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CAPITULO SEGUNDO MATRIMONIO Y

DERECHO
SUMARIO: I. CONSIDERACIONES GENERALES-II. EL MATRIMONIO ROMA-NO.-III. LA CANONIZACIÓN DEL
MATRIMONIO.-IV. LA SECULARIZA-CIÓN DEL MATRIMONIO.-V. TENDENCIAS ACTUALES.

I. CONSIDERACIONES GENERALES
La noción sociológica del matrimonio describe, como elementos sustanciales del mismo, la unión estable de
un hombre y una mujer legitimada socialmente.

El principio de legitimidad distingue la unión matrimonial de otras uniones de hecho o meramente pri-vadas
que,reunen todas las características del matrimonio pero carecen, sin embargo, de sanción social.

¿En qué consiste la legitimación social?

A lo largo de la historia la intervención social ha sido diversa, según las diferentes culturas y civilizaciones:
 ritos y ceremonias paganas o religiosas que acompañan el momento de la celebración;
 acomodación a los presupuestos exigidos en cada grupo social para el reconocimiento de la unión
como matrimonio;
 simple comunicación a la comunidad de la unión marital, etc.

Las diversas manifestaciones de esta legitimación van junto el diverso grado de intervención social en el
matrimonio.
El deslinde entre el matrimonio y otras uniones maritales se realiza a través de esa intervención de la
comunidad o grupo social, que denominamos legitimación social.

El principio de legitimidad se realiza actualmente a través del Derecho y a través del Derecho, la sociedad
ha sustraído la reglamentación del matrimonio a la voluntad de las partes contrayentes; , que

Para que la unión de un hombre y una mujer alcance la condición de matrimonio es necesario :
 acuerdo de las partes,
 la acomodación de esa aceptación a una compleja y amplia reglamentación jurídica impuesta
socialmente.

Esta compleja regulación abarca principalmente los siguientes aspectos:

a) La celebración o pacto conyugal;


b) la sociedad conyugal;
c) los efectos derivados de la relación conyugal.

Esto presupone ya la existencia de un momento inicial del matrimonio, un acto a partir del cual la unión de-
un hombre y una mujer se convierte en matrimonio.
Este reconocimiento implica la intervención social que se realiza:
 precisamente, en el momento inicial del matrimonio, a través del Derecho
 y, concretamente, por la prestación del consentimiento en la forma prescrita legalmente.

Es oportuno advertir que este planteamiento no siempre ha sido así, ni es inherente a la naturaleza del
matrimonio; sin embargo, éste es el planteamiento común en la legislación comparada y en los sistemas
matri-moniales vigentes.

Un largo proceso histórico, que V. reina ha definido como "historificación del consentimiento", ha precedido
a esta situación legal en la que la intervención social se ha convertido en la piedra angular del matrimonio.

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Esta situación parece iniciar su declive al reconocer últimamente, tanto la jurisprudencia como la doctrina,
ciertos efectos jurídicos a las situaciones de hecho o "matrimonios no registra-dos", según la más reciente
terminología.

Este cambio de mentalidad, que ha pasado de reprobar las uniones de hecho a reconocerles efectos jurídicos,
tiene fiel reflejo también en las legislaciones modernas y se advierte, cada vez de forma más acusada, la
tendencia a difuminar las diferencias entre las uniones legales y las uniones de hecho.

En cualquier caso, la juridificación del matrimonio es consecuencia, como hemos dicho, de un largo proceso
histórico, cuyos hitos fundamentales es preciso exponer para una mejor comprensión de la institución
matrimonial en la actualidad.

II. EL MATRIMONIO ROMANO


El jurista romano Modestino definió el matrimonio como la unión de hombre y mujer en comunidad plena
de vida y en comunicación del derecho divino y humano.
Esta definicion refleja la concepción social que los juristas tenían sobre el matrimonio.
La jurisprudencia no elaboró una doctrina sobre éste, ni estudió sus elementos y formas.

Los juristas se ocupan de los problemas que suscita la existencia del matrimonio al tratar de las relaciones
patrimoniales entre los cónyuges y de la filiación.
El matri-monio se considera por los prudentes como un hecho social, que para tener relevancia jurídica debe
ser conforme :
 al Derecho (iustum matri-monium ojustae nuptiae)
 o a la ley (legitimum matrimonium).»

El matrimonio romano en la época clásica se considera un hecho social, que produce efectos jurídicos si se
ajusta al Derecho (matrimonio justo) o a la ley (matrimonio legítimo).

El matrimonio existe cuando se presenta como tal hecho social y, concretamente -según la doctrina
romanista-, cuando existe:

a) la affectio maritalis o voluntad continuada y constante, y


b) la convivencia marital o coniunctio, que se manifiesta: «en la concepción del domicilium matrimonii
como hogar y casa, donde se realiza la comunidad de vida exteriormente apreciable (honor matri-monii)».

Para que exista matrimonio justo se requiere:


a) Que los cónyuges hayan alcanzado la pubertad.
b) Oue tengan derecho de connubio entre sí.
c) Que exista entre ambos voluntad recíproca de permanecer unidos en matrimonio (affectio maritalis).

El ius connubii tiene especial importancia para distinguir el matrimonio del concubinato.

En el caso de personas que no tienen el derecho de connubium, su unión se considera como matrimonio
injusto o como concubinato.
Son las concepciones y prácticas sociales, y la unión con determinadas personas de clase inferior, las que
distinguen un matri-monio de un concubinato.

La concubina:
 no participa como la mujer de la dignidad del marido,
 ni entra en su familia (honor matrimonii)
 y sus hijos no son legítimos
 En el Derecho romano clásico, por tanto, el matrimonio es un hecho social que, si se ajusta a
determinados requisitos, produce efectos jurídicos.

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Cuando no reúne tales requisitos, la unión entre un hombre y una mujer es un hecho social, jurídicamente
irrelevante, pues carece de efectos jurídicos.

La affectio maritalis es una voluntad constante y continuada de permanecer unidos en matrimonio; la


cesación de esa voluntad es suficiente para que se produzca el divorcio.
Existe, pues, una diferencia manifiesta entre la affectio maritalis y el consentimiento inicial, exigido en el
Derecho matrimonial canónico, y recibido en las legislaciones matrimoniales modernas.

Será, más tarde, en el Derecho romano posclásico, cuando, bajo la influencia de la doctrina cristiana y la
defensa de la indisolubilidad del matrimonio, se atribuya a la affectio maritalis el valor de consentimiento
inicial, creador de un vínculo conyugal que persiste, aun cuando cese la voluntad de los cónyuges de
permanecer unidos en matrimonio.

III. LA CANONIZACIÓN DEL MATRIMONIO


Durante los tres primeros siglos las comunidades cristianas primitivas observaron y acataron la legislación
romana.
Los cristianos contraen matrimonio de acuerdo con los usos y costumbres romanas, salvando aquellas
manifestaciones paganas contrarias a la doctrina cristiana.

Las intervenciones de la Iglesia se dirigen a los aspectos religiosos o morales del matrimonio, sin cuestionar
la configuración jurídica del matrimonio romano.
La monogamia, la indisolubilidad o ciertas prohibiciones para contraer matrimonio con paganos se
desenvuelven en el ámbito de las recomendaciones morales, sin traspasar al campo de lo jurídico.

Podemos concebir la intervención jurisdiccional de la Iglesia en esta primera época como una actividad
tendente a evitar que el Derecho romano paganizase el matrimonio de los cristianos.
Esta intervención tenía un carácter excepcional e interno y la vigencia del Derecho romano seguía teniendo
carácter general.

La Iglesia no pretendía elaborar un Derecho matrimonial completo, sino dictar -sólo cuando fuera preciso-
algunas normas a las que debían atenerse los cristianos en la asunción de la legislación romana.

A partir del siglo IV la situación cambia


La conversión del cristianismo en "religión oficial" del Imperio y la cristianización de las estructuras
jurídicas romanas supone un cambio importante en la concepción del matrimonio, abandonando la
concepción del matrimonio romano clásico para dar paso al romano-cristiano o justinianeo.

la intervencion paulatina de la iglesia en materia matrimonial sera por:

 El vacío institucional, que se produce al desaparecer el Imperio Romano de Occidente,


 el protagonismo asumido por la Iglesia en los asuntos temporales, permitirá la intervención pau-
latina de la Iglesia en materia matrimonial.

A partir del siglo X la dimensión religiosa del matrimonio prevalecerá sobre su dimensión temporal;
El matrimonio como hecho social, según la concepción del Derecho romano clásico, se convierte en un acto
religioso, cuya regulación es competencia exclusiva de la Iglesia.

A la legislación canónica corresponderá durante un largo período de tiempo definir qué es el matrimonio, su
estructura jurídica y los requisitos -y prohibiciones- para contraerlo.

Partiendo de la legislación matrimonial justinianea, que ya había configurado un matrimonio romano-cris-


tiano, la doctrina canónica elaborará un Derecho matrimonial de nueva planta, que será el único vigente en
la cristiandad medieval e incluso, perdida la posición hegemónica de la Iglesia, tendrá, sin embargo, una
larga vigencia en numerosos países hasta la actualidad.

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La construcción canónica del matrimonio, original y peculiar al mismo tiempo, presenta la singularidad de
haber ejercido una decisiva influencia en aquellas legislaciones estatales que, en abierta hostilidad con la
Iglesia, regularon el matrimonio sustrayéndolo a la jurisdicción exclusiva de la Iglesia.

A pesar de ciertas apariencias divergentes -especialmente el tema del divorcio- las legislaciones estatales han
seguido el modelo del matrimonio canónico y han incurrido en la misma tentación "totalitaria" de considerar
matrimonio tan sólo aquellas uniones que se ajustaran a la normativa estatal.

El matrimonio pierde la condición de hecho social productor de efectos jurídicos, tal como lo había
considerado el Derecho romano clásico, para convertirse en un contrato sui generis, en el que la voluntad de
las partes se diluye en la preeminente voluntad estatal como antes lo hiciera en la voluntad eclesiástica.

Este profundo cambio de la concepción del matrimonio se produce a través de dilatadas y tensas disputas
canónicas, especialmente en dos aspectos concretos:
1. el principio consensual y
2. la formalización del consentimiento.

La affectio marítalis en el matrimonio romano clásico consiste, en la voluntad constante y continuada de los
cónyuges de permanecer unidos en matrimonio y se exterioriza en la convivencia o cohabitación en el hogar
común.
En el matrimonio romano posclásico o justinianeo, bajo la influencia del cristianismo, la affectio maritalis
se entiende ya como voluntad inicial o consentimiento para contraer matri-monio.

Al amparo de esta segunda acepción, la doctrina canónica elaborará una singular teoría del matrimonio in
fien o proceso de formación del vínculo matrimonial,

La polémica medieval en torno a esta cuestión aparece presidida por la necesidad de precisar el momento en
que se inicia y se perfecciona el vínculo matrimonial.

Esta necesidad se deriva de la propia concepción del matrimonio cristiano, del que se predica su carácter
sacramental e indisoluble.

La fijación del momento inicial del matrimonio, por la prestación del consentimiento, excluye la posibilidad
de que al cesar la voluntad marital se disolviera también el matrimonio y asi se reafirma el principio de la
indisolubilidad del vínculo conyugal.

La determinación del momento perfectivo del matrimonio permitiría a los canonistas precisar el momento de
la colación del sacramento, es decir, la elevación del matrimonio a sacramento.

Entrelazadas ambas cuestiones, la polémica doctrinal se centra en discernir si «el consentimiento inicial de
los esposos en el momento formativo del negocio asumía el valor de un acto definitivo e irrevocable, del que
nacía un ligamen y un estado jurídico sustraídos a la libertad posterior de disposición, permanente e
indisoluble por su propia naturaleza.

De aquí la cuestión de si debía considerarse suficiente para constituir un semejante vínculo jurídico ese solo
acto volitivo inicial, o si se debiera añadir al mismo otro elemento ulterior que sirviera para reforzarlo.

Problema que ya se había planteado en los siglos anteriores dando lugar a dos opuestas concepciones
doctrinales.
 Por un lado, la concepción puramente consensual, de inspiración romanista, que continuaba viendo
en el simple intercambio del consentimiento el elemento necesario y suficiente para dar vida al
negocio-sacramento matrimonial.
 De otro lado, la concepción netamente real, de inspiración hebraica -avalada por la interpretación
que la Patrística había dado a los textos de la Biblia que hablaban de que los cónyuges formaban
"una sola carne"-, que ponía en la consumación del matrimonio el verdadero elemento cons-titutivo
del negocio-sacramento.

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En efecto, según el pensamiento de los Santos Padres, sólo una vez que tuviera lugar entre los cónyuges la
"unidad carnal" el matrimonio representaba la unión mística de Cristo con la Iglesia y se convertía en
indisoluble

Sentados los términos de la cuestión, surge una interesante polémica doctrinal -cuya exposición detallada se
hace más adelante-, protagonizada por Graciano y Pedro Lombardo con puntualizaciones posteriores de
Alejandro III e Inocencio III.

Le ha correspondido, precisamente, a este Papa, Inocencio III, el mérito de clausurar esta polémica .

a) La primera conclusión es que «el contrato (matrimonial) ya es perfecto por el solo consentimiento.

Queda firme, así, el principio consensual y el carácter contractual del matrimonio canónico, distanciándose
notablemente del matrimonio romano.

La primera conclusión que de la descrita evolución se desprende es la clara conciencia de la distinción entre
matrimonio y concubinato.
Cualesquiera que sean las dificultades que en algunos casos concretos puedan plantearse para calificar una
unión determinada, el matrimonio no es nunca una mera situación de hecho; aunque se trate de una unión de
hecho con las características de estabilidad, procreación y educación de hijos, comunidad de vida, etc., no
por eso deja de ser concubinato -situación inmoral y reprobada por la conciencia cristiana- cuando no hay
nupcias legítimas, es decir, pacto conyugal legítima y válidamente constituido.

El principio solus consensos matrimonium facit tiene para el ordenamiento canónico -para la Iglesia- esta
primera significación.
Lo primero que se requiere es el consensus maritalis.
Sin este consensos o animus ningún hecho o situación constituye a nadie en matrimonios.

El Derecho canónico modifica sustancialmente el concepto de matrimonio, considerándolo como un contrato


que exige para su perfección el consentimiento matrimonial.
Este requisito será recibido en las legislaciones seculares y mantenido hasta la actualidad.

b) El .consentimiento válido es el emitido por palabras de presente;

El consentimiento de futuro es simple promesa que carece de eficacia en orden a la válida constitución del
matrimonio.
El matrimonio perfeccionado por el consentimiento es sacramento indisoluble.

c) La consumación física

En la teoría de Graciano (cópula teoría) perfeccionaba el matrimonio -coniugium ratum-, carece de eficacia
jurídica en orden a la constitución del vínculo matrimonial.

La teoría de Alejandro III de que los esponsales de futuro seguidos de cópula carnal perfeccionan el
matrimonio, es decir, constituye un verdadero consentimiento matrimonial, es interpretada y rectificada por
Inocencio III en el siguiente sentido:
"cuando existe promesa de matrimonio (consentimiento de futuro) la posterior cópula carnal se entiende, por
presunción iuris et de iure, como consentimiento de presente, que no se expresa por palabras sino por el
comportamiento que se refleja en la realización de la cópula sexual"

Con esta interpretación queda zanjada la cuestión relativa al elemento constitutivo del matrimonio, que es
definitivamente el consentimiento, excluyendo cualquier valor a la unión física entre los esposos. Esta afir-
mación, sin embargo, presenta alguna quiebra en orden a la indisolubilidad.

d) En efecto, el matrimonio perfeccionado por el consentimiento -matrimonio rato- es sacramento y es


indisoluble;

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No obstante, este matrimonio puede ser disuelto, si existe justa causa, por la autoridad eclesiástica
competente.
El matrimonio rato que ha sido consumado se considera absolutamente indisoluble.

La consumación, a pesar de carecer de eficacia perfectiva del matrimonio -en el orden jurídico-, se convierte
en el único elemento que hace plenamente indisoluble el matrimonio cristiano;
Asi, el ideal cristiano de la indisolubilidad matrimonial sólo es predicable, por la propia legislación y
doctrina eclesiástica, del matrimonio que, nacido del consentimiento, es ratificado por la consumación.

El Derecho canónico siguió el criterio del Derecho romano de restar valor jurídico a las ceremonias y
formalidades que acompañan a la celebración del matrimonio.
En consecuencia, para la celebración válida del matrimonio no se exigía una forma jurídica.

Esto no era obstáculo, sin embargo, para que se fomentara y recomendara la celebración del matrimonio ante
la Iglesia (m facie Ecciesiae), con las formalidades y cere-monias religiosas que se prescribían para el caso.

En base a esto, la doctrina llegó a distinguir dos tipos de matrimonio:

a) El público, es decir, el que se realizaba ante la Iglesia, y


b) el clandestino, es decir, el que se celebraba por la prestación del consentimiento de los esposos, sin
ninguna otra formalidad.

Por supuesto, ambos matrimonios eran igualmente válidos en el plano jurídico y ambos eran sacramentos.

La mayor dificultad que planteaban los matrimonios clandestinos era la falta de seguridad jurídica, pues, al
no existir una manifestación externa y solemne de su celebración, se carecía del elemento probatorio
indispensable que garantizara su existencia.

Esto llevó a que, en caso de matrimonios sucesivos, prevaleciera (en el fuero externo) el matrimonio público
sobre el clandestino, aunque éste fuera anterior y, por tanto, verdaderamente válido en el fuero interno.

Una situación semejante se planteaba con los matrimonios presuntos,:


 si bien existía constancia pública del consentimiento o promesa de futuro antecedente,
 sobre el consentimiento de presente, no era expresado no por palabras, sino por el comportamiento
(consumación), que en la interpretación de Inocencio III era el elemento constitutivo del vínculo
matrimonial.

Tras una gran polémica, el Concilio de Trento prohibió los matrimonios clandestinos y presuntos.
Se utilizó para ello el procedimiento de declarar inhábiles para contraer matrimonio a quienes no observasen
en la celebración del mismo una forma pública previamente determinada.

El consentimiento matrimonial -según la disciplina tridentina- debería ser manifestado en presencia del
obispo o párroco propios y dos testigos; en su defecto, el matrimonio sería nulo por impedimento de forma.

Esta exigencia desvirtúa, en cierto modo, la doctrina canónica anterior, que hacía radicar la constitución del
vínculo matrimonial exclusivamente en el consentimiento; es decir, el matrimonio, a partir de Trento, se
con-vierte en un negocio consensual formal.

Esta nueva dimensión tendrá notable importancia en la posterior ordenación del matrimonio canónico.

 Por una parte, se reforzará la importancia de la forma al exigir que el consentimiento sea requerido
a los esposos por el ministro asistente (obis-po o párroco del lugar, o delegado), evitando así los
matrimonios por sorpresa;
 por otra parte, la forma se convierte en el vínculo más idóneo para hacer efectiva la competencia
exclusiva de la Iglesia, al negar validez a cualquier matrimonio que no se celebrara in facie
Ecciesiae.

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Finalmente, la forma, en cuanto eficaz instrumento para el ejercicio de la jurisdicción en materia
matrimonial, va a ser el centro de las discusiones doctrinales en la dialéctica Iglesia-Estado en materia de
competencia matrimonial y para la formulación doctrinal de los diferentes sistemas matrimoniales.

IV. LA SECULARIZACIÓN DEL MATRIMONIO


La dimensión religiosa del matrimonio, que ha tenido una mayor o menor intensidad en las ideologías
clásicas, alcanza su máxima expresión y fuerza en la unidad político-religiosa del Medievo.

La teoría del matrimonio que entonces se elaboró,daría lugar a la formulación de la doctrina y al ejercicio
efectivo de la competencia exclusiva de la Iglesia en materia matrimonial.

Posteriormente -producida la quiebra de la unidad religiosa del mundo occidental-, se cuestiona la


competencia de la Iglesia en esta materia y se inicia un proceso de secularización del matrimonio que llega
hasta nuestros días.

El proceso se inicia con la reforma protestante y se basa principal-mente en los postulados de Lutero sobre el
matrimonio, de los que, por lo que aquí interesa, conviene destacar los siguientes:

1. El matrimonio no es sacramento.
2. La Iglesia no tiene competencia sobre el matrimonio, pues ésta le corresponde a la autoridad civil.
3. En sede teológica, la cuestión del divorcio no está resuelta, aunque se admite en caso de adulterio.

Las consecuencias de este planteamiento teológico son :

«Mientras tanto, el poder político de los lugares donde había triunfado la reforma protestante:
 bien porque la Iglesia reformada correspondiente había quedado sometida a él,
 bien porque la dinámica interna de los postulados luteranos abandonaba estas cuestiones al poder
político,

comenzó a intervenir en la legislación matrimonial.


Ello no supuso en un principio ninguna secularización del matrimonio propiamente dicho, ya que la
separación de los ámbitos civil y religioso ni estaba claramente definida ni mucho menos completada.

Pero incluso en el mundo de las Monarquías católicas -cuya legislación matrimonial siguió siendo la
canónica, ahora reformada por los decretos tridentinos- la expansión del poder político moderno y la
necesidad de asentar su competencia en todas aquellas cuestiones que fundamentaban el orden social (como
el matrimonio) terminaron por plantear un distanciamiento de la doctrina oficial católica.
Ello tuvo lugar principalmente en Francia, donde tanto el jansenismo como la tradición política galicana
habían preparado el camino;
 el primero introduciendo postulados agustinianos cercanos al luteranismo, aunque sin ánimo alguno
de convertirse en "heterodoxia",
 el segundo tratando de imponerse por vía regalista a la subordinación hierocrática del poder
político.

El argumento clave, en materia matrimonial, fue partir de la distinción entre contrato y sacramento, y
reservar para la competencia estatal todo lo referente al primero (los aspectos contractuales del matrimonio),
dejando para la Iglesia lo segundo (los aspectos estrictamente religiosos).»

El comienzo de la secularización del matrimonio se produce en el siglo XIX.


Su origen se encuentra en los postulados de la Revolución francesa y se consagra en la legislación
napoleónica, que establece el matrimonio civil obligatorio.

El Estado regula, a través de su legislación, íntegramente el matrimonio.


El contrato matrimonial:
1. ha de ajustarse a las normas estatales,
2. ha de celebrarse ante las autoridades civiles y

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3. puede disolverse :
a) por medio de divorcio por culpa o
b) por el divorcio consensúa! ante los tribunales civiles.

A lo largo del siglo XIX y del siglo XX las legislaciones de los diferentes países incorporarán a su sistema
jurídico el matrimonio civil y, gradualmente, el divorcio.

V. TENDENCIAS ACTUALES
La competencia del Estado en materia matrimonial es una cuestión admitida en la actualidad con carácter
general
Se encuentra reflejada en las diferentes legislaciones estatales que regulan minuciosamente el matrimonio.

El divorcio está igualmente incorporado en todas las legislaciones, salvo escasas excepciones.
En este terreno, se ha producido un movimiento reformista significativo en gran parte de las legislaciones a
partir de 1970.

Las reformas legislativas han consistido en la progresiva sustitución del divorcio-sanción (divorcio por
culpa) por el divorcio-remedio, que se basa en la imposibilidad de la convivencia matrimonial.

Se admite, así, con mayor profusión el divorcio consensual, que había tenido hasta entonces escaso reflejo en
la legislación comparada.

Lo más significativo, es el reconocimiento de efectos civiles a las uniones de hecho o "matrimonios no


registrados".
La doctrina jurídica presta actualmente una atención especial a estas uniones y a sus aspectos jurídicos.

Algunos datos sociológicos justifican esta atención:

a) El alarmante descenso del número de matrimonios en los países occidentales.


b) El constante incremento del número de divorcios.
c) La disminución constante y progresiva de la tasa de natalidad en las naciones más desarrolladas, así
como la progresiva implantación de la despenalización del aborto.

La crisis económica, el temor a la superpoblación, los progresos cien-tíficos y tecnológicos, especialmente en


el campo de la biología, y el nuevo rol de la mujer en la sociedad actual han creado un marco sociológico
nuevo que somete a una profunda tensión la concepción clásica del matrimonio y la propia familia nuclear.

Los dos aspectos que se encuentran más frecuentemente cuestionados en el nuevo horizonte del matri-monio
son:
 la ordenación del matrimonio a la generación de la prole y
 la intervención social del matrimonio que, se había concretado en la juridifícación del matrimonio.

Un ciclo histórico tiende a concluir y se inicia un regreso a la concepción romana del matrimonio, entendida
como una unión basada en la convivencia y en la affectio maritalis, hoy considerada como relación amorosa
entre los cónyuges.

Esta vuelta a los presupuestos romanos y su consideración como hecho social plantea al Derecho un nuevo
reto: la sustitución del matrimonio-contrato por la idea del matrimonio como hecho social productor de
efectos jurídicos.

Parece que al nuevo Derecho matrimonial le va a corresponder ocuparse más que de la génesis de la unión (y
de su diso-lución) de los efectos jurídicos del matrimonio como hecho social.

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