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Unidad Educativa Colegio Siete Estrellas Área Geografía, Historia y Ciudadanía: Cátedra

Bolivariana
Causas de la Independencia de Venezuela
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“Para ayudar el partido revolucionario en la América española, el gobierno inglés pagó la expedición de Miranda a
Venezuela en 1806, mandando luego la de Whiterloke, en 1807 a Buenos Aires; pero ambas fracasaron.

Los variados ataques a las costas de la América española en aquellos años, tanto de ingleses como de franceses,
obligaron a los españoles a aumentar sus fuerzas militares, para socorrer a las guarniciones estacionadas en los puertos,
en el caso de nuevas sorpresas.

Las conmociones civiles antes mencionadas fueron también causa de la reorganización militar; se tuvo que disponer las
fuerzas en forma que, en caso de insurrección, las capitales pudiesen dar o recibir ayuda según conviniese. Pero aunque
principalmente concentradas en las capitales, una parte de ellas permanecería en las provincias, para fortalecer y
asegurar, en caso necesario, la fidelidad de sus habitantes.

Si se considera la adhesión de los españoles americanos a su país de origen, el respeto que los criollos conservaban por
España, el carácter débil de los indios, y el estado de ignorancia política en que se encontraban las otras razas, no ha de
sorprender que se dejasen gobernar por tres siglos por leyes dictadas en un país situado a más de dos mil leguas de
distancia del suyo, sin el menor intento siquiera para conquistar la independencia. Asimismo se comprende fácilmente
que cuando individuos animosos se esforzaban en instigar a la rebeldía, el gobierno español pudiese sofocar fácilmente
estas tentativas, gracias en parte a la vigilancia de las autoridades y de la inquisición, pero también por la misma apatía
de los criollos, que era natural consecuencia de su forma de educación.

No obstante, al decirlo así, no queremos expresar, ni mucho menos, que los habitantes de la América española se
sintiesen satisfechos de la corte de Madrid; al contrario afirmamos que era grande su descontento. Los puntos sobre los
cuales recaían principalmente sus quejas eran los siguientes: 1° el poder arbitrario ejercido por los virreyes y los
capitanes generales, que con frecuencia no cumplían las leyes y las mismas órdenes del rey; véase la ley 173, tit. 15, lib.
2 de la Recopilación en la cual que quejan de que los oficiales enviados por el rey de España son acusados y depuestos
con frecuencia, lo que nunca ocurre con los funcionarios nombrados por los virreyes. 2° Que la audiencia estaba
constituida exclusivamente por europeos, que eran los únicos jueces de las causas, y tenían la facultad de interpretar las
leyes en favor suyo. 3° Que la audiencia tomaba frecuentemente acuerdos que no se hacían públicos; e imponía, sin
previo juicio, arrestos nocturnos, expulsiones, destierros y otras crueles penalidades. 4° Que el gobierno los trataba
siempre con desconfianza, a pesar de la lealtad que durante la Guerra de Sucesión mostraron por la Corona de España,
desdeñando las insinuaciones de Francia y de Inglaterra; y sobre todo a pesar de la fidelidad y el valor de que dieron
prueba cuando los ingleses atacaron Cartagena y Buenos Aires. 5° Que estaban obligados a soportar los ultrajes de
cualquier español, fuese quien fuese, solamente por ser europeo; y que por serlo, se consideraba de naturaleza
superior, y como tal, dueño de la América española. Entre otros muchos ejemplos de esta clase de agravios pueden
citarse los siguientes: La ciudad de Mérida, en Venezuela, presentó una solicitud al rey pidiendo autorización para
fundar una Universidad, y la opinión del fiscal fue de que debía negarse la petición, porque no era conveniente propagar
la instrucción en la América española donde los habitantes parecen destinados por la naturaleza a trabajar en las minas.
El consulado de México, después de larga y solemne deliberación relativa al comercio, declaró que los indios son una
raza embrutecida, llena de vicios y de ignorancia, autómatas indignos de representar, como de ser representados. 6°
Que a pesar del convenio originario establecido con los primeros pobladores de la América española que estipulaba que
para ocupar los cargos de gobierno, justicia, administración de hacienda, etc., en resumen, para todos los empleos
públicos, tendrían preferencia, primero los conquistadores del país, luego los pacificadores, y después los colonos y
nacidos en dichas provincias, sin embargo los criollos fueron siempre excluidos de toda participación en el mando y en
las dignidades; ya que a partir de la época de las primeras colonizaciones, hasta el año 1810, de 166 virreyes y 588
capitanes generales, gobernadores y presidentes nombrados en la América española, no se encuentran más que 18
criollos; y aún si se designó a éstos, fue porque se habían educado en España; mientras que al mismo tiempo se prohibía
a los criollos el visitar la madre patria sin un permiso especial del rey, el que muy difícilmente se obtenía. 7° Que la
prosperidad de la América española era visto con tal recelo por el Gobierno español, que no permitía que se
establecieran ninguna manufactura, a pesar de que España no pudiese suministrar los géneros suficientes para el
consumo de sus colonias, y llegaba a limitar o prohibir cultivos muy remuneradores. He aquí varios ejemplos de estas
restricciones: Aunque España pagase anualmente sumas importantes a Portugal por el tabaco de Brasil, no obstante, en
la América española no se permitía cultivar más que un reducido número de plantas de tabaco, el cual fijaban los
oficiales del rey. Si se encontraba una sola planta más del número autorizado a cada cultivador, se destruía toda la
plantación. Otros ejemplos de análoga índole: En ninguna provincia de la América española, excepto en Perú y Chile, se
permitía extraer aceite, o fabricar vino o aguardiente, o plantar viñas o almendros haciéndose aquella sola excepción,
por lo largos y costosos que eran los viajes desde España para géneros tan pesados; pero el vino, las almendras, etc.,
procedentes de Chile y Perú, no podían mandarse a México, a Nueva Granada o ningún otro territorio de Tierra Firme.
Para compensar estos privilegios de que disfrutaban Chile y Perú, estos países estaba prohibido cultivar tabaco y la caña
de azúcar. 8° Que con el objeto de contener el desarrollo de la población, y conservar la distinción entre las diversas
clases sociales, abundaban las leyes que tendía a poner obstáculos a los matrimonios (véase las cédulas sobre el disenso
y varias leyes de la Recopilación de las Leyes de Indias sobre los matrimonios).

A pesar de sus quejas y agravios, la América española pudo haber seguido en esta situación de dependencia durante
muchas generaciones, y quizás muchos siglos. La corte de Madrid sabía perfectamente cómo responder a las solicitudes
de sus súbditos americanos, sin remediar los males de que se quejaban. Sabía acceder a sus demandas, o denegarlas, sin
debilitar el sistema exclusivo en favor de España. Pero Napoleón Bonaparte, dueño ya de hecho de la Península, y
poseedor, por lo tanto, en cierto modo, de las riquezas de América por su influencia sobre la Corte de Madrid, al invadir
España y apoderarse de toda la familia real, desató los lazos que unían el nuevo mundo con el antiguo, provocando una
revolución que, dada la magnitud de los países a que se extiende, ha tomado un carácter y tendrá consecuencias sin
paralelo en los anales de la historia”. Palacio Fajardo, Manuel. “Bosquejo de la Revolución en la América Española” Caracas, 1953.

“En el mismo instante que la revolución vacila y se extingue en Europa, repentinamente la inmensa América colonizada
se incendia. Desde la Plata a Nueva España, de Buenos Aires a México, las guerras de independencia latinas repiten la
guerra de independencia “americana”.

La revolución procede de una larga fermentación de los ambientes criollos, de una burguesía de plantadores, de
comerciantes, de intelectuales de la mima cepa. Indudablemente esta burguesía ha madurado según sus propias leyes.
La sociedad colonial, sobre todo la americana, plantea de una forma muy peculiar sus problemas de raza, de clases, de
espacio, de asilamiento. Y por otra parte, esta burguesía siente con mucha mayor intensidad que en otros lugares sus
limitaciones oligárquicas. Pero en el fondo ha crecido de la misma manera que las demás burguesías del siglo. El
movimiento de los negocios y la subida general de los precios la han enriquecido en un ritmo hasta entonces
desconocido. Su enriquecimiento material ha ido acompañado por un enriquecimiento cultural y por la multiplicidad de
contactos en la ciudad engrandecida. Arrastra tras sí una clientela ignorante, compuesta de mestizos y esclavos. En ella
se hallan, simultáneamente, las luces, el verdadero poder, la voluntad de cambio. Su pensamiento está guiado por la
filosofía francesa, se siente atraída por ejemplo de las revoluciones americana y francesa. Prosigue su propia educación
política y agrupa sus elementos destacados en sociedades secretas. Ricos criollos se adhieren a las logias, o bien
experimentan la influencia masónica: Bolívar gran lector de Juan Jacobo y de Plutarco, San Martín, Morenos, que
desempeñaran, junto con Miranda – amigo de los girondinos, el soldado de 1792 – los principales papeles de la nueva
revolución.

Al igual que las demás burguesías, la “burguesía” criolla de principios del siglo XIX aspira, más o menos conscientemente,
a conquistar el Estado. Excluida de los altos cargos públicos en las colonias españolas y consideradas como elemento
social de segunda categoría, en el momento en que se imponen más que nunca su riqueza y su conciencia, sueña, en los
ambientes más evolucionados, con una constitución a la americana. Por otra parte, sus intereses económicos exigen la
supresión de la exclusiva. El país debe vivir para sí mismo. Con ello, la fórmula de emancipación que actuará en beneficio
de la oligarquía colonial adquiere un carácter liberal y nacional. Desde un punto muy distinto, los acontecimientos de
Europa, que van a desencadenar la gran lucha, cooperan eficazmente. Cotejadas por los dos bandos, ayudadas o
animadas simultáneamente por Inglaterra, Francia y Estados Unidos, las colonias hallaran en esta coyuntura una
magnifica ocasión para emanciparse” Crouzet, Maurice “Historia General de las Civilizaciones” Barcelona,
Destino, 1959, tomo V p. 578

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