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Los experimentos llevados a cabo evaluaron, en primer lugar, si estas condiciones alteraban los
procesos perceptivos. Concluyeron que sí, y de una forma muy notoria. Hay, sobre todo,
grandes trastornos visuales. El voluntario ve que objetos estáticos se mueven y que cambian
de tamaño y forma.
Llegan a ver que las paredes se mueven y que las mesas caminan. Hay también mayor
sensibilidad visual, pero después de varios días, los estímulos se perciben más lentamente.
Una línea recta llega a verse como una “S”. También se presentan otras alucinaciones.
Así mismo, se produce una desorientación generalizada en el tacto y la percepción del tiempo
y del espacio. En uno de los experimentos se demostró que los efectos del aislamiento social
son similares a los de la privación sensorial.
Muchos de los voluntarios señalaron que querían aprovechar el experimento para prensar en
problemas personales a los cuales no habían podido dedicarles tiempo. En un comienzo lo
hicieron, pero con el paso de las horas fue cada vez más difícil concentrarse en sus
pensamientos. Después de cierto tiempo, ni siquiera eran capaces de contar hasta 30.
Los investigadores comprobaron que la capacidad para memorizar y retener mejoró después
de los experimentos. Al mismo tiempo, disminuyeron las capacidades de abstraer, generalizar
y hacer razonamientos matemáticos.
Para decirlo en términos simples, lo que comprobaron todos esos experimentos es que
mediante la privación sensorial es posible inducir a estados de pseudopsicosis. Esto es, una
psicosis temporal. Se dice que es “pseudo” porque una vez termina el experimento y la
persona retorna a su vida normal, también recupera todas sus funciones habituales.
Uno de los resultados más interesantes fue el de comprobar que mientras en las personas
llamadas “normales” se presentan alucinaciones durante la privación sensorial, en quienes
están diagnosticados de esquizofrenia dichas alucinaciones tienden a desaparecer.