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Tema VIII
DESCARTES: Razón y
método
ÍNDICE
Hacia la mitad del siglo XVI comienzan en Europa una serie de crisis, que van a
recorrer todo el siglo XVII, que se corresponden en el plano social con el desarrollo de la
burguesía y en el plano ideoló gico con la necesidad que se experimenta de una nueva
concepción del mundo basada en el concepto de Razó n. Esta crisis supuso la caída
definitiva de los fundamentos de la Europa medieval, ya iniciada con el Renacimiento y
el establecimiento de los nuevos pilares sobre los que se construirá la Europa moderna.
En el año 1.637 se publica el Discurso del Método, esta es la fecha que se considera
simbólicamente como la que marca el inicio de la filosofía moderna.
Las ideas y creencias que cristalizan en Descartes se venían fraguando a lo largo de
los dos siglos anteriores, en los que se había desarrollando una actitud crítica frente al
modo de hacer filosofía pero no se era capaz aún de ofrecer una alternativa definida,
sino simplemente esbozos. Estas ideas no suponen simplemente una nueva doctrina
filosóf ica sino que inauguran una nueva actitud filosófica .
El pensamiento cartesiano gira en torno a tres coordenadas esenciales:
Así nos encontramos un vacío por el derrumbe del sistema anterior (la Escolástica) y la
necesidad de establecer unos nuevos fundamentos sobre los que asentar firmemente la
filosofía: un nuevo criterio de verdad y un nuevo método.
El escepticismo es una corriente filosófica del mundo antiguo recup erada por el
humanismo renacentista, pero no es una doctrina con una propuesta sistemática como
la Escolástica ni tampoco posee un método para la adquisición de la verdad. Es una
actitud mental que se limita a la práctica de la duda universal , del rechazo de toda
verdad universal y necesaria, de la consideración que la mente no puede conocer la
verdad ni hablar, es decir, afirmar o negar nada de una proposición.
La ciencia del Renacimiento no sólo elabora hipótesis y las contrasta con la experiencia,
está además convencida de que la naturaleza es un gran libro escrito e n lenguaje
matemático
–recordar a Galileo-. Las demostraciones matemáticas y las argumentaciones lógico -
deductivas constituyeron el método idóneo para la ciencia renacentista.
a) Una reconstrucción del saber desde sus mismas raíces, lo cual, incluye,
b) La unificación de todas las ciencias en una sola.
Con Descartes la filosofía tiene tras de sí un pasado aleccionador y hay que ser cautos. Hay
que tener cuidado, no vayamos a equivocarnos como el aristotelismo. En las notas de la primera
parte del “Discurso” se nos presenta a un hombre cansado de los errores y de la inutilidad de los
conocimientos que ha tenido que aprender en su periodo de formación. Por tanto, no es mera
casualidad que empiece el texto propuesto para comentario hablando de un hombre que camina
sólo y en la oscuridad (Parte II, Discurso del método). En este sentido podemos considerar a la
filosofía de Descartes como una filosofía de la cautela, de precaución en no caer en los errores
del pasado. La situación en la que se encuentra Descartes es la de un hombre perdido y
desorientado. No confía en los conocimientos que ha recibido de la tradición, pero tampoco está
dispuesto a desecharlos, por lo menos antes de que pueda enlazar una reflexión cuidadosa sobre
el método.
Descartes dedica al método sus obras El Discurso del método y Reglas para la dirección
del espíritu. Primero escribe las Reglas, que serán publicadas pó stumamente y donde se
encuentra un estudio más detallado de la cuestió n. Sin embargo, en el Discurso nos
ofrece una síntesis del método en cuatro reglas concisas.
Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales
generalmente los geó metras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles,
me habían proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden
ser objeto del conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que,
absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando
siempre el orden necesario para deducir unas de otras, no puede haber algunas
tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan
ocultas que no podamos llegar a descubrir.
No supuso para mí una gran dificultad el decidir por cuales era necesario iniciar el
estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y las más fácilm ente
cognoscibles. Y considerando que entre todos aquellos que han intentado buscar la
verdad en el campo de las ciencias, solamente los matemáticos han
establecido
algunas demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba
que debía comenzar por las mismas que ellos habían examinado. No esperaba
alcanzar alguna unidad si exceptuamos el que habituarían mi ingenio a considerar
atentamente la verdad y a no contentarse con falsas razones. Pero, por ello, no
llegué a tener el particulare
deseo de conocer todas las ciencias s que
comú nmente se como matemát
conocen icas, pues viendo que aunque sus objetos
son diferentes, sin embargo, no dejan de tener en común el que no consideran otra
cosa, sino las diversas relaciones y posibles proporciones que entre los mismos se
dan, pensaba que poseían un mayor interés que examinase solamente las
proporciones en general y en relación con aquellos sujetos que servirían para hacer
más cómodo el conocimiento. Es más, sin vincularlas en forma alguna a ellos para
poder aplicarlas tanto mejor a todos aquellos que conviniera. Posteriormente,
habiendo advertido que para analizar tales proporciones tendría necesidad en
alguna ocasión de considerar a cada una en particular y en otras ocasiones
solamente debería retener o comprender varias conjuntamente en mi memoria,
opinaba que para mejor analizarlas en particular, debía suponer que se daban entre
líneas puesto que no encontraba nada más simple ni que pudiera representar con
mayor distinción ante mi imaginación y sentidos; pero para retener o considerar
varias conjuntamente, era preciso que las diera a conocer mediante
algunas cifras,
lo más breves que posible. Por este medio recogería lo mejor
fuera que se da
en el anál isis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a
la vez, los defectos de
una mediante los procedimientos de la otra.
verdad que encontraba una regla út il con vistas a alcanzar otras verdades, no
solamente llegué a concluir el anál isis de cuestiones que en otra
ocasión había
juzgado de gran dificultad, sino que también me pareció, cuando concluía este
trabajo, que podía determinar en tales cuestiones en qué medios y hasta dón de era
posible alcanzar soluciones de lo que ignoraba. En lo cual no pareceré ser
excesivamente vanidoso si se considera que no habiendo más que un conocimiento
verdadero de cada cosa, aquel que lo posee conoce cuanto se puede saber. Así un
niño instruido en aritmética, habiendo realizado una suma según las reglas
pertinentes puede estar seguro de haber alcanzado todo aquello de que es capaz el
ingenio humano en lo relacionado con la suma que él examina. Pues el método que
nos enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar verdaderamente todas las
circunstancias de lo que se investiga, contiene todo lo que confiere certeza a las
reglas de la Aritmética.
Pero lo que me producía más agrado de este método era que siguiéndolo
estaba seguro de utilizar en todo mi razó n, si no de un modo absolutamente
perfecto, al menos de la mejor forma que me fue posible. Por otra parte, me daba
cuenta de que la práctica del mismo habituaba progresivamente mi ingenio a
concebir de forma más clara y distinta sus objetos y puesto que no lo había
limitado a materia alguna en particular, me prometía aplicarlo con igual utilidad a
dificultades propias de otras ciencias al igual que lo había realizado con las del Á
lgebra. Con esto no quiero decir que pretendiese examinar todas aquellas
dificultades que se presentasen en un primer momento, pues esto hubiera sido
contrario al orden que el método prescribe. Pero habiéndome prevenido de que sus
principios deberían estar tomados de la filosofía, en la cual no encontraba alguno
cierto, pensaba que era necesario ante todo que tratase de establecerlos. Y puesto
que era lo más importan te en el mundo y se trataba de un tema en el que la
precipitación y la prevención eran los defectos que más se debían temer, juzgué
que no debía intentar tal tarea hasta que no tuviese una madurez superior a la que
se posee a los veintitrés años, que era mi edad, y hasta que no hubiese empleado
con anterioridad mucho tiempo en prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu
todas las malas opiniones y realizando un acopio de experiencias que deberían
constituir la materia de mis razonamientos, como ejercitán dome siempre en el
método que me había prescrito con el fin de afianzarme en su uso cada vez más.
Por tanto, el proceso de la reforma del método empezó por la consideració n de las
verdades más simples y las ideas más ciertas, como empezaban las matemáticas. Con
este ejercicio conseguía que la mente se acostumbrara a la forma de conocer la verdad
y de obtener la garantía de un conocimiento verdadero. La aplicación del método a las
matemáticas funciona de una forma brillante y Descartes se muestra ilusionado,
obteniendo el primer éxito: la geometría analítica. Por ello, propone “aplicarlo con
igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias”.
Establecer la certeza de los primeros principios será el objetivo de la Cuarta parte del
Discurso. La tarea queda abierta, aunque posiblemente no sea el momento. Tal vez la
edad que tiene no es la más apropiada. Pero tendría que emprender lo que se
convertiría en el objetivo principal de su esfuerzo: la reforma de la filosofía, una
reflexión serena y sistemática sobre los principios fundamentales de la filosofía.
El título de la cuarta parte del Discurso del método, “en la que se exponen las
razones que permiten establecer la existencia de Dios y del alma humana, que
constituyen los fundamentos de la metafísica”, resume el objetivo de esta parte y
que consideraba como tarea fundamental, ya que es “la raíz del árbol de la ciencia”.
Descartes distingue tres esferas o ámbitos de la realidad: Dios o Sustancia infinita
(res infinita); el yo o sustancia pensante (res cogitans) y los cuerpos o sustancia
extensa (res extensa).
Cuando la duda es más intensa, cuando no puede estar seguro de nada, alcanza
la verdad del primer principio que estaba buscando.
Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir
que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me
encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el
contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas,
se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que
hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido
verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a
conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no
reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar
alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que este yo, es decir, el
alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo,
más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo
lo que es
etapa filosófi
Concluye aquí la primera gran del recorrido co que ha
d propi existenci com pensamient
emprendido Descartes: demostración e la a a o o,
del criterio de verdad y afirmación de que somos una cosa que
derivación piensa.
¿Cuál será la pró xima etapa? ¿Qué demostrará primero, la existencia del mundo o
la
existencia de Dios? Un pensador anterior a él hubiera demostrado primero la
existencia
del mundo, puesto que sobre ésta se apoyan la mayoría de las pruebas de la
existencia de
Descarte orden ve sustenta
Dios. Pero s invierte este , porque, en z de r el
en el conocimiento del mundo, sustenta el mundo -–al
conocimiento de Dios cual la
duda metódi ca ha convertido en algo problemático- en el conocimiento de Dios. Por
eso es un filósofo idealista, porque admite como verdad primera la existencia de su
propia
consciencia y de sus ideas. Así, pues, pró ximo problema que tratará
el de resolver
tr
Descartes será el de la demostración de la existencia de Dios mediante es
Una vez demostrada la existencia de Dios, Descartes afirma que no sólo el alma, sino
también Dios, es más fácil de conocer que lo sensible. De hecho, el yo conoce con
certeza su existencia y la de Dios sin tener certeza de la existencia del mundo ni de su
cuerpo. Por tanto, la idea de Dios y del alma no son adventicias, pero tampoco, como
se ha demostrado anteriormente, pueden haber sido inventadas por el yo (no son
facticias). Son innatas. La mayoría cree, sin embargo, que es más fácil conocer la mesa
que tiene delante que Dios o su alma porque siguen sus sentidos o imaginación. Pero,
si aplicaran el método, se darían cuenta de que sus sentidos no ofrecen un
conocimiento cierto, pues caen bajo los motivos de la duda.
Deducción de la existencia del mundo
Página
de Dios, en todo aquello en lo que son claras y distintas, no pueden ser sino
poseemos
verdaderas. De modo que, si bien frecuentemente algunas que
encierran falsedad, esto no provenir sino de aquellas en las que algo
puede es
La demostración de la existencia del mundo o cosas materiales será fácil: puesto que
Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me
engañe al creer que el mundo existe, luego el mundo existe. Evidentemente
tengo ideas sobre unas realidades exteriores a mi pensamiento, materiales y sensibles.
Hay en mí una facultad que recibe las ideas de las cosas corporales. Ni mi pensamiento
es la causa de ellas, pues no soy
más que una cosa que piensa y se me en mí aun en contra de mi
presentan voluntad,
ni Dios puede engañ arme poniendo en mí ideas provenientes de los cuerpos.
tales Por
tanto, deben existir las realidades materiales, o cuerpos, que producen en mí tales ideas.
características de claridad y distinció
Utilizando la regla de la evidencia, con las n,
tenemos que admitir como cualidades objetivas de los cuerpos la extensión, el
movimiento, la figura, la situación, la duración. A estas cualidades propias de los
cuerpos –las llamadas por Galileo “cualidades primarias”- Descartes las considera
realmente como propiedades de las realidades corpó reas. Pero hay otras cualidades,
secundarias, que son propiamente subjetivas, porque están en nosotros pero nos
orientan en nuestra relación vi tal con los cuerpos; el color, el olor, el sabor, el sonido,
etc.
Los filósofos del siglo XVII, formados en la tradición de pens amiento escolástica, tienen
como trasfondo esta manera de entender la realidad al tratar el tema de la sustancia.
Esto significa que los racionalistas mantienen una cierta continuidad con el
pensamiento anterior y, por ello, conservan el concepto de sustancia como una pieza
fundamental de su teoría metafísica, aunque modifiquen el contenido de este concepto
e, incluso, su definición.
La metafísica cartesiana no rompe del todo con el pasado, como hemos visto que hacía
en su teoría del conocimiento, sino que, al contrario y tal y como hemos comentado
antes a
propósito del pensamiento racionalista, acude a él al definir la realidad en términos de
sustancia. Para Descartes, sustancia es “una cosa que existe de tal manera que
no necesita
de ninguna otra cosa para existir”, o dicho de otro modo, la sustancia es lo que tiene
existencia concreta y existencia independiente.
el modelo mecanicista.
Este modelo, aplicable a lo que él llama “res extensa”, se configura en torno a las
siguientes afirmaciones:
- no existe el vacío, pues todo está lleno de materia, de manera que la idea
de un vacío-extenso es contradictoria.
- las únicas cualidades reales y objetivas de las cuerpos son las cualidades
primarias (masa, peso, tamaño, etc.), negándose la objetividad de las
cualidades secundarias (olores, sabores, etc.), que dependen de la manera
subjetiva de percibir esos cuerpos y no son reductibles a un tratamiento
matemático.
Álg ebra (de los modernos). Parte de las matemáticas que considera las cantidades en
general y sus relaciones empleando para representarlas núme ros, letras y signos. Cada
letra o signo representa un núme ro u otra entidad matemática. Así la expresión
algebraica «y = 2x + 3» representa la relación que existe entre 1 y 5, 2 y 7, 3 y 9... Esta
disciplina se desarrolló principalmente en el Renacimiento y la Edad Moderna, por eso
Descartes usa la«de los modernos». «El álgebra permite realizar
expresión sobre
núme ros lo que los antiguos hacían sobre las figuras».
Alma. La sustancia
pensante.
Análisis. La descomposición de algo en sus elementos constituyentes. El análisis es
uno
de los dos procesos deductivos de la razón. Su buen funcionamiento está regulado por
la
segunda regla del método. Análisis de los antiguos o de los geó metras, o geométrico.
La
geometría griega, de ahí la expresión «de los antiguos», que Descartes conoció por el
manual de Clavius que se utilizaba en los colegios jesuitas. La expresión «análisis» se
refiere al método usado por los geómet ras: suponen que el problema ya está resuelto y
entonces analizan las condiciones que hacen posible esa
solución (Ejemplo: ¿se puede
construir aquí un edificio de veinte plantas? Primero se supone que ya está construido y
después se analizan, dividiendo el problema en partes, las condiciones necesarias para
que el edificio se mantuviera en pie). Descartes hizo la aportación es encial que llevó a
la
geometría tradicional que estudiaba los cuerpos o figuras sin más, a la creación de un
sistema de coordenadas que permitía expresar cada figura o cuerpo mediante variables
y
constantes. Así se pudo usar el álgebra para describir y analizar figuras geométricas.
Apetito. Una de las pasiones del alma. Consiste en una agitación del alma causada por
que esta desea para el futuro cosas que juzga convenientes. Desear llegar a casa para
tener la satisfacción de sentarme toda la tarde a estudiar filosofía es un apetito.
Arte de Lulio. El Ars Magna (Arte más elevado) de Ramón Llull (1235-1315). Su idea
fue que para convertir a los infieles no se puede partir de las creencias, sino
del
elemento común entre el creyente y quien no lo es: la razón. Por ello, es necesario
demostrar racionalmente los artículos de fe. Su Ars Magna es un intento de hacerlo
mediante desarrollos ló gicos. Descartes no critica la intención del proyecto, sino que
los
complicadas argumentaciones ló gicas partían no
principios de los que las eran
evidentes.
Atributo. Propiedad principal de la sustancia que constituye su naturaleza o esencia.
De
esta propiedad depende el resto de sus rasgos (modos). Su carácter esencial es lo que
explica que sea inseparable de la sustancia que define. Por ello, las sustancias
se
clasifican en función de los tres tipos de atributos: sustancia infinita o perfecta,
pensante
y extensa. Las sustancias se conocen gracias a sus atributos. Los atributos son
excluyentes y son los que hacen posible el conocimiento de la sustancia.
Certeza, cierto. Se puede definir desde dos perspectivas. Subjetivamente, la razón está
cierta de un conocimiento o está en la certeza cuando se le presenta algo ante lo que
asiente sin temor a errar, es decir, algo que percibe con claridad y distinción. Desde
esta
perspectiva la certeza es el criterio de verdad. Objetivamente, todo objeto que produce
en la razón un conocimiento claro y distinto se califica de certeza u objeto cierto.
Certeza metafísica. Certeza que se tiene cuando se concluye que no es posible que la
cosa sea distinta de como se la juzga. Pienso, luego existo es una certeza metafísica,
pues no cabe ninguna posibilidad de que tal afirmación sea
falsa.