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Cuando Ashley Watson de diecisiete años camina por los pasillos de su
escuela secundaria, los matones se burlan de ella y la empujan. No puede
pasar un día sin pelearse con su madre. Y no importa lo mucho que lo
intente, no puede hacer que su mejor amigo, Matt, se enamore de ella. Pero
Ashley también tiene algo que nadie más tiene: una visión literal del futuro.
Cuando Ashley se ve en el espejo, puede verse a sí misma a los veintitrés
años.

Su antiguo ser ha pasado ya por todo: soportó el bullying, sobrevivió al


corazón roto, y escuchó cada fea palabra que sus compañeros le lanzaron.
Pero su ser más viejo también está guardando un oscuro secreto: Algo
terrible está a punto de sucederle a Ashley. Algo que cambiará su vida para
siempre. Algo que incluso su ser más viejo es incapaz de detener.

Perfecto para los amantes de Por Trece Razones y The List, Every Ugly
Word es una apasionante y emotiva historia sobre las devastadoras
consecuencias del bullying.
Para Alan.

Tú eres el chico más apuesto en el salón de mi vida, y mucho más


importante que hacer el reciclaje.

Gracias.

Dios hace que los sueños se hagan realidad, pero Él suele


satisfacer los míos.
Traducción por Diana de Loera

Corregido por Bella’

Mientras el psiquiatra entra en la habitación, me ofrece una sonrisa


condescendiente. Yo se la regreso del mismo modo.

Me indica que tome asiento, luego se deja caer en una desgastada silla
de piel, viéndose exactamente como debería un doctor: cabello grisáceo,
barba bien recortada y anteojos con armazón que sospecho que en realidad
no necesita.

Nos enfrentamos el uno al otro sobre una brillante mesa de centro de


caoba. Mientras hojea mi expediente, yo escaneo la habitación. Repisas de
lisos libros alineados en las paredes. La única ventana está enmarcada por
cortinas sutiles. Hay tapetes bajo las lámparas de mesa y dos puertas en
muros opuestos. Esta oficina se parece a una sala de estar, si ignoro las
barras sobre los cristales a prueba de daños. Como que mata la vibra de
pasarlo bien.

El doc se aclara la garganta. Tomo una respiración profunda y me giro


hacia él.

—¿Cómo estás, Ashley? —Su voz es demasiado ruidosa para los débiles
tonos de la habitación: tonos cafés terrosos y esquinas sin filo. El callado
reloj haciendo tic tac en la esquina me dice que son las 9:34 de la mañana.
Eso me da cerca de cinco horas para probar que soy normal y salir de este
lugar de una vez por todas. Cinco horas hasta que su vida se vaya al infierno,
si no llego a tiempo a casa. Me enfoco en él, intentando sonreír. Ya ha sido
una mañana difícil, pero no puedo decirle eso, todavía no.

—Estoy bien. —Me encojo de hombros, luego me congelo. Mis puntadas


ahora son sólo un recuerdo, pero agudo dolor se enciende a lo largo de las
duras líneas rosadas con forma de telaraña en la mayor parte superior de
mi cuerpo. Respiro y espero a que se disipen los abruptos rayos de dolor. Mi
cirujano dice que estoy sanando. Pero olvidó mencionar eso a las capas de
terminaciones nerviosas destrozadas bajo mi piel fracturada.

—¿Dolor? —Los ojos del doc se disparan hacia los míos. El benigno
desinterés era un acto. Me está midiendo.

—Está bien. Sólo me moví de forma equivocada —digo de forma ágil.

Mis cicatrices físicas no son la razón por la que estoy aquí. Él no puede
arreglar esas. Pero puede ayudarme dejándome salir. Como encargado de
esta instalación, nadie se va sin su aprobación.

Mentalmente me doy una sacudida. Me dejará salir hoy. Debe. Si no


puedo llegar a casa a tiempo, no puedo reparar… todo.

Los labios del doctor se aprietan bajo su perfectamente recortado


bigote. Después de un segundo vuelve a sonreír.

—Veo que trajiste tu mochila.

La mochila de lona que mi madre empacó antes de dejarme tirada aquí


hace seis meses se sienta en el suelo como un perro bien entrenado, tan
lista para irse como yo.

—Sí.

—Entonces, ¿te sientes confiada acerca de hoy?

—Estoy segura que no estoy loca.

La sonrisa del doctor se retuerce en un lado.

—Sabes que no usamos esa palabra aquí, Ashley.

Hay un montón de palabras que no usan aquí. Te veo luego, por


ejemplo.

Tomo otra respiración. Fría. Calmada. Cuerda.

—Lo siento.

Me regresa la mirada, con la cara en blanco.

—Estoy contento de que te sientas confiada. De cualquier modo, sí


tengo preocupaciones.
—¿Preocupaciones?

Me sonríe de una forma que estoy segura tiene la intención de ser


reconfortante. Pero cuando se sienta de ese modo, con la más que evidente
anticipación en su mirada, como que lo hace ver como un pedófilo.

—Ashley… has cambiado de terapeuta tres veces durante tu estadía.


¿Sabes lo que pienso cuando escucho eso?

Creo que la pregunta es retórica, pero aguarda, expectante.

—Em… ¿no?

No ha alejado la mirada.

—Creo que tan pronto como alguien se acerca a la verdad, tú huyes.

No puedo interrumpir mi mirada sin confirmar sus sospechas. Así que


trago y espero.

Su calma es exasperante.

Cuando habla a continuación, es en el frío tono de un siquiatra


profesional.

—He leído tu expediente, hablado con tus enfermeras, y sido informado


por tus terapeutas. Ahora yo quiero hablar contigo. Acerca de esto.

Se pone en camino hacia un armario en la esquina, luego saca un


enorme espejo de cuerpo completo. Es más grande que yo, con un marco de
hierro forjado que tiene bisagras en la mitad, permitiéndole girar. Lo rueda
frente a las repisas en la esquina de la habitación, lo bastante lejos de mí
que no puedo ver en él sin girar mi cabeza.

¿Un acto de amabilidad? ¿O un reto?

El doc regresa a su silla y me obligo a seguirlo, a mantener mis ojos


lejos de la superficie reflejante.

—Tengo el presentimiento de que si examinamos lo que sea que ves en


el espejo, encontraremos la verdad acerca del resto, Ashley —dice—, me
gustaría que te pararas frente a él y me dijeras lo que ves.

Pánico se enciende por mis venas.


—¿Qué? ¿Ahora?

El doc levanta una ceja.

—¿A menos que tengas una mejor idea?

No la tengo. Había esperado que esta sesión fuera como todas las otras,
una exploración superficial de mi pasado, preguntas condescendientes
acerca de mi mente, junto con cumplidos de auto felicitación cuando hago
un “logro”. Estaba preparada para hacer lo que fuera que tomara para salir
de aquí para las 2:30, pero no puedo mirar en ese espejo… no ahora.

¿Y si ella está ahí? No entenderá por qué la estoy ignorando. Ya ha


pasado por demasiado el día de hoy. Ambas lo hemos hecho. Y romper su
corazón está rompiendo el mío.

—El espejo no tendrá ningún sentido sin el resto de la historia —digo,


intentando comprar tiempo. Si puedo hacerlo hablar, mostrarle lo normal
que soy de otro modo, tal vez decidirá que no necesito mirar.

Su cara permanece impasible, pero su cabeza se inclina hacia un lado


sólo un poco. Me está afectando.

—Conozco la historia con la que has estado alimentando a tus


terapeutas previos. Si hay más, estoy dispuesto a dejar de lado el espejo por
un rato…

Trago con alivio.

Pero él levanta un único dedo.

—…si me dices todo. Sólo hay una ruta para conseguir mi firma en tus
papeles de alta, Ashley. Y es esta.

Su paciencia es una canica girando a lo largo de un delgado borde,


precariamente equilibrada entre escuchar lo que tenga que decir y enviarme
de vuelta a esa celda que ellos llaman habitación.

Volviendo a tragar, intento hacerme lastimera. Dejo caer mi cabeza en


mis manos.

—De acuerdo —respiro en mis palmas.

—De acuerdo, ¿qué?


—Le diré la verdad. —Tanto de ella como pueda, de cualquier modo. Lo
dejo pensar que ha atravesado por donde otros han fallado. Infiernos, hasta
consideraré lo que tiene que decir si eso significa que no me hará mirar en
ese espejo.

—Excelente.

—Entonces… ¿dónde quiere que empiece?

Cruza su pierna sobre su rodilla, levantando el largo de su pantalón


ligeramente.

—Nada demasiado dramático. Empieza con la noche en que planeaste


darle a Matt la carta.

Siento la sonrisa borrarse de mi cara. Nada demasiado dramático.


Claro. No puedo evitar mirar de reojo al espejo. El doc sigue mi mirada, y
cuando ve hacia donde estoy mirando, frunce el ceño. Por un momento la
magnitud de lo que estoy intentando alcanzar es abrumadora. No puedo
respirar. Pero obligo a mis músculos a relajarse. Trago mi miedo… y empiezo
a hablar.
Traducción por Diana de Loera & Lyla

Corregido por Bella’

Las luces del prehistórico Civic de mi mamá pasan por la completa


oscuridad del campo de Oregón, volviendo el césped plateado y trayendo la
cerca de postes a la vista. El motor se queja cuando bajo una velocidad y
tomo la esquina demasiado rápido hacia la enorme entrada de mi mejor
amigo Matt.

—Sabes, en momentos como este estoy agradecida de en realidad jamás


tener que andar en auto contigo —dice una familiar voz femenina.

—Deja de estar ceñuda. Me estás dando arrugas —respondo, ajustando


mi espejo retrovisor para poder verla mejor. En el pequeño marco
rectangular, casi se ve como si ella estuviera en mi asiento trasero, con los
brazos cruzados sobre su pecho, su cabello rojo demasiado largo cayendo
lacio sobre sus hombros. Pero ella no estaba ahí, no en realidad.

Apareció hace cinco años, el mismo día que perdí todos mis amigos.
Había corrido a casa desde la escuela, negándome a llorar hasta estar a
solas. Cuando llegué a mi habitación, atrapé un vistazo de mi patético ser
en el espejo. Excepto, que no era sólo yo regresándome la mirada, Yo Mayor
estaba ahí, también.

—¿Estás otra vez en el baño? —pregunté.

Asintió.

—Mis compañeras de piso están en casa. —Se había mudado a un


apartamento hace unos pocos meses. No parecían gustarle mucho sus
compañeras de piso, pero entonces, al parecer no le gustaba mucho nada.

Mientras frenaba frente a la enorme casa de ladrillo de Matt, volvió a


fruncir el ceño, líneas de preocupación arrugando su frente.

—Te dije que no te necesito esta noche —le recordé.


Esta noche se trataba de Matt y de mí.

Si me hubieras preguntado doce horas antes si esta noche sería Esa


Noche para nosotros, me habría reído. Pero eso fue antes de la clase de artes
de esta mañana. Matt había agarrado mi codo cuando sonó la campana.
Había cambiado su peso y evitado mi mirada.

Estaba… nervioso. Inquieto.

Matt jamás estaba nervioso conmigo. Sólo lo había visto inquieto


cuando estaba hablando con una chica que quería invitar a salir.

—¿Qué pasa? —dije.

—Tenemos que hablar. —Dio un vistazo sobre su hombro—. Pero no


aquí. ¿Puedes venir a mi casa esta noche, antes del baile? —Su manzana de
Adán se movía de arriba abajo.

—Claro.

Cuando se fue, casi floté hacia la cafetería.

Matt estaba nervioso. Y quería hablar…

La voz de Yo Mayor me jaló hacia el presente.

—Mira, sé que te gusta Matt, pero él es tu mejor amigo. Salir sólo


volvería todo… complicado.

Suspiré pesadamente y apagué el motor. Me había acostumbrado a que


Yo Mayor estuviera por aquí, apareciendo en espejos y superficies de vidrio,
siempre escuchando, siempre comentando, ofreciendo consejo. Usualmente
no me molestaba. Pero esta noche era importante.

Me había escondido en la biblioteca después de la escuela y escrito a


Matt una carta que confesaba todo: mis sentimientos por él y lo que veía
cuando miraba en el espejo. Luego la metí profundo en mi bolso donde no
había posibilidad de que ella la viera e intentara convencerme de no hacerlo.
Siempre había jurado de arriba abajo y de un lado a otro que nadie podía
saber acerca de ella y yo. Especialmente Matt, aunque yo estaba bastante
segura que había dicho eso porque él era la única persona a quien le diría.
Ella odiaba cuando yo acudía a otras personas por consejo. Y ella estaba
llena de consejos. Siempre. Pensarías que eso sería extraordinario, ¿cierto?
Consejo de tu yo futuro. Un literal vistazo hacia el futuro.

Ya quisiera.

Había aprendido hace años que preguntarle acerca de mi futuro sería


respondido con un frío silencio y labios apretados. Tú y yo… estamos
tomando caminos diferentes, Ashley. ¿Cómo puedo decirte cómo es tu futuro
cuando puede ser diferente por mi pasado?

Se aclaró la garganta.

—¿Qué hay con sólo darle un poco de tiempo? —sugirió—. No tienes


que decirle a Matt esta noche cómo te sientes. Quiero decir, ustedes son tan
cercanos ahora. ¿No sería mejor no arriesgar la conexión que tienen?

Antes que pudiera hacer un comentario a la ironía de Yo Mayor


preguntándome a mí sobre el futuro, mi teléfono sonó con un texto, sin duda
Matt preguntando dónde estaba. Recogí el teléfono de donde lo había dejado
en el asiento del pasajero… y lo dejé caer inmediatamente.

EY GORDITA VIENES STA NCHE? NO OLVIDES TU BRIDA, FINN


QUIERE DAR 1 PASEO.

—¿Qué pasa? —preguntó Yo Mayor, la molestia desapareció de su voz.

Mis mejillas ardieron. El identificador de llamadas decía


DESCONOCIDO, lo que sólo podía significar que era Terese. Era la única
con un número privado porque su mamá era fiscal del distrito local.

Sólo podía imaginar a Karyn y Brooke asomándose sobre los hombros


de Terese, riéndose a carcajadas, diciéndole qué escribir. Con dedos
temblorosos borré el mensaje. Mi estómago se hizo nudos, el amargo sabor
de la bilis subiendo por mi garganta.

¿Cómo habían conseguido mi nuevo número?

—¿Ashley? —dijo Yo Mayor cautelosamente.

—Sólo son Karyn, Brooke y Terese —murmuré—. Olvídalo.

Yo Mayor frunció el ceño.


—Ashley, olvídate de ellas, ¿sí? Su crueldad dice más de ellas que de
ti.

Ajá. Ya había escuchado eso antes. Qué curioso que eso no cambiaba
que ellas pensaran que yo era una total perdedora.

—No voy a hablar de esto ahora —le dije, recogiendo mi bolso y dejando
caer mi teléfono dentro—. Esta noche se supone que sea divertida.

Esta noche se supone que sea más que divertida. Esta noche se supone
que sea épica. El principio de todo finalmente yendo bien. Un día miraría
hacia atrás y diría: Ahí. Ahí fue donde comenzó. Porque no me había sentido
de este modo por ningún chico jamás, ni siquiera por Dex, el chico con el
que había salido el año pasado. Más o menos.

—Voy a ir ahora —dije.

Se quedó completamente quieta.

—¿Su papá está en casa?

—Espero que no. —El papá de Matt era… difícil.

—Ten cuidado —murmuró Yo Mayor mientras abría la puerta.

—Dios, no es un asesino con hacha.

El silencio hizo eco a mi alrededor cuando entré en la casa. El recibidor


de los Gray tenía paredes color crema inmaculadas y pisos de madera, y era
tan grande que podía haberse tragado toda mi casa.

—¿Hola? —llamé, la palabra resonando.

—Aquí arriba. —La voz de Matt flotó por los escalones.

En el piso de abajo la casa era brillante y fría, como una sala de


exposición en un moderno portafolio de arquitecto. Pero arriba los pisos de
madera daban paso a una alfombra, las paredes estaban salpicadas con
fotos familiares, las camas estaban cubiertas con edredones coloridos y
rodeados por muebles pintados. Cuando los Gray se habían mudado, le
había dicho a Matt que parecía como si hubieran tomado la casa de su
madre y la hubieran puesto sobre la de su padre, luego las hubieran unido
con una escalera.
Él no se había reído.

Encontré a Matt sentado en su cama bien hecha, la cabeza entre sus


manos. Sus dedos arañaban su cabello rubio. Todavía vestía la camiseta y
los vaqueros que se puso para la escuela, aunque ahora había una
rasgadura en la manga derecha. Me posé junto a él en el borde de la cama
y puse tentativamente una mano en su espalda.

—¿Qué pasó?

—Le conté a mi papá acerca de la competencia. —Su profunda voz era


dura. Severa. Como si alguien hubiera puesto lija en su garganta.

Dejé caer mi cabeza en su hombro y solté la respiración que había


estado conteniendo. Matt y yo estábamos en Artes. De algún modo ambos
habíamos calificado para Joven Artista Nacional del Año. Quiero decir, había
sabido que Matt entraría. Era increíble. Pero me sentí halagada cuando
también recibí la carta. Los mejores veinte artistas serían expuestos en
Nueva York el próximo diciembre, y el ganador sería premiado con una beca
completa en el Colegio de Bellas Artes de la ciudad. Pero todos los finalistas
tenían una oportunidad; entre los jueces, quienes normalmente eran
profesores en las mejores escuelas, y la apertura de la galería, la mayoría
terminaban con becas en algún lugar.

El problema era que, de acuerdo a su papá, no se suponía que Matt


fuera un artista. El año pasado, cuando había ganado una competencia
local con una impresionante pintura en acuarela de su primo haciendo
burbujas en la playa, el señor Gray le había dado un vistazo a la pintura y
acusó a Matt de ser homosexual. En lo que respectaba a su padre, Matt iba
a ir al MIT para ser un ingeniero, igual que él.

—Sabía que se enojaría. Pero pensé que estaba bajo control. Pensé que
le había mostrado que ya no podía golpearnos. —Un temblor estremeció el
largo de la silueta de Matt de 1.88 centímetros.

Mi garganta se apretó y tomé su mano.

—Cuéntame.

Siempre había sabido que el padre de Matt tenía temperamento, pero


aprendí cuán monstruo realmente era cuando teníamos catorce años. Matt
se había metido en problemas por faltarle el respecto a su madre en la mesa
del desayuno, y cuando regresamos a su casa esa tarde, toda la colección
de cómics de Matt se había ido.

El señor Gray los había quemado.

Estuve allí cuando el señor Gray le dijo a Matt lo que había hecho.
Había visto tensarse la mandíbula de Matt y sus ojos lanzar chispas, a pesar
de que todo lo que había dicho fue: Sí, señor.

Después de que su padre se fue, Matt atravesó su puño en la pared del


dormitorio.

Más tarde, Yo Mayor me dijo que le pidiera a Matt hablarlo todo cuando
las cosas iban mal, para que no se exaltara así.

O peor.

—Él se enojó —dijo Matt. Me estaba apretando la mano con tanta fuerza
que las puntas de sus dedos se habían vuelto blancas—. Mamá trató de
conseguir que se calmara. Pero se volvió loco. La empujó contra una pared
tratando de llegar a mí. Tenía que… —Tragó—. Le di un puñetazo. Lo tiré al
suelo. —Giró su mano derecha. Dos de sus nudillos estaban divididos, la
piel hinchada y roja—. Cuando se levantó… Ash, nunca lo he visto así antes.
Sólo gritó y vino hacia mí. —Se detuvo, su rostro pálido.

—¿Matt? ¿Qué pasó? —Estaba susurrando ahora, aterrada de lo que


podría decirme. De repente aterrada del terrible silencio en esta casa fría.

Soltó mi mano y se puso de pie.

—Necesito cambiarme si vamos a llegar al baile.

Me quedé boquiabierta.

—No puedes estar hablando en serio. Matt, no podemos ir al baile


después de esto. Vamos a ver una película. Incluso jugaré a ese ridículo
juego Apocalypse contigo si me lo pides bien. —Traté de sonreír.

Matt frunció el ceño.

—No me quedaré aquí. —Se apartó de mí y tiró de su camiseta sobre


su cabeza. Pasé de hacer malabarismos con el fuerte deseo de protegerlo de
sí mismo a estar con la boca seca ante la conciencia de su musculosa
espalda.

—Matt…

—Iremos. —Introdujo un brazo en una camisa a cuadros azules, luego


el otro.

Lo miré. Matthew Thomas Gray era mi mejor amigo y el chico más lindo
que conocía.

Y era terco como una mula cuando quería.

Me puse de pie, ignorando el hormigueo de los nervios. Si él no quería


hablar de ello, tenía que ser muy malo.

—Matt, no puedes simplemente detenerte a mitad de camino a través


de ese tipo de historia.

—Vamos al baile —dijo—. Podemos hablar de ello mañana.

—No quiero hablar de eso mañana, y tú no querrás tampoco. Sólo estás


tratando de hacer que deje de preguntar.

—¡Entonces toma la indirecta!

—¡No!

—¡Bien! —gritó Matt, girando hacia mí.

La camisa de botones estaba abierta sobre su pecho, dejando al


descubierto dos marcas ovaladas inflamadas. Me tomó un segundo darme
cuenta que eran contusiones. Huellas digitales.

Justo en la base de su cuello.

La línea de su mandíbula se flexionó. Sabía que mi boca había caído


abierta, pero no era capaz de cerrarla. Me acerqué a Matt, pero él dio un
paso atrás y cerró su camisa de golpe.

—Lo puse sobre su trasero. No va a hacerlo de nuevo.

—¡Eso es lo que dijiste la última vez! —Mi voz saltó una octava.
—Bueno, esta vez estoy en lo cierto. —Agarró su billetera y la metió en
el bolsillo trasero de sus vaqueros. Comprobó su teléfono, luego lo puso en
el otro bolsillo.

Cuando empezó a jugar con su cabello me di cuenta de que hablaba en


serio. Iba a acudir a esta cosa estúpida. Iba a ir a bailar, a coquetear y a
pretender que su vida era completamente normal.

No me moví.

—Él podría haberte matado.

Matt se detuvo con una sacudida, tensión irradiando de él.

—No —dijo en voz baja. Pero la palabra careció de convicción—. Nunca


fue tan malo. Él nunca… siempre pude respirar.

—No dije que trató de matarte. Dije que podría haberte.

Clavó la mirada en el suelo, tragó saliva.

—Lo entiendo, ¿de acuerdo? Pero lo manejé. Yo lo manejé. Y te dije la


verdad. —Se volvió hacia mí—. Ahora quiero ir a ser normal.

—Déjalo ir. —Las palabras fueron un susurro, flotando fuera del espejo
detrás de Matt. Eché un vistazo a la superficie brillante, pero de este ángulo
sólo podía ver cabello de color cobre, un tono más oscuro que el mío—.
Difícilmente es la noche en la que deseas declararte de todos modos.

Negué con la cabeza. Ese no era el punto. Ya no.

—Bien. Vámonos.

Matt se dirigió hacia la puerta, luego vaciló. Cuando volvió su rostro


estaba arrugado y maldijo en voz baja.

Me detuve.

—¿Qué?

—Lo olvidé. Necesito hablar contigo —dijo. Se pasó las palmas de sus
manos por sus muslos.

Estaba nervioso.
A pesar de todo, esperanza se alzó en mi pecho.

—Mira, Ash, lo siento mucho acerca de esto. La cosa con papá sólo sacó
mi cabeza del juego y… normalmente no lo haría de esta manera. ¿Está
bien?

—Está bien —le dije en voz baja, poniendo una mano en su brazo—. Lo
que sea que es… soy yo.

—Tú eres mi mejor amiga. Lo sabes, ¿verdad? —dijo.

—Síp. —Y quiero ser mucho más.

Matt tomó mi mano y se aclaró la garganta.

—Bien. Bueno. Necesito decirte… ¿recuerdas esa cosa de la conferencia


de liderazgo juvenil a la que fui hace un par de semanas?

—Um… síp. —Inesperado.

—Bueno, mientras estuve allí, tuvimos que hacer esta tarea y todos
fuimos emparejados. La única otra persona de nuestra escuela era Karyn.
Así que ella y yo trabajamos juntos.

Me congelé.

De repente, lo vi a través de un filtro diferente. La energía nerviosa. La


incapacidad de mirarme. El nerviosismo.

—Le conté que eras mi mejor amiga —dijo Matt apresurado—. Que
nunca saldría con alguien que te hace daño. Pero dijo que no tiene un
problema contigo. Dijo que se siente muy mal por cómo han sido las cosas
entre las dos. Que comenzó porque pensó que a ti no te agradaba ella.

Sonrió un poco y sacudió la cabeza, al parecer, animado por el


recuerdo. Quería golpear la sonrisa de su cara. Estúpido, ingenuo, idiota.

—Ash... Ash, ¿estás escuchando? —Matt me apretó la mano.

—Por supuesto. —Mi voz sonó muerta, incluso para mí.

—Nada va a cambiar, ¿de acuerdo? —prometió.

Asentí, porque tenía que hacerlo.


—Síp, claro. —Y un cuerno. Retiré mi mano, resistiendo la necesidad de
limpiarla en mis vaqueros—. Es sólo... ¿por qué Karyn?

¿Por qué mi ex-amiga, la chica que había hecho mi vida un infierno


desde el octavo grado? La chica que les había dicho a los chicos en
Educación Física que no llevaba ropa interior. La chica que le dijo a Gerry
Henkins que me gustaba, cuando lo único que él quería era a alguien con
quien acostarse. La chica que susurró a sus amigas que me había ligado a
sus novios, echándolas sobre mí como perros bien entrenados y luego dio
un paso atrás y se rió.

¿Por qué no podía ver cuán bruja era ella?

Pero la respuesta era obvia: Él era un chico. Todo lo que veía era su
cabello platinado y reflejos azul claro. Y sus hoyuelos: todo el mundo amaba
esos estúpidos hoyuelos.

Matt clavó la vista en sus pies.

—Es sólo… ella me ayuda a olvidar —dijo—. No sabe nada acerca de


mi padre. No le importa si estoy en el consejo de estudiantes o si me ponen
en el cuadro de honor... no se preocupa por nada. Sólo quiere estar conmigo.
Y cuando estoy con ella, no me importan esas cosas tampoco.

La expresión en su cara fue un mazo para mi corazón congelado.

—¿Esto está bien, verdad, Ash? —preguntó en voz baja—. Todos


podemos ser amigos. Será genial.

Asentí, por su bien. Pero no sería genial. En absoluto.

Cuando Matt sonrió y se dirigió a la puerta de nuevo, di un paso atrás


y miré a la derecha hacia el espejo. A Yo Mayor. A sus hombros encorvados,
y sus manos enterradas en el bolsillo de esa sudadera con capucha. A sus
grandes ojos.

Amplios con culpa. No impresionada.

Ella sabía. Sabía que esto iba a suceder y no me dijo.


Traducido por Ximena Vergara & Diana de Loera

Corregido por Bella’

Doc examina con calma la uña de su pulgar. Aunque estoy agradecida


por la falta de histrionismo, por mi parte me ofende que él pueda escuchar
con tal desprendimiento. Sólo le he dicho que mi amor de la secundaria casi
fue asesinado por su padre, y, oh, por cierto, me hablo a mí misma en el
espejo. A mi otro yo.

Por otra parte, si ha leído mi archivo, sabe a dónde va esto.

—¿Karyn? —le dice a su dedo pulgar—. ¿La misma Karyn que estuvo
involucrada en el... incidente?

—Sí —escupo la palabra. Es la manera incorrecta de responder.

Doc mira hacia arriba.

—Debe ser difícil, mirando hacia atrás.

Cruzo las piernas, inclinando mi peso, así no se estiran las cicatrices


de mi costado.

—¿Tú eras amiga de Karyn?

—Sí, al menos al principio. Se trasladó a la ciudad en el séptimo grado.


En aquel entonces yo era amiga de ella y todas las chicas, doc. Fui popular
hasta el final del octavo grado. Algo así.

—¿Y Matt? —pregunta él.

—Él fue a una escuela media diferente —le expliqué—. Su padre lo


envió una escuela privada para niños ricos en la ciudad de al lado. No fue a
la escuela con nosotros hasta el primer año.

Doc mira sus notas, frunce el ceño.


—Por lo tanto, ¿qué cambió para ti? ¿Qué ocurrió en el octavo grado?

Agito una mano fingiendo que soy imperturbable.

—Sólo chicos comportándose como chicos —le digo—. ¿Cuál es su


punto?

Suspira y se quita las gafas, sosteniéndolas a contra luz.

—Ashley, puedo asegurar que ninguna de mis preguntas es inútil. Si


vamos a pasar a través de esto hoy, vas a tener que confiar en mí para
identificar lo que es importante y lo que no lo es.

Confianza.

Ahora hay una palabra.

Doc vuelve sus gafas a la nariz y me mira fijamente.

Muy bien, bien.

—Había sido amiga de toda esa gente por años, Finn y Brooke estaban
en la escuela primaria conmigo y Matt. Pero en el octavo grado Matt fue
sacado a su escuela de lujo y yo estaba sola con el resto de ellos. Me harté
de los juegos. Enferma de la sensación como si estuviera siempre al borde
de estar fuera. Quería impresionar a las chicas. Pensé que tal vez ellas me
harían una parte real de su círculo si lo hiciera. Así que les dije una mentira
estúpida.

Pausa.

—¿Cuál fue la mentira?

Me rasco en el puño de mi sudadera.

—Les dije que dormía con Finn. Él estaba saliendo con Brooke en ese
momento, pero siempre estaban peleando.

Un lunes cuando sabía que Finn y Matt se habían puesto de acuerdo


para estar juntos durante el fin de semana, le dije a Terese que había logrado
colarme a la casa de Finn. Yo “demostré” mi historia, contándoles de una
pequeña marca de nacimiento que Finn tenía en un lugar que sólo se podía
ver cuando estaba desnudo. Él nos lo contó a Matt y a mí una vez cuando
estábamos jugando Verdad o Reto.
Brooke escuchó al respecto y le preguntó a uno de los chicos si la marca
de nacimiento era real, lo cual era. Lo siguiente que supe, fue que toda la
escuela estaba hablando de ello. Brooke rompió con Finn. Le dijo a las otras
chicas que él era un infiel. Me culpó. Para vengarse de mí, Finn le dijo a
todos que no dormirnos juntos porque cuando aparecí yo estaba mental y
sexualmente enloquecida. Que estaba mintiendo para cubrirme a mí misma.
Entre ellos volvieron a todos los demás en mi contra. Una vez que me di
cuenta de que nadie pensó que yo era genial por dormir con él, traté de pedir
disculpas y admitir que era una mentira. Pero mi prueba era demasiado
buena. Nadie quería creer la verdad.

Doc frunce el ceño.

—¿Por qué empezaste un rumor que te hacía ver a ti misma de una


forma tan negativa?

Elevo mis manos en exasperación.

—Debido a que tenía trece años y era estúpida. En aquel entonces todo
el mundo tenía una especie de temor de las niñas que dormían con los
chicos. Pensé que ellos creerían que yo era mayor y genial, y entonces todo
se fue al diablo. Sin embargo, ellos nunca lo dejaron pasar. Nunca. Desde
ese día, yo era una maldita zorra.

—¿Qué pensaba Matt de todo esto?

Me retuerzo.

—Matt no supo la verdadera historia durante mucho tiempo. Nunca le


dije por qué dejé de salir con Finn. Y supongo que Finn no dijo nada
tampoco. Matt no se dio cuenta hasta el primer año. Cuando llegó a la
escuela secundaria, se dio cuenta de que Finn y yo no nos tratábamos más.

—¿Qué hizo él?

—Le preguntó a Finn lo que pasó y Finn le dijo que hablara conmigo.
Le dije a Matt que era sólo una pelea y se olvidara de eso. Y lo hizo.

Frunce el ceño más duro.

—¿Cómo te hizo sentir eso?

Oh, por favor. Miro hacia arriba para que pueda ver que lo digo en serio.
—Me sentí aliviada de que Matt seguía siendo mi amigo ya que había
perdido a todos los demás.

—Ah —dice doc, con esa exasperante manera de dar la razón que los
loqueros utilizan.

—¿Qué? —pregunto, con demasiada brusquedad.

Me mira sobre el marco de las gafas.

—Simplemente parece como si Matt saliendo con Karyn podría haberte


hecho sentir finalmente como que habías perdido tu último amigo.

—Tal vez. —Me encojo de hombros, tirando otro hilo suelto de mi puño.
De repente todo el dobladillo se deshace.

•••
Llevé a Matt al baile en silencio. Todo el auto se llenó del olor de su
loción de afeitar, un aroma fresca a pino, que normalmente me daba ganas
de hacer nada más que cerrar los ojos e inhalar. En su lugar, apreté los
dientes y esperé calmarme.

No era sólo el hecho de que Matt tenía una novia, siempre estaba
saliendo con alguien. Pero por lo general lo vería venir. Él me preguntaría
sobre una chica. Averiguar si sabía algo de ella. Iba a reunir el valor para
invitarla a salir, entonces yo le ayudaría a planificar su primera cita para
que pudiera impresionarla. Lo escucharía hablar efusivamente sobre ella
durante un par de semanas. Entonces algo cambiaría. Dejaría de hablar
mucho de ella. Pasaría más tiempo conmigo. Empezaría a quejarse acerca
de que cualquier cosa que ella estaba haciendo lo irritaba…

Era un ciclo que habíamos estado repitiendo desde el primer año. Pero
ahora se había roto. Él no había dicho nada. Escondiéndola por completo.
Entonces, ¿qué era diferente? ¿Era más serio esta vez? ¿Acerca de Karyn?

Sólo llévalo al baile. A continuación, puedes afirmar que tienes un dolor


de cabeza y vas a casa, me dije. Sin preguntas, sin declaraciones. Yo Mayor
estaría muy contenta.

En diez minutos, estábamos allí. Black Point High ("¡Hogar de los


Bears!") ocupaba dos cuadras enteras en nuestra pequeña ciudad. Estaba
rodeada en los cuatro lados por altas vallas. Como un zoológico. Tres
entradas: una en la puerta principal, una en la cafetería y una en el
gimnasio, dejaban a seiscientos animales entrar cada día. Los rumores
decían que el edificio original fue un manicomio, y la oficina del director
West solía ser la sala de electrochoque. Pensé que era sólo un cuento para
que los niños se asusten entre sí. Pero había un gran número de enchufes
tras el escritorio de West…

Me estacioné en un espacio y apagué el motor. Matt empezó a abrir su


puerta, pero se detuvo, mirándome sobre su hombro.

—¿Ash? ¿Vienes?

Antes de que pudiera contestar, su puerta se abrió completamente.

—¡Ahí estás! —cantó una irritante voz de niña pequeña.

Karyn.

Matt sonrió.

—Hola.

Mi corazón se apretó dolorosamente. Esa única sílaba sostenía más


deseo, más pasión en ella que cada palabra amable que alguna vez me haya
dicho combinada.

—Llegas tarde —chilló Karyn.

—Lo siento, me quedé atrapado. —Matt salió de mi auto y envolvió sus


brazos alrededor de ella, su barbilla bajando a descansar en la cima de su
cabeza.

Quedaste atrapado por tu padre abusivo, Matt. Dile eso. Oh, espera…
hacerme cargo de ti y luego observarte enamorarte de alguien más es mi
trabajo.

Sabía que estaba siendo injusta, pero prácticamente podía sentir la


carta arrugada en mi bolso que jamás vería la luz del día. Momento de ir a
casa y quemarla. Puse mi mano en la llave, lista para girarla.

—Hola, Ashley —chilló Karyn.


—Hola, Karyn —dije sin levantar la mirada. Pero supongo que mi tono
plano fue toda la pista que necesitó.

—¿Le dijiste? ¡Al fin!

—Te dije que lo haría —murmuró Matt avergonzadamente—. No te


preocupes. Todo está bien.

Todo bien.

Síp, Matt. Claro. Estuvo brillante.

—¡Genial! ¡Entonces vayamos a decirles a todos los demás! —Le dio la


vuelta al auto y abrió mi puerta, como si de repente fuéramos las mejores
amigas. Me agarró tan fuera de guardia, que me tuvo por el codo y medio
fuera del asiento antes que encontrara mi voz.

—De hecho tengo algo de dolor de cabeza…

Negó con la cabeza.

—Vamos, Ashley, será divertido. Nosotros tres podemos pasar el rato.

Me giré, con la boca abierta, hacia Matt, preguntándole en silencio


¿Puedes adivinar sus intenciones? Pero él estaba tan ocupado sonriéndole a
Karyn, y un momento después, nos tuvo a los dos en cada codo, y estábamos
cruzando el estacionamiento para unirnos a los otros estudiantes
caminando hacia la entrada principal.

Una ola de pánico viajó por mi columna. Todo estará bien, me dije. Tan
pronto como Matt y Karyn tuvieran la atención de todos los demás, lo que
tomaría completos cinco segundos, me deslizaría por la puerta trasera del
gimnasio. Matt podía conseguir un aventón a casa de su nueva novia.

—Sostén mi mano cuando entremos para que todo el mundo lo sepa —


dijo Karyn en voz baja, su mejilla contra el bícep de Matt. Me aguanté un
gemido.

El segundo en que atravesamos las puertas principales, todo el mundo,


y me refiero a todo el mundo, dejó de hacer lo que estaban haciendo y se
giraron para mirarnos. Miraron de Matt, a Karyn, a sus manos entrelazadas,
y de regreso a sus caras.
Brooke inmediatamente dejó de coquetear con Eli, un arquero de
lacrosse con pantorrillas del tamaño de sandías.

—¡Lo sabía! —gritó ella, acariciando sus brillantes ondas negras.

Karyn volvió a chillar; Matt sonrió como el granjero presentando su


mejor cerdo mientras Brooke y Terese se amontonaron alrededor de Karyn.
Eli y un par de otros chicos se reunieron detrás de ellas, hablando con Matt.

—¡Y veo que trajeron a su cachorrita! —Eli sacó el cabello de sus ojos
y me palmeó en el hombro. Todo el círculo se rió.

—Dice el chico usando un collar de castigo —murmuré. Eli usaba el


mismo collar de cuentas de madera todos los días. Juraba que era de buena
suerte porque la noche que lo compró, perdió su virginidad.

—No molestes, amigo. —Matt lo empujó jugando.

—Esa no es una cachorrita —le dijo Brooke bajito a Karyn y a Terese—


. Ese es un pony. —Luego me sonrió—. ¿Trajiste tus bridas, Ashley?

Le di un vistazo a Matt, pero estaba demasiado ocupado chocando


cinco con Eli para notar el cruel comentario.

Al carajo con esto. Ignorando las voces susurrantes de las chicas y las
risitas, me di la vuelta sobre mis talones y me empujé a través de la multitud
de los de primer año que miraban boquiabiertos a Matt y Karyn. Estuve
fuera de las puertas de entrada y casi en mi auto cuanto noté a Finn Patton
inclinado contra la valla del estacionamiento con varios amigos, chupando
discretamente de una botella.

Todo acerca de Finn era anguloso y de bordes duros: la forma en que


sus codos se asomaban por sus mangas como los extremos de ganchos. Las
puntas levantadas de su intencionadamente desarreglado cabello oscuro.
La afilada proyección de sus pómulos. A primera vista parecía desgravado,
casi flaco. Pero cuando curvaba sus brazos, cuerdas de músculo duro como
granito se retorcían bajo su piel.

Fin se alejó de la valla y me dio una horrible media sonrisa.

—¡Hola, C! ¡Lo lograste!


Su mirada se trabó con la mía, y me imaginé estampando mi puño en
esa sonrisa engreída. “C” era la primera letra en la palabra por la que había
sido suspendido por llamarme el semestre anterior.

—¿Qué, se quedaron sin comida para perro en casa? Estoy seguro que
vi un par de bísquets por aquí en algún lugar.

—Crece, Finn. —Levanté mi barbilla y caminé con paso firme hacia mi


auto.

Al último segundo vi su pie estirándose para atrapar el mío. Me retorcí,


intenté pasarlo. Pero sólo lo levantó más para atraparme por el tobillo.
Murmurando una maldición, agarré su camisa cuando me vine abajo y lo
traje conmigo, también. Aterricé con fuerza en mi coxis. Mi bolso salió
disparado por todo el cemento, el contenido derramándose como confeti.
Medio segundo después, todo el aire dejó mis pulmones cuando Finn
aterrizó encima de mí.

Silbidos lobunos, aplausos, y carcajadas hicieron eco en la oscuridad.

—¡Consigan una habitación! —gritó alguien.

La cara de Finn estaba a meros centímetros de la mía, ojos negros


destellando. Apestaba a cenicero. Maldijo y se quitó de encima de mí,
aterrizando un malvado codo en mis costillas en el proceso. Luego estaba
parado, gritando:

—¡He sido acosado sexualmente! ¡Llamen a la policía!

Mi coxis palpitaba. Me tomó un segundo ponerme sobre mis manos y


rodillas. Carcajadas aún bullían de los chicos mientras Finn se arrodillaba
sobre los esparcidos contenidos de mi bolso: mis llaves, un tubo de brillo
labial, unos cuantos recibos… y se acercó con un tampón.

—Entonces, es cierto —dijo, sosteniendo en alto el tubo morado—. En


verdad eres una chica.

Se lo quité y empujé los artículos de regreso a mi bolso. Tan pronto


como estuve de pie, Finn también se levantó.

—Ya te lo dije, Ashley, no estoy interesado —dijo demasiado alto—. Ve


a ladrarle al tronco de alguien más.
Las carcajadas y hurras detrás de Finn subieron un tono. Me sostuvo
la mirada, el labio superior curvado. Le dejé ver las olas de odio emanando
de mí como calor. Aun así no tenía nada; ninguna ocurrencia, ningún
comentario afilado. Eran momentos como este que siempre me dejaban
preguntándome por qué, cuando me enfrentaba a alguien que claramente
me despreciaba, perdía toda la habilidad de hablar.

Tomé una respiración y saqué de mi camino a Finn con un empujón,


andando con pasos largos por el estacionamiento hacia mi auto. Aire pasaba
por mis mejillas, frío y húmedo. Saqué los rizos de mi cara, y me sacudí las
carcajadas todavía resonando en la noche detrás de mí. Abrí la puerta del
auto y me puse detrás del volante. Por un instante lo agarré con fuerza, mis
uñas enterrándose en el duro plástico, imaginando avanzar con el auto
sobre la acera y sobre Finn y su arrogante alardeo.

Pero en su lugar, puse el auto en reversa y salí de mi lugar. Escuché a


alguien gritar mi nombre y di un vistazo por el espejo retrovisor. Finn tenía
sus manos acunando su boca. Sus palabras me alcanzaron incluso con la
ventana cerrada.

—Esta noche se acaba de poner mucho mejor, per…

Encendí la música, fuerte, y salí disparada por la salida.


Traducido por Luisa.20

Corregido por Bella’

El doc está poniendo atención ahora, inclinándose hacia adelante, los


codos en sus rodillas, acariciando su bigote.

—¿Le dijiste a alguien sobre estos eventos? ¿Quizá a tu madre?

Infiernos, no. Sacudo mi cabeza.

—¿Por qué no?

—Porque todo lo que le importaba a mi mamá era que no la


avergonzara.

El doc frunce el ceño, pero puedo ver la luz detrás de su reserva


profesional. Una relación disfuncional madre-hija es su pan y mantequilla.

—¿Qué te hace sentir de esa manera?

¿En serio?

—Sólo cosas pequeñas.

—¿Cómo?

—Como… que ella no estaba interesada en entender cómo iban las


cosas para mí. Ella quería que me conformara. Ser como todo el mundo. Ser
normal.

—¿Y cómo definió ella “normal”?

Resoplo.

—Usar las ropas adecuadas, pertenecer a los grupos adecuados. Ser


popular. Ya sabe, cosas de secundaria.

El dedo sobre su bigote se congela.


—Ya veo.

—¿Lo hace?

Asiente.

—Sí, creo que lo hago.

Un torpe silencio desciende. No creo en él, y puede decirlo.

Se sienta en su silla.

—¿Puedes darme un ejemplo? ¿Del tiempo alrededor de la carta?

Bufo.

—Haga su elección.

—Sólo dime lo primero que venga a tu mente.

Eso es fácil.

•••
Cuando caminé por la puerta a casa, todavía tensa de los eventos en el
baile, ya estaba componiendo un bosquejo en mi cabeza. Nada para mi libro
de clases, sino más bien para mi colección personal. Uno en el cual una
caricatura de Karyn se embarazaba y engañaba a un Matt que huía,
mientras ella le rogaba una mirada a sus hoyuelos. Estaba debatiéndome si
el Matt de caricatura debería demandar una prueba de paternidad o llorar,
cuando caminé hacia la cocina y me encontré a mi madre en su albornoz,
sentada a la mesa. Eso era raro. Mamá era propietaria de una tienda de
flores, lo que significaba que dejaba la casa cada mañana antes de las cinco
para ir a los mercados. Incluso en las raras ocasiones en las que salía, mamá
usualmente estaba en la cama a las ocho.

Estaba sentada rígida, su cabello casi negro en una lisa cola de cabello.
Se había sacado los lentes de contacto, así que sus lentes estaban colocados
al final de su nariz. Miraba por sobre ellos a su teléfono, frunciendo el ceño.

¿Había llamado papá? Dudoso. No habíamos escuchado de él en meses.

Traté de mantener mi voz casual.


—Mamá, ¿qué estás haciendo?

Mamá levantó el teléfono, la pantalla brilló con un mensaje de texto.


Un mensaje que decía DE BROOKE.

Mi corazón golpeó dolorosamente.

—¿Por qué Brooke está enviándote mensajes?

—No a mí. Todos los envía para ti —dijo mamá eventualmente.

Fruncí el ceño.

—¿A tu número?

Mamá suspiró.

—Cambiaste tu número dos veces en los últimos seis meses, Ashley.


Quería saber qué estabas haciendo. Hice que el técnico… mira, no importa.
Estoy recibiendo copias de lo que sea que te envíen, ¡y quiero saber por qué
estás recibiendo mensajes como éste!

—¿Qué estás qué?

El rostro de mamá permaneció imperturbable. Observó el teléfono y


comenzó a leer.

—“ODM1. Eres tan gorda y estúpida. Para de lanzarte sobre los chicos.
Todo el mundo te odia. ¿Por qué no sólo te mueres?”

Mortificación comenzó en mi cabello y siguió a través de cada nervio


para finalizar de esa manera en mis dedos de los pies. Mi teléfono sonó
varias veces durante el viaje a casa. No me había molestado en revisarlo.

—Mamá…

—“Guau guau. Ve a casa, perro”.

Tragué, pero no había terminado.

—“Oye, horrible. Si realmente quieres algo, puedes tener esto”. —Me


miró a través de los marcos de sus lentes—. Hay una fotografía adjunta del
pene de un chico. Al menos, pienso que eso es lo que es. No es el mejor

1 ODM: Oh Dios Mío.


fotógrafo. Y francamente, en un año o dos, se dará cuenta de que no tiene
nada de qué sentirse orgulloso.

Sabía que debería reírme. Estaba burlándose de lo que me habían


enviado. Pero no podía moverme, no podía respirar.

—¿Qué está sucediendo, Ashley? —La voz de mamá era helada.

—Yo… uh… es sólo una broma.

Una de sus cejas se alzó.

—¿Los adolescentes normalmente envían fotos de sus genitales entre


ellos? Pensaba que eso era sólo en una cita en línea especial.

Sacudí mi cabeza. Había una razón por la que había cambiado mi


número. Dos veces.

Mamá dejó el teléfono en la mesa y se sentó, masticando el interior de


su labio.

—Esto es tan decepcionante. ¡Tienes que aprender a defenderte por ti


misma, Ashley! Me refiero a que la vida no va a volverse más fácil cuando
salgas de la secundaria. ¿Sabes eso, no?

La parte trasera de mi garganta ardió.

Mamá agitó una mano.

—Nadie va a ofrecerte respeto. Tienes que ganarlo. ¡Exígelo! No puedes


caminar dentro de un cuarto de adolescentes mirando cómo pasan los
últimos años y esperando que ellos te admiren. —Hizo un gesto hacia mis
amplios pantalones—. Todo comienza con la manera en la que luces, les
dices a ellos lo que piensas de ti, luego actúa como si poseyeras el mundo.
Esa es la única manera de pasar esta vida sin ser un perdedor. ¿No quieres
gustarle a las personas?

Cerré mis ojos.

—Sí.

—¿Entonces por qué haces que estos chicos sientan que pueden hacer
esto? ¿Por qué no estás sobre el teléfono regresándoles lo que te dijeron? —
Señaló el teléfono y mi mandíbula cayó.
—¿Crees qué debería mandar mensajes insultantes a mis compañeros?

—A menos que quieras que ellos sigan haciendo esto. —Su expresión
no cambió.

La miré, incrédula.

—¿Piensas que yo quiero esto? —Enojada pasé a su lado hacia mi


habitación.

—¡Ashley, no he terminado!

—Bueno, yo sí.

Corrí hacia mi habitación y azoté la puerta con un satisfactorio golpe.


Saqué mi teléfono de la bolsa y lo lancé tan duro como pude. Pegó contra la
pared y cayó al piso, la pantalla un conjunto de grietas. Pero la tapa lo
detuvo de abrirse. Simplemente yacía sobre la alfombra, la luz verde
parpadeando para dejarme saber que más de mis compañeros se habían
tomado el tiempo de contactarme.

Miré alrededor a mi cama sin hacer, el vestidor blanco y el escritorio


que tenía desde que tenía doce, el decolorado papel tapiz amarillo que odiaba
y que había cubierto con mi arte y el de Matt tanto como había podido. Una
enorme pieza que había hecho el año pasado estaba sobre mi cama. Era una
pradera en perspectiva, paletas de césped de cristal claro en el primer plano
se desvanecían en una manta verde baja, borrosa en la distancia. Lo había
hecho para tratar de que mi cuarto luciera pacífico, porque esta habitación,
con la puerta cerrada, era el único espacio seguro.

Pero ellos siempre lograban arruinarlo de cualquier manera.

Apretando mis labios tomé el teléfono, saqué la tarjeta SIM y la estrujé


duro hasta que se rompió en dos piezas. Luego tomé mi bolsa de lápices y
el block de dibujo de la silla de mi escritorio. El arte era catártico, la única
manera de exorcizar mis demonios.

Usando crayones acrílicos, dibujé a Karyn dentro de la existencia de


una hoja de pesado papel sucio. Los colores fuertes y el efecto brillante le
quedaron perfectos. Su cabello se volvió más gris que el que yo había
querido, pero sus ojos eran perfectos, logré el efecto raspando el crayón de
cera con una hoja de afeitar.
Finn vino después, también en crayón. Descarté dos comienzos antes
de llegar al roedor como sus características principales. Hice sus labios
demasiado anchos en una mezcla de rojo y púrpura. Pero cuando trabajé
con sus pómulos y los ángulos de su cara, había demasiada oscuridad en el
papel, aun así el efecto era perfecto. Era tan sucio como cualquier cosa que
tocaba. Como en la vida real.

Mientras comenzaba la medianoche, traté de dibujar a Matt, con lápiz


esta vez. Pero era imposible hacerlo bien. Sus ojos parecían muertos, su
cara una copia plana de la cosa real. Así que dibujé las piezas de él en su
lugar: la manera en la que su hombro se juntaba con los músculos en la
base de su cuello. La manera en la que su cabello se movía en los lados
cuando lo tenía demasiado largo. Un perfil de su nariz, y un ojo cerrado, así
que no tenía que hacerlo bien. Pieza por pieza, las diferentes imágenes de
Matt vinieron a la vida en papel. Finalmente dibujé mi parte favorita de él:
sus manos. Las dibujé tensando el lápiz, los tendones en la parte de atrás
luciendo orgullo.

Cuando terminé, puse el lápiz a un lado. No pude resistirme a recorrer


con mis dedos las suaves líneas grises. Cerré mis ojos, imaginando que él
realmente estaba ahí, recordando cuando había apretado mi mano más
temprano esa noche. Como me había necesitado.

Hasta que Karyn apareció.

Con un agrio lloriqueo, arrugué el dibujo y lo lancé al piso. Me incliné


sobre el escritorio y puse mi cabeza en mis manos.

¿A quién estaba engañando? Matt nunca iba a enamorarse de mí.


Traducido por smile.8

Corregido por Bella’8

La cara de doc no tiene expresión. Cuando cierro mi boca, no se mueve


inmediatamente. Y cuando lo hace, es una simple inclinación de su cabeza,
como si estuviera escuchando algo que no puedo oír.

Después respira.

—¿Te ha confrontado tu madre sobre el móvil de nuevo? ¿O ha


mencionado los mensajes?

Sacudo mi cabeza.

—Un par de días después, dejó una nueva tarjeta para mi móvil con
una nota diciéndome que cambiara el número y no se lo diera a nadie
excepto a Matt.

—¿Lo hiciste?

—No. Era sólo otra manera para que la gente se burlara de mí, así que
dejé de utilizarlo por completo. Cerré todas mis cuentas de Internet,
también.

Sus cejas llegaron casi hasta la línea de su cabello.

—A los diecisiete años, ¿dejaste de utilizar el móvil y las redes sociales?

—¿Qué otra opción tenía?

Su incapacidad para conseguir una respuesta es satisfactoria. Pero


también mina mis defensas. Encuentro que de repente estoy desesperada
porque él me diga que esos mensajes eran horribles. Que me diga que soy
fuerte.

En cambios lo que dice es:


—Siento que esto te ocurriera.

Inclino un hombro. La quemazón en mis cicatrices me hace desear no


haberlo hecho.

—Ashley —dice tranquilamente—. Estoy aquí para ayudarte, sin


importar qué más pase. ¿Lo sabes verdad?

Son simples palabras, pero un pozo de emoción se eleva ante su


aparición. De repente me siento esperanzada y temerosa en la misma
respiración.

Sin importar el qué. ¿Lo dice en serio? Nadie me ha dicho esto antes.

Bueno, casi nadie.

•••
Después de hacer una bola mi dibujo de Matt, había planeado
cambiarme y simplemente ir a la cama. Pero cuando me aparté de mi libro
de bocetos, encontré a Yo Mayor en el espejo de cuerpo entero de la puerta
de mi armario. Vestía una pesada sudadera verde, abrochada hasta la
barbilla.

Me miró.

—Hola, Ashley. ¿Cómo es…?

—Sabías sobre Karyn —espeté, caminando con pasos pesados hasta mi


vestidor para sacar mi pijama.

Parpadeó.

—No era…

La corté golpeando un cajón.

—¿Sabías que Matt estaba saliendo con ella, o no?

—Pensaba que tal vez. —Frunció el ceño—. Pero las cosas… las cosas
son un poco diferentes para ti, así que no estaba segura…

—¿Cómo pudiste no habérmelo dicho? ¡Casi hice el ridículo!

Su cara estaba dolorida.


—Supongo que esperaba, por tu bien, que estuviese equivocada —dice
tranquilamente.

Me hundí en el suelo y dejé que las lágrimas llegaran.

—Parecía tan feliz con ella —dije entre mis manos.

—Ashley…

—No importa lo que haga, o lo que diga, él simplemente no me ve. No


de esa manera.

Yo Mayor suspiró, pero no respondió. El enfado quemó en mi pecho de


nuevo. ¿Cómo podía estar tan calmada con todo lo que estaba yendo mal?

—Ash, ¿no puedes ver que si él no se da cuenta de cuán maravillosa


eres, ese es su problema?

Rodé mis ojos.

—Suenas como un especial para después de la escuela.

Se encogió de hombros.

—¿Y?

—¿Y? —Apunté con un dedo hacia ella—. Y, que podrías haberme


ayudado, ¡si no a tenerlo para mí, al menos a no incrementar mis
esperanzas!

Parpadeó.

—Lo intenté. Pero no me escuchaste.

No por primera vez, desee que pudiera alcanzarla a través del estúpido
espejo y sacudirla.

—¡Si me hubieses dicho: “Ash, no te emociones, está saliendo con


Karyn”, te prometo que hubiera escuchado!

—No estaba segura…

—Intenta adivinar la próxima vez. Te daré un respiro si te equivocas,


¿bien? Si al menos no puedes darme una pista, ¿por qué siquiera estás
aquí?
Frunció el ceño.

—Estoy aquí para ayudarte.

—Claro.

—Ashley, no puedes echarle la culpa a Karyn, o a mí, o incluso a Matt


por esto. La gente hace lo que quiere. Aman a quien aman. Nadie más va a
cambiar eso. Es como con mamá, no puedes cambiar cómo es. Lo único que
puedes controlar es a ti misma. No puedes dejar que ella, o nadie más, se
meta bajo tu piel de esa manera.

—¿Estás bromeando? —Pasé mis manos a través de mi cabello—. Estoy


recibiendo mensajes que me dicen que me suicide. ¿Cómo puedo no dejar
que eso se meta bajo mi piel?

Yo Mayor puso su mano en el espejo, tan cerca como podía de tocarme.


Mantuvo su voz en un suspiro.

—Lo sé. Lo hago. Pero tienes que continuar. Simplemente tienes que
hacerlo. Si pasas a través de esto, se los mostrarás. Les mostrarás que no
te merecías esto.

Esas palabras… no te merecías esto…

Las probé. Quería creerlas, pero no podía.

Yo Mayor continuó hablando.

—Piensas que la forma en que esta gente te habla es el fin del mundo.
Pero te puedo decir, que no es lo que te pasa en la vida lo que te destroza.
Es lo que haces al respecto.

—Estás tratando de decir que es mi culpa que todo el mundo…

—No. —Yo Mayor levantó su mano para detenerme—. Estoy diciendo


que te han estado tirando mierda. Puedes seguir y probarles que se
equivocaban… enseñarles que no te merecías tener eso en primer lugar. O
puedes revolcarte en ello y pensar que te lo mereces, y empezar a actuar
como que lo haces.

—¿Es eso lo que hiciste?

Se inclinó más cerca.


—Ashley, si tuviera la oportunidad de volver atrás y vivirlo otra vez,
estar en tus zapatos, lo haría en un latido. Para aprender que yo no era lo
que ellos pensaban que era.

No podía apartar mi mirada de ella.

—¡Pero todo el resto del mundo piensa que soy yo! Incluso si me creyera
lo que dices, no cambiaría lo que ellos piensan.

—Mira, no hay nada que pueda decir que hará que esto sea más fácil.
—Pasó una mano por su cabello y pareció tan cansada como yo—.
Simplemente tienes que seguir. Porque… porque si tú crees que el problema
es suyo, no acabarás como yo, o mamá. Serás mejor. Más fuerte.

—No lo sé… —Me estaba diciendo que luchara. Y estaba tan cansada
de luchar.

Me dio una sonrisa acuosa.

—Es un camino duro para nosotras. Pero quizás puedes encontrar un


camino más fácil. Y si lo haces, dímelo.

La miré.

—¿En serio? Tú eres la que se supone que tiene todas las respuestas.

—Ash, te lo dije, nadie tiene todas las respuestas —dijo, frunciendo el


ceño—. Ni siquiera alguien que ya ha vivido los problemas.

—Pero debes saberlas.

—Algunas, Ash. Sé algunas.

—¡Pues dímelas! —gemí.

—¿Y llevarte por el mismo camino que yo tomé? No. Ni hablar. —


Sacudió su cabeza. Enfática.

Me tiré de nuevo en la cama y el olor a detergente se elevó del edredón.

—Cuál es la ventaja de tener a tu yo futuro, si tu yo futuro no te dice…

—¡Estoy aquí para ayudarte a hacerlo mejor! —espetó.

Me giré para mirarla.


—¡Pues hazlo!

—¡Lo estoy haciendo!

Las dos nos quedamos en silencio. Se sentó en la superficie del espejo,


jadeando visiblemente.

—No lo entiendes, Ashley. Simplemente no lo entiendes. Y no lo harás


hasta que estés en este lado de este estúpido cristal. —Señaló con su dedo
el espejo.

Tragué duramente.

—No creo que…

—¿Podrías escuchar, por una vez? ¡Por favor! —Tomó una lenta
respiración. Cuando volvió a hablar su voz era más suave—. De alguna
manera… de alguna manera estoy aquí. Y aunque no lo parezca, estoy
ayudando. Por lo que sé, es mi trabajo evitar que cometas los errores que yo
cometí. Todo lo que te digo, o no te digo, es para ayudarte a tomar mejores
decisiones de las que yo tomé a tu edad. —Se detuvo, mordiendo su labio—
. Cuando estés en mi situación, podrás tomar diferentes decisiones, si
quieres. Pero estoy haciendo lo mejor que puedo.

Odiaba esos recordatorios de que una vez había estado en este lado del
espejo. Ella sólo lo había admitido una vez anteriormente, que había tenido
una Yo Mayor cuando era una adolescente, también. Pero era reacia a
hablar sobre mi futuro, directamente rechazaba hablar sobre su propio
pasado. Aun con lo mucho que quería saber todo, parte de mí lo entendía.
Odiaría ser ella, teniendo que volver a contar… a revivir… los momentos más
humillantes de mi vida. Pero lo haría. Sabía que si algún día estaba en ese
lado del espejo, le contaría todo a mí yo más joven. Le advertiría acerca de
todo.

De repente, maldijo por lo bajo y su cara palideció.

—Me han escuchado. —Su voz cauta.

—¿Tus compañeras de habitación?

Asintió, parpadeando rápidamente.

—Lo siento, Ashley. Vamos a tener que terminar esto más tarde.
Un momento después, el único reflejo en el espejo era el mío.
Traducido por Selene y AnnaTheBrave

Corregido por Cat J. B

Doc escribe frenéticamente en su libreta mientras hablo. Detesto que


haga eso. Todos los terapeutas tienen una libreta y escriben cosas sobre mí
sin decirme qué están escribiendo. A veces fantaseo con leer sus páginas.
Pero luego pienso que probablemente no quiera saber su opinión.

Finalmente me mira.

—Tu otro yo estaba muy arraigado en tu vida, ¿no?

Por fin está hablando de ello. De ella. Si tan sólo pudiera entender a
dónde quiere llegar con esto.

—¿A qué se refiere?

—Es decir, hablabas con ella sobre todo, eras abierta.

Resoplo.

—Cuando me dejaba. No siempre nos veíamos cara a cara y a veces era


más fácil no hablar que seguir discutiendo. Es difícil escapar de tu propio
reflejo.

Doc asiente lentamente.

—¿Has sido siempre honesta con tu otro yo?

Si hubiera estado bebiendo algo en este momento, me hubiera salido


agua por la nariz. Me atraganto con mi propia saliva y tengo que contener
mis lágrimas.

—¿Qu… qué?

La cara de doc está en blanco, pero él no va a romper el contacto visual.


—Creo que escuchaste bien, Ashley. Quiero saber si siempre fuiste
honesta con tu otro yo o si alguna vez has mentido, exagerado o engañado.

Sigo parpadeando y esperando a que se me pase la impresión, toso un


poco.

—Um… no. Pero no siempre era honesta con los demás, por aquel
entonces. Había cosas que no quería compartir.

—¿Como qué?

—Como mis problemas.

Los labios de doc bajan y escribe otra vez.

—¿No quieres hablar de las cosas que te causan problemas? ¿Por qué
no?

Me esfuerzo para no rodar mis ojos, en vez de eso con un dedo saco un
hilito del brazo de la silla.

—La única persona con la que podía abrirme fue Matt. Si lo hubiera
hecho, él habría tratado de arreglarme.

—¿Y eso es un problema porque…?

—Porque no necesito ser arreglada.

Parece que va a discutir conmigo, pero me voy antes de que pueda


hablar.

•••
El lunes por la mañana esperé hasta el último segundo para salir de
mi casa, con la esperanza de que Matt me recogiera. No tenía ni idea de si
había intentado llamar, porque destrocé mi teléfono. Desde luego, no había
llamado a mi casa. Estaba lloviendo, pero mamá estaba durmiendo porque
era su día libre, y terminé llegando quince minutos tarde a la escuela bajo
una llovizna constante, maldiciendo porque mi cabello no era capaz de
decidir si era liso o no.

Para cuando crucé las puertas, no era la única que se veía como un
desastre. El pasillo principal estaba lleno de vapor y humedad. Había
huellas de agua y tierra en el piso, y el cabello de todos mojado por la lluvia
helada brillaba bajo las luces fluorescentes.

Era una de esas mañanas en las que simplemente no podía


concentrarme. En el segundo período de trigonometría, el Sr. Henderson se
paró frente a la clase con los mismos pantalones grises que siempre llevaba,
agitando su marcador en el aire. Mis compañeros de clase hablaban en voz
baja. Pero yo estaba teniendo problemas para prestar atención, solo podía
ver el rostro de Matt cuando miraba a Karyn.

Hasta que hubo un forcejeo en los asientos junto a mí y alguien susurró


un frenético:

—¡No!

Un trozo de papel doblado revoloteó sobre mi codo, aterrizando en mi


escritorio.

Miré alrededor. Brooke estaba dos escritorios más adelante, Terese


como siempre estaba detrás de ella. Brooke miró fijamente a Henderson,
moviendo la cabeza siguiendo su clase. Su cabello negro brillante caía en
ondas suaves bajo sus hombros, por supuesto sin friz. Sin embargo, sus
mejillas estaban tensas y sus labios se mantenían apretados. Terese tenía
su cabeza rubia metida dentro del libro de texto como si realmente
entendiera lo que decía el profesor.

Desdoblé lentamente el papel, preparándome para lo que vería y


obligándome a no reaccionar.

El papel era blanco con líneas azules, alguien lo había sacado de un


cuaderno. Lo habían doblado en cuatro y aplanado un par de veces.

Tenía garabateado en el borde superior Tutoría de Matemáticas.


Contuve la respiración y miré el resto.

Alguien había dibujado dos figuras con líneas rectas. A juzgar por el
cabello corto y la falta de cualquier característica distinguible, la primera
figura sentada en una silla era un hombre. El nombre del Sr.
Henderson estaba escrito sobre ella.

La segunda figura estaba arrodillada entre las rodillas de la primera


figura. Esta tenía una falda y el cabello desordenado dibujado con
rojo. Decía Ashley Watson, con una flecha que apuntaba hacia la cabeza de
la figura, que estaba inclinada sobre el regazo del “Sr. Henderson”.

Excelente. Malditamente maravilloso.

•••
Se corrió la voz rápidamente. Un par de condones aterrizaron sobre mi
escritorio durante el tercer período, acompañados de risas y notas como
“Tarea traviesa”. No les hice caso, y esperé para salir al final de la sala de
clases. No tenía sentido recibir más humillaciones. Una vez que los pasillos
estuvieron en silencio, entré en mi aislamiento virtual y me refugié en mi
creatividad. Cuando finalmente llegué a la sala de arte, la señora Driley me
dio una mirada significativa, pero no dijo nada. Estaba dando una clase. Su
favorita.

Matt alzó las cejas cuando me dejé caer en el asiento junto a él.
Evitando su mirada, saqué mi cuaderno y mis lápices, apoyé la cabeza en
una mano, y empecé a garabatear. En medio minuto, una figura encorvada
con una sonrisa maliciosa cobró vida sobre el papel.

Matt empujó mi brazo. Miré hacia arriba, y él tenía el ceño fruncido


como si deseara preguntarme algo.

Seguí dibujando. Pero sabía que él lo entendía.

Un minuto después, la mano de Matt, sosteniendo un lápiz, apareció


sobre la mía. La movió enérgicamente, con trazos seguros, nuestras manos
se deslizaron sobre el papel en un dúo que hizo doler mi corazón, porque
sabía lo que estaba dibujando. Su mano se curvó hacia arriba, por encima
y detrás de mi torturador sin nombre. Largos y exagerados trazos daban
forma a un aplanado cráneo angular, con alargadas orejas y grandes ojos
llenos de odio con pupilas verticales dilatadas.

Dientes y garras vinieron después, puntiagudos y ensangrentados.

El demonio gato saltó, capturando en una fracción de segundo al


agresor que lanzó al suelo para comérselo.

La primera vez que Matt me había dibujado al demonio gato, tenía


nueve años. Fue el día después de que mi padre me visitara. Había llegado
a la escuela esa mañana. En el recreo, me quedé en mi escritorio dibujando.
Mis dibujos eran inexpertos e irregulares, pero obviamente era la figura de
un hombre.

Matt apareció a mi lado.

—¿Quién es?

Dejé de dibujo, pero no levanté la vista.

—Mi padre —le dije.

—Se ve cruel —dijo Matt.

Solo asentí.

Sin decir una palabra, Matt cogió el lápiz y comenzó a dibujar. Al


principio quería detenerlo. Pero entonces vi que el cuerpo cambiaba y que
aparecían una cola larga, patas y garras.

Ese primer demonio gato devoró a mi padre, y a mi mal humor junto


con él. Desde entonces, se había abalanzado sobre los profesores que me
daban detenciones, sobre mi madre cuando era irracional, sobre Dex…

Ahora rodé los ojos, pero no pude ocultar mi sonrisa.

De repente, la señora D juntó sus manos.

—Quiero los dibujos para el próximo martes. Vengan a verme si tienen


alguna pregunta o si necesitan ayuda.

La tarea. Cierto. Probablemente debería haber estado prestando


atención.

A nuestro alrededor las sillas hacían ruido, las voces se elevaron, y la


señora D apareció cerca de mi mesa.

—Están bien, ustedes dos. —Vio el dibujo y sacudió la cabeza—. Tal


vez deberías tratar de utilizar tus poderes para el bien la próxima vez, Matt
—dijo en tono resignado.

Él le dio su mejor expresión inocente.

—Estábamos sólo…

La señora D levantó una mano.


—Quiero sus trabajos para la próxima clase. Encuentren una manera
de adaptar sus dibujos a la tarea. No tenemos tiempo que perder. De hecho,
¿qué piensan sobre venir los sábados durante el resto del semestre, si
pudiera tener cupo para ustedes?

Cerré la boca y miré a Matt, que estaba asintiendo.

La semana pasada, pasar todos los sábados con Matt habría sonado
como el paraíso. Ahora se sentía como caminar hacia la horca. Pero aunque
retrocediera ante ese pensamiento, sabía que si lograba entrar en la escuela
de arte —en cualquier escuela de arte— sería libre. No tenía que ser la mejor
escuela si eso significaba que podría salir de este agujero.

—Gracias —dije—. Suena genial.

Matt estuvo de acuerdo.

—Excelente —dijo la señora D—. Discutiré los detalles con ustedes el


viernes. Ahora vayan a trabajar.

Matt y yo tomamos nuestros block de bocetos y nos dirigimos a la sala


de caballetes, un pequeño rincón con un fregadero de acero para lavar
cepillos, una docena de taburetes apilados en un rincón, y caballetes que se
inclinaban en línea contra la pared. Una de las paredes estaba casi
completamente llena de ventanas, empapando el espacio de luz natural.

Matt se acomodó de inmediato, a la derecha en la parte delantera de la


sala, con su caballete inclinado para recoger la luz del sol. Siempre había
admirado la valentía de Matt. Cuando yo estaba empezando una pieza —y
por lo general haciéndola mal— no podía soportar la idea de que otra
persona me juzgara. Siempre mantenía los caballetes al fondo de la sala, de
preferencia en una esquina, así nadie podía ver lo que estaba haciendo.

Cuando terminé de sacar los materiales de mi casillero, Matt fijó la


mirada en mí.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿por qué?

—Has estado muy callada —dijo.


—No dormí bien. —Di vuelta a las páginas de mi cuaderno de bocetos.
La señora D había dejado una lista de proyectos con mi nombre garabateado
en la parte superior. Había tachado las piezas que ya había completado.

ASHLEY WATSON

Todas las obras deben demostrar un tema o materia común.


Usa libros para planificar. Guarda todos los bocetos y estudios,
incluso los trabajos no incluidos en el portafolio final. Fecha y
firma en cada página.

Los créditos adicionales para trabajos externos a estos


requisitos sólo se considerarán una vez que todos los elementos
requeridos estén completos.

Cada portafolio debe incluir:

-Naturaleza muerta.

-Autorretrato.

-La reproducción de un artista clásico.

-Una obra multimedia.

-El uso del impresionismo.

-El uso del realismo.

-El uso del cubismo.

-Díptico: un panel con el estilo que el artista escoja, segundo


para reproducir la primera en abstracto.

-Otros tres trabajos en el tema, que demuestren la gama de


la artista.

La señora D quería que empezara el autorretrato. Hasta el momento lo


había intentado dos veces y odiaba tanto ambos intentos que había pintado
sobre ellos. Ella ya estaba presionándome para que intentara de nuevo. Pero
con el estado de ánimo que tenía, iba a terminar pintando a un animal
atropellado y llamarlo Mi vida. Tenía una idea para el díptico, una obra en
dos paneles. Pero tenía que tomar una decisión final sobre cuál sería la
imagen que usaría.

Una mano aplastó la página que había estado a punto de girar.

—Me gusta ese.

Matt se inclinó sobre mí, sosteniendo la página. Podía sentir el calor de


su pecho en la parte de atrás de mi cuello. Un rubor inundó mi cara, así que
fingí examinar el papel.

Era un boceto de planificación para un autorretrato. En el primer plano


me había dibujado de espaldas, de los hombros hacia arriba, mirando a un
espejo. En el reflejo, cruzaba los brazos. La vieja yo estaba detrás de mí con
una media sonrisa. Mamá estaba encorvada más al fondo, con el ceño
fruncido.

Me encogí. Mamá me había atrapado dibujando un par de meses


atrás y se había asustado. Tuve un gran discurso sobre la forma en que
pensaba que había “terminado esa fase”. Peleamos por si era o no mental,
pero nunca hablamos de nuevo sobre eso. ¿Por qué lo había dejado en mi
libro?

—Em, es solo algo con lo que estuve jugando.

Matt se enderezó, sus dedos rozaron mi hombro.

—Se ve increíble, como si estuvieras viéndote a medida que envejeces,


¿verdad? Este último hace que te parezcas a tu madre. —Se rió entre
dientes.

Forcé una sonrisa, asentí, y volteé la página, rogando que no se diera


cuenta de mi mano temblorosa.

Hundió las manos en los bolsillos y tragó de forma audible.

—¿Estás molesta por lo de Karyn?

Miré hacia arriba. Sonrió, pero no llegó a sus ojos.

Sí.
—No. Sólo estoy tratando de averiguar qué pintura debo hacer a
continuación.

Una de sus cejas se levantó con marcado escepticismo, pero me hice la


tonta.

—¿Qué?

Sacudió la cabeza.

—Hay algo que quiero hablar contigo.

¿De nuevo? Temía esas palabras saliendo de su boca.

—¿Sobre qué? —Abrí la cremallera de mi cartuchera, con el corazón


acelerado.

—He estado pensando —dijo cuidadosamente.

—Eso siempre es peligroso —murmuré.

Sonrió, pero negó con la cabeza.

—Ashley, creo que deberías pasar más tiempo conmigo y Karyn... y


todos los demás. Especialmente con Finn. Siento que todo el mundo se
aferra al pasado. Pero si sólo pasamos el rato juntos, sé que las cosas van a
estar bien otra vez. ¿Qué piensas?

Mis lápices cayeron al suelo. Me deslicé del taburete y me arrodillé para


recogerlos, con las rodillas temblando.

—Creo que eso es lo más estúpido que has dicho alguna vez —dije,
poniendo los lápices de nuevo en la cartuchera.

—Escúchame. —Matt se inclinó para ayudarme—. Si les damos la


oportunidad de hablar contigo, cuando no te sientas presionada, cuando
estás relajada, se darán cuenta de que les gustas. Eres mucho más
interesante que la mayoría de las chicas con las que salimos.

Excepto Karyn, al parecer. La ira burbujeó en mi pecho. Me mordí el


labio para evitar soltar el comentario.

—No va a funcionar.
—Claro que funcionará —dijo con esperanza, ambos ya de pie—. Finn
hará una fiesta en su casa el viernes. Deberías venir.

¿Fiesta en casa de Finn? Claro. Por supuesto.

—¿Y? —dijo Matt, acercándose, con una mano enganchada alrededor


de la parte superior de mi caballete.

—¿Y qué?

—Vamos, Ash. Estoy tratando de ayudarte.

—Bueno, no lo hagas. —No podía ocultar la ira en mi voz.

—¿Por qué no? —La confusión empañó sus facciones.

Tomé mi libro y lo arrojé sobre mi bolsa, incapaz de creer que fuera tan
idiota.

—Le dices a tus amigos que hablen conmigo, y mientras estés allí lo
harán. Pero en cuanto te des la vuelta, van a estar rodando los ojos, a mí y
a ti.

Matt se me quedó mirando.

—Te estoy diciendo que estás equivocada. Y Karyn está de acuerdo


conmigo.

Casi le arrojé los lápices.

—Bueno, está claro que he juzgado mal la situación. Creo que debería
pensar en ello, entonces —dije mordazmente.

—Eso es todo lo que pido. —Matt se iluminó, el sarcasmo,


aparentemente, fue imperceptible para él—. Siempre estás quejándote de
que tu vida es aburrida, así que ven a pasar el rato. Van a conocerte, y tú
puedes... no sé, hacer más amigos, o algo. Vamos a llegar a pasar más
tiempo juntos…

Su inconsciencia era asombrosa.

—Ash, por favor. Creo… las cosas con Karyn van muy bien. Sería
increíble si todos pudiéramos pasar el rato. Y los otros chicos están con
nosotros todo el tiempo. Así que, inténtalo. ¿Por mí?
Su cara estaba tan cerca que pude haber besado sus labios suaves,
anchos y pasar mis manos por su cabello. En su lugar, vi a Karyn hacer
esas cosas y a Matt, con los ojos cerrados y sonriendo encantado de que ella
lo hiciera.

Me volví hacia mi lienzo, y por primera vez en mi vida, le dije a Matt lo


que no quería oír.

—No.
Traducido por HeythereDelilah1007

Corregido por Cat J. B

Doc me mira como un gato miraría a un gorrión.

—¿Por qué no aceptar la ayuda de Matt? —me pregunta


cuidadosamente.

—¿No me escuchó? Eso habría empeorado las cosas. Y no quería ser


un caso de caridad. No quería convertir a Matt en un blanco, que es lo que
habría pasado.

—¿Cómo es eso?

Cruzo mis piernas y me pregunto cómo explicarlo.

—Claramente usted nunca ha sido intimidado de esa manera.

—Asumamos que no.

Correcto.

—Bueno, es el infierno, ¿de acuerdo? Y no es solo el infierno para ti, es


el infierno para cualquiera que sea lo suficientemente valiente para admitir
que no te odia. Perdí a casi todos los amigos que tenía en el curso de una
semana cuando tenía trece, no porque lo que hubiera hecho fuera tan
terrible, sino porque las personas de las que todo el mundo quería ser amigo
decidieron que yo era horrible, e iban a crucificar a cualquiera que no
estuviera de acuerdo. Así que claro, Brooke y Terese se alejaron porque
estaban enojadas. ¿Pero todas las otras chicas? Primero, daban la vuelta en
los pasillos para evitarme, luego se unieron a los susurros en clase, porque
si no lo hacían, Brooke, Terese, Finn y Eli, las iban a hacer trizas casi tan
terriblemente como lo hicieron conmigo.

Cuando dejo de hablar, me doy cuenta de que estoy respirando


demasiado rápido. Hago una pausa y recupero el control.
Doc espera, con su mano descansando sobre su cuaderno.

—¿Pero Matt siguió siendo amigo tuyo? ¿Por qué no se pusieron en


contra de él antes?

—Una cosa era que Matt pasara el tiempo conmigo por su cuenta —le
explico—. Llevarme dentro del grupo fue una completa equivocación.

—¿Por qué? —pregunta doc.

—Solo confíe en mí —digo en voz baja—. Al final, aprendí que era mejor
proteger a la gente que me rodeaba de cualquier tormenta en la que yo
estuviera. Los estudiantes de preparatoria realmente no aprecian ser
arrastrados a la lepra social por pedirte prestado un lápiz. Y cuando llega la
hora de la verdad, la mayoría de los chicos te van a dar la espalda para
salvarse a sí mismos.

Él se toma un momento para digerir esto.

—Entonces, no querías aceptar la ayuda de Matt por si acaso sus


amigos se ponían en su contra. En vez de eso, ¿qué hiciste?

—En vez de eso planeé quedarme con un perfil bajo. Evitar a esas
personas todo lo posible.

—¿Y funcionó? —pregunta.

Dejo caer mi cabeza hacia atrás y miro fijamente a los azulejos del
techo.

—No.

Puedo escucharlo revolviendo papeles, pero no bajo la mirada.

—¿Por qué no?

Froto mi cara. Recordarlo hace que mi piel se sienta muy apretada.

—Todo regresa a esa maldita carta —murmuro.

•••
Pensé que Matt olvidaría la conversación sobre volverme cercana a sus
amigos, pero me equivoqué. Me acosó toda la semana pidiéndome que lo
acompañara a él y a Karyn a la habitación de descanso. Para el viernes,
estaba a punto de ponerme a gritar. Así que en el descanso de esa mañana,
en vez de dirigirme a mi casillero y a la discusión inevitable con él, di la
vuelta por el corredor y empujé la puerta del patio trasero.

La biblioteca era un edificio antiguo y enorme, completamente separado


del edificio principal de la escuela. Difícilmente alguien iba ahí, y ese viernes,
estaba vacía. Era un día hermoso después de casi una semana entera de
lluvia, incluso los nerds estaban afuera.

Escaleras arriba había menos ventanas y muchas más estanterías. Me


escondí en mi sección favorita, la que tenía todos los comentadores
históricos, donde los libros tenían viejos lomos de cuero color dorado, con
litografías vintage. Acababa de abrir la mochila para sacar mi cuaderno
cuando escuché una risita.

Sonaban pisadas ligeras contra la alfombra, que venían desde las


escaleras.

Más risitas.

—Shhhhhh…

Un momento después, Karyn quedó parcialmente a la vista.

Tenía su espalda hacia mí y estaba medio escondida por una estantería


que llegaba hasta el techo. Una larga mano cubría su cintura y me congelé.
Karyn se puso de puntillas para besarlo e hizo un ruidito que casi me hace
devolver todo lo que había comido en la semana.

Estaba viendo a Matt y Karyn besarse.

Mi corazón galopó contra mis costillas. No podía respirar. Pero cuando


Karyn haló a Matt más cerca, me di cuenta de que no era Matt en absoluto.

Era Finn.

Jadeé audiblemente, y ambos se separaron como bandas de goma bajo


tensión. Se giraron a mirarme, el horror inundaba sus rostros.

Extrañamente, recordé el momento en que papá entró cuando mi


mamá y yo estábamos… de cierta manera, era genial, porque ya no tendría
que preocuparme nunca más porque ellos pelearan, o porque mi mamá me
culpara por los cambios de humor de él. Pero también estaba el sentimiento
enfermizo de saber que algo estaba mal y que nunca se arreglaría con
facilidad.

Finn estaba casi vibrante de rabia.

—Tú, estúpida p…

—De hecho, estoy bastante segura de que soy la persona más


inteligente en esta habitación —dije—. Si me estuviera besando con la novia
de mi mejor amigo, lo haría en la privacidad de mi propia casa.

Mientras Karyn me miraba en sobresaltado silencio, Finn caminó hacia


adelante, y agarró mi codo.

—Si dices una sola palabra…

Mi corazón martilló contra mis costillas, pero había una calma que vino
con la seguridad de que, por primera vez, yo estaba ganando.

—Suel.ta.me.

No se movió. Por el lapso de tres respiraciones, solo nos quedamos ahí,


clavados en nuestros sitios. Había un tipo extraño de honestidad en ese
momento. Se sentía genial. Seguro. Solido. No me importaba si Finn
finalmente se dejaba ir y me golpeaba hasta la inconsciencia, igualmente
iba a decirle a Matt que su novia lo estaba engañando con su segundo mejor
amigo.

Pero luego, las esquinas de los labios de Finn se torcieron hacia arriba.
Sus hombros se relajaron, y sus dedos dejaron ir mi brazo.

—Adelante, hazlo.

Karyn dejó salir un llanto estrangulado.

Sonreí.

—Lo haré.

—Nunca te creerá —dijo Finn.

—¿Quieres apostar? —Alcancé la correa de mi mochila desde donde


estaba desparramada en el suelo.
—Claro. Pero ten en mente, que si le dices, le voy a mostrar esto. —
Levanté la mirada mientras Finn sacaba algo de su mochila: un pedazo de
papel blanco de lino, doblado en un rectángulo. Con el nombre Matt escrito
en él.

Era mi caligrafía.

Mi bolso cayendo en el estacionamiento un viernes en la noche. Finn


arrodillándose para “ayudar”…

Jadeé y agarré la nota, pero Finn me la arrebató con facilidad. La


sostuvo sobre su cabeza, muy lejos de mi alcance. Karyn se movió para
pararse detrás de él. Pero sus ojos estaban amplios y tenía las manos tan
apretadas que sus nudillos se habían vuelto blancos.

—Finn… por favor… —Sabía que sonaba lastimero, pero no me


importaba. Si Matt llegaba a ver eso… Si alguien llegaba a ver eso alguna
vez…

Él chasqueó la lengua.

—Tsk, tsk, C. Tú tiraste tu hermosa carta por ahí, donde cualquiera


podría encontrarla.

—¿Quién más la ha visto? —le exigí, mi voz temblando.

—Solo Karyn. Por ahora.

Miré hacia ella. Tenía el rostro pálido, pero el fantasma de una sonrisa
jugaba en sus labios.

—Sabes, es divertido. Pensé en solo mandarla por e-mail, para que así
todo el mundo supiera lo enferma que estabas de la cabeza. Me alegra
haberla guardado para los tiempos difíciles. —Finn caminó directo hacia mí
entonces, se inclinó para que así pudiera oler la hierbabuena en su aliento—
. Tu cara fea y tú ya arruinaron mi vida una vez. No voy a dejar que lo hagas
otra vez. Dile una palabra a Matt, y él va a encontrar esto en su casillero.

Parpadeé.

—Pero… Pero tú podrías hacerlo de todas maneras.

—Supongo que ese es un riesgo que vas a tener que tomar —chasqueó.
Sentí como si me rompieran en dos. Matt tenía que saber sobre esto.
Pero si esa carta salía a la luz, mi vida estaba acabada.

Tenía que recuperarla. Sin importar qué.

Finn metió la carta en su mochila.

—Algo para tener en mente. —Me dio un guiño y se dio la vuelta,


llevándose a Karyn con él. No miró hacia atrás, pero Karyn me lanzó una
mirada por encima del hombro, con una mezcla de rabia y malestar en su
rostro.

Debería haber dicho algo. Debería haberles dicho lo que pensaba de


ambos. Pero en vez de eso, me quedé pegada en el sitio en el que debería
haber sido el punto de inflexión, el lugar en el que todos —en el que Matt—
debería haber descubierto la verdad sobre quiénes eran realmente Finn y
Karyn. Así que, ¿por qué era yo a la que dejaron mirando al piso, deseando
haber hecho las cosas de manera diferente?
Traducido por Raeleen P.

Corregido por Cat J. B

Doc frunce el ceño y hace otra anotación en su libreta, luego me mira


desde detrás de esos lentes sospechosamente limpios.

—¿Qué? —digo, más brusco de lo que planeaba.

Mira sus anotaciones y luego a mí.

—¿Pensaste en decirle a Matt lo de la carta?

Toso para disfrazar una risa.

—No.

—¿Por qué no?

Espero que la expresión en mi rostro exprese incredulidad.

—Porque esto no es una película, doc. En la vida real, cuando un chico


de diecisiete recibe una carta de amor de su mejor amiga, no decide de la
nada que también la ama. Sino que sale corriendo.

—Posiblemente —concuerda doc—. O tal vez aprenda algo de quiénes


son sus verdaderos amigos.

Como sea.

—Y el no decirle… ¿mejoró las cosas?

Me cruzo de brazos, mis cicatrices me queman debajo de mi sudadera.

Sin embargo, como siempre, las cosas empeoraron.

•••
Me las arreglé para evitar a Matt en arte ese día, pero me siguió a mi
casillero en el receso. Me tensé, preocupada de que la verdad se me notara
en la cara. Me había pasado lo que quedaba de nuestro receso en un
cubículo para minusválidos en el baño, llamando a Yo Mayor, desesperada
por preguntarle qué debería hacer. Pero nunca llegó.

Matt se recargó contra el casillero a mi lado y ni siquiera saludó.

—Sin excusas, Ash. Vendrás a la sala de juegos con nosotros.

—No —dije lo suficientemente fuerte como para que varias cabezas


giraran—. ¿Estás loco?

—¿No confías en mí, Ash? —preguntó, suavemente.

Agachó su cabeza así nuestras narices estaban casi a la misma altura.


Sus brillantes ojos azules quedaron fijos en los míos, y mi corazón se
hundió. Él confiaba en mí. Y yo guardaba un secreto que lo lastimaba. Mi
resolución de conseguir la carta antes de contárselo se vino abajo. No
importaba si leía mi carta o creía que le mentía sobre el engaño de su novia,
de todas formas me iba a odiar. Tal vez lo mejor fuera decirle la verdad y
pagar las consecuencias. Al menos de esa forma Finn y Karyn también
pagarían, ¿no?

—Escucha, Matt… —empecé. Pero antes de que pudiera decir otra


cosa, la cochinita plateada llegó y se tiró a sus brazos.

—¡Aquí están! —gritó—. ¿De qué hablan? —Su voz era alegre, pero me
echaba miradas recelosas.

—Hola, nena. —El tono gentil de Matt, combinado con la forma en que
la abrazó, le aseguró que yo no le había contado. Su rostro se iluminó y Matt
tomó su mano cuando comenzamos a caminar por el pasillo. Se aferró de su
mano como si fuera un salvavidas—. Ashley empezará a ir con nosotros a la
sala de juegos —le dijo, como si ella fuera a alegrarse por esto.

—Nunca dije eso —murmuré, al tiempo que dejábamos el ala de Inglés


y llegábamos al pasillo principal.

—No la obligues a hacer algo que odiará, Matt —dijo Karyn,


casualmente—. Yo tampoco querría ir a un lugar donde no me quisieran.
No te culpo, Ashley.
Oh, no dijiste eso.

Que empiece el juego.

—Bueno, tal vez vaya a intentarlo. —Le eché una mirada a Karyn—.
Una vez.

—¿Sí? ¡Genial!. —Matt chocó los cinco conmigo. Karyn se tensó y tuvo
que poner buena cara cuando él se volvió a mirarla—. ¿Qué te hizo cambiar
de parecer?

Me encogí de hombros.

—Hace poco tuve una revelación que me hizo repensar todo.

—¿Y cuál fue? —Matt se veía genuinamente interesado. Karyn me miró


fijamente.

Y yo a ella.

—Nada interesante. Supongo que me di cuenta de que nadie es mejor


que yo, ¿sabes? ¿Por qué debería dejarlos ganar? Siento como que si lo hago,
los estoy ayudando a, bueno, engañar.

Matt frunció el ceño y Karyn se mordió el interior de la mejilla.

—Las reglas del juego de la vida —añadí.

Matt lucía confundido.

—Karyn me entiende —le dije, señalándola.

—¿Ustedes han hablado? —Miró a Karyn, con una sonrisa esperanzada


que me hizo amarlo y querer golpearlo en las bolas al mismo tiempo.

Después de un segundo, ella respondió.

—Solo un minuto. —Luego pestañeó de forma encantadora. De todos


los tonos existentes, su voz sonaba humilde.

Yo echaba humo. ¿Cómo es que hacía eso?

Cuando llegamos a la sala de recreación, sonó el celular de Matt, con


la entrada de She’s So Honey. Yo era la única persona que sabía que ese era
el tono para su mamá. Había admitido una vez que lo avergonzaba que lo
llamara después de cada práctica, así que le puso ese tono para que el
equipo pensara que era una chica.

—Tengo que contestar —dijo, sin sonreír. Noté que no le dijo a Karyn
quién era—. Ustedes entren. Voy en un segundo.

Abrí la boca para decirle que lo esperaba, pero ya se había girado y se


alejaba por el pasillo.

Karyn me miró, expectante.

—¿Y bien? ¿Vas a entrar? —Su media sonrisa me dijo que no creía que
fuera a hacerlo sin Matt. Y definitivamente no quería. Sin embargo, la
pequeña plática con Karyn me había dejado con ganas de más tortura. Tal
vez también tendría oportunidad de asustar a Finn.

—Después de ti —dije.

—Oh no, insisto. —Se hizo a un lado para dejarme el camino libre hacia
la puerta y se cruzó de brazos.

Respiré profundamente y giré la perilla.

Solo había estado en la sala de recreación dos veces. La alfombra estaba


desgastada y los muebles descoloridos parecían como si los inicios de los
noventas se hubiesen emborrachado y los hubiesen vomitado. Y como que
también olían a vomito. Las paredes azules se había desteñido hasta casi
verse grises detrás de un largo espejo y varios posters motivacionales; de los
cuales, la mayoría habían sido alterados. Mi favorito: “¡DI NO A MORIR EN
LA CARRETERA! NO ENTRES A UN CARRO SI EL CONDUCTOR VA
TOMADO”. Debajo, alguien había escrito Toma una pastilla y mejor vete
volando.

Cam O’Neal, el central de basquetbol, estaba acostado en un puf, sus


largas piernas estiradas por el piso. Brooke y Terese estaban en un sofá de
dos plazas y en medio estaba Eli, jugando con su collar de la suerte. Karyn
caminó directa a un largo sillón y se sentó junto a Finn, luego me miró
directamente.

Tenía coraje, se lo concedía.

—Toma una foto, C —se burló Finn.


Me sonrojé. Era muy consciente de que el volumen en la habitación
había disminuido. Brooke intercambió una mirada de confusión con Karyn,
quien puso los ojos en blanco. Caminé hacia una silla desocupada. El viejo
plástico estaba cuarteado y parecía que podría venirse abajo si te sentabas
muy rápido, pero estaba un poco distanciado, cerca de una mesita y un
revistero. Perfecto. Me senté en la vieja silla y saqué un plátano medio café,
y la conversación a mi alrededor volvió a elevarse.

—…debiste estar ahí, hombre, era una cosa hermosa.

—…y luego dijo, ¡no me lo vas a creer!, ¡dijo que yo era la que necesitaba
estar a dieta!

—…McPherson va a matarme. Ya me había dado más tiempo…

—…es como si estuviera practicando. —Esa era la voz de Karyn.

Me detuve a media mordida.

—Sí, o haciendo propaganda. —Finn se rió.

Me encontré con la mirada de Finn. Luego mordí el plátano, fuerte.

Finn hizo una mueca de dolor y se agarró la entrepierna.

—Oh, mala idea, C. Nadie quiere a tus dientes involucrados.

Escuché varias risas de los que estaban sentados cerca.

—Deberías haberle dicho eso a la chica que te hizo la circuncisión, Finn


—contraataqué.

Un coro de “Uuhh” se escuchó en la habitación, junto con risas


burlonas. Finn puso su brazo sobre el respaldo del sillón, detrás de Karyn,
y parecía que iba a decir otra cosa. Pero entonces, Matt entró y se dejó caer
en el asiento junto a Karyn, aun viendo su celular. Puso su brazo detrás de
los hombros de ella, justo cuando Finn quitaba el suyo.

Karyn se acercó tanto que prácticamente estaba en el regazo de Matt.


El plátano se volvió aserrín en mi boca.

Matt se inclinó hacia adelante.

—Entonces, Finn, ¿sí se va a hacer lo de esta noche?


—Síp —asintió Finn—. Mis padres se fueron esta mañana. Keg va a
llegar a las siete.

—También vienes, ¿no, Ashley? —dijo Matt.

Karyn inhaló audiblemente. Finn volteó a ver a Matt. Matt le regresó la


mirada, su rostro serio.

—¿En casa de Finn? —dije, mi voz se hacía más aguda. Matt asintió—
. No creo…

—¿No creen que debería venir, chicos? ¿Karyn? —preguntó Matt.

—Sí, Ashley —dijo Karyn, apretando los dientes—. Claro que deberías
venir.

Finn la miró como si le hubiese salido una tercera cabeza.

—Um… —Estaba a punto de decir que ni loca, cuando se me ocurrió


algo: esta podría ser la oportunidad perfecta para recuperar la carta. Las
fiestas de Finn eran famosas. Seguro que, en esa clase de caos, podría tener
cinco minutos para buscar en su habitación.

—Está bien. ¡Me convencieron! —dije, alegremente. Y a pesar del


retortijón de miedo, era gracioso ver a toda la habitación quedarse en
silencio.

Por Dios, gente. Soy impopular. No una forma de vida alienígena.

Finn volvió a recargarse en su asiento. Los músculos en su mandíbula


se movían como arterias sobrecargadas. Su mentón estaba hacia afuera y
me observaba de tal forma que me puso los pelos de punta.

Matt sonrió.

—Genial. Podemos darte un aventón. ¿Verdad, Kar? —Matt le dio un


codazo.

—¡Claro! —Parecía como si estuviera diciendo una grosería.

—Está bien —dije.

—Excelente —murmuró Finn.


Sonó la campana y todos se levantaron. Brooke pisó mi mochila cuando
caminaba hacia la puerta. Claro.

—Lo siento —canturreó sin mirar atrás. Matt y Karyn se fueron juntos,
de la mano. Finn los seguía detrás. Dejé que pasaran Eli y Cam, luego me
puse mi mochila sobre el hombro y me preparé para entrar al caos del
pasillo.

—¿Quieres morir? ¿La casa de Finn?

La voz fue tan inesperada que al principio pensé que alguien más
estaba en la habitación conmigo. Pero cuando me giré, vi a Yo Mayor en el
espejo detrás del sillón, mirándome como si hubiese decidido encurtir niños.
Su rostro estaba pálido, y tenía ojeras.

Miré alrededor para asegurarme de que estaba sola, entonces susurré:

—Matt estará allí. No pasará nada.

Su expresión me decía otra cosa, pero no le di oportunidad de


responder. Me fui del cuarto, sonriendo.

Ella tenía razón. Era todo un riesgo. Esto podría terminar muy, muy
mal.

O, por una vez, podría ganar.


Traducido por Diana de Loera y Ximena Vergara

Corregido por Cat J. B

—Si to Yo Mayor te dijo que no fueras a la fiesta, ¿por qué no le hiciste


caso? —pregunta doc, sin levantar la mirada de sus notas.

Obvio.

—Tenía que recuperar la carta. No podía dejar que Finn la usara para
poner a Matt en mi contra.

—Aun así, tu Yo mayor…

—No siempre era lo que yo llamaría comunicativa —murmuré.

Doc inclinó la cabeza.

—Pero, entonces, ¿no habría tenido más sentido escuchar su consejo?

¿Cómo puedo responder eso sin revelar demasiado?

—Aquí está el asunto, doc. Si mi vida, mi situación, me ha enseñado


algo, es que no importa quién está dando el consejo, o incluso qué consejo
dan. Lo que importa es qué tanto confías en ellos.

Las cejas del doc se fruncen.

—¿No confiabas en tu otro yo?

Me burlé.

—Más como que mi otro yo no confiaba en mí.

—Interesante.

Durante un momento el único sonido en la habitación es la pluma


rodando sobre el papel. Pero luego la deja caer y levanta la mirada, como si
algo se le acabara de ocurrir.
Me observa hasta que empiezo a preguntarme si he arruinado todo.

—Entonces, dado todo lo que ha pasado, y sabiendo todo lo que sabes


ahora, si pudieras regresar a ese día, ¿qué hubieras hecho diferente?

Me siento, en silencio.

¿Qué hubiera hecho? Eso es fácil: no hubiera ido.

•••
Finn vivía justo fuera de la ciudad, en una imponente estructura de
piedra con aleros puntiagudos que siempre me habían hecho sentir pequeña
y desarreglada. Foquitos de colores salpicaban la oscuridad, entrelazados a
través de árboles y arbustos delineando la casa. La puerta principal estaba
totalmente abierta, y el golpeteo del bajo y el barboteo de voces iban a la
deriva por la luz grisácea del anochecer.

Matt se estacionó en el césped justo frente a la puerta. Corrió para abrir


ambas puertas, la de Karyn y la mía al mismo tiempo. Pero fue la mano de
Karyn la que tomó para caminar hacia la casa. A regañadientes los seguí,
sintiéndome como el cachorro que Eli me había acusado de ser.

Estar dentro de la casa al mismo tiempo familiar y extraña de Finn me


llevó de vuelta a cuando tenía doce, cuando Matt, Finn, y yo pasábamos el
rato juntos. La entrada todavía olía como las velas de canela favoritas de la
señora Patton, y había una foto enmarcada de Finn en la pared con una fina
grieta en el vidrio; los chicos la habían tirado una vez cuando estaban
peleando. Pero algunas cosas habían cambiado, también… como las
escaleras. Ahora eran de madera, y los muros de la sala de estar eran de
azul claro.

—Matt, ¡tienes que venir a ver esto! —gritó Eli, que usaba su collar de
la suerte sobre una camiseta gris. Les señaló la sala a Matt y Karyn con un
ademán, donde la música retumbaba y varios compañeros de equipo de Matt
estaban de pie apiñados alrededor de un teléfono, sin duda viendo a alguien
haciendo el tonto en YouTube. Enfrente de la sala de estar había una cocina
estilo rústico, donde Finn estaba parado jugando con un barril de cerveza.
Layla Jameson y Caitlin Grace estaban paradas a ambos lados de él, con
vasos de chupito en mano, tocando sus brazos y riendo de todo lo que decía.

Luego Finn levantó la mirada, me vio, y con burla dijo:


—Hola, C.

Layla sonrió y sacó su teléfono. Ella era el paparazzi no oficial de la


clase. Sin duda mi cara acababa de aparecer en toda red social conocida por
el hombre, con el hashtag #PerdedoraDeÚltimoMinuto.

Los pasé, ya sintiéndome frágil y cuestionando la sabiduría de este


plan. ¿Cómo iba a sobrevivir lo suficiente esta noche para encontrar la
carta?

De repente, hubo una mano en mi hombro. Me di la vuelta, lista para


luchar, pero me encontré encarando a Samuel Oster, un desgravado de
primer año con cabello rizado y una sonrisa dulce. Había sido un marginado
en secundaria, cuando yo no lo era. Pero había tenido su estirón antes del
primer año de preparatoria, y ahora, a pesar de todavía podía verse como
un potro que no se había adaptado a sus patas, era parte del equipo de
fútbol.

Me miraba con una sonrisa precavida.

—Puedo conseguirte una bebida cuando esté ahí, si quieres. —Inclinó


la cabeza hacia el barril.

—Oh, no necesito… —Un gran estallido de carcajadas de donde Finn


estaba parado me sorprendió. Me sacudí para mirar. Para el momento en
que di la vuelta, Sam ya se estaba alejando.

—Lo siento, Sam. Yo solo…

—No te preocupes. —Se encaminó hacia sus compañeros de equipo.


Uno de ellos dijo algo que lo hizo sonreír. Me quedé mirando su espalda,
preguntándome si debería haber dicho gracias, o si era un afortunado
escape de alguien intentando ponerme una trampa. De nuevo. Había
aprendido a la mala en no confiar en ninguno de mis compañeros de clase
cuando eran agradables.

La voz de Yo Mayor se elevó desde un pequeño espejo que colgaba del


refrigerador.

—No frunzas el ceño así. Sam es dulce. Probablemente recuerda lo que


es estar en tu primera fiesta con esa gente. —Di un vistazo mientras ella
negaba con la cabeza.
—Me agarró con la guardia baja —dije, intentando no mover mis labios.

—Si vas a estar aquí —dijo—, deberías aprovechar al máximo a


cualquiera que esté siendo amigable. Solo es una idea.

Quería decirle que se guardara sus ideas, pero de repente Sam estuvo
enfrente de mí otra vez, con un vaso rojo en cada mano.

—Última oportunidad para coraje líquido —dijo.

Esta vez, le regresé la sonrisa y le agradecí, tomando el vaso que me


ofrecía.

Se encogió de hombros y tomó la mitad de su cerveza de un trago.

—Solo mantén un perfil bajo. Estarás bien. —Me palmeó en el hombro


y se dirigió de vuelta al barril antes de vagar por la sala de estar.

Sorbí con cuidado la cerveza. Sabía bien, y el burbujeo en mi pecho era


reconfortante.

—No es lo que quería decir —suspiró Yo Mayor desde el espejo. Pero la


ignoré.

Diez minutos después, habiendo drenado y rellenado mi vaso, me dirigí


a la sala de estar. La cerveza ya se estaba asentando en una tensa y no del
todo incómoda sensación en mi estómago y una sensación flotante en mi
cabeza. Mi miedo y ansiedad menguaban con cada sorbo.

—¿Dónde has estado, Ash? —preguntó Matt, viniendo hacia mí, su


brazo alrededor de los hombros de Karyn—. Desapareciste en el segundo en
que entramos aquí.

—Solo fui por una cerveza —dije, levantando mi vaso.

—Me vendría bien una de esas. ¿Quieres una bebida, Matt? —dijo
Karyn, saliendo de su agarre.

En ese momento, Finn nos empujó, chocando con mi brazo. La cerveza


se derramó sobre un lado de mi copa y directamente sobre mi pecho.

—¡Oh, mier…! —Salté hacia atrás, limpiándome frenéticamente el


pegajoso líquido de mi pecho.
—¿Borracho ya, amigo? —dijo Matt, tomando unas servilletas de una
mesa cercana y entregándomelas.

—¿Qué? ¡Oh, lo siento, Ashley! No te había visto. —Finn se puso a mi


derecha, con una amplia sonrisa en su rostro. Junto a él, Karyn hacia
esfuerzos para no reírse.

Lo fulminé con la mirada y sacudí mi camisa, pero fue inútil. Llevaba


una camiseta blanca debajo de un jersey con un profundo cuello en V. Mi
top blanco se había pegado a mi pecho y estaba mostrando mi sujetador a
través de la tela. Las cejas de Finn se levantaron cuando limpié mi suéter
otra vez. Incluso Matt bajó la mirada de mi cara a mi pecho.

—Puede que quieras que vean eso —dijo Finn, arrastrando las
palabras—. O no. Tal vez esta noche serás más popular de lo que creías.

—¡Finn! —gruñó Matt.

—¿Qué? Solo estoy bromeando.

—No es divertido, hombre —advirtió Matt.

—Vuelvo en un minuto —dije, frunciendo el ceño a Finn, que no estaba


haciendo ningún esfuerzo por ocultar su risa.

Al dar la vuelta para encontrar el cuarto de baño, vi a Matt empujar a


Finn a un lado. Finn ya no se reía. Pude sentirlo observándome hasta que
giré en la esquina.

Pasando entre la creciente multitud en el pasillo, ignorando las miradas


y las risas mientras caminaba, llegué a la escalera y subí. Había un gran
cuarto de baño con solo un par de puertas en la parte superior. La señora
Patton lo había reformado desde la última vez que yo había estado en la
casa. El baño tenía ahora dos lavabos, un espejo que se extendía por toda
la pared, y una ducha lo suficientemente grande como para albergar su
propia fiesta.

Cerré la puerta detrás de mí, tiré el suéter, y me volví hacia el espejo


para evaluar los daños. Mi top era un desastre. Parecía que se hubieran
hecho pis sobre el algodón blanco, mi sujetador de encaje blanco se
traslucía, de alguna manera me hacía ver más desnuda en lugar de menos.

De repente, Yo Mayor apareció junto a mí como un reflejo desaliñado.


—No puedo creer que estés aquí. ¿Has perdido por completo la razón?
—Se puso de pie junto al espejo, con los brazos cruzados bajo sus amplios
pechos, mirándome como si estuviese loca.

Le di una mirada significativa.

—Dímelo tú.

—Ashley… —empezó Yo Mayor. Pero el tono de su voz era suave. De


lástima—. Deberías ir a casa. Ahora.

Negué con la cabeza.

—No puedo.

Su ceño se profundizó.

—¿Por qué no? ¿Qué es lo no me estás diciendo?

—¡Nada! Es solo… —Como no podía decirle lo de la carta sin conseguir


un gran discurso, me conformé con la siguiente mejor verdad—. ¡Karyn lo
está engañando! No puedo dejar que se salga con la suya y fingir que no
pasa nada.

Se fijó en mi camisa empapada y negó con la cabeza con expresión


determinada.

—Solo cuéntale. No te expongas a ti misma a situaciones como ésta


ante la remota posibilidad de atraparla haciendo algo. No es que Karyn vaya
a empujar a Finn contra una pared cuando Matt esté en la sala.

—Lo sé… pero… —Las lágrimas quemaron en mi garganta. Me las


tragué, me aferré a la difusa calidez del alcohol que estaba empezando a
extenderse desde mi pecho hasta mis brazos y piernas.

Con un gruñido de frustración, alcé mi suéter del piso donde lo había


dejado caer. Pero cuando me lo puse, estaba abierto en la parte delantera,
ya que solo tenía un botón. Se veía parte de mi sujetador. Caminar como
pudiera por la casa manteniéndolo cerrado parecía ser una receta para el
desastre. Giré un poco la cabeza mientras hurgaba en los cajones que se
alineaban en la encimera, a continuación, hice a un lado algunos viejos
tubos de maquillaje. Había un pequeño pasador que podría utilizar para
mantener la parte delantera de mi suéter cerrada.
—¿A dónde vas? —preguntó Yo Mayor con urgencia.

—Cálmate. Ya me voy. —Pronto. Una vez que consiga la carta.

No había nadie en el pasillo fuera del baño. Música y voces flotaban por
las escaleras, pero hasta el momento todo el mundo estaba demasiado
sobrio para haberse escapado. Si tenía suerte, dispondría de una buena
media hora antes de que alguien comenzara a buscar privacidad.

Con una última mirada a las escaleras para asegurarme de que no


viniera nadie, recorrí el pasillo hasta la habitación de Finn. Su puerta estaba
cerrada, pero cuando probé el pomo éste giró.

Finn, obviamente, pensaba traer a alguien aquí arriba. Aparte de su


mochila en la silla de su escritorio, la habitación estaba impecable. Su
enorme cama estaba hecha prolijamente. Las cortinas estaban cerradas,
pero había una lámpara junto a la cama.

Cerré la puerta sin hacer ruido, después crucé la habitación hasta su


escritorio. Probé primero en su mochila, pero en la bolsa de cuero solo había
unos bolígrafos, su Tablet, y un par de libros. No había papeles sueltos en
absoluto. Haciendo todo lo posible para dejar todo como estaba, revolví el
largo cajón del medio de su escritorio. Estaba lleno de basura, bolígrafos,
lápices quebrados. Pero el segundo cajón de abajo a la derecha…

Tan pronto como lo abrí, supe que era mi mejor oportunidad. Estaba
lleno de correos electrónicos impresos, notas, tarjetas; obviamente, aquí
debían estar todas las chicas de su vida. Y a juzgar por los montones aquí,
debieron ser una gran cantidad de chicas en su vida. Saqué pilas de papel
y fotografías impresas, las di vuelta, en busca de cualquier cosa con mi letra.
Cuando había revisado la mayor parte de los contenidos del cajón, descubrí
la pequeña caja en la parte posterior.

No era algo muy importante, solo una vieja caja de cerillas, de gran
tamaño. Pero justo en la parte superior, sobre un montón de notas, estaba
mi carta. La saqué con un pequeño grito y estaba a punto de empujar la
caja al fondo y salir de allí, cuando me di cuenta de lo que había debajo de
ella. Era un post-it azul. Escrito en color rosa y con corazones en las íes,
decía:

sábado que viene a las 4 en nuestro lugar. M tiene práctica.


no llegues tarde.

Xoxo

Esto era de Karyn.

Pruebas.

Con el corazón acelerado, agarré el post-it y deslicé la caja de nuevo en


su lugar, luego, recogí los papeles revueltos, las pilas de sobres, las notas e
imágenes, y los puse de nuevo en el cajón, rogando que hubiera conseguido
dejarlos como estaban. Mis dedos se sentían un poco anestesiados cuando
el alcohol se filtró en mi torrente sanguíneo. Era más difícil de lo que debería
haber sido tomar las pilas. Estaba cerrando la gaveta cuando oí un clic
detrás de mí y me giré, maldiciendo.

Finn entró, mordiendo su labio en una mueca.

—Hey, C. ¿Qué haces? —Luego cerró la puerta detrás de él y le puso


seguro.
Traducido por Luisa.20

Corregido por Cat J. B

—Solo tomo lo que me pertenece —dije, de pie con las piernas


temblándome, y la carta y la nota apretadas en mi puño.

Finn cubrió el espacio entre nosotros en tres zancadas para agarrar la


carta. La sostuve tras de mí y lo empujé con mi mano libre.

—Retrocede, Finn.

—¡Pequeña ladrona!

Solté una carcajada.

—¿Yo soy la ladrona? ¡Tú me la robaste a mí!

Su mirada se arrastró sobre mi cuerpo.

—Sabes, me gustabas cuando tenías doce. Pudiste haber sido normal.


Como, con amigos. ¿Qué sucedió contigo?

Puse mis manos en mis caderas.

—Si ser normal significa engañar a mi mejor amigo, me quedaré con lo


que tengo.

Finn frunció el ceño, y se inclinó más cerca de mi rostro.

—Engañar, mentir, ¿cuál es la diferencia? No parece que te importe. —


Su respiración era caliente sobre mi mejilla, haciéndome consciente del
sabor de la mitad de cerveza digerida—. ¿Crees que Matt podría siquiera
mirar a una gorda como tú cuando puede conseguir todo de las chicas más
ardientes en nuestra clase?

¿Matt y Karyn estaban acostándose? No, no. Por favor. Dios, no.
—La escribí antes de saber que él estaba con Karyn. —La cerveza se
agitó en mi estómago, amenazando con salir fuera de mí.

Finn se burló.

—¿Y eso qué? No puedo creer que pensaras que realmente le gustabas.
Matt siente lastima por ti. Solo es bueno contigo porque sus padres le dijeron
que sería incorrecto deshacerse de ti cuando no tienes ningún otro amigo.
Se ríe de ti cuando no estás ahí. ¿No sabías eso?

—No. Él no hace eso. —Las lágrimas se acumularon detrás de mis ojos.


Tragué el bulto en mi garganta y sacudí mi cabeza para alejarlas—. Finn…

—Dame la carta —susurró.

—¡No!

El resto sucedió muy rápido. Me apretó con ambas manos y me tiró


hacia un lado. Aterricé pesadamente contra la esquina de la cama y todo el
cuarto se inclinó. Sus largas manos me atraparon, apretándome mientras
trataba de tomar la carta. Luché, pero él solo apretó sus manos más fuerte
alrededor de mí.

—¡Finn! ¡Déjame ir!

Finn gruñó y sus manos se cerraron sobre las mías. Me retorcí en mi


lugar, poniendo la mano con la carta por debajo de mí, aunque él luchaba
por ella. Estaba tratando de darme la vuelta, pero él era demasiado fuerte,
y la cerveza me hacía lenta.

—Eres tan predecible, C —dijo entre dientes.

—¡Suéltame!

—No hasta que me des esa carta. —Usó su peso para apretarme incluso
más fuerte.

—Finn, por favor. —Mi respiración se volvió pesada, haciendo eco al


golpeteo de mi pulso. El sentimiento de sus dedos sobre mi piel me revolvió
el estómago. Luego una de sus manos se cerró sobre la mía. Sobre la carta—
. ¡No! —Lloré y me retorcí más fuerte. Finn gruñó, pero terminé sobre mi
vientre, con la carta atrapada entre yo y el suelo. Nuestra pelea se volvió
una bruta parodia, él detrás de mí, presionándome desde la espalda, yo
sacudiéndome debajo de él. Finalmente fui capaz de ponerme de espaldas,
pero todavía no era libre.

—Eso nunca va a suceder, C —siseó en mi oído, cambiando su peso


ligeramente para alzar una de sus manos—. Soy más fuerte que tú. Más
rápido. Por no mencionar más hermoso. —Resopló.

—¡Suéltame!

—Sin embargo, no tengo eso —dijo sedosamente. El dedo de Finn trazó


una línea sobre mi clavícula, bajo el esternón, sobre la mitad de mi sostén.
Mi suéter se levantó, el pasador estaba estirado casi al punto de quiebre por
nuestras peleas. La mitad de mi sostén estaba claramente a la vista, y la
parte superior de mis pechos salían de la tela.

—¡Quítame las manos de encima! —grité, y me resistí otra vez, de


repente muy consciente de su resistencia, de su sonrisa odiosa, de que podía
hacer cualquier cosa para ganar.

Golpearon la puerta.

—¡Ayu…! —traté de gritar, pero Finn puso su boca sobre la mía para
hacerme callar.

Me asusté y me retorcí, poniendo ambas manos sobre su pecho,


empujándolo.

Y con eso, consiguió tomar la carta y me la quitó.

—¡Sí! —Se apartó y dio dos pasos hacia atrás, dejándome arrumbada
contra su cama, casi hundiéndome con el piso antes de tomar el control de
mi cuerpo. Mi cabeza daba vueltas, di una respiración profunda, lista para
gritar otra vez. Pero la puerta se sacudió y una fuerte voz vino desde detrás
de ésta.

—¿Finn? ¿Estás ahí?

No era Karyn. Tenía que ser una de las chicas que andaban con él junto
al barril de cerveza.

Finn miró la puerta, pero no respondió. Solo pasó una mano a través
de su cabello y hondeó la carta hacia mí.
—Mejor muévete, C. Odiaría tener que decirle a todo el mundo que te
emborrachaste y me atacaste en mi cuarto. Otra vez.

Me levanté, mi cuerpo entero temblaba.

—Regrésamela —dije, pero en una respiración, apenas más que un


susurro.

—De ninguna manera —me escupió—. Y después de este truco, estaré


haciendo copias. Así que aunque la recuperes, no importará. Dices una
palabra, y todo el mundo sabrá quién eres. A quién quieres. —Finn sonrió y
se acercó un paso—. ¿Necesitas algo de ayuda con tu suéter? —preguntó,
alzando una mano hacia mí.

—¡No! —jadeé y corrí hacia la puerta.

Se detuvo, riendo, mientras yo buscaba a tientas la perilla. Le di la


vuelta a la cerradura, abrí la puerta y corrí hacia fuera, pasando al lado de
una chica borracha que se dio la vuelta cuando salí por la puerta.

—Finn, ¿qué hacías con ella? —dijo detrás de mí mientras yo corría


hacia las escaleras.

Pero Samuel y Josh Levins estaban subiendo con una pareja de primer
año, cuyos nombres no sabía. Se detuvieron cuando me vieron.

Samuel frunció el ceño, pero antes de que pudiera hablar, Matt caminó
hacia mí, Karin a su lado.

—Ashley, ¿qué estás haciendo?

Gemí.

Detrás de él, Samuel, Josh y las chicas se quedaron viendo.

Miré hacia mis pies.

—Por favor, llévame a casa. Ahora.

—¿Estás llorando? —Matt me tomó por el brazo—. ¿Qué pasó?

—Na… nada —dije. Me tomó demasiado tiempo decir la palabra.

Karyn puso una mano sobre su cadera.


—Parece borracha, Matt —dijo con su voz de niña pequeña.

Matt frunció el ceño.

—¿Lo estás? —me preguntó.

—¡No! —espeté, luego tragué con fuerza mientras la náusea rozaba mi


garganta. Si vomitaba, nunca me creería.

Luego Finn apareció en el pasillo, de brazos cruzados.

—Está perdida, Matt. Te dije que nunca funcionaría. Está haciendo el


ridículo y todavía no son las diez.

Matt le dijo algo a Finn que no entendí —no sonaba contento— pero
Finn solo sacudió la cabeza.

—Te lo dije, hombre. Está demente.

—¿Puedes solamente llevarme a casa, Matt? ¿Por favor? —rogué. Luego


las lágrimas comenzaron a ser reales. No podría decirle a Matt la verdad
sobre lo que había sucedido, no con Finn aquí. Él se limitaría a sacar la
carta.

—¿Te vas, Matt? —preguntó Karyn, quitándose el cabello rubio de los


hombros.

Matt parecía molesto.

—Solo voy a llevar a Ashley a su casa. Pero regresaré en una media


hora, ¿está bien? Perdón, nena.

Se inclinó para besarla. Ella se echó hacia atrás, mirándolo primero a


él y luego a mí. Pero después Finn se acercó por detrás y lanzó un brazo
sobre sus hombros, y la expresión de Karyn de repente se aligeró. Ondeó
una mano y sacudió la cabeza, una lenta sonrisa se extendió por su cara.

—Está bien. Tienes razón. Está borracha. Sácala de aquí.

—¡No estoy borracha! —Pero todos me ignoraron. Finn sonrió,


apretando los hombros de Karyn.

—Sí, no te preocupes. Me aseguraré de que tu novia no se meta en


muchos problemas mientras no estés.
—Gracias, hombre —dijo Matt. Abrí la boca ampliamente. Karyn me
miró y su sonrisa se volvió más amplia.

El malestar se arremolinó sobre mí.

—Pero…

—Solo camina, Ash —murmuró Matt, llevándome hacia las escaleras.

Me detuve, tirando del agarre de Matt.

—Pero, Matt, ¿no lo ves? Ella está haciendo que…

Maldijo.

—¡Sigue caminando! —Fue hacia las escaleras a través de las últimas


personas en la entrada, conmigo trotando a su lado. Luego abrió la puerta
y caminó pisando fuerte hacia al estacionamiento como si estuviera
matando insectos.

—Matt, en serio, deberías regresar. Karyn y Finn…

—Ashley, en serio, es tiempo de que te calles.

Fue cuando me di cuenta de que estaba hirviendo. Absolutamente


lívido.

Era raro que Matt perdiera la calma conmigo. Atrapé su brazo.

—Siento…

—¡Cállate! —Matt se detuvo en medio del estacionamiento y se giró


hacia mí—. Te traje aquí para tratar de hacer las cosas mejor, y tú solo… —
Sus labios se cerraron sobre las palabras.

—Lo siento. —Respiré—. De verdad, Matt.

Matt me miró, frunciendo el ceño, la mandíbula temblando con tensión.


Pero no había solo enojo en su rostro. Había algo más. Algo que no podía
definir.

—Te dije que no funcionaría —dije suavemente.

—Hubiera funcionado si no te hubieras emborrachado.


—¡No estoy borracha! —Sólo un poco confusa.

—Bien, porque parece que lo estuvieras. Y es todo lo que a ellos les va


a importar —espetó, apuntando hacia la casa.

—¡Lo que es una sorpresa es que te importe más lo que ellos piensen
que lo que realmente sucedió!

—No es así… —Se detuvo, entrecerrando los ojos—. Si me importara


más lo que ellos pensaran, no te estaría ayudando, ¿o sí? —dijo entre
dientes. Entonces sus ojos se abrieron y se fijaron en mí—. ¿Y qué en el
infierno estabas haciendo con Finn?

—Métete en tus asuntos.

Matt soltó una respiración.

—No quieres que me quede en mis asuntos.

—Sí, eso quiero.

Pero Matt tenía razón, y él lo sabía. Yo no quería que dejara de


preocuparse. No quería que estuviera enojado conmigo. Pero no podía
decirle lo que había sucedido.

Matt sacudió la cabeza, caminando hacia el auto.

—Algunas veces eres todo un personaje —murmuró.

Temblé.

—Estoy contenta de que finalmente te hayas dado cuenta.


Traducido por smile.8 y AnnaTheBrave

Corregido por Mari NC

Estoy sorprendida por cuán afectada estoy, volviendo a contar esa


historia. Tomo una profunda respiración mientras doc saca un pequeño
pañuelo de su bolsillo. Limpia sus gafas mientras habla.

—¿Así que tu incidente no fue el primer altercado físico con Finn?

—No, pero la noche de la fiesta fue la primera vez que realmente me


sentí… amenazada.

Se vuelve a poner las gafas.

—Ashley, sé que las ramificaciones legales de tu historia ya han sido


tratadas. Pero dada la emoción que claramente todavía está atada a esto,
hay algo que creo que puede ser importante que diga en este momento.

Espero, preparada para oír sobre cómo deberíamos jugar a enfrentarme


a Finn, o escribirle una carta o algo. He pasado por esto antes.

Doc se aclara su garganta.

—Quiero que sepas que lo que te hizo Finn esa noche no fue sólo
despreciable. Fue intimidante, te hizo sentir violada, y fue horriblemente
irrespetuoso.

—Lo sé —digo.

—No, no estoy seguro de que lo hagas.

Le frunzo el ceño, porque estoy segura que sé mejor que nadie más que
Finn es un cerdo. Pero doc se inclina hacia adelante.

—Ashley, lo que hizo estuvo mal. No te lo merecías a ningún nivel.


Utilizó su fuerza superior y su estatus social para amenazarte. No tengo
ninguna duda de que tu reacción después del hecho fue de pura sorpresa.
¿Que un joven hombre haga eso a una joven mujer simplemente porque
puede? Me pone enfermo.

Trago.

—Gr-gracias.

Doc sacude su cabeza.

—Esta historia va mucho más profundamente de lo que me habían


hecho creer. Estoy… perturbado de que estos eventos no hubieran sido
abordados antes.

Me muevo en mi asiento.

—Dime, ¿le contaste alguna de estas cosas a tu madre? ¿O a tu


profesora? ¿A algún adulto responsable?

Sacudo mi cabeza.

—¿Por qué no?

Suspiro.

—Porque todo pareció perderse en la confusión de lo que pasó después


de eso. Para el momento en que las cosas se calmaron, sentí que era
demasiado tarde para contárselo a alguien. Y no quería que supieran sobre
la carta, así que…

Doc frunce el ceño.

—¿Qué sucesos pudieron haber eclipsado eso?

•••
Me levanté la mañana siguiente con un movimiento telúrico de auto-
odio.

No podía dejar de ver la cara pétrea de Matt cuando me dejó en casa.


Cómo sacudió su cabeza. Cómo había dejado la fiesta para lidiar conmigo,
y luego regresar con Karyn…
Hundí la cara en mi almohada. Realmente estaba sucediendo. Después
de diez años, Matt finalmente estaba harto de mí. Finalmente me iba a dejar
de lado para siempre. Y era totalmente mi culpa.

Me salí de la cama y me metí en la ducha, me quedé mirando el flujo


sibilante, rogando que de alguna manera las cosas no fueran tan malas
como parecían. Rogando que Matt viniera a recogerme y fuera amable y
atento como siempre, asegurándose de que estaba bien, diciendo que la
pelea de anoche no era un gran problema. Rogando que Karyn se hubiera
emborrachado mucho y le hubiera engañado con Finn, y que Matt se
hubiese enterado.

Después, me vestí y enrollé mi cabello húmedo en un moño, necesitaba


llegar a la clase de arte a las 9:30. Después escuché un golpe en la puerta
delantera. Tenía que ser Matt. Los nervios y el alivio me golpearon en igual
medida. Prácticamente corrí hacia la puerta. La oscura sombra detrás del
cristal tenía su espalda hacia mí mientras me acercaba. Tomé una profunda
respiración y giré el pomo.

—¡Estoy tan agradecida de que estés aquí! Lo siento por…

El cuerpo de uno ochenta y dos en frente de mí se giró, pero en vez de


cabello marrón rubio y ojos azules, me encontré con un cabello rubio y ojos
marrones y oh por el amor de todo lo que es sagrado…

Dex estaba parado en la puerta, el sol de la mañana filtrándose por


detrás de él. Al menos, pensaba que era Dex. El Dex que yo conocía había
llevado la cabeza rapada, tenía mala piel, y unos ojos entrecerrados y
vidriosos. Este era un lío de cabello dorado, una complexión perfecta, y una
mirada clara. Debajo de una camiseta gris de algodón y una chaqueta de
cuero, sus larguiruchos miembros se habían rellenado con duros músculos.

Sonrió.

—¿Cómo te va, Ashley?

—Yo… ¿Qué estás haciendo aquí? —solté, arreglándomelas para


tragarme lo que venía después: ¿Dónde demonios has estado… y cuando
empezaste a verte así?

—Intenté llamar, pero decía que tu antiguo número ya no existía… —


Su nuez de Adán se movió rápidamente—. Sé que esto es raro, pero… estoy
de vuelta. Quería verte antes de la escuela el lunes, especialmente después
de la manera en que sucedió todo.

—Te fuiste sin una palabra —dije a través de mis dientes apretados,
enfada como el infierno al sentir mi garganta apretarse. Ahí es cuando todo
volvió: cómo pensé que él y yo estaríamos juntos… cómo él nunca se había
preocupado por mí tanto como yo por él… cómo se había ido sin ni siquiera
decir adiós. Cuán enfadada y humillada había estado.

Dex y yo habíamos salido… más o menos. Me había invitado al baile de


fin de curso, luego dos días antes de eso, simplemente desapareció. Un día,
estaba en clase… al siguiente día, no estaba. Y eso no hubiera sido tan loco
si su móvil no hubiese estado apagado. Y si hubiera respondido alguno de
los mensajes de texto. O correos.

Nadie podía decirme a dónde se había ido o qué había pasado. Incluso
fui a la oficina de la escuela la tarde del viernes, antes del baile, para
preguntar si sabían dónde estaba. Todo lo que podían decirme era que ya
no estaba registrado como estudiante. La siguiente mañana, cuando me di
cuenta de que se lo tenía que decir a mi madre, me acusó de inventármelo
todo sólo para conseguir un nuevo vestido.

—Lo sé. —Tragó de nuevo, hundió sus hombros, sus manos hundidas
profundamente en los bolsillos de sus tejanos—. Vine aquí porque quería
explicarme. Quería que supieras… todo. Y quiero decir que lo siento. De
verdad.

—¿Dónde estabas? —Había oído que su padre había conseguido un


trabajo en Ohio, o algún sitio aleatorio. Había oído que su madre tenía
cáncer y que se habían tenido que ir a California para que la trataran.
También había oído que Dex había tumbado a un profesor y había ido a la
cárcel.

Dex tomó una profunda respiración, sus pies moviéndose en nuestra


escalera de cemento. Después me miró directamente y dijo:

—Estuve en rehabilitación.

•••
Luego de esa pequeña bomba, traje a Dex a la sala de estar y lo puse
en un extremo del sofá. Él no quería café, pero sí tomó un vaso de limonada
que sostuvo en su rodilla y continuó girando mientras hablaba. Me senté en
el otro extremo del sofá.

—Ese día… —dijo mirando a su vaso—, fui a la escuela secundaria.


Había estado haciendo eso cada vez más. O simplemente escapándome.

Asentí. Al final, no había sabido si él iba a estar o no por los


alrededores. Y cuando lo estaba, pasaba delante de mí, bromeando con sus
amigos, con la patineta en su gran mochila.

Dex soltó un suspiro.

—Así que, después de la escuela, estaba debajo de las gradas con Wade.
Él había conseguido algunas cosas. No sé realmente que era, pero se sentía
como si mi cabeza fuera a explotar. Cuando el señor Goodrich nos encontró
y dijo que iba a suspendernos, simplemente… me perdí. —Él apretó su mano
en un puño—. Me balanceé hacia él. Lo sostuve por la barbilla. No fue tan
grave porque me esquivó, pero… luego, mi padre hizo un acuerdo con la
escuela de que no podía volver hasta que hubiera estado limpio por un año.
Entonces mis padres me enviaron a rehabilitación. —Su voz se fue
apagando, lucía avergonzado.

Aun había un nudo en mi garganta que tenía que seguir tragando.

—He oído que te fuiste de la ciudad de Brooke.

Puso la limonada en la mesa de café.

—No pondré excusas, Ash. Yo solo… estaba hecho un desastre y tomé


decisiones terribles. Cuando mi cabeza estuvo lo suficientemente clara para
darme cuenta de lo que había hecho, quería esperar hasta estar limpio para
decirte la historia completa. Había mucho que arreglar. Mis padres… —Su
mandíbula se tensó—. Lo siento —dijo despacio—. En serio.

Lo miré boquiabierta. Dex no se disculpó. No confesó. Lo había visto


mentir: a los profesores sobre dónde estaba su tarea o por qué había llegado
tarde a clase, o a mí sobre por qué me había dejado plantada.

—Eras una buena novia, Ash —dijo—. Y yo solo… te tomé por sentado.

—¿Pensabas que era tu novia? —chillé, odiándome por el surgimiento


de placer que vino con la palabra.
Dex frunció el ceño.

—Por supuesto que eras mi novia. ¿Pensaste que estaba saliendo con
otras personas?

—No. Quiero decir, no sabía. No tenía idea de que éramos… o qué


pensabas. Yo solo… yo solo quería estar contigo… —Mi voz se fue apagando,
me sonrojé, y abracé mis rodillas contra mi pecho. No podía creer que
acababa de admitir eso.

Pero Dex tomó mi barbilla y me hizo levantar la cabeza. Sabía que me


veía tan patética como me sentía. Pero él no hizo una mueca y se alejó. En
vez de eso, en voz apenas más fuerte que un susurro, dijo:

—Lo lamento. No te merecía entonces. Y lamento haberte lastimado.

¿Quién era esta persona?

—Gracias —dije, tratando de descubrir cómo terminar con el silencio.


Pero entonces Dex miró mi boca y un hormigueo comenzó en la parte baja
de mi estómago.

El momento se extendió.

¿Iba a besarme?

¿Quería que lo hiciera?

Me salvé de tener que decidir por el sonido de un motor, seguido de un


destello de luz reflejado a través de la pared anunciando la llegada de un
auto.

Por primera vez era popular, aparentemente.

Dex y yo nos quedamos quietos. Fui la primera en echarse atrás y mirar


en dirección a la puerta.

—Alguien está aquí —dije innecesariamente, poniéndome de pie. Dex


se levantó para seguirme.

La camioneta de Matt se reflejaba al sol. Alcancé a ver el pelo color


arena brillando bajo el sol antes de morir en la puerta principal. Ya estaba
girando la manija cuando golpeó. Por un momento tuve un déjà vu. Excepto
que esta vez era Matt quién estaba en la puerta, con las manos en los
bolsillos y el rostro inexpresivo.

—¿Cómo te sientes esta mañana? —dijo despacio—. Supuse que


querrías un aventón.

¿Un aventón? Oh, mierda… La sala de arte. Debía estar allí… ahora.

—¿Estás lista? —preguntó Matt, las palabras entrecortadas.

—Casi —mentí—. Yo solo…

Entonces Matt miró sobre mi hombro y su mandíbula cayó.

—¿Dex? —preguntó con incredulidad.

Dex puso una mano en mi hombro.

—Mike ¿verdad?

—Es Matt, de hecho —gruñó él.

—Matt. Cierto. Perdona. —Dex no sonaba arrepentido.

La frente de Matt se arrugó.

—Dex ha vuelto —dije sin convicción—. Vino a verme.

—No bromees.

Hubo un momento incómodo de silencio en el que los chicos se miraron


el uno al otro mientras yo examinaba la pared y trataba de averiguar qué
hacer. Al final, abrí la puerta de par en par, dando un paso afuera.

—Entra —le dije a Matt—. Solo me tomará un segundo prepararme. —


Me volví hacia Dex, tratando de ser sutil mientras me soltaba de su agarre—
. Tengo que ir a la sala de arte. Yo… entraré a una competencia y tengo
mucho trabajo que hacer antes del plazo…

La cara de Dex se quedó en blanco por un segundo, luego sonrió.

—Oh, cierto, tu cosa de arte. Puedo llevarte si quieres. No me importa


pasar el rato mientras te preparas. Iba a pasar por allí de todos modos.

Miré a Matt. Aun fruncía el ceño.


—Em… seguro. Eso sería genial —dije y luego miré a Matt—. Así no
tendrías que esperarme.

Matt me miró, luego tiró de mi manga.

—¿Podemos hablar a solas por un segundo?

Tragué.

—¿Podemos hablar en la escuela? Estaré allí en unos minutos.

Matt miró a Dex, luego negó con la cabeza.

—Te dejaré en ello entonces.

—Matt, no…

Pero él ya estaba girando la manija.

—Te veo luego, Dex. Trata de no desaparecer de nuevo antes de dejarla


en la sala de arte.

—¡Matt!

Dex simplemente miró su espalda.

Tan pronto como Matt desapareció detrás de la puerta, me giré hacia


Dex con una sonrisa de disculpa.

—Lamento eso. Solo es protector. Como un hermano mayor.

—¿Hermano? —Dex arqueó una ceja, luego se volvió a mirar por la


ventana. En el exterior, una puerta de coche se golpeaba, a continuación,
un motor rugió, y se apartó demasiado rápido—. ¿Entonces ustedes son solo
amigos?

—Sí. —Ya sea si yo lo quiera o no.

Pero Dex sonrió.

—Bien.
Traducido por Lyla y HeythereDelilah1007

Corregido por Mari NC

Doc frunce el ceño.

—¿Dex?

—Mi ex-novio. Más o menos. —Todavía me esfuerzo para categorizar a


Dex de esa manera.

Doc espera una explicación. Finjo que no es la gran cosa.

—Dex y yo salimos en segundo año. Al menos, eso es lo que él lo llamó


más tarde. Salvo que entonces no estaba segura. Nunca fue… definido.

—¿Por qué no?

Cambio mi peso, haciendo una mueca cuando una de mis cicatrices


pellizca.

—Dex era un año mayor. Él y yo teníamos diferentes amigos. —Lo que


significa que él tenía algunos amigos—. Sin embargo, durante el verano entre
el primer y segundo año, decidí que quería aprender a patinar. Dex y sus
amigos eran los patinadores locales. Ellos me ayudaron. Nos pusimos a
hablar… Las cosas no se pusieron, ya sabe, personales entre nosotros hasta
que estuvimos casi de vuelta en la escuela.

—Por lo tanto, ustedes fueron novios.

¿Lo fuimos? Supongo.

—Sí.

—¿Y?

—Y tuvimos esta relación extraña durante casi un año.


—Extraña, ¿cómo?

Abro mis manos, sin saber cómo dejarle saber a doc que esto no es
nada del otro mundo.

—¿Ashley?

—No sé, él era tan difícil de leer, ¿sabe? Estaba encima de mí cuando
estábamos solos, pero ni siquiera me tomaba de la mano delante de sus
amigos. Dijo que odiaba las demostraciones de afecto en público, pero no le
importaba manosearme en una sala de cine… Simplemente nunca me
sentí... segura de él. Resulta que era un adicto, lo que explicaba mucho.

Doc está frunciéndole el ceño a su cuaderno de notas y escribiendo


furiosamente. Me pone nerviosa. Entonces su mano se detiene deslizándose
a través del papel.

—¿Asumo que habrías sido feliz de que la gente supiera que estabas
saliendo con Dex?

—Síp. Supongo. No era como si fuera un secreto. Lo mantuvimos sólo...


discreto.

—Así que te escondió. De sus pares.

—¡No! A él sólo le gustaba pasar el rato con sus amigos varones. Y tenía
mucho encima.

Los labios de doc se aplanan y frunce el ceño.

—No es nada del otro mundo. Teníamos quince años —digo.

—Sí. Sin embargo, la mayor parte de tus compañeros eran muy abiertos
acerca de sus relaciones, ¿o no?

Resoplo.

—Dex era un marginado, también. —Fue parte de lo que me gustó


acerca de él. La gente lo odiaba, también, pero nunca parecían llegar hasta
él.

—Un marginado cauteloso acerca de dejar que sus compañeros sepan


que se sentía atraído por ti.
—Gracias por ponerlo de esa manera.

Doc se mueve en su asiento.

—Ashley, siento que él te hiciera eso.

Habiéndome preparado para defenderme de una reprimenda sobre el


respeto a mí misma, estoy fuera de equilibrio. No contesto.

—Me preocupa, sin embargo, que estuvieras dispuesta a aceptar una


relación tan vagamente definida. Dice mucho acerca de cómo mides tu
propio valor.

Síp, síp.

—Historia pasada, doc. Dex no se acercaría a menos de quince metros


de mí ahora.

—¿Por elección tuya, o la suya?

Probablemente las dos cosas.

—Mía. Mire, sé que irá más profundo aquí, pero estas son noticias
viejas ahora. No tiene nada que ver con lo que pasó.

—Tal vez no directamente, pero creo que tu perspectiva de ti misma


tiene mucho que ver con la situación tan drástica en la que te encontrabas.

Oh, por amor de Dios.

—Con todo el debido respeto…

—¿Y si fuera Matt?

—¿Qué? —Me toma por sorpresa. Trago.

La mirada fija de doc es penetrante.

—Si Matt fuera el que ofreciera una relación sin ningún tipo de
compromiso público… ¿lo harías?

Totalmente.

—No. —Me pondría implantes de cabello y me llamaría un gato si eso


significara que Matt me acariciaría una vez más.
Doc me mira, y hay un desconcertante segundo cuando estoy segura
de que sabe lo que estoy pensando. Pero él solo escribe algo en su libreta.

—Por lo tanto, Dex se fue —dice en voz baja. Estoy esperando el remate
del chiste, pero no llega. Asiento con la cabeza—. Luego regresó. ¿Y Matt no
tuvo ninguna opinión sobre el regreso de Dex?

—Podrías decir eso —murmuro.

•••
Cuando sucedió, no conseguí hablar con Matt de inmediato. La señora
D estuvo en la sala de arte toda la mañana, trasteando con los proyectos de
escultura del último año. Así que trabajamos en silencio, y luego decidimos
caminar las tres cuadras a un carrito de hot dogs en la esquina.

Me senté en la mesa de picnic junto al toldo del carro, inclinando mi


cara al sol. Matt ordenó por los dos, sonriendo cuando el vendedor se burló
de él por no querer cebollas. Los hombros de Matt eran tan amplios que
ocupaba casi toda la ventana cuando se acercó al cristal para recoger las
tres cajas de cartón pequeñas, cada una con una salchicha y unas papas
fritas. Aún estaba sonriendo, hasta que se dirigió hacia mí y nuestros ojos
se encontraron.

Dejó caer dos de las cajas en su lado de la mesa de picnic, y luego


deslizó la otra caja sobre la mesa frente a mí. Se sentó a horcajadas en el
banco, sentándose de lado, y forzó una sonrisa.

—Disfruta.

—Gracias.

Comimos en silencio durante un minuto. Le llevó a Matt cuatro bocados


acabar con su primer hot dog, su mejilla abultada mientras masticaba.
Luego tragó y me miró.

—Así que… Dex está de vuelta.

—Sutil —dije con sequedad.

Matt sonrió, pero cayó de su rostro rápidamente. Observó a un tipo en


una holgada camiseta blanca caminar a la ventana y ordenar. Entonces,
finalmente, se volvió a mirarme. Su rostro estaba serio.
—¿Estás bien?

—Estoy bien. ¿Por qué?

Sus cejas se alzaron.

—Oh, no lo sé. El tipo que te fastidió la cabeza y luego desapareció sólo


ha aparecido de nuevo.

Me encogí de hombros.

—Me sorprendió. Pero hablamos y él parece estar bien ahora.

—Ah. Entonces, parece estar bien —murmuró Matt. Su voz era suave,
pero había un filo en su expresión que conocía bien.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué estás molesto?

Una ardilla se deslizó hasta un árbol cercano. Alguien unas cuantas


calles más allá hizo sonar el claxon. Matt se comió un par de papas antes
de contestar.

—No estoy molesto. Es sólo que no quiero ver que te hagan daño de
nuevo. El tipo es un idiota.

—No discutiría con eso. —Tomé un bocado de mi hot dog y clavé la


mirada en la mesa.

—Entonces, ¿qué hacías hablando con él? —preguntó Matt.

Le di un vistazo.

—¿Qué, debo sólo darle una patada fuera de mi casa cuando venga a
disculparse?

—Suena como un plan para mí.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué estás tan molesto?

—¿Por qué lo defiendes? —Matt tragó lo último de su hot dog y se


sacudió las manos.
—¡No lo estoy defendiendo! Sólo… —Tomé una respiración profunda—
. No creo que sólo deba repudiarlo. Ha estado en rehabilitación.

Las cejas de Matt salieron disparadas hacia arriba.

—¿En serio?

—Eso es lo que dijo. Y se ve realmente diferente. —Recordé las


disculpas francas y la admisión con una mueca de dolor de Dex por actuar
como un idiota—. También estaba actuando diferente.

—Solo ten cuidado —dijo Matt en voz baja—. No hagas nada estúpido.

—Oh, gracias. Voy a empezar por ahí.

Me dio una mirada mordaz.

—Sabes a lo que me refiero. A veces las personas no son tan buenas


como parecen. Solo porque quieras creer que les importas, no significa que
realmente lo hagan.

Imágenes de Finn y Karyn volaron por mi cabeza. Podía sentir el peso


y forma de las palabras en mi boca.

Ella te está engañando.

Él te está traicionando.

Pero lo que dije realmente fue:

—Gracias. Voy a estar bien.

Matt sacudió su cabeza, mirando fijamente a la distancia.

—¿Qué? —pregunté.

—No lo sé. Las chicas simplemente son... raras —refunfuñó Matt—.


Estás lista para perdonar a Dex a la primera oportunidad, pero te enojas
conmigo porque no quiero que te hagan daño. Karyn se siente molesta
porque te llevé a casa anoche, incluso aunque ella fue la que me dijo que lo
hiciera. Y mi mamá está enojada porque no estoy hablando con papá. Pero
todas ustedes sonríen y me dicen que todo está bien. ¿Qué pasa con
ustedes? ¿Por qué se enojan todo el tiempo y fingen que no lo están?

Tragué.
—No sé acerca de tu mamá, pero Karyn probablemente está actuando
extraño porque tiene miedo de que intente hacer que ustedes terminen. —
Mordí mi labio para detenerme y no decir nada más que eso—. Y me alegra
que quieras cuidarme. Eso no me enoja.

—Espera, ¿Karyn cree que tú vas a hacer que rompamos? —Se veía
medio preocupado, medio divertido—. ¿Acabo de entrar en un reality show
o algo?

Le lancé una papa y la esquivó, riendo.

—Búrlate de mí todo lo que quieras. Las chicas simplemente se sienten


celosas. Ellas no creen que podamos pasar el rato sin... Ya sabes...

Matt frunció el ceño.

—Pero...

—Vamos, sabes que tengo razón. ¿Recuerdas a Olivia?

—Mal ejemplo. Olivia se sentía insegura por todo —dijo, apilando sus
cajas ahora vacías—. Pero entiendo de lo que hablas. A veces creo que tienen
razón.

—¿Quién tiene razón sobre qué?

—Sobre cómo los chicos y las chicas no pueden realmente ser solo
amigos. Quiero decir, ¿cuantas veces no me he hecho amigo de una chica
solo para ver si puedo salir con ella?

Sus palabras sacaron una extraña mezcla de esperanza y pánico en mi


pecho.

—Entonces creo que no puedes culpar a Karyn por sentirse molesta —


dije inciertamente.

Matt parpadeó, luego giró para mirarme.

—Excepto por ti —dijo, precipitadamente—. Digo, yo no... resolvimos


eso hace años...

—Lo sé —dije, pateándome a mí misma, recordando ese día en octavo


grado cuando Matt me había invitado a un baile en su escuela secundaria.
Le dije que no. Porque creía estar enamorada de Finn. Oh, la ironía.
—Eso no fue lo que quise decir, sin embargo —dije, manteniendo mi
voz ligera—. Tus novias piensan de la manera en que lo hacen sobre mí
porque saben que los chicos piensan de esa manera sobre ellas.

Matt pensó en eso por un minuto. Luego se encogió de hombros.

—Tal vez.

Se levantó, extrajo su cuerpo de la mesa de picnic, y me ofreció una


mano. La tomé con gratitud, sintiendo una punzada cuando la dejó ir tan
pronto como tuve ambos pies sobre el suelo.

Mientras caminábamos hacia la acera y de vuelta al salón de arte,


internamente caí en la cuenta de la incómoda verdad:

Me había convertido en una amiga tan grande para Matt, que ni


siquiera me veía como una chica ahora.

•••
Esa noche, Yo Mayor se paseaba del otro lado del espejo, sus brazos
cruzados, la boca en una mueca hacia abajo. Para mí, se veía como si
estuviera paseándose por el suelo de mi habitación.

—Rehabilitación, ¿eh? —murmuró, sorprendida.

Me senté en mi cama, agarrando una hebra suelta de mi edredón.

—Casi me caí cuando apareció en la puerta.

Ella dejó de pasearse y se dio la vuelta, mordiendo su labio, pero estaba


asintiendo.

—Y Dex actuó... ¿Posesivamente?

Resoplé.

—Cuando Matt apareció, Dex prácticamente orinó sobre mi pierna.

Ella sonrió, pero su corazón realmente no parecía estar en ello.

—Bueno, supongo... quiero decir, tienes que ser cuidadosa, porque él


era un completo...
—Sí, sí. Ya recibí el sermón de Matt. No quiero que tú empieces
también.

Yo Mayor sacudió su cabeza.

—No lo hago. Solo digo, tienes que estar en guardia. Pero tal vez... tal
vez esto es algo bueno, ¿sabes? Tal vez es algo bueno para poder superar a
Matt porque... ya sabes. —La miré, y sus manos salieron disparadas—. No
me malentiendas. Es agradable que Matt esté velando por ti.

—Sería más agradable si notara la verdad sobre sus propios amigos —


murmuré.

Yo Mayor se hundió.

—Sí... eso...

—¿Se va a dar cuenta? —pregunté, mi voz tan baja que era casi un
susurro—. ¿O yo debería...?

Ella pasó una mano por su cabello grasoso.

—No lo sé, Ashley. Realmente no lo sé.

Me dejé caer sobre mis almohadas, gimiendo.

—¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?

Yo Mayor dejó de pasearse, pero quedó de pie de perfil hacia mí,


mirando hacia el medio de la distancia.

—Deberías estar agradecida —dijo ausentemente—. Podría ser peor.

—¿Peor cómo? —murmuré, no esperando que respondiera realmente.

Pero lo hizo.

—No puedes controlar la manera en que otras personas te hacen daño,


Ashley. Pero puedes controlar cómo tú misma te haces daño. —Se giró
entonces, sus ojos azules fijos en mí. Penetrantes—. Te va a ir mucho mejor
en ese aspecto de lo que me fue a mí alguna vez.

Parpadeé.

—¿A qué te refieres?


La sonrisa que ofreció era aguada y mi estómago se apretó. Ella abrió
su boca y cada músculo de mi cuerpo se puso rígido. ¿Me iba a contar sobre
mi futuro? ¿Su pasado?

—Mira, sé que esto va a sonar abstracto, pero siempre he tenido este


gran hueco dentro de mí, y sé que tú lo tienes, también. Un lugar al que
nada parece alcanzar y que nada puede llenar. Y solía pensar que, si llegaba
a ser popular, o si Matt me amaba... eso lo lograría. Me sentiría completa.
Pero sin importar lo duro que intentara, nunca nadie me amó lo suficiente
para llenar el hueco. Ni siquiera él. De hecho, entre más fuerte lo intentaba,
menos tenía él que ofrecer... —Dejó de hablar, miserablemente—.
Simplemente te estoy diciendo que tiene que haber algo más en tu vida que
no sea Matt.

Estuve atónita. Por un momento, sus palabras hicieron eco, vibrando


en mi piel… solía pensar que, si llegaba a ser popular, o si Matt me amaba...
eso lo lograría. Pensaba que podía cerrarme para sentirme completa…

Sentía exactamente lo que quería decir. Y eso me asustaba. La tristeza


en su cara me asustaba. Y me hacía sentir mal por ella. Tragué. Con fuerza.

—Tengo que irme —murmuró, con una mirada sobre su hombro—.


Pero simplemente recuerda, eres mejor que todos ellos, Ashley. Confía en
tus instintos. No combatas fuego con fuego. —Se giró.

—¡Espera!

—Te veré más tarde.

—Yo Mayor, por favor.

Ella se detuvo a medio paso, sus hombros rígidos.

—¿Qué? —susurró—. Lo digo en serio, Ashley, tengo que irme.

—¿Que quisiste decir con: “No combatas fuego con fuego”?

Su cabeza se giró a un lado, y suspiró.

—Quiero decir... nunca vas a ganarles en su propio juego. —Tragó—.


Confía en mí con eso.
Traducido por: Raeleen P.

Corregido por Mari NC

Doc entrelaza sus dedos.

—Así que, ¿tu Yo Mayor te dijo que le dieras una oportunidad a Dex?

—Yo no diría eso. Más bien no me desalentó a que lo hiciera.

—¿Alguna vez te admitió que tuvo una relación con Dexter en su…
vida?

Tuve que pensar un momento.

—Sabe qué, doc, no lo sé. Creo que nunca dijo nada al respecto. Creo
que ni siquiera le pregunté.

Me sorprende la incomodidad que siento cuando lo digo.

Doc debe de verlo en mi rostro porque se inclina hacia adelante.

—Eso te molesta —dice.

Asiento.

—Supongo que pasé mucho tiempo intentando averiguar qué me


pasaba, que me olvidé de apoyarla también.

Doc asiente.

—Tiene sentido.

Sacudo la cabeza.

—Es muy egoísta.

Recarga su sien en una mano y me sonríe, lo cual no había hecho desde


que estamos aquí.
—Creo que acabas de tener lo que llamamos un “momento”, Ashley —
dice—. Continuemos con esto. Digamos que estabas un poco obsesionada
contigo durante esos años, ¿cómo lidiaste con eso? Es obvio que te tenías
mucho desprecio durante ese tiempo. ¿A qué te llevó ese autoanálisis?

Me encojo de hombros.

—La verdad, creo que más que nada era sobre desear que podía huir
de la gente que me rodeaba.

—¿Y cómo expresaste eso? —pregunta con la pluma sobre su libreta.

—Con mi arte.

Doc asiente, y ya sé en qué está pensando: Que considerando todo, tal


vez debí haber buscado otra salida.

•••
El lunes en la escuela, caminar por los pasillos era como cambiar de
canal en la televisión… si todos los canales fueran programas de chismes. Y
todos los programas hablaban de Dex.

—… escuché que su padre amenazó con demandar a la escuela si no


lo dejaban regresar…

—… está en mi clase de química. Me sentaban atrás de él. Se ve mucho


mejor sin chamarra…

—… pregunto si es uno de esos lugares en los que te hacen ir a la iglesia


y esas cosas. Tiene esa cualidad espiritual…

—… mi papá dice que sus padres lo hicieron ir al psiquiatra por su ira


reprimida…

— entrenador dijo que tiene un gran brazo. Lo va a dejar entrenar con


el equipo...

Y cuando no oía sobre Dex, pensaba en él, y lo que Yo Mayor había


dicho. ¿Él era una forma de superar a Matt? ¿De verdad había cambiado?

Divagué durante todo ciencias sociales mientras la profesora hablaba


de los entornos familiares de los simios. Había cerrado las cortinas y bajado
la pantalla sobre el pizarrón blanco, usando el proyector para mostrarnos
imágenes de simios en varios grupos familiares, comiendo hojas, jugando,
cazando.

Bostezo.

Al menos, hasta que apareció otra imagen de un orangután —


prominente estómago y labios distendidos hacia un puño de hojas— en la
pantalla.

—¿Que no es tu foto de primer año, Ashley? —gritó Finn. Todos se


rieron. Intenté volverme invisible, y me encorvé sobre mi escritorio hasta
que la hora se acabó.

Pasé el cuarto periodo ignorando las miradas agudas de Matt mientras


la señora D se quejaba de los maestros impresionistas. Entonces le inventé
excusas sobre el almuerzo y decidí quedarme en el salón de arte para
trabajar.

Después de que todos se fueron, Matt incluido, saqué mi cuaderno y


mis carpetas de mi cubículo y me senté. Mi cuaderno se abrió en los
bosquejos que había hecho en cama esa noche después del baile.

Karyn estaba ahí. También Finn y Matt. Y aunque los había hecho
rápido, había algo real en ellos.

La gente era lo “mío”. La señora Driley me animaba a usar la forma


humana en mi carpeta tanto como pudiera, porque era buena en eso. Pero
me sentía de lo más vulnerable cuando dibujaba a personas que conocía.
Claro, podía hacer la curva de las oscuras pestañas de Matt, la forma de su
pómulo… ¿pero cómo podía transmitir la calidad de su piel? Regresé a la
imagen de Finn y consideré cambiar la idea a pintura, usando una paleta
para las facciones duras para retratar la agudeza de sus facciones, pintura
espesa para su piel de rinoceronte, una brocha gruesa para sus cejas, como
orugas en su rostro, su larga boca como una roja y venenosa rajada.

Para Karyn utilizaría pasteles brillantes: crayones derretidos que


brillaban en el papel. Podía combinar rojo, blanco, beige y crema para
ruborizar sus mejillas. Entonces, cuando acabara, utilizaría un pincel para
raspar sus ojos de la pesada cera, hoyos en una sábana venenosa.
Al tiempo que su rostro venía a la vida en mi mente, saqué los crayones.
Moví mi mano rápido, inspirada. Una foto instantánea de posibilidades
apareció sobre el papel en minutos: un brillante rostro plastificado que
escondía la oscuridad que había debajo. Había pasado la llama de una vela
por el borde de su papel por lo que se quemó desigualmente.

Cambié de hoja y mi mamá apareció en lápiz, un borrón a través del


papel, la mayor parte de su rostro miraba hacia otra parte. Mi papá podría
ser el panel opuesto, su rostro un cascarón vacío, solo unos pequeños trazos
sin facciones. Intenté hacer a la señora Driley pero sus grises olas
terminaron por verse monótonas y no rebeldes, y no podía hacer que sus
ojos brillaran. Necesitaría pintura, sus marcadas mejillas resaltadas con
azules y verdes. Cada color del arcoíris en su rostro, opacando hasta la ropa
de gitana que usaba. Ella sería la única con color de fondo. Le di una
cuchillada a Dex, pero no supe muy bien qué hacer con él. La figura que
apareció podría haber sido cualquier adolescente apuesto. Una caricatura.

Empezar con Matt se sintió natural, pero tan pronto delineé su rostro,
dejé el lápiz. No podía hacerlo. Dibujarlo sería como romper mis costillas y
revelar mi corazón. Era demasiado tomar todo de él de una sola vez. Con la
mano temblando, hojeé el cuaderno, viendo los bosquejos que había hecho
de él. Eran irregulares, fotos fragmentadas, pero tenía casi todas las
facciones de arriba del hombro. Solo su boca estaba incompleta.

Intrigada, saqué la hoja del libro y la rompí alrededor de los bordes de


cada bosquejo hasta que tenía siete pedazos, cada uno con una parte
desproporcionada del cuerpo. Juntas se veían como el realismo de Picasso:
un ojo abierto y de frente, el otro de perfil con la mirada baja. Su nariz era
demasiado grande y su quijada tomaba el espacio de sus hombros. Y aun
así Matt —todo mutilado y a medias— me veía desde el papel.

—Elegante, Ashley. ¡Esto es grandioso! ¿Cuándo los hiciste?

Me le quedé viendo. La señora Driley estaba a mi derecha, mirando


fijamente mis bosquejos y con la boca abierta.

—Yo… eh… solo estaba aburrida… —Mi voz se fue apagando.

Asintió.

—También hago mis mejores obras cuando estoy aburrida. Pero hasta
en estos trazos apurados capturaste… —Parpadeó, mirándome, y el
entendimiento se hizo presente en su rostro—. ¿Alguien los ha visto? —
preguntó en un susurro.

Negué con la cabeza.

—Claro que no.

Miró de nuevo la mesa, viendo de un dibujo a otro, sonriendo con placer


cuando llegó al suyo. Juntó los dibujos como una mano de cartas, pasando
cada uno y examinándolos, haciendo sonidos de aprobación.

—Ashley, son impresionantes. Deberías usar estos para tu carpeta.

A pesar de que sentía que estaba leyendo mi diario sin preguntarme,


me sonrojé por su aprobación.

—Pero se entrega en pocas semanas —le recordé.

Tamborileó la mesa.

—Sí. Pero si hiciste estos en pocos minutos… Ashley, si te esfuerzas y


haces una docena de estos completos, ajustándolos con la tarea, de verdad
creo que tienes una oportunidad para la beca.

Fruncí el ceño. Me había tomado un año hacer las cosas que tenía
hasta ahora en mi carpeta. Sin embargo, cada pieza había sido como jalar
uñas porque no eran reales. ¿Pero estos? Sí lo eran. Hacer retratos
mostrando no cómo se veía cada persona, sino quiénes eran para mí.
Hablarles a los jueces sobre mis predadores… y mis salvadores. No sabrían
quiénes son esas personas. Solo juzgarían impresiones artísticas.

La señora D dejó de hojear mis dibujos y me miró.

—¿Eres lo suficientemente valiente? Porque estos son muy…


reveladores. Si alguno de tus compañeros los ve, entenderán qué estás
diciendo.

Suspiré.

—Lo sé. Es arriesgado.

La señora D asintió.

—Podrías guardar unos en tu casa.


Le eché un vistazo al dibujo de mi mamá en mis manos.

—No puedo hacerlos todos en casa.

La señora D pensó un momento.

—Qué te parece esto: Te dejaré usar el salón de arte los domingos todo
el próximo mes, si continúas con este concepto. Tendrás que usar cada
minuto libre porque reconstruirás todo tu cuaderno. Pero ya tienes ese
desnudo, el cual funcionaría junto con estos. Y parece que esas piezas de
Matt podrían ser otro.

—Gracias —dije, calculando. Podría planear todo en mis descansos y


almuerzos, luego usar los fines de semana para dibujar y pintar. Era mucho
más rápida con una pluma que con la brocha. Podría usar acrílicos, colores,
lápices de carbón. Sería más difícil de impresionar con éstos, pero si podía
hacer algo especial, las herramientas simples solo lograrían resaltar el
trabajo.

La señora D juntó sus manos.

—Bien. Entonces ve al cuarto de caballetes y empieza ya. Te libraré de


tus clases de la tarde, solo esta vez; deja que la inspiración te lleve mientras
la tienes. Cuando se acabe el día, quiero ver por lo menos media docena de
bosquejos del tamaño de lienzos, y listas de materiales para cada uno.

Mi corazón dio un golpe.

—Seguro, pero pensé que la mayoría sería a lápiz, carbón y crayola.


¿Me entiende? De esa forma puedo cortar y tallar…

La señora volvió la vista a los bosquejos.

—Tendrás que pintar por lo menos dos, y tiene que haber multimedia.
—Frunció el ceño—. Ay Dios, tal vez esto es demasiado…

—¡No! No, puedo hacerlo. Haré primero los otros y terminaré con las
pinturas cuando sepa cuánto tiempo tengo.

—Tendrás que hacer el auto-retrato excepcional. En la cara de estas


piezas luminosas, tu auto-retrato tendría que ser la obra principal.

Retrocedí.
—¿Qué? ¿Por qué? Creí que el concepto de Matt…

Sacudió su cabeza.

—Estás contando una historia con estos, Ashley. Te estás abriendo al


mundo. Es lo que hacen los verdaderos artistas. Pero si te contienes, hará
que todo lo demás se sienta, no lo sé, artificial. Cada uno está contando una
historia de ti. Así que tienes que ser la pieza principal y las otras girarán a
tu alrededor. —Me dio una mirada de lado.

Tragué. Ya era difícil imaginar a alguien viendo los dibujos de Finn o


Matt. ¿Pero de mí?

—Te diré qué —dijo la señora D—. No hay que tomar una decisión
ahora mismo. Esta tarde averigua qué harás. Tendrás que ser muy
organizada si quieres terminar esto a tiempo. Así que elige lo que vas a hacer
y cómo hacerlo. Luego veremos si vale la pena continuar, ¿está bien?

Tomé una respiración profunda y asentí.

La señora Driley me palmeó el hombro.

—Buena chica. La campana sonará en un minuto. Entra al cuarto de


caballetes antes de que entre mi clase. Te iré a ver en un rato.

Justo a tiempo, la campana sonó y la puerta se abrió. Un par de chicos


de último año fruncieron el ceño cuando me vieron. Junté mis bosquejos
apresuradamente, luego caminé deprisa al cuarto de los caballetes, rezando
por que pudiera convencer a la señora Driley de no presionarme por el auto-
retrato. Haría algo increíble con la pieza de Matt. La dejaría sin palabras.
Entonces se olvidaría de mí.
Traducido por Cat J. B

Corregido por Mari NC

—Ese fue un movimiento valiente —dice doc, echándose hacia atrás en


su asiento. Hay un indicio de sonrisa en su rostro.

—¿Lo del portafolio? —digo. Cuando asiente, sacudo una mano en el


aire—. No de verdad. Solo sentí que era lo correcto.

—Definitivamente —dice—. Pero el riesgo era grande: tanto ser


descubierta por alguien que se opusiera a tu trabajo, como obligarte a ti
misma a trabajar con unas fechas de entrega muy ajustadas.

Asiento.

Doc extiende una mano hacia mí.

—¿Ves? Valiente.

Sacudo mi cabeza. Él no es el primero en decirme esto. Pero sigo sin


estar de acuerdo.

—Ashley —empieza a decir con su tono condescendiente. Pero yo lo


corto.

—¿Puedo preguntarle algo?

—Por supuesto.

Me inclino hacia delante.

—¿Qué hace que una decisión sea valiente, doc? Lo pregunto en serio.
Quiero decir, ¿es solo el hecho de que es algo que alguien más no haría? ¿O
qué?

Sus cejas descienden detrás de sus gafas. Se remueve en su asiento,


observándome.
—Bueno, probablemente sea un elemento del sujeto. Pero supongo que
definiría a alguien, o a una decisión que toma, como valiente cuando elige
algo cuyo camino podría traerle grandes ganancias o consecuencias
extremas. Cuando elige ese camino no por temeridad, sino por esperanza.
De algo mejor.

—Así que, ¿elegir hacer un nuevo portafolio a último minuto es valiente


en vez de temerario por la posible ventaja?

Aprieta el botón de su lapicera.

—Porque las ganancias están en tu poder. Por el contrario, si alguien


me dijera que va a pasarse el resto de vida invirtiendo en boletines de lotería,
pensaría que esa persona es temeraria. Las potenciales ganancias están
fuera de su control. En tu situación, había grandes riesgos, pero tú sabías
que tenías lo necesario para tener una firme posibilidad de ganar.

—No estoy segura de que eso sea verdad —digo despacio.

Doc inclina su cabeza.

—Pareces despectiva acerca de la decisión que tomaste.

—No exactamente —digo, pasando un dedo por una cicatriz de mi


antebrazo—. Solo sé que no estaba pensando necesariamente en todos los
riesgos.

—¿Lo hace alguno de nosotros? —dice doc, casi sonriendo otra vez.
Cuando no respondo, tamborilea un dedo sobre el cuaderno de notas en su
regazo—. Ashley, es una pregunta filosófica, pero quizás no sea lo mejor
responderla en retrospectiva. Después de todo, cuando las cosas funcionan,
¿alguno de nosotros volvería atrás y las cambiaría si pudiera? Supongo que,
si estuvieras en ese momento otra vez, harías lo mismo.

—¿Con lo de mi portafolio?

Asiente.

—Sí. ¿Hubo otra decisión riesgosa en ese momento?

Frunzo el ceño, porque en retrospectiva, sí. Pero en ese momento todo


parecía tan inofensivo…
•••
El jueves, en el cuarto período, había una asamblea especial para los
de primer año. Alguien vendría para hablarnos sobre por qué no deberíamos
consumir drogas. Mientras caminaba por el vestíbulo, tuve que sonreír.
Había otro de esos carteles de NIÉGATE A SER ATROPELLADO en la pared.
Igual que al de la sala de juegos, alguien lo había cambiado. En este se leía
NIÉGATE A SER COMER UN ANIMAL ATROPELLADO2, EL PELO SE TE
ATASCA EN LOS DIENTES.

Aún seguía sonriendo mientras caminaba por el pasillo, buscando un


asiento alejado en el teatro, donde siempre se llevaban a cabo las asambleas
más pequeñas. Todavía estaba viendo en qué fila sentarme cuando alguien
tocó mi hombro. Me di la vuelta de golpe.

Dex dio un paso hacia tras.

—Whoa, lo siento. No quería asustarte.

Con el corazón latiéndome con fuerza, asentí, sintiéndome


avergonzada.

—Lo siento, pensé que eras alguien más.

Después de un largo segundo, Dex asintió hacia una fila de asientos


detrás de mí.

—¿Quieres que nos sentemos juntos?

Escaneé la fila. No parecía que hubiera cerca nadie que odiase.

—Claro. Supongo —contesté, tratando de ignorar las mariposas en mi


estómago.

Me dirigí hacia el asiento y me acomodé, poniendo mis codos en los


apoyabrazos. Dex se sentó a mi lado, asintiendo con la cabeza como saludo
hacia Liam, un chico del equipo de basquetbol. Había oído que Dex estaba
entrenando con ellos. Liam se sentó tres filas más abajo, con su gorra azul

2 Es un juego de palabras difícil de traducir. En la primera oración, la palabra “roadkill” se


traduce solo como “atropellado” porque hace referencia –en un sentido no literal– a no dejar
que pasen por encima de ti. En el cartel cambiado, “roadkill” se traduce como “animal
atropellado” por el comentario final, obviamente burlesco.
de basquetbol colocada hacia atrás así su cabello casi blanco se veía por
debajo. Tres o cuatro chicos se sentaron con él, todos con chaquetas de
cuero. Liam estaba haciéndole señas a Dex para que se uniera a ellos.

—Puedes ir allí si quieres —ofrecí.

Dex me miró, y luego sacudió su cabeza.

—Nah, estoy bien.

Nos quedamos sentados en silencio mientras las filas a nuestro


alrededor se llenaban. Acababan de apagarse las luces cuando vi a tres
personas caminar lentamente en la fila frente a nosotros. Maldije entre
dientes cuando reconocí la barbilla afilada y cuerpo esbelto de Finn. Así que
la cola de caballo que se balanceaba alegremente a su lado debía de ser
Karyn, y los anchos hombros al lado de ella… Matt.

Mis nervios se dispararon cuando se sentaron directamente frente a


nosotros.

—Creo que estos son los mismos chicos que vinieron a mi


rehabilitación… Ashley. ¿Ashley? —Chasqueó los dedos frente a mi rostro.

Parpadeé. Dex se inclinó hacia mi silla, sus hombros se rozaban contra


los míos.

—¿Tierra a Ashley? —bromeó.

Ante el sonido de mi nombre, Matt volteó su cabeza, frunciendo el ceño


al ver a Dex a mi lado.

—Lo siento —murmuré, obligándome a apartar la mirada de Matt y


centrándome en Dex—. ¿Qué decías?

—Decía, que creo que estos chicos son de la organización que vino a mi
rehabilitación y tuvimos una sesión grupal. Son bastante buenos.

Dex tenía razón. El grupo era bueno. Entretenido y estimulante.


Incluso hubo algunos chicos de secundaria que hablaron sobre sus
adicciones y experiencias. Dex pasó un montón de tiempo asintiendo. En
un punto, tensó bastante su mandíbula, cuando hablaron acerca de herir a
la gente. Yo le di una palmadita en la mano y le sonreí cuando miró hacia
mí.
Él me sonrió de regreso y volteó su mano así nuestras palmas estaban
juntas, entrelazando nuestros dedos sobre el apoyabrazos. Me tomó por
sorpresa, pero el calor de su piel y la presión de su hombro contra el mío se
sentía bien. Reconfortante.

Y no hizo ningún daño que Matt mirara hacia atrás una vez, dejando
su mirada fija en nuestras manos entrelazadas.

Cuando la asamblea terminó, después de que todos murmuráramos


que estábamos de acuerdo con tratar de permanecer limpios (¡Un yo sano
es un yo libre de drogas!), miré a Dex. Él aún sostenía mi mano, pero tenía
la mirada perdida.

Le di un empujoncito a su hombro con el mío y sonreí cuando me miró.

—¿Estás bien?

Parpadeó repetidamente, y luego sacudió su cabeza, como si estuviese


volviendo a ser él mismo.

—Sí. Estoy bien. ¿Y tú?

Asentí, mordiendo mi labio, de repente insegura de si seguíamos


hablando sobre la antigua adicción a las drogas de Dex.

Dejó ir mi mano para ponerse la mochila al hombro, y estaba


sorprendida por cuán intensamente sentía la pérdida. Pero me la tomó de
nuevo para empujarme entre la multitud y poder llegar a la cafetería.

—¿Qué harás en el almuerzo? —preguntó Dex casualmente cuando


llegamos al vestíbulo.

—De hecho, me quedo en la sala de arte —dije—. Tengo mucho trabajo


que hacer, así que paso todos los descansos y almuerzos allí.

—Quizás podrías saltearte uno, ¿no? ¿Almorzarías conmigo?

Antes de que pudiera responder, un cuerpo me golpeó por detrás y me


choqué contra su pecho.

Él me atrapó, sosteniéndome fuerte. No me dejó ir de inmediato.

—Mira por dónde vas, Brooke —espetó. Unas risas fueron su única
respuesta.
Me aparté, sonrojada, y me di la vuelta para caminar por el pasillo.
Cuando miré hacia atrás me di cuenta de que él se había detenido.

—Dex, si estás mirándome el trasero, necesitas ser más discreto —dije.

Pero Dex solo maldijo y tironeó algo de mi espalda.

—Dex, ¿qué estás…?

Con expresión dura, examinó un pedazo de papel colgando de un trozo


de cinta adhesiva.

MUJER BLANCA SOLTERA BUSCA CITA PARA EL BAILE. PAGARÁ POR


HORA Y DARÁ PAJAS. SOLO PUEDEN OFRECERSE LOS CONDUCTORES DE
PICK-UPS DEBIDO A LA CARGA PESADA.

Había una flecha apuntando hacia abajo. Presumiblemente hacia mi


trasero.

Mi rostro enrojeció. Acomodé mi mochila sobre un hombro y comencé


a caminar por el pasillo, casi corriendo.

—Ash. ¡Ashley! ¡Espera! —me llamó a gritos Dex, y me alcanzó antes de


poder hacer poco más de unos metros. Lo maldije porque estaba tratando
de no llorar y eso sería más difícil si él comenzaba a compadecerse de mí—.
No dejes que esto te haga daño, cariño.

Cariño. Me dijo cariño. Antes solía hacer eso todo el tiempo.

—No lo estoy haciendo. —Me tragué las lágrimas y pasé una mano por
mi cabello. Dex me miró, pero siguió caminando, mirando alrededor. Unos
segundos después, habló de nuevo.

—Había olvidado lo mucho que apesta este colegio. Todos aquí piensan
que son mejores que nosotros. —Tragó y su manzana de Adán sobresalió—
. Y eso… eso solía matarme, ¿bien? Era parte del porqué estaba siempre
drogado.

—¿Lo era? —Yo pensaba que él era intocable.

—Sí. —Se inclinó hacia mi oído y susurró—: Por si te sirve de algo,


siempre pensé que tu carga pesada era sexy.

Horrorizada, mi mandíbula cayó abierta, y giré mi cabeza para mirarlo.


Alzó una mano en rendición. Pero estaba sonriendo.

—¿Demasiado pronto?

No pude contenerme. Me reí. Entonces Dex rió. Luego, cuando


acabamos de reír, acepté saltearme la sala de arte y almorzar con él. Y por
primera vez en un largo tiempo, pude respirar.

Y si olvidé mencionarle ese almuerzo a Matt cuando me preguntó más


tarde, fue solo porque aún estaba pensando en cómo manejar la… amistad
de Dex. Y si Matt tenía un problema con eso, bueno, francamente, podía
besar mi carga pesada.
Traducido por Ximena Vergara

Corregido por Mari NC

Doc golpea ligeramente sus labios, lo que le da un aspecto muy serio y


me hace sentir nerviosa. Pero cuando abre su boca, no está tirando de la
alfombra debajo de mí.

—¿Suena como si Dex estuviera tratando de reavivar su anterior


relación?

—Bueno. Sí, lo pensé en ese momento, de todos modos.

—¿Y estabas apoyando tu decisión de explorar eso?

Trato de reír, pero resulta brusco.

—Vamos, doc. Debe haberse dado cuenta de que nunca podría ser tan
fácil.

•••
Ese viernes por la noche, Dex me llamó y hablamos durante dos horas.
Sobre nada. Fue grandioso. Para la medianoche, los dos nos estábamos
quedando dormidos, pero ninguno de nosotros quería colgar el teléfono.

—¿Ya has conseguido los materiales para la clase de arte mañana? —


preguntó Dex, con la voz ronca por el cansancio.

—Sí, mañana y el domingo —gemí.

Dex gruñó.

—¿Qué tal si salimos juntos a tomar desayuno, entonces? —dijo, y


luego bostezó—. Puedo dejarte en la sala de arte después.

Estuve de acuerdo, por lo que terminé entrando en el salón de arte


quince minutos tarde la mañana del sábado. Con Dex.
Me detuve junto a la puerta, inhalando el olor de la trementina y el
papel mojado. Dex me dio un abrazo.

—Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo?

—Está bien —dije, y saludé cuando él salía, mi interior trinó.

—¡Buenos días! —le grité a Matt, que estaba sentado en el otro lado de
la mesa, inclinado sobre un gran cuaderno de dibujo de color crema.

—Buenos días —respondió severamente.

—Entonces, ¿en qué estás trabajando? —le pregunté, sacando mi libro


y lápices.

—Apenas un dibujo.

Esperé, pero no dijo más, así que me acomodé en la silla junto a él y


me puse a trabajar en un estudio para mi retrato de la señora D.

Un minuto más tarde, la piel de mi cuello se erizó. Por el rabillo del ojo,
pude ver a Matt cómodamente en su silla, mirándome fijamente. Al principio
pensé que estaba mirando mi dibujo. Pero cuando me di vuelta, su mirada
estaba sobre mí.

—¿Qué pasa? —pregunté.

Las comisuras de sus labios se inclinaron hacia abajo y echó un vistazo


a la puerta por la que Dex acababa de salir.

—Yo… um… ¿así que, tú y Dex están juntos? —No estoy segura de si
él se dio cuenta de que había empezado a dar golpecitos con el lápiz contra
la mesa.

—Yo no diría eso. —Agache la cabeza para ocultar mi sonrisa detrás de


mi cabello. No había duda de que Dex estaba actuando interesado, pero no
estaba dispuesta a admitirlo. ¿Qué pasa si estaba equivocada?

Tap, tap, tap, tap.

—Te estaba sosteniendo la mano en la asamblea. A los chicos no les


gusta hacer eso a menos que estén, ya sabes, esperando más —dijo Matt.

Sentí una punzada de dolor en alguna parte de la región de mi corazón.


—Gracias por insinuar que sólo quiere sexo. Dime cómo te sientes
realmente.

—Eso no es lo que quería decir. —Se sonrojó. Tap, tap, tap—. Sólo
quería decir… creo que estoy sorprendido. Parece que ustedes están yendo
demasiado rápido.

Le di un vistazo.

—¿Estás bromeando, verdad? ¿Recuerdas todo el asunto de que


salíamos por casi un año, verdad? Nos tomamos de las manos en la
asamblea después de una semana y ¿estamos siendo “rápidos”?

Matt arrugo el ceño.

—¿No acaba de salir de rehabilitación? ¿No se supone que deben


esperar como un año?

Puse los ojos en blanco.

—Has estado viendo demasiadas películas. Y, de todos modos, él está


limpio desde hace tiempo —dije, sintiéndome un poco como si estuviera
compartiendo los secretos de Dex. Pero sabía que podía confiar en Matt.

¿No? El lápiz estaba acelerando.

Tap, tap, tap, tap, tap.

—Estoy sorprendido, como he dicho. —Tap, tap, tap, tap, tap.

Dejé caer mi propio lápiz y presioné mi mano hacia abajo sobre la de


Matt. Se quedó inmóvil, mirando a mi mano sobre la suya. Su nuez de Adán
se balanceaba.

—Estás actuando raro —le dije rotundamente—. ¿Qué está pasando?

Él me miró, con la cara en blanco.

—Estoy pensando que tú deberías hacerte esa pregunta.

—¿De qué estás hablando? No pasa nada conmigo y Dex, no aún, en


todo caso. Y te lo diría si pasara. Así que… ¿qué? —Me di cuenta de que
todavía tenía mi mano en la suya, y la retiré.

Matt frunció el ceño.


—¿Te ha besado?

—¿Qué demonios? —Sentí mi cara en llamas, zas—. ¡Eso no es de tu


incumbencia!

—¿Cómo lo sabes? Soy tu mejor amigo. Estoy preocupado por ti.

Me reí.

—Muy bien, entonces ahora me debes años de la pena y detalles


jugosos. Pero podemos comenzar con Karyn, ¿ya han llegado a tercera base?
—Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, me arrepentí. No quería
saber lo que había estado haciendo con Karyn. Bueno, lo hacía. Pero no
quería ser capaz de visualizarlo.

Cuando abrió la boca puse mis manos en alto.

—No. Espera. Olvida que pregunté. No quiero saber.

—No, no. Lo justo es justo. —Matt sonrió—. Te mostraré el mío si tú


me muestras el tuyo.

La referencia me tomó por sorpresa, por lo que no podía dejar de reír.

—¡No puedo creer que sacaras el tema!

Matt rió y sacó pecho.

—Como que estoy orgulloso de ello, en realidad. La primera vez que me


desnudé con una chica, ¡y tenía siete años!

—¡Uf! ¡Para! —Fue completamente inocente, por supuesto. Nos


paramos en lados opuestos de mi habitación y nos subimos y bajamos
nuestros pantalones cortos tan rápido que apenas vimos más que piel color
rosa, luego reímos tontamente y nos hacíamos callar entre sí—. Fue idea
tuya. Pervertido.

Matt sonrió.

—Tú podrías haber dicho que no.

Me golpeé la frente de forma dramática.

—¿Por qué no pensé en eso? ¡Gracias! Ahora sé qué hacer la próxima


vez que me pidas desnudarme.
En mi cabeza había sonado como una broma. Burlándome. Pero tan
pronto como las palabras salieron de mi boca, todo lo que podía ver era a
Matt y a mí de regreso en mi habitación. Excepto que ya no éramos jóvenes
e inocentes.

Y Matt debió haberlo visto también, porque su risa murió junto a la


mía.

Nuestros ojos se encontraron y mi pulso golpeó en mis oídos. Quería


decir algo divertido, reírme de ello. Pero estaba sorprendida con la boca
entreabierta. Y la expresión de su cara… hizo que me temblaran las manos.
No tenía derecho a mirarme de esa manera.

Pero lo hizo. Siguió mirándome y me quedé imaginándolo de pie delante


de mí, levantando su mano para tocar mi rostro, los dedos arrastrándose
por mi cuello hasta el botón superior de mi blusa. Estaba lo suficientemente
cerca como para ver los diminutos puntos de la incipiente barba en una
línea en la mandíbula, donde se había afeitado demasiado rápido. Me
imaginaba pasando mis labios a lo largo de ella.

—¿Ash?

—¿Sí?

—El otro día, cuando estabas tomada de las manos con Dex…

Gruñí. ¡Maldita sea! ¿Por qué tuvo que sacar el tema?

—Era solo… quiero decir que no era…

Hizo una mueca.

—No, escucha… —Se inclinó más cerca.

—¿Qué? —Mi corazón latía demasiado rápido. Pero él seguía mirando


mi boca—. ¿Qué? —repetí, un poco más duro, porque sabía cómo lucía
cuando un chico pensaba en besarte. Pero Matt no estaría pensando en eso,
¿verdad? Oh, Dios, por favor, que Matt esté pensando en eso.

Matt tragó, pero no apartó la mirada.

—Me volvió loco —dijo en voz baja.


Esperé, pero no había nada más. Sólo él, sentado demasiado cerca,
mirando a mis labios.

No podía estar haciendo esto. ¿Me estaba dando a entender que


pensaba en un “nosotros”? ¿Él y yo?

Luego se inclinó. Dejé de respirar.

Sólo hazlo, Ashley. Sólo cierra la brecha y bésalo. Solo hazlo.

Aspiré una bocanada de aire y comencé a inclinarme hacia él cuando


la puerta de la sala de arte se estremeció y se golpeó, y luego se abrió de
golpe con una explosión.

—No se preocupen chicos, sólo soy yo —cantó la señora Driley desde


detrás de una alta pila de cajas en sus brazos—. ¡Acabo de recibir una
entrega!

Me di media vuelta, de regreso a mi bosquejo, traté de tener mis manos


ocupadas dibujando el contorno. Pero mis dedos temblaban. Estaba
desesperadamente consciente de Matt a mi lado. Mi torpe brazo chocó bajo
su mirada.

Sin embargo, un minuto más tarde, en medio de los golpes y


maldiciones tragadas por el eco de la sala de almacenamiento, Matt se puso
de pie y caminó alrededor de las mesas, desapareciendo en la sala de
caballetes.

Apreté los dientes y maldije en voz baja.

Una hora más tarde, la música salía de la sala de caballete, junto con
más estruendos y golpes desde el espacio de almacenamiento. Todavía
estaba en mi asiento. Había recuperado un pequeño espejo de la señora D
y estaba susurrándole a Yo Mayor mientras fingía trabajar.

—¡Lo juro! ¡Iba a besarme! Si la señora Driley no hubiera entrado… —


Traté de calmarme, centrándome en lo que se suponía que era el cabello de
la señora D. Hasta ahora tenía una línea de sombra sobre el hombro.

No tenía necesidad de ver el espejo para saber que Yo Mayor se había


cruzado de brazos, y su frente estaba arrugada.
—Creo que es bueno que no tuviera la oportunidad, si eso es lo que iba
a hacer —dijo con cuidado.

—Gracias por el voto de confianza —murmuré—. Fue loco. La única


cosa que no puedo entender es, si él estaba celoso de Dex y quería besarme,
¿por qué me está evitando ahora?

—Porque es listo. No haga esto, Ashley. No sea como Finn y Karyn. No


te dejes arrastrar dentro de este tipo de juegos. No eres alguien que engaña.
No te conviertas en una.

—Por supuesto que no soy alguien que engaña —le susurré—. Pero ella
lo es. Ella no se merece ninguna lealtad de mí parte.

—Pero Matt sí —dijo—. Si algo ocurre entre ustedes dos va a ser lo


suficientemente complicado sin lanzar el engaño en la mezcla. No lo hagas,
Ashley. No te arriesgues. Si él te quiere, te querrá lo suficiente como para
romper con cualquiera.

—Claro. —Aspiré y clavé mi pincel en el lienzo de nuevo—. Matt Gray


rompiendo con alguien como Karyn por mí. Claro.

—Cosas más extrañas han sucedido, Ashley —dijo, con una nota
melancólica en su voz.

—No en mi vida.

—¿Qué fue eso, querida? —De la nada, la señora Driley apareció al otro
lado de mi mesa. Grité y dejé caer mi pincel.

—¡N-nada! —canté—. Sólo hablándome a mí misma… tratando de


averiguar qué significa esta pintura, ja, ja, ja, ja.

La señora D agitó una mano hacia mí.

—Está bien, Ashley, lo entiendo —dijo—. Hago eso también. Confía en


mí, ¡no es hasta que tu Yo empieza a responderte que tienes un problema!
—Soltó una carcajada y se volvió hacia la puerta, sus pasos de
desvanecieron mucho más rápido que los resoplidos y cacareos.

Le di la espalda a Yo Mayor, sin saber si encontraba el intercambio


irónicamente divertido, o terriblemente cerca de casa. Pero justo cuando
abría la boca, sonó un golpe en el lado del espejo de Yo Mayor. Ella jadeó y
se había ido. Y frustrante como era, casi no quería hablar con ella nunca
más porque las cosas que decía sonaban a verdad. ¿Y si ella decía algo que
significaba que no había futuro para Matt y yo?

Ese pensamiento me mantuvo fuera de la sala de caballetes.

Apestaba.

Y también Matt. Debido a que no me habló de nuevo en todo el día.


Traducido por Selene

Corregido por Bella’

—Entonces, ¿Matt casi te beso? —pregunta doc acomodándose en su


silla.

Incluso ahora, aún tengo la incertidumbre.

—Creo... quiero decir, era la primera vez que Matt había mostrado
algún interés en mí. Y en ese momento, no estaba del todo segura de qué
estaba pasando.

—¿Cómo puede ser eso? —pregunta doc, escribiendo otra nota en su


cuaderno. Me pregunto qué pasaría si le pidiera una página para garabatear.
Siempre me siento más tranquila cuando mis manos están ocupadas. En su
lugar, trazo el contorno de una rosa en mi antebrazo.

—Cuando quieres algo tan desesperadamente, a veces sobre analizas,


ves cosas que no existen. —Me encojo de hombros—. Además, no es como
si él hubiera hecho algo.

—¿Y tú hiciste algo al respecto?

—¡No! —Levanto mis ojos horrorizada—. Él tenía novia. La pelota


estaba en su lado del campo.

—¿Crees que Matt se preocupaba lo suficiente por ti como para romper


con su novia? —pregunta doc casualmente.

—No. No de ese modo, de todas formas —le digo.

Doc hace un sonido de hmmm.

—¿Crees que alguien se puede sentir atraído hacia ti de esa manera?

—No en ese momento. —Mi voz se siente dolorosamente pequeña y


patética, incluso para mí.
Las cejas de doc se deslizan hacia arriba.

—¿En qué momento comenzaste a creerlo?

Dudo mientras la verdad se hunde.

—Ya sabe, doc, no estoy segura. Incluso cuando las cosas con Dex
sucedieron…

—¿Qué cosas?

Miro hacia arriba con una sonrisa irónica.

—Bueno, ya sabe.

—Realmente no. ¿Por qué no me lo dices?

—Bueno, el baile de graduación...

•••
Después de varios días sin una pista de ningún comportamiento
extraño más de Matt, me convencí de que me había imaginado el casi-beso.
Dex sostuvo mi mano de nuevo un par de veces, pero no intentó nada más.
Estaba empezando a preguntarme si estaba destinada a ser la mejor amiga
de todos los hombres.

Entonces los posters de la graduación comenzaron a aparecer.

Si no hubiera sido una muy buena distracción para mis acosadores,


me habría maldecido por lo inoportuno. Pero el lunes, sólo una persona me
empujó, el martes, sólo me llegó la solicitud poco entusiasta de Eli de “clases
particulares de matemáticas”. Todo el mundo estaba demasiado ocupado en
estrategias para anotar el día de la graduación.

Y luego estaba yo… la chica que famosamente había quedado plantada


el año anterior.

Ese jueves, reuní coraje para ir a mi casillero antes del almuerzo. Había
estado pasando la mayor parte de los descansos y almuerzos en la sala de
arte, pero esa mañana tenía que recoger mi libro de química para un examen
de libro abierto.
Tan pronto como llegué a metro y medio de mi casillero, sabía que algo
estaba mal. La esquina de un pedazo de papel sobresalía de las rejillas de
ventilación en la puerta, y un círculo de chicas de primer año que se situó
frente a mí, me miraban fijamente. No conocía a ninguna por su nombre,
pero sus expresiones de excitación me parecían familiares.

Algo estaba pasando.

Consideré la posibilidad de no pasar por mi casillero y dejar mi libro


después de todo, pero no podía permitirme el lujo de ir sin el libro a la
prueba. Luché contra la cerradura y tiré de la manilla hasta que la puerta
se abrió con un sonido metálico. Tomé una respiración profunda y me asomé
con cautela para ver el interior.

Un trozo de papel estaba en el estante superior.

Ashley Watson, creo que tienes el culo más sexy de esta escuela. ¿Irías
al baile conmigo? DEX

Mi mano voló hacia mi boca. Por un momento no podía ni respirar.


Entonces noté un recipiente de plástico. Con mis temblorosas manos lo
alcancé y saqué un delicado pero hermoso ramillete de rosas con pétalos de
color crema y bordes teñidos de rojo.

Mi primer pensamiento fue: Es un truco.

Pero luego la voz de Dex sonó en mi oído.

—¿Te gusta?

Miré hacia arriba, sobresaltada por su silenciosa llegada. Su sonrisa


era rígida y sus ojos pasaban desde las flores a mi cara. Y entonces me di
cuenta: Temía que dijera no.

—¿Es en serio? —susurré, porque lo que estaba haciendo era


inusualmente romántico. Y si dijera que sí y al final no íbamos después de
esto...

Su frente se arrugó.

—Por supuesto —dijo en voz baja. Y lo podría haber besado.

—Entonces me encantaría —le dije.


Una sonrisa se dibujó en su rostro como si el sol saliera en su cara.
Tomó la cubierta del ramillete y levantó las magníficas flores.

—¿Puedo? —preguntó.

Asentí. El calor se encendió en sus ojos mientras su dedo recorría mi


antebrazo y muñeca. Luego tocó suavemente mis dedos y deslizó el ramillete
sobre mi muñeca. Tan pronto como dejó de tocarme, levanté las flores para
verlas de cerca. Olían increíble.

Pero Dex no había terminado. Mientras todavía estaba mirando las


flores él tomó mi mano y puso un sobre en ella. Tenía dos entradas para el
baile de graduación. Ya les había comprado. Miré por un segundo, luchando
contra la creciente esperanza y emoción, recordándome lo que había
sucedido el año anterior.

—Voy a hacerlo bien esta vez —susurró, todavía con sus manos sobre
la mía, presionando las entradas contra mi piel.

En mi garganta se hizo un nudo. Por primera vez que pudiera recodar…


era con lágrimas de felicidad. De repente, parecía como la cosa más natural
del mundo sacar mi mano de su agarre y ahuecar su cara y acercarlo. Para
poner mis labios sobre los suyos, suavemente.

Lo tomé por sorpresa. Se puso rígido por un momento y un rayo de


vergüenza pura se disparó desde mi corazón hasta los dedos de mis pies.
Estaba a punto de separarme, cuando tomó mis manos y me presionó contra
los casilleros, inclinando su barbilla para profundizar el beso. Estaba tan
atrapada en el momento, que olvidé por completo dónde estábamos, hasta
que alguien comenzó a silbar en el pasillo.

Aparté a Dex rápidamente, pero no dejó de mirarme, y sabía que estaba


completamente sonrojada. Cuando la campana sonó a través de los pasillos
y los estudiantes seguían avanzando, tragué y me fui a mi clase. Dex tomó
mi mano y me llevó por el pasillo, sonriendo como si acabara de ganar un
premio.

Negué con la cabeza un poco, sin atreverme a creer que alguien pudiera
estar contento de estar conmigo.
Traducido por Luisa.20

Corregido por Bella’

Doc se rascó la barba y frunció el ceño a sus notas.

—Dime, ¿por qué decidiste ir al baile con Dex, incluso cuando,


reconociéndolo, todavía tenías sentimientos por Matt? —Doc puso en su
cara su expresión analítica de estar escuchándome y se apoyó en sus
rodillas cruzadas.

—Caray, doc. —Crucé mis brazos sobre mi pecho—. Lo hace sonar


como si hubiese sido un gran asunto. Tenía diecisiete y quería ir al baile.
Cada chica lo hace.

Doc entrecierra los ojos.

—Pienso que es más que eso, Ashley.

—No, no lo es. No estaba pensando profundamente en ese momento…

—Ashley, sé que es duro, pero si vamos a pasar por esto, tienes que ser
honesta conmigo.

—Estoy siendo honesta. —Incluso yo no estaba convencida de mi voz


entrecortada—. Le dije a quién veo en el espejo.

—Pero eres reacia a discutir las decisiones que hiciste con ella. Sé que
nos estamos acercando a algunos eventos difíciles. Pero si eres seria sobre
liberarte, tienes que estar dispuesta a hablar sobre las cosas ocultas,
incluso si son dolorosas.

—¡Ir al baile con Dex no fue doloroso! Al menos, no de la manera que


piensa.

—Ashley…
—¡No! Estoy harta de esto. Estoy cansada de que todo el mundo decida
que sabe lo que sucede en mi cabeza. ¡Algunas cosas no son profundas!

—Pero esas mismas cosas pueden tener consecuencias increíblemente


profundas.

Gruño con frustración. Luego observo el reloj. Eran ya las 11:34.

Mi tensión crece aún más.

Bien. Hagamos esto.

•••

—¿Estás completamente loca? —susurró Matt en mi oído después de


la campana final ese jueves.

Nos detuvimos en mi casillero. Sonreí porque iba a ir al baile y Matt


había escuchado sobre esto de alguien más.

Por una vez todo el mundo murmuraba sobre mí en una buena manera.

—¿Qué? —Pretendí inocencia. Cerrando la puerta y poniendo el seguro,


comencé a caminar por el pasillo, sonriendo a mis pies.

Matt se inclinó hacia mí.

—Ashley, ¡no puedes ir a casa de Finn después del baile!

—¿Qué, qué? —Paré a media zancada y me volví hacia él.

La mandíbula de Matt estaba apretada, y líneas de preocupación


arrugaron su frente.

—Siempre es un problema cuando tú y Finn están cerca el uno del otro.


No puedes ir a su casa toda la noche.

—Matt, ¿de qué estás hablando?

Frunció el ceño.

—¿No vas a ir al baile con Dex? Lo que es, hablando de eso, sólo la peor
idea conocida por el hombre.
—Sí. ¿Pero qué tiene que ver con Finn?

Matt sacudió su cabeza.

—Dex está entrenando con el equipo de béisbol ahora, ¿recuerdas?

Asentí.

—¿Y?

—Así que, Dex está haciendo amigos, Ash. Finn lo invitó a la fiesta en
la casa de vacaciones de sus padres en Seaside. Dijo que va a ir. Lo cual, si
estás yendo con él, significa que vas a venir también.

No sabía siquiera sobre las fiestas después del baile. ¿Podía


arriesgarme a otra noche como la primera en casa de Finn sólo por una cita
para el baile?

—No tenemos que hablar de esto —dije con cautela—. Tendré que
pensar sobre eso.

—¿Estás loca, Ash? No serás capaz de sólo salir y caminar a casa. Ni


siquiera serás capaz de tener tu propio cuarto. Finn sólo está invitando
parejas. ¿Sabes lo que significa eso, verdad? ¿O no te importa?

Mi boca se abrió. Ignorando una urgencia de abofetear su hipócrita


cara, di vuelta sobre mis talones y regresé al pasillo. Matt siguió justo al
lado.

—No quería decirlo así —dijo—. Pero preguntaste por el problema. Es


la casa de Finn. ¿Estás escuchándome?

—Sí —dije a través de mis dientes apretados.

Dimos la vuelta en la esquina al pasillo principal mientras la campana


sonaba sobre nuestras cabezas.

—¡Ashley, detente! —Matt agarró mi brazo y me sacudió. Parecía


asustado.

—¿Cuál es tu problema? —Tiré mi brazo fuera de su agarre—. Es cosa


mía decidir si voy, ¿bien? Y si lo hago, me quedaré lejos del camino de Finn.
—¿Y sobre Dex? Esto será toda la noche, Ash. —Dejó la implicación
colgando entre nosotros.

Respondí a su ceño preocupado con una mirada furiosa y levantando


mí barbilla.

—¿Vas a ir?

Parpadeó.

—Sí, pero…

—¿Llevarás a Karin toda la noche?

Sus cejas se elevaron.

—Eso no es… quiero decir… —farfulló.

Una pequeña parte de mí murió porque quería que dijera que no. Pero
podía ver la doble moral detrás de sus ojos, así que comencé a caminar otra
vez.

•••

La siguiente mañana antes de la escuela escuché mi nombre en el


pasillo detrás de mí.

—Traté de llamarte anoche, pero la línea estuvo ocupada por horas. —


Dex me codeó ligeramente y rió—. ¿Ocupada hablando con tus otras citas
para el baile?

Me moví torpemente sobre mis pies.

—Um, mi mamá estaba hablando con un viejo amigo. —Era una


mentira; yo había descolgado el teléfono del recibidor después de que se
había ido a la cama. Estaba preocupada de que Dex o Matt fueran a llamar,
y no estaba lista para hablar sobre la fiesta de Finn o con ánimo para otra
conferencia.

La única persona con la que quería hablar era con Yo Mayor. Me quedé
hasta las cuatro de la mañana, esperando que apareciera con algún consejo
oportuno. Cuando no apareció, había tomado la decisión por mí misma. No
había manera de ignorarlo, simplemente no podía ir a la fiesta. Si Dex no
quería ir al baile conmigo porque no quería ir a la estúpida fiesta, entonces…
entonces sólo tendría que vivir con eso.

Dex frotó sus manos ansiosamente.

—Así que, mi mamá me va a dejar usar el auto bonito para la noche del
baile, y ya reservé mi esmoquin.

—Lindo —dije, mirando al flujo de personas pasando—. Mira, escuché


sobre la fiesta. ¿Esa de Finn?

Dex asintió.

—Va a ser asombroso. Lo averigüé ayer en el desayuno. Y fuimos


invitados. —Su sonrisa se volvió astuta—. Las chicas están diciéndoles a
sus padres que es una cosa de sólo-chicas.

—Oh. —Encuadré mis hombros—. Dex, ¿sabes que Finn me odia,


verdad? —comencé. El miedo agitándose en mi estómago mientras su
sonrisa se tambaleaba.

Se rascó la parte trasera de su cuello.

—No te preocupes sobre eso. Solían odiarme a mí también. Son sólo…

Puse una mano en su brazo.

—No, no entiendes, Dex. Finn me odia. Como, para hacer sonidos de


vomito cada vez que me ve, me odia. No creo… no creo que pueda ir.

Miró alrededor, luego tomó mi mano y me haló a través del flujo de


cuerpos a un hueco.

—Mira, lo tengo, ¿está bien? —Apretó sus dedos sobre los míos—. ¿Pero
no sería divertido? ¿Para nosotros, me refiero?

—Sí —dije con incertidumbre—. Pero…

—¿Qué si hacemos esto? —dijo, y el brillo volvió a sus ojos—. Hablas


con tu mamá y ves si incluso es una opción, y yo hablaré con Finn. ¿Bien?

Una punzada forzó mi boca en una sonrisa. No me podía resistir. Puse


mi mano libre sobre su pecho y sentí los firmes músculos allí.
—Yo sólo… no pienso que sea así de simple.

—¡Por supuesto que sí! —dijo, susurrando—. Sé cómo manejarlo. Me


ocuparé del comportamiento de Finn. Lo prometo. Confía en mí.

Sus ojos se engancharon con los míos y luego se inclinó para besarme.
Por un segundo, todos los pensamientos de Matt o Karyn o Finn
simplemente desaparecieron.

Cuando se alejó, suavemente sonreía.

—¿Trato?

Asentí, esperando que no me arrepintiera de esto.

—Trato.
Traducido por smile.8

Corregido por Bella’

—¿Te sentiste capaz de aceptar ayuda de Dex, pero no de Matt? —Doc


tironea de la tela de sus pantalones, frunciendo el ceño—. ¿Por qué?

Me retuerzo.

—No fue así. La cosa con Dex… se acercó sigilosamente a mí. Y había
estado en mi situación antes: rechazado. Sabía cómo se sentía y lo que
estaba arriesgando al estar a mi lado. Matt simplemente siempre pareció
creer que las cosas mágicamente saldrían bien incluso cuando toda la
evidencia sugería lo contrario.

Doc pone sus manos sobre su regazo, mirándome mientras me muevo


en mi asiento.

—¿Es posible que Matt fuera optimista porque no conocía “toda la


evidencia”, como tú dices?

—Seguro.

—No seas frívola, Ashley. Estoy pidiéndote que examines algo. ¿Crees
que si le hubieras contado a Matt cómo era la vida en esa escuela realmente
para ti, desde el principio, piensas que quizás se hubiera esforzado más para
hacerlo más fácil para ti? ¿O que te hubiera ayudado a encontrar una
solución?

—No creo que hubiera una solución —espeto.

Doc alza su cabeza como si hubiera dicho algo interesante.

—¿Realmente crees eso? ¿Incluso ahora?

—Sí, lo hago. —Le miro a los ojos porque no voy a dejarlo ir.

—¿Es posible, entonces, que tus decisiones contribuyeran al problema?


Mis ojos se entrecierran.

—¿Cómo se le ocurre?

Doc abre su mano hacia mí.

—Si no creías que tu problema tenía solución, entonces las decisiones


que hiciste, cualquier acción que tomaste, estaban regidas por esa creencia.
No tomaste los pasos para resolver el problema. Tomaste decisiones para
marginalizarlo. ¿Correcto?

—Bueno… quiero decir… —farfullo.

Doc eleva su mano para detenerme.

—No lo digo para criticarte. Solamente estoy tratando de ayudarte a


pelar las capas de esto. ¿Eres capaz de ver que las decisiones que tomaste,
muchas veces tenían defectos?

Exhalo bruscamente.

—Sí.

Doc asiente hacia mí como si fuera una buena niña.

—Así que, quiero que pienses acerca de que si primero, hubieras creído
lo suficiente en tu relación con Matt como para ser honesta con él, entonces
en segundo lugar, te hubieras permitido esperar una solución a tus
problemas, quizás hubieras tomado decisiones diferentes. Y, por tanto,
algunas cosas por las que has pasado quizás no hubieran ocurrido.

—¿Está diciendo que yo hice que me pasara esto? —farfullo.

—No —dice, enfáticamente—. Estoy diciendo que lo que crees que es


verdad impacta en lo que haces. Así que, de alguna manera, tus conflictos
con los demás estaban… auto-cumpliendo tu profecía. Todo completamente
inconsciente, por supuesto.

De repente estoy zumbando con una tensión nerviosa.

No puede tener razón, ¿no?

Trago.

—¿Puedo caminar?
Asiente brevemente.

—Ciertamente. Lo que sea que te haga sentir cómoda.

Me pongo sobre mis pies, paso la gran mesa de café, paso las lámparas,
hacia el otro lado de la habitación, cerca de la amplia y pesada mesa, las
estanterías que van hasta el techo, y el feo tapiz.

Me paro enfrente de la chimenea falsa en la esquina. Hay una gran


pintura de esos viejos barcos con una docena de velas cuadradas encima, y
me he estado preguntando si es real.

Mucha gente no entiende la diferencia entre una pintura real y una


impresión. Se imaginan, que de todas formas tienen una imagen a la que
mirar, así que ¿cuál es el problema? ¿Cierto? No lo entienden. Los artistas
no sólo trabajan con colores y formas. Trabajan con texturas. Con material.
Con luz. No puedes conseguir eso en una impresión de una pintura de la
misma manera que no puedes entender el sabor de la lluvia con una
fotografía.

Todo el mundo puede fingir en dos dimensiones.

O doc tiene gusto, o tiene suerte. La pintura encima de su chimenea


falsa es real.

Es una pintura al óleo. Realismo. Una reproducción casi fotográfica.


Un barco está tambaleándose sobre las olas verdes y grises con espuma
blanca, las nubes detrás son profundas y siniestras.

No es mi estilo, pero está hecho de manera hermosa. Puedo sentir el


viento detrás de él. Sentir su cubierta presionar contra los pies de los
marineros mientras está en la cima de la ola. De la manera en que te sientes
cuando el ascensor se eleva demasiado deprisa…

—¿Ashley?

Salto.

—¿Sí? Perdón, ¿qué estábamos…?

—Estábamos hablando sobre si fue una buena decisión ir a la fiesta de


después.
Oh. Eso.

•••
—¿Toda la noche? —Mamá evaluó las palabras. Estaba de pie al lado
de la encimera, agitando la salsa de la pasta con los noodles. Su cabello
negro caía en capas alrededor de sus hombros, y llevaba tacones, aunque
no había nadie más que yo alrededor para admirarlos.

Me mordí la uña del pulgar.

—Sí.

—¿Con chicos? —Apretó sus labios. Por un segundo me pregunté cómo


esta conversación hubiera ido con otra mamá.

—Sí. —Para esconder mi sonrojo, cogí dos vasos del armario y los llené
de agua, preparándome para poner la mesa.

—¿Y supuestamente vas a ir con Dex de nuevo?

Me estremecí.

—Sí.

—¿Estará Matt allí?

—Sí, mamá —gemí. Mis nervios se intensificaron porque de repente


estaba segura de que iba a decir que sí. No podía decidir cómo me sentía
acerca de ello. Pensar en el beso con Dex aquella mañana me hacía derretir
por dentro. Pero también… esto iba a ser toda la noche.

¿Estaba preparada para ello?

Después mamá puso la cuchara de madera sobre la encimera, la salsa


roja de la pasta cayendo de ella como sangre.

—Supongo… Quiero decir, estuve fuera toda la noche con mi cita


después del baile de fin de curso. No puedo ver por qué no…

Oh Dios, va a decir que sí. Abrí la puerta de la cubertería y saqué


algunos tenedores y cuchillos.
—Pero, Ashley, tendrás que prometerme que serás cuidadosa. —Cogió
una esponja y limpió el lío de la salsa.

Presioné las puntas de un tenedor en mis dedos hasta que se volvió


blanco.

—Lo seré.

—No estoy bromeando, Ashley —dijo, señalándome con la esponja.

—No me estoy riendo.

Tomó la cuchara y volvió a remover de nuevo, un poco más rápido esta


vez. Después sonrió.

—¿Puedo ayudarte a prepararte? —preguntó, casi tímidamente.

—Oh, um, seguro —dije, tomándome desprevenida.

—¡Bien! —Mamá cogió un poco de pasta del bol y lo probó—. Intenta


encontrar un vestido oscuro —dijo, sacando platos del armario sobre su
cabeza—. Te hará parecer más delgada.

•••

Después de una cena durante la cual herví y mamá estuvo más callada
de lo usual, me dirigí a mi habitación. Traté de trabajar en mi portafolio,
pero tan pronto como pasé delante del espejo, Yo Mayor apareció.

—Así que… ¿definitivamente estás yendo? —susurró. Me miró y no


podía decir si estaba asustada de lo que diría, o triste por ello.

Asentí.

—Es raro. Estoy nerviosa, pero… no quiero perdérmelo.

Yo Mayor asintió también, pero no sonrió. Pequeñas líneas blancas de


tensión enmarcaron su boca.

Después su cabeza se giró y murmuró algo que no entendí.


Simplemente continuó mirando detrás de ella.

—Mira, tengo que…


—¿De nuevo? —Casi no aparecía ahora, y cuando lo hacía, tenía que
irse casi cada vez que teníamos tiempo para hablar. Sabía que tenía que
tener cuidado. Sus compañeras la habían comenzado a oír hablar conmigo
últimamente.

—Lo siento. Pero… tengo que irme.

Entonces fue cuando me di cuenta de que lucía diferente. Un poco


mejor vestida que de costumbre. Estaba en pantalones negros con una
simple camiseta de botones a lo largo de la parte superior. Se había
arreglado el cabello. Tenía algo de maquillaje puesto.

—¿A dónde vas?

Se giró para mirarme.

—A ningún sitio. Quiero decir, simplemente… cosas del trabajo.

—¿Desde cuándo trabajas?

—Hablaré contigo más tarde, ¿está bien? O quizás mañana. Sólo, lo


que sea que hagas… simplemente recuerda, nadie es perfecto. Pero quieres
ser capaz de mirarte a ti misma en el espejo a la mañana siguiente. Sin
lamentos. Mejor tomar la decisión correcta que odiarte a ti misma al día
siguiente. ¿Sabes?

—¿Supongo…?

Pasó una mano por su cabello, y por una vez se movió sobre sus
hombros de manera bonita.

—Mira, no hagas nada que Karyn haría. ¿De acuerdo?

Y con ese consejo totalmente aleatorio, se fue del marco.

Me quedé sola sentada en mi alfombra, mirando con la boca abierta,


preguntándome qué me había perdido.
Traducido por âmenoire

Corregido por Bella’

Doc golpea su pluma contra su libreta.

—Sigues mencionando finales abruptos a estas conversaciones. ¿Qué


estaba sucediendo para mantenerlas separadas?

Trato de no burlarme, trato de mantener el cinismo fuera de mi rostro.

—Gente como usted —digo en voz baja.

Doc se ve sorprendido.

—¿Disculpa?

Dejo caer mi cabeza hacia atrás contra la silla.

—Doc, no es la primera persona en pensar que hablo conmigo misma


cuando miro en el espejo. A veces... a veces pienso que ambas sólo
estábamos tratando de soportarlo. Tratando de no llamar demasiado la
atención hacia nosotras mismas. A veces mantener nuestra relación en
secreto parecía más importante que la relación en sí misma. —Aprieto mis
dientes tan pronto como las palabras salen de mi boca, porque sé que son
verdad—. No debería haber sido así —murmuro—. La gente que amas
siempre debería ser más importante que la gente que te juzga.

Doc asiente.

—¿Es un dicho con el que siempre has vivido?

Las preguntas de voluntad nunca cesan.

—No. Claramente. De lo contrario no estaría aquí. —Volteo mi mano,


señalando la habitación.
—¿Crees que necesitas estar aquí? —pregunta doc—. Porque algunas
personas importantes en tu vida creen que sí. Como tu madre.

—Sí, porque mi madre es todo un paradigma de la salud mental —digo


con sarcasmo.

Los labios de doc se contraen, como si estuviera tratando de no sonreír.

—Así que, ¿supongo que prepararte para el baile de graduación no era


su actividad favorita de madre e hija?

Sonrío.

—¿Cómo adivinó?

•••
Un par de semanas después estaba de pie en mi habitación, justo
enfrente del espejo. El suelo estaba abarrotado con pinzas para el cabello y
rizadores, cables serpenteando por el suelo hasta el enchufe en la pared, y
las bolsas de maquillaje de mamá estaban esparcidas por todas partes.
Había trabajado en mi portafolio hasta el minuto en que mamá insistió en
que me metiera en la ducha, y todos mis pinceles y lápices fueron
amontonados en torno a un boceto sin terminar sobre mi escritorio.

Ella inmediatamente comenzó a recordarme sobre cómo Dex no se


presentó el año anterior y a hacer comentarios como: “...una pena. Estarías
tan bonita si solo perdieras un poco de peso”.

Para el momento en que llegamos a la sombra de ojos, estaba lista para


convertirme en una menor emancipada.

Yo Mayor apareció, observando en silencio el procedimiento mientras


mamá ponía mi cabello en grandes rizos. Cuando mamá se volvió para
encontrar un nuevo rizador, miré hacia Yo Mayor. Me dio una mirada
inocente.

—¿Qué?

Apreté mis dientes. Con mamá allí, no podría preguntarle a Yo Mayor


dónde había estado recientemente, dado que ciertamente no había estado
en el espejo. De hecho, aparte de mostrarse dos veces para recordarme que
hoy fuera cuidadosa, luego desapareciendo antes que pudiera preguntarle
por qué, no la había visto en casi dos semanas.

Finalmente, mamá sacó los rizadores y mi cabello caía un poco más


allá de mis hombros en grandes rizos sueltos. Mi flequillo fue acomodado en
una onda estilizada que cortaba justo por encima de un ojo y me hacía lucir
dos años mayor.

—Te ves bonita —murmuró Yo Mayor.

Mi estómago se apretó.

Matt iba a enloquecer.

Quiero decir Dex. Dex iba a enloquecer.

—Algo no está bien. —Suspiró mamá dramáticamente y buscó en su


bolso de maquillaje de nuevo—. ¡Oh! —exclamó, sacando otra botella de su
bolso—. ¡Todavía tengo el brillo! Esto lucirá genial en tus brazos…

—¿Brillo? —gritamos Yo Mayor y yo al mismo tiempo.

La cabeza de mamá se levantó rápidamente.

—Bueno, brillo no, pero destellos…

—¡No! No, eso es todo. Terminé. —Levanté mis manos para alejar lo que
sea que estuviera sacando de su bolso—. Está bien. Esto es todo lo que
necesito, mamá. Gracias —terminé, esforzándome mucho para no dejar que
el sarcasmo se asomara en mi tono.

Mamá me miró fijamente durante un largo momento.

—Entonces sólo hay una cosa más que necesito darte —dijo en voz
baja, y en un tono que no había oído nunca antes. Era forzado. Casi
melancólico. Y se quedó mirando a la alfombra cuando sacó su mano de la
bolsa, agarrando un pequeño paquete brillante.

Fruncí el ceño, insegura, hasta que me di cuenta que entre sus dedos
había una delgada envoltura cuadrada de papel aluminio.

—¿Un condón, mamá? ¿En serio? —No sabía si reír o llorar—. No


puedes estar…
—Es muy en serio —dijo, metiéndose un mechón de cabello detrás de
la oreja.

Detrás de mí, Yo Mayor hizo un ruido de asfixia.

—Ashley, sé que ésta es tu primera fiesta nocturna... y probablemente


no sabes muy bien qué esperar. Me gustaría que hubiéramos tenido tiempo
para algún tipo... de charla sobre esto. Pero el hecho es que, tus amigos de
la escuela están al tanto de todo tipo de cosas, y lo han estado durante años
—dijo—. Y no quiero que entres en ese tipo de cosas sin preparación.

—Tómalo —dijo Yo Mayor con una voz extraña—. Sólo tómalo y…

¿Qué demonios?

—¡No lo voy a tomar! —les espeté a ambas—. ¡No tendré sexo con Dex!
—La idiotez de la rima llamó mi atención. Tragué una risa que lastimó
mientras bajaba.

—Podrías no estar planeando hacerlo… —dijo mamá con cuidado.

—No estoy planeando hacerlo porque no voy a hacerlo —la interrumpí.

—Todos pensamos eso cuando estamos de pie a la luz del día. Pero
cuando estás con un chico y él está emocionado y quieres que esté feliz... —
Se interrumpió con una mirada significativa.

Mi boca se abrió.

—Sólo tómalo —dijo Yo Mayor, jalando las cintas de su sudadera—. No


significa que lo usarás. Terminará más rápido con esta conversación.

—No puedo creer que estemos teniendo esta conversación en absoluto


—murmuré.

—Es mamá —dijo Yo Mayor—. Ignórala. Pretende que te está diciendo


que esperes por el amor y… y no te infravalores a ti misma. Que el respeto
por ti misma vale más que la calentura de Dex, que de cualquiera.

Mamá se retorció bajo mi mirada.

—Hay muchos padres que no te permitirían ir esta noche, Ashley. Y


estoy segura que con buenas intenciones. Pero si una chica como tú quiere
mantener el interés de un chico…
—¿En serio me estás diciendo que use el sexo para mantener a un chico
interesado?

Sus labios se fruncieron.

—Te estoy diciendo que entendería si lo hicieras.

Yo Mayor dejó caer su cabeza hacia una de sus manos.

—¡Es terrible! ¡La peor!

Estaba temblando. Absolutamente furiosa. Mi piel se sentía como el


fuego.

—¿Eso es lo que hiciste, mamá? —espeté—. Porque parece que te


funcionó a la perfección.

La cabeza de mamá se movió hacia atrás como si la hubiera golpeado.


Pero años de enojo contra ella estaba evolucionando en rabia. La voz de Yo
Mayor llegó.

—No la hagas enojar…

—Escucha… —siseó mamá. Se inclinó, ondeando el condón en mi


rostro—. No sé lo que poseyó a ese chico para invitarte esta noche, pero lo
hizo. Y te estoy diciendo, esta es tu oportunidad para algo como una
experiencia normal de preparatoria. Te estoy ayudando…

—¿Así que debería tomar consejos tuyos? —Me reí, pero incluso para
mis oídos sonó forzada y frágil—. Puede que sea una lapa social sin
esperanza, madre, pero tú todavía eres una mujer cuyo marido la dejó por
una mujer más joven y quien no ha estado en una cita por dos años. Pero
tal vez lo tengo todo mal. Tal vez no te molestas con la parte de las citas. Tal
vez sólo vas a la cama…

Ni siquiera vi su mano moverse, sólo sentí la sonora bofetada en mi


mejilla, vi un destello de luz en mi visión.

Yo Mayor juró.

—Oh, Ash…
Mi madre y yo estábamos de pie frente al espejo. Su respiración entraba
y salía como si hubiera estado corriendo. La mía estaba atrapada dentro.
Hasta que salió en un tropel de palabras.

—Mejor hazlo en el otro lado, también. De otra forma el rubor estará


desigual.

Esta vez lo vi venir, cerré mis ojos y dejé que pasara.

Ahora mis dos mejillas ardían.

—¿Terminaste? —Mamá sostuvo mi mirada, su mandíbula endurecida.


Sus manos ahora apretadas a sus costados.

Esperé. Su pecho se levantaba y caía demasiado rápido. El mío


demasiado lento.

Pero ella sólo miraba fijamente, sus fosas nasales ensanchadas.

—La mayoría de las chicas en tu clase matarían por tener una madre
como yo.

—Qué mal que yo no sea una de ellas.

Sus mejillas se hundieron y sus nudillos se volvieron blancos. Por un


segundo, la furia en su rostro hizo vacilar mi coraje.

Pero entonces el sonido del timbre sonó a través de la casa.

Dex estaba aquí para recogerme.

Mamá empujó el condón dentro de mi mano, luego pasó junto a mí sin


otra palabra, azotando la puerta detrás de ella.

Un minuto más tarde el sonido de pasos en la entrada rompió cualquier


otra cosa. ¿Mamá había enviado a Dex a mi habitación?

—¿Ashley? —dijo Dex en voz baja. La puerta empezó a abrirse. Con un


pequeño gritito, fui por mi bolso, hundiendo el condón en sus
profundidades, luego regresando para observar el espejo, jugando con mi
cabello como si estuviera tratando de acomodarlo—. ¡Oye, luces genial! —
dijo Dex desde la puerta ahora abierta.
Traté de sonreír, alisando el frente de mi falda azul rey. La línea del
cuello de mi vestido era profunda y redonda, ofreciendo una pista de mi
escote sin ser demasiado revelador. Y mostraba mis hombros, mientras las
pequeñas mangas cubrían la parte más gruesa de mi brazo. Me había
sentido bonita cuando me lo probé y dada la manera en que Dex me
observaba en este momento, parecía como que también él lo pensaba.

—Gracias —dije, aliviada porque mi voz sonara normal, si acaso suave.

Me di la vuelta para agarrar mi bolso de la cama y repentinamente sus


brazos estuvieron en mis brazos. Me giró.

—¿Estás bien? —La voz de Dex sonó amable.

Me encogí de hombros.

—Sólo nerviosa, supongo.

Una de sus manos se elevó para tocar bajo mi mentón, obligándolo a


levantarse, obligándome a mirarlo. Dex me fijó con una oscura mirada
penetrante. Frunció el ceño. Eché un vistazo a la chaqueta de corte perfecto
que abrazaba sus grandes hombros, ajustada a su delgada cintura. La
manera en que sus pantalones llegaban hasta sus zapatos.

Lucía elegante y sexy. Y me estaba mirando como si le importara.

—Ésta es nuestra noche, Ash. La noche que debimos haber tenido hace
un año. Pasaremos por ella juntos. —Algo se profundizó en su mirada.

Inclinó su frente hacia la mía.

—¿Estás lista para esto? —preguntó, su voz un poco ronca.

—Ni de cerca —dije honestamente.

Dex se rió, agarró mi mano y me jaló hacia la puerta. Colgué mi bolso


sobre mi hombro libre y seguí, tambaleándome un poco en mis nuevos
tacones, medio asustada y medio emocionada sobre lo que estaba por venir.
Traducido por HeythereDelilah1007

Corregido por Bella’

La expresión de doc está entre preocupada y divertida. Lo fulmino con


la mirada.

—Entonces, tu madre...

—Me alentó para actuar como una prostituta. Sí —digo oscuramente.

Frunce el ceño.

—Por lo que describes, esa no era su meta.

—¿En serio? Entonces déjeme describirlo de nuevo, para hacerlo bien


esta vez.

—Ashley...

Levanto una mano hacia él.

—Entiendo lo que quiere decir. Es sólo que... me molesta.

—¿El condón?

Sacudo mi cabeza.

—No, probablemente eso fue inteligente. Pero fue el razonamiento tras


eso. No estaba intentando ayudarme a ser cuidadosa, o lo que sea.
Simplemente asumió que me entregaría a Dex, o a cualquier chico que me
diera ese tipo de atención.

—Tú sí pediste pasar toda la noche fuera. Con una cita.

—Sí, lo hice. Pero usted pensaría que eso generaría algún consejo
maternal, ¿no? ¿Tal vez algo sobre tener cuidado?
Doc cambia su peso y sus notas empiezan a deslizarse de su regazo.
Las agarra, enderezándolas mientras habla.

—Entonces, ¿hizo alguna cosa buena esa noche?

Miro más allá de él al espantoso papel tapiz. No quiero darle a mamá


crédito por nada, después de que me arrastró hasta aquí. Pero en
retrospectiva...

—Creo que ella entendió la situación mejor que yo —admito de mala


gana—. Es por eso que me ofreció los medios para protegerme.

—¿Del sexo?

Me estremezco, y el peso de todo me deja presionada contra mi silla.

—Sí. Pero también de chicos que solo piensan en ellos mismos.

—¿Dex?

—Todos.

•••
Estaba en el baile de graduación.

Yo estaba en el baile de graduación.

Me balanceaba sobre la pista de baile en los brazos de un atractivo


jugador de béisbol. Y nadie nos señalaba y se reía. Ni siquiera Finn, que
estaba bailando con alguna rubia de primer año que se veía como una copia
a carbón de Karyn.

Dex envolvió sus brazos alrededor de mi cintura. Se había quitado la


chaqueta y había aflojado su corbata para que colgara sobre su pecho.
Jugué con ella mientras bailábamos, mis dedos siguiéndola hasta su pecho,
su cuello, donde su camisa se abría para revelar ese triángulo de piel en su
garganta. Cuando la toqué, dejó de respirar.

Recosté mi cabeza contra su pecho. Su corazón golpeaba y latía con


fuerza, y sonreí más ampliamente. Dex se inclinó hacia abajo, y sus labios
tocaron la piel bajo mi oreja, mandando sacudidas de electricidad a través
de mi piel y por mi brazo. Giré mi mentón para encontrarlo a la mitad del
camino y dejé de respirar cuando me besó.

Sus labios se deslizaron suavemente sobre los míos, y me hundí en la


sensación, dejándome sentir el cosquilleo en mi estómago y la piel de gallina
que pinchaba sobre mi piel. Cuando nos separamos. Bajé mi mentón y me
acurruqué contra su pecho, apenas moviéndome con la música.

—¿Tienes sed? —preguntó unas cuantas canciones después.

—Claro —dije, abanicándome con mi mano. Me paré en el borde de la


pista de baile, mirando su espalda mientras caminaba hacia la mesa de
bebidas. Tragué con fuerza. Se veía realmente bien.

—¿Pasándolo bien?

Me giré para encontrar a Matt parado junto a mí, su cabello peinado


hacia atrás como un gánster de los cincuenta, sin chaqueta, su corbata
desaparecida. Se veía increíble.

Con la excepción del músculo que saltaba en su mandíbula.

—Aparentemente mejor que tú —dije—. ¿Qué está pasando? ¿Dónde


está Karyn?

—¿Podemos hablar? —Hizo una seña hacia la salida.

Confundida, lo seguí a través de las puertas de evacuación


tambaleantes hacia un pasillo desierto. Cuando estábamos a unos cuantos
metros de la puerta, puse una mano en su brazo.

—¿Qué está pasando?

Matt se giró hacia mí.

—Le dijiste a alguien, ¿cierto?

Salté un paso atrás.

—¿Decirle a alguien qué?

—Sobre la fiesta después de esta. Que los chicos van a estar ahí
también.
Dentro del baile, el DJ cambió a una canción rápida. La multitud se
animó. Me quedé mirando fijamente a Matt.

—¿De qué estás hablando?

Matt se inclinó hacia mí.

—Alguien le dijo a la mamá de Terese la verdad. Recogerá a Terese justo


después del baile, y amenazó con también decirles la verdad a los otros
padres. Si todos se enteran, la fiesta está arruinada.

Fruncí el ceño.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo?

Pasó una mano por su cabello.

—Todos los demás están muy emocionados por esta noche —dijo
enfáticamente.

—Espera. ¿Crees que yo le dije? —Froté mis manos sobre mis brazos,
congelándome de repente—. Yo no haría eso, Matt. Como podrías siquiera...
—jadeé, apareciendo la realización—. ¡Karyn dijo que había sido yo!, ¿no es
así?

Por primera vez, Matt parecía incierto. Luego me fijó en mi lugar con
una mirada dura.

—Ash, esta no era la oportunidad de vengarse, o lo que sea. No podrías


sólo arruinarlo todo para Karyn. Podrías arruinarnos a todos.

—¡Yo no arruiné nada! —Quería agarrar su camisa y sacudirlo.

—¿Entonces quién lo contó? —exigió él.

—¡No lo sé! —Aunque tenía una sospecha fuerte. Finn. Sin duda sentía
celos de que Karyn fuera a dormir con Matt, y era sencillamente lo
suficientemente egoísta como para arruinar la fiesta y evitar que pasara. No
que pudiera decirle a Matt eso. Hasta ahora, Finn había mantenido su parte
del trato. Tenía que mantener la mía.

La puerta del pasillo se abrió de nuevo, y salió una pareja riendo. El


chico presionó a su cita contra la pared y empezó a besarse con ella. Matt
suspiró con exasperación y me jaló con más fuerza por el corredor.
—¡No puedo creer que la escuches a ella más que a mí! —dije.

—¿Por qué no? —Estaba más tenso que un resorte—. Tú ya no me


escuchas. No vienes a ningún lugar al que te invito, pero Dex chasquea los
dedos y de repente estás ahí. —Me señaló con un dedo—. Cambiaste, Ash.
Ya no sé qué es lo que pasa contigo. Por todo lo que sé, Dex y tú hicieron
esto juntos. Tal vez tú lo perdonaste, pero yo recuerdo como solía ser.

Con eso, algo dentro de mí se rompió. La rabia se abrió paso entre mis
venas. Le pegué a Matt en el pecho, para que se tambaleara un paso hacia
atrás.

—¡No! ¡Tú no puedes tratarme como ellos! Tú eres mi mejor amigo. El


único que... —Cerré mis ojos, luchando por control.

La boca de Matt cayó abierta. Me moví para empujarlo otra vez, incapaz
de encontrar otra manera de expresar que tan enojada me sentía, pero
atrapó mis manos por las muñecas, su cara suavizándose justo cuando
necesitaba que él estuviera enojado, para que así yo también estuviera
enojada.

—Ash...

—¡No! —Echaba chispas—. No lo hice, y lo sabes. ¡No puedo creer que


te pongas de su lado!

Frunció el ceño.

—No estoy tomando partido, es sólo que tiene sentido...

—¿Para quién? —Lo miré otra vez, suplicando. La confusión se filtró


por su cara. Su agarre en mis muñecas se hizo más fuerte, y por un segundo
pensé que iba a jalarme con más fuerza. Pero luego tragó y su mirada cayó
sobre nuestras manos.

—Simplemente no puedo pensar en nadie más que haya querido


hacerlo — dijo suavemente—. Parecía como si... tal vez tú no quisieras que
Karyn y yo...

Rubor subió por mis mejillas. Pensó que yo había hecho esto para que
él no pudiera dormir con Karyn. Arrancando mis manos fuera de su agarre,
di un paso atrás. Luego otro. Miré al chico que yo creía que era mi mejor
amigo. En ese momento, a duras penas lo reconocí.
Matt frunció el ceño.

—Ash...

—No lo hice. Y aunque me encantaría ver cómo esas chicas reciben un


poco de su propia medicina, nunca lo habría hecho porque te habría herido
a ti —admití en una voz a duras penas más alta que un susurro—. Y tú, de
todas las personas, deberías saberlo.

La cara de Matt cayó con sorpresa. Pero luego tragó.

—L-lo siento... Yo sólo...

Me giré y huí. Porque la verdad era que, aunque yo no hubiese dicho


nada, había una parte de mí que esperaba que la noche de todos estuviera
arruinada.

Todos se lo merecían.

Tal vez incluso Matt.


Traducido por Mari NC y Cat J. B

Corregido por Bella’

Doc se ve sorprendido.

—Así que finalmente le hiciste frente a Matt. ¿Le reclamaste por


arruinar tu fiesta de graduación?

—Doc, esa lucha fue sólo la punta del iceberg. —La amargura en mi
voz es clara, incluso para mí.

La mirada de doc se agudiza.

—Entonces, ¿qué pasó después?

Aprieto los dedos de mis pies en la alfombra para detener la sensación


de vértigo.

—¿Qué no pasó?

•••
Después de que me alejé de Matt, pasé diez minutos en uno de los
puestos de discapacitados del cuarto de baño, recomponiéndome. Yo sabía
que no podía volver al baile con los ojos inyectados en sangre. Pero cada vez
que pensaba en la mandíbula apretada de Matt, en sus manos tan apretadas
en mis muñecas, las lágrimas brotaban de nuevo y tenía que empezar de
nuevo, respirar para alejar las ganas de llorar.

Cuando me calmé, y el espejo reveló ojos claros, tomé una respiración


profunda.

—¿Estás ahí? —dije con cautela hacia la superficie. Esperé, pero ella
nunca apareció. Por último, salí del baño y caminé por el pasillo, hacia el
auditorio. Hacia lo que fuera que el resto de la noche prometiera.
Encontré a Dex en una mesa de la esquina. Eli se sentaba junto a él,
su cita en su regazo mientras se besuqueaban.

Dex se puso de pie, sonriendo, y me abrazó contra su pecho.

—¡Ahí estás!

—Sí, lo siento —dije en su camisa—. Tuve que llamar a mi madre y…

—No te preocupes por eso —dijo Dex, inclinando mi cabeza en alto—.


Te extrañé. —Bajó su boca contra la mía. Al principio le di la bienvenida al
contacto, necesitando comodidad después de mi enfrentamiento con Matt.
Pero entonces Dex profundizó el beso. Su lengua se deslizó a través de mi
labio inferior, y probé el dulce sabor enfermizo de alcohol.

Traté de apartarme, pero él me siguió, sus labios nunca perdiendo el


contacto. Cuando volví la cabeza, besó su camino hacia abajo por mi
mandíbula y cuello.

—Dex… —Le di un suave empujón.

—Eres tan sexy, Ashley —susurró, agarrando mi trasero.

Agarré su camisa, tomada con la guardia baja. Entonces lo empujé de


nuevo de verdad. Su cara estaba floja y las sienes estaban sudando.

Me sentía fría.

—¿Ha estado bebiendo? —le pregunté en voz baja.

Sus cejas se juntaron sobre su nariz.

—Apenas. —Miró a nuestro alrededor, sonrió nerviosamente a alguien,


luego me jaló más cerca de nuevo.

Lo dejé, pero no levanté la barbilla para otro beso. Tragué saliva.

—¿Está bien? Quiero decir, ¿no acabas de salir de rehabilitación? —


pregunté con cuidado.

Dex negó con la cabeza, murmurando algo que no entendí.

—Soy un adicto a las drogas, Ashley. No un alcohólico —lo dijo como si


yo debería saberlo. Como si lo hubiera enojado.
Consideré enfrentarlo, pero no quería arruinar la noche. Y si tomó un
par de tragos para darse valor, bueno, podía entender eso. Apartando la
incómoda sensación en la boca de mi estómago, dejé que mis manos se
deslizaran hacia arriba por su pecho y cerré mis dedos en la parte posterior
de su cuello. Cuando me besó de nuevo, traté de entrar en ello. Traté de
ignorar la espiga picante en su aliento. Debería haber estado en éxtasis.
Pero me sentía incómoda y torpe. Y vergonzosamente a punto de llorar.

Dex no pareció notarlo cuando volví la cara. Sus dedos se quedaron en


mi cuello y arrastró sus labios por mi mejilla para susurrar en mi oído:

—No puedo esperar a verte sin ese vestido.

Me quedé helada. Todo dentro de mí se resistió a la idea. Abrí la boca


para decirlo, pero Liam llegó al lado del hombro de Dex y le dio unas
palmaditas en el hombro.

—Amigo, tenemos que salir de aquí. Algunos de los padres de las chicas
están empezando a llamar, se enteraron de la fiesta.

Dex me agarró la mano y me llevó tras Liam. A nuestro alrededor, todo


el mundo estaba agarrando chaquetas y carteras y corriendo de la mesa,
dirigiéndose en la misma dirección.

Yo no quería ir a la fiesta, pero tenía que hacerlo. Ya había sido acusada


de arruinar la noche de todos los demás. Si me iba ahora, si dejaba a Dex,
todos pensarían que yo era la delatora.

De ninguna manera dejaría a Finn echarme la culpa de eso.

—Creo que es mejor que me dejas conducir esta noche —dije en voz
baja mientras trotábamos por los escalones de cemento exterior.

Dex frunció el ceño.

—Estoy bien, Ash —murmuró—. Tu madre dijo que podías ir esta


noche, ¿verdad? ¿Ella no va a aparecer?

—Razón de más para llegar a salvo, ¿verdad? —le dije con cuidado,
sosteniendo mi mano.
Lo vi respirar hondo y por un segundo temí que realmente
argumentaríamos y la noche se arruinaría después de todo. Pero luego
sacudió la cabeza.

—Bien, seguro. Pero me lo deberás —dijo, guiñando un ojo.

Forcé una sonrisa y traté de no arrancarle las llaves cuando las tendió.

•••
Fue un largo viaje en auto, más de una hora. Dex pareció despejarse
un poco durante el camino. Tal vez si no bebía más aún podríamos salvar la
noche, pensé. Miré a un lado, examinando el perfil de Dex a la luz en
movimiento constante de tráfico en la autopista.

Me atrapó mirando y sonrió, puso una mano en mi rodilla y apretó.

—¿Te estás divirtiendo?

Tragué saliva y seguí conduciendo.

—Sí, por supuesto.

La casa en la playa brillaba en el borde de las dunas de arena. Era un


enorme cuadrado de dos pisos con un porche envolvente y ventanas a dos
aguas en el techo. Metí el auto en un terreno de hierba debajo de un árbol
y lo apagué. Sin el ruido del motor, todo lo que podía oír era el sonido de las
olas rompiendo.

Agarré la mano de Dex y sonreí cuando me miró.

—Vamos a dar un paseo por la playa.

—Vamos a llevar nuestras bolsas y cosas dentro primero, ¿de acuerdo?


—dijo Dex, mirando la casa. Asentí y él agarró las dos bolsas, tirándolas sin
esfuerzo sobre un hombro. Luego, mano a mano, cruzamos la calzada.

Música salía de cada ventana y puerta abierta. La luz se derramaba


sobre el porche y en las dunas de hierba de abajo. Un chico se apoyaba en
la barandilla del porche, bebiendo una cerveza.

—Hola, Eli. ¿Cuándo llegaste aquí?


Eli, el collar de cuentas visible en el cuello abierto de su camisa, se
volvió y le devolvió la sonrisa.

—¡Dex! ¡Viniste! —Sonrió cuando me miró y se puso recto, dando a Dex


dos pulgares hacia arriba—. Y trajiste a otra niña a través de la barricada
de los padres. Buen trabajo.

Dex asintió.

—¿Dónde está Lanie?

Los ojos de Eli se abrieron, como si de pronto hubiera recordado a su


cita. Luego miró a su alrededor.

—Um, ella está aquí en alguna parte…

No fue hasta que Dex me hizo pasar y estábamos entrando en la casa


que me di cuenta de que Eli no me había insultado.

Las puertas francesas se abrieron a un largo salón, donde Liam estaba


hundido en un sofá de cuero, su brazo alrededor de Layla.

—¿Nos encontramos una habitación? —preguntó Dex.

Liam hizo un guiño.

—El primero en llegar, el primero en servirse. —Ambos rieron, pero me


tomó un segundo entender el doble sentido. Aparté a Dex.

Vino de buen grado, pasando por delante para arrastrarme subiendo


las escaleras a un amplio pasillo con alfombra y artefactos de iluminación
de latón redondo. Abrió un par de puertas, hasta que encontró una vacía.

—¡Aquí vamos!

La habitación tenía un armario y un pequeño cuarto de baño a la


izquierda. Un edredón esponjoso cubría la cama tamaño queen. Dex dejó
nuestras bolsas en el extremo de la cama, y luego tomó mi barbilla en una
mano y me hizo mirar hacia él.

—Esta noche va a ser muy divertida —dijo.

—Sí, seguro —dije.

Se había convertido en mi respuesta fácil para todo.


¿Quieres ir al baile, Ashley? Sí, seguro.

¿Quieres ir a la casa de la playa de Finn para una fiesta? Sí, seguro.

¿Quieres convertirte en la puta que todo el mundo ya piensa que eres?

Sí… seguro…

Dex dejó caer su boca a la mía y me besó. Profundamente. Entonces


me dio un empujón hacia la cama. Me tensé. Mis manos se acercaron a su
pecho y me acercó más apretadamente, besando mi cuello mientras una
mano se desviaba por un costado de mi caja torácica.

—Dex —jadeé—. No puedo…

—No te preocupes —susurró contra mi cuello—. Vamos a perder el


tiempo por un rato en primer lugar.

—Eso no es lo que quería decir. —Empujé sus hombros, pero él sólo se


retorció un poco y capturó mis labios de nuevo.

—Relájate.

Me aparté.

—¡Dex! No estoy bromeando.

—Ni yo —dijo, con voz ronca—. Estamos bien juntos, Ash.

Me tocó el pecho a través del vestido. Le di un empujón, fuerte, y se


tambaleó hacia atrás al mismo tiempo que yo me alejaba de él, caminando
hacia la puerta. Terminó junto a la cama, jadeante. Cuando recuperó el
equilibrio, me fulminó con la mirada.

—¿Cuál es tu maldito problema? —gruñó Dex.

Me acomodé el vestido.

—Esto va demasiado rápido. Yo no… estás actuando como si fuera un


trato hecho. Y esto no lo es. Yo no lo soy. Quiero decir… no lo haré. No esta
noche. Lo siento si pensaste…

Su mandíbula cayó abierta.


—Te pedí que vinieras conmigo a pasar la noche, Ash. ¿Qué creíste que
estaba pidiéndote?

Apreté los dientes.

—Pensé que querías llevarme al baile.

Dex empujó hacia arriba los puños de su camisa.

—Hice todo lo que querías. Te lo pedí a lo grande. Te di tus flores y me


saqué las estúpidas fotos. Bailé contigo…

—Me metiste mano en la pista de baile, querrás decir —disparé de


vuelta.

—¿Quieres que me disculpe por encontrarte atractiva?

Alcé los brazos en el aire.

—No, ¡quiero que te preocupes más por lo que yo siento que por
toquetearme!

Pasó una mano por su cabello.

—Eres increíble.

—¿Por qué? ¿Porque no dejo caer mis bragas en el segundo en que tú


chasqueas los dedos?

—No —respondió—. Porque hablas tanto de no ser como ellos, y luego


me usas solamente para conseguir estar aquí esta noche.

—¿Qué? —jadeé.

Dex me dio una mirada irónica.

—Oh, no te hagas la tonta conmigo, Ash. Sé que estás enamorada de


Matt. Todos lo saben. Es obvio.

—Como sea. —Me giré para mirar a una lapicera y un boceto de una
golondrina de mar así él no veía mi sonrojo.

Puso su mano en mi hombro.


—Pero pensé que teníamos algo. Pensé que quizás verías que él no
estaba interesado, y nos darías una oportunidad.

Me di la vuelta rápidamente.

—Te di una oportunidad el año pasado. Mira dónde me llevó eso.

—¡Y yo me disculpé!

—Oh, tienes razón, Dex. ¡Eso mejora mucho las cosas! —Las lágrimas
se acumularon en mis ojos, pero las quité con el reverso de mi mano—.
¡Ahora acostémonos!

Dex sacudió la cabeza. Apretó las manos en puños a sus costados, y


tensó la mandíbula.

—No puedo creer que desperdicié esta noche en ti.

El golpe fue certero. Di un paso hacia atrás.

—Eres tan malo como ellos.

—Sí, bueno, entonces también lo eres tú. Encuentra alguien que te lleve
mañana —soltó, pasando a mi lado con un empujón—. Hemos terminado.

Después de que él cerrara de un portazo, me quedé quieta temblando,


mirando la puerta. Repasé la conversación entera, tratando de descubrir
exactamente dónde había salido mal, y mi estómago se hundió.

¿Dex tenía razón? ¿Lo había usado? Me sentí avergonzada. Quizás.


Probablemente. Quería tanto ir al baile… casi sin importarme con quién. Y
él había hecho todas esas cosas románticas: invitarme en la escuela,
comprarme un ramillete, pedirle prestado el auto a su mamá. Incluso había
logrado el milagro de todos los milagros: había conseguido quitar a Finn de
mi espalda por toda una noche.

Me puse de pie y comencé a caminar de un lado a otro en la habitación,


llena de dudas. Tal vez reaccioné exageradamente. Tal vez si hubiera sido
honesta con Dex desde el principio, él habría aceptado mantener las cosas
“aptas para todo público” esta noche. O podría sólo haber ralentizado las
cosas. Quizás debería disculparme. Dejarle ver que no quería rechazarlo.
Antes de acobardarme, abrí la puerta de golpe, recorrí el pasillo y
comencé a bajar las escaleras. Llegaban risas y voces de la sala de estar,
colándose sobre el sonido de la música y el profundo bajo que golpeaba las
viejas tablas del piso.

Pero apenas terminé de bajar las escaleras, la voz de Dex me llegó justo
desde la vuelta de la esquina, deteniendo mis pasos.

—…no creí que ella lo haría. De verdad. Está tratando demasiado de


juntarse con todos.

La carcajada aguda que siguió ese comentario me puso los pelos de


punta. Brooke.

—Es una perdedora. ¿Por qué siguiera estás aquí con ella?

—Shhhh, baja la voz. No sé dónde está. —Dex sonaba perdido, como si


hubiera tomado otro trago o dos.

—¿Quién, Ashley? —dijo ella, demasiado fuerte.

La silenció otra vez.

—¡Para! —Pero había una sonrisa en su voz. Luego Brooke hizo un


ruido y sonidos de pies arrastrándose se elevaron encima de la música.

—¡Para! ¡Me haces cosquillas! —Rió Brooke. Un escalofrío recorrió mi


espalda.

Dex rió. Más sonidos de pies arrastrándose, y un ruido sordo. Luego no


hubo nada más que la música.

De hecho, estuvieron en silencio tanto tiempo, que pensé que quizás se


habían trasladado a la habitación de al lado. Pero justo cuando estaba por
asomarme para comprobarlo, Brooke habló otra vez, en un tono
extrañamente ansioso.

—Hablo en serio, Dex. ¿Por qué la trajiste a ella? —El desdén en su


tono no era una sorpresa. Pero aun así dolía.

—Bueno, alguien me dijo que no tendría oportunidad. No quería estar


solo esta noche, así que… —dijo Dex en un tono sugerente.

—¿Y tú me creíste? —preguntó ella.


Dex se quedó en silencio.

—Bueno, está bien —dijo Brooke—. Mi error. Pero tienes que conseguir
un poco de experiencia, Dex. No puedes creer todo lo que una chica te dice.
Quiero decir, ya sabes…

Lo siguiente lo dijo en voz baja, así que no pude oírlo. Entonces ella se
rió y Dex se quejó.

—Aw, hombre. ¡No puedo creer que desperdicié mi tiempo haciendo que
Finn y todos los demás fueran agradables con ella! —Sus voces se
desvanecieron en la música.

Me alejé, pero mis pies se sentían como cemento, mis piernas como
bloques de madera. A Dex le gustaba Brooke. No era agradable porque yo le
gustara. Por lo que de verdad me había traído aquí era por sexo. Y de alguna
manera había hecho que Finn fuese amable así yo no decía que no.

Con un sollozo, me giré y recorrí el pasillo a trompicones, pasando más


puertas. Extendí una mano y abrí la puerta a mi derecha. La habitación
estaba a oscuras, pero otra puerta llevaba al porche trasero. Cubrí mi boca
con una mano para sofocar mi llanto, me deslicé afuera y crucé corriendo el
porche para llegar a la arena.

Al principio tropecé a ciegas a través de las dunas, pero los ocasionales


gritos y murmullos me dijeron que mis amigos habían salido de la casa para
ir a la playa. No iba a estar a salvo simplemente vagando por ahí.

Así que me giré hacia los árboles dispersos que se alineaban detrás de
la casa y las sombras más oscuras entre ellos, tratando de mantener en
silencio mi ataque de hipo lloroso. No hice más de tres metros antes de
darme cuenta de que las sombras más oscuras estaban de hecho detrás de
la casa, y eran lo suficientemente sólidas como para ser algún tipo de
edificio.

Era un pequeño cuadrado con una puerta grande y vieja que no estaba
cerrada con llave. Apenas más grande que mi habitación, tenía barras en el
suelo que sugerían que una vez había sido una caseta para botes. Pero la
luz de la luna que se filtraba por la puerta abierta arrojaba luz azul sobre
un montón de cajas alineadas contra la pared, y algún tipo de sofá en la
esquina.
A caballo regalado no se le miran los dientes. Rogando que no hubiera
ninguna especie mortal de escarabajos en Oregón, cerré la puerta de un
tirón detrás de mí, maldiciendo y avergonzándome más a mí misma con más
lágrimas cuando inmediatamente tropecé con una de las barras del suelo y
caí de rodillas.

Arena áspera cubría las tablas del suelo, y oí claramente algo


escabulléndose en una esquina.

Resollando, me lancé sobre el sofá y me acurruqué en él.

Diez puntos por patética desesperación, Ashley.

Las lágrimas se deslizaban por mis mejillas, tomé mi rostro entre mis
manos. Tenía que salir de aquí. ¿Pero cómo? Vine en el auto de Dex. Mamá
no iba a conducir todo el camino hasta aquí… Traté de encontrar una
solución más sencilla, pero no importaba cómo lo mirara, sólo había una
opción.

Matt.

Si le decía lo que había escuchado, me llevaría a casa.

Pero no sabía dónde estaba él. Y dónde sea que estuviese, también
estaría Karyn. ¿Qué tal si estaban en el piso de arriba ahora?

Tomé profundas respiraciones de aire marino y me dije que las cosas


se iban a arreglar.

Podía hacer esto. Podía salir de aquí. Incluso si eso significaba


esconderme toda la noche y apoderarme del auto de Matt por la mañana…
podía hacer esto.

Pero, hombre, desearía no tener que hacerlo.


Traducido por Selene

Corregido por ErenaCullen

—Entonces Dex esperaba dormir contigo —resume doc, siendo un poco


redundante.

—Sí. Para ser justos, debería haberlo sabido —digo.

Doc se inclina hacia atrás en su silla.

—Vamos a ahondar un poco en esto. ¿Sientes que deberías haberlo


sabido porque por tu Yo Mayor te lo dijo? ¿O por qué Matt te lo advirtió?

—Ninguna de los dos. —Niego con la cabeza—. Dex era un chico de


dieciocho años. Todos saben que el sexo es importante, es imperativo para
la mayoría de los chicos. Incluso para Matt. Matt habló sobre ello a pesar de
que ser un buen tipo, pero en realidad, el sexo lo cegaba. Cuando se
sentía atraído a una chica, en realidad no estaba pensando en otra cosa. Y
eso que era uno de los buenos chicos.

—Esa es una visión bastante sombría de los hombres —señala doc—.


Pero puedo ver cómo, después de una fiesta de graduación, te sentirías de
esa manera. —La voz de doc es tranquila y simpática—. Sientes que tenías
que pasar por eso.

Me retuerzo.

—No lo sé. Es decir, es lo que se espera. Pero curiosamente, la noche


no fue del todo mala. Hubo partes en las que fui muy feliz. No me siento de
esa manera muy a menudo.

•••
No tengo idea de cuánto tiempo pasé afuera. Con el paso del tiempo,
mis lágrimas cesaron y mis ojos se acostumbraron. Pude distinguir cómo
entraban los haces de luz de la luna sobre las tablas de madera podrida, y
había un agujero en la pared que sin duda era la entrada de los habitantes
de este desagradable escondite, el olor era único. El polvo se mezclaba con
el aire del mar cada vez que me movía. Pero no podía encontrar el valor de
volver a la casa.

La noche se oscureció y la fiesta se volvió más ruidosa. En algún


momento unas voces comenzaron a discutir dentro de la casa, alguien
chillaba y la otra persona maldecía. Luego se escuchó el golpe de la puerta
de un vehículo y el rugido de un motor. Me pregunte quién se habría ido,
pero decidí que no me importaba.

La fiesta estuvo más tranquila después de eso.

Escuché las olas rompiendo en la arena y decidí que no podía correr el


riesgo de encontrarme con Matt y Karyn juntos: eso finalmente me llevaría
al borde. Esperaría. Traté de dormir un poco. Encontraría a Matt en la
mañana, preferiblemente después de que estuviera vestido.

Una manta vieja cubría el respaldo del sofá. La tomé y la sacudí,


tosiendo y parpadeando por todo el polvo y la arena que se levantó alrededor
de mis ojos secos. Después me senté sobre el sofá, aunque estaba reacia a
cubrir mi hermoso vestido con esa tela áspera y sucia.

Subí mis rodillas y observé una sombra sospechosa cuando unas voces
se elevaron de nuevo, esta vez cerca de la arena.

Un minuto más tarde, una profunda voz llamó: “¡Aaaaashley!”, entre


las tablas de la puerta, la sombra de un tipo se asomó por las dunas a unos
pocos metros de distancia.

Se detuvo cerca de los árboles, mirando entre ellos, y gritó:

—¿Ash?

Era Matt.

Di un grito ahogado y él se giró, tropezando a través de las dunas y los


arbustos hacia mí.

—¿Ash?

Cuando llegó a la puerta, la abrió.


—¿Ash? ¿Estás bien? —Se detuvo en la puerta, y luego se precipitó
hacia mí, sus pies golpeaban los huecos de las tablas del suelo, antes de
arrodillarse frente a mí. Lo hice callar, sin saber si me intimidaba o me ponía
eufórica que me hubiera encontrado.

—En serio, Ash, todo el mundo te busca. ¿Qué pasó? —Buscó mi cara
en la oscuridad, con una mano en mi hombro—. ¿Qué estás haciendo aquí?
¿Qué paso?

—Yo-yo tenía que alejarme de Dex... —Mi voz era entrecortada y rota.

Los dedos de Matt se clavaron en mi hombro.

—¿Qué te hizo? —me preguntó, su voz era profunda y poco natural.

Levanté mi mirada y lo encontré observándome, preocupado, me rompí


y de pronto estaba contándole toda mi estúpida historia. Matt no se movió
ni habló durante ese tiempo, aunque sus dedos se tensaron cuando hablé
sobre casi dormir con Dex.

Cuando terminé, dejó escapar un gran suspiro. La tensión se evaporó


de él. Se puso de pie y se sentó junto a mí.

—Ven aquí —susurró haciendo una mueca. Me acercó mientras


acariciaba mi espalda. Enterré mi cara en su hombro y lo agarré con
fuerza—. Lo siento —me dijo tan cerca que sus labios rozaron mi oreja—.
Me imaginaba que algo había pasado, pero no habló de ti frente a mí. Finn
no me dijo… rayos, es una mierda.

No sabía si se refería a Finn o a Dex, pero asentí contra su pecho. Por


primera vez desde que había entrado en este agujero, me sentí segura.

Matt me sostuvo. No estaba haciendo lo que hacen los chicos cuando


una chica llora, donde ponen un torpe brazo a su alrededor mientras desean
estar en otro sitio. Matt me sostuvo y maldijo a las personas que me habían
lastimado.

—Ashley, mírame. —Matt me apretó los hombros. Luego arrastró sus


manos hacia mi barbilla, forzándome a levantar la cabeza—. Mírame.

Mi pecho se contrajo con la urgencia en su voz. Miré sus ojos, pero por
mis lágrimas se veía borroso. Podía sentir su dulce olor a colonia debajo de
la cerveza.
—¿Has estado bebiendo? —le dije entre hipidos.

Uno de los lados de la boca de Matt formó una sonrisa.

—Apenas. Estuve un poco distraído cuando te fuiste.

Tragué.

—Bueno, lo siento por arruinar tu noche. Probablemente debería irme.


Karyn se volverá loca si tú también desapareces.

—Karyn no está aquí. —Frunció el ceño—. Tuvimos una pelea. ¿No


escuchaste nada?

Oh.

—No me di cuenta de que eran ustedes —le dije mientras sonreía.

—A la mitad de las chicas las llamaron sus padres, incluso antes de


llegar aquí. El resto se unió a Karyn cuando se fue hace una hora, creo que
está en un motel. Incluso se fue Brooke. —Sonrió—. Te perdiste un gran
espectáculo.

—Espera, ¿no hay otras chicas aquí?

Matt negó y gemí, enterrando la cara entre mis manos.

Las historias que surgirían en la escuela sobre la única chica que se


quedó en la fiesta. Sólo podía imaginar lo que Karyn y sus amigos iban a
hacer con eso.

—Hey, hey. No te preocupes. —Los brazos de Matt se cerraron a mi


alrededor de nuevo, pero pude oír la sonrisa en su voz—. Vamos a pasar el
rato esta noche, estaremos fuera del camino de todo el mundo, y voy a
llevarte a tu casa por la mañana, ¿de acuerdo? Relájate. Todo estará bien.

Lo miré. Su sonrisa se amplió y se inclinó hacia delante para limpiar


una lágrima de mi mejilla. Entonces su pulgar recorrió mi mejilla de nuevo.

—Por favor, deja de llorar —murmuró y había un nuevo tono en su voz


que me hizo temblar.

—Está bien. —Fue lo único que se me ocurrió decir.


Matt sonrió, pero sólo por un segundo. Sus ojos estaban clavados en
los míos, mientras sus pulgares recorrían mis pómulos, sus dedos
descansaban bajo mis orejas.

—Te ves hermosa esta noche. ¿Lo sabes?

—Por supuesto. Los ojos hinchados y todo…

Su otra mano ahuecaba mi cara y, mientras me miraba a los ojos, dijo:

—Lo digo en serio.

Estaba congelada mirándolo.

Matt pasó su pulgar por mi labio inferior.

—¿Ash? —susurró.

—Sí —le dije. Esa era mi respuesta a nada y a todo.

Luego, lentamente, inclinó la cabeza hacia mí.

Por un segundo, cuando sus labios se cerraron sobre los míos, sentí
como si le estuviera sucediendo a otra persona. Pero entonces... tan
suavemente, pero tan seguro, estaba envuelta en su beso. Matt me estaba
besando.

Matt me estaba besando.

Matt me estaba besando a mí.


Traducido por Lyla

Corregido por ErenaCullen

Matt tomó mi cara para que no pudiera apartarme. Su aliento se


mezclaba con el mío, y el caliente y dulce olor a alcohol ni siquiera
importaba. Me besó como quería, y podría haberme quedado allí durante
horas. No me importaba que estuviéramos en una casucha chirriante, o la
corriente de aire enfriando mis tobillos. Me agarré a sus hombros y no me
importaba lo que pasaba. Quería pasar el resto de mi vida en este momento.

La respiración de Matt sonó en mi oído mientras sus dedos se


entrelazaban detrás de mi cuello y besaba su camino bajando por mi
mandíbula a mi garganta, mi clavícula.

—He estado esperando para hacer eso. —Respiró contra la piel de mi


cuello, sus labios rozando las palabras poco a poco—. Cada vez que te vi
esta noche, quería agarrarte y marcharme.

La cabeza me daba vueltas. ¿Esto era posible?

—Siempre me siento de esa manera —susurré.

Retrocedió para encontrar mis ojos. Su cabello estaba desordenado,


levantado en algunos lugares. Se aclaró la garganta, pero podía oír su rápida
respiración. Sus labios se separaron y me dolía por tenerlos de vuelta. Nos
miramos el uno al otro en la oscuridad.

—¿Por qué no dijiste nada? —Luego me acercó de nuevo y silenció mi


respuesta con un beso.

El cuello de su camisa se retorció entre mis dedos. Su beso tomó el mío


y lo reflejó de vuelta. Dejé que mis manos vagaran hacia abajo, a su cintura.
Saqué su camisa de su cinturón en tirones rápidos, deslizando mis manos
debajo de ella. Los músculos de su abdomen se tensaron bajo mi tacto. Los
míos se tensaron en respuesta.
Matt gimió y el sonido hizo eco en mi pecho, enviando corrientes
eléctricas a través de mis entrañas. Nuestro beso se profundizó.

Cuando se apartó, sus dedos hicieron lentos recorridos en mis brazos.

—Cada vez que Dex te tocaba, quería darle un puñetazo —dijo en voz
baja.

—La próxima vez hazlo, tienes mi permiso —dije. Matt rió, luego ambos
estábamos en silencio. Su mano se deslizó por mi brazo, dejando un rastro
de deliciosos hormigueos detrás.

Dejé que mis manos exploraran su cuello y su cabello, maravillándome


con la libertad de tocarlo. Cuando su respiración se hizo más rápida y me
atrajo hacia sí, mis manos se deslizaron debajo de sus brazos y bajaron a
su espalda. Mis dedos se deslizaron bajo la camisa suelta y recorrieron las
curvas y las crestas de su espalda. Besó mi cuello, su aliento caliente en mi
oreja. Con un sobresalto, me di cuenta de que sus manos estaban
temblando y sonreí porque estaba nervioso.

Por supuesto, no era el único. Especialmente después de que se sentó


y tiró de la parte posterior de su camisa. Respiré hondo cuando la hizo una
bola y la empujó sobre la grieta entre el brazo del sofá y el asiento. Me bajó
lentamente por lo que mi cabeza descansaba en su camisa, y el olor de la
casa de botes se desvaneció debajo del aroma limpio y nítido de su colonia.

Matt me cubrió con su cuerpo, y su peso era delicioso. Envolví mis


brazos a su alrededor, mientras que él tomó todo su peso sobre un brazo
mientras la otra mano se deslizaba por mi pecho y estómago, hacia abajo,
debajo del dobladillo de la falda y retrocedió, cosquilleando la parte exterior
de mi muslo con su tacto suave. Di un grito ahogado y lo atraje más
cerca, deseándolo. Besó una línea desde mi oído a mi hombro.

—Tienes... quiero decir… —jadeé, segura de lo que quería, pero


horrorizada ante la idea de decirlo.

—No te preocupes. —Respiró en mi oído—. Estaremos seguros.

Sonreí. Me sentía segura. Estaba con Matt. Iba a estar con Matt.

De repente, la voz de Yo Mayor sonó en mi cabeza con tanta claridad


como si estuviera de pie justo allí.
“No seas como Finn y Karyn… Quieres ser capaz de mirarte a ti misma
en el espejo a la mañana siguiente… Es mejor tomar la decisión correcta que
odiarte a ti misma al día siguiente. ¿Sabes?”.

Karyn era la novia de Matt.

Ella era una mentirosa, un saco engañoso de pus.

Y también era la razón por la que él había venido preparado.

—¡Espera! ¡Detente!

Empujé a Matt, y se apartó como si hubiera sido quemado, aterrizando


sobre su lado entre el asiento de atrás y yo.

—¿Qué? ¿Te lastimé? —jadeó, una mano en mi estómago, su cabeza se


tensó hacia arriba con torpeza para examinarme en la oscuridad.

Me senté, mareada. Mis ropas estaban torcidas y estaba jadeando. Tiré


mi falda sobre mis rodillas.

—¿Estás preparado? —Mi voz vaciló.

Matt exhaló y dejó caer su cabeza en mi hombro.

—Sí —respiró, sonando aliviado—. No te preocupes. —Una mano se


movió a través de mi estómago y en mi cintura, sus dedos siguiendo la línea
de mis costillas a mi cadera, arriba y abajo.

Aparté su mano, odiándome por hacerlo.

—Eso no es lo que quise decir. —Tragué saliva—. Viniste aquí


preparado. Viniste aquí con Karyn y viniste preparado. Esto, lo nuestro, sólo
está pasando porque ustedes pelearon.

Matt se apartó y se apoyó en un codo.

—Viniste aquí con Dex. Dijiste que estabas preparada, también.

Negué con la cabeza.

—No lo hice… en realidad no quería. Y tan pronto como me di cuenta


de que él sólo quería… no es lo mismo. Esto, tú, esto es otra cosa.
Matt se pasó una mano por el cabello, echando un largo y lento suspiro
entre sus labios. Entonces se sentó, inclinando la rodilla para apoyarse en
ella.

—¿Qué te preocupa?

¿Qué me preocupaba? Todo. Tenía miedo de que me mirara a la luz del


día y se arrepintiera de lo que habíamos hecho. Que, aun cuando
durmiéramos juntos, eligiera a Karyn, la chica que era hermosa. Popular.
Aceptada.

—Tienes novia, Matt —le recordé—. Una novia que me odia. Y viniste
aquí preparado para… para dormir con ella. Soy lo segundo mejor. Sólo
estoy aquí porque soy lo segundo mejor. Sólo estoy aquí contigo porque ella
se fue.

Matt frunció el ceño.

—Eso no es… quiero decir…

—¿Qué pasaría, Matt? ¿Si se enterara?

Se quedó en silencio. ¿Oyó la pregunta que no había preguntado? ¿Se


sentiría bien acerca de esto en la mañana? ¿Aún me querría en la mañana?

—Esto es estúpido. Te estás estresando por algo que no es… quiero


decir, no podemos saber lo que va a pasar en dos horas, y mucho menos
mañana. ¿Tenemos que averiguarlo ahora?

Pero estaba equivocado. Yo podía saber lo que pasaría mañana. Y de


repente, tenía que saber. Tenía que peguntarle a Yo Mayor. ¿Esto era un
error de borrachera? ¿Si hacíamos esto, entonces Matt volvería corriendo a
Karyn mañana? ¿O desearía que pudiera?

—¿Ash? —Su voz fue poco más que un susurro.

Se estiró hacia mí, pero ya estaba de pie antes de que pudiera cambiar
de opinión. Matt me llamó mientras corría a través de las tablas chirriantes,
a la arena, y de regreso a la casa, pero sabía que si lo dejaba tocarme o
hablarme no sería capaz de detenerme. Si lo dejaba tenerme y se deshacía
de mí, no me recuperaría. Me rompería en un millón de pedazos, demasiado
pequeños para que cualquier persona los pegara de nuevo. Era así de
sencillo. No podía manejar tener a Matt esta noche y mañana perderlo.
Traducido por Raeleen P. y Mari NC

Corregido por ErenaCullen

Doc me está mirando, su agarre firme sobre su pluma. Lo miro también


para no tener que pensar en esa noche. Por primera vez me doy cuenta de
las arrugas en sus dedos. El vello en el dorso de su mano se ve frágil y tiene
manchas oscuras en su piel. Sus manos se ven más viejas que él.

Doc golpea la punta de su pluma contra su libreta sobre sus piernas.


Suspiro. No sé si se da cuenta de que lo hace en sincronía con el reloj de la
pared, marcando los minutos que me quedan hasta que nada de esto
importe.

—¿Esa fue la primera vez que Matt y tú tuvieron algún tipo de relación
física?

Asiento, triste, cuando los recuerdos me golpean.

—¿Y? —pregunta doc con suavidad.

Me encuentro con su mirada penetrante y es como si él estuviera al


final de un túnel. No puedo ver nada más. Me falta el aire y me cosquillea la
piel.

—Y mientas pasaba, fue maravilloso —digo, honestamente—. Pero


después…

Doc levanta las cejas.

Trago.

—Después todo fue un desastre.

•••
Dentro de la casa de playa, la música vibraba a través de las viejas
paredes. Golpeé con el hombro a Liam y a Eli de camino a las escaleras, pero
ninguno de los dos me dijo nada.

Apenas era consciente de que las voces provenientes de la sala se


habían callado cuando subí por las escaleras y pisé la alfombra. Mi vista
cayó en la puerta del cuarto que Dex había pedido y decidí que no tenía otra
opción.

Azoté la puerta al cerrarla y tanteé la pared hasta encontrar el


interruptor y prendí la luz, luego fui directa al baño.

—¿Estás ahí? —Escaneé el espejo redondo sobre el lavamanos—.


Necesito hablar contigo. ¡Es una emergencia! —Me temblaban las manos
mientras prendía la luz y cerraba la puerta con seguro.

Escuché pasos del otro lado.

— ¿Ashhhhley? —Era Dex. Borracho. Tocó la puerta suavemente y dejé


caer mi cabeza entre mis manos—. Ash, sal.

—Por favor, por favor, te necesito —susurré, ignorándolo—. No sé qué


hacer.

Oí más pasos.

— ¿Está ahí adentro? —preguntó Eli.

—Ay, probablemente está vomitando. Déjenla ahí. —Finn.

—Solo quiere ser dramática.

Luego un comentario que no escuché y a alguien riéndose en el pasillo.

—¡Cálleeense! —Dex otra vez.

Entonces Yo Mayor apareció en el espejo con los brazos envueltos a su


alrededor. Nos quedamos viendo.

—Solo puedo estar un minuto —susurró, mirando sobre su hombro—.


Tengo que volver...

Me obligué a bajar la voz.

—Lo siento, ¡pero esto es urgente!


Tragó saliva y asintió.

—¿Qué pasa?

Volvieron a tocar la puerta y oí la voz de Dex, ahogada y queda como si


tuviera los labios presionados contra la rendija de la puerta.

—¿Qué dijiste, Ash? No te oí. Sal, cariño. No me importa que estésh


borasha. Eshtá bien.

Yo Mayor giró bruscamente la cabeza para verme, preocupada mientras


le contaba lo sucedido con Dex.

Me sonrió levemente.

—¿Entonces no…?

Negué con la cabeza.

—No. Huí y me escondí. Pero Matt me encontró y… tengo que


preguntarte…

—¿Ash? —preguntó Dex con voz queda.

—¡Déjame en paz! —le grité—. No quiero hablar contigo.

Volteé a ver a Yo Mayor y ella giró la cabeza para ver algo a su espalda
y empalideció, asustada.

—¡No! —susurró desesperadamente.

—¿Qué…?

Me callé al ver que un hombre alto y de espalda ancha se acercaba. Yo


Mayor se hizo hacia atrás. Intentó huir, pero él la detuvo.

Susurraba entre dientes.

—¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste? Ya casi acaban y están esperándote a


ti.

La voz. Oh… Dios…

—¿Matt? —jadeé.
Yo Mayor se cubrió el rostro con las manos y Matt Mayor se acercó, su
voz se volvía más irregular, más enojada, y le preguntaba una y otra vez qué
le pasaba. Entonces miró directamente hacia al espejo y apretó los labios.

Estaba tan sorprendida que, por un segundo, creí que su mirada de


enojo era para mí.

Volteó a ver a Yo Mayor y frunció el ceño.

—¿Otra vez? ¿Estás haciendo esto ahora? Esas personas intentan


ayudarnos… ¡Ayudarte! Sí te das cuenta de que esta es nuestra última
oportunidad, ¿verdad? Sin esto… no puedo continuar, Ashley. Así no.

—Matt está… ¿estás con Matt? —siseé.

Yo Mayor no me miraba.

—Dame cinco minutos —siseó a Matt Mayor—. Es una terapia de


grupo. Una crisis es casi un requisito.

—Esto está fuera de control. Dijiste que ya lo estabas superando…

—¡Vete, Matt! ¡Antes de que alce la voz para que me escuchen! ¿No sería
eso vergonzoso?

—Necesitas ayuda —dijo con tranquilidad. Fríamente. Entonces se giró


y salió. Un segundo después la puerta volvió a rechinar. Ella saltó cuando
azotó la puerta al cerrarla.

La miré mientras estaba medio girada hacia mí. Escuchaba mis latidos
en los oídos.

—¿Estás saliendo con Matt?

Sus ojos enrojecidos me miraron y sus siguientes palabras me dejaron


fría.

—Ashley, Matt y yo hemos estado juntos por años. Piensa que estoy
loca. Me ha internado. Dos veces.

—¿Qué? —Seguramente no la había oído bien. No podía ser. Empecé a


recordar cosas, pedazos de conversaciones con Yo Mayor. Enlisté todo lo que
sabía de su vida… y me di cuenta de que era prácticamente nada—. ¡Me
dijiste que tenías compañeras de piso!
—Matt y yo éramos compañeros de piso. En la universidad. A mitad de
la carrera. Se transfirió en el penúltimo año. Nosotros… volvimos a
conectar…

Mi boca no funcionaba. No podía formular las preguntas. No podía


pensar con claridad. No podía decidir si estaba furiosa o extasiada.

—Podría haberlo tenido esta noche —dije con los dientes apretados—.
Pero pensé… lo dejé por lo que dijiste. ¿Cómo pudiste?

Se abrazó con fuerza, meciéndose levemente.

—Lo siento mucho. Lo siento mucho. Pero no es… él no es el elegido,


Ashley. Créeme. Por favor. No puedes dejarte amarlo así. Te hará
daño. Tanto… —Sus palabras se disolvieron en sollozos.

—No puedo creer esto —dije, sacudiendo la cabeza.

—Estará bien. Lo haremos bien —susurró, ya fuera para sí misma o


para mí, no estaba segura.

—No. No va a estar bien. —De repente, mi enojo se transformó en


desesperación. Certeza—. Todo está arruinado. Todo está arruinado porque
me mentiste. No me dijiste. Y ahora he arruinado todo.

Yo Mayor prestó atención de repente.

—¿Qué hiciste?

—Escribí una carta. Para Matt. —Era inútil ocultarlo de ella por más
tiempo. Bien podría encender hasta el último fusible y dejar que todo
explotara.

Ella frunció el ceño.

—Yo también lo hice. Me preguntaba si lo hiciste.

Levanté una mano.

—Pero yo no se le di. Finn…

—… la robó —terminó con un suspiro—. Lo sé. Pero, ¿por qué no me lo


dijiste? Pasé a través de eso, también. Y, en realidad, no era tan malo. Fue
embarazoso, pero la gente ya suponía lo que sentía por Matt.
Esperanza se levantó en una ola.

—¿Así que él estuvo bien con eso cuando se enteró, ya sabes,


de nosotras?

—Sí, yo… espera, ¿qué? —Yo Mayor se levantó de un salto y llegó a la


superficie del espejo hasta que su nariz casi se encontró con el vidrio—.
¿Qué quieres decir con nosotras?

Di un paso atrás, tartamudeando.

—Yo… yo no… es decir, no es tan malo como piensas…

—¡Dime lo que escribiste!

Parecía poseída, sus ojos tan abiertos que lo blanco se mostraba en


todos los sentidos.

—¡Deja de gritar! No le dije sobre ti, exactamente —mentí—, solo dije


que yo… tenía un secreto… que me hablaba a mí misma todo el tiempo.
porque… bueno, hablo conmigo misma.

—Oh, Dios. Oh, Dios; oh, Dios; oh, Dios… —Su voz se apagó, pero sus
labios se mantuvieron en movimiento. Caminó de un lado a otro delante del
espejo, las lágrimas derramándose—. El espejo. ¿Mencionaste el espejo?

—Yo… —Me desplomé—. Sí.

—Oh, no. Oh, no.

—¿Por qué estás…?

—Te dije que nunca le dijeras a nadie, Ashley. Te dije que no podíamos
nunca decirle a nadie, especialmente a Matt. ¿Por qué no me escuchas?

—Te lo dije, no lo expliqué en detalle. No realmente.

—No importa. —Respiró, pasando una mano por su cabello—. Él sabrá.


Él sabrá. Va a unir los puntos y… oh, Ashley. Finalmente, finalmente
rompiste el patrón, ¿y tuvo que ser esto? —Se llevó las manos a su cara—.
¿Por qué tiene que ser esto?

La miré fijamente, sin comprender.

—No entiendo. ¿Patrón? ¿De qué estás…?


Sus manos se apretaron en su cabello.

—Tenía un Yo Mayor, Ash. Ahora soy el Yo Mayor. Quería que tomaras


un camino diferente. ¡Que fueras libre de todo esto! No podía dejar que
pensaras que Matt era tu futuro porque si pudiera volver atrás y cambiarlo,
lo haría. Ashley, sabes cómo es él. Solo… sigue tratando de arreglarme.
Tratando de convencerme de que necesito ayuda. Y está tan enojado cuando
me niego… —Se interrumpió.

No podía respirar. Todo estaba uniéndose en mi cabeza. Sin importar


sus motivos, o lo que pensaba que estaba haciendo, había estado mintiendo.
Sobre todo. Me alejé de ella, pero choqué contra la pared. No había espacio
para pensar. No había espacio para respirar.

—¿Cómo pudiste mentirme? ¿Cómo pudiste dejarme en la oscuridad?


¿Cómo pudiste?

—Ashley, por favor, créeme…

Me detuve en seco. Después me giré hacia ella. Cuanto más me


acercaba al espejo, más lejos retrocedió.

—¿Creerte? ¿Por qué debería creer una sola palabra que sale de tu
boca?

—Tienes que dejarme explicarte. Tenemos que descubrir…

Me encontré con sus ojos.

—Te odio.

Sus llantos cortaron como si hubiera recibido un disparo.

—No digas eso. No puedes…

—Lo hago. Te odio. —Desde el día en que esas palabras se habían


convertido en un arma contra mí, nunca las había usado hacia otro ser
humano. Pero eran verdad.

—¡No me puedes odiar! ¡Soy tú! —declaró.

Me incliné hasta que estuve a dos centímetros de distancia. La dejé ver


la verdad en mi rostro.
—Exactamente.

Su boca se abrió.

—Has estado tan ocupada mintiendo y ocultando, que no podías ver lo


que me estabas haciendo. Tomaste todo. Todo lo que quiero. Todo lo
que necesito. Eres peor que mamá.

Su cabeza se echó hacia atrás como si la hubiera abofeteado.

Una mano golpeó en la puerta de nuevo.

—¿Ash? —Dex arrastrando las palabras de nuevo.

—Amigo, déjala en paz. —Cortó una voz profunda.

—Métete en tus propios asuntos Matt.

Oh, no. Matt estaba allí. Mi Mat. Fuera de la puerta…

Quería salir de ahí y tirarme en sus brazos. Quería correr, por lo que
nunca tendría que ver su cara de nuevo.

Yo Mayor tragó con fuerza, su mirada vacilando de mi cara a sus


propias manos.

—Tú… no entiendes —susurró—. Lo harás. Lo prometo. Tuve que


hacerlo. Por ti. En este momento se siente como…

—¡En este momento todo está arruinado! —grité.

Todas las voces, a ambos lados del espejo, se quedaron en silencio. Casi
podía oír a todo el mundo en la sala detrás de mí conteniendo la respiración.

—Él no es perfecto, Ashley. —Sus palabras salieron rápido, cortadas—


. Lo tienes arriba en este pedestal y… cuando te acercas a alguien, te das
cuenta de que no son del todo la persona que pensaste que eran…

—¿Ashley? Ashley, sal. Hablaremos. —Era Mat. Parecía preocupado.

Yo Mayor se acercó de nuevo.

—Dijiste que podrías haber… que Matt habría dormido contigo. ¿Por
qué paraste?
—Porque… porque él tiene novia. Y no quiero ser una infiel como ella…

—Bien. —Sus ojos se cerraron y su barbilla cayó—. Sólo tienes una


oportunidad en esto, Ashley. No hagas nada hasta que sea correcto. Hasta
que sepas que está bien. Si Matt quiere estar contigo, todavía querrá
mañana. Romperá con Karyn. Estará allí de la forma en que lo necesitas.
Esperará.

—¿Con quién estás hablando, Ash? Abre la puerta. ¡Por favor!

—Piérdete, idiota, ella es mi cita.

Miré a Yo Mayor y ella a mí.

—Te amo —susurró—. Lo hago. Y uno de estos días eso significará algo.

Una gran explosión sonó en la puerta y salté.

—¡Retrocede, Dex!

—Chicos, chicos, estamos hablando de Watson aquí. En serio, vamos a


beber. Ella va a salir eventualmente.

Matt espetó:

—Cállate, Finn.

—Ashley, por favor… —empezó Yo Mayor.

Pero le di la espalda, abrí la cerradura, y dejé entrar el caos.


Traducido por Selene

Corregido por ErenaCullen

Doc se mueve en su silla.

—Parece que muchas personas estaban despiertas esta noche —dice.

Suspiro.

—No he terminado aún.

•••
Cuando abrí la puerta del baño, Finn estaba apoyado contra la pared,
sonriendo. Dex estaba a unos metros de distancia, balanceándose. Y Matt
estaba de perfil, mirando por encima de su hombro. Por una fracción de
segundo, la imagen de él en los años posteriores —siendo devastadoramente
guapo— se superpuso sobre su cara molesta. Quería precipitarme hacia sus
brazos y decirle todo. Pero cuando dio un paso hacia mí con un suave:
“¿Ash?”, no había un silencioso deseo oculto, sino un cauteloso susurro.

—¿Con quién hablabas?

Tenía un nudo en el estómago.

—Oh, um, llamé a mi madre.

Matt miró mis manos vacías antes de que pudiera pensar en


esconderlas detrás de mi espalda. Se aclaró la garganta.

—Mira, tenemos que hablar.

Aquí viene. Asentí miserablemente.

—Sólo dame un segundo.


Luego, con una sonrisa forzada, me acerqué a Dex y le di una bofetada
poniendo todo mi peso en ello. El sonido hizo eco contra el techo abovedado.

Las mandíbulas de Matt y Finn cayeron. Todas las conversaciones en


el pasillo cesaron.

Dex me miró, balanceándose, frotándose la mejilla.

—¿Por qué fue esto?

—Debiste aprovechar tus oportunidades con Brooke —le dije—. Porque


conmigo no tienes ninguna posibilidad.

La boca de Dex se abrió. Pero en lugar de esperar una respuesta, me


acerqué a Finn, cuyo rostro estaba invadido por la diversión.

—Que interesante que la madre de Terese llamó a todos los otros padres
esta noche. Es decir, ¿quién la llamó?

Los ojos de Finn se estrecharon, y su expresión se volvió fría como el


hielo.

—Tú.

Fingí pensar en ello.

—El problema es que no podría ser yo. Porque los números de Terese
son privados; lo sé, porque mi identificador de llamadas no puede registrarlo
cuándo me envía mensajes de textos describiendo lo gorda que soy. Así que
no conozco su número; cuando lo intenté no pude porque tiene bloqueado
mi número de teléfono.

La cara de Finn se quedó en blanco.

—¿Tienes su número, Finn? ¿Sus madres juegan tenis, o algo así?

Hubo un destello de alarma en su rostro, pero lo cubrió bien. En vez de


responder, cruzó los brazos y se movió a un lado, señalando con su cabeza
la puerta.

—Si no vas a ser usada para algo, no hay una razón para que estés
aquí. Así que vete.
—¡Hey! —Matt saltó hacia adelante, puso una mano sobre Finn para
detenerlo.

—No has contestado a la pregunta.

Finn estaba frente a mi casi nariz con nariz.

—Es mi fiesta. ¿Por qué iba a querer arruinarla? Oh, espera, ya lo hice,
cuando permití que vinieras.

Ignoré su provocación, sacudí la cabeza.

—Sé por qué —dije en voz baja.

—¿Por qué? —exigió Matt.

Finn miró a Matt, y luego de nuevo a mí.

—Cuidado. —Aspiró a través de sus labios, lo suficientemente bajo para


que sólo yo pudiera oírlo—. No soy el único que tiene secretos.

Pasé junto a él, lívida conmigo misma por haberle permitido poner sus
manos en la carta.

Los pies de Matt golpeaban las escaleras detrás de mí.

—¿Por…?

—Tengo que salir de aquí, Matt. ¿Puedo tomar tu auto, por favor? Finn
te puede llevar a tu casa mañana.

Habíamos llegado a la planta baja. Golpes y gritos se elevaron, pero no


nos siguieron por las escaleras. La música todavía latía en la sala de estar
vacía. Giré hacia la derecha en la parte inferior de las escaleras y me dirigí
a la cocina.

—¡Ashley, detente! —Matt me agarró del brazo de nuevo. Me detuve y


me giro hacia él—. Quédate. Tenemos que hablar para resolver esto.

Negué con mi cabeza.

—Es mejor que me vaya. Nadie podrá decir que estábamos


engañando…

Matt se puso rígido.


—Ash, esta noche… no eres la que está engañando a alguien.

—La historia de mi vida. —Resoplé para cubrir mis lágrimas—. Mira,


olvídate de ello, ¿de acuerdo? He terminado con esto. Esta es una de las
peores noches de mi vida. Sólo quiero salir de aquí y olvidar que alguna vez
sucedió.

Matt frunció el ceño. En la oscuridad sus cejas se presionan entre sí


como un par de puños.

—¿Toda ella?

Negué.

—Por… por supuesto no. Pero tienes novia.

Le estaba dando una posibilidad, una oportunidad para decirme que


no me preocupara por lo que Karyn, o por los que sus amigos pensaban.
Imágenes de él inclinándose para besarme, sus manos ahuecando mi cara,
las deliciosas sensaciones de su toque, me bombardearon. Quería que me
acercara a él, que me prometiera que iba a llamar a Karyn en este momento
y terminaría con ella. Me prometiera que las cosas serían diferentes entre
nosotros. Diferentes de lo que habían sido antes.

Pero él se quedó allí, mirándome.

La esperanza se marchitó en mi pecho. Di un paso atrás.

—Ellos no dejarán pasar esto. Tengo que irme. Lo sabes. ¿Puedo usar
tu auto? ¿Por favor?

Matt asintió y se metió la mano en el bolsillo para sacar sus llaves. Las
colocó cuidadosamente en mi mano extendida. Las tomé y me fui caminando
lo suficientemente lento para que me siguiera o me detuviera, no habría
tenido ningún problema en alcanzarme.

Pero no lo hizo.

Al llegar al auto, me encerré dentro y me di cuenta que había tenido


razón en una cosa: Matt Gray, el amor de mi vida y el besador más increíble
del mundo, no era perfecto.

No estaba ni siquiera cerca.


Traducido por AnnaTheBrave y âmenoire

Corregido por ErenaCullen

Doc está tomando notas de nuevo. Dejo de hablar. Cuando termina de


escribir, levanta la mirada, me mira sobre sus anteojos

—Parece que esa fue la primera noche que notaste que Matt estaba...
dañado.

Asiento.

—Me doy cuenta ahora, por supuesto, que todos lo estamos. Que nunca
voy a encontrar a un chico que no me lastime de vez en cuando, o que haga
cosas que no puedo respetar. Pero en el momento...

—Matt no estaba a la altura de tus ideales —dice doc lentamente,


escribiendo más notas en su papel.

Sacudo la cabeza.

—Es más que eso. No fue solo que no era suficiente para alguna
estúpida fantasía... fue que terminó siendo exactamente la clase de persona
que pensé que no era.

Doc deja de escribir y me mira con el ceño fruncido.

—¿Y qué clase de persona es esa?

Trago saliva.

—Un cobarde, como el resto de ellos. La clase de persona que toma la


decisión fácil en lugar de la correcta. Aquellos que saben que lo que hacen
está lastimando a alguien, pero lo hacen de cualquier forma.

Del tipo que me lastiman.

•••
El salón de arte la mañana del domingo siguiente luego del baile de
graduación era un santuario de silencio. Podía estar realmente sola.

El silencio me vació, dejándome pensando en Matt. ¿Qué le diría a


Karyn?

¿Qué se diría a sí mismo?

Alejé todos esos pensamientos. Tenía que trabajar. No había tiempo


para llorar por Matt ahora. No había tiempo para odiar a Dex. Tenía un
portafolio que terminar.

Ahora, más que nunca, tenía que salir de esta ciudad. La competencia
era mi boleto.

El enorme pizarrón negro triple había llegado al fin. Tenía tres días para
tenerlos terminados y aprobados por la señora D. Para media mañana, tenía
dos tercios cubiertos. Mamá y papá estaban en el díptico. La señora Driley,
Kary, Finn y Dex también. Puse un par de pinturas viejas que había hecho
en las que las caras no estaban completamente enfocadas, solo para mostrar
mi rango. Terminé con dos grandes espacios en blanco y uno pequeño. El
retrato de Matt tenía que ocupar uno de los grandes. Ya haría algo con el
pequeño. Pero era el gran espacio del centro el que estaba enloqueciéndome.
La señora Driley insistió en que tenía que ser mi propio retrato. ¿Pero quién
querría ver una pintura solo de mí?

Puse música y saqué las piezas del retrato de Matt. Entonces agarré
un lienzo de lona de la sala de caballetes y lo llevé a mi mesa, sacando todos
los bocetos, dibujos y bosquejos de las facciones de Matt de la carpeta. Me
encontré sentada frente a una mesa llena de sus ojos, su sonrisa y su
mandíbula. Y eso casi me mató. Solo había un boceto de su mano:
sosteniendo un lápiz mientras dibujaba algo. Había captado bien los dedos:
Los nudillos pesados y los largos dedos. Las uñas cortas y redondeadas,
pero limpias. Los tendones que se extendían desde la parte posterior de cada
dedo a su muñeca. Ahora todo lo que podía ver cuando los miraba era esos
dedos tocando mi piel. Ese pulgar trazando mi pómulo. Esa mano tirando
de mi cuando corrí...

Le di la vuelta, tomé un aliento, y luego comencé a filtrar las imágenes.


Esos ojos eran demasiado estrechos. Esa nariz una fracción muy
grande. Esa oreja era angular. Una y otra vez, hasta que tuve sólo una o dos
imágenes restantes de cada facción. Excepto la boca.

Sin dejarme pensar demasiado profundamente en ello, puse un pesado


block de papel de repuesto en mi regazo y empecé a dibujar. Había una
ligera hendidura en el centro de su labio inferior: un plano suave, piel no
amarrada que se extendía cuando sonreía y se arrugaba cuando dejaba de
hacerlo. Su labio superior era ligeramente más delgado que el inferior, pero
ambos eran largos y se detenían en esquinas afiladas. Los dibujé en menos
de diez minutos, y eran perfectos. Bueno, tan perfectos como era capaz de
hacerlos.

Una vez hecho esto, llevé el lienzo a la sala de caballetes y la acomodé,


saqué otros caballetes para poner en ellos mis dibujos, y empecé a jugar con
las piezas. Una hora más tarde, Matt me miraba desde el lienzo. Parecía que
se volvía a mirarme, sosteniendo un lápiz como si estuviera a punto de
usarlo.

Todas las piezas estabas allí, y quería besarlo de nuevo.

Al girar el caballete en torno a la luz natural de la ventana, di unos


pasos atrás para tener el efecto completo. Pero desde esa distancia, faltaba
algo. El uso de diferentes medios para dibujar las diferentes piezas
significaba que ciertas partes de su rostro llamaban la atención de
inmediato, mientras que otras se perdían en el fondo. Era exactamente el
efecto que quería, pero estaba tomando atención a la primera pieza
equivocada.

Sin planearlo, había dibujado los ojos y la boca con lápiz plano. Su
cabello y nariz en crayón acrílico pesado y la mandíbula con carbón vegetal,
los labios se veían enmarcados. Eran perfectos y mis ojos fueron derecho a
ellos. Pero quería que el espectador mirara a los ojos de Matt y que viera lo
que yo veía. ¿Debo volver a algunos de los otros bocetos? ¿Encontrar una
nariz que no fuera tan dramática para que los ojos destacaran más?

—Necesitas pintarlos en óleo.

Grité y me giré.
Matt estaba en la puerta de la sala de caballetes, con las manos en los
bolsillos. Había círculos oscuros bajo los ojos y rastros de barba en su
barbilla y mandíbula. Tenía un aspecto horrible.

Se veía fantástico.

Se quedó mirando la imagen que había hecho de él. Era como si hubiera
abierto mi pecho, tirado de mi corazón, y se lo hubiese entregado. Me
conocía demasiado bien para no entender lo que estaba tratando de lograr
con la imagen.

Tratando de no parecer nerviosa, alcancé el caballete, y lo dirigí a la


basura.

—No está terminado —dije mirando a mis propios pies.

—No lo había visto antes —dice—. ¿Por eso no me dijiste que estabas
viniendo sola todas esas veces?

—Te lo hubiese mostrado cuando estuviera terminado —mentí—. Yo...


solo no estaba esperándote hoy. Pensé que estarías... descansando.

—Lo necesito —dijo. No sonrió—. Los chicos estaban bastante ebrios


anoche. Ruidosos. Y Dex seguía intentando pelear conmigo.

—Lo siento.

Nuestros ojos se encontraron y el calor que había chisporroteado


anoche rompió de nuevo entre nosotros, un escalofrío tangible en el aire.

Me volví valiente. Di un lento paso más cerca. Matt tenía más confianza,
al parecer. Cerró la distancia, pero sus manos estaban todavía hechas un
puño a sus costados.

Toqué su pecho con dedos temblorosos.

—Ayer por la noche, cuando dijiste...

—Bueno, esto se ve amistoso.

Mi cabeza se levantó. Matt se tensó, pero no se dio vuelta.


Karyn se situó en la puerta, con los brazos cruzados, su cabello dorado
perfecto balanceándose sobre los hombros. La expresión de su cara era pura
furia.

Matt hizo una mueca, pero no se volvió.

—No es un buen momento, Kar. Danos solo unos minutos ¿bien?

Sus ojos salieron de su cabeza.

—No me importa si es un buen momento —dijo entre dientes.

—Mira, después de que saliste ayer por la noche, Ashley tuvo que lidiar
con basura real, por lo tanto, aléjate ¿bien? —La voz de Matt tiene más
fuerza, más enojo.

Karyn se burló y se dirigió hacia nosotros. Matt resopló y se volvió para


reunirse con ella. Pero venía por mí. Me preparé mientras trataba de pasar
por delante de Matt, pero la agarró del brazo.

—¡Hey! —escupió.

—Sal de aquí, Karyn.

—¿Estás dando la cara por ella? ¡Soy tu novia!

—¡Sal de aquí! —rugió Matt e incluso yo salté. No podía apartar los ojos
de él.

La boca de Karyn se abrió y tiró de su brazo. Estaba dispuesta a apostar


que nunca lo había visto realmente enojado antes. Cuando habló, su voz era
fuerte.

—Siempre se trata de ella al final, ¿verdad? Siempre estás soltando este


“sólo amigos”, pero cada vez que hace algo, tienes que estar allí. ¿Por qué
no admitir que es con quien quieres estar? Oh, espera, es cierto, porque no
quieres que todo el mundo te odie también.

Matt la agarró del brazo de nuevo, pero no se acercó, simplemente me


señaló y se burló.

—Lo odia, ya sabes. Odia que todo el mundo te odie. Se ríe de ti cuando
no estás...
Sus palabras me fueron arrojadas como piedras, dejando moretones.

—¡Eso no es verdad! —soltó Matt.

Ella golpeó sus manos.

—¡Eres un marica, Matt! ¡Y tú! —Se volvió hacia mí—. Sé que estabas
allí anoche con todos esos tipos. ¿Piensas que eso hará que les gustes a las
personas?

Solo tomó tres pasos acercarse lo suficiente para empujarla. Karyn


sonrió.

Matt puso una mano en mi hombro.

—Permíteme manejar esto.

Pero solo lo ignoré.

—¡Tú, vaca de dos caras! —Quería estrangularla—. No te mereces a


Matt y él definitivamente no se merece estar con una traidora como tú. Dejas
que todo el mundo piense que eres una pequeña princesa, pero eres una
serpiente total. ¡Mientes! ¡Engañas! Eres…

Karyn se quedó sin aliento.

—Oh, mi...

Pero no la dejé terminar.

—Dile a Matt de todas esas veces que tus amigos me arrinconaron y


solo pasaste por delante y reíste. ¡Dile acerca de cómo me dejaste cuando te
diste cuenta que no era lo suficientemente popular! ¡Dile de todas esas
pequeñas “reuniones” en la biblioteca!

Los ojos de Karyn se abrieron y sus dientes se retiraron de sus labios.

—Finn te dijo lo que sucedería si... —Se llevó las manos a la boca e
inmediatamente miró a Matt.

Mi respiración se hizo demasiado rápida y mis manos temblaban.

—Nunca dije un nombre —susurré—. Tú lo hiciste.

Matt nos miró. Pero todo lo que dijo fue:


—¿Finn?

La boca de Karyn se abrió. Se me quedó mirando. Pero luego,


lentamente, se volvió hacia Matt y sus ojos se pusieron todo líquidos y
suplicantes.

—No fue... quiero decir...

Se hizo un pesado silencio sobre la habitación.

—Matt, yo... —Se estiró hacia él, pero se encogió y ella se detuvo.

Los hombros de Matt estaban encorvados y rígidos. Miró hacia atrás y


hacia adelante y pude verlo hacer las conexiones, haciéndose
preguntas, viendo las cosas de manera diferente. Entonces me miró para
confirmar sus temores. Asentí.

Su rostro se puso blanco. Con una mandíbula como la piedra, se


levantó frente al rostro de Karyn y gruñó:

—¿Qué está pasando con Finn?

Cualquiera sea el hechizo bajo el que estaba Karyn, se rompió. Su


fachada de cristal regresó. Levantó su nariz en el aire, se cruzó de brazos y
resopló inestablemente.

—¡Nada! —Hizo un gran espectáculo inclinando su cabeza hacia mí—.


Quiere que rompas conmigo por ella. ¡Eres tan ingenuo! —Pero nunca me
miró. Miró fijamente a Matt por un minuto y él le devolvió la mirada, luego
maldijo y salió rápidamente de la habitación.

Matt se tensó cuando la puerta se cerró, pero no fue tras ella.

—¿Matt? —dije en voz baja.

Su cara era inexpresiva.

—¿Matt? —Toqué su brazo—. ¿Estás bien? —Su cabeza bajó


rápidamente, mirando a donde nos tocábamos.

—Sólo... dame un minuto —dijo con sus dientes apretados, quitando


mis dedos de su brazo.

Me mordí el labio y di un paso atrás. Matt dio una risa fría.


—No te preocupes —dijo—. No es contigo con quien estoy enojado.

Pequeño alivio. Quería llegar a él de nuevo. Quería poner mis brazos a


su alrededor y enterrar mi rostro en su pecho y frotar su espalda. Quería
consolarlo.

—No mucho, de todos modos —dijo en una voz plana.

—Bueno, eso es tranquilizador.

Un minuto más tarde, Matt dejó escapar un suspiro, y luego se volvió


hacia mí de nuevo. La dureza todavía se aferraba a su mandíbula y hombros,
pero pasó una mano por su cabello y sacudió su cabeza.

—¿Finn? —dijo.

Tragué saliva, todavía recuperando mi compostura.

—Los encontré besándose.

Frunció el ceño.

—¿Cuándo?

—Hace algunas semanas.

La incredulidad y la rabia pincharon su rostro.

—¿Algunas semanas? ¿Y no me lo dijiste? ¿Simplemente me dejaste


seguir con ella, como un idiota? ¿Por qué?

—Porque no tenía pruebas. Y siempre les crees cuando te dicen las


cosas.

La mandíbula de Matt se abrió.

—¿De verdad piensas que les creería a ellos sobre ti? —Su voz subió
bruscamente al final.

—Por supuesto que sí. ¡Lo has estado haciendo durante años!

—¡No lo hago!

—Matt, los eliges todas las veces. Les creíste cuando me acusaron de
llamar a la madre de Terese. Pasas el rato con ellos en la escuela a pesar
que hacen mi vida un infierno. Sales con chicas que me odian, luego les
crees cuando te dicen que no lo hacen.

Matt hizo una mueca y pasó una mano por su cabello.

—Eso no es cierto. No entiendo por qué pensarías eso.

Y eso fue todo lo se necesitó.

—¿No lo entiendes? ¿En serio?

Debe de haber escuchado el cambio en mi tono, porque respondió con


cautela.

—Sí.

Di un paso más cerca.

—Bien, entonces te explicaré. Vamos a empezar con Karyn. El mes


pasado, ella y sus amigas lanzaron mis vaqueros al lavabo durante la clase
de educación física. Le dije a la maestra, así que ellas le dijeron que me hice
pis en los pantalones. Alguien dejó un paquete de toallas para la
incontinencia en la parte superior de mi casillero.

Su cabeza se echó hacia atrás.

—¿Por qué no…?

—Hace un par de semanas, Brooke hizo un dibujo de mí dándole una


mamada al maestro de matemáticas y se lo pasó a toda la clase. ¡He estado
recibiendo burlas sobre las “tutorías de matemáticas” desde entonces!

Matt miró hacia otro lado, pero ahora estaba encarrilada.

—Finn me humilla y me dice que me odia prácticamente cada vez que


me ve. Se asegura que sus amigos también me digan eso. ¿Tienes alguna
idea de cómo se siente tener personas viéndote a la cara y diciéndote que
desearían que estuvieras muerto, y que lo digan en serio?

Matt dejó escapar un suspiro, pero él estaba mirando hacia la alfombra.

—Lo siento. No sabía que era tan…

—No quisiste saber. Te avergüenzo —dije en voz baja—. Lo entiendo.


Sacudió su cabeza.

—No. No me avergüenzas.

—Entonces, ¿de qué estaba hablando Karyn?

—Crece, Ash. —Su voz seguía subiendo—. Está celosa porque siempre
estoy ahí para ti. ¿Te das cuenta que… que siempre estoy ahí para ti?
¡Incluso cuando eres una completa idiota, estoy ahí para ti! Para este punto,
deberías saber que puedes confiar en mí.

Eso se sintió como una bofetada.

—¿Yo? Son tus amigos los que son los idiotas…

—¡Oh, vamos! Podrías alejarte de ellos si quisieras. Sigues tirándote


delante de ellos, y luego lloras cuando se burlan de ti.

—¡No lo hago!

—¿De verdad? —El rostro de Matt se endureció y se inclinó—.


¿Realmente quieres tener esta conversación? ¿Qué hay de esa fiesta en casa
de Finn, donde te emborrachaste y empezaste a llorar por una pelea con
Finn que tú iniciaste?

—¡No la inicié, y no estaba borracha!

—¿Y qué tal anoche? —gritó—. Entiendo que estuvieras molesta, pero
en lugar de buscar a alguien, ¡de buscarme a mí!, y pedir ayuda como una
persona normal, desapareces. Todos te buscaron, incluso Finn. ¿Sabías
eso? ¡Pensaron que algo te había sucedido! Luego resultó que sólo estabas
llorando en un rincón. A las personas no les gusta el drama. Y haces drama
todo el tiempo.

Las palabras de Matt fueron como cuchillos en mi piel, cortando hasta


el hueso. ¿No podía ver que el drama pasó debido a quien ellos pensaban
que era yo? No podía cambiar eso.

¿Podría?

—No podría haberlos enfrentado anoche. Finn me hubiera crucificado.


No es una pequeña pelea con él. Él... él...
—¿Qué? ¿Qué hizo él, Ash? Si es tan horrible, ¿por qué aceptaste ir a
su casa? ¿Dos veces?

Matt se inclinó hacia mi rostro, enojado, pero queriendo respuestas.


Quería decirle. Quería contarle toda la historia y darle la carta y tenerlo
envolviéndome en esos brazos fuertes como lo había hecho unas horas
antes. Quería sentir sus dedos entrelazados con los míos de nuevo.

Entonces recordé el rostro de Finn, la maliciosa sonrisa que tenía


cuando habló sobre la carta.

¿Podía confiar en que Matt se quedara si supiera la verdad sobre lo que


veía cuando miraba en el espejo? Finn no lo creyó. Tampoco Yo Mayor.

Di un paso atrás, sacudiendo mi cabeza.

—¡Oh, por el…!

Las lágrimas estaban de vuelta, ríos de lágrimas.

—¡Deja de gritarme! —Me abracé y me alejó de él.

Matt gimió entre dientes, luego se dio la vuelta.

—Bien. Olvídalo. Olvídate de todo. —Se dirigió hacia la puerta,


empujando la pila de caballetes apoyada contra la pared al pasar,
enviándolos con un estrépito hasta el suelo. Salté y las lágrimas vinieron
más fuertes.

—¡Matt!

La puerta se cerró fuertemente y se había ido. Esperé un minuto,


conteniendo mi respiración, rezando porque volviera. Pero cuanto más
tiempo me quedé allí, más segura estuve que no iba a volver.

Mi corazón latía contra mis costillas y mi respiración se hizo demasiado


rápida. Debería haber recogido los caballetes que Matt derribó, pero mis
brazos se sentían como gelatina. Luego mis rodillas temblaron y me hundí
en al suelo.

Estuve al borde durante un largo tiempo antes que pudiera respirar sin
jadeos. Hasta que los temblores dejaron de correr de arriba abajo por mi
columna. Me quedé en el suelo, envuelta alrededor del dolor, obligando a las
grietas en el interior a que aguantaran. Hasta que pudiera respirar. Pero con
el oxígeno llegó una extraña clase de claridad.

Esto. Tenía que capturar esto.

Me di la vuelta sobre mis manos y rodillas, esperando para asegurarme


que mi cabeza se quedaría en un solo lugar. Cuando lo hizo, me puse de pie
y utilicé mis manos temblorosas para levantar el caballete que había estado
utilizando.

Rasgando los pedazos de Matt del lienzo, cogí un lápiz y comencé a


dibujar, muy ligero así el plomo no se mostraría a través de pinceladas
posteriores. Entonces pasé a través de los pinceles hasta que encontré uno
pequeño y estrecho, apto para dibujar en la pintura.

Me pinté. Rodeada de nada. Cero. Sola. Sólo mi cara y mis hombros, la


barbilla en mi mano, y un espacio en blanco, en blanco, junto a mí y detrás
de mí. Dibujé mis ojos y delineé mi frente y convertí mi cabello en algo
parecido a un buen corte.

El mundo se convirtió en un lugar muy pequeño. Sólo yo y la pintura.

Una vez que las bases estaban en su lugar, saqué un enorme espejo de
cuerpo entero de la zona de almacenamiento y lo apoyé contra la pared para
que pudiera estudiarme a mí misma. Era raro tener un espejo y no llamar a
Yo Mayor, pero era lo suficientemente duro mirarme a mí misma. Cada vez
que lo hacía, escuchaba mi propia voz.

Él no te quiere. Eres demasiado drama.

Pasé horas dibujando y mezclando colores, trabajando los detalles. Pero


cada vez que daba un paso atrás para asimilar el efecto, algo le faltaba. Volví
a mi libro de trabajo y traté de esbozar la misma forma en un pedazo de
papel e intervenir con las acuarelas en la parte superior. Incluso dibujé
gafas, como las de mamá, para ver si un ajuste de líneas diferente lo
iluminaría. Pero no sirvió de nada. En la frustración, desgarré el boceto por
la mitad y salí de nuevo hacia la sala de caballete.

Me di la vuelta, buscando inspiración, pero en su lugar me encontré


con la ventana. De alguna manera ya había oscurecido afuera. Con un
suspiro, empaqué todo y limpié mis pinceles. Mi pintura estaba terminada,
algo así. Pero era una imagen plana, en blanco. Nada sorprendente. Nada
revelador. Sabía que la señora D la odiaría.

Yo ciertamente lo hacía. Pero era todo lo que me había quedado.


Traducido por Mari NC y âmenoire

Corregido por ErenaCullen

El reloj de la pared muestra la 1:16. Me muerdo el labio. Cuando me


giro de nuevo hacia doc, mira el reloj, y luego de nuevo a mí.

—¿Tienes prisa, Ashley? —pregunta.

Sí. Tengo prisa por salir de este lugar. Por salir de aquí antes de que el
infierno se desate. Por estar libre de esta basura que llaman terapia.

Pero digo:

—¿No la tendría usted, si pensara que después de seis meses es posible


librarse de este lugar?

Doc no responde inmediatamente. Cuando lo hace, hay una nitidez en


su rostro que se refleja en su tono.

—¿Es así? ¿O es que nos estamos acercando a tu incidente? Cuando


leí tu archivo, fue obvio que ha habido un patrón en tus períodos de sesiones
anteriores: Cada vez que tus terapeutas comienzan a analizar ese día, a
pedirte que enfrentes todo lo que pasó, te tensas. Te cierras. O estás tan
molesta que se ven obligados a abandonar el tema y la sesión.

Parpadeo. ¿Hice eso?

—No es fácil hablar —digo. Mi voz suena como si no la hubiera utilizado


por un día o dos.

Doc asiente rápidamente.

—Puedo imaginar que eso es cierto.

El problema con imaginar es que no tiene nada de realidad.

—Tengo una teoría —dice doc.


Magnífico.

Se aclara la garganta.

—Creo que los seres humanos tienen una tendencia a cumplir las
expectativas: lo que esperamos de nosotros mismos, lo que creemos que los
demás esperan de nosotros. Creo que todos fijamos nuestras vidas a esos
patrones. Y me pregunto si eso no ha sido parte de tu problema. Tomaste
decisiones basada en cómo percibías que otros esperaban que te
comportaras. Tú, tal vez inconscientemente, llamaste su atención sobre tus
defectos.

Ruedo los ojos.

—Dios, es tan malo como el resto de ellos.

—¿El resto de quién? —pregunta, con frialdad.

—Ellos. Los padres. Profesores. Loqueros. Cualquiera. Cualquier


persona que no ha tenido que caminar por un pasillo y temer por su vida
todos los días.

—¿Sientes que están, estaban, todos contra ti?

—No contra mí, exactamente. Pero ellos no entendían.

Doc se inclina un poco hacia adelante.

—¿Entendían qué?

Considero no contestar. Pero infiernos, tengo un poco de curiosidad por


escuchar lo que dirá.

—Bueno… en la escuela secundaria, me dijeron que sólo me


mantuviera fuera del camino de las personas que me odiaban. Pero no
importaba lo que hiciera; ignorarlos, defenderme, alejarme, simplemente me
encontraban. Una y otra vez.

Se lleva un dedo a los labios. Su cara se ve contraída.

—Continúa.
—Por lo tanto, dada su teoría, ¿me traje todo esto a mí misma? ¿Empujé
a la gente hasta el punto en que no podían alejarse? Para un estado tan
agravado, ¿tenían que buscarme?

—¿Y si la respuesta es sí?

Llamaradas de ira queman mis costillas. Las trago.

—No fui la única presionando. Eso es lo que ellos me hicieron.

—¿Presionarte?

—Hasta el punto en que estaba a punto de romperme.

Mira a sus notas.

—¿Y tu incidente?

Me reflejo. Me mira con una expresión impasible y espera.

—Sé que no atraje eso —murmuro—. Lo sé porque no estaba


buscándolos. Ellos vinieron a buscarme. De hecho, parecía que, esos
últimos meses, siempre fue así. Me buscaron. Y cuando me encontraron…
—dejo de hablar.

Él sabe.

•••
Lunes por la mañana, esperé hasta quince minutos antes de que la
campana debiera sonar, pero Matt no se presentó para llevarme. En el
último segundo, me puse mis zapatos y corrí el kilómetro más o menos a la
escuela. Cuando estuve una manzana de distancia, lo bastante cerca para
oír los sonidos de la gente riendo y gritando, los acontecimientos de todo el
fin de semana llegaron a mí y me di cuenta de que estaba temblando.

Traté de no pensar mientras entraba por las puertas, simplemente


escaneando los edificios y diciéndome que quedaba sólo una semana de
clases antes de los finales, cuando simplemente podría aparecer para mis
pruebas, luego irme.

—¡Oigan! ¡Es Ashley! ¡OhDiosmío! ¡Alguien llame a un médico! —


Brooke rió cuando me vio cruzar el estacionamiento.
¿Qué? Volví la cabeza y caminé más rápido, pero un hilo de temor
empezó en mi pecho. ¿Qué está pasando?

Me metí por una entrada lateral y caminé por el pasillo corto desde la
puerta hasta la sala principal.

—¡Oh! Ashley! ¿Dónde está tu media naranja? —gritó Layla.

Oh Dios. ¿Estaba hablando de Dex… o Matt? ¿Qué rumores estaban


circulando?

Di vuelta a la esquina. Sólo tres puertas de aulas entre mi casillero y


yo. Podía hacer eso. Podía caminar más allá de tres salones.

Un ruido de resoplido sonó justo detrás de mí y alguien se puso de pie


en la parte posterior de mi zapato. Una ronda de risa fue rápidamente
seguida por el golpe de un cuerpo enrollándose contra el mío, empujándome
contra la pared.

—Zorra loca —murmuró Eli mientras seguía caminando.

Reboté contra la pared y me lancé por mi bolsa mientras se deslizaba


de mi hombro. Las lágrimas brotaron de mis ojos y siseé una maldición,
determinada a estar enojada para no ceder.

Sólo dos puertas de salones más.

Luego una.

Entonces llegué a mi casillero y vi un pedazo de papel pegado en la


parte delantera.

Mi temor hizo erupción, luego se transformó en terror absoluto.

Contuve la respiración y leí la primera línea de mi puño y letra.

Querido Matt,

Las cosas han sido un poco extrañas últimamente, pero


quiero que sepas que entiendo…
La carta.

Oh no. Oh, no, no, no.

Entré en pánico. Mi mente se puso en blanco. A continuación, se cubrió


con cada uno de mis temores. ¿Cuántas personas la habían visto? ¿Matt la
había visto? La arranqué de la puerta de mi casillero y la arrugué en la bola
más pequeña posible, luego la empujé al fondo de mi bolsillo.

—Oh, Matt, entiendo… —arrulló una voz detrás de mí, seguida por una
nube de risa. La mortificación zumbó a través de cada terminación nerviosa
de mi piel. Mi casillero se emborronó enfrente de mí y aparté las lágrimas.
Tenía que salir de aquí. Ahora. Iría directamente con la enfermera, le diría
que estaba enferma, hacer que me firmara la salida de clase. Sí. Buen plan.

Pero antes de que pudiera moverme, un grupo de mis compañeros,


dirigidos por Terese, venía hacia mí.

—¿Cómo estuvo el viernes, Ashley? ¿Encontraste a alguien lo


suficientemente borracho para pasar el rato contigo?

—¿O suficientemente loco? —agregó alguien más.

—Oye, ¿tú otro yo te da consejos sexuales? ¿O también todos huyen


gritando de ella?

—Oh, Dios mío. ¿Por qué no sólo se muere y ya?

Me encojo. Sus burlas y risas hacen eco en mis oídos mientras caminan
por el pasillo. No fue hasta que alguien más golpeó mi hombro que pude
ponerme en acción. Me giré y caminé, chocando de lleno contra un ancho
pecho. Firme manos conocidas me tomaron de los antebrazos.

Matt.

—Lo siento mucho, iba a recogerte, pero se me hizo tarde…

Se fue apagando, mirando mi rostro.

—Oye. ¿Qué está mal?

Claramente todavía no había visto —o escuchado— sobre la carta. Mi


pecho se apretó. ¿Debería decirle? ¿Mostrarle, así no tendría que esperar
para descubrir cómo iba a lucir su rostro cuando me rechazara?
—En serio, Ashley, me estás asustando. —El tono de su voz había
cambiado, como si se acabara de dar cuenta de algo. El pasillo alrededor de
nosotros estaba anormalmente callado, aunque había muchos cuerpos en
mi visión periférica.

Estaban observando.

Esperando.

No podía quitar mi mirada de su pecho.

Algo rozó mi cabello y me encogí. Dos chicos pasaron corriendo


cantando “Crazy in Love”.

Matt maldijo hacia ellos, luego se giró de vuelta.

—¿Qué está pasando?

En ese momento lo decidí: no quería estar ahí para ver el horror


aparecer en su rostro. Repentinamente, estaba desesperada por estar en
cualquier otro lugar. Ser alguien más. No necesitaba ser popular, o incluso
aceptada. Habría sido feliz siendo invisible. Ser capaz de vagar por los
pasillos sin tener que cuidarme. Hacer lo que sea y no tener a alguien
diciéndome que me matara.

Me tambaleé lejos de él porque dolía demasiado estar así de cerca.

Matt agarró mi manga.

—¿A dónde vas?

—A la enfermería. Estoy enferma —susurré. Me solté de su agarré y me


marché por el pasillo, mirando mis zapatos. Por encima de nuestras cabezas
sonó la campana. Este pasillo llevaba al vestíbulo principal al frente de la
escuela. Ya estaba temblando. Pálida. La enfermera creería que estaba
enferma.

Matt tomó mi mano y empujó hacia adelante. Cuando llegamos al


vestíbulo. Jadeó y se detuvo. La campana había sonado, pero el lobby estaba
lleno de gente. Todos se presionaban hacia la pared del tablero de anuncios,
echando un vistazo por encima de los hombros de los demás, riéndose,
apuntando, jadeando, susurrando…
—¿Es ella?

—Oh, por Di…

—¡Ve a matarte, fenómeno!

—¡Oye! —Matt se lanzó hacia cierta chica, pero lo jalé hacia atrás—.
¿Qué pasa ahora? —Mi voz se rompió.

Antes que pudiera responder, la señora Driley entró en el vestíbulo.

—¿Qué está pasando aquí? —Cuando su mirada aterrizó en el tablero


de anuncios, sus manos volaron hacia su boca. Luego me miró directamente
y la lastima en su rostro me hizo desear nunca haber nacido.

—¡Todos ustedes! ¡Váyanse! ¡Ahora! —gritó la señora Driley.

Apreté mis dientes y me empujé hacia adelante mientras todos los


demás empujaban hacia atrás. Matt sacudió su cabeza y trató de jalarme
para alejarme, pero sólo me hizo más determinada a verlo.

—¡Detenla, Matt! —chilló la señora Driley.

—¡Ashley, no! —Me agarró de nuevo, pero me escabullí. Cuerpos me


vapuleaban mientras intentaba pasar entre los dos últimos chicos. Luego,
mis pies aterrizaron en algo pegajoso. Mi pierna se deslizó hacia adelante y
casi me caigo. Matt atrapó mi brazo y me estabilizó. Ambos miramos hacia
abajo.

Había pintura en el suelo.

Una taza mezcladora yacía de lado sobre el linóleo, pintura blanca y


roja crudamente mezclada derramándose desde el interior. Pegajosas líneas
del ancho de un zapato decían que más de una persona ya se había
resbalado en ella.

Levanté la mirada y mi corazón se detuvo. Ahí estaba eso.

Ahí estaba yo.

Alguien había clavado mi autorretrato al tablón de anuncios. Excepto


que ya no era más mi pintura. Cuando había dejado la habitación de
caballetes el día anterior, el lienzo casi cuadrado mostraba una plana y
precisa representación pintada de mí. Nada especial. Nada
espectacularmente malo. La pintura todavía estaba ahí, pero ahora había
un pene crudamente dibujado apuntando directo hacia mi boca.

Matt juró.

—No puedo creerlo… —Se fue apagando—. Ash, lo siento mucho. Te


ayudaré a arreglarlo. —Se estiró para tomarlo, pero agarré su brazo. Tenía
que verlo todo.

Diagonalmente a través de la parte superior, en dentadas letras


mayúsculas, las palabras A LA LOCA ASHLEY LE GUSTA LA POLLA
gritaban desde el lienzo.

A cada lado del lienzo, dos copias de la carta estaban fijadas al tablón
de anuncios.

No, no, no, no, no, no.

—Matt, por favor vete. Ahora. —Salió en un susurro. No creo que me


escuchara, porque sólo entornó los ojos y se inclinó hacia adelante sus
labios moviéndose silenciosamente mientras leía las horribles palabras en
la carta. Se giró lentamente para mirarme, sorpresa estupefacta en cada
línea de su hermoso rostro. Se estiró para tomar una de ellas, pero mi mano
palmeó la suya para alejarla y la arranqué primero. Pero no pude ignorar la
manera en que se tiró hacia atrás, poniendo medio paso de distancia entre
nosotros. El dolor rugía, luego estuve entumecida.

Repentinamente sentí como si estuviera fuera de mi cuerpo, como un


observador silencioso que solo observaba mi vida desmoronarse. Mi mano
se levantó, arranqué de la pared la segunda carta y la metí en mi bolsillo.
Luego tomé el lienzo de la esquina donde estaba seco, después agarré la otra
esquina. Batallé por un momento para jalarlo. Pero finalmente cedió y le di
la espalda a la pared.

Los labios de la señora Driley se movieron, pero no pude escucharla.

Matt se puso frente a mí, pero tampoco podía escucharlo más.

Había un corto circuito en algún lugar y todo lo que pude hacer fue
sostenerme contra la pintura así nadie más podía verla. Estaba aterrorizada.
Estaba exhausta. Necesitaba ir a casa.
No estoy segura si dije eso, o si ellos simplemente lo asumieron, porque
Matt dejó ir mi brazo y la señora Driley, luciendo al borde de las lágrimas,
asintió y se dirigió hacia la puerta por delante de mí.

Estuve un par de pasos dentro del vestíbulo antes de darme cuenta de


que todavía había ahí una multitud. Traté de ignorar las sonrisas y los
murmullos, los ojos demasiado brillantes y las cabezas sacudiéndose. Justo
entonces, justo ahí, deseé estar muerta. Nada. Intocable.

Alguien dijo mi nombre. Burbujeó hacia mí como aire a través del agua.
Pero no quise escucharlo. Muy pronto estaba corriendo y dado que estaba
llorando, todo pasaba en un borrón literalmente. Golpeé la barra en las
puertas dobles y corrí por las escaleras y salí, atravesé el estacionamiento,
preguntándome por qué mi nombre seguía rebotando en el aire detrás de
mí. Pero no tenía ninguna respuesta. Tenía que estar sola. Y tal vez
necesitaba matarme, porque si esto podía empeorar, de todas formas, no
tenía en mí lo necesario para sobrevivir.
Traducido por Cat J. B

Corregido por Selene

El doc tiene la cabeza inclinada hacia abajo. Si no fuera por la expresión


incómoda de su rostro, pensaría que está rezando.

Luego inhala y me mira a los ojos.

—¿Te dijeron que te suicidaras?

Casi suelto una carcajada. Si no estuviera más tensa que una cuerda
de guitarra en este momento, lo habría hecho. ¿Eso es lo que lo tiene tan
callado y cuidadoso?

—Solían decir cosas como esas todo el tiempo —digo con incredulidad—
. Si hubiera hecho todo lo que los demás me decían que hiciera, no habría
sobrevivido en la secundaria. —Trato de sonreír, pero no funciona muy
bien—. En serio, doc, no es por eso que estoy aquí.

Me hace un gesto para que continúe, pero no paso por alto, que no dijo
estar de acuerdo conmigo.

•••
No recuerdo el camino a casa, ni como entré con la pintura en mis
manos. No recuerdo nada excepto ver que no eran ni las nueve de la mañana
y ya deseaba no haber nacido. Entré a mi habitación y encontré a Yo Mayor
en el espejo, su rostro estaba contraído por la preocupación.

—¿Qué pasó? ¿Qué está mal?

Por un segundo, consideré ignorarla por completo. Pero luego arrastré


la silla de mi escritorio hasta ponerla frente al espejo y coloqué la pintura
sobre ella de modo que pudiera verla. Su rostro palideció. Se congeló.

—Finn y Karyn… —dijo, y su voz se fue apagando.


Asentí, luego corrí las cortinas, me metí a la cama y puse las frazadas
sobre mi cabeza.

Un minuto después se aclaró la garganta. Habló suavemente.

—Está bien, Ashley. Tú…

—¡Cállate! —le grité al algodón sobre mi cabeza—. ¡No puedo seguir


haciendo esto! ¡Ya basta! —Todo mi cuerpo temblaba. Mi respiración se
convirtió en jadeos abruptos.

Su inhalación fue audible.

—Ashley... yo no…

—¡Cállate! Sólo. ¡CÁLLATE!

Hubo un fuerte ruido y por un instante, creí que Yo Mayor había


atravesado el espejo. Que de alguna forma estaba viva y aquí conmigo.

Pero cuando quité las sábanas sobre mí y me senté, mamá estaba en


el marco de la puerta, en pijama, jadeante, con el cabello revuelto y
enredado. Tenía uno de sus jarrones de cuello largo en la mano, y lo blandía
como un palo de golf.

¿Qué estaba haciendo aquí?

Oh, mierda. Era lunes. Dormía durante el día.

—¿A quién le estás gritando así? —gritó mamá, aún escaneando


frenéticamente la habitación—. ¿Quién está aquí?

—Nadie. —Respiré hondo.

—Ashley Watson, ¿quién está en esta habitación contigo? —Mamá corrió


hacia el ropero y abrió la puerta de golpe. Yo Mayor maldijo cuando el espejo,
con ella en él, se balanceó fuera de la vista.

Mamá procedió a investigar en cada resquicio de mi habitación. Se fijó


detrás de las cortinas, aunque a éstas les faltara un buen tramo para llegar
al suelo. Incluso abrió algunos cajones y se tiró al piso para mirar debajo de
la cama. Todo el tiempo, tuvo el jarrón apretado tan fuerte que sus nudillos
se pusieron blancos. Luego se levantó del suelo y caminó hacia mí, con el
rostro rojo y retorcido por la ira.
—¿A quién le estabas gritando, Ashley? ¿Dónde está? ¿Por qué no estás
en el colegio?

—No hay nadie…

Dejó el jarrón en mi escritorio con un golpe sordo.

—¡Le estabas gritando a alguien!

—¡Déjame sola! —chillé, cubriéndome de nuevo con las sábanas.

—¿Saliste de clases para venir a gritarte a ti misma en el espejo?

—¡No es así! —Mi voz sonó amortiguada.

—Ashley, si alguno de los vecinos te hubiera oído, habrían pensado que


te estaban atacando. ¡Yo creí por un segundo que estabas siendo atacada
por alguien! ¿Qué diablos te pasa por la cabeza?

Sin habla, simplemente me acurruqué en las sábanas, odiándola.


Odiando lo inútil que me hacía sentir. Bueno, había sacado lo peor de ella
antes, pero ahora la había enloquecido. Quizás si la avergonzaba lo
suficiente se daría por vencida y me dejaría sola. Salí rápido de la cama y la
rodeé para llegar a la silla que ella había empujado mientras alborotaba mi
habitación.

—¡No te vayas cuando te estoy hablando!

Tomé la silla y la giré hacia mi mamá.

Abrió la boca para regañarme otra vez, luego vio la pintura y la cerró.
Se acercó un paso. Y otro más. Se cubrió la boca con una mano, pero yo
podía ver sus labios moviéndose, leyendo las palabras. Finalmente me miró
y bajó la mano.

—¿Alguien más hizo esto?

Mi mandíbula cayó abierta.

—¿Crees que yo lo hice?

Miró fijamente la pintura otra vez, sacudiendo la cabeza.

—Ashley... ¿por qué te odian tanto? ¿Qué hiciste?


Parpadeé.

¿Mi mamá creía que era mi culpa?

Hace unos meses, mamá chocó el auto contra algo y el parabrisas se


agrietó. Nada grave, solo una pequeña línea que comenzaba en la parte
inferior del vidrio.

Condujo a casa, estacionó en el garaje, e hizo una cita para llevarlo al


taller el día siguiente.

Excepto que cuando sacó el auto a la mañana siguiente, esa pequeña


línea se había convertido en una grieta irregular de unos treinta
centímetros. Y mientras conducíamos, se agrandó mientras la
observábamos, y se ramificó hasta que un tercio del vidrio estaba recorrido
por líneas.

Cuando llegamos al mecánico, él silbó y dijo que tuvimos suerte. Dijo


que esa grieta estaba bajo tanta presión que el golpecito más insignificante
desde la dirección equivocada podría haberla roto en un millón de pedazos
y cubrirnos con trozos de vidrio.

Ahora, mientras mamá se llevaba las manos al rostro y sacudía la


cabeza, me sentí como ese parabrisas.

Crack, crack, crack.

Una fractura comenzó detrás de mi ombligo, las frágiles piezas


temblaron, a punto de soltarse. El dolor explotó a través de mi cuerpo y me
doblé hacia delante.

—No puedo creer esto. Eres un… un desastre. Un hazmerreír. No es


extraño que las otras madres actúen tan incómodas cuando vienen a la
tienda…

»… hago todo lo que puedo para ayudarte, y tú solo lo arruinas todo…

»… ya no sé qué hacer. No sé cómo arreglarte…

»… ¿has pensado alguna vez en lo vergonzoso que es para mí tener una


hija tan… tan…?
—Ashley, sólo respira —dijo Yo Mayor—. Sé que es horrible, pero vamos
a superar esto, ¿sí? Yo... puedo ayudar. Lo prometo.

Horrible no era la palabra. Horrible ni siquiera comenzaba a describirlo.


Era la vergüenza de mi propia madre. Era el hazmerreír de mi escuela. Matt
sabía todo…

Matt.

Eso fue la gota que llenó el vaso. Respiré muy fuerte, y luego me rompí.
Todas las piezas dentro de mí se partieron y se disiparon, cayendo con un
tintineo en el piso de mi vida y dejando un vacío abierto donde debería estar
mi corazón.

Intenté respirar, pero el aire no entró.

—¿Ashley? —Mi mamá paró con su diatriba el tiempo suficiente para


darse cuenta de que yo estaba derrumbándome.

—No puedo… —jadeé—… respirar…

—¡Ashley! Ashley, escúchame…

Sacudí la cabeza, y caí al suelo en mis manos y rodillas. Clavé mis


dedos en la alfombra, retorciéndola hasta que las delgadas fibras se
metieron entre mis uñas. Mi equilibrio flaqueó.

—Tienes que relajarte. ¡Tienes que respirar!

Comencé a ver negro en el borde de mis ojos, convirtiendo mi


habitación en un túnel. Pájaros delgados entraban y salían de mi visión. No
podía decir si era mi mamá o Yo Mayor la que me llamaba.

—Mírame. Ashley, ¡mírame!

Balanceé la cabeza torpemente, jadeando como un pez, segura de que


estaba a punto de sofocarme. Mi corazón golpeteaba contra mis costillas,
palpitaba en mi piel, latía en mis oídos.

Sentía como si fuera a morirme. Y francamente, eso tenía un lado


bueno.

Mamá se arrodilló en la alfombra y me golpeó fuerte en la espalda. Mi


visión se nubló, tosí, y de repente podía inhalar aire de nuevo, aunque solo
fuera para convertirlo en un sollozo. Por un momento, su expresión era
sincera y desesperada, como nunca la había visto antes. Pero luego
desapareció como si nunca hubiese estado ahí. Mamá me miró
inexpresivamente y murmuró:

—Necesitas ayuda.

Me hice un charco en el suelo. ¿Es que no podía verlo? Llegaba


demasiado tarde.
Traducido por âmenoire & Mari NC

Corregido por Selene

—Todos los caminos llevan de regreso a tu mamá —murmura doc.

Inclino mi cabeza sobre mi mano y espero a que se explique. Cuando


encuentra mi mirada, se encoge de hombros.

—Es un cliché, pero es cierto —dice, ondeando una mano en el aire—.


Nuestros padres nos moldean, sea su intensión o no. Tu madre te convenció
que no eras adecuada, que carecías del valor necesario. Te lo heredó.
Colorea cada decisión que has hecho alguna vez.

Me siento derecha.

—Tomo la responsabilidad de mis decisiones, doc. No la culpo.

—Ya sea que la culpes o no, ha influido en ti —dice a la ligera,


empujando sus lentes por el puente de su nariz—. Pero el hecho establece
que ella fue tu primer intimidador. Ella escribió el guión, por así decirlo, que
hacía eco en tu cabeza. Cuando tus compañeros empezaron a tratarte de la
misma forma, fue fácil que les creyeras, porque, afrontémoslo, lo has estado
escuchando en casa hace tiempo.

Es algo que me molesta de vez en cuando. ¿Me sentiría diferente sobre


mí misma si mamá pensara diferente de mí?

No hay manera de saberlo. Nunca he tenido alguna otra madre, así que
me parece inútil especular. En lugar de eso, me encojo.

—Creo que es una buena teoría —le digo—. Pero, ¿quién sabe?

—Yo lo sé —dice enfáticamente, haciendo otra nota, esta vez su lápiz


garabatea a través del papel, como si estuviera enojado con él—. Lo sé.
Me doy la vuelta, desconcertada por la resolución en su tono. Estoy
enojada con mi madre, seguro. Pero puedo ver a través de ella ahora. No
puede manipularme como solía hacerlo.

¿Pero Matt puede? ¿Todavía tiene ese poder sobre mí?

La luz solar desde la ventana, golpea el espejo y destella en mi visión


periférica. Sin pensarlo, me giro para verlo.

Cuando miro de vuelta, doc tiene una ceja levantada.

—Entonces, ¿qué hiciste después?

Trago saliva.

—Lo que siempre hago. Arte.

•••
Después que mamá finalmente dejó mi habitación, me senté sobre la
alfombra, con todo mi cuerpo rígido. Durante mucho tiempo no me pude
mover. Finalmente, me las arreglé para arrastrarme y cerrar la puerta del
armario así podría ver a Yo Mayor, aunque no pude evitar verme a mí misma,
también. Mi rostro estaba tan hinchado por las lágrimas que lucía como si
hubiera pasados dos rondas en el ring de boxeo.

—¿Qué voy a hacer ahora? —susurré.

Yo Mayor se sentó en el suelo, abrazando sus rodillas.

—No van a vencerte, ¿me escuchas? —Se atragantó. Luego me di


cuenta que estaba llorando.

Por mí.

—Pero… —Y mis propias lágrimas irrumpieron.

—Finn y Karyn no van a ganar. —Inhaló agudamente—. No lo harán.


En sólo uno minutos, vas a limpiar tu rostro, levantarte y hacer esto. Y les
probarás a todos que están equivocados.

—¿Hacer qué?
—Ganar. Vas a ganar, Ashley. ¿Entiendes? Vas a tomar la mierda que
te están lanzando y la convertirás en algo bueno. Algo hermoso. Y ganarás.

—¿Cómo? ¿C…cómo?

Dejó caer su cabeza por un segundo. Cuando la levantó de nuevo, sus


ojos estaban llenos de lágrimas.

—Míralo, Ashley. Realmente míralo. —Miró sobre mi hombro. Me di la


vuelta, limpiando mis ojos, mi pecho se agitaba en tambaleantes
respiraciones que no podía detener. Estaba mirando hacia la pintura.

La pintura de mí era plana, vacía y desprovista de vida. La que estaba


garabateada con odio por todo mi rostro.

Cuán apropiado.

Luego parpadeé. Y tragué fuertemente.

La pintura todavía estaba ahí, una forzada imagen de mí en dos


dimensiones cubierta con sabotaje en rosa brillante. Pero esta vez, lo vi. Mi
pintura, con sus palabras, se había vuelto más real, más representativa de
mí, que cualquier otra cosa que había logrado por mí misma. Contaba una
historia, en la yo que no me veía especial. No tenía profundidad. Nada
atrayente. Y sus palabras, su rencor, su odio, garabateando a través de él.
Luego miré hacia el rostro de Yo Mayor y me di cuenta que no estaba
hablando. No estaba preocupada, o asustada. Estaba… recordando.

—Tú… —me interrumpí.

La respiración de Yo Mayor se entrecortó y lo supe.

—Esto también te sucedió a ti —respiré.

Lágrimas bajaron por sus mejillas. Rápidamente las quitó con un


nudillo impaciente. Pero luego se rió.

—Sí —dijo—. Quiero decir, fue un poco diferente para mí, pero le
hicieron esto a mi pintura… sí.

Tragué. Sorprendida. Enojada. ¿De qué más me perdí? Pero no había


tiempo.

—La p…pintura. Si la uso…


—Lo harás. —Asintió

—¿Puedo hacerlo? —Mi voz fue apenas poco más que un susurro.

—Sí —dijo vehemente—. Absolutamente. Puedes. —Tragó—. Tienes que


hacerlo.

—Pero…

—Ahora, Ashley. No lo pienses. Sabes que funcionará. Y… y es como


tiene de ser.

Me sobresalté, pero no importaba qué más había sucedido. Sabía que


tenía razón y me revolví hasta ponerme de pie, apoyándome en la puerta del
armario hasta que sentí que ya no me iba a volver a caer. Luego me dirigí
hacia la pintura, pero me detuve. Me giré de nuevo.

Yo Mayor todavía estaba arrodillada en el suelo, un mundo de dolor y


determinación se veía en su rostro.

—Oye, ¿estás bien?

De su lado del espejo, un golpe sonó y una voz amortiguada llamó.

—Ashley, es hora. —Miró por encima de su hombro, luego se giró de


nuevo hacia mí.

—Lo siento, pero tengo que irme. —Sonrió tenuemente—. Y no te


preocupes por mí. Estoy bien, Ashley. Ya he pasado por esto. Y sé cómo
tiene que terminar.

Pareció una extraña manera de decirlo y quise preguntar, pero ya se


había ido. Así que, ignorando la estrechez en mi garganta que era
completamente extraña con la sensación de vacío en mi pecho, bloqueé mi
puerta, acomodé la pintura en mi escritorio e intenté prepararme para
mostrarle al mundo mis monstruos.

•••

Esa tarde, con la vista borrosa después de enfocarme en mi pintura


durante tantas horas, regresé a la escuela, con cabeza gacha, llevando la
pintura, en una enferma reflexión acerca de lo que me había ocurrido sólo
unas horas antes. Llegué en medio del quinto período.

Mis pasos resonaron en el patio. No había ningún sonido, salvo un


murmullo de voces de un aula demasiado lejana como para ser peligroso, y
el canto de unos pájaros todavía en busca de migajas que dejaban los
estudiantes sin pensar en el almuerzo.

Las clases estaban en curso. Lo más probable era que la gente mirara
por la ventana y me viera cruzando el patio. Alguien que me odiaba oiría que
estaba de vuelta.

Pero el camino a Nueva York estaba a través de esas puertas.

Cuando llegué a la sala de arte, no reduje la velocidad. No me estremecí.


Solo abrí la puerta y entré.

Vacía.

Por supuesto, las de último curso ya estaban teniendo sus exámenes


finales. Y tenían el bloque de la tarde para los cursos electivos, así que la
habitación se quedaría felizmente vacía.

Temblando de alivio, avancé por el suelo, y luego grité cuando me


encontré con la señora D corriendo fuera del armario de almacenamiento.

—¡Ashley! —jadeó ella, su mano sobre su amplio pecho—. No sabía que


estabas aquí...

Se interrumpió cuando vio la pintura en mi mano. Su boca se abrió


ligeramente. Me estremecí. Pero cuando su mirada se redujo hasta
encontrarse con la mía, su cara era tierna. Tragó.

—¿Estás aquí para trabajar?

Asentí, con lágrimas en los ojos. Ella puso una mano en mi brazo, la
frente arrugada.

—Eres muy valiente al regresar —dijo.

Me limpié la cara con la manga.

—Soy lo más alejado de valiente. —Todavía estaba temblando de sólo


cruzar el patio.
—Ashley —comenzó suavemente.

Negué con la cabeza.

—Señora D, por favor, no lo haga. Tengo que dibujar o simplemente voy


a… —¿Morir? ¿Suicidarme?—… derrumbarme.

Ella frunció el ceño, como si pudiera oír mis palabras no dichas. Pero
si había una cosa que la señora D no ponía en duda, era la salida creativa
como terapia. Me miró por un segundo, luego empujó los labios y asintió.

—La sala de caballetes todavía tiene el gran espejo en ella —dijo en voz
baja—. Y te daré todo el tiempo que pueda, pero… lo siento, voy a tener que
tomar una decisión para el final del día.

—Lo sé —me las arreglé para decir.

Agarrando mis pinturas y pinceles, me metí en la sala de caballetes. Al


principio me dirigía a mi rincón de costumbre, pero algo tiró de mí. En su
lugar, tomé tres caballetes de la pila y los instalé frente a la luz de la ventana,
al igual que Matt siempre hacía. Arrastré el espejo grande de cuerpo entero
a lo largo de la pared hasta que quedó apoyado a solo a medio metro a mi
izquierda.

Apilé los tres grandes tablones portafolio en caballetes uno junto al


otro, luego tomé mi pintura aún secándose y suavemente la sujeté en el
espacio que había dejado en el tablón del medio.

Haciendo caso omiso de mi corazón golpeteando, tomé un pincel y me


quedé mirando la horrible pintura, tratando de verla como alguien más lo
haría. Pero todo lo que podía ver era que yo me había puesto a mí misma
ahí para que el mundo me viera y había conseguido un pene dibujado en mi
cara. Exhalé. Ahora que había superado la conmoción, había una extraña
especie de alivio en estudiar la pintura. Horrible como las consecuencias
serían, ellos habían hecho lo peor.

Trabajé durante unos minutos sobre toques finales, pero no había


mucho más que pudiera hacer. Cuando di un paso atrás para asimilar el
efecto general, dos cosas me golpearon. En primer lugar, todavía había un
gran agujero donde la imagen de Matt se suponía que estuviera a la
izquierda. En segundo lugar, mis ojos fueron atraídos al auto-retrato, justo
como yo había querido. Se destacaba, completamente distinta de la atención
negra y exigente. Gritaba.

Desde que Finn había traído su veneno, sólo había cambiado tres
cosas: el retrato de mí ahora miraba hacia abajo y lejos, tratando de no ver
las palabras e imágenes que Finn había escrito. Había limpiado los bordes
en todas las letras. El ojo inexperto no se daría cuenta, pero había el
contorno negro más pequeño para darles mayor nitidez. Esas y las otras…
adiciones, cortaban a través del resto de la imagen y saltaban fuera del
lienzo.

Fue muy satisfactorio y profundamente doloroso. De repente me sentí


muy vulnerable y segura de que los jueces no lo entenderían en absoluto.
Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Era utilizar la pintura, o nada.

No tenía idea de lo que había sucedido a las piezas de la imagen de


Matt que había desgarrado del lienzo. Rebusqué en mi cubículo hasta que
encontré mi libro. Efectivamente, un gran sobre marrón cayó, todas las
piezas del boceto de Matt mezcladas en su interior. Tendría que recordar dar
las gracias a la señora D. Una vez más.

Le di la vuelta boca abajo en el suelo y me arrodillé para ordenar los


cuadros. Tres estaban manchados, la frente había sido arrancada casi a la
mitad, y el acrílico ceroso en una mejilla tenía un largo arañazo a través de
él, ¿yo había hecho eso? No eran rescatables, pero al menos podía copiarlos.
Eso haría el rehacer mucho más rápido.

Así que agarré otro lienzo de la sala de recursos y lo sujeté al panel


donde Matt debería haber estado, y me puse a trabajar colocando las piezas
como lo haría cuando estuvieran limpias y completas.

Los minutos se fundieron en horas hasta que el reloj marcó la 1:36.


Mis manos todavía temblaban, pero me impuse en la foto con un sentido de
propósito que no había sentido… bueno, nunca. En el fondo, sabía que este
día era el punto de inflexión. El momento que recordaría y diría: “Ahí es
cuando mi vida cambió”. Tenía que olvidarme de cómo se produjo y sólo
utilizarlo para mi ventaja. Utilizar la traición de Yo Mayor como combustible
para seguir adelante. Utilizar el odio de Finn para encabezar mi éxito.

Él odiaría eso.
Había tratado de arruinarme. Pero yo no iba a renunciar. Todavía había
una puerta por la que podía caminar. Una versión de mi futuro que valía la
pena aún esperando por mí.

Con una respiración profunda, tomé un pincel diferente.

Y allí, en medio del oscuro y ancho agujero dentro de mí, una pequeña
bola de esperanza volvió a la vida.
Traducido por camii.beelen

Corregido por Selene

Por primera vez, doc luce preocupado. Escaneo nuevamente a través


de todo lo que había dicho, tratando de imaginarme qué parte lo está
molestando. Pero entonces golpea ligeramente su pie.

—Ashley, pienso que tengo que decírtelo: vi algunas de tus pinturas.


Incluyendo tu autorretrato. O más bien, imágenes de ellas.

—¿Qué? ¿Cómo?

—Debido a que tu arte está involucrado en todo esto, contacté a tu


escuela y les pedí verlas cuando solicitaste irte. Ellos tenían tres o cuatro
imágenes, del profesor y del fotógrafo del anuario.

—¡Eso no es justo! ¡No puede ir fisgoneando por mi vida!

Doc hace una mueca.

—Lamento no habértelo dicho antes, pero no estaba incluso seguro de


poder conseguirlas y no quería preocuparte si no era importante. Tu
profesor estaba en lo correcto, por cierto, son increíblemente reveladoras.

—¡Esas imágenes eran arte, no terapia!

—Relájate, Ashley. Yo dije que eran reveladoras. No dije que estuviera


preocupado por ellas.

Pausa.

—¿No lo está?

—¡Cielos, no! Desearía que todos mis pacientes pudieran comunicarse


consigo mismos tan articuladamente. Estoy contento que tú pudieras. Tus
imágenes me dieron una muy clara imagen de tu visión sobre ti misma y los
que te rodeaban antes de tu incidente.
Trago fuerte.

—¿Lo hicieron?

—Sí. Aun más que tus recuerdos de los sucesos, porque tus recuerdos
están afectados por tus decisiones de esconder cosas o modificarlas como
crees que quiero escucharlas. —Su expresión es amable, pero hay una
advertencia en esas palabras.

—No le estoy mintiendo.

—No te estoy acusando de eso. Pero es claro para mí, que eres muy
consciente de lo que otros piensan sobre tu persona. Modificas tu elección
de palabras, le restas importancia a tus sentimientos y endulzas
situaciones. Te escondes detrás de estas cosas porque has crecido
acostumbrada a ser ridiculizada simplemente por ser tu misma. Pero es por
eso que estoy tan contento de ver tus pinturas. Me cuentan una gran parte
de la historia.

Trago.

—¿Cómo qué?

Detrás de sus anteojos, doc pierde el brillo analítico.

—Me muestran cómo fuiste herida. Profundamente. Que cada herida


fue única, pero todas te dejaron sangrando. —Me acurruco, pero él agita
una mano—. Mis disculpas, mala elección de palabras. Lo decía
figurativamente. —Cruza sus piernas nuevamente. Sus ojos no me dejan
ir—. Ashley, tus pinturas me cuentan que tu historia es real y más allá de
cómo otros puedan verla, que tu dolor, incluso antes del incidente, era
enorme.

Oh mierda oh mierda oh mierda oh mierda. Mi garganta duele. Mi visión


se nubla. Estoy tragando un bocado que sigue volviendo a la superficie.

No puedo llorar. ¡No puedo! Si lo pierdo, él va a pensar que no estoy


lista.

Aparto la mirada. No puedo responder a lo que me dijo. Tengo que


seguir adelante. Tengo que cambiar de tema. Dejo mi cabeza descansar en
el respaldo de mi asiento y respiro profundamente.
—No fue todo malo —sugiero.

—Ashley…

—Solo deme un minuto, ¿podría?

Tengo que conseguir un punto donde apoyarme. No puedo permitirme


dejar que me sacuda de nuevo. No con lo que está viniendo.

Es la 1:48. Tengo una hora. Una hora.

Estoy acorralada, tan apretada que siento que, si alguien me toca,


habría chillado.

Doc aclara su garganta y regreso mi atención hacia él.

Él está golpeando ligeramente su pluma en el brazo de su silla. Me


pregunto si eso es lo que ha arrugado el cuero en esa zona. La punta de
metal hace un sordo whump con cada click.

—Sobre ese día… —dice cuidadosamente—. Sobre tu incidente. —Su


voz es suave, pero sus ojos son balas apuntadas hacia mí.

Cada músculo en mi cuerpo se tensa. Tomo una respiración profunda,


la dejo salir lentamente de la manera en que un terapista me mostró años
atrás. Imagino agua deslizándose sobre mi cabeza, a través de mi cabello,
por mi espalda, mi pecho, mis brazos, bajando, bajando, bajando, todo el
camino hasta mis pies, dejando que mis músculos se relajen con ella a
medida que pasa.

—¿Ashley? —Hay un dejo de impaciencia en su tono.

—¿Por qué está todo el mundo tan enfocado en ese día?

Doc inclina su cabeza.

—Es bastante fundamental, ¿no te parece?

Inmediatamente me pongo tensa otra vez. No puedo parar de balancear


mi pie.

—No, realmente. No es nada sino el… el glaseado en el pastel. Todos


los ingredientes, al mismo tiempo, ¿todos cocinándose? Todo eso ha estado
sucediendo por años.
Doc deja caer la pluma por lo que golpea el gran cuaderno de notas en
su regazo.

—Bien, entonces, supongo que estamos interesados en ver cómo la


culminación de todo eso te afectó. Cuéntame qué sucedió.

—Estoy segura que está en su pequeño archivo.

—Me gustaría oírlo con tus palabras, por favor.

Mi cuerpo esta rígido, pero no voy a ser capaz de relajarme hasta que
esté fuera de este lugar. Y me estoy quedando sin tiempo.

—Ashley…

—¡Bien! ¡Se lo diré! —Creo que lo grito, pero apenas sale como un
susurro—. Solo estaba decidiendo cuál de las orejas de Matt me gustaba
más cuando la puerta se abrió. Pensé que era la señora Driley, volviendo
temprano, pero no fue así. Era Karyn… y Finn. Era una media hora antes
de que sonara el timbre final. Había una asamblea de fin de año ese día. Lo
había olvidado.

Mi mandíbula se siente como hierro. Estoy hundiéndome de nuevo a


ese lugar. No quiero ir. En contra de mi voluntad, imágenes de ese día vienen
a mí en destellos.

Karyn de pie detrás de Finn, los brazos cruzados, mirando a mi


portafolio.

Karyn arrancando los pequeños pedazos de ojos de Matt. Su nariz. Su


oreja.

Finn sosteniendo mis brazos mientras Karyn destruía todo. Hasta la


última pieza que debía haberme llevado a Nueva York.

El frío y duro suelo donde caí, sollozando.

La risa y las burlas resonando en mis oídos.

El saber que todo se había ido: Matt, mi futuro, mi última oportunidad


de tener una vida.

Lo que sucedió después de eso fue… no era yo. Fue a Alguien Más.
Alguien Más se levantó en posición vertical y puso un pie a través de la
silueta de mi padre.

Alguien Más perforó un agujero en el pecho de Dex.

Alguien Más pisó la cara de mi madre.

Alguien Más agarró el caballete y lo revoleó hacia la cabeza de Finn.

Y cuando unas manos se cerraron alrededor de mis piernas, y una voz


gritó ¡PARA! no importó.

Porque el sonido que salió de mi boca no era mío. El impulso del


caballete me dejó precipitándome hacia la pared. Hacia el espejo.

Caí en la brillante superficie tan rápido que apenas tuve tiempo para
pensar, sí.

Deja que todo termine.

Por favor.
Traducido por Cat J. B & Aria

Corregido por Selene

Tomo otra respiración profunda, dejando salir las últimas lágrimas.

Doc espera. Puedo oír su respiración entrando y saliendo. Cuando


levanto la mirada, su rostro está en blanco.

—Fue un día muy traumático para ti —dice tranquilamente.

Asiento. Trago.

—Sí. Lo fue.

Doc baja la mirada a su libreta.

—Saliste gravemente herida.

Asiento, aunque es el eufemismo del siglo.

—Ashley… ¿querías morir ese día?

Apoyo mi cabeza en el respaldo de la silla y me trago más lágrimas.

—Quería estar muerta —digo en voz baja—. No es lo mismo.

Doc se queda en silencio por un momento, revolviendo papeles.

—Tienes razón —dice finalmente—. Pero me pregunto… me pregunto


si tu papel fue quizás un poco más… activo de lo que has sugerido.

Alzo la cabeza de golpe.

—¿Qué es lo que está diciendo?

La expresión del doc me dice que quiere que piense que él no está
disfrutando de esto.
—De acuerdo a los reportes escolares, Finn y Karyn te encontraron en
la sala de arte destrozando tu propio trabajo, llorando, balbuceando
incoherentemente.

—Finn y Karyn mintieron para cubrir sus traseros —digo entre dientes.

Doc asiente, pero su rostro no demuestra que esté de acuerdo conmigo.

—Tu profesora dijo que sabía que algo iba mal cuando apareciste esa
tarde. Por eso dejó la asamblea temprano para volver a la sala de arte.
Percibió algo en ti que la inquietó. Algo… ¿destructivo?

Le doy una mirada furiosa y aprieto los dientes con más fuerza.

—Por supuesto que no estaba bien. ¡Acababa de ser humillada enfrente


de todo mi colegio y mi madre me había acusado de ser una vergüenza para
ella!

—¿Y tu Yo Mayor, tu yo del futuro, a quien ves en el espejo, fue la que


te convenció de volver?

¿A dónde quiere llegar con esto?

—No diría que me convenció. Sino que me dejó ver el potencial que
tenía. Que Nueva York todavía era una posibilidad… —Mi voz se desvanece.
Porque, por supuesto, no era una posibilidad. No después de lo que Finn y
Karyn le habían hecho a mi trabajo.

Doc deja caer su lapicera sobre la libreta y se frota el rostro con una
mano.

—Ashley, tu historia…

—No traté de suicidarme —suelto.

Se queda mirándome fijamente, incrédulo, como si yo fuera un niño


difícil de tratar. Toma cuidadosamente su libreta y la lapicera, los deja sobre
la mesa de café entre nosotros, y se inclina hacia adelante para descansar
los codos sobre las rodillas. Las gafas hacen que sus ojos luzcan más
grandes mientras se frota las manos y compone lo que supongo que es una
expresión reconfortante.
—Voy a ser completamente honesto contigo, Ashley. No creo que estés
lista para dejar esta instalación.

El reloj hace tic-tac dos veces antes de que caiga en la cuenta de las
implicaciones de esas palabras.

—No puede estar hablando en serio. —Me pongo de pie de un salto.

—Estoy hablando muy en serio —dice doc con calma, echándose hacia
atrás en su asiento—. Quería escuchar tu explicación de esto porque si
admitías lo que pasó ese día, si me contabas la verdad, podría haberme
asegurado de que tú veías las cosas diferentes ahora. Pero tal y como están
las cosas, temo por tu estabilidad. Temo por lo que podrías hacerte a ti
misma, o a otros, si te dejo suelta.

—¿Si me deja suelta? ¡Soy un ser humano, no un perro con rabia!

Inclina la cabeza y me da una mirada severa.

—Precisamente por eso no voy a dejarte ir si puedes hacerte daño a ti


misma o a alguien más. Te aprecio, Ashley. Quizás más de lo que te aprecias
a ti misma.

Rompo a reír. La ironía es tan grande que resulta asfixiante.

—Nadie, ¡nadie!, me aprecia a mí más de lo que yo me aprecio a mí


misma, doc. No estaría aquí hoy si no me considerara algo valioso.

Parpadea, escuchando el profundo significado de mis palabras, sin


duda. Pero no lo entiende. No aún.

Miro al reloj. Son las 2:14. No puede hacer esto. ¡No cuando estoy tan
cerca!

Doc sigue mi mirada, frunce el ceño, y vuelve a mirarme.

—Me alegra oír que hablas tan bien de ti misma —dice finalmente. Con
desconfianza—. No voy a ser el único con esperanzas de que esa actitud
continúe.

Ahora puedo oír algo detrás de sus palabras.

Lo observo, busco algo en su rostro blanco y pasivo. Por un momento


lo odio.
—¿A qué se refiere? —espeto.

Arruga las cejas. La barba que rodea su boca se curva por su ceño
fruncido. Apoya la sien en un puño, examinándome.

—Estoy tratando de decidir si, dadas las circunstancias, podemos


seguir con el procedimiento que había planeado.

Mi corazón palpita con fuerza.

—¿A. Qué. Se. Refiere?

Lo considera por un momento, luego abre la boca. La adrenalina llena


mi sistema, porque de alguna manera sé que lo que sea que esté a punto de
decirme va a cambiar el juego. Pero es interrumpido por un golpe en la
puerta.

Doc y yo nos quedamos inmóviles. Nos miramos el uno al otro.

Luego suena otra vez, un poco más fuerte, y alzo una ceja hacia él. Doc
duda, luego murmura: “Discúlpame” y se levanta de su lujosa silla, rodea la
lustrosa mesa de café, pasa al lado de su escritorio, y se fija quién es por
una pequeña mirilla en la puerta. Diseñada, sin duda, para mantener a
salvo a doc si aparece un ex-paciente psicótico buscándolo.

Estoy empezando a verle el atractivo.

Pero al parecer no es un psicópata, porque doc extiende la mano hacia


la cerradura con combinación y comienza a presionar números.

Mi cabeza da vueltas.

Él no va a firmar mi retiro. ¿Debería tratar de correr cuando se abra la


puerta? Me pongo de pie, doy pasos lentos y vacilantes hacia doc. No voy a
ser capaz de pasar por la puerta con esa lona a mi espalda. Tendré que
dejarla.

—…muy apenado por la noticia, pero creo que podemos hacerlo rápido.
Aprecio que hayas venido —dice doc, abriendo más la puerta.

Me preparo, observando la luz de sol que entra por la puerta abierta.


Tengo las manos apretadas en puños tan fuerte que puedo sentir mis uñas
enterrándose en mis palmas.
Entonces escucho su voz.

—¿Ashley?

La palabra —¡es solo una palabra!— me hace pedazos. Hago un


pequeño sonido y lentamente subo la mirada desde los zapatos marrones de
cuero, a la cintura que es más ancha de lo que solía ser, pero aún es firme
y apretada. A los hombros a los que me aferré, abracé, y sobre los que lloré
por casi seis años. Casi. Hasta el día que me lanzó a mi madre y juntos
consiguieron que me internaran. Deslizo la mirada por la dura línea de su
mandíbula, las terminaciones suaves de sus mejillas, el brillante pero
cauteloso azul de sus ojos.

—¿M…Matt? —jadeo, y me llevo ambas manos a la boca.

Matt dirige la mirada a doc, y luego a mí de nuevo. Se frota las manos


contra sus muslos.

—¿Cómo estás? —Las palabras suenan forzadas. Incómodas.

No estoy segura de la expresión de mi rostro, pero todo lo que puedo


pensar es, ¿en serio?

Matt tira la cabeza hacia atrás, solo un poco. Miedo cruza sus ojos.

Tiene miedo. De mí. No sé si reír o llorar. Miro a doc, abro la boca para
preguntarle en qué diablos estaba pensando, cuando responde la pregunta
que no llegué a hacerle.

—Matt, toma asiento. Ashley, le he pedido a Matt que venga hoy porque
he sentido que su perspectiva en tu pasado, en los eventos que llevaron a
aquel día, puede ayudarte a… procesar.

—¿Procesar?

—Creo que los problemas que has tenido en los últimos años son a raíz
de aquel día, por la forma en que te sientes sobre ti misma como resultado
del bullying y la crueldad que has experimentado.

—¿Crueldad? —Cuando estoy sorprendida me vuelvo un loro,


aparentemente.

Doc asiente.
—Y creo que tienes que ser sincera contigo misma sobre lo oscuras que
se volvieron las cosas aquel día. Por ti. Sobre cómo tú… cómo tus tenencias
autodestructivas pueden haber… aumentado.

Mi boca se abre dos veces antes de ser capaz de sacar las palabras.

—Finn me empujó a través de ese espejo —me las arreglo para decir
finalmente entre mis dientes—. Se lo dije.

Un profundo suspiro suena del círculo de sillas y sofás. Matt se ha


sentado en la silla en la que estaba sentada. Está dándonos la cara, pero
niega con la cabeza.

—Nadie ha pedido tu opinión —le espeto.

—En realidad, yo lo he hecho —dice doc en voz baja, sin


remordimientos—. Tomemos asiento, Ashley. Esto no tardará mucho.

Doc predica con el ejemplo, volviendo a deslizarse en su silla, y


ondeando una mano hacia el grueso asiento al otro lado de la mesita de café.
Junto a Matt.

Camino por detrás de la silla de Matt para no poder sentirlo


observándome, y tomo el asiento a su izquierda.

Todo mi costado derecho cosquillea con la conciencia de él, y me odio


por ello.

Estamos todos callados por un momento. Doc mezcla papeles. Yo juego


con el deshilachado dobladillo de la manga de mi sudadera y evito los ojos
de Matt. Puedo verle mirando entre doc y yo.

—Así que… ¿dónde estamos? —dice.

Doc encuentra lo que quiere, lo pone en su rodilla, y pone el resto de


sus notas en la mesita de café. Luego levanta la mirada.

—He estado con Ashley todo el día —dice, como si esto fuera un regalo
y ambos deberíamos estar agradecidos. Extrañamente, no estoy abrumada
por la gratitud en ese momento—. He aprendido mucho, y ella
definitivamente se ha abierto. Sin embargo, justo antes de que llegaras, nos
hemos encontrado con lo que describiría como un obstáculo para su
recuperación.
Bufo.

—Decir la verdad ahora es un obstáculo, ¿no es así?

Doc me lanza una mirada, luego vuelve su atención a Matt.

—Como te he dicho la razón por la que te pedí que asistieras hoy es


porque creo que tu perspectiva en los eventos de aquel día podría ayudarle
a Ashley a ver las cosas con más claridad.

—Lo estoy viendo bien —murmuro—. No intenté suicidarme.

La cabeza de Matt se gira de golpe y su ceño fruncido se convierte en


una firme desaprobación.

—Disiento —dice duramente.

Mi ira alimenta mi coraje. Encuentro su mirada con mi boca abierta


para demostrar lo incrédula que estoy.

—Ni siquiera estabas allí.

—Sí, lo estaba. Simplemente no te acuerdas porque estabas demasiado


ocupada destruyéndolo todo.

Niego con la cabeza.

—Si hubieras estado ahí, habrías visto a Finn derribándome.

—Cuando entré, te vi lanzando un caballete, luego a Finn intentando


detenerte de lanzarte a través del espejo.

Estoy lívida.

—¡No puedo creer que todavía lo defiendas después de todo este tiempo!

—¡No le estoy defendiendo! ¡Te estoy contando lo que vi!

—¡Genial! ¡Entonces habla sobre cómo mis trabajos de arte fueron


totalmente destruidos! ¡Habla sobre cómo Finn me dijo que me quería
muerta! ¡Habla sobre eso!

La mandíbula de Matt se contrae. Pero es doc quien responde.

—Ashley, por lo que describiste, Karyn solo rompió tres o cuatro piezas.
—Solo lo suficiente para arruinar cualquier oportunidad de montar un
porfolio para Nueva York —espeto—. Ustedes están tan ciegos como ellos lo
estaban. ¿No lo entienden? ¿No entienden lo que hace esta gente? Lo toman
todo. Te pasan por encima una y otra vez hasta que no te quedan fuerzas.
Luego se ríen y lo hacen otra vez, solo para asegurarse de que no tengas ni
una onza de respeto por ti mismo, tampoco. Esas dos personas arruinaron
mi vida, y ¿ahora quieren que diga que estaban intentando ayudarme? ¡Yo
no soy la persona loca en esta mesa! —grito y me pongo de pie.

—Ashley —dice doc en su tono más condescendiente.

Le corto:

—Necesito caminar.

—Ash —empieza Matt.

Mi mano se flexiona, queriendo tocarlo. Doblo los dedos formando un


puño y me obligo a alejarme, hacia la puerta. Hacia la libertad.

Matt está mirando mi espalda. Puedo sentir su mirada en la nuca.

—Ash —dice otra vez, más suave en esta ocasión—. Nunca he dicho
que no te hicieran daño, o que tuvieran razón por… por lo que hicieron. Solo
me preocupo porque no admitas que tú también te hiciste daño a ti misma.

Lanzo las manos al aire y sigo andando. Mi reflejo se mueve en el espejo


y vuelvo el rostro porque es demasiado doloroso. Estoy fallando. Le estoy
fallando a ella y ella ni siquiera lo sabe todavía.

Me detengo, me vuelvo y enfrento a estos hombres que se han quedado


en sus asientos. Doc se ha quitado las gafas y las sostiene en una mano
mientras se echa hacia atrás, con las piernas cruzadas, para examinarme.

Matt se sienta hacia adelante en su asiento, como si fuera a levantarse.


Pero hay miedo en su rostro y recuerdo que nunca ha creído en mí
completamente. Nunca.

Incluso nuestros buenos días estaban subrayados con duda.

Matt abre la boca y me preparo. Pero doc levanta una mano para
detenerle.
—Ashley —dice doc—. Creo que ese día, estabas tan infeliz, bajo tanta
presión, que fuiste capaz de tomar decisiones que no habrías tomado
cualquier otro día de tu vida. Lo llamamos punto de ruptura. Creo que
alcanzaste tu punto de ruptura aquel día, y no hay vergüenza en eso.

Bufo.

—No siento vergüenza, porque no lo hice. —No intencionadamente.

Matt sacude la cabeza. Su rostro se vuelve hacia el suelo y siento una


punzada por su dolor. Incapaz de seguir mirándolo, me vuelvo, empiezo a
andar otra vez. Pero de repente el movimiento en el espejo no concuerda con
el mío y me detengo delante de él, mi adrenalina bombeando.

Yo Menor ya está en la sala de arte. Por supuesto que lo está. Le dije


que volviera a la escuela. Se lo dije, y no le advertí sobre lo que iba a pasar.

Pensé en lo que dijo doc. Sobre cómo solo pensaba en mí. Mi vida. Todas
las veces que no le he contado a Ashley lo que se viene mientras espero que
vaya distinto… ¿La estaba protegiendo a ella? ¿O a mí misma? ¿Necesitaba
que experimentara lo que yo había experimentado para validar mis propias
decisiones? ¿Mis propios errores?

Y es entonces cuando me doy cuenta…

Para que la historia cambie, la historia se tendrá que repetir.

El reloj marca las 2:30. Miro al espejo, cerniéndose a mi derecha, y


trago otra vez. ¿Podría hacerlo aquí? ¿Si tuviera que hacerlo? ¿Incluso si
significa probar que doc tiene la razón?

Mis músculos se vuelven de piedra en el mismo momento en que la Yo


Menor me ve en el espejo.

Está en la sala de arte, apretando tornillos en tres caballetes, que


sostienen las tablas para la competición. Tiene la mayoría de las piezas ya
unidas, pero un par están apiladas ordenadamente contra la pared opuesta.
Deja de moverse por un segundo cuando me ve, luego vuelve al caballete.

—Hola —dice. Todavía está enfadada. Todavía dolorida por el golpe.

Trago saliva.
—Hola —digo a través de las lágrimas que se están reuniendo—.
Ashley, sé que esto va a sonar raro, y sé que mi elección del momento
oportuno es una mierda, pero tengo que decirte algo.

Ambos, Matt y doc, jadean.

—¿Con quién estás hablando, Ashley? —dice Matt con una voz dos
notas más alta. Le ignoro.

Ahora estoy decidida. Sé lo que tengo que hacer. He fallado en


liberarme, pero al menos aún puedo liberarla a ella.

—¿Ashley? —digo.

Ella suspira, se endereza y se vuelve para enfrentarme.

—¿Qué?

—¿Sabes todas esas veces que me he negado a decirte el futuro? —Mi


voz se quiebra.

Ella asiente.

—He cambiado de parecer.


Traducido por âmenoire

Corregido por Selene

Estoy de pie en la mitad de la oficina de doc, mirando el gran espejo,


trago para intentar darme valor y finalmente estoy agradecida. Me ha dado
la oportunidad de hacer esto bien.

Matt me está mirando boquiabierto desde su silla, mientras doc luce


profesionalmente decepcionado.

Como si me importara.

Trago el nudo en mi garganta y me encuentro con la expresión


sorprendida de Yo Menor.

—¿Qué? —dice ella.

—Tienes que escucharme y tienes que hacer exactamente lo que te diga


si quieres llegar a Nueva York, ¿está bien?

—Está… bien. —Rompe la frase en dos dubitativas partes. Mis manos


se aprietan. Sé que está dudando de sí misma. La instaré a que crea lo que
estoy a punto de decir.

Hay susurros detrás de mí, pasos. Luego Matt está sobre mi hombro.

—Ash, cariño, ¿qué estás haciendo?

No quito mis ojos de Yo Menor. Está ahí parada, sus hombros


hundidos. Recuerdo la pesadez de ese día y quiero llorar.

Parpadeo para contener las lágrimas.

—Lo entiendo, ¿está bien? También estuve ahí. Se siente como si fuera
demasiado. Han ganado. Han ahuyentado a Matt. Han destruido tu
autorretrato. Y todos se están riendo. Tu piel está hormigueando, te odias y
los odios. Pero estás atrapada. —Tengo que trabajar fuertemente para
mantener mi voz por encima de un susurro—. Tienes que salir.

Yo Menor se retuerce. Lágrimas no derramadas brillan en sus ojos.

—Detente —dice ella.

Sacudo mi cabeza.

—No lo haré. Y no te dejaré sola, ¿está bien? Voy a estar aquí todo el
tiempo. Y voy a ayudarte.

—¿Ayudar con q… que? —pregunta ella.

—Ash, por favor… —Matt toca mi brazo y lo jalo para alejarlo sin
mirarlo.

Tomo una profunda respiración.

—En unos poco minutos, Finn y Karyn van a llegar —le digo
suavemente. Su ceño se frunce—. Karyn va a tratar de destruir tu obra de
arte y Finn va a sostenerte para que no puedas detenerla.

Matt inhala bruscamente.

—Se sentirá como que es el fin del mundo. Querrás simplemente


escapar de todo. Te sentirás atrapada y oscura, desearás nunca haber
nacido.

—Ya lo hago —dice ella con su suave voz. Sus hombros tiemblan y estoy
rota por ella. Limpio mis propias lágrimas con una mano apresurada y
mantengo mi voz fuerte. Por ella.

—No puedes rendirte. No puedes dejarlo ir. Sin importar cuán mal se
ponga, no puedes dejarlos ganar hoy —le digo—. Eres mejor que esto. Eres
mejor que yo. Yo… Ashley, estoy orgullosa de ti.

Yo Menor ha girado su espalda hacia mí. Está limpiándose las lágrimas


y está temblando. Pero está caminando hacia los lienzos en la esquina,
levantándolos.

—¿Cómo podrías posiblemente estar orgullosa de mí? —dice cuando se


vuelve.
—Cuando fui a la graduación, dormí con Matt —digo, sintiéndolo
tensarse junto a mí—. Pero él sólo… se fue. No terminó con Karyn. Dijo que
estaba confundido. Luego el lunes, con la carta y todo…

—No estaba confundido sobre mis sentimientos hacia ti —farfulla


Matt—. Estaba confundido sobre cómo manejar toda la cosa.

—Estabas asustado sobre el asunto de romper con ella y salir conmigo


—espeto, mirándolo, pero luego mirando de vuelta hacia el espejo.

Yo Menor parpadea.

—¿Está él ahí? ¿Contigo? —Ella echa un vistazo alrededor de mí.

Levantó mis manos.

—Está aquí a regañadientes —digo—. Y no es importante.

Matt gruñe.

—Esto se está volviendo ridículo. Ashley, detente. Si quieres hablar


conmigo, habla conmigo. No hables con eso.

Doc se aproxima, y el vello en la parte posterior de mi cuello se levanta.

—¿Qué ves ahí, Ashley? —pregunta, como si no fuera algo importante.

Veo a través de su mierda, pero decido responderle de todas formas.


¿Qué tengo que perder?

—Veo a mi yo más joven, al final del penúltimo año del instituto. Ella
va a pelear y va a ganar —le digo, resuelta.

Me vuelvo hacia el espejo.

—Ahora, escucha —le digo—. No estoy bromeando. Lo entiendo, ¿está


bien? Sé cuán difícil es esto y va a volverse más difícil. Pero no puedes
renunciar. Nunca puedes dejar de pelear. Sin importar lo que digan, sin
importar cuán sola o atrapada te sientas, sigue luchando. Porque si no lo
haces, ellos ganarán. —Mi voz se entrecorta de nuevo y tengo que respirar—
. Si renuncias a ti misma, se lanzarán contra ti y nunca te dejarán ir.

Ella frunce el ceño.

—¿De qué estás hablando?


—Estoy hablando sobre el futuro —le digo tan tranquila como puedo—
. Nuestro futuro. Tienes una oportunidad de hacer el tuyo diferente. Me
rendí, Ash —digo a través de las lágrimas—. Me rendí porque todos pensaron
que no valía nada. Les creí. No llegué a Nueva York. Sólo obtuve a Matt como
única opción. Y Finn y Karyn… nunca pagaron. Por esto. —Agarro mi
sudadera con capucha por la parte inferior y la levanto antes de que pueda
pensar sobre ello. Sólo estoy vistiendo una blusa de tirantes debajo. Las
cicatrices en mis brazos, cuello y pecho brillan como telas de araña
iridiscentes.

Yo Menor jadea, sus manos vuelan hacia mi boca.

—¡Ashley, detente! —Matt agarra mi brazo y me sacude, pero lo araño


hasta que me deja ir. Doc levanta su voz. Pero todo lo que puedo ver es a
ella, su rostro, su miedo y sus manos retorciéndose mientras da un paso
atrás.

—Qué… cómo… no lo sabía. —Sus lágrimas se acumulan, haciendo


que las mías se presionen contra la superficie de nuevo.

Asiento.

—Pero no quería que supieras. No quería que estuvieras asustada.


Estaba tratando de… esperando que no tuvieras que pasar a través de todo
esto, pero… —¿Cómo lo digo? ¿Cómo le digo?

—¿Qué van a hacerme? —pregunta y su voz es tan pequeña que rompe


mi corazón.

Aclaro mi garganta. Me enfocaré en las cosas prácticas. Con el resto


podemos lidiar después. Ella puede.

—Karyn va a ir e intentar destruir tu trabajo de arte. No la dejes.


Permanece entre ella y tus lienzos. Mantente fuera del agarre de Finn. ¡Y
mantente lejos del espejo!

—Pero…

—Sólo hazlo, Ashley. Estaré aquí. Te ayudaré. No me voy a ir.


Lograremos superar esto —le digo a través de las lágrimas. Sé que no están
ayudando. Sólo la están asustando. Pero no puede parar. Porque no sé lo
qué tengo que hacer y me aterroriza. Pero también me da esperanza.
Y no he tenido esperanza en mucho tiempo.

—¡Ashley! —dice Matt junto a mí, su voz tensa.

—¿Yo Mayor? —dice ella.

—Entonces, ¿realmente estás loca? —dice una voz aceitosa desde


detrás de Yo Menor.

•••
Jadeé y me giré. Karyn siguió a Finn dentro del salón de caballetes,
inmediatamente mirando hacia mis lienzos. Recordando la advertencia de
Yo Mayor, me hice hacia un lado para ponerme entre ellos y mi trabajo de
arte, mi pulso golpeteando en mis oídos. Un flujo de improperios se levanta
desde Yo Mayor y el espejo.

—Váyanse —digo, deseando que mi voz no vacilara. Sabiendo que no lo


harán.

Finn sólo levantó una ceja y vino a pararse frente a mí, con sus manos
sobre sus caderas.

—Realmente estás loca —dijo él—. Quiero decir, toda la escuela lo sabe,
puedo ver por qué ya no querrías esconderlo más. Aun así… —Sacudió su
cabeza como un padre decepcionado, excepto por el jubiloso brillo en sus
ojos.

Karyn miró hacia el retrato que había dibujado de ella, y su rostro se


encendió como el fuego.

—Patética perdedora —espetó.

—Difícil de afrontar la verdad, ¿cierto? —espeté de vuelta.

Finn se lanzó hacia mí y lo esquivé. Karyn ni siquiera se molestó


conmigo, sólo se dirigió directamente hacia mis pinturas, deteniéndose a
mitad del caballete para examinar las piezas de Matt que había fijado al
lienzo.

—Pa-té-ti-co —repitió y arrancó la oreja de Matt. El papel se desgarró


por la mitad.
—¡No! —Me lancé contra ella, pero Finn puso su brazo alrededor de mi
cintura y me jaló hacía atrás por lo que casi me caí. Lo empujé, pero sólo se
rió.

—Eres como uno de esos virus, C —dijo él—. Sólo no te quieres ir.

—¡No te rindas, Ashley! —dijo Yo Mayor desde el espejo.

Traté de golpear a Finn, pero él fácilmente me quitó del camino.

—Nop, C. Lo siento. Tiempo de tomar tu medicina, chica loca.

Sus brazos me rodearon, fijando mis codos a mis costados y


deteniéndome de hacer cualquier cosa excepto escaparme de su agarre.
Peleé, pero era demasiado fuerte. Las lágrimas pinchaban mis ojos.

—¿No has hecho suficiente? —gruñí, todavía tratando de liberarme del


agarre de Finn—. ¿Por qué no pueden simplemente dejarme sola?

—Porque no hiciste lo que quería, simplemente debiste arrastrarte


hacia un agujero y morir —farfullo Finn en mi cabello—. Ya que has fallado
en eso, estaré feliz con arruinar tu vida.

Karyn arrancó otro pedazo del rostro de Matt del lienzo. Luego Finn
torció la piel en mi muñeca hasta que quemaba, y Karyn se estiró por otra
pieza. Repentinamente entendí por qué Yo Mayor me había advertido sobre
seguir, porque la urgencia estaba ahí para sólo… hundirme. No podría
vencer a estos dos… ¿cierto?

—Sigue peleando —llamó de nuevo Yo Mayor, una subida en su voz—.


Por favor. ¡No te rindas! No te conviertas en mí.

—No lo haré —apreté mis dientes y tiré de mí con todo lo que tenía.
Traducido por Aria

Corregido por flochi

—Ashley —dijo Matt, su voz áspera y ronca—. ¿Qué pasa?

—Ella está luchando contra Finn —dije—. Mejor de lo que yo lo hice. —


Hay orgullo en mi voz. De las dos, ella es mejor. Realmente estoy orgullosa
de ella.

En mi visión periférica, puedo ver que Matt sacude la cabeza. Su mano


permanece en mi brazo.

—No puedes seguir haciendo esto. —Suspira y un escalofrío baila por


mi cuello.

—¿Qué? ¿Preocuparme por lo que me pase? ¿Preocuparme porque la


gente mala gane? —le espeto—. ¡No voy a dejarle pasar por todo lo que yo
pasé! —grito, señalando al espejo.

Matt mete la mano en su cabello y se da la vuelta.

—Me rindo, doctor. Me rindo.

—Por supuesto que lo haces —le siseo, volviendo hacia el espejo—.


Siempre lo has hecho.

Yo Menor todavía está luchando. Ha arrastrado a Finn lo


suficientemente cerca a los tablones que Karyn ha tenido que apartarse de
su camino. Respiro y me atrevo a tener esperanza.

—No puedo hacer esto más —dice Matt con la voz rota, y temo
horriblemente que vaya a llorar, así que no le miro.

—Está teniendo un brote psicótico —dice doc sombríamente—.


Reviviendo aquel día.
—¡No estoy reviviéndolo! —chillo—. Ella lo está viviendo. ¡Por primera
vez! ¡Y voy a asegurarme de que acabe diferente para ella! —Por un momento
la negrura de aquel día me inunda. Estoy una vez más en una habitación
con dos personas que me destruirán. Y una vez más me siento impotente.

Pero entonces miro a Yo Menor, su rostro todo fastidiado. Su cabello


pegado a su frente donde está empezando a sudar por la lucha con Finn, y
aprieto los dientes. No se está rindiendo. Y yo tampoco.

—¡Lucha! —le digo. Ni siquiera sé si puede oírme. Gruñe y se echa hacia


delante, levantando a Finn sobre su espalda. Él grita, se desliza hacia un
lado y casi se cae. Ambos se tambalean hacia el espejo y jadeo, salto hacia
delante, porque es un reflejo intentar estar ahí. Intentar atraparla.

Cuando Finn pierde su agarre en Yo Menor y ella se lanza hacia Karyn,


las voces detrás de mí se hacen nítidas.

—¿Doc?

—Voy a llamar a los camilleros. La sedaremos.

—No, no lo harán —siseo.

Matt no dice nada. Típico.

Me vuelvo sobre mis talones y me aparto dos pasos del espejo, hacia
doc. Pongo mi dedo en su rostro.

—No le doy permiso para medicarme —digo—. ¡Así que manténgase


malditamente alejado de mí!

—Las veces que considero que hay extremo estrés o ansiedad, no


necesito tu permiso para medicarte, Ashley —dice.

—No estoy con ansiedad —espeto—. Estoy intentando ayudarla. —


Vuelvo a señalar al espejo donde puedo oírla gritando a Finn. Tengo que
volver ahí. No puede quedar mucho tiempo hasta que él venga. ¿Les ha
mantenido lejos el suficiente tiempo?

Doc ni siquiera mira al espejo.


—No hay ninguna ella, Ashley. Ella no existe, excepto en tu mente. Ella
es la manifestación de tu dolor y miedo. Tú no puedes salvarla de las
acciones suicidas y autodestructivas que has tomado porque ella es tú.

—Ha acertado con una parte —le digo y vuelvo a mirar al espejo.

Matt no se ha movido, no ha hablado desde que ha dicho que se rinde.


Pretenderé que no está aquí. Es solo uno más en la lista de momentos en
los que me ha decepcionado. No volveré a llorar por él. No lo haré. Me vuelvo
hacia el espejo y miro.

•••
Fui incapaz de soltarme de Finn por un minuto, nuestra lucha
convirtiéndose en un juego violento de atrapar, en el que intenté apartar a
Karyn de mis dibujos y Finn no dejaba de agarrarme, riéndose cuando le
esquivaba.

Luego ella tomó el dibujo de los labios de Matt, los que dibujé después
de que me besara, y los arrancó del tablón. Grité “¡NO!” tan alto que mi voz
se quebró. Y en vez de intentar esquivar a Finn, di un paso y le empujé.

Le di un puñetazo en el pecho e intenté darle un rodillazo en la


entrepierna. Pero él era demasiado rápido. Pronto estaba de vuelta,
presionada dentro de su abrazo, la calidez en mis mejillas desvaneciéndose
en dolor en mi pecho.

Karyn agarró el dibujo de la barbilla de Matt y lo rompió en dos.

—¡Uuups! —Se rió.

—¿Cómo puedes reírte? —sollocé—. ¡Estás arruinando mi vida!

Finn se inclinó hacia mi oreja y siseó:

—Bienvenida a mi mun…

—¿Qué demonios está pasando?

Matt estaba en la entrada, los pies y hombros apartados, sus manos


en puños a sus lados. Todos se congelaron. Karyn se paralizó, su mano
cerniéndose en el aire justo enfrente del dibujo de Matt… o lo que quedaba
de él. Finn aflojó su agarre.
—Aparta. Tus manos. De ella —dijo Matt con una voz tan oscura que
incluso yo sentí miedo.

Pero en vez de liberarme, Finn habló sobre mi hombro.

—Se estaba volviendo loca, Matt. Rompiendo sus cosas de arte. Te lo


digo, está loca.

Karyn parpadeó, luego asintió.

—Ha sido aterrorizador.

—¡No! ¡Están mintiendo! —grité—. ¡Nunca haría eso!

Matt miró entre ellos, luego a mí. Podía ver la confusión en su rostro.
La pregunta. Contuve la respiración. ¿Había estado tan cegado por esa carta
que les creería?

Pero luego se acercó a Finn.

—Aparta tus manos de ella, Finn —demandó.

El alivio me inundó como una ola.

—Es tu funeral, hombre —dijo, lentamente dejándome ir.

Me aparté de él, abofeteando sus manos, luego corrí al otro lado de la


habitación a donde Karyn y la alejé de mis tablones. Me arrodillé en el suelo
polvoriento para recuperar los trozos de mis dibujos, para ver si podía salvar
alguno de ellos.

Ella solo dio un paso atrás, con los brazos doblados.

—No la escuches, Matt. Quiero decir…

Matt sacudió la cabeza.

—No me hables. No vuelvas a decirme una palabra nunca más. No


tengo nada que decirte. Nunca.

Por un momento ella simplemente le miró, luego se dio la vuelta y se


fue, cerrando la puerta de golpe detrás de ella.

—Finn —dijo él oscuramente, y el chico dulce que amaba tenía una


vena pulsando en su frente—. Te defendí.
—Y yo te ayudé. Eso es lo que hacen los amigos —le espetó Finn—. No
se vuelven locos y escriben cartas de amor y le enseñan a todo el mundo lo
locos que están.

—¡Yo no…!

Matt levantó una mano para interrumpirme, sus ojos nunca


abandonando el rostro de Finn.

—Le dije que no eras tan malo como ella decía. Le dije que se
mantuviera lejos de tu camino —espetó, señalándome—. Y todo el tiempo,
estabas torturándola y liándote con mi novia.

—Lo que sea.

Abrí la boca, pero Matt me cortó con una mirada y la cerré de golpe otra
vez.

—Resulta, que ella no fue la única que les vio —dijo con los dientes
apretados, inclinándose hacia el rostro de Finn hasta que estuvieron nariz
contra nariz—. Resulta, que cuando empecé a preguntar, había mucha
gente que lo sabía. Pero nadie tuvo las agallas de decirme la verdad.

Dejando toda pretensión, Finn se burló:

—Bueno, espero que ustedes dos sean muy felices juntos. Buena suerte
teniendo cualquier tipo de vida social cuando estés saliendo con ella.

—Ashley es asombrosa. Es mi mejor amiga, y nunca me haría lo que tú


y Karyn me han hecho.

Finn frunció el ceño.

—No tendría la oportunidad. Nadie quiere estar ni a tres metros de ella


porque es una completa loca. Pero si eso es lo tuyo, adelante. —Hizo una
pausa y vi que la perspicacia volvía a su expresión—. No es de extrañar que
Karyn prefiriera hacerlo conmigo.

Matt parpadeó una vez. Luego lanzó un puñetazo directamente al rostro


de Finn.

Finn se tambaleó, luego se enderezó. Gruñó, lanzándose y tomando a


Matt por la cintura. Cayeron juntos, un enredo de extremidades y
maldiciones que volaban hacia mis pies. Intenté apartarme de su camino y
me tropecé hacia atrás, cayéndome sobre un caballete.

Todos caímos al suelo.


Traducido por VckyFer

Corregido por flochi

—¡No! —grito.

Había pensado que ella lo había logrado. Que los había retrasado el
tiempo suficiente para dejar que Matt llegara allí a tiempo para ayudar. Pero
la pelea aún no ha terminado. Mientras veo a Matt golpear a Finn, las
lágrimas amenazan de nuevo. Desearía que él hubiera tenido ese tipo de
coraje por mí.

Una mano pasa por mi brazo y la empujo lejos sin dejar de ver el espejo.

—¿Señorita Watson? Por favor, venga conmigo. —La voz es profunda y


familiar. Me giro para encontrar a Alex, mi camillero favorito, de pie a mi
lado con una mirada firme de preocupación en el rostro.

Frunzo el ceño.

—No me marcharé aún.

Manos largas se cierran sobre mis antebrazos. Manos que no se


mueven cuando empujo hacia adelante.

—¿Qué está…?

—Es tiempo de venir con nosotros, Ashley —dice él, ya empujándome


hacia atrás.

—¿Qué? ¡No! —Me retuerzo en su agarre y le clavo las uñas en los


dedos.

Otro camillero con mejillas marcadas y cabello negro aparece. Él y Alex


toman un brazo cada uno. Me doblo contra la alfombra. Pero ellos son
montañas comparadas conmigo. Comienzo a deslizarme contra el suelo.
—¡Alto! —grito. Aun puedo ver el espejo. Ver a Yo Menor tropezarse
mientras se revuelcan hacia ella—. ¡Por favor no me lleven, no ahora! —le
ruego a Alex. Él ni siquiera me ve.

Me arrastran a lo largo de los círculos de sillas que rodean la mesa del


café mientras lucho, me restrinjo y retuerzo, pero son muy fuertes, y por un
minuto me quiero rendir. Pero recuerdo cómo Ashley no se rindió, y no lo
haré tampoco. Así que peleo. Pateo y doy tirones mientras grito hasta que
puntos oscuros nublan el borde de mi visión. Pero ellos siguen llevándome
hacia adelante y lejos de ella. Justo cuando más me necesita.

—¡Matt! ¡Matt! ¡No dejes que hagan esto!

Él niega con la cabeza y mi estómago da un vuelco.

—¡Sabes que no te mentí antes! —grito—. ¡Tampoco estoy mintiendo


sobre el espejo! ¡No lo estoy haciendo!

Sin advertencia, Matt está sobre sus pies, los labios curvándose lejos
de sus dientes. Se mueve entre las sillas hasta que está frente a nuestro
pequeño trío, con manos apretadas a los costados.

—¡Ríndete, Ashley! —ruge—. ¡Se terminó! ¡Ríndete! —Matt me apunta—


. Casi te pierdo antes y ahora tengo que sentarme en las noches después de
que lloras, preguntándome si se ha puesto tan mal para ti para que lo
intentes de nuevo. Tengo que escabullirme al baño para ver si las
conversaciones que estás teniendo contigo misma son alegres, o si estás en
riesgo de volver a ese agujero. No puedo hacerlo más, Ashley. ¡Es un espejo!
¡Solo eres tú! —Gira hacia el espejo mientras grita… y vuelve a ver.

Su boca cae abierta. El color se drena de su rostro.

Alex y los otros chicos están comenzando a girarme, para moverme


alrededor de Matt, quien está de pie mudo y sin moverse.

—¡Por favor! —grito, arañando las manos de los camilleros.

—Suéltenla —ordena Matt.

Giro mi cabeza para mirarlo fijamente, pero él aún está viendo el espejo.
Su rostro se endurece.

—¿Matt? —pregunto.
—Suéltenla —dice de nuevo.

Los dos camilleros miran a doc, quien debió haberles dado algún tipo
de señal, porque de repente, sus manos están fuera de mí. Me apresuro
hacia el espejo lo más rápido que puedo.

Sollozo con alivio. Ella aún está aquí. Todavía a salvo.

Yo Menor aún está entre los caballetes, con las manos estiradas, viendo
que los chicos se aporrean entre sí. En mi línea de tiempo, Matt golpeó a
Finn tan pronto como la ambulancia me llevó. Ahora ellos ruedan por el
suelo, Finn lanzando maldiciones mientras logra estar sobre Matt por un
momento. Una de las piernas de Matt patea hacia afuera, golpeando a Yo
Menor en la rodilla. Ella grita y salta a un lado.

Me acerco más al espejo.

—¡Alto! —le ruego—. ¡Aléjense del espejo!

—¿Cómo estás haciendo esto? —dice Matt. Me asombro porque él está


justo detrás de mí, su cabeza casi sobre mi hombro.

—¿Haciendo qué? —pregunto sin mirarlo.

—Esto. Haciendo que esto aparezca en el espejo. ¿Cómo estás haciendo


esto? ¿Es esta una clase de broma enferma?

Mi corazón se detiene. Literalmente se detiene en mi pecho. Tengo tanto


miedo de que él no haya dicho lo que creo que dijo, que me toma varios
segundos voltearme.

Él está mirando al espejo, mirando a los chicos moverse,


estremeciéndose cuando uno de ellos logra pegar un golpe.

—¿Puedes… puedes ver eso? —susurro.

—¿Cómo estás haciendo esto, Ashley? —demanda. Luego se gira hacia


doc—. ¿Esto es un truco? ¿También estás tratando de volverme loco?

Doc frunce el ceño.

—Por supuesto que no —dice, su rostro extrañamente blanco—. ¿Qué


estás viendo, Matt?
Matt se gira hacia el espejo sin responder. Yo lo hago también, pero no
puedo dejar de verlo a él. La esperanza se eleva tan alto y tan rápido que
casi no puedo soportarla. Junto mis manos para que dejen de temblar.

—¿Puedes verlo? —le pregunto en un susurro—. ¿Puedes verlos?

—Veo… nos veo a nosotros. Ese día… —dice con voz ronca—. Te veo a
ti y tu arte y… ese soy yo peleando con Finn.

Mis manos se elevan a mi boca y estoy llorando.

—¡Puedes verlos!

Su expresión es algo que nunca he visto antes; incredulidad, miedo,


inseguridad todas juntas y parece como si alguien le hubiera rapado la
cabeza con una barra de hierro.

—Matt…

—¿Cómo estás haciendo esto, Ashley? —ruega.

—No lo hago —digo, sin poder dejar de sonreír porque estamos juntos
en esto ahora—. Te he estado diciendo la verdad.

Hay un estrépito en el espejo y me giro. El Matt Menor y Finn han


rodado hacia los caballetes. Yo Menor está caída en el suelo. Está
abrazándose a sí misma, con ambos brazos sobre su cabeza.

Se mece, respirando con fuerza.

—Mi cabeza —gime.

—¿Ashley? —jadeo—. ¿Estás bien?

•••
Estaba sobre mis pies, pero toda la habitación se movía cada vez que
tomaba una respiración. Mi cabeza sonaba. Refriegas y gruñidos sonaban
en alguna parte cerca del suelo. Luego hubo un grito a mi izquierda. Traté
de dar un paso de lado. No estaba segura de a qué dirección me terminé
moviendo, pero escuché a Matt, agitado y la voz áspera, maldiciendo a Finn.

Traté de mirarlos, pero mi cuello no quería funcionar. Me tropecé a un


lado de nuevo.
—¡Detente, Ashley, detente! Aléjate del espejo.

No estaba segura del lado del que provenía la voz. Los giros en mi
cabeza eran confusos. Así que dejé de moverme, intenté mantenerme quieta.
Pero era como si estuviera en un bote en un mar turbulento. Me mecí y me
estremecí.

—¿… hiciste eso… a su pintura? ¿Lo hiciste? —gruñó Matt.

—Tu novia ayudó. —A pesar del jadeo en su voz, Finn sonaba como si
estuviera sonriendo.

—Ella no es mi novia —dijo Matt.

—Oops… lo olvidé —gruñó Finn—. Prefieres follarte a una lunática.

Matt hizo un sonido que nunca había escuchado antes. Tacleó a Finn,
un puño hacia atrás, el otro sosteniendo la camisa de Finn, jalándolo para
que estuviera medio de pie.

—Jódete. —Matt lanzó un golpe que impactó la cabeza de Finn hacia


atrás con un enfermizo sonido. Jadeé. Finn tragó saliva. La habitación se
volvió silenciosa excepto por el jadeo de Matt.

Me tambaleé hacia adelante, estremeciéndome cuando cada paso


palpitaba en mi cráneo. Pero tomé los brazos de Matt y lo ayudé a levantarse.

Cuando él estuvo envarado, me jaló hacia él. Con una profunda


respiración, descansé mi frente en su pecho y envolví mis brazos alrededor
de su cintura. Incluso las olas de nauseas se desvanecieron de mi alrededor.
Luego sus manos fueron a tomar mi rostro y jadeé. Uno de sus ojos ya estaba
morado y casi cerrándose al inflamarse. Tenía un labio partido y sangre
corría por su nariz.

—¡Estás herido! —Volví a hacer una mueca. Mi propia voz fue como
una daga en mi sien.

Tocó su rostro, mirando sobre mi hombro al espejo para examinar sus


heridas.

—No es tan malo como… —Se interrumpió—. ¿Qué demo…? —El color
se drenó de sus mejillas.
Olvidando mi cabeza, me giré para ver lo que él estaba viendo y perdí
mi equilibrio. Matt me atrapó por detrás, pero no dijo nada. Parpadeé varias
veces hacia el espejo. Yo Mayor estaba allí, lágrimas corriendo y las manos
sobre su boca. Matt Mayor estaba allí también. Y él estaba mirando como si
estuviera viendo a Dios crear el mundo.

—Ese soy yo —dijo Matt. Sentí el murmullo en su pecho a mi espalda.


Él sonaba aterrorizado.

—¿Qué…? —comencé.

Pero en el espejo, Matt Mayor se inclinó hacia adelante.

—Espera… ¿me puede ver? —preguntó de repente.

—Sí, eso creo. —Yo Mayor tocó el pecho de Matt Mayor, luego se giró
para verme—. Él puede verse a sí mismo, Ashley. Él está… ellos están…

—¿Qué es esto? —dice Matt, sus manos apretándose en mis brazos—.


¿Cómo hiciste esto?

El espejo se desvaneció dentro y fuera de foco al ritmo del latido de mi


cabeza, pero podía ver a mi Matt, su rostro pálido. Tenía una fijación con la
imagen de su reflejo de una versión más vieja de él mismo y estaba
comenzando a temblar.

—Ash, ¿cómo estás haciendo esto? —dijo Matt entre dientes, sus
manos apretándose en mis brazos, casi al punto del dolor.

—No lo sé —susurré—. Pero es real. Lo prometo.


Traducido por âmenoire

Corregido por flochi

Yo Menor obviamente está agitada. Me vuelvo hacia Matt, toco su rostro


pálido y aturdido. Se sobresalta, luego vuelve su cabeza para mirarme.

—Sé que da miedo —digo en voz baja—. Pero te acostumbrarás a ello.


Lo prometo.

Simplemente mira con fijeza, sacudiendo lentamente su cabeza atrás y


adelante.

Trago saliva.

—Tienes que creerme. No estoy loca. Y tú tampoco.

La mirada de Matt nunca deja la mía. Él respira dos veces antes de


hablar.

—Hemos terminado aquí.

La esperanza en mí se desmorona. Dejo caer mi cabeza en mis manos.

—¿Disculpa? —dice doc, su voz más apretada de lo que nunca la he


oído.

—Dije que hemos terminado aquí. Ashley ha terminado aquí. Puede


autorizarle su salida, o puedo ir a buscar a su madre para que la autorice,
pero, de cualquier manera, no se va a quedar aquí un segundo más.

Jadeo y levanto la mirada, directamente hacia Matt. Él traga y echa un


vistazo hacia el espejo, y luego de nuevo hacia mí.

Me lanzo hacia su pecho y las lágrimas vienen porque… porque… oh


Dios… no puedo… esto ni siquiera es posible. ¿Lo es? Me hago hacia atrás
de nuevo y voy a decirle lo increíble que es, y lo feliz que soy, pero todo
ocurre a la vez.
Doc dice:

—Ashley no se irá. En mi opinión profesional, está sufriendo delirios y


psicosis. Voy a recomendar al menos otros seis meses de tratamiento. —
Luego inclina su cabeza hacia los camilleros.

Pero Matt tira de mí para alejarme, extiende una mano, se coloca entre
nosotros. Hay un destello de movimiento en el espejo. Es un reflejo girarnos.

Yo Menor y Matt Menor están mirándose el uno al otro, preocupación


y esperanza en el rostro de ambos.

Y Finn está poniéndose de pie detrás de ellos.

—¡Cuidado! —grito.

Matt cree que estoy hablando con él y se da la vuelta.

Los camilleros lo agarran.

Finn se lanza contra la espalda de Matt Menor.

Los tres se tambalean hacia el espejo.

—¡NO! —grito, y me lanzo para atraparla.

—¡NO! —gritan ambos Matts y todo el mundo hace eco.

Y por segunda vez en mi vida, veo el vidrio acercándose. Es peor esta


vez porque sé cómo se va a sentir.

Pero también es mejor. Porque esta vez sé que lo quiero.

Lo necesito.

Por ella.

Así que me preparo, luego me lanzo, las manos por delante hacia el
espejo, estirándome para detenerla antes que ella golpee la superficie
brillante, extendiéndome hacia ella incluso cuando el espejo parpadea y
luego estalla…

Hay un tipo especial de dolor reservado para bailar con cristal


resquebrajado. Se presenta en etapas: El asalto inicial es el miedo; ves el
vidrio acercándose y sabes que va a doler.
Luego está el momento en que todo explota y el cristal desgarra tu piel,
atrapando, arrancando, raspando y piensas, podría morir.

Entonces las piezas se caen y se rompen en nuevos pedazos. Se dirigen


hacia el piso, también, pero te golpean y todas tus partes rotas aterrizan
sobre todas las partes destrozadas del espejo. Son agujas en heridas
abiertas. Cuchillos en carne viva.

Y entonces el fuego llega; calientes llamas ardientes que lamen las


heridas. Y cada vez que te mueves, los pequeños trozos que se pegaron a ti
cortan un poco más profundo y las llamas queman más.

En resumen, es una mierda.

Aún más la segunda vez.

Pero a medida que mi cuerpo destrozado se desploma hacia el suelo,


no aterriza sobre una alfombra gruesa. Mis gritos no son amortiguados por
los muebles y las ventanas con cortinas. En cambio, mis gritos se convierten
en un chillido, sonido entrecortado que atraviesa el tiempo, haciendo eco en
mis oídos.

Mis manos conectan con los hombros de Ashley, empujándola hacia


atrás antes que pueda chocar contra el espejo. Un momento más tarde mis
rodillas golpean duro contra el linóleo frío y polvoriento. Pero el resto de mí
aterriza en suaves brazos.

Brazos que tiemblan violentamente.

Cuando dejo de moverme, cuando tengo miedo de moverse de nuevo,


mi nariz está en su cabello, y ella está sosteniéndome.

—Vi-viniste… estás a-aquí. —Su voz es alta y diminuta, vacilante.

Trato de tirarme hacia atrás, encontrar sus ojos, pero mi cabeza está
demasiado pesada para mi cuello. Termino colgando alrededor hasta que
ella se aleja lo suficiente para mirarme. Sus mejillas brillan con lágrimas.

—¿Cómo? —pregunta.

—Te atrapé —digo débilmente—. Siempre se trató de atraparte. Cada


vez. Simplemente no siempre sabía cómo.
Su cara se arruga, y sus manos se aprietan. Ella se aferra a mí, la
sangre como un velo sobre su hombro.

Me doy cuenta que es mía.

Tomo una respiración entrecortada, pero no hay oxígeno viniendo en


esta. De repente, estoy inclinándome.

Matt Menor está detrás de ella, con el rostro blanco como el papel. Hay
una maldición. Y otra.

Mi cabeza se desliza hacia su hombro porque se volvió demasiado


pesada para mí. Sólo puedo mover mis ojos. Pero veo a Finn, en el suelo,
arrastrándose hacia atrás, lejos de mí, sus ojos tan abiertos que los blancos
están mostrándose por todos lados.

—N-no puedes… es imposible… —tartamudea. Sus dientes están


castañeando con miedo, y la parte mezquina de mí está feliz.

—¿Yo Mayor? —La voz de Ashley se estremece.

Cierro mis ojos. No tenemos mucho tiempo. El esfuerzo de llevar mi


mano hasta su hombro es titánico. Me he quedado sin aliento y sin fuerzas.
Pero me las arreglo para susurrarle al oído.

—Te amo —digo, maldiciendo el nudo en mi garganta que amenaza con


detener las palabras—. Sólo quería lo mejor para ti —murmuro, dedos
clavándose en su hombro así no se irá—. Funcionó.

—¿Qué funcionó? —solloza.

—Eres libre. —Me las arreglo para decir. Mis ojos cerrándose.

Después de un segundo, jadea y me sacude.

—¡Yo Mayor!

Me obligo a mirarla.

—Será diferente para ti. Y eso es bueno. Así que recuerda que vales la
pena.

—¿Diferente cómo? —susurra.


—Mejor —murmuro—. Porque eres más valiente. Yo nunca podría… no
usé la pintura… úsala. Tienes que llegar a Nueva York. —Mis labios ahora
están pesados, también. Mi mano se desliza de su hombro.

—¿Yo Mayor? ¡Yo Mayor! Ayúdenla. ¡Alguien, ayúdela! —grita.

Me estremezco. Quiero que deje de gritar. Pero parece que no me puedo


mover. Y pensar se vuelve difícil.

Soy movida. Hay voces. Quiero callarlas, pero no puedo mover mi boca.

Hay algo que hacer para lo que estoy aquí.

No puedo recordar lo que es. Pero a medida que las manos se cierran
sobre mis brazos y hombros, presionando en esas líneas ardientes, y alguien
dice “arteria” y alguien grita “¡ambulancia!” puedo sonreír.

Ha sido un largo tiempo desde que pude sonreír y hacerlo en serio.

El calor de su pecho desaparece, y con ello el linóleo frío bajo mis


rodillas.

Mientras me voy apagando, estoy acostada sobre algo blando. Sólo hay
dos cosas que quedan:

Las manos calientes de Matt sosteniéndome.

Y el conocimiento que ella estará bien.


Traducido por Lyla & Aria

Corregido por flochi

Presioné los blandos billetes a través de la pequeña ventana en la


pantalla a prueba de balas del taxista y esperé por mi cambio. Fuera del
auto, una amplia acera estaba llena de pequeñas piezas de colores de las
vidas de las personas. Un flujo constante de cuerpos fluía, pero ninguno de
ellos se volvía hacia las seis puertas de cristal brillantes en la parte superior
de las escaleras detrás de ellos.

La galería.

Pancartas se aferraban a ambos extremos del edificio, proclamando a


¡los jóvenes artistas nacionales del año!

La señora D me dijo que una media docena de posters que se


imprimieron este año contaban con mi retrato de Finn. Esperaba que
estuviera equivocada.

Abrí la puerta del taxi y traté de fingir que estaba lista para hacer esto.
Al segundo en que mis pies golpearon la acera, una ola de miedo recorrió mi
espina dorsal. La chaqueta gruesa de lana que llevaba me cubría desde el
cuello hasta las rodillas, ocultando mi vestido y las minúsculas cicatrices
entrecruzadas en mis brazos. Di un paso hacia adelante reacia.

Seis meses después del “incidente”, podía moverme libremente. La


única cosa que dolía más era girar mi cabeza. Una cicatriz, sólo de un par
de centímetros de largo, se encontraba en el punto en el que mi hombro se
reunía con mi cuello. Era el último recuerdo que tenía de ella, de cuanto ella
fue real. Cómo ella me había salvado del espejo. De Finn.

De mí misma.

Pensamientos como ese siempre me hacían llorar, así que sacudí mi


cabeza y corrí a lo largo de la acera, rodeé la esquina hacia la puerta lateral
que me habían dicho usar. Como una expositora tenía que estar allí
temprano, antes de que las puertas se abrieran al público.

Había menos gente en la calle lateral, y menos luz, también. Mientras


el sol de la tarde caía detrás de la extensa cara de la ciudad, una parte de
mí quería pasar por delante de la pequeña puerta oscura a mi derecha y
encontrar una linda y pequeña panadería en su lugar. Pero justo cuando
mis pasos vacilaron, la puerta quedó a la vista. Apreté los dientes y agarré
el picaporte.

Se sintió como que el edificio me tragaba cuando entré en el espacio


negro de la puerta, en un estrecho pasillo oscuro, bordeado de tuberías y
cables eléctricos. Un minuto más tarde, una puerta al final se abría en una
esquina sombreada del vestíbulo. Los baños estaban en un rincón discreto
a mi derecha. Me detuve en seco, luego estaba en el baño de damas y
atravesaba la gran puerta corrediza de la cabina de discapacitados antes de
que pudiera pensar.

Los viejos hábitos tardan en morir.

Efectivamente, el compartimiento lucía su propio lavabo y un pequeño


espejo cuadrado directamente sobre él, a pesar de que tenía que agacharme
para ver mi cara. Cuando miré, lo único que vi fue a mí misma, mis ojos
azules brillantes, una mancha de rímel en mi párpado. Cada vez que estaba
sola delante de un espejo, los dolores se iniciaban en mi pecho. Ella no
estaba allí. No había estado desde ese día en la sala de arte.

Ese momento en que casi golpeé el vidrio, cuando ella vino por mí… por
una fracción de segundo pensé que íbamos a estar juntas. Pero entonces
ella se había ido. Y nunca ha regresado.

Después de tantos años compartiendo mi reflejo, era una sensación


extraña. Sin embargo, a pesar de que ella se había ido, todavía podía oírla.
Oír su sabiduría, y su risa. Oírla diciéndome que recuerde… Pero aunque
ahora era desde dentro, no desde el espejo, sabía que aún era ella.

Tomé dos respiraciones profundas más y caminé hacia el vestíbulo. La


luz natural desde esas puertas de vidrio iluminaba el espacio amplio. Pero
entre la alfombra roja y las paredes con paneles de madera, se parecía
bastante a una antigua sala de cine.
Un chico guapo con el cabello demasiado arreglado surgió del cuarto
de trastos y abrigos. No podía haber sido mucho mayor que yo.

—¿Tienes tu identificación?

Oh, cierto. Tiré de la cuerda alrededor de mi cuello hasta que la tarjeta


grande de plástico salió del cuello de mi chaqueta.

El chico lo examinó y sonrió.

—¿Puedo tomar tu abrigo, Ashley?

Ignoré la forma en que se quedó inmóvil por un momento cuando mis


brazos estuvieron al descubierto. Por suerte, mis cicatrices son pálidas y
finas. A la luz normal, apenas son visibles. Pero en la brillante luz blanca de
una galería, brillaban.

No eran como las de Yo Mayor. Las suyas habían sido cuerdas gruesas,
separando la piel en trozos irregulares. Las mías eran sólo… cicatrices.
Líneas finas donde pequeños trozos del espejo hecho añicos se habían
deslizado a través de mi piel en su camino hacia el suelo, y la más profunda
donde mi cuello se reunía con mi hombro, donde un fragmento había sido
capturado en mi cabello y presionado en mí cuando me aparté del espejo.

Así que, cuando el chico dio marcha atrás, la sonrisa coqueta


esfumándose, mantuve mi barbilla en alto y apreté mis dientes.

Esta noche estaba aquí para disfrutar de cierto éxito. Y nadie iba a
arrebatarme eso.

Pasé la primera pared de la exposición y me mantuve en movimiento,


más allá de la siguiente, y la siguiente. Había bocetos a lápiz en blanco y
negro, dos esculturas y una pintura al óleo abstracta ocupando un panel
entero. Una chica de Nebraska había presentado una pieza surrealista,
donde sus vacas casi fotográficas tenían lámparas en lugar de cabezas.

En todas partes donde giraba, había nuevos colores y nuevas técnicas,


y por un segundo fui transportada lejos de mi miedo y a este maravilloso
mundo de gente mucho más talentosa que yo. Caminé sin rumbo,
asimilando todo.

Entonces giré una esquina… y me miré a mí misma.


Me congelé. Clavada en el suelo. No podía hablar o respirar porque
había una pintura mía en la pared.

Pero yo no era la que la había pintado.

Entonces capté las imágenes alrededor de la imagen y lo comprendí.


Matt.

Un puñado de personas se apiñaba en un grupo, algunas apuntando a


la pared, hablando, algunas asintiendo. Caminé más allá de ellos.

Efectivamente, los tres paneles eran familiares, cubiertos de piezas que


había visto antes, los cuadros de movimiento: cabello fino alborotado de un
perro atado, el barrido suave de hojas en el viento… todas piezas que
conocía, todas piezas que había envidiado a cada paso de su desarrollo. Los
cuadros de Matt estaban vivos y a punto de bajar de la página. Siempre me
asombraban.

¿Pero el del medio? Nunca antes lo había visto. No era nada menos que
impresionante. Y era yo.

Sobre un fondo claro, estaba pintada de frente. En marcadas líneas


negras, mi cara inclinada hacia abajo hasta que mi barbilla casi tocaba mi
pecho. Mi cabello, exuberante y fluyendo de una manera que en la vida real
nunca se daba, caía sobre mis hombros, sobre mis pechos, porque no había
ropa indicada en las líneas marcadas.

Mis hombros se asomaban a través de mi cabello. Mi cintura se


deslizaba fuera del marco. Mis ojos estaban alicaídos, pero mis labios
estaban curvados en una sonrisa.

Era suave, femenina, bella de una manera en la que siempre había


querido ser.

Aspiré un tembloroso suspiro, y di un paso atrás.

—¡Hermosa! —dijo una voz femenina a mi derecha—. Eso es


espectacular. ¿Cómo puede él hacer eso con nada más que líneas?

—No lo sé. —La respuesta abandonó mis labios sin mi permiso.


La chica me lanzó la sonrisa dubitativa de extraños que se encuentran
en el mismo espacio. Me miró por detrás de unas gafas gruesas de pasta
negra, y un sombrero de punto presionaba su cabello contra sus mejillas.

—Hola, soy Shelley. Otra finalista —dijo con nerviosismo, batiendo la


tarjeta de identificación en su pecho.

—Hola, Shelley.

Miró al cuadro, luego de nuevo a mí. Su boca se abrió.

—OhDiosmío… es… esa es… ¡eres tú! ¿Tú has hecho eso? —jadeó—.
Porque, en serio, creo que esto es lo mejor que hay aquí. Como… no estoy
de broma…

—¡No! —Salté a interrumpirla porque… oh hombre. Podía verlo. Todo


el mundo iba a pensar que este era mi tablón. Todo el mundo creería que
esta hermosa pieza era mi autorretrato. Luego cuando vieran lo que era
realmente mío sería una decepción. Mi estómago se hundió hasta mis pies.
Quería cruzar los brazos, para proteger mi pecho. Pero eso solo atraería
atención a mis cicatrices. Así que junté mis manos detrás de la espalda en
su lugar.

Shelley miró una y otra vez entre yo y el cuadro, frunciendo el ceño.

—Habría jurado…

—Ella no lo pintó. Pero es ella.

Su voz vino de ninguna parte, desde detrás de mí. Mi cabello tembló y


estaba bastante segura de que fue su aliento. No podía moverme.

Shelley lo miró, luego a mí. Sus labios cambiaron de un fruncido


confuso a una sonrisa de alegría.

—Hermosa —dijo. Luego hizo un gesto con la mano y se fue,


hundiéndose en la pequeña multitud que permanecía frente al trabajo de
Matt.

Me volví, y el calor se apresuró por mis venas. Matt se había vestido


formalmente para la ocasión, y sería una mentirosa si no admitía que estaba
asombroso. El traje enmarcaba sus planos hombros y esbelta cintura a la
perfección. Su pecho se veía amplio bajo la reluciente camisa gris y corbata.
Ansiaba tocarlo, me detuve antes de lanzarme a sus brazos.

—Llegas tarde —dijo en voz baja, sonriendo.

—Sí. —Levanté una mano hacia el cuadro—. Matt… esto es…

La sonrisa se deslizó de su rostro.

—¿Te gusta?

—¿Gustarme? —chillé, atrayendo la atención de la gente a nuestro


alrededor. Tuve que aclararme la garganta para poder susurrar—. Es
asombroso. ¿Por qué no me lo dijiste?

Sus ojos brillaron.

—Quería sorprenderte. Lo hice el día después del baile. Después de…


ya sabes. —Apartó la mirada por un segundo, riéndose—. Pero nos
peleamos, y luego… luego pasó todo lo demás. De todas formas, para cuando
pude habértelo enseñado, ya lo había mandado. Cuando todo funcionó,
pensé que sería una buena sorpresa.

Me volví para mirar al cuadro otra vez y quise llorar. Era muy hermoso.
Me hacía parecer hermosa.

—Es espectacular —murmuré—. Pero no soy yo.

—Sí. Lo eres. —Respiró contra mi piel y presionó un beso en mi cuello,


justo debajo de mi oreja, haciendo caso omiso de la fea cicatriz a menos de
un centímetro.

Un cosquilleo me recorrió desde el cuello hasta la muñeca, abrí la boca


para discutir, luego la cerré otra vez. Mientras sus manos se deslizaban
alrededor de mi cintura y me acercaban, parecía desagradecido por mi parte
decir que no le había hecho justicia a la verdad.

—¿Estás bien? —me preguntó en voz baja, con preocupación real en su


tono.

Asentí, me permití relajarme en él. Que sus brazos me sostuvieran


cerca.
—Esto es extraño —dije después de un minuto—. No pensaba que
estaría aquí.

—Pero lo estás —dijo, su profunda voz vibrando contra mi espalda—. Y


también lo está tu cuadro.

Confía en Matt para que fuera directo al fondo de lo que me estaba


comiendo por dentro.

Tan pronto como las palabras dejaron su boca, me tensé.

Sus brazos me apretaron más cerca, listos para detenerme con el


cuerpo de correr, si era necesario.

—Ashley… —empezó.

Sacudí la cabeza.

—No creo que pueda.

—Claro que puedes. Solo es un cuadro.

Bufé.

—No es solo un cuadro. Es… es un cuadro sobre mí.

—Es un cuadro de la antigua tú.

—Con maldiciones —añadí—. Y un pene.

Matt se rió.

—Vamos —dijo, liberándome del abrazo, pero manteniendo una de mis


manos firmemente tomadas en sus dos manos—. Voy contigo.

—No, yo…

—Ashley, sabes que tienes que hacerlo en algún momento. Bien puede
ser ahora cuando solo hay cincuenta personas aquí, en vez de quinientas.

Tenía razón ahí. Pero no había estado bromeando cuando le dije que
no pensaba que pudiera hacerlo.

—¡Sr. Gray!
Matt dudó, luego se volvió —sin dejar ir mi mano—, mientras un
hombre de aspecto severo con traje y gafas finas de metal se acercaba. Uno
de los jueces. Lo reconocí por el paquete de información que me enviaron. Y
tenía a un par de hombres menos formales, pero de aspecto igual de
importante siguiéndolo.

Matt parecía disgustado porque su atención se había alejado de mí,


pero yo estaba aliviada.

Había arrastrado mis pies preparándome para esta noche, le había


dicho a Matt que fuera sin mí, luego aparecí en el último minuto. Una parte
de mí esperaba que la exhibición se abriría y no tendría tiempo de mirar mi
pared. Pero en el fondo sabía que no iba a salir de esa forma. Toda la razón
de estar aquí esta noche era para responder preguntas sobre mi trabajo;
primero para los jueces, luego para los miembros del público y profesores
de arte de muchas de las mejores universidades de arte del país.

Incluso la idea hacía que mis nervios se retorcieran.

—… muy interesados en su talento, Sr. Gray. Creo que nuestro


curriculum podría beneficiar su trabajo inmensamente. ¿Ha aceptado ya
alguna propuesta de beca?

Matt se sonrojó, y negó con la cabeza.

Sabía que esto iba a pasar. Esperaba totalmente que Matt ganara la
beca esta noche. Pero incluso si no lo hiciera, no tenía duda de que se iría
de la galería con varias ofertas.

Este momento era particularmente agradable. El padre de Matt estuvo


lívido porque Matt hubiera entrado en la competición en contra de sus
deseos. Pero cuando se dio cuenta de lo prestigiosa que era la competición,
aceptó darle una oportunidad a Matt: Matt volvía a casa con una beca
completa, o dejaba de lado sus sueños de la escuela de artes y seguía los
pasos de su padre y se convertía en ingeniero.

A medida que Matt se concentraba cada vez más en la conversación


con los hombres, deslicé mi mano de su agarre, luego me alejé.

Era la hora.
Traducido por VckyFer & âmenoire

Corregido por flochi

Me moví más adentro de la galería, siguiendo el festín de arte que me


rodeaba a cada lado. Mientras examinaba los toques del pincel en esa
pintura, o cómo el artista usaba el color para crear una sensación de luz,
no estaba conscientemente anticipando el momento. De hecho, cuando el
momento llegó, fue impactante. Aun así, de alguna forma, no lo fue.

A la loca Ashley le encantan las pollas.

Las palabras robaron mi respiración, y no de una buena manera. De


hecho, creo que, si hubiera habido otro ser humano presente, pude haber
huido. Pero en su lugar, forcé a mis pies a acercarme. Obligué a que mis
pulmones se inflaran. Forcé a mis ojos a que permanecieran abiertos. Forcé
a mi corazón que desacelerara, fuera de mi garganta.

Allí, en la pared del fondo de esa galería, en toda su gloria iluminada,


estaba mi historia. Cada rostro. Cada pincelada. Cada momento de
humillación y pena.

Por suerte, cada pared de artistas tenía una banca y me dejé caer en
una de las piezas de madera. Esto era todo. El momento. Aquí era donde
tenía que enfrentarme a mis miedos con coraje: mirar a los demonios de mi
pasado y darme cuenta de que ellos no tenían poder. Si fuera una película,
podría llorar, pero caminaría con mi cabeza en alto y sin mirar atrás.

¿Cierto?

Pero el coraje me faltaba. El miedo puso a mis manos a temblar y torció


mis entrañas en nudos.

No hubo lágrimas, gracias a Dios, pero mi respiración llegó en espacios


cortos. Mis manos se retorcieron en mi regazo. Y la idea de ver esa imagen
de nuevo hizo que la adrenalina se apresurara hasta que mi corazón corriera
tan rápido que tenía miedo de que saltara fuera de mi pecho.

¿Qué había de malo conmigo? ¿Por qué no podía ser una heroína patea
traseros, como en los libros? ¿O la fuerte y noble estrella de una película?

Porque dolía.

Algo dentro de mí se abrió. Me aferré a la orilla del asiento,


balanceándome. Mi piel se calentó mientras cada músculo de mi cuerpo se
puso rígido, porque esta no solo era una historia. Esta era mi vida.

Esa es la parte que nunca te dicen en las películas. Esa es la parte que
los libros pretenden que no existe.

Por supuesto, logré llegar a Nueva York. Y tengo un estupendo y


glorioso novio a quien amo. Y nada de eso hubiera sucedido sin mi pasado.
Así que no puedo volver atrás. No puedo desear que se vaya.

Pero aún duele. Cada jodido día.

Aun si saliera de esa habitación, justo en ese momento y nunca mirara


atrás… aún dolería por dentro cuando pensara en esa imagen, o peor,
tuviera que verla.

Aun si Matt me amara por el resto de mi vida y nunca hiciera más que
parpadear en dirección de otra mujer, aún habría dolor en nuestro pasado.
Miedo de que nos defraudemos el uno al otro de nuevo.

Y estar con él era maravilloso, pero Yo Mayor tenía razón en una cosa:
Matt no era perfecto. Él aún estaba trabajando en cosas con su papá.
Íbamos a enfrentar eso de nuevo. Juntos, lo esperaba. Pero aun así…

Matt aún no era libre, y yo no era indemne. Tenía cicatrices —por


dentro y por fuera— que nunca me dejarían. Las imágenes en la pared frente
a mí solo eran imágenes puestas juntas, más que nada por mi mano. Pero
representaban el peso que cargaría por el resto de mi vida. Y esta noche se
sentía demasiado pesado para cargar.

Pero luego mi corazón saltó y yo la escuché, recordé su rostro. Pero


especialmente su voz.

Tú lo vales.
Me mordí el labio y tragué las lágrimas.

No tenía idea si ella vivía en su lado del vidrio. No tenía idea si me


extrañaba, o se preguntaba qué estaba haciendo yo.

Pero sabía, con seguridad, que ella me amaba. Que ella había estado
dispuesta a morir por mí.

Abrió mis ojos. Cambió mi mundo.

Ella me amó lo suficiente para darme todo. Y si caminaba por ahí


cabizbaja, y mi corazón estrangulado… ¿cómo es que eso iba a honrarla a
ella, la persona que había trabajado tanto por salvarme?

Recordaba los días en que creía que ella no me amaba, que ella no era
nada más que una mentirosa. Mis dedos se apretaron en la banca, ya fuera
para mantenerme quieta o para empujarme lejos, no estaba segura. Pero
cuando miré hacia arriba por sobre las lágrimas, vi la pintura de nuevo.

A la loca Ashley le encantan las pollas.

Y escuché su voz.

Eso dice todo acerca de ellos y nada acerca de ti.

—Gracias —susurré.

Pasos silenciosos sonaron a mi izquierda y rápidamente me limpié el


rostro, con mi corazón martillando.

Un suave silbido se elevó y luego calló. Un barítono murmuró:

—¡Finalmente! He estado buscando por este.

El hombre de pie unos cuantos pasos a mi derecha, mirando a la pared,


era casi caricaturesco. Usaba botas cortas de cuero, con calcetines gruesos
que estaban a la mitad de su pantorrilla. Y una falda escocesa. Y en verdad,
una de esas carteras de hombres de tejido de lana que colgaba al frente. Él
lo llevaba con una chaqueta formal negra, camisa blanca, una faja que
combinaba que caía a medio muslo y un flamante sombrero que me
recordaba de algo que un viejo pintor francés usaría.

Él se veía ridículo. Y de alguna forma… correcto.


Me miró con una sonrisa extraña, luego dio una doble mirada y se giró,
frunciendo el ceño.

—¿Nos hemos conocido? —preguntó él.

—Um. No.

—¿Estás segura? Te ves muy familiar.

—Um, sí, estoy segura. —Creo que lo recordaría.

Pero luego me miró de arriba abajo y chasqueó los dedos.

—¡Eres la chica en la pintura! ¡Del Portafolio de Matthew Gray!

Asombrada, asentí.

Él cerró sus ojos y suspiró pacíficamente.

—Esa pieza es asombrosa. ¡El movimiento! Cuando la vi deseé poder


conocer a la joven dama para ver qué se sentía ser la inspiración detrás de
un trabajo tan erótico. Nunca lo imaginé… ¿Pero debes de ser su novia,
entonces?

—Uh, sí…

—¡Maravilloso! ¡Cuéntame la historia! ¿Hizo que te sentaras para ello?


¿Sabías que iba a ser tan… sugestivo?

Tragué, sintiéndome violada y aliviada, inadecuada, todo al mismo


tiempo.

—No sabía que lo pintaría, la verdad. Él no me lo dijo. —Cuando él se


vio sorprendido, y no de una buena forma, quería caerme entre la madera
de la banca y desaparecer—. Es complicado —murmuré.

—Ah, por supuesto. Las buenas historias siempre lo son, ¿no es así?
—Meneó sus cejas, luego se giró para fijar su penetrante mirada en la pared.
Mi momento de alivio pronto se volvió miedo desgarrador—. Ahora, este,
amaría escuchar la historia detrás —dijo, moviendo un dedo hacia mi pared.

Tragué.

—¿Oh?
—Sí. ¿Has oído de ello?

Y luego me di cuenta de que él no sabía quién era yo. Él pensaba que


solo estaba allí como la novia de Matt.

El alivio convirtió mis rodillas en agua. Estaba aliviada de estar


sentada.

—Uh… —dije ronca—. ¿Hay una historia?

El movió su mano hacia mí sin dejar de ver la pared.

—Bien, estoy seguro que la historia que nosotros escuchamos no es ni


siquiera cerca de la verdad. Pero aparentemente el artista era… podríamos
decir que, no era popular. —Me dio una mirada conocedora desde el
costado—. Esas horribles palabras fueron pintadas por alguien más, en un
intento de sabotear sus oportunidades de llegar hasta aquí.

—Wow —dije.

Él asintió.

—En lugar de pintar sobre esta, o comenzar de nuevo, el artista usó la


contribución del sabotaje. —Negó con la cabeza—. Inspirador.

—¿En serio? —Salió de mi boca con sorpresa, pero él no lo notó.

—En serio. —Dio un paso más cerca a la pared y señaló. Me fui obligada
a girarme, de otra forma, sería demasiado obvio.

Finn.

—¿Ves cómo ella usó el rojo y el púrpura aquí? Se ve sumamente


siniestro. Pudo haber hecho todo el rostro de esa forma, para denotar la
verdadera persona malvada. Pero no lo ha hecho. Usó la implicación
justamente. En la boca. —Se giró, sonriendo satisfecho—. Ella está
implicando que las palabras del individuo son oscuras, en lugar de su
corazón.

No sabía acerca de eso. Pero mientras miraba a la pintura, tuve que


preguntarme si él tenía razón.

Solo había visto a Finn una vez desde Ese Día. Unas semanas antes de
ir a Nueva York. Fue un sábado. Acababa de salir de la tienda cerca de la
casa de Matt, cuando Finn casi chocó conmigo en su camino hacia el
interior. Ambos nos detuvimos como si hubiéramos sido golpeados por una
bola de demolición, mirándonos fijamente. Y por primera vez desde que
teníamos doce, no vi el brillo en sus ojos. Todo lo que vi fue miedo. Y una
pregunta.

Fue una impresión verlo. Él y Karyn habían sido expulsados de la


Secundaria Black Point. Escuché que había sido enviado a la escuela
militar. Y a terapia. Pero como Matt no había seguido en contacto con él, y
con cualquiera de los que me evitaban como si tuviera una enfermedad
contagiosa, no sabía en verdad lo que había estado haciendo.

Pero en ese momento, él se detuvo frente a mí, con la mandíbula floja,


viéndose más débil de lo que yo recordaba. Cuando jadeé, incapaz de mover
mis pies, incluso si mi cerebro gritaba: ¡Corre! Finn parpadeó un par de
veces, luego se giró sobre sus talones y huyó.

Negué con mi cabeza, regresando al presente. El hombre estaba


apuntando a la pintura de Dex.

—… ¡Y tan bidimensional! Es como si ella no conociera, o quizás le


importe, este hombre del todo.

Cuando registré lo que él había dicho, casi sonreí. Él estaba justamente


en lo cierto.

Dex y yo no habíamos hablado desde el baile de graduación. Escuché


después que él salió con Brooke como por tres semanas; hasta que tuvieron
una gran pelea en el patio y ella lo llamó de todo tipo de nombres y lo acusó
de estar en drogas otra vez. Él dejó la secundaria Black Point por segunda
vez, y nadie lo ha visto desde entonces.

Ahora mi nuevo amigo estaba alabando cómo claramente yo


despreciaba a mi padre, despreciaba a mi madre y apenas había suprimido
mi ira hacia Karyn. Para el momento en el que terminó, casi estaba por
llorar; y estaba lista para decirle quién era solo para agradecerle el haberse
tomado el tiempo de mirar.

Antes de que pudiera hablar, se movió al centro de la pared y miró mi


auto retrato. Las palabras que estaba por decir murieron en mi lengua
porque él estaba viendo la imagen con tanta tristeza que quería llorar.
—El valor que debió tomar usar esto. —Negó con la cabeza, luego miró
de nuevo hacia mí—. También fui víctima de bullying en la escuela —
murmuró él.

Por reflejo, lo examiné de pies a cabeza.

—Sí, sí. No era tan extravagante en ese entonces. Pero no había duda
que tenía… estilo. —Dio una risa autocrítica y no pude evitar reírme con
él—. Pero nunca habría tenido el valor de hacer esto —dijo en voz baja, la
sonrisa se desvaneció cuando se volvió de nuevo hacia mi pintura—. Ésta
es una artista que está dispuesta a ponerse al descubierto a sí misma con
el fin de decir la verdad. —Asintió una vez—. Y de ahí es de dónde viene el
verdadero arte.

Tragué saliva.

—Estoy decidido a sentarme aquí toda la noche hasta que aparezca.


Estoy esperando que estará de acuerdo a…

Me quedé helada.

—Discúlpeme, señor…

Él parpadeó, luego se volvió hacia mí.

—Lo siento, ¡he sido grosero! No me he presentado. Soy Jeremy August,


soy uno de los decanos de la Facultad de Arte de Vintner. —Dio cuatro pasos
para llegar a mi lado, extendiendo una mano. Sabía que debería ponerme
de pie, pero todavía me sentía inestable. Y él no sabía quién era yo, así que
sólo le di la mano y asentí de nuevo—. No debería haber estado vociferando
contigo. ¡Estás aquí para celebrar! —dijo Jeremy, lanzando sus manos en el
aire—. Debes estar tan orgullosa de Matt, otro artista con mucho talento,
debo decir. ¡Tal oportunidad estar aquí con él esta noche! Entonces, ¿qué
estás haciendo escondiéndote aquí atrás? ¡Deberías estar parada cerca de
su pared! Deja que la gente te diga cuán hermosa es… eres, quise decir. —
Sonrió—. El parecido es asombroso. Tiene mucho talento.

Era como estar enterrada en un torbellino de palabras.

—Uh, sí, lo es. Pero yo no… quiero decir…

—¡Oh, no seas tímida! Vamos, te llevaré allí. Tengo algunos amigos a


quienes les encantaría hablar contigo. —Tomó mi codo y me puso de pie.
—¡Espere! ¡No puedo!

—Confía en mí, querida, este es uno de esos momentos que recordarás


por el resto de su vida. Haz tu mejor esfuerzo. Ese chico es uno de los
buenos.

Sacudí mi cabeza.

—No, usted no entiende. Tengo que permanecer aquí… con el mío.

Jeremy se detuvo con una sacudida. Tiré mi codo fuera de su agarre y


enderecé mi vestido.

—Lo siento. Realmente aprecio sus cumplidos. Pero también estoy


exhibiendo. Y me dijeron que tengo que quedarme aquí por si alguno de los
jueces viene…

Pero frunció su ceño de nuevo, mirando hacia mí, luego hacia los
cuadros en la pared.

—Oh, Dios… ¿Estos son tuyos? —dijo, lanzando un brazo hacia mi


portafolio. Sonaba horrorizado.

Me sonrojé.

—Sí. Lo siento. No estaba tratando de hacerle…

—No, no, no te disculpes. Realmente no te di una oportunidad de


decirme, ¿cierto? —dijo con tristeza.

—Creo que…

—Pero nunca te hubiera reconocido a partir de esto —dijo, haciendo


una seña hacia mi pintura.

Fruncí el ceño.

—Bueno, o está siendo agradable, o soy una terrible pintora, porque


eso es un autorretrato. Y sólo tiene seis meses que lo hice.

—Oh, no, querida, te lo aseguro, ahora que sé, puedo ver que es una
semejanza perfecta. Pero no te habría reconocido de él porque… eres
diferente. Esto no eres tú.
No estaba segura que eso fuera cierto del todo, pero le ofrecí una
sonrisa porque era más fácil fingir que lo era.

—Gracias. Por decir eso. Y esas otras cosas… fue muy amable. Y en su
mayoría acertado.

Me sobresalté cuando resonó una risa en respuesta.

—En su mayoría acertado… oh, querida, eres un petardo, ¡no es así!

Agité mis manos.

—¡No! No, no lo decía de esa manera.

—Está bien…

—No, quise decir… —Me volví hacia la pared, con la intención de decirle
que no había pensado tan profundamente en los labios de Finn como él
pensaba… que me había dado demasiados elogios. Pero todo lo que vi fueron
las letras rosas y ese horrible grafiti, y me quedé parada allí, finalmente,
inmóvil ante la visión.

Mi propio rostro, demacrado y triste, me devolvió la mirada, y por un


momento fue como si Yo Mayor estuviera aquí…

Como si yo fuera ella.

Porque recordaba el momento en que pinté esa expresión. Cómo me


había sentido tan desesperada y… pesada.

Y se me ocurrió, mientras me dejaba seguir las líneas de las letras y


mis labios en silencio formaban sus palabras, que ya no me sentía de esa
manera.

—Quise decir lo que dije, querida —murmuró Jeremy a mi lado—.


Encuentro que tu valor demuestra humildad.

—No tengo valor.

—Por supuesto que sí, cariño. Simplemente todavía no has crecido lo


suficiente para darte cuenta que el valor no es intrépido. —Palmeó mi
hombro. Pensé que se alejaría. Creí que nuestra conversación había
terminado. Entonces metió la mano en su bolso—. Aquí —dijo Jeremy.
Tendió un brillante folleto delgado.
Cuando lo tomé, mis manos temblaban.

Palmeó mi hombro de nuevo.

—Desafortunadamente, Ashley, el bullying no se detiene cuando


creces. Sólo luce un poco diferente. —Arrugó su nariz patricia y sacudió su
cabeza—. No dejes que los bufones presumidos que dirigen esto te digan que
estás sin terminar, o demasiado verde. Tu trabajo no está verde. Es honesto.
Crudo. —Aclaró su garganta, luego encontró mis ojos—. Vintner no es
grande. Y no tiene un nombre de tanto prestigio como el Instituto, o CFA.
Pero no trataremos de convertirte en alguien más. Y no menospreciaremos
tu trabajo. Creemos en la prueba y el error. Y creemos en dejar que nos
digas quién debes ser.

Enderezó su corbata y empujó sus hombros hacia atrás.

—Pero no dejes que ellos te hagan pensar que te falta algo. Saltarán
por Matt porque está demasiado pulido. Y puede que te den una
oportunidad, también. Pero espero que nos consideres de todos modos. —
Esbozó una amplia sonrisa—. Con nosotros, puedes estar orgullosa de
exactamente quién eres. Ahora mismo. Y cuando hayamos terminado
contigo, te prometo, nunca serás confundida con otra persona.

Abrí mi boca, pero él siguió hablando.

—Y deja de sentarte hacia atrás como si no merecieras estar aquí.


Incluso aquellos flamencos con sus narices en el aire podrían ver lo que
haces. Se necesita mucho de un artista mostrarle al mundo su rostro
plenamente, como esto. —Hizo un gesto hacia mi trabajo de nuevo.

Resoplé.

—No tuve mucha elección.

—Oh, podrías sorprenderte, querida.

Cuando lo miré, me ofreció una sonrisa triste, pero luego se iluminó.

—Bueno, mejor voy a encontrar la competencia y alejarlos de esta


esquina, haré mi mejor esfuerzo para guardarte para mí. Mi número de
teléfono está en la parte de atrás. —Agitó su mano hacia el panfleto—.
Llámame cuando quieras. ¡La aceptación inicia el próximo mes!
—Lo sé. —Las palabras salieron demasiado suaves. Estaba casi fuera
de vista antes de recordar mis modales y llamarlo—. ¡Gracias!

—¡Dame las gracias diciéndole al resto de ellos dónde poner sus becas!
—gritó. Luego desapareció.

Miré de las engominadas fotografías en mi mano hacia la horrible


pintura frente a mí. La cara triste, el rosa repugnante. Las palabras
arrojadas por toda la superficie. Miré hacia mi propio rostro y me mentalicé
para el reconocimiento. Para el recuerdo.

Pero no pude encontrarlo.

•••
—¿Ash? —La voz baja de Matt se levantó tranquilamente detrás de mí.
Giré. Tenía sus manos en sus bolsillos, y había líneas en su frente.

Palmeé el banco junto a mí, y luego me volví hacia mis pinturas y esperé
a que se uniera a mí.

Había estado allí toda la noche. A veces había respondido preguntas. A


veces había dejado que la gente hablara a mi alrededor. Al igual que Jeremy,
la mayoría no me había reconocido, y eso estaba bien. Había estado dentro
de mí, mirando desde la distancia. Todavía había una o dos personas
deambulando, pero se estaba haciendo tarde. La noche estaba a punto de
terminar.

Matt se acomodó junto a mí, deslizando su brazo alrededor de mi


cintura. Me apoyé en su hombro y dejé escapar un aliento que no me había
dado cuenta que había estado conteniendo.

—¿Cómo te fue? —pregunté, inclinando mi cabeza para que pudiera


ver su rostro.

Los ojos de Matt brillaban.

—Tengo opciones.

—¡Felicitaciones! —Puse ambos brazos alrededor de su cintura.

—Igualmente —Me abrazó de vuelta. Entonces su rostro se tornó


sombrío—. A papá no va a gustarle.
—No, no le gustará —estuve de acuerdo.

Mientras que el padre de Matt finalmente había accedido a que Matt


asistiera a la apertura, se había negado a venir, o incluso dejar que asistiera
la madre de Matt.

Mi propia madre sólo agitaba su mano cada vez que hablaba de lo que
ella denominaba como mi “pequeña muestra de arte”. Eso estaba bien para
mí; tenerla aquí habría arruinado esto para mí.

Matt y yo estábamos en silencio. Entonces tomé su mano, entrelazando


nuestros dedos.

—Podemos manejar a tu papá. Juntos.

Matt asintió, sin dejar de mirar a lo lejos.

Un minuto más tarde se enfocó de nuevo.

—¿Qué hay de ti?

Lo pensé por un segundo. Entonces le dije.

Había pasado casi toda la noche mirando mi pintura, no viéndola


realmente. En lugar de estudiar las pinceladas o las intenciones, había
examinado mi vida.

El folleto que Jeremy me dio, y la esperanza que representaba, estaba


húmedo en mi mano. Tenía miedo de dejarlo ir. Miedo de perderlo. Por lo
que se quedó conmigo, esperando toda la noche. No fue sino hasta una hora
antes que me había dado cuenta que no tenía miedo de mi pintura, o incluso
de Finn, o de gente como él. Tenía miedo porque, incluso después de todo
lo que había vencido, todavía tenía agujeros. Incluso con Matt amándome.
Incluso con el decano de una escuela de arte pidiéndome que eligiera la beca
de su escuela. Mis sueños estaban volviéndose realidad, pero no estaban
llenando los huecos.

Todavía me sentía… menos.

Entonces, veinte minutos antes que Matt llegara, recordé algo que mi
Yo Mayor me había dicho. Su voz hizo eco en mi memoria y levantó mis
lágrimas.
…no es lo que te pasa en tu vida lo que te destruye. Es lo que tú haces
al respecto.

Había decidido seguir luchando, seguir buscando respuestas. Porque


mientras lo hacía, siempre habría una oportunidad que mis agujeros
pudieran curarse. Podía tener esperanza. Mis agujeros solamente se volvían
inevitables cuando dejaba de creer que podían ser llenados. Porque ahí es
cuando me sentaría y dejaría que la vida apile la mierda.

Justo como ella lo hizo.

Mientras tuviera esperanza, las cosas buenas se quedarían.

Así que no, nunca sería una heroína patea traseros.

Pero era real. Y adorable.

Y por ahora, eso era suficiente.


Aimee L. Salter vive en Oregón con su
esposo e hijo. Escribe novelas para
adolescentes y de vez en cuando para adultos
quienes, como ella, todavía están en contacto
con su adolescente interior. Ella nunca dejó
de apreciar esos momentos en la oscuridad
cuando te dices lo que realmente estás
pensando. Y siempre te preguntará acerca de
las cosas que deseas que ella no pregunte.
Aimee escribe en su blog tanto para escritores
y lectores en www.aimeelsalter.com. También
puedes encontrarla en Twitter y Facebook.
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