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Uruguay dejó de liderar la dimensión I, respeto de los derechos políticos y civiles en el 2014 y por tercer año consecutivo

se ubica en la tercera posición, a pesar de que este año muestra incluso un leve descenso en su puntuación (gráfico
3.82). Este comportamiento negativo se debe a una caída en una de las variables que componen el indicador de
condicionamiento de las libertades por inseguridad, tasa de secuestro. El resto de los indicadores se mantienen en el
mismo puntaje, salvo género en el Gobierno y tasa de homicidios que presentan mejores desempeños. Su puntaje en
esta dimensión está muy por encima del promedio regional. Uruguay, a pesar del descenso, permanece en el grupo de
alto desarrollo democrático, calificación que comparte únicamente con Chile en el Cono Sur. Por su parte, Argentina y
Paraguay reciben la calificación de desarrollo democrático medio.

Pronostico: Uruguay se ha mantenido con porcentajes altos (gráfico 3.82) no menores a 6,5 (su menor puntuación) en la
dimensión I, respeto de los derechos políticos y civiles donde a nivel latinoamericano ha liderado en este ranking
manteniéndose en las tres primeras posiciones, para el año 2016 su puntuación de 7 se mantuvo constante respecto al
año 2015 , se podrá observar para los años siguientes un mantenimiento en la puntuación o una subida del 1.1%
aproximadamente teniendo en cuenta que en la sociedad uruguaya se disminuyan las tasas de homicidio y el desarrollo
crezca más. Índice de desarrollo democrático de América Latina (2016), (página 211).

Critica: Uruguay ocupa el cuarto lugar en tasas de homicidio donde las cifras son superadas por Venezuela, Brasil y
Colombia en la región. Durante el año 2018 la tasa de criminalidad llegó a 11,8 homicidios cada 100.000 habitantes en
todo el país. Estos datos demuestran que Uruguay va en decaída respecto a la dimensión I debido a la desmejora que ha
tenido en esas políticas que potencian el desarrollo del país en América latina. El País (2018)
https://www.elpais.com.uy/informacion/policiales/uruguay-cuarto-lugar-region-homicidios.html

EMMANUEL DAVID GUAUQUE PEREZ


LA INSTITUCIONALIZACIÓN ORGANIZATIVA:

Complejida y rutinización en los partidos políticos En la dirección del planteamiento de Philip Selznick respecto a la institucionalización
como rutinización de un sistema de reglas, que involucra poderes, tareas y procedimientos que permiten la existencia misma de la
organización, Nelson Polsby(1968) y E. Spencer Wellhofer(1972) orientaron su análisis con un criterio de demarcación estrictamente
interno y estructural. Paralelo a la formulación de Huntington, Nelson Polsby propuso un concepto de institucionalización de las
organizaciones en términos de rutinización y complejidad. Consideró tres grandes características propias de la institucionalización:
1) que las organizaciones sean relativamente bien delimitadas, en términos que permitan diferenciarlas de su ambiente, que sus
miembros sean fácilmente identificables y los líderes sean reclutados de la misma organización con criterios claramente establecidos
para hacer carrera en ella;
2) que la organización sea relativamente compleja y densa, con funciones internamente separadas sobre bases explícitas y
regularizadas, con patrones regulares de acción, interdependencia entre sus partes división del trabajo con roles específicos; y
3) que la organización tienda a tener criterios universalistas y no particularista de acción y métodos automáticos más que
discrecionales. Los procedimientos y reglas son seguidos y un sistema de méritos remplaza al favoritismo y al nepotismo. Un mayor
grado de institucionalización implica, entonces, que la organización se vuelve más delimitada y se hace más compleja y universalista,
con menos contingencias en su funcionamiento. Así mismo, para E. Spencer Wellhofer el problema de la institucionalización implicaba
desarrollo organizacional e involucra, por una parte, la especificidad (que la organización se defina a sí misma con una variedad de
insignias, costumbres, reglas de conducta que la diferencia de otras y establezca sus límites) y la complejidad (que la organización
asuma una creciente diferenciación de subunidades, lo cual requiere una coordinación interna de los diversos intereses, pues si no
coordinación se puede feudalizar y desintegrar). En tercer lugar, la organización debe desarrollar continuidad y capacidad para
adaptarse a las nuevas circunstancias y mantener un mínimo de objetivos claros y patrones de conducta, si no quiere desintegrarse
bajo las fuerzas del cambio. La continuidad implica que las reglas no estén cambiando permanentemente y que la organización cuente
con patrones establecidos de conducta. A partir de estos tres elementos, la organización involucra mayores o menores niveles de
rutinización, de patrones de conducta. La idea de proceso está igualmente presente y debe incluir una mayor o menor especificidad,
algún grado de diferenciación interna y alguna continuidad de objetivos. Así, la institucionalización es definida por el grado en el cual la
organización exhibe las características de especificidad, complejidad y continuidad. Se considera sinónimo de formalización y
burocratización de las organizaciones” (Wellhofer, 72:56).
Podemos señalar una confluencia de estas dos propuestas con las dimensiones de complejidad y coherencia-rutinización en
Huntington en cinco aspectos centrales: i) abordan la institucionalización desde las dimensiones internas de las organizaciones, los
partidos en sí mismos, ii) enfatizan en los procesos de rutinización, de caminos pautados, regularizados y acatados por los actores
internos, iii) asocian la institucionalización con mayores niveles de complejidad organizativa, iv) relacionan la institucionalización con la
supervivencia de la organización, su continuidad en el tiempo y v) asumen la institucionalización como un proceso que permite ser
abordado longitudinalmente, en diferentes momentos en el tiempo, lo cual comporta diversos grados, incluida la posibilidad de
regresión, de desinstitucionalización.
En esta perspectiva, el abordaje de la institucionalización adquiere una doble demarcación. Por una parte, se ubica en el plano de lo
organizativo, sin incluir la dimensión valorativa. Por otra parte, permite asumirla sólo en sus dimensiones internas, sin considerar las
relaciones de los partidos con otros actores políticos ni con la población. Excluidas estos dos aspectos el proceso se circunscribe a los
componentes internos y estructurales. La complejidad, que se expresa en la multiplicación de subunidades organizativas,
jerarquizadas funcionalmente y orientadas hacia la racionalización, en el sentido de especialización y eficiencia. Esto implica que las
funciones estén internamente separadas sobre bases explícitas y regularizadas y que configuren una clara división del trabajo con
roles específicos y con patrones regulares de acción, interdependencia y coordinación entre las partes. La coherencia o rutinización ,
que implica que la organización tiende a tener criterios universalistas, un consenso sustancial en torno a procedimientos, que la
dinámica interna no gire en torno a métodos particularistas y/o contingentes y existan métodos automáticos más que discrecionales.
En esta perspectiva, la complejidad y la coherencia están vinculadas a las ideas de proceso y de continuidad-pervivencia, lo cual, de
manera taxativa, implica que los partidos que no se institucionalizan desaparecen. Bajo esta premisa, los partidos se caracterizan por
un mayor o menor grado de institucionalización, algunos partidos se institucionalizan de manera fuerte y otros de manera débil. Esto
implica, entonces, la posibilidad de medir la institucionalización, para ello Panebianco propuso dos dimensiones:
1) el grado de autonomía respecto al ambiente, (cuando la organización desarrolla capacidad para controlar directamente los procesos
de intercambio con el ambiente) y
2) el grado de sistematización, de interdependencia entre las distintas partes de la organización, (coherencia estructural interna de la
organización, complejidad y coherencia). Un grado elevado de sistematización implica una fuerte interdependencia entre las diversas
subunidades, garantizada mediante un control centralizado de los recursos organizativos y de los intercambios con el entorno.
Estas dos dimensiones son operacionalizadas mediante cinco indicadores:
1) el grado de desarrollo de la organización extraparlamentaria central. La regla es que un partido fuertemente institucionalizado posea
una burocracia central desarrollada, un aparato nacional fuerte vis-a`-vis de las organizaciones intermedias y periféricas del partido,
2) el grado de homogeneidad, de semejanza entre las subunidades organizativas del mismo nivel jerárquico.
EMMANUEL DAVID GUAUQUE PEREZ
Si la institucionalización es elevada las agrupaciones locales tenderán a organizarse de la misma forma en todo el territorio nacional,
3) las modalidades de financiación. Cuanto mayor es la institucionalización tanto más probable es que la organización disponga de un
sistema de ingresos basado en aportaciones que afluyen con regularidad a las cajas del partido desde una pluralidad de fuentes,

4) las relaciones con las organizaciones cercanas al partido. Un partido fuertemente institucionalizado ejercerá, por tanto, un
predominio sobre las organizaciones externas del partido,
5) el grado de correspondencia entre las normas estatutarias y la “constitución material” del partido. Esta tiende a ser mayor en el caso
de los partidos con un alto grado de institucionalización que en los partidos débilmente institucionalizados.
Los indicadores propuestos por Panebianco abren la posibilidad de la aplicación empírica del concepto en la línea que hemos
planteado de asumir la institucionalización en su dimensión interna estructural, involucrando la complejidad y la coherencia-
rutinización, pero también contempla la autonomía, ambas dimensiones siguen siendo asumidas como componentes de un mismo
proceso. La demarcación de esta última implica clarificar una segunda distinción (además de las dimensiones estructural-actitudinal)
entre dimensión interna y dimensión externa de las organizaciones
LA INSTITUCIONALIZACION PARTIDISTA COMO UN PROCESO MULTIDIMENSIONAL
Como hemos visto, el proceso de institucionalización involucra una dimensión interna (complejidad y coherencia, además de la parte
actitudinal de infusión de valores) y una externa (sus vínculos con otras organizaciones y sus relaciones de autonomíaheteronomía).
Esta perspectiva no incluye como un factor relevante los vínculos de los partidos con la población. Complejizando el marco de análisis
de los procesos de institucionalización y considerando su carácter multidimensional, Randall y Svasan (2002) proponen un
esquema de análisis que involucra cuatro dimensiones, tal como aparece en el siguiente esquema:

ENFOQUES DE LOS COMPONENTES DE LAS INSTITUCIONES

PROCESOS DE
CONSOLIDACIÓN DEL PARTIDO EN TÉRMINOS INSTITUCIONALIZACION
DE PATRONES DE CONDUCTA Y DE ACTITUDES
O CULTURA Internamente Externamente

I II
Estructural SISTEMATICIDAD AUTONOMÍA
DECISIONAL
COMPONENTES
MULTIDIMENSIONALE III IV
S Actitudinal INFUSIÓN DE ENRAIZAMIENTO
VALORES

En esta perspectiva la institucionalización constituye “el proceso por el cual un partido se consolida en términos de patrones de
conducta y de actitudes o cultura” (2002:12). Los factores internos se refieren a los desarrollados dentro del partido, el partido en sí
mismo, y los externos a las relaciones del partido con la sociedad. Dentro de cada aspecto existen componentes estructurales y
actitudinales. En este esquema se sintetizan los diversos enfoques: LA SISTEMATICIDAD involucra la densidad y regularidad de las
interacciones que constituyen al partido como estructura. Implica un grado de rutinización y el desarrollo de convenciones
prevalecientes que guían el comportamiento del partido, a manera de caminos pautados, de rutinas. LA INFUSIÓN DE VALORES es
el proceso por el cual los actores del partido y sus seguidores adquieren identificación y compromiso con el partido, trascendiendo los
incentivos instrumentales, el partido crea así su propia cultura o sistema de valores y es un aspecto importante de la cohesión. LA
AUTONOMÍA DECISIONAL constituye la libertad para determinar su propia política y sus estrategias, respecto a otros actores de la
sociedad y el ENRAIZAMIENTO significa que el partido hace parte de la percepción pública, que lo identifica, lo diferencia de otras
organizaciones y se moviliza en su apoyo.

Este enfoque multidimensional del proceso de institucionalización tiene dos consecuencias importantes. En primer lugar, concibe que
existen diversas formas de institucionalización y estas pueden ser divergentes, es decir, un partido político puede ser fuertemente
institucionalizado en términos de sistematicidad, pero débil en cuanto a su autonomía o respecto a sus vínculos con la población, o
puede ser fuertemente institucionalizado en sus vínculos con la población y tener un bajo desarrollo organizativo (sistematicidad). En
segundo lugar, como corolario de lo primero, no se plantea una posible óptima combinación de las cuatro dimensiones, dado su
posible carácter divergente y, con ello, la imposibilidad de producir un agregado a partir de ellas.

EMMANUEL DAVID GUAUQUE PEREZ


La propuesta de los cuadrantes es analíticamente muy importante y muy útil. No obstante, es posible plantear que los cuadrantes I
(sistematicidad) y II (infusión de valores) pueden considerarse como un mismo fenómeno. Como lo plantea Steven Levistky (1998), si
consideramos que la rutinización implica que las normas o conjunto de reglas que rigen a una organización involucran su
conocimiento, su aplicación, seguimiento y acatamiento por parte de los diversos actores, ello implica que los miembros del partido las
internalizan y se acogen a ellas, asumiéndolas con criterios de acción que hacen que la organización funcione y se fortalezca como tal.
De igual forma, en cuanto a la autonomía cabe retomar el planteamiento de Duverger (1961) respecto a los partidos de estructura
directa y los de estructura indirecta. Como lo señala Panebianco, en los partidos de estructura indirecta los parlamentarios se
encuentran más vinculados a la organización que sirve de soporte al partido, que al mismo partido, de igual forma su estructura
burocrática se puede ver constreñida por el aparato de la organización y sus proceso internos (complejidad, rutinización y coherencia)
está condicionados por factores externos a su propia estructura. Esta consideración conduce a que en los partidos de estructura
directa la dimensión de la autonomía se excluye del análisis y en los partidos de estructura indirecta se trata de ver su especificidad en
las otras dimensiones. El carácter indirecto del partido se constituye en un factor que puede incidir en la forma como se presenta la
sistematicidad y el enraizamiento.

Con estas consideraciones, podemos abordar a los partidos políticos desde los cuadrantes I (sistematicidad) y IV
(enraizamiento) en aquellos partidos de estructura directa.
En esta dirección planteamos cuatro posibles combinaciones de ambas dimensiones: i) alta institucionalización en términos
organizativos y de enraizamiento, ii) alta institucionalización organizativa, y subinstitucionalización en términos de enraizamiento, iii)
subinstitucionalización organizativa y alta institucionalización en enraizamiento y, iv) subinstitucionalización organizativa y en
enraizamiento.

UBICACIÓN DEL PROCESO DE INSTITUCIONALIZACIÓN ORGANIZATIVA

I
(sistematicidad)
consolidación en su organización

ALTA SISTEMATICIDAD BAJA


estructuras con grados SISTEMATISIDAD
de
especialización de roles,
interdependencia y
coordinación

ii) alta
ENRAIZAMIENTO i) alta institucionalización
INSTITUCIONALIZADO institucionalización en organizativa, y sub-
términos organizativos y institucionalización en
IV de enraizamiento, términos de
Enraizamiento, enraizamiento
vínculos con la iii) iv)
ORGANIZACION BUB- sub-institucionalización sub-institucionalización
población. INSTITUCIONALIZADA organizativa y alta organizativa y en
institucionalización en enraizamiento.
enraizamiento

EMMANUEL DAVID GUAUQUE PEREZ

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