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Tema VIII

Tema VIII
DESCARTES: Razón y
método
ÍNDICE

1. Contexto histórico, cultural y filosófico (1).


2. Coordenadas del pensamiento de Descartes:
2.1. Crítica cartesiana a la Escolástica.
2.2. Superación del escepticismo radical.
2.3. Actitud ante la nueva ciencia.
2.4. Conclusiones.
3. El método cartesiano: Segunda parte del “Discurso del Método” e ideas
para su justificación (2.b. y2.c.).
4. La duda metódica y su superación: Cuarta parte del “Discurso del
Método” e ideas para su justificación (2.b. y 2.c.).
4.1. La duda metó dica: procedimiento cartesiano para llegar a la
primera verdad.
4.2. La primera certeza y el criterio: “pienso, luego existo”.
4.3. Las ideas.
4.4. La demostración de la existencia de Dios.
4.5. Consecuencias de la filosofía cartesiana en la teoría del
conocimiento: El mundo como representación .
4.6. La demostración del mundo (res extensa).

5. La Metafísica cartesiana: estructura de la realidad y concepción de la


sustancia (2.c.).
6. Actualización del tema: matematización y desarrollo científico y
técnico. El mecanicismo cartesiano y el problema mente-cuerpo (3.b.).
7. Vocabulario (2.a.).
Página
1. CONTEXTO HISTÓRICO, CULTURAL Y FILOSÓFICO

En 1637 se publica en Holanda el Discurso del método para dirigir adecuadamente la


razón y buscar la verdad en las ciencias, obra que aparecía anóni mamente y en
francés, no en latín, como era habitual. El contexto de la primera mitad del siglo XVII
en la que vive Descartes, ayuda a explicar por qué éste cree necesario una obra que
se ocupe del método y por qué defiende que el anterior “camino” al conocimiento
debe abandonarse, buscando una certeza para sobrevivir a la crisis del momento.

Hacia la mitad del siglo XVI comienzan en Europa una serie de crisis, que van a
recorrer todo el siglo XVII, que se corresponden en el plano social con el desarrollo de la
burguesía y en el plano ideoló gico con la necesidad que se experimenta de una nueva
concepción del mundo basada en el concepto de Razó n. Esta crisis supuso la caída
definitiva de los fundamentos de la Europa medieval, ya iniciada con el Renacimiento y
el establecimiento de los nuevos pilares sobre los que se construirá la Europa moderna.

Podemos resumirlas en las siguientes:

1. Crisis económico-social. El desarrollo del capitalismo se verá en este siglo


especialmente favorecido como resultado del desarrollo del comercio marítimo y colonial
y de la afluencia de metales preciosos de las minas europeas y americanas, que provoca

2. Crisis política. La principal causa política de los conflictos reside en el


absolutismo monárquico. Esta forma de gobierno necesita de nuevos impuestos, no
sólo para financiar las continuas guerras, sino también para crear nuevas estructuras de
carácter central que permitan gobernar un Estado con territorios muy diversos en
costumbres y organización. La carga de estas aportaciones económ icas recae
en el
pueblo llano, ya que en la sociedad estamental del siglo XVII los estamentos

CONTEXTO FILOSÓ FICO

El Discurso del Método, en su edición original de 1637, no constituye una obra


independiente, sino que iba acompañ ada de tres tratados científicos, La Dióptrica, Los
Meteoros y La Geometría. A esos tres tratados Descartes antepuso una extensa
introducción, que viene a ser una especie de autobiografía filosófi ca. De las seis partes
que configuran esta obra, tan sólo la primera, segunda y cuarta ofrecen mayor interés
filosófi co. Dice Descartes que en la primera parte “se hallarán diferentes
consideraciones acerca de las ciencias”, aunque en realidad se sientan las bases de
una nueva teoría del conocimiento. La segunda parte contiene las famosas cuatro
reglas del método, precedidas por una crítica a la ló gica clásica, y en particular al
silogismo, que revela la ruptura de Descartes con el pensamiento metodoló gico
tradicional. Pero es en la cuarta parte donde se exponen las ideas esenciales,
indicándose cómo se llegó a la primera verdad – pienso, luego soy-, cómo puede
extraerse de esta proposición el criterio de verdad, y cuál es la naturaleza de nuestra
alma, para rematar con las pruebas de la existencia de Dios.

Las corrientes del “racionalismo” y el “empirismo” se sitú an en este contexto político,


económ ico, social e ideoló gico y vienen a ser un replanteamiento de los problemas
tradicionales de la filosofía desde los supuestos de la cultura moderna en conexión con
la revolución científica y de ahí la importancia que darán a los problemas del
conocimiento y del método científico. Por otra parte se encuentran vinculados al
desarrollo de la sociedad burguesa y los conflictos del siglo explican el interés que
dedican a la teoría política, sobre todo los autores ingleses.

2. COORDENADAS DEL PENSAMIENTO DE DESCARTES.

En el año 1.637 se publica el Discurso del Método, esta es la fecha que se considera
simbólicamente como la que marca el inicio de la filosofía moderna.
Las ideas y creencias que cristalizan en Descartes se venían fraguando a lo largo de
los dos siglos anteriores, en los que se había desarrollando una actitud crítica frente al
modo de hacer filosofía pero no se era capaz aún de ofrecer una alternativa definida,
sino simplemente esbozos. Estas ideas no suponen simplemente una nueva doctrina
filosóf ica sino que inauguran una nueva actitud filosófica .
El pensamiento cartesiano gira en torno a tres coordenadas esenciales:

a) El pensamiento de la Escolástica. Para Descartes era un tipo de


pensamiento poco fundamentado, ya que el criterio de verdad y el método sobre
los que se sustentaba eran caducos, carecían de rigor y validez. Se ha de
cambiar el modo de hacer filosofía para poder desarrollar un tipo de
pensamiento riguroso y firme. Para ello, habrá de establecer un nuevo criterio
de verdad y un nuevo método.
b) El impacto de la recuperación del pensamiento escéptico en el Renacimiento.
Este hecho inspiró su “duda metódica”, siendo ésta, a su vez, una manera de
superarlo -aunque hay opiniones diversas sobre este último aspecto -.
c) El desarrollo de la nueva ciencia, que le servirá como modelo de
pensamiento riguroso.

2.1. Crítica cartesiana a la Escolástica.

Constituía la enseñanza universitaria oficial de la época. La Escolástica es el


primer elemento que configura el horizonte donde se mueve la filosofía cartesiana. Los
cursos de filosofía que se impartían en las Universidades en el siglo XVII tenían como
base teórica la síntesis aristotélico-tomista parcialmente renovada por los escolásticos
renacentistas, que intentaban adaptarla a los nuevos tiempos. Pese a su puesta al día,
Descartes la consideró, como muchos otros autores de su tiempo, como un pseudo-
saber basado en un método verbalista, estéril e ineficaz.

Era incapaz de explicar la nueva sociedad e impotente ante los hallazgos de la


nueva ciencia. Ante el derrumbe de la cosmovisión medieval, la Escolástica es incapaz
de ofrecer

Así nos encontramos un vacío por el derrumbe del sistema anterior (la Escolástica) y la
necesidad de establecer unos nuevos fundamentos sobre los que asentar firmemente la
filosofía: un nuevo criterio de verdad y un nuevo método.

2.2. Superación del escepticismo radical.

El escepticismo es una corriente filosófica del mundo antiguo recup erada por el
humanismo renacentista, pero no es una doctrina con una propuesta sistemática como
la Escolástica ni tampoco posee un método para la adquisición de la verdad. Es una
actitud mental que se limita a la práctica de la duda universal , del rechazo de toda
verdad universal y necesaria, de la consideración que la mente no puede conocer la
verdad ni hablar, es decir, afirmar o negar nada de una proposición.

Descartes se mostrará comprensivo y, a la vez, crítico con esta actitud:

a) Comprensivo: toma la duda universal como punto de partida para extirpar de su


filosofía todos los prejuicios o errores causados por nuestras inclinaciones naturales
o la educación acrítica de la época.

b) Crítico: la duda, para Descartes, no es un objetivo a alcanzar sino un obstáculo a


superar, obstáculo que la razón necesita como medio para eliminar de la filosofía
toda verdad o certeza que no se encuentre fundada en la misma razón. Utiliza el
escepticismo para eliminar los errores, pero no con la idea de afirmar la incapacidad
humana para alcanzar certezas, sino para demostrar que es posible, aun siendo en
un primer momento un escéptico radical, alcanzar un tipo de verdades evidentes y
absolutamente indudables.

2.3. Actitud ante la nueva ciencia.

Gracias a los intentos de matematizar la naturaleza mediante el tratamiento numérico


de los postulados y las leyes físicas llevado a cabo, sobre todo por Copérnico y Galileo,
los cuales prepararon el camino a Newton, la Física inicia un proceso de
independización de la filosofía. Se trata de una Física matemática basada en la
observación y la experiencia. Fue también Francis Bacon quien había iniciado esta ruta
del pensamiento al basar la investigación científica en la experiencia y, a partir de ella,
obtener las leyes universales mediante la inducción.
Pero la experiencia no es la única característica de la nueva ciencia, ya que es
necesario, además, partir de hipótesis o conjeturas , que son un producto de la razón
del científico que han de ser contrastadas con la realidad. Este es el gran avance que
descuida Bacon -no Galileo-.

La ciencia del Renacimiento no sólo elabora hipótesis y las contrasta con la experiencia,
está además convencida de que la naturaleza es un gran libro escrito e n lenguaje
matemático
–recordar a Galileo-. Las demostraciones matemáticas y las argumentaciones lógico -
deductivas constituyeron el método idóneo para la ciencia renacentista.

3. EL MÉTODO CARTESIANO Segunda parte del Discurso. Ideas para la justificación


(2.b. y 2.c.).

En el Discurso del método propone Descartes una significativa comparació n: todo el


saber de su época es como un edificio en ruinas que no merece la pena intentar
restaurar. Hay que derribarlo y construir uno nuevo. El proyecto cartesiano, pues,
supone:

a) Una reconstrucción del saber desde sus mismas raíces, lo cual, incluye,
b) La unificación de todas las ciencias en una sola.
Con Descartes la filosofía tiene tras de sí un pasado aleccionador y hay que ser cautos. Hay
que tener cuidado, no vayamos a equivocarnos como el aristotelismo. En las notas de la primera
parte del “Discurso” se nos presenta a un hombre cansado de los errores y de la inutilidad de los
conocimientos que ha tenido que aprender en su periodo de formación. Por tanto, no es mera
casualidad que empiece el texto propuesto para comentario hablando de un hombre que camina
sólo y en la oscuridad (Parte II, Discurso del método). En este sentido podemos considerar a la
filosofía de Descartes como una filosofía de la cautela, de precaución en no caer en los errores
del pasado. La situación en la que se encuentra Descartes es la de un hombre perdido y
desorientado. No confía en los conocimientos que ha recibido de la tradición, pero tampoco está
dispuesto a desecharlos, por lo menos antes de que pueda enlazar una reflexión cuidadosa sobre
el método.

Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la


resolución de avanzar tan lentamente y de usar tal circunspección en todas
las cosas que aunque avanzase muy poco, al menos me cuidaría al má ximo de
caer. Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo algunas de las
opiniones que hubiesen podido deslizarse durante otra etapa de mi vida en mis
creencias sin haber sido asimiladas en la virtud de la razó n, hasta que no
hubiese empleado el tiempo suficiente para completar el proyecto emprendido
e indagar el verdadero método con el fin de conseguir el conocimiento de
todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz.

Descartes dedica al método sus obras El Discurso del método y Reglas para la dirección
del espíritu. Primero escribe las Reglas, que serán publicadas pó stumamente y donde se
encuentra un estudio más detallado de la cuestió n. Sin embargo, en el Discurso nos
ofrece una síntesis del método en cuatro reglas concisas.

Definición de método: el conjunto de “reglas ciertas y fáciles, gracias a


las cuales el que las observe exactamente no tomará nunca lo falso por verdadero
y llegará, sin gastar inú tilmente esfuerzo alguno de la mente, sino siempre
aumentando gradualmente la ciencia, al verdadero conocimiento de todo aquello
de que sea capaz”
(Reglas IV). El método, vimos, tiene que servirle para el descubrimiento de nuevas
verdades, no para demostrar lo que ya se ha hallado.

El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la


había conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía
evitar la precipitación y la prevenció n, admitiendo exclusivamente en mis
juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que
no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda.
El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar
en tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más
fácilm ente.
El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los
objetos más simples y más fácilm ente cognoscibles, para ascender poco
a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos,
suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se preceden
naturalmente los unos a los otros.
Según el úl timo de estos preceptos debería realizar recuentos
tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no
omitir nada.

¿En qué se inspiró D escartes para elaborar su método?

Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales
generalmente los geó metras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles,
me habían proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden
ser objeto del conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que,
absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando
siempre el orden necesario para deducir unas de otras, no puede haber algunas
tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan
ocultas que no podamos llegar a descubrir.

No supuso para mí una gran dificultad el decidir por cuales era necesario iniciar el
estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y las más fácilm ente
cognoscibles. Y considerando que entre todos aquellos que han intentado buscar la
verdad en el campo de las ciencias, solamente los matemáticos han
establecido
algunas demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba
que debía comenzar por las mismas que ellos habían examinado. No esperaba
alcanzar alguna unidad si exceptuamos el que habituarían mi ingenio a considerar
atentamente la verdad y a no contentarse con falsas razones. Pero, por ello, no
llegué a tener el particulare
deseo de conocer todas las ciencias s que
comú nmente se como matemát
conocen icas, pues viendo que aunque sus objetos
son diferentes, sin embargo, no dejan de tener en común el que no consideran otra
cosa, sino las diversas relaciones y posibles proporciones que entre los mismos se
dan, pensaba que poseían un mayor interés que examinase solamente las
proporciones en general y en relación con aquellos sujetos que servirían para hacer
más cómodo el conocimiento. Es más, sin vincularlas en forma alguna a ellos para
poder aplicarlas tanto mejor a todos aquellos que conviniera. Posteriormente,
habiendo advertido que para analizar tales proporciones tendría necesidad en
alguna ocasión de considerar a cada una en particular y en otras ocasiones
solamente debería retener o comprender varias conjuntamente en mi memoria,
opinaba que para mejor analizarlas en particular, debía suponer que se daban entre
líneas puesto que no encontraba nada más simple ni que pudiera representar con
mayor distinción ante mi imaginación y sentidos; pero para retener o considerar
varias conjuntamente, era preciso que las diera a conocer mediante
algunas cifras,
lo más breves que posible. Por este medio recogería lo mejor
fuera que se da
en el anál isis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a
la vez, los defectos de
una mediante los procedimientos de la otra.

Y como, en efecto, la exacta observancia de estos escasos preceptos que


había escogido, me proporcionó tal facilidad para resolver todas las cuestiones,
tratadas por estas dos ciencias, que en dos o tres meses que empleé en su examen,
habiendo comenzado por las más simpl es y más generales, siendo, a la vez, cada

verdad que encontraba una regla út il con vistas a alcanzar otras verdades, no
solamente llegué a concluir el anál isis de cuestiones que en otra
ocasión había
juzgado de gran dificultad, sino que también me pareció, cuando concluía este
trabajo, que podía determinar en tales cuestiones en qué medios y hasta dón de era
posible alcanzar soluciones de lo que ignoraba. En lo cual no pareceré ser
excesivamente vanidoso si se considera que no habiendo más que un conocimiento
verdadero de cada cosa, aquel que lo posee conoce cuanto se puede saber. Así un
niño instruido en aritmética, habiendo realizado una suma según las reglas
pertinentes puede estar seguro de haber alcanzado todo aquello de que es capaz el
ingenio humano en lo relacionado con la suma que él examina. Pues el método que
nos enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar verdaderamente todas las
circunstancias de lo que se investiga, contiene todo lo que confiere certeza a las
reglas de la Aritmética.

Pero lo que me producía más agrado de este método era que siguiéndolo
estaba seguro de utilizar en todo mi razó n, si no de un modo absolutamente
perfecto, al menos de la mejor forma que me fue posible. Por otra parte, me daba
cuenta de que la práctica del mismo habituaba progresivamente mi ingenio a
concebir de forma más clara y distinta sus objetos y puesto que no lo había
limitado a materia alguna en particular, me prometía aplicarlo con igual utilidad a
dificultades propias de otras ciencias al igual que lo había realizado con las del Á
lgebra. Con esto no quiero decir que pretendiese examinar todas aquellas
dificultades que se presentasen en un primer momento, pues esto hubiera sido
contrario al orden que el método prescribe. Pero habiéndome prevenido de que sus
principios deberían estar tomados de la filosofía, en la cual no encontraba alguno
cierto, pensaba que era necesario ante todo que tratase de establecerlos. Y puesto
que era lo más importan te en el mundo y se trataba de un tema en el que la
precipitación y la prevención eran los defectos que más se debían temer, juzgué
que no debía intentar tal tarea hasta que no tuviese una madurez superior a la que
se posee a los veintitrés años, que era mi edad, y hasta que no hubiese empleado
con anterioridad mucho tiempo en prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu
todas las malas opiniones y realizando un acopio de experiencias que deberían
constituir la materia de mis razonamientos, como ejercitán dome siempre en el
método que me había prescrito con el fin de afianzarme en su uso cada vez más.

Por tanto, el proceso de la reforma del método empezó por la consideració n de las
verdades más simples y las ideas más ciertas, como empezaban las matemáticas. Con
este ejercicio conseguía que la mente se acostumbrara a la forma de conocer la verdad
y de obtener la garantía de un conocimiento verdadero. La aplicación del método a las
matemáticas funciona de una forma brillante y Descartes se muestra ilusionado,
obteniendo el primer éxito: la geometría analítica. Por ello, propone “aplicarlo con
igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias”.

Establecer la certeza de los primeros principios será el objetivo de la Cuarta parte del
Discurso. La tarea queda abierta, aunque posiblemente no sea el momento. Tal vez la
edad que tiene no es la más apropiada. Pero tendría que emprender lo que se
convertiría en el objetivo principal de su esfuerzo: la reforma de la filosofía, una
reflexión serena y sistemática sobre los principios fundamentales de la filosofía.

4. LA DUDA METÓDICA Y SU SUPERACIÓN.(CUARTA


PARTE DEL “DISCURSO DEL MÉTODO” (2.b. y 2.c.).

El título de la cuarta parte del Discurso del método, “en la que se exponen las
razones que permiten establecer la existencia de Dios y del alma humana, que
constituyen los fundamentos de la metafísica”, resume el objetivo de esta parte y
que consideraba como tarea fundamental, ya que es “la raíz del árbol de la ciencia”.
Descartes distingue tres esferas o ámbitos de la realidad: Dios o Sustancia infinita
(res infinita); el yo o sustancia pensante (res cogitans) y los cuerpos o sustancia
extensa (res extensa).

Aplicando la primera máxima de la moral provisional formulada en la parte


tercera del Discurso del Método ("obedecer las leyes y costumbres de mi' país"),
Descartes indica la conveniencia de seguir en la vida ordinaria lo establecido por la
costumbre. Pero esto sólo es válido para vivir, no para buscar la verdad. Para llegar
a la verdad necesita aplicar el método, cuyas reglas ya había enunciado en la parte
segunda. Aplica, por tanto, el método inicialmente sólo a lo teó rico y no “a las
costumbres” (ámbito moral), porque quiere evitar “no permanecer irresoluto en sus
acciones”. La duda es, por tanto, teorética, ya que inicialmente no afecta al ámbito
moral y es universal porque puede aplicarse a todos los conocimientos teó ricos.

No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí realizadas,


pues son tan metafísicas y tan poco comunes, que no serán del gusto de todos.
Y sin embargo, con el fin de que se pueda opinar sobre la solidez de los
fundamentos que he establecido, me encuentro en cierto modo obligado a
referirme a ellas. Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las
costumbres, es necesario en algunas ocasiones opiniones muy inciertas tal
como si fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que
deseaba entregarme solamente a la búsqu eda de la verdad, opinaba que era
preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente
falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de
comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que
fuese enteramente indudable.
4.1. La duda metódica: procedimiento cartesiano para llegar a la primera verdad.

Para el Racionalismo el entendimiento ha de encontrar en sí mismo las verdades


fundamentales (ideas innatas) a partir de las cuales sea posible deducir el edificio
entero de nuestro conocimiento (ideal deductivo). Este punto de partida ha de ser una
verdad absolutamente cierta sobre la cual no sea posible ejercer la duda. La bú
squeda de este punto de partida exige la tarea previa de eliminar todos los
conocimientos, ideas y creencias que no aparezcan como absolutamente ciertos: hay
que eliminar todo aquello de lo que sea posible dudar. De ahí que comience la cuarta
parte del Discurso planteando los elementos fundamentales de la duda, que es una
duda metodoló gica (no escéptica o existencial), que viene exigida en el momento
analítico de su método. Emprender la duda metódica es la única m anera de fundar la
filosofía sobre un cimiento sól ido, sobre un principio que sea realmente indudable.

Radicalidad de la duda: la duda es progresiva, pues en ella distinguimos cuatro


niveles de amplitud y radicalidad, aunque el Discurso sólo expone tres. El cuarto no
aparecerá hasta las Meditaciones metafísicas-
.
El primer nivel se refiere a los sentidos, que nos engañ an a menudo, y “es
prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañ ado una vez”.
Dudar de los sentidos nos permite dudar de que las cosas sean cómo las
percibimos, no de que existan tales cosas

La imposibilidad de distinguir el sueño de la vi gilia, ya que los mismos


pensamientos pueden asaltarnos estando dormidos o despiertos, le hizo
suponer que todos los conocimientos que pudiera haber conseguido su mente
tuvieran el mismo valor que las ilusiones de sus sueñ os. Esta razón para dudar
parece afectar a la existencia de las cosas y del mundo, pero no a ciertas
verdades, como las verdades matemáticas (dormidos o despiertos, en la
geometría euclidiana los tres ángulos internos de un triángulo suman 180
grados).

La hipótesis del genio maligno, “de extremado poder e inteligencia, que


pone todo su empeño en inducirme a error”, permite extender la duda a todo
el ámbito del saber.

Cuando la duda es más intensa, cuando no puede estar seguro de nada, alcanza
la verdad del primer principio que estaba buscando.

Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este


modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba,
fuese alguna cosa. Y dándo me cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy,
era tan firme y tan segura que todas las extravagantes suposiciones de los
escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla
sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba

4.2. La primera certeza y el criterio: “pienso, luego existo”. Críticas al cogito


cartesiano.
Esta duda radicalizada conduce a una primera verdad absoluta e inmune a toda duda:
la existencia del propio sujeto que piensa y duda. En efecto, si duda de todo, al menos
es cierto que duda, es decir, que piensa. Y si piensa, existe en tanto ser pensante.
Esto es lo que expresa Descartes con su célebre “COGITO, ERGO SUM”, que es una
verdad tan firme que ni las más extravagantes de las dudas escépticas podrían
atentar contra ella. La duda puede alcanzar el contenido de mi pensamiento, pero no
al pensamiento mismo. Puedo dudar de la existencia de lo que veo, imagino o pienso,
pero no puedo dudar que lo esté pensando y que, para pensarlo, tengo que existir.

del cogito es doble: señ ala el tipo ejemplar proposició


La función de n
verdadera y prepara el camino para la radical distinción entre el cuerpo y el
alma.
Por el mero hecho de dudar y de haber intentado convencerse de
que no existía,
tiene existir. La existencia del sujeto pensante es una evidencia que está por
que encima
de la existencia del cuerpo y del mundo, ya que puedo imaginar que no tengo cuerpo,
no puedo separar de mí, el pensamiento. Lo
pero hay algo que único cierto con
es que yo soy una cosa que piensa, por tanto, un “sujeto” cuyo ser es
precisión “pensar”,
que es su naturaleza, esencia o atributo. El yo es el alma, que define esencialmente al
ser
humano y, a su vez, el alma se define por ser pensamiento.

Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir
que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me
encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el
contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas,
se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que
hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido
verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a
conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no
reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar
alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que este yo, es decir, el
alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo,
más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo
lo que es

4.3. Las ideas.

El yo sólo existe como ser pensante, que


tiene ideas. Ya tenemos una proposición
absolutamente verdadera por ser indudable
y un criterio de verdad preciso y claro. Con
estos instrumentos Descartes deberá
elaborar todo su sistema filosófi co. Sólo sé
que soy, dice, pero aún no sé qué cosa soy.
¿Un hombre? Pero, ¿qué es un hombre, un
animal racional? Pero entonces surge un
problema mayor, porque un animal debe
tener un cuerpo y aún no
tenemos seguridad alguna de la existencia
de mi cuerpo, porque ya vimos que la
certeza indubitable del yo no parece implicar la existencia de otra
ninguna realidad.

4.4. La demostración de la existencia de Dios

etapa filosófi
Concluye aquí la primera gran del recorrido co que ha
d propi existenci com pensamient
emprendido Descartes: demostración e la a a o o,
del criterio de verdad y afirmación de que somos una cosa que
derivación piensa.
¿Cuál será la pró xima etapa? ¿Qué demostrará primero, la existencia del mundo o
la
existencia de Dios? Un pensador anterior a él hubiera demostrado primero la
existencia
del mundo, puesto que sobre ésta se apoyan la mayoría de las pruebas de la
existencia de
Descarte orden ve sustenta
Dios. Pero s invierte este , porque, en z de r el
en el conocimiento del mundo, sustenta el mundo -–al
conocimiento de Dios cual la
duda metódi ca ha convertido en algo problemático- en el conocimiento de Dios. Por
eso es un filósofo idealista, porque admite como verdad primera la existencia de su
propia
consciencia y de sus ideas. Así, pues, pró ximo problema que tratará
el de resolver
tr
Descartes será el de la demostración de la existencia de Dios mediante es

Una vez demostrada la existencia de Dios, Descartes afirma que no sólo el alma, sino
también Dios, es más fácil de conocer que lo sensible. De hecho, el yo conoce con
certeza su existencia y la de Dios sin tener certeza de la existencia del mundo ni de su
cuerpo. Por tanto, la idea de Dios y del alma no son adventicias, pero tampoco, como
se ha demostrado anteriormente, pueden haber sido inventadas por el yo (no son
facticias). Son innatas. La mayoría cree, sin embargo, que es más fácil conocer la mesa
que tiene delante que Dios o su alma porque siguen sus sentidos o imaginación. Pero,
si aplicaran el método, se darían cuenta de que sus sentidos no ofrecen un
conocimiento cierto, pues caen bajo los motivos de la duda.
Deducción de la existencia del mundo

Entramos en la tercera deducción metódic a. Una vez demostrada la existencia de


Dios, Descartes deduce que, como Dios es un ser perfecto y veraz, todo lo que
proviene de Él, en cuanto nos ha creado, o sea, el mundo y la mente, es verdadero.
Asimismo son verdaderas las ideas de la mente y es válido el criterio de certeza,
porque Dios no nos ha podido construir mal; eso iría contra la idea de un Ser Perfecto.
Es cierto que la mente y el criterio de certeza ya han sido deducidos, pero ahora un
Descartes más tradicional está preocupado por justificar su existencia.

Pues, en primer lugar, incluso lo que anteriormente he considerado como una


regla (a saber: que lo concebido clara y distintamente es verdadero) no es vál ido
más
que si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él.
De
donde se sigue que nuestras siendo seres reales, que
ideas o nociones, provienen

Página
de Dios, en todo aquello en lo que son claras y distintas, no pueden ser sino
poseemos
verdaderas. De modo que, si bien frecuentemente algunas que
encierran falsedad, esto no provenir sino de aquellas en las que algo
puede es

confuso y oscuro, pues en esto participan de la nada, es decir, que no se dan en


nosotros sino porque no somos totalmente perfectos. Es evidente que no existe una
repugnancia menor en defender que la falsedad o la imperfección, en tanto que tal,
procedan de Dios, que existe en defender que la verdad o perfecció n proceda de la
nada. Pero si no conocemos que todo lo que existe en nosotros de real y verdadero
procede de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras
ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurara de que tales ideas tuviesen la
perfección de ser verdaderas.

En segundo lugar, tampoco es válido el criterio (la regla) antes aludido de la


claridad y la distinción, si no se admite la existencia de Dios que, como ser
perfecto, no nos ha podido construir mal. Todas las ideas de la mente son
verdaderas en cuanto proceden de Dios y por eso son claras y distintas. Es cierto que
no todas las ideas que tenemos son completamente verdaderas; algunas de ellas son
falsas o contienen alguna falsedad, porque son oscuras y confusas. Pero esto no se
debe a un defecto divino, sino a un defecto de los seres creados, que, por ser finitos,
no somos totalmente perfectos. Aquello que no es claro y distinto sino obscuro y
confuso, no ha sido creado por Dios y proviene de la nada.

El método de Descartes, como ya hemos comprobado, avanza desde el conocimiento de


la existencia del sujeto mismo hasta el conocimiento de la existencia de un Dios que no
nos engañ a. Por lo tanto, si las pruebas de Descartes sobre la existencia de Dios no son
válidas –cosa en la cual coinciden la mayoría de los especialistas- todo su esfuerzo cae
por tierra. Sin embargo, el problema no se reduce a que las pruebas que aduce
Descartes para demostrar la existencia de Dios sean de dudosa validez: en toda esta
cuestión subyace una dificultad estructural más grave.

4.5. Consecuencias de la filosofía cartesiana en la teoría del conocimiento: El mundo


como representación
En la filosofía anterior el pensamiento recae directamente sobre las cosas, no sobre
las ideas. Las ideas son una especie de lente transparente a través de la cual se ven las
cosas sin que ellas mismas sean percibidas. Desde esta perspectiva, el mundo o la
realidad garantizaban
la verdad de las ideas. Se entendía que había dos polos de conocimiento: el sujeto y el
objeto, siendo la verdad la “adecuación o correspondencia del pensamiento con la
realidad”, algo que
aparece muy arraigado en el sentido común. Por ello, podemos considerar esta
consideración del conocimiento y de la verdad como “realista”.
En Descartes esto cambia radicalmente. La certeza no está en función de una
representación que surge del mundo exterior, sino en la claridad y distinción con las que
una idea se presenta a mi mente. Esto es así porque, previamente, Descartes ha roto el
hilo directo entre sujeto de conocimiento y realidad conocida, situando entre ellos un
intermediario: las ideas. Dicho de otro modo, no hay conocimiento directo de la realidad
porque entre ella y el sujeto (el yo pensante) están las ideas (objetos de conocimiento).
Así, mi conocimiento inmediato no es del mundo, sino de ideas.
PáginaEl pensamiento no recae directamente sobre las cosas, cuya existencia no nos
consta en principio, sino sobre las ideas. Las ideas no son una lente transparente, son
una representación que contemplamos. Se adquiere conciencia del sujeto y de su labor
de mediación en el conocimiento. Por ello, podemos calificar la filosofía de Descartes
como
“idealista”.
Descartes sitúa en primer plano del
conocimiento la conciencia, el sujeto,
rompiéndose así para siempre la concepción
ingenua del conocimiento. Aunque sólo fuera por
ello, Descartes bien puede ser considerado el
iniciador de la filosofía moderna, que es casi
toda ella una filosofía de la subjetividad,
construida desde la óptica del sujeto y no del
objeto de conocimiento. Desde esta nueva
perspectiva, se abren toda una serie de
interrogantes que el mismo Descartes planteaba
ya en su duda metódica: ¿en qué medida la
representación se corresponde con la realidad?,
¿está causada por una realidad extramental? La
filosofía moderna girará, pues, en torno a estos
problemas epistemológicos, aportando
diferentes soluciones, como harán el empirismo
y Kant.

4.6. La demostración del mundo (Res extensa).

En el proceso de construcción del nuevo edificio de la filosofía todavía quedaba por


justificar la existencia del mundo. El hombre nunca tendrá mayor certeza del
conocimiento de los objetos materiales que la que ha conseguido con respecto a Dios,
porque siempre existe la posibilidad de que aquello que creemos conocer con certeza
sea la ilusión de un sueñ o.

La demostración de la existencia del mundo o cosas materiales será fácil: puesto que
Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me
engañe al creer que el mundo existe, luego el mundo existe. Evidentemente
tengo ideas sobre unas realidades exteriores a mi pensamiento, materiales y sensibles.
Hay en mí una facultad que recibe las ideas de las cosas corporales. Ni mi pensamiento
es la causa de ellas, pues no soy
más que una cosa que piensa y se me en mí aun en contra de mi
presentan voluntad,
ni Dios puede engañ arme poniendo en mí ideas provenientes de los cuerpos.
tales Por
tanto, deben existir las realidades materiales, o cuerpos, que producen en mí tales ideas.
características de claridad y distinció
Utilizando la regla de la evidencia, con las n,
tenemos que admitir como cualidades objetivas de los cuerpos la extensión, el
movimiento, la figura, la situación, la duración. A estas cualidades propias de los
cuerpos –las llamadas por Galileo “cualidades primarias”- Descartes las considera
realmente como propiedades de las realidades corpó reas. Pero hay otras cualidades,
secundarias, que son propiamente subjetivas, porque están en nosotros pero nos
orientan en nuestra relación vi tal con los cuerpos; el color, el olor, el sabor, el sonido,
etc.

5. LA METAFÍSICA CARTESIANA: ESTRUCTURA DE LA REALIDAD Y


CONCEPCIÓN DE LA SUSTANCIA (2.c.).
El concepto aristotélico de sustancia como “aquello a lo que corresponde ser en sí y no
en otro” determinó la concepción metafísica y ontológica de la Edad Media. La filosofía
escolástica había distinguido dos ámbitos en la realidad, Dios (realidad infinita) y las
criaturas (realidad finita en la que, a su vez, distinguía el cosmos, como totalidad de los
seres creados, y el hombre, intermediario entre Dios y el cosmos, y compuesto de
materia y espíritu o alma).
Esto equivalía a admitir la existencia de tres tipos de realidades:
- el mundo (cosmos), totalidad de la realidad material, de cuyo estudio se
ocupaba la cosmología.

- El ser humano, compuesto de cuerpo y alma, del que se ocupaba la


psicología racional.
- Dios, ser supremo, objeto de estudio de la teología racional.

Los filósofos del siglo XVII, formados en la tradición de pens amiento escolástica, tienen
como trasfondo esta manera de entender la realidad al tratar el tema de la sustancia.
Esto significa que los racionalistas mantienen una cierta continuidad con el
pensamiento anterior y, por ello, conservan el concepto de sustancia como una pieza
fundamental de su teoría metafísica, aunque modifiquen el contenido de este concepto
e, incluso, su definición.

La metafísica cartesiana no rompe del todo con el pasado, como hemos visto que hacía
en su teoría del conocimiento, sino que, al contrario y tal y como hemos comentado
antes a
propósito del pensamiento racionalista, acude a él al definir la realidad en términos de
sustancia. Para Descartes, sustancia es “una cosa que existe de tal manera que
no necesita
de ninguna otra cosa para existir”, o dicho de otro modo, la sustancia es lo que tiene
existencia concreta y existencia independiente.
el modelo mecanicista.

Este modelo, aplicable a lo que él llama “res extensa”, se configura en torno a las
siguientes afirmaciones:

- la física cartesiana sólo tiene en cuenta la materia y el movimiento, que


pueden explicarse y expresarse matemáticamente.

- la materia se define, básicamente, por la extensión (por ocupar un lugar en


el espacio), que supone que todo cuerpo físico tiene una longitud, una
anchura y una profundidad, es decir, propiedades puramente
cuantificables o medibles.

- no existen los átomos de materia, concebidos como partículas indivisibles,


pues lo material se reduce a extensión, y todo lo extenso puede ser
dividido de forma indefinida. La física queda así geometrizada, pues el
conocimiento de las partes de un fenómeno es suficiente para explicarlo
como totalidad.

- no existe el vacío, pues todo está lleno de materia, de manera que la idea
de un vacío-extenso es contradictoria.

- principio de conservación de la materia: los cuerpos permanecen en


reposo o movimiento si no hay una causa que modifique esta situación (es
lo que hoy conocemos como principio de inercia).

- quedan excluidas de este modelo las acciones a distancia y la existencia de


“fuerzas ocultas”, considerando como tales los fenómenos gravitatorios, el
magnetismo, la electricidad, etc., a la hora de explicar los fenómenos
físicos.

- las únicas cualidades reales y objetivas de las cuerpos son las cualidades
primarias (masa, peso, tamaño, etc.), negándose la objetividad de las
cualidades secundarias (olores, sabores, etc.), que dependen de la manera
subjetiva de percibir esos cuerpos y no son reductibles a un tratamiento
matemático.

- Dios es el creador de la máquina del universo y, por tanto, la causa última


de la existencia de la materia y del movimiento.

- los diferentes seres vivos son también concebidos como


“máquinas complejas”, y están sujetos también a las mismas leyes que
rigen el comportamiento de la materia.
6. ACTUALIZACIÓN DEL TEMA: MATEMATIZACIÓN Y DESARROLLO CIENTÍFICO
Y TÉCNICO. EL MECANICISMO CARTESIANO Y EL PROBLEMA MENTE-CUERPO (3.b.).

El Discurso propone un método y un criterio de verdad que son herederos de las


matemáticas y de esta forma todas las ciencias conseguirán una certeza
semejante. La matematización es una característica que desde entonces ha
impregnado casi todos los ámbitos de la ciencia occidental. El conocimiento de las
cosas se consigue cuantificándolas, es decir, reduciéndolas a magnitudes y
hallando luego las relaciones entra esas cantidades. El desarrollo de las ciencias
sociales y humanas (sociología, economía, psicología, etc.) también se explica
como consecuencia de la nueva visión del ser humano que vino con el
cartesianismo. Tanto es así que ni siquiera ellas, a pesar de llamarse “humanas”,
han podido sustraerse a la matematización, que se ha convertido en un
instrumento necesario en sus investigaciones.

Las demostraciones de la existencia de Dios han caído en desuso. Normalmente se


considera que no es posible demostrar la existencia de Dios ni desde la ciencia ni
desde la filosofía; la ciencia porque su propio método se lo impide. Dios no es un
fenómeno empírico ni una hipó tesis contrastable en la experiencia. En filosofía
tampoco existe un argumento válido, aunque a través de su historia se han dado
varias demostraciones. El argumento causal yerra al saltarse la serie ilimitada de
causas y suponer una Causa Primera, que es una causa incausada. El argumento
ontoló gico se equivoca en su punto de partida: la idea de Dios en la mente.

El dualismo antropoló gico. El problema mente-cuerpo es una de las cuestiones más


interesantes en la filosofía contemporánea. Las posiciones dualistas han suavizado
sus compromisos metafísicos; de hecho es difícil encontrar hoy día algún d efensor
del dualismo clásico o dualismo de sustancias. Si existen, sin embargo, otras
formas de dualismo que pretenden ser compatibles con los postulados de las ciencias
físicas y con las neurociencias. Estas nuevas formas de dualismo se conocen como
dualismo de propiedades. Lo que se sostiene en este caso es que, aunque no
existe más sustancia que la material, y la actividad mental se realiza en el cerebro, si
existen propiedades distintas. Así, podemos distinguir entre las propiedades físicas de
cerebro (capacidad para establecer enlaces neuronales, la química que subyace a la
actividad cerebral...) y las propiedades mentales propiamente dichas. Defensores de
esta posición s erían Jerry Fodor, H. Putnam (al menos en una de sus etapas), J.
Searle, y en general todos aquellos filósof os que se encuentran cómodos dentro de
las posiciones funcionalistas y la Teoría Computacional de la Mente.

7. Glosario de Descartes (2.a.)

Álg ebra (de los modernos). Parte de las matemáticas que considera las cantidades en
general y sus relaciones empleando para representarlas núme ros, letras y signos. Cada
letra o signo representa un núme ro u otra entidad matemática. Así la expresión
algebraica «y = 2x + 3» representa la relación que existe entre 1 y 5, 2 y 7, 3 y 9... Esta
disciplina se desarrolló principalmente en el Renacimiento y la Edad Moderna, por eso
Descartes usa la«de los modernos». «El álgebra permite realizar
expresión sobre
núme ros lo que los antiguos hacían sobre las figuras».
Alma. La sustancia
pensante.
Análisis. La descomposición de algo en sus elementos constituyentes. El análisis es
uno
de los dos procesos deductivos de la razón. Su buen funcionamiento está regulado por
la
segunda regla del método. Análisis de los antiguos o de los geó metras, o geométrico.
La
geometría griega, de ahí la expresión «de los antiguos», que Descartes conoció por el
manual de Clavius que se utilizaba en los colegios jesuitas. La expresión «análisis» se
refiere al método usado por los geómet ras: suponen que el problema ya está resuelto y
entonces analizan las condiciones que hacen posible esa
solución (Ejemplo: ¿se puede
construir aquí un edificio de veinte plantas? Primero se supone que ya está construido y
después se analizan, dividiendo el problema en partes, las condiciones necesarias para
que el edificio se mantuviera en pie). Descartes hizo la aportación es encial que llevó a
la
geometría tradicional que estudiaba los cuerpos o figuras sin más, a la creación de un
sistema de coordenadas que permitía expresar cada figura o cuerpo mediante variables
y
constantes. Así se pudo usar el álgebra para describir y analizar figuras geométricas.
Apetito. Una de las pasiones del alma. Consiste en una agitación del alma causada por
que esta desea para el futuro cosas que juzga convenientes. Desear llegar a casa para
tener la satisfacción de sentarme toda la tarde a estudiar filosofía es un apetito.
Arte de Lulio. El Ars Magna (Arte más elevado) de Ramón Llull (1235-1315). Su idea
fue que para convertir a los infieles no se puede partir de las creencias, sino
del
elemento común entre el creyente y quien no lo es: la razón. Por ello, es necesario
demostrar racionalmente los artículos de fe. Su Ars Magna es un intento de hacerlo
mediante desarrollos ló gicos. Descartes no critica la intención del proyecto, sino que
los
complicadas argumentaciones ló gicas partían no
principios de los que las eran
evidentes.
Atributo. Propiedad principal de la sustancia que constituye su naturaleza o esencia.
De
esta propiedad depende el resto de sus rasgos (modos). Su carácter esencial es lo que
explica que sea inseparable de la sustancia que define. Por ello, las sustancias
se
clasifican en función de los tres tipos de atributos: sustancia infinita o perfecta,
pensante
y extensa. Las sustancias se conocen gracias a sus atributos. Los atributos son
excluyentes y son los que hacen posible el conocimiento de la sustancia.

Buen sentido. Razón.

Certeza, cierto. Se puede definir desde dos perspectivas. Subjetivamente, la razón está
cierta de un conocimiento o está en la certeza cuando se le presenta algo ante lo que
asiente sin temor a errar, es decir, algo que percibe con claridad y distinción. Desde
esta
perspectiva la certeza es el criterio de verdad. Objetivamente, todo objeto que produce
en la razón un conocimiento claro y distinto se califica de certeza u objeto cierto.
Certeza metafísica. Certeza que se tiene cuando se concluye que no es posible que la
cosa sea distinta de como se la juzga. Pienso, luego existo es una certeza metafísica,
pues no cabe ninguna posibilidad de que tal afirmación sea
falsa.

Ciencia. En el texto se manejan dos acepciones:

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