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Al revisar el documento de José Fernández y Nerva Velasco, de la Universidad de Sevilla, sobre “La
transversalidad curricular en el contexto universitario: una estrategia de actuación docente”,
encontramos que la transversalidad curricular se constituye en una estrategia de actuación docente
para mejorar la calidad de los procesos de formación, como un medio para conectar el aprendizaje
de los contenidos con el de los procedimientos y estrategias para aprenderlos.
Establece unos puentes de unión entre el aprendizaje académico y el aprendizaje natural siendo
necesaria la transformación del docente y en esos procesos de enseñanza – aprendizaje se deben
tener en cuenta aspectos como la cultura, la sociedad y la institucionalización tanto del educador
como del educando.
Esos aspectos sociales están en permanente cambio, acompañados de continuos avances, lo que
produce diferentes ámbitos que influyen en el mundo laboral y en las diferentes ocupaciones. Es allí
donde la Universidad enfrenta el reto: ajustar la formación que los estudiantes necesitan para
adaptarse al mundo en el que van a vivir. Esa información exige saber buscarla, seleccionarla,
comprenderla y enjuiciarla adecuadamente, centrada en la capacidad del ser humano de aprender a
lo largo de la vida y de forma autónoma.
Todo esto apunta hacia un modelo educativo para hacer pensar al estudiante por sí mismo, donde
pueda aportar aspectos para ayudar a resolver problemas y que le permita adaptarse a las
exigencias de la sociedad, ofreciendo oportunidades para identificar objetivos de aprendizaje y para
aprender de forma independiente.
Trilla, considera que las características del aprendizaje académico son: La presencialidad en el
proceso, llevada en un espacio concreto, en un tiempo prefijado, con roles bien diferenciados, con
contenidos seleccionados y ordenados, descontextualizados y con un sistema normativo reglado.
Pero, Coombs, entra a hablar del aprendizaje natural, el cual describe como un “proceso a lo largo
de la vida, en el que la persona adquiere y acumula conocimientos, habilidades, actitudes y criterios
a través de las experiencias cotidianas y de su relación con el medio”, facilitando un aprendizaje
estratégico, activo, autoconsciente, motivado e intencional.
Hace referencia que para producir un aprendizaje eficaz se requiere un equilibrio entre el
aprendizaje autónomo y el natural, donde la transversalidad curricular es un vehículo que conecta el
aprendizaje de los contenidos curriculares con el de los procedimientos y estrategias para aprender
más y mejor los contenidos universitarios de manera autónoma enfrentándose a sí mismo,
reflexionando, tomando decisiones y reconstituyendo sus pensamientos.
La declaración Mundial sobre la Educación Superior en el siglo XXI (UNESCO) establece como
misiones y funciones la educación, la formación y la investigación, la ética, la autonomía, la
responsabilidad y la anticipación. Para ello, debe promover aprendizajes relevantes y proveer de
herramientas conceptuales y actitudinales logrando en el individuo actuar e influir en el mundo de
forma crítica y consciente, permitiéndole sobrevivir, desarrollar capacidades, vivir y trabajar con
dignidad, participar en el desarrollo, mejorar la calidad de vida, tomar decisiones fundamentales y
continuar aprendiendo.
Por lo tanto, la flexibilidad curricular es otra forma de entender y organizar los aprendizajes en el
contexto universitario, utilizando nuevas estrategias, metodologías y formas de organización de los
contenidos, proyectando lo que significa Universidad en el Siglo XXI: “formar individuos autónomos y
críticos, con un criterio moral propio y capaces de hacer frente a los problemas que tiene planteados
hoy la humanidad”.
Para ello, se requiere una educación superior que se ajuste a los cambios sociológicos mundiales,
una educación más abierta y permeable de cultura, relación flexible y democrática, comprometida
con los problemas reales del entorno.
Allí entra la transversalidad como el puente de unión entre el saber académico y el vital o vulgar,
traducido en la capacidad de plantear diversos problemas, reflexionar en ellos y formular propuestas
que superen de forma positiva el conflicto con base en conocimientos previos que fueron reforzados
en la academia y en valores sociales y culturales que potencian la personalidad de los alumnos,
acordes a las políticas globales (Conferencia de Salamanca) como la Universalidad, la globalización,
la integración, la coordinación, la igualdad de oportunidades, la participación, la formación y la
solidaridad.
El perfil del docente que se requiere para estos casos es uno con formación permanente, con
capacidad de adaptarse continuamente, de autoformarse, aprendiendo entre y de los mismos
docentes, superándose, colaborando y formándose teóricamente, acompañados de valores de
interdependiencia, apertura, comunicación, autorregulación y autonomía.
Para ese trabajo colaborativo se necesita coordinación entre departamentos y profesores que
imparten docencia a un mismo grupo de alumnos, toma de decisiones colectiva relacionada con la
planificación y la enseñanza, compartiendo experiencias e ideas para facilitar al estudiante el
aprendizaje de la materia y su relación con las demás, formación de redes de comunicación, nueva
cultura de trabajo basados en proyectos con significado social, no separar la teoría de la práctica,
aplicándola en la realidad, y el docente experto que aporta al crecimiento de los estudiantes,
traducido en una innovación educativa centrada en la transversalidad, la democracia, la flexibilidad y
la creatividad.
Si revisamos otros autores, encontramos a Luis Guzmán Palacios, de la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso, sobre La Transversalidad en el Currículum Nacional ¿Cómo trabajar los
Objetivos Fundamentales Transversales en el aula?, menciona tres instancias que hablan de
definiciones, concepciones y orientaciones políticas que relevan la relación que se da entre la
dimensión formativa del currículum (valores, habilidades y actitudes) y su dimensión cognoscitiva
(conocimientos de las áreas disciplinarias):
Adicionalmente, contempla varias opciones curriculares como incluir temas o ejes transversales que
no pueden ser tratados en una única asignatura; contenidos transversales, que recogen demandas y
problemáticas sociales, comunitarias y laborales relacionadas con temas, procedimientos y actitudes
de interés general; habilidades o competencias transversales, que sirven para la construcción de los
conceptos fundamentales de aprendizaje, presentes en todas las actividades de la escuela a través
de una secuencia más simple en los primeros ciclos, hasta sus representaciones más complejas, en
los últimos ciclos y metodológicas generales se señalan la memoria, los métodos de trabajo y el
tratamiento de la información; actitudes y valores transversales que hacen referencia a aquellas
disposiciones y valores éticos y ciudadanos que se estima los y las estudiantes deben internalizar
con el fin de incorporarse a la vida social, familiar, laboral y cotidiana y los objetivos de aprendizaje
transversales, que se refieren a las finalidades generales de la educación, es decir, a los
conocimientos, habilidades, actitudes, valores y comportamientos que se espera que los y las
estudiantes desarrollen en el plano personal, intelectual, moral y social.
Finalmente, nuestra Facultad de Enfermería con base en las orientaciones de la UFPS, tiene como
ejes transversales en la Formación del Profesional de Enfermería, aspectos importantes como la
Investigación, la Promoción de la Salud, la Gestión del Cuidado y la Ética que se aplican en los
contenidos de las diferentes asignaturas tanto teóricas como teórico- prácticas. De esta forma, el
estudiante desarrolla competencias intelectuales, actitudinales y sociales, relacionadas con estos
aspectos y gracias al trabajo en equipo, coordinado y apoyado por la alta dirección, los docentes se
involucran en los procesos y hacen exitosa la actividad docente en este grupo de estudiantes.