Europa cristiana, y formó así un
poderoso ejército, con el que venció decisivamente a los almohades
en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212).
En los años inmediatos a las Navas de Tolosa, los cristianos
avanzaron rápidam ente hacia el sur. Dos reyes belicosos, Jaime I
de Aragón y Fernando III de Castilla, llamado el Santo, hicieron
retroceder a los musulmanes hasta ias fronteras de Granad a. El
ritmo' vertiginoso de la reconquista promet ía a corto plazo la ex·
pulsión de los moros. Pero los suces.ores de estos dos gloriosos
reyes, entregados a perpetu as guerras civiles, retarda ron por dos
siglos la conquista del reino de Granada, que sobrevivió no por
su fuerza sino por la anarqu ía de sus adversarios.
Así, a fines del siglo XIII, la Penínsu la quedó casi totalmente
ganada para la causa cristiana. A diferencia de las cruzadas hacia
el este, que, como se verá en el capítulo XI, no consiguieron debi.
litar el poderío musulmán en Oriente, la cruzada ibérica o recon·
quista, amplió los dominios de la cristiandad hasta las frontera s
del pequeño reino de Granada.

Los reinos cristia nos. - A fines del siglo XIII existían


en la Península cualro reinos cristianos: Navarra, que, arrinco nada
en las montañas del norte, quedó por la expansión de sus dos gran·
des vecinas, Castilla y Aragón, reducid a a un pequeño núcleo te-
rritorial; Aragón, que había absorbido a Cataluñ a y se había ex·
tendido por el litoral mediterráneo; Portugal, nacido como conda·
do por separación feudal de Castilla, y luego organizado como
reino independiente; y Castilla, que ocupaba el macizo central de
la Península y era el más extenso de los reinos cristianos. Castilla
era el único estado que lindaba con el reino de Granada, al que
una doble cuña de tierras castellanas separab a de Portuga l y de
Aragón. Por eso, sólo para ella quedó plantea do todavía después
del siglo XIII el problem a de la reconquista.
Aragón , ya sin posibilidades de expansión por territor io mo-
risco, quedaba, en cambio, magníficamente abierto hacia el Medi·

-195 -
terráneo. La incitación del mar alraj o a stl~ navegantes, que con-
quistaro n las Baleares, se instalar on en el sur de Italia, y llegaron
incluso hasta las aguas bizantinas.
Portuga l, faja costane ra extendida a los bordes del Atlántico,
a
esperó por un tiempo su hora de triunfo, que había de llegarle
fines del siglo XV, cuando sus marinos, lanzándose a recorrer el
océano, abriero n nuevas rutas hacia la India.
Situación política y social. -La evolución social de los reinos
ibéricos reprodu j o, en sus líneas generales, la de los demás esta·

De W. Goet•.
ALFONSO X EL SABIO.
Castilla).
(Miniatu ra del "Libro de Juegos", escrito por el propio rey de

dos de Europa . Las costumbres feudales arraiga ron en ellos, si bien


con ciertas modulaciones particul ares. Así, por ej emplo, los grandes
señores feudales no alcanza ron tanto poder como el que tuvieron
en Francia , pues las necesidades de la lucha contra los musulma·
nes los mantuvo más unidos alreded or de los reyes. Pero la estruc·
tura básica de la sociedad fué feudal con sus clases típicamente di·
ferencia das; clero y nobleza, con sus privileg ios propios ; villanos
trabaj adores de la tierra, y luego, una naciente burgues ía a medida

- 196-
que se desarrollaron las ciudades. La reconquista creo, además.,
una clase social propia de los reinos ibéricos: la de los mudéjares.
Éstos eran los moros sometidos, a quienes se les permitía mantener
su religión y sus costumbres. La convivencia de cristianos. y moros
mudéjares fué principalísimo factor para la difusión en los reinos
ibéricos de la civilización musulmana, que en lenguaje, artes e
industrias, habría de influir mucho sobre ellos.

Las Cortes. - La monarquía en los dos principales reinos


pellinsuIares, Aragón y Castilla, desempeñó un importante papel
en la reconquista. Al lado de los reyes surgieron en el 3iglo XIII
las Cortes \ asambleas en las que intervenían los representantes
de las ciudades junto con la nobleza y el clero.
Las. Cortes eran, como el Parlamento inglés y los Estados
Generales en Francia, asambleas convocadas por los reyes para
aconsej arlos en asuntos de gobierno y fij ar las contribuciones
que debían pagarse.
La interrupción de la reconquista a mediados del siglo XIII
fué, en cierto sentido, un factor de desorden interno en los reinos
peninsulares, pues la larga lucha con los moros forjó una no·
bleza guerrera y fuerte que, luego, frente a los reyes mantuvo un
espíritu rebelde y levantisco que retardó la consolidación de la
autoridad monárquica.

Las Siete Partidas. - En Castilla, el afán de la monar-


quía por ordenar la vida del estado se manifestó claramente en
el rey Alfonso X el Sabio (1252-1284). Éste fué el sucesor de
Fernando III, y entregó al estlldio la incansable actividad que
aquél dedicó a luchar contra los moros. Fué un monarca legis-
lador, verdadero Justiniano de Castilla. Realizó, ayudado pOI
juristas de su reino, varias compilacionea de derecho, una de
las cuales, llamada las Siete Partidas, es particularmente impor-
tante.
Las Siete Partidas el an un código completísimo, redactado
en lengua castellana e inspirado parte en el derecho canónico

I Algunos fijan a las Cortes castellanas mayor antigüedad Oines del


tillo XI).

- 19'1 -
y en las cllsltun hres iocales de Casliila , pero sobre lodo en el
derecho romano.
Basado en las leyes romana s de la époea imperia l de lus·
tilliano, establecía, como princip io fundamental de la vida po·
líl ica, que el monarc a era la autorid ad suprem a del reino.
Alfonso X perseguía, con la publicación de las Partidas,

Los ESTADOS IBÉRICOS A MEDIADOS DEL SIGLO XIll.

unificar el derecho castellano, terminando con las diferencias


d. : fueros que regían la vida de los nobles, del clero y de las
ci lldades, pero no lo consiguió, pues las Partida s no llegaron a
sr r de aplicación obligatoria. Ellas habrían de ejercer, sin em·
b lrgo, una notable y creciente influen cia en los siglos posterio·
!es sobre la evolución del derecho castellano.

- 198-
Alfonso X tampoco logró impone r los princIpIos romano s
de una monarq uía autorita ria. Fué, en la práctica, un rey débil,
incapaz de poner freno a la creciente altaner ía de sus noble3.
Sus sucesores no fueron mucho más felices que él.
La consolidac;ón de la monarq uía castella na sólo fué real i-
zada en el siglo XV por los Reyes Católicos, Isabel y Fernand,).

El Privilegio General de Aragón_ - En Aragón, los re-


yes tuvieron también que luchar con los nobles. Éstos. como
sucedió en Inglate rra, se unieron a veces con la bur~uesía pal a
imponerse a los reyes. Así, obligar on al rey Pedro 111 a que lt:s
concediera una serie de prerrog ativas en el Privilegio Genentl
(1283), especie de Carta Magna aragonesa, ampliad a todavía
en sus términos por el débil sucesor de Pedro 111. En medio (le
estas luchas surgió una origina l institución aragonesa, una ma-
gistratura llamada el Justiciazgo Mayor de Aragón, que tenía
por cometido esencial vigilar el cumplimiento de los Fueros o
Leyes e impedir que los reyes eludier an sus disposiciones.
Las luchas contra los reyes continu aron después del siglo
XIII hasta que en el siglo XV, el matrim onio de Fernan do V
de Aragón con la reina Isabel de Castilla dió decisiva fuerza a
la monarquía.

Portug al; el reino despué s de la batalla de Aljuba-


rrota (1385). - Como se sabe, Enrique de Borgoña quitó a l"s
musulmanes las tierras de Portuga l. Como recompensa, el rr y
Alfonso VI de Castilla (1073-1109), le dió su hija en matrim onio
)' el condado de Portuga l como dote, en calidad de fe,udo heI.!-
ditario (1094)_
Alfonso Enrique, sucesor de Enrique de Borgoña, venció a
los almorávides y sus soldados lo proclam aron rey de Portll~
gal (1139). Para afianzar su autorid ad, el nuevo monarc a le-
unió a los princip ales personajes del país y a los representan-
tes de las ciudades más importa ntes en una asamblea. semejante a
las de Castilla, que recibió el título de Cortes. Las primeu s
Cortes reunidas en Lamego (1143) reconocieron y proclam aron rr.y
a AIfons.o, que {ué coronado por el arzobispo de Braga, en medio
del entusiasmo general. El nuevo rey se declaró independiente del
de Castilla y vasallo de la Santa Sede, afanoso de lograr su apo-

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58

EUROPA EN LA ÉPOCA FEUDAL.


)'0. las Cortes vob\ton a continuaclon la primera conslhu
cion clvH.
política y judirial del reino. La dinastía de Borgoña gobernó a
Portugal más de doscientos años (114.3-1383).
La dinastía de Borgoña conquistó las tierras del sudoeste de
la península ibérica e impulsó la agricul tura, la industr ia y el
comercio. La explotación de los yacimientos minerales y de la
pesca, en particu lar la del atún y la de la sardina , fueron las
principales fuentes de la riqueza del país.
En 1383 el rey Fernand o r, murió sin descendencia mas-
culina y con él se extinguieron los reyes borgoñeses, creadores
de la independencia de Portuga l. El rey de Castilla, Juan 1,
casado con la hija única de Fernan do I intentó ceñirse la corona
vacante, pero las Cortes reunida s en Coímbra (1385), eligieron
rey al gran maestre de la orden de Avis, hijo bastard o del ex-
tinto rey Pedro I (1357-1367) con el título de Juan 1. Juan I
inició la dinastía de Avis que llevó a Portuga l a la plenitud de
su poder y que gobernó durante casi doscientos años (1385-
1580) .
La dinastía de Avis. - Los castellanos acaudillados por el
rey Juan 1, el fracasado pretendiente, invadieron a Portuga l. Los
invasores fueron derrotados en la batalla de Aljuba rrota (1385)
y los vencedores invadieron Castilla. Años más tarde (1411),
se firmó la paz definitiva.
Después de Aljubar rota, Portuga l inició la expansión afri·
cana y oceJnica que habría de convertirle, rápidamente, en una
de las más grandes potencias europeas. El propio Juan I inició
la conquista de África apoderándose de Ceuta (1415), quitada
a los musulmanes. Sus sucesores organizaron los grandes des-
cubrimientos y conquistas que dieron a Portuga l una nueva ruta
hacia el Lejano Oriente y un enorme imperio colonial en Asia
V en América.

-10 1-
CAPÍTULO XII

LAS CRUZADAS

Generalidades. - Llámanse Cruzadas a las guerras reali·


zadas durante los siglos XI a XIII (1095-1291) por los cristia·
nos de occidente para reconquistar el Santo Sepulcro del O{,·
minio musulmán. Estas guerras fueron, especialmente en sUs
comienzos, luchas de carácter religioso. Los cristianos m;lrcl18-
han hacia Oriente a combatir por la cruz, signo que borclab.t\¡}
en rojo sobre sus vestidos para destacar la finalidad de su elP·
presa. De esto proviene, precisamente, el nombre de cruzad/ls.
Las cruzadas no fueron las únicas luchas entre cristianos e
infieles. En efecto, por tres puntos la cristiandad lindaba, en ('1
siglo XI, con pueblos extraños a su religión: en las frontera!!
orientales de Germania con los eslavos, todavía paganos de llls
orillas del Oder; en las fronteras meridionales de los rein03 ibé·
ricos cristianos, con los musulmanes o moros de España; t.:n d
este del Mediterráneo con los musulmanes de Siria y Egipzo.
Ya se ha visto cuál fué el resultado, exitoso para los cristill-
nos, de sus luchas yn España y en la región del Báltico. Pm'o la
gran aventura de la expansión cristiana fué la que intentaf<JIl los
cruzados en las tierras de Siria y Palestina.
Toda la Europa de occidente, animada por un intens\) fer-
I'or religioso, colaboró, en efecto, durante dos siglos en la em'
presa de expulsar de esas regiones a los creyentes mahomel:anos.
Por eso las cruzadas expresan, como ningún otro suceso de la
Edad Media, la profunda unidad que, por encima de las quere·
lIas entre reyes y señores, imprimió el cristianismo a In civili-
zación europea durante la época feudal.

- 208-
Causas genera les de las cruzadas. - Las cruzadas cons-
tituyeron un largo e intenso episodi o de las guerras seculares
entre el cristian ismo y el Islam, comenz adas desde que los bi-
zantino s y los francos debieron enfrent ar la avalanc ha musul-
mana que la propag anda religios a de Mahom a lanzó desde Ara-
bia a la conquista del mundo_ Luego de las invasiones sarrra-
cenas, que asolaro n el Mediterráneo occidental durante los si-
glos IX y X, la lucha contra los musulmanes había quedado
circuns cripta a la reconqu ista ibérica. Pero a mediados del siglo
XI, un nuevo pueblo musulm án, el de los tUTCOS seldjucidas,
conquistó el califato árabe de Bagdad e impuso su dominación
desde Jerusal én hasta las costas del golfo Pérsico.
Este nuevo y amenazador avance del poderío musulm án fué
la causa que provocó otra vez la lucha ardiente de la cristiandad
contra el Islam, desencadenando las cruzadas.
Otras causas, además del peligro turco, contribuyeron a ini-
ciar las cruzada s y a manten er durante casi dos siglos la guerra
santa contra el Islam: la fe religiosa, el temperamento belicoso
de los señores feudales, el atractivo de la lucha en países desco-
nocidos y el afán de conquis tar en Oriente tierras, riquezas ~
y
poder.
En el siglo XI fué cuando los seldjucidas, seminómadas y
bárbaro s, abando naron el Turkest án y, atravesando el río Oxus,
se establecieron en Persia (104.0), donde rápidam ente asimila·
ron la religión musulm ana y entraro n como mercen arios al ser-
vicio del califa abasida de Bagdad.
Fuertes por su poder militar, pronto se adueñaron del ca-
Hfato. No destron aron al califa. pero éste quedó relegado a la
categor ía de funcion ario exclusivamente religioso, en tanto que
el gobiern o efectivo pasó a los sultanes o reyes turcos (1058).
Entonces continu aron sus conquistas hacia el oeste. Derrotaron
a las tropas bizantin as y arrebat aron al Imperio de Bizancio el
Asia Menor, estableciendo su capital en Nicea, ciudad que no
distaba más de 100 km de Constantinopla. Luego, derrotaron
a los musulm anes del Cairo, se apodera ron de Jerusalé n (1078)
y conquis taron toda Palestin a y Siria.
Las conquistas turcas tuviero n inmedia ta repercusión en Eu·
ropa. El empera dor de Bjzancio, Alejo 1 (1081-1118), a quien
la pérdida del Asia Menor hahía privado del princip al baluar-

- 204-
te defensivo de su Imperio, recurrió ante el papa Urbano Il
~olicitando protección para los cristianos de Oriente. Es cierto
que éstos eran cismáticos, pues pocos años antes (1054) se ha-
bía consumado definitivamente la separación de la Iglesia ca-
tólica de la griega. Pero no por eso la gestión fué mal recibida
por el Papa, pues la concesión de la ayuda pedida podía sig-
nificar la reunificación del cristianismo bajo la égida de los
pontífices romanos.
También los peregrinos cristianos que regresaban de los
:;antos Lugares fueron en Europa eficaces mensajeros, que cal-
dearon los ánimos informando de la real significación del pe-
ligro seldjucida. Sus relatos sobre las persecuciones y cruelda-
des de que habían sido objeto por parte de los turcos, que no
guardaban para con ellos la tolerancia practicada hasta entonces
por los musulmanes del califato del Cairo, exaltaron en Europa
el odio a los infieles. Estas circunstancias fueron forj ando el
estado de ánimo que generó las cruzadas.

Enumeración y desarrollo de las cruzadas. - La pre-


dicación de la primera cruzada. - El papa Gregorio VII fué el
primero en proclamar la necesidad de rescatar los Santos Lu-
gares de manos de los infieles, expresando su deseo de dirip:ir
personalmente la expedición organizada a tal efecto, pero la
querella de las investiduras frustró su designio.
Fué uno de sus inmediatos sucesores, Urbano 1I (1088-
1099), quien en el concilio celebrado hacia fines del año 1095
en la ciudad de Clermont (sur de Francia), inició la predicaci~n
de la cruzada. Ante un numeroso auditorio (14 arzobispos, 200
obispos, 400 abades y multitud de fieles) el Papa encareció la
necesidad de combatir sin tregua a los seldjucidas que martiri-
zaban a los peregrinos y criticó acerbamente a los cristianos que
luchaban entre sí en vez de unir sus armas contra el infiel. Al
terminar su alocución con la frase del Evangelio: "Renuncia a
ti mismo, torna tu cruz y sígueme". la multitud, entusiasmada,
manifestó ruidosamente su aprobación con el grito: Deus vult
(Dios lo quiere).
Así se inició una fervorosa propaganda en favor de la gue-
rra santa, en la que intervino personalmente el propio Papa,
predicando la cruzada en las tierras del mediodía de Francia.

- 201-
Además, se adoptaron medidas tendientes a propICIar el movi-
miento. La Iglesia proclamó una tregua de tres años, durante
la cual debían cesar totalmente las guerras privadas, concedien-
do, por otra parte, diversas gracias y privilegios a los que to-
maran las armas en defensa de la cruz. Respecto de la orga-
nización militar de las cruzadas, se estableció que los expedi-
cionarios procedentes de las distintas tierras de Europa se con-
centrarían en Constantinopla, para realizar desde allí un avance
de conjunto contra los musulmanes.

La expedición de Pedro el }!;rmitaño. - En la predicación


de la cruzada se destacó un monje llamado Pedro el Ermitaño,
cuya actividad proselitista se ejerció sobre todo en el bajo pue-
blo. De aldea en aldea, su palabra inflamada iba extendiendo el
místico entusiasmo por la marcha hacia Jerusalén. Viejos, mu-
jeres y niños no vacilaban en seguir sus pasos, atraídos por la
fe que emanaba de aquel hombre, y así se fué formando, sin
orden ni concierto, una inmensa columna popular que, bajo la
dirección del monje predicador y de un caballero llamado Gual-
terio sin Haber, se puso en camino hacia el Oriente.
Engrosada por nuevos contingentes de peregrinos que se
incorporaron en Alemania, esta singular y caótica expedición
constaba, al llegar al Danubio, de más de 50.000 personas. Na-
die tenía, por supuesto, idea clara de lo que iban a hacer. Sabían
que Jerusalén estaba lejos, sin poder precisar dónde, y hacia
allí marchaban, sin plan ni organización militar. A su paso por
la Europa central, la horda famélica de cristianos saqueaba las
aldeas para poder alimentarse_ Penosamente continuaron su viaje
siguiendo la ruta del Danubio y llegaron a Constantinopla, dis-
minuidos en su número y quebrantados en su moral, en agosto
de 1096. El emperador de Bizancio trató de convencer a los
jefes que la fuerza militar de los turcos seldjucidas era temible.
Pero, al presenciar la destrucción y los saqueos a que se entre-
garon estos cruzados en su propia capital, dejó de preocuparse
por su suerte y les facilitó los medios para trasladarse a las
costas del Asia Menor, donde los turcos fácilmente dieron cuenta
de ellos, siendo contados los sobrevivientes que lograron regre·
sar a Constantinopla.

- 206-
Este prólogo de las cruzadas, de tah escaso resultado y tah
lamenlable fin, es llamado la cruzada popular . En su propio
desorden y ausencia de todo plan y recursos militares expresó
notablemente la fe religiosa que a fines del siglo XI lanzó a los
cristianos de Europa contra el hlam.

La cruzad a señorial. - A mediados de 1096 los prepara-


tivos de la cruzada señorial estaban ter-
minados.
Los principales señores de la Euro-
pa de occidente tenían listos ya sus con-
tingentes militares para dirigirs e a Cons-
tantinopla_ Los más poderosos nobles
cristianos figuraban como jefes. Godo-
fredo de Bouillon, duque de Lorena ; el
conde Raimundo de Tolosa; los herma-
nos del rey de Francia ; los duques de
Normanrua y de Flandes ; el hijo del rey
normando de las Dos Sicilias, y además
el obispo Adhemar de Monteuil, quien,
como legado pontificio, representaba la
autoridad del papa Urbano 11.
En general, predominaban en las fi-
las cristianas los franceses y los nor-
mandos.
Los destacamentos feudales marcha-
ron hacia Constantinopla, donde llegaron
a principios de 1097, por varias rutas:
unos por el Danubio, otros por Albania
y Macedonia, otros por Croaeia, Servia y
Bulgaria. EQUIPO MILITAR DE UN
La llegada a la capital bizantina de CRUZADO.
estos numerosos guerreros que manifesta-
ban abiertamente su desprecio por los
cismáticos griegos, inquietó al empera dor Alejo I y quitó cordia-
lidad a las relaciones de cristianos y h:zantinos. Los bizantinob
procuraron, pues, apurar la partida de tan inquietantes huéspe-
aes, cuya rudeza de costumbres les chocaba y cuya altanería les

- 207-
infundía temor, y así fue como, én filayo de 1097, los cruzaJo~
atravesaron el Bósforo y pisaron las tierras de Asia Menor.

La conql¿ista del Asia _tlenor. - La primera operaClOn militar fué


la toma de Nicea. Los cruzados continuaron luego bacia el sur y chocaron
con el ejército turco, al que obllgaron a retroceder en la batalla de
Dorilea (julio de 1097). Los turcos iniciaron entonces una guerra de
guerrillas que fué extremadamente sangrienta y que costó millares de
vidas a los cristianos. Los inconvenientes del clima, la falta de agua, la
escasez de alimentos, se agregaron para dificultar el avance en las tierras
del Asia Menor. Pero su energía superó esos obstáculos. Prosiguíeron su
avance, y después de cruzar los montes Tauro, desembarcaron en Siria,
donde se vieron detenidos por la poderosa ciudad fortificada de An-
tioquía.
La conquista de Siria. - Las murallas de Antioquía, defendidas por
16.000 turcos, resistieron a los cristianos, que careCÍan de implementos
de sitio para forzar el ataque a la ciudad. Pero al cabo de ocho meses
de asedio, la traición de uno de los jefes turcos les permitió apoderarse
de Antioquía (1098).
Fué un triunfo relativo, pues la llegada de nuevas tropas turcas con-
virtió a su vez a los vencedores en sitiados. Encerrados en la ciudad, sin
víveres, diezmados por las enfermedades, se encontraron en una situación
desesperante. Algunos trataron de huir, otros ~ablaron de rendirse. En
tales apremios, un sacerdote de Pro venza decl&ró que se le había apa-
recido San Andrés mostrándole, en una de las iglesias de la ciudad, la
Santa Lanza que hirió a Cristo en el Calvario.
Se hicieron excavaciones en el lugar señal&Llo, encontrándose una
lanza. Esto despertó enorme entusiasmo entre los expedicionarios, pues
pareció la prueba más evidente de que Dios acompañaba la empresa y
de que, por consiguíente, no se podía fracasar en ella. Después de varios
días de ayunos y plegarias, efectuaron una salida triunfal contra los turcos,
que abandonaron el asedio.
Así los cristianos lograron reanudar la marcha hacia Jerusalén, donde
llegaron a mediados del año 1099. A los tres años de iniciada la expe-
dición, alcanzaron, por fin, la ansiada meta.
Jerusalén era también una ciudad fortificada, como Antioquía, pero
no pudra resistir el terrible asalto de los cruzados, quíenes validos de
torres movibles de madera construidas allí mismo, escalaron las defensas
de la ciudad y, victoriosos, se lanzaron por las calles persiguiendo a los
musulmanes hasta los muros de la mezquita de Ornar, donde la matanza
filié tan grande que, según la frase de un cruzado, "la sangre dt: los sarra-
cenos llegaba hasta los corvejones de nuestros caballos".
Establecidos en Jerusalén, los cruzados debieron rechazar un nuevo
ataque de 106 musulmanes de Egipto, que fueron derrotados en la batalla
de Ascalón (agosto de 1099), acción guerrera que señaló la terminación
de la primera cruzada.

- 208-
tos resultados de la primera cruzada. - ta primera el'\~·
zada logró su principal objetivo. El Asia MCllor fué devuelta al
Imperio bizantmo y la Tierra Santa quedó libertada de la {lo-
minación musulmana.

MAR

LA PRIMERA CRUZADA.

Los cruzados establecieron en Siria un estado independien-


te llamado el reino latino de Jerusalén, y eligieron reY A Co-
- 209-
dotreclo de Bouillon, que aceptó el cargo peto sustituyendo ese
título por el de "Defensor del Santo Sepulcro", más apropiado
para ser usado por un cristiano -decId· ..· allí donde Cristo
había llevado la corona de espinas.
En teoría, el reino de Jerusalén comprendía Siria y Pales·
tipa, pero en la realidad los más poderosos jefes de las cruzadas
establecieron en estas regiones una sm-ie de señoríos como el

EL CASTILLO DE LOS CABALLEROS. (CONDADO DE TRÍPÓLI).

Este típico castillo feudal Iué construído por los Hospitalarios, para
defender las fronteras del condado de Trípoli. Tenía una guarnición
de 2 000 hombres y podía abrigar en sus recintos hasta 6 000 personas.
condado de Trípoli, el principado de Antioquía y el condado
de Edesa, virtualmente independientes pero vinculados entre si
por los lazos feudales, ya que los cruzados trasplantaron ínte-
gramente el feudalismo a Oriente.
Los cristianos constituían una pequeña minoría en los es-
tados conquistados, pero rápidamente aumentó allí el núcleo d.

-110 -
población europea por la llegada de contingentes de peregrinos
entusiastas, de soldados en busca de aventuras, y, sobre todo, de
mercaderes, que iniciaron un activo tráfico entre Siria y las ciu-
dades del sur de Francia y del norte de Italia. Parecía, pues,
que las posesiones cristianas en el Cercano Oriente tenían ase-
gurado su porvenir. Sin embargo, no fué así, pues antes de
que transcurriera un siglo, los turcos asentaron nuevamente su
dominación en Jerusalén.
Las órdenes militares. - Los territorios cnslianos de Siria y Pales-
tina estaban rodeados de enemigos. Por el norte, los bizantinos, que de-
seaban incorporar esas regiones a su Imperio; por el sur, los musulma-
nes del Cairo; por el este, los seldjucidas, quienes, a fin de cuentas, no
habían sido derrotados de modo definitivo y mantenían intacto su gran
poderío militar.
Los cristianos eran fuertes y animosos guerreros, y desde sus forti·
ficados castillos fronterizos mantuvieron a raya a los invasores. Además,
su fuerza militar aumentó con la creación de las órdenes religioso-mili-
tares de los Templarios y los Hospitalarios.
Estas órdenes exigían a sus miembros los tres votos monásticos de
pobreza, obediencia y castidad y además el voto especial de consagrarse
a las armas en defensa de la fe. Sus integrantes eran, pues, verdaderos
monjes soldados, cuyo doble carácter se reflejaba en su vestimenta, pues
recubrían la cota de mallas caballeresca con una túnica monástica ador-
nada de una gran cruz 1.
Pero el esfuerzo combinado de los caballeros feudales y los monjes
guerreros no bastó para alejar definitivamente a los turcos de las tierras
cristianas. Por otra parte, las querellas feudales contribuyeron a debilitar
la resistencia de los guerreros de occidente. Así fué cómo en 1144 los
leldjucidas reconquistaron el condado de Edesa. La pérdida de ese te-
rritorio estratégico conmovió a los cristianos de Europa, que respondieron
con una segunda cruzad al posterior en medio siglo a la primera.

El fracaso de la segunda cl"Uzada (1147-1149). - La


nueva cruzada tuvo su ardiente predicador en San Bernardo, quien
decidió al emperador de Alemania, Conrado IIl, y al rey de Fran·
cia, Luis VII, a marchar a Palestina (1147).
Los dos jefes cruzados no combinaron sus fuerzas por temor
I las querellas entre sus soldados, y, en consecuencia, cuando

1 Hubo otras órdenes religioso-militares, como la de los Caballeros tea-


lónicus, fundada a fines del siglo XII (1197), que combatió en Palestina
contra los musulmanes y en el Báltico contra los eslavos; y las de Santiagu,
de Calatrava y de Alcántara, que lucharon en España contra los moros.

- 211-
llegaron al Asia Menor, no les costó mucho a los turcos derro·
tarlos separadamente. Los sobrevivientes consiguieron llegar más
tarde a Siria, pero poco después los dos soberanos regresaron a
Europa sin haber logrado resultado alguno en sus empresas.

Las conquistas de Saladino y la tercera cruzada (1189-


1192). - Cuarenta años después de la segunda cruzada, el sultán
Saladino se apoderó de Jerusalén (1187), que cayó nuevamente
en poder de los musulmanes después de un siglo de dominación
cristiana (1099-1187). La conquista de Jerusalén fué la call~a
de la tercera cruzada.
Los tres príncipes católicos má~ poderosos de esta época,
Federico Barbarroja. emperador de Germania; Felipe Augusto,
rey de Francia. y Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra,
partieron para Oriente a combatir a Saladino.
El emperador Federico se ahogó antes de llegar a Siria. y
Felipe Augusto regresó a !'u patria casi en seguida de desembar·
car en Oriente. Fué, por lo tanto, Ricardo Corazón de León el
gran jefe de la tercera cruzada. Era un rev belicoso y caba·
lleresco, verdadero prototipo_ con sus virtudes y defectos. del
temperamento feudal. En ~u lucha contra los musulmane~ lIe!!ó
por dos veces cerca de Jerusalén. pero no logró reconquistar la
ciudad, y al fin se retiró de Palestina, después.. de firmar con
Saladino un tratado por el cual éste reconoció a los cristianos el
dominio de una estrecha faja costanera en Siria y les permitió
el libre acceso como peregrinos a Jerusalén.
La tercera cruzada marcó una importante transformación
pn la!" relacione.. de cristianos y musulmanes. pue!' al mare:rn
de la lncha los dos bandos enemigos mantuvieron cierta cordia·
Iidad. Así Plldo verse cómo, en ocasión de enfermar!"e Ricardo
Corazón de León. los jefes musulmane!;l le enviaron medica·
,nentos, y cómo el mismo Ricardo intimó con un hermano de
Saladino. Cierto espíritu de tolerancia sustituyó, pues, la pri.
mitiva lucha de extenninio.
La tercera cruzada fracasó en su objetivo de reconqui~tar
Jerusalén, que permaneció definitivamente en peder de los turCOI.

- 211-
La cuarta cruzada (1202-1204) y la conquista de Bi-
zancio. - La cuarta cruzada fué predicada por Inocencia lII, el
gran papa de la Edad Media, quien solicitó de la cristiandad un
nuevo esfuerzo para triunfar en Palestina. Muchos caballeros,
en particular franceses, respondieron a su pedido, animados del
deseo de rescatar las tierras que Saladino había ganado para el
Islam. Así, pues. la cuarta cruzada respondió a la misma fina-
lidad que persiguiera trece años antes la anterior. Pero su eje-
cución no se ajustó a los planes de Inocencia lII. En vez de
atacar Jerusalén, los cruzadn~ atacaron Constantinopla, y en
lugar de combatir contra los musulmanes, lo hicieron contra los
cristianos cismáticos del Oriente, conquistando el Imperio bizan-
tino y fundando el Imperio latino de Constantinopla. La ciudad
de Venecia fué la causante de este cambio de designios.
La intervención de Venecia. -- Los cruzados planearon dirigirse por
lJlar hacia Egipto y desde allí atacar 8 Palestina. Para atravesar el Me·
diterráneo, solicitaron el apoyo de los venecianos, que poseían una es·
pléndida flota, pero exigían una gruesa suma por el transporte. Llegados
los cruzados a Venecia, como sus recursos no alcanzaban a completar la
slIma requerida, los venecianos les propusieron alterar su primitivo plan
de campaña.
Venecia, en efecto, no estaba interesada en la guerra contra los muo
sulmanes con quienes comerciaba activamente. En cambio, tenía sumo
interés en abrir para su comercio los puertos del Imperio bizantino. Por
eso los venecianos sugirieron la conveniencia de apoderarse de Constan-
tinopla, ofreciendo gratuitamente su flota para la realización de la em·
presa. .r·
La propuesta fué aceptada y a pesar de la oposición pontificia los
cruzados partieron con destino a Bizancio. En el año 1204 se apoderaron
de Constantinopla, después de sostener terribles combates al pie de sus
murallas. derrocaron al emperador y organizaron en las tierras bizantinas
el llamado Imperio latino de Constantinopla a cuyo frente colocaron a uno
de los jefes de la cruzada, el conde Balduino de Flandes.
Venecia obtuvo como magnífico botin de guerra los principales puer-
los e islas del Imperio, consolidando de ese modo su hegemonía marÍ-
tima y comercial en la zona oriental del Mediterráneo. Por su parte, los
nobles que intervinieron en la cruzada ad quirieron extensos dominios como
premio a su victoria.
El Imperio latino de Constantinopla. (1204-1261). - Este impe·
rio unificó momentáneamente al cristianismo consagrando la victoria del
catolicismo a expensas de la iglesia griega.
Pero el nuevo estado tenía muy endeble base. Como los otros surgi·
dos de las cruzadas, su organización feudal era propicia para el desorden
, l. anarqura.

- 213-
Por otra parte, el nacionalismo bizantino no translglO Jamás COD
aquellos aventureros revestidos de hierro, que vellidos de occidente se
abatieron sobre Constantinopla como aves de presa librándola a un lre·
mendo saqueo. Resultó así que al cabo de pocos años los griegos rebeldes
organizaron un pequeña reino en el Asia Menor al oual dieron el título
de Imperio de Nicea.
Los emperadores de Nicea aprovecharon las disensiones de los señores
feudales latinos para restaurar el Imperio bizantino en el año 1261. tes

LA CUARTA CRUZADA.

sirvió de poderosa ayuda en tal empresa la ciudad de Génova, rIVal


celosa de Venecia en el comercio mediterráneo, que pensaba obtener de
la regtauración bizantina análogas ventajas económicas a las que Venecia
obtuviera con la conquista del Imperio.

Las últimas cruzadas. - El auténtico espíritu religioso de


cruzada que diera sentido y vigor a las tres primeras expedicio.
nes realizadas en el siglo XII contra los musulmanes, no en gen-

- 214-
dró nUevos frutos eh el siglo XIII. Oespués de 1201, en efecto,
el entusiasmo por las cru zadas dedinó en Europa. Los cambios
sociales y políticos que se realizaban en ese entonces, el debili-
tamiento guerrero de la nobleza, la consolidación del poder real,
fueron causas primordiales de ese declinar. Las expediciones
del siglo XIII fueron por ello un pálido reflej o de las grandes
cruzadas de la época anterior. Así se produjeron sin pena ni
gloria una quinta cruzada contra Egipto dirigida por el rey de
Hungría y una sexta cruzada a Palestina, cuyo jefe Federico JI
Hohenstaufen estaba excomulgado, y cuyo resultado fué prác-
ticamente nulo. La séptima y octava cruzadas obra de San Luis,
rey de Francia, cuyas virtudes personales, la santidad de su
vida, la sinceridad de su fe y el místico espíritu que 10 impulsó
a luchar contra el Islam ennoblecieron la empresa, tampoco
lograron buen éxito. En 1248 San Luis marchó hacia Egipto
con la idea de proseguir después a Palestina, pero fué hecho
prisionero y obligado a pagar un pesado rescate por su libertad.
En 1270 emprendió una expedición a Túnez, pero mientras si-
tiaba la ciudad murió víctima de la peste. Unos años más tarde,
en 1291, los turcos completaban la expulsión de los cristianos
de Siria apoderándose de las escasas ciudades que todavía con-
servaban éstos en su poder.
Así terminó, dos siglos después del concilio de Clermont
(1095-1291) la ofensiva cristiana contra los infieles musulma-
nes, sin haber logrado debilitar en nada la fuerza del Islam.
La expansión mogólica y la decadencia pasajera del Islam.
-El fracaso político de las cruzadas pudo haber producido una
vigorosa reacción musulmana contra la cristiandad. Pero, en
esa época (siglo XIII), la vertiginosa formación de un imperio
mongólico en Asia apartó completamente a los turcos de toda
empresa guerrera en Europa, ante la necesidad de oponerse a los
nuevos conquistadores que les salieron al paso desde el interior
del Asia.
A principios del siglo XIII, un pueblo tártaro.mogol al que
suele dársele la simple designación de mogoles, dirigido por
un prodigioso guerrero, Gengis-Khan, abandonó las llanuras de
Mogolia y creó con sus conquistas un Imperio que se extendió
desde Rusia hasta China y desde Siberia hasta Persia y el norte
de la India.
- 211-
Bajo los sucesores de Gengis-Khan, los mogoles extendle-
ton aún más su radio de acción. Penetraron en Mesopotamia y
destruyeron, en el año 1258, el califato de Bagdad. Mientras
tanto, otras hordas mongólicas realizaban la conquista de las tic-
rras de la Europa oriental. Impusieron su dominación en la
Rusia del sur y amenazaron las fronteras del Sacro Imperio
romano germánico. Estas conquistas hicieron del estado mogol
el más inmenso imperio jamás conocido. Bajo el gobierno de

EL IMPERIO DE GENCIS-KHAN.

Kublai-Khan (1259-1294.) dicho imperio alcanzó su a¡:;c¡geo pa.


ra después declinar rápidamente.
Efectos de las conquistas mogólicas sobre las cruzadas. -'
Las conquistas mogólicas tuvieron una evidente repercusión so·
bre las cruzadas, pues la presencia del nuevo y poderoso ene·
migo que amenazaba a Europa por el este restó importancili s
la lucha contra los turcos. Éstos, por su parte, quedaron tan
debilitados por la pérdida de sus territorios de Mesopotamia y
Persia que por dos siglos dejaron de significar un peligro ~ara
.1 occidente.
- 216
En consecuencia, la lucha entre la Cristiandad y el Islam
declinó desde que los dos rivales, cristianos y musulmanes, sin-
tieron a la vez el peso terrible de la avalancha mogólica_ Desde
ese punto de vista las invasiones de los mogoles contribuyeron
de modo indirecto, pero eficaz, a cerrar la época de las cru-
zadas.

Resultados de las cruzadas desde el punto de vista


económico y político_ - Las cruzadas no significaron un triun-
fo militar, pues los territorios logrados por los primeros cruza-
dos fueron más
tarde totalmente
recuperados por
los turcos. Sin
embargo, las
cruzadas ej erde-
ron una gran in-
fluencia tr a n s-
formadora m la
vida "oci ~ll, eCO-
nómica y espiri-
tual de Europa.
Las cruza-
das contribuye- D. F. O. Happold.
ron a debilitar BALLESTEROS.
la nobleza feu-
dal, cuyos miembros pagaron las expediciones a Oriente al precio
de su sangre o de sus bienes. Die.zmada y empobrecida, la clase
guerrera de los nobles perdió parte de su antiguo poder y e.sto con-
tribuyó a facilitar el acrecentamiento de la autoridad de los reyes.
Los refinamientos del Oriente modificaron la rusticidad de
los caballeros feudales, quienes aclimataron luego en Europa
gustos y lujos hasta entonces ignorados.
Las austeras moradas castellanas comenzaron a decorarse
con tapices y muebles finos; la indumentaria, especialmente la
femenina, se transformó por el uso de ricas telas y alhaj as traÍ-
das desde Oriente; los nobles ya no se contentaron con las co-

~ ~17-
midas sencillamente aderezadas, sino que requlfleron las especia!
y las frutas (melones, duraznos, damascos, ciruelas, etc.).
Hasta en el modo de combatir se hizo sentir la influencia
oriental: empezaron a emplearse nuevas armas como las cata·
pultas de origen romano cuyo uso se había olvidado en occi·
dente pero no en Bizancio, las torres de sitio, las ballestas.
Nuevos cultivos como el azafrán, el arroz, la caña de azú·
car·; nuevos instrumentos para la industria como el molino de
viento; nuevos procedimientos para la fabricación del vidrio y
de los tapices fueron hechos conocer también por las cruzadas.
En el orden económico, las cruzadas fueron un poderoso es·
tímulo del comercio con Oriente. Abrieron el Mediterráneo para
las flotas de Europa y facilitaron la expansión mercantil de
Génova y Venecia que llegaron a tener una activa intervención en
los asuntos orientales.
La vinculación con las comarcas del este del mediterráneo
y por su intermedio con las más remotas regiones del Asia, vi·
gorizó la actividad comercial e industrial de la Europa de oc·
cidente y contribuyó, por lo tanto, como ya se ha establecido,
al '!nriquecimiento de la burguesía y al progreso de las ciudades.
En el orden cultural las cruzadas tuvieron resultados igual.
mente fecundos como consecuencia del contacto de la civiliza-
ción feudal y cristiana con las civilizaciones bizantina y muo
sulmana que mantenían intactos aspectos olvidados en Occiden·
te del legado cultural grecorromano.
A través de los bizantinos y de los musulmanes se difuD'
dieron en la Europa occidental las obras del filósofo Aristóteles,
del geómetra Euclides, y nuevos conocimientos en astronomía,
geografía, medicina, química y otras ciencias que ampliaron el
panorama intelectual de la cristiandad.
La influencia múltiple y compleja que el Oriente ejerció
sobre la sociedad feudal no resultó solamente de las cruzada!
dirigidas hacia Siria. Hubo otros dos puntos por donde la ci·
vilización musulmana entró también en contacto con la europea
occidental: el sur de Italia donde los sarracenos dominaron duo
rante los si¡;los IX y X Y España que desde el siglo VIII hasta
el siglo XIII fué un brillante foco que irradió su influencia
hasta las comarcas del norte de Europa.
La:s cn1Z<uias contra los heréticos. tnoccncio In. -
La dCllomil1a('ión dc cruzadas sc aplicó también a la acción mi-
litar promovida por el papa lnocellcio III (1198-1216) contra
los herej es albigenses que pululaban en el sur de Francia y
que eran singularmente peligrosos por su número y por el apoyo
que recibían de grandes señores feudales como el conde de
Tolosa. Esta cruzada contra los heréticos, así como el pontificado
del papa Inocencia III han sido estudiados ya.

Decadencia del papado. El cautiverio de Aviñón. -


En el siglo XIV el poder de los pontífices fué profundamente con-
movido por los conocidos acontecimientos que perturbaron la or-
ganización de la Iglesia y afectaron la unidad del catolicismo.
El establecimiento de los papas en Aviñón permitió a la
rcyecía francesa ejercer gran influencia sobre el papado. En
el año 1305, fué elegido papa un cardenal francés, el arzo-
bispo de Burdeos, que tomó el nombre de Clemente V. Pocos
años después (1309), Clemente V trasladó la sede del papado
de Roma a Aviñón, ciudad del valle del R¿ lana, enclavada en
un pequeño dominio de la Iglesia en las tierras de Francia.
Hasta 1377 se eligieron ininterrumpidamente papas de na-
cionalidad francesa, que residieron en Aviñón, convertida en la
nueva capital de la Iglesia.
Los papas quedaron entonces en cierta dependencia respec-
to de los reyes de Francia, y la libertad de acción del pontifi-
cado se vió sensiblemente disminuída.
Esta situación afectó el prestigio del pontificado, que pa-
reció colocado al servicio de un estado particular y no de la
cristiandad entera. El descontento se advirtió particularmente
en Italia, donde reconoció como razón fundamental el hecho de
haber sido siempre Roma la sede pontificia y de haberla ocu-
pado normalmente cardenales de nacionalidad italiana. Por eso
los romanos llamaron a esta situación "el cautiverio de Babilo-
nia" o "cautiverio de Aviñon", queriendo significar con ello que
el papa se hallaba prisionero.
En 1377, el Papa, accediendo a las reiteradas instancias de
lo~ romanos y en el deseo de apaciguar las críticas que se es-
cllchaban en el resto de la cristiandad, abandonó Aviñón y re-
grt'só a Roma.

- 219-
El gran cisma de Occident~ (1378-1417). ConcilioJ de
Co/wlanza y Basilea. - Apenas transcurrido un año del retorno
de los papas a Roma, estalló un nuevo conflicto en la Iglesia,
el llamado gran cisma de Occidente.
El cónclave, constituído en su mayoría por cardenales fran·
ceses, eligió papa, en 1378, al italiano Urbano VI. La presión
del pueblo de Roma y el deseo de restaurar la independencia
pontificia contribuyeron para esta solución. Pero Urbano VI
era autoritario y poco diplomático. Trató con desdén a los in
tegrantes del colegio cardenalicio y desatendió sus sugestiones.
Entonces, la mayoría de cardenales franceses regresaron a su
país, y con acuerdo del rey se reunieron en Aviñón. Proclama·
ron coacta y nula la elección tie Urbano VI y designaron papa
al francés Clemente VII, que se instaló en la ciudad del Ró·
dano. Así comenzó el gran cisma. La cristiandad católica se
dividió en dos bandos.: uno que acató la autoridad del papa de
Roma y otra la del papa de Aviñón. La ruptura de la unidad
católica suscitó viva emoción entre los creyentes_ Inmediata·
mente se arbitraron soluciones. Una de ellas. se tradujo en el
nombramiento de un tercer papa, que excluía a los otros dos.
Como esta solución, propuesta por el concilio de Pisa (1409)
no fué aceptada, hubo tres papas a un tiempo. Pero el concilio
de Constanza (1415·1417) logró terminar el cisma. El papa
romano abdicó. Los papas de Pisa y de Aviñon fueron desti·
tuídos. Un nuevo papa, Martín V, fué nombrado en lugar de
todos ellos. Así se restableció la unidad cristiana católica.
Para terminar con el cisma mediante la deposic~ón de los
papas de Pisa y de Aviñón. el concilio de Constanza se había
visto en la necesidad de declarar que "todo cristiano, inclusive
el Papa, debe obediencia a los concilios en todo lo concerniente a la
fe, a la ex.inción del cisma y a la reforma general de la Iglasia en
su cabeza y sus miembros". Esta proclamación de la superiori-
dad de los concilios sobre los papas fué recogida por algunos
dignatarios eclesiásticos, que trataron de hacerla ratificar en un
nuevo concilio reunido en Basilea (1431-1437). Ello hubiera
importado el quebranto de la autoridad pontificia. Pero la enérgica
actitud del papa Eugenio IV frustró el movimiento que pretendía
establecer la superioridad de los concilios sobre los papas.
Las peripecias ya descriptas por que atravesó la Iglesia en
los siglos XIV y XV debilitaron sus fuerzas y disminuyeron su
influencia.
- 220-
CAPÍTULO XIII

EL ARTE Y LA CULTURA EN LA EDAD MEDIA

Generalidades. - El art~ medieval tuvo un carácter emi·


nentemente religioso. Fué en todas sus manifestaciones, la ex-
presión plástica de la intensa fe cristiana.
La arquitectura dominó a las otras artes que, como la pin-
tura y la escultura, se incorporaron a las realizaciones arqui·
tectónicas, para proporcionarles realce y belleza.
Por eso, es en la arquitectura religiosa y, en especial, en
los monasterios y templos, donde se expresó en toda su plenitud,
el arte medieval.
Los monasterios. - La vida retraída de los monjes requp.-
ría edificios apropiados a la convivencia de colectividades nu-
merosas, cuya existencia se desenvolvía en escaso contacto con
el mundo. Por eso, los monasterios se hallaban separados del
exterior por altos. muros, y todas sus dependencias daban a un
patio interno descubierto, que era el centro aislado y tranquilo
de la vida monacal.
Este patio, elemento típico de las moradas monásticas, era
llamado claz¿stro 2. Largos corredores rodeaban al claustro y lo
separaban de las celdas de los monjes. En ellos, éstos se entrega.
ban al paseo y a la meditación. Al fondo del claustro se levan-
taba la capilla.
Esta construcción, de severa apariencia, era amplia, pues
se destinaba a alojar no sólo a los componentes de la orden.
sino también a los pobres, desvalidos y viajeros.

2 Del latín claustra: lugar cerrado.

- 221-
De K. Woermann.
NÓTRE DAME LA GRANDE DE POlTlERS.
\i:sta catedral, levantada en la ciudad de Poitiers, es una muestra aCB-
bada de la arquitectura románica del siglo.
- 222-
Durante la alta Edad Media, los monasterios fueron edifi-
cios rústicos y sencillos, pero a partir del siglo X, el desarrollo
de nuevas órdenes religiosas, poderosas y ricas, como las de
los cluniacenses y cistercienses, dió un soberbio impulso a la
arquitectura monástica, levantándose entonces espléndidas cons-
trucciones en piedra.

Los templos. - La celebración del culto cnstlano exigió


la construcción de templos espaciosos, capaces de albergar gran
número de creyentes.
Los primitivos templos cristianos, como ya se ha dicho,
adoptaron las formas arquitectónicas de las antiguas basílicas
romanas, cuya planta rectangular luego modificaron, dándole
la disposición de una cruz latina.
El portal de entrada daba acceso a una gran sala dividida
generalmente por dos filas de columnas, en tres compartimen.
tos llamados naves, por su forma semej ante a la de un navío.
La nave central terminaba en el fondo por un muro semicircular,
la cabecera o ábside 1, en la que se colocaban el altar y los lu-
gares para el coro. Entre éstos y las paredes del ábside quedaba
un espacio libre llamado ambuleúorio 2. Una nave transversal
atravesaba las ya mencionadas, y al espacio de intersección se
le llamaba el crucero. Los brazos de la cruz así constituída, eran
denominados transeptos.
Los templos fueron, durante los primeros siglos de la Edad
Media, edificios de muy modesta construcción. Pero esto cambió
radicalmente a partir del siglo XI. Dos factores contribuyeron
simultáneamente, en ese entonces, al progreso de la arquitectura
templaria. Uno de ellos fué el conocimiento de la arquitectura
bizantina y musulmana, difundido por las cruzadas. El otro
factor fué la prosperidad creciente de las ciudades, que se re-
fieí ó en la construcción de las iglesias, pues cada ciudad cifró
ro orgullo en poseer magníficos templos que acreditaran su rique.
za y su fe.
La baja Edad Media fué, así, la época de las soberbias ca-
tedrales. La Europa cristiana y señorial "se cubrió ---como dice

I Del griego apsis; bóveda.


a Del latín amóulare: andar_

223 -
De W. GO,tl.
ESCULTURAS ROMÁNICAS.
Este grupo, que representa la Visitación. adorna la fachada principal
de la catedral de Chartres. y fué ejecutado a mediado8 del siglo Xli.
- 224-
un cronisla medieval, refiriéndose a Franci a- de una túnica
blanca de iglesias".
Dos distintos estilos engendró la arquite ctura religiosa me·
dieval: el estilo románico, que fué el predom inante en los siglos
n y XII, Y el estilo ojival o gótico, que prp.tlominó en los siglos
riguientes.

La arquite ctura románica. - El nombre de románico


!on que se designa al arte occidental de los siglos XI y XII,
JIoviene del parecido que por el uso de algunos elementos cons·
tructivos comunes presenta
con la arquite ctura romana.
La arquite ctura románica
fué, en efecto, una deriva-
ción de la romana como las
lenguas romances fueron una
derivación del latín.
El estilo romántico sur-
gió en Italia y en el medio-
día de Franoia, de donde se
propagó a las otras regiones
de Europa .
Sus princip ales elemen-
tos constructivos fueron co-
mo en Roma, el arco y la
De J. Beraí:d. bóveda de medio punto. La!!
CORTE DE LA CATEDRAL DE NílTRE DAME iglesias románi cas construÍ-
DE POITlERS . das en piedra present aban
as tres naves se hallan separadas por un aspecto sólido y macizo.
pilares y cerradas por arcos de medio
unto, que constituyen grandes bóvedas. El cuidado por asegura r la
1 techo, a dos aguas, también se halla solidez de la construcción @.e
construido en piedra. percibe en numerosos deta-
lles: los muros, poco eleva-
os, presentan escasas ventanas de pequeño tamaño y están refor-
ados de trecho en trecho, con pilares. adosados a ellos, los con-
rafuertes; las columnas empleadas son gruesas, de reducid a al-
ura y coronadas de anchos (¡ilpiteles.
Sobre el techo, a dos aguas, de las iglesias, sobresa lían lo.
ampanarios y, en algunos casos, una cúpula, que, al prolon¡1lf

- ~2Q--
De K. Woermann .
LA CATEDRAL eÓTICA DE COLONIA.

- 226
111 elevación del edificio, re5taban pesadez al conjunto e insinua-
ban ya el afán de verticalidad y altura, que habría de ser uno
de los rasgos característicos de las catedrales góticas.
El interior de las iglesias románicas era poco iluminado;
entre las escasas ventanas corrían grandes lienzos de pared, que
solían estar decorados con escenas religiosas pintadas al fresco,
en colores muy brillantes, al estilo de las pinturas bizantinas.
La decoración escultórica, casi inexistente en las primeras igle-
sias románicas, fué empleada luego, especialmente en la parte
exterior de las paredes del frente, que se adornaron con va-
riados relieves inspirados en motivos de la naturaleza o en es·
cenas humanas.
El arte gótico en Europa: las catedrales_ - Una serie
de innovaciones constructivas fueron transformando gradualmen-
te el románico en un nuevo estilo, al que se ha dado en llamar
gótico. Este nombre, de uso general y corriente carece en rea·
lidad de fundamento. Su origen se debe al artista italiano Ra·
fael, que lo usó despectivamente, como sinónimo de bárbaro. Ra-
fael, como todos los artistas del Renacimiento, admiraba como
insuperable al arte de la antigüedad clásica, y por eso infe-
riorizaba, inj ustamente, el arte medieval al calificarlo de bár·
baro o gótico 1.
El estilo gótico es llamado también ojival, pues el empleo
de la ojiva fué uno de sus elementos característicos. También
sllele llamársele francés, pues las primeras manifestaciones de
este nuevo estilo se produjeron en el centro de Francia (ile
de France).
El estilo gótico surgió a mediados del siglo XII y alcan-
zó su apogeo en el siglo siguiente. Los elementos fundamentales
que lo diferencian del románico son los arbotantes, las bóvedal
de crucería y los arcos quebrados u ojivas.
Los arbotantes eran arcos de piedra que unían los muro!
del edificio con un sistema de contrafuertes construídos a cier·
ta distancia de los mismos. Los arbotantes, o arcos saltarines,
que es lo que significa este nombre 2, saltaban de las paredes
I Los italianos usaban genéricamente el término godos para designar
a los bárbaros, pues Italia soportó especialmente la invasión de los godos.
2 Arbotante proviene del francés arc-boutant, que significa arco que
..:Ita.
- 227-
- 228-
a los contrafUl'7tes, logrand o
aeí que las presiones genera-
das por el edificio, en lugar
de ejercitarse sobre las pare-
des, se transmitiesen a aqué-
llos. Los contrafuertes y arbo-
tantes aliviaron, pues, a las
paredes de las fuerzas que pe-
saban sobre ellas y, en conse-
cuencia, permitieron hacerlas
más altas y delgadas, y abrir
en ellas grandes ventanales,
sin comprometer la solid,~z del
conjunto.
El arco ojival, o ttrco de
tercio punto, es el formado
por la intersección de dos ar-
cos de medio punto trazados
desde distintos centros. Así,
en su parte superior, el arco
aparece quebrado, y los dos
!emiarcos que lo integ:-an se
apoyan el uno sobre el olro,
.. Iiminando el inconveniente
que presenta el arco de medio
punlo de ofrecer débil resis-
tencia en su parte superior. El
arco ojival es, pues, natural-
mente, más sólido y desempe- De J. Flenley.
ña con gran eficiencia su fun- ELEMENT OS DE LA CONSTRUCCIÓN
CÓTICA.
ción de sostén.
La bóveda de crucería es En este corte de la catedral de Amiena
la que resulta de la intersec- pueden observarse las bóvedas de cru·
ción de dos bóvedas de medio cería (A), los arcos de crucería (B),
punto, quedando por ello de que refuerzan la bóveda, los arbotan·
tes ( e), que unen el edificio a los
manifiesto cuatro semi arcos, contrafuertes (D) poderosos macizos
que le dan el nombre con que de albañiler ía que contribuyen deci·
también se la conoce, de bó- sivamente al sostenimiento de la cons·
veda de aristas. La figura que trucción. También quedan de mani·
fiesto la altura, la inclinación y laa
resulta está así dividida en numerosas aberturas del templo.

229 -
n. J. AncUlon.
INTERIOR DE NÓTRE DAME DE PABÍB.

- 230-
cUlitro compartimentos autónomos que se apoyan los unos sobr~
los otros. La bóveda de crucería ofrece, por ello, una mayor re-
sistencia que la de medio punto, y su construcción es más fácil,
pues cada una de las ,bóvedas es independiente de la vecina.
El uso de todos estos elementos creó un nuevo tipo arquitec-
tónico bien distinto en su estructura y en su aparien cia del es-
tilo románico. A diferencia de la románica, maciza y fuerte, la
igbsia gótica provoca, sobre todo, una sensación de gracia y de
ligereza. La altura del
edificio, coronado por
techos muy inclinados
de doble pendiente, de
los que sobresalen ele-
vados campanarios ter-
minados por finas agu-
j as de piedra, contri-
buye a confirmar la
sensación de verticali-
dad y de penetración
en el espacio que deja
la ca tedr a1 gótica.
Las iglesias góti-
cas presentan una ma-
ravillosa ornamenta-
ción de pintura s y re-
lieves, tanto en !lU in-
terior como eJl su par-
te externa.
La finalida d deco-
rativa se aunaba a un
afán de enseñanza y
exaltación religiosa,
pues se buscaba, me- De J. Berard.
diante la imagen, co- VITRAL ROMÁNICO DE LA CATEDRAL DE
IllUnicar a los fieles los CHARTRES.
principios de su reli-
gión que, en piedra y en color, vivificaba el artista ante sus ojos.
En el interior del templo la profusi ón de abertur as de gran

- 231
De J. AlIcUloD.
PORTU DI NOTRI D..uiI 011 PARÍs.

~32
tamaño eliminó los anchos lienzos de pared de que dispusiera el
pintor románico. Pero simultáneamente creó la necesidad de ce·
rrar artísticamente esas aberturas. Surgió entonces el vitral, vi·
drio sobre -el que se desarrollaron, en colores, verdaderos cua·
dros inspirados en escenas de la religión y delicadamente colo·
reados.
Estos múltiples colores, artísticamente armonizados, descomo
ponían la luz excesiva que penetra ba por los ventanales y crea·
ban un ambiente de tenue penumbra, propicio para el recogi·
miento. La escultura completó la decoración de las iglesias gó.
ticas, cuyos muros externos fueron convertidos, por la prodiga-
lidad magnífica del relieve, en verdaderos poemas de piedra.
El paciente cincel de escultores anónimos trabajó con tal
empeño las rudas piedras de las iglesias, que en algunas se
cuentan por millares las figuras por ellos animadas. Los te·
mas más diversos inspira ron la ejecución de esos relieves: esce·
nas bíblicas, recuerdos históricos, motivos de la vida diaria. Los
artistas góticos expresaron también el sentido cómico de la exis-
tencia a través de figuras deformes o burlona s y de animales
fabulosos que alternan curiosamente sus expresiones grotescas
con la gracia serena de las figuras de los santos.

Las órdenes religio sas mendi cantes : francis canos y


dominicos. - En el desarrollo de las artes y de las letras de la
época feudal tuvieron destacada participación las órdenes men-
dicantes de los franciscanos y los dominicos, crecidas en las pos·
trimerÍas del pontificado de Inocencio 111.
La orden de los dominicos fué creada, en 1216, por el es-
pañol Santo Domingo de Guzmán, quien tuvo por princip al ob·
jetivo luchar contra le herejía albigense, difundida en el sur de
Francia. Los dominicos se dedicaron, sobre todo, a la instrucción
y a la predicación. Fueron los grandes maestros y pensadores
de la Europa feudal. Ocuparon las cátedras de las escuelas y
de las universidades y escribieron los grandes tratados de teolo-
gía y filosofía.
La orden de los franciscanos fué fundada por San Franois-
co de Asís (1182-1226), hijo de un acaudalado comerciante de
la ciudad italiana de Asís. Hasta los 23 años llevó la vida co·

- 288-
De K. Woermaan.
ESTATUAS CÓTICAS.
(Do la catedral de Naumhurgo, Alemania).

- 284-
rriente de los jóvenes ricos de aquella época. Pero luego, impre-
sionado ante el contraste de la miseria y el dolor de los po·
bres con el luj o fastuoso de los potentados, renunció a sus bie·
nes y dedicó su vida al apostolado del amor cristiano y al ali·
vio y consuelo de los necesitados.
Por su espíritu lleno de sensibilidad, por su comprensión
humana, por su humildad y su capacidad de sacrificio, fué una de
las figuras más dignas y puras del cristianismo medieval.
San Francisco formó, con
sus discípulos, la orden de los
franciscanos, llamada también
de los hermanos menores, es
decir, de los más humildes, de
los menos importantes, que
fué aprobada por Inocencio
III.
Franciscanos y dominicos
hicieron de la pobreza ia ley
de su vida. Vestidos miserable·
mente, con un ropaje de lana
ajustado a la cintura por un
cordón, calzados con sandalias
de madera, vivían de la cario PREDICADI ltANCISCANO.
dad pública y predicaban así,
con el ejemplo, el amor a la
pobreza enaltecida como virtud esencial de la eX~olencia cristiana.
Estas órdenes mendicantes marcaron una nueva etapa en la
historia del monaquismo occidental, pues a diferencia de los
antiguos monjes, que practicaban el ideal cristiano aislándose del
mundo, franciscanos y dominicos actuaron entre el pueblo, pre·
dicando de ciudad en ciudad. En su contacto con los humildes,
recurrieron a la lengua popular para hacerles asequible su pro-
paganda, y por eso lograron magnífico resultado en su labor
proselitista.
Franciscanos y dominicos depenruan directamente del pa-
pa, '] por eso estas poderosas milicias espirituales, contribuye·
ron a afirmar la autoridad pontifical en la Europa de occidente.
La enseñanza. - En el siglo XI, los centros "de enseñanza
existentes en la Europa católica eran las escuelas organizadas

- 286-
por el clero que funcionaban anexas a una iglesia D a un mo·
nasterio. El princip al objetivo de ellas era la prepara ción reli.
giosa, pero proporc ionaban , además a los discípulos una ins-
trucción elemental sobre otros temas: la composición literaria,
el manej o de la gramát ica latina; rudimentos de cálculo y al·
gunas nociones de armonía, lógica, geomeLrÍa y astronomía.
siete
Trivio y cuadrivio. - Los mencionados estudios se repartían en
cuyo con·
ramas distintas o artes, como se decía entonces. Tres de cUas,
a. Las
junto se llamaba trivio, eran la gramática, la ret6rica y la dialéctic mú-
constituí an ·el cuadrivio compues to por geometrí a,
cuatro restantes, era más
aica y astronomía. El contenido de alguna de estas asignaturas
también
amplio que el s:1gerido por su nombre. Así, la geometría incluía
día tam-
el estud io de geografía e historia natural; la astronomía compren
bién algunos nociones de química y de física.

Las univer sidade s. - En los siglos XII y XIII se produ-


jo en la Europa feudal un intenso sacudimiento intelectual es·
timulado por el contacto con las civilizaciones bizantina y mu·
sulman a, que resultó de las cruzadas.
El intenso afán de estudiar superó entonces las reducidas
posibilidades espiritu ales que brindab an las e~cuelas existentes
y ello llevó a crear nuevos centros de enseñanza que fueron las
universidades. Así se llamó a las casas de estudios organizadas
por asociaciones de profesores y discípulos. La palabra universi-
dad (universitas) significa, precisamente, comunidad ú corpora·
ción. Las universidades medievales fueron realmente corporaciones,
al estilo de las formad as por los artesanos y comerciantes. También
aquí profesores y estudiantes \ asociados por el cumplimiento
de un mismo oficio intelectual, constituyeron un gremio que re·
guIó todo lo relativo a la enseñanza, dictando los reglamentos
pertinentes y eligiendo autoridades para vigilar su cumplimiento.
La fundación de universidades se generalizó rápidamente en
Europa . Las ciudades favorecieron el establecimiento de esos
centros de cultura y los papas y los reyes les concedieron lIlnru·
nidades y privilegios.

I En Bologna. la corporaci6n estaba constituí


da s610 por los estudian·
y nombra·
tes quienes determinaban los estudios, fijaban los reglamentos
s cons·
ban o destillúan a los profesores. En otros puntos, 8610 lo! profesore
titUlan las corporaciones universitarias.

- 2843
Las más famosas universidades medievales fueron las de Bolog-
na, Salerno, Montpellier, Salamanca, Praga, Viena, Oxford, Cam-
bridge y sobre todo la de París, que fundada en la época de Felipe
Augusto llegó a ser en el siglo XIII el centro más brillante de
estudios en Europa.
Las universidades dieron cabida a un tipo de enseñanza eu-
perior al de las escuelas ya existentes, pues, además de estu-
diarse como en éstas las "siete artes" (trivio y cuadrivio) ,
se enseñaban e:;pecialmente teología, medicina y leyes, otorgán-
dose el título de doctor a quienes se
graduaban en estos conocimientos.
El método de enseñanza consis-
tía generalmente en la lectura de
textos realizada por el maestro y am-
pliada . con sus comentarios perso-
nales. La escasez y carestía de los
libros privaba a los estudiantes de
recurrir a ellos para sus estudios y
por eso el sistema de enseñanza re-
posaba casi exclusivamente en la
explicación del profesor. La gran
mayoría de los alumnos eran de po-
cos recursos y los había tan pobres
que recurrían, para vivir, a la li-
mosna pública, cuapdo no al robo o
al atropello. Validos de los rrivile-
gios que protegían al gremio univer- De Oh. Webster.
~itario, los estudiantes alborotadores CLASE EN UNA UNIVERSIDAD
y pendencieros llegaron a se.r, a ve- MEDIEVAL.
ces, una verdadera plaga para la ciu-
dad en que residían. Para corregir la disolución de sus costumbres
se organizaron los colegios, especie de internados anexos a las
universidades que permitieron estabilizar y disciplinar la vida de
los estudiantes. Con el tiempo, estos colegios se hicieron, a su
vez, centros de estudios autónomos dentro de la universidad. En
sus lineamientos generales ese sistema de colegios se mantiene aún
en algunos puntos de Europa, como en las universidades inglesu
de Orlord y Cambridge.
-111 -
El estudio del derech o.-En las universidades medievales
el estudio de las leyes tuvo una gran importancia. Dos catego-
rías de leyes constituían el obj eto de esa enseñanza: las de la
Iglesia o derecho canónico y el derecho romano.
El derecho canónico tenía una gran aplicación práctica, pues,
como ya se ha visto, era el empleado en todos los tribunales
eclesiásticos.
El derecho romano se basaba en el estudio de los códigos
redactados en Bizancio en la época de Justiniano, cuyo conoci-
miento empezó a difundirse, primero en la universidad italiana
de Bologna y luego en las restantes de Emopa a partir del si-
glo XII. El estudio del derecho romano por los juristas de aque-
lla época tuvo singula r trascendencia, pues contribuyó, con el
derecho canónico, a desautorizar los conceptos. bárharo s que
inspira ban la justicia feudal. Ejerció, a¿emás, gran influencia en
la transfo rmación de las ideas políticas estimulando el poder de
los reyes. Las leyes de Justiníano, en efecto, subraya ban nítida-
mente la autorid ad del monarca. Afirmahan, por ejemplo, que
el empera dor era la ley viva y la fuente de todo poder. Estas
ideas política s tan opuestas a las que regían a la sociedad feudal,
fueron entusiastamente difundi das por los homhres de leyes o
legistas, como entonces se les llamaba , y justificaron los cre-
cientes avances del poder real a expensas de los señores feu·
dales.
Los conocimientos científicos. - Los conocimientos cientí-
ficos fueron muy escasos. Diferentes factores contribuyeron en la
Edad Media a dificult ar el estudio de las ciencias. Uno de ellos
fué el interés ahsorbente por la teología y la filosofía, que al
atraer a los hombre s al estudio de 'las cosas de Dios los apartaba
del de la naturaleza. Otro fué la tendencia de los hombres me-
dievales de basar sus conocimientos en los textos ya escritos,
prescindiendo de la ohservación y experimentación propias.
Si bien esto no puede afirmarse por igual respecto de todos los
pensadores medievales, fué la actitud mental dominante en la
mayoría de ellos, y, en consecuencia, la autoridad infalible atri-
buída a las obras de anteriores escritores retarda ba sensible-
mente la rectificación de errores que pudiera n contener. El es-
tudio de la alquimia y de la astrología tuvo en la época feudal

288 -
eAlraordinaria importancia. La alquimia !ué conocida en Europa
a h·avés de los musulmanes e impulsó e estudiar la descomposi-
ción de los cuerpos como consecuencia del afán de encontrar la
sustancia maravillosa que permitiera transmutar en oro a los de-
más metales, y el elixir de larga vida que aseguraba a los hombres
la perenne juventud.
La astrología, cuyo origen se remonta a la antigua Mesopo·
tamia, fué también difundida en Europa por los musulmanes y
fué, incluso, objeto de especial enseñanza en los estudios de me·
dicina, pues se suponía que ciertos tratamientos y remedios sólo
podían aplicarse cuando los astros se mostraban favorables.
Muchos reyes y señores mantenían en sus cortes y colmaban
de privilegios a los astrólogos de fama, a quienes consultaban con·

De J. R. Breasted.
MÉDICOS MEDIEVALES (De un manuscrito del siglo XIII). A la izquierda, una
consulta médica. A la derecha, una operación en los ojos.

tinuamente sobre todos sus actos. La astrología tuvo una enor·


me aceptación popular de la que todavía son testimonio, al travé!l
de los siglos, expresiones y frases de uso corriente. Ni la 3stro-
logía ni la alquimia eran disciplinas de fundamento científico,
pero al provocar el estudio de la composición de los cuerpos y
de los movimientos de los astros, abrieron el camino al desarrollo
de la química y de la astronomía.
Los estudios matemáticos adelantaron mucho a partir del si-
glo XII, como consecuencia del conocimiento de las obras griegas,

239
especialmente del tratado de Euclides sobre geometría y de las
fórmulas !Jlgebraír.as de los árabes, de quienes se tomó, además,
el actual sistema oe numeración y el uso del cero. La más antigua
referencia a los números arábigos aparece en un libro escrito por
el italiano Leonardo de Pisa, en el año 1202, donde, después de
anotarse estos números, se dice: "por medio de esas figuras y del
signo cero, al que los árabes llaman cifra, se puede escribir cual·
quier número". La sustitución en Occidente de los números ro·
manos por la numeracinón arábiga completada con el cero, fué
un cambio casi tan revolucionario como la posterioi invención de
la imprenta.
En otras ciencias, física, historia natural, etc., los progresos
fueron lentos y casi imperceptibles.
Sin embargo, la medicina fué obj eto de un palticular estudio,
destacándose en esto la Universidad de Salema, en el sur de Italia.
Infinidad de errores y de supersticiones coartaron el desarrollo
de la ciencia médica, pero, al menos, se rescató gracias al aporte
tIe los musulmanes, el conjunto de conocimientos que en esa mate·
ria habían alcanzado los griegos.
La cultura de la época. Los lenguajes. El latín, lengua
internacional. - Durante la Edad Media ex;stió en la Europa
catóJi.ca un lenguaje internacional, hablado y sobre todo escrito
por las personas educadas: el latín.
Era el idioma empleado por los hombres de iglesia 1; usado
en las universidades; utilizado siempre para la expresión literaria,
por lo mismo que se le entendía en todas las comarcas por igual;
reconocido por todos como indispensable certificado de cultura.
Esta supervivencia del latín en la Edad Media es la expresión más
clara de la influencia cultural ejercida en Occidente por la civi·
lización romana que continuaba brillando a través de su idioma,
cuando ya hacía siglos que se había derrumbado el Imperio creado
por la ciudad del Lacio.
Las lenguas populares o vernáculas l. - Paralelamente

I El latÍD es todavía el idioma empleado en el culto católico.


~ Lenguas vernáculas significa nativas o domésticas. Es el nombre que
se aplica a las lenguas populares de la Europa Medieval, por oposición
a la lengua latina que era de empleo erudito.

- 240-
.llatin, lengua de erudición y de cultura, de empleo internacional,
exIstían en Europa lenguas vernáculas regionales.
Las lenguas romances.-En los países de occidente, Francia
Portugal, España, que formaron parte en la antigüedad del imperio
romano, el latín se había impuesto desde la época en que Roma
lo implantara por conquista. Pero, cuando sucumbió el Imperio
romano sumergido por las invasiones, este idioma fué transfor-
mándose, y al cabo de unos siglos el habla popular de los antiguos
territorios imperiales difería profundamente en pronunciación,
vocabulario y estructura gramatical del latín originario. Estas
nuevas lenguas regionales, filiales del latín, son llamadas roman-
ces, denominación que destaca su carácter neolatino, pues romance
significa proveniente de Roma.
A estas lenguas romances pertenecen los actuales idioffiflS es-
pañol, francés, italiano y portugués. Pero, en la época feudal,
muchos otros dialectos romances, algunos de ellos todavía usa-
dos, existían .en Italia, Francia y la península ibérica 1.
Las lenguas germánicas. - Si en las regiones que habían for-
mado parte del Imperio romano el habla latina fué sustituída por
otros idiomas populares, más natural fué todavía que en las co-
marcas no conquistadas nunca por Roma los lenguajes populares
divergieran del latín. Así, se hablaban durante la Edad Media, en
Escandinavia y Germania, lenguas llamadas germánicas a las que
pertenecen, actualmente, el alemán, holandés, danés, sueco, no-
ruego y también el inglés, derivado del dialecto que las tribus
anglosajonas introdujeron en Inglaterra en la época de las in-
vasiones.

Lenguas célticas y eslavas. - En parte de las Í!,las británicas


(Escocia, Irlanda, País de Gales) y en un sector de Francia (du·
cado de Bretaña), se hablaban lenguas célticas.
En la zona central y oriental de Europa, se hablaban lenguas
eslava (tcheco, polaco, ruso, búlgaro, servio, etc.).

1 El provenzal, hablado en el sur de Francia; el catalán, en el


nordeste de España; el gallego, en el noroeste, y diferentes dialectos italia·
nos, como el t08C&nO, el florentino, etc.

- 241-
Los dos grupos de lenguajes mencionados, aSl como las lell.
guas germánicas y romances pertenecen al tronco lingüístico 11 a'
mado indoeuropeo, es decir, al mismo al que corresponden las dos
lenguas más famo!'<as de la antigüedad clásica: el latín, que en la
Edad Media sobrevivió como lengua de cultura y el griego, que en
la Edad Media fué el lenguaje del Imperio bizantino.
Los lenguajes indoeuropeos abarcaban, pues, el viejo conti-
nente, salvo regiones como Hungría y Finlandia donde los pue·
blos asiáticos que allí se instalaron durante la alta Edad Media
(húngarca, finlandeses) aportaron idiomas de estirpe tártaro. mo·
gólica l.

La literatura medieval. - En el período de la alta Edad


Media fueron escasas las actividades de orden literario y consistie·
ron sobre todo en comentarios religiosos, himnos sagrados, cróni·
cas y relatos redactados en latín. Después del siglo XI, en la baja
Edad Media se definieron dos corrientes literarias distintas: la tra·
dicional, que continuó usando el latín y la nueva que empleó los
idiomas vernaculares, en particular, los romances y los germá.
nicos.
En la baj a Edad Media, los grandes pensadores y teólo·
gos mantuvieron su predilección por el latín, idioma internacional
y erudito de entonces. La literatura vernacular surgió lentamente
pues durante la alta Edad Media las lenguas nativas habían sido
consideradas como impropias para la expresión literaria. En el
transcurso de los siglos XII y XIII se impuso su empleo por las
gentes cultas y letradas.
Así, por ejemplo, los clérigos tuvieron que recurrir a ellas
para lograr que sus predicaciones fueran verdaderamente com-
prendidas. Del mismo modo, los reyes y sus colaboradores tu·
vieron que valerse de la lengua hablada por el pueblo para exten-
der los decretos y las leyes. Ya se ha visto, por ejemplo, que la
compilación de leyes realizada en el siglo XIII por Alfonso el
Sabio de Castilla fué escrita en castellano y no en latín. Y en el
mismo siglo XIII, aparecieron las primeras grandes creaciones li·
terarias en idiomas nativos.

1. El idioma vasco tampoco pettenece al tronco lin¡üistico indoeuropeo


'1 eu origen e. desconoeido.

-142 -
La literatura en el siglo XIII. - Los más activos agen-
tes del desarrollo literario de las lenguas vernáculas fueron los
trovadores provenzales (sur de Francia) y los alemanes llamados
minnesingers. Ellos contribuyeron especialmente al surgimiento
de la poesía popular con sus cantos líricos en que celebraban el
amor, y sus cantos épicos o canciones de gesta que glorificaban
las hazañas heroicas de valientes caballeros. La épica medieval
engendró en Francia la Canción de Rolando (publicada alrededor
del 1300), inspirada en las guerras de Carlomagno contra los
sarracenos y en las hazañas militares del valiente caballero Ro-
lando, transformado por la imaginación poética de los trovadores
en prototipo del cumplido guerrero feudal. Muchos otros cantares
aparecieron luego, especialmente el llamado de la Tabla Redonda
que celebraba las virtudes del rey Arturo, personaje legendario
de las antiguas tradiciones célticas, y de sus arroj ados compañeros,
los caballeros de la Tabla Redonda.
En Alemania, los minnesingers, inspirándose en antiguas le-
yendas germánicas crearon relatos poéticos de gran belleza, entre
los que se destacó el llamado de Los NibellLngos (publicado en
el siglo XIII), cuyo personaje central es el héroe Sigfrido, vence-
dor de los Nibelungos, genios de las fuerzas subterráneas y con-
quistador de los fabulosos tesoros robados por ellos a las diosas
que los guardaban celosamente en las aguas del Rin.
En España, los juglares de Castilla crearon un maravilloso
poema épico El Cantar del Mío Cid (alrededor del 1300), animado
por la figura gallarda del héroe castellano Ruy Díaz de Vivar, el
Cid Campeador, luchador infatigable, vencedor de moros y der.ha-
do de virtudes caballerescas.
Esta puj ante literatura popular forjada por los minnesingers,
juglares y trovadores, señaló el nacimiento triunfal de las lenguas
vernáculas a la creación literaria en el transcurso del siglo XIII.
En ningún lado como en Italia se realizó tan rápida y defi-
nitivamente la ascensión de la lengua ve,rnácula a la categoría
de lengua literaria. Ya San Francisco de Asís, que por su sensi-
bilidad delicada frente a la naturaleza fué verdaderamente un
trovador religioso, expresó con ella a principios del siglo XIII.
todos los matices de la emoción lírica en su hermoso "Cántico al
SaZ",
248 -
Dante Alighieri realizó, poco después, con La Divina Comedia
el más soberbio monumento literario de la época medieval y con-
sagró para siempre, con su obra, al dialecto toscano como matriz
de la lengua italiana.
Dante Alighieri (1265-1321) nació en Florencia y quedó huér-
fano en su niñez. En edad temprana se enamoró de la hija del pa-
tricio Portinari, de nombre Beatriz, la que murió poco tiempo des-
pués. Dante compuso, en su honor, numerosos poemas que reunió
en la obra titulada Vida Nueva.
Hizo estudios de carácter universal, se interesó particular-
mente por los literatos romanos y en modo especial por Virgilio
que suscitó su admiración. La Divina Comedia es un poema en tres
cantos, consagrados al Infierno, al Purgatorio y al Paraíso, que
Dante recorre sucesivamente. Guiado por la sombra de Virgilio
inicia su largo viaje por el mundo de los espíritus visitando las
tenebrosas. regiones del infierno y del purgatorio, en las que
encuentra a los grandes delincuentes de la humanidad y en las
que aprecia los tremendos castigos a que se hallan sometidos.
Luego Dante recorre el cielo acompañado de Beatriz, pues en él
no puede penetrar ningún pagano. Allí habla, ya con su guía,
ya con los bienaventurados que disfrutan de la felicidad eterna.
La Divina Comedia, fué, además, una exposición poética del
saber medieval y por ello despertó tal admiración, que habién-
dole llamado Dante, simplemente, la Comedia, la posteridad la
calificó de divina.

Dante, Petrarca, Boccacio; transición de la cultura me-


dieval a la cultura del Renacimiento. - Dante señaló, en el si-
~lo XIII, con La Divina Comedia el apogeo de la literatura de la
Edad Media. En él culminaron las letras y el pensamiento
de la época medieval. Sin embargo, el gusto de Dante por la
antigüedad latina presagió el cambio que habría de producirse
en la cultura occidental en el transcurso de los siglos XIV y XV
en el sentido de retornar, con pasión y entusiasmo a la cultura
grecolatina. Esta vuelta a la antigüedad clásica, conocida con el
nombre de humanismo, señaló la aparición de la nueva cultura
que produjo en la Europa de occidente en los fines del siglo XV
y en el siglo XVI el extraordinario desarrollo de las artes y las
letras que se llama el Renacimiento. La transición de la cultura

- 244-
medieval a la cultura del Renacimiento, está representada por los
italianos Francisco Petrarca y Juan Bocaccio, en el siglo XIV.
Petrarca (1304,-1374), el más grande poeta italiano después
de Dante, fué, corno él, nativo de Toscana. Estudió derecho en la
famosa Universidad de Bolollia y pasó buena parte de su existen-
cia en Aviñon, la ciudad de los papas, en el mediodía de Fran-
cia. Allí conoció a la joven Laura de Noves por la que concibió
una pasión, no correspondida, que duró toda su vida. De regreso
a Italia disfrutó de grandes halagus que no lograron disipar la
tristeza que le acompañó hasta su muerte.
Petrarca fué un apasionado de la antigüedad grecolatina. Ha.
bía reunido una biblioteca considerable de obras clásicas. Lector
infatigable dominó en todos sus detalles el idioma latino pero no
llegó a poseer el griego. Petrarca, a diferencia de sus antecesores,
no fué sólo un erudito en las cosas de la antigüedad: llegó a
compenetrarse de su espíritu, de su estilo de vida, de su concep-
ción del mundo. Así logró resucitarla en sus obras y presentarla
a sus contemporáneos corno el modelo supremo que daría al hom-
bre el sentido cabal de su existencia.
Petrarca escribió más de trescientos sonetos en idioma ita-
liano dedicados a su inspiradora, Laura de Noves. Petrarca es-
cribió en latín un poema, África, en que celebró las hazañas de
Escipión el africano, el vencedor de Cartago, y que le valió por
parte del Senado de la de la ciudad de Roma una corona de lau·
rel que le fué entregada en 1341, al estilo antiguo, con gran
pompa. Petrarca manejó el latín con claridad, corrección y ele-
Rancia incomparables, pero fueron sus poesías en italiano las que
le dieron reputación universal.
Bocaccio (1313-1375). corno Dante y Petrarca nació en la
región de Toscana, en Italia, país que desempeñó papel funda-
mental en el movimiento humanista. Su padre deseaba convertirle
en un ayudante de sus tareas de mercader, pero Bocaccio mostró
desde la adolescencia un entusiasmo apasionado por las artes y
las letras de la antigüedad. Admirador de Dante y rival de Pe-
trarca se estableció en Florencia donde regenteó la cátedra que
se acababa de crear para realizar el estudio e interpretación de
I! Divina Comedia.
Entre sus obras en latín se destacó la titulada De la genea-
logía de los Dioses, que es uno de los mej ores análisis de la mi-
tología clásica que se conocen.
- 245-
La obra capital de Boccaccio fué ci Decamerón, escrita en
italiano . E~ una recopil ación de narracio nes que muestran la vi·.
da y costum bres del siglo XIV y que redactó a pedido de la reina
Juana de Nápole s.
La prosa flúida de Boccaccio contrib uyó a afirmar al idioma
italiano como lengua literaria , a pesar de que los temas que él
trató fueron intrasce ndentes y frívolos. Boccaccio, fué en efecto,
un fino cronista que se propuso , fundam entalme nte, divertir y agra·
dar a sus contem poráneo s.

La filosof ía medieval. - El pensam iento medieval, de


esencia profund amente religios a, se expresó en la teología (cono·
cimiento de Dios y de la religión cristian a) y en la filosofía (cono.
cimiento del mundo y de los hombre s). Ambas discipli nas íntima·
mente unidas fueron conside radas entonces como de un mismo ori·
gen, de iguales métodos y de semej antes finalida des.
En la historia de la filosofí a mediev al conviene señalar, en
primer término , una gran corrien te, que dominó el pensamiento
de la época, la llamada escolástica, que alcanzó su apogeo en
el siglo XIII, con Santo Tomás de Aquino . Hubo, además, oltaS
~scuelas filosófi cas de menor importa ncia como
la mística, re·
present ada princip almente por Rusbro ek (siglo XIV); la em·
pírica dirigida por Bacon (siglo XIII); la combin atoria, creada
por Lulio (siglo XIV) y la hebrea, cuyo jefe fué el pensado r es·
pañol Maimó nides (siglo XIII).
La filosofía escolástica. - Los escolásticos se propusieron
demost rar que existía una íntima unión entre la fe y la razón, en·
tre la teología y la filosofí a; que la razón se hallaba al servicio
de la fe y que la filosofí a era, según la frase de Santo Tomás, "la
servido ra de la teología ". Buscaro n, pues, concilia r los postulados
de la fe cristian a con las normas de la razón humana . AdOPtaron
para ello el sistema de conocimiento raciona lista del filósofo
grip.go Aristóte les y trataron de armoni zarlo con las enseñanzas
d~ la fe.
Los escolásticos ocuparo n, a partir del siglo XII, las cátedras
de teología y filosofí a de las univers idades entonces creadas, des-
de donde expusie ron su especia l sistema de pensamiento.
En la historia de la filosofí a escolástica se pueden distinguir

- 246-
tres distintas etéi.}Jas: lQ) lo!:'. orígenes (siglos XI y XlI); 2Q ) el
apogeo (siglo XIII); 39) la decadencia (siglos XIV y XV).
Los orígenes de la escolástica. - En el transcurso de los si-
glos XI y XII se echaron las bases de la filosofía escolástica, des·
tacándose de modo particular, San Anselmo y Pedro Abelardo.
Estos filósofos sólo consiguieron una parte de la obra de Aris-
tóteles, los tratados de lógica, y al través de traducciones, no
muy fieles, de los árabes.
San Anselmo (1033-1109). Era de origen italiano y llegó a
ocupar el arzobispado de Cantórbery, en Inglaterra. Fué el pri-
mero que empleó los métodos que habían de caracterizar a la es-
colástica y el primero que realizó una rigurosa sistematización
de los problemas de la filosofía, por lo que se le llamó "el padre
de la escolástica".
El punto de partida de la obra de San Anselmo fué la frase
de San Agustín, "credo ut intelligam" (creo, luego entiendo).
La fe es, pues, la base del entendimiento, y es, así, superior a
la razón. Después se sirvió de ésta para analizar los dogmas cris-
tianos_ Creó lo que llamó la "prueba ontológica de la existencia
de Dios", que fué muy celebrada en la Edad Media. Esa prueba
afirmaba: "Dios es aquello que es imposible pensar que no
existe; luego existe".
Pedro Abelardo (1079-1142). Actuó algo después de San An-
selmo. Alcanzó renombre por haber realizado en la obra titulada
Sic et non la más perfecta exposición del método escolástico. ESte
método consistía en expresar una determinada proposición, acu-
mular luego todas las objeciones posibles contra ella y, final-
mente, refutarlas una por una, mediante un severo razonamiento
para confirmar, así, la verdad de aquélla.
El apogeo de la escolástica. La escolástica alcanzó la pleni-
tud de su desarrollo en el siglo XIII, en el que se conocieron
las obras de Aristóteles en su integridad. Los más ilustres escolás-
ticos de la época pertenecieron a las órdenes mendicantes, de re-
ciente fundación.
San Alberto Magno (1206-1280). Escribió veintiún volúme-
nes en los que mostró una erudición singular reuniendo toda suer-
tI' de conocimientos dispersos hasta entonces. Expuso, en todas

- 247-
!SUs partes, el sistema de Aristóteles al que depuró de los elemen-
tos arábigos y judaicos, con que había sido mezclado. Se le apodó
"el doctor universal" por su extraordinaria sabiduría y su fina
Jialéctica. San Alberto Magno facilitó la obra de su más impor·
tante discípulo, Santo Tomás de Aquino, que, como él, perte-
neció a la orden dominicana.
Santo Tomás de Aquino (1225-1274). Fué el más completo
de los filósofos escolásticos y recibió, por su piedad y su hu-
mildad, el nombre de "el doctor Angélico". Era de origen italiano
y enseñó en las Universidades de París y de Nápoles. Sus obras
fundamentales fueron la Summa Teológica y la Summa contra
Ger/tiles.
En la Summa Teológica expuso, racionalmente, los dogmas
cristianos. Planteó en ella 631 problemas distintos y contestó
10.000 posibles objeciones referentes a los problemas citados. En
la Summa contra Gentiles estudió y refutó las varias impugnacio-
nes que formulaban los infieles contra el cristianismo. Santo To·
más realizó así una síntesis rigurosa de todos los problemas de
la filosofía escolástica y formuló con sus obras una verdadera
enciclopedia de los conocimientos de la época.
Duns Seoto (1270-1308), franciscano nacido en Escocia, fué
un crítico muy sagaz y recibió por ello el apodo de "el doctor
sutil". Analizó muchas de las afirmaciones de Santo Tomás y
objetó algunas. Escribió comentarios sobre las obras de Aristó-
teles y dictó sus lecciones en la Universidad de París.
La decadencia de la escolástica_ - En los siglos XIV y XV
decayó la filosofía escolástica. La tendencia al razonamiento so-
bre las proposiciones contenidas en los textos y el desdén abso-
luto por la observación originó un formalismo verbalista que
tuvo su principal representante en el pensador Guillermo de Oc.
cam (1308-1347). La escolástica continuó cultivándose en los si·
glos posteriores y en nuestros días ha surgido el movimiento neo-
escolástico que agrupa a la mayor parte de los pensadores cató·
licos de la actualidad.
La escuela empírica. - Rogerio Bacon (1214-1294), francis.
cano, nació en Inglaterra. Rechazó las normas escolásticas, pro·
clamó que la fuente última del conocimiento era la experiencia y
que la observación y la experimentación eran las únicas vías que

- 248-
permItlan llegar a la verdad. Agregó que la costumbre y la au-
toridad son las fuentes principales del error. La palabra empírica
con que califica esta filosofía significa, justamente, experiencia.
Bacon se destacó en el estudio de las ciencias y sus conoci-
mientos de física, química, astronomía y medicina lo consagra-
ron como uno de los grandes eruditos de la Edad Media. Su opo-
sición a la escolá~tica, sus atrevidas ideas sobre el conocimiento
y sus experimentos de química le acarrearon una condena de pri-
sión pe.rpetua, convicto de nigromancia \ es decir, de evocar a los
muertos para averiguar el futuro. Después de veinte años de pri-
sión, Bacon recobró la libertad. Por sus ideas y por los métodos
que utilizó y las investigaciones que realizó debe ser considerado
como un precursor de la ciencia moderna.
La escuela combinatoria. - Raimundo Lulio (1235.1315),
nacido en España, escribió numerosas obras teológicas, poéticas
y filosóficas entre las que se destacaron las tituladas Arte Magna
y Ciencia General.
La filosofía de Lulio, como la de Bacon, tuvo también u!:
carácter antirracionalista y empirista. Lulio creó el método lla·
mado combinatorio, que dió el nombre a su escuela. Este método
clasificó y simbolizó los distintos conceptos generales en figuras
que luego combinó entre sí.
La escuela mística. - En los siglos XIV y XV que marcaron,
como ya se ha establ!!cido, la decadencia de la filosofía escolás-
tica, llegó a su apogeo la corriente mística que tuvo sus princi-
pales representantes en Rusbroek (1298-1381) Y Gerson (1363-
1429) .
La escuela mística sostuvo que las verdaderas vías. para al-
canzar el conocimiento eran la contemplación de Dios y la refle-
xión interior. El sentimiento se opuso así a la razón y se con-
virtió en la fuente última del conocimiento. Por ello los místicos
figuraron entre los adversarios de la filosofía escolástica.
La filosofía hebrea. - El pensamiento hebreo tuvo durante
la Edad Media su centro principal en la península ibérica, donde

1 Nigromancia proviene del griego nekros, muerte, y manteia. adivi·


.aeiIÍU.

-- 249-
los judíos dlsirutaron de amplia libertad, tanto en los dominios
musulmanes como en los reinos cristianos. Aparecieron entonces
destacados filósofos, entre los que se contaron Salomón ibn Ge·
birol, conocido también por Avencebrol (1020·1070), y Moisés
Maimónides (1135-1204).
Maimónides nació en Córdoba, capital del califato de Es·
paña, en la primera mitad del siglo XII. Fué un admirador
entusiasta de Aristóteles y trató de armonizar su sistema filosó-
fico con las creencias hebraicas. En su obra principal, titulada
Guía de los Perplejos, intentó, con agudeza y gracia, la coordi-
nación del racionalismo aristotélico con la fe mosaica. Por ello.
Maimónides desempeñó dentro de la filosofía hebrea de la Edad
Media un papel análogo al de los escolásticos dentro de la filo·
sofía cri~tiana de la núsma época.

- 260-
CAPÍTULO XIV

. EL FIN DE LA EDAD MEDIA (SIGLOS XIV Y XV)

Durante los dos siglos postreros de la Edad Media (XIV y


'V), se realizaron en Europa cambios muy grandes que señala-
on un marcado recodo con respecto a la época anterior (siglos
'1 a XIII).
El Imperio romanogermánico perdió definitivamente el ran
o que había hecho de él la gran creación políLica de la Edad
edia.
El pontificado, corno ya se ha vi to, perdió la enorme in·
fluencia política que llegara a ejercer a través de representantes
tan eximios como Inocencio 111.
Los estados de occidenle, Francia, lngla\crra j Españ1l, en
cambio, se organizaron sólidamente bajo la dirección de sus
monarcas, y se perfilaron ya como las grandes fuerza~ políticas
de la Europa moderna.
La consolidación de la auloridad monárquica a expensas del
poder de los señores se vió favorecida por el progreso notable
de la burguesía, o estado llano. Esta clase social, surgida en la~
ciudades, enriquecida por el comercio y la industria, desempeñó
un importantísimo papel en las transformaciones políticas pro-
ducidas en la Europa de occidente a fines de la Edad Media,
pues apoyó decididamente a los reyes en sus luchas contra el
feudalismo.
Los burgueses deseaban la paz y la seguridad que les per-
mitiera el libre desenvolvimiento de su actividad económica y

- 261
apoyaron a los reyes en su tarea de centralizar su autoridad 1[
expensas de los señores feudales privilegiados y poderosos, cuya~
luchas eran un Iaclor de desorden e intranquilidad. Estos progre·
sos de la burguesía se reflej aron, por el surgimiento en Francia,
Inglaterra y los reinos cristianos de España, de asambleas llama·
das respectivamente Estados Generales, Parlamento y Cortes, en
las cuales, para aprobar los impuestos y di~cutir los asuntos del
reino intervinieron los burgueses al lado de las cIases privilegia.
das de señores y de clérigos.
Finalmente, en la Europa oriental desapareció el baluarte
cristiano de Bizaneio ante la avalancha de los turcos, que intro·
dujeron otra vez en Europa una poderosa cuña musulmana.
A estos cambios de naturaleza eminentemente política, que
son objeto de particular estudio en este capítulo, se agregaron,
sobre todo en el siglo XV, otros que, como la imprenta, la re·
surrección de la cultura grecorromana, el comienzo de los descu·
brimientos oceánicos, y las invenciones preludian ya la nueva épo.
ca moderna.

FRANCIA E INGLATERRA

La guerra de los Cien Años. - La evolución de Francia e


Inglaterra durante los siglos XIV y XV estuvo dominada por un
suceso que repercutió profundamente sobre la vida de ambos
países: la guerra de los Cien Años.
Este largo conflicto (1337-1453), no se desarrolló ininte·
rrumpidamente, sino que alternó con períodos de paz, y aun
en los momentos de lucha la guerra tuvo un curso intermitente.
De modo que los años de guerra efectiva fueron mucho menoa
de los que sugiere el nombre con que se la conoce.
Esta lucha entre Francia e Inglaterra fué una renovación de
la vieja querella que se inició entre los dos países desde que en
el siglo XII los Plantagenets ocuparon el trono de Inglaterra.

Causas de la guerra. - Diferentes factores contribuyeron


a crear un intenso antagonismo entre Francia e Inglaterra. Uno
de ellos fué la oposición de intereses en Flandes. Flandes era

- 252 -
por su comercio, y sobre todo por su industria textil, una de
las más ricas regiones de Francia, a la cual los Capetos, por eso
mismo, deseaban anexar al dominio real.
Las ciudades flamencas, ansiosas de conservar sus liberta-
des, bU3caron el apoyo de los ingleses, con quienes tenían una
gran vinculación económica, pues Flandes era el mercado de
absorcIón de las lanas de Inglaterra. La alianza inglesa con los
flamencos irritó sobremanera a los reyes de Francia_

De W. Goetl.
Los ÚLTIMOS CAPETOS.
(Miniatura de la época)
El rey Felipe el Hermoso con sus hijos, tres de los cuales fueron, sucesi-
vamente, reyes de Francia. A la derecha de Felipe aparece su hija Isabel,
cuyo matrimonio con el rey Eduardo TI de Inglaterra fué origen de las
pretensiones de sus descendientes a la corona de Francia.

Otra causa de rozamiento entre los dos reinos fué la situación


de Guyena, única posesión que a título feudal habían mante-
nido los ingleses en Francia, y que los Capetos deseaban recu-
perar.

- 268-
A la ~ causas mencionadas se agregó otra de orden dinas
tico: las pretensiones de los reyes de Inglaterra al trono oe
Francia. En 1328 se extinguió la línea directa de los Capetos,
después del reinado sucesivo de tres hijos de Felipe el Hermoso,
que murieron sin dejar descendencia masculina. Los más pró'
ximos parientes herederos eran un sobrino de Felipe el Hermoso,
Felipe de Valois, y su nieto, Eduardo IJI de Inglaterra 1.
Los derechos de Eduardo IJI dependían de los que pudiera
haberle trasmitido su madre, que era hija de Felipe el llermoso.
Pero los franceses descartaron totalmente las pretensiones de
Eduardo III, adoptando una resolución por la que ~e estableció
que las mujeres no tenían derecho a reinar en Francia, y por lo
tanto no podían trasmitir por herencia derechos que ellas perso·
nalmente no hubieran podido ejercer. Esta resolución fué funda·
mentada en las costumbres existentes entre los antiguos francos sa-
lios de excluir a las mujeres de la herencia. Por eso se la conoce
con el nombre de ley sálica.
Por aplicación de la ley sálica, el príncipe Felipe de Valois
fué proclamado rey de Francia con el nombre de Felipe VI.
El triunfo de la casa de Valois. fué, en un principio, acatado
por Eduardo IIJ. Pero cuando en 1337 Felipe VI inició las hos-
tilidades contra los ingleses reclamando la Guyena, Eduardo rei·
vindicó a su vez la corona de Francia.

Primer período; desastre de Poitiers. - Los ingleses


consiguieron rechazar una flota francesa y aseguraron su dominio
en el mar. Aliados con los flamencos, desembarcaron entonces
en el norte de Francia, cerca de Calais, y en la batalla de Crecy
derrotaron a las tropas del rey de Francia.
Felipe m el Atrevido
.,.--_--'1 1
.¡. .¡.
Felipe IV el Hermoso Carlos de Valois
,- --_=-111_
1- - -1 ,I
.¡.
.¡. ~ ~
Luis X
(1314·16)
Felipe V
(1316-22)
Carlos IV
(1322·28) ,
Isabel Felipe VI
(1328·50)
~
EduardoIII

- 254
La batalla de Creer (1346). - En la batalla de Crecy cho-
caron dos ejércitos de diferente estructura: el francés, cuyo nú-
cleo principal era la pesada caballería feudal complementada por
la infantería de ballesteros; el inglés, que combinaba en sus
rangos a los caballeros de pesada armadura con infantes armados
de arcos, expertos en el manejo de esa arma que, con relación a
la ballesta, era de tiro rapidísimo.
Cuando los caballeros franceses, confiados en su embestida,
atropellaron sobre las posiciones inglesas, los arqueros los diez-
maron, introduciendo en sus filas la confusión y el desorden an-
tes de que alcanzaran a trabar combate cuerpo a cuerpo. Feli·
pe VI tuvo que abandonar el campo, en el
que quedaron victoriosos los ingleses dirigi-
dos por Eduardo III y su hijo, el Príncipe
Negro.
El triunfo de Crecy permitió a los inva-
sores apoderarse de Calais (1347), ciudad
que había de permanecer en su poder du-
rante dc-s siglos (1558), Y que les dió el
dominio de ambas orillas del Canal de la
Mancha.
Después de este triunfo, la guerra quedó
interrumpida pues en ese entonces se propa-
gó una terrible epidemia de peste bubónica
(la muerte negra, como se le llamaba), que
provocó una terrible mortandad en Europa,
pues perecieron a consecuencia de ella má!!<
de un tercio de los habitantes de Italia, Fran-
cia e Inglaterra, que fueron las regiones más
azotadas por el mal.
Pasaron así casi diez años antes de que De Oh. Webster
los ingleses, mandados por el Príncipe Ne- ARQUERO INGLÉS.
I!;ro \ reanudaran las hostilidades. Invadie-
ron de nuevo Francia, y otra vez como en Crecy derrotaron
a los franceses en la batalla de Poitiers (1356), de tan decisivo
resultado, que el propio rey de Francia, Juan II el Bueno, cayó

'El príncipe de Gales, Eduardo, era llamado el Príncipe Negro, por


el color de su armadura.

25b -
pnSlOnero. Se firmó enLonces la paz de Bretigny (1360), por la
cual Eduardo III renunciaba a sus pretensiones a la corona fran·
cesa, pero recibía, en cambio, no como feudo sino en -absoluta
propiedad, Calais y el extenso litoral atlántico de Francia al sur
del Loira.

LA PAZ DE BRETICNY.

Los territorios ingleses aparecen grisado8.

Segundo período; Azincourt. Tratado de Troyes. -


Carlos V, sucesor de Juan II, el Bueno, aplicó todos sus esfuerz08
8 pacificar el país asolado por las bandas de soldados que un.
vez interrumpida la guerra se convirtieron en bandoleros y me-
rodeadores.
En dicha tarea lo secundó eficazmente un hábil y valiente
¡ruerrero, Bertrand Duguesclin. Una vez asegurada la tranquili-
dad en sus territorios, Carlos V hizo la guerra a los ingleses.
En la lucha contra ellos, Bertrand Duguesclin no obtuvo resonan-
tes victorias, pues prefirió hacer el vacío ante los ejércitos ingle-
ses, dificultando su aprovisionamiento, en tanto que una infa-
tigable guerra de escaramuzas iba mermando sus efectivos. Así,
lentamente, adelantó la reconquista francesa de tal modo, que en
1380 se habían recuperado casi todos los territorios cedidos a
Inglaterra por la paz de Bretigny. La reconquista francesa abrió
un largo período de paz, en el que Francia careció, en realidad,
de buen gobierno.
El rey Carlos VI. que sucedió a su padre Carlos V. era un
hombre físicamente débil v sujeto a accesos de locura. Su inca-
pacidad estimuló la ambición de algunos grandes señores, espe-
cialmente del duque de Borgoña, tío del rey y del duque de
Orleáns, hermano del monarca. Las discordias de estos príncipes,
que anarquizaron el país, coincidieron con la elevación al trono
de Inglaterra de lIn soberano enérgico, Enrique V, que hizo suyas
las pretensiones de su antepasado Eduardo lII, y en 1415 invadió
a Francia con un poderoso ejército. Otra vez, como en Crecy
y PQitiers, la caballería francesa fué derrotada en A zincourt
. (1415).
Las disensiones de los franceses facilitaron todavía más el
triunfo de la invasión . En efecto, el duque de Borgoña. Juan
sin Miedo. fué asesinado por sus adversarios, veste crimen im-
pulsó a su hijo a pasarse a los in(!;leses con sus numeroso!' par·
tidarios. Unidos ingleses V borgoñeses. impusieron al rev Carlos
la firma del Tratado de Troves (1420). que cOTl!'agraba el rotun-
do triunfo inglés. pues en él Carlos VI desheredaba a su propio
hijo el Delfín \ entregaba en matrimonio su hija al rey Enrique,
y reconocía a éste como heredero de la corona de Francia.
Cuando dos años después murieron los firmantes del tratado

I Desde la época de Carlos V, el heredero de la corona de Francia


llevaba el título de Delfín, derivado del nombre de una de las provincias
francesas, el Deliinado.

- ?&7
de Troyes, Enrique VI, de un año de edad, hijo de Enrique V
y de la princesa francesa, fué proclamado simultáneamente rey
de Inglaterra y de Francia.
El Delfín desheredado, sostenido por un grupo de leales, se
hizo a su vez proclamar rey en Bourges (ciudad del sur del Loi·
ra), y continuó la lucha. Pero una serie de contra~tes fueron
debilitando rápidamente este foco de resistencia, de tal manera,
que en 1428 le restaban al Delfín muy pocos territorios, y Oro
leáns, la más importante de sus ciudades, estaba a punto de caer
ante el asedio de los ingleses. En esos momentos apareció Juana
-le Arco.

Juana de Arco. - Juana de Arco dió un impulso magní-


fico a la lucha contra los ingleses. Era una humilde paisana de la
aldea de Domremy (región de los Vosgos). Carecía de instruc·
ción y de experiencia, pero poseída de un espíritu místico y vi-
sionario, se sintió inspirada por Dios, y afirmó que, por man-
dato divino, habría de salvar al Delfín y al país de sus ene-
migos.
Ante su tenaz v persistent~ pedido. unos hombres de armas
la acompañaron a Chinon, donde se hallaba con su corte el Del-
fín. Ganado éste por el entusiasmo ingenuo y fervoroso de Juana
de Arco, le permitió partir en socorro de Orleáns al frente de
un ejército de 5000 hombres. La ciudad fué, en efecto, librada
del asedio inglés (1429) y ello despertó un enorme entusiagmo.
Aquella joven cubierta de brillante armadura, cuya mano em-
puñaba una antigua espada, que se decía ser la misma que Carlo~
Martel esgrimió contra los musulmanes en Poitiers, exaltó el sen-
timiento patri ático francés.
Luego de la liberación de Orleáns, continuó expulsando 8
los inp;leses de la zona del norte y reconquistó Reims, en cuya
catedral, de acuerdo con la tradición, Carlos VII fué solemne-
mente coronado rey de Francia.
~ste fué el supremo y último triunfo de la "doncella de Or-
leáns". Las intrigas de los consejeros de Carlos VII la apartaron
del ejército. y cuando en 1430 partió hacia Compiegne. que se
hallaba asediada por los borgoñeses aliados de Inglaterra, éstos
l. aprisionaron y la vendieron a los ingleses, quienes la hicieron

- 268--
juzgár por el tribuna l eclesiástico de ltuán, que la condenó,
como hereje, a su~rir la pena de la hoguera '.

El fin de la guerra . - La muerte de la heroína francesa


no quebró la reconquista, facilitada desde 1453 por la realiza-
ción de la paz con los borgoñeses, quienes abando naron la causa
de los ingleses y reconocieron como rey a Carlos VII. Privado s
de sus aliados de Borgoña, los ingleses fueron perdien do sus po-
sesiones conquistadas, y en 1453 nada. conservaban en Francia ,
salvo la ciudad de Calais, cuya posesión mantuvieron hasta 1558.

La decadencia del feudalismo. Los l'eyes de Franci a.


Su poderío. - La guerra de los 100 años contribuyó, en última
instancia, a fortalecer la monarq uía en Francia .
Para luchar contra los ingleses, Carlos Vil había tenido que
organizar, en 1439, un ejército permanente, y para financi ar los
gastos que ello requerí a los Estados Generales aproba ron la per-
cepción de un impuesto anual directo, La monarq uía adquirió
pues, un ejército permanente y recursos permanentes, es decir,
fuerza y riqlteza.
Lo~ reyes no tuvieron que depend er de los Estados
Genera-
les para la obtención de recursos, y esto restó importa ncia polí-
tica a dicho organismo, a la par que acentuó el poder monárquico,

Luis XI. - Después de Carlos VII, vencedor de los ingleses,


gobernó Luis XI (1461-1483), que fué el vencedor de los grandes
feudales y el más vigoroso realizad or de la centralización, Una
contradicción curiosa había hecho que la monarq uía, enemiga
política del feudalismo, engendrase, a su vez, poderosos feudos,
En efecto, los reyes tenían costumbre de dar a sus hijos menores
extensos dominios, y ello contribuyó al surgimiento de nuevo!
grandes señores de estirpe real.
El más importa nte de estos señores feudales fué el duque

1 Carlos VII, que debía su coronación a Juana de Arco, nada


rescatarla del poder de los ingleses y la abandonó a su destino. hizo por
En
el Papa condenó la acción del Tribunal de Rouen, declarando que 1456
de Arco no era hereje. En tiempos posteriores, fué canonizada por Juana
la Iglesia.

- 259-
,
FRA NCIA A F INES DEL SIGLO X V.

de Borgoña, Carlos el Temera rio, nieto de Juan sin Miedo. Poseía


Borgoña, Franco Condado, Artois y Flandes, una de las más
ricas regiones de Europa , cuyos tributos permití an a Carlos el
Temera rio manten er una corte ducal cuyo boato superab a al de
las cortes reales de su época.

- 260-
Contra este vMallo, altanero, rico, poderoso, cuyo apodo de
Temerario era bien merecido, Luis XI, monarca cauteloso y pa-
ciente, que fiaba más en la astucia diplomática que en la lucha
violenta, no empleó la guerra sino las artimañas, suscitó rebe-
liones contra él en sus dominios y lo incitó a combatir contra
los suizos, que fueron quienes se encargaron de derrotarlo, sin
que Luis XI abandonara su papel de espectador.
A la muerte del Temerario, acaecida en 1477, Luis XI anexó
la Borgoña al dominio real, pero no las otras tierras, que pasaron
en herencia a la hija de Carlos el Temerario, María de Borgoña,
quien casó con Maxímiliano de Austria, emperador de Alemania.
Luis XI también impuso su autoridad a los otros señores
feudales menos poderosos que el duque de Borgoña. Para con
ellos empleó, despiadadamente, la violencia, apoderándose de sus
dominios y así aparece su figura en la hisoria de Francia co-
mo la del monarca en que culminó la unificación territorial
del país '.

Inglaterra a fines de la Edad Media. - La guerra se-


cular contra Francia puso definitivamente punto final a las pre-
tensiones inglesas de expansión en el continente. Más adelante
habría de intentar nuevamente la nación inglesa agrandar sus
dominios, pero no precisamente por la conquista de tierras eu-
ropeas, sino por la adquisición de territorios más allá de los
mares.
En la organización política de Inglaterra, la guerra de los
cien años produjo, en última instancia. los mismos efectos que
en Francia, es decir, fortificación de la monarquía; pero ello
únicamente sucedió después de atravesar por una grave crisis
que fué la guerra de las dos rosas.

La guerra de las Dos Rosas (1453-1485). - La guerra


de las dos rosas fué una guerra civil entre facciones nobiliarias
acaudilladas por pretendientes rivales al trono.
La familia reinante inglesa, cuando empezó el conflicto, era
1 Luís XI también preparó la entrada de Bretaña al dominio real.
puea planeó el matrimonio de su hijo con la heredera de Bretaña.

- 261-
la de los Lancaster, rama coI.ateral de lo! Plantageneta, que IU-
cedió a éstos a fines del siglo XIV (1399).
En 1453 ocupab a el trono Enrique VI Lancáster, el mismo
que pasajer amente fué proclam ado rey de Francia a consecuencia
del tratado de Troyes. Su debilid ad como gobernante exaltó la
ambición de un noble de sangre real, Ricardo de York, que para
despoja rlo de la corona alegó que su familia, por derecho de
parentesco, debió ser la hereder a de los Plantagenets, en lugar
de los Lancáster.
Reclamó, pues, el trono, y se inició así una terrible contien-
da, en la que los partida rios de los York adoptaron como emblem'a
la ros,a blanca y los de Lancásler la rosa roja.
Durant e más de treinta años se sucedieron, con tremenda
violencia, las luchas de facciones, hasta que ocupó el trono Enri·
que VII Tudor, parient e de los Lancáster y casado con la única
hereder a de los York, con quien se inició la nueva dinastía de
los Tudor.
La guerra de las Dos Rosas tuvo importantes consecuencias.
La nobleza decayó fuertemente, pues muchos de sus miembros
muriero n en la guerra. Esto favoreció a la reyecía, que se adueñó
de las tierras de los Dobles desaparecidos y aumentó sensible-
mente su riqueza, por lo que no le fué necesario convocar al
Parlam ento para solicitar subsidios. Los Tudor pudieron así rea·
lizar, en el transcurso del siglo XVI un gobierno autoritario, pues
eran ricos y poderosos y ningún organismo limitaba en la prác-
tica su poder.
GNO:
EL IMPERIO ROMAN O GERMÁN ICO DESPUÉS DEL INTERRE
LA BULA DE ORO

Generalidades. - La historia del Imperio a fines de la


Edad Media fué la antítesi s del sueño imperia l de Federico Bar·
barroja .
Los grandes emperadores del período anterio r concibieron
al Imperio como la monarq uía universal por excelencia, lo que
traduci do en hechos, significaba autorid ad imperia l indiscutida
y fuerte, extensión del Imperio hacia Italia y reconocimiento,
por todos los reyes de Europa , de la dignida d imperial como
superio r a la que ellos investían.

- 262
Este triple objetivo, tan ardientemente deseado por los Stau.
fen, quedó totalmente frustrad o a partir del siglo XIII. El Imperio
perdió la jerarqu ía interna cional a que aspirab a y fué superad o,
en fuerza y prestigio, por las grandes y vigorosas monarq uías
creadas en Francia , España e Inglate rra.
Perdió también la dominación de Italia, y, en consecuencia,
quedó reducido a s.u base territor ial estrictamente germánica. Por
último, perdió hasta su propia unidad política , porque después
del gran inlerregno, los emperadores vieron merma r cada vez
más sus funciones y fueron, por lo tanto, incapaces de mantener
la cohesión del Imperio.

La evolución política del Imperio. -- La evolución polí.


tica del Imperio después del gran interreg no, fué inversa a la
efectuada en los estados de occidente: Francia , España e Ingla.
terra. Estos últimos, en efecto, evolucionaron del particu larismo
territor ial y feudal a la unidad nacional y monárquica. En cam-
bio, en el Imperio, el poder central, en vez de consolidarse, se
debilitó, y Alemania se fué desintegrando en una polvare da de
ducados, margraviatos, ciudades libres, etc., apenas nominalmen-
te unidos bajo la sombra de poder conservado por los empe-
radores.
El mantenimiento de la elección imperial. La O'da de Oro
(1356). - La dignidad imperia l había sido siempre electiva. La
continuidad de algunas familias en el trono (dinastías sajona,
franconia y de los Hohens taufen) , no alcanzó a implan tar la
transmisión heredit aria del poder como lo hicieron los Capetos
en Francia.
La elección permitió a los príncip es alemanes transmi tir al-
ternativamente la corona imperia l de una a otra familia, impi·
diendo la perpetuación de ninguna. Después de Rodolfo de
Habsburgo, cuya elección cerró, como se recorda rá, el período
del gran interregno, no eligieron a su hijo sino a un príncip e de
otra familia, Adolfo de Nassau, y así desfilaron sucesivamente
por el trono, unas veces los prínciper; de Luxemburgo, los reyes de
Bohemia; otras los Habsburgo, duques de Austria ; otras los Wit-
lelbach, duques de Baviera.
Las relaciones entre los príncip es y el empera dor, así como
las condiciones y forma en que debería realizarse la elección,
estaban fijadas solamente por la costumbre. Pero, a mediados
del siglo XIV, el empera dor Carlos IVl las estableció por escrito
en un decreto imperia l conocido con el nombre de Bula de
Oro (1356) 2.
Los siete príncipes electores, tres eclesiásticos (arzobispos de
Treveris, de Colonia y de Maguncia) y cuatro laicos (rey de
Bohemia, duque de Sajonia, margrave de Brandeburgo y conde
Palatin o) fueron reconocidos por ella como de superior categoría
a todos 1'08 otros miembros del Imperio y completamente indepen-
dientes frente al emperador.

Los SIETE PRÍNCIPES ELECTORES DE ALEMAN IA.


(Miniatura del siglo XIV).

La elección debía realizarse en la ciudad de Francfort. Allí,


una vez proclamado triunfan te el candidato, éste cenaba con los

1 Carlos IV pertenec ía a la familia de los


Luxemburgo, que poseía l.
corona de Bohemia y que dió muchos titulares al imperio.
2 El nombre de bula proviene de la bola de oro que encerraba el teUo
Qnperial.
-- ~64-
electores antes de mostrarse oficialmente en público. Luego, l.
consagración solemne se realizaba en Aix.la·ChapelIe.
Este régimen de elección imperial confirmado y regularizado
en la Bula de Oro, se mantuvo hasta la extinción del Imperio a
principios del siglo XIX (!806).
Pero la corona imperial recayó ininterrumpidamente en la
familia de los Habsburgo desde 1437 hasta 1806. De hecho, pues,
la dignidad imperial se volvió hereditaria desde el siglo XV.

El régimen imperial. - La autoridad de los emperadores en


los siglos XIV y XV fué sumamente débil. No podían adoptar
válidamente ninguna resolución que afectara a los estados del
Imperio sin que ella fuera consentida por un organismo llamado
la Dieta, en el que se hallaban representados todos los miembros
del Imperio.
La Dieta estaba compuesta por tres asambleas o colegios,
integrados, respectivamente, por los príncipes electores, los de-
más señores del Imperio y las ciudades. Sin su consentimiento,
nada podía hacer el emperador que, coartado en su actividad
por la Dieta, careció de todo poder.
El Imperio, fué, pues, en verdad, más que una monarquía,
una federación anárquica de principados y repúblicas presididas
por un emperador. Estos estados del Imperio eran prácticamente
independientes, y algunos hubo, como fué el caso de los cantones
suizos, que se separaron realmente del Imperio, rompiendo todo
vínculo de conexión con él.
La formación del estado suizo. - En los valles alpinos
del sureste alemán existían numerosas aldeas de paisanos que
formaban parte del antiguo ducado de Suabia. Estaban agrupa-
aas en tres cantones: Uri, Schwiz y Unterwalden. En el siglo XIII,
estos cantones dependían de los Habsburgo, contra cuyas exigen.
cias fiscales reaccionaron sus pobladores, formando una liga para
sU mutua protección (1291).
En la lucha se destacó la figura de Guillermo T ello ~ste era
un reputado arquero montañés, que se rebeló contra la deprimen-
te exigencia impuesta a los suízos por el gobernador Gessler, fun-
ionarío de los Habsburgo, de descubrirs,e ante una percha coro-
ada que lucía los colores de la casa imperial. Como castigo,

- 265

8e le sometió a la terrible prueba de hacer blanco con sus flechaa
en una manzana colocada sobre la cabeza de su hijo. Guillermo
Tell así lo hizo, triunfando su habilidad en aquella empresa que
puso en juego la vida de su pequeño vástago. Luego se convirtió
en uno de los principales jefes de la insurrección. .
Los Habsburgo no se resignaron a perder sus dominios sui-
zos, y enviaron repetidas veces a sus soldados a luchar contra
los montañeses, pero siempre fueren derrotados (batallas de Mor-
garten, 1315, y de Sempach, 1386).
Así, en el siglo XV, los tres primitivos cantones, aumentados
a ocho por la incorporación de otros vec.inos, formaban una
confederación independiente que fué más tarde oficialmente reco-
nocida por el Imperio (lM8).

ITALIA A FINES DE LA EDAD MEDIA

Durante los siglos XI a XIII, Italia estuvo dividida en dos


partes: la del norte que era dependencia imperial, la del sur
que formaba el reinado separado de las Dos Sicilias.
La caída de los Staufen emancipó a la Italia del norte, donde
surgieron una serie de repúblicas mercantiles. La historia de
esas ciudades italianas, después del siglo XIII, recuerda la de
las ciudades griegas a paTtir de las guerras médicas.
En efecto, después de haber luchado incansablemente por su
independencia y de haber sabido, a veces, unirse para defender
de modo más eficaz sus libertades, la desaparición del peligro
imperial germánico señaló, para ellas, el comienzo de una época
de luchas y de anarquía.
No supieron organizar, ni las relaciones pacíficas entre ellas,
ni tampoco la tranquilidad política interna de cada una. Disputas
incesantes por la posesión de un pequeño territorio, o por la ad·
quisición de la hegemonía, las enfrentaron unas a otras de manera
constante y terminaron por agotarlas a todas_
A las guerras externas se sumaron las discordias civiles. Nada
más trágico que la historia sangrienta de esas pequeñas repúblicas
italianas, desgarradas periódicamente por la lucha de facciones:
nobles contra burgueses; ricos contra pobres; partidarios de una
familia contra partidarios de otra. La anarquía política terminé

- 266
por engendrar la tiranía. En las principales ciudades se impuso
un caudillo que monopolizó el poder en su provecho, y terminó
con las luchas de facciones, al mismo tiempo que con la libertad
tan mal aprovechada por estas repúblicas.
El advenimiento de los ti'ranos fué generalmente obra de la
fuerza militar. Las repúblicas italianas no tenían, en efecto, ejér-
citos ciudadanos sino mercenarios dirigidos por soldados de for-
tuna que alquilaban sus servicios al mej or postor. Eran llamados
condottieri. Dueños de la fuerza, estos condottien llegaron en
muchos casos a servirse de ella para escalar las posiciones de
gobierno y convertirse, así, en tiranos de las repúblicas que les
habían pagado para que las defendieran_
Tal fué lo que sucedió en Milán, donde un famoso merce-
nario, Francisco Sforza, se adueñó del poder, eliminando a la
familia de los Visconti, y lo que se repitió también en la mayor
parte de las ciudades italianas.
Un origen completamente distinto luvo, en cambio, la thanÍa
que se impuso en Florencia. Allí el poder cayó en manos de una
familia, los Médicis, cuyo prestigio no derivó de la guerra sino
de su habilidad financiera. Eran riquísimos banqueros, de los
más poderosos de la Europa de aquel entonces, y utilizaron la
fuerza de la riqueza para adueñarse del gobierno.
La línea general de la evolución política de las ciudades ita-
lianas fué, pues, la marcha de la libertad desordenada a la tiranía.
Florencia fué una de las ciudades donde, de modo más expresivo
se realizó esta transformación. En cambio, hubo una ciudad,
Venecia, cuya evolución política siguió un curso diferente, pues
allí se organizó un sólido gobierno aristocrático que duró hasta
el siglo XVIII.

Prosperidad de las ciudades: Florencia y Venecia. -


Florencia. - Fué una de las ciudades más prósperas de Italia
por su desarrollo industrial. Los florentinos descollaron, sobre to-
do, en la industria lexti1. En un principio importaban los paños
flamencos para volverlos a trabajar, es decir, reforzar su trama
y teñirlos para lograr una más fina presentación. Pero luego,
los hicieron enteramente por su cuenta. La afluencia de dinero
permitió el desarrollo de los negocios de cambio y de crédito en

- 257-
el que sobresalieron como destacados competidores de los 10m·
bardos y de los judíos.
La riqueza de la ciudad les permiti ó alquila r los servido s de
tropas mercenarias que conquistaron, para Florencia, toda la Tos·
cana, sometiendo a la ciudad rival de Pisa, que se transformó en
el puerto de Florencia.
La vida política florenti na se caracterizó por su agitación.
Primero fueron, en el siglo XIII, las ardientes rivalidades de
güelfos y gibelinos. Luego, las querell as interminables entre las
corporaciones ricas (artes mayore s), de tendencias aristocráticas,
y las corpora ciones pobres (artes menores) de tendenc
ias demo·
cráticas. Finalmente, a princip ios del siglo XV, Cosme de Médicis,
jefe de una familia de banque ros, se convirti ó, sin título alguno
que así lo expresa ra, en el verdadero gobernante de la ciudad
y después de él, la tiranía de los Médicis quedó firmem
ente
asentada.
Venecia. - Esta ciudad fué fundada sobre los islotes de la
costa italiana de la desembocadura del Adriático, en la época
de las invasiones lombardas.
Hasta el siglo X, Venecia dependió de Bizancio, cuyos fun-
cionarios, los exarcas de Ravena, gobernaban esa región de Italia.
La dependencia de Bizancio apartó a Venecia de las luchas con
el Imperio germánico, que tanto influyó sobre las otras ciudades
italiana s. La emancipación del Imperio bizantino se realizó len-
tamente, a medida que Bizancio fué abandonando sus posiciones
italianas.
Venecia se enriqueció por el comercio mediterráneo con
Oriente. La cuarta cruzada, en especial, fué particularmente de·
cisiva para ella, pues le aseguró, como se ha visto, el monopolio
del tráfico mercantil en los puertos bizantinos. Se convirtió en·
tonces en una gran potencia marítim a, y capital de un verdadero
Imperio. Como Tiro, Atenas y Cartago en la antigüedad, Venecia
todo 10 debió al comercio y al mar.
Tuvo, sin embargo, una podero sa competidora en Génova ,
cuyos barcos le disputa ron el predominio en las aguas del Medi·
terráneo oriental. Pero después del siglo XIII, Venecia obtuvo
sobre su rival victorias definitivas que consolidaron su indiscu·
tibIe prepon deranci a marítima.

- 2&1
El gobierno veneciano estuvo, en un princIpIo (siglo XI).
en manos de un magistrado llamado Dux o dogo. Pero la aristo-
cracia le fué arrebatando cada vez más sus funciones, hasta con·
vertirlo en un funcionario ~ecorativo, cuya majestad encarnaba
el poderío de Venecia, per() de cuyas manos había escapado todo
poder político.
La aristocracia veneciana, que esterilizó a los Dux como
funcionarios políticos, cuidó también de quitar al pueblo toda
intervención en el gobierno. Formó entonces una serie de consejos
entre los que se destacaba el Senado, cuyo reclutamiento fué en-
teramente aristocrático. Sólo aquellos que estaban inscriptos en
un registro especial, llamado "el libro de oro", podían aspirar
a ocupar carl!;os de importancia.
Así estableció Venecia un gobierno rígidamente aristocráti-
co, cuya fuerza impidió las revoluciones tan frecuentes en esa
época en Italia, así como el establecimiento de una tiranía. Baj o
la administración severa del patriciado. Venecia se convirtió en
uno de los más poderosos estados italianos, cuya influencia se
hizo sentir a fines de la Edad Media en toda Europa.
Los estados italianos del siglo XV. - Italia no realizó en
la Edad Media su unidad política. A mediados del siglo XV, es-
taba dividida en diversos Estados, de fuerzas equilibradas. Al
norte del Po, se encontraban la república de Venecia; el ducado
de Milán gobernado por los Sforza, y el Piamonte gobernado por
los, duques de Saboya.
En la Italia penini'ular, estaban el ducado de Toscana, con
Florencia por capital, gobernado por los Médicis; el Estado Pon-
tificio, y el reino de las Dos Sicilias gobernado por una dinastía
aragonesa.
Además de estos estados existían otros de menor importancia:
la república de Génova, muy disminuída en su viejo poderío; los
ducados de Mantua, Ferrara y otros.
A diferencia, pues, de los reinos occidentales, Francia, Es-
paña e Inglaterra, Italia no llegó a forjar, en la Edad Media,
un estado monárquico V unitario. Pero, en cambio, fué durante
los siglos XIV y XV el escenario de UD maravilloso desenvolvi.
miento intelec~ual y artístico.
En e~as mismas pequeñas ciudades, eternamente rivales y

-H'-
desagarradas por la anarquía, el desarrollo de la riqueza y del
espíritu individualista crearon un clima propicio a la expresión
brillante del pensamiento y del arte. Así se originó en las ciu·
dades italianas la gran transformación intelectual y artística que
alcanzó ¡¡U culminación, como se verá más adelante, en el Re·
nacimiento.
La Italia del siglo XV, rica, culta, pero políticamente di·
vidida y débil, constituía una presa codiciable para las grandes
naciones vecinas, Francia y España, cuya fuerza creciente las
impulsaba a la expansión. Ambas potencias iban a hacer de 1&
Península, a fines del siglo XV, el escenario de sus luchas.

Los REINOS CRISTIANOS DE LA PENÍNSULA IBÉRIC)

La unidad española. Los Reyes Católicos. - La lucha


contra los musulmanes en¡¡:endró, como ya se ha visto, diferentes
reinos que en el siglo XIII eran Aragón, Navarra, Portugal y
Castilla. Junto con el reino musulmán de Granada, formaron
cinco reinos, cuya separación duró hasta fines del siglo XV.
El matrimonio de un príncipe de Aragón con una prince8a
de Castilla, y luego, unas guerras afortunadas, cambiaron e8ta
situación y forjaron la unidad española.
- En 1469 se realizó el matrimonio de Fernando de Aragón
cón Isabel de Castilla. Así, cuando ambos 'príncipes ocuparon el
trono (1479), quedaron unidos los dos más importantes reinos
de la península ibérica.
Los Reyes Católicos, nombre con que se conoce a estos so·
beranos, iniciaron entonces una decisiva guerra contra los musul-
manes, a los que después de unos años (1481.14,9 1), consiguieron
reducir a la exclusiva posesión de la ciudad de Granada. Final·
mente, un largo asedio les dió a los reyes el triunfo definitivo,
y así, después de dos siglos de paralizada la reconquista, llegó
ésta a su culminación con la toma de Granada (1492).
• Veinte años más tarde (1512) , el rey Fernando conquistó el
pequeño reino pirenaico de Navarra, y con ello sólo el reino de
Portugal quedó en la península ibérica como estado independieme
frente al poder español que empezaba a surgir.

- 270-
La obra de los Reyes Católicos. - ti matrimonio de lOA
Reyes Calólicos sólo unió a Castilla y Aragón en la persona de
sus reyes, pero no en sus instituciones. Cada estado mantuvo sus
propios fueros, sus funcionarios y sus cortes. Pero la unión de
los dos reyes fué de gran eficé}cia para la consolidación en sus
estados de la autoridad monárquica, que tanto había decaído desde
el siglo XIII.
El afianzamiemo de la autoridad real. En Castilla, espe-
cialmente, fué donde con más intensidad se produjo la reac-
ción real.
La nobleza castellana había llegado a adquirir una fuerza
muy grande. Valida de las debilidades de los inmediatos anterio·
res de Isabel, los nobles se habían hecho conceder toda clase de
privilegios y además cuantiosas pensiones, que agotaban el tesoro.
En manos de la nobleza estaban también los maestrazgos de las
famosas órdenes religiosomilitares de Santiago, Calatrava y Al·
cántara, creadas durante la reconquista y cuya fuerza militar las
hacía temibles. En algunas provincias de Castilla los nobles con-
vertidos en verdaderos bandidos, asolaban la comarca y man-
tenían a sus habitantes sometidos a todos los excesos de su
codicia.
La restauración del poder real comenzó, pues, en forma de
reacción vigorosa contra la nobleza. Los Reyes Católicos anula·
ron todos los privilegios abusivamente obtenidos, suprimieron
igualmente las pensiones exageradas, asumieron el maestrazgo de
las órdenes religioso militares y reprimieron enérgicamente el
bandolerismo nobiliario mediante el envío de tropas y de funcio·
narios judiciales encargados de condenar a los culpables quienes
quiera que fuesen.
Organizaron, en colaboración con las ciudades, que dieron
recursos para ello, una policía rural llamada la Sama Hermandad,
que se impuso por sus procedimientos expeditivos, pues apenas
se apoderaba del culpable, lo juzgaba allí mismo y cumplía in·
mediatamente la sentencia que, para casi todos los casos era la
muerte, si no la mutilación.
El gobierno de mano fuerte de los Reyes Católicos encarriló
a la nobleza en la senda del respeto a la monarquía y contribuyó
a transforwar a esa clase social, de díscola y castellana, en su-

- 271 -
tnisa y cortesana, cUya influencia política dependió exclusiva·
mente del favor del monarca.
Los reyes acentuaron además la centralización política inter·
viniendo en las ciudades, donde colocaron funcionarios reales lla-
mados corregwores. Éstas y otras medidas aplicadas también en
Aragón, consolidaron el poder monárquico y prepararon en Es·
paña el advenimiento del absolutismo.
La política religiosa. - Desde el punto de vista religioso
España presentaba una situación sensiblemente distinta de la de
los otros estados de Europa. En efecto, no existía en ella, como en
los demás, una absoluta unidad de fe. Es verdad que la inmensa
mayoría profesaba el cristianismo, pero había también mudéjares,
es decir, musulmanes a los que se toleraba el culto de su religión,
y muchísimos judíos, tan abundantes ahora en la España cristiana
como antes lo habían sido en la de los califas.
Los Reyes Católicos reaccionaron contra esta variedad reli·
giosa y quisieron imponer la unidad de fe en sus estados.
Para ello recurrieron, en primer término, a la Inquisición,
que fué establecida en España en l4.81 y colocada, con el nombre
de Santo Oficio, bajo la dirección inmediata de los reyes. La
Inquisición no entendía, sin embargo, más que en juicios de
herejía. Es decir, no era un órgano de persecución contra los no
cristianos, sino contra los cristianos de fe dudosa, que abunda·
ban en España, pues muchos musulmanes y judíos se convertían
a los efectos de evitarse molestias, pero sin abjurar de su anterior
religión.
Contra los mudéjares y judíos los reyes tomaron una me-
dida radical, y decidieron expulsarlos de España en un plazo pe-
rentorio (1502) a los que no se convirtieran. Millares de Judíos
(algunos estiman su número en 400.000) tuvieron que abandonar
la península ibérica, como siglos antes habían tenido que aban-
donar Inglaterra y Francia.
Algunos se refugiaron en Italia, otros en Salónica, donde foro
maron comunidades llamadas de judíos sefarditas, que han con-
servado hasta ahora el empleo del idioma español.
El mudej arismo fué también perseguido. Cuando capitularon
los musulmanes de Granada, se les prometió respetarles en su
religión, y ello aumentó el número de mudéjares castellanos.

- HZ - '
Pero poco tiempo después fueron también emplazados a co.c"et 6

tirse o emigrar, y así, muchos de ellos debieron abandonar Es-


paña en 1502.

La expansión española. - La unión de Aragón y Castilla '!


la conquista de Granada, marcó para la España naciente un pe-
ríodo de extraordinaria expansión en Europa y fuera de ella.
El mismo año en que se rendían los musulmanes de Granada,
Cristóbal Colón descubrió América y abrió un nuevo continente
a la actividad conquistadora de España.
Por otra parte, los Reyes Católicos concibieron la penetra.
ción en el África del norte como la etapa complementaria de la
reconquista, y así comenzaron la ocupación de las tierras africanas
que enfrentaban Gibraltar.
Pero más importante fué el despertar de España a su vocación
de gran potencia Europea. Por Europa la expansión española se
orientó a través del Mediterráneo hacia la Italia del sur, donde
desde el siglo XIII ya los aragoneseS! habían conquistado para
sus príncipes la corona de las Dos Sicilias. En Italia, España ha-
bía de chocar con las pretensiones de Francia y ello provocó, a
fines del siglo XV, largas. guerras entre las dos potencias que
tuvieron al principio su escenario en aquel país.
También, como ya se ha mencionado, Fernando de Aragón
conquistó el reino de Navarra y reforzó así el poderío de la
monarquía española.
A principios de la Edad Moderna, pues, España se perfilaba
en Europa como una de las más grandes potencias continentales

LA CAÍDA DEL IMPERIO BIZANTINO

Los turcos otomanos. - Las invasiones de los mogoles,


como se ha visto, convulsionaron, a mediados del siglo XIII,
las comarcas del Asia occidental, donde provocaron la caída del
califato de Bagdad y del Imperio de los turcos seldjucidas. En
su lugar, surgieron pequeños principados tributarios de los inva-
sores. El desorden originado por estos cambios posibilitó el es-
tablecimiento en las tierras del Asia Menor de nuevos grupos
humanos que aceGhaban la oportunidad de adueñarse de aquellaa

- Z7S-
tegiones. ASl fué cómo una nueva tribu turca penetrÓ en la
Anatolia a fines del siglo XIII. Allí, uno de sus jefes, Otman.
u Osmán, fundó un estado en el que asumió el cargo de emir o
príncipe (1299). Las bandas de Otman se dieron a sí mismas
el nombre de turcos otomanos 1.
El hij o y sucesor de Osmán, Orchkan, creó un poderoso ejér·
cito que hizo de los otomanos un factor decisivo en la historia
del Cercano Oriente a partir del siglo XIV.

El ejército turco otomano. - Caudillo sagaz y valiente,


Orchkan comprendió que un ejército permanente, disciplinado y
bien equipado daría solidez al nuevo estado.
Los spahis, armados de un sable filoso y curvo, la cimitarra,
y de una larga lanza, formaron la caballería. Ésta poseía una
inigualada movilidad, pues sus integrantes no llevaban armas
defensivas de ninguna especie, ni armaduras', ni cotas de mallas
ni escudos, que dificultaban los movimientos y retardaban las
maniobras. La agilidad de este sector del ejército otomano fué
decisiva en la mayoría de los encuentros con los pesados caballe-
ros feudales de la cristiandad.
Posteriormente se creó un curioso y especial cuerpo de in·
fantría, el de los llamados genízaros, palabra ésta que significa
el nuevo ejército. Se trataba de gentes reclutadas desde su niñez
entre las poblaciones cristianas. Se les quitaba a sus familias y
se ¡es sometía a una instrucción tendiente a formar de ellos muo
sulmanes fanáticos y guerreros de primera calidad. Su vida era
una constante preparación para la guerra. Tenían prohibida toda
ocupación y ni siquiera podían constituir una familia, pues les
estaba vedado el matrimonio. Recibían órdenes inmediatas y di·
rectas del sultán, al que obedecían sin discusión. Estos genízaros,
armados de arco y sable, sin armas defensivas que dificultabiUJ
sus movimientos, vestidos con amplias túnicas y largos gorros
puntiagudos, constituyeron la parte más temida del ejército oto-
mano. Su sólo nombre inspiró terror a las poblaciones del sudeste
de Europa, que supieron de su crueldad y de su refinada bar·
barie.
El ejército otomano dispuso también de armas de fuego,

1 También luele llamárseles osmanlís, del otro nombre de OtmáD.

- 274-
poseyendo la artillería más completa de la época. En momentos
en que en el occidente europeo los cañones y bombardas eran
todavía escasos en números e ineficaces en funcionamiento, lo!
otomanos los contaban por centenares y los manejaban con pre-
cisión.
Con semejante ejército y con la falta de unidad y de pre-
paraoión de sus enemigos, no es de extrañar que los otomanos
realizasen rapidísimas conquistas en las tierras ribereñas de la
cuenca oriental del Mediterráneo.

Las primeras conquistas otomanas. - En la primera mitad


del siglo XIV los otomanos establecieron su dominación en las
comarcas del Asia Menor. Sojuzgaron a los musulmanes de los
principados seldjucidas y del desaparecido califato de Bagdad.
Combatieron sin tregua a los bizantinos, a los que obligaron a
retroceder y a dejar las tierras del Asia Menor, que les habían
sido devueltas por los cruzados. Región tras región, ciudad tras
ciudad. todo cayó en poder de los otomanos. Así, a mediados del
siglo XIV, el Asia Menor era una simple provincia otomana, en
una de cuyas ciudade!.='. Brusa. se estableció la capital del nuevo
y triunfante Imperio. El sencillo emir o príncipe de los primeros
tiempos cambió su rango, y como los antiguos caudillos seldjuci-
das tomó el título de sultán.
Dueños del Asia Menor, los otomanos iniciaron la conquista
de la Europa balcánica, último reducto del Imperio bizantino.
En 1356 atravesaron los Dardanelos, se adueñaron de las regio-
nes vecinas y conquistaron Andrinópolis (1357), donde estable-
ieron su capital europea. Luego, iniciaron la marcha hacia el
orte, atacaron y vencieron completamente a los eslavos servios
n Kossovo (1389). prosiguieron su avance y derrotaron a los
úlgaros (1393). Así, los otomanos alcanzaron las márgenes
del Danubio.
Las noticias de estos sucesivos triunfos otomanos suscitaron
emoción en la cristiandad, donde volvió a predicarse la cruzada
ontra los turcos. En Francia se constituyó un ejército feudal en-
abezado por Juan sin Miedo de Borgoña. Esta cruzada careció
e organización, y los caballeros participantes, más preocupados
del logro de su gloria personal que de los otomanos, fueron en-
eramente derrotados en Nicópolis (1396).

- 276
Luchas entre turco.'; y mogoles. - Sin enemigos peligrosos
en los Balcanes, asentada ya su dominación, los otomar.os se diri·
gieron contra Constantinopla, la rica y poderosa capital del Im-
perio bizantino. En 1402 iniciaron el sitio, pero las fuertes muo
rallas que la circundaban impidieron el rápido triunfo que los
atacantes esperaban. Repentinamente, los sitiadores debieron re·
tirarse ante la urgencia de hacer frente a un nuevo enemigo. En
efecto, desde las vastas estepas del Asia central, otra vez las
bandas de pueblos mogoles, guiadas por un jefe de verdadero
genio militar, Tamerlán, se lanzaban a la conquista del mundo
como en los tiempos de Gengis-khan.

EL IMPERIO TURCO OTOMANO ANTES DE 1453.


Tamerlán invadió y conquistó la India (1398), Persia, Me-
sopotamia y Asia Menor, donde las fuerzas otomanas, que inten-
taron resistirle, fueron quebradas en la batalla de Angora (1402).
En pocos años, el poderío otomano se derrumbó enteramente, y
los mogoles hicieron de los turcos sus súbditos, a quienes obli·
garon a pagar tributos y a aceptar sus decisiones.
- 276-
Caída de Constantinopla. - La invasión mogólica salvó
así a Constantinopla y retardó por medio siglo la caída del 1m.
perio bizantino en poder de los otomanos. Los emperadores
bizantinos aprovecharon este colapso del poderío musulmán para
robustecer su defensa. Buscaron interesar y comprometer en ella
a los cristianos de occidente. Requirieron el apoyo de la I~lesia
católica, para lo cual no vacilaron en aceptar la supremacía
papal y en unificar su Iglesia ortodoxa con la católica. Pero todo
fué inútil. Los cristianos de occidente ni comprendían ni apre·
ciaban a estos lejanos bizantinos, con los que carecían de inte·
reses comunes. Sólo después de largos esfuerzos y predicaciones
consiguió el Papa reunir un ejército cruzado que, dirigido por
uno de sus legados y por el rey de Hungría, obligó a retroceder
momentáneamente a los turcos, pero fué luego totalmente ven·
cido en la batalla de Varna (1443). Esto, unido a la retirada
de los mogoles, cuyo poderío decayó rápidamente después de la
muerte de Tamerlán, devolvió a los otomanos su independencia
v determinó al sultán Mahomed 11 a sitiar nuevamente a Cons·
tantinopla.
Un ejército de apenas 8.000 bizantinos tuvo que enfrentar
a no menos de 150.000 sitiadores. La lucha duró. sin embargo,
dos meses. Los turcos se adueñaron de la ciudad en medio de
sangrientos combates. Constantino IX, el último emperador de
Bizancio, murió en la guerra. Los otomanos triunfadores cam·
biaron el nombre de Constantinopla por el de Istambul y esta-
blecieron allí la capital de su Imperio.
Así, en 1453, se extinguió el Imperio bizantino creado por
Teodosio en 395. El gran foco cristiano del oriente europeo que·
daba extinguido. Los otomanos, fieles de Mahoma, entraron con
pie firme en las tierras del este de Europa, pocos años antes
que sus hermanos de fe del reino de Granada en España fueran
definitivamente expulsados de la Península.
La caída del haluarte bizantino que durante siglos hahía
defendido a la Europa oriental de la avalancha islámica dejó
abierto el camino para Jos avances turcos, que en el curso del
ligIo XVI llegaron hasta los muros de Viena.
La toma de Constantinopla tuvo, además. una importante
~on secuencia cultural, pues los emigrados de Bizancio, que hu·
¡eron principalmente a Italia, aportaron al Occidente la influencia

- 277-
de las artes y de la literatura bizantina y contribuyeron a difundir
el conocimiento del idioma griego.
. El saber astronómico y geográfico durante la Edad
Media. - Durante la Edad Media, como ya se ha establecido, la
mayoría de los investigadores y pensadores se apartaron de la na-
turaleza y se dedicaron al estudio de las cosas de Dios. Prescin-
dieron de la observación y basaron sus conocimientos en los tex·
tos de autores consagrados a los que atribuyeron autoridad in-
falible.
La astronomía se redujo así, a la repetición de los conoci-
mientos. de la civilización grecolatina, transmitidos por los mu-
sulmanes.
La escuela de Alej andría, fundada en el siglo III a. e, ha-
bía convertido a la astronomía en una verdadera ciencia, con ins-
trumental adecuado y fundada en observaciones sistemáticas y or-
denadas. El más ilustre representante de esta Escuela fué Ptolo-
meo - que vivió en Alej andría de Egipto en el siglo II de la
era cristiana - , quien concretó el sistema llamado geocéntrico
que dominó de modo absoluto en la Edad Media.
El sistema de Ptolomeo, expuesto en su obra El Alma{!esto,
se fundó en la creencia, sostenida por Aristóteles, de que la Tie-
rra estaba inmóvil al centro del Universo; que la Tierra era re-
donda y que las estrellas estaban adheridas a una esfera de cris-
tal, como lámparas colgantes. Este sistema fué aceptado hasta
mediados del siglo XVI, en que Nicolás Copérnico, astrónomo
polaco, descubrió el sistema llamado heliocéntrico, que reconoció
al sol como centro del sistema planetario y a la Tierra como un
planeta dotado de dos movimientos principales: uno de rotación, al-
rededor de un eje, y otro de traslación, alrededor del sol.
En la Edad Media la astronomía se confundió a menud<l con
la astrología, que pretendía conocer los secretos del porvenir y
del pasado, según la posición de los astros.
Los conocimientos geográficos de la Edad Media, fueron,
con pequeñas variantes, los del fin de la antigüedad: se conocían
las tierras que bordeaban el Mediterráneo y las de la Europa in-
terior hasta el Elba y el Danubio. Se tenían, además, vagas refe-
rencias sobre las comarcas del Oriente Iej ano, donde la fantasía
vislumbraba riquezas fabulosas y prodigios sorprendentes. El mun-
do del océano, el lejano Occidente, permaneció ignorado. Sin em-
- 278-
bargo, el horizonte geográfico de la Europa medieval filé ampliAn.
dose lentamente por obra de viajeros audaces que no vacilaron en
arriesgar sus bienes y su vida.

Los viajeros. Marco Polo. - Los primeros viajeros de la


Edad Media tienen carácter legendario. Así se refieren los viajes
de San Brandán, monje irlandés, de fines del siglo V, quien mo-
vido por su fervorosa fe que deseaba propagar a otras comar-
cas, navegó el Atlántico Norte. Entre otras aventuras singulares
de este Ulises medieval, se cuenta la de haber confundido un
enorme cetáceo con una isla. Cuando San Brandán y sus campa·
ñeros fueron a instalarse en esa nueva tierra, el monstruo se su·
mergió dejándolos sobre las olas. Sin embargo, en los mapas de
Edad Media suele aparecer, en el Atlántico norte, la isla de San
Brandán.
En el siglo X, otro sacerdote irlandés, Are Marson, habría
tocado las costas de la América Septentrional. Hacia esta época
se desparramaron por el Atlántico los normandos, que descubrie-
ron Islandia y Groenlandia. De aquí habrían llegado a las ribe-
ras orientales de América del Norte (l OOO?), que abandonaron
sin fundar establecimiento alguno. De esos viajes sólo perduró el
recuerdo en los cantos, denominados Sagas 1.
Las cruzadas al reabrir el este mediterráneo y las invasio-
nes mogolas al provocar un contacto directo con el Asia central,
avivaron la curiosidad por el Oriente, al que se atribuían riquezas
inapreciables.
Los primeros en llegar al Lejano Oriente fueron los misione-
ros enviados por los papas, entre ellos el franciscano Da Pian del
Carpine, enviado a mediados del siglo XIII por Inocencia IV a
entablar relaciones diplomáticas con el emperador de los mo·
goles. Del Carpine fracasó en su misión, pera aportó datos feha-
cientes 50bre el Cathay (China), país fabulosamente rico, donde,
según sus palabras, vió una ciudad "con murallas de plata y
bastiones y torres de oro, en que se producen excelentes tejidos
de seda".

1 Los Sagas son poemas épicos que narran las hazañas de 10& héroe.
e.candinavol.

- 279-
Entre los viajeros que siguieron las huellas del enviado pon-
tificio. se desta can los venecianos Nicolás, Maleo y Marco Polo.
Nicolás y MaLeo Polo residían desde 1250 en Constantinopla,
donde se dedicaban al tráfico de piedras preciosas. Fueron invita-
dos a conocer los dominios del Gran Khan y llegaron hasta la
ciudad de Pekín, entonces capital del imperio mogol, donde co-
nocieron al poderoso emperador Kublai, quien les colmó de
agasajos y les entregó un mensaje para el Papa, a quien solicita-
ba el envío de cien misioneros para predicar el cristianismo en
sus posesiones. Los Polo regresaron a Europa y cumplieron la mi-
sión que les encomendara el emperador mogol. Luego volvieron
a Pekín (1275), acompañados de un hijo de Nicolás llamado
Marco. Marco Polo ganó la confianza de Kublai Khan, quien le
confió importantes misiones en distintas regiones del Imperio: co·
noció así el Cathay (China), el Cipango (Japón), las islas de las
Especias (Insulindia), la India y demás regiones ribereñas del
océano Indico. Marco Polo relató posteriormente sus viajes y
aventuras en un libro, que circuló por Europa en los siglos XIV y
XV, en copias manuscritas.
Cómo describe MaTco Polo el Cipango (Japón). - "Cipango es una
isla al levante que dista de tierra, en alta mar, unas mil quinientas millas.
Es muy grande. Los naturales son blancos y hermosos. Son idólatras e
independientes. Tienen oro en grandísima abundancia, porque se encuen-
tra entre ellos fuera de toda medida, y nadie lo extrae de la isla, pues no
abordan en sus playas los mercaderes de tierra firme, '1 es por ello que hay
tan gran cantidad. Quiero describiros el maravilloso palacio del señor de
esta Isla. Sabed que está todo cubierto de oro fino, como nosotros cubri-
mos de plomo a nuestras iglesias, y todo este oro tiene tal valor que yo
no sabría decíroslo. El pavimento de las cámaras que son muy numerosas
también es de oro fino y espeso de dos dedos. Todas las demás partes
del palacio, las salas, las ventanas, también están omadas de oro. Este
palacio es de tal riqueza que nadie podría apreciar su valor. También se
hallan perlas en ahundancia: son rojas, muy bellas, redondas y gruesas.
Tienen el mismo valor que las blancas. Se recogen, muchas otras piedras
preciosas" .

La navegación. El comercio. Los centros comerciales.-


Los Polo contribuyeron a dar nuevo impulso al comercio con el le-
jano Oriente. Mercaderes venecianos, florentinos y genoveses abrie-
ron una ruta que atravesando el Asia llevaba desde Constantino-
pla hasta Pekín. El viaje, lleno de peligros, duraba de nueve I

- 280-
once meses. Todos lós medios de transporte se utilizaban en la
travesía, desde los carros tirados por bueyes, y los camellos, hasta
las mulas de carga y los bajeles de transporte. El contralor de las
mercancías y pagos de derechos de tránsito a los señores, del tra-
yecto, encarecían y complicaban el transporte. Por esta ruta se
traían piedras preciosas, perfumes, porcelanas y sedas de China.
De aquí que se las denominase la ruta de la seda.
El comercio entre el Lej ano Oriente y Europa utilizó tamo
bién, a fines de la Edad Media, la ruta llamada de las especias.,
por la que circulaban, además de las codiciadas especias, los per-
fumes y las piedras preciosas del Oriente meridional. Las rutas
de las especias vinculaban a las comarcas de la Insulindia con
el Mediterráneo, y eran dos: la primera ruta arrancaba de la
península de Malaca, seguía el océano Indico y el mar Rojo y
desembocaba en Alejandría de Egipto. La segunda ruta partía de
las costas occidentales de la India, atravesaba el golfo de Omán,
3eguía el curso del Tigris y terminaba en Bagdad, desde donde
arrancaban las caravanas que acudían a los puertos del medite·
rráneo oriental y del mar Negro.
El desarrollo del comercio con el Oriente se debió fundamen-
talmente a las cruzadas que cambiaron profundamente el estilo de
vida de la Europa feudal, que no conocía antes el gusto por el lujo
y la comodidad. Este renacimiento comercial favoreció, como se ha
establecido, a las ciudades mercantiles de Italia, como Génova y
Venecia, cuyas poderosas flotas realizaron el intercambio con los
grandes centros comerciales de Constantinopla y de Alejandría.
La navegación del Mediterráneo, renació así como en los tiempos
antiguos: las galeras, impulsadas por remeros, salvo pequeñas
modificaciones, eran las mismas de la época romana. Como en-
tonces, las naves bordeaban las costas y seguían las islas despa-
rramadas en el Mediterráneo oriental. Sólo en el siglo XIV, co-
menzó la navegación en mar abierto y pasando el estrecho de Gi·
braltar, se iniciaron los viajes a las ciudades ribereñas del Atlán-
tico y del mar del Norte.

BIBlIOrEÓ~l~ AGIONAl
I DE MAESTROS
íNDICE

CAPíTULO 1

LAS INVASIONES BÁRBARAS


La Edad Media; su carác.ser (7).-Períodos de la Edad Media (8).-
Ellmperio romano y lOS bárbaros (lO).-Origen de los germanos.
Los pueblos germanos en la época primitiva (ll).-La religión
(12).-Principales tribus germánicas (13).-Relaciones entre ger·
manos y romanos hasta el siglo IV (13).-La invasión de los hunos
y el establecimiento de los germanos en el Imperio (14).-Los
visigodos en el Imperio (14).-La división del Imperio (14).-
La invasión visigoda hacia occidente (15).-La gran invasión del
406 (15).-Atila (16).-La caída del Imperio romano de occiden·
te (l8).-Los visigodos en España (19).-Los ostrogodos en Ita·
lia (19).-Los lombardos en Italia (20).-EI reino de los francos
(21).-La conversión de Clodoveo (22) ....................... 7

CAPÍTULO TI

CONSECUENCIAS DE LAS INVASIONES BARBARAS


La destrucción de la civilización greco·latina (25).-Las leyes bárba·
ras (27).-El nacimiento de nuevos principios políticos, religiosos
y económicos (28).-La conversión de los bárbaros al cristianis·
mo (29).-El papado. San Gregorio el Grande (30).-La vida mo·
nacal. San Benito (32).-La orden de los benedictinos (32).-In·
fluencia de los monjes en Occidente. (33).Los progresos de la ro·
manización (35). ............................................ 26

- 283-
CAPITULO ID
EL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE Y LA CIVILIZACIÓN
BIZANTINA
Generalidades (37).-Justiniano (37).-Las guerras de Justiniano
(38).-El Imperio bizantino después de Justiniano (39).-Los per-
sas (40).-Los árabes (40).-Los eslavos y los búlgaros (41).-
Los turcos seldjucidas (42).
La civilización bizantina.-Generalidades (42).-El gobierno bizanti-
no (43).-El cristianismo en Bizancio (44).-La querella de las
imágenes (45).-La difusión del cristianismo bizantino (45).-El
derecho romano antes de Justiniano. La codificación (46).-Cultura
de Bizancio (47).-E1 arte bizantino (48).-La decoración (50).
-Santa Sofía (50).-E1 imperio bizantino (52) .............. 37

CAPlTULO IV
LOS ARABES y LA CIVILIZACION MUSULMANA
Generalidades (55).-El medio geográfico (55).-Los árabes antes de
Mahoma. La Kaaba (56).-Mahoma. La religión y la unidad del
pueblo árabe (57).-La hégira (58).-La religión de Mahoma
(59).-Influencia social def islamismo (60).
La expansión del islamismo; La guerra santa.-Causas de la expansión
árabe (61).-Las conquistas árabes (62).-La batalla de Poitiers
o de Tours (63).-Desmembramiento del Imperio árabe (64).-
El califato de Bagdad (64).-El califato de Córdoba. Los árabes
de España (66)
La civilización musulmana.-El Corán (67).-El arte musulmán (67).
-La arquitectura (68).-La arquitectura árabe en España: perío-
dos de Córdoba, Sevilla y Granada (70).-Las ciencias (72).-La
literatura (73).-La filosofía (73).-La vida económica de los ára·
bes en Occidente (74) ....................................... 6&

CAPITULO V

IMPERIO CAROLINGIO
El advenimiento de los Carolingios (77).-La coronación de Pipino
el Breve (78).-Origen del poder temporal de los papas (79).-
Carlomagno (79).-Las guerras de Carlomagno (80).-La ane·

- 284-
XJon del reino de los lombardos (80).-La conquista de Cert11a.
nia (82).- 1-:1 ejército (80).- EI re6tablccimiento del Imperio de
occidente (83).- Orgallización y administración del Imperio (85).
-La corte de Carlomagno (86).-Las capitulares (87).-El rena·
cimiento carolingio (Alenino, Egínardo y Pablo Diácono). Las es·
cuelas (87).-El prestigio de Carlomagno (89).-El desmembra·
miento del Imperio. Las causas del desmembramiento (89).-Los
sucesor~s de Carlomagno. El tratado de Verdún (90).-Los últi·
mos carolingios (91) ......................................... 77

CAPíTULO VI
LAS INVASIONES DE LOS SIGLOS IX Y X
Y EL FEUDALISMO
1 feudalismo; causas que lo provocaron (93).-Los normandos (94).
-Establecimiento de los normandos en Francia (96).-Húngaros,
Eslavos y Sarracenos (96).-La invasión de los sarracenos (98).-
Consecuencia de las invasiones. Los feudos (98).-El régimen feu·
dal (100).-El contrato feudal (101).-Las obligaciones feudales
(102).-El gobierno del feudo (103).-El feudalismo y los reyes
(104) ....................................................... 93

CAPITULO VII
LA SOCIEDAD FEUDAL
aracteres de la sociedad feudal (107).-Los señores (107).-El caso
tillo (l08).-La vida del señor (113).-La caballería (115).-
La influencia de la Iglesia sobre las costumbres señoriales (116).
-;-L> "aO¡¡ndl~ -Los campesinos libres. Los siervos. Los
villanos (118).-El trab":,, rural en el feudo (119).-La división
de tierras en el feudo (12". -La vida de los villanos (122).-El
problema social y económico .,"!.Tan!( este petiodo (123).-Los
burgueses. Las ciudades (124).-' l,.ibertad.es. Cartas o fueros
(I25).-Las ciudades libres (126) ~. '-h.f.rmandades. La Liga
hanseática (129).-El trabajo y el comercio (;n las ciudades (129).
-La reaparición de la moneda (133).-El préstamo a interés y
la usura (133).-Los judíos y la vida económica (134,).-Las coro
poraciones. (l34).-Las consecuencias del progreso urbano (137) 107

CAPíTULO VIII
LA IGLESIA EN LA EDAD MEDIA
ausas de la influencia de la Iglesia (139).-Organización de la' Igle-
sia. El poder de los papas. El clero (141).-El pontificado (141).
-El olero secular (142).-Reforma de Gregorio VII. Situación de

- 285-
la tglesia en el eiglo Xl (144).. El pontilicado de Gregorio '11
(146).-Couflictos entre el papado y el Imperio (147).-Can05a
(148).-El concordato de Worms (149).-El pontificado de Ino·
cencio ID (150).-La Iglesia y el estado civil; las obras sociales
y la vida intelectual (151).-Las herejías (152).-La lucha CJn'
tra la herejía (154).-La inquisicilín (154).-El dsma griego
(155) ...................... ...... . ............ '" .. .

CAPiTULO IX

EUROPA DESDE EL SIGLO X AL XIII: EL SANTO IMPE


ROMANO GERMANICO
Generalidades (157).-Los ducados. Otón el Grande (157).-El San·
to Imperio romano germánico (159).-Causas de la debilidad del
Imperio (160).-La dinastía de Franconia. Enrique IV (161).-
Los Hohenstaufen (161).-Federico Barbarroja (162).-GÜelfos
y gibelinos (165).-Federico Il y la caída de los Hohenstaufen
(165).-El gran interregno alemán (167).-El emperador (168).
-Los príncipes. El feudalismo alemán (168).-La expansión feu·
dal hacia el este (169).-Las clases sociales. El clero. La cullu·
ra (170) .................................................. .

CAPITULO X

EUROPA DESDE EL SIGLO X AL XIII: FRANCIA E


INGLATERP _ ..
Francia; advenimiento de los CaJl~ 173).-Francia en el siglo XI
(175).-EI feudo le Norm Yla expansión franco·normanda
(176).-La conquisl& el -1aten:a (l77).-La lucha entre los
Capetos y los Plantl .. ...., .• _ (178).-Felipe Augusto (178).-La
lucha contra los Plantagenets (179).-La consolidación de la
aUlorinad monárquica (180).-San Luis (180).-Felipe el Her·
moso; los legistas (181).-Las grandes asambleas (181).-Con·
flicto con el papa Bonifacio VIII (182).-EI atentado de Anagni
(183).
Inglaterra (184).-La conquista normanda (184). - Consecuencia~
de la conquista (l84).-Consecuencias del gobierno de los Plan·
tagenets (185).-Enrique 11 (185).-La Carta Magna y las liber-
tades inglesas (l86).-Enrique III y los Estatutos de Osford. El
parlamentarismo: su origen (l88).-Eduardo I (189).-Inglaterra
a fines del siglo XlII (190) .......................... . ..... .

- 286-
(UJ ).-E l aameato da la riqa tu
mico: la expansión colonial en la (JlJ) .-El lDlp edaU amo .... ..
COll6ecu.encitu sociales de la revo é~ca contemporlÍDea (23 1).-
nuevas clases Bociales (243 ).-L os lución maq uinu ta (24 I).- La
cuestión obre ra (245 ).-Co nsec uenc nuevos nroblemas sociales. La
JrWquinuta (25 2).- El establecim Úl$ polítictl$ de la revolución
la bur¡ uesÍ a (253 ).-E l progreso iento del predominio poli e de
de 181 ideas dem ocrá ticu 253)
201

CAPITULO XI

~L MUNDO AMERICANO DURANTE LOS


~! progreso material de la Árgentina
población (257 ).-E I desarrollo (257 ). crecimiento de la
de
comunicación (258 ) .-El progreso los m ios de transporte '1 de
acrecentamIento del comercio (261 de industritu (25 9).- El
Unidos (26 I).- La expansión terri) ,. - a evolución de los Estados
(261 ).-L a cuestión de la esclavi to al en 1011 siglos XIX y XX
óntico en los siglos XIX y XX (2 d (264 ).-E l desarrollo eco-
-Los orígenes del panamerica smo).-E L panamericanismo (272 ). í
lel panamericanismo (272 ). (272 ).-E l desenvolvimiento
8 consolidación del plma
mo (276 ).-L os principios mericanil
ericanos en el derecho internacional-
público (278 )
217

UROPEO DURANTE EL SIGLO XX


rilen de la primer guerra mun
dial
la primera gu a mundial (280 (280 ).-C ausa s sustanciales de
lUerra mun . I (284 ).-L a caus ).-E l preámbulo de la primera
a ocasional de la primera guer ra
mundial 5).-C rono logí a de la iniciación
rra mun L (287 ).-L a primera de la primera gue-
guerra mundiaL (28 8).- Lu coa-
licion beligerantes (288 ).-L os
(289 .-El fin de la guerra (296 gran des e~isodios de la guer ra
de París r los tratados de paz ).-L a conferencia interaliada
(297 ).-E I tratado de Versal1e1
(301 ).-L os tratados secundarios
to de tos tratados de paz (305 ).-E de paz (30 5).- El cumplimien-
(31) 7).-L a nueva distribución polít I nuevo ordenamiento mun dial
-La consagración de Eatados Unid icoterritorial de Europa (S07 ).
diales (307 ).-L a universalización os y Japó n como potencial mun-
y democráticos (308 ).-D e la
de los principios nacionalistas
paz de Versalles al comieruo de
.e6u nda lum a mun dial (309 ) 111
--lA . ~ CCIUItU d. ~a .-La ineetabilidad ¡cne ral (30 ').
(312 ) •••• •.•• •••• •••• •••• ••••
_
La EDITORIAL KAPELUSZ, S. A., dio
térm ino a la 5' tirada de la décima
edición de esta obra en el mes de
enero de 1965, en Frigerio Arle.
Gráficas, Perú 1257, Buenos Aires.

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