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Con la expedición del Código de Minas, ley 685 de 2001, se pretendía fomentar la exploración
técnica y la explotación de los recursos mineros de propiedad estatal y privada, sin embargo, varios
puntos de vista han coincidido en que esta ley es insuficiente para promover la inversión extranjera,
agilizar los trámites de titulación y, además, que la misma no promueve garantías al medio
ambiente. En vista de estas deficiencias y como medida de corrección, el Gobierno presentó un
proyecto de ley reformando el Código Minero.
Sumado a lo expuesto, la Ley 1382 del 2010 que reformo de manera transitoria la Ley 685 de 2001,
contenía artículos que pretendían mejorar la fiscalización técnica y ambiental de las unidades
mineras, formalizar la actividad de los pequeños mineros tradicionales, y restablecer el derecho del
Estado a reservar ciertas áreas para ofrecerlas al operador más idóneo, aunque calificando en un
sentido más estricto, esta reforma enunciaba una serie de propuestas para solucionar problemas que
no atendían a principios básicos como lo explicare seguidamente.
Con el fin de mitigar los daños que ocasiona la inexequibilidad de esta normativa, la Corte resolvió
diferir los efectos del fallo a dos años, y le solicitó al Gobierno realizar la consulta en ese mismo
término y promover una política minera eficiente y protectora de los derechos y principios
constitucionales. vencido este plazo, el Ejecutivo mediante el entonces Ministro Federico
Renjifo solicitó una prórroga para la presentación del nuevo código debidamente socializado,
argumentando que durante el periodo conferido fue imposible realizarla, sin embargo, esta petición
fue negada por la alta Corte.
Como medida de emergencia, el Gobierno expidió cuatro Decretos con fuerza de Ley, el 933, 934,
935 y 943 del 2013, que fijan parámetros para desarrollar la actividad minera. Por un lado, el
Decreto 943 determinó que ninguna autoridad regional, seccional o local puede establecer zonas del
territorio que queden excluidas de minería de manera permanente o transitoria, lo que ha creado una
enorme polémica, ya que, de acuerdo con la norma, esa decisión les compete exclusivamente a las
autoridades mineras y ambientales, que deben tomarla con base en estudios técnicos, económicos,
sociales y ambientales, bajo principios de desarrollo sostenible y a juicio de otros, es inaudito que la
minería está por encima del agua, la agricultura, la ganadería, las relaciones sociales.