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UNIDAD 6. CAPÍTULO 4.

REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN
1. EL PODER CONSTITUYENTE.

Se denomina poder constituyente a “la facultad que tienen los pueblos de


darse un ordenamiento jurídico-político fundamental originario por medio de
una constitución, y de revisar ésta total o parcialmente cuando sea necesario.
En el primer caso, el poder constituyente es originario. En el segundo,
constituido, instituido o derivado.

El poder constituyente derivado, en cambio, es siempre limitado, toda vez que


debe someterse necesariamente al texto preexistente que tiene que reformar y,
por lo tanto, debe respetar el procedimiento establecido por éste, como así
también las restricciones impuestas por la ley declarativa en cuanto a las normas o
materias a reformar, el plazo estipulado para efectuar la enmienda, y cualquier
otra limitación impuesta por la Constitución sujeta a examen.

2. LA REFORMA DE UNA CONSTITUCIÓN (poder constituyente derivado).

3. LA CONSTITUCIÓN ARGENTINA FRENTE A SU REFORMA.


CONSIDERACIONES GENERALES.

Es una Constitución rígida, ya que su proceso para reformarla es especial –


distinto del que se aplica para modificar una ley ordinaria-.

4. ART. 30 DE LA CONST. NAC.


5. ¿QUÉ NORMAS PUEDEN REFORMARSE? LAS CLÁUSULAS O
CONTENIDOS PÉTREOS.

Como sostienen algunos autores, la Constitución contiene algunos contenidos


que no pueden ser modificados y se denominan “cláusulas pétreas” (la forma
de estado democrático, la forma de estado federal, la forma republicana de
gobierno, la confesionalidad del estado, etc.).

6. MAYORÍA EXIGIDA.
1- De los miembros presentes (art. 5 de la Const.de EE.UU.)
2- Total de los miembros en “actividad”
3- La mayoría de la doctrina sostiene que se trata de los miembros totales.
En cuanto a interpretar si el art. 30 se refiere al total de los miembros del
Congreso reunidos en asamblea legislativa o, ellos, separados en cada cámara,
la interpretación correcta seria, las dos terceras partes del total de los miembros
reunidos separadamente en cada cámara, pues de lo contrario se les restaría a las
provincias una participación importante y, con ello, se vulneraría el régimen
federal.

7. PROCEDIMIENTO DE REFORMA Y ATRIBUCIONES DE LA


CONVENCIÓN CONSTITUYENTE

La misma Constitución lo establece, y dicha reforma consta de dos etapas.

1- Declaración de la necesidad de la reforma: que debe hacerla el Congreso.

Si bien comúnmente se le llama ley, es un acto declarativo y por ende no es


susceptible del veto presidencial.

2- Revisión de la Constitución (a cargo de una Convención Constituyente


convocada al efecto): Luego de que el Congreso se expide sobre la
necesidad de la reforma de la Constitución, éste se encarga de fijar los
puntos que serán sometidos a enmienda. Además, se convoca a una
Convención Constituyente (actividad que realiza el Poder Ejecutivo a través
del decreto pertinente), que será el órgano especial encargado de llevar a
cabo la reforma.
Esta Convención se compone de convencionales, que son designados por
elección popular, y representan generalmente igual número que el total de
los integrantes de la Cámara de Diputados.
En cuanto a sus atribuciones y prerrogativas, cabe destacar que la
Convención Constituyente sólo puede expedirse sobre los artículos o
materias que el Congreso le ha señalado revisar. Sin embargo –y esto es
muy importante- no está obligada a modificar, suprimir o complementar las
disposiciones constitucionales señaladas por el Poder Legislativo en caso
de considerar que no existe, mérito, necesidad, oportunidad o conveniencia.

Posee una soberanía limitada, pues no puede extenderse del marco propuesto por
el Poder Legislativo pero si obviar la revisión y/o modificación del contenido
provisto.

8. LIMITACIONES DE LA CONVENCIÓN.

Cualquier otra limitación del Congreso para con la Convención que no sea la
de establecer cuales contenidos serán tratados (por ejemplo, la forma como
debe proceder), constituye un exceso del poder constituido frente a la
soberanía del órgano constituyente.
9. LOS PODERES “IMPLÍCITOS” DE LA CONVENCIÓN CONSTITUYENTE.

Sin perjuicio de sus atribuciones, la Convención Constituyente posee otros


poderes, imprescindibles para el desempeño de sus funciones. Tales como,
dictar su propio reglamento interno, confeccionar su presupuesto y nombrar su
personal.

10. LA INCONSTITUCIONALIDAD DE UNA REFORMA CONSTITUCIONAL.

¿Puede el Poder Judicial revisar el procedimiento reformador para verificar sise


han cumplido las limitaciones impuestas por la Constitución?

Por un lado se afirma que, por ser una cuestión política no justiciable, no da
lugar a revisión. Sin embargo, es bien conocido que la doctrina de las
“cuestiones políticas no justiciables” ha sido dejada atrás y, en efecto, en la
actualidad es criterio aceptado por la mayoría de la doctrina que “todo acto de
los otros poderes políticos es revisable cuando colisionen con normas,
preceptos, garantías y derechos de la Ley Fundamental. La no justiciabilidad
de las cuestiones políticas no debe dar lugar a equívocos: lo que escapa a la
competencia del Poder Judicial, es exclusivamente la revisión de valor de
sustancia política (juicio de prudencia política), pero de ninguna manera las
proyecciones del acto político sobre los derechos constitucionales, cuyo ámbito
es misión específica de los tribunales de justicia”.

Por lo tanto, analizada la cuestión desde esta –y no otra- perspectiva, varios


autores han coincidido en que nada impide que pueda declararse la
inconstitucionalidad de una reforma constitucional cuando se viola el
procedimiento que ella misma establece, cuando se contravienen las cláusulas
pétreas, o bien cuando la reforma se encuentra en pugna con el ordenamiento
legal que la propia Constitución ha impuesto o con sus principios
fundamentales.

11. LAS REFORMAS DE LA CONSTITUCIÓN NACIONAL DE 1860, 1866,


1898, 1949, 1957, 1972 Y 1994.

La de 1860 se efectuó a fin de formalizar la incorporación de la Provincia de

Buenos Aires al seno de la República, ya que desde 1853 existían dos entidades
con territorio, población y gobiernos distintos.

La de 1866 reformó dos artículos (el artículo 4° y el inciso 1° del artículo 67)
que limitaban temporalmente la facultad de imponer derechos de exportación.
La de 1898 modificó el número de ministros del Poder Ejecutivo (elevándolo
de cinco a ocho) y aumentó la cifra que determina la cantidad necesaria de
habitantes por cada diputado de la Nación.

La reforma de 1949 cambió totalmente el texto original y la 1957, previa


restauración de la Constitución 53/60, incorporó el artículo 14 bis de los derechos
sociales y agregó al art. 67, sobre facultades del Congreso de la Nación, la de
dictar el Código de Trabajo y de la Seguridad Social.

En 1972 el gobierno de facto mediante el llamado “estatuto fundamental-2 del


28 de agosto modificó varios artículos. Tuvieron vigencia efímera, y las
modificaciones –en realidad- sólo se aplicaron para componer los órganos de
poder en los comicios del 11 de marzo y 23 de septiembre de 1973.
Posteriormente, quedaron sin efecto.

La reforma constitucional de 1994 fue, sin lugar a dudas, la más importante.


Incorporó 19 artículos nuevos, reformó más de 40 y agregó las 17 cláusulas
transitorias. Asimismo, estableció la obligación del Congreso de dictar, en un plazo
perentorio, veinte leyes para hacer operativas algunas de esas normas.

Entre las modificaciones efectuadas, cabe señalar las siguientes:


incorporación de la figura del Jefe de Gabinete y el Defensor del Pueblo; reducción
del mandato del presidente y vicepresidente de la Nación a cuatro años con
posibilidad de reelección inmediata por un solo período;: eliminación del requisito
confesional para ser presidente; elección directa de tres senadores; elección
directa por doble vuelta del Presidente y Vicepresidente de la Nación; elección
directa del Intendente y la reforma de la ciudad de Buenos Aires; regularización de
la facultad presidencial de dictar reglamentos de necesidad y urgencia y
procedimientos para agilización del trámite de discusión y sanción de las leyes;
creación del Consejo de la Magistratura y Jurado de Enjuiciamiento…

12. ANÁLISIS DE UN CASO PARADIGMÁTICO: LA REFORMA


CONSTITUCIONAL DE 1994.
a) Antecedentes: La reforma constitucional de 1994 fue consecuencia de un
acuerdo celebrado entre las máximas figuras de los partidos políticos más
importantes (Dres. Carlos Saúl Menem y Raúl Ricardo Alfonsín) que se
denominó “Pacto de Olivos”.
b) La ley de declaración de necesidad de la reforma n° 24.309: Como
consecuencia del citado pacto, las fuerzas políticas mayoritarias acordaron
votar la ley de necesidad de reforma redactada en aquella oportunidad.
Sin embargo, el proceso de sanción de dicha ley adoleció de una seria
irregularidad (vicio formal) que planteó un serio interrogante acerca de su
validez.
En efecto: el art. 71 de la Constitución Nacional establecía en ese momento
que si un proyecto de ley “fuese adicionado o corregido por la Cámara
revisora, volvería a la de origen; y si en ésta se aprobasen las adiciones o
correcciones por mayoría absoluta, pasaría al Poder Ejecutivo…”.
Sin embargo, los legisladores hicieron oídos sordos a esta prescripción y
sancionaron como ley un proyecto que debió volver a la Cámara de origen
para su revisión, toda vez que el Senado había modificado el punto referido
a la duración del mandato de los senadores nacionales.
O sea, el proyecto no volvió para su ratificación o rectificación a la Cámara
baja, apartándose así de lo que establecía la Ley Suprema para tales
supuestos.
c) El caso “Polino”: En virtud de lo expuesto, es decir, por esa trasgresión al
trámite previsto por la propia Constitución Nacional para la formación y
sanción de las leyes, Héctor T. Polino y Alfredo P. Bravo, en su carácter de
ciudadanos y diputados nacionales, interpusieron una acción de amparo
con la finalidad de que se declarara la nulidad del proceso legislativo con
concluyó con la ley de declaración de la necesidad de la reforma.
Nuestro Máximo Tribunal, empero, no entró a tratar el fondo del asunto,
sino que desechó la acción por una cuestión formal, argumentando que los
accionantes no tenían legitimación procesal ya que “la condición de
ciudadano que hace valer el recurrente, no es apta para autorizar la
intervención de los jueces a fin de ejercer su jurisdicción. Ello por cuanto
dicho carácter es de una generalidad tal…
d) …
e) …

13. EL PODER CONSTITUYENTE DE LAS PROVINCIAS Y MUNICIPIOS.


Las provincias pueden dictar para sí su propia Constitución, ya que así lo

establece el artículo 5° de la Constitución Nacional.

Sin embargo, la característica que presenta este poder constituyente de


segundo grado es que, aún cuando se ejerza originariamente, siempre es limitado,
toda vez que, en todos los casos, debe respetar el sistema representativo, estar
de acuerdo con los principios, declaraciones y derechos de la Constitución
Nacional, asegurar su administración de justicia, su régimen municipal la
educación primaria (art. 5° de la C.N.) y reglar el alcance y contenido de la
autonomía municipal en el orden institucional, político, administrativo, económico y
financiero.
De igual manera – y más aún después de la reforma producida en 1994,
que consagró expresamente la autonomía municipal-, los municipios también
ejercen un poder constituyente de tercer grado y, en consecuencia, pueden dictar
su propia “Constitución Comunal” o “Carta Orgánica Municipal.

Este poder constituyente, empero, también es limitado, ya que no sólo debe


respetar las normas y contenidos de la Constitución Nacional sino también las de
la Constitución Provincial y sus leyes reglamentarias.

14. EL SISTEMA DE ENMIENDAS.


(Todo)

UNIDAD 9. CAPÍTULO 5.

LA FORMA REPUBLICANA DE GOBIERNO


1. INTRODUCCIÓN.
En la actualidad se define a la república como la forma de gobierno en la
cual el poder soberano reside en el pueblo, sin exclusiones ni diferencias
entre ellos, y se ejerce en su nombre y por su delegación, mediante
representantes legítimos y responsables, designados directa o
indirectamente por aquél, según determinados sistemas electorales. Idea
que se complementa con la existencia necesaria de tres departamentos de
gobierno, limitados y combinados que desempeñan, por mandato y como
agentes del pueblo, los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
2. SOBERANÍA POPULAR. Su relación con la forma representativa.
Soberanía: la naturaleza de la entidad en que radica la potencia de la cual
nace el gobierno y quién ejerce el poder dentro del Estado.
Cuando reside en el pueblo, es decir, cuando todos pueden ejercerlo, el
gobierno es republicano.

Por el principio de soberanía popular se entiende que: el pueblo es el sujeto


y el titular de la soberanía como único vehículo del poder y de la autoridad.
Por lo tanto, su voluntad libremente expresada tiene absoluta prevalencia…
Todo poder, en una forma de gobierno republicana, emana del pueblo, que
es su autentico titular. La soberanía, pues, le pertenece originariamente, y
por lo tanto su voluntad final como así también toda decisión que adopte
(especialmente en lo que respecta a la elección de sus gobernantes) debe
ser respetada a ultranza siempre y cuando, la misma, haya sido expresada
libremente.
Es, entonces, el pueblo y sólo el pueblo el único titular habilitado para darse
sus propias normas constitutivas a través de una Constitución (poder
constituyente originario) y, a su vez, es también el único que puede
reformar y cambiar su Constitución (poder constituyente derivado).
Sin embargo, si bien el poder, en todo momento, pertenece al pueblo,
su práctica de forma directa permanente, es imposible. De ello surge que el
principio de soberanía popular se vea complementado con el sistema
representativo de gobierno, mediante el cual el pueblo delega ese poder en
ciertos representantes que van a ser los encargados de gobernar en
nombre de éste y de considerar aquellos asuntos que comprometan al bien
común.
Dichos representantes, empero, deben ser “legítimos”, es decir, deben
haber sido elegidos de la forma y conforme los procedimientos establecidos
por la Constitución Provincial. De esta manera se desconoce toda
legitimidad tanto a la asunción como a los actos que practiquen las
autoridades “de facto”.
Debe señalarse, asimismo, que el principio de representatividad de
ninguna manera implica una renuncia del pueblo del poder que ostenta. Es,
como ya lo dijimos, una simple delegación.
Por otra parte, hay que advertir que el sistema representativo de
ninguna manera implica negarle al pueblo la posibilidad de recurrir a los
mecanismos de democracia semidirecta en los casos determinados y
expresamente previstos por la Constitución Nacional.
(Art. 22 CN)

3. IGUALDAD ANTE LA LEY.


Obligación del legislador, y de los otros poderes, de tratar de la misma
manera a todas las personas o grupos que se encuentren en igualdad de
condiciones o circunstancias. También que todos los ciudadanos tengan
posibilidad de participar en asuntos públicos, es decir, derecho de elegir y
ser electos como representantes del pueblo.
4. RESPONSABILIDAD DE LOS FUNCIONARIOS PÚBLICOS
Teniendo en cuenta que los funcionarios públicos son meros mandatarios
del pueblo, es obvio que éstos deben responder por los abusos que
realicen del poder que les ha sido otorgado o por el desempeño irregular o
mal ejercido de sus funciones. Esta responsabilidad puede ser de distintos
tipos:
a) Responsabilidad penal: aquella en la que incurre el funcionario público
cuando realiza una conducta que está tipificada como delito por el
Código Penal;
b) Responsabilidad civil: consiste en la obligación de indemnizar al Estado
y/o a los particulares todos los daños y perjuicios que cause en el
ejercicio o en ocasión de sus funciones. (Art. 69 de la CP del Chubut);
c) Responsabilidad administrativa: posible aplicación de sanciones
administrativas derivadas de la violación de un deber de ese carácter
ante la Administración;
d) Responsabilidad política: en este caso, la responsabilidad tiene como
único objetivo separar del cargo a un funcionario “político” cuestionado.
(Continuar leyendo del libro)
5. PERIODICIDAD DE FUNCIONES.
Se trata de un principio tendiente a evitar la perpetuación en el poder. Los

cargos y las funciones públicas, pues, son de duración limitada, lo que a su vez
permite la alternancia y la “oxigenación” del sistema.

La única excepción a este principio se da respecto de los jueces, que tienen

una duración indefinida (“vitalicia”, según algunos autores, aunque no “absoluta”,


sino “condicional”) y, por ende, gozan de estabilidad “mientras dure su buena
conducta” y hasta ser removidos por medio de juicio político o de un “jury de
enjuiciamiento”.

6. PUBLICIDAD DE LOS ACTOS DE GOBIERNO. (…)


(Leer del libro)
7. DIVISIÓN DE PODERES.
Segunda parte de la Constitución Nacional –arts. 44 a 129-, “Autoridades

de la Nación” que son aquellas que están jurídicamente autorizadas, en la


sociedad estatal, para ejercer el poder político.

Con el fin de limitar el poder, hay un freno impuesto mediante su propia

descentralización, o sea, a través de una separación o división de funciones cuyo


ejercicio es confiado a distintos órganos. Cada unos de ellos tiene una órbita de
acción diferente, de acuerdo con las funciones peculiares que la Constitución le
asigna.

Así, el poder no queda recluido en manos de una sola persona, sino que se
reparte entre varios “detentadores” que tienen a su vez posibilidad de controlar a
los otros órganos (sistema de “frenos y contrapesos”).
En nuestro régimen constitucional, como en el de todos los países de
prosapia republicana, esos órganos conforman una trilogía compuesta por un
Poder Ejecutivo, un Poder Legislativo y un Poder Judicial.

“El Poder Legislativo es el poder para dictar las leyes y para alterarlas en su
albedrío. El Poder Ejecutivo es el poder para vigilar que las leyes sean
debidamente ejecutadas y cumplidas; el Poder Judicial es el poder para interpretar
y aplicar las leyes, cuando se susciten controversias respecto a lo que se ha
hecho o se ha omitido en ellas. Vemos por esto que el Poder Legislativo se ocupa
principalmente del futuro, el Ejecutivo del presente, en tanto que el Judicial es
retrospectivo, ocupándose solamente de actos celebrados o amenazados,
promesas hechas y daños sufridos”.

Impera la idea de que cada uno de los departamentos sea independiente y


soberano en su esfera y, para cumplir con el principio de descentralización de
poder, ninguno de los tres órganos debe tener supremacía sobre los otros dos.

Las competencias atribuidas a un órgano no pueden ser delegadas por éste


a cualquiera de los otros órganos restantes, ya que de lo contrario este principio
quedaría en la práctica vaciado de contenido. Finalmente, es esencia de este
principio la interdependencia de estos poderes diferenciados, que mantienen entre
ellos una relación basada en el equilibrio y el respeto por sus respectivas esferas
de responsabilidad.

UNIDAD 8. CAPÍTULO 6.

LA FORMA REPRESENTATIVA DE GOBIERNO Y LOS


MECANISMOS DE DEMOCRACIA SEMIDIRECTA
1. DEMOCRACIA DIRECTA E INDIRECTA. LA FORMA REPRESENTATIVA.
Todo poder emana del pueblo, que es su auténtico titular. La soberanía,

pues, le pertenece originariamente, y por ende su voluntad final como así también
toda decisión que adopte (especialmente en lo que respecta a la elección de sus
gobernantes) debe ser respetada a ultranza.

Es virtud de lo expuesto, es el pueblo y sólo el pueblo el único titular


habilitado para darse sus propias normas constitutivas a través de una
Constitución (poder constituyente originario).
Y –en base a este principio- es también únicamente el pueblo quien puede
reformar y cambiar la Constitución cada vez que su interés o “el bien común” así lo
exija (poder constituyente derivado).

Sin embargo, si bien es cierto que el poder en todo momento pertenece al


conjunto de los ciudadanos, hay que tener en cuenta que en la práctica es
imposible que éstos lo ejerzan permanentemente en forma directa. La distancia, la
extensión territorial, la dificultad de congregar a todos los habitantes en un punto
determinado cada vez que es necesario tratar un tema de interés público hacen
impracticable la democracia directa.

Por lo tanto, y a fin de solucionar este problema, el principio de soberanía


popular es complementado con el sistema representativo de gobierno, mediante el
cual el pueblo delega ese poder en ciertos representantes que van a ser los
encargados de gobernar en nombre de éste y de considerar aquellos asuntos que
comprometan al bien común.

Dicho en otras palabras: la democracia puede ser directa o indirecta.

Es directa cuando el titular de la soberanía, es decir, el pueblo, ejerce


directamente el poder reunido en una asamblea.

Es indirecta, en cambio, cuando el titular primigenio de la soberanía delega el


ejercicio de ésta a sus representantes, esto es, a personas que ejercen las
funciones del poder, en nombre y representación del pueblo.

Resultando impracticable en la actualidad el sistema de democracia directa,


se recurre a un sistema de representación según el cual el pueblo delega la
deliberación de los asuntos públicos y el gobierno en ciertas personas o
representantes sin desprenderse de su soberanía.

Se trata, entonces, de un forma de democracia indirecta, que en rigor de


verdad no es otra cosa que un gobierno ejercido por procuración o mandato. De
esta manera, el pueblo sigue siendo el único titular del poder, pero sólo delibera y
gobierna a través de sus representantes (art. 22 de la Constitución Nacional).

Las características del sistema representativo son las siguientes:

a) El pueblo conserva en todo momento el poder y su derecho a imponer su


voluntad;
b) El pueblo, a través de este sistema, sólo comisiona a ciertas personas o
representantes para el ejercicio de ese poder;
c) Quienes fueron designados para representar al pueblo, pues, sólo son sus
mandatarios. Es decir que no ejercen el poder conferido en nombre propio
sino como derecho o en nombre de otros;
d) Sólo aquellas personas que fueron designadas por el pueblo y en la forma
prescripta por las nomas constitucionales o legales pueden ser
considerados “representantes legítimos” de este;
e) El cuerpo de representantes no puede ejercer en forma total ese poder,
sino sólo en función de la delegación efectuada por el pueblo;
f) No entra, por tanto, en las atribuciones del cuerpo de delegados traspasar
los límites del poder que les ha sido confiado;
g) Los funcionarios o gobernantes elegidos por el pueblo, como toda persona
que maneja negocios ajenos, debe rendir cuenta de sus actos y son
responsables por el ejercicio de sus funciones;
h) Como consecuencia de esa delegación de poder, ninguna persona en
forma individual puede peticionar o reclamar en nombre del pueblo, ya que
el poder no pertenece más que al conjunto y es ejercido en forma exclusiva
por sus legítimos representantes (art. 22 de la Constitución Nacional y art. 6
de la Constitución Provincial);
i) El pueblo, en cualquier momento y por los procedimientos preestablecidos,
puede remover de su cargo a cualquiera de sus representantes;
j) La forma representativa de gobierno no es contraria a la democracia. Muy
por el contrario, como ya lo hemos señalado, no es más que el ejercicio de
una democracia indirecta en la que el pueblo gobierna por medio de sus
representantes;
k) El sistema representativo no impide el ejercicio de los mecanismos de
democracia simidirecta por parte de la ciudadanía, ya que éste nunca se
desprendió de su soberanía originaria.

2. LA CRISIS DEL SISTEMA REPRESENTATIVO. El nacimiento de los


mecanismos de democracia semidirecta.

(Leer del libro)

A partir de ello, se incorporan los “mecanismos de democracia semidirecta”

Tales mecanismos, devuelven al pueblo el derecho de opinar, de aprobar, de


rechazar, de proponer, de decidir y de destituir.

“Una combinación armónica de la democracia directa con la intervención


directa del pueblo, y de la democracia indirecta con la subsistencia de los poderes,
órganos y titulares de la representación”.
3. LOS MECANISMOS DE DEMOCRACIA SEMIDIRECTA Y LA
PARTICIPACIÓN CIUDADANA.
Vinculación estrecha con el concepto de participación.
(Leer del libro)
4. UNA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA.

Con los mecanismos de democracia semidirecta, pues, se ha pasado de la

“democracia representativa” a la “democracia participativa” o “deliberativa”.

La democracia participativa no sucede a la democracia representativa sino


que tiende a mejorarla, amas se deben complementar.

5. LOS MECANISMOS DE DEMOCRACIA SEMIDIRECTA ANTES Y


DESPUES DE LA REFORMA DE 1994.

Con la reforma de 1994 se incorporaron en el texto constitucional (arts.39 y

40) la iniciativa popular y la consulta popular.

Otros mecanismos de democracia semidirecta: revocatoria de mandatos,


audiencia pública, presupuesto participativo, banca del vecino, etc.

6. INICIATIVA POPULAR
Es el primer mecanismo que consagra la Constitución Nacional.

Puede definirse como el derecho que tienen los ciudadanos de presentar

proyecto de ley en la Cámara de Diputados de la Nación sobre algún tema que a


su criterio es de trascendental importancia, para su posterior tratamiento por dicho
cuerpo.

Se trata, pues, de una forma concreta, particularizada y reforzada del


derecho a peticionar a las autoridades, ya que la presentación efectuada no sólo
“incita” al órgano legislativo sino que también lo obliga a su examen, debate y
votación.

El derecho está consagrado a favor de “los ciudadanos”, es decir, “de los


habitantes que gozan del derecho político a ejercer el sufragio”.

La presentación, por su parte, debe ser formulada y orgánica, o sea tiene


que revestir la forma de un proyecto de ley redactado en todas sus partes, no
puede consistir en una simple propuesta.
El Congreso de la Nación, empero, está facultado para efectuar las
modificaciones pertinentes o elaborar un proyecto distinto.

Los proyectos, según la norma constitucional, deberán presentarse y


tendrán como Cámara iniciadora a la de Diputados. No es posible, entonces,
ingresarlos por la Cámara de Senadores.

Según Bidart Campos, la Cámara de Diputados debe aceptar el proyecto y


girarlo de forma inmediata a la de Senadores para comenzar allí su trámite.

La norma constitución al prescribe que el Congreso –es decir, ambas


Cámaras- “deberá darle expreso tratamiento dentro del término de doce meses”.

Sin embargo, no hay ninguna sanción para el caso de que ello no ocurra. Por
lo tanto, esta obligación se convierte en “letra muerta” y, por ende, queda
supeditada únicamente a la voluntad de los legisladores.

Quedan excluidos del objeto de la iniciativa popular ciertos temas críticos o


técnicos, como lo son “los proyectos referidos a la reforma constitucional, tratados
internacionales, tributos, presupuesto y materia penal”.

Finalmente, la Constitución Nacional delega en una ley reglamentaria –que


requiere para su aprobación el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los
miembros de cada Cámara- todas las demás cuestiones.

El peligro que encierra este instituto es la posibilidad de que grupos sociales


activos políticamente abusen del mismo y, por esta vía, “inunden” de proyectos a
los órganos legislativos.

Por lo tanto, para evitar esta situación, la Constitución establece que el


proyecto debe ser presentando por un número de electores y no en forma
individual.

Sin embargo, un porcentaje desmedido también podría utilizarse para tornar


ilusorio o hacer imposible el ejercicio de este derecho.

Por consiguiente, para evitar tal circunstancia, la Ley Suprema también se


explaya sobre este punto y dispone que la ley reglamentaria “no podrá exigir más
del tres por ciento del padrón electoral”.

Además el artículo 39 también indica que la ley reglamentaria “deberá


contemplar una adecuada distribución territorial para suscribir la iniciativa” –
características demográficas-.
La ley reglamentaria de la iniciativa popular es la n° 24.747. Sus puntos más
salientes son los siguientes:

1) Se baja el porcentaje máximo de electores autorizados por la Constitución


Nacional (3%), ya que “la iniciativa popular requerirá la firma de un número
de ciudadanos no inferior al uno y medio por ciento del padrón electoral
utilizado para la última elección de diputados nacionales y deberá
representar por lo menos a seis distritos electorales”. Sin embargo, “cuando
la materia de la iniciativa sea de alcance regional el requisito del porcentual
se cumplirá considerando únicamente el padrón electoral del total de las
provincias que componen dicha región, sin tener en cuenta la cantidad de
distritos que prevé el primer párrafo”. Con esto se contempla la especial
distribución territorial de nuestro país.
2) Se establecen los requisitos formales de la presentación. Así, se enuncia
que debe deducirse por escrito, redactado en forma de ley, con una
exposición de motivos fundada y con el nombre y domicilio del o los
promotores de la iniciativa.
3) Se consagra el sistema de recolección de firmas mediante planillas para
obtener el porcentaje fijado.
4) Toda planilla de recolección de firmas debe contener un resumen impreso
del proyecto de ley a ser presentado y mención del o de los promotores
responsables de la iniciativa.
5) El control de la autenticidad de las firmas debe ser efectuado por muestreo.
En caso en verificarse que el 5% o más de las firmas presentadas fuesen
falsas, se desestimará el proyecto.

7. PLEBISCITO.
El plebiscito es el mecanismo de participación ciudadana mediante el cual

se consulta al pueblo sobre un asunto de interés general o, como lo expresa la


legislación española, “sobre una decisión política de especial trascendencia”.

Su finalidad principal, pues, es volver excepcionalmente a la fuente para

escrutar la voluntad soberana. Es decir que, por su intermedio, se pone a


consideración del electorado una cuestión pública de relevancia antes de adoptar
una medida política determinada, a fin de conocer con la mayor exactitud posible
el pensamiento que, sobre la misma, tiene la sociedad en su conjunto, que es en
definitiva la última receptora de las acciones de quienes ejercen su
representación.
De esta manera, este instrumento de carácter consultivo “mide en forma
directa el apoyo o disconformidad de los ciudadanos en una determinada acción
de sus representantes, pero también investiga y clarifica sobre las preferencias de
la ciudadanía, para la continuidad o no de las políticas implementadas.

Las notables semejanzas que tienen los plebiscitos con los referéndums
determinaron que muchos autores utilizaran indistintamente ambos términos. Sin
embargo, lo cierto es que cada uno de estos institutos presentan características
particulares que hacen que no puedan ser equiparados. Y es más: hasta debe
señalarse que en doctrina e han elaborado distintas teorías o criterios para tratar
de diferenciar unos de otros.

Así, por ejemplo, algunos autores indican que mientras el plebiscito recae
sobre un acto de naturaleza eminentemente política, el referéndum se refiere a un
pronunciamiento popular sobre un acto de naturaleza normativa, para ratificarlo o
desaprobarlo.

En el plebiscito el gobierno consulta al pueblo sobre un tema determinado y


de gran interés social antes de tomar una decisión al respecto, el referéndum es
posterior a un acto de naturaleza constitucional, legislativo o administrativo, y sirve
–precisamente – para ratificarlo o desaprobarlo.

Entre las ventajas más evidentes de este instituto deben mencionarse las
siguientes: por su intermedio se democratizan las decisiones y se tiene un mayor
conocimiento de la voluntad popular, vinculan el conflicto social con el sistema
político por vías legales, permitiendo asimismo que ese conflicto tenga también
respuesta a través del sistema institucional; “proveen de válvulas de escape frente
al descontento popular”; posibilitan “un mejor control de los funcionarios” y
permiten “que voces que no son normalmente tomadas en cuenta sean
escuchadas”, etc.

Con respecto a sus inconvenientes, se ha señalado que a través de este tipo


de mecanismos consultivos pueden llegar a avalarse situaciones autoritarias o
posturas hegemónicas ya que el gobernante de turno siempre ha contado con
grandes recursos para influir y dirigir la opinión pública; que “los ciudadanos
comunes no están suficientemente bien informados e intelectualmente preparados
para comprender los temas complejos que algunas veces se ven involucrados en
estas decisiones; que sus opiniones son a menudo manipuladas por grupos que
tienen acceso a los medios y con dinero suficiente como para solventar campañas
de propaganda política; que estos mecanismo pueden dañar la confianza en la
clase política, viéndose afecta en forma negativa su continuidad; que estas
consultas a la ciudadanía frecuentemente resultan en violaciones a los derechos
de las minorías y ponen de manifiesto prejuicios profundamente enraizados”, que
los gobiernos lo pueden utilizar como una forma de coacción hacia la sociedad y
de presión a los partidos políticos de la oposición cuando estos no están
dispuestos a concederles las autorizaciones que tengan que ver con sus iniciativas
para resolver cuestiones políticas, partidarias o de poner, etc.

O sea que, en virtud de lo expuesto, para que los plebiscitos produzcan


efectos positivos, es imprescindibles que se ejerciten con prudencia e inteligencia
política, como así también que sean objeto de una regulación tal que evite una
desnaturalización de sus fines específicos.

Debe, en síntesis, equilibrarse los dos polos extremos: por un lado debe
defenderse “el sistema representativo y la gobernabilidad por parte de aquellos
que fueron legítimamente objeto del voto popular” y, por el otro, evitar “poner
requisitos de tan difícil cumplimiento que, con la excusa de defender el real
mandato de los representantes, este instituto se torne de ejecución ilusoria”.

Por su parte, los plebiscitos pueden ser vinculantes o no vinculantes.

Son “vinculantes” cuando los gobernantes están obligados a acatar la decisión


que emane del pueblo. Es decir, cuando no pueden apartarse del resultado
electoral.

Por el contrario, son “no vinculantes” cuando no presentan tal característica y,


por lo tanto, la consulta sólo vale como una “encuesta de opinión”.

Cabe señalar, empero, que la circunstancia expuesta de ninguna manera le


quita trascendencia a la consulta, ya que en todos los casos el resultado que
arroje detentará una importancia inocultable como lo es el peso social que tiene
una opinión mayoritaria por el SI o por el NO en el seno de una comunidad.

Por otro lado, es preciso destacar que el llamado a plebiscito puede ser
realizado tanto por el Poder Ejecutivo como por el Poder Legislativo. Lógicamente
será la reglamentación pertinente la que determine ese punto.

Asimismo, a fin de tratar de centrar el debate público sobre la materia objeto


de consultas, muchas veces la legislación prohíbe que el plebiscito coincida con
otra elección de carácter nacional, provincial o municipal.

Finalmente, debe señalarse que en determinados casos también se prohíbe


que se sometan a consulta popular determinados temas. Por lo general, quedan
excluidos –por las mismas circunstancias- todos aquellos asuntos que no pueden
ser objeto de iniciativa popular.
8. REFERÉNDUM
El referéndum, como vimos, es el mecanismo de democracia semidirecta

que tiene por objeto ratificar o desaprobar decisiones de carácter normativo,


adoptadas por los órganos representativos.

Es decir que, en la práctica, este instituto se convierte en una “condición


suspensiva” para la vigencia efectiva de las normas que son sometidas a su
ámbito de aplicación.

Al igual de lo que ocurre con los plebiscitos, “las valoraciones concretas


que se hacen del referéndum por sus resultados son variadas. En su favor se lo ha
valorado como un principio de la democracia y fundamento de la doctrina del
poder constituyente del pueblo, que ha rendido utilidad con la colaboración de
éste; beneficio para la educación cívica del electorado; que las decisiones del
mismo gozan de mayor popularidad; que corrige, controla y limita a los órganos
legislativos, obligando a los gobiernos a seguir la voluntad popular, y libera a los
electores de los partidos políticos”. En su contra, en cambio, “se lo combate
porque la desconfianza en los órganos legislativos debilita y desvirtúa el principio
de la representación, tanto de los titulares como a través de los partidos políticos;
la atomización de la voluntad popular, que carece de unidad orientadora; el
procedimiento largo y pesado; la falta de oportunidad para la discusión y el estudio
de los proyectos; la anarquía que puede introducir en la legislación; las numerosas
abstenciones y la tendencia proclive a la demagogia”.

Como toda consulta popular, para que ella sea legítima debe reunir ciertos
requisitos: que el referéndum haya sido limpiamente preparado, un adecuado
margen de libertad para el planteo y examen de las distintas opciones, un tiempo
razonable para la discusión de estas alternativas, una información veraz, una
preparación ética y cultural del electorado para que pueda elegir con conocimiento
y dignidad, y un régimen electoral sano que refleje lealmente los resultados de los
comicios, sin adulteraciones o fraude de cualquier tipo.

Los referéndums, a su vez, pueden ser facultativos u obligatorios.

Son facultativos cuando los disponen las autoridades constituidas para


conocer el grado de acierto de una decisión por ellos adoptada.

Son obligatorias, en cambio, cuando se establecen como condición “sine


qua non” para la vigencia y aplicación de una ley u ordenanza.


9. LA CONSULTA POPULAR EN LA CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN
ARGENTINA.
La reforma de 1994, incorporó en su artículo 40 “la consulta popular”, que

admite dos modalidades: vinculante y no vinculante.

Con respecto a la consulta popular “vinculante”, la Constitución Nacional


dispone que el Congreso, a iniciativa de la Cámara de Diputados, pueden someter
a consulta popular un “proyecto de ley” en particular y no “simplemente un
conjunto de ideas o de pautas generales”.

En este caso, la ley de convocatoria no puede ser vetada, y el voto


afirmativo del proyecto por el pueblo de la Nación (se necesita mayoría absoluta)
lo convierte en ley y su promulgación debe ser automática (o sea, no puede ser
vetada por el Poder Ejecutivo).

Si bien no se señala expresamente, es este tipo de consulta –por las


consecuencias que derivan del resultado mismo- el voto es obligatorio.

Si la consulta popular, en cambio, es “no vinculante”, ella puede ser


convocada tanto por el Congreso como por el Poder Ejecutivo, aunque cada uno
de ellos podrá hacerlo “dentro de sus respectivas competencias”.

En este supuesto, el voto no es obligatorio y el resultado de la misma no


obliga de ninguna manera a los gobernantes. Es decir que, como vimos
anteriormente, sólo sirve como una “encuesta de opinión”.

El Congreso, con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad los


miembros de cada Cámara, debe reglamentar las materias, los procedimientos y
oportunidad de la consulta popular, lo que hizo a través de la ley n°25.432.

10. AUDIENCIA PÚBLICA


Toda sociedad que se precie de ser democrática debe oír a los interesados

antes de tomar una decisión que pueda afectar sus derechos o intereses.

La audiencia pública, precisamente, es otro “instituto creado para generar


un ámbito adecuado para conocer la opinión simultanea y en pié de igualdad de
todos los interesados con respecto al tema objeto de la convocatoria y brindar
información con respecto al mismo”.

Se trata, pues, de “una instancia del proceso de toma de decisiones


administrativas o legislativas en la cual personas e instituciones pueden expresa
su opinión sobre el tema tratado ante el responsable de definirlo. De esta manera,
éste accede a distintas perspectivas sobre la cuestión a decidir a través del
contacto directo con los interesados, lo que garantiza el derechos de éstos a ser
escuchados antes de una resolución que afecte sus derechos o intereses”.

Es decir que, en virtud de ello, en este tipo de audiencia el tema propuesto


queda sometido al debate público y a la consideración del pueblo, generándose
así un espacio de discusión donde la ciudadanía (y sobre todo los posibles
afectados) puede expresar su punto de vista antes de que se tome la decisión
gubernamental.

Las ventajas que ofrece este novedoso mecanismo de participación son


más que evidentes, ya que –por ejemplo- permite incorporar al procedimiento
información que puede ser sumamente importante y elementos que enriquecerán
la evaluación técnica; sirve para mejorar la calidad de las decisiones públicas
(toda vez que permite mejorar una mayor adecuación entre éstas y las
aspiraciones de los ciudadanos); otorga a las personas un protagonismo
importante; determina que el proceso sea lo más transparente posible; permite
recoger los conocimientos que la comunidad tiene de su entorno (mejorando así la
calidad de los proyectos); sirve para tomar en cuenta las características locales
(circunstancia indispensable para lograr un mayor apoyo social); promueve las
relaciones de cooperación; entendimiento y confianza entre proponentes,
comunidades y autoridades; identifica lo más anticipadamente posible los
eventuales focos de controversia; favorece el ejercicio cotidiano del derecho a la
opinión y a la objeción y –como si esto fuese poco-, constituye una medida
fundamental para asegurar los principios democráticos y de libre
autodeterminación de los pueblos.

“Dicho de otra manera, el fundamento práctico de la audiencia pública… es


doble: sirve por un lado al interés público de que no se produzcan actos ilegítimos
y al interés de los particulares de poder influir con sus argumentos y pruebas antes
de la toma de una decisión determinada, y sirve también empíricamente a las
autoridades públicas para disminuir el riesgo de posibles errores de hecho o de
derechos en sus decisiones, con el consiguientes beneficio en la eficacia de sus
acciones y el consenso que ellas pueden acarrear en la comunidad”.

Sin embargo, debe tenerse presente que “la audiencia pública no es un


lugar de debate; no es para que la gente empiece a intercambiar, debatir y
pelearse. Es un lugar de transmisión de conocimientos, criterios, puntos de vista,
deseos, aspiraciones, etc.

La audiencia pública es convocada por la autoridad competente, que


también designa un representante para que presida la misma y ordene el debate.
Ahora bien: para que este instituto de participación ciudadana pueda
cumplir con los objetivos que persigue, es absolutamente imprescindible que se
pongan a disposición de la sociedad todos los antecedentes del tema o proyecto
cuya implantación se encuentra sujeto a la autorización de la autoridad de
aplicación, ya que –como todos sabemos- la desinformación, o la información
parcial o equivoca, son óbice para el ejercicio de cualquier derecho.

Por ello, precisamente, las distintas legislaciones indican que los


particulares pueden consultar los antecedentes con que cuente la autoridad de
aplicación, a partir de la convocatoria.

Por lo general pueden participar de dichas audiencias –asistiendo y


emitiendo sus opiniones- no sólo los ciudadanos directamente afectados, sino
también otros individuos que tengan o no intereses implicados en la acción
proyectada, como así también los representantes no gubernamentales,
funcionarios, asociaciones intermedias, etc.

Las ponencias y observaciones de los participantes no son sometidas a


votación, pero frecuentemente se labra un acta que sirve para su evaluación final
por parte de la autoridad de aplicación.

Las audiencias públicas no tiene “carácter vinculante” (jamás podrían


tenerlo, porque en ellas no participa todo el pueblo), es decir, no obligan al órgano
gubernamental. Sin embargo, tal circunstancia no desdibuja la importancia que
tiene este instituto, ya que igualmente “contribuye a la calidad de las decisiones
públicas, al posibilitar el aporte de perspectivas y conocimientos provenientes de
un amplio y diverso espectro de actores de la sociedad”.

Además, el hecho de que no sea vinculante no quiere decir que no exista


obligación del decisor de fundamentar el apartamiento a las opiniones vertidas en
el proceso. Muy por el contrario, éste deberá, en la oportunidad pertinente,
pronunciarse respecto de cada una de las opiniones, críticas y sugerencias dadas
por la población de dicha audiencia, bajo pena de nulidad.

Se le ha negado carácter vinculante a esta instancia por la propias reglas


de la democracia participativa, que exige condiciones muy puntuales cuando se
intenta reemplazar la voluntad de los representantes por la de los ciudadanos
(como por ejemplo, la participación obligatoria, lo que no se verifica en este caso
ya que la concurrencia a la audiencia pública es voluntaria y por ende en ella no
está todo el pueblo).

11.REVOCATORIA DE MANDATOS
Podemos definir a este mecanismo de participación ciudadana como el

procedimiento mediante el cual el pueblo –a través del voto- puede remover de su


cargo a los funcionarios públicos electivos antes de terminar su mandato.

Es, entonces, “el complemento de la elección popular de los


representantes”, o sea, “el derecho reconocido al pueblo –al cuerpo electoral- de
separar a los funcionarios públicos cuando estos dejan de inspirarle confianza”.

Como dice Bidart Campos, “en el caso de funcionarios designados


mediante elección popular, la revocación permite su destitución cuando así lo
solicita una fracción del cuerpo electoral y lo resuelve una determinada proporción
de votantes. De esta manera, el funcionario es separado del cargo, antes de
terminar el periodo para el cual ha sido elegido. Es una forma de hacer efectiva la
responsabilidad política de los gobernantes, quienes quedan sujetos a un control
popular permanente”.

Se trata, pues, de una saludable herramienta para la democracia que


persigue, por sobre todas las cosas, reemplazar el imposible juicio político por una
forma rápida de remoción de los funcionarios indeseables.

Ahora bien: para que este instituto pueda cumplir con su finalidad
específica y no se desnaturalice en la práctica, es absolutamente imprescindible
que la reglamentación que se efectúe del mismo sea sumamente racional, es
decir, que no exija requisitos de difícil cumplimiento pero que tampoco se convierta
en instrumento creador de inestabilidad política que impida la gobernabilidad o que
se constituya en una “espada de Damocles” para los “detentadores del poder”. Lo
importante de este tema, como así también en los otros, es lograr un honesto y
virtuoso punto de equilibrio.

Las clausulas varían según los distintos ordenamientos jurídicos.


Generalmente se admite que la revocatoria procede ante el “mal desempeño de
las funciones”, fórmula genérica que permite englobar en ella una innumerable
cantidad de situaciones. Sin embargo, en algunos textos legales o constitucionales
también se señala como motivo de promoción de este proceso la ineptitud, la
indignidad, la comisión de delitos, la mala conducta, la negligencia grave ó –como
dice la Carta Orgánica de Ushuaia- “el incumplimiento injustificado de promesas
electorales públicamente realizadas”.

Sólo pueden ser sujetos pasibles de revocatoria “los funcionarios


electivos”, o sea, aquellos que ingresaron a la función pública a través del voto
popular, no obstante que en el derecho comparado también se ha admitido este
instituto para remover a “cualquier funcionario político”.
El procedimiento para hacer efectiva la revocatoria consta de distintas
etapas.

La primera de ellas actúa como un mecanismo disparador, y consiste en


lograr el número de firmas necesarias para promover la destitución del funcionario
cuestionado. Esta formalidad actúa como una especie de “garantía política” del
sistema y del funcionario involucrado a fin de que la actividad de éste no se
encuentre sometida a eventuales maniobras de minorías contumaces.

En lo que se refiere a la presentación, ella debe realizarse por escrito y en


forma fundada (es decir, con indicación precisa de las causales imputadas y de los
motivos que dan sustento a dicha solicitud) ante el órgano Legislativo ó el Tribunal
Electoral (depende de lo que señale sobre este punto la reglamentación
correspondiente), quien a su vez debe verificar por un muestreo el número total, la
legitimidad y la validez de las rúbricas, y presentar el informe respectivo.

En caso de reunirse los requisitos de admisibilidad mencionados y a los


fines de asegurar el debido derecho de defensa, el órgano competente debe
correrle vista al funcionario afectado de la petición de revocatoria, quien a su vez
debe contestarla en el plazo que fije la reglamentación. La contestación es al sólo
efecto de hacerla conocer al electorado conjuntamente con el pedido de
revocatoria.

Una vez contestada la vista respectiva o vencido el plazo para hacerlo, se


convoca a elecciones para que el pueblo –el cuerpo electoral- se pronuncie por
“SI” o por “NO” a la revocatoria del funcionario cuestionado. O sea que, en
definitiva, será el pronunciamiento electoral quien revalide el título de la autoridad
cuestionada o, por el contrario, disponga su destitución.

Ejercitado el derecho de revocatoria con resultado afirmativo, el funcionario


cesa automáticamente en sus funciones y es reemplazado en la forma prevista por
los textos legales o constitucionales.

El voto en estos casos es siempre obligatorio, y para que la revocatoria


prospere también se exige –por lo general- que haya participado el 50% ó más del
padrón electoral.

12.PRESUPUESTO PARTICIPATIVO
El presupuesto, en términos generales, el instrumento en el cual se reflejan

los recursos que tendrá el gobierno en un período determinado y la forma en que


gastarán los mismos para el cumplimiento de sus finalidades específicas.

Dado su carácter eminentemente técnico, su elaboración tradicionalmente


quedó reservada para los especialistas o para los políticos.

Hoy en día, sin embargo, la idea es que la ciudadana también intervenga


en este proceso a través de lo que se denomina “presupuesto participativo”.

Concretamente, el “presupuesto participativo” es la herramienta que


permite que los ciudadanos participen en la discusión y elaboración (y en algunos
casos también en la ejecución y control) del presupuesto estatal, estableciendo
cuáles deben ser os criterios y las prioridades en la asignación de los recursos
disponibles.

O sea que, a través de este instrumento, son los propios vecinos –es decir,
los más interesados en la satisfacción de sus necesidades- los que determinan la
forma en que deben gastarse los fondos recaudados.

Como puede observarse, este novedoso sistema –surgido en el año 1989


en la ciudad de Porto Alegre (Brasil) a propuesta del Partido de los Trabajadores-
implica “un modo diferente de concebir la confección del presupuesto, que rompe
con la visión tradicional de delegar exclusivamente en un gabinete la fijación de las
prioridades en la asignación de recursos y le otorga a la ciudadanía participación
en este proceso”.

Sus bondades son más que evidentes: el presupuesto participativo no sólo


favorece la democratización de las decisiones, sino que además “dinamiza la
organización social, cualifica la discusión sobre los temas urbanos, da
transparencia a la gestión pública…, genera una cerca relación de los funcionarios
con los ciudadanos”, permite lograr una mayor eficiencia, determina “que los
ciudadanos sean protagonistas, se relacionen y comuniquen intereses y
demandas (y no sólo consuman bienes) y –como si esto fuese poco- elimina la
posibilidades de corrupción y el tráfico de influencias.

Cabe destacar, empero, que por lo general no se participa sobre todo el

presupuesto sino sólo sobre la “parte flexible” (obras públicas y servicios no


indispensables). La denominada “parte rígida” (fondos afectados al pago del
personal, al cumplimiento de los servicios esenciales y al funcionamiento de los
órganos gubernamentales) queda fuera de este sistema.

Asimismo, debe señalarse que el presupuesto participativo puede tener


carácter vinculante o consultivo. “En el primer caso, los ciudadanos solamente
aportan su opinión sobre cómo deberían ser asignados los recursos. Esto
complementa la decisión del Poder Ejecutivo pero no obliga a tener en cuenta
dichas opiniones. En el segundo caso, el presupuesto se elabora en base a las
prioridades identificadas por los ciudadanos”.
Sin embargo, para que este instrumento realmente funcione es importante
determinar con exactitud tres puntos esenciales: procedimiento y forma de la toma
de decisiones (cómo), rubros sobre los cuales se aplicará el sistema (qué) y monto
o porcentaje sometido a consulta (cuánto).

Respecto del sistema, éste puede implementarse a través de asambleas


territoriales (barriales o distritales, en las cuales cada sector manifiesta sus
preferencias) o mediante asambleas temáticas (en las que se tratan temas que
interesan a toda la ciudad o jurisdicción).

Con relación a los rubros, éstos pueden consistir en obras públicas,


servicios y/o acciones.

Y, en lo que respecta al último punto (monto o porcentaje), éste puede ser


fijo o gradual.

13.BANCA DEL VECINO


Se trata de un típico mecanismo de democracia semidirecta municipal.
Como es sabido, en los municipios el Concejo Deliberante es el ámbito de

expresión de la voluntad e inquietud de los vecinos.

Es allí, precisamente, donde éstos o las organizaciones intermedias


efectúan presentaciones orientadas a resolver problemas sociales que los afectan
y cuya solución a menudo conocen con idoneidad.

En virtud de ello y a fin de fortalecer una efectiva interrelación entre ese


Cuerpo y los vecinos que proponen alternativas de gestión, en muchas ciudades
se ha creado la “banca del vecino”, que es un instrumento de participación
ciudadana que faculta a quien realice una presentación a actuar como un
verdadero “concejal” (con voz pero voto) y por ende, a defender las características
y motivaciones de la misma en el propio recinto legislativo.

En la Provincia del Chubut, por ejemplo, este instituto está garantizado en


la Carta Orgánica de Esquel, que textualmente dispone que “todo vecino por sí o
en representación de una organización o institución puede solicitar al Concejo
Deliberante el uso de una banca para exponer idea o asuntos de interés municipal,
con el debido registro de las mismas en el Diario de Sesiones. Se reglamenta por
ordenanza su funcionamiento” (art. 79).

14.FINAL.
Los mecanismos enunciados anteriormente –como se ha visto- tienen como

objetivo fundamental lograr la democratización de las decisiones y la participación


de la ciudadanía en los asuntos públicos. Buscan, de alguna manera, la
“socialización del poder”.

Como se ha señalado con total exactitud, “frente a otros modos de gestión,


en especial en nuestros días, el de tipo burocrático o tecnoburocrático puro, el
modelo participativo implica una apertura del proceso decisorio a una pluralidad de
sujetos portadores de intereses diversos que actúan, que “toman parte” en el
mismo o intentan influir en su resultado desde posiciones autónomas, es decir, no
integradas apriorísticamente en el aparato institucional”.

De lo que se trata, en definitiva, es que las personas “jueguen un rol


protagónico en la democracia adulta, la de los ciudadano, no sólo de los
electores”.

UNIDAD 10. CAPÍTULO 7.

EL DERECHO A LA IGUALDAD DE DERECHOS


1.INTRODUCCIÓN

La igualdad constituye un presupuesto esencial y uno de los pilares


fundamentales en los que se asientan el sistema republicano de gobierno.

Sin embargo, su enfoque desde el punto de vista constitucional es mucho


más amplio. Es, también, un “principio general” (por ser un enunciado
normativo que tiene mayor grado de generalidad que el conjunto de normas
que abarcan una materia) y, fundamentalmente “un derecho personalísimo
básico” de los individuos toda vez que en ella está comprometida “la dignidad
humana”.

Asimismo, en toda escala axiológica la igualdad está presente como un valor


fundamental que necesariamente debe ser tenido en cuenta.

2. LA IGUALDAD EN LA CONSTITUCIÓN NACIONAL Y EN LA


CONSTITUCIÓN DE LA PROVICNIA DEL CHUBUT.
La Constitución Nacional establece el principio de “igualdad ante la ley” en
su artículo 16, proclamando que “La Nación Argentina no admite prerrogativas de
sangre, ni de nacimiento; no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza.
Todos los ciudadanos son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra
condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas
públicas”.

Esta disposición se completa con el art. 15 que proscribe la esclavitud, y

con el art. 20 que establece la igualdad de derechos civiles entre los ciudadanos y
los extranjeros.

La Constitución de la Provincia del Chubut, por su parte, dedica dos

disposiciones a la igualdad. Así, su artículo 6 proclama que “El Estado asegura la


libertad y la igualdad de todas las personas, sin diferencias ni privilegios por razón
de sexo, raza, religión, ideología o grupo social”, mientras que el art. 7 establece el
principio de no discriminación al afirmar “las diferencias de sexo, edad o capacidad
no constituyen factores discriminatorios”.

3. LA PROHIBICIÓN DE LA ESCLAVITUD.
El principio de igualdad tiene –ante todo- un contenido negativo, es decir, la

proscripción de ciertas conductas que atentan contra ella.

El primer comportamiento prohibido es la esclavitud, y a ella se refiere en


forma terminante el art. 15 de la Constitución Nacional cuando expresamente
dispone que “En la Nación Argentina no hay esclavos…” y que “los esclavos que
de cualquier modo se introduzcan quedan libres por el solo hecho de pisar el
territorio de la República”.

4.EL PRINCIPIO DE NO DISCRIMINACIÓN.


El segundo comportamiento prohibido.
De acuerdo con la doctrina y jurisprudencia, la garantía de la igualdad

supone que todos los habitantes de la Nación están sujetos a los mismos deberes,
gozan de los mismos derechos y están tutelados por las mismas garantías,
concretándose tal principio en la obligatoriedad de dar igual tratamiento a todos los
que se encuentran en idénticas circunstancias, condiciones y/o situaciones.

Se trata, pues, de igualdad formal o de una “igualdad entre iguales”.


Ello no supone una igualdad rígida entre los hombres, por lo tanto el Poder
Legislativo, como los otros dos Poderes del Estado pueden establecer distinciones
fundadas en razones objetivos, siempre y cuando –claro está- las mismas no sean
arbitrarias, etc.

Existe la posibilidad de que puedan efectuarse válidamente distinciones en


cada caso particular. Pero para ello deben darse ciertos requisitos: las mismas
deben ser justas, razonables y responder a una circunstancia objetiva.

Si no se dan esos recaudos, los distingos son arbitrarios y, por ende,


discriminatorios.

5. DE LA IGUALDAD FORMAL A LA IGUALDAD REAL. La nueva era de la


igualdad
Por diversas razones, muchas personas o grupos de la sociedad no se

encuentran, en la realidad, en un mismo pié de igualdad que sus semejantes.

Ante esta situación el Estado no debe permanecer inmutable. Su función,


en este caso, es la de promover a estos individuos, removiendo los obstáculos de
cualquier índole que le impiden el pleno goce y ejercicio de sus derechos como así
también el correcto desarrollo como personas.

Los poderes públicos, pues, deben crear las condiciones necesarias para
que la “igualdad formal” se transforme en una “igualdad real de oportunidades y de
trato”. Art. 72, inc. 23 de la Constitución Nacional y art. 80 de la Constitución de la
Provincia del Chubut.

La remoción de esos obstáculos se realiza mediante las denominadas


“medidas de acción positivas”.

6. LAS MEDIDAS DE ACCIÓN POSITIVAS.


Medidas de índole legislativa, administrativa, educativa y de otro carácter

que adopta el Estado tendientes a dejar de lado las constricciones o impedimentos


injustos que padecen ciertas personas o grupos derivados de actitudes,
comportamientos o prejuicios de ciertos sectores de la sociedad, a fin de lograr
una igualdad real de oportunidades y de trato que le permiten el acceso efectivo
al pleno goce y ejercicio de sus derechos.
Se trata, pues, de “desigualar para igualar”, es decir, de establecer
diferencias y brindarle un trato más favorable a distintos individuos o grupos que
se encuentran en una posición menos beneficiosa que el resto de las personas
para elevarlas al mismo nivel que éstas.

Las acciones positivas son, básicamente, de dos tipos: legislativas y


administrativas.

La primera se trata de ejercer la competencia específica del Poder


Legislativo o virtualmente, del poder de policía para reglamentar derechos a
propósito de la protección de determinados ciudadanos. Promover, es decir,
estimular y generar medidas de beneficio, de protección, medidas que tutelen los
derechos de determinados ciudadanos por encontrarse éstos en situaciones
particulares. Por último, si no alcanza con la legislación, la reglamentación, la
regulación, se impone la intervención directa de la autoridad para efectivizar la
protección. Es decir, las acciones positivas presuponen una intervención directiva
(legislativa) y directa (administrativa) de ejecución, materialización y realización de
la igualdad declarada.

Resumiendo: lo que se está procurando es que los poderes constituidos


intervengan por vía directiva, dictando leyes o medidas de promoción, o por vía
directa por medidas concretas de acción de gobierno.

Ahora bien, para que éstas medidas no se conviertan en discriminatorias


por otorgarle a ciertos grupos o personas derechos o prerrogativas especiales, los
tratados internacionales y la doctrina han establecido ciertos recaudos para la
validez de las mismas:

a) Deben ser “paleativos temporales”, es decir, no deben mantenerse en


vigencia después de alcanzados los objetivos para los cuales se tomaron;
b) Deben ser justas, o sea, responder a una circunstancia objetiva. “La regla
de justicia es que debe tratarse a los iguales de modo igual y a los
desiguales de modo desigual. Ningún principio ni garantía es absoluto, y el
legislador puede establecer categorías, grupos o clasificaciones que
supongan un trato diferente a las personas. Se adecuan a esta regla, todas
aquellas normas generales que adjudican las mismas consecuencias
jurídicas a quienes cumplen con los mismo requisitos”;
c) Deben ser razonables (no arbitrarias), es decir que “no deben responder a
un propósito de hostilidad contra determinados individuos o clases de
personas o grupos”;
d) Sólo puede acudirse a ellas como ultima ratio, cuando no sea posible
remediar la desigualdad de hecho en un tiempo razonable mediante otras
medidas menos extremas.
La Constitución de la Provincia de Chubut, en este sentido, establece

medidas de acción positiva o protecciones especiales a favor de distintos grupos


que, por una u otra razón, son merecedores de una consideración particular. Así el
texto constitucional se ocupa de la mujer (art. 26), de los niños (art. 27), de la
juventud (art. 28), de los ancianos (art. 29) de los discapacitados (art. 30), de las
personas con capacidades o talentos de torio nivel (art. 31), de los indígenas (art.
34), de los veteranos de guerra (art. 36) y de los pobres (art. 80).

7. LA MUJER
(Leer introducción del libro).
La discriminación sufrida por la mujer durante mucho tiempo (en el ámbito

civil, político, familiar, social, laboral), comenzó lentamente a ser materia de


revisión en todos los ámbitos jurídicos.

Así, en nuestro país, la ley 11.357 “de los derechos civiles de la mujer”,
empezó a trazar el rumbo de esa tendencia.

La ley 13.010, por su parte, dispuso que la mujer tenía los mismos
derechos políticos y estaba sujeta a las mismas obligaciones que las leyes le
acordaban o imponían a los hombres.

La legislación laboral también incluyó normas importantes para la


protección de la mujer, disponiendo una jornada máxima de trabajo,
indemnizaciones agravadas para despidos por causa de embarazo o de
matrimonio, ventajas para los empleadores que contratasen mujeres, etc.

Además, en oportunidad de reformase la Constitución Nacional en 1957


incorporó en el art. 14 bis la clausula “igual remuneración por igual tarea”,
intentando, de este modo, terminar con la diferencia de salarios entre hombres y
mujeres.

La ley 23.179, por su parte, aprobó la Convención de Naciones Unidas


sobre eliminación de toda forma de discriminación contra la mujer.

Por otra parte, la ley 23.264 estableció la patria potestad compartida.

Y, en materia política, la ley 24.012 “ley de cupo” dispuso como medida de


acción positiva que las listas electorales deben tener mujeres en un mínimo del
30% de los candidatos a elegir y en proporciones con posibilidad de resultar
electa.

Finalmente, la reforma de la Constitución de 1994 le otorgó jerarquía


constitucional a la “Convención sobre la eliminación de todas las formas de
Discriminación contra la Mujer”, circunstancia que sin dudas tiene una incidencia
muy importante en distintos ámbitos de nuestro derecho positivo.

… la Constitución de la Provincia del Chubut dispone en su art. 26 que “la


mujer y el varón tienen los mismos derechos en lo cultural, laboral, económico,
social, político y familiar, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o
religión, respetando sus respectivas características sociobiológicas”.

UNIDAD 11. CAPÍTULO 8.

EL SISTEMA DE DERECHOS

UNIDAD 7. CAPÍTULO 9.

AUTONOMÍA MUNICIPAL.

FALTA:

UNIDAD 7 (AUTONOMÍA MUNICIPAL ES LA MITAD)

TERMINAR UNIDAD 10 (FALTAN 10 PÁGINAS)

HACER UNIDAD 11 (EL SISTEMA DE DERECHOS)

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