Está en la página 1de 2

EL ESPÍRITU SANTO, NUESTRO MAESTRO

David Wilkerson (1931-2011)
Si tu corazón es motivado por la aprobación de los demás y esto influye en tu
manera de vivir, tus lealtades están divididas. Siempre estarás luchando por
agradar a otros, fuera de Jesús.
Unos pocos años después de que el apóstol Pablo se convirtiera, fue a la
iglesia en Jerusalén para tratar de juntarse con los discípulos de allí. “Pero
todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo” (Hechos 9:26).
Los apóstoles conocían la reputación de Pablo como perseguidor. “Aquel que
en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba”
(Gálatas 1:23). Pero Bernabé ayudó a los apóstoles a superar el miedo
respecto a Pablo y ellos le ofrecieron su amistad. Pablo decidió viajar entre los
gentiles y tuvo cuidado en describir su llamado muy claramente, explicando
que este llamado vino a él “no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo
y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos” (Gálatas 1:1).
Entonces, Pablo agrega enfáticamente: “Mas os hago saber, hermanos, que el
evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo
aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo… no consulté en
seguida con carne y sangre” (Gálatas 1:11-12, 16).
Lo que está diciendo Pablo aquí, es aplicable a todos los que desean tener la
mente de Cristo: “No tuve que leer libros o seguir métodos de hombre para
lograr lo que tengo. Recibí mi mensaje, mi ministerio y mi unción sobre mis
rodillas.
“Estas cosas vinieron mientras estaba encerrado con el Señor, intercediendo y
ayunando. Cualquier revelación de Cristo que yo tenga, viene del Espíritu
Santo, que mora en mí y guía mi vida. No puedo permitirme a mí mismo
seguir las tendencias y las estrategias de otros”.
Pablo no era un predicador orgulloso, arrogante. ¡Él se había despojado de
toda ambición personal y había permitido al Espíritu Santo convertirse en su
maestro!

 
 
 
 

También podría gustarte