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LIBRO DE AMÓS

Uno de los libros de la Biblia llamados “profetas menores”, contentivo de los oráculos del
profeta •Amós, natural de Tecoa, en Judá.
Circunstancias. En los tiempos de •Jeroboam II los asirios ocuparon el N de Siria, lo
cual permitió a este rey atacar a los sirios y conquistar •Damasco y •Hamat. Esta
expansión había sido predicha por el profeta Jonás (2 R. 14:25–28). Como los asirios se
habían retirado hacia el N de su territorio para ocuparse de otros problemas, Israel se
sintió en seguridad. Comenzó así una época de gran prosperidad comercial para el Reino
del Norte. Pero la riqueza se quedaba acumulada en manos de los comerciantes israelitas
que, además, oprimían al pueblo. Israel insistía en sus cultos idolátricos, especialmente en
el santuario de •Bet-el. Es en medio de estas circunstancias históricas que el profeta
recibe el llamamiento de Dios y lleva su mensaje.
Desarrollo. La forma en que está editado el libro permite su división en por lo menos
siete partes principales:
a) Tras la introducción, se presentan los juicios contra ocho naciones: Damasco,
•Gaza, •Tiro, •Edom, •Amón, •Moab, Judá e Israel. Estos se exponen con una fórmula
introductoria que dice: “Por tres pecados de ... y por el cuarto”, dándose a continuación
las razones para cada uno. La intención no es simplemente aritmética, sino que es una
forma de expresar que el pecado de esos pueblos había más que llegado a su culminación.
Se alude en el caso de las naciones no israelitas a conflictos en que ellas habían
participado y en los cuales su comportamiento había sido cruel e inhumano. Pero a Judá
se le acusa de haber menospreciado la ley de Jehová. Se resalta la injusticia social como
pecado grande de Israel, así como su deslealtad religiosa (Am. 1:1–15; 2:1–16).
b) Luego se pasa a una ampliación de lo justificado y merecido que era el juicio
sobre Israel, que habiendo sido escogido (“A vosotros solamente he conocido de todas
las familias de la tierra” [Am. 3:2]) no sabe “hacer lo recto ... atesorando rapiña y
despojo en sus palacios” [Am. 3:10]). Por tanto, Dios castigará “los altares de Bet-el; y
serán cortados los cuernos del altar” (Am. 3:14). Esto no es algo que vendría sin aviso,
pues el Señor había hecho juicios admonitorios en la forma de períodos de hambre,
sequías y lluvias inoportunas que dañaban sus cosechas, vientos impetuosos y plagas de
langostas. Incluso con derrotas a manos enemigas. Pero Israel no se había arrepentido.
Dios les repite varias veces: “Con todo, no os volvisteis a mí”. Por lo tanto, es deber del
profeta proclamarle ahora: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Am. 4:6–13).
c) Sin embargo, todavía había camino abierto para la reconciliación con Dios,
pero no sobre la base de una práctica de ritos anquilosados y sin sentido. “Buscadme y
viviréis” dice Jehová “y no busquéis a Bet-el, ni entréis en Gilgal, ni paséis a
Beerseba.... buscad al que hace las Pléyades y el Orión.... Buscad lo bueno, y no lo
malo...” (Am. 5:1–14). Dios aborrecía “vuestras solemnidades, y ... vuestras
asambleas”. No le complacían sus sacrificios, ni sus cánticos y salmodias. Pero “corra el
juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo” (Am. 5:15–27).
d) Los que impiden que esto acontezca son los líderes del pueblo, “los notables y
principales entre las naciones.... [que] duermen en camas de marfil ... gorjean al son de
la flauta ... beben vino en tazones ... y no se afligen por el quebrantamiento de José”
(Am. 6:1–6). Por eso serían de los primeros en ir cautivos. Dios abomina “la grandeza”
de ellos y aborrece “sus palacios” (Am. 6:7–8). Esos, que habían “convertido el juicio en
veneno, y el fruto de justicia en ajenjo” (Am. 6:12), pensando que lo que habían logrado
se debía a su propia fuerza, serían oprimidos “desde la entrada de Hamat hasta el arroyo
del Arabá”, esto es, por todo su territorio, de N a S.
e) El profeta describe cinco visiones. En las primeras dos se muestra al Señor que
prepara un juicio y luego no lo ejecuta tras la intercesión del hombre de Dios. Una era
una plaga de langosta y la otra un juicio con fuego. En ambos casos el profeta intercede
(“Señor Jehová, perdona ahora; ¿quién levantará a Jacob? porque es pequeño”). Y
Dios dijo: “No será esto” (Am. 7:1–5). Pero luego, en la tercera visión, en la que aparece
una plomada de albañil, Dios se muestra como que mide al pueblo con ella y,
encontrándolo falto, dice: “No lo toleraré más” (Am. 7:8). Se intercala una narración en
la cual el sacerdote •Amasías, del santuario idólatra de Bet-el, acusa a A. de conspirar
contra el rey y trata de ahuyentarle hacia Judá (“Come allá tu pan, y profetiza allá” [Am.
7:12]). El hombre de Dios se niega y reafirma su vocación profética anunciando juicio
contra Amasías (Am. 7:10–17). Luego se describe la visión de un canastillo de “fruta de
verano” (kayits), mediante la cual, usando un juego de palabras, se confirma el mensaje
de la plomada, pues había “venido el fin” (ha-kets) “sobre mi pueblo Israel” (Am. 8:1–
3).
f) El oráculo ruge contra los que maltratan a los pobres (“Explotáis a los
menesterosos, y arruináis a los pobres de la tierra” [Am. 8:4]). Se describen muy
gráficamente las injusticias sociales que se cometían: la corrupción administrativa, los
negocios fraudulentos, los engaños en el comercio, pues había los que decían:
“¿Cuándo ... achicaremos la medida, y subiremos el precio, y falsearemos con engaño la
balanza, para comprar los pobres por dinero, y los necesitados por un par de
zapatos...?” (Am. 8:5–7). Esto produce indignación, y el juicio será tal que vendrá un día
en que buscarán la “palabra de Jehová, y no la hallarán” (Am. 8:8–14).
g) Pero se incluye una visión final de la gloria de Dios. “El Señor ... estaba sobre
el altar”. Nadie puede esconderse de él ni ponerse fuera del alcance de su mano. Se
confirma que habrá juicio. La casa de Israel sería “zarandeada entre todas las naciones”.
Pero luego Dios levantaría “el tabernáculo de David”, haría una restauración de Israel,
que pasaría a poseer “todas las naciones”. En esa época la abundancia será tal “que el
que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los
montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán...” Terminaría el cautiverio de
Israel y viviría en paz (“Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados
de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová” [Am 9:1–15]).

 Los Contemporáneos de Amós


Es probable que en su niñez Amós haya conocido a Jonás, y puede haberlo oído
contar de su visita a Nínive. Posiblemente, también haya conocido a Eliseo y haya oído a
éste hablar de sus relaciones con Elías. Jonás y Elías pasaban del escenario cuando Amós
debutaba en el. Joel puede también haber sido su contemporáneo o su antecesor cercano.
Quizás la plaga de langostas a que Amós alude sea la de Joel (4:9). Oseas fue colaborador
de Amós, y puede haber estado en Bet-el al tiempo de la visita de Amós. Sin duda se
conocían bien, y pueden haber cambiado impresiones a menudo acerca de los mensajes que
Dios les había dado. Oseas era el menor, y continúo su obra después de su muerte de Amós.
Luego cuando Amós ya terminaba su ministerio, Isaías y Miqueas comenzaban los suyos.
Ambos pueden haber oído a Amós en su juventud. ¡Que constelación de luces proféticas la
que Dios levantó para tratar de evitar, y para interpretar, la caída de Israel!      

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