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UNIVERSIDAD YACAMBU

VICERRECTORADO ACADEMICO
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICAS
CABUDARE – ESTADO LARA

Servicios Públicos

ALUMNO:
Luis Gutiérrez C.I 26.943.529

Lara, Julio, 2019

ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA DE LOS SERVICIOS PUBLICOS


En la expresión servicio público, el segundo término empleado, público,
no se refiere en el lenguaje vulgar a la calidad del ente que realiza la actividad,
sino al destinatario del servicio, es decir, a la colectividad en su conjunto. Sólo
son servicios públicos en sentido propio y jurídico aquellos que son públicos
también del lado subjetivo, es decir, que están en manos de entes públicos.
Los servicios públicos representan, por su parte, otras tantas actividades
materiales, técnicas, incluso de producción industrial, puestas a disposición de
los particulares para ayudarles a conseguir sus fines.
Los defensores del concepto estricto destacan que hay un tipo de
actividad que se endereza precisamente a proporcionar utilidad a los
particulares, bien de orden jurídico, o bien de orden económico social. Y es
cabalmente este tipo de actividad la que, en su sentido técnico y restringido,
merece la calificación de servicio público; esto es, actividad dirigida a procurar
utilidad a los particulares, sea de orden jurídico o de orden económico social.
El impacto del Derecho comunitario ha producido importantes
modificaciones en el concepto de servicio público. El Derecho europeo no
habla de los servicios Públicos, sino de “las empresas encargadas de la gestión
de servicios de interés económico general”, que, al igual que el resto de las
actividades económicas quedan sujetas a las normas del Tratado de la Unión
Europea y, en especial, a las normas sobre la competencia.
El Derecho comunitario va produciendo, insensiblemente, un
desplazamiento de la concepción subjetiva (titularidad de la Administración) a
la concepción objetiva (vigilancia y control administrativo de la actividad
cualquiera que sea su titular). De manera que la importancia en el servicio
público tradicional (concepción subjetiva) es la titularidad del servicio, lo que no
impide que aquél sea prestado mediante gestión indirecta (concesión, gestión
interesada, concierto o sociedad de economía mixta) Lo importante en la
concepción moderna de servicio público (concepción objetiva) es no tanto la
titularidad como la ordenación de la actividad en que el servicio consiste.
Por último indicar que el contrato de gestión de un servicio público es
aquel mediante el cual la Administración encomienda a una persona, natural o
jurídica, la gestión de un servicio público. A diferencia de los otros típicos
contratos administrativos, éste no implica la entrada de productos en las
Administraciones y la correspondiente salida de dinero en ésta, sino que las
prestaciones que se originan por la actividad del contratista van a los
administrados y no implican el pago de estos servicios por la propia
Administración

CLASIFICACIÓN

a) SERVICIOS PÚBLICO INTEGRALES.- Son servicios esenciales


reservados al sector público. El art. 128.2 de la Constitución establece que
mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios
esenciales, especialmente en caso de monopolio.

b) SERVICIOS PÚBLICOS NO INTEGRALES.- Es aquella actividad de


una Administración Pública mediante la que, por un procedimiento de Derecho
público, se asegura la ejecución regular y continua, por organización pública o
por delegación, de un servicio técnico indispensable para la vida social. A
diferencia de los servicios públicos integrales, en los no integrales la nota
esencial es que los mismos se prestan en régimen de concurrencia con la
empresa privada.

c) SERVICIOS PÚBLICOS VIRTUALES O IMPROPIOS. Son actividades


privadas de prestaciones dirigidas al público que, por razón del interés público
especial que encierran, se reconocen a la Administración poderes de
intervención y control que va más allá de la mera autorización o licencia.
Ejemplo típico son las farmacias.

d) ACTIVIDADES ECONÓMICAS DE LOS ENTES PÚBLICOS. Las


Administraciones Públicas realizan también una actividad de dación de bienes
al mercado en cumplimiento de fines distintos (promoción empleo, desarrollo
regional,) de utilidad general.

Los servicios y prestaciones a cargo de la Administración pública son


susceptibles de clasificación atendiendo a diversos criterios, algunos de los
cuales examinaremos:
a)    Por la titularidad del servicio.- Cabe distinguir entre servicios del
Estado o prestaciones con cargo al Estado, Comunidades Autónomas o
entidad local. Esto implica que la titularidad del servicio siempre ha de referirse
a una entidad territorial.

b) Por la necesariedad de su prestación.- Podrán ser necesarios o


voluntarios.
c) Por el contenido de la prestación. Según este criterio tradicionalmente
han sido clasificados en esenciales y secundarios. El Estado social moderno
hace dudar de esta clasificación.
d) Por la exclusividad de su ejercicio.- Las prestaciones administrativas
pueden realizarse en régimen de concurrencia con los demás particulares o en
régimen de monopolio.
e) Por la participación de los usuarios en sus ventajas. Las prestaciones
administrativas pueden realizarse contemplando a la colectividad en general o
a determinados administrados en concreto que se benefician más directamente
de ellas. Es la clásicas distinción entre servicios uti universi y uti singuli

LA GESTION DIRECTA DE LOS SERVICIOS PUBLICOS

Las formas de gestión directa son aplicables tanto a los servicios


asistenciales como a los servicios económicos. Ahora bien, así como en
relación a los primeros surgió como una consecuencia lógica de la asunción
administrativa del servicio, en cambio en materia de servicios económicos han
obtenido su consagración legal muy recientemente.
Los tradicionales recelos que el Derecho administrativo ha opuesto a las
formas de gestión directa de servicios públicos por la Administración se han
esfumado en nuestros días, y en principio parece no haber limitaciones legales
a la gestión directa de servicios públicos.
Bajo la denominación de Gestión Directa se engloban todos aquellos
modos de prestación en los cuales la Administración ofrece el servicio público
con sus propios medios. Lo característico es que se elimina cualquier
intervención de los particulares en la prestación del servicio aunque ello no
quiere decir, necesariamente, que se elimine la figura del gestor como tal.
En principio, las diversas formas de prestación directa se agruparán en
torno a dos modalidades básicas atendiendo al hecho de que el gestor tenga o
no personalidad diferenciada. En el primer caso la prestación del servicio se
realizará por la propia Administración confundiéndose la titularidad y la gestión
de la actividad. En el segundo, por el contrario, titularidad y gestión se
mantendrán separadas por corresponder a sujetos diferentes (aunque ambos
se encuentren en la esfera de la Administración pública)

A)   GESTION INDIFERENCIADA

En este caso la Administración presta el servicio a través de uno de sus


órganos al cual se atribuye como competencia la actividad correspondiente de
la misma forma que a otros órganos se les atribuye el ejercicio de una función
pública. Bajo esta modalidad el servicio tiende a confundirse con las funciones
públicas aunque teóricamente siguen manteniéndose las diferencias entre
estos dos tipos de actividad.

Parece claro que, bajo esta modalidad, tan sólo se gestionan los
servicios sin especial complejidad que no requieren de una estructura
empresarial. En la actualidad, ningún servicio de competencia estatal se
gestiona bajo esta forma habiendo quedado reducido a los de competencia
local.

B)   PRESTACIÓN POR ORGANO ESPECIAL

La prestación directa por la Administración puede presentarse con un


grado mayor de autonomía que la forma indicada en el apartado anterior. Sin
salir de la esfera de la personalidad jurídica de la Administración un órgano
integrado en la misma puede llegar a tener autonomía financiera.

C) PRESTACIÓN POR ENTIDAD PÚBLICA EMPRESARIAL


Esta modalidad implica ya, a diferencia de las anteriores, la existencia un
gestor con personalidad jurídica diferenciada de la Administración pública como
titular de la actividad. La utilización de la figura de las “Entidades Públicas
Empresariales” permite no sólo una mayor independencia financiera del gestor
sino también la posibilidad de establecer relaciones contractuales con la propia
Administración. En esencia, esta es la forma de gestión que corresponde a la
creación de una “fundación” señalada en los artículos 85 a 88 del RSCL.
Los organismos autónomos locales son persona públicas
descentralizadas que se manifiestan jurídicamente como una fundación pública
para la gestión, o, incluso, para la asunción de la titularidad de un servicio o
actividad que no implique ejercicio de autoridad, propios del ente local de
cobertura (municipio, provincia, ...) El servicio se erige, de esta forma, en
persona jurídica independiente de la Administración fundadora, se desgaja de
ésta y se apropia de los fines específicos, de las funciones y de los medios
conexos a aquél, que queda, así, relativamente separados del ente local. El
organismo autónomo no es, pues, uno de los entes locales, cuya tipología está
tasada, sino un simple instrumento para la gestión de un servicio o actividad de
aquél.

D) PRESTACIÓN POR EMPRESA PÚBLICA


El grado máximo de descentralización que puede llegar a asumir la
prestación directa consiste en la creación de una empresa sometida al derecho
privado (Sociedad Anónima) cuyo capital pertenece íntegramente a la
Administración pública. En esencia, es la misma estructura que la analizada en
el apartado anterior pero con la diferencia sustancial de que no se crea un ente
público sino una persona jurídica de derecho privado lo cual facilitará la
autonomía de gestión.
Debido a que la totalidad del capital de la sociedad pertenece a la
Administración, tanto el TRLCAP como el RSCL no considera que en esta
modalidad de prestación exista una relación contractual. Así el artículo 154.2
de la LCAP indica que no se entenderán comprendido en ella “los supuestos en
que la gestión del servicio público se efectúe mediante la creación de entidades
de Derecho público destinadas a este fin ni aquellos en que la misma se
atribuye a una Sociedad de Derecho privado en cuyo capital sea exclusiva o
mayoritaria la participación de la Administración o de un ente público de la
misma”. Por su parte el artículo 85.3 de la LBRL incluye entre las formas de
gestión directa la sociedad mercantil cuyo capital social pertenezca
íntegramente a la entidad local.

ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA SANCIONATORIA

La potestad sancionadora es aquella facultad de la administración


pública de imponer sanciones a través de un procedimiento administrativo,
entendida la sanción administrativa como aquel mal infligido a un administrado
como consecuencia de una conducta ilícita, con finalidad represora,
consistiendo la sanción en la privación de un bien o derecho, o la imposición de
un deber, al estar vedada para la administración pública las sanciones
consistentes en privación de libertad.

Los principios del Derecho Sancionador Administrativo, y por tanto, de la


potestad sancionadora, son sustancialmente iguales a los del Derecho Penal, y
emanan de la Convención Europea de Derechos Humanos, así como de los
arts. 24 y 25 de la Constitución Española de 1978, y de lo preceptuado en los
arts. 127 a 138 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de
las Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común
(parcialmente modificada por la Ley 4/1999) que integran el Título IX dicho
cuerpo legal, bajo el epígrafe: «De la potestad sancionadora», ocupándose el
primer capítulo de los principios de la potestad sancionadora, y el segundo de
ellos de los principios del procedimiento sancionador.

La reseña de tales principios debe comenzar con el de legalidad, en un


doble sentido, formal y material, pues sólo constituyen infracciones
administrativas las vulneraciones del ordenamiento jurídico previstas como
tales por una Ley, siendo también la Ley la que delimite las sanciones que
corresponda por la comisión de las infracciones administrativas. Ello significa
que no toda actuación contraria al ordenamiento jurídico puede ser sancionada,
sino sólo aquella tipificada por una Ley formal como infracción, exigiéndose
correlativamente claridad y determinación en la descripción del tipo, además de
proporcionalidad entre éste y la sanción que pudiera corresponderle, sin que
sea admisible la doble sanción (non bis idem), cuando se produzca identidad
de sujeto, hecho y fundamento.

Complementariamente, sólo pueden imponerse sanciones atendiendo a


la legislación vigente en el momento de la comisión de los hechos
(irretroactividad), sin que pueda admitirse otro efecto retroactivo a las normas
que aquél que resulte favorable para el inculpado.

Al igual que en el Derecho Penal, sólo podrán ser sancionados quienes


resulten responsables, es decir, culpables, aunque podrán ser sancionadas
tanto las personas físicas como las jurídicas.

Los principios procedimentales engloban una serie de garantías


procesales, de derechos de defensa.

El mismo procedimiento actúa como garantía, pues no resultan


admisibles las llamadas sanciones de plano, es decir, sin que se impongan
como consecuencia de la aplicación del procedimiento legal o
reglamentariamente establecido. Debe tenerse en cuenta que son diversas las
regulaciones en materia de procedimiento sancionador, tanto estatales como
autonómicas, de entre todas ellas cabe destacar el Real Decreto 1.398/1993,
de 4 de agosto, por el que se aprueba el Reglamento del Procedimiento para el
ejercicio de la Potestad Sancionadora.

En el seno de dicho procedimiento habrá de separarse la fase instructora


y sancionadora, encomendándola a órganos distintos, notificando al inculpado
los hechos o cargos que se le imputan, la posible consecuencia sancionadora y
la identidad del instructor, a fin de que pueda formular alegaciones, aportar
documentos y proponer pruebas, asegurando de ese modo la efectiva
contradicción. La resolución que pone fin al procedimiento habrá de ser
motivada, encontrando su límite objetivo en los hechos inicialmente notificados,
y que hayan sido objeto de prueba en la fase instructora, sin perjuicio de su
distinta valoración jurídica. La sanción impuesta sólo será ejecutiva cuando
agote la vía administrativa, es decir, en la medida en que pueda ser objeto de
revisión por los tribunales.

Dentro de los principios del procedimiento sancionador, la ley incluye el


principio de presunción de inocencia del inculpado, lo que impone a la
administración desvirtuar la misma mediante una actividad probatoria mínima y
de cargo, ahora bien, los hechos constatados por funcionarios y que se
formalicen en documento público, tendrán valor probatorio, ello sin perjuicio de
las pruebas que puedan señalar o aportar los administrados. Igualmente, los
hechos declarados probados en resoluciones judiciales penales firmes serán
vinculantes en el procedimiento sancionador.

Las diversas manifestaciones de la potestad sancionadora pueden


clasificarse, bien como sanciones de orden público general (sanciones
urbanísticas, de disciplina de mercado, defensa del consumidor, medio
ambiente, etc.), y de autoprotección administrativa (sanciones disciplinarias, de
política demanial, etc.).

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