Está en la página 1de 7

teorema

Vol. XXV/3, 2006, pp. 123-129

La filosofía de Kripke

M. J. García Encinas

Esbozo de la filosofía de Kripke, de MANUEL PÉREZ OTERO. BARCELONA,


MONTESINOS, 2006, 276 pp. , 22 €

Esbozo de la filosofía de Kripke es un título que sorprende. Esto se de-


be, pienso yo, a que resulta extraña la afirmación de que Kripke tiene “una”
filosofía. Es cierto que las ideas de Kripke han influido enormemente en mu-
chos ámbitos de la filosofía analítica: la filosofía de la ciencia, la lógica y su
filosofía, la epistemología, la filosofía de la mente, la filosofía del lenguaje y
la metafísica. El impacto de sus ideas en metafísica analítica, en particular,
no debiera sorprender tiendo en cuenta que Kripke ha contribuido importan-
temente al desarrollo de la semántica de la lógica modal (y a nadie se le esca-
pa que la modalidad es tema prioritario en metafísica) y que su filosofía del
lenguaje se ha centrado en el estudio y la búsqueda de elementos lingüísticos
que puedan servir de anclaje con la realidad. Pero aunque Kripke defiende in-
teligentemente un importante conjunto de tesis filosóficas que ha dado mucho
que hablar, a uno le cuesta admitir que este conjunto de ideas conformen una
filosofía o un sistema filosófico — aunque sea incompleto.
De esta serie de ideas kripkeanas, Pérez Otero resalta en el primer capítu-
lo de su libro Esbozo de la filosofía de Kripke tres de Naming and Necessity: (I)
La distinción entre lo a priori y lo necesario [p. 24];1 (II) La reivindicación
contemporánea del esencialismo [p. 25]; y (III), lo que él denomina, El parti-
cularismo lingüístico (según el cual la función referencial de ciertos signos
no es eliminable o reducible mediante otras funciones) y el externismo lin-
güístico (según el cual el significado de ciertos signos depende de entidades
externas al lenguaje) [p. 27]. Aunque el libro no se estructura exactamente al-
rededor de estas tres tesis, las tres irán apareciendo de forma protagonista a lo
largo de todo el texto. Respecto de la tesis (II), este primer capítulo introduce
algunas ideas de Locke sobre la distinción entre esencia nominal (las defini-
ciones de la cosa, que conocemos) y esencia real (lo que la cosa es en reali-
dad, que no podemos conocer), en relación a los términos que significan
sustancias segundas (géneros y especies) como agua, tigre y oro. Estas ideas
se interpretan en un lenguaje de corte más kripkeano con vistas a una futura
presentación de la postura de Kripke según la cual sí conocemos la esencia
real de ciertas clases naturales. Por último, relacionado con la tesis (III), se
presentan algunas ideas sobre los términos singulares, su función de denota-

123
124 M. J. García Encinas
4

ción y su significado, para llegar a una introducción bastante radical de la


concepción descriptivista de los nombres propios según la que “el significado
de un nombre propio es el significado de una descripción definida asociada
con ese nombre” [p. 50], contra la que Kripke también argumenta.
También en relación con la tesis (III), el capítulo segundo expone, bajo lo
que parecería la atenta mirada de Kripke, los tres problemas (enigmas) por los
que filósofos como Frege o Russell defendieron una concepción descriptivista
de los nombres propios:

(i) El valor informativo de los enunciados de identidad con nombres pro-


pios. Por ejemplo, el descubrimiento de que ‘Hesperus’ y ‘Phosphorus’
denotan en realidad el mismo cuerpo celeste, parece convertir al enun-
ciado ‘Hesperus es Phosphorus’ en un enunciado de diferente valor
cognoscitivo que el enunciado ‘Hesperus es Hesperus’, pues el segundo
es, a diferencia del primero, aparentemente trivial. La diferencia podría
explicarse afirmando que el primer enunciado dice algo así como: la es-
trella que se ve al atardecer es la que se ve al amanecer, mientras que el
segundo dice que la estrella que se ve al atardecer es la que se ve al
atardecer. Por tanto, cada nombre propio lleva asociada una descrip-
ción. El problema está, según afirma Kripke en la primera conferencia
de El nombrar y la necesidad, en que enunciados como ‘Hesperus es la
estrella que se ve al atardecer’ devienen analíticos y, por tanto, a priori y
necesarios, nada de lo cual parece ser de hecho el caso. Pérez Otero re-
sume, entonces, la presentación de Kripke en la misma conferencia de la
teoría descriptivista de Strawson y Searle, como intento (fallido, según la
crítica de Kripke que se resume también) de respuesta a este problema.

(ii) La conexión entre los nombres propios y sus denotaciones. Se esboza


el análisis de las descripciones definidas de Russell porque según Pérez
Otero [pp. 71-2] dicho análisis refleja bien la tesis de que denotar es
describir: si cada nombre lleva asociada una descripción definida, la
teoría descriptivista puede explicar sin muchos problemas la conexión
entre el nombre y lo denotado por él. Ésta es, según Pérez Otero, la úni-
ca de las cuestiones a la que también responde la teoría de los nombres
propios de Kripke.

(iii) Los enunciados de existencia con nombres propios. Los enunciados


que afirman o niegan la existencia de algo nombrado mediante un tér-
mino singular (‘a existe’, ‘esto es’, ‘Moisés no existe’, ‘el perro de
Flandes existió’) son problemáticos porque, en principio, la existencia
no es un predicado. No podemos decir de “algo” que tiene la propiedad
de ser o no ser, y sin embargo, estos enunciados parecen informativos.2
En otras palabras, el problema de la existencia consiste en entender o
La filosofía de Kripke 125

explicar qué es lo que significan estos enunciados. Según la teoría des-


criptivista, al poderse traducir el término singular a una descripción,
siendo las descripciones analizables en términos russellianos, lo que los
enunciados de existencia afirman o niegan es que haya algo que tiene
las propiedades que asociamos al nombre: el problema desaparece pues
los enunciados de existencia terminan teniendo la forma [¬] ∃x (Px).
Pérez Otero, en su lectura de cierto párrafo de Kripke [El nombrar y la
necesidad, p. 38], presenta el problema de forma algo más confusa, cen-
trando la cuestión, en sus dos interpretaciones, en el uso los nombres
propios en estos enunciados, de forma que en el propio afirmar que
existe o no la entidad nombrada ya se está presuponiendo dicha entidad
y, por tanto, (i) el enunciado es trivialmente verdadero si afirma su exis-
tencia y trivialmente falso si la niega, o bien, (ii) si el enunciado afirma
la existencia, la verdad del enunciado se anticipa a su significado y, si la
niega, carece de significado [pp. 76-79]. Pienso, sin embargo, que lo
que Kripke está afirmando en dicho párrafo es simplemente que cuando
afirmamos (o nos preguntamos por) la existencia de una cosa dada, no
nos estamos preguntando si esa cosa existe, pues estamos nombrando al-
go que, por tanto, ya está. No obstante, la digresión de Pérez Otero va
más allá, pues en la propia presentación del problema asume acrítica-
mente la tesis de que los nombres propios han de tener una referencia si
el enunciado en el que se presentan es significante, de forma que pare-
cería que el problema de la existencia es una paradoja y aparece exclu-
sivamente si uno defiende esta tesis. Por supuesto, el problema surge
efectivamente si uno lo hace y acepta, con Kripke, que los nombres
propios aportan al enunciado directa y únicamente su denotación. Por
razones semejantes, el problema surge igualmente cuando los nombres
propios los son de objetos de ficción (como Pegaso o Sancho Panza),
tal y como enseguida expone Pérez Otero [pp. 80 y ss.].3

El capítulo tercero es el capítulo nuclear de Esbozo de la filosofía de


Kripke y, como dice su autor, está destinado a exponer y comentar El nom-
brar y la necesidad entrelazando temas de diversos ámbitos filosóficos igual
que se hace en el libro en exposición, especialmente las tesis que llamaba (I),
(II) y (III). El capítulo comienza (secc. 1 y 2) resumiendo comentadamente la
teoría descriptivista de los nombres propios y la crítica a la misma que Kripke
realiza en la primera parte de su conferencia segunda. El autor va razonando de
la mano de Kripke en defensa de su crítica a la teoría descriptivista: (i) usamos
legítimamente muchos nombres propios aunque no sepamos mucho más del
individuo denotado [p. 93], (ii) podemos usar legítimamente un nombre propio
al que asociamos una única descripción que es, sin embargo, falsa del individuo
denotado por el nombre [p. 94], (iii) no conocemos a priori sino a posteriori
la(s) descripción(es) que supuestamente todo nombre abrevia [p. 95 y ss), y (iv)
126 M. J. García Encinas
6

el enunciado que predica la descripción del individuo no es necesario, aunque


debiera serlo si la descripción fuese el significado del nombre [pp. 108 y ss].4
Se presenta aquí la concepción de necesidad en Kripke, la distinción entre el
ámbito metafísico y el epistemológico, una idea general de mundo posible
como una manera total en que podría haber sido el mundo, la tesis de la de-
signación rígida para los nombres propios, y la idea de que algunos enuncia-
dos a priori pueden ser contingentes.
Una segunda parte [secc. 3, 4, 5 y 6] de este capítulo se dedica a la tesis
(I), i.e., a la distinción intensional y extensional que establece Kripke entre
verdades a priori y verdades necesarias. Se trata también de forma más deta-
llada la idea de mundo posible como estipulación y el problema de la identi-
dad transmundana. Pérez Otero defiende que en Kripke hay dos versiones de
este problema. Según la versión espuria no tiene sentido preguntarse cómo
sabemos que Nixon, en otro mundo posible, es Nixon; pues si hablamos de lo
que podría haberle ocurrido a Nixon, claramente estamos hablando de Nixon,
no estamos buscando un individuo en algo así como algún país lejano para ver
qué le podría haber ocurrido y concluir si es o no Nixon [pp. 127 y ss.].
Según la versión no espuria, sí hay algo que determina que entidades en
mundos posibles distintos sean o no la misma entidad [pp. 129 y 152]. Esta
concepción no espuria de identidad transmundana, según Pérez Otero, está
enraizada en el esencialismo que Kripke defiende (tesis II) contra posturas
antiesencialistas como la de Quine o de conocimiento de esencias puramente
nominales como la de Locke, y que glosa sin tecnicismos en la sec. 5.5 Así,
para que cualesquiera entidades en mundos posibles distintos sean la misma
entidad es condición necesaria que compartan sus propiedades esenciales
[sec. 6]. Pérez Otero, además, propone el principio de la necesidad de origen
como posible contribuyente a la especificación de las condiciones suficientes
de la identidad transmundana, a la manera de Forbes (1985) [sec. 7]. Pero nó-
tese que esta manera de plantear la cuestión es totalmente ajena a Kripke. Lo
que Kripke diría es, más bien, primero, que hablar de individuos en mundos
posibles es hablar de individuos del mundo actual (de otro modo no podría-
mos referirnos a ellos) y, segundo, puesto que estamos hablando de indivi-
duos de nuestro mundo (recuérdese que no hay mundos posibles), en todo
mundo posible será cierto de estos individuos que tienen las propiedades que
les son esenciales (incluyendo su origen).6 En otras palabras, Kripke está en
contra de la idea quineana de la necesidad de “dar criterios de identidad” para
las entidades. Según Kripke, las entidades de las que hablamos están dadas
en nuestro mundo (junto con sus propiedades esenciales y contingentes); a las
entidades, nosotros, u otras gentes de nuestra comunidad lingüística, accede-
mos directamente (aun sin saber siempre cuáles son las propiedades, esencia-
les o no, de las entidades que podemos nombrar). En suma, la defensa de que
hay una forma no espuria en Kripke de hablar de criterios o condiciones nece-
sarios (o suficientes) de identidad transmundana merecería más argumentación.
La filosofía de Kripke 127

Las últimas secciones del capítulo presentan en relación a la tesis (III),


primero [sec. 8], el externismo de Kripke y su teoría causal de la referencia,
que aborda la relación de denotación entre nombre propio y referente me-
diante el nombrar inicial, en el que el referente queda “atrapado” en el len-
guaje, y la(s) cadena(s) de comunicación lingüística que se establece(n) desde
ahí hasta quien quiera que después oiga y diga el mismo nombre. Después se
retoma el problema de los nombres propios vacíos, especialmente los de cla-
ses naturales, desde algunas consideraciones propias del autor sobre la teoría
de la referencia directa y la distinción entre esencia real y nominal aplicada a
las clases naturales [sec. 9].
Los demás capítulos son, según Pérez Otero, apéndices al corpus gene-
ral del libro. El capítulo cuarto presenta el argumento de Kripke a favor del
dualismo mente/cuerpo. Quizá, la parte más interesante de la exposición es
aquella en la que Pérez Otero indica las razones kripkeanas para explicar la
apariencia de contingencia de ciertos enunciados que son necesarios (razones
que no son aplicables al caso de los enunciados de identidad mente/cuerpo),
como la confusión entre lo que creemos imaginar como posible y lo que es
metafísicamente posible: cuando pensamos que el enunciado ‘agua es H2O’
es contingente, lo que estamos considerando no es éste sino otro enunciado
en el que, según entiendo su explicación, el designador ‘agua’, o bien se re-
fiere a otra entidad, que no es agua, pero que tiene las mismas propiedades
macroscópicas que el agua, o bien se sustituye por una descripción contin-
gente del agua [pp. 212 y ss.].
El capítulo quinto expone algunas ideas que Kripke defiende en su artí-
culo “Un enigma sobre la creencia” en relación a la tesis (III), en particular,
sus argumentos contra la tesis fregeana de que la ausencia de sustitución de
nombres propios con el mismo referente salva veritate en contextos de creen-
cia muestra que los nombres propios tienen sentido para la persona que tiene
la creencia en cuestión y que este sentido es, de hecho, el referente del nom-
bre en dichos contextos.7
El capítulo sexto termina el libro presentando algunas ideas más propias
de su autor sobre la relación entre las tesis (I), (II) y (III), entre mundo y len-
guaje, y sobre cómo la filosofía moderna y contemporánea anterior a Kripke
en la que ha predominado la tendencia a analizar los asuntos metafísicos des-
de el prisma epistemológico, ha traído como consecuencia la reducción de lo
modal al plano epistemológico o la concepción internista del significado. Pérez
Otero expone, en esta línea, el principio de transparencia (i.e., la idea de que un
sujeto tiene pleno acceso al contenido de sus pensamientos y al significado del
lenguaje que usa) y su aparente contradicción con el externismo kripkeano. Se
reflexiona también a favor del particularismo semántico, i.e., la irrenunciable
función referencial de los términos singulares en el lenguaje, y la relación
que éste tiene con algunas teorías ontológicas tradicionales.
128 M. J. García Encinas
8

Las tesis de Kripke han sido terriblemente comentadas, cada una de


ellas ha recibido un atención exquisita, quizás hasta el exceso, habiendo sido
escrutada, interpretada y reinterpretada, inspirando además nuevas versiones
y desarrollos que a veces no son fácilmente distinguibles de los originales.
Por eso, la tarea que se propone Pérez Otero no es fácil: no es fácil hoy día
echar una mirada amplia, de corte más generalista pero no trivial, a lo que dijo
Kripke, y en este sentido pienso que el libro merece ser apreciado. Paradójica-
mente, o tal vez por lo que acabo de señalar, en ocasiones el texto pierde or-
den y claridad en el intento de utilizar un lenguaje cercano, que apela al
lector, hilando de forma natural unas ideas con otras, con más sugerencias y
advertencias que complejas y pormenorizadas exposiciones. Con la misma
intención de sencillez, se ha querido hacer una presentación donde las ideas y
los problemas se esbozan con trazos gruesos y, para facilitar al lector de len-
gua española el acceso a lo que se dice, se sigue la (muy buena) traducción de
El nombrar y la necesidad existente. Por eso, creo que Esbozo de la filosofía
de Kripke puede ser un texto útil para quienes quieran situar El nombrar y la
necesidad en un contexto más amplio. Los analistas y especialistas, sin em-
bargo, echarán de menos la profundización en el detalle y el análisis, y una
visión propia del autor, argumentada y crítica, iluminadora de nuevas ideas,
deseable de un conocedor de la filosofía de la lógica y el lenguaje de Kripke
y de las teorías que ha suscitado, como es Manuel Pérez Otero.

Departamento de Filosofía
Universidad de Granada
Campus Cartuja, E-18011 Granada
E-mail: encinas@ugr.es

NOTAS
1
Aunque Pérez Otero no lo menciona, quizá merezca la pena recordar que
Kripke no es el primero en defender esta distinción, ni siquiera el primero en defender
esta distinción en sus propios términos, i.e., como la distinción entre lo concebible o
imaginable y lo posible. Thomas Reid [Th. Reid (1785), Essays on the Intellectual
Powers of Man, Cambridge, MIT Press, 1969, ensayo iv, cap. III] ya había intentado
demostrar la misma distinción (véase especialmente su segundo argumento) y también
W. Kneale [Kneale (1949), Probability and Induction, Oxford, Oxford University
Press, pp. 78-89] había argumentado contra la tesis de que lo concebible entraña lo
posible en su defensa de las leyes naturales.
2
Es habitual seguir ciertas intuiciones fregeanas en esto y pensar que la exis-
tencia es una propiedad de propiedades en el siguiente sentido: afirmar existencia es
afirmar la instanciación de alguna propiedad. Por ejemplo, que hay cuervos significa
que ser cuervo se instancia en al menos una entidad, i.e., hay al menos una entidad
La filosofía de Kripke 129

que es cuervo. (Véase también Pérez Otero, pp. 84 y ss). Para entender por qué es di-
fícil aceptar que la existencia es una propiedad de las cosas, imagínese cualquier cosa;
ahora quítense todas las propiedades a la cosa excepto la existencia: ¿qué queda?
3
Pero recuérdese el razonamiento [A. Meinong (1904), “Über Gegenstands-
theorie”, traducción española (1981), “Teoría del objeto”, Cuadernos de crítica, 13]
que da la vuelta a estas reflexiones y concluye que hay diferentes formas de existencia
y, por tanto, diferentes formas de predicarla, desde el sentido (y referencia) que tienen
los términos singulares en dichos enunciados. Por otro lado, nótese que la teoría descrip-
tivista tampoco puede distinguir el supuestamente diferente valor de verdad de los enun-
ciados ‘Pegaso vuela’ y ‘Pegaso no vuela’.
4
Quizá el único de quien pueda decirse que ha defendido en algún sentido que
la descripción (total) del individuo y su nombre son sinónimos sea Leibniz; claro que,
según Leibniz este tipo de verdades analíticas sólo es cognoscible por Dios. Kripke,
por supuesto, no entra con detalle en esta cuestión, pero ésta habría sido quizás una
ocasión para que Pérez Otero sí lo hubiese hecho —igual que en otras a lo largo del
texto—.
5
Quizás, en el intento de presentar de forma sencilla el ataque de Quine (1953)
a la necesidad, Pérez Otero pasa rápidamente por encima de una serie de cuestiones
recalcitrantes, como el precio que hay que pagar para rescatar para los contextos mo-
dales la generalización existencial o la sustitución salva veritate de términos correfe-
renciales, en términos de, por ejemplo, un esencialismo rancio y superado, según
Quine. Pérez Otero afirma, sin embargo, que el esencialismo de Kripke es más acorde
con el sentido común y con Aristóteles [p. 142] — aunque el esencialismo Aristotéli-
co es, obviamente, mucho más complejo y elaborado que el de las tesis kripkeanas––.
6
Esto explica también por qué las descripciones de individuos mediante pro-
piedades esenciales funcionan como designadores rígidos.
7
La presentación de Pérez Otero (y de Kripke) de la postura de Frege es confusa,
pues no se distingue con claridad entre el sentido y el significado fregeanos. Véase, por
ejemplo, Frege (1918-19), “Der Gedanke”. Trad. inglesa (1959) “The thought: a logical
inquiry”, Mind 65 (259): 289-311, o el propio “Sobre sentido y referencia”, trad. españo-
la en L. M. Valdés (ed.) (2005), La búsqueda del significado, Madrid, Tecnos, pp. 29-49.

También podría gustarte