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A MODO DE CONCLUSIÓN

Aarón Medina

La disolución constitucional del Congreso ha reafirmado los cimientos constitucionales


por los cuales se erige el Estado Peruano. La crisis política que ha impedido el
funcionamiento normal del gobierno ha tenido un desenlace democrático confirmado
por el Tribunal Constitucional. Por lo tanto, sobre la validez y legitimidad de la
disolución del Parlamento se puede llegar a estas conclusiones:

UNO. Pretendo ordenar las conclusiones en una especie de orden jerárquico, por lo
tanto, es fundamental establecer que, si bien los mecanismos constitucionales han
funcionado dando una salida a la crisis política, estas herramientas constitucionales no
han permitido superar el mayor problema de la democracia peruana: la representación
política. Son varios los factores que ingresan al momento de tratar de dar respuesta
ante el problema de representación, resultan mucho más complicados en un país
pluricultural y con poca tradición institucionalista.

DOS. Es complicado trabajar una propuesta del sistema de partidos mucho más sólida
y democrática si se mantienen las reglas actuales. Hemos tenido veintiún partidos
políticos pretendiendo ser bancada en el Congreso y aproximadamente dos mil
setecientos candidatos a nivel nacional. Muy complicado en estas condiciones trabajar
propuestas políticas serias. La fragmentación de las bancadas que llegaron al Congreso
es la mejor muestra. El bipartidismo no es el camino, pero si un nivel mínimo de
representación de los partidos políticos. Es momento de respetar la valla electoral y la
barrera de representación; pues, aunque duela aceptarlo, la presencia de tantos
partidos políticos es terreno favorable para la corrupción, la cual inicia al momento de
elegir a los candidatos, ya que no está democratizado y controlado la toma de
decisiones al interior de los partidos políticos.

TRES. La tradición presidencialista es muy fuerte para pensar en el futuro (con


seriedad) en renovaciones por tercios del Congreso o en elecciones Congresales
independientes. La ausencia del candidato presidencial o figura principal de los
partidos ha impedido que si quiera la campaña electoral inicie; si algo faltó en las
elecciones del 26 de enero fueron las propuestas y un debate político real. Nuestra
tradición caudillista está implementada en nuestro ADN político. Por ahora, solo queda
respetarla.

CUATRO. El voto anti-establishment (voto rebelde) ha estado presente en toda la


transición democrática, desde Paniagua hasta la última elección. Lo cosechó Toledo,
Humala, Veronika Mendoza y ahora Antauro. Sin duda alguna estará presente en el
2021; en todo caso la duda es quién canalizará ese elector y hasta qué punto pueda
crecer.

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