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Cuando los conflictos no eran resueltos en la fase familiar, por decirlo asi, ya
podríamos decir que se acudía a una instancia superior y en este caso era el Pretor,
el que tenía el compromiso de dar solución de manera “Salomónica” a los conflictos.
Finalmente se reconoció a las partes la libertad de elección del tercero que debía
resolver sus controversias. Este tercero imparcial, investido de auctoritas
(Autoridad), se encargaría de resolver la controversia existente entre ellos en virtud
de una decisión que tenía que ser obedecida por los litigantes
Igualmente en esta ley se hace mención del legis actio per iudicis arbitrive
postulationem (Acción de la ley en solicitud de un juez o árbitro), en el que se
establece que en el caso de división de una herencia se designará un árbitro,
considerada por algunos autores la primera forma de arbitraje legal conocida en la
historia.
Con posterioridad fue creado en Roma un sistema oficial de solución de
controversias inspirado en el procedimiento arbitral, a pesar de lo cual la figura del
arbitraje no fue eliminada.
En el Derecho Romano existía el proceso público y el proceso privado, siendo un
rasgo particular de este último el que la definición del litigio o controversia se otorga
siempre a través de un acto inicial de parte -al estar involucrado un interés particular-
y la decisión de la controversia no se encomienda a un órgano jurisdiccional sino a
un órgano privado que las partes eligen o aceptan. Asimismo se comprometen a
acatar la decisión en base a un contrato arbitral, la litis contestatio.
Encontramos dentro del proceso privado dos tipos de juicios ordo iudiciorum
privatorum que durante casi 100 años convivieron, conocidos como legis actiones
(Acciones de ley) y el per formulan (Procedimiento formulario).
El procedimiento se dividía en dos etapas, la primera in iure ante el magistrado, y la
segunda ante un juez privado que designaban las partes. En el procedimiento in iure
se buscaba verificar el acuerdo de las partes para el proceso, precisar el objeto del
litigio, la persona del juez y la sumisión de las partes al fallo que se produzca.
En la siguiente etapa, el juez privado verificaba los hechos alegados por las partes y
procedía a dictar el fallo. Para el cumplimiento del laudo se requerían otras
formalidades como quiera que el juez careciera de imperio.
Posteriormente las partes perdieron la facultad de nombrar los jueces, los cuales
eran designados por el pretor. Sin embargo el derecho romano junto al
procedimiento judicial ordinario mantuvo el arbitraje privado como un modo
extrajudicial para resolver litigios, “para lo cual se requieren dos pactos pretorios,
protegidos con acciones: el compromiso y el receptum arbitrio, el primero es un
pacto con cláusula penal; mediante él se conviene en la solución del conflicto por un
tercero que no sea pretor o magistrado y el segundo consiste en la aceptación de su
cargo por el tercero. El árbitro no está obligado a aceptar, pero si lo hace queda
comprometido con las partes a cumplir con su función, so pena de ser sancionado
por el pretor.