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CONTROVERSIA

MONTEVERDI – ARTUSI

Esta polémica ejemplifica a la perfección las diferencias estilísticas que separa dos periodos
histórico-musicales (renacimiento-barroco).

La disputa se inició con la publicación de L'Artusi, overo Delle imperfettioni della moderna
música, donde Artusi (compositor y teórico fuertemente reaccionario) critica sin piedad la música
de los nuevos compositores, dirigiéndose en particular a Monteverdi.

Su crítica se centra principalmente en el “mal uso” de las disonancias que hacen estos autores ya
que, según él, las disonancias (séptimas, segundas y tritono) se perciben “senza alcun piaccere”.
El buen uso de las disonancias estaría determinado por las reglas de los viejos maestros (Willaert,
Palestrina…). La construcción melódica también se vería afectada por este uso de la disonancia.
Para Artusi el sonido agudo tiene su origen en el grave y por lo tanto deben estar siempre
relacionados. Considera que los nuevos compositores intentan confundir las reglas haciendo uso
de terminología como “canto acentuado” u “ornamentación” para justificar su mala praxis.
Ataca incluso, en su irracionalidad, la habilidad de los cantantes que interpretan esta música. El
uso de estas disonancias en figuras cortas (como corcheas) solo disimularía los errores, como
cuando un instrumentista virtuoso enmascara con su agilidad muchas faltas que, si se analizaran
con detención, “ofenderían el oído”. Artusi también criticaba el uso indebido de la combinación
de distintos modos sin ninguna relación aparente entre sí (“[…] algo así como la conversación
de un loco”).

Por su parte, la contraargumentación de Monteverdi quedó plasmada principalmente en dos


escritos, aunque sus obras también le sirven como justificación práctica de sus ideas.

El primer escrito aparece como prefacio a su Quinto Libro de madrigales, en una carta a los
Studiosi Lettori. En ella establece una división entre lo que él considera La prima pratica, donde
la armonía es el “ama de las palabras” (según los principios creados por Ockeghem y Josquin y
que se extienden hasta las obras de Willaert y Zarlino), en contraposición a La seconda pratica
(Monteverdi), en la que las palabras vienen a ser amas de la armonía. En el segundo escrito,
Dichiaratione, Monteverdi instruyó a su hermano Giulio Cesare para que contestase por él. Según
Giulio, la manera establecida de escribir las disonancias es la enseñada por Zarlino en la tercera
parte de su Istituzioni. Para Zarlino, cuando la armonía está supeditada a las palabras el uso de
consonancias y disonancias no se determina en la forma establecida, ya que cada armonía difiere
de la otra en este sentido y, por lo tanto, si consideramos la armonía en su forma pura sin ningún
agregado, no tendrá poder para crear ningún efeto extrínseco. El texto sería pues la principal
defensa de la práctica armónica y construcción melódica en la obra de Monteverdi. En cuanto a
la combinación de modos, Giulio defiende a su hermano citando algunos ejemplos en lo que esto
ocurre (en el Gregoriano, en Josquin…) y, además, cita nuevamente un capítulo del Instituzioni
que trata sobre los modos comunes o mixtos.

En conclusión, Monteverdi abrió nuevos caminos a la música definiendo el nuevo estilo de


monodia y recitativo acompañado y estableciendo lo que será la tonalidad funcional. Por su parte,
los ataques de Artusi acabarían siendo una mera anécdota en los anales de la música.

Alejandro Álvarez Rodríguez

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