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“AÑO DEL BUEN SERVICIO AL CIUDADANO”

ASIGNATURA : Arte e Interculturalidad

ALUMNO : Jorge Dino Quispe Yucra

DOCENTE : Ezequiel Wari Zarate Gutierrez

AYACUCHO – PERU
2017
CULTURA DE MASA

Son todos aquellos eventos culturales y sociales que llegan a una importante
cantidad de la población, es decir, a las masas comprendidas como la mayoría de
una sociedad. La cultura de masas surge a partir de fenómenos como los
totalitarismos políticos o como la aparición progresiva de los medios masivos de
comunicación en la escena cultural.

Es un concepto muy complejo que se ha desarrollado especialmente a lo largo del


siglo XX para hacer referencia a un sinfín de fenómenos culturales que se apoyan
en la llegada a una gran cantidad de la población que conforma una sociedad.

CULTURA POPULAR

Es conjunto de patrones culturales y manifestaciones artísticas y literarias creadas


o consumidas preferentemente por las clases populares , por contraposición con
una cultura académica, alta u oficial centrada en medios de expresión
tradicionalmente valorados como superiores y generalmente más elitista y
excluyente.

Manifestaciones de la cultura popular del siglo XX

En la música: el tango, el jazz, el reggae, el rap, el heavy metal y el rock

En las artes plásticas: el grafiti

En la literatura: las llamadas literaturas de género: fantástico, novela negra,


ciencia ficción

En nuevos medios de expresión: el cómic, los videojuegos, el anime, los juegos de


rol, el cine o la televisión.

CULTURA OFICIAL

La cultura oficial es una cultura hegemónica que se difunde e impone a través de


los medios de comunicación de masas, la educación, el arte y los medios de
consumo. Sus valores y prácticas regulan el pensamiento y el comportamiento de
las personas y configuran simbólicamente la identidad del individuo como parte de
un conjunto regido por los parámetros culturales dominantes.

CULTURA OFICIAL V/S CULTURA POPULAR ¿EN


CUÁL EDUCAR?

Por Sybila Oxley. Licenciada en Artes. Magister© en Comunicación y


Educación.                 

Parte del escenario dentro del cual nos desenvolvemos los docentes, es lo que se
ha denominado Cultura del Espectáculo (Ferrés, 2000), que se define como “la
cultura popular, que convive, para bien o para mal, con la cultura oficial”. Ambas
culturas coexisten en la actualidad, la mayoría de las veces ignorándose o,
incluso, en pugna directa, como es posible apreciar en el interior de muchas salas
de clase.
La cultura oficial, que detenta el poder del conocimiento y del saber cómo fuente
única y legítima, considera que la cultura popular no ha hecho más que vulgarizar
y envilecer a las personas por medio de engañosas imágenes. Por su parte, la
cultura del espectáculo se establece con fuerza y las nuevas generaciones se
sienten cada vez más identificadas con ella.
 Mientras la cultura oficial personifica el cúmulo de experiencias y saberes que la
humanidad ha cimentado, gracias a la razón, a la reflexión analítica y a la
existencia de la escritura y los libros, la cultura del espectáculo toma las riendas
de la seducción valiéndose de dinámicos, emotivos y sensacionales estímulos
audiovisuales que apelan a la realidad concreta y a su síntesis.
 Esta tensión se expresa en significativas oposiciones, cuya principal
manifestación es el conflicto entre lo cognitivo y lo emotivo, aspecto de gran
relevancia para el diálogo que debe existir dentro del aula. Mientras los alumnos
manifiestan cada vez más su desmotivación y desconexión con la educación
tradicional, la que ven como algo ajeno a ellos, los profesores no dejan de
quejarse del empobrecimiento académico de sus alumnos, responsabilizando a los
computadores y la televisión, entre otras cosas, de su falta de interés en clases.
 Es evidente que la cultura del espectáculo tiene aspectos negativos, frente a los
cuales es necesario crear conciencia y capacidad crítica. El abuso de algunas de
sus potencialidades como el dinamismo, la emoción primaria y el sensacionalismo,
se suma a la imposición del entretenimiento como principal vehículo de
presentación de la realidad. Entonces “el problema no es que la televisión nos dé
temas entretenidos, sino que nos presenta todos los temas como entretenimiento”
.
 Otro aspecto a considerar es el impacto que generan las imágenes en las
personas, quienes les atribuyen la propiedad inequívoca de la realidad, más aún,
de lo verdadero. Al respecto, Daniel Innerarity señala que la  nuestra es “una
sociedad que está obsesionada con la cultura de lo visual que se ha ido
generando en torno a la televisión, y que está acostumbrada a no creer salvo lo
que ve y a creerse todo lo que ve”.
La mayor parte del tiempo, la televisión ofrece un tipo de saber disperso,
compartimentado, descontextualizado y fragmentado. Y vemos que en los medios
existe una tendencia a trivializar lo importante, destacando lo irrelevante. Sin
embargo, no es menos cierto que este es el saber al que accede la mayoría de
nuestros estudiantes y que, a pesar nuestro, cada día valoran más.
Si bien el tema del fracaso escolar tiene muchas aristas, es razonable pensar que
parte de esta responsabilidad recae en la falta de comprensión y
complementariedad entre la cultura oficial y la del espectáculo.

Parte de esta incomprensión se explica en la falta de conocimiento y


entendimiento más allá de las apariencias. La pobrísima educación en medios que
existe en nuestro país, redunda en falta de juicio crítico sobre los mismos,
promoviendo opiniones prejuiciadas y discursos estereotipados en su contra.
Como respuesta, el espectáculo se apodera de los mensajes, disfrazando su
puerilidad tras la máscara de quien simula dar respuesta a las necesidades de su
audiencia.
La complementariedad se construye en el reconocimiento de la oposición
existente, y en el valor de ambas perspectivas para la descripción de la realidad.

Una sociedad que evoluciona debe ser capaz de integrar, promoviendo la


complementariedad como respuesta a un mundo crecientemente complejo.
 El filósofo y político francés Edgar Morin, nos hace ver que estamos en la era de
una sociedad compleja, y la conciencia de la complejidad humana pasa por no
reducir ni fragmentar al otro, por no estigmatizar, por evitar los estereotipos. Esto
lo hace tanto la cultura del espectáculo, cuando propende a la simplificación,
atribuyendo un carácter negativo a la complejidad, como la cultura oficial cuando
desconoce el aporte de la cultura popular.
La educación no puede actuar desde la desintegración, debe levantarse sobre los
pilares de un mundo aparentemente fragmentado, pero interrelacionado. Todos
quienes queremos contribuir a la educación en Chile, debemos enfrentar la cultura
del espectáculo con una actitud propositiva, creando puentes para el diálogo entre
el saber reflexivo y el saber emotivo, comprometiéndonos a introducir el
pensamiento crítico tanto en la esfera de la cultura del espectáculo como de la
cultura oficial.

Autores

1. Las traducciones del italiano pertenecen a Ana Cecilia Prenz.

2. Marín Sañudo (Venecia 1466-1536), historiógrafo veneciano. Compuso varias


obras históricas y los Diarii, 58 vols: son narraciones detalladas de hechos
políticos, militares, económicos y de costumbre de la vida veneciana desde 1496
al 1533.

3. Las comedias Thebayda, Ypólita y Seraphina aparecen publicadas en Valencia,


1521.

4. Fecha simbólica en la cual se encuentra por primera vez registrada frente a un


escribano la constitución de una compañía de cómicos profesionales en Italia.
Bibliografía
1. BAJTÍN, M., 1979. L'opera di Rabelais e la cultura popolare,  Torino, Einaudi.        

2. BURKE, P., 1980. Cultura popolare nell'Europa moderna, Milano, Mondadori.         

3. CRUCIANI, F. y F. SERAGNOU (eds.), 1987. Il teatro italiano nel Rinascimento,  Bologna, Il


Mulino.         

4. FERRACUTI, G., 1997-1998. "Opera buffa: teatro e cultura popolare nella letteratura spagnola
del rinascimento", Corso monográfico di Lingua e Letteratura Spagnola, 1997-1998. Università di
Trieste (Inédito).         

5. FERRONE, S., 1985. Commedie dell'Arte,  Milano, Mursia.       

6. HERMENEGILDO, A. (ed.), 1990. Teatro Renacentista. Madrid, Espasa Calpe.    

7. SAMONÁ, C., G. MAN CINI, F. GUAZZELLI y A. MARTINENGO, 1993. La letteratura spagnola. I


Secoli d'Oro, Milano, BUR.         

8. SÁNCHEZ ESCRIBANO, F. y A. PORQUERAS MAYO, 1972. Preceptiva dramática española del


renacimiento y el barroco,  Madrid: Gredos.       

9. TURIA, Ricardo de, 1616. Apologético de las comedias españolas,  citado por Sánchez
Escribano y porqueras Mayo, 1972, p. 177.         

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