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The Book of Revelation: Bible Book Shelf 1Q 2019

10
CAPÍTULO

El Evangelio Eterno de Dios

La sección previa, Apocalipsis 12 y 13, proveyó al pueblo de Dios del


tiempo del fin con la firme seguridad de la promesa de Cristo de estar
siempre con él durante la confrontación escatológica. Durante estos
tiempos difíciles, el pueblo de Dios está comisionado para entregar un
mensaje especial: presentado en términos de tres ángeles que vuelan en
medio del cielo con mensajes especiales para los habitantes de la Tierra.

El griego ággelos (ángel) significa "mensajero". En la Biblia, los ángeles


a menudo representan personas al servicio de Dios (Mal. 2:7; Luc. 1:13).
Apocalipsis 14:12 claramente vincula los tres ángeles con el pueblo de
Dios del tiempo del fin, que llevan el mensaje de advertencia de Dios al
mundo.

El mensaje del primer ángel (14:6, 7)

El primer ángel trae el evangelio eterno para proclamarlo a cada persona


sobre la Tierra. Este evangelio es la buena noticia, y su naturaleza eterna
muestra que es el evangelio de la Biblia. Declara el mensaje divino de
salvación y juicio. Es una buena noticia para quienes lo aceptan porque
son salvados, pero significa juicio para quienes lo rechazan. La
proclamación del evangelio del tiempo del fin es mundial, para ser
proclamado a "toda nación, tribu, lengua y pueblo" (Apoc. 14:6). Esto
recuerda la comisión dada a Juan de profetizar "sobre muchos pueblos,
naciones, lenguas y reyes" (Apoc. 10:11), y afirma la idea de que los tres
ángeles representan al pueblo de Dios del tiempo del fin, a quienes se les
confía la predicación del evangelio. Esta predicación es significativa
porque la bestia, en el tiempo del fin, ejercerá su autoridad delegada por

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Satanás sobre "toda tribu, pueblo, lengua y nación" (Apoc. 13:7). Así
como las actividades engañosas del diablo son mundiales, también lo es la
proclamación del evangelio del tiempo del fin. Esta predicación del
evangelio es mencionada por Jesús en su sermón del monte de los Olivos
(Mat. 24:14).

El ángel proclama el mensaje "a gran voz" (Apoc. 14:7; griego, foné
megálē, de donde viene nuestra palabra megáfono). Este mensaje es
urgente: concierne al destino eterno de cada persona sobre la Tierra. Es el
llamado de Dios al arrepentimiento. Este llamado se expresa con un triple
imperativo: temer a Dios, darle gloria y adorarlo a él como Creador.

"Temed a Dios y dadle gloria" (Apoc. 14:7). En Apocalipsis, el pueblo de


Dios del tiempo del fin son los que temen a Dios (Apoc. 11:18; 19:5).
Temer a Dios, en la Biblia, significa tomarlo en serio, y reconocerlo por
lo que él es. Implica respeto y reverencia a Dios. Temer a Dios denota una
correcta relación con él y una entrega total a su voluntad (Gen. 22:12; Job
1:8, 9). Resulta en hacer lo correcto, y los que temen a Dios guardan sus
mandamientos (Deut. 5:29; 13:4; Ecl. 12:13).

Temer a Dios y darle gloria van juntos (Apoc. 11:13; 15:4). Aunque lo
primero designa una correcta relación con Dios, lo último denota
obediencia a él. La persona que teme a Dios responde a su gracia
guardando sus mandamientos. Jesús afirma: "En esto es glorificado mi
Padre: en que llevéis mucho fruto" (Juan 15:8). El pueblo de Dios del
tiempo del fin se caracteriza por su estrecha relación con Jesucristo y por
guardar sus mandamientos (Apoc. 12:17; 14:12).

La razón para temer a Dios y darle gloria es porque "la hora de su juicio
ha llegado" (Apoc. 14:7). Este juicio es el juicio previo al Advenimiento,
que ocurre antes de la Segunda Venida; este está en contraste con el juicio
final que ocurrirá después del milenio (Apoc. 20:11-15). Su propósito es
decidir quién está en la relación correcta con Dios y quién no lo está. Estas
decisiones se hacen antes de que Jesús venga. Este juicio previo al
Advenimiento ocurre al mismo tiempo que se predica el evangelio en el
tiempo del fin. Cuando se haya completado la predicación del evangelio y
se haya concluido el juicio previo al Advenimiento, habrá una separación
final entre los que son para el Reino y los que se pierden (Apoc. 14:14-

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20). Entonces Jesús vendrá para traer su recompensa a cada persona, de


acuerdo con sus hechos.

El Juicio es parte del evangelio. Es una buena noticia para los fieles y
obedientes, pero una mala noticia para los infieles. Cuando se termine el
Juicio, el destino de cada persona estará decidido (Apoc. 22:11). No habrá
segunda oportunidad. La oferta de la salvación ya no estará disponible.
Para el pueblo de Dios, el Juicio significa vindicación y salvación; pero,
para los otros, trae condenación. Para estos últimos se dirigen los mensajes
de los tres ángeles, que los llaman a adorar al Dios vivo. Los pecadores
todavía tienen una oportunidad de arrepentirse y volverse a Dios, porque
él no quiere que nadie perezca. Más bien, quiere que "todos procedan al
arrepentimiento" (2 Ped. 3:9).

"Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las
aguas" (Apoc. 14:7). La adoración es central en el conflicto final entre
Cristo y Satanás. En el tiempo del fin, la gente en el mundo se dividirá en
dos grupos: los que temen y adoran a Dios, y los que temen y adoran a la
bestia. Se traza una clara línea entre ambos grupos. Es importante recordar
que la prueba, en el tiempo del fin, no es negarse o no a adorar, sino a
quién se adora. Mientras que la mayoría de la gente rechaza la verdad y
elige seguir y adorar a la bestia, el pueblo de Dios escoge adorar y servir
a Dios.

La verdadera adoración, en la Biblia, está asociada con un día correcto de


adoración. El llamado a adorar a Dios, quien hizo el cielo y la Tierra, y el
mar y las fuentes de las aguas, refleja el cuarto de los Diez Mandamientos.
Los editores del Nuevo Testamento Griego notan en el margen que esta
declaración de Apocalipsis 14:7 es una cita directa de Éxodo 20:11.1 Esto
indica que el llamado a adorar a Dios el Creador que hace el primer ángel
se da en el contexto de la observancia del sábado. Este es un llamado a
adorar a Dios, quien creó esta Tierra en seis días y proclamó el séptimo
como santo (Gén. 2:1-3). El sábado del séptimo día es una señal especial
de nuestra relación con Dios (Éxo. 31:13; Eze. 20:12,20). Es un
monumento tanto de la Creación (Éxo. 20:11) como de la Redención
(Deut. 5:15).

El mensaje del primer ángel muestra que la verdad acerca de Dios el


Creador será proclamada una vez más al mundo. La gente será llamada a
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volver a Dios, contrariando las actividades engañosas de Satanás, que


tienen la intención de embarcar al mundo en una religión falsa y en el
servicio a un dios falsificado (2 Tes. 2:4).

El mensaje del segundo ángel (14:8)

El mensaje del segundo ángel está estrechamente vinculado con el primer


mensaje. Mientras el primero llama a la gente a temer y adorar a Dios el
Creador, el segundo mensaje anuncia la caída de Babilonia la Grande -el
dios falso-, quien "ha hecho beber a todas las naciones del vino de la
pasión de su inmoralidad" (Apoc. 14:8).

El símbolo de Babilonia en el Apocalipsis está arraigado en la Babilonia


histórica como el poder que se opuso a Dios y oprimió a su pueblo. Desde
su inicio en la Torre de Babel, Babilonia se ha caracterizado por la
arrogancia y la rebelión contra Dios (Gén. 11:1-9). Isaías 14:4 y 12 al 15
iguala a Babilonia con Satanás y su intento de hacerse igual a Dios. En
Apocalipsis 14:8, la expresión "Babilonia la Grande" es un eco de la
jactancia del rey Nabucodonosor (Dan. 4:30). Esta jactancia fue
respondida con el anuncio de un juicio divino contra él, y Babilonia no
sería el reino eterno que Nabucodonosor preveía.

La Babilonia del tiempo del fin, en Apocalipsis, es un símbolo de la


trinidad satánica: Satanás, la bestia del mar y la bestia de la tierra. Esta
coalición satánica unirá los poderes religiosos apóstatas bajo sus
auspicios; a ellos se los señala como las hijas de Babilonia (Apoc. 17:5).
Ellos se pondrán al servicio de Satanás en oposición a Dios y a su pueblo
(Apoc. 13:11-18). Esta confederación religiosa apóstata se caracteriza por
el orgullo y la arrogancia de la Babilonia histórica. Como la Babilonia
antigua, se exalta por sobre Dios y procura tomar el lugar de Dios.
Apocalipsis 17 pinta la Babilonia del tiempo del fin como una prostituta
que hace beber a todas las naciones de su vino y las seduce a entrar en una
relación ilícita con ella (Apoc. 17:1-5; 18:3). Jeremías habla de Babilonia,
que "embriagó a toda la tierra [...] de su vino bebieron los pueblos; se
aturdieron las naciones" (Jer. 51:7). En Apocalipsis 13:11 al 18, la trinidad
satánica engaña y seduce a la gente del mundo para que adore a la bestia
y a su imagen. Las naciones seducidas se asociarán con la Babilonia del
tiempo del fin para tener seguridad económica (Apoc. 18:3, 9-19). El

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sistema medieval de la religión del Estado se restaurará, y la herida mortal


de la bestia será sanada. La recién establecida unión religioso-política
impondrá una religión falsa, que controla la conciencia y la conducta de la
gente. La gente del mundo será forzada a adorar a la bestia y a aceptar su
marca.

El mensaje del segundo ángel provee la seguridad, al pueblo de Dios, de


que su impío sistema no durará mucho tiempo. Ya ha caído y pronto
llegará a su fin, así como cayó la Babilonia antigua (cf. Isa. 21:9; Jer. 51:8).
En Apocalipsis 14:8, la repetición de la palabra caída señala que Babilonia
ciertamente terminará. Este colapso se describe en Apocalipsis 18.

El mensaje del tercer ángel (14:9-11)

Sigue el tercer ángel, y su mensaje se construye sobre los dos previos.


Mientras los otros dos mensajes llaman a la gente a la verdadera adoración
y anuncian el destino de Babilonia, el mensaje del tercer ángel pronuncia
una seria advertencia a quienes escogen adorar a la bestia y a su imagen y
reciben la marca en su frente o en su mano derecha.

Este ángel usa un lenguaje drástico. Todos los que eligen beber del vino
de Babilonia tendrán que beber "del vino de la ira de Dios, que ha sido
mezclado puro en el cáliz de su ira" (Apoc. 14:10). En el Antiguo
Testamento, beber vino de la copa de Dios es un símbolo frecuente de la
ira de Dios (Job 21:20; Sal. 75:8; Isa. 51:17-23). En tiempos antiguos, el
vino a menudo se diluía con agua para reducir su fuerza. El vino sin diluir
se mezclaba con diversas hierbas y especias para aumentar su fuerza
embriagadora. El vino mezclado, sin diluir, representa la ira de Dios que
se ejecuta plenamente, sin misericordia. El salmista aplica esta metáfora
al juicio divino: "La copa está en la mano de Jehová; el vino está
fermentado, lleno de mixtura, y él lo derrama" (Sal. 75:8).

Beber de esta copa del vino de la ira de Dios sin diluir se describe en
Apocalipsis 15 y 16 como las siete últimas plagas. Estas se mencionan
como la copa del vino del ardor de la ira de Dios, echado sobre los que
adoran a la bestia y reciben la marca de la bestia (Apoc. 16:1, 19). Al
derramar las siete últimas plagas, "se consumaba la ira de Dios" (Apoc.
15:1).

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Todos los que adoran la imagen de la bestia y reciben la marca de la bestia


serán atormentados con fuego eterno delante de los ángeles y del Cordero.
El humo del fuego se describe como que asciende por siempre, lo que no
da descanso a la gente ni de día ni de noche. Esta es una imagen bien
conocida en la Biblia. En el Antiguo Testamento, el fuego y el azufre son
símbolos de juicio (Gén. 19:24; Isa. 34:8-10). El concepto de fuego eterno
y humo que asciende para siempre también viene del Antiguo Testamento.
Isaías profetizó que Edom sería destruido con fuego y azufre, y llegaría a
ser un pozo ardiente: "No se apagará de noche ni de día, sino que por
siempre subirá su humo" y nunca más se levantará de sus ruinas (Isa.
34:10). Judas describe la suerte de Sodoma y Gomorra como "sufriendo el
castigo del fuego eterno" (Jud. 7). Parece claro que estos textos no hablan
de un fuego sin fin. Ni Sodoma y Gomorra ni Edom están ardiendo en la
moderna Jordania. Pero los efectos del fuego que las destruyó duran para
siempre. Lo mismo es cierto con respecto al fuego eterno en Apocalipsis;
no denota que queme sin fin sino lo suficiente para que la destrucción sea
completa, hasta que no quede nada para quemar.

Los profetas del Antiguo Testamento usaron la destrucción de Sodoma y


Gomorra como el modelo de la destrucción de la antigua Babilonia (Isa.
13:19; Jer. 50:40). El mismo lenguaje se emplea en Apocalipsis 14 para
describir la suerte de la Babilonia del tiempo del fin. El lenguaje grotesco
y temible señala la total aniquilación, y no un sufrimiento y un arder
eterno. Los que eligen adorar a la bestia y a su imagen y recibir la marca
de la bestia tendrán un castigo eterno, y compartirán así el destino de
Babilonia la Grande (Apoc. 19:3; 20:10).

El lenguaje vivido usado en el mensaje del tercer ángel tiene la intención


de sacudir los sentidos de la gente y moverla a mantenerse firme frente a
los engaños de Satanás del tiempo del fin. El temor es expulsado por un
temor mayor. Así como la bestia de Apocalipsis 13 usa el temor para forzar
a los habitantes del mundo a elegir una religión falsa y recibir la marca de
la bestia, Apocalipsis usa un lenguaje aún más fuerte para disipar ese
temor, reflejando como un eco las palabras de Jesús: "No temáis a los que
matan el cuerpo, pero el alma no pueden matar; temed más bien a aquel
que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno" (Mat. 10:28). Los
que responden al llamado y eligen a Dios pueden escapar del destino de la
trinidad satánica y sus seguidores (Apoc. 20:11-15).

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Los santos del tiempo del fin (14:12,13)

Los mensajes de los tres ángeles concluyen con una declaración positiva.
Señalan a la paciencia de los santos. A estos santos se les confió la
predicación del mensaje del evangelio del tiempo del fin (Apoc. 14:12) y
son las mismas personas de quienes se habla en Apocalipsis 12:17, quienes
son objeto de la ira y el ataque furioso de Satanás. Ellos se caracterizan
por su fidelidad invariable a Cristo y su obediencia a los mandamientos de
Dios. En Apocalipsis 14:12, la palabra aquí, en la frase "aquí está la
perseverancia de los santos", muestra que su perseverancia es
principalmente por causa de su fiel predicación del evangelio del tiempo
del fin.
Estos santos reciben la promesa de descanso si sufrieron penurias físicas
y persecución, aun al punto de la muerte (cf. Apoc. 12:11). El descanso de
sus labores, junto con sus buenas obras, los seguirán. Esta promesa
contrasta con la amenaza a quienes adoran a la bestia y reciben su marca;
ellos nunca tendrán descanso (Apoc. 14:11). El destino eterno del pueblo
de Dios está asegurado por Cristo, quien prometió estar siempre con él,
hasta el mismo fin del tiempo (ver Mat. 28:20).
Apocalipsis usa un lenguaje vivido para advertir a quienes leen el libro
acerca de la naturaleza seria de sus elecciones. Prestar atención al llamado
a "temer a Dios y darle gloria" (Apoc. 14:7) es la única vía de escape del
destino de la trinidad satánica.
Referencias:
1. Ver Kurt Aland et al., eds., The GreekNew Testament, 4ª ed. (Nueva
York: United Bible Societies, 1993), p. 863.

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