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A Manuela y Matilda
Resumen
El texto se propone reflexionar sobre una materialidad que disuelve de una
manera particular las dicotomías corporales: la placenta, la “torta materna”,
cuerpo órgano-no órgano transitorio que ha devenido en la contemporaneidad a
ser la materia de un nuevo deseo: el de la afirmación de una continuidad entre la
vida y la muerte, el de la continuidad expresada en su fagocitación por la madre
después del parto.
La nueva ritualidad expresada en ese gesto, beber o comer la placenta, honra
una materia que permitió el origen y crecimiento de una nueva vida. Como tejido
sin vida se lo hace ingresar en un nuevo flujo de materias y alterar de ese modo las
bipolaridades de lo interno y lo externo, lo vivo y lo inerte. Hacer entrar ese tejido
posparto y sin vida en el propio cuerpo, después de finalizada su misión orgánica,
es darle un lugar nuevamente en la vida. Considerado habitualmente como desecho,
se asimila ahora en su potente valor simbólico y carnal.
Investigaciones médicas intentan comprobar el valor nutricio de la placenta y
su alto valor benéfico para las madres y sus hijos/as recién nacidos en proceso de
lactancia. Aquí nos interesa realizar una reflexión filosófica sobre la placenta y de
esta nueva ritualidad, y descubrir en ésta un posicionamiento de las mujeres en sus
derechos de demandar parte de un cuerpo que les pertenece no sólo a ellas mismas
sino a sus descendientes. “El parto es nuestro” deviene una nueva afirmación
política de las mujeres frente al poder médico sanitario y de la mercantilización
placentaria, y recupera, asimismo, saberes ancestrales de simbolizaciones respecto
de los cuerpos vivos y muertos.
El texto guiña el ojo a algunas reflexiones en torno al cuerpo de Jean Luc-
Nancy, Luce Irigaray y a la esfera primaria de nuestra pre-conformación subjetiva,
de Peter Sloterdijk.
En un primer momento, el texto con base en un testimonio actual se aproxima
a ritos y prácticas ancestrales de la ingesta de la placenta que la muestran en su
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La materia placentaria
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Sin embargo, podríamos decir que Nancy reconoce esa otra forma
del tacto que hemos llamado tacto confuso: “Tocar sería demasiado
decir y sin embargo ya está ahí: es el primer Rühren, el primer borboteo
y flote con el que se balancea eso que todavía no ha llegado a nacer”
(2013, 13). El tacto confuso, en mis términos, se presentaría en una
suerte de momento anterior al despliegue de las identidades separa-
das, distintas, pero también habría que hacerse la pregunta respecto
de si todo tacto tiene también siempre dimensiones confusas. Nancy
también lo advierte al referirse a la efectividad del contacto, “la efecti-
vidad de una venida hacia y de una acogida de”, en la doble cualidad
que se intercambia, en la doble acogida de las pieles que se tocan: “El
venir-a de uno y otro los cruza en el punto de cuasi confusión” (2013,
19)8. Ese cruce confuso es el esquema de un modo de la relación entre
una (madre) y otro u otra, y no sólo el esbozo de una posibilidad; es
una relación compleja, confusa, oscura, de intercambios de fluidos,
que dejará sus huellas en nuestro aparato psíquico. Nancy ve en la
separación del recién nacido de su madre el inicio de su relación con
ella misma y con el mundo: “Al separarse él conquista aquella nueva
posibilidad de la que no conocía más que un bosquejo: la posibilidad
de la relación y del contacto” (2013, 13). Por mi parte, insistiría en la
profundidad de la con-fusión de esa relación y en el esbozo de un
siempre no saber con propiedad qué es una relación. La con-fusión
madre-feto expresaría la complejidad de las operaciones de intercam-
bio material, especialmente de fluidos, de con-tacto de membranas,
más que del “toque” de cuerpos sólidos, separados.
Para Nancy, por otra parte, lo sonoro sería el modo de relación
madre feto y feto mundo:
El bosquejo era esencialmente auditivo, y la audición misma era
difractada según el prisma completo del pequeño cuerpo sumer-
gido en el resonador líquido con el cual el otro cuerpo lo envuelve.
El sonido de este cuerpo, de su corazón, de sus entrañas y el soni-
do del mundo afuera tocaban al mismo tiempo sus oídos, sus ojos
cerrados, sus narices, sus labios y toda su piel infusa (2013, 13).
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Un festín endógeno
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Notas
1. El texto forma parte de las reflexiones sobre la materialidad del cuerpo en el
marco del Proyecto Fondecyt N° 1150266, en el que participé como co-investigadora
y que tuvo por investigadora responsable a la Dra. Valentina Bulo.
Este texto es una reflexión que toca la experiencia de embarazo y parto de mi hija
Manuela, y el nacimiento de Matilda, experiencias que me remecieron de una
manera inesperada e inquietante. Se lo dedico a ellas, lo debo a ellas. También agra-
dezco a Mónica Bannen haber desatado su producción por una aprensión suya que
me compartiera una tarde de domingo.
2. Dra. Olga Grau, Profesora Titular, académica del Departamento de Filosofía y del
Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina, Facultad de Filosofía y
Humanidades, Universidad de Chile.
3. No deja de ser curioso que el nacimiento de quienes nacen después, en demora,
da lugar a que se les dé el nombre de “corderos”, en el sentido de tardíos en nacer,
confundido su sentido etimológico con los “cuerdos”, los “sabios”, como las muelas
tardías, las muelas del juicio o sabiduría.
4. https://www.elpartoesnuestro.es/ Página consultada el 15 de mayo 2017.
5. La placentofagia es común en los mamíferos, incluso en los herbívoros.
6. En cierto sentido un no-órgano, en tanto no es un órgano que pertenezca o vaya
a pertenecer a uno de los dos, madre o hijo/a; es un órgano transitorio, temporal.
7. Expresión de Luce Irigaray utilizada en su escrito El cuerpo a cuerpo con la madre.
El otro género de la naturaleza. Otro modo de sentir (1985).
8. El subrayado es mío.
9. Una persona lectora de este texto, y que lo ha evaluado para ser incluido en No-
madías, y a quien agradezco su revisión, sugerencias, hizo el siguiente comentario:
“como lucha ganada desde hace alrededor una década las pu lamgen se han podido
comenzar a llevarse su placenta desde algunos hospitales. Hace un par de años, de
hecho, se dictó una resolución que reconoce y norma esta práctica”.
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