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Alejandro Iván Navarro Villarreal

Dr. Raúl Verduzco

Literatura Mexicana de los siglos XIX y XX

4 de mayo de 2018

El humor en “La duquesa Job” de Manuel Gutiérrez Nájera

El humor ha sido un recurso poético desde el inicio de los tiempos; algunos

de los poetas más antiguos de los que tenemos registro, como Arquíloco de

Paros, han tenido poemas humorísticos escritos con la misma calidad de trabajos

más serios. Incluso, hoy en día, ganadores del premio Nobel como Pablo Neruda

o Alice Munro usan el humor con habilidad en su trabajo. Aun así, he notado cierto

desprecio a la consideración del humor como un recurso estilístico, creyendo que

los trabajos “serios” tienen mayor cuidado o habilidad que los jocosos. El propósito

de este ensayo es, pues, mostrar que el uso del humor como recurso estilístico no

le quita el valor a un trabajo, y más bien le permite al poeta explorar ciertas

dimensiones a las que regularmente no tendría acceso, todo esto a través de “La

duquesa Job” de Manuel Gutiérrez Nájera.

La hipótesis es la siguiente: el uso del humor en “La duquesa Job” es parte

de una revalorización de Manuel Gutiérrez Nájera, quien en su afán de llevar su

habilidad y el lenguaje a sus límites redescubrieron la dimensión de la poesía, y la

actividad humana como tal, como juego, y el uso del humor es el reconocimiento

de esta dimensión, una declaración metatextual sobre el propósito exploratorio de


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su poesía y su propósito de llevar sus habilidades al límite, así como una crítica de

crear poesía con convenciones.

Antes de comenzar a mostrar estas hebras dentro de la poesía, hay que

mostrar cómo la poesía es juego. El juego en sí no es sólo algo que hacen los

niños o la gente con un balón, es más bien una actitud mucho más amplia que

está presente en prácticamente todos los animales mayores del mundo, desde

pájaros hasta elefantes. El juego, según Johan Huizinga, es caracterizado por

“una acción que se desarrolla […] según reglas libremente aceptadas y fuera de la

esfera de la utilidad o de la necesidad materiales” (p. 168). Es importante notar

que las reglas son libremente aceptadas, no hay una obligación ni necesidad de

seguirlas más que la voluntad propia. Agrega “El estado de ánimo que

corresponde al juego es el arrebato y el entusiasmo” (p.168). El juego suele ser

relegado al tiempo libre, pero en realidad esas reglas pueden aplicar a casi

cualquier actividad humana, incluyendo la poesía.

Roger Callois menciona que: “Evoca una actividad sin apremios, pero

también sin consecuencias para la vida real” (p. 7). También dice que es esta la

razón por la cual no se toma en serio, por su falta de producto palpable (p. 7); ¿no

recuerda esto acaso a la misma actividad literaria, la cual no tiene valor si no nos

da o enseña algo?

Huizinga nota este paralelo y enlista a la poesía como una de las categorías

del juego. Su perspectiva nota a la poesía como uno de los tipos de juego. Cabe

destacar que su análisis es del juego en la cultura, y se enfoca en la actividad

poética antigua: épica, más que nada. Dice, “La poesía, nacida en la esfera del
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juego, permanece en ella como en su casa” (p.153). Y algo que es especialmente

interesante sobre la poesía: “Toda poesía […] es, al mismo tiempo, culto,

diversión, festival, juego de sociedad, proeza artística, prueba o enigma […]

profecía y competición” (p.154).

El propósito de mostrar a la poesía como juego era mostrar cómo el juego

es un campo extremadamente fértil para el humor, especialmente el humor como

recurso estilístico. El redescubrimiento de la actividad poética como juego (no

necesariamente de manera consciente) por Gutiérrez Nájera nos muestra dos

cosas: la primera, que está dispuesto a dejar de lado un propósito práctico (en

realidad desde el momento que hace un poema) y la segunda, que está dispuesto

a llevar sus habilidades al límite, pues en el juego, una actividad sin consecuencia,

uno es libre de explorar todo lo que puede hacer.

Antes de hablar del humor en el poema, el humor debe definirse; a pesar de

su ubiquidad y absoluta universalidad en el mundo humano, la gente ha batallado

mucho en definir el humor. Se utilizará un enfoque basado en la teoría del juego

dado lo bien que se enlaza con la poesía como juego.

John Morreall presenta un resumen muy bueno del humor como juego y

cómo sucede: “In humor the abilities we exercise in unusual and extreme ways in a

safe setting are related to thinking and interacting with other people. What is

enjoyed is incongruity, the violation of our mental patterns and expectations.”

(Stanford Encyclopedia of Philosophy).


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En esta incongruidad se encuentra la transgresividad del humor pero

también su valor: nos permite considerar y explorar aspectos que no serían

posibles en un evento “serio”.

Ahora, ¿qué elementos dentro de “La duquesa Job” son humorísticos?

Podemos comenzar con la formación de las imágenes. Desde la primera

estrofa, con los versos “En dulce charla de sobremesa, / mientras devoro fresa

tras fresa, / y abajo ronca tu perro Bob,” podemos ver la construcción de una

imagen delicada y romántica, incluso ridícula, que es intensificada por las fresas;

pero es roto por la imagen de un perro roncando, algo que va completamente en

contra de una dulce charla de sobremesa y especialmente en contra del aroma de

las fresas, que básicamente nos muestra lo ridículo de la imagen. Sin embargo,

también el segundo verso “mientras devoro fresa tras fresa” destruye la imagen,

pues alguien que devora está más enfocado en comer que en otra actividad. Así,

Gutiérrez Nájera nos introduce al mundo ridículo de la duquesa Job.

Con la descripción de la duquesa de Job, vemos más incongruencia: es la

perla de sus ojos a pesar de no ser ni la duquesa de Villasana, ni la criadita de

pies nudosos, y básicamente nos la pinta como alguien que no es deseable; sin

embargo, llega con el verso cortante (creo que nos beneficiaría utilizar la voz

japonesa kireji que es justo eso, cortante) y nos recuerda que sigue siendo su

amada.

“Mi duquesita, la que me adora, / no tiene humos de gran señora: / es la

griseta de Paul de Kock. / No baila Boston, y desconoce / de las carreras el alto


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goce / y los placeres del five o'clock.” Nos pinta la imagen de una mujer simple,

que no baila vals ni toma el té” Una duquesa que es completamente diferente a la

clase alta, una mujer que está bastante divorciada de las modas de la época.

Más adelante, en los versos “Si pisa alfombras, no es en su casa; / si por

Plateros alegre pasa / y la saluda madam Marnat, / no es, sin disputa, porque la

vista, / sí porque a casa de otra modista / desde temprano rápida va”. Vemos de

nuevo una imagen incongruente: primero nos guía a pensar que posee prestigio y

gran porte, y en los últimos tres versos nos sugiere una imagen distinta: que

quizás sí tiene dinero para Madam Marnat, pero es mezquina, y prefiere ir

temprano a otra modista. Esto, de nuevo, nos es sugerido desde el primer verso

pero no obtiene su fuerza completa hasta haberse completado la estrofa.

Incluso al final del poema, en los siguientes versos, después de que

descubrimos que duerme hasta tarde, después de la misa de las 7, a la cual van

las buenas damas tradicionales, y ella se levanta con gracia de su colchón para

almorzar unos huevos y un beefsteak, se destruye por completo la imagen del

amor típico. El humor del poema ahora convierte a la voz lírica en la kireji; se

enamoró de una duquesa completamente distinta a lo normal, alguien que en otras

circunstancias sería considerada por muchísima menos gente.

La apuesta al humor en un poema de amor usualmente sería para

propósitos satíricos, para burlarse de alguien o de sus gustos; sin embargo, si bien

se burla la voz poética de la duquesa Job, se nota que no lo hace con afán de

atacar a la duquesa. El afecto que le tiene es total (sólo hay que leer la última

estrofa) y en realidad su afecto y sus cumplidos son directos. Entonces, ¿a quién


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está dirigido? Al resto de los mexicanos, especialmente la clase alta. Se burla de

su frivolidad, a través de las “malas” prácticas de la duquesa; la duquesa actúa

conforme a sus propias preferencias, por eso no va con Mme. Marnat ni se

despierta para ir a misa. Podemos ver que el amor de la voz poética viene debido

a esta genuinidad.

Sin embargo, esto esconde un discurso metatextual con grandes

implicaciones: la duquesa de Job es eso, su poesía, y la voz lírica en realidad está

criticando a la poesía pasada, la poesía todavía afrancesada (por eso la

introducción del novelista Paul de Kock) y que es esclava de las convenciones

líricas del momento.

La duquesa Job es moderna, y habla sobre el mismo poema que estamos

leyendo. El humor nos remite al juego, y el redescubrimiento del juego en este

poema es una crítica a divorciar a la poesía de su naturaleza. Gutiérrez Nájera, al

jugar con el lenguaje, afirma su postura modernista sobre la exploración del

lenguaje. Y es un juego humoroso, casi un chiste, porque es divertido, es una

actividad que la voz lírica hace para disfrutar en vez de hacerla por un premio o

para obtener preseas literarias.

En conclusión, podemos ver que el juego es parte importante del discurso

de “La duquesa Job” porque nos permite descubrir una propuesta muy interesante

de Gutiérrez Nájera, la valorización de la poesía como una actividad de disfrute, y

ya no una actividad que se rija por reglas o convenciones. “La duquesa Job”

también es testamento de su habilidad para crear una obra que comunica su


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propósito no sólo directamente en el poema, sino también en el discurso y el

metadiscurso que presenta.

Trabajos citados

Callois, Roger. Los hombres y los juegos. Traducido por Jorge Firreiro. México,

D.F. Fondo de Cultura Económica. 1986.

Huizinga, Johan. Homo ludens. Traducido por Eugenio Imaz. Barcelona. Alianza

Editorial. 2007.

Morreall, John, "Philosophy of Humor", The Stanford Encyclopedia of Philosophy

(Winter 2016 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL =

<https://plato.stanford.edu/archives/win2016/entries/humor/>.

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