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PATERNIDAD ESPIRITUAL
Jesús dijo: “Yo soy el buen pastor, el buen pastor su vida da por las
ovejas” (Juan 10.11).
Sin embargo, antes de irse al cielo le dijo a Pedro: “¿Me amas…?
Apacienta mis corderos... Pastorea mis ovejas” (Juan 21.15-17). Hay
corderos y ovejas que necesitan ser pastoreadas, y el buen pastor es
Cristo. Sin embargo, Pedro, desilusionado de sí mismo a causa de su
Según los parámetros bíblicos, ¿cuánto tiempo hace falta para que un
niño recién nacido llegue a ser padre? Físicamente, por lo menos unos
20 años. ¿Y cuánto tiempo se necesita para que una persona que
recién se convierte llegue a ser padre espiritual?
Los apóstoles en tres años llegaron a ser, de simples pescadores y
pecadores, los padres espirituales de la iglesia.
Cuando Pablo llegó a Éfeso encontró a doce semi-discípulos. Luego de
tres años, al irse de allí, dejó una gran comunidad de discípulos con
varios pastores. Por lo tanto, en tres años algunos de esos convertidos
llegaron a ser los pastores de la iglesia, es decir, padres espirituales.
Dios nos enseñó todo esto hace muchos años cuando experimentamos
la renovación espiritual. Muchos pastores y denominaciones no nos
entendieron en aquel tiempo, pues se salía de sus esquemas y
costumbres. El funcionamiento tradicional era púlpito–congregación.
Todo se centralizaba en la reunión dominical, en el “templo” y en el
pastor. La visita pastoral a los miembros de la congregación se daba
dos o tres veces al año. Si alguno se enfermaba o tenía alguna
dificultad especial podía recibir alguna otra visita.
1 Juan 2.12-14
Filemón 1.8-14
Todo lo que hemos dicho hasta aquí parecería presentar una aparente
contradicción con lo que dice Juan 1.12-13:
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
Hay una frase clave en 1 Corintios 4.15: “Porque aunque tengáis diez mil
ayos (niñeros, tutores, maestros) en Cristo, no tendréis muchos padres;
pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”.
Aquí Pablo le está escribiendo a una iglesia, a la cual tanto Pedro como
Apolos iban a enseñar. Uno planta, otro riega, pero Dios da el
crecimiento.
La frase importante aquí es: “en Cristo Jesús”. No había sido Pablo solo,
sino en unión con Cristo (Cristo en mí, y yo en él). Es como si les estuviera
diciendo: “Dios los engendro a través de mí”.
Efesios 4.11-12
Algunos piensan que los padres espirituales deben ser únicamente los
pastores o maestros. Sin embargo, este texto señala que los apóstoles,
profetas, evangelistas y pastores-maestros fueron puestos en la iglesia
para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo.
• La reunión congregacional
• El grupo pequeño
• El discipulado personal
Dios les enseñó el principio del discipulado uno a uno. Así que
comenzaron a enseñarlo y practicarlo, y la congregación experimentó
un impresionante crecimiento explosivo.
Al escucharlo, pensé: “Son los mismos principios que Dios nos mostró a
nosotros. ¿Qué nos sucedió que no crecimos de la misma manera?”
La ciudad de Santarém y sus alrededores tienen unos 280.000
habitantes. Y, aunque comparado con el resto de las ciudades de Brasil
es una ciudad pequeña, se trata de la principal ciudad de aquella
región.
Abe me dijo: “Yo también estoy relacionado con alguien que vela por
mí, con quien me reúno por lo menos una vez a la semana para ser
ministrado, le confieso mis pecados, le cuento mis problemas, mis
luchas; y él me cubre y ayuda. Toda la iglesia está relacionada, por
medio de un discipulado personal”.
Cuando estuve allí, tuve que predicar en una reunión en la que había
400 discipuladores; o sea, 400 hermanos que estaban ejerciendo
paternidad espiritual sobre por lo menos un discípulo, para guiarlo y
ayudarlo en su crecimiento espiritual. Volvieron al discipulado personal.
Para ser padre hace falta tener por lo menos un hijo. Fue un deleite
ministrar a 400 discipuladores.
padre de cuatro hijos” (hoy tiene 5). Al oír esto, se escucharon risas en la
congregación. Y Orville siguió presentando: “Él es Guido Micozzi, padre
de cuatro hijos”. Nuevamente se oyeron risas. “Lito Ducasa, padre de
cuatro hijas” (hoy tiene seis). Más risas. “Gerado Veta... seis hijos”. Las
risas aumentaron. “Yo soy Orville Swindoll, y soy padre de cuatro hijos”. A
esa altura ya se escuchaban carcajadas. “Y hoy nos va a predicar
Jorge Himitian, padre de cuatro hijos preescolares” (ahora tengo cinco).
Al final, las risas ya eran descontroladas. Para serles sincero, yo no sabía
por qué se reían tanto.
que fuera. Al final del mensaje sentí la confirmación de que eso era lo
que el Señor quería decirle a esa congregación.
Hay dos clases de hijos (no lo menciono para resaltar las diferencias, sino
para explicar cómo se dan los diferentes procesos).
2. Otros son los hijos “adoptivos”. Son aquellos que se han convertido,
pero que nadie se ocupa de discipularlos. Entonces, de algún modo
nos comenzamos a relacionar con ellos, y comenzamos a ayudarlos
en su crecimiento espiritual, y así se va estableciendo una relación
firme y permanente.
También están aquellos que han tenido una experiencia con Dios o
un acercamiento, pero que su conversión es incompleta; y Dios nos
usa para guiarlos a una verdadera conversión, como le sucedió a
Pablo cuando llegó a Éfeso. Allí el apóstol encontró a doce semi-
discípulos, y los guió a una experiencia completa de conversión
(Hechos 19.1-7). Hoy muchos se encuentran en una condición similar,
y a ellos también debemos ministrar.
Otra cosa muy importante es orar por los hijos espirituales. Jesús oró por
los 12: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me
diste; porque tuyos son... guárdalos en tu nombre, para que sean uno...
santifícalos en tu verdad...” (Juan 17).
1 Tesalonicenses 2.7-13
“Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con
ternura a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros,
que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino
también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy
queridos.
Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; como
trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de
vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.
Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e
irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; así
como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos,
exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os
encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a
su reino y gloria.
Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que
cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la
recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la
palabra de Dios, la cuál actúa en vosotros los creyentes”.
Al decir que cuida con ternura a sus propios hijos queda claro que se
refiere a la madre, por eso las nuevas versiones lo traducen así: “Antes
fuimos tiernos entre vosotros como la madre que cuida con ternura a sus
propios hijos”.
Considero que este es uno de los pasajes más reveladores del Nuevo
Testamento acerca de la calidad del trato de un padre con sus hijos
espirituales. En él, el testimonio de Pablo pone de manifiesto la gracia, la
calidez y la responsabilidad con que él ejercía la paternidad espiritual
con los nuevos discípulos de Tesalónica.
Dios nos ayude a seguir este hermoso ejemplo y nos llene de esa misma
gracia. Amén.