Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2 The Golden Lily PDF
2 The Golden Lily PDF
Ahora podrás disfrutarlo y compartirlo con los demás, pero queremos que
sepas que esto no sería posible sin el esfuerzo de nuestro maravilloso
equipo de traducción, corrección, recopilación y diseño.
Esto sólo demuestra que si bien los cambios son difíciles, también nos
ayudan a crecer y ser mejores. Nuestro trabajo habla por nosotras.
dark&rose y Lizzie. Gracias dark que sé que casi que no dormiste por andar
arreglando cualquier detalle que se nos pudiera pasar y por ayudarnos a
tener tan pronto TGL.
El diseño por:
S
ydney Sage es una Alquimista, una del grupo de humanos que están en
la magia y sirven de puente entre el mundo de los humanos y de los
vampiros. Ellos protegen el secreto de los vampiros y las vidas humanas.
Pero entre más se acerca a Jill, Eddie y especialmente a Adrian, mas se cuestiona
sus antiguas creencias Alquimistas, su idea de familia y el sentido de lo que
significa verdaderamente pertenecer. Su mundo se vuelve incluso más
complicado cuando experiencias mágicas muestren que Sydney puede ser la clave
para prevenir la transformación a Strigoi- Los vampiros más feroces, que no
mueren. Pero es su miedo de ser justamente eso, especial, mágica, poderosa, lo
que la asusta más que nada. Igualmente desalentador es su romance con
Brayden un lindo e inteligente chico que parece ser su igual en cada aspecto. Aun
así tan perfecto como parece, Sydney se encuentra a si misma atraída por alguien
más… alguien prohibido.
L
a mayoría de la gente se encontraría con miedo al ser conducido a
un búnker subterráneo en una noche tormentosa. Yo no.
Y en realidad, tal vez esa era la razón por la que tormentosos viajes
subterráneos no me desconcertaban. Cuando pasas la mayor parte de tus
días viviendo entre los vampiros y los medio vampiros, transportándolos
para conseguir sangre, y manteniendo en secreto su existencia del resto
del mundo... bueno, eso te da una especie de perspectiva única en la vida.
Había sido testigo de sangrientas batallas de vampiros y visto hazañas
mágicas que desafiaban todas las leyes de la física que yo conocía. Mi vida
era una lucha constante para mantener atrás mi terror a lo inexplicable y
tratar desesperadamente de encontrar una manera de explicarlo.
—Cuidado con el escalón —dijo mi guía mientras bajábamos otro tramo de
escaleras de hormigón. Todo lo que había visto hasta ahora era de
hormigón, las paredes, el piso y techo. La rugosa superficie gris absorbía
la luz fluorescente que trataba de iluminar nuestro camino. Era triste y
espeluznantemente frío en su quietud. El guía pareció adivinar mis
pensamientos—. Hemos hecho modificaciones y ampliaciones desde que
esto fue construido originalmente. Lo verás una vez que lleguemos a la
sección principal.
—Siéntete como en casa —me dijo mi guía. Supongo que estaba cerca de
mi edad, dieciocho años, pero sus intentos cada vez más irregulares de
aparentar fiereza le hacían parecer más joven—. Ellos vendrán por ti en
breve.
—Aprecio que hayas venido todo el camino hasta aquí —agregó, una vez
que unos minutos de incómodo silencio hubieron pasado—. Sé que es un
largo viaje de ida y vuelta, sobre todo en un fin de semana.
—No es ningún problema en absoluto, señor —le dije, esperando sonar
segura—. Estoy encantada de ayudarle con... lo que sea necesario. —
Todavía me preguntaba exactamente qué podría ser eso.
Una vez más, sentí esa extraña vibra nerviosa. ¿Por qué él es tan
consciente de mis sentimientos? Después de lo que le había hecho a su
hijo, Keith, yo hubiera esperado rabia o acusaciones. Tom abrió la puerta
para mí e hizo un gesto para que pasara.
—Por supuesto.
—Quiero que sepas... que lo que hiciste fue increíblemente valiente —dijo,
sin mirarme a los ojos—. Sé que tú y Keith eran —son— amigos, y no debe
haber sido fácil entregarlo, eso demuestra lo interesada que estás en
nuestro trabajo, algo que no siempre es fácil cuando se trata de
sentimientos personales.
Tragué saliva.
Tom escribió una serie de cerca de diez dígitos, y la cerradura hizo clic en
aceptación. Empujó la puerta y la abrió, y yo lo seguí al interior. La
escueta habitación estaba poco iluminada y tenía otras tres personas en
ella, por lo que inicialmente no me di cuenta qué más contenía la
habitación. Supe de inmediato que los otros eran Alquimistas. No había
otra razón para que ellos estuvieran en este lugar. Y, por supuesto,
poseían los signos reveladores que los habrían identificado, incluso en una
calle muy transitada. Trajes de negocios con colores indescriptibles.
Brillantes tatuajes de lirios dorados en sus mejillas izquierdas. Era parte
de la uniformidad que todos compartimos. Éramos un ejército secreto,
escondido en las sombras de nuestros compañeros humanos.
—Por favor, por favor —chilló—. Déjenme salir. Por favor, déjenme salir de
aquí.
Keith parecía un poco más esquelético que la última vez que lo había visto.
Tenía el cabello despeinado y parecía como si hubiera sido cortado en
nuestro mes que estuvimos separados. Llevaba un traje gris claro, el tipo
que veías en los presos o enfermos mentales, lo que me recordó al concreto
en el pasillo. Lo más notable de todo era la mirada de desesperación y
terror en sus ojos… o más bien su ojo. Keith había perdido uno de sus
ojos, en un ataque de vampiros que yo había ayudado a orquestar en
secreto. Ninguno de los Alquimistas sabía eso, al igual que ninguno de
ellos sabía que Keith había violado a mi hermana mayor, Carly. Dudaba
que Tom Darnell me hubiera alabado por mi "dedicación" si hubiera sabido
de mi secreto acto de venganza. Al ver el estado de Keith ahora, me sentí
un poco mal por él y especialmente mal por Tom, cuyo rostro estaba lleno
de dolor en bruto. Todavía no me sentía mal por lo que le había hecho a
Keith, sin embargo. No por el arresto o el ojo. En pocas palabras, Keith
Darnell era una persona mala.
—Estoy segura de que reconoces a Keith —dijo una de los Alquimistas con
un portapapeles. Su pelo gris estaba enrollado en un moño apretado,
perfecto.
—¡Por favor! ¡Lo digo en serio! Lo que ustedes quieran. Haré lo que sea.
Haré lo que sea. Voy a creer cualquier cosa. ¡Por favor, no me envíen de
nuevo allí!
Tanto Tom como yo nos estremecimos, pero los otros Alquimistas miraban
con indiferencia clínica y garabateaban algunas notas en sus portapapeles.
La mujer del moño miró hacia atrás, hacia mí, como si no hubiera habido
interrupción.
—El joven Sr. Darnell ha pasado cierto tiempo en uno de los Centros de
Re-educación. Una acción desafortunada, pero necesaria. Su tráfico de
mercancías ilícitas fue ciertamente malo, pero su colaboración con los
vampiros es imperdonable. A pesar de las afirmaciones que no tiene
ningún apego a ellos... bueno, realmente no podemos estar seguros.
Incluso si está diciendo la verdad, también está la posibilidad de que ésta
trasgresión pueda ampliarse en algo más que no sólo una colaboración con
los Moroi, sino también con los Strigoi. Hacer lo que hemos hecho lo
mantiene alejado de esa pendiente resbaladiza.
—Es realmente por su propio bien —dijo el tercer Alquimista empuñando
un portapapeles—. Le estamos haciendo un favor.
—Tú, Señorita Sage, has sido un ejemplo notable de una persona capaz de
trabajar varias veces con ellos y mantener su objetividad. Su dedicación no
ha pasado desapercibida por aquellos por encima de nosotros.
Era una despedida repentina, pero eso era típico de los Alquimistas.
Eficientes. Al grano. Hice un educado asentimiento de cabeza de despedida
y di una última mirada hacia Keith antes de abrir las puertas. Tan pronto
como las cerré detrás de mí, encontré el pasillo piadosamente silencioso.
Ya no podía oír a Keith.
Largas barras de metal cubrían la entrada, la que estaba cerrada con otro
lector de tarjetas y un teclado. Parecía una exageración hasta que vi al
hombre dentro. Era mayor que yo, en sus veintitantos si tenía que
adivinar, y tenía un aspecto desaliñado que hacía que Keith se viera limpio
y arreglado. El hombre se veía demacrado y estaba acurrucado en una
esquina, sus brazos sobre sus ojos debido a la luz. Usaba esposas en las
manos y los pies, y claramente no iba a ningún lugar. A nuestra entrada,
nos dio un vistazo y descubrió un poco más su rostro.
—¿Me has traído la cena? —preguntó él con una voz rasposa que debía ser
fingida—. Una linda chica joven, veo. Más delgada de lo que me gustan,
pero estoy seguro de que su sangre aún es suculenta.
—Liam —dijo Zeke, fatigado—. Sabes en donde está tu cena. —Señaló una
bandeja de comida sin tocar en la celda que parecía como si se hubiese
enfriado hace tiempo. Nuggets de pollo, frijoles, y una galleta.
—Él casi nunca come nada —me explicó Zeke—. Es por eso que es tan
delgado. Sigue insistiendo con la sangre.
—¿Qué… qué es él? —pregunté, sin ser capaz de quitar mis ojos de Liam.
Era una pregunta tonta, por supuesto. Liam claramente era humano, y
aun así… había algo sobre él que no estaba bien.
—Un alma corrupta que quiere ser Strigoi —dijo Zeke—. Algunos
guardianes lo encontraron sirviendo a esos monstruos y nos lo entregaron.
Tratamos de rehabilitarlo pero no tuvimos suerte. Sigue hablando y
hablando de lo geniales que son los Strigoi y sobre cómo volverá con ellos
algún día y nos hará pagar. Mientras tanto, hace lo posible para pretender
que es uno de ellos.
—Oh —dijo Liam, con una astuta sonrisa—. Seré uno de ellos.
Recompensarán mi lealtad y mi sufrimiento. Me despertaran, y me volveré
poderoso más allá de sus pequeños sueños de mortales. Viviré para
siempre y vendré por ti, por todos ustedes. Me daré un festín con tu sangre
y saborearé cada gota. Ustedes los Alquimistas mueven sus hilos y creen
que lo controlan todo. Se engañan. No controlan nada. No son nada.
—¿Lo ves? —dijo Zeke, negando con la cabeza—. Patético. Y aun así, esto
es lo que podría pasar si no hiciéramos el trabajo que hacemos. Otros
humanos pueden volverse como él: vendiendo sus almas por la promesa
vacía de la inmortalidad. —Hizo el signo de los Alquimistas contra la
maldad, una pequeña cruz en su hombro, y me encontré haciéndolo
también—. No me gusta estar aquí, pero algunas veces… algunas veces es
un buen recordatorio de por qué debemos mantener a los Moroi y a los
otros en las sombras. O por qué no podemos dejarnos engañar por ellos.
—Venga. Vamos. —Para Liam, añadió—: Y será mejor que te comas esa
comida porque no tendrás nada más hasta mañana. No me importa lo fría
o dura que esté.
—No… tenías razón. Es bueno para nosotros ver eso. Para entender lo que
estamos diciendo. Siempre lo supe… pero nunca esperé nada como esto.
—¿Puedo tener más café antes de irnos? —Necesitaba algo normal. Algo
humano.
—Seguro.
Zeke me guio de regreso al salón. La jarra que había preparado aún estaba
caliente. Boté mi viejo café y me serví uno nuevo. Mientras lo hacía, la
puerta se abrió y un angustiado Tom Darnell entró. Parecía sorprendido de
ver a alguien aquí, pasó por nuestro lado, se sentó en el sofá y enterró su
rostro en sus manos. Zeke y yo intercambiamos una mirada.
—Tomaron una decisión —dijo él—. Tomaron una decisión sobre Keith.
No podía creerlo.
—Pero… ¡pero les dije! Les dije que él no está aliado con los vampiros. Él
cree lo que… el resto de nosotros cree. Fueron sus elecciones las
incorrectas.
—Lo sé. Pero dijeron que no podemos correr el riesgo. Incluso si parece
que Keith no se preocupa por ellos, incluso si creen que no lo hace,
permanece el hecho de que hizo un trato con uno de ellos. Les preocupa
que el deseo de entrar en ese tipo de alianza pueda influenciarlo
inconscientemente. Mejor preocuparse por las cosas ahora.
Probablemente… probablemente tienen razón. Esto es lo mejor.
—No te disculpes, Sydney. Has hecho tanto… tanto por Keith. Por lo que
dijiste, van a reducir su tiempo en Re-educación. Eso significa mucho para
mí. Gracias.
Mi estomago se retorció. Por mi Keith perdió un ojo. Por mi, Keith había
ido a Re-educación en primer lugar. De nuevo, el sentimiento llegó a mí:
merecía sufrir de alguna forma, pero no se merecía esto.
—Tenían razón sobre ti —añadió Tom. Trató de sonreír pero falló—. Eres
un ejemplo perfecto. Tan dedicada. Tu padre debe estar tan orgulloso. No
sé cómo vives con esas criaturas todos los días y todavía no pierdes la
razón. Otros Alquimistas pueden aprender mucho de ti. Entiendes lo que
son la responsabilidad y el deber.
Desde que salí de Palm Springs ayer, había estado pensando mucho en el
grupo que dejé atrás, cuando los Alquimistas no me molestaban con
prisioneros, por supuesto. Jill, Adrian, Eddie, e incluso Angeline…
frustrantes a veces, pero al final, eran personas que había aprendido a
conocer y que me importaban. A pesar de todas las carreras que me
hacían hacer, extrañé al heterogéneo grupo casi desde el momento en que
dejé California. Algo dentro de mí parecía vacío cuando no estaban cerca.
N
o pude dormir esa noche. Parte de ello era simplemente por el
cambio de horario. Mi vuelo de regreso a Palm Springs estaba
previsto para las seis de la mañana, que eran las tres de la
mañana en la zona horaria en donde mi cuerpo todavía pensaba que
estaba. Dormir parecía inútil.
Uno de los mensajes era de Jill, con un tema en la línea de asunto de:
Angeline... suspiro.
—Prisionero 24601.
Allí era donde entraban Sonya Karp y Dimitri Belikov, o como los llamaba
Adrian en sus cartas llenas de angustia: "Agente Scarlet1” y "Agente Boring
Borscht2". Sonya era una Moroi, Dimitri un dhampir. Ambos habían sido
una vez Strigoi y se habían salvado por la magia del espíritu. Los dos
habían llegado a Palm Springs el mes pasado para trabajar con Adrian en
una especie de grupo de investigación, para averiguar lo que podría
protegerlos contra la conversión a Strigoi. Era una tarea muy importante,
que podía tener enormes ramificaciones en caso de éxito. Sonya y Dimitri
eran unos trabajadores muy duros… sabía que no siempre encajaban con
el estilo de Adrian.
1 Hace referencia a que cuando se enfada tiene la piel de ese tono (escarlata), y la utiliza
también por referencia a su nombre, Scarlet=Sonya.
2 Lo llama así porque Dimitri parece tan aburrido (Boring) como la sopa de remolacha
(Borscht), en los dos casos escoge llamarlos de esta manera debido a que son las letras
con las que empiezan sus nombres.
Una cosa me hizo dudar. Adrian había firmado su e-mail con una
referencia a Les Misérables de Victor Hugo. Era un libro sobre la
Revolución Francesa que era tan grueso, que fácilmente podría utilizarse
como arma. Lo había leído en francés y en inglés. Considerando que
Adrian había conseguido aburrirse una vez al leer un menú muy largo,
tenía dificultades para imaginar que hubiera leído el libro de Hugo en
cualquier idioma. Entonces, ¿cómo sabía de la referencia? No importa,
Sydney, dijo una severa voz Alquimista dentro de mi cabeza. Elimínalo. Es
irrelevante. El conocimiento literario de Adrian —o la falta de él— no es
asunto tuyo.
Pero no podía hacerlo. Tenía que saberlo. Este era el tipo de detalles que
me volvían loca. Le contesté con un mensaje rápido:
¿Cómo sabes acerca de 24601? Me niego a creer que leyeras el libro. Viste el
musical, ¿verdad?
3SparkNotes: Es un sitio Web que contiene resúmenes sobre libros, ensayos y demás
documentos de ayuda para estudiantes.
—No tienes que hacer eso —dije, a pesar de que ya estaba cargando mi
maleta en el maletero.
Esa era sólo una de las muchas cosas sorprendentes acerca de Dimitri. Su
aspecto por sí solo, era sin duda suficiente para hacer detener a muchos
en sus caminos. Tenía el cabello castaño, recogido en una corta cola de
caballo, a juego con sus ojos marrones que parecían misteriosos y
seductores. Era alto, también —aproximadamente 2 metros— rivalizando
con algunos Moroi. Los Dhampirs eran indistinguibles de los seres
humanos para mí, por lo que incluso podría admitir que él marcaba
bastante alto en la escala de lo atractivo.
Mi ceño se profundizó.
—¿Jill está bien? —Tenía que ser ella. Alguien me lo hubiera dicho,
¿verdad? El objetivo principal de Eddie en Palm Springs —y el mío— era
mantenerla a salvo. Si estaba en peligro, eso se impondría sobre todo lo
demás.
—Está bien —dijo Dimitri—. Hablé con ella esta mañana. No estoy seguro
de lo que está pasando, pero Eddie no estaría lejos sin una buena razón.
Me burlé.
—Eso creo. Si le preguntas, ella dice que fue por las estacadas y la
decapitación. Pero estoy seguro de que fue la sabiduría Zen la que ganó al
final.
—Lo intentaré —dije—. Pero en primer lugar tengo que saber lo que está
pasando con Eddie.
—Si puedes encontrarlo, debes llevarlo a casa esta noche, y podemos ver
sobre conseguir un poco de trabajo. A Sonya le encantaría. Tiene algunas
ideas nuevas.
—¿Señorita Melrose?
Me giré inmediatamente al sonido del apellido que había asumido aquí en
Amberwood. La Sra. Weathers, nuestra regordeta y anciana matrona de la
residencia, se precipitaba hacia mí. Su cara estaba llena de preocupación,
lo que no podía ser un buen augurio.
—Estoy tan contenta de que esté de vuelta —dijo—. ¿Espero que haya
tenido una buena visita familiar?
Eso era cierto. Yo llevaba unos pantalones de vestir color caqui y una
blusa verde de manga corta, junto con una pequeña cruz de oro que
siempre llevaba. Hice un resumen mental del armario de Angeline,
tratando de recordar si alguna vez había visto algo sobre eso.
Probablemente la parte más terrible era su calidad. Angeline había venido
de Los Vigilantes, una comunidad mixta de humanos, Moroi, y dhampirs
que vivían en los montes Apalaches. Junto con la falta de electricidad y
plomería, los Vigilantes decidieron hacer un montón de sus ropas y al
menos desgastarlas hasta convertirlas en hilos.
—El viernes por la noche, la vi usando unos short de mezclilla
terriblemente cortos —continuó la Sra. Weathers con un
estremecimiento—. Inmediatamente la reprendí, y me dijo que era la única
manera en la que podía estar cómoda con el calor del exterior. Le di una
llamada de atención y le aconsejé que encontrara ropa más apropiada. El
sábado, apareció con los mismos shorts y una camiseta sin mangas que
era totalmente indecente. Ahí fue cuando la suspendí , castigándola en su
dormitorio durante el resto del fin de semana.
—Lo siento, señora —dije. En realidad, no tenía idea de qué más decir. Me
había pasado el fin de semana atrapada en la batalla épica para salvar a la
humanidad, y ahora... ¿shorts de mezclilla?
Suspiré.
Subí las escaleras, mi pequeña maleta volviéndose más pesada con cada
paso. Cuando llegué al segundo piso, me detuve, sin saber qué hacer. Un
piso más me llevaría a mi habitación. Este piso me llevaría con la “Prima
Angeline”. De mala gana, giré hacia el pasillo del segundo piso, sabiendo
que cuanto antes tratara con esto, mejor.
—¡Sydney! —Jill Mastrano abrió la puerta del dormitorio, sus ojos verde
claro brillaban con alegría—. Has vuelto.
—¿Qué querían los Alquimistas? —preguntó Jill. Se sentó con las piernas
cruzadas en su cama y comenzó a jugar distraídamente con los mechones
de su cabello rizado color castaño claro.
Me encogí de hombros.
—Papeleo. Cosas aburridas. Parece que las cosas estuvieron un poco más
emocionantes aquí. —Eso lo lancé con una mirada intencionada hacia
Angeline.
—Tenía dos pares de jeans —dijo pragmática—. Hacía tanto calor afuera
que pensé que bien podría convertir unos en shorts.
—La Sra. Weathers también mencionó algo sobre una camiseta indecente
—dije.
—Oh —dijo Jill—. Esa era mía.
Mi cabeza estaba empezando a doler. Sin embargo, suponía que esto era
mejor que la vez que Angeline había sido sorprendida besuqueándose con
un chico en el baño de los hombres.
Si no fuera por Jill asintiendo con la cabeza, hubiera pensado que era una
broma.
¿Amable? No, pero entendía por qué Eddie lo haría. Conseguir ropa
decente para Angeline era la última cosa que probablemente quería hacer,
pero lo haría. Como yo, él entendía el deber. Y ahora podía adivinar por
qué Eddie había cancelado los experimentos, y había sido vago acerca de
sus razones para hacerlo.
—Sí, estoy con Jill y Angeline. Entiendo que has estado haciendo algunas
compras.
Él gimió.
—¿Te importaría venir aquí? Mientras que Jill esté bien. Está bien,
¿verdad? ¿No me necesita? Porque si lo hace…
—Está bien. —Su dormitorio no estaba lejos, pero había estado deseando
una rápida siesta. Sin embargo, me hallé accediendo, como siempre
hacía—. De acuerdo. ¿Te veo en el vestíbulo en unos quince minutos?
—Iré yo —dije.
Su cara se ensombreció.
—Oh. Bien, supongo que no importa ya que tengo que quedarme aquí de
todas maneras. No puedo esperar hasta estar libre para entrenar de
nuevo. Me gustaría conseguir algo más que un uno-a-uno con él. —No me
había dado cuenta de lo concentrada que Angeline estaba en su
entrenamiento. De hecho, parecía verdaderamente emocionada ante la
perspectiva de éste.
—Sydney… Lo siento.
—¿Por qué?
Casi sonreí.
—Ese no es tu trabajo.
—Sí, lo sé… —Miró hacia abajo, dejando que algo de su largo cabello
cayera hacia adelante—. Pero aun así. Sé que debería ser más como tú. En
su lugar, simplemente he estado… ya sabes. Divirtiéndome.
El vestíbulo del dormitorio de los chicos era muy parecido al mío, las
personas yendo y viniendo ya fuera para ponerse al día en trabajos
académicos o simplemente disfrutando del domingo libre. Miré alrededor.
Pero Eddie todavía no estaba aquí.
—Hola, Melbourne.
—Hola, Trey —dije. Trey era una auténtica estrella de fútbol americano,
pero también bastante cerebrito, sin importar lo mucho que intentara
esconderlo. Nos llevábamos bien como resultado de esto, y mi ayuda en el
restablecimiento de su condición atlética el mes pasado había recorrido un
largo camino para elevar mi existencia a sus ojos. Una maleta colgaba de
uno de sus hombros—. ¿Finalmente vas a terminar ese artículo del
laboratorio de química?
—De alguna manera dudo que haya mucho trabajo involucrado. Además,
voy a encontrarme con Eddie.
—Gracias a Dios —dije. Me gustaba Trey, pero no tenía interés en salir con
él, o averiguar cuál sería la forma apropiada de decir “no”.
—Porque conozco al chico perfecto para ti. Estoy bastante seguro de que es
tu alma gemela.
—De acuerdo. No una alma gemela. ¿Qué tal sólo alguien con quien quizás
podrías salir de vez en cuando y pasar un rato agradable?
Sacudí mi cabeza.
—No tengo tiempo para nada como eso. —Y no lo tenía. Mantener todo en
orden con el grupo, y fingir ser una estudiante, era un trabajo a tiempo
completo.
—Mi señal para irme, entonces. Los veo después, chicos. —Trey nos dio, a
Eddie y a mí, un saludo burlón—. No olvides mi oferta si quieres una cita
caliente, Melbourne.
—Si eso es lo que tengo que hacer —dijo, la cara seria. No pude evitar reír
por la sorpresa.
Empecé a protestar, pero luego lo pensé mejor. Después de todo, ¿no era
esa mi filosofía también? ¿Sacrificar mis propios deseos por metas más
altas? Eddie estaba intensamente dedicado a esta misión. Nunca se
echaba atrás. No esperaba nada menos de él, sino el enfoque de una sola
mente.
Eddie se pasó una mano por el cabello con frustración. El suyo era de un
rubio arena, no muy diferente del mío, que era de un dorado oscuro. La
similitud hacía fácil para nosotros pasar por gemelos.
—¿Ves? Ahora suenas justo igual a como yo lo hacía antes. —Se puso de
pie y me disparó una sonrisa—. ¿Quieres venir conmigo al apartamento de
Adrian? ¿Ser responsables juntos?
Sus palabras fueron como un cumplido, pero hacían eco muy de cerca a lo
que los Alquimistas me habían dicho. Y la señora Weathers. Y Jill. Todo el
mundo pensaba que era tan increíble, tan responsable y controlada.
Pero si era tan sorprendente, entonces ¿por qué estaba siempre tan
insegura de si estaba haciendo lo correcto?
Capítulo 3
Traducido por Sheilita Belikov
Corregido por Lizzie
A
pesar de que Eddie me había dicho que no me preocupara por
Angeline, mi parte curiosa no podía dejar de insistirle acerca de ello
en el camino al apartamento de Adrian.
—A mí me parece fácil.
Eddie se mostró escéptico. —Eso es porque nunca has tenido que hacerlo.
Dimitri me sonrió. Eso hizo que su ya hermosa cara lo fuera aún más, y
supe que la “sabiduría de maestro Zen” no fue la razón por la que Rose se
había enamorado de él.
—No me di cuenta que tenía que ser más específico —dijo Dimitri después
de una pausa—. Me refería al combate.
—Hay una pequeña mejora, pero es difícil hacerla entender. Quiero decir,
está absolutamente resuelta a proteger a Jill, pero también está
convencida de que ya sabe cómo hacerlo. Tiene inculcados años de
entrenamiento descuidado. Eso es difícil de cambiar. Además, se... distrae
con facilidad.
—Ella no tiene tiempo para distracciones. Tal vez debería hablar con ella.
Adrian acercó una silla, girándola al revés para poder descansar la barbilla
en el respaldo.
—¿Qué hay de ti, Sage? Sé que no tienes que preocuparte por violar el
código de vestimenta. ¿Te divertiste en tu spa Alquimista este fin de
semana?
—Si por spa, quieres decir búnker subterráneo. Y fueron sólo negocios. —
Hice una mueca al mirar en el interior—. Me prometiste comprarme
refrescos dietéticos.
—Prometí eso —dijo Adrian, sin ningún remordimiento—. Pero luego leí un
artículo que decía que los edulcorantes artificiales no son buenos para ti.
Así que, me imaginé que tenía que tener cuidado de tu salud. —Hizo una
pausa—. No hay de qué.
Miré a Adrian con una sonrisa que esperaba que pareciera genuina, en
lugar de un intento desesperado por proporcionar distracción.
Me encogí de hombros.
—No lo harías.
—Definitivamente lo haría.
—No —dijo Adrian—, pero Sage está convencida de que una caloría
externa la hará pasar de súper delgada a delgada normal. Tragedia.
—Oye —dije—. Tú crees que sería una tragedia pasar una hora sin un
cigarrillo.
—No cuestiones mi determinación de acero, Sage. Pasé dos horas sin uno
hoy.
Sonya meneó la cabeza con indulgencia ante los dos, como si fuéramos
niños adorables.
—Queremos hacer otro estudio de aura —dijo Sonya. Parecía que el pobre
Eddie procedería a estar un poco más sentado—. La última vez nos
enfocamos en algún rastro del espíritu. En esta ocasión, queremos
mostrarles a ambos algunas imágenes y ver si desencadenan algún cambio
de color en sus auras. —Asentí con la cabeza en señal de aprobación. Una
gran cantidad de experimentos psicológicos probaban técnicas similares,
aunque por lo general observaban las respuestas fisiológicas en lugar de
las auras místicas.
—Sigo diciendo que es una pérdida de tiempo —dijo Adrian—. Los dos son
dhampirs, pero eso no quiere decir que podamos asumir que cualquier
reacción diferente que tengan sea debido a que Belikov fue Strigoi. Todo el
mundo es único. Todo el mundo va a responder de manera diferente a las
imágenes de gatitos o arañas. ¿Mi viejo? Odia a los gatitos.
—Es alérgico.
—Toda información es útil en este caso —dijo Dimitri—. Sobre todo porque
no hemos encontrado nada hasta ahora. Sabemos que hay algo diferente
en los ex Strigoi. No podemos descartar ninguna oportunidad de
observarlo.
Los labios de Adrian se apretaron, y lo hizo sin más protestas. Tal vez fue
porque se sintió rechazado, pero tuve la sensación de que era porque no
quería interactuar con Dimitri.
Regresé al sofá
—Creo que es una buena idea —dije; no muy segura de lo que esto último
implicaría—. Adelante. Esperaré.
—Yo iré —ofrecí. Era una señal de mi progreso el que vampiros hablando
de “comida” ya no me hiciera hiperventilar. Sabía que ella no se refería a
sangre, no si los dhampirs y yo estábamos involucrados. Además, no había
ningún alimentador alrededor. Los alimentadores eran humanos que
voluntariamente donaban sangre a los Moroi debido al subidón que eso
producía. Aquí todos sabían que ni siquiera se debía bromear sobre eso a
mí alrededor—. Hay un buen lugar de comida tailandesa para llevar a
unas cuantas cuadras.
—Se siente bien salir y estirar las piernas —dijo. Estaba anocheciendo,
con mucho menos sol y calor, una condición que los Moroi amaban.
Caminamos por una calle lateral que llevaba hacia el centro, bordeada por
lindos departamentos y pequeños negocios. A todo nuestro alrededor,
enormes palmeras se alzaban, proporcionando un interesante contraste
con el entorno urbano ecléctico—. He estado encerrada allí todo el día.
Le sonreí.
—Y yo que pensaba que Adrian era el único que sufría de encierro por el
trabajo que hacen.
—Te he estado llamando durante semanas —dijo, una vez que llegó a
nuestro lado de la calle—. ¿Por qué no contestas?
Suspiré.
—Lo siento. —No había precio en el mundo que pudiera hacerme eludir mi
deber con Jill y los Alquimistas.
—No —admití—. Honestamente, nunca preví la mitad de las cosas que este
trabajo tiene…
—¿Sonya?
—¿Te conozco?
Él se iluminó.
—No, no —dijo—. Sé que eres tú. Sonya Karp, ¿verdad? Nos conocimos en
Kentucky el año pasado.
El chico estaba impávido, sin dejar de sonreír como si fueran los mejores
amigos.
—Has recorrido un largo camino desde Kentucky. ¿Qué te trae por aquí?
Yo acabo de ser transferido en el trabajo.
—Hay alguna confusión —le dije con firmeza, empujando a Sonya hacia
adelante. No sabía que confusión podría ser exactamente, pero la actitud
de Sonya era todo lo que necesitaba—. Tenemos que irnos.
—Debe de ser duro —dije, sintiendo como si tuviera que decir algo—.
Encontrarte con gente de tu pasado.
Me imaginaba que sólo quería evitar todo lo relacionado con ser Strigoi.
—Los Strigoi no tienen relaciones casuales con los humanos. Los toman
para la cena. Ese chico no debería haber sabido quién era yo.
—Definitivamente.
—¿Saber qué?
S
onya no dijo nada sobre el misterioso encuentro del resto de la
pandilla donde Adrian, así que respeté su silencio. Todos los demás
estaban demasiado preocupados con la cena y los experimentos
como para notar algo más. Y una vez que pasaron la segunda ola de
experimentos, incluso yo me distraje demasiado para pensar mucho en el
chico de la calle.
Sonya había dicho que quería ver cómo Eddie y Dimitri respondían
directamente al espíritu. Esto se logró porque ella y Adrian centraron su
magia en los dhampirs, uno a la vez.
Antes de que pudiera ponerme con ello, tenía que hacer de chaperona en
una sesión de entrenamiento con Eddie y Angeline. Aunque él podría
querer evadirla, no lo haría, no con la seguridad de Jill en juego. Angeline
era parte de la defensa de Jill. Me senté en el césped con una taza de café,
todavía preguntándome si él no estaba simplemente imaginándose el
interés de Angeline. Recientemente había adquirido una cafetera de una
taza para mi dormitorio, y aunque no se podía comparar con una cafetería,
me había ayudado a sobrevivir un número de duras mañanas. Un bostezo
sofocó mi saludo mientras Jill se sentaba a mi lado.
—Lo sé. Es sólo que pienso que todo el mundo está intentando mimarme.
—Frunció el ceño—. En educación física, Micah no me dejará hacer nada.
Después de que tuve todos esos problemas para empezar, ahora está
paranoico de que me lastime a mí misma. Sigo diciéndole que estoy bien,
que sólo fue el sol… pero bueno, sigue abalanzándose. Es dulce… pero me
enloquece algunas veces.
—La rodilla es una manera fácil de dejar inhabilitado a alguien —le dijo
Eddie a Angeline—. Especialmente si te atrapan sin un arma y tienes
que…
—Eso fue pura casualidad —dijo Eddie al final—. No una que vaya a
suceder de nuevo. Ahora observa la forma en que se mueve mi pierna, y
recuerda que un Moroi probablemente será más alto que tú.
—Estás demasiado rígida —le dijo Eddie a Angeline, tras varios intentos.
Él suspiró.
—Lo estoy haciendo. Sólo estoy tratando de usar tu cuerpo para aprender
qué hacer con el mío. —Batió sus pestañas como diciendo ayúdame. Eddie
retrocedió incluso más.
—Sí, pero no soy la que está haciendo mucho trabajo matutino. Además,
todavía necesitas cambiarte y… espera, ¿tienes el uniforme puesto? —Ni
siquiera me había dado cuenta. Cuando Eddie y Jill entrenaban siempre
era en ropa de ejercicio casual, justo como lo que Eddie estaba usando
ahora. Angeline había salido, de hecho, con un uniforme de Amberwood,
falda y blusa, que mostraba el uso y desgaste de una batalla matutina.
Yo no estaba tan segura, pero al menos era mejor que los pantaloncitos
vaqueros cortos. Eddie sí se fue a poner su uniforme y nunca regresó para
el desayuno. Sabía que le gustaban sus desayunos y, dado que era un
chico, podía cambiarse de ropa muy rápido. Mi suposición era que estaba
sacrificando la comida para mantenerse lejos de Angeline.
—¿Una pregunta de moda para mí? —Casi estuve a punto de mirar sobre
mi hombro y ver si tal vez había otra Sydney detrás de mí—. No creo que
alguien alguna vez me preguntara sobre eso.
—Tienes ropa muy bonita —insistió Kristen. Ella tenía piel y cabello
oscuros, igual que un aire atlético que contrastaba con la naturaleza más
femenina de Julia—. Demasiado bonita, de hecho. Si mi mamá fuera diez
años más joven, divertida y tuviera un montón de dinero, se vestiría justo
como tú. —No sabía si eso era un cumplido o no, pero Julia no me dio la
oportunidad de cavilar.
—Díselo, Kris.
Ah, eso explicaba por qué acudían a mí. Una entrevista. Cualquier otra
cosa podrían haberla conseguido en una revista de modas. Y aunque podía
admitir que probablemente era la autoridad en aquellos asuntos
prácticos… bueno, estaba como decepcionada de que esa fuera la razón
por la que me habían llamado.
—Usa el vestido. Espera, ¿es un vestido que usarías para la iglesia o para
un club nocturno?
—Oye, ¿es verdad que Trey te arregló una cita con un chico?
—Trey dijo que te había hablado de ello —dijo Kristin—. De lo perfecto que
es este chico para ti.
—Es una excelente idea, Syd —dijo Julia, su rostro tan serio como si
estuviéramos discutiendo un asunto de vida o muerte—. Sería bueno para
ti. Quiero decir, desde que empezó la escuela, yo he salido con… —Hizo
una pausa y silenciosamente contó nombres con sus dedos—. Cuatro
chicos. ¿Sabes con cuántos has salido tú? —Levantó su puño—. Esa
cantidad.
Kristin continuó, haciéndome pensar que era más apropiada para una
pasantía en leyes que para una de asesoramiento.
—Sáltate la tarea por una vez. Dale una oportunidad a este chico y todos
podemos salir juntos alguna vez. Sería divertido.
Este humor no era poco común para mí, y empezó a iluminarse mientras
iniciaba mi día de escuela. Caí en el ritmo de mi horario, cómodo en su
familiaridad. Los profesores siempre asignaban la mayor parte del trabajo
los fines de semana, y estaba agradecida de poder entregar todo lo que
había hecho en mis viajes en avión. Desafortunadamente, mi última clase
del día descarriló todo el progreso de mi humor. De hecho, clase no era la
palabra correcta. Era un estudio independiente que tenía con mi profesora
de historia, la Srta. Terwilliger.
Eso es por lo que era tan sorpresivo el que la Srta. Terwilliger no sólo se
me revelara el último mes, sino que también terminara más o menos
engañándome para lanzar un hechizo. Aquello me había dejado
sorprendida e incluso sintiéndome sucia. La magia no era para que los
humanos la usaran. No teníamos derecho a manipular el mundo así; era
cien veces peor que lo que Sonya le había hecho al lirio rojo en la calle. La
Srta. Terwilliger insistió en que yo tenía una afinidad natural para la
magia y se había ofrecido a entrenarme. Por qué quería esto, exactamente,
no estaba segura. Ella había hablado y hablado del potencial que tenía,
pero yo apenas podía creer que quisiera entrenarme sin una razón de su
parte. No había descubierto qué podía ser, pero no importaba. Yo había
rechazado su oferta. Así que, ella había encontrado algo más que hacer.
Así que, diligentemente copiaba sus libros de hechizos y hablaba tan poco
como era posible durante nuestro tiempo juntas. Mientras tanto, yo hervía
con resentimiento. Ella estaba muy al tanto de mi descontento, pero no
hacía ningún intento por aliviar la tensión, dejándonos en un punto
muerto. Sólo una cosa brillaba en aquellas sesiones.
—Mire eso. Han pasado casi dos horas desde mi último cappuccino. Es
una maravilla que pueda funcionar. ¿Sería tan amable de correr a
Spencer’s? Eso debería terminar con nosotras por el día. —La última
campana había sonado hacía quince minutos, pero estaba haciendo
algunas horas extra.
El otro camarero, que se veía de nuestra edad, le lanzó a Trey una mirada
graciosa.
—Estoy muy al tanto de lo que descremado significa.
—Oye, vivo para servir —dijo él—. Además, necesito tu ayuda esta noche
con ese trabajo escrito de laboratorio para química. Siempre encuentras
las cosas que yo me pierdo.
—Estaré hasta tarde con un grupo de estudio… uno de verdad. —El sexo
opuesto estaba vetado de nuestros dormitorios después de cierta hora—.
Podría reunirme contigo en el Campus Central después, si quieres.
—Esta —interrumpió Trey—, es la cosa más rara que alguna vez he visto.
Y la más hermosa. Sydney, este es Brayden. Brayden, Sydney. —Trey
raramente usaba mi primer nombre, así que esto era raro, pero ni de cerca
tan raro como el guiño exagerado que me dio.
—Lo mismo digo —dijo él—. ¿Eres fan de los Clásicos, huh? —Hizo una
pausa, dándome una larga mirada—. ¿Viste la producción de Park Theatre
Group de Antonio y Cleopatra este verano?
Brayden encontró mis ojos. Los suyos eran avellana, casi como los de
Eddie pero con un poco de verde. No tan verdes como los de Adrian, por
supuesto. Nadie tenía los ojos tan sorprendentemente verdes. El cabello
marrón de Brayden ocasionalmente tenía destellos de dorado a la luz y
estaba cortado en una forma sin sentido que dejaba ver los ángulos en sus
mejillas. Tenía que admitirlo, era bastante lindo.
—Por supuesto que está libre —dijo Trey antes de que yo pudiera siquiera
responder—. ¿Verdad, Sydney?
—Te dije…
—Lo sé, lo sé. Que no crees en las almas gemelas. Aun así, —sonrió—, si
ese chico no es perfecto para ti, entonces no sé quién sí.
—¿En serio?
—No —dije, dándole una mirada—. Estoy bromando. Bueno, tal vez.
El latte que Brayden me había hecho estaba muy bueno, así que
voluntariamente le daría el beneficio de la duda sobre la cosa
Shakesperiana.
—No lo sé. Supongo que siento como que te lo debo por todo lo que pasó
con los tatuajes. Eso y toda tu ayuda con la tarea.
—Oh, siempre hay algo más en lo que cree que podría ser el mejor. No es
sólo el fútbol. —Trey había soltado esa indirecta antes.
—No ayuda que mi primo perfecto vaya a venir pronto —dijo finalmente—.
Hace que todo lo que yo hago luzca completamente tonto. ¿Tienes un
primo así?
—Oh —dije, sonrojándome—. Eso. —Genial. Ahora tenía algo más de qué
preocuparme.
Trey se mofó.
Me estudió curiosamente.
Oh, no.
L
as noticias sobre mi inminente cita se propagaron rápido.
Suspiré.
—¿Una cita real? ¿No como, hacer la tarea juntos? —añadió—. Quiero
decir, como salir a ver una película o algo. Y esa película no es parte de los
deberes escolares. O algo así de aburrido.
—Una cita real. —Pensé que no iba a darle los detalles sobre la obra de
Shakespeare.
—Brayden.
—¿Por qué estás preguntando si todo esto es real? ¿Crees que inventé todo
esto?
—No, no —me aseguró Adrian—. Es sólo que es tan increíble. ¿Es lindo?
—Porque es una de esas cosas que nunca esperé ver en mi vida —me
dijo—. Como ver un cometa. O la paz mundial. Sólo pensé en ti como
alguien soltera.
Ellos estaban con otro grupo de gente, lo cual no me sorprendió. Micah era
sencillo y popular, y Jill había heredado un amplio círculo de amigos sólo
por salir con él. Sus ojos destellaron con felicidad mientras alguien en el
grupo le contaba una historia graciosa que los hizo reír a todos. No pude
evitar sonreír yo misma. Esto estaba lejos de ser lo que era cuando Jill
había venido a Amberwood la primera vez y había sido tratada como una
extraña por sus inusuales looks y sus raros comportamientos. Ella estaba
prosperando con su nuevo estatus social. Tal vez la ayudaría a empaparse
de su contexto real. Mi sonrisa se desvaneció cuando Jill apartó a Micah
del grupo y se apresuró a nuestra mesa. Su expresión ansiosa me
preocupaba.
—Por el amor de… ¡ya sabes que es cierto! Y se lo dijiste a Adrian, ¿no?
—Le lancé una mirada acusatoria. Su lazo psíquico no estaba activado al
cien por ciento todo el tiempo, pero algo me dijo que ella sabía sobre su
llamada. Cuando el lazo estaba “encendido” ella podía ver en su mente,
observando sus sentimientos y sus acciones. Sólo funcionaba en un
sentido, sin embargo. Adrian no podía ver dentro. Ella se mostró tímida.
—Increíble —dije.
Pensé en ello.
—Muy lindo.
Ella se animó.
—Lo siento, Jill. Desearía que hubiera una forma. Pero sabes por qué no
puedes hacerlo.
—No necesitas modelar una campaña para ser hermosa para mí —dijo
Micah galantemente.
Eso trajo una sonrisa de vuelta a su rostro, que se desvaneció cuando vio
un reloj cercano. Sus cambiantes estados de ánimo me recordaron a los de
Adrian, y me pregunté si de alguna manera era el efecto de su lazo.
—Esa es tu hermana, ¿no? —Su tono sombrío hizo que sonara más como
una afirmación que una pregunta, como si estuviera lamentando un
terrible hecho.
—Um, sí. La has visto como cien veces. Lleva asistiendo a esta escuela un
mes ya.
Él frunció el ceño.
—Es sólo que nunca pensé mucho en ello… nunca la miré bien antes. No
tengo clases con ella.
—Sí lo hacemos.
—Lo que sea que es, mantenla fuera del escrutinio público. —Él garabateó
su nombre en la tarea de laboratorio y cerró su libro de texto—. No la
quieres estampada en todas las revistas o algo así. Hay mucha gente
extraña ahí afuera.
Julia sostuvo el top que había elegido, una blusa de algodón con margas
cortas y cuello alto con botones. La cosa completa era de algún tipo de
verde limón, lo cual pensé que me anotaría puntos con este grupo, ya que
todos me acusaban de no vestir colores. Incluso lo combiné con un par de
jeans. Ella sacudió su cabeza.
—Creo que es más como una blusa que dice: “Tengo que acabar con esta
cita temprano, así puedo ir a preparar mi presentación de Power Point”.
Eso las hizo reír. Estaba a punto de protestar cuando me di cuenta de que
Jill y Angeline estaban buscando a través de mi armario.
—¡Hey! Tal vez deberían preguntar antes de hacer eso.
—Todos tus vestidos son tan serios —dijo Jill. Sacó uno de cachemira gris
y suave—. Es decir, al menos este no tiene mangas, pero todavía es
demasiado para este clima.
—¡No! —Para mi alivio, Jill alejó el vestido. Unos pocos minutos después,
sacó otro.
—¿Qué hay de este? —Ella sostuvo una percha que cargaba un top sin
mangas blanco hecho de ligero y arrugado material con escote.
—El escote ya está lo suficientemente bajo. Y esa no es una blusa que uses
sola —protesté—. Es decir, debe ir debajo de un blazer.
—No, no… esto quizá funcione. —Ella tomó la blusa y la colocó junto a los
jeans que yo había elegido. Estudió el conjunto durante unos momentos y
entonces regresó a mi armario, el cual aparentemente era de entrada libre
para todos. Después de una búsqueda rápida, sacó un cinturón de cuero
con patrones de piel de serpiente—. Creo que te recuerdo usando esto.
—Ella puso el cinturón sobre la blusa blanca y retrocedió. Después de un
poco más de escrutinio, le dio un asentimiento de aprobación. Las otras se
reunieron para mirar.
—No puedo usar sólo la blusa —dije. Esperé que mis protestas cubrieran
mi ansiedad. ¿Había estado fuera de lugar la blusa amarilla? Ciertamente
me había parecido apropiada para una cita. ¿Cómo iba a sobrevivir esta
noche si ni siquiera podía vestir bien?
—Si quieres poner un blazer sobre ella con este clima, adelante —dijo
Julia—. Pero no creo que tengas que preocuparte por mostrar demasiado.
Esto ni siquiera sería notado por la Sra. Weathers.
Todas bajaron las escaleras conmigo cuando llegó la hora de que Brayden
pasara a recogerme. (De hecho, fue un poco más temprano de la hora
señalada, pero yo odiaba llegar tarde). Las chicas habían venido por
razones como que necesitaban conocerlo, para Jill era “una cosa de
familia”, para Kristin, “puedo detectar a un imbécil en cinco segundos”. No
confiaba en esta última, viendo que una vez había especulado sobre que
Keith quizá pudiera ser una buena captura.
—Yo sólo estaba aquí para ver a Jill —dijo Micah, poco convencido.
—Y yo estaba aquí por, um… —vaciló Eddie, y yo alcé una mano para
detenerlo.
Eddie, mientras que estaba incómodo con los avances de Angeline, podía
desenvolverse perfectamente en extrañas situaciones sociales. Él
interpretó el papel fraternal y sacudió la mano de Brayden.
—Escuché que ustedes chicos van a ir a ver una obra esta noche.
—Sí —dijo Brayden—. Aunque prefiero el término drama. Ya he visto esta
puesta en escena, pero quería verla otra vez con un ojo en las formas
alternativas del análisis dramático. El método estándar Freytag puede
convertirse en un cliché después de un tiempo.
Esto dejó a todos sin habla. O tal vez ellos sólo estaban tratando de
averiguar lo que él decía. Eddie me miró y luego volvió a mirar a Brayden.
—Bien. Algo me dice que ustedes chicos pasarán un gran rato juntos.
Una vez que fuimos capaces de ausentarnos de todos los buenos deseos,
Brayden dijo:
—Oh —dije—. Eso. Ellos sólo, uh, sucedió porque todos ellos salieron al
mismo tiempo que nosotros. De estudiar.
—Exactamente —dijo.
Él me sonrió. Le sonreí.
—Lindo —dije—. Marca nueva, modelo del próximo año. Estos nuevos
nunca tendrán el carácter de los clásicos, pero ciertamente hacen que
sean más seguros y económicos de gasolina.
—Sabes de autos.
—Debí llevarte a algún lugar más elegante —me dijo—. Pero no quería
arriesgarme a llegar tarde. El parque está a unas pocas cuadras, así que
podemos conseguir un buen lugar. Yo… ¿espero que esté bien? —Él de
pronto lucía nervioso. Era un contraste con la confianza que había
mostrado cuando habló de Shakespeare. Tenía que admitirlo, era algo
tranquilizador. Me encontré relajándome un poco—. Si no lo está,
encontraré un mejor lugar…
—No, esto es genial —le dije, mirando alrededor del café la brillante luz del
comedor. Era uno de esos lugares donde ordenabas en un mostrador y te
daban un número para tu mesa—. Prefiero llegar temprano también. —Él
pagó por toda nuestra comida. Intenté darle sentido a las reglas de citas
con las que mis amigas me habían bombardeado—. ¿Cuánto te debo por
mi cuenta? —pregunté tentativamente.
—Gracias —dije. Así que él estaba pagando. Eso haría feliz a Kristin, a
pesar de que me sentí un poco incómoda, pero no por culpa suya. Con los
Alquimistas yo estaba siempre pagando las cuentas y manejando la
documentación. No solía haber alguien más que lo hiciera. Supongo que
tenía problemas para sacudirme la sensación de encargarme de todo
porque nadie más podía hacerlo bien.
Los Académicos siempre habían sido una brisa para mí. Pero en
Amberwood, aprender cómo pasar el rato con gente de mi edad de una
forma normal había sido una tarea mucho más difícil. Había mejorado,
pero todavía luchaba para saber cuáles eran las cosas correctas que tenía
que decir a mis compañeros. Con Brayden, no había problemas. Teníamos
un suministro interminable de temas, ambos ansiosos de exponer lo que
sabíamos sobre todo. La mayor parte de la cena la pasamos discutiendo
las complejidades del proceso de certificación orgánico. Fue asombroso.
—Hay todo tipo de razones para alejarse del azúcar. Pero alguna gente
simplemente no las entiende.
Palm Springs era una ciudad desértica, llena con largas vistas de arena y
rocosas montañas. Pero también era una ciudad a la que la humanidad le
había estado dando forma durante mucho tiempo, y muchos lugares
(Amberwood, por ejemplo) habían sufrido exuberantes cambios en
detrimento del clima natural. Este parque no era la excepción. Era un
enorme espacio de césped verde, rodeado de frondosos árboles en lugar de
las palmeras usuales. Un escenario había sido colocado al final y la gente
ya estaba buscando los mejores lugares. Escogimos uno en la sombra que
tenía una gran vista del escenario. Brayden sacó una manta de su
mochila, para sentarnos, y una copia de Antony y Cleopatra. Estaba
marcada con notas adhesivas y pestañas.
Aun así, era consciente de estar tan cerca de otra persona. No pensé que
tuviera vibra romántica. Mi pulso no se aceleró; mi corazón no aleteó. Más
que nada me daba cuenta de que nunca me había sentado tan cerca de
otra persona en mi vida. No solía compartir mi espacio personal.
Pronto olvidé todo mientras la obra comenzaba. Para Brayden no era como
la actuación de Shakespeare en ropa moderna, pero creo que hicieron un
trabajo admirable. Siguiendo el texto, nos dimos cuenta de que hubo un
par de puntos donde los actores confundieron la línea. Nos dimos miradas
triunfantes mutuamente, alegres de que supiéramos algo que los otros no.
También me mantuve viendo las anotaciones de Brayden, asintiendo a
algunas y sacudiendo mi cabeza a otras. No podía esperar hasta que las
discutiéramos de camino a casa.
—Ooh —me susurró—. Esta es una buena parte, donde sus doncellas se
matan entre ellas.
—Eso sería genial. —Sonreí. Más incómodo silencio cayó entre nosotros y
de pronto, me pregunté si el beso tal vez vendría, después de todo.
—¿Qué? Oh, no. Gracias. Está bien. Estaré bien. Gracias. —Me di cuenta
de que estaba en el borde, sonando como Jill.
—Yo también.
—¿E
strechaste su mano? —preguntó con
incredulidad Adrian.
—No —dijo Angeline, tan honestamente sin rodeos como siempre. Eddie en
realidad se echó a reír. Fue un raro momento de camaradería entre ellos.
—Con toda esa pasión al rojo vivo, es una maravilla que puedan quedarse
apartados el uno del otro —dijo Adrian, inexpresivo—. ¿Va a haber una
segunda cita?
—“Genial” —dijo Adrian—. “Eólico”. Ya veo lo que hiciste allí, Sage. Muy
inteligente.
—La alimentación de Jill, señor. —Hacíamos esto dos veces cada semana,
pero la mente de Clarence no era exactamente lo que solía ser. Había
estado muy dispersa desde que nos conocimos, pero la muerte de su hijo,
Lee, pareció empujar al viejo aún más lejos sobre el borde, sobre todo
porque no parecía creerlo. Nosotros le habíamos dicho con suavidad,
varias veces que Lee había muerto, dejando fuera la parte Strigoi. Cada vez
que lo hicimos, Clarence insistió en que Lee simplemente estaba “lejos en
este momento,” y estaría de vuelta. Disperso o no, Clarence era siempre
amable y relativamente inofensivo, para un vampiro, por supuesto.
—No creo que haya nada malo con las que ya tienes —dijo Dimitri—. Todo
está sellado muy bien.
—¿De verdad? ¿Hay algo que no puedas hacer? —La voz de Adrian fue tan
suave que apenas pude oírlo, y estaba sentado a mi lado. Dudaba que
incluso los otros, con su audición superior, pudieran haber descifrado sus
palabras. ¿Por qué todavía dejaba que Dimitri lo afectara? Me pregunté.
Clarence la miró a los ojos, y después de unos segundos, una sonrisa poco
a poco se extendió por su cara también. Su postura rígida disminuyó.
—No voy a estar por aquí por mucho más tiempo —nos dijo—. Unas pocas
semanas más como máximo. Tengo que volver y trabajar en algunos
planes de boda con Mikhail.
Ella sonrió.
—¿Así que todo ese tiempo que gastamos fue una perdida?
Hice una mueca. No me gustaba cuando este tema salía a relucir. Eso me
recordaba exactamente con qué tipo de gente estaba.
Mantuve mi rostro tan en blanco como fue posible, rogando que nadie me
notara. La sangre puede contener todo tipo de propiedades mágicas. Con
suerte, en toda esta charla, nadie recordaría el misterio de por qué mi
sangre era inexplicablemente repugnante para los Strigoi. Y realmente,
¿por qué deberían hacerlo? Nunca había sido restaurada. No era una
dhampir. No había ninguna razón para que me quisieran en estos
experimentos. Y sin embargo, si eso era cierto, ¿por qué de repente estaba
sudando?
Había tantas cosas equivocadas con eso, que no sabía por dónde empezar.
La confianza que Eddie había demostrado al dar sangre se desvaneció con
el “seremos un equipo.”
—Lo consideraremos —dijo Sonya. Había una chispa en sus ojos, y recordé
que ella había dicho que podía ver el afecto en las auras. ¿Podría detectar
el enamoramiento de Angeline?—. Por ahora, prefiero no apartarte de tus
labores escolares. Es menos importante para Eddie ya que él se graduó,
pero tú debes mantenerte al día con ello. —Angeline parecía poco contenta
con eso. Ella había tenido una serie de dificultades con sus clases, por no
mencionar algunas situaciones abiertamente embarazosas, como cuando
le habían pedido crear un mapa de Centroamérica y se había presentado
con uno de Nebraska y Kansas. Puso una cara arrogante, pero yo sabía
que Amberwood a veces la abrumaba.
—No sabe por qué estoy aquí, por supuesto, o que estoy con Jill. Él ni
siquiera sabe en qué ciudad me encuentro. Sólo piensa que estoy de fiesta
en California, para nada bueno como de costumbre. —No me sorprendía
que el Sr. Ivashkov no supiera la verdadera razón para que Adrian
estuviera aquí. La “resurrección” de Jill era de alto secreto, al igual que su
paradero. No podíamos arriesgarnos a que ninguna persona extra, ni
siquiera alguien que no podía significar un perjuicio, averiguara dónde
estaba.
Lo que si me sorprendió era que Adrian estaba trabajando muy duro para
actuar como si no le importara lo que pensaba su padre, pero obviamente
lo hacía. La cara de Adrian era convincente, pero había una nota de
amargura en su voz que lo delataba.
¿En serio?
Gemí.
—Es casi una vía recta por la carretera —señaló—. Y pensé que harías un
viaje de ida y vuelta de cuatro horas antes de ceder tu automóvil a otra
persona.
Lo miré.
—Eso es verdad.
Dio un paso más cerca, una expresión de desconcertante seriedad por todo
su rostro.
—Por favor, Sage. Sé que es mucho pedir, así que incluso no voy a
pretender que te beneficiará. Quiero decir, puedes pasar el día en San
Diego haciendo lo que quieras. No es lo mismo que ir a ver paneles solares
o lo que sea con Brady, pero te lo debería, literal y figurativamente. Te
pagaré lo de la gasolina.
—Bueno, no de forma permanente —dijo—. Eso sería ridículo. Pero tal vez
podría cambiar a algo un poco más barato por un tiempo. Como...
granizados. ¿Sabes lo mucho que amo esos? Especialmente los de cereza.
—Um, no —dije. Adrian era fácilmente distraído por temas locos y objetos
brillantes—. Son puro azúcar.
Una vez más, la amargura. Tal vez un poco de rabia. Estudié a Adrian por
un largo tiempo mientras pensaba en mi siguiente respuesta. La sala
estaba en penumbra, dándole la ventaja. Probablemente podría verme
perfectamente, mientras que algunos detalles eran más difíciles para mí.
Aquellos ojos verdes, tan verdes, que muy frecuentemente admiraba a
pesar de mí misma, simplemente se veían oscuros ahora. El dolor en su
rostro, sin embargo, era demasiado evidente. Él aún no había aprendido a
ocultar sus sentimientos de Jill y el lazo, pero sabía que mantenía esa
actitud floja, del diablo-debe-preocuparse para el resto del mundo, bueno,
para todos menos para mí últimamente. Esta no era la primera vez que lo
había visto vulnerable, y me parecía extraño que yo, de todas las personas,
fuera con la que se pasaba dejando al descubierto sus emociones. ¿O era
raro? Tal vez esto era sólo mi ineptitud social confundiéndome de nuevo.
De todos modos, eso presionó algo dentro de mí.
—El dinero es una gran parte. Pero quería decir lo que dije antes... acerca
de mi madre. Necesito saber cómo está, y él no me hablará de ella.
Sinceramente, creo que lo único que quiere es pretender que nunca
ocurrió, ya sea por su reputación o tal vez... tal vez porque le duele. No sé,
pero como dije, no me puede esquivar si estoy justo allí. Además... —
Adrian apartó su mirada por un momento antes de reunir el valor para
reunirse con mis ojos de nuevo—. No lo sé. Es estúpido. Pero pensé...
bueno, tal vez que estaría impresionado de que estaba permaneciendo en
la universidad esta vez. Probablemente no, sin embargo.
Me corazón dolía por él, y sospechaba que esa última parte, obtener la
aprobación de su padre, era más importante de lo que Adrian estaba
dejando mostrar. Sabía todo acerca de lo que era tener un padre que
continuamente juzgaba, para quien nada era lo suficientemente bueno.
También entendía las emociones en conflicto... cómo un día podías decir
que no te importaba, y sin embargo, estar anhelando aprobación el
siguiente. Y ciertamente entendía el apego maternal. Uno de los partes
más difíciles de estar en Palm Springs era la distancia de mi mamá y mis
hermanas.
—¿Por qué yo? —le dije. No tenía intención de mencionar las preguntas
anteriores, pero de repente no pude evitarlo. Había demasiada tensión
aquí, demasiada emoción—. Podrías haberle pedido a Sonya o a Dimitri
que te llevaran. Es probable que incluso te hubieran prestado el automóvil
de alquiler.
—No sé nada de eso. Y creo que sabes por qué no quiero correr el riesgo de
estar atrapado en un automóvil con nuestro amigo ruso. En cuanto al
resto... no lo sé, Sage. Hay algo acerca de ti... no juzgas como los demás.
Quiero decir, lo haces. Eres más crítica que cualquiera de ellos en algunos
aspectos. Pero hay una honestidad en si misma. Me siento... —La sonrisa
desapareció de su cara mientras vacilaba en buscar de palabras—.
Cómodo a tu alrededor, supongo.
—¿En serio?
—Me diste todo ese montaje y en realidad no creías que fuera a aceptar,
¿verdad?
—¿Por supuesto?
—Los de tipo inteligente y analítico por lo general tienen color amarillo.
Aunque, tienes un poco de púrpura aquí y allá. —Incluso en la oscuridad,
pude ver una chispa traviesa en sus ojos—. Eso es lo que te hace
interesante.
—Vamos. Dime qué es púrpura. —Estaba tan curiosa, que estuve a punto
de agarrarle el brazo.
—Adrian…
Me demoré tanto tiempo que cuando volví a la sala de estar, Adrian estaba
en su camino de regreso también. Me senté en el sofá, tomándome lo
último de mi Coca-Cola light. Sonya se iluminó al verme.
Tal vez no siempre fuera la más rápida en recoger las señales sociales,
pero me di cuenta de que esta maravillosa idea estaba dirigida a mí, y no a
Adrian y a mí.
Todos los ojos estaban puestos en mí, incluso los de Clarence. La sala
comenzó a cerrarse mientras un pánico familiar me llenaba. Había
pensado mucho en por qué al Strigoi no le había gustado mi sangre, en
realidad, había tratado de evitar pensar en ello. No quería creer que había
algo especial en mí. No podía haberlo. No quería atraer la atención de
nadie. Una cosa era facilitar estos experimentos y otra en realidad ser un
sujeto de pruebas. Si me querían para una prueba, tal vez me querrían
para algo más. Y luego otra cosa. Terminaría encerrada, pinchada y
cortada.
Tragué saliva, con la esperanza que no me viera como que quería salir
corriendo.
—Esa fue sólo la opinión de un Strigoi. Y saben que no les gustan los
humanos, tanto como... ustedes —Eso era parte de por qué los Moroi
vivían en tal temor y habían visto su número reducirse con el tiempo. Ellos
eran la crème de la crème de la cocina Strigoi—. Eso es probablemente
todo lo que fue.
—Tal vez —dijo Sonya—. Pero no hay ningún daño en hacerle pruebas.
Su rostro se iluminó con esta nueva idea. Odiaba decepcionarla... pero mis
principios en este asunto eran demasiado fuertes. Era todo en lo que había
sido criada para creer.
—Creo que es una pérdida de tiempo —le dije—. Sabemos que el espíritu
tiene que estar involucrado, y no tengo ninguna conexión con eso.
¿De ayuda? Desde su punto de vista, sí. Ella quería descartar todas las
posibilidades. Pero mi sangre no tenía nada que ver con conversiones
Strigoi. No podía.
—Yo... yo preferiría que no. —Una respuesta dócil, teniendo en cuenta las
emociones produciéndose en mi interior. Mi corazón estaba empezando a
acelerarse, y las paredes todavía estaban acercándose a mí. Mi ansiedad
aumentaba mientras era visitada por un viejo sentimiento, la espantosa
comprensión de que estaba en inferioridad numérica aquí donde Clarence.
Que era yo y una sala llena de vampiros y dhampirs. Criaturas
antinaturales. Criaturas antinaturales que querían mi sangre...
—No.
—No cuando sigues empujando a alguien que quiere que la dejen en paz —
respondió Adrian. Él me lanzó una mirada de preocupación antes de fijar
su ira de nuevo en Sonya y Dimitri—. Dejen de conspirar con ella.
Sonya nos miró indecisa. Se veía legítimamente herida. Tan astuta como
era, no creo que se hubiera dado cuenta de lo mucho que me molestaba
esto.
Hubo algunos intentos vacilantes de una pequeña charla que apenas noté.
Mi corazón todavía estaba acelerado, mi aliento seguía llegando rápido.
Trabajé duro para calmarme, asegurándome a mí misma que la
conversación había terminado, que Sonya y Dimitri no iban a interrogarme
o a drenar mi sangre por la fuerza. Me atreví a echar un vistazo a Adrian.
Ya no parecía enfadado, pero todavía había una fiereza allí. Era casi...
protector. Un cálido y extraño sentimiento se arremolinó en mi pecho, y
por un breve momento, cuando lo miré, vi... seguridad. Eso no era por lo
general el primer sentimiento que tenía a su alrededor. Le disparé lo que
esperaba fuera una mirada de agradecimiento. Él me dio un pequeño
asentimiento en respuesta.
¿Cómo fue que Adrian Ivashkov, quien nunca parecía tomar nada en serio,
era el único entre estas personas “responsable” que había prestado
atención a esos pequeños detalles? ¿Cómo era que él era el único que
realmente entendía la magnitud de lo que estaba sintiendo?
Cuando llegó el momento de irse, llevé a Adrian a casa junto con el resto
de nosotros los estudiantes de Amberwood. Más silencio persistió en el
coche. Una vez que Adrian había sido dejado en su casa, Eddie se relajó y
negó con su cabeza.
—Él no estaba tan enojado —le dije evasivamente, con los ojos en la
carretera.
—Me ofrecí a hacerle un favor la próxima semana —dije—. Creo que sintió
como que me lo debía.
P
asé la mayor parte del día siguiente luchando con mi negativa de
ayudar a Sonya, rumiando sobre la decisión mientras iba de clase
en clase. Había una parte de mí que se sentía mal por no donar
sangre para los experimentos. Después de todo, sabía que lo que estaban
haciendo era útil. Si hubiera una manera de proteger a los Moroi de
convertirse en Strigoi, entonces teóricamente también podría aplicarse a
los seres humanos. Esto podría revolucionar la forma en que los
Alquimistas operaban. Gente, como el espeluznante chico Liam encerrado
en el búnker, no serían ya una amenaza. Él podría ser “esterilizado” y
puesto en libertad, sin el temor de que cayera preso de la corrupción de los
Strigoi. También sabía, que Sonya y los otros, estaban chocando contra
paredes con su investigación. No podían encontrar ninguna razón para
que Lee se hubiese hecho impermeable de convertirse en un Strigoi.
—Para alguien que está en contra de todo esto, ciertamente aprendes bien.
Él de meta.
Ese había sido el hechizo que recientemente había tenido que aprender.
Estaba fresco en mi mente, pero me aseguré de suspirar profundamente y
hacerle saber de una forma pasiva-agresiva lo inconveniente que esto era
para mí.
Ella se daba cuenta de todos los errores. No quería participar en esto, pero
ella era mi profesora, y esto era parte de mi tarea, siempre y cuando
estuviera atrapada en esta miserable sesión.
—No tiene sentido. Bueno, nada de esto tiene sentido, por supuesto. Pero
lógicamente, pienso que se necesita algo tangible para usar en la vict…
sujeto. Tal vez tendrían que llevar un amuleto. O beber algo. Es difícil,
pero creo que el lanzador es el único que necesita el acrecentamiento.
Siento que tendrían que conectarse con el sujeto.
—No descartes estos hechizos. Podrían ser una defensa útil —dijo con un
encogimiento de hombros—. Tal vez depende de quién los está utilizando,
muy similar a un arma de fuego u otra arma.
—Entonces puedes encontrar que los medios mágicos son una mejor
opción. —Ella hizo un pequeño y elegante movimiento con sus manos, y
una olla de barro estalló de repente sobre la ventana. Fragmentos afilados
cayeron al suelo. Salté de mi escritorio y retrocedí unos pocos metros. ¿Era
eso algo que ella había sido capaz de hacer todo este tiempo? Parecía
hacerlo sin esfuerzo. ¿Qué tipo de daño podría hacer si realmente lo
intentaba? Ella sonrió.
—Cierto —dije con los dientes apretados. Había usado este argumento un
millón de veces.
—Lo siento, Sra. Terwilliger. Me siento halagada de que crea que soy una
persona honrada, pero ya estoy atrapada en una batalla épica entre el bien
y el mal. No necesito otra.
Mis cenas, por lo general, las pasaba con Julia y Kristin o “la familia”. Esta
noche era una noche familiar. Encontré a Eddie y Angeline ya en una
mesa cuando entré en la cafetería Este, y como de costumbre, parecían
agradecidos por mi presencia.
—Bueno, ¿por qué no? —estaba diciendo Angeline cuando me senté con
mi bandeja. Era noche de comida china, y ella sostenía palillos, lo que
parecía una mala idea. Había tratado de enseñarle cómo usarlos una vez,
sin suerte. Ella se había enfadado y había apuñalado a un rollo de huevo
tan duro que los palillos se habían roto.
—Jill estará allí con Micah —señaló Angeline astutamente—. ¿No tienes
que ir para mantener un ojo sobre ella, ya que no estará en el campus?
Eddie hizo un gesto con el tenedor a algo detrás de mí. Dándome la vuelta,
miré hacia atrás, hacia la línea de comida en la que acababa de estar. Ahí,
colgando sobre ella en la pared, había una enorme pancarta que decía:
BAILE DE HALLOWEEN. Citaba la fecha y hora, y estaba decorada con
calabazas mal dibujadas.
—Uh —dije.
—¿Cómo puedes memorizar libros enteros, pero perderte algo como eso? —
pregunta Angeline.
—Por que el cerebro de Sydney sólo registra información “útil” —dijo Eddie
con una sonrisa. Yo no lo negué.
—¿No crees que Eddie debería ir? —insistió Angeline—. Él necesita vigilar
a Jill. Y si él va, podríamos ir juntos.
Angeline se iluminó.
Concuerdo con eso. Había visto los tipos de eventos sociales que los
Vigilantes tenían. Incluían música estridente y bailar alrededor de
hogueras, junto con algún tipo de alcohol casero tóxico que probablemente
ni siquiera Adrian tocaría. Los Vigilantes no creían que un evento social
fuera un éxito si no había, al menos, una pelea. En realidad, era algo
increíble que Angeline no se hubiera metido en una todavía, aquí en
Amberwood. Me tenía que considerar afortunada de que sus
transgresiones fueran sólo violaciones del código de vestimenta y
responder a los profesores.
Micah intentó lanzar una mirada atormentada, pero estaba sonriendo con
rapidez de nuevo.
—Aw —dijo Jill—. No era tan horrible. Está bien, realmente lo era. Janna
no trató de ir por las guías de tamaño, por lo que los pantalones eran
enormes. Como tiendas de campaña. Y puesto que ella no hizo ningún ojal,
tuvo que sostenerlo todo con una banda.
—¿No lo volverías a hacer? ¿Ni siquiera por mí? —Jill logró verse
increíblemente seductora haciendo pucheros. Eso, me di cuenta, era más
eficaz que cualquier hechizo de encanto o la coacción.
Micah se quejó.
—Estoy indefenso.
Eddie vio que le miraba y me dio una pequeña sacudida de cabeza. Déjalo
estar, parecía estar diciendo. No te preocupes por mí. Estaré bien.
Angeline pronto continuó con más charla sobre el baile, interrogando a Jill
y Micah acerca de si iban a ir. Ella también expresó sus planes de ir “con”
Eddie. Eso lo sacó de su estado de ánimo melancólico, y aunque sabía que
ella lo molestaba, me pregunté si eso no era mejor que estar
continuamente atormentado por la relación de Jill y Micah.
Nuestra guía era una chica alegre, de veintitantos años, que claramente
amaba su trabajo y todo lo que representaba la energía eólica. Ella sabía
todo tipo de curiosidades sobre eso, pero no lo suficiente para satisfacer a
Brayden.
A continuación:
No podía estar segura, pero creo que nuestra guía terminó el tour
temprano. Ella animó a algunos de los otros turistas a volver a venir en
cualquier momento, pero no dijo nada mientras Brayden y yo pasamos a
su lado.
Traté de no reírme.
—Viniste fuerte, eso es todo. No creo que ellos estuviesen preparados para
alguien como tú.
Me senté allí durante varios minutos, tratando de decidir cuál era la mejor
manera de responder. Ninguno de los consejos que había recibido de los
libros o de mis amigos me preparó para saber cómo resolver las
discusiones sobre las fuentes alternativas de energía. Uno de los libros que
yo había optado por no terminar, ya que tenía una visión decididamente
masculina, decía que las mujeres siempre deben hacer que los hombres se
sientan importantes en las citas. Yo sospechaba que el consejo de Julia y
de Kristin ahora mismo habría sido reír y mover mi pelo, y no dejar que la
discusión progresara.
Pero yo no podía hacer eso.
—¿Qué dijiste?
Tal vez no era demasiado tarde para hacer el movimiento del pelo. En su
lugar, sólo me apuré.
—Te equivocas. Tal vez el viento no es tan eficiente como podría ser, pero
el hecho de que aún está en desarrollo es una gran mejora sobre las
fuentes de energías obsoletas y arcaicas de las que nuestra sociedad es
dependiente. Esperar que sea tan rentable como algunas de las que han
estado alrededor mucho más tiempo es ingenuo.
—Pero…
—No podemos negar que el costo vale los beneficios. El cambio climático se
está convirtiendo en un problema, y la reducción de las emisiones de
dióxido de carbono por el viento podría tener un impacto significativo. Por
otra parte, y la más importante, el viento es renovable. No importa que las
otras fuentes sean baratas, si van a acabar con nosotros
—Pero…
—Cierto.
—Gracias —dije con más fuerza esta vez. Mientras respiraba el dulce olor
de las rosas de camino a Spencer’s, me di cuenta de que nunca antes me
habían regalado flores.
El tipo delante de nosotros estaba todavía quieto, y Trey asintió hacia él,
mientras agarraba dos tazas.
Este debe ser el “perfecto” primo de Trey. A primera vista, vi lo poco que lo
marcaba como mejor que Trey, excepto tal vez su altura. Chris era
bastante alto. No tan alto como Dimitri, pero seguía siendo alto. Los dos
tenían buena apariencia y musculatura atlética similar. Chris incluso
tenía algunos de los mismos moretones y raspaduras que Trey a menudo
tenía, lo que me hacía preguntarme si había una conexión familiar con los
deportes, también. De todos modos, Chris no parecía como alguien por
quien Trey debiera dejarse intimidar, pero yo estaba afectada por nuestra
amistad.
—Lo siento —dijo Chris, sonando realmente como si no lo sintiera. Esa era
una diferencia entre primos, me di cuenta. Trey se hubiera reído de su
error. Él en realidad, nunca habría cometido el error. Había sin duda
diferentes niveles de amistad en esa familia—. Un par de semanas.
Ya éramos dos, pero estaba perdida, y Trey era mi única fuente de ayuda
en estos momentos.
—¿Y?
—Pero discutí con él —susurré, mirando con ansiedad hacia la puerta por
la que Brayden había salido—. Como, justo antes de que me consiguiera
las flores, le di un gran discurso sobre cómo se equivocó sobre las fuentes
alternativas de energía.
—Espera, espera —dijo Trey—. ¿Le dijiste... le dijiste a Brayden Cartwright
que estaba equivocado?
Asentí.
Trey se echó a reír, una gran risa que estaba segura que atraería a
Brayden de vuelta.
—Sí, me lo imaginé.
—Entiendo eso. Entonces ¿por qué las flores? ¿Por qué los cumplidos?
—Ese es él. Cualquier cosa que pueda hacer yo, él puede hacerlo mejor.
—Lo siento por su actitud. Siempre ha sido así. No es la rama con más
encanto del árbol genealógico de la familia Juarez. Ese soy yo, por
supuesto.
Vaciló.
—¿No hay algún tipo de baile en tu escuela? ¿Quieres ir? Las personas van
a ellos, ¿no?
Brayden se inclinó hacia mí, y me entró pánico hasta que vi que él estaba
tratando de obtener una mejor visión del cartel.
Y, sin embargo, ¿cuándo iba a tener esta oportunidad otra vez? ¿Cuando
alguien alguna vez me daría flores? ¿Cuándo alguien me miraría con esta
especie de fervor? Me decidí a dar el paso.
—Claro —le dije—. Vamos a salir de nuevo.
Capítulo 8
Traducido por Niii
Corregido por Lizzie
V
olver a salir no ocurrió realmente hasta el fin de semana. Brayden y
yo teníamos aptitudes lo suficientement e sobresalientes como para
lograr salir entre las noches de semana y aun así terminar las
tareas—pero a ninguno de nosotros nos gustaba hacerlo si podíamos
evitarlo. Además, mis noches en la semana en general tenían algún otro
conflicto con el grupo, ya sea por la alimentación o los experimentos. Eddie
había dado su sangre esta semana, y yo había hecho un voto de no estar
alrededor cuando eso sucedía, a no ser que Sonya lo intentara conmigo
otra vez.
Brayden había querido salir el sábado, pero ese era el día que había
prometido llevar a Adrian a San Diego. Brayden me comprometió con el
desayuno, atrapándome antes de que golpeáramos la carretera, y fuimos a
un restaurante adyacente a uno de los muchos exuberantes campos de
golf de Palm Springs. A pesar de que hace mucho me había ofrecido a
cooperar con mi parte, Brayden siguió pagando las cuentas y haciendo
toda la conducción. Cuando se detuvo frente a mi dormitorio para dejarme
después, vi una sorprendente y no completamente bienvenida visión
esperándome: Adrian, sentado afuera en un banco, pareciendo aburrido.
Brayden dejó el auto orillado y salió, dirigiendo una mirada ansiosa hacia
el letrero de NO ESTACIONAR. Adrian saltó de su asiento, una mirada de
suprema satisfacción sobre su rostro.
—He oído tanto sobre ti. —No lo dudaba, pero me pregunté de quién lo
habría oído exactamente.
—En realidad yo nunca he oído hablar de ti. Ni siquiera sabía que Sydney
tuviera otro hermano.
—Por supuesto que no. Trabajo casi cada día en una cafetería.
—Adrian…
Por una vez, no tuve que estresarme por el hecho de dar un apretón de
manos, o besar, o cualquier cosa como esa. Estaba demasiado
obsesionada con arrastrar a Adrian lejos, antes de que pudiera abrir su
boca y decir algo inflamatorio. Brayden, aunque apasionado por los temas
académicos y que yo estuviera en desacuerdo con él, tendía a ser bastante
apacible. No había estado exactamente molesto justo ahora, pero era
ciertamente lo más alterado que lo había visto jamás. Déjale a Adrian el
alterar incluso a la gente más tolerante.
—¿En serio? —pregunté, una vez que estuvimos seguros dentro de Latte—.
¿No podrías simplemente haber dicho “encantado de conocerte” y dejarlo
pasar?
Adrian empujó hacia atrás el asiento del copiloto, logrando la posición más
cómoda posible mientras seguía usando el cinturón de seguridad.
Sólo pude asumir que la realidad de que iba a ver a su padre se estaba
asentando en su mente. Sin duda era algo a lo que podía relacionarlo. Yo
estaría igual de ansiosa si fuera a ver al mío. Realmente no pensaba que
Adrian fuera a apreciar mi sesión de psicoterapia compartida, así que
Aceptó esto.
—No hay mucho que decir tan pronto. Enviaron las muestras a un
laboratorio—uno de tus laboratorios, creo—para ver si hay alguna
diferencia física entre ellas. Sonya y yo recogimos un… oh, no sé cómo
describirlo. Algo así como un “zumbido” de espíritu en la sangre de
Belikov. No es que el hecho de que él tenga sangre mágica deba sorprender
a nadie. La mayoría de las personas piensan que todo lo que él hace es
magia.
—¿Lo es? Has visto la forma en que Castile lo adora. Quiere ser igual a
Belikov cuando sea mayor. E incluso a pesar de que Sonya es
generalmente la portavoz de nuestra investigación, no soltaría una palabra
sin consultarlo con él antes. “¿Qué piensas, Dimitri?”, “¿Es una buena
idea, Dimitri?”, “Por favor danos tu bendición para que así podamos
postrarnos y adorarte, Dimitri”.
—Ambos han sido Strigoi. Tienen una clase de visión única sobre esto.
No respondió por varios minutos.
—Está bien. Te daré puntos por eso. Pero no puedes discutirme que no
había ninguna competición entre él y yo cuando se trataba de Rose. Los
viste juntos. Nunca tuve oportunidad. No me podía comparar.
—¿Todavía la quieres?
Adrian bufó.
—Oh, para —dije. Podía hacerme reír incluso con los temas más serios—.
Y también eres una de las personas más fieramente leales que conozco… y
preocupado, sin importar lo mucho que intentes pretender lo contrario.
Veo la forma en que miras a Jill. No muchas personas hubieran viajado a
lo largo de todo el país para ayudarla. Y casi nadie hubiera hecho lo que tú
hiciste para salvar su vida.
Otra vez, Adrian se tomó un tiempo para responder.
Adrian no dijo nada más durante el resto del viaje, pero al menos ya no
tuve la impresión de que estuviera meditando. Mayormente parecía
pensativo, y eso no era tan preocupante. Lo que me incomodó un poco fue
lo a menudo que lo atrapé estudiándome con mi visión periférica. Repetí
todo lo que había dicho una y otra vez en mi mente, intentando descubrir
si había habido cualquier cosa merecedora de tal atención.
Mientras tanto, Adrian llevaba uno de sus típicos trajes de verano. Jeans y
una camisa abotonada… aunque por supuesto la camisa estaba fuera del
pantalón, con las mangas enrolladas y un par de los botones superiores
desabrochados. Se vestía así todo el tiempo, y a pesar de su fachada
informal, a menudo lo hacía parecer elaborado y a la moda. Hoy no, sin
embargo. Estos eran los jeans más gastados que jamás lo había visto usar:
las rodillas estaban al borde de tener agujeros. La camisa verde oscuro,
aunque era de buena calidad y combinaba de forma perfecta con sus ojos,
estaba arrugada hasta niveles inexplicables. Dormir con ella o lanzarla al
suelo no hubieran logrado dejarla en ese estado. Estaba bastante segura
de que alguien tendría que haberla arrugado en una bola y luego sentado
sobre ella para lograr que se viera así de mal. Si hubiera notado eso en
Amberwood (y no hubiera estado tan distraída por alejarlo de Brayden),
hubiera insistido en planchar la camisa antes de que nos fuéramos.
Todavía se veía bien, por supuesto. Siempre se veía bien, sin importar las
condiciones de su ropa o cabello. Era una de las cosas más molestas sobre
él. Este aspecto desaliñado le hacía parecer un pensativo modelo europeo.
Estudiándolo mientras tomábamos el ascensor al vestíbulo del segundo
piso, decidí que no podía ser una coincidencia que la vestimenta más
desaliñada que le había visto a Adrian hubiera aparecido el día que tendría
una visita padre-hijo. La pregunta era: ¿por qué? Se había quejado de que
su papá siempre le encontraba fallos. Vistiéndose de esta manera parecía
que Adrian sólo le estaba dando otra razón para hacerlo.
No tuvo que decírmelo dos veces. Caminé hacia una de las paredes de
cristal, admirando la vasta extensión azul grisácea. Imaginé que en los
días nublados, sería difícil decir dónde acababa el cielo y comenzaba el
océano. El tiempo estaba magnífico hoy, lleno de sol y un cielo
absolutamente azul claro. Al lado derecho del vestíbulo, un conjunto de
puertas se abrían hacia un balcón de estilo mediterráneo donde los
comensales estaban disfrutando de un almuerzo bajo el sol. Bajando mi
mirada hasta el nivel del suelo, vislumbré una piscina brillante tan azul
como el cielo, rodeada de palmeras y bañistas. Yo no tenía el mismo
anhelo por el agua que un usuario de la magia como Jill poseía, pero había
estado viviendo en el desierto por más de dos meses. Esto era asombroso.
Sonrió.
—Brayden.
Miré sorprendida a Adrian. Este tipo de preguntas eran casi siempre una
trampa, pero su rostro neutral me complicaba el adivinar sus motivos esta
vez.
—Una respuesta al rojo vivo, si alguna vez hubo una. ¿Qué es lo que te
gusta de él? ¿Además del auto? ¿Y de que huele a café?
—Me gusta que sea inteligente —dije—. Me gusta el no tener que hacerme
la tonta a su alrededor.
—No estoy proclamando que yo sea un genio, pero ¿cómo diablos hicieron
ese salto?
—Por supuesto —dijo él. Y esta vez, pude decir que el sarcasmo estaba a
punto de regresar—. Nada de disfraces de gatita sexy para ti. Sólo la más
digna vestimenta feminista es adecuada.
Sacudí mi cabeza.
—¿Feminista? Oh, no. No las mujeres atenienses. Ellas están tan lejos del
feminismo como puedes… bueno, olvídalo. No es realmente importante.
—Eso es, ¿verdad? —Se inclinó hacia mí, y casi retrocedí… pero algo me
sostuvo en el lugar donde estaba, algo relacionado con la intensidad en
sus ojos.
—¿Qué? —pregunté.
Me señaló.
—Te detuviste justo ahora. Acabas de callar lo que decías por mí.
—¿Por qué?
—Bueno. Cuán refrescante es ver que las cosas no han cambiado —tronó
una nueva voz.
A
quellos de nosotros que sabíamos qué buscar para poder detectar
instantáneamente a un Moroi, era mediante su constitución pálida
y su figura alta y delgada. Para la mayoría de los ojos humanos,
esas características sobresalían pero no eran un claro indicio de vampiros.
Los humanos sólo observaban esas características como sorprendentes e
inusuales, tanto como Lia consideraba a Jill como la perfecta forma etérea
de pasarela. No quería jugar a los estereotipos, pero después de una
evaluación rápida de la palidez Moroi, cara larga, mirada severa y cabello
plateado del Sr. Ivashkov, medio me preguntaba cómo no conseguían
confundirlo con un vampiro a menudo. No, vampiro no era el término
correcto, decidí. Más bien con un empresario fúnebre.
—Para algunos de nosotros. —Su padre me estudió y vi sus ojos caer sobre
mi mejilla. Extendió una mano. La tomé, orgullosa de que estrechar la
mano con un Moroi y que no fuera un evento para mí ahora—. Nathan
Ivashkov.
Lo que me sorprendió fue que Nathan nos hubiera traído aquí en lugar de
al lujoso restaurante al aire libre. El tipo llevaba puesto un traje costoso y
parecía haber llegado directamente de una sala de juntas de Manhattan.
Por qué ignoraría el moderno restaurante de élite para el almuerzo y en su
lugar escogería un mal ventilado, oscuro…
Oscuro.
Casi gemí. Por supuesto que la terraza no era una opción, no con los
Moroi. La tarde soleada que tenía tan encantadoras condiciones para mí
habría resultado un almuerzo bastante miserable para los Ivashkovs… no
es que alguno de ellos pareciera que estuviera planeando disfrutar éste de
todas formas.
—Por supuesto.
—Eres muy joven. Tienes que haber comenzado hace poco con los
Alquimistas.
—¿Cómo están las cosas con los Moroi? —pregunté—. ¿Con la reina?
Rió entre dientes. Fue un sonido áspero, como si reír no fuera algo con lo
que Nathan Ivashkov tuviera mucha práctica.
Las leyes hereditarias. Las que eran de interés para mí. Había doce líneas
reales entre los Moroi, Vasilisa y Jill eran las únicas dos que quedaban en
la suya. La ley actual del Moroi decía que un monarca tenía que tener al
menos otro miembro familiar, que era la razón de porque Jill se había
convertido en una pieza del juego político. Incluso asesinos especialmente
graves tendrían un momento difícil sacando a una reina bien resguardada.
Eliminar a su media hermana, sin embargo, proporcionaría los mismos
resultados e invalidaría el mandato de Vasilisa. Era el por qué Jill había
terminado escondiéndose.
—Oh, ¿acabas de notar que estaba aquí? Pensé que habías venido a ver a
Sydney.
—¿Por qué cada pregunta debe arrojar alguna respuesta difícil contigo?
—preguntó Nathan cansinamente.
Esto realmente podría ser más fácil, decidí, si ambos sólo pretendían que
no existía.
—Sólo come cosas saludables —dijo Adrian—. Todo lo que acabas de pedir
está chorreando grasa.
—Un poco de mantequilla no le hará daño. Ambos verán que tengo razón.
Todo es bueno. Además —añadió Nathan, haciendo una pausa para tomar
un sorbo de agua—. Pedí una ensalada para la mesa. La lechuga es
saludable.
Ni siquiera iba a intentar señalar que ninguna cantidad de ensalada
Romana iba a compensar las ostras fritas o el aderezo César. No habría
tenido oportunidad de hablar de todas formas porque Adrian se había
bebido ya, noté con algo de sorpresa, la mitad de su Martini.
—¿He sido cualquier cosa menos cortés con usted, Señorita Sage?
—No cedas ante él, Sydney —advirtió Adrian—. Así es como consigue
alejarse caminando sobre las personas… especialmente mujeres. Se lo ha
hecho a mi mamá durante años. —El camarero apareció silenciosamente y
reemplazó la copa de Martini vacía con una llena.
—Por favor —dijo Nathan, con un fuerte suspiro—. Vamos a dejar a tu
madre fuera de esto.
—Debe ser lo suficientemente sencillo —dijo Adrian. Podía ver las líneas de
tensión en su rostro. Su madre era un tema delicado—. Viendo como
siempre lo haces. ¡He estado tratando de obtener una respuesta tuya por
semanas sobre cómo lo está haciendo ella! Demonios, simplemente he
estado tratando de averiguar incluso dónde se encuentra. ¿Es tan difícil
para ti renunciar a esto? No puede estar en máxima seguridad. Deben
dejarla obtener cartas.
—Es mejor que no tengas contacto con ella mientras está encarcelada
—dijo Nathan. Incluso yo estaba asombrada de cuán fríamente hablaba
sobre su esposa.
—¿En serio papá? Vengo aquí a verte, para pedirte que me des alguna
manera de contactarla… ¿y esto es todo lo que consigo? ¿Qué está mejor
sin hablar conmigo? —Observándolo, tuve la sensación de que estaba
trabajando muy duro para permanecer calmado y razonable. Irrumpir en
las réplicas sarcásticas de Adrian no le haría ganar ningún terreno y lo
sabía.
Por su tono estaba claro que pensaba que era una razón tonta.
Jadeé.
—No quiero nada de usted —dije—. A menos que sea una disculpa para
Adrian.
Me fui.
Habíamos pasado menos tiempo en San Diego que el que nos tomó llegar
aquí. Adrian se quedó en silencio, y esta vez, no intenté coaccionarlo o
distraerlo con conversación sin sentido. Ninguna de mis palabras
ayudaría. Dudaba que las palabras de alguien ayudaran. No culpo a
Adrian por su estado de ánimo. Me sentiría de la misma manera si mi
padre me hubiera expuesto así en público. Aun así, deseaba que hubiera
algo que pudiera hacer para aliviar el dolor de Adrian. Algún pequeño
consuelo para darle un momento de paz.
Regresé cinco minutos más tarde, un vaso en cada mano y me las arreglé
para tocar en su ventana. Salió del auto, verdaderamente perplejo ahora.
—Granizados —dije—. Cereza para ti. Aunque tienes que beberlo aquí
afuera. No voy a arriesgar a tomármelo en el auto.
Adrian parpadeó un par de veces, como si pensara que tal vez yo era un
espejismo causado por demasiada luz solar.
—¿Qué es esto? ¿Una fiesta de lástima para mí? ¿Debido a que soy tan
patético?
—Frambuesa azul.
Asintió y sorbió ruidosamente el suyo. Ese estado de ánimo oscuro colgaba
alrededor de él y sabía que una bebida infantil no iba a deshacer lo que su
padre había hecho en cualquier momento cercano. Lo mejor que podía
esperar eran darle unos pocos momentos de paz para él.
—¿Qué?
Asintió.
—La otra cosa que me molestó… bueno, dijo todo eso en frente de ti.
—No te preocupes por mí. He estado con personas mucho más mordaces
que él.
Me volvió a mirar.
La otra cosa que me mantuvo distraída fue toda esa azúcar que acababa
de consumir. Seguí recorriendo mi lengua sobre mis dientes. Mi boca
entera estaba cubierta con una dulzura enfermiza. Quería cepillar mis
dientes y luego beber una botella de enjuague bucal. Azúcar líquida. Sí,
eso era exactamente lo que había sido. No había querido beber uno pero
sabía que si sólo compraba un granizado para Adrian, él realmente lo
habría leído como lástima y se rehusaría. Tenía que actuar como si
hubiera querido uno también, con él como una idea tardía. Parecía haber
creído mi mentira acerca del contenido de azúcar de la bebida, aunque un
rápido viaje a la estación de gasolina rápidamente lo habría alertado sobre
el hecho de que Jumbo Jim’s seguramente no carga granizados libres de
azúcar. Había preguntado. Ellos se rieron.
E
l viaje a San Diego continuó molestándome, a pesar de que sabía
que debía dejarlo ir. Como a menudo me recordaba a mí misma,
Adrian no era mi preocupación, no como Jill y los otros. Sin
embargo, no podía dejar de pensar en el terrible enfrentamiento entre él y
Nathan, o la cara de Adrian después de eso. Me sentí aún peor cuando un
preocupado Eddie vino a hablar conmigo acerca de Jill durante el
desayuno, el lunes siguiente.
—No hay nada malo con Jill. Es Adrian, y ella está sintiéndolo a través del
lazo. Él está pasando por un mal momento. —No ofrecí más detalles sobre
la situación de Adrian. No era mi historia para contar.
—No sé —dije—. Parece que podría ser una transacción justa para ella, por
estar viva. —Adrian usando el espíritu para traer a Jill de regreso de entre
los muertos seguía siendo un asunto preocupante para mí. Cada pedacito
de la formación Alquimista había dicho que este tipo de magia estaba mal,
mucho peor que cualquier otra de la magia que había presenciado. Incluso
se podría argumentar que lo que había logrado estaba sólo a unos pasos
de la inmortalidad de los muertos vivientes Strigoi. Al mismo tiempo, cada
vez que veía a Jill brillante y viva, estaba convencida de que Adrian había
hecho algo bueno. Hablaba en serio cuando se lo dije en San Diego.
—Por lo que he oído, Adrian era así mucho antes de que Jill fuera una
besada por las sombras.
—Esa clase de temas son grandes —le dije—. ¿No se supone que esto es de
una hora? No me parece que realmente pueda proporcionar una cobertura
completa de estas cuestiones.
—Creo que esto sólo se supone que sea una visión rápida —dijo Trey—. No
es como que estuviéramos tratando de hacer un seminario o algo así.
—¡Hola, chicos!
La primera canción se llamaba “las ETS no son para mí”. Ahí fue cuando
saqué mi tarea de matemáticas.
La única vez que sintonicé de nuevo fue cuando Koolin 'Around se había
movido a los males del alcohol. Una de las letras de su canción
particularmente atroz era: "No le hagas caso a lo que te dicen tus amigos /
el Bourbon totalmente arruinará tu día”.
—Uf. Eso es todo —murmuré. Busqué a Jill de nuevo. Ella estaba mirando
con una especie de incredulidad, pero al igual que antes, no había nada de
la desesperación o melancolía. Algunos instintos me dijeron por qué había
tenido el cambio de estado de ánimo. Adrian no salió de su tristeza. Lo
más probable es que estuviera bebiendo para superarlo. A veces, Jill
recogía algunos de los efectos secundarios más tontos de la intoxicación, al
igual que las risas que había observado anteriormente, pero con el tiempo,
en realidad el alcohol adormece el vínculo espiritual. El lado bueno de su
indulgencia era que se le perdonaba la parte de su depresión. El lado
negativo es que en realidad podría sufrir los efectos físicos de una resaca
después.
—Sydney.
Para ser justos, lo que sucedió después no fue del todo culpa suya.
Realmente debería haberla dejado sola cuando dijo que no, pero supongo
que estaba demasiado atrapada en su estado de ánimo para sentirse bien.
Él se las arregló para arrastrarla a sus pies, y ahí es cuando Angeline hizo
su desaprobación perfectamente clara.
Fue bastante impresionante ya que el tipo tenía casi le sacaba una cabeza
de altura. Supuse que venía de la formación de Eddie, de la forma de cómo
derribar al Moroi más alto. El hombre se tambaleó hacia atrás y cayó,
golpeando el suelo duro. Hubo un grito de asombro de la mayoría de los
estudiantes sentados a su alrededor, aunque sólo uno de los miembros de
la banda—el guitarrista—se dio cuenta. El resto siguió cantando y
bailando. El guitarrista se adelantó a su compañero caído y debe de haber
amenazado el espacio personal de Angeline, porque Angeline le dio un
puñetazo también.
Era cierto. Estábamos a dos tercios del camino en las gradas, rodeados de
los demás. Yo sólo podía mirar con impotencia como el resto del
espectáculo se desarrollaba. La banda pronto se dio cuenta de que algo
estaba terriblemente mal, y la música vaciló, llegando finalmente al
silencio. Mientras tanto, un grupo de profesores se había precipitado al
suelo, tratando de alejar a Angeline lejos del bajista de Koolin 'Around.
Había una mirada desesperada en sus ojos, como un animal atrapado que
había ido más allá de la razón y sólo quería escapar. Los maestros
finalmente lograron retenerla, pero no antes de que ella hubiera arrojado a
un altavoz sobre la cantante —ella se perdió— y golpeado al maestro de la
escuela taller.
—Pero yo no…
—Pero ellos…
—¿Tiene algo que decir por usted misma antes de que se lo notifiquemos a
sus padres? —preguntó la Sra. Welch. Miraron a Angeline
expectantemente.
—Yo… entré en pánico —dijo ella—. No sé qué pasó conmigo. Pasó tanto
en un momento, y ese chico era tan aterrador, y simplemente me asusté.
Me sentí amenazada. Quería que todos se apartaran de mí…
—Estoy seguro que debió haber sido difícil, pero apenas fue una razón
para que actuara de esa manera. Lastimar a tres personas y destrozar un
caro equipo audio-visual no eran respuestas apropiadas. —Descripción
insuficiente.
—Aun así —dijo ella, prácticamente saltando—, esto es todo muy fácil.
Ella husmeó.
Casi me sentí mal por ella. La mirada de sorpresa en su cara era tan
grande que era obvio que realmente no había sabido que lo que le estaba
haciendo a Eddie estaba mal. Sin embargo, estaba demasiado exhausta
para sentir mucha simpatía justo en ese momento. Jill había exteriorizado
lo que sentía cuando habíamos llegado al principio, y aquello había sido
frustrante. Yo había llegado a disfrutar nuestra paz, y ahora Angeline
estaba amenazando todo eso.
Había llamado antes para asegurarme de que Dimitri y Sonya estaban ahí,
ya que no tenía interés en tener una visita cara a cara con el antiguo
Moroi. Él no estaba ahí cuando llegué. Encontré a Dimitri y Sonya
apiñados sobre algunas cartas con manchas de sangre seca, especulando
sobre cómo proceder.
—Sería interesante conseguir sangre Strigoi y ver si algo sucede cuando
aplico el espíritu —estaba diciendo ella—. ¿Crees que podrías manejar
eso?
—¿Qué sucede?
—Rose nunca habría hecho algo así —contrarió él. Hizo una pausa para
reconsiderarlo, y yo podría haber jurado que hubo el atisbo de una sonrisa
allí—. Bueno, al menos no con tal exposición pública.
Una vez que el tema de Angeline fue dejado de lado, traje a colación la
razón por la que había venido.
Dimitri asintió.
—Estuve allí más temprano. Él apenas podía abrir la puerta. No tengo idea
de qué ha estado bebiendo, pero lo que fuera que fuera, consumió mucho.
—Considerando su difícil relación, yo habría esperado desdén al discutir
vicios de Adrian. En su lugar, Dimitri sonaba decepcionado, como si
hubiera esperado algo mejor.
—De eso es de lo que quería hablar —dije. Había comido poco de mi cena y
estaba despedazando un rollo nerviosamente—. El actual humor de Adrian
no es enteramente su culpa. Quiero decir, lo es, pero creo que puedo
entenderlo. Saben que vio a su papá este fin de semana, ¿cierto? Bueno…
aquello no fue bien.
—Él más o menos derribó todo lo que Adrian ha estado intentando hacer.
Traté de defender a Adrian, pero el Sr. Ivashkov no escuchó. Es por eso
que me estaba preguntando si ustedes podrían ayudar.
Sonya no pudo esconder su sorpresa.
—Eso no es lo que estaba pensando. —Me rendí con el pan y dejé todos los
pedazos en mi plato—. Chicos, ambos son cercanos a la reina. Quizá
podrían conseguir que le diga al papá de Adrian cuán… no lo sé. Cuán
ventajoso ha sido él. Lo mucho que ha estado ayudando. Obviamente, ella
no podría explicar con exactitud lo que él está haciendo, pero cualquier
cosa podría ayudar. El Sr. Ivashkov no escuchará ni a Adrian ni a nadie
más, pero tendría que tomar un encomio de la reina seriamente. Si ella
pudiera hacerlo.
—Oh, lo haría. Siempre ha tenido un lugar para él. Todos parecen tenerlo.
—¿Y tú?
—No creo que él deba ser mimado y no tenido en cuenta. Si esperan que
haga grandes cosas, las hará.
Era más que sobre las auras. Es como si ella pudiera ver en mi corazón y
alma.
—Hablaré con Lissa —dijo ella al final—. Y estoy segura de que Dimitri
también lo hará. Mientras tanto, esperemos que si seguimos tu consejo, y
esperemos que Adrian se ponga sobrio pronto, lo haga.
—¿En serio? —dijo una voz a mi lado—. ¿No me has insultado lo suficiente
sin recurrir a esta basura?
De pie sobre mí estaba Lia DiStefano. Su cabello rizado estaba atado con
una brillante bufanda roja y una voluminosa blusa campesina haciendo
que su pequeño cuerpo luciera como si tuviera alas. Echó un vistazo
desaprobadoramente, con ojos delineados.
—El sábado.
Suspiré.
Lia esbozó una inocente mirada que no era para nada convincente.
—¿Quién dijo algo de un soborno? Estoy haciendo esto por caridad. Sería
una desgracia dejar que ambas fueran en algo menos que lo mejor.
—Lia…
—Me parece justo —dijo Sonya—. Quizá uno de estos días me ayudes a
buscar vestidos. Tienes un sentido de…
N
o soy una persona atlética. Soy decente en el voleibol, y Eddie una
vez me enseñó a lanzar un golpe. Pero no hago afirmaciones de
tener el tipo de formación que los guardianes obtienen. Desde
luego, no tengo sus reflejos. Por lo tanto, en esta situación, incapaz de
liberarme de la restricción, hice prácticamente lo único que podía hacer.
Grité.
Uno de los atacantes que sostenía a Sonya se estremeció, así que supuse
que fue un éxito parcial. Mi propio captor puso una mano sobre mi boca y
me empujó con más fuerza contra la pared de ladrillo. Entonces, ocurrió
algo extraño. Él —porque él tenía la correcta contextura para ser hombre,
a pesar de que no podía distinguir su rostro— se congeló. Todavía me
sostenía, pero su cuerpo se había puesto rígido. Era casi como si estuviera
impresionado o sorprendido. No estaba segura del por qué. Sin duda
alguien pidiendo ayuda a gritos cuando es asaltado no era tan raro. No
pensé que me pudiera imponer a él, pero aún así esperaba poder
aprovecharme de su estado de aturdimiento. Me empujé de nuevo hacia
delante, tratando de salir de su agarre. Sólo logré moverme unos
centímetros antes de que él me encerrara en su lugar de nuevo.
—¡Tenemos que irnos! —exclamó uno de los captores de Sonya. Otro chico.
Por lo que pude ver, todos lo eran—. Alguien vendrá.
Lo había visto pelear antes, pero nunca dejaba de ser extraño. Él era
fascinante. Nunca dejaba de moverse. Cada acción era elegante y letal. Era
un bailarín de la muerte. Ignorando al chico que acababa de lanzar,
Dimitri se abalanzó hacia los demás. De inmediato se dirigió hacia el
hombre con la espada. Una rápida patada de Dimitri envió al asaltante
volando hacia atrás. Dejó caer la espada y apenas logró agarrarse a uno de
los árboles del cementerio.
Mientras tanto, uno de los hombres que sostenía a Sonya simplemente dio
media vuelta y echó a correr hacia el centro. Dimitri no lo siguió. Su
atención ahora estaba en el último chico, quien estaba tontamente
tratando de defenderse. Sin embargo, este liberó a Sonya, y ella no perdió
el tiempo en ponerse de pie y correr a mi lado. Yo rara vez era sensiblera
con alguien —desde luego no con los Moroi— pero me aferré a ella
sin pensarlo dos veces. Ella hizo lo mismo, y pude sentir su temblor. Una
vez, como una Strigoi, había sido una fuerza a la que tener en cuenta.
Como una Moroi, quien acababa de tener una espada en su garganta, las
cosas eran comprensiblemente diferentes.
Escaneé la zona delante de mí, pero estaba aún más oscura que antes.
—¿Qué... qué está pasando? —preguntó, cuando Dimitri nos instó a Sonya
y a mí a entrar. Los ojos de Adrian nos miraron a cada uno de nosotros,
deteniéndose más tiempo sobre mí—. ¿Estás bien? ¿Qué pasó?
Dimitri nos hizo a Sonya y a mí, una vez más, un exhaustivo doble control
de las lesiones a pesar de nuestras protestas. Extendió la mano y
suavemente me tomó la barbilla, volviendo la no tatuada mejilla hacia él.
—¿Lo hicieron?
No me había movido ni una vez desde que había llegado a la sala de estar.
Simplemente permanecí allí con mis brazos rodeándome, sintiéndome
adormecida. Moverme parecía demasiado difícil. Pensar parecía demasiado
difícil. Sin embargo, cuando Dimitri examinó la espada, algo me llamó la
atención e hizo que mi ralentizado cerebro poco a poco comenzara a
funcionar de nuevo.
Eso era todo los que los libros de historia sabían de mi sociedad. Eso, y
que finalmente habíamos renunciado al oro. La organización había
encontrado más tarde, compuestos más complejos, incluyendo la sangre
de vampiro.
Interactuar con los vampiros ha evolucionado con el tiempo a favor de
nuestra causa actual, ya que los antiguos Alquimistas se dieron cuenta de
las terribles y oscuras tentaciones que los vampiros representaban.
Nuestra causa se convirtió en una santa. La química y las fórmulas de mi
sociedad, que una vez habían funcionado en beneficio personal, se
convirtieron en las herramientas necesarias para ocultar la existencia de
vampiros, herramientas que ahora hemos complementado con tecnología.
—Los Alquimistas nunca usarían algo como esto. Las armas son más
fáciles. Y los símbolos son arcaicos. Usamos la tabla periódica ahora. Es
más fácil escribir “Au” para el oro en vez de dibujar ese símbolo del sol.
—Ellos sabían acerca de los vampiros. Pero eran humanos —dijo Dimitri.
—Esto no tiene nada que ver con nosotros. Ya te dije, las espadas no son
nuestro estilo. Tampoco lo son los ataques.
—No, sanará rápido por su propia cuenta. —Ese era uno de los efectos
secundarios de la sangre de vampiro en nuestros tatuajes de lirio—. Voy a
limpiarlo antes de irme.
Caminé hacia el baño con la mayor confianza con la que pude. Cuando
llegué y vi a mi reflejo en el espejo, la perdí. La raspadura no se veía tan
mal, en absoluto. Sobre todo, lo que me molestaba era lo que
representaba. Sonya había tenido la hoja en su garganta, pero mi vida
había estado en peligro también. Había sido atacada, y había estado
indefensa. Mojé una toalla y traté de llevarla a mi rostro, pero me
temblaban mucho las manos.
—¿Sage?
—¿Sí?
—¿Estás bien?
—Voltéate —pidió. Lo hice, y secó el rasguño con ello. Parado tan cerca de
mí, podía ver que sus ojos estaban inyectados de sangre. También podía
oler el alcohol en él. Sin embargo, sus manos eran más estables que las
mías.
De nuevo, preguntó:
—¿Estás bien?
—¿Tu orgullo? —Pausó para levantar el paño—. ¿Eso que tiene que ver con
algo?
—La única cosa cierta de lo que acabas de decir fue la parte de la damisela
en las historietas, y eso es sólo porque eres lo suficientemente bonita para
ser una. No la parte de estar en apuros. Todo lo demás que acabas de
decir es ridículo. No estás indefensa.
—Oh, Sage. Tengo mucho que decir, borracho o sobrio. —Me liberó y se
alejó un paso. Me sentí extrañamente vulnerable sin él cerca de mí—. Lo
que la mayoría de las personas no entiende es que soy más coherente así.
Menos posibilidades de que el espíritu me vuelva loco. —Tocó un lado de
su cabeza y puso sus ojos en blanco.
—Hablando de eso... No voy a darte ningún sermón sobre eso —dije, alegre
de cambiar la conversación de mí—. El almuerzo con tu papá apestó. Lo
entiendo. Si quieres ahogar eso en alcohol está bien. Pero por favor, sólo
ten en cuenta a Jill. Sabes lo que esto le hace, no ahora, tal vez, pero
luego.
Las palabras eran familiares. Dimitri había dicho algo similar, que no
podía cuidar de otros sin primero cuidarme a mí misma. Si dos personas
tan salvajemente diferentes como Adrian y Dimitri tienen la misma
opinión, entonces tal vez había algo de razón en ello. Me dio mucho qué
pensar cuando regresé a Amberwood después.
Una de las cosas buenas sobre la intoxicación de Adrian fue que Jill no
había sido capaz de atestiguar nuestra charla. Así que al día siguiente en
el almuerzo cuando les di a Jill, Eddie y Angeline una recapitulación de lo
que había pasado, fui capaz de editar la historia y dejar fuera mi propio
fracaso. Las reacciones de Jill y Angeline fueron lo que me esperaba. Jill
estaba preocupada y seguía preguntando una y otra vez si Sonya y yo
estábamos bien. Angeline nos regaló cuentos de todas las cosas que le
habría hecho a los atacantes y cómo, al contrario de Dimitri, los habría
perseguido a través de las calles. Eddie estuvo callado y no dijo mucho
hasta que las otras dos se fueron, Angeline de vuelta a su habitación y Jill
para prepararse para su clase.
—Sí. Bueno, es el tipo de cosas que se quedan contigo. Me refiero, tal vez
no para ustedes. Atacantes con espadas al azar en callejones oscuros son
normales para ustedes, ¿cierto?
—Nunca puedes tomar ningún ataque por sentado. La gente que lo hace se
vuelve despreocupada. No tienes nada por lo cual sentirte mal.
—Lo que tú haces también es un poco más longevo que la vida. Tal vez
debería hacer algo un poco más ajustado a mi nivel. Adrian dijo que
debería conseguir un arma o tomar una clase de autodefensa.
—Lo sé. Aterrador, ¿eh? Los Alquimistas hacen entrenamiento con armas,
pero no soy una fanática. Lo hago bastante bien en clases y teoría, sin
embargo.
Por la manera en que su cara se encendió, era claro que no se había dado
cuenta de eso todavía. Unos pocos momentos después, lo pensó de nuevo.
—Si hay ataques ocurriendo de esta manera, voy a tener que ser extra
cauteloso con Jill… especialmente en el baile. —No había pensado que
hubiera alguna manera de que Eddie pudiera ser más cauteloso, pero
probablemente el me probaría lo contrario—. Por una parte deseo que
Angeline vaya.
—¿Sí?
Toqué el libro.
—¿Qué bien hacen estos, así llamados, hechizos ofensivos? ¿Cómo alguna
vez se usarían en una pelea cuando requieren mezclas que toman días en
prepararse? Si eres atacado, no hay tiempo para nada como eso.
Difícilmente hay tiempo para pensar.
Asintió.
—Ah, sí. Bueno, ese es uno de los más premeditados. Si tienes a alguien
que no te gusta, trabajas en ello y luego lo emites. Bastante efectivo para
ex-novios, podría añadir. —Su rostro se distrajo, y luego se concentró en
mí de nuevo—. Ciertamente hay algunos que serían más útiles en el tipo
de situación que estás describiendo. Tu encanto de fuego, si lo recuerdas,
tuvo mucho trabajo de preparación pero podía ser usado bastante
rápidamente. Hay otros que pueden ser emitidos con extremadamente
poca anticipación con pocos componentes, pero como he dicho en el
pasado, esos tipos requieren considerable habilidad. Cuanto más avanzada
eres, menos ingredientes necesitas. Necesitas mucha más experiencia
antes de estar en un nivel para aprender cualquier cosa como esa.
—Nunca dije que quisiera aprender algo como eso —espeté—. Sólo estoy...
haciendo una conjetura.
—Excepto que soy miserable —le dije—. Odio cada minuto de esto. Casi
estoy lista para dejar de venir y arriesgarme al fracaso académico. Esto es
enfermo y retorcido y...
La última campanada del día me cortó antes de que dijera algo de lo que
me arrepentiría. Casi inmediatamente, Trey apareció en la puerta. La Sra.
Terwillinger comenzó a empacar y lo miró con una sonrisa, como si todo
aquí fuera perfectamente normal.
—Mira que bien, Sr. Juarez. Qué bueno de su parte que se apareciera
ahora, viendo como no pudo ir a mi clase esta mañana.
“Asuntos familiares” era una excusa que yo usaba todo el tiempo, aunque
dudaba que la de Trey envolviera llevar vampiros a una excursión para
alimentarse de sangre.
—¿Entrenamiento?
Se inclinó hacia delante para copiar las tareas, su oscuro cabello cayendo
alrededor de los lados de su rostro.
Era tranquilizante.
—¿De verdad? —Se levantó—. ¿Eso es todo? Pensé que sería mucho peor.
—Sí. Casi lo fue. Los persuadí de que fueran suaves con ella.
Fruncí el ceño.
—¿Para qué?
—Mejor que vuelvas con tu club de fans —dijo Trey. Se fue, y un extraño
pensamiento se me ocurrió. ¿Acaso todos los recientes moretones de Trey
realmente eran a causa de los deportes? Él seguía haciendo un montón de
referencias a su familia, y repentinamente me pregunté si algo mucho más
siniestro de lo que sospechaba lo mantenía alejado. Era una idea
perturbarte, una en la que no tenía mucha experiencia.
C
uando llegué a mi cena, Brayden estaba sentado en un reservado
con un ordenador portátil.
—No es un curso muy largo —agregó Brayden—. Pero te daría una buena
introducción. ¿Por qué el interés?
—Sólo, uh, algo que siento que es importante que una mujer aprenda
—dije—. Aunque… está abierto para hombres y mujeres.
Yo sonreí.
—Yo… —Miré hacia la calle. Dos cuadras. A esa distancia estaba mi auto.
Había mucha gente afuera. Y aun así, estaba ahogándome—. ¿Me
acompañarías al auto?
—Aquí estamos —dijo Brayden, una vez que llegamos a Latte. Me pregunté
si su opinión sobre mí había caído por necesitar un acompañante.
Él asintió.
—De acuerdo —dijo. La sonrisa que me dio fue casi tímida, contrastando
con su anterior confianza en temas académicos—. No puedo esperar a
verte con tu disfraz. Conseguí el mío de una compañía de teatro. No es la
reproducción ideal de un atuendo ateniense, por supuesto, pero es lo
mejor que pude encontrar.
—Cuatro.
Se encogió de hombros.
—No —dijo—. Quiero decir, bueno, sí. Pero está un poco mejor. Está
entusiasmado por aprender defensa personal contigo. —El lazo nunca
cesaría de sorprenderme. Sólo me había comunicado con Adrian un
minuto atrás.
—No debería haberlo llevado a San Diego a verlo —murmuré, más para mí
misma que para ella—. Si me hubiera negado, él no hubiera sido capaz de
llegar allí.
—No lo sé. Creo que hubiera encontrado una manera, contigo o sin ti. Lo
que sucedió entre ellos iba a suceder eventualmente. —Sonaba
extraordinariamente sabia.
—Estos estados de ánimo van y vienen para él. Siempre lo han hecho.
—Jill tenía una expresión lejana en sus ojos—. Ha dejado la bebida un
poco… por mí. Pero eso lo abre para… bueno, es difícil de explicar. ¿Sabes
cómo el espíritu vuelve loca a la gente? Cuando él está así de deprimido y
sobrio, lo hace más vulnerable.
—¿Estás diciendo que Adrian se está volviendo loco? —Esa no era una
complicación para la que estuviera lista.
—Creo que ya lo vi… —Un recuerdo inesperado volvió a mí, justo antes de
que Sonya y Dimitri llegaran. Estaba en casa de Adrian, y él me había
mirado de forma extraña, como si me notara por primera vez. Pensar en
eso todavía enviaba escalofríos a través de mí.
Mi Dios, Sage. Tus ojos. ¿Cómo es que nunca los he notado? El color… como
oro derretido. Podría pintarlos…
—¿Eh? Oh, eso. —Se sonrojó de una forma bonita—. Sí. Supongo. No lo sé.
Micah… um, bueno, me besó esta noche. Por primera vez. Y supongo que
sólo estaba algo sorprendida sobre cómo me sentí al respecto.
—Um, sólo estoy suponiendo. —De repente me sentí tonta. ¿Por qué se
había sentido así para mí?
—Fue genial, de hecho. —Una expresión lejana se apoderó de ella—.
Bueno, casi. No pude meterme en ello tanto como quería porque estaba
preocupada por mis colmillos. Es fácil esconderlos al hablar y al sonreír.
Pero no al besar. Y todo lo que podía pensar era, “¿qué voy a decir si los
nota?” Y luego comencé a pensar en lo que tú y los demás dijeron. Sobre
cómo esta cosa con Micah no es una buena idea y cómo no puedo
mantener las cosas sin contacto físico para siempre. Me gusta. Me gusta
mucho. Pero no lo suficiente para arriesgarme a dejar al descubierto a los
Moroi… o a poner a Lissa en peligro.
Continuando hacia la mía, me sentí mal por Jill… pero a la vez, estaba
aliviada. Sus citas informales con Micah me habían puesto nerviosa,
preocupada de que nos enfrentáramos a una situación dramática y
romántica donde ella se negara a abandonarlo porque el amor de ambos
era demasiado grande y trascendía sus razas. En cambio, debería haber
tenido más fe en ella. No era tan inmadura como a veces creía. Jill iba a
tener que darse cuenta de la verdad y resolver esto sola.
—Guau. Nunca pensé que te vería en algo tan… informal. —Yo vestía
pantalones de yoga verde oliva y una camiseta de Amberwood.
—La descripción de la clase decía que había que usar ropa de ejercicio
cómoda… como te dije en mi mensaje de texto más temprano. —Le di una
mirada significativa a su camisa de seda cruda.
—Casi lo hago. Pero luego recordé que había convencido a una chica de
que si me daba la oportunidad y me metía en esas clases, las continuaría.
Eso me enseñará.
—Éste es el tipo de lugar que ves en las películas —dijo Adrian—, donde la
gente descuidada se encuentra con asesinos seriales.
—Al menos todavía hay luz —dije. Desde el callejón, la oscuridad se había
convertido en una nueva amenaza para mí—. No puede ser tan malo.
—Averigüémoslo.
—¿Sí? —preguntó.
—Ah, cierto, cierto. —Se rascó la barba—. ¿Tienen el dinero? Sólo efectivo.
Saqué ciento cincuenta dólares y se los entregué. Por hábito, casi pedí un
recibo, pero luego lo pensé mejor. Él metió el dinero en el bolsillo de sus
bermudas.
El interior del garaje, sentí alivio al verlo, era lo primero aquí que lucía
como si tuviera una apariencia de legitimidad. Había colchonetas limpias
en el suelo y espejos en algunos de los muros. Un televisor y un
6
Lynyrd Skynyrd: Banda de hard rock estadounidense formada en el año 1964. Una de
sus canciones más populares es “Sweet Home Alabama”.
reproductor de VHS estaban colocados en un carrito, junto con algunas
cintas de defensa personal cubiertas de polvo. Apenas más desconcertante
era una parte de la decoración, como un par de nunchakus7 colgando del
muro.
—¡No toques eso! —advertí, al ver a Adrian dirigiéndose hacia ellos—. Ése
no es el tipo de hombre con el que quieres tener problemas.
7
Nunchakus: arma de artes marciales asiática formada por dos palos de entre treinta y
sesenta centímetros unidos por una cuerda o una cadena.
8 Nudillos de bronce: “brass knuckles”, piezas de metal conformadas para rodear los
—Usé todo tipo de cosas con ese bastardo. Pero eso no es ni el aquí ni el
ahora. Porque éste es el tema. Con un poco de sentido común, no
necesitarán armas. O puños. Tú.
Tragué.
—Yo…
El principal movimiento del día para Wolfe era cómo salir del asidero de
alguien si éramos tomados por detrás. Él tenía un par de técnicas que no
eran mucho más complejas que golpes de cabeza o pisotones. Adrian y yo
nos tomamos turnos siendo el atacante mientras la víctima practicaba las
maniobras, en cámara lenta y casi sin contacto con nuestro compañero.
Para eso estaban los muñecos. Yo era alrededor de trece centímetros más
baja que Adrian y parecía bastante inverosímil como una atacante, lo cual
nos hacía reír cada vez que hacía un movimiento. Wolfe nos regañó por no
ser lo suficientemente serios, pero nos dio buenas notas por aprender las
técnicas.
—Buen trabajo, chica. —Le dio una palmada en la espalda a Adrian que
hizo que le castañetearan los dientes—. No estabas preparado para ella en
lo absoluto.
—No —dijo—. No quiero que llegues tarde. Pero quizás… ¿quizás puedas
venir este fin de semana, y haremos un viaje en grupo hacia allá?
—No empieces, Sage —advirtió—. Wolfe está loco, y lo sabes. Pero cuando
estaba impartiendo todas sus palabras de sabiduría, mencionó eso de no
dar información personal a extraños y cómo las víctimas son a menudo
marcadas con anterioridad. ¿Recuerdas?
—Cierto. Esos tipos que atacaron a Sonya y a ti parecían saber que ella era
un vampiro… del tipo equivocado, pero aun así. El hecho de que
aparecieran con una espada implica que sí hicieron algo de investigación.
Es posible que la vieran en la calle un día y dijeran: “Ooh, vampiro”. Pero
quizás han estado vigilándola por un tiempo.
Él se estremeció de la sorpresa.
—Espera. ¿Qué?
—Así que… estás diciendo que han estado vigilándola por un tiempo.
La historia de los Alquimistas me había sido instruida casi tanto como las
filosofías que gobernaban nuestras acciones.
—Antiguos.
Suspiré.
—No, no todavía. Podría ser capaz de revisar algunos registros, pero nunca
podría hacerlo oficialmente. Se quedarían con la teoría de mi papá… que
sólo es un raro y aleatorio grupo de humanos. Se reirían de mí.
Dejé a Adrian con planes de hablar más tarde. Cuando volví a Amberwood,
la Sra. Weathers inmediatamente me hizo señas. ¿Ahora qué? Estaba lista
para oír que Angeline había incendiado algo. En su lugar, el rostro de la
Sra. Weathers lucía calmado—agradable, incluso—y me atreví a esperar lo
mejor.
—Llegaron algunas cosas para ti, querida —dijo. De una pequeña oficina
detrás de su escritorio, sacó dos ganchos con bolsas protectoras de ropa
en ellos—. Una pequeña y energética mujer dejó estos.
E
l día del baile, estaba considerando seriamente regresar a la tienda
de disfraces y comprar el disfraz blanco inflamable.
No podía recordar la última vez que vestí de rojo. Quizás cuando era niña.
Seguro, las variaciones del uniforme de Amberwood tenían algunas veces
borgoña en ellos, pero era una sombra atenuada. Este era de un brillante y
flameante escarlata. Nunca llevaba colores así de intensos. No me gustaba
la atención que atraían. Para amplificarlo, estaba la cantidad de oro que
había trabajado en el vestido. Hilos de oro bailando a lo largo del borde de
la tela roja, brillando en la luz. La correa era de oro también, y no el
plástico barato de los disfraces. Los broches que sujetaban el vestido eran
de oro (o al menos algún metal de alta calidad que parecía ser oro),
además de los accesorios que me había proporcionado: Un collar y
pendientes hechos de pequeñas monedas. Incluso me había dado una
peineta de oro con pequeños cristales rojos en ella.
Me lo probé en mi habitación de la residencia y me quedé mirando el
brillante y rojo despliegue que era.
—Es rojo —le dije. En el caso de que no fuera obvio, agregué—: Nunca
visto de rojo.
—Lo sé —dijo, con los ojos amplios—. Pero deberías. Luce increíble en ti.
Deberías quemar todas tus ropas grises y marrones.
Sacudí mi cabeza.
—No puedo vestir esto. Si nos vamos ahora, aún hay tiempo de ir a la
tienda de disfraces y conseguir algo más.
—Lo sé, lo sé. —Ya podía ver el patrón de la noche formándose—. Es rojo.
Nunca visto de rojo.
—Deberías —dijo, haciéndose eco de Jill. Miró entre ella y yo, entonces
sacudió su cabeza—. Demasiado mal que estemos “emparentados”. Les
pediría a ustedes, chicas, bailar. En vista de que mi prima ya quiere salir
conmigo, sin embargo, supongo que no debemos empezar más rumores.
—¿Puedo conducir? Siento que debo ser un chofer esta noche. Ustedes,
chicas, se ven como de la realeza. —Le sonrió a Jill—. Bueno, tú siempre
eres de la realeza. —Abrió una de las puertas traseras y realmente le hizo
una reverencia—. Después de usted, milady. Estoy aquí para servirle.
—Esta es la tercera vez que escucho “tu novio” ¿Qué pasa con eso? ¿Por
qué nadie dice el nombre de Brayden?
Ninguno de ellos respondió por un momento. Finalmente, Jill dijo
tímidamente.
—No —admitió Eddie—. Pero hay algo … no sé. Irrecordable acerca de él.
Me alegra que te haga feliz, pero simplemente me saca de sintonía cada vez
que habla.
Brayden estaba esperando fuera, frente a nosotros, sin duda había estado
ahí al menos diez minutos. Mi estómago revoloteó mientras me miraba de
pies a cabeza. No hizo comentarios, a pesar de que sus ojos se agrandaron
un poco. ¿Eso era bueno o malo? Destellé mi identificación de estudiante
para hacerlo entrar por la puerta, y Jill casi de inmediato se reunió con
Micah.
Me sonrió de vuelta.
—Nuestra escuela acaba de tener una mala experiencia con una banda en
vivo —dije, pensando en Angeline.
Asentí.
—Uno muy secular. Bien, aparte de los intentos por combinarlo con el Día
de Todos los Santos.
Algo me dijo que había estado en la misma cantidad de bailes que yo:
Ninguno.
El ponche nos dio una razón para discutir sobre azúcar versus los
edulcorantes artificiales, pero mi corazón no estaba en ello. Estaba
demasiado concentrada en algo más. Brayden no había dicho una palabra
acerca de mi vestido, y eso me llenaba de ansiedad. ¿Estaba tan
conmocionado por eso como lo había estado yo? ¿Estaba escondiendo sus
verdaderos pensamientos? Igual no podía esperar cumplidos si no se los
daba, así que decidí dar el paso.
Incluso con la capa, una buena cantidad de sus brazos y pecho estaban
expuestos, mostrando el cuerpo de un corredor con una ligera
musculatura estilizada. Siempre había pensado que era lindo, pero no fue
hasta este momento que me di cuenta que podía ser realmente caliente.
Esperaba que provocara un sentimiento más fuerte en mí, pero no lo hizo.
—No —acordó—. No del todo. Bueno, el corte no está tan lejos, supongo.
—Oye, mira. Ambos tenemos togas. ¡Los Romanos mandan! —Levantó una
mano para chocar los cinco con Brayden, pero no lo recibió.
Brayden abrió su boca, y supe que era para explicar exactamente cuál era
la diferencia. Me apresuré rápidamente en ello.
—La tuya se ve bien en ti —le dije a Trey—. Parece como que todas esas
horas de entrenamiento con pesas dieron sus frutos y finalmente puedo
ver el tatuaje.
—Realmente no hago baile rápido —dijo Brayden. Casi me hundí del alivio.
—Me sorprende.
Una vez que lo puse en esos términos, Brayden subió a bordo. Estaba
rápidamente estudiando y contando los pulsos conmigo. En poco tiempo,
nos veíamos como si hubiéramos estado tomando clases de baile siempre.
Incluso más sorprendente, lo miré hacia arriba una vez más, esperando
verlo concentrado y contando. Sin embargo, estaba sosteniéndome con
una expresión suave… una afectuosa, incluso. Me sonrojé, apartando la
mirada.
Y por una vez la conversación entre nosotros se aquietó. Era suficiente con
bailar, por lo pronto. Esto es lo que se siente llevar una vida simple, pensé.
Esto es lo que la gente de mi edad hace. No grandes maquinaciones o
peleas entre el bien y…
—¿Sydney?
—¿Qué está mal? —pregunté. Mi primer miedo fue por Adrian, que ella
había sentido algo a través del lazo. Me sacudí el pensamiento. Necesitaba
tener cuidado de los asesinos Moroi, no de su bienestar.
Jill no dijo nada, sino que simplemente asintió hacia la mesa del ponche,
casi exactamente donde Brayden y yo habíamos estado más temprano.
Trey estaba de regreso, hablando animadamente con una chica con
máscara veneciana. La máscara era hermosa; un azul hielo, decorada con
hojas plateadas y flores. La máscara era casi familiar. Jill la había usado
en el espectáculo en la pista de Lia y había sido cuidadosa de guardarla.
Igualmente familiar era este disfraz de chica enmascarada, una camisa
raída y pantalones jeans cortos…
—La máscara oculta sus facciones —señaló Jill—. Quizás nadie lo notará.
—La Sra. Weathers lo hará —dije, suspirando—. Esa mujer tiene un sexto
sentido para… oh. Demasiado tarde.
La Sra. Weathers estaba vigilando en el otro lado del salón, pero sus ojos
de águila no encontraban nada. Espiando sobre el grupo de la pista de
baile, la vi empezar a hacer su camino hacia el ponche. No creí que aún
hiciera una clara identificación sobre Angeline, pero su sospecha era
definitivamente elevada.
—Tenemos que hacer algo. —Los ojos de Jill estaban amplios y ansiosos—.
Tenemos que sacarla de aquí.
—¿Cómo? —exclamé.
Grité y retrocedí unos pasos más lejos, sabiendo exactamente qué había
causado que el tazón explotara. Brayden asumió que mi reacción era de
miedo o daño.
—Está bien —dijo. Estamos demasiado lejos para que algún vidrio haya
llegado aquí.
—Una especie de reacción química, si tengo que adivinar. Puede ser tan
simple como bicarbonato de sodio. ¿O quizás alguna clase de dispositivo
mecánico?
—Sí.
—Adivino que tuvimos suerte esta vez. —Sus miradas se trabaron, y fue
casi una vergüenza interrumpirlos.
Lanzó una última mirada a Jill y luego saltó a la acción. No podía oír la
conversación mientras hablaba con Angeline y Trey, pero la mirada en su
rostro no aceptaba argumentos. Pude ver a Trey ceder ante la autoridad
familiar, y después de algunos argumentos más, Angeline lo aceptó por las
buenas. Eddie rápidamente la acompañó fuera, y para mi alivio, ni la Sra.
Weathers ni nadie más pareció notarlo.
—Entiendo.
Aún pudimos bailar cerca de un minuto, pero era claro que Brayden
estaba decepcionado. Quería hacerlo animarse de algún modo, y, a pesar
de todo lo que había pasado, aún tenía la experiencia normal de un baile
de preparatoria que había querido.
—La noche es joven —me burlé—. Pediré una para ti, entonces tratarás de
adivinar cuando comience. —Considerando que no había escuchado la
radio, probablemente no sería difícil de adivinar. Hice la petición y
entonces me reuní con Brayden en otra canción lenta. Aún estaba un poco
ansioso por lo que había pasado antes pero me dije a mí misma que todo
estaba bien ahora. Jill se había ido. Eddie se había ocupado de Angeline.
Todo lo que debía hacer era relajarme y…
—O
h, señor —dije.
Dudé.
—No, está bien. —No tenía idea de qué esperar allá afuera. Era mejor si
Brayden no era expuesto a ello—. Me daré prisa.
Suspiré.
—Gracioso —dijo él—. No creo que alguna vez pudiera cansarme de verlo.
—Adrian, estoy en una cita. ¿Por qué estás aquí? ¿En mi auto?
—Hablar contigo.
Esperé para que se explicara, pero la única respuesta que recibí fue un
breve destello de un rayo encima. Era sábado, y había estado alrededor del
campus todo el día, durante el cual podía fácilmente haber llamado. Él
había sabido que el baile era esta noche.
—Tomé el bus —dijo, casi con orgullo—. Es mucho más fácil llegar aquí
que a Carlton.
No, no realmente.
—Voy a tener que irme por un rato —dije—. Tengo que llevar a mi
hermano. ¿Estarás bien si me esperas? No debería tomarme mucho
tiempo. —Me sentía mal sugiriéndolo. Brayden no conocía a nadie de mi
escuela—. ¿Quizás puedas encontrar a Trey?
10
Quitón: (en griego χιτών) es una prenda de vestir de la antigua Grecia. Es
una túnica llevada tanto por hombres como por mujeres.
la joyería es anacrónica, y la tela no es nada de lo que las antiguas
mujeres griegas habrían usado. El color tampoco, ciertamente.
—¿Y qué hay de esas otras mujeres griegas? —preguntó Adrian—. Las más
llamativas y astutas. —Tenía la frente arrugada, como si estuviera
tomando hasta la última gota de su cerebro para llegar a la palabra que
quería. Y, para mi sorpresa, lo hizo—. Las hetairas. —Honestamente, no
había creído que hubiera conservado nada de nuestra conversación en San
Diego. Traté de no sonreír.
—Así que, ¿estás diciendo que mi hermana está vestida como una
prostituta?
—Eso fue muy amable de tu parte —le dije—. Aunque supongo que esa no
es la verdadera razón por la que estás bebiendo. O por qué viniste aquí.
Por lo que puedo decir, todo lo que has logrado es meterte con Brayden.
—¿Cómo?
Dejó caer sus llaves, y yo las recogí, pensando que pasaría menos tiempo
abriendo la puerta. Encendí la luz del interruptor más cercano, y no pasó
nada. Nos quedamos allí por un momento, juntos en la oscuridad, ninguno
de los dos moviéndose.
Mientras tanto, encontré las velas, atrozmente refrescando el aire que olía
a pino falso. Sin embargo, iluminaron, y le traje una encendida a él, junto
con un vaso de agua.
—Gracias, Sage.
Había estado a punto de decirle que necesitaba irme, pero sus palabras me
dejaron fría. Recordé a Jill diciéndome algo similar cuando me estaba
contando acerca de él y el espíritu.
—Rose una vez me dijo acerca de un poema que había leído. Había una
línea que decía: “Si tus ojos no estuviesen abiertos, no sabrías la diferencia
entre soñar y estar despierto”. ¿Sabes de qué tengo miedo? Que algún día,
incluso con mis ojos abiertos, todavía no lo sabré.
Él suspiró.
—¿Es por eso… es por eso que bebías esta noche? ¿El espíritu te molesta?
Quiero decir... parecías estar haciéndolo tan bien el otro día...
Suspiró profundamente.
—Algo así.
—¿Por qué harías eso? ¿Por qué harías eso por mí?
Antes de que pudiera responder, otro texto llegó. ¿Puedes estar de regreso
a tiempo?
—Lo hice porque no era justo para ti. Porque te mereces el crédito por lo
que has hecho. Porque él necesita darse cuenta de que no eres la persona
que él siempre pensó que eras. Necesita ver quién eres tú realmente, no
todas esas ideas preconcebidas que construyó alrededor de ti. —El poder
de la mirada de Adrian era tan fuerte que seguí hablando. Estaba nerviosa
por encontrarme con esa mirada en silencio. Además, parte de mí estaba
asustada de que si meditaba demasiado mis propias palabras, descubriría
que eran sobre mi propio padre y yo, así como de Adrian y el suyo—.
Hubiese sido suficiente para ti decirle quién eres realmente, demostrarle
quién eres, pero no escucharía. No me gusta la idea de usar a otros para
hacer cosas que podemos hacernos nosotros, pero parecía la única opción.
Él casi sonrió.
—Allí vas otra vez. ¿Por qué? ¿Por qué me sigues ayudando?
—Porque quiero.
Esta vez, obtuve una verdadera sonrisa de él, pero había algo oscuro e
introspectivo al respecto. Se movió más cerca de mí de nuevo.
—No te vas a volver loco —dije firmemente—. Eres más fuerte de lo que
piensas. La próxima vez que te sientas así, encuentra en que enfocarte,
que te recuerde quién eres.
—No tiene por qué ser mágico —dije. Me devané los sesos—. Aquí tienes.
—Me desabroché el collar con la cruz de oro—. Esto siempre ha sido bueno
para mí. Tal vez te ayude. —Lo puse en su mano, pero agarró la mía antes
de que pudiera echarme para atrás.
—¿Qué es? —preguntó. Miró más de cerca—. Espera, he visto esto. Usas
esto todo el tiempo.
—Es por eso que me gusta —le dije—. No necesita adornos. Muchas de las
viejas creencias de los alquimistas se centran en la pureza y la
simplicidad. Eso es lo que es esto. Tal vez te ayudará a tener claridad
mental.
Él había estado mirando la cruz, pero luego alzó su mirada hacia la mía.
Era casi como si hubiese descubierto algo, algo preocupante para él.
Respiró hondo y, con la mano aún sosteniendo la mía, me atrajo hacia él.
Sus ojos verdes estaban a oscuras en la luz de las velas, pero de alguna
manera se veían simplemente apasionantes. Sus dedos se cerraron en los
míos, y sentí una propagación de calor en todo mi ser.
—Sage…
—¿Esto? —Casi me río, pensando en todas las cosas locas que acontecían
en mi vida—. Toma más que esto para arruinar mi noche. —Comencé a
avanzar unos pasos y me detuve—. ¿Adrian?
—¿Sí?
—La próxima vez… la próxima vez que quieras hablar conmigo acerca de
algo, lo que sea, no tienes que beber para que te de coraje. Sólo dímelo.
—¿Sage?
Me giré.
—¿Sí?
—¿Qué parte? —Viendo que Brayden había dicho muchas cosas, con gran
detalle, no era del todo claro a qué se refería Adrian.
—Sí, pero esto no es… —No podía discutir con él mirándome así—. Tengo
que irme. Espera… no tomaste la cruz.
Se la extendí.
—Consérvala. Creo que tengo algo más para ayudar a centrar mi vida.
Capítulo 15
Traducido por Mari NC
Corregido por Liseth Johanna
M
e sentí tan mal por Brayden al día siguiente que en realidad lo
llamé, a diferencia de nuestros habituales mensajes de texto y
correo electrónico.
—Está bien —dijo. Sin ver su rostro, no podría decir si realmente estaba
bien—. Supongo que las cosas estaban terminando de todos modos.
—¿En el Subaru?
—¿Aceptas o no?
Me guardé para mí el día después del baile, con ganas de ponerme al día
en el trabajo y no estresarme sobre asuntos sociales. La mañana del lunes
comenzó la semana escolar de nuevo, de vuelta a lo habitual. Eddie entró
en la cafetería del Este cuando lo hice, y esperamos juntos en la línea de
alimentos. Él quería saber sobre la visita de Adrian al baile, y le di una
versión muy resumida de la noche, simplemente diciendo que Adrian se
había emborrachado y que necesitaba un aventón a casa. No hice mención
de mi papel en conseguir que la reina actuara en su nombre ni de mí
siendo “la criatura más hermosa que he visto caminando en esta tierra”.
Ciertamente no mencioné la forma en que me había sentido cuando Adrian
me había tocado.
—¿Sin Micah? —preguntó—. Estaba saliendo por la puerta antes que yo.
Me imaginé que me ganaría en llegar aquí.
—Tenías que preguntar, ¿no? —Angeline hizo una mueca—. Tuvieron una
pelea.
—Um, gracias —dije, sin saber lo que había provocado ese comentario.
Estaba bastante segura de que no había nada notable en mí, hoy. Mi
cabello y maquillaje eran los mismos de siempre, y había elegido hoy una
combinación de camisa blanca y falda de uniforme a cuadros. Tenía que
compensar el derroche de color de este fin de semana.
—¿Qué, que soy una de las últimas en una línea de la realeza de vampiros
y el trono de mi hermana depende de que yo permanezca en la
clandestinidad y sobreviviendo? —preguntó Jill con incredulidad.
—Esa es una manera, supongo. Pero no... quiero decir, sólo darle la
versión simplificada. No quieres ir demasiado en serio. Te gusta, pero sólo
quieres ver lo rápido que van las cosas. No es una locura, ya sabes. Tienes
quince años y han estado “saliendo” durante apenas un mes.
Angeline luego declaró que tenía que volver a su habitación para ponerse
al día con los deberes. Eddie y yo nos quedamos mirándola sorprendidos.
Me eché a reír.
—Sabes lo que quiero decir —argumentó—. ¿Lo que acaba de decir? Fue
totalmente cierto. Fue... sabio. Ella entiende a Jill y esta situación.
—Creo que ella entiende más de lo que le damos crédito —dije, recordando
lo mucho que había mejorado su comportamiento desde la asamblea,
aparte de lo de colarse en bailes—. Sólo se ha tomado su tiempo para
adaptarse, lo cual tiene sentido considerando el cambio que supone para
ella. Si hubieras visto de donde viene, lo entenderías.
—Podría haberla juzgado mal —admitió Eddie. Parecía asombrado por sus
propias palabras.
Una parte de mí esperaba ser castigada por Trey hoy, por haber pasado de
Brayden en el baile. En cambio, descubrí que Trey había faltado de nuevo
a nuestras clases de la mañana. Casi me preocupé pero luego me recordé a
mí misma que su primo estaba todavía en la ciudad, posiblemente
embrollando a Trey en “cosas de familia”. Trey era competente.
Independientemente de lo que estaba pasando, él podría manejarlo.
¿Entonces por qué todos los moretones? me preguntaba.
—¿Me vio? —pregunté. Por un momento, esperaba que dijera que había
estado observando todo el baile a través de una bola de cristal o algo así.
—Gracias. —Estaba recibiendo elogios de todos lados hoy, pero los suyos
eran mucho menos espeluznantes que los de Jill.
—No lo tengo conmigo, señora —le dije, aliviada—. Pero si usted quiere, iré
a buscarlo a mi dormitorio y lo traeré. —Si calculaba el tiempo del servicio
de autobús correctamente—por lo cual quise decir, mal—, probablemente
podría agotar una gran parte de nuestra hora en la ida y vuelta.
—No pasa nada. Obtuve esa copia para su uso personal. —Levantó un
libro de su escritorio—. Yo tengo la mía. Echemos un vistazo, ¿sí?
—Debido a que la mejor manera de ganar una pelea es evitar una —le dije
inmediatamente—. Hace lo demás superfluo.
—Sí... precisamente.
—¿Casi imposible?
Ella me mostró los demás, muchos de los cuales eran básicos y basados
en amuletos, requiriendo un medio similar de activación. Uno que ella
denominó intermedio tenía un tipo de proceso de activación inversa. La
hechicera llevaba un amuleto que la protegía cuando lanzaba el resto del
hechizo, uno que volvía a todas las personas dentro de un radio
determinado temporalmente ciegas. Sólo el hechicero conservaba la vista.
Escuchando, todavía me retorcía ante la idea de usar magia para afectar
directamente a otra persona. Ocultarte a ti mismo era una cosa. ¿Pero
cegar a alguien? ¿Hacerlos marearse? ¿Obligarlos a dormir? Eso cruzaba
esa línea, usar medios equivocados y antinaturales para hacer cosas que
los humanos no tenían por qué hacer.
—Para el próximo lunes, me gustaría que recree uno de estos, tal como lo
hizo con el amuleto de fuego y escriba un artículo sobre ello.
—Creo que… —cedí, con tristeza—. ¿Cuál quiere que haga, señora?
Por lo tanto, aplacé la decisión, lo cual era casi inaudito para mí cuando se
trataba de la tarea. Una parte de mí pensaba que tal vez si ignoraba la
asignación, ésta desaparecería o ella cambiaría de opinión. Además, tenía
una semana. No tenía sentido estresarse por ello todavía.
Aunque sabía que no tenía obligación con Lia por darnos los disfraces,
todavía sentía que lo apropiado era devolvérselos a ella, sólo que no cabía
duda de mis intenciones. Una vez que la Sra. Terwilliger me liberó,
empaqué mi disfraz y el de Jill en sus bolsas de ropa y me dirigí hacia el
centro. Jill estaba triste por dejar el suyo, pero admitió que era hacer lo
correcto.
Gemí.
—¿Por qué es tan importante para ti? ¿Por qué no puedes aceptar un no
por respuesta? Hay un montón de chicas guapas en Palm Springs. No
necesitas a Jill.
—No hay excepciones —insistí—. Y voy a dejar los vestidos. —Los coloqué
en un mostrador y me dirigí hacia fuera, haciendo caso omiso de las
protestas de Lia sobre todas las cosas maravillosas que podría hacer para
Jill. Tal vez algún día, pensé. Algún día, cuando todos los problemas de Jill
hayan desaparecido. Algo me decía que aquel día estaba muy lejos, sin
embargo.
Apenas había estado allí durante diez minutos cuando sombras cayeron
sobre mí, bloqueando el sol de la tarde. Dos chicos estaban allí, a ninguno
de los cuales conocía. Eran un poco mayores que yo, uno rubio de ojos
azules mientras que el otro era moreno y bronceado. Sus expresiones no
eran hostiles, pero no eran amables tampoco. Ambos estaban muy bien
constituidos, como aquellos que entrenaban regularmente. Y luego,
después de volver a mirarlos, me di cuenta que había reconocido a uno de
ellos. El chico de pelo oscuro era el que nos había abordado a Sonya y a mí
hacía un tiempo, afirmando conocerla de Kentucky.
—¿Sí? —pregunté.
—Nadie más aquí tiene un tatuaje de lirio —dijo el otro. Él había dicho que
su nombre era Jeff, pero me preguntaba si había dicho la verdad—. Sería
estupendo si pudieras dar un paseo con nosotros. —Mi tatuaje estaba
cubierto hoy, pero algo me dijo que estos tipos me habían estado siguiendo
durante algún tiempo y no necesitaban ver el lirio para saber que estaba
allí.
—No estamos aquí para hablar sobre el café —dijo Jeff—. Estamos aquí
para hablar sobre vampiros.
—Sabemos que pasas el rato con ellos —dijo Cabello Rubio—. Incluyendo
esa Strigoi, Sonya Karp.
—Los vampiros no son reales —le dije—. Mira, si esto es algún tipo de
broma…
Tenía otra protesta lista, y luego noté un destello de oro en la oreja de Jeff.
Llevaba un arete pequeño, una pequeña esfera de oro con un punto oscuro
en el centro. No pude contenerme.
—Tu arete —le dije—. Es el símbolo del sol, el símbolo para el oro. —Y me
di cuenta, era exactamente el mismo símbolo que había estado en la
empuñadura de la espada que había encontrado en el callejón.
—Sólo tienes que decirnos dónde está su guarida principal —dijo Jeff—.
Sabemos que no es ese apartamento al otro lado de la ciudad. Lo hemos
estado vigilando y ella no ha regresado desde nuestro último intento de
destruirla. Si no vas a ayudarnos activamente, esa información será todo
lo que necesitamos para librar al mundo de su maldad.
Luego, por la más pura suerte, vi a una oficial de policía patrullando a pie
por la calle. Los dos chicos en mi mesa, siguieron mi mirada y sin duda
pudieron adivinar mis pensamientos. Sería muy fácil llamarla. No
habíamos presentado ningún informe sobre el ataque del callejón, pero
acusar a estos chicos de un reciente asalto sin duda los detendría. En
sintonía, los dos se levantaron.
—Yo no lo haría si fuera ustedes —les dije—. Métanse conmigo otra vez, y
voy a hacer mucho más que tener una charla agradable. —Mis palabras
salieron con más fuerza de lo que esperaba. Tal vez Dimitri y Wolfe
estaban contagiándome.
—Es una lástima que estés tan estancada en los libros —dijo—. Tienes el
espíritu de un cazador.
Capítulo 16
Traducido por Paovalera y Lore_Mejia
Corregido por Niii
N
o me tomó mucho tiempo juntar a todo el grupo. Esto era grande.
Aún no sabía el grado de peligro A que nos estaríamos
enfrentando, pero me negaba a arriesgarme de cualquier forma.
Elegí la casa de Clarence como punto de reunión, debido a que los
cazadores no tenían conocimiento de ella aún. Sin embargo, todavía me
ponía nerviosa. Me habría puesto nerviosa aunque nos reuniéramos en un
búnker de Alquimistas.
—Dudo mucho que ellos sean tan avanzados —le dije a Eddie, mientras
entraba en el auto—. Me refiero a que ese panfleto parecía hecho en una
máquina de escribir de 1980. No sé si será que han tenido el mismo desde
entonces o de verdad usan la máquina de escribir… pero, para mí ellos no
están nada actualizados con la tecnología.
—No tenía idea de que supieras hacer todo esto. Ni siquiera lo habría
pensado.
Ella se sonrojó.
—¡Volvieron! Tenemos que salir de aquí. Vine a esta ciudad para escapar,
pero me han encontrado. No tenemos tiempo. ¿Dónde está Dorothy?
¿Dónde está Lee? ¡Debo empacar!
—Sr. Donahue —dije, en el tono más apacible que pude—, ellos no saben
que usted está aquí. Está a salvo.
—Si lo que dice es verdad —dijo Sonya—, yo soy la que está en peligro.
—Esa es una buena idea —dije—. Ellos creen que los Moroi son un reto,
pero no mucho más que los Strigoi.
—Algo así como los Alquimistas —dijo Adrian. Estaba sentado en una
esquina y había estado callado todo el tiempo. No lo había visto ni había
tenido ninguna comunicación con él desde la noche del baile, lo que era
incómodo. Incluso cuando me escribía correos electrónicos patéticos sobre
los experimentos, tenía algo que decir para pasar el rato.
Angeline dio un paso al frente, sus manos juntas, le dio una sonrisa lo
suficientemente suave a Clarence como para justificar su nombre.
—No cuando murió Tamara, no —admitió. Sus ojos tenían una mirada
perdida, como si estuviera volviendo al pasado—. Pero sé qué señales
buscar. Verás, me los había encontrado antes de eso. Allá por los días en
que vivía en Santa Cruz. A ellos les gusta California, sabes. Y el Suroeste.
Va acorde con su obsesión con el sol.
—Entonces sí van tras los Moroi —dijo Eddie. Y se acercó más a Jill.
Clarence negó con la cabeza.
—No generalmente. Por lo que me dijo Marcus, ellos prefieren a los Strigoi.
Estos eran miembros jóvenes e indisciplinados yendo por su propia
cuenta, sin el consentimiento de sus superiores. Asumo que fue el mismo
tipo de grupo el que mató a Tamara.
—Marcus Finch. Él me salvó de ellos hace unos años. Los alejó durante un
ataque y luego se puso en contacto con su orden para alejar a esos
rufianes de mí. —Clarence suspiró con el recuerdo—. No me quedé por allí
después de eso. Encontré a Lee y nos fuimos. Ese fue el momento en que
nos mudamos a Los Ángeles.
Dimitri me miró.
—¿Crees que…
Aunque Clarence no era el experto sobre los cazadores, como ese supuesto
Marcus era, el Viejo Moroi todavía tenía una gran cantidad de información
para compartir—información que ninguno de nosotros habría querido
escuchar antes. Él nos verificó lo que ya habíamos deducido sobre la
“devoción a la luz” de los cazadores. El foco del grupo eran los Strigoi (por
ahora), y todas sus persecuciones eran cuidadosamente planeadas y
organizadas. Tenían un patrón de comportamiento, particularmente en lo
que respectaba a los miembros más jóvenes, por lo cual el grupo que había
perseguido a Clarence había sido detenido. Por lo que Clarence había
dicho, el grupo era muy rudo con sus nuevos reclutas, enfatizando la
excelencia y la disciplina.
Además, podía notar que Dimitri estaba ansioso por poner ciertas cosas en
marcha. Él también quería finalizar la salida de Sonya y reunirse con los
guardianes…. en caso de que Jill necesitara ser removida. Su rostro
reflejaba lo que yo sentía sobre el posible resultado. Las dos nos habíamos
adaptado bastante a Amberwood.
Era una gran, gran admisión. ¿Era algo que quería hacer? No.
Absolutamente no. Aún tenía los mismos miedos instintivos sobre darle mi
sangre a los Moroi, incluso para fines científicos.
—Aquí tengo mi kit de recolección. Puedo tomar una muestra antes de que
te vayas, si estás segura.
¿Tan pronto? Bueno, por qué no. Era mejor terminar con eso…
especialmente si Sonya iba a salir de la ciudad pronto. Lo hicimos en la
cocina, que parecía ligeramente más higiénica que la sala. Sonya no era
médico, pero fuera cual fuese el entrenamiento que había recibido, era
igual a lo que había observado cuando me hacía los exámenes físicos.
Antiséptico, guantes, una jeringa nueva. Todos los procedimientos fueron
respetados, y después de un ligero pinchazo de la aguja, ella tenía mi
muestra de sangre.
Ella sonrió.
—Voy a quedarme más con Jill en el colegio, sólo para estar seguros. No
podemos permitir que sea parte de un accidente o una confusión de
identidad.
—¿Qué diablos es ese color? —preguntó Eddie, sin sonar para nada
impresionado.
—Yo hubiera dicho chifón de limón11 —dijo Eddie—. Tal vez puedas hacer
que lo pinten.
11Chifón de limón: Chifón de limón es el color de X11 y color web compatible con
lemonchiffon porque recuerda el color del pastel chifón de limón. Fue introducido por
primera vez como un nombre color en el X Window System, los orígenes de los nombres
son imprecisos.
—Claro que lo tiene —dije. Fue difícil no poner los ojos en blanco—. Un
289. Quiero saber cuántos caballos de fuerza tiene.
Fue en ese momento que procesé las palabras que Adrian había dicho
antes. Lo miré, sabiendo que mi cara estaba llena de incredulidad.
Lo volví a mirar.
Me congelé.
—Pensé que no sería tan difícil. —Adrian sonaba despreocupado sobre algo
que yo encontraba blasfemo—. Practicaré, daré vueltas por la cuadra y
aprenderé.
—Sí —dije con firmeza—. Si eso es lo que se necesita para salvarlo de ti.
Empecé a revisar mi horario, sabiendo que tenía que poner como prioridad
el hablar con los Alquimistas sobre los Guerreros de Luz. Luego, recordé lo
obvio.
Era útil tener el lazo como un medio de información, pero sus palabras
hicieron que entrara en un pánico incluso mayor que si el auto hubiera
sido robado.
—¿Él qué?
—No muy lejos —dijo ella, rápidamente—. Lo puso detrás del edificio. Esta
calle tiene reglas de aparcamiento nocturno extrañas.
—Estoy segura de que está bien —dijo Jill. Había un matiz extraño en su
voz.
—Es como dejar a un bebé suelto en una sala llena de porcelana china —
murmuré—. ¿Qué estaba pensando? ¿Siquiera en algo de esto?
Nadie tenía una respuesta para eso, regresamos a Amberwood antes del
toque de queda de Angeline y me retiré a la sanidad y calma de mi
habitación. Tan pronto estuve satisfecha con que mis amigos estuvieran
seguros por la noche, le mandé un e-mail a Donna Stanton —una
Alquimista de alto rango con la que inexplicablemente había desarrollado
una buena relación— acerca de los cazadores y lo que habíamos
averiguado. Incluso le tomé fotos al panfleto y se las envié también. Una
vez que terminé con eso, me senté y pensé en si había algo más que
pudiera proveerle para ayudar.
La de la Sra. Terwilliger.
Todavía creía que eso era cierto, pero la parte analítica de mi mente no
podía dejar de aplicar los hechizos defensivos en diversa variedad de
situaciones. Como en mi decisión de donar sangre, los eventos recientes
me habían hecho ver el mundo de una manera diferente. ¿Era la magia
mala? Sí. Pero ese hechizo de ceguera hubiera sido muy útil en el callejón.
Otro hechizo, uno que inmovilizaba a la gente temporalmente, podría
haber sido usado si hubiera querido escaparme de los cazadores en el café.
Seguro, sólo duraba treinta segundos, pero eso me habría dado suficiente
tiempo para escapar.
Seguí revisando la lista. Todos eran tan malos y aun así… tan útiles. Si no
hubiera visto el amuleto de fuego que yo había hecho prender en llamas a
un Strigoi, no hubiera creído que esto fuera posible. Pero en realidad, lo
era.
E
l coche de Adrian se conducía como un sueño. Cuando me puse
detrás del volante, estuve a punto de olvidarme de comprobar
cualquier actividad. De hecho, casi me olvidé de que se suponía
que nos estaba llevando a la clase de Wolfe y mostrando a Adrian cómo
utilizar las marchas.
—¿Huh?
Gemí.
A pesar de que nos recordó una vez más acerca de la importancia de evitar
conflictos y ser consciente de nuestros alrededores, rápidamente resumió
esos puntos y realmente se centró en practicar más formas físicas de
protección de uno mismo.
Con Wolfe allí, Adrian hizo una demostración un poco mejor como
asaltante, pero de inmediato recurrió a sus antiguas formas una vez que
estuvimos solos.
—¿Qué está mal? —exigí saber, una vez que estuvimos en el coche y nos
dirigíamos de vuelta a la ciudad—. Entiendo que no eres un atleta, ¿pero
qué pasó allí dentro?
—No creo que esto sea realmente lo mío. Antes yo estaba todo el rato
jugando al héroe de acción, pero ahora... no lo sé. Esta es una mala idea.
Es más trabajo de lo que pensaba. —Había un tono frívolo y despectivo en
su voz que no había oído en mucho tiempo.
—Eso fue por el arte —dijo Adrian rápidamente—. Todavía estoy en esas
clases, ¿no? No abandoné ese barco. Simplemente no quiero hacer esto
nunca más. No te preocupes. Ahora que tengo más dinero, te pagaré la
cuota de la clase. No te quedarás fuera.
—¡No! Por supuesto que no. Absolutamente no —dijo Adrian. Por el rabillo
del ojo vi que finalmente me miró—. Tal vez es que sólo puedo aprender
una cosa a la vez. Me refiero a que se supone que debo también aprender a
conducir con transmisión manual. No veo que eso ocurra.
Quise golpearme a mí misma en la frente. En mi frustración por la clase,
me había olvidado por completo, otra vez, sobre mostrar a Adrian cómo
conducir. Me sentí como una idiota, a pesar de que todavía estaba
enfadada con él por darse por vencido en lo de Wolfe. Comprobé la hora.
Tenía cosas que hacer esta noche en Amberwood, pero me sentí obligada a
redimirme por mi enseñanza de mala calidad.
—Bueno, miran... um, textiles. En realidad hay una gran exposición de…
Yo le seguí.
—Gracias a Dios que estás aquí —dijo, dirigiendo sus palabras a mí—. Jill,
dijo que estabas fuera y tenía la esperanza de alcanzarte.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, casi esperando que los cazadores
atravesaran la puerta—. Se supone que debes estar en donde Clarence,
hasta que abandones la ciudad.
Ese pánico volvió. Ella me tenía en una montaña rusa emocional, que me
dejaba con náuseas.
Me estremecí. Incluso con una explicación lógica, era una cosa aterradora
el aceptar que había magia en mi sangre. Los hechizos de la Sra.
Terwilliger eran todavía un anatema para mí, pero al menos era un poco de
consuelo el saber que extraían la magia fuera de mí. ¿Pero saber que tenía
algo internamente? Eso era terrible. Y, sin embargo, no podía estar
sorprendida por este hallazgo, no con el tatuaje. Sonya asintió con la
cabeza distendidamente.
—Sí, por supuesto. Pero debe haber algo en esa combinación que es
repulsivo para los Strigoi. ¡Puede ser la clave de todo nuestro trabajo!
Para mi sorpresa, Adrian dio unos pasos hacia mí, y había una tensión en
su postura que era ferozmente protectora.
—Así que sabes que la sangre Alquimista tiene magia —dijo—. Esa no es
ninguna sorpresa. Caso cerrado. ¿Qué es lo que quieres de ella ahora?
—No —dije. Me tambaleé hacia atrás, horrorizada—. Por supuesto que no.
Tanto si se trata de un cuello o de un vial, no hay manera de que vaya a
dar mi sangre para cualquiera la pruebe. ¿Sabes cómo de malo es eso? Sé
que lo haces todo el tiempo con los alimentadores, pero yo no soy uno de
ellos. Nunca debería haberte dado la primera muestra. No me necesitas
para nada de esto. El espíritu es la clave. Lee es la prueba de que los
antiguos Strigoi son a los que necesitas examinar.
—¿Pero todos los Alquimistas tienen mal sabor de sangre? Si es así, ¿cómo
sería un Strigoi capaz de drenarlos?
—Tal vez varía según la persona —dije—. O tal vez algunos Strigoi son más
duros que otros. No lo sé. De todos modos, nosotros no somos en los que
hay que centrarse.
—Hay mucho que es especial en ella —dijo Adrian con sequedad—. Pero su
sangre está fuera de cuestión. ¿Por qué estás presionando con esto de
nuevo después de la última vez?
—No estoy haciendo esto por razones egoístas, ¡lo sabes! Quiero salvar a
nuestra gente. Quiero salvar a toda nuestra gente. No quiero ver ningún
nuevo Strigoi añadido al mundo. Nadie debería vivir así. —Una mirada
obsesionada brilló en sus ojos, cuando un recuerdo se apoderó de ella—.
Ese tipo de sed de sangre y la falta total de empatía por cualquier otro ser
vivo... nadie puede imaginar lo que es. Estás vacío. Una pesadilla andante,
y sin embargo... simplemente no importa...
—Actitud divertida —dijo Adrian—, ver que a propósito escogiste
convertirte en una.
—Hacer eso fue un error —dijo con frialdad—. Uno del que he aprendido,
que es por lo que estoy tan ansiosa por salvar a otros de ese destino.
—Me gustaría ayudar con eso —me ofrecí—. Conseguir sujetos autorizados
para ti. Hablaría con mis superiores. Les gustaría ver el fin de los Strigoi
tanto como a ti.
—Ella sabe que dirían que no, Sage. Es por eso que ella está apelando
directamente a ti y la razón por la que no envió tu sangre a un laboratorio
Alquimista.
—Lo hago —dijo Adrian—. ¿Crees que no quiero ver a todos y cada uno de
esos bastardos Strigoi borrados de la faz de la tierra? ¡Lo hago! Pero no a
costa de forzar a la gente a hacer cosas que no quieren.
—Creo que estás dejando que tus sentimientos personales interfieran con
esto. Tus emociones van a arruinar nuestra investigación.
Él sonrió.
Sonya nos miró de uno a otro, parecía que estaba a punto de protestar, y
luego se lo pensó mejor. Sin otra palabra se marchó, su rostro derrotado.
Una vez más, me sentí mortificada. En teoría, sabía que ella tenía razón...
pero mi instinto no podía estar de acuerdo.
—Ella no debería hacerte sentir mal a ti. Ella sabe cómo te sientes.
—Lo sé... pero es difícil —dije—. Me gusta Sonya. Le di el primer vial, por
lo que puedo ver por qué pensaba que el segundo sería fácil.
Se encogió de hombros.
—No sé, Sage. Ya veremos. Por ahora, nos tendremos que centrar en la
conducción, cuando puedas conseguir alejarte de tu novio, por supuesto.
¿Era ese alguno de los efectos locos del espíritu sobre la mente? Un
minuto, era valiente y protector. Al siguiente, estaba de mal humor y era
obstinado. Tal vez había un patrón o algún tipo de razonamiento detrás de
todo esto, pero iba más allá de mis capacidades analíticas.
Sonreí.
—Lo siento. Estaba pensando en lo bien que te ves de color marrón. ¿Qué
preguntaste?
—¿Micah? —espeté.
Estaba bastante segura de que era la explicación más corta que jamás me
había dado. Traté de recordar lo último que había oído de su relación.
—Ya sabes, Angeline dice que ella puede cocinar —dijo Eddie—.
Estábamos hablando de eso en el desayuno. También dice que sabe cómo
cocinar el pavo, así que si seguimos sus pasos, podemos tener éxito. Por
supuesto, es probable que quiera cazarlo y matarlo por su cuenta.
—Probablemente —dije. Era increíble que él estuviera hablando acerca de
trabajar con ella en algo. Incluso era increíble que pudiera hablar de ella
con cariño, sin una mueca. Estaba empezando a pensar cada vez más que
su demostración en la asamblea había sido algo bueno. No necesitábamos
animosidad en este grupo—. Bueno, ya tengo a por lo que vine, así que me
voy. Te veré por la mañana.
—No, él realmente lo tuvo —me aseguró. Una sonrisa tonta transformó sus
rasgos—. Le encanta que te encante el coche más que a él y piensa que es
impresionante que estés haciendo tan bien tus clases de defensa personal.
No es que eso sea una sorpresa. Siempre eres muy buena en todo, y ni
siquiera te das cuenta de ello. Ni siquiera te das cuenta de la mitad de las
cosas que haces, como prestar atención a los demás y ni siquiera pensar
en ti misma.
—Oh. —Ella recorrió sus dedos por el suave material—. Lia me la dio.
Jill suspiró.
—Vamos, quedémonoslos. Son tan bonitos. Y sabes que los volverá a traer
de todos modos.
—Sí, sí, también me lo dijo. ¿Cómo iba a hacerlo para que nadie te
reconociera? —Negué con la cabeza, sintiendo una cantidad sorprendente
de la ira. ¿Ya no había nada bajo mi control?—. ¡No puedo creer que ella lo
hiciera a mis espaldas! Por favor, dime que no te escabulliste con ella para
hacer una sesión de fotos.
—No, no, —dijo Jill rápidamente—. Por supuesto que no. Pero no creo
que... Quiero decir, ¿no crees que haya ninguna manera de que pudiera
llevarlo a cabo? ¿Ocultarme?
—Quizás sí. Quizás no. Sabes que no podemos correr ningún riesgo.
—Sí.
Seguí sintiéndome molesta y estaba tan distraída que casi me tropecé con
Trey. Cuando él no respondió a mi saludo, me di cuenta de que estaba aún
más distraído que yo. Había una mirada obsesionada en sus ojos, y
parecía agotado.
—Sí, sí. Sólo siento la presión de todo. Nada que no pueda manejar. ¿Y
qué tal tú? ¿Generalmente no salen de este lugar? ¿O es que finalmente te
cansaste de estar aquí durante ocho horas?
El ceño se profundizó.
—Sí, bueno. Ten cuidado. He oído hablar de algunas cosas turbias que
pasan por ahí.
—Qué, ¿hay una red criminal en Palm Springs sobre la que debería saber?
—Tomo nota.
—¿Jill? Sí, está bien. Quería comprobar algunas otras cosas. ¿Vio la
información que le envié sobre los Guerreros de la Luz?
—Eso es por lo que la iba a llamar. ¿Ha tenido algún altercado más?
—No. Y no parece que nos hayan estado siguiendo, tampoco. Tal vez se
dieron por vencidos.
—¿En el pasado? ¿Quiere decir... que se los han encontrado antes? Tenía
la esperanza de que fueran sólo algunos... no sé. Un grupo de locos
localizado.
—No. Acabo de verla esta noche... lo cual me recuerda la otra razón por la
que llamé...
No me creía esa última parte del todo y traté de encontrar una manera
diplomática de decir eso.
No estaba del todo segura de lo que eso significaba, pero su tono me hizo
temblar. Como había señalado anteriormente, no éramos un grupo
particularmente agresivo... a pesar de que éramos excelentes en
deshacernos de los problemas.
Y así sin más, mi mundo se vino abajo. De pronto me sentí culpable. Ella
realmente me había dado una oportunidad, y ahora la estaba
defraudando. Era casi como Liam, dispuesto a vender su alma a los
Strigoi, ya que yo tampoco estaba manteniéndome objetiva ante mis
responsabilidades.
J
ill no me dirigió ninguna mirada soñadora en el desayuno la mañana
siguiente, lo cual fue una especie de alivio. Micah había aparecido de
nuevo, y si bien no estaban tan coquetos como lo habían estado en
el pasado, los dos de inmediato charlaron animadamente sobre un
proyecto de ciencia que ella tenía. Igualmente Eddie y Angeline estaban
enfrascados en una conversación, haciendo planes para cuando ella
estuviera libre de su suspensión. Sus ojos azules brillaban de felicidad
mientras hablaban, y me di cuenta de que tenía sentimientos legítimos por
él. Simplemente no se arrojaba a él por el bien de la conquista. Me
pregunté si él lo sabía.
Hubiera sido fácil sentirse como una quinta rueda aquí, pero en cambio,
estaba satisfecha y contenta de ver a mi pequeña cohorte llevarse tan bien.
La conversación de Stanton me había dejado todavía en conflicto, pero no
había nada malo en apreciar la paz de por aquí. Habría estado más feliz
aún si el comportamiento de Trey también se hubiera normalizado, pero
cuando más tarde llegué a mi clase de historia, estuvo ausente una vez
más. No tenía dudas de que había afirmado que tenía asuntos de familia,
pero mis primeras sospechas estaban regresando, respecto a si su familia
podría ser responsable de sus lesiones. ¿Debería reportar mis
preocupaciones a alguien? ¿Quién? No quería saltar a conclusiones
precipitadas tampoco, lo cual me dejaba en un aprieto.
Eddie y yo siempre nos sentábamos cerca el uno del otro en esa clase, y
me incliné hacia él antes de que sonara la campana, reduciendo mi voz a
un murmullo para afrontar otra preocupación.
—Oye, ¿te has dado cuenta de que Jill, en cierto modo, ha estado
actuando extrañamente a mi alrededor?
—Sí, lo sé, pero tienes que haberlo notado anoche. ¿En la biblioteca?
Quiero decir, teniendo en cuenta que soy terrible en deducir éste tipo de
cosas, era como si ella estuviera enamorada de mí o algo así.
Se rió de eso.
—Oh, sí. Eso. Bueno... hay varias razones para ello. Una de ellas es que
debo centrarme en Angeline. Otra es que simplemente no quiero que Jill se
preocupe por eso. Me encargaré de la protección. —Esas eran exactamente
las razones que había imaginado. La siguiente no lo era—. Y supongo
que… la otra cosa es que no me siento bien estando en contacto con ella
de esa manera. Quiero decir, sé que no significa nada para ella... pero
significa algo para mí.
—No. —De hecho había terminado dos de los encantos, pero desde luego
no iba a decírselo—. Estoy preocupada por Trey. Sigue faltando a la
escuela. ¿Sabe por qué no ha venido? Quiero decir, si me lo puede decir.
—El tipo a quien se lo compré parecía bastante confiable —me dijo Adrian,
después de que habíamos dejado el auto con el mecánico. Nos había dicho
que lo revisaría de inmediato y que podríamos pasar el rato y esperar. Su
tienda estaba en las afueras de una zona suburbana, por lo que Adrian
sugirió que fuéramos a dar un paseo por los vecindarios—. Y funcionó muy
bien cuando hice la prueba de manejo, así que pensé que todo estaba bien.
Gemí.
Adrian se detuvo frente a otra. Era tan amarilla como su auto y mostraba
otra mezcla de estilos, como una versión sureña de un castillo medieval,
completada con torreones.
Me volví, sabiendo que mis ojos estaban muy abiertos mientras lo miraba.
—Sí, Sage —dijo con paciencia—. La usamos todo el tiempo con el arte,
cuando estamos mezclando diferentes componentes. Eso, y sé cómo usar
un diccionario. —Se giró lejos de mí y escaneó la casa, sus ojos posándose
sobre un jardinero que estaba recortando algún seto. Una sonrisa
maliciosa cruzó los labios de Adrian—. ¿Quieres ver la parte de atrás?
Vamos.
—¿Qué estás…? —Antes de que pudiera decir otra palabra, Adrian se
dirigió por el sendero de granito y cortó a través del césped hasta donde el
sujeto estaba trabajando. No quería tener nada que ver con esto, pero la
parte responsable de mí no podía permitir que Adrian se metiera en
problemas. Corrí tras él.
—No.
—Adrian…
—Por supuesto.
Esta propiedad trasera era casi tres veces del tamaño de la parte
delantera. Había más palmeras que rodeaban el patio, junto con un jardín
con terrazas llenas de plantas, tanto nativas como no nativas. Una enorme
piscina de forma ovalada dominaba el espacio, su color turquesa era
sorprendente contra el gris del granito que lo rodeaba. A un lado de la
piscina, algunos escalones conducían a una piscina más pequeña y
cuadrada. Sólo podía albergar a unas pocas personas, y una cascada se
vertía fuera de ella, a la piscina más grande. Las antorchas Tiki y las
mesas alrededor de las piscinas completaban la configuración exuberante.
—¡Adrian! Has utilizado la coacción en ese sujeto. Eso... quiero decir, es...
—Adrian…
Casi me daba miedo subir allí. Era tan raro que alguno de los Moroi aquí
utilizara su magia, que era fácil para mí fingir que no existía. Ver a Adrian
utilizarla —de la forma más insidiosa— me ponía la piel de gallina. Como
le había dicho a la Sra. Terwilliger en nuestra discusión de encanto, nadie
debería ser capaz de controlar a otra persona de esa manera.
—Por supuesto que no —le dije. Y lo decía en serio. No sabía por qué, pero
una parte de mí sabía que Adrian nunca, jamás, me haría daño.
De mala gana, fui a unirme a él, esperando que eso lo alentara a irse.
Cuando llegué a la cima, me quedé boquiabierta. La íntima piscina no
había parecido tan alta, pero nos dio una vista impresionante de las
montañas en la distancia, robustas y majestuosas sobre el azul del cielo.
La piscina más grande brillaba debajo de nosotros, y la cascada hacía que
pareciera como si hubiéramos entrado en algún oasis místico.
Dudé, pero el agua era embriagadora, como si ella también pudiera ejercer
coacción. Sentándome, imité a Adrian y sumergí mis pies descalzos en el
agua. Su frialdad fue sorprendente, y maravillosa, en este intenso calor.
Se encogió de hombros.
—Sí, pero se supone que debo encontrarme con Brayden pronto. Voy a
llegar…
Fue entonces cuando le eché una buena mirada a Adrian.
—Vamos, tenemos que salir de aquí antes de que empeores. ¿En qué
estabas pensando?
—No es la cosa más loca que he hecho. —Sonrió mientras miraba hacia
mí. Sus ojos se pusieron un poco más fuera de foco, como si estuvieran
viendo algo más allá de mí—. ¿Qué hay de malo en un poco de locura aquí
y allá? Se supone que debo estar haciendo experimentos... ¿por qué no ver
qué es más brillante: tu aura o el sol?
Mi teléfono sonó de nuevo unos treinta segundos más tarde: Eso sólo nos
deja una hora para el museo textil.
Estaba a punto de golpearlo por burlarse de mí, pero cuando miré por
encima, su rostro tenía una seriedad mortal. Cualquiera réplica que podría
haber logrado decir murió en mis labios, y rápidamente me levanté para
comprobar nuestro estado, con el fin de ocultar lo nerviosa que me sentía.
—¿Qué pasa contigo y los postres congelados? ¿Por qué siempre los
quieres?
—Lo siento —le dije—. Tuve que hacer algo con mi, eh, hermano.
—¿Qué piensas?
—Ah. —Me deslicé de nuevo en el flujo—. Uhm, Mojave. Me gustan más las
formaciones de roca.
Tal vez el sudor y el calor había lixiviado mis nutrientes… o tal vez todavía
tenía a Adrian en el cerebro.
—Sydney...
—Lo… lo siento —dijo, mirando a otro lado—. No debería haber hecho eso.
—¿Hola?
No tenía razón para estar enojada con Adrian, no después de lo que había
hecho por mí, pero de alguna manera me sentía irritada por la
interrupción. Estaba tratando de sacar el máximo partido de esta noche
con Brayden, y Adrian desestabilizaba todo.
—Sabes que estoy con Brayden —le dije. Eso fue agresivo, incluso para
Adrian—. No puedo simplemente dejar de lado todo y entretenerte.
—E
lla iba a dejar la ciudad —le recordé.
—Belikov está aquí, y está asustado. Él dice que ella nunca regresó a casa
anoche.
—Lo siento —dije con seriedad—. Sobre todo después de haber llegado
tarde y arruinar el museo. Pero es una emergencia familiar.
—Realmente lo siento. Yo... —Casi dije que iba a hacer las paces con él,
pero eso fue lo que dije cuando me fui temprano del baile de Halloween.
Esta noche se suponía que debía haber sido la cita de reconciliación—. Yo
sólo lo siento.
—¿Un Jaguar?
—¿Eh? —pregunté.
—El Jaguar. Pensé que te gustaría saberlo. Dejó que Belikov lo condujera
ya que Sonya se fue con el de alquiler. —Se hizo a un lado cuando entré y
sacudió la cabeza con desaliento—. ¿Puedes creer que estuvo encerrado en
el garaje de su casa todo el tiempo que viví con él? ¡Dijo que olvidó que lo
tenía! Y ahí estaba yo, atascado con el autobús.
—¿Has intentado llamar a su celular? —Sabía que era una pregunta tonta,
pero yo tenía que empezar, lógicamente.
—Sí —dijo Dimitri—. No hay respuesta. Entonces comprobé dos veces para
asegurarme de que su vuelo no había cambiado, y luego hablé con Mikhail
para ver si sabía algo. No lo hacía. Todo en lo que tuve éxito fue en hacerlo
preocuparse.
Miré a Adrian y se notaba que no quería entrar en ello más que yo.
—Tuvimos una discusión —admitió—. Ella estaba tratando de presionar a
Sydney en algunos experimentos, y Sydney se negó. Salté cuando Sonya
siguió empujándola, y finalmente se fue. Nunca dijo nada acerca de a
dónde iba.
—Por lo tanto, cualquier cosa pudo haber pasado. Podría haber sido
tomada justo afuera en la calle. O podría haber ido a alguna parte y sido
secuestrada allí.
—Eso, y lo que es más importante, para conseguir una búsqueda sobre ese
auto. Si se la llevaron... —Vaciló, conduciendo a casa el miedo que
acechaba en todos nosotros—. Bueno. Si ella está escondida en algún
lugar, será muy difícil de localizar. Pero es mucho más difícil ocultar un
auto que una mujer. Si la policía puede obtener su descripción por ahí,
podemos tener una idea de si va a aparecer. —Empezó a abrir la puerta y
luego volvió a mirarnos—. ¿Estáis seguros de que no recordáis nada más
que ella dijera que podría ayudar?
Me quedé helada.
—Sí... pero no lo que estás pensando. —Cerré los ojos y respiré hondo. No,
no, no. El pensamiento en mi cabeza era una locura. No tenía nada que
hacer, incluso considerándolo. Dimitri tenía la idea correcta.
Necesitábamos centrarnos en los métodos normales y concretos para la
localización de Sonya.
—¿Sage? —Adrian tocó ligeramente mi brazo, y salté con la sensación de
sus dedos contra mi piel—. ¿Estás bien?
—Bienvenida a mi mundo.
Era una extraña lógica, pero me dio el empujón que necesitaba. Saqué mi
teléfono celular y marqué un número al que casi nunca llamaba, aunque
sin duda recibía mensajes de texto y llamadas todo el tiempo. La respuesta
llegó después de dos timbres.
—No. Tan impactante como eso es, me voy a casa de vez en cuando.
—Hizo una pausa por un momento—. Sin embargo... ciertamente eres
bienvenida a venir a mi casa.
—Voy contigo.
Me crucé de brazos.
—Sip —dijo Adrian—. Usted es la qué me ayudó ¿verdad? Gracias por eso.
—Bien, bien. Esta es, sin duda una valiosa visita nocturna. —Estábamos
en su comedor, y ella sacó una silla de madera adornada para sentarse.
Uno de los gatos se rozó contra su pierna—. Hay una serie de hechizos de
ubicación, sin duda, aunque no son muy a su nivel. Y por su nivel, me
refiero a su constante negativa a practicar o mejorar por sí misma.
Fruncí el ceño.
—¿Qué tengo que hacer? —pregunté. Estaba tratando de ser fuerte, pero
me temblaban las manos.
—¿Quién es Desiree? —le pregunté, una vez que la Sra. Terwilliger colgó.
—No estoy segura de haberlo empujado tan lejos —dijo Terwilliger—. Pero
ciertamente tenemos tiempo suficiente para este hechizo. No lo puedo
hacer por ti, pero te puedo ayudar con los ingredientes y suministros.
—Por supuesto.
—Se ve caótico —dijo la Sra. Terwilliger—. Pero me atrevo a decir que está
lo suficientemente organizado, incluso para ti.
Tras una inspección más cercana, vi que tenía razón. Todas las plantas y
los pequeños frascos estaban clasificados en orden alfabético. Todas las
herramientas estaban identificadas, enumeradas por tamaño y material.
En el centro de la habitación había una gran mesa de piedra lisa y dejé el
libro sobre ella, cuidando de dejarlo abierto en la página que necesitaba.
—¿Estás segura de que estás bien con todo esto? Quiero decir, por lo que
sé de ti y de los Alquimistas… bueno, parece que, en realidad, no estarías
muy de acuerdo con todo esto.
—No lo estoy —acordé—. Como dije, esto va contra todo en lo que creo,
contra todo lo que ellos me han enseñado. Esa es la razón de por qué no
puedes decírselo a nadie. ¿Escuchaste su comentario pasivo-agresivo
acerca de que yo no practico? Me ha insistido por un tiempo ya para que
desarrolle mis “habilidades mágicas” y sigo negándome, porque está mal.
Así que, me ha tenido buscando libros de hechizos para mi estudio
independiente, esperando que aprenda por osmosis.
—Eso está mal —dijo él, negando con la cabeza—. No tienes que hacer
esto. No tienes que hacer algo que no quieras.
—Bueno, quiero encontrar a Sonya. Así que tengo que hacer esto.
Él no me sonrió.
—Está bien. Simplemente voy a estar aquí afuera, teniendo una fiesta del
té con sus gatos o lo que sea que ella tenga en mente. ¿Me necesitas?
Gritas. ¿Quieres irte? Nos vamos. Te sacaré de aquí, sin importar nada.
—Gracias.
Adrian se fue y estaba sola. Bueno, casi. Uno de los gatos se había
quedado, uno de pelaje negro brillante con ojos amarillos. Estaba
recostado en un estante alto, mirándome, curioso, como si se preguntara
si yo realmente podía sacar esto adelante. Ya éramos dos.
Apenas me había dado cuenta. Pasé una mano por mi frente, sorprendida
de lo mucho que me habían hecho sudar los vapores de la habitación. Salí
para encontrar a la Sra. Terwilliger y a Adrian, sin estar segura de en qué
actividad extraña los encontraría. En cambio, la situación era bastante
normal: estaban viendo televisión. Ambos levantaron la mirada cuando me
acerqué.
—Se ve excelente. —No sabía cómo decirlo con sólo una mirada, pero
pensé en creer en su palabra.
Puse el plato en la mesa de trabajo y vertí una copa de agua del caldero en
la superficie de plata. Todos los ingredientes que no eran líquidos se
habían removido y el agua era perfectamente clara. Una vez dejó de emitir
ondas, el efecto espejo regresó. La Sra. Terwilliger me entregó un pequeño
bol de incienso de gálbano, que, según el libro, debería quemarse en esta
etapa. Encendí la resina con una vela y un olor amargo se levantó,
contrastando con la dulzura del líquido.
—Por supuesto. —Lo puse sobre la superficie del agua. Parte de mi quería
que algo pasara, chispas o humo, pero había leído las instrucciones y
sabía lo que pasaría. Saqué un taburete de debajo de la mesa y me senté
en él, permitiéndome mirar abajo hacia el agua.
—¿Ahora miro?
Miré abajo hacia mi relejo e intenté hacer todas las cosas que ella acaba de
describir. Nada pasó.
—Por supuesto que no —dijo ella—, sólo ha pasado un minuto. Te dije que
este era un hechizo avanzado. Puede tomar un tiempo para que reúnas
toda la fuerza y el poder que necesitas. Sigue intentándolo. Nosotros
esperaremos.
Pero, ¿esto? Esto era sobre mirar y mirar, deseando permanecer enfocada
y con un enfoque fijo y claro. ¿Cómo iba a saber que lo estaba haciendo?
Incluso si alcanzaba esa tarea, podría tomar un tiempo en que se
manifestara lo que necesitaba. Intenté no pensar aún en eso.
Sonya. Sonya era todo lo que importaba ahora. Toda mi voluntad y energía
debían estar en salvarla.
Seguí repitiéndome eso mientras los minutos pasaban. Cada vez que
estaba segura de que debería detenerme y preguntarle a la Sra. Terwilliger
qué hacer, me forzaba a mi misma a seguir mirando el agua. Sonya,
Sonya. Piensa en Sonya. Y aún así, nada pasaba. Finalmente, cuando un
dolor en mi espalda hizo del estar sentada insoportable, me levanté para
enderezarme. El resto de mis músculos estaban comenzando a
acalambrarse también. Caminé de regreso a la sala de estar; casi había
pasado una hora y media desde la última vez que había estado aquí.
Adrian me dio una mirada de simpatía y comenzó a decir algo, pero luego
lo pensó mejor. Estuve a punto de irme, pero un pensamiento molesto que
me fastidiaba me detuvo.
—¿Qué pasa si no está viva? —pregunté—. ¿Podría ser esa la razón de por
qué no está funcionando?
—El hechizo estuvo impecable —dijo ella—. Y no, no está más allá de tus
posibilidades, pero sólo tú tienes el poder para hacer que suceda.
—No me quedaré —dijo él—, sólo quería asegurarme de que estás bien.
—Sí… quiero decir, no lo sé. Estoy tan bien como puede estar alguien con
todo esto. —Señalé con la cabeza la bandeja de plata—. Tal vez si necesito
que me saques de aquí.
Lo miré, desconcertada.
—¿Qué pasó con lo de que no tengo que hacer nada que no quiera? ¿Y qué
me defenderías noblemente?
—Bueno. Eso era cuando no querías hacer esto porque desafiaba todas tus
creencias. Ahora que ya has cruzado esa línea, tu problema parece ser que
eres pesimista y que no crees que puedas hacerlo. Y, honestamente, eso es
una mierda.
—¡Haría cualquier cosa por ayudarla! Cualquier cosa que esté en mí poder,
eso es todo. Y no creo que esto lo sea.
Estaba tan exhausta que pensé que podría llorar. Quería inclinarme hacia
él y que me sacara de aquí, como había prometido antes.
—Ese es el problema. No fallo, pero temo que ahora si fallaré. No sé lo que
se siente. Y eso me aterra. —Especialmente porque la vida de Sonya
depende de mí.
—No tendrás que averiguar cómo se siente esta noche porque no vas a
fallar. Puedes hacer esto. Y estaré aquí contigo, tome el tiempo que tome,
¿está bien?
—Está bien.
Incluso con la tela de mala calidad, el artista había tenido mucho cuidado
al pintar el sol, estilizando los rayos y asegurándose de que el largo
coincidía entre ellos. El alambrado es sí era tosco e industrial y me fijé en
lo que parecía una caja de alto voltaje colgando de él.
—¡Ay!
Me las arreglé para sentarme, pero eso fue todo lo que pude hacer. El
mundo estaba girando y mi estómago se sentía vacío y revuelto. Luego de
lo que pudieron haber sido tres segundos o tres horas, escuché voces y
pasos. Brazos fuertes me tomaron y Adrian me ayudó a ponerme de pie.
Me aferré a la mesa mientras él tomaba el taburete y me ayudaba a
sentarme.
Estaba tan desorientada y débil que ni siquiera dudé. Comí y bebí como si
no hubiera comido en semanas mientras Adrian y la Sra. Terwilliger
esperaban pacientemente. Fue sólo cuando prácticamente lamí el plato
dejándolo vacío que me di cuenta de lo que acababa de comer.
Adrian se burló.
—No. —Me levanté y sentí mis piernas comenzar a doblarse, pero al final,
me sostuvieron. Adrian puso un brazo a mí alrededor, claramente no
creyendo en la recuperación de mi cuerpo—. Debo volver ahí. Creo que
podemos averiguar en dónde está el lugar.
Adrian tenía razón al decir que el sol que yo acababa de describir, no era el
diseño que había estado en la espada o en el folleto. Ambos habían usado
el símbolo antiguo. El de mi visión era más bien una adaptación moderna
y no era la primera vez que lo veía.
M
eterse donde Trey era más fácil decirlo que hacerlo. Que una
chica entrara al dormitorio de los chicos en horas normales ya
hubiera sido lo suficientemente difícil. ¿Pero después del toque
de queda? ¿En medio de la noche? Casi imposible. Tuve que recurrir a
opciones creativas y llamé a Eddie mientras llevaba a Adrian a casa. Una
de las cosas por las que nunca tendría que sentirme culpable era por
llamar a Eddie a cualquier hora. Mantenía su teléfono con sonido (para
deleite de Micah, sin duda), y sospechaba que dormía con el teléfono al
lado de su almohada.
Esta era la primera vez que Eddie oía sobre el secuestro de Sonya, pero no
pidió más información; ni tampoco cómo yo sabía su ubicación. Sabía que
ella había estado en peligro recientemente, y este rápido mensaje fue
suficiente para hacerlo actuar. No sabía que pasaría exactamente cuándo
Eddie encontrara a Trey, viendo que no había manera de que yo misma
hablara con Trey sino hasta la mañana. Aun así, teníamos que empezar en
alguna parte.
—Si Trey está involucrado en esto de alguna forma, no creo que quiera
tomarlo suave con él. Y aun así… no puedo creer que lo esté.
—Las personas se engañan entre sí mismas todo el tiempo. Mírate a ti. ¿Tú
crees que Trey sabe que eres parte de una sociedad secreta que ayuda a
mantener a los vampiros ocultos del mundo?
—¿Y?
—No está ahí. Creo que tampoco estuvo ahí ayer por la noche. Algo sobre
una emergencia familiar.
—No.
Me la pasé despertándome y volviéndome a dormir esa noche. Mi cuerpo
estaba exhausto debido a la magia, pero también estaba al límite debido a
Sonya como para sucumbir ante la fatiga. Me la pasé levantándome y
revisando mi celular, temiendo haber perdido alguna llamada; sin importar
el hecho de que lo tuviera a máximo volumen. Finalmente me rendí y salí
de la cama un par de horas antes de que empezara el desayuno de la
cafetería. Para cuando me había duchado y vestido—y puesto mi cafetera
al máximo—estaba de vuelta en las horas abiertas del campus. No es que
me hiciera mucho bien.
Hice dos llamadas más después de eso, primero a Spencer para ver si Trey
estaba trabajando. No esperaba que lo estuviera, pero era una buena
excusa para saber si había estado ahí en los últimos días. No había
estado. Mi próxima llamada fue a Stanton, reportando la desaparición de
Sonya. Le dije que teníamos una pista que conectaba a uno de mis
compañeros con los cazadores de vampiros y que Sonya probablemente
estaba siendo retenida en un recinto fuera de la ciudad. No mencioné
cómo lo sabía y Stanton estaba lo suficientemente distraída con el
secuestro como para no preguntar.
—Sácalo de aquí.
—Pero quiero…
Micah se iluminó.
—Por supuesto.
Una vez que los dos se fueron me giré hacia Eddie y Angeline.
—Hum, bueno, yo… ¡no puede ser! —Mi boca cayó abierta mientras
miraba más allá de Eddie—. ¡Es Trey!
Trey empezó a protestar y después nos vio a Angeline y a mí. Jill apareció
de repente también, aparentemente habiendo perdido a Micah. Una
mirada triste cruzó las facciones de Trey, casi derrotado, y asintió
cansadamente.
—Vamos afuera.
Eddie soltó a Trey y dio un paso atrás, pero aún había un brillo peligroso
en sus ojos.
—Te juro que, si tú y tus trastornados socios le ponen una mano encima…
Las palabras eran todas las correctas, justo en línea con la propaganda de
los Guerreros. Pero, había algo en la manera en la que Trey hablaba, algo
sobre su postura… no podía decir qué era lo que me hacía dudar de él. Las
personas me molestaban por mi falta de habilidad en cuestiones sociales,
pero estaba casi segura de que él no estaba totalmente de acuerdo con lo
que este grupo quería que él hiciera.
—Éste no eres tú, Trey —dije—. Te conozco bien para saberlo. No matarías
a una mujer inocente.
—¿Se ve Sonya como una no muerta? —preguntó Eddie—. ¿Le viste los
ojos rojos?
—No —admitió Trey—. Pero tenemos otras pruebas. Testigos que la vieron
en Kentucky. Reportes de sus víctimas.
—Eso es imposible. Están siendo engañados. Hay algún tipo de… no sé…
magia oscura en todo eso.
—Oh, ¿eso piensas? —Una sonrisa sin humor cruzó las facciones de
Trey—. Ese lugar está rodeado por una cerca eléctrica y lleno de hombres
armados. Además, ella está bastante vigilada. No puedes simplemente
entrar ahí.
—¿Por qué sigue viva? —preguntó Angeline. Pareció darse cuenta de que
eso sonaba raro, y fue rápida en descifrarlo—: Eso es… quiero decir, me
alegra de que lo esté. Pero si crees que es tan malvada, ¿por qué no la han
matado? —Nos miró a mis amigos y a mí—. Lo siento.
—Pero tú no estás tan seguro —dije—. ¿O sí? Tus ojos no te están diciendo
lo mismo que te dicen tus amigos cazadores.
Él evadió la acusación.
Tener “autorización” para matar a alguien era repulsivo, pero fue el resto
de lo que había dicho lo que me hizo pensar dos veces.
—Sabía que eras amiga de ellos. Puedo decirlo con sólo mirarlos, aunque
no supe que eran ustedes de inmediato. —Eso iba dirigido a Eddie y
Angeline. Trey se dirigió a mí otra vez—. Reconocí tu tatuaje la primera vez
que nos vimos. Lo ignoré porque pensé que no estabas involucrada en lo
que yo estaba. Pensé que sólo andabas con vampiros inofensivos, así que
no esperaba que estuvieras allí esa noche. No quería que te lastimaras.
Sigo sin quererlo, que es por lo que necesitas dejar pasar esto.
—Me cansé de esto —dijo Eddie. Era una maravilla que hubiera sido
paciente durante todo este tiempo—. Necesitamos derribar las puertas de
ese lugar y…
—¿De qué estás hablando? —preguntó Trey, tenía una mezcla de sospecha
y confusión en su rostro.
—Sabes qué soy. Sabes lo que hago. —Trey asintió—. Nuestros dos grupos
solían ser unidos. Aquellos chicos que me detuvieron en la calle incluso
dijeron que pensaban que deberíamos trabajar juntos. Los Guerreros
quieren los recursos de los Alquimistas.
—No. Sólo quiero hablar con este consejo tuyo. Quiero explicar por qué
Sonya no es… eh, porque ya no se ve como solía verse. Hay una Moroi que
usa cierto tipo de magia que podría incluso mostrarte…
—Te creo —le dije—. Y también estoy segura de que no dejarías que algo
malo me pasara. Mira, ¿no sientes curiosidad sobre por qué Sonya es
cómo es? ¿Puedes arriesgarte a pensar que tu gente está cometiendo un
error? Dijiste que tolerabas a los Moroi. Ella es uno de ellos. Déjame
explicarlo. No estoy pidiendo nada más que una oportunidad para hablar.
—El honor es lo que nos hace hacer lo que hacemos —dijo Trey—. Si
prometemos que ella va a estar bien, estará bien.
—Entonces pídeselo —le urgí—. ¿Por favor? ¿No harías esto por mí?
¿Cómo mi amigo?
Una mirada dolorida cruzó las facciones de Trey ante eso. Había hecho
alusión a que me debía algo por haberlo ayudado a que cerraran el negocio
de tatuajes ilícitos. Eso obligaría a cualquier amigo, sobre todo a uno al
que le habían inculcado un rígido sentido del honor. Supe entonces, que
algo más que el honor estaba en juego aquí. Trey y yo éramos amigos, con
más cosas en común de lo que me había dado cuenta. Ambos éramos
parte de grupos que querían controlar nuestra vida, a menudo de maneras
que no nos gustaban. También teníamos padres dominantes. Si Trey y yo
no tuviéramos metas tan opuestas, podríamos habernos reído sobre esto.
—Eso fue un error —dijo, con la cara sombría cuando miró por donde Trey
se había ido—. Por todo lo que sabemos, va a desaparecer, y habremos
perdido toda oportunidad de recuperar a Sonya.
—No creo que lo haga —dije—. Conozco a Trey. Es una buena persona, y
me doy cuenta de que aunque cree que los Strigoi necesitan ser
exterminados, no está cien por ciento seguro de Sonya. Hará lo que pueda.
Creo que se siente dividido ahora mismo, atrapado entre lo que le han
dicho toda su vida y lo que está empezando a ver con sus propios ojos.
—Oh, no. Está bien, las cosas se están poniendo raras entre nosotros de
todas formas.
—¿Ah, sí? —Micah se veía tan animado como siempre la última vez que lo
vi—. ¿Aún tienen problemas?
—Bueno… creo que sí. De verdad me gusta. Me gusta salir con él y sus
amigos. Pero sólo me mantengo recordando que nada puede pasar entre
nosotros. Como esta mañana. Hay un mundo entero del que él no puede
ser parte. Y no soporto pensar en mentirle o alejarlo de mi vida. Tal vez
tenga que hacerlo… de verdad. Terminar las cosas. Sé que lo he dicho
antes, pero ahora lo digo en serio.
—Parejas de Moroi y Dhampirs son mal vistas cuando uno es mayor, pero
ahora… quiero decir, conozco a unos que se hicieron pareja en St.
Vladimir. —Se rió apenada—. Lo sé, lo sé… sé que no debería estar
pensando así. Un chico a la vez. Pero aun así… cuanto más veo a Eddie; es
tan valiente y tan seguro. Haría cualquier cosa por nosotros, ¿sabes? Es
como un héroe de caricaturas en la vida real. Pero es tan dedicado que
probablemente nunca se interese en alguien como yo. No tiene tiempo para
citas.
—¿En serio?
Ella se perdió en sus pensamientos y no se dijo más nada del tema cuando
Eddie y Angeline llegaron. Manejamos hasta la ciudad, y dejé a Jill y a los
dos Dhampirs en la casa de Adrian, mientras yo hacía unos recados.
Esperar a Trey era agonizante, y necesitaba una distracción. Además, me
hacían falta unas cosas de Alquimista y quería asegurarme de tener todo
antes de adentrarme en el campamento de los Guerreros.
—Está bien —dijo—. Está todo listo. Se van a reunir contigo hoy en la
noche… sólo tú.
—Te voy a llevar hasta ahí a las siete —dijo Trey—. Y… bueno, lo siento…
pero tendrás que ir con los ojos vendados. Y estaré pendiente de que nadie
nos siga. Si lo hacen, todo se cancela.
—Entiendo —dije, aunque ir vendada hacia que esto fuera más aterrador—
. Estaré lista, gracias Trey.
Hice arreglos para que me recogiera donde Adrian, ya que sabía que Eddie
y Dimitri tendrían varias cosas que decirme. De hecho, los llamé tan
pronto colgué la llamada de Trey, para avisarles. También llamé a Stanton
para actualizarla. Se me ocurrió que debí haberla llamado antes, pero
primero quería una respuesta definitiva por parte de Trey.
—No me gusta la idea de que vayas sola —me dijo—. Pero es poco probable
que te lastimen. De verdad parece que se mantienen alejados de los
humanos; nosotros en particular. Y si hay una oportunidad de sacar a
Karp de ahí… bueno. Eso nos salvaría de muchos problemas con los
Moroi. —El tono de Stanton me dijo, que aunque ella creía que yo estaría a
salvo, no era muy optimista con respecto a Sonya—. Tenga cuidado,
señorita Sage.
—Debe haber una manera —dijo Dimitri. Como estábamos con el aire
acondicionado tenía puesta su gabardina—. No puedo dejar que vayas allí
indefensa.
—No estoy en peligro —dije, sintiendo que había repetido lo mismo todo el
día—. Puede que estén locos, pero Trey dice que si dan su palabra, la
cumplen.
Él me estudió y me sonrió.
—Me quedo con los vampiros. La lealtad hacia la raza llega hasta cierto
punto.
Algo en el rostro de Adrian se transformó, pero no le presté mucha
atención. Estaba muy impactada dándome cuenta que las palabras que
acababa de decir podrían ser consideradas como alta traición entre los
Alquimistas.
—No pensé que llegaríamos a tiempo —dijo Eddie—. Tenía miedo de que
no comieras antes de tu misión.
Él había caminado hasta mi bolso con las llaves y las había dejado ahí de
todas formas.
—¿Estás segura?
—Positivo.
¿Promete qué? Nadie se explicó. No era mucho que caminar ya que vivía en
el primer piso, pero cuando salimos, me retuvo con sus manos en mis
brazos. Una sacudida me recorrió, tanto por el contacto como por lo
inesperado del gesto. Sus únicas demostraciones de ternura eran con Jill.
—No, no. Yo sólo… bueno, quiero que sepas que yo confió en ti.
—De acuerdo —dije sintiéndome un poco confundida. Otra vez sentía que
no me estaban diciendo algo—. Espero que mi plan funcione.
—Sí. Absolutamente.
—Dame tu celular.
—Gracias.
Me sumí en la oscuridad.
Capítulo 21
Traducido por LizC y Mari NC
Corregido por Kathesweet
H
abía visto películas en donde personas con los ojos vendados eran
capaces de decir a dónde iban, con base a un talento innato para
detectar el movimiento y dirección. Yo no. Después de unas
cuantas vueltas, no podría haber dicho en qué parte de Palm Spring
estábamos, sobre todo dado que sospechaba que Trey estaba conduciendo
en círculos con el fin de asegurarse de que no hubiera nadie siguiéndolo.
De lo único que estuve segura fue cuando llegamos a la I-10, simplemente
por la sensación de la autopista.
—Es por eso que siempre estabas hablando de la presión familiar y por
qué se espera tanto de ti, ¿no? Es por eso que tu papá está tan
preocupado por tu rendimiento deportivo.
—¿Alguna vez los has visto? —preguntó—. ¿A los vampiros malos, los no
muertos?
Más silencio.
—Sí.
—Llévala dentro entonces. Ellos se encargarán del resto de la búsqueda.
—Vamos. Sal.
—¿Qué es esto? —El chico de cabello rubio del café levantó una pequeña
bolsa de plástico llena de hierbas y flores secas—. No te ves de la clase que
consume drogas.
Me encogí de hombros.
—Mantenemos todo tipo de cosas. Sin embargo, saqué todos los ácidos y
las sustancias químicas antes de venir aquí.
Él le tendió la mano.
La mujer vaciló hasta que Jeff asintió con la cabeza. Trey deslizó el
teléfono en su bolsillo, y yo se lo agradecí. Había un montón de números
guardados que sería un dolor reemplazar. Una vez que mi bolso se
consideró seguro, se me permitió volver a poner todo dentro y llevarlo
conmigo.
Estaba equivocada.
Cualesquiera que fueran las faltas que los Guerreros de Luz tuvieran en
otras áreas de su operación, lo habían infundido en la arena… o, como se
me dijo era su nombre oficial: La Arena de Resplandor Divino de Oro
Santo. La arena había sido construida en un claro rodeado de varios
edificios. No iría tan lejos como para llamarlo un patio. Era más grande, y
el suelo estaba más que lleno de tierra arenosa por la que habíamos
conducido. Esta disposición estaba lejos de ser fina o tecnológica, sin
embargo, mientras lo observaba todo, no podía dejar de pensar en Trey
diciendo que los Guerreros habían llegado a la ciudad esta semana.
Ya que ellos habían armado todo esto tan rápido... bueno, era en cierto
modo impresionante. Y aterrador. Dos conjuntos de gradas desvencijadas
de madera habían sido construidas en lados opuestos del espacio. Un
conjunto albergaba alrededor de cincuenta espectadores, en su mayoría
hombres, de diferentes edades. Sus ojos, con recelo e incluso hostiles,
estuvieron sobre mí a medida que fui guiada a continuar. Prácticamente
podía sentir sus miradas taladrando en mi tatuaje. ¿Todos ellos sabían
sobre los Alquimistas y nuestra historia? Todos estaban vestidos con ropa
normal, pero aquí y allá, vi destellos de oro. Muchos de ellos llevaban
algún tipo de adorno—un alfiler, un pendiente, etc—ya sea con un símbolo
del sol antiguo o moderno.
Le mostré la sonrisa cortés que pude procesar, y decidí no señalar que era
poco probable que los Alquimistas dieran la bienvenida a fanáticos
armados hasta los dientes en nuestras filas.
El Maestro Jameson levantó una mano para detenerme. Sus ojos parecían
demasiado pequeños para su rostro.
—Lo harás —dijo el Maestro Ortega, en un tono que implicaba que sería
un esfuerzo inútil—. Pero en primer lugar, debemos determinar nuestro
campeón. Competidores, tomen sus lugares.
El sacerdote marcó sus frentes con aceite y dijo una especie de bendición
que no pude oír. Entonces, para mi sorpresa, él hizo la señal contra el mal
en su hombro: la señal de los Alquimistas contra el mal.
Creo que eso, más que cualquiera de los asuntos sobre vampiros malos o
los uso compartidos de símbolos antiguos, fue lo que realmente hizo obvio
el hecho de que nuestros dos grupos habían estado relacionados. La señal
contra el mal era una pequeña cruz dibujada en el hombro con la mano
derecha. Había sobrevivido a lo largo de los Alquimistas desde tiempos
antiguos. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Realmente habíamos sido
uno e iguales.
El hombre que había entregado los mazos también anunció las reglas en
voz alta, una voz resonante que llenó la arena. Para mi alivio, los primos
Juarez, no estarían combatiendo entre sí sin sentido. Había un sistema
para el combate en el que estaban a punto de entrar. Sólo podían
golpearse entre sí en ciertos lugares. Golpear otro lugar daría lugar a
sanciones. Un ataque con éxito daría lugar a un punto.
Sin embargo, tan pronto como empezó, estuvo claro que esto no iba a ser
tan civilizado como esperaba. Chris de hecho consiguió el primer éxito de
inmediato, golpeando a Trey con tanta fuerza en el hombro que me hizo
respingar. Gritos salvajes y vítores resonaron entre la multitud sedienta de
sangre, haciéndose eco de consternación por los silbidos de los
simpatizantes de Trey. Trey ni siquiera reaccionó y sólo siguió tratando de
golpear a Chris, pero sabía que habría un desagradable moretón allí más
tarde. Ambos eran bastante rápidos y estaban alerta, capaces de esquivar
la mayoría de los intentos de golpes. Se movieron alrededor, tratando de
conseguir golpear a través de la defensa del otro. Más tierra se levantó,
aferrándose a sus pieles sudorosas. Me encontré inclinándome hacia
adelante, con los puños apretados en nerviosismo. Sentía la boca seca, y
no podía emitir sonido alguno.
Miré donde él indicó y vi a dos hombres de mediana edad, lado a lado, con
miradas alegres en sus rostros mientras les daban gritos de aliento a los
primos. Ni siquiera necesité una guía del Maestro Angeletti para adivinar
que estaban relacionados. El sello de la familia Juarez era fuerte en estos
hombres y sus hijos. Los padres aplaudían tan ávidamente como la
multitud, ni siquiera pestañeando cuando Trey o Chris se lesionaron. Era
como mi padre y el de Keith. Nada importaba excepto el orgullo familiar y
respetar las reglas del grupo.
Le había perdido la pista a los puntos hasta que el Maestro Jameson dijo:
No había nada de razón en esto. Las lágrimas picaron en mis ojos, pero si
era por el aire seco y polvoriento o simplemente mi ansiedad, no podía
decirlo. El sudor resbalaba de Trey y Chris ahora, sus pechos subiendo y
bajando con el esfuerzo de la batalla. Ambos estaban cubiertos de
arañazos y magulladuras, añadiéndolos a los antiguos de los días pasados.
La tensión en la arena era palpable mientras todos esperaban para ver
quién aterrizaría el golpe final. Los primos se detuvieron ligeramente,
midiéndose entre sí cuando se dieron cuenta de que éste era el momento
de la verdad. Éste era el golpe que tenía que contar. Chris, con el rostro
emocionado y encendido, atacó primero, embistiendo hacia adelante para
conseguir un golpe sobre el costado del torso de Trey. Di un grito ahogado,
saltando a mis pies en alarma con la mayor parte de la multitud. El sonido
fue ensordecedor. Quedó claro en la expresión de Chris que podía saborear
la victoria, y me preguntaba si ya estaba imaginando el ataque con el cual
podría matar a Sonya. La puesta del sol bañaba su rostro en luz
sangrienta.
Tal vez fue porque había visto lo suficiente de Eddie para aprender algunos
de los fundamentos, pero de repente me di cuenta de algo. El movimiento
de Chris fue demasiado temerario y descuidado. Efectivamente, Trey era
capaz de evadir el ataque, y dejé escapar un suspiro de alivio. Me dejé caer
de vuelta a mi asiento. Aquellos que habían estado seguros de que él
estaba a punto de ser sacado rugían de indignación.
Eso dejó a Trey con una hermosa brecha para acabar con Chris. Mi
tensión regresó. ¿Era esto realmente mejor? ¿Trey “ganando” el derecho a
tomar una vida? El punto era discutible. Trey no tomaría la oportunidad.
Fruncí el ceño mientras miraba. Él no titubeaba precisamente, pero había
algo que no parecía correcto. Hay un ritmo en la lucha, donde las
respuestas instintivas y automáticas toman el relevo. Era casi como si Trey
estuviera luchado intencionalmente contra su siguiente movimiento
instintivo, el que decía ¡ataca ahora! Y al hacerlo, Trey quedó abierto. Dio
un golpe a Chris, pero este lo derribó contra el suelo. Apoyé una mano en
mi propio pecho, como si yo también hubiera sentido el golpe.
—¡Saquen a la criatura!
—Nos hemos reunido aquí desde todas partes del país para una gran cosa.
Es un día raro y bendito cuando realmente tenemos un Strigoi en
cautiverio. —Porque no es un Strigoi, pensé con rabia. Nunca serían
capaces de capturar a uno vivo—. Ellos infectan seres humanos decentes
como nosotros, pero hoy vamos a enviar a uno de vuelta al infierno, uno
que es particularmente insidioso debido a su capacidad de ocultar su
verdadera naturaleza y finge ser uno de los demonios más benignos, los
Moroi, con quienes también lidiaremos algún día. —Murmullos de
aprobación recorrieron la multitud—. Sin embargo, antes de comenzar, a
una de nuestros hermanos Alquimistas le gustaría hablar en nombre de
esta criatura.
Con eso, se sentó y me hizo un gesto. Nada más fue ofrecido, y asumí que
esto significaba que la palabra era mía. No estaba del todo segura de lo
que se suponía que debía exponer de mi caso ni dónde. El consejo tomaba
las decisiones, pero esto parecía algo que todos deberían escuchar. Me
puse de pie y esperé a que la chica con la pistola me impidiera moverme.
No lo hizo. Poco a poco, con cuidado, hice mi camino hacia abajo de las
gradas y me paré en la arena, consciente de no acercarme Sonya. No creía
que resultara mejor.
—Hemos documentado los casos de tres, no, cuatro personas a las que les
ha sucedido esto. Tres Moroi y un dhampir que una vez fueron Strigoi y
ahora están en posesión de sus seres originales y almas. —Hablar sobre
Lee en tiempo presente no era del todo exacto, pero no había necesidad de
aclarar. Además, describir un antiguo Strigoi que quería convertirse en
Strigoi otra vez probablemente no ayudaría a mi caso—. Mírenla. ¿Parece
Strigoi? Ella está fuera en el sol. —No había mucho que quedara de él,
pero incluso esos fugaces rayos el sol matarían a un Strigoi. Con la
manera en que yo sudaba de miedo, bien podría haber estado bajo un
ardiente sol de media tarde—. Siguen diciendo que esto es obra de una
magia retorcida, pero ¿alguna vez, aunque sea una vez, la vieron en forma
de Strigoi aquí en Palm Springs?
Me burlé.
—Estoy de acuerdo con eso. Pero Sonya no es uno de ellos. Mírala. —Yo
estaba ganando valor, mi voz cada vez más fuerte y más clara en la noche
del desierto—. Siguen presumiendo de la captura de un monstruo terrible,
pero todo lo que veo es una mujer drogada y comedida. Buen trabajo. En
verdad un enemigo digno.
Ninguno de los del consejo parecía casi tan tolerante como lo habían hecho
antes.
Una vez más, me quedé sin palabras, pero no porque me pareciera haber
perdido mi caso. Las palabras del Maestro Jameson fueron casi idénticas a
lo que el padre de Keith había dicho, cuando me dijo que Keith tendría que
volver a re-educación. El Sr. Darnell había hecho eco de este sentimiento,
que no podían correr el riesgo de que incluso un poco de sutil influencia
afectara a Keith. Acciones extremas se habían requerido. Somos lo mismo,
pensé. Los alquimistas y los guerreros. Los años nos han dividido, pero
venimos del mismo lugar, tanto en nuestros objetivos como en actitudes
ciegas.
Entonces el Maestro Jameson dijo lo más impactante de todo.
—Por el poder divino que se nos ha concedido para llevar la luz y la pureza
en este mundo, se le autoriza destruir a esta criatura. Comience.
Chris alzó la espada, con un brillo fanático en sus ojos. Un destello feliz,
incluso. Él quería hacer esto. Quería matar. Dimitri y Rose habían matado
muchas, muchas veces, pero ambos me habían dicho que no había alegría
en ello. Estaban contentos de hacer lo correcto y defender a los demás,
pero no disfrutaban trayendo la muerte. Había aprendido que la existencia
de los vampiros era incorrecta y torcida, pero lo que estaba a punto de
presenciar era la verdadera atrocidad. Estos eran los monstruos.
S
e oyeron disparos en la arena, derribando a varios Guerreros
armados más. Comprendí que Dimitri y Eddie no estaban solos,
porque ninguno de ellos sostenía un arma. Los disparos venían
desde las azoteas de los edificios del recinto que rodeaban la arena. Se
desató el caos cuando los espectadores reunidos se pusieron de pie para
participar en la refriega. Se me cortó la respiración cuando me di cuenta
de que muchos de ellos también tenían sus propias armas. Me sorprendió
notar que el Guerrero caído en el suelo junto a mí no sangraba. Un
pequeño dardo colgaba de su hombro. Las “balas” de los francotiradores
debían haber sido tranquilizantes. ¿Quiénes eran?
La chica gritó y dejó caer su arma, arañándose los ojos. Los gritos de
consternación de los maestros sentados junto a mí me demostraron que
ellos también habían sido afectados. Había lanzando un hechizo de
ceguera, que afectaría a los que estaban cerca de mí por aproximadamente
treinta segundos. Una parte de mí sabía que usar magia estaba mal, pero
el resto de mí se sentía triunfante al detener a algunos de estos fanáticos
de gatillo fácil, aunque sólo fuera temporalmente. No desperdicié nada de
ese precioso tiempo. Me levanté de donde estaba sentada de un salto y
atravesé la arena corriendo, lejos de los combates cerca de la entrada.
—¡Sydney!
Finalmente llegué al otro lado del edificio y me asomé a una ventana del
dormitorio. El exterior estaba tan oscuro que apenas podía ver algo. Ya no
tenía el beneficio de las antorchas. Lo único que podía decir con seguridad
era que ya no estaba cerca de la arena. Eso era lo suficientemente bueno
para mí, aunque hubiera sido mejor si hubiera una puerta de salida.
Tendría que hacer la mía. Tomando una silla, golpeé la ventana y me
sorprendí completamente cuando el vidrio se rompió fácilmente. Algunos
fragmentos me golpearon, pero nada lo suficientemente grande como para
causar daño. De pie sobre la silla, me las arreglé para salir por la ventana
sin herir mis manos.
Fui recibida por una noche cálida y oscura. No había luces eléctricas
visibles más adelante, sólo terreno abierto y negro. Supuse que eso
significaba que estaba en el lado opuesto del recinto donde Trey me había
traído. No había calles, ningún sonido de la carretera por la que habíamos
viajado. Tampoco había señales de vida en ningún lugar, lo que tomé como
una buena señal. Con suerte todos los guardias Guerreros que
normalmente patrullaban los terrenos estarían luchando contra los
guardianes. Si Sonya ya había salido, mi esperanza era que los guardianes
comenzaran a retirarse… y me llevasen con ellos. Aun si no lo hacían, yo
no estaba cerca de caminar de regreso hasta la I-10 y hacer auto-stop.
—Tranquila, Sage. No soy ningún loco pistolero. Loco, sí. Pero no lo demás.
—Eres el único ser humano aquí fuera con un aura amarilla y morada —
dijo—. Hace que seas fácil de detectar.
—Estás loco —espeté, a pesar de lo feliz que estaba de saber que no había
sido abandonada en este miserable lugar—. Los Guerreros están tan locos
que probablemente matarían a un Moroi a primera vista si te vieran.
La cerca comenzó a tomar forma a medida que nos acercábamos, más que
nada porque su forma bloqueaba algunas estrellas.
—Lo estaba cuando entramos —dijo Adrian, pero pude oír un poco de
incertidumbre en su voz—. ¿Crees que esos tipos se habrán calmado lo
suficiente como para solucionarlo ya?
—No —admití— Pero aun así me gustaría estar segura. Quiero decir, la
mayoría de las cercas electrificadas comerciales no lastimarán a nadie de
manera significativa, pero deberíamos saberlo.
Él miró alrededor.
Una fuerte luz brilló en mis ojos, cegándome y matando cualquier visión
nocturna que hubiera adquirido ahí afuera. Oí a Adrian gritar también de
la sorpresa.
—Es tu oído interno, en realidad. Vamos. Toma la cerca y trepa. Una mano
delante de la otra.
—Bien —dije—. Ahora sólo tienes que revertir lo que hiciste antes, con una
mano delante de la…
—La mayoría de los guardianes se han ido —dijo Adrian—. Pero no todos.
Tres figuras corrieron hacia nosotros desde los autos y se lanzaron sobre
nuestros atacantes. Gracias a su característica gabardina, supe que
Dimitri dirigía al grupo.
Había tantas locuras en lo que acababa de decir, que no supe por dónde
comenzar a analizarlo. Todo tipo de tejemanejes habían tenido lugar sin
que yo lo supiera. Y aun cuando había sido resuelto, nadie me había
hablado sobre ello. Además, ¿los Alquimistas habían participado?
¿Ayudando a los guardianes a rastrearme?
Él suspiró.
—Yo no quería, créeme. Les dije una y otra vez que era necesario
mantenerte informada. Pero todos temían que te negaras a tomar el
dispositivo si lo sabías. O que, de alguna manera, tuvieras un desliz y
revelaras el plan a esos chiflados. Yo no creía eso, sin embargo.
De alguna manera, su traición dolía más que la de todos los demás. Había
llegado a confiar en él implícitamente. ¿Cómo podía hacerme esto a mí?
—Nadie creía que yo fuera capaz de persuadir a los Guerreros, así que
todos hicieron sus planes de emergencia sin mí. —No importaba que no
hubiera sido capaz de persuadirlos—. Alguien debería habérmelo dicho. Tú
deberías habérmelo dicho.
—Te lo estoy diciendo, quería hacerlo. Pero estaba atrapado. Tú más que
nadie deberías saber lo que es estar atrapado entre grupos, Sage. Además,
¿no recuerdas lo que te dije justo antes de que subieras al auto con Trey?
—Lo sé, lo sé. No pensaron que accedería, temían que algo saliera mal, etc,
etc.
—Lo siento.
—Er, sí. Sólo estábamos... hablando. Quiero decir, eso es... creo que
podríamos salir en algún momento. No en la escuela, por supuesto, porque
todo el mundo piensa que estamos emparentados. Y probablemente no sea
nada serio. Quiero decir, ella está todavía un poco fuera de control, pero
no es tan mala como yo solía pensar. Y estuvo realmente genial en esa
batalla. Siento que quizás debiera sacar de mi cabeza la fantasía con Jill y
probar algunas citas normales. Si me prestas tu auto.
—El señor Donahue... usted dijo que cuando se encontró con los
cazadores antes de esto un humano llamado Marcus Finch intervino en su
nombre.
Clarence asintió ansiosamente.
—¿Qué foto?
Quería pedirle que me la mostrara ahora, pero con su casa tan llena de
gente, no parecía el momento adecuado.
Dimitri llegó poco después, junto con los últimos guardianes que habían
estado en el recinto. Dimitri de inmediato preguntó por Sonya, que yo
sabía que estaba descansando en su habitación. Adrian se había ofrecido a
curarla, pero Sonya había tenido la suficiente claridad mental para
negarse, diciendo que sólo quería sangre, descanso y una oportunidad
para que los medicamentos desaparecieran de forma natural.
Una vez que Dimitri consiguió este informe y pudo tranquilizarse sobre
Sonya, vino directamente a mí, mirando hacia abajo desde su elevada
altura hacia donde estaba sentada con mi hielo.
—Lo siento —dijo—. Sé que a estas alturas ya debes haber oído lo que
sucedió.
No había más sillas libres, por lo que Dimitri simplemente se sentó con las
piernas cruzadas.
—No hay mucho que pueda decirte sobre eso. Como te dije, había poco
tiempo, y cuando hablé con Donna Stanton, sintió que sería más seguro si
no sabías lo que ocurría. Si te hace sentir mejor, fue muy firme sobre que
te mantuviéramos a salvo una vez que estuviéramos allí.
—Quizás —dije—. Sería mejor aún si ella hubiera pensado en cómo podría
sentirme cuando me enterara de que no era de confianza en lo que
respecta a información vital.
A
Sonya le tomó unos días recuperarse, lo que retrasó su regreso a
Pennsylvania. Cuando estuvo lista para ir al aeropuerto, le ofrecí
llevarla. El coche alquilado había sido encontrado, pero Dimitri lo
estaba usando para limpiar después de la misión. En menos de
veinticuatro horas, los Guerreros habían desocupado su recinto, que había
resultado ser un centro de vacaciones generalmente usado para retiros.
Casi no habían dejado rastro de su presencia, pero eso no detuvo a los
guardianes de limpiar cada centímetro del campamento abandonado.
—Gracias otra vez —me dijo Sonya—. Sé lo ocupada que debes estar.
—Lo fue. Estuve fuera de ésta la mayor parte de tiempo y realmente no fui
capaz de procesar lo que estaba pasando a mí alrededor. Pero recuerdo tus
palabras. Estuviste muy sorprendente, por no mencionar valiente,
enfrentando a la multitud y defendiéndome. Sé lo difícil que debió haber
sido estar del lado opuesto a los de tu propia clase.
—No te preocupes por eso —interrumpió—. Tenías razón sobre que estaba
siendo agresiva y también sobre que necesitamos enfocarnos en Dimitri
primero. Además, podríamos estar haciendo algún avance en obtener la
ayuda de los Alquimistas.
Reí.
—Típico —dijo con una risita entre dientes—. El color púrpura… bueno,
vamos a ver. De lo que he observado, es un color complejo. Es un color
espiritual, pero apasionado, está ligado a aquellos que aman
profundamente y también buscan una vocación más elevada. Es
interesante ya que tiene mucha profundidad. El color blanco y el oro real
tienden a ser colores asociados con poderes más superiores y metafísicos,
así como el rojo y naranja están ligados al amor e instintos más bajos. Los
púrpuras tienen lo mejor de todo esto. Desearía poder explicarlo más
claramente.
Sonya pareció como si estuviera a punto de decir algo más sobre el asunto
y luego cambió de opinión. Se aclaró la garganta.
—¿Clarence?
Marcus Finch, quien los Guerreros habían clamado que era un ex-
Alquimista. Marcus Finch, quien los Alquimistas habían clamado que no
existía. Lo loco era que a menos que alguien fuera encerrado como contó
Keith, no había manera de ser un “ex-Alquimista.” Estabas en esto de por
vida. No podías irte. Sin embargo, el lirio oscurecido hablaba por sí solo. A
menos que Marcus se hubiera cambiado el nombre para, de alguna
manera, eludir a los Alquimistas, Stanton y los otros estaban mintiéndome
sobre saber quién era él. ¿Pero por qué? ¿Había alguna grieta? Hace una
semana, habría dicho que era imposible que Stanton no me dijera la
verdad sobre él, pero ahora, sabiendo cómo la información era dividida
cuidadosamente en parcelas… o no, tenía que preguntar.
Miré fijamente la foto unos momentos más, atrapada en esos ojos azules
obsesionantes. Luego, la oculté y regresé a Amberwood, resolví mantener
la fotografía como un secreto. Si los Alquimistas querían negarme la
existencia de Marcus Finch, los dejaría seguir haciéndolo hasta que
descubriera por qué. Eso significaba que mi única pista era Clarence y los
Guerreros ausentes. Aún así, era un comienzo.
—¿Llevaste a Sonya?
—Eso está bien —dijo Jill. Alejó la mirada y se mordió el labio inferior.
—Sí. Y no. Me gusta. Y me gustaría seguir pasando tiempo con él, como
amigos, si quiere hacerlo. Sin embargo, no sé. Lo tomó un poco mal… ¿y
nuestros amigos en común? Bueno… no están muy felices conmigo ahora
mismo. —Traté de no gemir. Jill había avanzado tanto con su estatus aquí,
y ahora éste podría destruirse—. Pero es lo mejor. Micah y yo vivimos en
mundos diferentes, he estado pensando mucho en el amor… como, el
amor épico… —Levantó la mirada hacia mí por un momento, sus ojos
suavizándose—. Y eso no era lo que teníamos. Creo que si estoy con
alguien, eso es lo que debería sentir.
Creía que el amor épico era una especie de tramo para alguien de su edad,
pero no lo dije.
—Sí, eso creo. —Una pequeña sonrisa jugó sobre sus labios—. Y una vez
que esto haya pasado, quizás Eddie querrá que salgamos alguna vez…
fuera del campus, por supuesto. Viendo como estamos “relacionados.”
Sus palabras fueron casi una repetición de lo que había escuchado la otra
noche en casa de Clarence, y la miré sorprendida mientras la comprensión
ahondaba en mí.
Oh Dios. ¿Por qué, oh porqué, tenía que ser la que entregara esta noticia?
¿Por qué no podía estar encerrada en mi habitación o la biblioteca
haciendo algo agradable, como la tarea?
Jill pareció más devastada por esto que por romper con Micah.
—Está bien. Quiero decir, nunca lo alenté. Probablemente todavía cree que
estoy saliendo con Micah. ¿Por qué debería haber esperado? Debería tener
a alguien.
—Jill…
—¿Por qué?
Se estiró hacia su bolso y sacó una revista lustrosa. Era alguna clase de
revista de turismo del sur de California, con artículos y anuncios donde se
exponía la zona. Una de las páginas estaba marcada, y me volví hacia ella.
Era un anuncio de página completa para Lia DiStefano, un collage de fotos
de sus varios diseños.
Me tomó un momento captarlo. La foto era una toma de perfil, con Jill con
gafas de sol y un fedora12, también con una bufanda colorida como un
pavo real que Lia le había dado. El cabello ondulado de Jill fluía detrás de
ella, y los ángulos de su cara se veían hermosos. Si no hubiera conocido a
Jill tan bien, nunca la habría identificado como esta modelo hermosa,
aunque ciertamente sería obvio que era una Moroi para cualquiera que
supiera qué buscar.
—Haré lo que sea que necesites si piensas en algo. Yo… —Sus ojos se
elevaron hacia algo detrás de mí—. Quizás deberíamos hablar más tarde.
Miré hacia atrás. Trey estaba caminando hacia nosotras. Otro problema
con el cual lidiar.
—No sabía que todavía estabas por aquí —dije—. Creí que te habías ido
con los otros. —Los Guerreros se habían dispersado como el viento. Trey
había dicho antes que ellos viajaban por sus “cazas”, y el Maestro Angeletti
también había mencionado encuentros en diversos lugares del país.
Probablemente, todos habían regresado al lugar de donde habían venido.
Había creído que Trey simplemente desaparecería también.
—Nop —dijo—. Aquí es donde voy a la escuela, donde mi padre quiere que
permanezca. Además, los otros Guerreros nunca tuvieron una base
permanente aquí en Palm Springs. Se moverán a dondequiera…
—No fue así —dijo—. Creíamos que ella era una de los Strigoi. Todavía lo
creemos.
Escudriñé su cara, este chico que yo había creído era mi amigo. Estaba
bastante segura de que todavía lo era.
No lo negó.
—¿Por mi culpa?
—No tenías por qué —dijo pragmáticamente, aunque su tono todavía era
triste—. Hasta cierto punto, tienen razón. Yo fui el que te metió. Es mi
culpa, y están castigando a mi padre por lo que hice. Esa fue la peor parte.
—Trey estaba tratando de parecer relajado, pero podía ver la verdad. Había
trabajado tan duro para impresionar a su padre y terminó causándole la
peor humillación. Las siguientes palabras de Trey lo confirmaron—: Los
Guerreros han sido toda la vida de mi padre. Ser expulsado es como…
bueno, lo está tomando muy mal. Tengo que encontrar una manera de
volver a entrar… por él. Supongo que no sabes donde hay algún Strigoi
fácil de matar, ¿verdad?
—Me tengo que ir. —Trey alcanzó su bolsillo y me entregó algo que estaba
agradecida de ver. Mi teléfono—. Imaginé que estabas extrañando esto.
—Mejor te pones con eso entonces. El amor verdadero no espera por nadie.
—Espera… ¿qué?
—¿Hechos recientes?
Asintió solemnemente.
—Tu familia. Has roto varios de nuestros compromisos sociales para estar
con ellos. Aunque esa clase de devoción familiar es admirable,
simplemente no puedo estar en esa clase de relación volátil.
—¿Volátil? —Seguí repitiendo sus palabras claves y finalmente me obligué
a tomar el control—. Entonces… déjame ver si entendí bien. Estás
terminando conmigo.
Él lo meditó.
—Uh —dije.
Lo miré.
—Irresponsable.
—Sí.
—Oh, Brayden. Has hecho mi día mejor. Me has dado algo que nunca
pensé que recibiría. Gracias. —Alcancé mi café y me puse de pie. Me miró
completamente perdido.
—Uhm, ¿de nada?
Dejé la cafetería, todavía riendo como tonta. Durante el último mes o así,
todo en mi vida había ido una y otra vez sobre lo responsable que yo era, lo
diligente, lo ejemplar. Había sido llamada un montón de cosas. Pero
nunca, jamás, había sido llamada irresponsable.
D
ebido a que este día no podía ponerse más extraño, decidí
detenerme en casa de Adrian. Había algo que estaba muriendo por
saber, pero que no había tenido oportunidad de preguntar.
—Síp. —Dejó el pincel y se limpió las manos con un trapo—. Ahora que
este lugar ya no es central de investigación, puedo regresarlo a su estado
artístico normal.
—Lo es —dijo—. No te ofendas, pero este lirio es un poco más rudo que el
tuyo. Si los Alquimistas quieren comprar los derechos de este y empezar a
usarlo, estoy dispuesto a negociar.
—Tomo nota —dije. Todavía estaba sonriendo por la ruptura con Brayden
y esto sólo aumentaba mi buen humor. Aunque, ciertamente, la pintura
me había desorientado un poco, como el carácter abstracto de su arte
usualmente hacía. El lirio, a pesar de ser más estilizado y “rudo” que la
prim sobre mi mejilla, todavía era claramente identificable. Incluso estaba
hecho en pintura dorada. Pinceladas de pintura escarlata sin forma lo
rodeaban, y alrededor del rojo había un patrón casi cristalino de azul cielo.
Era sorprendente, pero si había algún significado más profundo, estaba
más allá de mi entendimiento.
Me reí.
—No lo creo. No cada ruptura es una tragedia. Aún así… podrías necesitar
alguna clase de consuelo.
—¿Qué trato?
—¿Recuerdas cuando dijiste que beberías una lata de gaseosa con azúcar
si yo no fumaba durante un día? Bueno, calculé las calorías, y eso es lo
mismo que una porción de esto. Si puedes creer que hay cuatro porciones
en esa cosita.
—Casi una semana, en realidad —dijo—. Así que puedes comerte todo eso
si quieres.
Se encogió de hombros.
—Come. Se va a derretir.
Le devolví el helado.
—¿Oh?
—Quizás todos los demás crean que tu aversión a la comida es linda, pero
yo no.
Te he observado mirar a Jill. Aquí hay algo de amor duro: nunca jamás
tendrás su cuerpo. Jamás. Es imposible. Ella es Moroi. Tú eres humana.
Eso es biología. Tienes un cuerpo grandioso, uno por el cual la mayoría de
los humanos mataría… y te verías incluso mejor si le añadieras un poco de
peso. Dos kilos sería un buen comienzo. Esconder las costillas. Conseguir
una talla más grande de sostén.
Él frunció el ceño.
—Gracias —dije. Debería haber estado feliz de que él fuera a dar marcha
atrás. En su lugar, había un dolor en mi interior, como si él hubiera
desgarrado algo que estaba tratando de ignorar y mantener encerrado.
Una verdad terrible que no quería admitir para mí misma, que sabía que
era hipócrita para alguien que clamaba lidiar con hechos y datos. Y
quisiera estar de acuerdo con él o no, sabía sin duda que tenía razón sobre
algo: nadie más me habría dicho lo que acababa de decirme.
No pude evitar una pequeña sonrisa. Volví la mirada hacia él, dispuesta a
ayudarlo con el abrupto cambio de tema.
Su sonrisa se desvaneció.
—Ni siquiera los Moroi les dan licencia a los recién nacidos, Sage —dijo
con ironía.
—No evadas esto. Sabes lo que quiero decir. Has sabido cómo conducir
con palanca durante años.
Su silencio respondió por él, diciéndome que tenía razón, incluso si su
cara era difícil de leer.
—¿Por qué? —exigí. Ahora estaba casi rogando. Todos decían que yo eran
tan excepcionalmente inteligente, que podía conectar cosas al azar y llegar
a conclusiones notables. Pero esto estaba más allá de mi comprensión, y
no podía manejar algo que tenía tan poco sentido—. ¿Por qué harías eso?
¿Por qué actuarías como si no supieras conducir?
—¿No es eso obvio, Sage? No, por supuesto que no lo es. Lo hice porque
así tenía una razón para estar cerca de ti… una que sabía no podrías
rechazar.
—¿Por qué? —preguntó—. Porque era lo más cerca que podía llegar para
hacer esto.
Se estiró y me atrajo hacia él, una mano sobre mi cintura y la otra detrás
de mi cuello. Inclinó hacia arriba mi cabeza y bajó sus labios hasta los
míos. Cerré mis ojos y me derretí mientras mi cuerpo entero era
consumido en ese beso. Yo no era nada. Lo era todo. Escalofríos
circulaban por mi piel, envolví mis brazos alrededor de su cuello. Sus
labios eran más cálidos y más suaves que nada que pudiera haber
imaginado, aún así feroces y poderosos al mismo tiempo. Los míos
respondieron hambrientamente, y apreté mi agarre sobre él. Sus dedos se
deslizaron por la parte posterior de mi cuello, siguiendo su forma, y cada
lugar que tocaban se electrizaba.
Pero quizás la mejor parte de todo era que yo, Sydney Katherine Sage,
culpable de analizar constantemente el mundo a mi alrededor, bueno, dejé
de pensar.
—No lo sé —dijo con una sonrisa. Dio un paso hacia mí—. Pero estoy
bastante seguro de que lo estabas haciéndolo también.
—No. No. ¡No te acerques más! No puedes hacer eso otra vez. ¿Entiendes?
No podemos… No deberíamos haber… oh, Dios mío. No. Nunca más. Eso
estuvo mal. —Puse mis dedos sobre mis labios, como si fuera a limpiar lo
que acababa de suceder, pero sobre todo fue para recordar otra vez la
dulzura y el calor de su boca contra la mía. Rápidamente dejé caer mi
mano.
—¿Cómo puedes decir eso? ¡Sabes cómo son las cosas! No hay… bueno, ya
lo sabes. Los humanos y los vampiros no pueden… no. No puede haber
algo entre ellos. Entre nosotros.
—Bueno, tuvo que haber sido así en algún momento —dijo, intentando un
tono razonable—. O no habría dhampirs hoy. Además, ¿qué hay de los
Vigilantes?
—¿Los Vigilantes? —Casi reí, pero nada de esto era divertido—. Los
Vigilantes viven en cuevas e inician batallas alrededor de las fogatas por
un guiso de zarigüeya. Si quieres ir a vivir esa vida, eres más que
bienvenido a hacerlo. Si quieres vivir en el mundo civilizado con el resto de
nosotros, entonces no me toques de nuevo. ¿Y qué hay de Rose? ¿No
estabas locamente enamorado de ella?
—Quizás lo estuve una vez. Pero han sido… ¿qué, cerca de tres meses? Y
honestamente, no he pensado mucho en ella en un tiempo. Sí, todavía
estoy herido y me siento un poco usado, pero… en realidad, ella ya no es
en quien siempre estoy pensando. No veo su cara cuando voy a dormir. No
me pregunto sobre…
Con unos cuantos pasos rápidos, Adrian se paró frente a mí otra vez. La
pared estaba a algunos centímetros detrás de mí, y no tenía adónde ir. No
hizo movimientos amenazadores, pero apretó mis manos y las sostuvo
contra su pecho mientras se inclinaba hacia mí.
—No, escucharás. Por una vez, vas a escuchar algo que no encaja en tu
mundo ordenado, organizado en compartimientos de orden, lógica y razón.
Porque esto no es razonable. Si estás asustada, créeme… esto también me
asusta como el infierno. ¿Preguntaste por Rose? Traté de ser una mejor
persona por ella, pero eso fue para impresionarla, para hacer que me
quisiera. Pero cuando estoy cerca de ti, quiero ser mejor porque… bueno,
porque se siente correcto. Porque quiero hacerlo. Me haces querer
convertirme en algo mucho mejor que yo mismo. Me inspiras en cada acto,
cada palabra, cada mirada. Te miro, y eres como… como la luz hecha de
carne y hueso. Lo dije en Halloween y quise decir cada palabra: eres la
criatura más hermosa que alguna vez he visto caminar en este mundo. Y
ni siquiera lo sabes. No tienes idea de lo hermosa que eres o cuán brillante
es tu resplandor.
Sabía que tenía que separarme, retirar mis manos de las suyas. Pero no
pude. No todavía.
—Adrian…
—Y lo sé, Sage —continuó, sus ojos llenos con fuego—. Sé cómo ustedes se
sienten sobre nosotros. No soy estúpido, y créeme, he tratado de sacarte
de mi cabeza. Pero no hay suficiente licor o arte o cualquier otra
distracción en el mundo que lo haga. Tuve que dejar de ir a las clases de
Wolfe porque era demasiado difícil estar cerca de ti, aun cuando todo era
simplemente fingir pelear. No podía soportar el contacto. Estaba
agonizando porque significara algo para mí, porque sabía que no
significaba nada para ti. Me decía que debía mantenerme alejado por
completo, y entonces encontraba excusas… como el auto… o cualquier
cosa para estar cerca de ti de nuevo. Hayden era un imbécil, pero al menos
mientras estuviste involucrada con él, tuve una razón para mantener mi
distancia.
—No te creo.
Fruncí el ceño.
—Déjame adivinar. ¿Por qué te devolví el beso? —Ese beso me había hecho
sentirme más viva de lo que había estado en semanas, y tenía la sensación
de que él sabía eso.
Sacudió su cabeza.
—No. Porque no hay nadie más ahí afuera que te entienda como yo lo
hago.
—Si me conoces tan bien, entonces entenderás por qué me voy a ir.
—Sydney…
—Adiós, Adrian.
Fin
Sobre la autora:
Richelle Mead
Nacida el 12 de Noviembre de 1976, Richelle es la
autora de los libros mejor vendidos de Fantasía
Urbana.
Saga Bloodlines:
0.5.- Adrian’s Lost Chapter /21 Agosto 2011