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Langer
A lvar N ú ñ e z C a b e z a d e V a c a
Fotografías
Hispanic Society of America of New York: 7;
© Archivio Iconográfico, S.A./CORBIS: 9, 12, 65, 66;
© Bettmann/CORBIS: 11; British Library, London: 19, 41, 69;
CORBIS: 21, 49; © The Mariners' Museum/CORBIS: 30, 57, 60;
Musée de la Coopération franco-américaine Blérancourt: 35;
© Stapleton Collection/CORBIS: 62; © Forbes: 74;
© Gunter Marx photography/CORBIS: 91.
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CAPITULO 4 COMERCIANDO CON
CARACOLAS DE MAR 68
ACTIVIDADES 84
D o s s i e r Fray Bartolomé de las Casas,
el amigo de los Indios 87
SOLUCIONES 112
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Datos
biográficos
Socas noticias tenem os del autor de los
Naufragios Alvar Núñez Cabeza de Vaca, al ü & -
margen de lo que sabemos de su propia obra.
Se supone que nació en Extrem adura en
1490.
Como él mismo indica en las últimas líneas
de esta obra, era «hijo de Francisco de Vera y
nieto de Pedro de Vera, el que ganó a do^Bluarmincjcabeta t*cvií«, tnloacaciado cnlaa
C Ea rctacion f comentarios ocl $oti<rrtw
Coe lomadas qucbijo * Ua yndiae.
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1. a lg u a c il: oficial.
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Juan Vespucci Mapa del Mundo (detalle, 1526).
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Desde la isla de Santa Catalina se internará en busca de la ciudad de
N uestra Señora de la Asunción, donde se habían refugiado los
supervivientes de la expedición de Pedro de Mendoza.
Lo más destacado de este itinerario será el descubrimiento de las
famosísimas cataratas de Iguagú en el límite jurisdiccional brasileño,
argentino y paraguayo.
Recién llegado a la A sunción, hace valer sus títulos como
Gobernador, A delantado y Capitán General, lo que provoca la
desconfianza de los colonos, que concluirá en abierta rebelión.
Las causas se pueden encontrar en los privilegios de los que iba
investido Cabeza de Vaca, que de ponerlos en práctica, ponía en
peligro los beneficios acumulados por aquellos colonos, al margen
de todo control de la metrópoli.
En esta lucha de intereses la suerte de Cabeza de Vaca, estaba
sentenciada de antemano.
El resultado final será una rebelión por parte de los colonos.
El Consejo de Indias, ante la multitud de pruebas presentadas por
los rebeldes, no tuvo más remedio que condenarle a ocho años, que
pasó en la cárcel de la Corte en Madrid y fue despojado, por tanto,
de la Gobernación.
Todos sus amigos y defensores, posiblemente se movieron para
anular la sentencia, logrando que al fin del cumplimiento de la
misma se le nombrase, lo que no deja de ser paradójico, Juez del
Tribunal Supremo de Sevilla.
Se cree que falleció en dicha ciudad en 1564.
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Los Naufragios
ISesulta fascinante comprobar en qué estado se encontraba América a
los treinta y cinco años de ser descubierta.
De España arribaban ininterrum pidam ente naos, carabelas y
galeones llenos de gentes deseosas de aventura y de hacer fortuna.
Desembarcaban en las islas que Colón llamó Juana (Cuba) y la
Española (Haití), convertidas en bases de operaciones y
aprovisionamientos de las frecuentes expediciones a lejanísimas y
fabulosas comarcas.
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El osado Núñez de Balboa, en septiembre de 1513, llega a ver por
prim era vez el entonces llam ado m ar del Sur, que M agallanes
denominaría Océano Pacífico, después de haber encontrado el tan
buscado paso que uniera este océano con el Atlántico. No contento con
ésto el navegante portugués al servicio de España, lo navegó hasta dar
con Oceanía, haciendo así posible que su piloto, Juan Sebastián Elcano,
alcanzara el triunfo de dar por primera vez la vuelta al mundo.
En este instante histórico es cuando llegan los cinco navios de Pánfilo
de Narváez, primero a los puertos de Santo Domingo y después de
cuarenta y cinco días de estancia en esta isla, a los de Santiago,
Trinidad, Puerto de Santa Cruz y Xagua.
Por lo que nos cuentan, nos dan a entender que tenían nociones
geográficas de la zona, pero muy confusas y equivocadas, sobre todo
en cuanto a distancias y emplazamiento de los lugares se refiere, lo
que fue una de las razones del fracaso y m uerte de los
expedicionarios. El principal error fue considerar Panuco y otras
comarcas del golfo de México mucho más cerca de la Florida de lo
que realmente estaban, lo que unido a las desfavorables condiciones
climatológicas de aquellos lugares, produjo la tragedia en la que
perecieron los seiscientos españoles, agotados por expediciones
terribles, faltos de provisiones y atacados con frecuencia por los
indios. Solamente cuatro consiguieron escapar al desastre: Dorantes,
Castillo, el simpático negro Estebanico y el autor de la obra.
Probablemente desembarcaron en la bahía de Tampa y después de
costear todas las playas arenosas de la comarca de Apalache y las
desembocaduras del Misisipí y del río Alabama, llegaron a la para
ellos funesta isla de Malhado, en la que desalentados y abatidos se
dispersaron y sucumbieron ante las fuerzas feroces y despiadadas de
la naturaleza.
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Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus hombres exploran el Gran Desierto
Americano (1880).
Tuvieron que sobrevivir Cabeza de Vaca y sus tres compañeros para
que se supiera lo sucedido y cómo, a fuerza de astucias para con los
indios, haciéndose pasar por médicos o magos, pudieron atravesar
las regiones de Texas, Sonora cerca de California y Chihuhaua y los
imponentes ríos Misisipí, Colorado y Río Grande del Norte, entre
otros de menor importancia. Para sobrevivir a estas situaciones tan
terribles era necesario tener una resistencia física sobrehumana y una
voluntad y una fe de hierro.
Por fin cerca de Petetlen hallaron a unos españoles, que de forma no
muy amistosa, les condujeron a la ciudad de Culiacán, en Sinaloa.
Durante sus nueve años de convivencia con los indios, el autor,
aprendió a am arlos. Le podem os considerar su más decidido
11
Lisboa (siglo XVI).
12
Cabeza de Vaca, al verle aparecer y referir sus viajes salpicados de
atractivas descripciones de tierras lejanas, y dar noticias minuciosas
de lo que había visto.
En cuanto al valor literario de la obra, como la mayoría de los relatos
de los conquistadores, no es un modelo de perfección estilística pero
posee un realismo emocionante que ha hecho a la Real Academia
Española, con muy buen sentido, incluir a Cabeza de Vaca entre las
autoridades de la lengua, porque en su obra ofrece gran cantidad de
americanismos y el castellano alcanza una enorme fuerza expresiva y
gran concisión.
Cuando nos sumergimos en estas narraciones, la figura simpática y
magnífica del autor, jamás vencido por las nefastas fuerzas de la
naturaleza ni por el infortunio, surge ante nuestros ojos llenos de
admiración. Las descripciones de esa realidad histórica que vivió,
superan a las más emocionantes fantasías de la novela de aventuras.
Texas
A n tes de continuar...
14
CAPITULO 1
Z a r pa m o s r u m b o
a Sa n t o D o m i n g o
15
N a u fr a g io s
1. recio : fu erte.
2. b a te l: em barcación pequeña, bote.
3. amparar : proteger.
4. boya : cuerpo flo tan te sujeto al fondo del m ar.
a San to D om ingo
19
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Q/laufragios___________
D u r a n t e e s t e t i e m p o llegó allí el g o b e r n a d o r co n un
bergantín 1} y traía consigo un marinero que se llamaba Miruelo,
que decía haber estado en el río de las Palmas, y era muy buen
marinero de to da la costa del norte. Había tam bién com prado
otro navio en la c o s ta de la H abana, en el cual q u e d a b a por
capitán Alvaro de la Cerda, con c u a r e n ta h o m b re s y doce de
caballo.
El m arinero que habíam os to m ado metió los navios por los
bajíos 2 que llaman de Canarreo (Cayos de San Felipe) de m anera
que o t r o día d im o s en seco 3, y así e s t u v i m o s q u in ce días,
tocando muchas veces las quillas4 de los navios en seco, al cabo
de los cuales una t o r m e n t a del sur m etió t a n t a agu a en los
bajíos, que con mucho peligro pudimos salir.
Atravesamos por la costa de la Florida y llegamos a tierra el
día 12 del mes de abril, y fuimos costeando la vía de la Florida. El
Jueves Santo, llegamos a la m isma costa, en la boca de una bahía,
al cabo de la cual vimos ciertas casas y habitaciones de indios.
Ese mismo día salió el contador Alonso Enríquez a una isla que
se encuentra en la misma bahía y llamó a los indios, los cuales
vinieron, y le pidieron pescados y algunos pedazos da carne de
venado 5.
20
a San to D om ingo
Al día s ig u ie n te , que e r a V ie rn e s S a n to , el g o b e r n a d o r
d e s e m b a rc ó con el m a y o r n ú m e ro de g e n te que pudo en los
bateles, y cuando llegamos a los buhíos 1 o casas, que habíamos
visto de los indios, las hallamos desam paradas y solas.
Uno de aquellos buhíos era tan grande que cabrían en él más
de trescientas personas; y allí hallamos una sonaja de oro entre
las redes.
21
Q/taufragíos
V -V
■ Jt
Otro día los indios de aquel pueblo vinieron a n o s o tro s y,
a u n q u e nos h ab la ro n , com o no te n í a m o s in té r p r e te , no les
entendíamos, pero nos hacían muchas señas y am enazas y nos
pareció que nos decían que nos fuéramos de la tierra, y con esto
nos dejaron, sin impedirnos nada.
Otro día, el g o b e r n a d o r decidió e n t r a r por la tierra, p a ra
descubrirla y ver lo que en ella había. Fuimos con él el comisario,
el veedor y yo, con cuarenta hombres.
Seguimos la vía del norte, hasta que a la hora de vísperas !,
llegam os a un a bah ía m uy g r a n d e (Bahía de Tampa), que nos
pareció e n tra r por la tierra; aquella noche perm anecim o s allí.
Al otro día regresamos hacia donde estaba la gente y los navios.
El gobernador mandó que el bergantín fuese costeando la vía
de la Florida y buscase el puerto que Miruelo, el marinero, había
dicho que conocía, pero lo había errado, y no sabía en qué parte
estábamos, ni dónde estaba el puerto.
T o r n a m o s a e n t r a r en la ti e rr a y c o s t e a m o s la bahía que
hab íam os hallado, y a n d a d a s cuatro leguas, to m a m o s cuatro
indios y les m o stram o s maíz para ver si lo conocían. Ellos nos
dijeron que nos llevarían donde lo había y nos llevaron a su
pueblo. En él nos m ostraron un poco de maíz que aún no estaba
para coger.
Allí hallamos muchas cajas de mercaderes de Castilla, en cada
una de ellas había un cuerpo de hom bre m uerto. Los cuerpos
estaban cubiertos con cueros de venados pintados. Al comisario
le pareció que esto era especie de idolatría y quemó las cajas con
1. vísperas : una de las h oras del oficio divino que an tig u am en te solía
ca n tarse hacia el anochecer.
22
Z a r p a m o s ru m b o
a San to D om ingo
23
Qrtaufragios
A mi parecer se debía em barcar e ir a buscar puerto y tierra
que fuese m ejor p a ra poblar. Al com isario le pareció to do lo
c o n t r a r i o , d i c ie n d o qu e no se d e b ía e m b a r c a r , v i s t a s las
t o r m e n t a s y las pérdidas de gente y de navios que habíam os
tenido hasta llegar allí. Le parecía que em barcarse era te n tar a
Dios.
El gobernador siguió su parecer. Yo, vista su determinación, le
pedí de parte de Vuestra Majestad que dejase los navios en buen
puerto, y así le pedí testimonio al escribano 1 que allí teníamos.
Me dijo que, puesto que yo tanto temía la entrada por tierra, me
quedase y tom ase cargo de los navios y de la gente que en ellos
quedaba. Le respondí que rechazaba la petición porque tenía por
cierto y sabía que él no había de ver más los navios, ni los navios
a él, y que esto entendía al ver en qué condiciones entraban por
tierra adentro. Prefería av e n tu ra rm e al peligro, y pasar por lo
que él y los dem ás pasasen, a encargarm e de los navios y dar
ocasión a que se dijese que me q u e d a b a por te m o r. Prefería
aventurar la vida a poner mi honor en duda.
Así d ejó p r e v i s t o p a r a q u e q u e d a s e en los n a v io s a un
intendente que traía que se llamaba Caravallo.
25
A C T V D A D E S
O Alvar Núñez escribe una carta a su madre desde Trinidad. ¿Qué crees
que le puede contar?
Cristianos, Españoles,
Frailes e Indios
@1 hecho de que «Naufragios» haya sido escrita en el siglo XVI la
sitúa a más de cuatro siglos del lector actual. Este intervalo exige una
observación sobre la significación característica, entonces común, del
léxico utilizado por el autor y por los demás cronistas de las Indias.
Para evitar confusiones haremos una aclaración concerniente a las
palabras «cristianos», «españoles», «frailes» e «indios».
En aquella época decir «cristianos» o «españoles» equivalía a lo
mismo, pues eran equivalentes. Todos los que vivían en las Indias y
no eran frailes o indios, eran llamados «cristianos» o «españoles». Se
trataba de términos intercambiables.
A los frailes no se les llamaba «cristianos» ni «españoles», aunque lo
fuesen, sino simplemente «frailes». Hay que hacer constar que «fray»
es un apócope de «fraile» y siem pre precede al nom bre de los
religiosos de ciertas órdenes.
A los indios no se les llam aba «cristianos» aunque estuviesen
bautizados ni menos «españoles» sino sim plem ente «indios».
Este era el uso convencional que se hacía de estas palabras.
En conclusión, para la inform ación del lector, «cristianos» o
«españoles» significa «seglares» o «civiles» o «laicos» (palabras muy
poco utilizadas durante el siglo XVI) nunca «frailes» o «indios».
Seglares que actúan en América, y como están conquistando, y se
trata de sus conquistas, pues conquistadores.
27
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CAPITULO 2
E x p l o r a n d o la
r e g ió n de A palache
29
N a u f r a g i o s
30
región de A p alach e
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N a u f r a g i o s
Su m u e r t e nos dio m u c h a p e n a , p o r q u e h a s t a e n t o n c e s
ninguno nos había faltado.
El caballo dio de cenar a muchos aquella noche.
Siguiendo nuestro camino, aparecieron indios que venían de
g uerra y aunque los llamamos no quisieron volver ni esperar,
pero nos seguían por el mismo camino que llevábamos.
El go b e rn a d o r dejó en el camino un casco de algunos de a
caballo y cuando los indios fueron a recogerlo, tom am os a cuatro
que nos sirvieron de guías, los cuales nos llevaron por tierra muy
t r a b a j o s a de a n d a r y m ara v illosa de ver p o rq u e en ella hay
m ontes muy grandes y árboles asom brosam ente altos.
De este modo caminamos hasta un día después de San Juan,
que llegamos a Apalache. Dimos muchas gracias a Dios, creyendo
lo que de aquella tierra nos habían dicho, que allí se acabarían
n u e s tr a s fatigas, así por el largo cam ino como por la m uch a
ham bre que habíamos padecido, porque aunque algunas veces
enco ntram os maíz, las más anduvimos siete u ocho leguas sin
encontrarlo, y muchos había entre nosotros que llevaban llagas 1
en la esp a ld a, de llevar las a r m a s a c u e s ta s . Mas al v e r n o s
llegados donde tanto sustento y oro nos habían dicho que había,
nos pareció que había desaparecido gran parte del cansancio.
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E x p lo r a n d o la
región de A p alach e
33
Q/taufragio £
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E x p lo r a n d o la
región de A p alach e
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de camino, desde Apalache. A nuestra llegada, hallamos el pueblo
vacío y las casas quemadas, y mucho maíz, calabazas y alubias,
que ya estaban para coger. Descansamos allí dos días. Pasados
éstos, el gobernador me rogó que fuese a descubrir la mar, pues
los indios decían que estaba cerca de allí. Durante el camino, la
habíamos descubierto por un río muy grande, al que habíamos
puesto por nombre el río de la Magdalena (el río Alabama).
Al día siguiente, me fui a descu brirla con el com isario, el
capitán Castillo, Andrés D orantes, otro s siete de a caballo y
cincuenta peones. Caminamos hasta la hora de vísperas en que
llegam os a un a ncó n 1 o e n t r a d a de la m ar, do n d e hallam os
muchos ostiones 2 con que la gente alivió su hambre; y dimos
muchas gracias a Dios por habernos traído allí.
Al día siguiente, por la m añana, envié veinte hombres a que
conociesen la zona y la disposición de ella, los cuales regresaron
al día siguiente por la noche diciendo que aquellos ancones y
bahías eran muy grandes y entraban tanto por la tierra adentro,
que molestaban para descubrir lo que queríamos y que la costa
e s t a b a m u y lejos de allí. S a b id a s e s t a s c o sa s , v o lv im o s al
gobernador, y cuando llegamos le hallamos enfermo con otros
muchos. La noche pasada los indios habían dado con ellos y les
habían dado gran trabajo. También les habían m atado un caballo.
Yo di cuenta de lo que había hecho y de la mala disposición de la
tierra. Aquel día nos detuvimos allí.
Al día siguiente partimos de Aute (cerca de Armore, Estado de
A labam a) y cam inam os todo el día. Fue el camino en extrem o
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trabajoso, po rq ue los caballos no b a s t a b a n p a ra llevar a los
en ferm o s, ni sabíamos qué remedio poner. Era de gran lástima y
dolor ver la necesidad en que estábamos.
Sucedió o t r a cosa que a g r a v a b a m ás aún la situación. La
m a y o r p a r t e de la g e n t e de a c a b a l l o c o m e n z ó a p e n s a r
secretamente en hallar por sí misma remedio, desam parando al
gobernador y a los enfermos, los cuales estab an sin fuerza ni
poder alguno. Como entre ellos había muchos hidalgos y hombres
de buena suerte, no quisieron que esto sucediese sin dar parte al
g o b e r n a d o r y a los oficiales de V u e s tra M ajestad. Como les
afeamos 1 su propósito, acordaron de quedar y que lo que fuese
de uno fuese de todos, sin que ninguno desam parase a otro.
Visto esto, el gobernador llamó a todos, pidiendo parecer de
tan mala tierra, para poder salir de ella y buscar algún remedio
ya que de allí no podía salir sino la muerte.
A c o rd a m o s h a c e r navios. A to d o s les p a r e c ía im posible,
porque no los sabíamos hacer, ni había herramientas, ni hierro,
ni fragua 2, ni estopa 3, ni pez 4, ni jarcias 5, ni quien supiese cómo
hace r navios y s o b re to d o no ha b ía qué c o m e r m i e n t r a s se
hiciesen.
C o n s id e ra n d o to d o e sto , a c o r d a m o s p e n s a r en ello m á s
despacio, y cesó la conversación aquel día, y cada uno se fue
encomendando el asunto a Dios nuestro Señor.
37
N a u fr a g io s
Otro día quiso Dios que uno de la compañía dijese que haría
unos cañones de palo, y con unos cueros de venado se harían
unos fuelles 1. Acordamos hacer de los estribos 2, espuelas 3 y
ballestas 4, y de las otras cosas de hierro que había, los clavos,
sierra s5 y h a c h a s 6.
Resolvimos que para com er se hiciesen cuatro e n trad as en
Aute, que al tercer día se m atase un caballo para repartirlo entre
los que trabajaban en la obra de las barcas y los enfermos. En las
e n t r a d a s se t r a je r o n h a s t a c u a t r o c i e n t a s h a n e g a s de maíz,
aunque no sin contiendas 7 y pendencias 8 con los indios.
El veinte de Septiembre habíamos terminado cinco barcas de
veintidós codos 9 cada una, calafateadas 10 to n las estopas de los
palmitos. De las colas y crines de los caballos hicimos cuerdas y
anclas. De n u e s tr a s camisas, velas. De las sabinas n , que allí
había, hicimos los remos necesarios. Con mucho trabajo pudimos
hallar piedras para lastre 12 y anclas de las barcas.
38
región de A p alach e
39
Cada día crecía la sed y el ham bre porque los bastim entos 1
e ran m uy pocos. El agua se nos acab ó p o rq ue las b o ta s que
hicimos de las piernas de los caballos se pudrieron 2.
A veces e n t r a m o s por anco nes y bahías que e n t r a b a n por
tierra adentro y todas eran bajas y peligrosas. Anduvimos por
ellas tr e in ta días. Algunas veces hallamos indios pescadores,
gente pobre y miserable.
Estando allí fondeados 3 nos sorprendió una to r m e n t a muy
grande. Nos detuvimos seis días sin osar salir a la mar. Como
hacía cinco días que no bebíam os, la sed fue ta n t a , que nos
p u s o en n e c e s i d a d de b e b e r a g u a s a l a d a , y a l g u n o s se
d e s p r e o c u p a r o n 4 t a n t o en ello, que s ú b i t a m e n t e 5 se nos
murieron cinco hombres.
Como vimos que la sed crecía y el agua y la t o r m e n t a no
c e sa b a , a c o r d a m o s e n c o m e n d a r n o s a Dios n u e s tr o S eño r y
aventurarnos al peligro de la m ar antes que esperar la certeza de
la m uerte que la sed nos daba.
Quiso Dios nuestro Señor, que en las m ayores necesidades
suele m ostrar su favor, que a la puesta del sol llegásemos a una
punta que la tierra hace, donde encontram os mucha bonanza 6 y
refugio.
Salieron muchas canoas, y los indios que en ellas venían nos
40
E x p lo r a n d o la
región de A p alach e
41
hablaron, y sin q u e re rn o s a g u a rd a r 1 se volvieron. Era gen te
grande y bien dispuesta, y no traían flechas ni arcos. Nosotros
les f u im o s s ig u ie n d o h a s t a sus c a s a s y s a l t a m o s a t i e r r a .
H allam os m u ch o s re c ip ie n te s de a gu a y m u c h a c a n tid a d de
p esc ad o guisado, y el s e ñ o r de aquellas tie rr a s ofreció to do
aquello al gobernador y tomándolo consigo lo llevó a su casa.
El g o b e r n a d o r le dio m u ch o s r e s c a te s 2, y e s ta n d o con el
cacique en su casa a media noche, súbitamente los indios dieron
con n o s o tro s y con los que e s ta b a n e n f e r m o s en la costa, y
a c o m e t i e r o n t a m b i é n la c a s a del caciq ue, d o n d e e s t a b a el
gobernador, al que hirieron de una piedra en el rostro. Los que
allí se h alla ro n p r e n d ie r o n al cacique; m a s com o los suyos
e s ta b a n ta n cerca, lo so ltaro n y le ofrecieron una m a n t a de
m a r t a s cebelinas 3, que son las m ejo re s que en el m u n d o se
p u e d a n h a l la r , y t i e n e n un olo r q u e p a r e c e de á m b a r 4 y
almizcle 5. Los que allí estaban, viendo al gobernador herido, lo
metieron en la barca.
Quedamos cincuenta en tierra para luchar contra los indios,
que nos acometieron tres veces aquella noche, con tanto ímpetu,
que cada vez nos hacían retro ceder más de un tiro de piedra.
42
E x p lo ra n d o la
región de A p alach e
43
A C T V D A D E S
¿ S ab es q ué es?
Q Indica cuál es la respuesta acertada.
1. Una canoa:
a. embarcación de remo muy estrecha, ordinariamente de una
pieza, sin quilla y sin diferencia de forma entre proa y popa.
b. plataforma flotante originariamente formada por maderos
unidos.
c. embarcación pequeña para pescar o traficar por las costas o
para atravesar un río.
2. Una armada:
a. conjunto de fuerzas aéreas o terrestres de una nación.
b. el que por su cuenta arma o avía una embarcación.
c. conjunto de fuerzas navales de un estado.
3. Una provisión:
a. avituallamiento para sustento de una ciudad, ejército etc.
b. conjunto de cosas, especialmente alimentos que se guardan
para un fin.
c. avío de víveres o utensilios para las tropas, presos, etc.
44
Alvar Nuñez Cabeza de Vaca nació en una de las regiones señaladas
en el mapa. Escribe el nombre de la región.
• No era Cataluña, ni Navarra. • Está al este de Portugal.
• No está cerca de Levante. • No empieza por A.
• Está al norte de Cádiz. • Empieza por E.
OCÉANO AHÁNtlCO
Santiago
GALICIA CANTABRIA
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°/ia Pamplona
'NAVARRA
CAS:ILLA Y LEÓN
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CATALUÑA
DBarcelona
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JNIDAD
SICIANA
ILLES BALEARS
ISLAS BALEARES
ANDALUCÍA
MAR MEDITERRANEO
ISLAS CANARIAS
LANZARON
LAPALMA
^tENERFE J
hierró t A jerie
gran ventura
CANARIA
El nombre es..,
C T V P A P E S
¿ S ab es cuál es?
Q Empareja cada nombre con su definición. Si te sirve de ayuda puedes
consultar tu diccionario.
46
C T V P A P E S
47
\
CAPÍTULO 3
P or el delta
d e l M ISISIP Í
48
d el M isisipí
___L
49
del Norte, que venía de la tierra comenzó a crecer tanto, que nos
m e tió en la m ar, no p o d ía m o s t o m a r h o n d o y no p o d ía m o s
entender si era por causa de la corriente. Así navegamos dos días
todavía, trabajando por to m ar tierra, y al cabo de ese tiempo, un
poco antes de que el sol saliese, vimos muchas hum aredas por la
costa.
Al am anecer cada barca se halló perdida de las demás.
Siguiendo mi viaje a hora de vísperas vi dos barcas, y al ir
hacia ellas, vi que la prim era era la del Gobernador, el cual me
p re g u n tó qué deb ía m o s hacer. Yo le dije que debía r e c o b ra r
aquella barca que iba delante, que de ninguna m anera la dejase y
que ju ntas las tres barcas, siguiésemos nuestro camino donde
Dios nos quisiese llevar. Él me respondió que aquello no se podía
hacer porque la barca iba muy metida en la m ar y él quería to m ar
la tierra, y que si la quería yo seguir que hiciese que los de mi
barca to m a s e n los rem os y trab ajase n , porque con fuerza de
brazos se había de tomar.
Esto le acon se jab a un capitán que llevaba consigo, que se
llamaba Pantoja, diciéndole que si aquel día no to m aba la tierra,
que en otros seis no la tomaría, y en este tiempo íbamos a morir
de hambre.
Yo, vista su voluntad, to m é mi remo, y lo m ism o hicieron
todos y bogamos 1 hasta casi puesto el sol.
Mas como el G obernador llevaba la más recia y sana gente
que entre ellos había, de ninguna m anera lo pudimos seguir. Yo,
P o r el d elta
d el M isisipí
1. cabo : cuerda.
2. desm ayar : flaquear, ceder.
51
Q/Linfrac)ios
Pasada la media noche, me acerqué por ver si había muerto, él
me respondió que estaba mejor y que gobernaría hasta el día.
Después que el m aestre tomó cargo de la barca yo reposé un
poco, muy sin reposo, ni había cosa más lejos de mí entonces que
el sueño. Y cerca del alba, me pareció que oía el estruendo 1 de la
mar, porque, como la costa era baja, sonaba mucho.
Con este sobresalto llamé al m aestre, el cual me respondió
q u e c r e ía q u e e s t á b a m o s c e r c a de t i e r r a . Le p a r e c i ó que
debíamos perm anecer en la mar hasta que amaneciese. Yo tomé
un remo y bogué de la banda de tierra. Cuando nos hallamos a
una legua de ella dimos con la popa a la mar. Cerca de tierra nos
tomó una ola, y con el gran golpe que dio, casi toda la gente, que
en ella estaba como muerta, tornó en sí.
Y al v e rs e c erca de la ti e r r a c o m e n z a r o n a d e s c o lg a rs e 2
andando con manos y pies. Al salir a tierra, a unos barrancos 3,
hicimos lumbre 4 y to sta m o s el maíz que traíamos, y hallamos
agua de la que había llovido. Con el calor del fuego la gente tornó
en sí y comenzó a esforzarse 5. El día que aquí llegamos era el
sexto del mes de noviembre.
Cuando la g e n te comió, m a n d é a Lope de Oviedo, el m ás
vigoroso, subir a unos árboles, y descubriese la tierra en que
estáb a m os y procurase ob tener alguna noticia. Él lo hizo así y
entendió que estábam os en una isla, y vio que la tierra estaba a
52
P o r e l d e lta
d e l M is is ip í
la m anera que suele estar la tierra por donde anda ganado, y por
esto le pareció que debía ser tierra de cristianos, y así nos lo dijo.
Yo le mandé que tornase a mirarla con más atención y viese si en
ella había algunos caminos que seguir, y que no anduviese mucho
por el peligro que podía haber. Él se marchó y topando con una
vereda 1 se fue por ella adelante hasta una media legua, y halló
unas chozas 2 de unos indios y les cogió una olla, un perrillo
pequeño y unos pocos mujoles 3, y así volvió a nosotros. Vimos
que tres indios con arcos y flechas venían tras él, llamándole, y él
asimismo les llamaba por señas, y así llegó donde estábamos, y
los indios se q u e d a r o n un poco a t r á s s e n t a d o s en la m is m a
ribera 4; y al cabo de m edia hora acudieron otros cien indios
flecheros que fu e se n g ra n d e s o no, n u e s tr o m iedo les hacía
p a r e c e r g i g a n te s 5, y p a r a r o n c e r c a de n o s o t r o s , d o n d e se
enco ntrab an los tres primeros. Entre nosotros dispensado era
pensar que habría quien se defendiese, porque difícilmente se
hallaban seis que del suelo se pudiesen levantar. El veedor y yo
salimos a su e ncu e ntro y les llamamos, y ellos llegaron h a sta
nosotros, y lo m ejor que pudimos, p ro c u ra m o s asegu rarles y
asegurarnos y les dimos cuentas 6 y cascabeles, y cada uno de
53
Qrtaufragios
ellos me dio una flecha, que es señal de amistad, y por señas nos
dijeron que a la m a ñ a n a siguiente volverían y nos traerían de
comer.
Al am anecer vinieron a nosotros, como lo habían prometido, y
nos trajeron mucho pescado y unas raíces que ellos comen, son
como nueces, la mayor parte de ellas se sacan de bajo del agua y
con mucho trabajo
Como estábam os provistos de pescado, de raíces y de agua,
acordamos embarcar y seguir nuestro camino. Desenterramos la
barca de la arena en que estaba metida, y fue m enester 2 que nos
desnudásem os todos y pasásem os gran fatiga 3 para echarla al
agua, y nos dio tal golpe de agua que nos mojó a todos, y como
íbamos desnudos y el frío que hacía era grande, soltam os los
r e m o s de las m a n o s , y con o t r o golpe que la m a r nos dio,
trastornó 4 la barca; el veedor y otros dos se asieron de ella para
escaparse; m as sucedió muy al revés, que la barca los to m ó 5
debajo y se ahogaron.
Como la costa era muy brava, el m ar de un tum bo 6 echó a
todos los otros, envueltos en las olas y medio ahogados, en la
costa de la misma isla.
Los que e sca p am o s, q u e d a m o s d esn u d o s como nacim os y
perdimos todo lo que traíamos, y aunque todo valía poco, para
54
P o r el d e lta
d e l M is is ip í
55
Qftqufragtos
que quedábamos estábam os por seguir el mismo camino.
Los indios al ver el desastre, con ta n ta desventura y miseria,
se sentaron entre nosotros, y con el gran dolor que tuvieron al
v e r n o s en ta l f a t a l i d a d , c o m e n z a r o n t o d o s a ll o r a r
p o tentem ente, y tan de verdad, que lejos de allí se podía oír, y
esto les duró más de media hora; y ciertam ente ver que estos
hombres tan sin razón y tan crudos 1t a m anera de brutos 2, se
d o lían t a n t o de n o s o t r o s , hizo que en mí y en o t r o s de la
compañía creciese más la emoción y la consideración de nuestra
d esdicha3.
Sosegado 4, pregunté a los cristianos y dije que, si a ellos les
parecía, rogaría a aquellos indios que nos llevasen a sus casas; y
algunos de ellos respondie ron que no se debía hablar de ello,
porque si nos llevaban nos sacrificarían a sus ídolos; mas, visto
que otro remedio no había, rogué a los indios que nos llevasen a
sus casas, y ellos m ostraron que tenían gran placer en ello. Nos
tomaron, y llevándonos asidos 5 y con mucha prisa, fuimos a sus
casas; y por el gran frío que hacía, y temiendo que por el camino
alguno muriese, dispusieron que hubiese fuegos a intervalos, y
en cada uno de ellos nos ca le n ta b a n , y desde que veían que
habíamos tom ado fuerza y calor, nos llevaban hacia el otro tan
56
P o r el d e lta
d e l M is is ip í
aprisa, que casi no nos dejaban poner los pies en el suelo; y así
fuimos h a s ta sus casas, donde hallamos que ten ían una para
nosotros, y muchos fuegos en ella; y a la hora de haber llegado,
c o m e n z a ro n a bailar y a h ac e r gran fiesta, que duró to d a la
noche, aunque para nosotros no había placer, fiesta ni sueño,
e s p e r a n d o c u a n d o no s h a b í a n de s a c r if i c a r . A la m a ñ a n a
*Teodor de Bry Indígenas americanos durante una danza ritual (siglo XVI).
57
Q/taufragios
siguiente, nos tornaron a dar pescado y raíces, y a tratarno s tan
bien, que nos tr a n q u il iz a m o s y p e r d im o s algo del m ied o al
sacrificio.
Este mismo día yo vi a un indio un rescate, y advertí que no
e r a de los qu e n o s o t r o s les h a b í a m o s da d o ; y d e s p u é s de
p r e g u n t a r d ó n d e lo h a b í a n o b t e n i d o , ellos p o r s e ñ a s m e
r e s p o n d i e r o n que se lo h a b ía n d a d o o t r o s h o m b r e s c o m o
nosotros, que estaban atrás. Yo, envié dos cristianos y dos indios
que les m ostrasen aquella gente, y muy cerca de allí toparon con
ellos, que también venían a buscarnos, porque los indios que allá
q u e d a b a n les h a b í a n dich o de n o s o t r o s , y é s t o s e r a n los
ca p ita n es Andrés D orantes y Alonso del Castillo, con to d a la
gente de su barca. Y llegados a nosotros, se espantaron mucho
de v e r c óm o e s t á b a m o s , y co g iero n p e n a por no t e n e r qué
darnos; ninguna otra ropa traían sino la vestida. Estuvieron allí
con nosotros, y todos juntos acordam o s re fo rm a r su barca, e
irnos en ella y los otros quedarse allí hasta que convaleciesen,
para irse como pudiesen a lo largo de la costa, y que esperasen
allí hasta que Dios los llevase con nosotros a tierra de cristianos.
Y co m o lo p e n s a m o s , así nos p u s im o s en ello, y a n t e s que
ec h á se m o s la barca al agua, Tavera, un caballero de n u e s tr a
compañía murió, y la barca que nosotros pensábam os llevar hizo
su fin y no se pudo sostener por sí misma, y como quedamos del
arte que he dicho, y los más desnudos, y el tiempo tan duro para
c a m i n a r y p a s a r r ío s y f o n d e a d e r o s a n a d o , y no t e n e r
b as tim en to alguno ni m a n e r a para llevarlo, d e te rm in a m o s de
h a c e r lo a u e la n e c e s i d a d c e d í a , a u e e r a i n v e r n a r allí: v
P o r el d e lta
d e l M is is ip í
acordam o s tam b ién que cuatro hom bres, los que m ás fuertes
estaban, fuesen a Panuco 1t creyendo que e stáb am o s cerca de
allí; y que si Dios nuestro Señor fuese servido de llevarlos allá,
diesen aviso de cómo quedábamos en aquella isla.
Estos eran muy grandes nadadores, y al uno llamaban Alvaro
F ernández, p o rtu g u és, c a rp in te ro y m arinero; el se gu nd o se
llamaba Méndez, y el tercero Figueroa, que era natural de Toledo;
el cuarto Astudillo, natural de Zafra. Llevaban consigo un indio
que era de la isla.
Partidos estos cuatro cristianos, sucedió tal tiempo de fríos y
tem pestades que los indios no podían arrancar las raíces, y de los
pantanos en que pescaban ya no había provecho. Como las casas
e r a n t a n d e s a b r i g a d a s , c o m e n z ó a m o r ir la g e n te ; y cinco
cris tia n o s que e s t a b a n en r a n c h o en la c o s ta llegaron a tal
extremo, que se comieron los unos a los otros, hasta que quedó
uno solo, que por ser solo no hubo quien lo comiese.
A esta isla pusimos por nombre Isla del Mal Hado (posiblemente
a la altura de Galveston).
La gente que allí hallamos son grandes y bien dispuestas 2, no
t i e n e n o t r a s a r m a s sino f le ch as y arcos, en los que son en
extremo hábiles. Las mujeres están para trabajar mucho.
Tienen marismas, y para este tiempo ya no tienen más peces,
de ahí adelante comen las raíces. Es la gente del mundo que más
a m a n a sus hijos y m ejo r t r a t a m i e n t o les hac e n 3, y cua n d o
sucede que a alguno se le muere el hijo, le lloran los padres y los
59
* * '
P o r el d e lta
d e l M isisip í
61
Ortctufragíos
c o s a e n t r e e llos t e n i d a p o r m u y p r o v e c h o s a , y yo lo he
experim entado y me hizo bien, y después de esto soplan aquel
lugar que Ies duele, y con esto creen ellos que se Ies quita el mal.
La m a n e ra con que nosotros curam os era santiguándolos y
soplarlos, rezar un Pater Noster y un Ave María y rogar lo mejor
que podíam o s a Dios n u e s tro Señor que Ies diese salud y Ies
animase a darnos un buen tratamiento.
Quiso Dios nuestro Señor y su misericordia que todos aquellos
por quienes suplicamos, decían que estaban sanos y buenos 1 y
por ello nos tra tab an bien y nos daban cueros y otras cosillas.
1. La gran su e rte de Alvar N úñez y sus com pañeros fue que los co n sideraran
con poderes m ágicos.
62
A C T V P A P E S
Q Aquí tienes una lista de nombres. Todos tienen una sílaba en común.
¡Descúbrela!
1. Me ñero
2. carronería
3. r e nancia
4. segado
5. repo __
6. lamente
7. es una voz que se emplea para que se detengan las caballerías.
63
—m.— — m i mMi - 8 .i ___
' *•32
Un poco
de Historia • • •
64
Godfried Kempesen Sevilla (ca. 1572-1618).
65
C ristóbal Colón, genovés
' ; / establecido en Portugal y
luego sur de España,
que era un representante de
la tradición com ercial
■
m editerránea, no pudo
enfrentarse a las costumbres
profundamente establecidas
de una sociedad con espíritu
de contienda y tam poco
pudo hacer frente al
creciente poder de un
estado que estaba
firm em ente decidido a
conservar su hegemonía en
la expansión colonial.
Cuando Colón murió en 1506, se había convertido en una figura del
pasado y sus intentos de establecer un monopolio comercial habían
fracasado.
Como se descubrían nuevas tierras sin cesar y los exploradores
hacían crecer la imaginación de las gentes con cada nuevo relato, las
gentes deseaban partir con la perspectiva de encontrar oro y hacer
fortuna.
66
Q Contesta a las siguientes preguntas.
1. ¿Qué significa la palabra «ultramar»?
2. ¿Por qué a finales del siglo XV la península ibérica era la zona
mejor preparada para la expansión marítima?
3. ¿Por qué Sevilla llegó a ser tan importante en los siglos XV y
XVI?
4. ¿Por qué fue un acontecimiento importantísimo para la historia
de Castilla la conquista de las islas Canarias?
5. ¿Consiguió Cristóbal Colón establecer un monopolio comercial?
¿Por qué?
6. ¿En qué año murió Cristóbal Colón?
C o m e r c ia n d o c o n
CARACOLAS DE MAR
68
C o m e r c ia n d o co n
caracolas de m ar
69
Q/taufragios
corazones de ellas y conchas, con las que ellos cortan una fruta
que es como alubia, con la que se curan y hacen sus bailes y
fiestas. Ésta es la cosa de m ayor precio que entre ellos hay, y
cuentas de la m ar y otras cosas. Esto era lo que yo llevaba tierra
adentro, y a cambio y trueque 1 de ello traía cueros y almagre 2,
con lo que ellos se untan y tiñen las caras y cabellos. Pedernales 3
para puntas de flechas, e n g ru d o 4 y cañas duras para hacerlas, y
unas borlas 5 que se hacen de pelo de venado, que tiñen.
Este oficio me estaba a mí bien, porque andando en él tenía
libertad para ir donde quería, y no estaba obligado a cosa alguna,
y no e r a e s c la v o , y d o n d e q u i e r a q u e iba m e h a c í a n b u e n
t r a t a m i e n t o y m e d a b a n de c o m e r p o r r e s p e t o a m is
mercaderías.
Las fatigas que en esto pasé serían largas de contar, así de
peligros, ham bre como de tem p estades y frío. Yo no tra ta b a el
oficio en invierno, por ser tiempo en que ellos m ism os en sus
chozas y ranchos metidos no podían valerse ni ampararse.
Fueron casi seis años el tiempo que yo estuve en esta tierra
solo entre ellos y desnudo, como todos andaban.
La razón por la que ta n to tiempo me detuve fue por llevar
conmigo a un cristiano que e stab a en la isla, llamado Lope de
Oviedo. Por sacarlo de allí yo p a s a b a c ad a año a la isla y le
rogaba que nos fuésemos con la mejor habilidad que pudiésemos
en busca de cristianos, y cada año me detenía diciendo que al
1. trueque : negocio.
2. alm agre : óxido de hierro.
3. p ed ern al: variedad del cuarzo.
4. engrudo : pegam ento.
5. borla : colgante, adorno.
70
C o m e r c ia n d o co n
c a r a c o la s d e m a r
71
Q/taufragios
por esclavo a un indio con quien D orantes estaba, el cual era
tu erto. Estos indios se llaman M aream es. Castillo e s ta b a con
otros llamados Iguases.
Poco a poco fueron muriendo todos de frío y de hambre. Los
que m o r ía n e r a n h e c h o s t a s a j o s x. El últim o que m u rió fue
S o t o m a y o r y Esquivel lo hizo ta s a j o s , y c o m ie n d o de él se
mantuvo hasta el uno de marzo, día en que un indio de los que
allí habían huido vino a ver si habían muerto, y llevó a Esquivel
consigo.
Andrés Dorantes huyó y se pasó a los Mareames, que eran
aquellos con los que Esquivel había parado.
Estos indios tienen por costumbre m a ta r a sus hijas cuando
nacen. Las dejan comer por los perros 2. La razón es que según
dicen, todos los de la tierra son sus enemigos y con ellos tienen
guerras, y si casasen a sus hijas con ellos, multiplicarían tanto a
sus enemigos, que los tomarían por esclavos.
Cuando se han de casar compran las mujeres a sus enemigos,
y el precio que cada uno da por la suya es un arco, el mejor que
puede haber, con dos flechas. Matan a sus hijos y m ercan los
ajenos. No dura el casamiento más que cuando están contentos,
y con una h iga3 lo deshacen.
Toda esta gente son flecheros y bien dispuestos aunque no
tan grandes como los que atrás dejamos, y traen la te ta y el labio
h o ra d a d o s 4.
A veces m atan venados, y a veces tom an algún pescado, pero
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C o m e r c ia n d o co n
c a r a c o la s d e m a r
esto es tan poco y su ham bre tan grande, que comen arañas y
h u e v o s de h o r m ig a s , g u s a n o s , la g a r t ija s , s a l a m a n q u e s a s ,
culebras y víboras. Comen tierra y m adera y todo lo que puede
haber, estiércol de venado y otras cosas que dejo de contar 1t y
creo que si en aqu ella ti e r r a h u b ie se p ie d ra s las c om e ría n .
Guardan las espinas del pescado que comen, y de las culebras y
otras cosas, para molerlo después todo y comer el polvo de ello.
Los h o m b r e s no llevan c o sa s de peso, pe ro lo llevan las
mujeres y los viejos, que es la gente que ellos en menos tienen.
La m a y o ría son g ra n d e s lad ro nes, p o rq u e en c u a n to uno
vuelve la cabeza, su hijo mismo o su padre le to m a lo que puede.
Mienten mucho y son grandes borrachos, y para esto, ellos beben
una cierta c o s a 2.
E stán t a n a c o s t u m b r a d o s a co rrer, que sin d e s c a n s a r ni
cansarse , corren desde la m a ñ a n a h a s t a la noche; siguen un
venado y de esta m anera m atan muchos, porque los siguen hasta
que los cansan, y algunas veces los to m an vivos.
Las casas son de e s t e r a 3, puesta sobre cuatro arcos; las llevan
a cuestas, y se tra slad an cada dos o tres días para buscar de
comer. Es gente muy alegre por mucha hambre que tengan, y por
eso no dejan de bailar ni de hacer sus fiestas.
Cuando fue tiempo fuimos a comer las tunas. Hallamos por la
t i e r r a u n a g r a n c a n t i d a d de m o s q u i t o s , m u y m a l o s e
insoportables, durante todo el verano nos daban mucha fatiga.
Para defend ern os de ellos hacíam os fuegos de leña podrida y
73
Q/laufragios
74
C o m e r c ia n d o co n
c a r a c o la s d e m a r
75
Q?taufrac)tos
muy fructífera si fuese labrada y habitada por gente de razón.
No vimos ninguna sierra en tanto que en ella estuvimos.
Aquellos indios nos dijeron que otros estaban más adelante,
llamados Camones, que viven hacia la costa. Habían m ata d o a
toda la gente que venía en la barca de Peñalosa y Téllez, ya que
venían tan delgados que aunque los m atab an no se defendían; y
así a c a b a ro n con todos, y nos m o s tr a r o n sus ropas y arm as.
Dijeron que la barca estaba allí al través.
Esta es la quinta barca que faltaba, porque la del gobernador
el m ar la llevó; la del contador y los frailes la habían visto echada
al través en la costa, y Esquivel contó el fin de ellos. Las dos en
que Castillo y yo y Dorantes íbamos, junto a la isla de Mal Hado
se hundieron.
Yendo por nuestro camino con te m o r de que los indios nos
s ig u ie sen , vim o s u n o s h u m o s , y y e n d o a ellos, d e s p u é s de
vísperas llegamos allá, donde vimos a un indio que, al vernos
huyó sin querernos aguardar. Nosotros enviamos al negro hacia
él, y al verle solo, le esperó.
El pueblo nos ofreció muchas tunas, porque ya tenían noticia
de n o s o t r o s y de cóm o c u r á b a m o s y de las m a ra v illa s que
n u e s tr o Señor con n o s o tro s o b rab a, que a u n q u e no h u biera
o tras, h arto 1 grand e era abrirno s cam ino por tie rra tan
despoblada, y darnos gente por donde no la había.
Aquella misma noche que llegamos vinieron unos indios y le
dijeron a Castillo que e s t a b a n m uy e n f e r m o s de la cabeza,
rogándole que los curase; y después que los hubo santiguado y
encom endado a Dios, en aquel m om ento los indios dijeron que
1. h a rto : m uy.
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C o m e r c ia n d o co n
c a r a c o la s d e m a r
77
Q/taufragios
sangre. Dios usó conmigo la misericordia, ya que en todo este
tiempo no sopló el viento del Norte, ya que de otra m anera no
hubiese podido vivir.
Al cabo de cinco días llegué a una ribera de un río, donde hallé
a mis indios que ya me daban por muerto, y creían que me había
m ordido alguna víbora. Todos tuvieron gran placer al verme,
principalmente los cristianos, y me dijeron que hasta entonces
habían cam inado con m uch a h am b re y por e s ta causa no me
habían buscado. Aquella noche me dieron las tunas que tenían.
Otro día de m añan a vinieron allí muchos indios, y traían cinco
enferm o s que e s ta b a n tullidos 1 y muy enferm os, y venían en
busca de Castillo para que los curase, y cada uno de los enfermos
ofreció su arco y flechas, y él los recibió, y a la puesta del sol los
s a n t i g u ó 2 y e n c o m e n d ó a Dios n u e s t r o S e ñ o r, y t o d o s le
suplicamos les enviase salud, pues era la única solución para que
aquella gente nos ayudase a salir de tan miserable vida, y lo hizo
t a n m i s e r i c o r d i o s a m e n t e , q u e l l e g a d a la m a ñ a n a , t o d o s
am a n e c ie ro n bu eno s y sa n o s y se fu e ro n ta n recios com o si
nunca hubieran tenido mal ninguno.
De mí sé decir que siempre tuve esperanza en su misericordia
y que me había de sacar de aquella cautividad, y así lo hablé
siempre a mis compañeros.
Castillo era médico muy temeroso, principalmente cuando las
curas 3 eran muy peligrosas, y creía que sus pecados habían de
78
C o m e r c ia n d o co n
c a r a c o la s d e m a r
79
Q/taufragios
apa re c ía e n t re ellos v estido un as veces de m ujer y o t ra s de
hombre. También nos contaron que muchas veces le ofrecieron
comida y que nunca jam ás comió. Le preguntaban dónde tenía su
casa y les mostró una hendedura de la tierra y decía que ésa era
su casa, allá debajo.
De todas esas cosas que decían, nosotros nos reíamos mucho,
nos burlábamos de ellas. Como vieron que no lo creíamos, nos
trajeron muchos de los que había tomado, y vimos las señales de
las cuchilladas.
Estos indios nos dijeron que hab ían visto a Figueroa y al
asturiano con otros, que adelante en la costa estaban.
Toda e s ta gente no mide el tiem po por el Sol y la Luna, ni
ti e n e n c u e n t a del m e s y año. E n tie n d e n las d i f e r e n c ia s de
los tiem pos cuando las fru ta s vienen a m adurar, y en tiempo
que muere el pescado y al aparecer las estrellas, con las que son
muy com petentes y ejercitados *.
Anduvimos siem pre desnudos, como ellos, y de noche nos
cubríamos con cueros de venado.
Ya he dicho como por toda esta tierra anduvimos desnudos, y
c o m o no e s t á b a m o s a c o s t u m b r a d o s a ello, a m a n e r a de
serpientes m udábam os la piel dos veces durante el año.
La tie r r a es ta n á s p e r a y ta n c e rra d a , que m u c h a s veces
hacíamos leña en montes, y cuando la acabábamos de sacar nos
corría por muchas partes sangre, de las espinas y m atas con que
topábamos.
80
C o m e r c ia n d o co n
c a r a c o la s d e m a r
D e s p u é s de h a b e r co m id o u n o s p e r r o s , nos p a r e c ió que
t e n í a m o s a l g u n a f u e r z a p a r a s e g u i r a d e l a n t e . Nos
e n c o m e n d a m o s a Dios n u e s t r o S eñ o r, nos d e s p e d i m o s de
aquellos indios, y ellos nos encaminaron a otros de su lengua que
estaban cerca.
P a sad o el m o n te hallam os o t r a s c as as de indios. Cuando
llegamos, vimos dos mujeres y muchachos que se espantaron al
vernos y fueron a avisar a los otros indios que andaban por el
monte. Cuando llegaron, se pararon a mirarnos detrás de unos
81
14au frac)ios
árboles, Ies llam am os y se ac e rc a ro n con m ucho tem o r. Nos
dijeron que tenían mucha hambre y que cerca de allí tenían sus
casas. Aquella noche llegamos a donde había cincuenta casas, y
se e s p a n t a b a n de ve rno s. D espués de h a b e rs e so seg ad o , se
ac e rc ab an a to c a rn o s con las m anos, el ro stro y el cuerpo, y
después traían sus mismas manos por sus rostros y sus cuerpos,
y así estuvimos aquella noche.
Por la mañana, nos trajeron a sus enfermos, rogándonos que
los santiguásemos, y nos dieron de lo que tenían para comer.
Desde la isla de Mal Hado, todos los indios que h a s ta e sta
ti e r r a vim os t i e n e n po r c o s t u m b r e d e s d e el día en que sus
mujeres se sienten preñadas 1 no dormir juntos hasta que pasen
dos años, en que han criado a los hijos, los cuales m am an hasta
que tienen la edad de doce años; en que ya están en edad que por
sí saben buscar de comer.
Les preguntamos que por qué los criaban así y decían que por
la mucha ham bre que en la tierra había, que acontecía muchas
veces, como nosotros veíamos, estar dos o tres días sin comer, y
a veces cuatro; y por esta causa los dejaban mamar, para que en
los tiempos de hambre no muriesen y si algunos escapasen a la
m uerte no saliesen muy delicados y de pocas fuerzas. Si acaso
acontece que algunos caen enfermos, los dejan morir en aquellos
c am p o s si no es hijo. Mas p a r a llevar un hijo o h e rm a n o , se
cargan y lo llevan a cuestas.
Toda esta gente es gente de guerra, y tienen ta n t a astucia
para guardarse de sus enemigos como tendrían si hubieran sido
criados en Italia y en continua guerra.
1. preñada : fecundada.
82
C o m e r c ia n d o co n
c a r a c o la s d e m a r
83
A C T V D A D E S
Q ¿Qué nos cuenta Alvar Núñez de la manera que tienen los indios de
combatir a los mosquitos?
el verano comer de mosquitos
insoportables defendernos de ellos
podrida y mojada humo otro trabajo
la noche llorar los ojos calor costa
encender el fuego Cuando remedio
tizones quemando huyan lagartijas
incompetente leña
84
A C T V P A P E S
Q palabras
Sin mirar el diccionario, intenta averiguar el significado de las
siguientes. Usa el texto para ayudarte.
Sitúa cada palabra junto a su correcto significado, como en el
ejemplo.
1. 0 tullido 7. □ temeroso
2. □ santiguar 8. □ curas (las)
3. □ encomendar 9. □ estorbar
4. □ recio 10. □ modorra
5. □ esperanza 11. □ atrevimiento
6. □ cautividad 12. □ tizón
a. Estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que
deseamos.
b. Privación de libertad en manos de un enemigo.
c. Hacer la señal de la cruz desde la frente al pecho y desde el hombro
izquierdo al derecho, invocando a la Santísima Trinidad.
d. Encargar a uno que haga alguna cosa o que cuide de ella o de una
persona.
e. Que ha perdido el movimiento del cuerpo o de alguno de sus
miembros.
f. Somnolencia, sopor profundo.
g. Palo a medio quemar.
h. Determinarse a algo arriesgado. Insolencia.
i. Aplicar al enfermo los remedios correspondientes a su enfermedad.
j. Pusilánime, irresoluto.
k. Molestar, incomodar.
I. Fuerte, robusto, vigoroso.
85
o «Los que vengan a ver, estén avisados de sus costumbres y astucias,
ya que suelen no poco aprovechar en semejantes casos.»
Comenta la frase en tu cuaderno de ejercicios.
¿Has oído alguna vez el proverbio siguiente?: «donde estuvieres haz
como vieres». ¿Tiene alguna relación con lo que dice el autor?
86
Fray Bartolomé de las Casas,
el amigo de los indios
Usté dominico español (Sevilla 1474-Madrid 1566), que llegó a ser
obispo de Chiapas (México 1544), tomó la defensa de los indios y
luchó contra la injusticia de las encomiendas (grandes propiedades
en las que eran reducidos a la esclavitud).
Como se debía solucionar el problema del reclutamiento de la mano
de obra indígena, la solución la aportó una institución que se conocía
bajo el nombre de encomienda.
Las encom iendas parecían
armonizar de modo satisfactorio los
ideales castellanos de autoridad con
las exigencias de la preocupación
pastoral.
Estas encomiendas en su origen eran
concedidas a las grandes órdenes
m ilitares en la Castilla medieval.
C onsistían en concesiones
temporales, hechas por la Corona a
Fray Bartolomé de las Casas ios particulares, sobre un territorio
(1474-1566).
recuperado del poder de los moros.
El encomendero de modo temporal y no hereditario (al menos en
teoría) tenía derechos señoriales sobre cierto número de indios.
Aceptaba la obligación de proteger a un determinado grupo y de
educarles por el camino de la civilización y el cristianismo, y a
cambio, recibía de ellos servicios y tributos.
Poco a poco este sistema llegó a atribuirse características que lo
hacían muy difícil de distinguir de la esclavitud.
Este proceso de esclavización de la población y de desarrollo de una
nueva aristocracia feudal de ultram ar, se vio frenado por la
oposición de la Iglesia y el estado.
Los religiosos desem peñaron un papel de im portancia capital.
A nim ados por el fervor m isionero, las órdenes enviaron
representantes para emprender la tarea de evangelizar el Nuevo
Mundo.
Los prim eros cuarenta años constituyeron la edad de oro de la
empresa evangélica. Los misioneros pertenecían a la elite de las
órdenes religiosas y estaban llenos de las ideas humanistas del siglo
XVI. Veían en los indios am ericanos el m aterial ideal para la
realización de una perfecta comunidad cristiana. Muchos de ellos
estaban convencidos de la dignidad natural y los derechos del hombre
y tropezaban con la imposibilidad de conciliar el trato que se daba a
los indígenas con sus propias convicciones. ¿Acaso no eran hombres
estos indios? ¿Acaso no tenían almas? El planteamiento de estas
preguntas creó una gran tormenta de indignación que ha quedado
para siempre grabada al nombre de Fray Bartolomé de las Casas,
quien consagró su vida a la tarea de asegurar un trato justo a los
indios. Nunca cesó de repetir, que como sujetos que eran de la Corona
española, debían gozar de los mismos derechos que los españoles.
Hizo crear las famosas Leyes Nuevas (1542) para proceder a una
colonización más humanizada de América y en su Brevísima relación
de la destrucción de las Indias, con un estilo duro y fulminante se limita
a exponer algunas crueldades im portantes com etidas en las
conquistas de algunos territorios.
88
CAPÍTULO 5
D iv isa m o s las
ESTRIBACIONES
de las R o c o sa s y el M ar del S u r
89
N a u fr a g io s
90
D iv isa m o s la s e s tr ib a c io n e s
de las R ocosas y el M ar d el Sur
Pueblo indiano.
91
N a u fr a g io s
93
N a u fr a g io s
El río Colorado.
95
A C T V P A P E S
disgusto
alba
reverencia
crédito
pena
autoridad
saquear
tar tos ca
mo hu ce bo
sas dul tes gri
cho an de
96
A C T V P A P E S
Q El pronom bre rela tiv o , hace referen cia a otro que se llam a
antecedente, es invariable y puede ser sustituido por: el cual, la cual,
los cuales y las cuales, que concuerdan con el antecedente en género y
número. Sustituye en el párrafo siguiente «que» por la forma que
convenga.
1. La mezquiquez es una fruta, (que).......................cuando está en el
árbol es muy amarga.
2. Pasamos un río (que).......................nos daba con el agua en el pecho.
3. Tomamos camino por las sierras, (que).......................no estaban
lejos de la costa.
4. Llegamos a un pueblo en (que)..................... nos recibieron llorando
y con gran tristeza.
5. Atravesamos una sierra de siete leguas y tenía unas piedras (que)
..................... eran de residuos de hierro.
6. Yendo por nuestro camino, pasamos otro río (que).....................
venía del norte y hallamos mucha gente (que).......................salía a
recibirnos.
97
Pero, ¿quiénes eran
esos Conquistadores
Habernos muy poco acerca de la procedencia y la personalidad de
estos conquistadores, aventureros y exploradores, en total menos de
mil, que llegaron a conquistar un continente sobreponiéndose a
formidables dificultades. La mayoría de ellos procedían de la Corona
de Castilla, sobre todo de Andalucía y Extremadura.
Los primeros que llegaron al Nuevo Mundo eran hombres
jóvenes y solteros, casi todos tenían acum uladas
experiencias militares anteriores.
Procedían casi todos ellos de la pequeña nobleza rural y
de las clases inferiores.
Los hijos no primogénitos de las familias pertenecientes a
la alta y pequeña nobleza, que por el régim en de
primogenitura no podían acceder a la herencia, tenían un
fuerte aliciente en la em igración al N uevo M undo,
esperando encontrar la fortuna que les era negada en sus familias.
Los hidalgos, de familias nobles aunque pobres, se m ostraban
resueltos a probar su suerte al otro lado del océano.
El temperamento y rigor de estos hombres, dejó un rastro característico
en todo el proceso de la conquista. Llevaban con ellos todas las
costumbres, valores, pretensiones y convencionalismos de su patria.
Sobre todo eran soldados profesionales, entrenados para la guerra.
Tenían una manera de pensar y actuar enormemente legalista y
extendían siem pre docum entos, incluso en las ocasiones más
extravagantes, para especificar exactamente los derechos y deberes
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de cada miembro de la expedición.
Las novelas de caballería habían alcanzado en esa época una
popularidad inmensa, el Amadís de Gaula fue la más conocida. Así
su imaginación se alimentaba de lo que habían leído antes de partir
para el Nuevo M undo y se inspiraban en ellas ante el m undo
fantástico que se abría frente a sus sorprendidos ojos.
Procedían de una sociedad impregnada A m a d í s t > e ^ 4 u l a *
de catolicism o y extrem adam ente
cándida respecto a la veracidad del
contenido de estas novelas, que
m odelaban la visión del m undo y los
principios de conducta de quienes las
leían o las escuchaban. Así, con la cabeza
llena de fantasías, estimulados por los
héroes de las novelas de caballerías, eran Xo0qmtro liíuosíJe
capaces de soportar toda clase de Bmaateí) gaula míe
sacrificios atravesando pantanos, ríos ü m c n t e m p 2 e ftb e ¡
7 b v*mltilI0r 12 ú d 0 9 ‘
caudalosos y selvas impenetrables.
Eran hom bres luchadores, decididos, I>ortada del Amadís de Gaula
(siglo XVI).
que despreciaban los peligros.
Originarios de la árida, mística y guerrera Castilla, su religiosidad les
proporcionaba una fe inquebrantable en la justicia de su causa y en
la certeza de su triunfo. Este fervor misionero fue suficiente para
darles una gran ventaja sobre los indios, que lucharon valientemente,
pero a quienes faltó el deseo de sobrevivir.
Aunque tenían una superioridad armamentística considerable frente
a los indios, es en sus características personales donde reside el
secreto de su éxito, quizá era la gran confianza que tenía en sí misma
la civilización de la que procedían.
CAPÍTULO 6
R e g r e so a casa
100
R egreso a casa
101
© Qftaufragios___________
¡r v y
102
con m u c h a g e n te que nos hab ía traíd o , y él envió tr e s de a
caballo y cincuenta indios de los que ellos traían. El negro volvió
con ellos para guiarles. Yo quedé allí y pedí que me diesen por
testimonio el año, mes y día en que allí habían llegado, y así lo
hicieron.
De este río hasta el pueblo de los cristianos, que se llama San
Miguel, que es de la gobernación de la provincia que llaman de
Nueva Galicia 1f hay treinta leguas.
Cinco días después, llegaron Andrés D orantes y Alonso del
Castillo con los que habían ido por ellos. Traían consigo más de
seiscientas personas.
Hay m uestras grandes y señales de minas de oro y plata. La
g e n te es bien d ispu esta; sirven a los c ristia nos (los que son
amigos) de muy buena voluntad. Son muy dispuestos, es tierra a
la que ninguna cosa le falta para ser muy buena.
Después de recorrer veinticinco leguas más o menos, llegamos
a un pueblo de indios de paz, y el alcalde que nos llevaba nos dejó
allí, y él pasó ad e la n te o tra s tre s leguas, a un pueblo que se
llamaba Culiazán 2, donde se enco ntrab a Melchor Díaz, alcalde
mayor y capitán de aquella provincia.
Cuando el alcalde mayor fue avisado de nuestra llegada, lloró
mucho con nosotros, alabando a Nuestro Señor por haber usado
de ta n ta misericordia con nosotros, y nos habló y trató muy bien;
103
2 su parte y de la del gobernador Ñuño de Guzmán.
Preguntados los indios a quién adoraban y hacían sacrificios,
a quién pedían el agua para sus maizales y la salud para ellos,
r e s p o n d i e r o n que a un h o m b r e que e s t a b a en el cielo. Les
preguntamos cómo se llamaba y dijeron que Aguar, y que creían
que él había creado el mundo y las cosas. Nosotros les dijimos
que aquel que ellos decían, nosotros le llamábamos Dios, y que
a s í le l l a m a s e n ello s, y le s i r v i e s e n y a d o r a s e n c o m o
m andábam os, y ellos se hallarían muy bien. Respondieron que
todo lo tenían muy bien entendido, y que así lo harían.
Esto pasó en presencia del escribano que allí tenían y de otros
muchos testigos.
Llegamos a México en domingo, un día antes de la víspera de
Santiago, donde fuimos muy bien tratados y recibidos con mucho
placer por el virrey y el Marqués del Valle !.
Nos dieron de vestir y nos ofrecieron todo lo que tenían, y el
día de Santiago hubo fiesta y juego de cañas y toros.
Después de haber descansado en México dos meses, yo me
quise venir a estos reinos y estando para em barcar en el mes de
Octubre, vino una to rm e nta que dio con el navio de través 2, y se
perdió. Visto esto, decidí dejar p a s a r el invierno, po rq u e en
aquellas partes es muy riguroso para navegar.
D espués de p a s a r el invierno, nos fuim os de México, por
Cuaresma, Andrés Dorantes y yo hacia Veracruz, con el fin de
1. H ernán C ortés.
2. de través : la g en te de la m ar llam a «dar con el navio de trav és» a tro p ez ar
por los co stad o s con una roca o co sta en que se vara; encallar.
104
em barcarnos, y allí estuvimos esperando h a sta el Domingo de
Ramos, en que nos embarcamos.
El diez de abril partimos del puerto tres navios y navegamos
juntos. Seguimos nuestro viaje y el cuatro de mayo llegamos al
puerto de la Habana, que se encuentra en la isla de Cuba, donde
estuvimos esperando a los otros dos navios hasta el dos de junio,
en q u e p a r t i m o s de allí c on m u c h o t e m o r de t o p a r 1 co n
franceses, que hacía pocos días habían to m ado allí tres navios
nuestros.
Al cabo de veintinueve días de nuestra partida de la Habana,
h ab íam os a n d ad o mil y cien leguas que dicen que hay de allí
hasta el pueblo de las Azores; y pasando otro día por la isla que
llaman del Cuervo, dimos con un navio de franceses a la hora de
m ediodía. Nos com en zó a seguir con una ca ra b e la que tra ía
to m ada de portugueses, y nos dieron caza. Aquella tarde vimos
otras nueve velas, y estaban tan lejos que no pudimos saber si
eran portugueses o de aquellos mismos que nos seguían. Cuando
anocheció, e s ta b a el fran cés a tiro de lo m bard a 2 de n u e stro
navio.
Desde que oscureció, hurtamos la d e r r o t a 3 por desviarnos de
él, y como iba tan cerca de nosotros, nos vio y echó el mismo
rumbo. Esto hicimos tres o cuatro veces y él nos habría podido
t o m a r si lo hubiese querido, pero lo d e ja b a p a r a la m a ñ a n a
105
Naufragios
siguiente.
Quiso Dios que cuando amaneció nos hallásemos el francés y
nosotros juntos y cercados de las nueve velas que he dicho haber
visto la t a r d e anterior, las cuales s a b íam o s p e rte n e c ía n a la
arm ada de Portugal, y di gracias a Dios por haberme escapado de
los trabajos de la tierra y los peligros de la mar.
El f r a n c é s c u a n d o se dio c u e n t a qu e e r a la a r m a d a de
P ortu gal, soltó la c a r a b e la que t r a í a t o m a d a , la cual v en ía
cargada de negros, para que creyésemos que eran portugueses y
la esperásemos. Cuando la soltó dijo al m aestre y al piloto que
é r a m o s f r a n c e s e s y de su C o m p añ ía . Diciendo es to , m e tió
sesenta remos en su navio, y así a remo y a vela se comenzó a ir,
y andaba tanto que no se puede creer.
Cuando supieron que éramos amigos, se hallaron burlados por
h a b é r s e l e s e s c a p a d o a q u e l c o r s a r i o d ic ie n d o que é r a m o s
franceses y de su Compañía, y así m and a ro n cuatro carabelas
tras él.
Llegado a nosotros el galeón, después de haberles saludado,
nos preguntó el capitán Diego de Silveira que de dónde veníamos
y qué mercadería traíamos y le respondimos que veníamos de la
Nueva España y que traíamos plata y oro.
Al poco tiempo regresaron las carabelas que habían seguido al
francés, porque les pareció que corría mucho y por no dejar la
a rm ada que iba en guarda de tres naos 1 que venían cargadas de
especiería.
Así llegamos a la isla Tercera, donde estuvim os reposando
106
R egreso a casa
107
Q/taufrqgios
entrada y salida de la tierra, hasta volver a estos reinos, quiero
asimismo hacer memoria de lo que hicieron los navios y la gente
que en ellos quedó.
Quedaron en ellos hasta cien personas con pocos alimentos,
entre las que se encontraban diez mujeres casadas. Una de ellas
había predicho al gobernador muchas cosas que le iban a suceder
en el viaje. Le dijo cuando iba a entrar por tierra, que no entrase,
porque creía que ni él ni ninguno de los que con él iban saldrían
de ella, y que si alguno lo lograba sería por un gran milagro de
Dios. Decía que sa ld rían pocos o ninguno. El g o b e r n a d o r le
respondió que él y todos los que con él estaban iban a pelear y a
conquistar m uchas y muy extrañ as gentes y tierras, que tenía
por muy cierto que conquistándolas iban a morir muchos, pero
que los que quedasen serían afortunados y ricos. Le rogó que le
predijese más cosas ¿quién se las había dicho? Ella le respondió y
dijo que en Castilla, una m ora de Hornachos. Todo lo que nos
predijo antes de salir se había cumplido.
Durante aquel tiempo, dicen que aquellas personas que allí
estab an vieron muy claram ente como aquella mujer advirtió a
las otras, puesto que sus maridos entraban por la tierra adentro
y p o n ía n sus p e r s o n a s en t a n g r a n peligro, no h iciese n en
ninguna m anera cuenta de ellos, y que mirasen luego con quién
se habían de casar, porque ella así lo había de hacer, y así lo hizo.
Ella y las d e m á s se c a s a r o n y a m a n c e b a r o n 1 con los que
quedaron en los navios.
Después de partir de allí hicieron vela y siguieron su viaje. No
108
hallaron puerto y regresaron, y cinco leguas más abajo de donde
habíamos desembarcado hallaron el puerto, que entraba siete u
o ch o le g u a s t i e r r a a d e n t r o , y e r a el m is m o qu e n o s o t r o s
habíamos descubierto *, donde hallamos las cajas de Castilla y
donde estaban los cuerpos de los hom bres muertos, los cuales
eran cristianos.
En este puerto anduvieron los tres navios y el otro que vino de
la Habana y el bergantín buscándonos cerca de un año, y como
no nos hallaron se fueron a Nueva España.
Ya que he dado relación de los navios estará bien que diga de
quiénes son y de qué lugar de estos reinos, aquellos que nuestro
Señor quiso que escapasen de estos trabajos.
El p r im e r o es Alonso del Castillo M aldo nado , n a t u r a l de
S a l a m a n c a , hijo del d o c t o r C a s tillo y de d o ñ a A l d o n z a
M a ld o n a d o . El s e g u n d o es A n d r é s D o r a n te s , hijo de Pablo
Dorantes, natural de Béjar y vecino de Gibraleón. El tercero es
Alvar Núñez Cabeza de Vaca, hijo de Francisco de Vera y nieto de
Pedro de Vera, el que ganó a Canaria, y su m adre se llamaba
doña Teresa Cabeza de Vaca, natural de Jerez de la Frontera. El
cuarto se llama Estebanico, es negro árabe, natural de Azamor.
DEO GRACIAS
109
A C T V P A P E S
110
V P A P E S
111
S o lu c io n e s
Capítulo 1 - Página 25
O Ib, 2a, 3c, 4d, 5f, 6e, 71, 8g, 9j, lOi, llh, 12k, 13m
Capítulo 2 - Página 44
ejército 2a, canoa la, balsa Ib, barca le, armada 2c, armador 2b,
provisión 3b, bastimento 3a, suministro 3c.
Página 46
Q bergantín c, carabela a, galeón b, galera d
0 IV, 2V, 3F, 4V, 5V, 6F, 7F, 8F
Capítulo 4 - Página 85
Q le, 2c, 3d, 41, 5a, 6b, 7j, 8i, 9k, lOf, llh, 12g
En 1527, durante los primeros años de la conquista española, Alvar
Núñez Cabeza de Vaca se em barca en la expedición de Pánfilo de
N arváez a F lorida. La e x p e d ic ió n n a u fra g a en las c o s ta s de
Louisiana. Alvar es hecho p rision ero y con vertido en esclavo.
Después de sufrir todo tipo de humillaciones es dejado en libertad.
F in alm en te, se reen cu en tra con cu atro com p añ eros y ju n to s
emprenden un viaje de cuatro años que culminará en lo que hoy es
el territorio de Sinaloa. Navegante y explorador, Cabeza de Vaca es
el primer hombre blanco y el primer español que atraviesa el sur de
o C