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18/3/2020 El pensamiento Político Peruano y Víctor Andrés Belaunde

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PERIODÍSTICOS El pensamiento Político Peruano y Víctor Andrés
Belaunde
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Índice de artículos
Por Osmar Gonzales
E F G H Fuente: Lima, Enero 2008 La peruanidad según Víctor A. Belaunde

I J K L Geografía de la peruanidad
El pensamiento político peruano tiene un momento fundacional en el grupo generacional
Ver todos
arielista, es decir, aquel cuyos integrantes tenían como libro orientador el opúsculo del
M N O P
escritor uruguayo José Enrique Rodó, titulado precisamente Ariel, publicado en 1900. A ese
grupo generacional perteneció Víctor Andrés Belaunde, y tuvo como compañeros a
Q R S T intelectuales excepcionales como José de la Riva Agüero, los hermanos Francisco y Ventura
García Calderón y José Gálvez, principalmente.
U V W X
El grupo generacional arielista, en tanto núcleo intelectual, surge una generación después de
Y Z la derrota en la Guerra del Pacífico (1879-1883). Ello quiere decir que asumió como propias
las deudas pendientes de una república que no había sido capaz de consolidar sus
instituciones, tampoco legitimar la idea de que su sistema legal funcionaba para todos y sin
discriminaciones, expandir la conciencia igualitaria acerca de sus integrantes y, mucho
menos, instituir una clase dirigente que enrumbara los caminos del país. El Estado nación era
aún un proyecto al que había de dar forma.

Todas las carencias adquirieron nuevas dimensiones con la derrota de 1879. Por ello,
Belaunde y sus compañeros generacionales se propusieron como misión emprender estudios
serios y profundamente analíticos sobre los problemas nacionales. Desde esta introspección
de nuestras graves “deficiencias”, se trataron de ubicar como intelectuales que podían
proponer a las clases que dirigían el Estado un camino, una vía de solución a la crisis
nacional. En sus propios términos, se trataba de lograr la “regeneración nacional” mediante
un conjunto de reformas que impidieran ahondar la fragmentación y el alejamiento de las
instituciones de la vida social. El abanderado de esta propuesta de carácter político fue
Belaunde.

Belaunde guarda una singularidad al interior de su grupo generacional, pues se diferencia del
elitismo de Francisco García Calderón así como del conservadurismo exacerbado de Riva
Agüero; no excluía a las clases populares de sus propuestas pero sostenía la necesidad de
consolidar un núcleo dirigencial. Desde esta postura, Belaunde trató de apuntalar un justo
medio en el que la palabra clave era “reformas”. Y estas estaban respaldadas por una visión
global del país. Así, socialmente, la llamada clase media era la más idónea para efectuar el
programa reformista; culturalmente, el mestizo incorporaría las diferentes herencias y,
espiritualmente, el catolicismo constituiría el cemento ideológico en el que todos podrían
confluir. 1

La evolución del pensamiento de Belaunde tuvo tres momentos distinguibles. La confianza


por el positivismo; luego, abandonando la certeza positivista, adopta el espiritualismo y,
finalmente, el afincamiento en el pensamiento socialcristiano desde el que buscará las
razones últimas del espíritu así como las claves definitivas de la peruanidad.

La etapa positivista de Belaunde se refleja en sus tesis y artículos. Su primer trabajo


importante, su tesis Filosofía del Derecho y el método positivo, de 1904. Luego vendrían sus
otras tesis, la de 1908, El Perú antiguo y los modernos sociólogos (Introducción a un ensayo
de sociología jurídica), y las de 1911: Los mitos amazónicos y el Imperio Incaico y Las
expediciones de los Incas a la Hoya amazónica. Estos trabajos ya nos muestran a un
Belaunde que trata de entender de manera cabal y global la realidad nacional. El momento
cumbre de su preocupación sería el representado por el libro de madurez final, titulado
precisamente Peruanidad.

La época positivista fue también el tiempo de la mirada optimista por el desarrollo del Perú
(representado por El Perú contemporáneo, de García Calderón, 1907). Pero la crisis,
especialmente política, que vivió nuestro país en la segunda década del siglo XX, tuvo su
impacto en el pensamiento de Belaunde. Aparecieron ante sus ojos con una claridad que no
había percibido antes, los males históricos del Perú. El desencanto y el escepticismo cubren
este nuevo momento político.

La conciencia de la nueva etapa tiene su verificación en el memorable discurso que Belaunde


ofreció en 1914, titulado “La crisis presente”. Es el tiempo de la Gran Guerra europea y del
derrumbe de los paradigmas vigentes. En dicho discurso, Belaunde expone su preocupación
por las inexistentes bases institucionales.

En “La crisis presente”, Belaunde ataca, en páginas formidables que todos debemos leer, a la
“clase dirigente” por su inmoralidad, a los partidos por deambular tras los caudillos y no tener
programas, al gabinete por no cumplir con su función y al parlamento por no ser eficaz en su
papel fiscalizador y legislador. Asimismo, denuncia la situación de sometimiento de la clase
media (atada económicamente y con el lastre de una educación no apta para las labores
técnicas y productivas, debiendo arrinconarse en la burocracia para sobrevivir), fustiga a la
burocracia inútil y corrupta, pero, sobre todo, protesta y acusa a un régimen que por su

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incapacidad ha concluido en el absolutismo presidencial, estableciendo un paralelo siempre
citado entre el virrey y el presidente.

Belaunde también señala lo que a su juicio son los tres grandes males de la república: la
plutocracia costeña que más aspira a irse del país, la burocracia militar inmiscuida en
funciones políticas que no le competen, y el caciquismo parlamentario como cómplice del
feudalismo. Sobre éste último explica su presencia gigantesca en el deformado sistema
electoral que, eliminado el sufragio universal consagrado en la Constitución de 1860, la
elección se centra en las provincias y no en los departamentos, ocasionando una terrible
desproporción entre electores y elegidos. Así, jurisdicciones poco pobladas eligen a gran
número de representantes con el agravante de que estos caciques provinciales no cuentan
con una cultura superior, independencia de todo interés local, ni con la aptitud receptiva ante
la opinión pública, bases de todo buen parlamento. La solución la encuentra Belaunde en la
emancipación y tecnificación de la clase media, única capaz de formar el verdadero partido
liberal en el Perú.

La desazón de Belaunde y de todo su grupo generacional se ahonda ante la frustración de no


concretar los grandes objetivos enarbolados por el Partido Nacional Democrático (PND),
fundado en 1915 por José de la Riva Agüero. Belaunde se sintió profundamente afectado al
ver que los planes que él y su generación se habían trazado se iban a estrellar contra la
incomprensión y el desprecio de las clases dirigentes. Este momento espiritual coincide con
el Belaunde más incisivamente analítico. En páginas de gran fineza reflexiva, describe e
interpreta la psicología de los peruanos, pretendiendo descubrir qué de específico tiene cada
grupo social y étnico (o de raza, como se decía entonces). De este modo, los defectos de la
psicología nacional serían estudiados sistemáticamente en sendos artículos, señalando una
severa crítica a los factores psíquicos que “desvían” la conciencia nacional, el abuso que se
perpetúa en contra de los indios, así como reflexiones en torno a la situación subordinada
que vivía la clase media de entonces.

En 1918, Belaunde fundó la revista Mercurio Peruano. Tres años después tuvo que partir al
exilio. 2 Hasta entonces, las páginas de esta revista estuvieron abiertas para nuevos
escritores y para pensadores que no coincidían necesariamente con las posturas de sus
directores, denotando amplitud ideológica. Pero posteriormente, Belaunde recompuso la
dirección de la revista con intelectuales más cercanas al pensamiento socialcristiano. Fue en
esta etapa que Belaunde inicia el envío de sus artículos de respuesta a los 7 ensayos de
Mariátegui, entre 1929 y 1930. Este último año fue el de la caída de Leguía y del retorno de
los intelectuales exiliados.

Lejos del país, Belaunde tendría la oportunidad de revisar sus ideas, reafirmar sus lazos
espirituales con el Perú y elaborar una nueva visión del mismo. Es así que vuelve al
catolicismo que había abrevado desde su experiencia familiar y se vuelve en un teórico del
mismo. En La realidad nacional, escrito en un inicio en polémica con Mariátegui, Belaunde
expresa su evolución ideológica definitiva hacia el cristianismo.

El principio básico del arielista arequipeño es entender al trabajo no como mercancía sino
como elemento humano que debe ser orientado a un fin social. Desde ahí justifica y aconseja
la copropiedad (accionarado obrero) y la cogestión (comités de fábrica o taller), otorga más
importancia al criterio cooperativista, acepta la organización sindical y la constitución de un
Consejo Económico. Para Belaunde, la cuestión indígena adquiere sus rasgos típicos cuando
se trata de la comunidad y de la hacienda serrana, y para ella elabora un programa que tiene
entre sus elementos más importantes el potenciar la productividad de la comunidad, educar
económicamente al indígena, expropiar al latifundio improductivo, distribuir tierras sea a
individuos o a comunidades, ensayar cooperativas agrícolas, entre otros aspectos. La
solución debería encontrarse tanto en los factores económicos como en los de la educación.

Con respecto al desarrollo industrial, Belaunde entendía que mientras la clase media no se
liberara económicamente no se podría pasar a la industria, y políticamente no se podría
aspirar a un verdadero partido liberal. Frente a esta incapacidad, el capital extranjero (no
hablaba de imperialismo pero se acercaba a su diagnóstico) ha aumentado su presencia
amenazando nuestra independencia política. Lo que propone Belaunde es el
aprovechamiento de ese capital pero sin conceder privilegios y exigiendo al mismo tiempo
una mayor presencia del capital nativo. Si queremos fortalecer nuestra economía industrial,
aconsejaba, es necesario desarrollar un reformismo prudente.

De regreso al Perú, en 1931, Belaunde participaría en el Congreso Constituyente


defendiendo el voto femenino, la libertad de prensa, la autonomía del poder electoral, la
independencia del poder judicial, la religión católica como la base espiritual de la
nacionalidad; asimismo, seguía sosteniendo que el problema principal del Perú es el
indígena, propugna la descentralización, la regionalización y el desarrollo de una educación
técnica que actúe sobre la realidad. Pero, por otro lado, se opuso en dar la capacidad de voto
a los menores, a los analfabetos y a las fuerzas armadas.

La trayectoria intelectual de Belaunde encuentra en Peruanidad un nivel de interpretación


mucho más elevado y amplio; digamos --como lo ha sugerido Domingo García Belaunde--
que es su interpretación filosófica acerca del devenir nacional.

En líneas generales, el proyecto de Belaunde fue un intento armonizador, buscando siempre


bajar las tensiones de los conflictos sociales evitando las polarizaciones. Pero, a pesar de su
lucidez, Belaunde no fue oportunamente escuchado por las élites gobernantes. La oligarquía
despreció a los intelectuales y evitó proponer un proyecto nacional que significaba, como lo
sostenía Belaunde, una transformación real de las instituciones. Los grupos oligárquicos
prefirieron la ganancia particular y el acomodo institucional de acuerdo a las circunstancias,
aunque con éxito, pues de otra manera no se puede explicar su larga permanencia en el
poder. Mirar al futuro suponía tener una conciencia de país y una convicción modernizadora
de las que carecieron dichos grupos privilegiados.

En conclusión, en tanto Belaunde como intelectual, no fue un crítico radical del poder y
tampoco uno orgánico, no despreció la política como actividad pero sí mantuvo distancia de
quienes la ejercían. Su público no fue un grupo o una clase social específica sino que trató de

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que su audiencia fuera esa peruanidad que, de un modo un tanto abstracto, intentó definir.
Buscó, ya desde su etapa de madurez, colocarse como un pensador por encima de los
conflictos para, desde su sentido de realismo, ejercer la reflexión y proponer las correcciones,
como una especie de conciencia crítica de la nación, a la manera de los grandes pensadores
del siglo XIX. Pero la realidad social del país no le permitió serlo, pues las diferencias
radicales que la atravesaban, y que el propio Belaunde analizó, le impidieron dialogar con
una población plurilingüe y multicultural y en la que grandes sectores no se sentían
identificados con la vida en común, con ese sentimiento de comunidad que es la
nacionalidad.

Notas
_________________________
* Este artículo apareció publicado en la Revista de la Escuela de Posgrado de la Universidad
Ricardo Palma, Vol. 4, núm. 1, diciembre de 2007, pero debido a las innumerables erratas de
dicha edición he decidido colocar la versión original en esta página.

1 Las páginas que siguen es un apretado resumen del Estudio preliminar que escribí para la
compilación realizada conjuntamente con Domingo García Belaunde, titulada Víctor Andrés
Belaunde. Peruanidad, contorno y confín. Textos esenciales, Fondo Editorial del Congreso,
Lima, 2007.

2 Belaunde fue desterrado en 1921 por Leguía debido a su tenaz oposición al autocratismo
del oncenio. En dicho año, Belaunde pronunció un fogoso discurso defendiendo las libertades
civiles, los derechos ciudadanos y la libertad del poder judicial.

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