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Año III · Número 4

Otoño 2010 - Primavera 2011


issn 2007-1477

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Año 3, Número 4, Otoño 2010 - Responsables de Secciones
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el Programa Universitario México,
Nación Multicultural de la Universidad
Nacional Autónoma de México.
TIMÓN NAVEGACIONES

Editorial 4
POLÍTICA

NUDOS
Misión imposible: intelectuales e
Coordinación: interpretaciones de Brasil
Meritxell Hernando Marsal y Sebastião Guilherme Albano da Costa 103
Francy Liliana Moreno Herrera
Economía política de la comunicación.
Reflexiones sobre la contribución brasileña
Problematizar la historiografía literaria
César Ricardo Siqueira Bolaño y
latinoamericana: el caso de las vanguardias
Valério Cruz Brittos 114
Bernal Herrera Montero 8
Golbery do Couto e Silva, o papel das
En el principio fue el verbo… romper:
forças armadas e a defesa do Brasil
los manifiestos y la vanguardia
José William Vesentini 120
Edgar Adrián Mora 13
Um passadiço pela “indústria
Indigenismo y vanguardia: ¿contradicción
cultural” regional
o utopía? Apuntes sobre el boletín Titikaka
Maria Érica de Oliveira Lima 126
Meritxell Hernando Marsal 21
Brasil: geopolítica de un estado
El muralismo como una singular y
continental industrial. Políticas de
controvertida forma de la primera
defensa e inserción internacional
vanguardia en México
Gabriel de Paula 133
Lelia Driven 33
O capitalismo brasileiro no início do
Ainda o Brasil: disputando o modernismo
século XXI: um ensaio de interpretação
Fabiana Carneiro da Silva 38
Fábio Marvulle Bueno
Vanguarda dos 2000. Vanguarda dos 2000? e Raphael Lana Seabra 139
Carolina Correia dos Santos 45
La capital postimperial
Altazor de Vicente Huidobro: o gesto Gustavo Lins Ribeiro 145
político numa das epopéias de XX
Daniel Glaydson Ribeiro 53
LETRAS
Cosmopolitismo y dos poéticas de
la ubicuidad Conversación en el Bicentenario.
Francy Liliana Moreno Herrera 66 Antonio Skármeta pregunta /
Grínor Rojo responde 151
Saúl Yurkevich: vanguardia y
neovanguardia, lecturas de ida y vuelta Mandrágora: la raíz abandonada de
Libertad Garzón 74 savia inconclusa
Daniela Ramírez Sepúlveda 154
Desechos de la vanguardia
Conversación con Glauco Mattoso La verosimilitud en la narrativa de los
por Meritxell Hernando Marsal 83 procesos revolucionarios: un estudio de la
credibilidad en la novela de la revolución,
El concepto de vanguardia política y su desde la Revolución Francesa hasta la
historicidad: entre Koselleck y Chakrabarty Revolución Islámica
Claudio Sergio Nun Ingerflom 92 Gabriela Villanueva Mondragón 158
El Gran Hermano está en otra parte Mercado de Pulgas
Alejandro Pérez Cervantes 165 Inti Meza Villarino 219
Dar en el blanco: Eduardo Lalo y Efemérides, noticias y convocatorias 223
Rolando Sánchez Mejías
Christina Soto van der Plas 167
Las lanzas coloradas, una obra bicéfala SOTAVENTO
Ismael Hernández Lujano 172
Inverted Utopias: Avant-Garde in Latin
CUADERNO DE BITÁCORA America de Mari Carmen Ramírez y
Héctor Olea
Reflejo en la pleamar
por María Laura Ise 228
Alfredo Carrasco Teja 185
Las buenas intenciones Vanguardia y Restauración en Jacques
Juan Gómez Bárcena 188 Rancière y Alain Badiou
por Meritxell Hernando Marsal 231
Los que se transforman
Joel Flores 191 Vida de artista: bohemia y dandismo
en Mariátegui, Valdelomar y Euguren
Inercia (1911-1922) de Mónica Bernabé
Oliver Davidson Véjar 193 por Jaime Ortega Reyna 233

CULTURA Obra de arte total Stalin de Boris Groys


por Víctor Hugo Pacheco Chávez 235
Coordinación:
Sergio Varela Hernández El brillo fugaz: Blanco nocturno de
Ricardo Piglia
La Copa del Mundo de África del Sur por Christina Soto van der Plas 236
2010: una gran ocasión, un gran orgasmo
Kenneth Tafira 200 Ese ardiente Jardín de la República.
Formación y desarticulación de un
Viendo jugar a África del Sur en la
“campo” cultural: Tucumán, 1880 -1975,
primera Copa del Mundo africana
edición y coordinación de Fabiola Orquera
Chris Bolsmann 201
por Rossana Nofal 238
Los viernes de futbol y el imperativo
de romper las reglas
Matthias Gruber 203 BARLOVENTO

El dilema de la construcción del


nacionalismo a partir de la Selección Las ideas y los lugares. Notas sobre el
Mexicana de Futbol concepto de traducción y el marxismo
Miguel Ángel González latinoamericano
y Roger Eric Magazine 208 Martín Cortés 242

MeFIFAnos al grito de... ¡puto! Navegando a barlovento en el Río


Los avatares de la mexicanidad durante de La Plata: El caso de Robert
el Mundial de Suráfrica 2010 Lehmann-Nitsche
Sergio Varela Hernández 213 Mariana Coronel Gómez 248

La insoportable levedad del ser…argentino La delgada voz detrás del esperpento:


en tiempos de mundiales de futbol Carlos Balmori (1926-1931)
Silvio Aragón 218 Inti Meza Villarino 253
Cosmopolitismo y dos poéticas
de la ubicuidad
Francy Liliana Moreno Herrera

Hoy la palabra “cosmopolitismo” nos habla de un modo de ser y de una actitud, pero también
Nostromo

hace referencia a una cualidad estética. Decir que una obra es cosmopolita significa que ella
tiene valor; la connotación del adjetivo es positiva y puede incluso insinuar cierto prestigio. En
términos del discurso literario se habla del cosmopolitismo libresco, como el del cubano José
66 Lezama Lima, y del que se deriva de la mundología, ejemplo del cual sería un Octavio Paz. Los
dos crearon una escritura que exploró parámetros de internacionalidad, pero en uno se nutrió
principalmente de lecturas del autor; en el otro, las lecturas se mezclaron con viajes y con una
toma de distancia del lugar de origen.
Hasta el siglo XIX, el cosmopolitismo denotó un modo de ser ciudadano del mundo y llegó
a tener connotaciones peyorativas al relacionarse el cosmopolita con el apátrida. El termino
comenzó a usarse para describir la actitud de modernistas como Ruben Darío, pero fue hasta
los primeros años de efervesencia vanguardista –segunda y tercera década del siglo XX– cuando
la condición cosmopolita sirvió como fuente de inspiración para la experimentación formal y
el término se comenzó a usar como cualidad estética. A partir de esos años hubo una explo-
sión de propuestas literarias que tuvieron la voluntad de expresar la experiencia derivada de
sentirse ciudadano de las polis del mundo desde una actitud irreverente, con humor, y fusio-
nando experimentos formales derivados de diversas propuestas estéticas como el cubismo, el
futurismo, el ultraismo, etc. Los ideales estéticos que pasaban por un anhelo internacionalista,
llevaron a los escritores y artistas de esos años a trasladarse a cosmópolis como París y a crear
poéticas de la ubicuidad, en la que diversas experiencias, de vida y lectura, lograron concretarse
simultáneamente en el cuerpo de obras literarias.1
Tal vez el más famoso cosmopolita literario sea hoy Jorge Luis Borges y detrás de él, quien ya
desde el siglo XIX exploró estéticamente su condición de ciudadano del mundo: Walt Whitman;
mucha tinta se ha dedicado a estos dos personajes, pero el cosmopolitismo en literatura no se
agota en ellos y en su obra. En particular, entre la literatura del cosmopolitismo de vanguardia de
las primeras décadas del siglo XX, resultan interesantes dos poéticas de la ubicuidad que no han
gozado de la misma fama de las anteriores, pero que han sido muy importantes en la tradición
literaria latinoamericana, las de Oliverio Girondo y César Vallejo. Cada una explora una cara de
la condición cosmopolita del poeta en la primera mitad del siglo XX, que parte de una posición
dada por el punto de vista que les correspondía, como argentino uno y como peruano el otro, y
ambos como latinoamericanos descubriendo París o algunos otros escenarios europeos. Uno hizo
poesía de la unión del poeta con el mundo exterior, de las visiones e impresiones del viajero; el
otro una poesía reflexiva como habitante en la cosmópolis.

1 SCHWARTZ, Vanguardia, 1 993.


II

En “Carta abierta la ‘La Púa’” –prólogo a Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, escrito en París
y fechado el diciembre de 1 922–, Oliverio Girondo definió lo cotidiano como “una manifestación
admirable y modesta de lo absurdo”, y anunció que como expresión de esa naturaleza del mundo,
su poesía soltaría “las amarras lógicas”. De modo que su obra exploraría el absurdo de la vida
diaria y no tendría ninguna pretensión sublime o trascendental: “yo, al menos, en mi simpatía por
lo contradictorio –sinónimo de vida– no renuncio ni a mi derecho a renunciar, y tiro mis Veinte
poemas, como una piedra, sonriendo ante la inutilidad de mi gesto.”2
Con esta idea sobre la poesía, no resulta extraño que el modo de poetizar esta condición
cosmopolita haya sido el de crear poemarios-viaje como Veinte poemas para ser leídos en el
tranvía o especie de instantáneas que dibujaron imágenes de un recorrido por el centro y el sur

Nudos
de España, recogidas bajo el título de Calcomanías. Estas obras congregaron impresiones que
no llevan un orden cronológico o geográfico y que tampoco tienen intenciones descriptivas o
testimoniales. Fueron conjuntos de poemas en los que el sujeto se mezclaba con objetos, trozos
de paisajes y seres fragmentados. 67
Veinte poemas para ser leídos en el tranvía es un peregrinaje por un lugar en la costa norte y
uno en la costa Sur de Francia; por Buenos Aires, Mar del Plata y Río de Janerio; de nuevo por
Buenos Aires, por París, por Verona, etc. El recorrido no sigue un orden cronólógico o geográ-
fico y los registros son de un mundo fragmentado. El lector cruza un “Paisaje Bretón” donde
hay “¡Barcas heridas, en seco, con las alas plegadas!” y “¡Tabernas que cantan con una voz de
orangutan!” (p.7). En “Río de Janeiro”, se monta en “el ‘Pan de azucar’ y su alambre carril, que
perderá el equilibrio por no usar una sombrilla de papel” (p.1 1 ). Hace un “Croquis sevillano”
donde “El sol pone una ojera violácea en el alero de las casa, apergamina la epidermis de las
camisas ahorcadas en medio de la calle” (p.1 7).
Los fragmentos de seres se cruzan y, por ejemplo, aparecen “unos ojos espantosos, con mal
olor, unos dientes podridos por el dulzor de las romanzas” (p.8); o uno se puede topar con:
Brazos.
Piernas amputadas.
Cuerpos que se reintegran.
Cabezas flotantes de caucho. (p. 9)

En un “Café-concierto”, dan ganas de llevarse los senos semidesnudos de una camarera para “calen-
tarme los pies cuando me acueste” (p. 8); y en una “Fiesta en Dakar” se ven “Europeos que usan
una escupidera en la cabeza.// Negros estilizados con ademanes de sultán// […] Palmeras, que de
noche se estiran para sacarle a las estrellas el polvo que se les ha entrado en la pupila.” (p.1 6).
Las instantáneas de Calcomanías dibujan una experiencia mucho más turística gracias a la
cual tenemos cuadros de una “Gilbraltar” donde “las casas hacen equilibrio// para no caerse al
mar” (p. 39) y un “Tanger” de pordioseros “con dos ombligos en los ojos// y una telaraña en
los sobacos” (p.42). Paseando por “Escorial” se perciben, “¡corredores donde el silencio toni-
fica// la robustez de las columnas!” (p.49); y unas páginas más adelante, en “Alhambra”, “los

2 En GIRONDO, Obra, 1 999, pp. 5-6. Cito de esta edición tanto los versos que forman parte de Veinte poemas… como los que
corresponden a Calcomanías. Para no abrumar al lector con notas al pie, consigno las páginas de los poemas citados en el cu-
erpo del texto. 1 era. Edición de Veinte poemas fue impresa en París por Argenteuil en 1 922 y la de Calcomanías, en Madrid por
Editorial Calpe en 1 925.
surtidores pulverizan//una lasitud// que apenas nos deja meditar// con los poros, el cerebelo
y la nariz” (p.51 ). En Andalucía gozamos de una “Siesta” en la que escuchamos “un zumbido
de moscas [que] anestesia la aldea” y nos abruma “el sol [que] unta con fósforo el frente de las
casas” (p.45); y en Madrid, después de una “Juerga”, “ya nadie tiene fuerza para hacer rodar//
las bolitas de pan, ensombrecidas,// entre las yemas de los dedos” (p.47)
La experiencia de la sensación del movimiento y las imágenes de los paisajes y lugares
pasando están condensadas en un poema-viaje, donde se transmite la experiencia de ser pasa-
jero de un “El tren expreso”, que por lo que se anuncia al final, cruza: “¿España? ¿1 870? …
¿1 923? ...” Allí se crea la imagen del mundo en movimiento y de las cosas que se pierden en el
horizonte. Los sonidos que pasan al lado:
Nostromo

Se oye:
el canto de las mujeres
que mondan las legumbres
del puchero de pasado mañana;
el ronquido de los soldados
68 que, sin saber por qué,
nos trae la seguridad
de que se han sacado los botines;
[…]
¡Campanas ¡Silbidos! ¡Gritos!;
y el maquinista, que se despide siete veces
del jefe de la estación;
y el loro, que es el único pasajero que protesta
por las veintisiete horas de retardo;
y las chicas que vienen a ver pasar el tren
porque es lo único que pasa.” (p.35)

Como vemos en estos fragmentos, la experiencia cosmopolita de Girondo fue la de un poeta


arrojado al mundo, uno que buscaba expresar su fusión con los lugares y las cosas, con la velo-
cidad; uno que confesó: “Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes,
que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar… Necesitaría
dejar algún lastre sobre la vereda.” (p. 1 2)

III

Para Cesar Vallejo la poesía de su tiempo, que se llamó “poesía nueva”, no se creaba al decir
una máquina o nombrar el “cinema”, sino gracias a inventar una obra que tuviera el efecto de
lo cinemático.3 Asimismo, la experiencia cosmopolita no aparece en su poesía como descrip-
ción de lugares o imágenes de viajes, sino por la interiorización de las experiencias. Él buscó
que el lector percibiera algunas sensaciones, advirtiera sus conquistas intelectuales y notara
sentimientos generados por la vivencia particular en la París que habitó desde 1 923 hasta su
muerte en 1 938. Su poesía hace sentir los efectos de una cotidianidad en esa Polis centro del
cosmopolitismo, referente de la creación occidental: desde los lugares, la sensación del tiempo

3 VALLEJO, “Poesía Nueva”, en VERANI, Vanguardias, 1 990, p. 1 90. La primera edición apareció en Favorables París Poema, núm.
1 , julio de 1 926.
y el cambio de las estaciones, hasta especies de epifanías intelectuales o cantos a simpatías ideo-
lógicas elegidas entre estereotipos de distintas procedencias que se encontraban en el escenario
internacionalista de la ciudad francesa.
En el soneto titulado “sombrero, abrigo, guantes” aparecen los modos de ser parte de las
estaciones frías y melancólicas, el otoño, el invierno y la experiencia particular del tiempo que
ellas producen. También, se presentan ámbitos como los de los cafés, espacios de la cotidia-
nidad de la vida intelectual parisina:
Enfrente a la Comedia Francesa, está el café
de la Regencia; en él hay una pieza
recóndita, con una butaca y una mesa.
cuando entro, el polvo inmóvil se ha puesto ya de pie.

Entre mis labios hechos de jebe, la pavesa

Nudos
de un cigarrillo humea, y en el humo se ve
dos humos intensivos, el tórax del Café,
y en el tórax, un óxido profundo de tristeza. 69

Importa que el otoño se injerte en los otoños,


Importa que el otoño se integre de retoños,
La nube, de semestres; de póstumos, la arruga.

Importa oler a loco postulando


¡Qué cálida es la nieve, qué fugaz la tortuga,
el cómo qué sencillo, qué fulminante el cuándo! 4

Al deambular por la ciudad, el sujeto envejece y es conciente del paso del tiempo por la repetición
de los otoños y por una marca en el cuerpo, la arruga, que además recuerda la inminencia de la
muerte. Algo similar sucede en “Epístola de los traseúntes”, donde la presentación de la expe-
riencia en la cosmópolis expresa al individuo incognito que transita por ella. Muestra un modo
de replegarse y de sentirse “lúgubre isla continental” que termina convaleciendo a sí mismo,
“sonriendo mis labios” (p. 333).
Además, la poesía de Vallejo habla de los lugares cotidianos; de las estaciones melancó-
licas, de “La violencia de las horas” en las que murió la eternidad y un transeúnte incognito
anuncia que está viendo esa muerte (p. 307). Así este poeta explora sentimientos derivados del
distanciamiento de la tierra natal y construye, por ejemplo, un poema-nostalgia donde logra
transmitir la sensación de desamparo:
Fue domingo en las claras orejas de mi burro,
De mi burro peruano en el Perú (perdonen mi tristeza).

Mas hoy ya son las once en mi experiencia personal,


Experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho,
de una sola burrada, clavada en pleno pecho,
de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho.

4 En VALLEJO, Obra, 1 988, p. 330. Los versos que cito corresponden a esta edición, por eso, en adelante, menciono la página en
paréntesis al lado de los versos. Todos los poemas que cito a continuación fueron agrupados, después de la muerte del poeta,
bajo el título de “Poemas póstumos I” (1 923/24-1 937).
Tal de mi tierra veo los cerros retratados,
Ricos en burros, hijos de burros, padres hoy de vista,
Que tornan ya pintados de creencias,
Cerros horizontales de mis penas.
[…] (p. 343)

Acá se contrasta el recuerdo de domingo peruano, de un cuando borroso del pasado, con un
presente de horas exactas en París; y se oponen la ignoracia y la inocencia a la angustia de quien
reflexiona constantemente sobre sí mismo y sobre el tiempo que tiene contado. Al final se expresa
la sensación de ser una aguja en un pajar, de ser un grano de arena con un “ciclo microbiano”:
Y entonces sueño en una piedra
Nostromo

verduzca, diecisiete,
Peñasco numeral que he olvidado,
Sonido de años en el rumor de aguja de mi brazo,
Lluvia y sol de Europa, y ¡cómo vivo!
¡cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales!
70
Y cómo, por recodo, mi ciclo microbiano,
quiero decir mi trémulo, patriótico peinado. (p.343)

Otra cara de la experiencia de Vallejo como ciudadano del mundo se puede apreciar en las
simpatías ideológicas que muestran una toma de posición frente a discusiones del momento.
El poema “Salutación angélica”, manifiesta una postura que usa estereotipos para alabar al
bolchevique; quizas al más famoso de ellos, a Lenin:
Eslavo con respecto a la palmera,
alemán de perfil al sol, inglés sin fin,
francés en cita con los caracoles,
italiano ex profeso, escandinavo de aire,
español de pura bestia, tal el cielo
ensartado en la tierra por los vientos,
tal el beso del límite en los hombros.

Más sólo tú demuestras, descendiendo


o subiendo del pecho, bolchevique,
tus trazos confundibles,
tu gesto marital,
tu cara de padre,
tus piernas de amado,
tu cutis por teléfono,
tu alma perpendicular
a la mía,
tus codos de justo
y un pasaporte en blanco en tu sonrisa.
[…] (p.331 )

Pero tal vez la conquista más importante de la experiencia cosmopolita en la poesía de Cesar
Vallejo la encontremos en la conjunción de soluciones formales e inquietudes intelectuales. Por
ejemplo, en uno de sus poemas en prosa, gracias la evocación del instante en que un jugador de
tenis le pega a la bola, Vallejo consigue conjugar varias de las fuentes filosóficas que indagaban
por el carater religioso del hombre:
En el momento en que el tenista lanza magistralmente
su bala, le posee una inocencia totalmente animal;
en el momento
en que el filósofo sorprende una nueva verdad,
es una bestia completa.
Anatole France afirmaba
que el sentimiento religioso
es la función de un órgano especial del cuerpo humano,
hasta ahora ignorado y se podría
decir también, entonces,
que, en el momento exacto en que un tal órgano
funciona plenamente,
tan puro de malicia está el creyente,
que se diría casi un vegetal.

Nudos
¡Oh alma! ¡Oh pensamiento! ¡Oh Marx! ¡Oh Feuerbach! (p.329)

La eficacia del efecto creado acá está dada por manifestar poéticamente el acto de la indagación
filosófica y su momento de claridad mental, y, al tiempo, por dar una posible respuesta a una 71

de las preguntas más profundas del ser moderno: la exitencia de un dios. Sin embargo, dicha
respuesta no es definitiva, está cruzada por el sarcasmo, pues la imagen elegida desacraliza al
poner el instante de iluminación del pensador, o de los filósofos –Anatole France, Ludwig Feuer-
bach y Karl Marx– al nivel de la inocencia, al de “una bestia completa” al de “casi un vegetal”.
La angustia de la experiencia del tiempo, “el fulminante cuando”, “la tortuga fugaz”; el
tránsito del presente al pasado, ir de un espacio actual a uno dejado atrás para decir la nostalgia;
la lentitud de “los siglos semanales” condensados en el presente de un yo lírico, el Perú y la
Europa unidos en el “ciclo microbiano” de París; el instante de concreción de las lecturas en una
idea, una respuesta a la inquietud por lo sagrado: todo esto construye una forma de la ubicuidad
interior. Su objetivo no es hacer vivir la exterioridad de la ciudad, o expresar la imagen fugaz del
viajero; Cesar Vallejo interioriza su experiencia cosmopolita, por eso ella está atravesada por varios
heraldos negros: el nihilismo, la culpa y la mudez que produce la inexistencia de un absoluto.5 El
tono melancólico y sarcastico es producto del coqueteo con el decadentismo y de la recurrente
pregunta por el sentido de la vida, la idea nihilista de que se está muerto antes de nacer. Por eso
él pudo “recordar” que moriría en París, y que tal vez sería un jueves de otoño: “Moriré en París
con aguacero,// un día del cual tengo el recuerdo.” (p.339)

IV

Después de nuestra exploración por dos de las soluciones poéticas de la condición cosmo-
polita de la vanguardia, surge la pregunta sobre por qué Oliverio Girondo y César Vallejo,
como muchos otros, asumieron tan naturalmente su destino cosmopolita y lo hicieron poesía.
¿Dónde se originó la confianza en que, como dijera Borges, los hombres, es decir, ellos como
hombres de letras, no necesariamente pertenecían a una única ciudad, sino que podían ser
ciudadanos de las polis del mundo: ser cosmopolitas?6

5 GUTIÉRREZ GIRARDOT, “Génesis”, 1 988, pp. 501 -538.


6 Conferencia realizada en el acto de inauguración de la muestra del pintor Xul Solar, en el Salón de Exposiciones del Museo de
Bellas Artes de la Provincia de Buenos Aires, el 1 7 de julio de 1 968. Citada por SCHWARTZ, Vanguardia, 1 993, p. 1 3.
La respuesta la hallamos en el papel asumido por el intelectual en el mundo moderno, pues
gracias a la indefinición de una función específica para el poeta o el escritor; el rol del creador
literario en el concierto de las naciones, y específicamente, en la institucionalización de una lite-
ratura-mundo, fue el de “intermediario transnacional”, una especie de “agente de cambio”, que
iba de un lado a otro con textos, tendencias, corrientes y novedades.7 Los criterios que dieron
un sentido a esta labor estuvieron dados por la jerarquización de los valores simbólicos acordes
al orden del mundo capitalista, bajo la bandera del universalismo cultural y la búsqueda
de algo que se llamó la novedad. Dicho orden tuvo por largo tiempo a París como centro donde
se encontraron autores y tendencias de diversos orígenes, en tanto las demás polis –Buenos
Aires, Moscú, Madrid, Rio de Janerio, Sao Pablo, etc.– constituyeron periferias que miraban
con atención los parámetros que cruzaban la ciudad francesa. No casualmente, los cosmopoli-
Nostromo

tismos de Oliverio Girondo y César Vallejo, así como los de Rubén Darío y Horacio Quiroga,
pasaron por allí.
Todos ellos se ubicaron bajo el mismo sistema de valores y sus reglas de jerarquización, y el
hecho de tener un pie acá y otro allá los llenó de contradicciones. De ahí la existencia de una
72 esquizofrenia cultural entre los letrados latinoamericanos, que los llevó, al lado de esporádicos
impulsos reivindicativos, a cultivar un deseo muy fuerte de ser completados. Lo anterior, también
explica el hecho –ya señalado por Rafael Gutierrez Girardot en su estudio sobre el Modernismo–
de que tanto los modernistas como los mismos vanguardistas latinoamericanos se identificaran
con ese modo de ser moderno que cruzó las élites intelectuales europeas y sus preocupaciones.8
Esto sin embargo, no significa que la experiencia de la modernidad fuera uniforme, – pues no lo
fue y dentro de ella han existido cánones y cánones y usos y usos de los capitales literarios. De
hecho, este sistema de valores compartido siempre ha sido maleable y autocrítico, y ha tomado
diferentes versiones, dependiendo de las condiciones particulares, pero tuvo, desde la ilustración
hasta bien entrado el siglo XX, un espectro restringido a un centro: París.
Estos cosmopolitas, y no las clases populares, eran los portadores de la Cultura, por eso el
diálogo de buenos entendedores NO se dio entre los intelectuales franceses y el obrero francés o
entre los intelectuales alemanes y los campesinos de Baviera. Por eso también, Oliverio Girondo
y César Vallejo escribieron y publicaron sus obras en París o Madrid. Ellos quisieron participar,
desde el centro, de ese grupo de buenos entendedores que han gozado de la experiencia de un
cosmos –dada o bien por lecturas o por los viajes. En este sentido, un ejemplo de la entrega
al destino de ser ciudadano del mundo lo encontramos en el hecho de que César Vallejo en
1 928, ya enfermo, hubiera preferido conocer otras ciudades europeas a regresar a Perú. Él eligió
destinar el dinero que inicialmente era para regresar a su país de origen, para hacer un viaje por
la URSS, pasando por Berlín y Budapest.9
Es debido a esta posición de ciudadanos del mundo y a este rol diplomático del intelectual
moderno, que a los vanguardistas de los años veinte no les alcanzó la actitud irreverente para
subvertir el orden del mundo de las letras y las artes, ni tampoco la estructura social. No hay que
desconocer, sin embargo, que los impulsos de la vanguardia sí ampliaron los referentes, y esto se
debió a los ideales utópicos de novedad y cambio social que les sirvieron de motor, y que fueron
los que hicieron que en el periodo de efervesencia vanguardista tomaran otros tintes las solu-
ciones poéticas que expresaron los distintos modos de hallarse en el mundo. Modos que, como

7 CASANOVA, República, 2001 , p. 37.


8 GUTIÉRREZ GIRARDOT, Modernismo, 1 983, pp. 30-49.
9 OVIEDO, “Cronología”, 1 988, pp. 555-571 .
el cosmopolitismo, habían estado presentes entre los intelectuales a lo largo de la modernidad.
Se trató de un cambio de actitud por el que los escritores, artistas e intelectuales se arrojaron
eufóricamente al mundo moderno confiados en que existía una literatura del universo y un
orden evolutivo del progreso que incluía reivindicaciones sociales y revoluciones.
Acá, mencioné dos formas poéticas paradigmáticas: la que fue producto de un cosmo-
politismo desde el interior, de Cesar Vallejo, y la del cosmopolitismo de la exterioridad de
Oliverio Girondo. La conquista de estas apuestas, como de otras que se produjeron simultá-
neamente, fue encontrar soluciones poéticas inéditas a experiencias que se originaron por la
actitud cosmopolita. De hecho, todo esto seguramente trajo a la memoria del lector algunos
herederos de esas diversas formas de la ubicuidad de vanguardia, como por ejemplo “El Aleph”
de Jorge Luis Borges o “Continuidad de los parques” de Julio Cortazar. Asimismo, al leer los
fragmentos citados de “El tren expreso”, el lector seguramente evocó otras historias ferroviarias

Nudos
como las de “El guardagujas” de Juan José Arreola.

Bibliografía Referida 73

CASANOVA, Pascale, La República Mundial de las Letras, Archivos-Instituto Caro y Cuervo, 1 988, pp.
Barcelona, Anagrama, 2001 . 555-574.
GIRONDO, Oliverio, Obra Completa, México, Edición SCHWARTZ, Jorge, Vanguardia y Cosmopolitismo en la
Archivos-Fondo de Cultura Económica, 1 999. Década del Veinte: Oliverio Girondo y Oswald de
GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael, “Génesis y recepción Andrade, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 1 993.
de la poesía de Cesar Vallejo”, en GUTIÉRREZ VALLEJO, Cesar, Obra Poética, Bogotá, Edición Archivos-
GIRARDOT, Rafael, Modernismo. Supuestos históricos Instituto Caro y Cuervo, 1 988.
y culturales, México, Fondo de Cultura Econó- “Poesía nueva”, en Hugo VERANI, Las vanguardias
mica, 1 983. literarias en Hispanoamérica, México, Fondo de
OVIEDO, José Miguel, “Cronología de Cesar Vallejo”, Cultura Económica, 1 990, p. 1 90.
en Cesar Vallejo, Obra Poética, Bogotá, Edición

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