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Fig. 1.

- Melvin, la versión editorial de Wilson, el de El Náufrago, con quien hablo


en el encierro.

CRONICAS DE LA CUARENTENA – DIA 2


Por: Antonio Guevara

Este es un periodo de stress contenido y hay que manejarlo. Estamos en fronteras


emocionales que cada quien en su soledad debe aprender a controlar. Si, en su soledad. Parece
mentira, pero, con tanto tiempo para pensar y de encierro, independientemente de que estés
acompañado, son más los tiempos de soledad que tendrás. La compañía será la excepción. El
miedo, la tristeza, la felicidad, la sorpresa, el asco, y la ira. Esos serán tus compañeros de
encierro a medida que la cadena de pensamientos se extiende con la cuarentena. Me gustaría
ver, en este momento, por un huequito a quienes levantan como un logro existencial, una
vida de soledad.

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La verdadera soledad es estar enfermo o muerto. Y una cuarentena es una enfermedad que te
condena socialmente, por un decreto burocrático, a estar solo. La muerte ya es otro estándar
de soledad. Nadie mete en ese cajón a su pareja, sus hijos, el resto de su familia o sus
allegados. Allí te irás, en hombros de quien te cargue, solo. Pues bien, nada como una
cuarentena para estar solos.
El gobierno, cuando decreta un confinamiento, mete en el mismo saco a enfermos y los que
no. En todo caso, si la causal del confinamiento escala, todos vamos a enfermar. Somos
enfermos potenciales y de allí, a la muerte, solo hay un brinquito. La cuarentena es, esperar.
Y mientras esperas, encerrado, el miedo es tu principal compañero de tu soledad. Parece un
contrasentido, pero, es así.
El primer miedo es a enfermarte, o que se contagie alguien de tu entorno afectuoso. Llega un
momento que empiezas a tener temor de hablar con la gente con quien convives. No vaya a
ser que tú principal fuente de contagio esté en tu pareja, tus hijos, tus padres o hermanos,
según sea el caso de con quien estés conviviendo. Cuando esa línea de pensamiento, te
empieza a asaltar, empiezas a marcar distancia y te encierras. Y a partir de allí te conviertes
en un Melvin Udall en tu propia casa y con todo el mundo.
¿Recuerdan la excelente película protagonizada por Jack Nicholson, titulada “Mejor
imposible”? Véanla. Estamos tomando, en este momento, el papel de Melvin. Hay un
Melvin inducido desde las instrucciones que se dictan para evitar el contagio del
Coronavirus. Nos lavamos las manos miles de veces al día, tenemos una batería de jabones
en la estantería del baño, alineados y cubiertos y de la misma marca. Y botamos a la basura,
cada uno, al uso. Andamos para arriba y para abajo con un tapabocas. No tocamos nada sin
guantes y evitamos el contacto físico con los demás. Estamos usando nuestros propios
cubiertos de plástico y muy pronto empezaremos a caminar por la calle, las pocas veces que
salimos, evitando pisar las líneas que separan las baldosas.
¡Coño! Esa mierda es miedo.
El confinamiento está produciendo Melvines en serie. Estamos en la frontera de un trastorno
obsesivo compulsivo (TOC) empujado por el coronavirus. El otro miedo es a no saber hasta
cuándo va a durar esta vaina. Y de allí a la tristeza, solo hay una débil pared que la separa.
Pero hay que espantar la tristeza. Y dedicarse al inventario de los momentos de felicidad que
cada quien ha tenido en la vida. Los padres, los amores, los hijos, los nietos, los hermanos,
las amistades, los éxitos personales, académicos, políticos, intelectuales. Esos son los
terrenos de la felicidad. Una emoción básica.

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Hoy me dediqué a deforestar la pared de los Post It. Los conté uno a uno. Y los inventarié
por colores. Entre las tareas hechas, las que se mantienen en proceso y las que aún no he
levantado un solo dedo para avanzar, ganan estas últimas. La procrastinacion en su máximo
esplendor. Hay algunas de las que no recuerdo ya, una puta idea de lo que significan. “Un
café pendiente aún” es una vaina que escribí en una de color rojo hace mucho tiempo.
Destino, hacia la papelera junto con otras de las 640 que decoraban la pared. Carajo, “Chiloé
- Castro - Chile 28 de abril” allí había un cóctel de felicidad, de tristeza y de arrechera.
Otro trío de emociones inconvenientes en cuarentena. Directo para la papelera. La limpieza
de la pared también es una profilaxis de los pensamientos y de la mente. Ambas van
aparejadas. La suma de los pensamientos negativos es el caldo de cultivo para la ansiedad y
la depresión, y un excelente panorama para somatizar cualquier vaina. Y en tiempos de
coronavirus, pues coronavirus. Ya marqué El náufrago con Tom Hanks para verla
nuevamente. Hoy coloqué arriba de la laptop el libro que encontré ayer debajo de la almohada
- probablemente tenía allí meses – inerte y espectante “Et si… Napoleon avait triomphé á
Waterloo?”. Lo voy a llamar Melvin como el Wilson de El Náufrago.
Hoy me fue inevitable pensar ¿Qué hubiera pasado si el presidente Luis Herrera hubiera
autorizado tomarle la declaración a Niehous ante el tribunal militar antes de enviarlo a USA?
Probablemente, todos estos delincuentes rojos que llegaron al poder en Venezuela con la
revolución, hubieran pagado una larga cana en prisión. Encabezados por José Vicente y Ali
Rodríguez Araque, etc. Los secuestradores y su conspiración. Nos hubiéramos evitado a
Chávez y a Maduro, y a los hermanitos Rodríguez... ¡Coño de la madre! ¡Que arrechera!
Ya lo ven otra emoción básica, la ira. Vainas del confinamiento.
Salgo al baño compartido a lavarme por enésima vez las manos y me devuelvo a bañarme en
alcohol y gel con la sensación de asco. Otra emoción básica. Son las vainas de vivir en
comunidad. Esta vaina del coronavirus tomó al mundo por sorpresa - Que vaina, otra emoción
básica - y lo dejó desnudo. Menos a los chinos, digo yo. Todos hemos sido sorprendidos y
aún lo seguimos con este tema. Veo hacia el frente, donde está la laptop y hojeando
mentalmente el libro que he apelado como Wilson apelo a esta ucronía ¿Qué pasaría si hay
en este momento un apagón de Internet, de Netflix, de WhatsApp, de Facebook, de Twitter
y de todas las RSS? ¿Y si tenemos un apagón? ¿Y si hay escasez de alimentos ¿Estamos
preparados para ese escenario? ¿Se imaginan estar incomunicados, a oscuras y con hambre?
¿Cómo vamos a reaccionar emocionalmente? Un amigo mío me dijo hace poco en una
conversación que intercambiamos sobre el coronavirus que este era el meteorito que va a
acabar con los seres humanos, tan igual como el que hace millones de años acabó con los
dinosaurios y otra amiga, testigo de Jehová de uña en el rabo trató de asustarme
telefónicamente indicándome que el coronavirus era uno de los 4 jinetes del apocalipsis.
¿Cuál emoción del abanico quieres seleccionar? Tenemos en el inventario de las básicas, la
sorpresa, el miedo, la ira, el asco, la tristeza y la felicidad. Solo toma una y desarróllala con
tu realidad personal. La actual. Estamos a un tris de Melvin Udall. Lástima que no esté aquí
conmigo la camarera Carol (Helen Hunt).

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Todo el abanico emocional se despliega a medida que la cuarentena avanza. Aquí ya vamos
por 89 muertos al día y contando exponencialmente con los afectados en miles. En término
de emociones solo me falta la sorpresa. Vamos a esperar.
Hoy murió tranquilamente en santa paz, la media botella de guisqui que estaba debajo de la
cama. Un playlist de Gilberto Santarosa y de Nana Moskouri le hicieron de telonero en el
velorio. No hubo allí ninguna sorpresa, pero me dio un gran momento de felicidad entre esta
superficie de 2 x 2.
Hoy fue un gran día para repasar emociones básicas. Todavía faltan días de encierro. Estamos
contándolos, junto con los muertos y enfermos.

Ámsterdam, 19 de marzo de 2020

ANTONIO GUEVARA es un Coronel del Ejército venezolano. Analista de


Seguridad y Defensa. Especialista en Inteligencia y Operaciones. OPSY.
Coach ejecutivo para decisiones en ambientes de alta incertidumbre.
Consultor de seguridad corporativa. Escritor

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