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Con ánimo de amar (In the mood for love, Wong Kar Wai, 2000)

Un bolero sensual sobre el amor, la fidelidad y un tiempo perdido.

La expresión del deseo


"El pasado era algo que él podía ver pero no tocar"

Wong Kar Wai integra la pequeña y disgregada liga de realizadores contemporáneos que
apuestan a la experimentación formal y a la búsqueda de nuevos modos de narrar historias con
imágenes. Por eso cada nuevo film suyo cumple la infrecuente promesa de sorprender y asegura
un par de horas de flechazos imprevistos a los sentidos.
En Con ánimo de amar el realizador deja a un lado el estilo manierista e impactante que lo ha
convertido en una marca de modernidad, imitada por mucho cine independiente occidental, y se
inclina por un refinamiento mesurado e introspectivo. El film narra apenas una historia de amor
malogrado en el marco de una China tradicional y conservadora al borde de sucumbir a los
embates de la modernización.
Hong Kong, 1962. El señor y la señora Chow y la señora y el señor Chan viven en habitaciones
que alquilan en casas de pensión contiguas y sus rutinas diarias de ida al trabajo y de vuelta al
hogar los llevan a cruzarse una y otra vez en angostos pasillos, angostas escaleras y angostos
callejones. Pronto, las apacibles vidas del señor Chow y la señora Chan se ven revueltas por un
descubrimiento doloroso: sus respectivas parejas tienen un romance. Ellos, sin embargo, entablan
una relación donde el deseo contenido, el dolor por la traición y el respeto a los mayores ahogan
un amor culpable y secreto.
El film se apoya en esta leve excusa narrativa para reconstruir los recuerdos de infancia de Wong,
el comienzo de los años sesenta y el fin de una época histórica para China, en un Hong Kong muy
distinto, casi pueblerino y apegado a las tradiciones. Porque Con ánimo de amar es, además de
un film sobre la fidelidad y la represión del deseo, una reflexión sobre la memoria y los modos del
recuerdo. La reconstrucción minuciosa de los detalles de mobiliario, menúes y costumbres del
viejo Hong Kong en los que Wong asegura haber puesto una atención casi obsesiva se combinan
con la idealización romántica de una época a la vez más simple y más compleja. El film termina en
1966 con las manifestaciones anticolonialistas y la visita del presidente Charles de Gaulle a
Camboya como símbolo del final de una era y el comienzo de otra donde muchas cosas ya no
serán posibles, entre ellas, una historia de amor como la de los protagonistas. Menos inocentes y
menos vulnerables, la nueva etapa histórica es anunciada por la otra pareja, la que no aparece en
el film, la de los adúlteros que consuman su deseo desoyendo valores y costumbres.
Esta mirada melancólica que Wong Kar Wai arroja sobre una época pasada la comparte con el
espectador de un modo íntimo e indirecto, creando una atmósfera de fábula que tanto da cuenta
del filtro embellecedor del amor como de la nostalgia por el pasado. Para esto el realizador se
apoya en su habilidad para aunar todos los elementos y recursos expresivos del relato
cinematográfico (la luz, el encuadre, la música, el montaje) en una combinación orientada a
comunicar sensaciones y climas. En Con ánimo de amar hay dos temas -el deseo no consumado
y la memoria- y para representarlos concibió el director una puesta en escena audiovisual que se
apoya en la fetichización, un artilugio que permite lograr aunque sea la satisfacción vicaria del
deseo amoroso y de la voluntad de apresar el pasado.
El film describe el recuerdo fetichizado de una infidelidad nunca consumada pero también el
recuerdo igualmente fetichizado de una época pasada: la sensualidad puesta en las cosas -la
madera, los espejos y las telas funcionan como relevo de lo que nunca sucedió más que en la
fantasía de los protagonistas- y la cualidad voyeurista del espectador, que parece estar siempre
espiando a través de ventanas, espejos y puertas, contribuyen a la erotización de las imágenes y
a reforzar la sensación de represión y angustia. Los personajes parecen deslizarse y flotar por los
pequeños espacios en que discurren, filmados en una sensual cámara lenta que acompaña el
ritmo de las caderas de Maggie Cheung, el voltear de las cabezas para mirarse y los casi
imperceptibles roces corporales a que los obligan la estrechez de los pasillos, acompasados por
una banda de sonido que recurre a la textura voluptuosa de la voz de Nat King Cole cantando en
español o a la música compuesta por Michael Galasso.
Todo en el film es elusivo, como el deseo que sus protagonistas no se atreven a enfrentar y como
la cualidad de los recuerdos, que se escapan de la memoria sin llegar a afirmarse. Todo en el film
es sublimación: el señor Chow y la señora Chan se niegan al impulso sexual que los atrae
jugando un juego de máscaras en el que interpretan los roles de sus parejas infieles e imaginan
como se inició el romance entre ellos, quién incitó a quién, con qué palabras y en qué lugares. La
restricción, la represión del deseo se reproduce en una forma narrativa que acumula elementos
que "aprietan" - el pelo engominado de Leung, los cuellos exageradamente altos de los
cheongsam de Maggie Cheung, el encuadre restringido, los espacios estrechos- y proyectan una
intensidad que se adivina y clama por su exteriorización.
Y aquí se vuelve fundamental la presencia de dos de los actores más carismáticos del momento:
Tony Leung (ganador en Cannes 2000 del premio al mejor actor) y Maggie Cheung (a quien va
dedicado este número de FilmOnLine) que consiguen dar a sus personajes la caracterización justa
y transmitir la química de un deseo que enciende también a los espectadores.
Tony Leung y Maggie Cheung fueron también los protagonistas de Days of Being Wild, un film
que Wong Kar Wai dirigió en 1991 y del que Con ánimo de amar puede considerarse una especie
de continuación (de hecho el nombre de soltera de la señora Chan es el del personaje de Maggie
Cheung en Days of...).
Es también esencial el trabajo del director de fotografía Mark Lee (Li Pingbin) que logró dar forma
concreta al clima de fábula imaginado por el director. Las complicadas peripecias de producción
de un film que en principio se pensó como una quickie a rodarse en unas cuantas semanas y
terminó insumiendo catorce meses, hicieron que Wong perdiera en el camino a su habitual
colaborador Chris Doyle, responsable apenas de un tercio de la fotografía del film.
El film se estrenó en Cannes en mayo del 2000 y desde entonces ha venido reclutando devotos en
todos los países donde fue presentada, provocando un fenómeno cada vez menos habitual en el
cine contemporáneo: la necesidad de volver a verlo una y otra vez. Como si al espectador lo
guiara la voluntad de apresar sus propios recuerdos de amores perdidos y la urgencia de
compartir arrepentimientos y secretos.

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