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Unidad 1 / Escenario 1

Lectura fundamental

Un viaje al universo de la Semiótica

Contenido

1 La semiótica como campo disciplinar

2 Objeto de estudio, método y marco teórico de la semiótica

3 Las relaciones interdisciplinarias de la Semiótica con las ciencias humanas y sociales

4 Charles Sanders Pierce (1839-1914)

5 Ferdinand de Saussure (1857-1913)

6 Émile Durkheim (1858 - 1917)

7 Claude Lévi-Strauss (1908-2009)

Palabras clave: semiótica, signo, campo disciplinar, campo interdisciplinar


“La civilización humana depende de los signos
y de los sistemas de signos, y al propio tiempo
la mente humana es inseparable del funcionamiento de los signos”.
Charles Morris

Estoy aquí una vez más. Veo desde la ventanilla del avión como se aleja la ciudad de mi vista hasta
convertirse en diminuto trazado de calles y carreras rodeado de verde. En el horizonte, detrás de las
nubes que empezamos a atravesar, aparece el cielo azul y allá…Venus: el errante se ve a simple vista.

Voy para un Encuentro Nacional de Semiótica organizado por una prestigiosa universidad de
nuestro país cuyo tema me atrae mucho: “La epistemología de la Semiótica”. Estoy de acuerdo
con los encargados de este acontecimiento, a veces es necesario hacer una pausa para detenerse
a reflexionar acerca de cuál es la actualidad y vigencia de los conceptos que constituyen el marco
teórico del campo del saber al que uno pertenece; así como el de revisar el método usado para llegar a
descubrirlos y describirlos.

¿Sabía que...?
Los encuentros académicos son espacios que están pensados para que los estudiosos
de un tema general, dividido a su vez en temas más específicos, se reúnan, intercambien
opiniones, lean trabajos y, en conjunto, enriquezcan sus posiciones al respecto, al tiempo
que difunden su saber a un público de distinta amplitud. Tal es, como se mencionó, el ideal
de los congresos, simposios, encuentros, coloquios y mesas de discusión (S. A., 2009).

En la programación del mencionado evento está anunciado que voy a cumplir dos roles: ponente
y moderador. El primero porque en esta oportunidad quise inscribirme para participar en el
panel cuyo tema de discusión es la “Semiótica como campo disciplinar”. El segundo porque los
organizadores me solicitaron que fuera el moderador del simposio denominado “Las relaciones
interdisciplinarias de la Semiótica con las ciencias humanas y sociales”. Voy preparado y
entusiasmado para ejercer ambos papeles.

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1. La semiótica como campo disciplinar
El avión ya viaja con velocidad de crucero. Veo a mi alrededor como los demás pasajeros ya han
escogido su plan para ocupar el tiempo: unos escuchan música, otros ven la televisión, unos más ya
están conectados con un videojuego, otros se acomodaron para dormir. En mis manos tengo un sobre
con la ponencia que voy a exponer. Decido sacarla y empezar a releerla. Nunca sobra repasar.

Empiezo por describir que el campo disciplinar hace parte de las diversas dinámicas de generación
y construcción del conocimiento que ha desarrollado la humanidad para percibir, observar y
sistematizar los datos encontrados y analizarlos e interpretarlos para identificar y describir patrones
de comportamiento (naturales o sociales) que, una vez fueron verificados de manera experimental,
llegaron a constituir el saber que hoy nos permite explicar la realidad en la cual existimos.

Vistos de esta manera, los campos del saber son las fuentes en las cuales las profesiones buscan
y encuentran los fundamentos conceptuales desarrollados para describir y explicar los diversos
hechos que ocurren en la realidad tanto la natural como la humana y social. Casi que todos los
campos del saber humano, producto de la investigación y desarrollo del conocimiento científico,
han recorrido un camino cuyos marcos epistemológicos han transitado por tres fases: disciplinar,
interdisciplinar y transdisciplinar.

Cuando se busca el origen etimológico de la palabra “campo”, se encuentra que proviene del latín
campus. Anders, V et al (2001-2017) sostiene que este nombre latino en realidad significaba:
“Terreno llano, explanada” y no tenía en castellano, como se entiende actualmente, el significado del
griego ager: “terreno de cultivo” o de rus, ruris “campo, la vida del campo”.

En el diccionario de nuestro idioma, Real Academia Española (2001), aparecen 18 sentidos. Todas
estas acepciones se pueden clasificar en dos categorías predominantes: una cuya denotación designa
la idea de lugar delimitado “Lugar en el que se desempeñan distintas actividades”, “Terreno extenso sin
edificar”, “Terreno reservado para actividades determinadas”, “Tierra cultivable”; y otra, que distingue
la idea de “Conjunto determinado de materias, ideas o conocimientos sobre alguna disciplina”, que se
extiende a “Ámbito propio de una actividad”.

Con la expresión “tierra cultivable” en mente, levanto la mirada y observo a mi alrededor; cuantos
de los que van en este avión serán abogados, biólogos, administradores, nutricionistas, médicos,
antropólogos, físicos astrofísicos, etcétera. Sentados tan cerca pero tan alejados unos de otros
por lo temas y métodos de estudio utilizados. Después de cerrar los ojos y reacomodar las gafas,
retomo mi lectura.

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El sentido de “lugar delimitado” que vendría a entenderse como territorio propicio para cultivar, así
como “conjunto determinado” o “ámbito” aluden a un lugar limitado, definido, restringido, específico
y concreto. No es extraño, entonces, que sea usado para designar, en el mundo de la investigación
científica, a la disciplina como un conjunto de materias (como sinónimo de temas de estudio,
verbigracia, geografía, paleontología, astronomía, botánica, etcétera), ideas o conocimientos. Así,
es notorio el símil del concepto “campo disciplinar” con parcelas del conocimiento claramente
señaladas por límites explícitos. De ahí que cuando se trata de separar y clasificar la manera en que
se han dividido las ciencias que estudian la diversidad de fenómenos que ocurren en la naturaleza, la
humanidad, la cultura y la sociedad, hablar de este como parcela, resultó una analogía adecuada.

Las primeras “parcelas” del conocimiento la constituyeron lo que hoy denominamos las disciplinas del
conocimiento. En un principio se presentaron como un territorio que lo definía su objeto de estudio,
los métodos creados y usados para estudiarlo, así como las categorías o conceptos definidos en su
marco teórico. Ejemplos de disciplinas o campos del saber son la filosofía, historia, economía, política,
antropología, sociología, biología, química, electrónica, astronomía, y por supuesto, la semiótica.

Con el paso de los años, surgió la necesidad de que los campos disciplinares empezaran a compartir
sus descubrimientos con los otros campos disciplinares y hubo necesidad de empezar a establecer
relaciones de tipo interdisciplinar y, hoy por hoy, se habla de relaciones transdisciplinares. Ya habrá
oportunidad de explicar en la introducción del simposio que está bajo mi responsabilidad de que se
trata cada uno de estos términos. Por ahora, ya es tiempo de explicar cuál es el objeto de estudio de la
semiótica, los métodos usados por sus investigadores y los conceptos fundamentales que integran su
marco teórico.

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2. Objeto de estudio, método y marco teórico de la semiótica
Recuerdo que, desde la ventanilla del avión, al inicio de este viaje, mi cerebro pudo ver de una manera
clara dos elementos: una mancha gris-terracota y todo el verde-café que la rodeaba. Cuando levanté
la mirada pude percibir por encima de las nubes blancas-grises, un esplendoroso cielo azul. Lo que
quiero decir es que al observar la realidad que nos circunda nos damos cuenta de que existen dos tipos
de hechos: unos creados por la naturaleza y otros creados por la especie homo sapiens sapiens. La
primera ha formado el multiuniverso que está constituido por tres fundamentales elementos: energía
oscura, materia oscura, materia ordinaria cuya interacción hace que surjan las cuatro fuerzas primarias
(nuclear débil, nuclear fuerte, electromagnética y gravedad) arquitectas que forman universos, los
cuales emergen a partir de grandes explosiones nombradas como Big Bang de cuyo polvo cósmico se
constituyen los 111 elementos químicos conocidos, los cúmulos galácticos, galaxias, abismos negros,
nebulosas, nubes de cometas, estrellas, planetas, planetoides, lunas, asteroides, anillos de asteroides,
meteoros, cometas, polvo estelar y lo que llamamos vida. Todo lo anterior cabe en una palabra:
Cosmos.

¿Sabía que...?
En la siguiente imagen encuentra las etapas del proceso de explosión
de nuestro universo conocido:

Figura 1. Cronología, evolución del universo.


Fuente: Ryan Kaldari, adaptation to Spanish: Luis Fernández García, wiping WMAP: Basquetteur (2015)

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La construcción más destacada de la especie homo sapiens sapiens, cuyo origen en la cadena de
la evolución la ubica 35.000 años atrás, ha sido lo que hoy llamamos ciudad. En ella se reúnen
todos los descubrimientos e inventos que su mente ha podido crear: infraestructura adecuada para
distribuir agua, arquitectura, alfarería, electricidad, recolección de aguas hervidas o negras, centros
de recibo, almacenaje y repartición de alimentos; centros de comercios (formales e informales),
sistemas de transportes (aéreos y terrestres), atender la salud y educación de sus habitantes;
ideologías, instituciones, estructuras sociales; los deportes, las artes (literatura, música, danza, teatro,
pintura, escultura, fotografía, cine, tiras cómicas, etcétera), lugares para el ocio; instalar plataformas
tecnológicas para aprovechar las ondas y campos electromagnéticos en la invención de medios de
comunicación para facilitar la interacción que le permita construir relaciones a los seres humanos.
Todo lo anterior también cabe en una palabra: Civilización.

¿Cómo nuestra especie ha podido percibir, aprehender y representar en su mente todos los hechos
de la realidad contenidos tanto en el cosmos como en la civilización? Hoy, después de miles de años
de estar buscando razones para argumentar, se puede ofrecer una respuesta: porque su evolucionado
cerebro ha sido capaz de crear el más poderoso de sus artefactos, el signo. Un elemento de naturaleza
abstracta con la propiedad de registrar, asignar y guardar significados. Un elemento usado por el
homo sapiens sapiens para observar, interpretar y comprender todo cuanto le rodea, es decir, su
entorno. Buscar la respuesta rigurosa a la cuestión planteada es la que guía la investigación del campo
disciplinar de la semiótica.

Cómo mejorar...
Se sugiere consultar otras fuentes para profundizar
en la evolución del ser humano.

Este término fue propuesto por John Locke (1632-1704) quien integró la palabra griega semeion
(signo) y el sufijo –tikos (relativo a) para denominar a la “doctrina de los signos”. Dos siglos después,
Ferdinand de Saussure (1857-1913) a la raíz semion le agregó el sufijo griego logos y presentó el
concepto Sémiologie que definió como “la ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida
social” Anders, V. et al (2001-2017).

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Tanto semiología como semiótica son expresiones que se refieren al mismo campo disciplinar. Como
se acaba de ver, ambas comparten la raíz semion; su diferencia está en el origen del prefijo usado por
los autores mencionados y que una se dedicó en un comienzo a describir el signo, mientras la otra se
centró en comprender los sistemas de significación.

Llegó el momento de hacer una pausa de mi lectura. Llega el acostumbrado refrigerio ofrecido por
las empresas aéreas. Mientras me tomo el jugo de cajita con sabor a mora y abro el emparedado de
pavo, pienso: ahora mismo estoy comiendo un signo. Si es así, este alimento contiene unos elementos
químicos que se representan por unos símbolos que a su vez están organizados en una tabla periódica
por número atómico de sus protones. Me imagino a mi estómago como un gran horno de fusión
que está convirtiendo en iones este alimento para que sea absorbido por los diversos sistemas que
constituyen mi cuerpo, y todo para seguir garantizando que yo siga vivo. Después de introducir los
empaques reciclables que quedaron de mi momento de nutrición en la bolsa de la basura que una
amable mujer me acerca, decido retomar mi lectura. ¿Dónde iba? A ver… sí, aquí en esta cita…

¿Sabía que...?
La composición del cuerpo humano desde la perspectiva de la química
propone que el 96 % del cuerpo humano está compuesto por oxígeno,
carbono, hidrógeno y nitrógeno. Mientras que l 4% restante lo conforma
el calcio, el fósforo, entre otros.

Afirma Morris (1994) en la introducción de su libro Fundamentos de la teoría de los signos que:

Los hombres son, de entre los animales que usan signos, la especie predominante. Naturalmente
existen otros animales que efectivamente responden a determinadas cosas como signos de algo, pero
esos signos no alcanzan la complejidad y elaboración que encontramos en el habla, la escritura, el arte,
la diagnosis médica y los instrumentos de señalización propios de los humanos. Los signos y la ciencia
están inextricablemente conectados, habida cuenta de que la ciencia, simultáneamente ofrece a los
hombres signos más fiables y expresa sus resultados en signos (p.23).

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De esta manera queda claro, como se afirma en el epígrafe de esta lectura, que la civilización depende
de la capacidad humana de la semiosis que permite crear los signos y de los sistemas de signos; no solo
para interpretar, representar (modelar) y comprender la realidad que lo rodea sino para contribuir
a todas las ciencias a mejorar el uso de los signos para expresar sus búsquedas y comunicar sus
hallazgos. Es en este sentido Morris (1994) también sostiene que

Si la semiótica es una ciencia que estudia cosas o las propiedades de las cosas en tanto en cuanto su
función es servir como signos, también es el instrumento de totalidad de las ciencias, puesto que cada
ciencia utiliza y expresa sus resultados por medio de signos. Por consiguiente, la metaciencia (la ciencia
de la ciencia) ha de usar la semiótica como su organon… habida cuenta de que nada puede estudiarse sin
signos que denoten los objetos en el campo de estudio…La semiótica proporciona un lenguaje general
aplicable a cualquier signo o lenguaje especial, y aplicable también al lenguaje de la ciencia y a los signos
específicos que está utiliza (p.25)

El término lenguaje usado por Morris, en este contexto, es sinónimo de lo que en semiótica se llama
sistemas de signos, es decir, un conjunto de signos integrados para cumplir un propósito específico
que para ser desarrollado requiere de unas reglas que determinan la manera como se deben
comportar y lo que deben significar. Desde esta perspectiva, todo cuanto observamos en el cosmos o
en la civilización están integrados por sistemas de significación, por ejemplo, la galaxia es en sí misma
un sistema de significación integrado por miles de millones de sistemas solares que giran sobre su eje;
cada sistema solar, a su vez, también es un sistema de significación integrado por signos que se llaman
planetas, lunas, planetoides, nubes de cometas, anillos de asteroides, y cometas. Cada planeta es, al
mismo tiempo, otro sistema de significación que tiene sus propios signos con significados específicos.
En el caso de la civilización, por ejemplo, la ciudad es en sí misma un sistema de significación que está
integrada por signos que también tienen sus específicos significados. Y así, ad infinitum.

En este campo disciplinar, para interpretar los signos que integran los sistemas de significación
creados por la humanidad, se usa lo que se ha denominado el análisis semiótico, cuyo objetivo
principal es el de encontrar el mensaje que el creador desea transmitir. Para conseguirlo será
necesario identificar y descomponer en tres dimensiones la información recibida: la sintáctica, la
semántica y la pragmática. La primera explora la relación del signo con los otros signos del sistema; la
segunda indaga por la relación de los signos con sus significados, lo que quiere decir; y la tercera, la
relación entre los signos con el propósito comunicativo y el efecto que el creador del mensaje quiere
provocar en sus lectores.

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De este modo, en esta ponencia, se ha dado a conocer cuáles son los criterios que determinan que
un campo del saber sea considerado una disciplina de la ciencia; se ha explicado por qué la semiótica
es considerada una disciplina, dado que cuenta con un objeto de estudio: la semiosis que permite
crear los signos y los sistemas de significación; ha desarrollado el análisis semiótico sustentado en
la hermenéutica como su método de estudio; y ya cuenta con un marco teórico compuesto por
categorías que constituyen un entramado conceptual que permite observar, describir y modelar los
hechos naturales y culturales de nuestra realidad perceptible. En palabras de Sebeok (1996):

La semiótica no versa en absoluto sobre el mundo real sino sobre modelos reales complementarios o
alternativos de él no revela nunca qué es el mundo, sino qué circunscribe lo que podemos conocer de él;
en otras palabras, lo que un modelo semiótico representa no es la realidad como tal, sino la naturaleza
descubierta por nuestro método de investigación (p.20).

Justo cuando terminaba de releer la parte final, el capitán de la nave anuncia a la tripulación que inicia
el procedimiento de aterrizaje. Guardo las hojas en el sobre. Levanto la mirada y me ubico como el
intérprete de todos los signos, de todos los sistemas de significación que me han permitido llegar a
donde estoy… y a donde voy. No me puedo detener. Yo mismo soy un signo en medio de todos los
sistemas de signos que observo. Me siento procesando infinitas semiosis que a la postre me permitirán
comprender el significado y sentido de este viaje. En este punto y hora le doy toda la razón a Charles
Morris: “La civilización humana depende de los signos y de los sistemas de signos, y al propio tiempo la
mente humana es inseparable del funcionamiento de los signos” (p. 82).

3. Las relaciones interdisciplinarias de la Semiótica con las ciencias


humanas y sociales
Ya estoy frente al grupo de integrantes del simposio que debo moderar, he preparado una
introducción que leeré antes de empezar a dar la palabra a cada especialista invitado con el propósito
de resaltar el hecho de que la semiótica es un campo de saber que se ha podido constituir por el
aporte de distintas disciplinas, es decir, que defenderé la tesis de que ahora es una disciplina de origen
interdisciplinar con posibilidad de llegar a ser transdisciplinar. Comienzo citando al filósofo de la
complejidad Edgar Morín (1999) quien sostiene, en su libro Los siete saberes para el siglo XXI:

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Los avances realizados por el conocimiento científico durante el siglo XX fueron efectuados dentro
del marco de las especializaciones disciplinarias: “Pero estos progresos están dispersos, desunidos,
debido justamente a esta especialización que a menudo quebranta los contextos, las globalidades,
las complejidades”. Advierte que los sistemas educativos del mundo operan la disyunción entre las
humanidades y las ciencias en disciplinas hiperespecializadas concentradas en sí mismas (Es decir la
especialización que se encierra en sí misma sin permitir su integración en una problemática global o
una concepción de conjunto del objeto del cual no considera sino un aspecto o una parte). En estas
condiciones, las mentes formadas por las disciplinas pierden sus aptitudes naturales para contextualizar
los saberes tanto como para integrarlos en sus conjuntos naturales. De hecho, la hiperespecialización
(la especialización que se encierra en sí misma sin permitir su integración en una problemática global
o una concepción de conjunto del objeto del cual no considera sino un aspecto y una parte) impide
ver tanto lo global (que fragmenta en parcelas) como lo esencial (que disuelve); impide inclusive tratar
correctamente los problemas particulares… (Porque)… la especialización “abs-trae”, extrae un objeto
de su contexto y de su conjunto, rechaza los lazos y las intercomunicaciones con su medio, lo inserta en
un sector conceptual abstracto que es el de la disciplina compartimentada cuyas fronteras resquebrajan
arbitrariamente la sistematicidad (relación de una parte con el todo) (p. 18).

No obstante, esta postura no significa que el modo de producir conocimiento desde los campos del
saber específicos esté cuestionado de manera absoluta. Cuando se analicen las relaciones de tipo
interdisciplinar y transdisciplinar, se reivindicará, incluso por el mismo Morín, que la posibilidad de
construir relaciones de trabajo científico está sustentada en el trabajo desarrollado por las disciplinas.
Menciono que Sergio Vilar (1997) en su libro La nueva racionalidad, retoma lo dicho por Morín, para
decir que “la formación universitaria en especializaciones cerradas producen hiperespecialistas que
carecen de una visión global de los hechos y los acontecimientos y poca flexibilidad para adaptarse”
(p. 16). Por lo anterior, propone a la disciplina como “un espacio que permite especializarse en
un determinado ámbito del conocimiento dentro de un sistema abierto en relación con los otros
conjuntos disciplinarios, como mínimo, con los más próximos a la especialidad originaria” (p. 16) y
advierte que “no puede haber ni práctica ni teorización inter o transdisciplinar si no se parte de alguna
disciplina que esté proyectada a las demás” (p. 16). También plantea que “la interdisciplinariedad se
produce cuando hay interacción entre los conocimientos de los representantes de diversas disciplinas
en relación con algún fenómeno concreto” (p. 16) y que solo puede construirse en “Relación
recíproca de intercambio entre unas y otras disciplinas en torno a un mismo sujeto-objeto, situación,
problema” (p. 16) o análisis que den cuenta de “estructuras-funciones-finalidades” (p. 16). Sin duda
este es el caso de la semiótica, afirmo.

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También digo que Vilar advierte que “toda interdisciplinariedad tiende a transformarse en
transdisciplinariedad en la medida en que los métodos correspondientes se aproximan y resultan
tributarios de sujetos-objetos-contextos-proyectos complejos relacionados en unas y otras redes
de complejidad. Propone que es en la transdisciplinariedad donde sí “se produce una creación
cooperativa de métodos y conocimientos sectoriales (disciplinarios) en pos de una integración
ampliada del saber hacia un todo relativo usando el conocimiento de las partes y produciendo una
transformación recíproca” y de esta manera “va construyendo nuevos enfoques a las ciencias y a las
artes, promoviendo confluencias entre unos conocimientos con otros” (p. 17).

La semiótica como disciplina de la ciencia no ha sido la excepción. Al igual que los otros campos,
ha transitado hacia el camino de la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad, porque como ya lo
afirmó Charles Morris en su momento, está llamada a ser la ciencia de las ciencias, dado que sus
descubrimientos acerca del proceso que da cuenta de cómo el ser humano crea la significación y la
codifica en sistemas de significación es un asunto que tiene que ver con todas las ciencias, teniendo
en cuenta que cada una de ellas es en sí misma un código que requiere ser interpretado y explicado.
Es decir, que lo que descubra y entienda la semiótica ayudará a los demás campos del saber a mejorar
la manera de sistematizar y comunicar sus descubrimientos.

Una vez terminada mi aplaudida intervención por la oportuna contextualización realizada, procedo a
dar la palabra a cada uno de los representantes de las distintas disciplinas tales como la antropología,
la sociología, la lingüística, la lógica, la pragmática, que ayudaron a construir el marco teórico de una
ciencia cuyo origen es interdisciplinar, y cuyo futuro epistemológico es la transdisciplinariedad.

4. Charles Sanders Pierce (1839-1914)


El encargado de hablarnos de este autor es el investigador Wenceslao Castañares Burcio (1994).
Empieza advirtiendo que Charles Sanders Pierce presenta en una extensa obra, aunque fragmentada,
recopilada en los Collected Papers, una original manera de abordar el estudio del signo. Para
lograrlo, lo primero que hizo fue distanciarse de la manera como Kant, Hegel o Husserl entendieron
la fenomenología. A la ciencia cuyo propósito es la descripción de los fenómenos él la llamó
'faneroscopia', del griego faneros, fenómeno. Guía sus análisis con los fundamentos que le ofrecen
la Lógica y usa el Pragmatismo porque es el método que le permitirá experimentar el análisis de sus
conceptos como lo hace el científico en el laboratorio.

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Por lo anterior, una de las primeras definiciones dada a la Semiótica fue la de considerarla como el
campo del saber que se ocupa de "las variedades fundamentales de la semiosis posible", lo que hoy se
reconoce como el estudio del proceso de la significación. Desde este punto de vista, la semiosis se
considera como un esencial instrumento de conocimiento de la realidad con el que cuentan los seres
humanos. Pierce toma del tratado titulado Perì semeîon kai semeióseon o De signis del filósofo epicúreo
Filodemo de Gádara, el término semeiosis que hoy se entiende como inferencia sígnica, es decir, la
capacidad humana de producir nueva información a partir de relacionar información preexistente o ya
conocida. Los epicúreos eran partidarios de hacer las inferencias inductivas a partir de la experiencia,
contrario a lo propuesto por los estoicos quienes defendían hacer inferencias deductivas a partir de
principios a priori.

Pierce considera a la semiótica equiparable a la lógica; por ello afirma que "la lógica, en su sentido
general, es otro nombre de la semiótica, la doctrina formal de los signos". Para él, "El signo es algo que,
para alguien, representa a algo en algún aspecto o carácter". En su sistema conceptual representar es
"estar en lugar de otro, es decir, estar en tal relación con otro que, para ciertos propósitos, sea tratado
por ciertas mentes como si fuera ese otro". La acción de representar a algo consiste en manifestar la
relación del signo con aquello a lo que se refiere cuando se usa: su objeto. La semiótica de Peirce, al
estar basada en una perspectiva filosófica, termina por constituirse no solo en una teoría de la realidad
sino también del conocimiento que podemos tener de ella gracias a que podemos crear signos. Por
lo tanto, Pierce citado por Castañares (1994) dice que “El único pensamiento que puede conocerse,
es pensamiento en los signos, y como un pensamiento que no pueda conocerse no existe, todo
pensamiento debe existir necesariamente en los signos”. Mejor dicho, no podemos pensar sin signos.

La semiosis humana, la perenne herramienta de conocimiento de la realidad es para Pierce un proceso


triádico de inferencia mediante el cual a un signo (llamado representamen) se le atribuye un objeto
a partir de otro signo (llamado interpretante) que remite al mismo objeto. Para describir cualquier
realidad son necesarias solo tres categorías y consideró dado que había una relación de sucesión
entre ellas, podían denominarse categoría de lo primero o priméridad (Firstness), de lo segundo o
segundidad (Secondness) y de lo tercero o terceridad (Thirdness) (Castañares, 1994).

Lo que se sabe sobre estas tres categorías es lo consignado y explicado en la carta enviada por el
filósofo a su amiga Lady Welby, fechada el 12 de octubre de 1904. Allí, la primeridad es definida como
“el modo de ser de aquello que es tal como es, de manera positiva y sin referencia a ninguna otra cosa”
(p. 126). En el sentido estricto debe ser considerada como una posibilidad y no como un hecho real. La
segundidad es “el modo de ser de aquello que es tal como es, con respecto a una segunda cosa, pero
con exclusión de toda tercera”. Esta es la categoría en la que es ocultado el hecho, las cosas reales.

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Frente a la primeridad, que se refiere a la idea del momento presente y atemporal, la segundidad
se refiere a algo que se da hic et nunc, aquí y ahora, pero al mismo tiempo está en relación con la
experiencia, pasada. La terceridad es el “modo de ser de aquello que es tal como es, al relacionar
una segunda y una tercera cosa entre sí”. Es el momento en el que se introduce la racionalidad,
mejor dicho, la actividad intelectual y surge una razón o una ley que lo explica (Castañares, 1994).
A continuación, se presenta un ejemplo que ayuda a aclarar cómo la mente procede a realizar la
semiosis, es decir, la construcción de una inferencia que le permite interpretar y representar para
poder conocer la realidad:

Si tomamos como ejemplo un color, como puede ser el escarlata, considerado independientemente
de que algún objeto lo posea, es una mera cualidad y por tanto, una primeridad. Pero el hecho de
que los uniformes de ciertos sirvientes de la casa real británica sean escarlatas, es un hecho, es decir,
una segundidad. El que el color escarlata pueda ser considerado el símbolo de un tipo específico de
empleados es ya una ley o terceridad. De esta manera, cuando los fenómenos se refieren a objetos, las
categorías pueden llamarse: cualidad, realidad y ley; cuando se refieren a sujetos: sensibilidad, esfuerzo,
hábito; cuando se aplican a entidades semióticas, como veremos: representamen, objeto e interpretante
(Castañares, 1994, p. 126).

Como ya se dijo, la lógica es para Pierce también semiótica por lo que el problema de la faneroscopia
(fenomenología) es explicado de la siguiente manera: todos nuestros contenidos mentales son signos
porque no podemos pensar si no es por medio de signos y, por tanto, los procesos mentales son
procesos de semiosis. Esta es la acción, o influencia, que implica, una cooperación de tres sujetos, a
saber un signo, su objeto y su interpretante. Dentro de este contexto, Wenceslao Castañares expone
en su libro titulado De la interpretación a la lectura (1994), que para ¨Pierce el 'Signo' es todo aquello
que comunica "una noción definida de un objeto", mientras que representamen es "todo aquello a lo
que se aplica el análisis cuando quiere descubrirse lo que es esencialmente un signo".

El signo es para Pierce algo “perceptible o imaginable” que se convierte en signo precisamente porque
'representa' a otra cosa que es su objeto. El signo representa a su objeto en el sentido que está en
su lugar o en tal relación con él que, para ciertos propósitos, es tratado por ciertas mentes como si
fuera ese otro. Ahora bien, un objeto que se convierte en signo de otro puede poseer numerosas
características o propiedades, pero sólo en función de alguna de ellas se convierte en signo (Castañares,
1994. p. 131).

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A continuación, se explicarán las tres entidades semióticas que participan en el proceso de
construcción de la significación, anunciadas por Pierce: objeto, representamen, interpretante. El
objeto es lo representado por un signo: “Los objetos pueden ser una cosa singular conocida existente,
o que se cree que haya existido, o que se espera que exista, o un conjunto de tales cosas, o una
cualidad o relación o hechos conocidos, de los cuales cada objeto singular puede ser un conjunto
o reunión de partes, o puede tener algún otro modo de ser, como, por ejemplo, un acto permitido
cuyo ser no impide que la negación del acto sea igualmente permitida; o algo de naturaleza general,
deseado, requerido, o invariablemente encontrado en ciertas circunstancias generales” (s.f.). El
filósofo dice que puede ser objeto de un signo cualquier cosa perceptible, imaginable e, incluso,
inimaginable. La constitución de un objeto se trata de un proceso abierto en el que se pueden ir
adquiriendo nuevos aspectos en acontecimientos semiósicos sucesivos. Es decir, en último término
no hay objeto -y por tanto realidad- sin semiosis.

En relación con el representamen, Peirce sostiene que no podemos pensar si no es por medio de
signos, por tanto, cualquier consideración de la realidad es ya una representación. El interpretante es
el efecto producido en una mente por lo que el intérprete observa en la realidad. Se podría afirmar
que la experiencia perceptiva consiste precisamente en integrar lo conocido empíricamente en la
red semiótica que constituye el pensamiento. Para él, el pensamiento es determinado por lo real. Lo
'externo' es aquello que se concibe como independiente del fenómeno inmediatamente presente, es
decir, de cómo podemos pensarlo cada uno de nosotros. El hecho de que lo real sea lo que pensamos
sobre la realidad es lo que le permite a los humanos distinguir lo ficticio y lo que hace que podamos
llegar a acuerdos sobre lo que percibimos como real.

En otra carta dirigida a Lady Welby, el 14 de marzo de 1909, Pierce distingue tres tipos de
interpretante: inmediato, dinámico y final. El interpretante inmediato es el "efecto total, sin analizar,
que se calcula que el signo ha de producir o se espera que produzca". Todo signo ha de tener la
cualidad de ser interpretable antes de que un intérprete le asigne un interpretante determinado. Por
ello este efecto no pasa de ser una 'impresión' o algo 'sensitivo', producido en una primera instancia
y que no llega todavía a la categoría de lo reflexionado o volitivo. Esta 'impresión' basta para que una
persona pueda decir si el signo es aplicable o no a algo que esa persona conozca suficientemente. El
interpretante dinámico es, desde el punto de vista del emisor, el efecto que se propone producir por
medio del signo, y, desde el punto de vista del intérprete, el efecto realmente producido. Al ser algo
real y propio de cada caso, puede distinguirse en cada individuo. Por último, el interpretante final
es definido como el efecto que el signo producirá sobre cualquier mente a la que las circunstancias
permitieran que el signo ejerciera su efecto pleno (Castañares, 1994).

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Retomando lo dicho para concluir, como ya se dijo, el instrumento de conocimiento de la realidad
que posee la mente humana, es decir la semiosis, es para Pierce un proceso triádico de inferencia
mediante el cual a un signo (llamado representamen) se le atribuye un objeto a partir de otro signo
(llamado interpretante) que remite al mismo objeto. En otras palabras, si un transeúnte ve encima
de una puerta la imagen de una H de color blanco y azul (representamen), entiende que allí hay un
hospital (objeto) a partir del proceso individual semiótico de inferencia que consiste en que el primer
signo (representamen) despierta en su mente otro signo, como la palabra "hospital" (interpretante),
que lo lleva a conectar el primer signo (representamen) con el objeto hospital. Como se puede
demostrar de manera práctica (pragmática) con este ejemplo, la semiosis es una experiencia que
hace cada uno en todo momento de la vida, en estado de la vigilia o del sueño, 24 horas al día, 365
días por año; mientras que la semiótica constituye la teoría de esa experiencia, cuyos componentes
formales son el representamen, el objeto y el interpretante, también llamados cualidad, realidad y ley,
es decir, primeridad, segundidad y terceridad: todas entidades semióticas que nos permiten observar,
interpretar y comprender tanto al cosmos como a la civilización, lo que hoy llamamos realidad.

5. Ferdinand de Saussure (1857-1913)


El aporte a la semiótica de este autor se encuentra en la obra conocida como El curso de lingüística,
que es el resultado de una edición póstuma que dos discípulos de Saussure, Charles Bally y Albert
Sechehaye, hicieron sobre la base de los apuntes tomados por ellos mismos y por otros jóvenes
compañeros de tres cursos que el lingüista suizo impartió en la Facultad de Letras de Ginebra
entre 1907 y 1911. Esta circunstancia no ha impedido que el Curso de lingüística general sea el texto
fundacional de la lingüística moderna, pues en él están formulados los conceptos saussureanos que
revolucionaron las primeras décadas del siglo XX y que sentaron las bases del estructuralismo.

Dicen nuestros invitados Bally y Sechehaye que Saussure, antes de proponer a la lingüística como
una ciencia, presentó y analizó los antecedentes de este campo del saber, que él consideró en
cuatro momentos: Gramática, fundamentada en la lógica, Filología, Filología Comparada y los
Neogramáticos. La primera fase, a su modo de ver, careció de una visión científica de la lengua, se
preocupó por ser prescriptiva, es decir, en limitarse a dar reglas para distinguir las formas incorrectas
de las correctas lo que la convirtió en una disciplina normativa alejada de la observación pura. Los
protagonistas fueron predominantemente los griegos y los franceses.

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La segunda etapa fue denominada como la Filología y su figura más destacada fue Friedrich August
Wolf (1945) Saussure marco una distinción entre este tipo de estudios y el objeto de la lingüística,
“en cuanto a la filología, ya lo sabemos: es netamente distinta de la lingüística, pese a los puntos de
contacto de ambas ciencias y los servicios mutuos que se prestan” (p. 27). Afirma que los filólogos
se focalizaron en fijar, interpretar y comentar textos de la antigüedad griega y latina. También se
dedicaron a comparar textos de diferentes épocas para determinar la lengua de cada autor. Se
preocuparon por estudiar la lengua escrita y olvidaron la lengua viva.

La tercera fase recibió el nombre de Filología Comparada, todo su trabajo se inspiró en la idea de
que todas las lenguas pertenecen o provienen de una misma familia. Se destaca a W. Jones como
su precursor, a Franz Bopp como su impulsador y a Jacob Grimm, Pott, Kuhn, Max Muller, G.
Curtis y A. Schleicher como los continuadores. Según Saussure, cometieron los siguientes errores:
no aislaron el objeto de estudio de la disciplina lingüística, no se procuraron un método, limitaron
sus investigaciones a la lengua indoeuropea, no ahondaron en las causas de las comparaciones, ni
buscaron las explicaciones del significado de las relaciones y fueron exclusivamente comparativos,
olvidándose de lo histórico. El cuarto momento fue protagonizado por los Neogramáticos, los cuales
se dieron a la tarea de situar en perspectiva histórica todos los resultados de la comparación. Estos
estudiosos no siguieron viendo en la lengua un organismo que se desarrolla por sí mismo, sino un
producto colectivo de los grupos lingüísticos. Criticaron el uso de analogías o metáforas ilógicas
además de la terminología de los comparativistas y declararon que la lengua no es una entidad, solo
existe en los sujetos hablantes. Los protagonistas de esta etapa fueron K. Brugmann, H. Osthoff, W.
Braune, E Sievers y H. Paul Leskien.

Después de estas juiciosas revisiones, Bally y Sechehaye afirman que Saussure determinó que el
objeto de la lingüística debía ser la lengua, la cual debe ser tomada “por norma de todas las demás
manifestaciones del lenguaje” (p. 42). Sostuvo que la lengua

(…) no se confunde con el lenguaje; no es más que una parte determinada de él. Es a la vez un producto
social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias, adoptadas por el cuerpo
social para permitir el ejercicio de esta facultad en los individuos. Tomado en su totalidad, el lenguaje es
multiforme y heteróclito; a caballo de varios dominios, a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece al
ámbito individual y al ámbito social (Bally y Sechehaye).

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A pesar de la propuesta elaborada años atrás por Johann Gottfried Herder y retomadas
posteriormente por Wilhelm Von Humbolt de ubicar los estudios del lenguaje en los ámbitos de
las ciencias naturales, Saussure no asume esta postura porque “no está probado que la función del
lenguaje, tal como se manifiesta cuando hablamos, sea enteramente natural, es decir, que nuestro
aparato vocal esté hecho para hablar como nuestras piernas para andar” (p. 43). Sin embargo,
propone que “no es el lenguaje hablado lo que es natural en el hombre, sino la facultad de constituir
una lengua, es decir, un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas”, y que “por
encima del funcionamiento de los diversos órganos existe una facultad más general, la que gobierna
los signos, y que sería la facultad lingüística por excelencia” (p. 43).

Aunque Saussure afirmó que

“La facultad, natural o no, de articular palabras sólo se ejerce con ayuda del instrumento creado y
suministrado por la colectividad; no es por tanto quimérico decir que es la lengua la que hace la unidad
del lenguaje; el cual es heterogéneo, la lengua así delimitada es de naturaleza homogénea: es un sistema
de signos en el que sólo es esencial la unión del sentido y de la imagen acústica, y en el que las dos
partes del signo son igualmente psíquicas” (p. 43).

Dicho lo anterior, “La lengua es un sistema de signos que expresan ideas, y por tanto, comparable a la
escritura, al alfabeto de los sordomudos, a los ritos simbólicos, a las formas de urbanidad. Sólo que es
el más importante de estos sistemas” (Saussure, s.f. p. 43).

Con estos argumentos termina por confirmar su preferencia, por ubicar el objeto de estudio de la
lingüística en las ciencias sociales de la siguiente manera: “Puede por tanto concebirse una ciencia
que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social; formaría una parte de la psicología social,
y, por consiguiente, de la psicología general; la denominaremos semiología. Ella nos enseñaría en qué
consisten los signos, qué leyes lo rigen. La lingüística no es más que una parte de esa ciencia general,
las leyes que descubra la semiología serán aplicables a la lingüística, y, de este modo, esta se hallará
vinculada a un ámbito perfectamente definido en el conjunto de los hechos humanos”. Dicen Bally
y Sechehaye (1945) que Saussure afirmó de manera contundente en el capítulo tres del “Curso de
Lingüística” que “el problema lingüístico es ante todo semiológico”, por lo cual es un problema que se
puede enmarcar en el campo de la psicología general. En definitiva, lo que le interesó a De Saussure
de la propuesta dada por el prusiano Wilhelm von Humboldt (1767 – 1835) fue la idea planteada por
este en la que afirmaba que la lengua se caracteriza, ante todo, por ser una estructura; idea que se
constituye en el eje temático del curso de lingüística.

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Uno de los aportes más importantes de Saussure fue su definición del signo lingüístico la cual
entendió como una relación bipolar entre una imagen acústica (significante) y una imagen conceptual
(significado) que ocurre en la mente del hablante. Esa relación tiene tres características: es arbitraria,
inmutable y mutable. La primera es porque el enlace, entre una cadena lineal de sonidos con una
específica imagen evocada por este, se realiza sin usar ningún criterio racional o consciente. En el
caso de la palabra ‘familia’, por ejemplo, no se sabe el origen de su pronunciación, pero a lo largo de
la historia nos hemos acostumbrado a evocar en nuestra memoria una representación específica,
cuando la escuchamos.

Lo inmutable hace referencia a que toda palabra que integre el léxico o vocabulario de la lengua
mantiene un significado fijo que no va a cambiar a través del tiempo; en el caso de nuestro ejemplo,
sabemos que ‘familia’ denota un vínculo de tipo sanguíneo o legal entre los descendientes (hijos) y
ascendientes o progenitores heterosexuales (madre y padre), involucra, abuelos, bisabuelos, etc.).

Lo mutable hace mención al hecho de que las palabras son polisémicas, es decir, pueden tener
distintos sentidos dependiendo del contexto en el que se mencione, es cuando hablamos de
‘familia extensa’ (incluyen abuelos, tíos, primos y otros parientes consanguíneos o afines); ‘familia
monoparental’ (en la que el hijo o hijos viven con un solo de los progenitores, ya sea la madre o el
padre); ‘familia homoparental (parejas conformada por dos homosexuales a los que la ley les ha
permitido adoptar niños con los cuales no comparten vínculos sanguíneos); también se habla ahora
de familias reconstituidas, familias de acogida, así como de familias biparentales; algunos rectores o
profesores de algunos colegios hablan de la escuela como una ‘familia’, al igual que algunos jefes en las
empresas o los jugadores de un equipo de fútbol.

Finalmente, Saussure planteó la descripción y explicación de los términos de la nueva ciencia desde
una perspectiva dual, es decir, cree que las relaciones entre los elementos del sistema se construyen
formando parejas, y aunque cada integrante de cada una de los dúos propuestos, se puede observar
una clara identidad individual, requiere de la otra para funcionar, mejor dicho, son complementarias.
La duplas que integran el marco teórico de la nueva disciplina son las siguientes: lingüística interna/
lingüística externa/, lengua/habla, significante/ significado elementos que junto con otras categorías
como sincronía/diacronía, relación sintagmática/relación paradigmática. Sus ideas fueron acogidas
y desarrolladas en la lingüística por Roman Jakobson y en la semiología por Roland Barthes, cuyos
aportes se presentarán en otra unidad.

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6. Émile Durkheim (1858 - 1917)
Santiago Melón Fernández (1971) será el encardado de hablar sobre la sociología del reconocido
autor Émile Durkheim. Este invitado empieza por decir que fue August Comte quien usó por vez
primera la palabra sociología en 1835. Comparar “la vida colectiva” de los individuos con el término
“organismo”, tomado de la biología, fue la primera analogía que se creó para tratar de delimitar el
objeto de estudio de este nuevo campo del saber. Esta idea fue rechazada por Durkheim. Él planteo
que era posible identificar, describir y explicar unidades de estudio que denominó “hechos sociales”
que se diferenciaban de los “hechos individuales”. Los hechos sociales constituyen una estructura que
antecede a la existencia de los seres humanos. Ninguna percepción, emoción, sentimiento, juicio u
opinión de carácter individual puede llegar a modificar o cambiarla. De manera represiva se le impone
a las personas, desde afuera, un modelo de la realidad constituido por esquemas que lo restringen y
presionan a comportarse entre los otros de un modo determinado. Lo que llamamos ‘hombre’ es un
producto de la sociedad, por lo tanto, esto explica a aquel, y no al contrario.

La sociedad siempre crea unos preceptos reunidos en una moral que existe a la medida de sus
necesidades y que tienen fuerza coercitiva y arraigo en la conciencia colectiva. La vida social tiene
su propio origen: no es una suma o yuxtaposición de “las conciencias individuales” de los integrantes
de una comunidad; es una “conciencia colectiva” que se ha integrado por representaciones sobre
la realidad, maneras y motivaciones que incitan a la asociación de los individuos. La solidaridad
es la causa primera que convoca a la construcción de vínculos en el proceso de constitución de
grupos sociales. En las sociedades primitivas el deseo de unirse a los demás ocurrió de una manera
“mecánica” porque el individuo no se pertenecía así mismo, era de la sociedad. La “solidaridad
orgánica” se opone a la anterior porque explicita la relación de interdependencia. A cada uno de
los individuos se le reconoce su conciencia individual, pero en función de la conciencia colectiva: la
liberación del individuo no supone una ruptura con la vida social, con la conciencia colectiva. Esto
le lleva a concluir que el individuo de la especie será un ser moral en la medida que vive en sociedad
y se solidariza con su grupo, la moral individual, desde la perspectiva de Durkheim es inexistente.
Existen maneras de transformar la moral de las sociedades. Anomia recibe la forma violenta de querer
imponer los cambios.

Cada sociedad ha creado su propia forma de solidaridad, es decir, de moral. Si se le quiere conocer
hay que identificar su contrato social, las normas que guían sus interacciones, constituido por códigos
y sentencias que se pueden clasificar en dos tipos de derecho: el civil y el penal. El primero promueve
sanciones restitutivas porque se le ha transtornado o agredido la dignidad de su ser; el segundo promueve
sanciones represivas por violar la moral pública lo que merece imponer daños en sus bienes o libertad.

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La solidaridad mecánica está relacionada con el primero, y la solidaridad orgánica con el segundo;
ambas coexisten para poder crear las condiciones de la cohesión de la conciencia colectiva.

Los dogmas, ritos, congregaciones, celebraciones, eventos laicos desde la perspectiva semiótica
serían símbolos que tienen la función de nutrir la intensidad con la que se existe en la vida colectiva de
la sociedad, porque esta se acepta por el individuo como superior a él, por lo cual hay que seguirla y
obedecer sus preceptos e imitar sus costumbres. De esta manera, la sociedad no solo atrae y congrega
los sentimientos y actividades de las personas, también es un poder que lo regula. La religión, por
ejemplo, es una expresión de lo anterior. Durkheim la define como un sistema solidario de creencias y
prácticas relativas a asuntos considerados sagrados que unen en una misma comunidad moral, llamada
iglesia, a todos sus voluntarios adheridos: el grado del sentimiento que la colectividad inspira a sus
miembros, proyectada y objetivada fuera de las conciencias individuales, es lo que determina la fuerza
religiosa. Si disminuye, la iglesia se debilita como institución, si se acrecienta, se fortalece.

7. Claude Lévi-Strauss (1908-2009)


Nuestro invitado especialista en el campo de la antropología, Pedro Gómez García (2010) comienza
su intervención recordando que la pregunta esencial ¿qué es el hombre?, guio las investigaciones de
Lévi-Strauss. Sus respuestas pretendían estudiar y descubrir al ser humano para llegar a tener un
conocimiento científico de él, no filosófico. Propuso un novedoso método para su época denominado
análisis estructural porque la finalidad de la ciencia social “es construir un modelo, estudiar sus
propiedades y las diferentes maneras cómo reacciona en el laboratorio, para aplicar seguidamente
esas observaciones a la interpretación de lo que ocurre empíricamente". Como investigador de la
esencia del “fenómeno de lo humano”, indagaba entre tanta aparente y superficial diversidad, qué
era lo que todos los pueblos del planeta tenían en común dado, que según sus propias palabras,
"son hombres, y piensan por medio de una idéntica organización cerebral" porque "las diferencias
superficiales entre los hombre recubren una profunda unidad"

Esa semejanza compartida recibió el nombre de “estructura”, entendida como un modelo teórico que
reconstruye y representa

(…) las invariantes fundamentales escondidas arquitectura del cerebro; lógica con la que opera el
espíritu humano, la mente; y los códigos subyacentes a los sistemas de la cultura: lengua, mito, ritual,
parentesco, etc., pero concebidas de tal manera que ellas engendren la variación y puedan dar cuenta
de la diversidad empírica, de las semejanzas y diferencias culturales

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Se trata de evidenciar "leyes de orden" antropológico de alcance universal, expresiones de “la función
simbólica propia de la condición humana en todo tiempo y lugar” y de "demostrar que hasta en
sus manifestaciones más libres, el espíritu humano está sometido a constricciones rigurosamente
determinantes"; para incentivarlo a "alcanzar un nivel donde se manifieste una necesidad inmanente
a las ilusiones de la libertad". La estructura puede ser afectada por los acontecimientos sin tener en
cuenta que su origen real proceda de factores históricos, del azar o incluso de decisiones humanas
conscientemente adoptadas y pueden llegar a imponer “cambios en el ecosistema, en la demografía,
en las instituciones”. (Gómez, 2010).

Lévi-Strauss definió tres conceptos fundamentales para la antropología, y por supuesto que para
la semiótica: cultura, civilización y sociedad. La primera la explicó como aquello que los humanos
reciben por tradición externa (reglas particulares), como son las costumbres, creencias, instituciones,
etcétera; es decir, la entendió como un conjunto de sistemas simbólicos que la sociedad humana
produce, transmite y transforma a través de la historia.

Nos enseñó que el ser humano surge con la cultura y se entiende mediante la oposición entre
naturaleza y cultura, establecida en las estructuras elementales del parentesco: "todo lo que es
universal en el hombre corresponde al orden de la naturaleza y se caracteriza por la espontaneidad,
mientras que todo lo que está sujeto a una norma pertenece a la cultura y presenta los atributos
de lo relativo y lo particular" El criterio de lo cultural, pues, reside en la presencia de una regla en
comportamientos que no vienen impuestos por el determinismo de los instintos. El antónimo de
cultura se opone, en el sentido estricto, a la naturaleza humana referida a la herencia genética propia
de la especie homo sapiens sapiens concentrada en sus 46 genes, y en el sentido amplio, a la naturaleza,
entendida como todo aquello no creado por la humanidad por unas leyes físicas, químicas y biológicas
de carácter universal. La civilización designa a "ese conjunto complejo de invenciones de todos los
órdenes", es decir, las formas tecnológicas y organizativas de la vida humana en la historia. Lo social,
alude a un común rasgo de todos los seres vivos tanto en el mundo animal como en el mundo humano:
“Por supuesto que la vida social propia del hombre no debe confundirse con la del animal. Por ejemplo,
"en el insecto, podríamos decir que la naturaleza hace lo orgánico por medio de lo social, mientras que,
en el hombre, la naturaleza hace lo social mediante lo orgánico, es decir, a costa de transformaciones
fundamentales de estructura y funcionamiento del sistema central (…) En la humanidad, la vida social
se da dialécticamente articulada con la cultura. De ahí que las abejas se comuniquen mediante "señales"
y no mediante "signos", como los humanos, en quienes se inaugura el pensamiento simbólico”(…) Por
otra parte, en el seno de la civilización, se llama sociedad a la trama de relaciones instituidas entre unos
hombres y otros; y se reserva el nombre de cultura para el entramado de relaciones que mantienen
los hombres con el mundo físico que los rodea o bien con el mundo de ideas y representaciones (Lévi-
Strauss, citado por Gómez, 1979, 2010).

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Después de haber escuchado los aportes realizados por Claude Lévi-Strauss, Émile Durkheim,
Ferdinand de Saussure, Charles Sanders Pierce, cuatro de varios de los pilares que sostienen el
marco teórico sobre el cual la semiótica ha venido desarrollando la descripción del signo y su relación
con la cultura, damos por concluido este simposio, no sin antes invitarlos a consultar el material
de apoyo donde tendrán la ocasión de conocer a otros cuatro autores que también han ayudado a
configurar las relaciones interdisciplinarias del campo del saber que nos ocupa. Para mí ha sido un
honor presidir este simposio, que aunque fue especializado, se destacó por explicar con sencillez la
complejidad de una materia de estudio que lleva milenios forjando su lugar en las ciencias que explican
el comportamiento social humano. Hasta nuestro próximo encuentro nacional.

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Referencias
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Referencias de figuras
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org/wiki/File:Evolucion_Universo_CMB_Timeline300_no_WMAP.jpg

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INFORMACIÓN TÉCNICA

Módulo: Semiótica
Unidad 1: Introducción a la semiótica
Escenario 1: Epistemología de la Semiótica

Autor: Rafael Ayala Sáenz


Asesor Pedagógico: Manuel Fernando Guevara
Diseñador Gráfico: Yinet Rodriguez
Asistente: Julieth Ortiz
Este material pertenece al Politécnico Grancolombiano.
Prohibida su reproducción total o parcial.

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