Está en la página 1de 32

 

LA ESTRUCTURA SOCIAL EN PERSPECTIVA.


TRANSFORMACIONES SOCIALES EN ARGENTINA, 1983-2013*
CARLA DEL CUETO Y
MARIANA LUZZI*

Introducción

En este artículo examinaremos las principales transformaciones registradas en la estructura social de la


Argentina durante las últimas tres décadas. Uno de los ejes que ha permitido a las ciencias sociales pensar esos
cambios es la creciente fragmentación social producida durante el período. En efecto, a partir de los años
noventas, diversas investigaciones coincidieron en interpretar los procesos sociales por los que atravesaba el
país a partir de la idea de fragmentación social. Este término refería a la profundización de las distancias entre
las clases sociales, así como también al aumento de la heterogeneidad observada en el interior de cada una de
ellas. Diversos fenómenos daban cuenta de este proceso: el aumento de la pobreza, el deterioro general de las
condiciones de trabajo y la ampliación de la brecha existente entre los sectores de mayores y menores ingresos.
Pero la fragmentación se expresaba también en la segregación urbana o en la intensificación de la
segmentación a través de los consumos, entre otros aspectos. La expresión más acabada de estos procesos fue
la crisis del 2001 que representó, desde esta perspectiva, un momento de quiebre y de agudización de la
fragmentación.

El contexto de recuperación económica y reorientación de la política pública posterior a la crisis nos


invita a revisar las categorías que dieron cuenta de las transformaciones sociales en décadas anteriores. El
desafío consiste en repensar aquellas categorías o esquemas conceptuales y generar otros nuevos que ayuden a
pensar el modo en cómo se ha ido reconfigurando la sociedad argentina en los años recientes.

Para la descripción y el análisis de las transformaciones en la estructura social argentina en los últimos
treinta años nos apoyaremos en los trabajos que, desde las ciencias sociales, han estudiado los cambios
ocurridos en las diferentes dimensiones en torno de las cuales se producen y reproducen las desigualdades
sociales. A los efectos de este análisis, retomaremos de los estudios clásicos sobre la estructura social argentina
la diferenciación en tres clases -altas, medias y populares15. Es nuestra intención, sin embargo, subrayar el
carácter ante todo heurístico de esta división tripartita, que no debería ser asumido más allá de su valor
analítico16.

El texto está organizado en tres partes. En la primera se presentan sintéticamente las principales
transformaciones que a partir de la recuperación democrática en 1983 tuvieron lugar en la estructura
económica y la formulación de las políticas públicas. En la segunda, se analizan los efectos de dichas
transformaciones en la estructura social de la Argentina, examinando de modo particular la situación de las
tres grandes clases consideradas. Por último, a partir de este recorrido, en las conclusiones se plantean algunos

                                                            
* Este trabajo retoma en parte nuestro libro Rompecabezas. Transformaciones de la estructura social argentina (1983-
2008), Buenos Aires, Biblioteca Nacional/UNGS.
* Sociólogas, investigadoras docentes del Instituto de Ciencias de la UNGS. E-mail: cdelcuet@ungs.edu.ar y

mluzzi@ungs.edu.ar.
15 Cfr. Germani, G. (1987) Estructura social de la Argentina, Buenos Aires, Solar y Torrado, S. (1994) Estructura

social de la Argentina: 1945-1983, Buenos Aires, Ediciones de la Flor.


16 En este sentido, conviene tener en cuenta que la clasificación canónica a la que se alude más arriba, nacida

como clasificación erudita, convive y se superpone con aquellas que construyen los actores en sus prácticas
cotidianas, mediante las cuales éstos expresan su manera particular de concebir el mundo social, su posición
en él y su relación con los otros, elementos que ningún análisis de la estructura social debería soslayar.
205 
 
 
interrogantes centrados en los cambios de la última década, a la vez que se sugieren ejes de análisis para incluir
en una agenda futura de investigaciones sobre la estructura social.

Treinta años de transformaciones económicas y sociales

La historia de los últimos treinta años estuvo signada por importantes transformaciones en la
estructura productiva, las formas de regulación estatal, la dinámica del mercado de trabajo y las políticas
sociales, que afectaron fuertemente las condiciones de vida de los argentinos. Este período estuvo jalonado
por dos grandes crisis económicas –una en 1989, con la hiperinflación, y otra en diciembre de 2001, con el
final de la convertibilidad- que, por su impacto en las relaciones sociales, en el sistema político y por la
reorientación del rol del Estado que siguió a cada una de ellas, constituyen grandes inflexiones en la historia
reciente de la Argentina.

Durante los años ochentas, la presencia de altos niveles de inflación constituyó uno de los principales
desafíos para la política económica, cuyas consecuencias se advierten en diferentes planos. En un contexto de
desempleo relativamente moderado –aunque creciente hacia el final de la década- el problema central para los
trabajadores fue la desvalorización de sus ingresos, con una incidencia importante en el aumento de la
pobreza. Junto con el control de la inflación, el gobierno de la recuperación democrática debió enfrentar otros
dos problemas que heredaba del período dictatorial: la resolución de la crisis fiscal, vinculada con el
crecimiento de la deuda externa, y la recuperación del crecimiento económico. En ambos terrenos la gestión
de Raúl Alfonsín encaró diversos intentos de solución, con magros resultados. Finalmente, en 1989, el
deterioro de la situación económica y la agudización de los conflictos políticos terminaron desembocando en
un proceso hiperinflacionario con graves efectos: disminución de los salarios reales, reducción del nivel de
actividad, reemplazo parcial de la moneda nacional por el dólar y caída de la recaudación fiscal, lo cual no hizo
más que agudizar las crecientes dificultades del Estado para financiar áreas claves del sistema de protección
social como la salud, la educación y las jubilaciones y pensiones. Así, las condiciones de vida de la población al
inicio de los años noventas mostraban un importante deterioro respecto de la década anterior.

Las dos presidencias de Carlos Menem (1989-1995 y 1995-1999) estuvieron signadas por la
implementación de un vasto programa de reformas de inspiración neoliberal. Después de un nuevo episodio
hiperinflacionario en 1990, un pilar fundamental de esas reformas fue la política de estabilización económica,
expresada en el Plan de Convertibilidad. Junto con éste se articulaban diferentes medidas tendientes a la
desregulación de los mercados y un ambicioso plan de reforma del Estado, que incluía una reforma impositiva
de carácter netamente regresivo, la privatización de empresas públicas y del sistema de jubilaciones y
pensiones, la reducción del empleo en el sector y un amplio proceso de descentralización administrativa, con
especial impacto en las áreas de la educación y la salud.

Rápidamente exitosa como política de estabilización monetaria, la convertibilidad también significó


un alto nivel de vulnerabilidad externa para la economía argentina, cuyos efectos no tardaron en ponerse en
evidencia. Al mismo tiempo, las consecuencias del conjunto de estas reformas sobre el bienestar de la
población fueron múltiples. En relación con el mercado de trabajo, el aumento del desempleo y el deterioro de
la calidad del empleo constituyeron los rasgos más importantes del decenio. La tasa de desocupación pasó del
8,1% de la población activa al comienzo del período al 15,2% en 2001, llegando a 18,5% en 199517. Pese a que
en 1992 había sido implementado un seguro de desempleo, su bajo nivel de cobertura en un contexto de
desocupación creciente derivó en la implementación masiva de programas sociales destinados a aliviar la
situación de los desocupados que, a poco de su creación, llegaron a superar los 200.000 beneficiarios en todo
el país (Svampa y Pereyra, 2003: 99)18. El subempleo y el empleo no registrado también aumentaron, a la vez
que se observó una creciente dispersión en las remuneraciones de los trabajadores con distintos niveles de
                                                            
17 Salvo indicación contraria, todos los datos que se citan en este apartado corresponden a las estadísticas

oficiales para los períodos considerados. Cfr. www.indec.gov.ar


18 Se trataba de programas designados como “de fomento del empleo”, creados en la órbita del Ministerio de

Trabajo de la Nación. Ellos consistían en el otorgamiento de un beneficio en dinero a cambio de una serie de
contraprestaciones que incluyen horas de trabajo y formación.
206 
 
 
calificación. Como consecuencia de estos procesos, también se elevó considerablemente el grado de
inestabilidad laboral, es decir, la alternancia frecuente de períodos de empleo y desempleo, lo que constituyó
uno de los rasgos centrales de la década. En lo que respecta a los ingresos, el crecimiento de la pobreza y el
empeoramiento de la distribución del ingreso son signos característicos de este período. El impacto de las
reformas supuso un crecimiento de la brecha existente entre los más ricos y los más pobres, tal como lo
muestran los datos disponibles para el principal distrito del país, el Gran Buenos Aires: mientras que en 1991
los ingresos familiares del 10% más rico de la población eran 21 veces mayores que los del 10% más pobre, en
1999 los primeros eran 31 veces superiores a los segundos (Beccaria, 2001). En cuanto a la pobreza, en 1990,
tras los dos brotes hiperinflacionarios, ésta había llegado a alcanzar al 25% de los hogares del Gran Buenos
Aires, para ubicarse debajo del 15% en 1994 y llegar al 21% en el año 2000 (Altimir, Beccaria y González
Rozada, 2002: 59).

Tras cinco años de recesión, la situación de la economía argentina al promediar el gobierno de


Fernando de la Rua –iniciado a fines de 1999- era acuciante. En 2001, con débiles niveles de inversión externa,
serias dificultades fiscales y un endeudamiento creciente con el exterior, la crisis del régimen establecido con la
convertibilidad resultaba imparable. Tanto sus efectos en el plano político como en las condiciones de vida de
la población fueron profundos. El nivel de desempleo trepó al 21,5% en mayo de 2002 y, según datos oficiales
referidos al conjunto de los centros urbanos más importantes del país, la pobreza aumentó del 38,3% en
octubre de 2001 al 53% en mayo de 2002. En respuesta a estas tendencias, a comienzos de 2003 la cobertura
del Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, lanzado por el gobierno de Duhalde el año anterior con un
esquema similar al de los planes de empleo formulados en los años noventas, casi alcanzaba los dos millones
de beneficiarios (CELS, 2003). Al mismo tiempo, la devaluación del peso decretada en enero de 2002 trajo
aparejado un fuerte aumento de los precios, con el consiguiente impacto sobre el nivel de las remuneraciones.
Así, en 2003, el salario real de los trabajadores había disminuido en más del 30% respecto del año anterior
(CENDA, 2007).

A pesar de este panorama, la recuperación de la actividad económica después de la crisis de 2001 fue
relativamente rápida. Ello se debió, por un lado, al impacto de los cambios en la estructura de precios relativos
internos, que favoreció un proceso de resustitución de importaciones y, por otro, al efecto combinado de la
devaluación y el aumento de los precios internacionales de ciertos productos de origen agropecuario, que
históricamente constituyeron un componente importante de las exportaciones argentinas (Beccaria, Esquivel y
Maurizio, 2005). El período posterior a la crisis de 2001 señala entonces importantes avances respecto de
algunos de los problemas agudizados en las décadas precedentes. En virtud de la generación de puestos de
trabajo a la que la recuperación económica dio lugar durante el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007),
hacia fines de 2006 la tasa de desempleo llegó a situarse por debajo del 10% -después de una década por
encima de ese umbral (Álvarez, Fernández y Pereyra, 2012). En cuanto a la pobreza, entre 2003 y 2006 el
porcentaje de hogares bajo la línea de pobreza se redujo casi a la mitad (Álvarez, Fernández y Pereyra, 2012).

Sin embargo, persistentes niveles de desigualdad continúan marcando profundamente la estructura


social argentina. En cuanto a la situación del mercado de trabajo, el más significativo de ellos es quizás el nivel
de empleo no registrado, que a pesar de la tendencia descendente observada desde 2004 cuando representaba
el 45% de los asalariados, en 2010 todavía se situaba en torno del 35% de de ese grupo (Álvarez, Fernández y
Pereyra, 2012). El impacto de este rasgo es aún más profundo si se considera que está acompañado de una
persistente brecha entre los salarios de los trabajadores registrados y no registrados (Cortés, 2012). A la vez,
también para 2010 las estadísticas oficiales señalaban que los ingresos familiares del 10% más rico de la
población eran casi 30 veces más altos que los del 10% más pobre, indicando un elevado grado de
polarización social (Gaggero y Rossignolo, 2011).

Por último, a la hora de analizar el modo en que se estructuraron las desigualdades sociales a lo largo
del período estudiado, resulta importante considerar también cuál fue la respuesta de las políticas públicas
frente a las transformaciones que hemos descripto. Tal como lo ha señalado la literatura al respecto, es posible
hablar de un cierto desfasaje entre los cambios ocurridos a nivel de la estructura social y las representaciones y
sentidos que continuaron siendo dominantes acerca de la sociedad argentina (Minujin y Kessler, 1995; Kessler
y di Virgilio, 2008). A mediados de la década de 1980 aún persistía con fuerza la imagen de la excepcionalidad
207 
 
 
argentina en el contexto latinoamericano, visión que llevaba a pensar a la pobreza como un fenómeno
transitorio, que sería superado una vez que se resolvieran las dificultades económicas y políticas del momento.
Si bien algunos cambios en este terreno comenzaron a observarse a lo largo de esa década, con la definición
de nuevas formas de medir la pobreza y la implementación de políticas sociales específicas para los sectores
más necesitados (que incluían por primera vez en la historia nacional la distribución de alimentos), la
instalación de la pobreza como núcleo de la cuestión social se produjo recién en los años noventas, de la mano
de la difusión de políticas sociales focalizadas, destinadas a atender las necesidades de la población considerada
más vulnerable.

Fue recién en el último lustro que el modelo de la focalización comenzó a ser cuestionado desde la
formulación de las políticas sociales. En 2009, la creación de la Asignación Universal por Hijo (AUH) -que
extiende los beneficios del sistema de asignaciones familiares a los trabajadores no registrados y los
desocupados- constituyó el primer avance en este sentido dentro del universo de las políticas de combate de la
pobreza. Un movimiento similar puede observarse en la implementación, algunos años antes, del Plan de
Inclusión Previsional, que permitió el acceso a la jubilación de aquellos grupos de trabajadores que no habían
logrado reunir los aportes necesarios para jubilarse. Sin embargo, tal como señalan algunas investigaciones, en
el caso de la AUH sus prestaciones no logran alcanzar todavía a una parte de los sectores vulnerables, lo cual
constituye un límite a la universalidad buscada (Cortés, 2012). En este sentido, pese a las transformaciones
observadas, la definición de políticas que contribuyan efectivamente, desde una perspectiva de satisfacción de
derechos universales, a un mejoramiento en la distribución de los ingresos, continúa siendo un desafío mayor
de la política social en la Argentina.

Transformaciones recientes de la estructura social argentina

Las clases populares

Durante el siglo XX el trabajo fue un eje central para construir categorías que dieran cuenta del universo
de los sujetos populares en la Argentina. Sin embargo, en las últimas décadas, este eje poco a poco fue
desplazado por uno nuevo: el de la pobreza. Este desplazamiento se expresa en los cambios de las políticas
sociales y las identidades políticas y en el interés de las ciencias sociales por estudiar un fenómeno poco
explorado hasta entonces.

Entre las principales transformaciones de las clases populares en la Argentina durante el período,
podemos mencionar tres ejes: las transformaciones en el mundo del trabajo, el proceso de territorialización de
los sectores populares y la multiplicación de expresiones e identidades culturales.

En los años 1980, el mercado de trabajo argentino se caracterizó por un crecimiento moderado de la
desocupación, junto con un aumento de los empleados en el sector servicios y de los trabajadores por cuenta
propia, el incremento del trabajo en negro y la disminución del poder de compra de los salarios como
resultado de los procesos inflacionarios. En la década siguiente, junto con el desempleo crecieron las
ocupaciones asalariadas, lo cual constituye un dato llamativo, ya que en contextos de alto desempleo suele ser
el sector informal el que se expande, convirtiéndose en un refugio ante la desaparición de puestos de trabajo
en el sector formal de la economía. Dos tercios de esos puestos asalariados creados correspondieron a
empleos de jornada parcial. Por otra parte, se acentuó la tendencia del trabajo en negro, que representaba las
tres cuartas partes del aumento de la ocupación, y se produjo un deterioro general de las condiciones de
trabajo. Como consecuencia de todas estas transformaciones se produjo también un aumento de la
inestabilidad laboral. Por último, se profundizó la brecha entre las remuneraciones de los más y los menos
calificados19.
                                                            
19 Cabe señalar que estos cambios produjeron una pérdida de protagonismo de las organizaciones sindicales, al
tiempo que surgieron nuevas formas de representación que buscaban generar canales alternativos a los
tradicionales dentro del movimiento obrero. Al respecto puede consultarse sobre la experiencia de la CTA el
trabajo de Martín Armelino (2005). Para la experiencia gremial de trabajadores precarizados durante la última
década puede consultarse el trabajo de Barattini (2013).
208 
 
 

Tras la crisis de 2001, la informalidad llegó a superar el 20%, mientras que en 2003 alcanzó al 49% de
los asalariados. Estas tendencias contrastan con lo observado en la última década en la cual el desempleo
descendió a un rango que oscila entre el 7 y el 8%, la informalidad laboral se redujo 16 puntos hasta
estabilizarse en alrededor del 33% desde 2011. Dentro de este fenómeno general de recuperación del empleo
se destaca el intenso proceso de asalarización: el total de asalariados aumentó desde 2003 un 40%. En 2011
alcanzó a casi 12 millones de personas, lo que representa un 75,5% de la PEA, porcentaje superior al
registrado a mediados de los años setenta (Etchemendy, 2013; Palomino y Dalle, 2011). Los grupos de
ocupaciones que experimentaron mayor crecimiento fueron los obreros calificados de la industria y de
servicios básicos asociados, que incluyen actividades relacionadas con la industria manufacturera, la
construcción, el transporte, almacenamiento, comunicaciones, electricidad, gas y agua. Le sigue en crecimiento
el grupo de los empleados administrativos. Por ello Palomino y Dalle (2011) afirman que el crecimiento
económico que impulsó la expansión del empleo en este período se vinculó tanto con el núcleo de la clase
obrera como actividades vinculadas con las clases medias. A su vez durante la última década se registra una
mejora del salario real promedio, aunque sin superar los promedios de los años noventas (Feldman, 2013).

Durante los años 1990, la pérdida de relevancia del trabajo como eje principal de la experiencia de parte
de las clases populares llevó a lo que diversos análisis coincidieron en denominar la territorialización de los sectores
populares (Merklen, 2005, Cerruti y Grimson, 2005, Svampa, 2005). Este proceso consiste en una mayor
delimitación geográfica de gran parte de las actividades de los habitantes de los barrios populares. La vida
social se circunscribe a los límites de los barrios, en los que proliferan organizaciones que dan respuesta a las
distintas necesidades de sus habitantes. Ya no es el trabajo, sino más bien el territorio, el eje que organiza la
vida de los individuos. Por otra parte, como resultado del aumento de los niveles de desocupación en la
década de 1990, se evidencia una modificación en las demandas de estos actores, que pasaron de centrarse en
la cuestión de la vivienda –eje de sus reclamos en los años ochentas- a la del trabajo. Este repliegue sobre el
barrio no puede ser entendido si no se incorpora al análisis el modo en que se implementaron las políticas
sociales desde el Estado, que a partir de los noventas pasaron a definirse como focalizadas.

Así, una de las primeras consecuencias del proceso de territorialización fue que el barrio surgió como un
espacio natural de acción y organización, al mismo tiempo que como objeto de las políticas estatales, ahora
focalizadas y descentralizadas. Este proceso, que ha sido uno de los fenómenos más novedosos del período y
como tal ha concitado el interés de las ciencias sociales, no se verifica en todos los barrios populares por igual.
Sin embargo, son escasas las investigaciones dedicadas a estudiar los barrios obreros en los que continuó
observándose un alto grado de actividad fabril, de modo que los cambios ocurridos en aquellos grupos que
mantuvieron empleos formales quedan en cierto modo ocultos (Varela, 2009). Por otro lado, el cambio en la
orientación de las políticas sociales de los últimos años, tendientes a la universalidad (como la Asignación
Universal por Hijo o Plan de Inclusión Previsional) plantean interrogantes con respecto a la reconfiguración
de la organización de las clases populares.

En el plano cultural, distintas investigaciones han dado cuenta de la creciente fragmentación y


diversidad en las expresiones culturales e identificaciones que desplegaron las clases populares durante el
período.

Dentro de las expresiones musicales, el rock barrial o “rock chabón” es una manifestación
cultural surgida hacia fines de los ochentas. Esta música se identifica con la experiencia de quienes
fueron víctimas de un proceso de desmantelamiento del mundo del trabajo. Diversos estudios
(Semán y Vila, 1999; Semán, 2005) señalan que el “rock chabón” es una producción novedosa dentro
del rock nacional. Más ligado a los sectores populares que a las clases medias, este subgénero no
significó únicamente una ampliación de las bases sociales, demográficas y culturales del rock.
También implicó escuchas diferentes de lo previo y produjo narrativas que consolidaron identidades
a partir de diversas figuras como los ladrones, la cerveza, las barras, el barrio, entre otras. Otro
fenómeno asociado al anterior fue la futbolización del rock. Mientras en la década de 1970 futbol y
rock se encontraban en las antípodas, en los años noventas los jugadores compartían gustos con los
209 
 
 
20
rockeros y estos últimos se identifican con el fútbol. El valor del “aguante” que está presente en
diversas expresiones populares comunica éticamente a hinchadas de fútbol y grupos de fans
musicales. A su vez se establece una nueva relación entre “productores” y “receptores”. Durantes los
años noventas, con la convertibilidad y la sobrevaloración del peso, la importación de equipos
resultaba accesible; esto permitió un amplio acceso a instrumentos y la proliferación de bandas. Los
grupos de “rock chabón” se inspiraron en el éxito de las producciones independientes que resistían a
las grandes empresas discográficas, como por ejemplo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Precios más accesibles permitieron el acceso a los espectáculos no sólo de los sectores populares sino
también de hijos de familias de clase media empobrecida.

Otra expresión musical ligada a prácticas de escucha y baile dentro de la cultura popular es la cumbia.
Malvina Silba (2011) señala en un estudio sobre la cumbia en la Argentina que si bien esta música se conecta
con otros géneros populares, también es necesario tener en cuenta que su difusión y expansión se produce
gracias a la intervención de las industrias culturales. Durante los años ochentas se produjo una consolidación
de la “movida bailantera” en circuitos de locales bailables en el área metropolitana de Buenos Aires. A
principios de la década de 1990 la cumbia bailantera se pone de moda y sus principales exponentes se codean
con el establishment argentino. Así, la fiesta menemista unía en una especie de ficción igualitaria a políticos, artistas
del espectáculo y bailanteros, mientras que la realidad social mostraba que las jerarquías se mantenían intactas
(Pujol, 1999)21. En el cambio de siglo surge la cumbia villera22. Este subgénero planteaba una serie de rupturas
con la forma que la cumbia había asumido en el pasado. Por un lado, incorporó nuevos ritmos musicales
como el rap y el hip-hop. Por otro lado, las letras del sub-género villero introducían nuevos temas como el relato
de delitos menores, consumo y tráfico de estupefacientes y relaciones conflictivas con la policía (Silba, 2011).
En este sentido, el contenido de las letras también incluía la referencia sexual explícita con un fuerte
componente sexista. Semán y Vila (2011) analizaron las tensiones de género, de fuerte contenido sexual, en la
cumbia villera. Según su estudio, existen elementos que dan cuenta del temor de los varones en relación con la
transformación del papel de la mujer en los sectores populares. Con esa expresión refieren a la aparición de
personajes femeninos que adoptan definiciones de su rol que no encajan ni en las expectativas masculinas
‘tradicionales’ ni en las formas típicas de liberación femenina. Silba señala que en paralelo con el cambio en la
tematización de las letras, los nombres de las bandas que surgían aludían a escenarios de la delincuencia y el
tráfico y/o consumo de drogas23. Luego del auge de la cumbia villera y frente a la necesidad de captar nuevos
públicos, Silba señala que, durante la última década el campo musical de la cumbia experimentó nuevas
transformaciones. Principalmente se trató de un regreso a las fuentes con el surgimiento de una nueva oleada
de cantantes románticos que mantenían sus looks villeros.  
 
Finalmente, en cuanto a la religiosidad de las clases populares un dato significativo de los últimos 30
años ha sido la expansión del pentecostalismo, que marca una novedad con respecto a la tradicional
hegemonía del catolicismo. Pablo Semán (2006) señala que el crecimiento de los grupos evangélicos entre los
sectores populares, se debe en gran medida a su capacidad para movilizar y combinar supuestos culturales
preexistentes de grupos sociales afectados por diversas formas de pobreza. El autor incorpora al análisis el
nivel de las representaciones y experiencias religiosas que articulan solidaridades y prácticas que recorren las
más diversas situaciones de precariedad. Los pastores y las iglesias pentecostales logran recoger y encarnar
varios ejes de tradiciones religiosas, por ejemplo, al entrecruzar elementos del catolicismo con las prácticas de
                                                            
20 En la idea de aguante están relacionadas el cuerpo, la violencia y la masculinidad. Hay diversos estudios que
han trabajado sobre esta noción algunos de los más actuales pueden consultarse en Alabarces y Rodríguez
comps. (2008).
21 Entre los clásicos bailanteros se encuentran Ricky Maravilla, Pocho “La Pantera”, Alcides, Miguel, Daniel

Lezica, Lía Crucet, Gladys “La Bomba Tucumana”, entre otros.


22 Silba (2011) destaca que un dato significativo del fenómeno de la cumbia villera es que la mayoría de sus

ejecutantes así como parte del público tenían en común que eran varones jóvenes, pertenecían a los sectores
populares urbanos y habitaban barrios populares o villas miserias.
23 Algunos de los nombres de esos grupos son Pibes Chorros, Flor de Piedra, Yerba Brava, Damas Gratis,

Meta Guacha, Eh! Guachín, Flashito Tumbero, SupermerK2, La Base Musical y La Repandilla.
210 
 
 
los curanderos. Los elementos provenientes de un universo religioso previo que no encontraban formas de
institucionalización y legitimación adecuadas sí lo hacen en el marco del pentecostalismo. Así, la expansión de
éste se produce gracias a su capacidad para ofrecer una opción religiosa que da continuidad a los supuestos
culturales de las clases populares en canales institucionales legítimos.

Los fenómenos antes señalados describen así un nuevo escenario en el cual las identidades se
multiplican y se manifiestan de manera cambiante, centradas en la subjetividad de individuos.

Las clases medias

Tendencias de la movilidad social

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, las ciencias sociales latinoamericanas encontraron en el
desarrollo de las clases medias uno de los signos más claros de la excepcionalidad argentina en el contexto
regional. En efecto, en ese período, al calor de la industrialización, del crecimiento y la complejización del
aparato estatal y de las políticas activas del Estado en la provisión de servicios básicos –esencialmente
educación y salud- una parte importante de las clases populares argentinas experimentó un proceso de
movilidad social ascendente cuyo corolario fue la consolidación de una clase media relativamente robusta en
relación con la de otros países de la región (Germani, 1963).

Pese a la fuerte heterogeneidad que históricamente signó a estos grupos, la tendencia a la movilidad
social ascendente –o la confianza depositada en ella- operó como un poderoso elemento aglutinador de las
clases medias, al tiempo que definía el horizonte de expectativas de quienes se situaban por debajo de ellas en
la estructura social.

En este escenario, las transformaciones registradas en la estructura económica y las modalidades de


intervención del Estado desde mediados de los años setentas, con la llegada al poder del gobierno militar
(1976-1983), marcaron un viraje importante. La bibliografía que analiza las transformaciones operadas en la
estructura social argentina en este período coincide en señalar que hacia el fin de la dictadura, dos rasgos
resultan característicos: por un lado, la consolidación de un proceso de polarización social, visible en un
empeoramiento de la distribución de los ingresos; por otro, el aumento y la creciente heterogeneidad de la
pobreza en la Argentina (Murmis y Feldman, 1993). Inciden en esto dos fenómenos: la caída generalizada de
los salarios reales en diferentes grupos de ocupaciones y el aumento de la dispersión salarial entre categorías de
trabajadores. Se hace visible entonces una “nueva pobreza”, la de aquellos sectores recientemente
empobrecidos, dotados de recursos en términos de saberes, habilidades, disposiciones y de relaciones sociales
notablemente más ricos que los de los grupos tradicionalmente considerados pobres.

La pauperización de las clases medias que se observa entre la década de 1980 y comienzos de la de
1990 puede explicarse por distintos procesos y situaciones que afectan las trayectorias familiares y personales.
Pero más allá de la heterogeneidad de trayectorias, algunas características comunes sobresalen en la
experiencia del empobrecimiento de los sectores medios en este período. En primer lugar, las respuestas
defensivas de estos grupos frente a la pauperización tienen un carácter familiar, que raras veces se vuelve
colectivo. En segundo lugar, se trata de una forma de la pobreza que se busca ocultar de la mirada de los otros
y se mantiene dentro del ámbito de las relaciones más cercanas. En tercer término, esta relativa invisibilidad de
la situación de los nuevos pobres se ve reforzada por el hecho de que la nueva pobreza está ausente de la
agenda pública. De esta manera, los nuevos pobres se encuentran en una situación de desprotección social,
que se ve reforzada por el hecho de que su empobrecimiento significa no sólo el deterioro de sus condiciones
de vida sino también, en términos más generales, el derrumbe de la promesa de igualdad de oportunidades en
que la clase media argentina había creído desde mediados del siglo XX (Minujin y Kessler, 1995; Kessler,
2000).

Desde el punto de vista del impacto de este proceso en la configuración de la estructura social, uno de
los elementos más importantes es que, como señalan varios trabajos, los nuevos pobres conforman un
“estrato híbrido”. Si bien se asemejan a la población pobre en cuanto a su nivel de ingresos, su inserción en el
211 
 
 
mercado de trabajo y su acceso a la protección social, comparten con los sectores medios otros rasgos, como
el nivel educativo y la composición de la familia (Minujin y Kessler, 1995). Esto determina la definición de
estrategias particulares frente a la situación de pobreza, en las cuales el capital cultural y social de que disponen
las familias cumplen un rol central. Ahora bien, como ha demostrado Kessler (2000), la experiencia de la
pauperización supone también la incertidumbre sobre la capacidad para valorizar los recursos acumulados en
el pasado. Dicho en otros términos, el capital cultural y social producto de una determinada trayectoria
familiar, educativa y laboral en cuyo horizonte no se encontraba la pobreza, no necesariamente es válido en el
contexto definido por el empobrecimiento.

Ahora bien, a medida que la caída de la clase media se consolidaba como una tendencia persistente, las
características de las experiencias de empobrecimiento fueron mutando. Así, mientras que las investigaciones
que habían dado cuenta del fenómeno a comienzos de la década de 1990 subrayaban que se trataba de un tipo
de pauperización vivido “puertas adentro”, quienes estudiaron el fenómeno hacia el final de la década
encontraron algunas transformaciones dignas de ser señaladas. En primer término, a lo largo de los años
noventas se observó una creciente difusión de la categoría de “nuevos pobres” y de los relatos sobre la
pauperización de la clase media, que paulatinamente fueron dejando el campo académico para permear los
discursos cotidianos e instalarse en la discusión pública. En segundo lugar, esta mayor visibilidad del
fenómeno también se registró en otros niveles. La experiencia de los clubes de trueque, círculos de
intercambio de bienes y servicios que funcionan sin la mediación del dinero (primero bajo la forma del
trueque en sentido estricto, y luego con la utilización de una moneda local), es un buen ejemplo de ello24.

Así, cuando el cimbronazo de la crisis de 2001 volvió a empujar hacia abajo a las fracciones más
vulnerables de las clases medias, el impacto de la caída estuvo acompañado por una mayor conciencia de sus
consecuencias. A diferencia de lo que sucedía dos décadas atrás, la movilidad social descendente ya no era un
fenómeno sin precedentes en la Argentina; al contrario, era una experiencia que había dejado huellas
profundas en muchos hogares. Esas marcas eran, en varios sentidos, un aprendizaje. Por un lado, hacían
posible la formulación de nuevos modos –individuales y también colectivos- de enfrentar la pobreza; por otro,
revelaban el carácter inestable de trayectorias vitales que, décadas atrás, habían sido pensadas como un
movimiento lineal hacia el progreso.

Las tendencias observadas tras la recuperación económica iniciada en 2003 justifican que se preste
particular atención a la inestabilidad como tendencia. Estudios recientes señalan que en la última década se
observan elevados niveles de movilidad social, con predominio de los movimientos ascendentes sobre los
descendentes (Dalle, 2009; 2011). Pero al mismo tiempo, esos trabajos indican que en ambos tipos de
movimientos es la movilidad de corto alcance la que prima, confirmando así la desaparición del que había sido
un rasgo distintivo de la estructura social argentina en el pasado (la movilidad social intergeneracional de larga
distancia, aquella que describía las trayectorias de los hijos de la clase obrera que llegaban a ocupar posiciones
de clase media) (Dalle, 2011).

La movilidad social ascendente de corta distancia refiere a movimientos entre segmentos de clase
adyacentes, cuyos efectos en términos del mejoramiento de las condiciones de vida deben ser examinados con
cautela. Por un lado, porque la evolución general de los puestos de trabajo, sus retribuciones y su prestigio
social puede hacer que se trate de una movilidad espuria, en la que el pasaje a ocupaciones de mayor
calificación no supone necesariamente un mejoramiento del bienestar (Kessler y Espinoza, 2007; Palomino y

                                                            
24 Creados a mediados de la década de 1990 y postulados como la base de una economía alternativa, los clubes

de trueque fueron poblados inicialmente por sectores medios empobrecidos que encontraban en ellos una
manera de acceder a ciertos consumos de los que habían debido prescindir. Pero fundamentalmente, la
participación en estos clubes significó la oportunidad de encontrarse con otras personas que atravesaban
procesos de empobrecimiento similares, así como también con aquellos que, provenientes de los sectores
populares, experimentaban un deterioro creciente de sus condiciones de vida. Así, poco a poco, la pobreza
“puertas adentro” traspuso el umbral del espacio privado y comenzó a mostrarse públicamente (González
Bombal, 2001, Leoni, 2003; Luzzi, 2005).
212 
 
 
Dalle, 2012). Por otro, porque el corto recorrido de esos movimientos podría volverlos también más
fácilmente reversibles.

En este sentido, los cambios registrados en la última década permiten confirmar que, como señala
Gabriel Kessler (2011) lo que en su momento pudo ser observado como trayectorias descendentes, en el largo
plazo se configura más bien como trayectorias inestables, marcadas por fases de caída y recuperación, cuyas
consecuencias en la configuración de las desigualdades sociales aún deben ser exploradas.

La segregación socioespacial como expresión de las transformaciones de las clases medias

La atención puesta sobre las trayectorias inestables no debería llevarnos a olvidar a las fracciones de
las clases medias que, tanto en la década de 1990 como, más recientemente, en los últimos años,
protagonizaron trayectorias de ascenso social. Sobre todo en los años noventas, esta fragmentación dentro de
las clases medias tuvo su correlato en los modelos de socialización y en la difusión de nuevos estilos
residenciales, como las urbanizaciones cerradas.

La difusión de countries y barrios privados comienza a fines de la década de 1970, pero el boom se produjo
durante la década de 1990, decae en 2001 y luego, con el crecimiento económico del país a partir de 2003,
recibe un nuevo impulso. Este proceso comenzó relativamente tarde en comparación con otras ciudades de la
región, pero en poco tiempo tuvo un crecimiento importante. Según Fernández et al. (2010), en la actualidad
existen 540 urbanizaciones cerradas en las que residen 50.000 familias. En total comprenden una superficie de
aproximadamente 500 km2 que es equivalente al doble de la superficie de la Ciudad de Buenos Aires.

Durante gran parte del siglo XX, las clases medias, si bien heterogéneas desde su inserción ocupacional,
constituyeron un colectivo con una relativa homogeneidad cultural. Esta homogeneidad tiende a quebrarse a
mediados de la década de 1990, por un lado, como resultado de los procesos de movilidad social descendente
ya mencionados; y, por otro, por la existencia de trayectorias inversas experimentadas por otras franjas -más
reducidas- de las clases medias. Como ha señalado Svampa, (2001), estas nuevas formas residenciales ponen
en evidencia la desarticulación de formas de sociabilidad y modelos de socialización en los que se basó una
cultura relativamente más igualitaria que había caracterizado a la Argentina en el pasado.

Así, los countries y barrios cerrados pusieron al descubierto la consolidación de una estructura de
relaciones más rígida y jerárquica, ya que estos tipos urbanos asumen una configuración que afirma la
fragmentación social, acentuada por la lógica de la espacialización de las relaciones sociales. Los protagonistas
de esta nueva forma de habitar son justamente las clases medias, caracterizadas históricamente por su
“vocación” integradora. A su vez, el desarrollo de estos emprendimientos inmobiliarios se vio acompañado
por la instalación de instituciones educativas, únicamente privadas, destinadas a residentes de urbanizaciones
privadas, que reforzaron la segmentación ya existente. Entre las características principales de las nuevas
formas de sociabilidad generadas en estas urbanizaciones, se destaca la creciente homogeneidad de los círculos
sociales, propia de las clases altas, que constituyó una novedad en el caso de las clases medias en ascenso. Tal
como han mostrado distintas investigaciones, en estos espacios se produce una integración social “hacia
arriba” en el marco de la red socioespacial compuesta por urbanizaciones cerradas, centros comerciales y
colegios privados (del Cueto, 2007). Así, quienes eligen este nuevo estilo de vida circulan por espacios en
donde rige la homogeneidad social y en donde las relaciones se establecen con los que se consideran
semejantes. Esto se expresa en los diferentes ámbitos por los que circulan los protagonistas de la segregación
espacial. La urbanización es uno de estos espacios, allí pueden participar de las distintas comisiones en donde
se organiza la vida interna, pueden practicar algún deporte o desenvolverse en la vida social en las distintas
actividades recreativas que se promueven. Los circuitos comerciales, shoppings y multicines ubicados en las
grandes vías de circulación cercanas a las urbanizaciones cerradas son otros de estos ámbitos. Por último, los
colegios privados radicados en las zonas de countries, que forman parte de una oferta educativa novedosa,
constituyen también un espacio de integración de las familias, ya que la vida escolar de los hijos implica una
serie de actividades y eventos en los que participan los padres. En suma, estos espacios tienden a configurar
nuevos grupos de pertenencia en donde -a diferencia de lo que sucedía con las clases medias en el pasado,

213 
 
 
cuando el cruce social era posible- lo que rige es la vinculación con los semejantes dando por resultado un
modelo de socialización homogéneo.

Las clases altas

En nuestro país, el extenso desarrollo de las investigaciones de las ciencias sociales acerca de las clases
populares y medias contrasta con la persistente escasez de trabajos sobre la composición y características de
los sectores altos o dominantes. Así, muy poco es lo que sabemos, por ejemplo, acerca de los estilos de vida,
los consumos culturales, la religiosidad o las prácticas políticas de estos grupos sociales. A lo largo de las tres
últimas décadas, la mayor parte de las investigaciones sobre las clases altas se han concentrado en el análisis de
los comportamientos de los grupos empresarios o de la relación entre éstos y el poder político, dejando de
lado toda preocupación por un examen de las clases altas que excediera el mundo de las empresas y de las
organizaciones que representan a los diferentes sectores económicos (como la Sociedad Rural Argentina, la
Unión Industrial Argentina o las asociaciones de bancos, entre otras). Más recientemente, algunos trabajos han
comenzado a llenar esta ausencia, sobre todo en lo que se refiere al estudio de las trayectorias educativas de las
élites (Ziegler y Gessaghi, 2012), de ciertas categorías ocupacionales –como los managers (Luci, 2011)- o de la
caracterización sociodemográfica de los sectores de más altos ingresos (Benza y Heredia, 2012). Sin embargo,
el estudio de estas fracciones de la estructura social continúa siendo una asignatura en buena medida pendiente
para las ciencias sociales locales (Benza y Heredia, 2012; Heredia, 2011).

Una de las constataciones que recorre toda la literatura reciente sobre las clases altas en la Argentina es
el progresivo aumento de la concentración de la riqueza observado a lo largo de los últimos treinta años. Esto
se observa tanto en el nivel de la distribución del ingreso, que entre 1980 y 2001 mostró una fuerte tendencia
regresiva (Altimir, Beccaria y González Rozada, 2002; Benza y Heredia, 2012), como en el de la concentración
de la propiedad del capital, tal como lo muestran los datos disponibles para todos los sectores de la economía
(Basualdo y Arceo, 2006).

De acuerdo con las conclusiones de varios trabajos, durante el primer gobierno de la era
democrática se observan continuidades importantes con la política económica de la dictadura, las
cuales contribuyen a un aumento de la concentración del capital en manos de grupos económicos
nacionales y de algunas empresas transnacionales que se benefician de transferencias de recursos
públicos por parte del Estado. Pese a las importantes rupturas existentes en otros aspectos respecto
del período dictatorial, el gobierno radical continuó en la segunda mitad de los años 1980 con
diferentes políticas que, desde mediados de los años 1970, venían contribuyendo a la consolidación
de la fracción más concentrada del empresariado local. Los mecanismos básicos a través de los cuales
el Estado transfirió recursos públicos a la cúpula empresaria privada fueron los programas de
capitalización de deuda externa, los subsidios a la inserción en el mercado externo, el establecimiento
de precios preferenciales para las empresas proveedoras o prestadoras de servicios al Estado y los
subsidios propios de las políticas de promoción industrial (Castellani, 2006).

Este proceso de concentración continuó profundizándose a lo largo de la década siguiente. Durante el


gobierno de Menem, las privatizaciones de las empresas de servicios públicos contribuyeron a la
reconfiguración del sector empresario, haciendo desaparecer a las empresas estatales y creando las condiciones
para la generación de beneficios extraordinarios para las empresas adjudicatarias, que operarían en condiciones
casi monopólicas.

Al mismo tiempo, las políticas de desregulación económica aplicadas en el período acentuaron la


desindustrialización que se venía observando desde la dictadura militar. Algunas ramas de la industria, como la
producción textil, de juguetes y de bienes de capital, fueron especialmente afectadas por la política de apertura
económica implementada desde comienzos de los noventas. En total, el proceso tuvo como saldo mayores
niveles de concentración en el sector y la disminución del peso de las pequeñas y medianas empresas en el
conjunto de la producción industrial (Aronskind, 2001).

214 
 
 
En este contexto, y en continuidad con el proceso que había comenzado a gestarse a mediados de la
década de 1970, fue el sector servicios el más favorecido por estas transformaciones. Dentro de él, el sector
financiero constituye una de las expresiones más claras de la tendencia hacia la concentración, redoblada por el
peso creciente que en él fue adquiriendo el capital extranjero a lo largo de la década de 1990 (Aronskind,
2001).

Tal como sucedió con los sectores secundario y terciario, también el sector primario estuvo atravesado
por importantes mutaciones durante los años noventas, tendencia que se hizo aún más visible luego de la crisis
de 2001. En efecto, desde mediados de la década pasada se advierte el desarrollo de lo que muchos autores
han llamado “nuevas tramas productivas” en el agro, que modificaron profundamente el modelo tradicional
de organización de la producción en el sector (Gras y Hernández, 2009; Bidaseca y Gras, 2010). El nuevo
modelo se caracteriza por la articulación entre innovación tecnológica y producción agrícola, la cual define la
utilización de nuevos cultivos (semillas transgénicas) y nuevas modalidades de siembra (la siembra directa), al
tiempo que permite la expansión de los cultivos a regiones anteriormente consideradas marginales para este
tipo de producción (como Santiago del Estero o Salta). El caso más emblemático de estas innovaciones,
gracias a las cuales el sector agroalimentario recibe un fuerte impulso en el período, es el de la producción
sojera.

En cuanto a las consecuencias de esta concentración de la riqueza en la redefinición de las pautas de


consumo y los estilos de vida de las clases altas, se observa cómo se amplía todavía más la brecha que separa a
estos grupos del resto de la sociedad, no sólo en términos de ingresos sino también de consumos y estilos de
vida.

Tradicionalmente, el comportamiento de las clases altas argentinas se caracterizó por la


constitución de círculos homogéneos, la búsqueda de una sociabilidad exclusiva y excluyente. Ya
desde comienzos del siglo XX los viajes al exterior constituyeron un elemento de distinción para las
clases altas, en los cuales se afirmaba su cosmopolitismo, el contacto con la “alta cultura” y su
participación en redes de sociabilidad con los miembros de las elites europeas. Estos rasgos
contribuyeron a construir un estilo de vida de las clases altas que estuvo vigente durante gran parte
del siglo XX, operando a la vez como el horizonte de prácticas culturales y de consumos al cual
aspiraban las clases medias. Este comportamiento fue particularmente evidente durante la década de
1990, cuando la estabilidad económica hizo posible el acceso de una parte de las clases medias a
prácticas y consumos anteriormente reservados a los sectores socioeconómicos altos. Esta tendencia,
observada durante la vigencia del plan de convertibilidad, se revirtió en buena medida durante la
crisis de 2001 y en el período inmediatamente posterior, cuando la distancia en términos de ingresos
entre ambos sectores volvió a ampliarse. Esto se expresa entre otros fenómenos en los viajes al
exterior, que por efecto de la devaluación dejaron de ser accesibles para una parte importante de
quienes antes viajaban y por un tiempo volvieron a ser patrimonio exclusivo de los sectores de más
altos ingresos. Así puede observarse en los datos de la Encuesta de turismo internacional realizada
por la Secretaría de Turismo de la Nación, que registra que mientras que en 2001 fueron 850.000 las
personas que viajaron al exterior por vacaciones, en 2004 esta cantidad había disminuido a la mitad y
en 2006 llegaba a 480.000 personas. Al tiempo que la economía se recuperaba, el comportamiento de
las franjas de alto nivel adquisitivo se fue consolidando. En 2004, fuentes periodísticas indicaban que
la contratación de paquetes turísticos de alto nivel (Europa, Caribe, centros de ski) había crecido un
50% respecto del año anterior. El viaje al exterior como signo de status volvía entonces a tener la
importancia que había tenido en el pasado. Datos más recientes muestran algunos cambios respecto
de este tipo de consumos. Mientras en 2004 viajaron desde Ezeiza 180.000 personas a Estados
Unidos y Canadá, de los cuales 60 mil declararon como motivo “vacaciones”, en 2012 viajaron 440
mil, de los cuales 315 mil lo hicieron por vacaciones. Al mismo tiempo, también aumentó la venta de
automóviles de lujo. Para citar un ejemplo de una marca de alta gama como Audi: mientras en 2003
se vendieron 463, en 2011 se vendieron 5253 (Bustos, 2013).

215 
 
 

La recuperación de la actividad económica posterior a la crisis fue, como vimos, promisoria, pero no
por ello benefició a toda la población por igual. Según señalan diversos estudios, el repunte del consumo que
se inicia a finales de 2003 y se consolida en los años subsiguientes, estuvo impulsado por los sectores de más
altos ingresos. Así, mientras en febrero de 2005 las compras en supermercados eran todavía inferiores a las
registradas en diciembre de 2001, las ventas en los shoppings habían aumentado un 30% en relación con el
mismo año. Del mismo modo, el impulso que recibieron las actividades agropecuarias después de la crisis de
2001, como resultado de la confluencia de la devaluación del peso y del alza de los precios internacionales de
ciertos productos, supuso importantes márgenes de ganancia para los productores y los propietarios de las
tierras involucradas, prosperidad que en parte se volvió visible en las áreas rurales pero sobre todo fuera de
ellas (Manildo, 2012). Así, numerosas transformaciones se observan en el paisaje de algunas ciudades
intermedias de la región pampeana, donde se desarrollan emprendimientos inmobiliarios y se registran niveles
y modalidades de consumo que resultaban impensables años atrás. En cuanto a las grandes ciudades, Gorelik
(2006) observa en Buenos Aires, luego de la crisis de 2001, un espectacular proceso de valorización
inmobiliaria liderado por la emergencia de las “torres-country”. Este tipo residencial forma parte -junto con los
countries y barrios cerrados- de la lógica de consolidación de “bolsones de riqueza” propia de los años
noventas, que no están integrados a la trama urbana. Ambos tipos residenciales constituyen un ejemplo más
de la profundización de la fragmentación que se produce en la ciudad25.

Conclusiones

La fragmentación social, en el sentido de un aumento de las distancias entre los grupos sociales -y entre
distintas fracciones dentro de los mismos- y el progresivo deterioro de las condiciones de vida de grandes
capas de la población ha sido la clave dominante en buena parte de los estudios que analizaron los cambios
acaecidos en la estructura social argentina a lo largo de los veinte años que siguieron al fin de la dictadura
militar.

Más recientemente, algunos trabajos han comenzado a revisar esas hipótesis, si no para refutarlas, al
menos para complejizar la mirada sobre procesos que, examinados a la luz de distintas temporalidades,
presentan más matices de los que aquellas visiones permitían advertir (Benza y Calvi, 2005; Benza y Heredia,
2012; Dalle, 2011; Kessler, 2011; Semán y Vila, 2011).

La perspectiva que inauguran estas investigaciones resulta particularmente fecunda en este momento en
que, tras una década signada por la recuperación económica y la reformulación de una parte importante de las
políticas que habían imperado en la década de 1990 -cuyo origen se remonta a mediados de la década de 1970-
, se vuelve imperioso preguntarse acerca de cuáles son las categorías más pertinentes para pensar los cambios
más recientes de la estructura social.

En esta línea, uno de los interrogantes que se destaca es hasta qué punto los cambios operados en la
última década han sido capaces de revertir aquellos efectos de fragmentación social y profundización de las
desigualdades que las ciencias sociales tan bien subrayaron a finales de la década de 1990. En efecto, así como
en diferentes áreas es posible advertir un notable mejoramiento de ciertos indicadores claves, en otras el
progreso es menor o directamente no existen indicios de verdaderos cambios en las tendencias que se habían
forjado en un contexto de ajuste estructural.

Respecto de esto último, parece posible pensar que mientras algunas de las transformaciones operadas
como consecuencia de las reformas neoliberales resultan relativamente reversibles –aunque no lo sean todos
sus efectos- otras mutaciones han impactado de un modo más durable en la forma en que se configuran las
relaciones sociales, dando lugar a fenómenos más persistentes. De modo que no se trata únicamente de
procesos que, a través de políticas públicas, puedan revertirse, sino que a través del tiempo, los distintos
                                                            
25 A estas transformaciones urbanas pueden sumarse las viejas fábricas refuncionalizadas en complejos

habitacionales de lujo. Para el análisis de un caso particular en el barrio de Saavedra ver del Cueto y
Neuburguer (2011).
216 
 
 
grupos sociales modificaron sus lógicas, sus intereses y su conformación. Esto vuelve más complejas las
posibilidades de revertir procesos que fueron consecuencias de años de ajuste. Por ejemplo, los procesos de
segregación socioespacial de los sectores altos y medios altos, que son relativamente recientes en nuestro país
pero más antiguos en otros países de la región, constituyen una marca de los años noventas que difícilmente
puedan revertirse completamente. “Los countries llegaron para quedarse” afirmaba Maristella Svampa en
pleno proceso de expansión de urbanizaciones privadas. Del mismo modo, la lógica de movilización signada
por la territorialización de los sectores populares es otro proceso significativo del período cuya complejidad
difícilmente pueda revertirse con políticas públicas que apunten aisladamente a una única dimensión de la vida
social.

En cuanto a los cambios observados a lo largo de la última década, sobresale sin dudas el mejoramiento
del empleo, tanto en lo que se refiere a la disminución del desempleo como al avance de la asalarización y la
recuperación de los salarios, aunque subsistan problemas importantes en este campo, sobre todo en lo
referido a la dificultad para reducir el empleo en negro, que disminuyó de manera sostenida en los últimos
años, y para acortar la brecha entre las remuneraciones de hombres y mujeres (Alvarez, Fernández y Pereyra,
2012; Etchemendy, 2013, Cortés, 2012; Palomino y Dalle, 2012). Estas transformaciones no han sido ajenas a
un proceso de progresiva re-regulación de las relaciones laborales, en el que se destaca la derogación de
algunos de los mecanismos de flexibilización laboral sancionados en los años noventas, la extensión de las
negociaciones colectivas de trabajo -que entre 2003 y 2007 crecieron casi un 70% respecto de los convenios
establecidos entre 1991 y 2001 (Senén González et al., 2010)- y una mayor regulación de los sectores más
vulnerables del mercado de trabajo –como las trabajadoras domésticas y los trabajadores rurales. Tal como
señalan distintas investigaciones, si bien estas políticas han producido una recuperación importante respecto
de la situación del empleo en la crisis de 2001 y aún respecto de la década de 1990, resulta difícil concluir una
completa reversión de los efectos producidos en este campo por las políticas implementadas desde la
dictadura militar (Alvarez, Fernández y Pereyra, 2012; Marticorena, 2011). Sin embargo, justo es advertir que
los cambios observados en la última década, en los que se combina una creciente vitalización de la actividad
sindical con una mayor intervención en las relaciones laborales por parte del Estado, plantean condiciones
más favorables para la capacidad de negociación de los trabajadores y, en términos más generales, para un
impulso en el mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores populares (Marticorena, 2011; Feldman,
2013).

Ahora bien, más allá de las continuidades y las rupturas señaladas, otro de los interrogantes que se
plantea en el presente refiere a cuáles son las novedades que, en la última década, la reconfiguración de las
relaciones económicas y las orientaciones de la política pública introdujeron en la estructura social de la
Argentina. Entre los múltiples registros que abarca esta pregunta, dos cuestiones merecen ser destacadas. Por
un lado, cuáles son los efectos de la relevancia creciente que adquiere el consumo, en un contexto de
reactivación económica basada en el impulso del mercado interno. A lo largo de la última década, y como
consecuencia tanto de procesos locales como de transformaciones observadas a nivel mundial, se ha
observado un importante aumento del consumo, aún por parte de los sectores más vulnerables. Esta
tendencia encierra múltiples paradojas: entre ellas, que mientras por un lado es indicativa del acceso a formas
de bienestar antes ausentes, por otro expresa nuevas vías de producción y reproducción de las desigualdades –
por ejemplo, por medio de los procesos de sobreendeudamiento a los que suele estar asociado el consumo de
las familias más pobres (Kessler y Merklen, 2013). Cuánto y cómo impactan entonces estos cambios en la
estructura social constituye un importante terreno de exploración hacia el futuro. Por otro lado, cabe
preguntarse también por las consecuencias que las importantes transformaciones registradas en el agro –uno
de los pilares de la recuperación económica posterior a la crisis de 2001- han tenido sobre el territorio y las
población rural del país. ¿Cómo afectaron a las diferentes regiones del país y a los equilibrios existentes entre
ellas? ¿De qué manera influyeron en la estratificación social de las regiones productoras de soja? ¿Cuánto y de
qué manera incidieron en los procesos de movilidad social observados dentro y fuera de esas zonas? Estas
preguntas, que se ubican hoy en el centro de interés de un gran número de investigaciones, constituyen sin
duda un eje fundamental para pensar las nuevas tendencias que atravesaron a la estructura social argentina en
la última década.

217 
 
 
En esta misma línea, es posible interrogarse por las consecuencias de transformaciones en el plano
jurídico, como por ejemplo el matrimonio igualitario o la ley de identidad de género, en las cuales el Estado
reconoce por primera vez los derechos de grupos de diversidad sexual. Cuáles podrían ser las consecuencias
de la conquista de estos derechos en las relaciones de desigualdad es otro de los desafíos que se presenta para
análisis futuros.

A lo largo de estas páginas nos propusimos poner en perspectiva los procesos más importantes que
contribuyeron a definir la forma y las dinámicas de la estructura social de nuestro país durante de los últimos
treinta años. Para ello, identificamos los momentos que marcaron puntos de inflexión, lo cual nos permitió
dar cuenta de las continuidades y las rupturas que cada uno de ellos abría respecto del pasado. Pero también
nos interesó señalar los interrogantes que los cambios operados en la última década plantean hacia el futuro, y
los desafíos que ellos suponen para comprender el modo en que se configuran hoy las desigualdades sociales
en la Argentina.

218 
 
P O I É S I S – REVISTA DO PROGRAMA DE PÓS-GRADUAÇÃO EM EDUCAÇÃO – MESTRADO – UNIVERSIDADE DO SUL DE SANTA CATARINA

Unisul, Tubarão, v. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun./Dez., 2013. By Zumblick

BENEFICIÁRIAS ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO: CARACTERÍSTICAS E LIMITAÇÕES DE SUA


PARTICIPAÇÃO NO MERCADO DE TRABALHO1
Patricia Davolos2

RESUMO
Este trabalho analisa mudanças e continuidades em condicionantes e padrões de comportamento de um
conjunto de mães beneficiárias da Asignación Universal por Hijo, após começar a receber esta política de
transferência condicionada de renda. O estudo situa-se no município de La Matanza e combina duas
estratégias de análise: um diagnóstico da estrutura e dinâmica sócio territorial, e um estudo qualitativo a
partir de uma amostra intencional formada por 66 entrevistas semiestruturadas em lares beneficiários
da AUH em quatro bairros carentes do município. Esta articulação analítica permitiu conectar uma
narrativa dos comportamentos individuais como expressão das opções e encruzilhadas típicas nas quais
se encontram inseridas as mães beneficiárias. O trabalho discute o efeito desta política na participação
econômica das mulheres e em quais dimensões esta transferência contribui para ampliar o horizonte de
opções e na tomada de decisões.

Palavras-chave: Asignación Universal por Hijo; Política de Proteção Social; Mercado Laboral; Mães
beneficiárias.

BENEFICIARY MOTHERS OF THE ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO: CHARACTERISTICS AND


CONSTRAINTS OF THEIR PARTICIPATION IN THE LABOR MARKET

ABSTRACT
This paper analyzes changes and continuities in the determinants and in behavior patterns of a group of
beneficiary mothers of the Asignación Universal por Hijo, after starting to apperceive this conditional
cash transfer policy. The research is located in the municipality of La Matanza and combines two
methodological strategies: an assessment of the socio-territorial structure, and a qualitative study based
on a purposive sample consisting of 66 semi-structured interviews of the AUH beneficiary households in
four township slums. This methodology linked individual behavior as an expression of typical options and
crossroads where percipient mothers are embedded. The paper discusses the effect of this policy on the
economic participation of women and over what dimensions this transfer helps to expand the horizon of
choices.

Keywords: Asignación Universal por Hijo; Social Protection Policy; Labor Market; Beneficiary Mothers.

LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO: CARACTERÍSTICAS Y


CONDICIONANTES DE SU PARTICIPACIÓN EN EL MERCADO LABORAL
RESUMEN

1
Una versión preliminar del trabajo fue presentada en el 13 Congreso de Aset, realizado en Agosto de 2013 en la
ciudad de Buenos Aires.
2
Socióloga, Universidad de Buenos Aires; Magister en Ciencias Políticas IDAES Universidad de San Martín;
Doctoranda en Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires.

Esta obra está licenciada sob uma Licença Creative Commons.


LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

Este trabajo analiza cambios y continuidades en los condicionantes y patrones de comportamiento de un


conjunto de madres perceptoras de la Asignación Universal por Hijo, luego de comenzar a percibir está
política de transferencia condicionada de ingresos. El estudio se sitúa en el municipio de La Matanza y
combina dos estrategias de análisis: un diagnóstico de la estructura y dinámica socioterritorial, y un
estudio cualitativo a partir de una muestra intencional conformada por 66 entrevistas semi
estructuradas a hogares beneficiarios de la AUH en cuatro barrios carenciados del municipio. Esta
articulación analítica permitió conectar una narrativa de los comportamientos individuales como
expresión de las opciones y encrucijadas típicas en las que se encuentran insertas las madres
perceptoras. El trabajo discute el efecto de esta política en la participación económica de las mujeres y
en que dimensiones esta transferencia contribuye a ampliar el horizonte de opciones y de toma de
decisiones.

Palabras Claves: Asignación Universal por Hijo; Política de Protección Social; Mercado Laboral; Madres
Perceptoras.

Presentación

Este trabajo analiza las formas de vinculación de las madres perceptoras de la


Asignación Universal por Hijo (AUH) con el mercado de trabajo, donde el peso que tienen en el
conjunto las mujeres jóvenes de bajo nivel educativo resulta altamente significativo. El estudio
profundiza en los determinantes de esta vinculación, deteniéndose en observar si se registran
cambios a partir de la implementación de la mencionada política de transferencia condicionada
de ingresos a los hogares.
A lo largo de toda América Latina encontramos diferentes Programas de
Transferencias de Ingresos Condicionadas (PTIC). La AUH nace en Argentina a finales de 2009
como parte de estos programas, si bien es posible establecer importantes diferencias en lo que
hace a sus características, alcances y criterios de elegibilidad entre otros aspectos. Esta política
se diferencia de las intervenciones focalizadas típicas de los años noventa en argentina
diseñadas en el marco de reformas en la regulación del mercado de trabajo, reducción del
empleo y reducción del gasto en la seguridad social. Pero también establece diferencias con
otros PTIC existentes en países de la región dirigidos a hogares definidos por su situación de
pobreza o extrema pobreza. La particularidad del caso, es que está definida como una política
de inclusión que consiste en la extensión del cobro de asignaciones familiares -al que accedían
sólo los trabajadores formalizados- a todos los trabajadores más allá de su condición de

257
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

registración. Universalizar el acceso a este derecho, morigera la reproducción de desigualdades


definidas a partir de la inserción en el mercado de trabajo. La AUH se implementa en una fase
de expansión de la económica y del empleo y no requiere de una contraprestación laboral para
su percepción, por lo cual resulta relevante observar si el aumento en los ingresos del hogar ha
modificado en algún sentido los incentivos laborales de las perceptoras. Ya sea favoreciendo
transiciones hacia la inactividad o a una disminución del tiempo de su participación, o
contrariamente, estimulando el levantamiento de “barreras” alentando una intensificación o
mejoramiento en las condiciones de participación.
Específicamente la AUH está dirigida a todos los menores de 18 años (incluidas las
embarazadas) cuyos padres o tutores se encuentren desocupados, se desempeñan en la
economía informal como asalariados, cuenta propias o en el servicio doméstico, y perciban
remuneraciones inferiores al Salario Mínimo Vital y Móvil. Esta transferencia –que privilegia la
titularidad femenina- se entrega a cambio del cumplimiento de compromisos relacionados con
la asistencia a la escuela de los menores, el control periódico de la salud para la primera infancia
y el cumplimiento del calendario de vacunación obligatorio. El 80 por ciento del monto total de
esta transferencia se percibe mensualmente mientras que el 20 por ciento restante se acumula
y es puesto a disposición una vez al año cuando se demuestran cumplidas las condicionalidades.
El estudio se llevó adelante en el segundo semestre de 2011 en cuatro barrios
carenciados situados en el municipio más populoso del conurbano bonaerense (La Matanza) a
partir de una muestra intencional conformada por 66 entrevistas semi-estructuradas a hogares
beneficiarios de la AUH. Las entrevistas fueron realizadas a las madres perceptoras.
La indagación se centra en poblaciones cuya estancia en la pobreza no es novedosa
y que por tanto vienen acumulando desventajas en el más largo plazo. A pesar del cambio de
dinámica que ha experimentado el país en la última década -expresada en indicadores sociales
relativos al mercado de trabajo, la cobertura educativa, la distribución del ingreso-, estos
hogares conformaron el núcleo donde el entrelazamiento y persistencia de carencias entre
generaciones estableció serias limitaciones a la capacidad de modificar sus trayectorias de vida
y por tanto su salida de la situación de pobreza.

258
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

Otra de las características que define a estos hogares -al menos segunda generación
que persiste en la pobreza y se encuentra concentrada en barrios urbanos carenciados-, es la
relación precaria de sus miembros con el mercado laboral. Es decir, que si bien la reproducción
cotidiana de estas familias no depende únicamente ni centralmente de la AUH, la misma cumple
un papel fundamental tanto por su peso en el presupuesto total de los hogares como también
por la seguridad de su percepción.

El marco de discusión

Las decisiones de las mujeres respecto al trabajo remunerado y su dedicación al


trabajo doméstico están mediadas por una serie de factores y motivaciones que en
oportunidades favorecen y otras obstaculizan su participación en la fuerza laboral.
Dentro de la literatura existen diversas interpretaciones (CORTES, 1995) que colocan
el énfasis explicativo de estos comportamientos alternativamente en: el papel de la institución
familiar, la dinámica de la acumulación y en la demanda de las firmas, y en las formas de
intervención del estado a través de las políticas de protección social y formas específicas de
regulación laboral.
Especialistas en la temática vienen planteando largamente la existencia de tensiones
cruzadas entre el ámbito productivo y reproductivo sobre todo para aquellas mujeres que
proceden de los sectores de menores ingresos y bajo nivel educativo –como las que son objeto
de esta indagación-, y cuya particularidad es su presencia fluctuante en el mercado de trabajo
(CROMPTON, 2009; MOLYNEUX, 2007; DE LA ROCHA, 2005; CERRUTTI, 2000; JELIN y FEIJOO,
1980 entre otros).
Los estratos o subculturas de clase reflejan diferente tipo de cadenas de movilidad
en el mercado laboral, que vinculan los ámbitos productivo, reproductivo y de vida cotidiana
como portadoras de una determinada socialización producto del pasaje por una gama
delimitada de instituciones como la escuela, la familia, o la vecindad (PIORE, 1973).

259
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

La implementación de la AUH renueva los debates en torno a los posibles efectos


que los programas de transferencias tendrían sobre una desincentivación de la participación
laboral o sobre la entrada en relaciones laborales formalizadas para no perder la trasferencia
(GROISMAN et al 2011; LO VUOLO y AGUIRRE, 2011; BECCARIA y MAURIZIO, 2010; GARGANTA y
GASPARINI, 2012; CALABRIA et al, 2010; RODRÍGUEZ ENRÍQUEZ, 2009).
Cecchini y Madariaga (2011) sostienen que la mayoría de los perceptores de los PTIC
a lo largo de América Latina, evidencian una baja probabilidad de inserción en el mercado de
trabajo formal, fundamentalmente porque la salida a un empleo informal sigue siendo la vía
más factible para gran parte de estos hogares. En este sentido, los patrones de comportamiento
de los hogares no resultan decisiones individuales aisladas de sus miembros sino que deben
interpretarse en el marco del número limitado y característico de puestos de trabajo que
determinados colectivos son proclives a ocupar de acuerdo a la segmentación que funciona en
el mercado laboral.
El entrelazamiento de desigualdades y carencias tanto en el ámbito productivo
como en el reproductivo establece limitaciones importantes a la libertad o capacidad de
modificar el plan o trayectoria de vida de los hogares y de los individuos que las padecen,
situación que tiende a reproducirse en la generación siguiente (de no mediar eventos
significativos). Se van estableciendo de este modo patrones generales de movilidad entre los
trabajadores de cada segmento del mercado en función de la clase social a la que pertenecen.

Las características del contexto local

A lo largo de la década del noventa y primeros años del nuevo siglo el municipio de
La Matanza -donde se sitúa el trabajo de campo- experimento un deterioro en las condiciones
de vida y trabajo de sus habitantes aún más pronunciado que lo que mostraban los inéditos
guarismos nacionales, constituyendo el marco de nacimiento de vigorosos movimientos
desocupados que signaron la conflictividad social de esa etapa.

260
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

Durante la última década, y acompañando la dinámica nacional, el municipio exhibe


un notable mejoramiento general en las condiciones sociales de su población. 3

Cuadro N 1: Pobreza4, tasa de desocupación y empleo no registrado para el total aglomerados urbanos
y Municipio de La Matanza 2004 y 2010
2004 2010
Pobreza total (personas) 40,2% 9,9%
Pobreza la Matanza (personas) 56,0 % 17,4%
Desempleo total (14 años y más) 12,0% 8,4%
Desempleo la Matanza (14 años y más) 22,5% 9,4%
Empleo no registrado total 44,0% 34,6%
Empleo no registrado la Matanza 67,0% 37,4%
Fuente: ECVLM 2010, EPH 2010

Pero el cambio positivo en las condiciones generales que experimentó el municipio


durante la última década siguió recreando en su estructura tres grandes áreas territoriales o
cordones altamente distinguibles entre sí por su composición social y uniformes en su
conformación interior.

Cuadro 2: Tasa de desempleo, asalariados sin descuento, cuenta propia sin aportes, pobreza e
indigencia según área territorial 2010 para la población de 14 años y más

Tasa de desempleo
Asalariados Cuenta propia
Pobreza (ind.) Indigencia (ind.)
sin descuentos que no aportan
Área 1 6,9 22,3 79,1 4,7 0,8
Área 2 11,1 39,0 62,6 13,4 2,4
Área 3 11,8 50,0 90,1 28,9 10,5
Fuente: ECVLM 2010

La calidad del empleo (asalariados sin descuento y cuenta propia que no aportan)
establece diferencias notorias entre áreas, y se corresponde con tasas de pobreza e indigencia
también desiguales. El peso de los trabajadores de la construcción y el servicio doméstico sin

3
Los datos cuantitativos sobre las características y dinámica del municipio están extraídos de los informes
realizados por Alberto SANCHÍS y Gabriel VIÚ basados en una encuesta anual representativa de hogares (ECVLM)
que los citados autores dirigen.
4
La pobreza esta medida con la metodología de línea de pobreza del Indec. Dadas las discusiones alrededor del
índice de precios para medir pobreza, este indicador se utiliza sólo a los fines de poder comparar su evolución en el
tiempo y con la dinámica nacional.
261
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

descuentos sociales en el área 3 se contrapone con el peso de actividades de comercio,


industria y financieras en el área 1 con niveles de registración marcadamente más elevados.
De esta forma, obtenemos como resultado que en la área 3 el 26% de los hogares
recibe AUH, en la zona 2 el 21% de los hogares y en la zona 1 es beneficiario menos del 7% de
los mismos.

Cuadro 3: Distribución de los ocupados según rama de actividad y según áreas territoriales según área
territorial 2010

AREA
RAMA DE ACTIVIDAD TOTAL 1 2 3
Total 100,0 100,0 35,2 27,5 37,4
Industria 18,9 100,0 29,2 31,1 39,7
Comercio 18,8 100,0 38,0 23,6 38,3
Construcción 11,5 100,0 20,9 26,0 53,2
Servicio Doméstico 6,8 100,0 19,6 34,4 46,0
Activ. Financieras 6,7 100,0 46,9 24,0 29,1
Otras 37,3 -- -- -- --
Fuente: ECVLM 2010.

Para fines de 2010 el 30% de los menores de 18 años del municipio percibían AUH.
Medido por hogares, aquellos que perciben al menos una AUH representan el 17,5% de los
hogares del municipio5. Respecto a la cobertura alcanzada a nivel local, la AUH estaba llegando
a un año de su implementación al 67% de los menores elegibles a nivel municipal, mientras que
a nivel nacional conseguía extenderse al 73%.6 Para ese mismo año, la encuesta de condiciones
de vida del municipio consigna que esta transferencia tuvo un efecto positivo en el corto plazo
en términos de reducción de la desigualdad. De no haberse implementado la AUH el ingreso
promedio del 20% de los hogares de mayores ingresos sería diez veces más alto que el del 20%

5
En el total nacional los hogares que reciben al menos una transferencia representan el 18,5% del total (tomado de
GROISMAN et. al., 2011).
6
Según cálculos de la Subsecretaria de Políticas de Seguridad Social (2011), este beneficio debería alcanzar a 4,8
millones de niños, niñas y adolescentes, quedando todavía alrededor de un millón trescientos mil menores no
cubiertos.
262
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

más pobre. Computando el aporte de los ingresos que produce esta transferencia la brecha
entre unos y otros se reduce a 8,5 veces.

Características de los barrios y los hogares entrevistados

El estudio se realizó en barrios con características que se corresponden con la zona


3. La población entrevistada está conformada por núcleos obreros en declive debido al proceso
de desindustrialización y crecimiento dramático del desempleo producido en décadas previas7,
y por familias trabajadoras insertas en la economía informal, el autoempleo urbano de más
larga data (procedentes mayormente del rubro de la construcción), o provenientes de
migraciones del sector rural de llegada más reciente al conurbano.
En los hogares entrevistados -teniendo presente que por definición todos poseen
menores- se encontró un promedio de personas por hogar elevado (5,5), y una presencia
promedio de menores de 18 años también elevada en términos comparativos (2,8) 8. Producto de
maternidades a temprana edad el subuniverso de mujeres madres muy jóvenes -menores de 25
años- constituye una porción significativa de las entrevistadas, siendo el promedio de edad de las
entrevistadas entre los 30 y 35 años donde la edad de la primer maternidad entre ellas
raramente supera los 20 años. Estas mujeres madres conforman hogares nucleares (con pareja
conviviente) con hijos en aproximadamente la mitad de los casos. El resto son hogares
extendidos9 (con y sin núcleo completo) y monoparentales de jefatura femenina. Cuando el
núcleo del hogar es incompleto son mujeres las que están a cargo del mismo, mientras que
cuando el núcleo está completo la jefatura masculina es casi excluyente.

7
Se tomó como referencia además de la ocupación de la entrevistada, la trayectoria laboral del padre y del
cónyuge de la entrevistada. Se encontraron entre las familias entrevistadas que entre la generación anterior había
ex obreros metalúrgicos, de frigoríficos y del calzado, sectores industriales de importancia en el distrito que
sufrieron numerosos cierres de establecimientos durante los años noventa.
8
El tamaño medio de los hogares que reciben transferencias a nivel nacional es de 4,9 y la cantidad de hijos
promedio es de 2,3 (tomado de GROISMAN et. al, 2011).
9
Hogar extendido, corresponde a los hogares nucleares más otros parientes, o a los monoparentales con otros
parientes además de los hijos.
263
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

Un indicador del clima educativo en los hogares, el cual tiene incidencia en las
posibilidades ocupacionales tanto como en la probabilidad de permanencia de las nuevas
generaciones en la escuela, lo constituye el nivel educativo de los jefes y cónyuges. La mayoría de
ellos sólo llegó a completar hasta el nivel primario (74%), el 65% no ingresó nunca a la escuela
media y sólo algo más del 10% logro terminar este nivel. En promedio en América Latina los jefes
de los hogares beneficiarios alcanzaron 5,5 años de estudio y más del 70% no pasaron de la
educación primaria (STAMPINI y TORNORELLI, 2013).
Los hogares entrevistados perciben 2,5 AUH en promedio. 10 Esta transferencia tiene
un impacto significativo sobre sus presupuestos, representando un aumento promedio de
alrededor del 30% de los ingresos monetarios mensuales totales de los hogares. Un dato que
otorga indicios de su centralidad, es que para 21 hogares (un tercio del total) la AUH resulta la
entrada más importante y la mayoría valora en forma relevante la seguridad de la percepción.
Según la encuesta de condiciones de vida del municipio, los ingresos familiares del
total de hogares indigentes en promedio se elevaron un 52% gracias a la AUH, mientras que para
los hogares pobres significa un aumento promedio del 23%. Estos datos nos permiten ubicar a los
hogares entrevistados como pobres no indigentes. Coincidentemente con ello, se observa que la
mayoría de los hogares entrevistados se concentra entre el borde superior del quintil más bajo
de ingresos del municipio y el segundo quintil.
Además de la AUH y de los ingresos provenientes por el trabajo de los miembros del
hogar, un aporte adicional para estos hogares lo constituyen los planes alimentarios (Plan Más
Vida y Plan de Seguridad Alimentaria) que son una transferencia monetaria de imputación
específica.11 El 80% de los hogares entrevistados percibe uno o ambos planes alimentarios
(ambos planes totalizan o equivalen al 75% del valor total de una AUH). La concurrencia a

10
El monto total de una AUH para el momento en que se realiza el estudio (agosto 2011) es de 220$ equivalente a
53 U$D.
11
Los destinatarios son familias con niños menores de 14 años, embarazadas, discapacitados y adultos mayores en
condiciones socialmente desfavorables y menores con vulnerabilidad nutricional. La ejecución se realiza mediante
la implementación de tarjetas magnéticas a las que el Estado transfiere dinero para la compra exclusiva de
alimentos sólo en comercios habilitados. Estos planes entregan entre $65 y $100 por familia (según el caso estos
montos equivalen a alrededor de un tercio de una AUH, o a dos tercios de una AUH en caso de recibir ambos
planes). Este aporte no ha sido computado en el cálculo de los ingresos monetarios totales de los hogares.
264
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

comedores comunitarios y/o el retiro de viandas, resulta ser un hecho mucho más eventual de lo
que fue en el pasado.

Las perceptoras de la AUH y el trabajo remunerado

Algo más de la mitad de las madres entrevistadas se encontraba inserta en


ocupaciones remuneradas al momento de la entrevista. Los datos relevados muestran la
precariedad de estas ocupaciones y las escasas opciones con las que cuentan para vender su
fuerza de trabajo y generar fuentes de ingresos. Estos ingresos complementarios o principales –
dependiendo de su posición en el hogar- tienen su fuente en el mercado no formal de la
economía, no siempre bajo la forma asalariada, muchas veces como autoempleo en actividades
de subsistencia y en parte importante resultan producto de la inserción en otros programas
sociales.

Cuadro 5: Inserción de las mujeres ocupadas


Autoempleo Asalariadas Servicio Programa
domestico Argentina
Trabaja
% dentro de las mujeres 17% 22% 28% 33%
ocupadas entrevistadas
Cantidad de horas promedio 38hrs 41hrs 24,5hrs 20hrs
trabajadas por semana
Ingreso promedio por hora 3$ 10,5$ 12$ 15$
trabajada
Representación en horas de 45,8hrs 13,1hrs 11,4hrs 9,2hrs
trabajo semanales del
ingreso percibido por AUH *
* Cantidad AUHs promedio percibidas por estos hogares dividido el ingreso horario para cada inserción
Fuente: elab. Propia.

El primer dato que sobresale es que el subgrupo más importante dentro de las
perceptoras ocupadas está conformado por mujeres insertas en el “Programa de Ingreso Social

265
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

con Trabajo” (“Argentina Trabaja”). 12 Estas mujeres trabajan media jornada en el propio barrio
o en su defecto en algún barrio cercano y perciben un ingreso horario que en términos
comparativos con los trabajos o empleos del resto de las mujeres perceptoras ocupadas
entrevistadas resulta ser el más elevado. 13
En el contexto de los barrios –y más allá de las redes políticas que median para el
acceso-, el impacto de este programa resulta indudable si se comparan sus características con
las oportunidades habituales que en el mercado son ofrecidas a estas mujeres. Además de la
relación positiva que observan entre dedicación horaria, ingresos percibidos, y un ámbito de
trabajo cercano al hogar, las entrevistadas aprecian el contenido del trabajo y las relaciones que
se establecen con los compañeros de trabajo. Estas últimas son percibidas como solidarias, a la
vez que consideran que el trabajo que realizan en las cooperativas contribuye a mejorar la
calidad de vida en sus barrios.
El subconjunto que sigue en importancia está compuesto por las mujeres que
trabajan en el servicio doméstico generalmente con una dedicación de media jornada o sólo de
algunos días en la semana. El resto de las mujeres madres entrevistadas perciben ingresos del
autoempleo o son asalariadas (en comercios como almacenes u operarias del calzado). Dentro
de este último grupo (“asalariadas”), se incluyeron también a las mujeres que trabajan en sus
domicilios con la modalidad conocida como “trabajo a destajo” cuya remuneración se pacta con
base a la cantidad de unidades o labores efectuadas. En los casos entrevistados las mujeres
trabajan como armadoras de bolsas, costureras, bordadoras, apareadoras de calzado u otros
artículos de marroquinería14. La característica de estos empleos es que además de no acceder a
beneficios sociales implican largas jornadas de trabajo y dada la baja retribución por

12
Con los datos disponibles, no es posible saber si estas mujeres provenían de la inactividad o estaban ocupadas en
otras actividades cuando se incorporan al Programa, ya que si bien su implementación data del mismo año que la
AUH es previo a la misma.
13
El Programa Argentina Trabaja está destinado a personas sin ingresos formales, ni prestaciones de pensiones,
jubilaciones nacionales, ni otros planes sociales (a excepción de la AUH y los planes de seguridad alimentaria) y
promociona la creación de trabajo a través del cooperativismo. La reglamentación establece que los beneficiarios
trabajen 20 horas semanales y al momento de la entrevista percibían $1200 (U$D 284), equivalente a 5,5
asignaciones.
14
Aparar es coser las piezas de cuero u otro material que compone al zapato para unirlas y coserlas después con la
plantilla y suela.
266
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

producto/labor incitan a un alto rendimiento o productividad de las trabajadoras. 15 En algunos


casos, las mujeres son propietarias de la maquina necesaria para hacer el trabajo (overlockistas,
apareadoras).
Finalmente, se agrupan aquellas mujeres en el autoempleo. Pero según los datos
obtenidos en las entrevistas, el autoempleo resulta la inserción más desventajosa (a pesar de las
dificultades para poder medir ingresos por persona y cantidad de horas trabajadas en estas
ocupaciones). Se agruparon aquí aquellas mujeres feriantes, revendedoras desde el hogar de
artículos diversos (ropa, cosméticos, artículos de limpieza), emprendimientos de preparación de
comidas –en especial de panadería- en venta ambulante, y finalmente a quienes atienden
pequeños kioscos o almacenes que funcionan en un ambiente o espacio del propio hogar.
Muchos son emprendimientos familiares donde colaboran en diversas tareas otros miembros
de la familia y en particular los hijos menores (éstos últimos realizan trabajos de limpieza y
acondicionamiento del local/pieza donde se realiza la actividad, venta, distinto tipo de
mandados o trámites, etc.). En estos casos resulta difuso y con imprecisiones calcular ingresos y
horas trabajadas, ya que en la mayor parte de los casos son emprendimientos que funcionan en
el hogar resultando difícil distinguir o separar el trabajo productivo del reproductivo, además de
que se cuenta con el trabajo de familiares sin un salario. En este conjunto la dedicación de las
mujeres al trabajo se divide entre aquellas que dedican solo algunas pocas horas o algunos días
de la semana a vender productos de forma ambulante, en puestitos ad hoc en el propio barrio o
en ferias cercanas y aquellas que están dedicadas full time (a la vez que alternan con las tareas
domésticas) como quienes tienen armado un kiosco o almacén en sus hogares con venta al
público.
El 60% de las mujeres trabajaban dentro de los márgenes del barrio donde habitan o
en sus domicilios (en muchos casos sin horario fijo), algo más del 30% lo hace en otros barrios
de la Matanza y menos del 10% llega a trabajar en la capital (en el servicio doméstico). A
diferencia, entre los cónyuges, solo un tercio trabaja en el barrio y el resto en parte iguales lo

15
El contrato de trabajo a destajo pacta una remuneración en base a la cantidad de unidades que el trabajador
realice en una jornada determinada. La empresa o el patrón minimizan los costos laborales, pagando efectivamente
lo producido y no los tiempos muertos.
267
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

hace en otras localidades de la Matanza o fuera del distrito, siendo la ocupación mayoritaria el
trabajo en la construcción.
Un hallazgo significativo es que no se ha encontrado entre las madres diferencias
importantes en el número de horas trabajadas semanalmente si se las desagrega de acuerdo a
la edad de sus hijos (aunque se registra un mayor número de perceptoras no jefas inactivas con
hijos menores de 5 años). Aquellas que tienen largas jornadas dedicadas al trabajo remunerado
son en general perceptoras que trabajan en el domicilio y pueden alternar con el trabajo y el
cuidado domestico: mujeres que trabajan a destajo o que tienen un emprendimiento en el
domicilio como kiosco, almacén de comidas, etc.
Las formas de vinculación y la dedicación al trabajo remunerado están fuertemente
enlazadas por una distribución desigual del cuidado que coloca a estas madres en un lugar casi
exclusivo. Como se viene sosteniendo en numerosos estudios sobre el tema, en los sectores de
menores recursos el trabajo doméstico femenino compensa la falta o insuficiencia de servicios
de cuidados accesibles para estos hogares, y al escaso acompañamiento de los cónyuges
hombres en las tareas atinentes al cuidado de sus hijos (en oportunidades
suplementado/complementado por los hijos adolescentes).
En los barrios trabajados, los relatos de las madres otorgan ciertas claves para
pensar que su centralidad en la dinámica del hogar no se circunscribe sólo o fundamentalmente
a la primera infancia de los hijos. Los relatos advierten sobre los escasos soportes con los que
cuentan frente a lo los peligros cotidianos de la “calle” en vecindades que albergan complejos
entramados que las entrevistadas referencian recurrentemente como de “riesgos”,
“inseguridades”, “violencias”. La adolescencia constituye un punto central en la vida de los
hogares, y las madres plantean la necesidad de una presencia cercana para garantizar –por
ejemplo- que sus hijos concurran a la escuela con cierta continuidad.

Cambios y continuidades a partir de la AUH

268
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

En la mayor parte de los hogares no se registran cambios en la relación que tenía la


perceptora de la AUH con el mercado laboral antes de su percepción (pasajes de la actividad a la
inactividad o viceversa). Pero sí se registraron algunos cambios en los que refiere al tiempo de
su dedicación y al tipo de ocupación, si bien tienen un peso moderado en el total.
Por un lado, encontramos un número pequeño de casos de mujeres insertas en el
servicio doméstico que deciden bajar el número de horas semanales trabajadas. Todas ellas
decidieron cubrir la parte del ingreso no percibido con la AUH para poder pasar más tiempo con
sus hijos. Sólo se registra un caso de pasaje del servicio doméstico a la inactividad por
problemas importantes de salud.
Por otro lado, encontramos un grupo algo mayor que el anterior de perceptoras que
aumentaron la cantidad de horas trabajadas, o consiguieron un trabajo adicional (también se
registra esta situación entre algunos otros miembros del hogar) o han diseñado estrategias
tendientes a generar nuevos ingresos con la implementación de emprendimientos familiares o
mejorando aquellos ya existentes, a partir de la seguridad que les brinda la percepción de la
AUH. Por ejemplo, encontramos nuevos emprendimientos en el rubro “preparación de comidas
y productos de panadería, reventa de ropa”, como también inversiones para adquirir nuevas
herramientas o equipos (freezers, heladeras), acopio de materias primas, o mejoras y
reacondicionamiento del hábitat donde se lleva adelante el emprendimiento. Este último tipo
de mejoras significaron indirectamente un mejoramiento en la infraestructura de los hogares
donde están alojados estos emprendimientos. En esta direccionalidad se registraron, por
ejemplo, cambios en los materiales de los pisos o techos, acondicionamientos de la cocina, o
construcción de una nueva pieza para el emprendimiento. En estos casos (11 casos de 66
entrevistados que generan nuevos emprendimientos o agrandan los pre existentes), la AUH
recreó oportunidades para planificar nuevos horizontes o condiciones de generación de
ingresos ligadas sobre todo a la preferencia por la búsqueda de flexibilidad horaria y de
localización. Sin embargo, y dada la evidencia empírica recogida, no sería posible afirmar que
esos emprendimientos logren capacidad de cambiar o mejorar en forma importante el bienestar
material (ingresos) de los hogares.

269
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

En síntesis, la evidencia que recoge este trabajo no dan indicios que den cuenta que
la transferencia monetaria constituya una fuente que desincentive la participación laboral.
Contrariamente, se encuentra evidencia de casos en los que tiende a incentivar o recrear
nuevas alternativas de generación de ingresos.
Finalmente, antes de concluir, resulta de interés detenernos en los efectos que tiene
la AUH sobre un grupo en particular de perceptoras no activas en el mercado laboral. Un
subconjunto significativo entre las madres inactivas está conformado por mujeres convertidas
en madres en edades muy tempranas (entre los 15 y los 18 años) que no tienen pareja
conviviente y que suelen morar en los hogares de sus progenitores o de alguno de ellos
(frecuentemente la madre). Sus progenitores son también jóvenes –entre los 35 y 45 años- y
conforman hogares extendidos, con y sin núcleo definido donde conviven distintos familiares o
albergan a varios hijos (con y sin parejas) y a sus nietos. Suelen ser hogares donde cohabitan dos
generaciones de madres perceptoras de la AUH. Fue frecuente encontrar que estas
maternidades tempranas resultaron de relaciones de muy corta duración u ocasionales donde
no llegaron a convivir con el padre de su/s hijo/s (también muy jóvenes). En ocasiones, también
se registran casos donde se pierde directamente la relación con el padre de los menores.
Frecuentemente también, el embarazo llevó aparejado el abandono de la escuela secundaria.
En síntesis resultan mujeres dedicadas con exclusividad al cuidado de sus hijos y con pocos
contactos sociales porque salen poco de sus casas y del barrio.
En sus relatos, aparece de forma elocuente la percepción de la AUH como un evento
que les ha permitido obtener algún grado de autonomía personal en cuanto a una mayor
capacidad de movimiento y de decisión tanto de sus propios padres como de sus ex parejas. Ello
significa la posibilidad de poder prestar atención a las necesidades y deseos de sus hijos a partir
de una mayor capacidad en relación a qué hacer y cómo hacerlo. Situación que no resulta nada
menor en la vida de estas madres.

Conclusiones

270
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

La AUH es una política de redistribución de ingresos que genera un piso de


protección a las familias, aumentando los ingresos disponibles y la seguridad de su percepción.
Coincidentemente con la mayoría de la bibliografía que analiza los resultados de la
implementación de los PTIC en la región, se verifica una baja en la vulnerabilidad social de los
hogares beneficiarios a la vez que una baja en las brechas de la pobreza y la desigualdad.
El presente trabajo analiza en particular la relación que las madres perceptoras
establecen con el mercado de trabajo, y cuál fue el efecto que tuvo la AUH en esa relación a
partir del aumento que produce en los presupuestos familiares.
Se concluye que esta transferencia por su sola percepción no tiene efectos que
desincentiven a las perceptoras (y adicionalmente al resto de quienes conforman el hogar) en
relación a las formas de participación que ya se registraban en el mercado laboral, y
contrariamente se verifican un número de casos en los que contribuye a ampliar el horizonte de
opciones para planificar decisiones que mejoren aún más la obtención de ingresos a través del
trabajo remunerado, estimulando nuevos emprendimientos o reforzando aquellos pre
existentes.
El determinante central de las formas que cobra la inserción de las perceptoras
entrevistadas está dado por las barreras que experimentan en el mercado laboral, ya que
resultan una fuerza laboral escasamente requerida. O en su defecto, requerida para empleos
cuya norma es la baja remuneración, baja productividad y baja calidad en lo que hace a sus
condiciones y seguridad, resultando en actividades cercanas a la subsistencia.
En este marco se destacan algunos núcleos de interés específico:
Las madres prefieren estar cercanas a sus hogares y no ausentarse largas jornadas -dadas las
condiciones sociales y familiares en que deben ejercer los cuidados domésticos-, aunque ello
signifique menores ingresos. En este sentido, los emprendimientos familiares que más
satisfacen estas preferencias, y resultaron incentivados a partir de la percepción de la AUH, son
los que tienden a generar menores ingresos en relación a los otros empleos que se registraron
entre las perceptoras.

271
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

Dada la complejidad de los barrios trabajados, las madres se plantean la centralidad


de su presencia en la protección de sus hijos relegando su salida del hogar en la búsqueda de
ingresos laborales, mucho más largamente que en la etapa de la primera infancia. Resulta un
desafío que las nuevas generaciones -comprendidas hoy bajo las condicionalidades de la AUH-
logren aumentar las credenciales y habilidades educativas con vistas a morigerar la
reproducción de cadenas de movilidad social segmentadas que favorecen la persistencia
intergeneracional de la pobreza.
Las madres muy jóvenes con hijos pequeños, sin pareja, con muy pocos contactos
sociales, que no trabajan ni se plantean trabajar, y que generalmente abandonaron los estudios
con la maternidad, resultan un núcleo que cobra importancia dentro de las madres inactivas. El
vivir en hogares ampliados donde el “jefe” de hogar es alguno de sus progenitores les otorga un
marco de protección y por tanto no resultan ser los hogares más vulnerables, pero sí resultan
ser situaciones individuales muy vulnerables donde la percepción de la AUH les ha recreado un
cierto margen de autonomía de movimiento y decisión.

Referencias

BARRIENTOS, A. Dilemas de las políticas sociales latinoaméricas ¿hacia una protección social
fragmentada? Nueva Sociedad. Nº 239, mayo/junio, p.66 -78, 2012.

BECCARIA, L.; MAURICIO, R. Mercado de trabajo y la distribución del ingreso. Voces en el Fénix
nº22, 2013. Disponible en: < http://www.vocesenelfenix.com/category/ediciones/n%C2%BA-
22>. Consultado en: 30 out 2013.

CECCHINI, S.; MADARIAGA, A. La trayectoria de los programas de transferencias con


corresponsabilidad (PTC) en América Latina y el Caribe. Report. Santiago: CEPAL, 2011.

CERRUTTI, M. Determinantes de la participación intermitente de las mujeres en el mercado de


trabajo del área metropolitana de Buenos Aires. Desarrollo Económico, Buenos Aires, vol. 39,
Nº 156, enero-marzo, pp. 619-638, 2000.
CORTÉS, R. ¿Marginación de la fuerza de trabajo femenina? Estructura de ocupaciones 1980-
1993 en BIRGIN, H. (comp.) Acción pública y sociedad. Las mujeres en el cambio estructural,
Buenos Aires, Feminaria, 1995.

272
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index
LAS PERCEPTORAS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO
Patricia Davolos

CROMPTON, R.; LYONETTE, C. Family, class and gender “strategies” in mothers’ employment
and childcare. GeNet Working Paper No. 34, 2008.

GARGANTA, S.; GASPARINI, L. El impacto de un programa social sobre la informalidad laboral: el


caso de la AUH en Argentina. Documento de trabajo 132 CEDLAS, 2012.

GONZÁLEZ DE LA ROCHA, M. Estructuras domésticas, ciclos familiares y redes informales de


conciliación entre los ámbitos productivo y reproductivo en MORA, L.; MORENO, M.; ROHER, T.
(coords.) Cohesión social, políticas conciliatorias y pre-supuesto. Una mirada desde el género.
Reunión de expertas, 75-88, 2006.

GROISMAN, F.; BOSSERT, F.; SCONFIENZA, M. Políticas de protección social y participación


económica de la población argentina (2003-2010), en 10 Congreso Nacional de Estudios del
Trabajo, Buenos Aires Agosto 2011.

JELIN, E.; FEIJÓO, M. Trabajo y familia en el ciclo de vida femenino: el caso de los sectores
populares de Buenos Aires. CEDES Vol. 3, Nº. 8-9, 1980.

LO VUOLO, R.; AGUIRRE, J. El sistema de Speenhamland, el Ingreso Ciudadano y la ‘retórica de la


reacción’. CIEPP, Documento de Trabajo No. 79, Buenos Aires, 2011.

MOLYNEUX, M. “Change and continuity in social protection in Latin America” UNRISD, 2007.
PIORE, M. Notas para una teoría de la estratificación del mercado de trabajo en TOHARIA, L.
(comp.) El mercado de trabajo: teorías y aplicaciones, Madrid, Alianza Editorial, 1983.

PNUD/JEFATURA DE GABINETE DE LA MUNICIPALIDAD DE LA MATANZA. Objetivos del Milenio


en el Municipio de La Matanza. Desarrollo metodológico y estado de situación, Buenos Aires,
2009.

RODRÍGUEZ ENRÍQUEZ, C. Programas de transferencias condicionadas de ingreso e igualdad de


género ¿Por dónde anda América Latina? Serie Mujer y Desarrollo, (109), 2011.

STAMPINI, M.; TORNORELLI, L. Programas de Transferencias Monetarias Condicionadas ¿han ido


demasiado lejos? Policy Brief, Nº. N0. IBD PB 185, BID, 2013.

VALENCIA LOMELI, E. Las Transferencias Monetarias Condicionadas como Política Social en


América Latina; aportes, límites y debates. Anual Review of Sociology 34, p. 499-524, 2008.
RECEBIDO EM 12 DE SETEMBRO DE 2013.
APROVADO EM 20 DE NOVEMBRO DE 2013.

273
Poiésis, Tubarão. V. 7, n. 12, p. 256 - 273, Jun. /Dez. 2013. http://www.portaldeperiodicos.unisul.br/index.php/Poiesis/index

También podría gustarte