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Introducción
Existe la posibilidad de que sintamos que una conversación sea difícil siempre
que:
Hay un problema
Debería plantearlo
Va a empeorar y
no va a ayudar
¿Vale la pena? No
No voy a plantearlo
de la vida
1. El problema
Distinga entre las tres conversaciones
En lugar de explorar los asuntos más profundos que puedan estar
molestándonos a nosotros (o a los otros), seguimos conversando
como si el problema no tuviera que ver con nosotros y no
reconocemos lo que está en el fondo de nuestra ansiedad.
Mediante la compresión de estos errores y de los estragos que producen,
podemos empezar a trazar mejores métodos.
A. La conversación de
LO QUE PASÓ
VERDAD Percepciones
INTENCIONES Impacto
a) La presunción de la verdad
Las conversaciones difíciles nunca son sobre hechos. De lo que tratan es de
percepciones, interpretaciones y valores que entran en conflicto. Las
conversaciones difíciles no son acerca de lo que es verdadero sino de lo que es
importante.
En la conversación de lo qué pasó, si logramos apartarnos de la presunción de la
verdad, quedamos en libertad para dejar de probar que tenemos razón y tratar de
comprender las percepciones, interpretaciones y comenzar a hacer preguntas que
tratan de averiguar cómo ve el mundo cada persona. Al mismo tiempo que
podemos plantear nuestros puntos de vista como percepciones, interpretaciones y
valores, y no “la verdad”.
Recordar que, usted no está negociando con lo que dicen, sino con lo que
piensan.
b) La invención de la intención
Lo que yo piense de las intenciones de la otra persona afectará mi manera de
pensar sobre ella y, por último la manera en que se desarrolle la conversación.
c) El marco de la culpa
Hablar de culpas nos impide averiguar por qué resultaron mal las cosas y cómo
podríamos corregirlas en el futuro.
De la culpa a la contribución
RESPONSABILIDD ADECUADA
Cada uno ha contribuido a la
Es un error o es mi error
situación actual
Traducción comunes
C. La conversación de identidad:
¿QUÉ DICE ESTO SOBRE MI?
La conversación de identidad tiene que ver con lo que pasa adentro: se trata de
quiénes somos y cómo nos vemos a nosotros mismos.
Dejen de discutir sobre quién tiene razón: Exploren las versiones de cada uno.
Creemos que el problema son simplemente los demás: Los demás son egoístas,
ingenuos, controladores, irracionales.
Ellos piensan que nosotros somos el problema. Los dos nos sentimos
desatendidos y maltratados. ¿Por qué siempre es la otra persona la que es
ingenua, egoísta, irracional o autoritaria? ¿Por qué nunca pensamos que nosotros
somos el problema?
Todos tenemos visiones distintas sobre el mundo porque cada cual recibe distinta
información y la interpreta a su propia y exclusiva manera.
Y en cada paso, hay miles de oportunidades para que la visión de cada persona
sea distinta de la de los demás.
Cada uno de nosotros se conoce a sí mismo mejor de lo que lo conocen los otros.
Cada persona tiene acceso a información distinta. Los demás tienen acceso a
información sobre ellos mismos que nosotros no tenemos. Ellos saben las
presiones que tienen que soportar; nosotros no. Conocen sus esperanzas, sus
sueños y sus temores; nosotros no. Sin embargo, actuamos como si tuviéramos
acceso a toda la información importante que existe sobre ellos.
Cuando nuestras reglas chocan con las de los demás nos metemos en problemas.
No hay sino una manera de llegar a entender la versión de otra persona y es ser
curioso. En lugar de preguntarse, “¿cómo puede pensar eso?”, preguntarse “¿Cuál
será la información que él tiene y yo no?” En lugar de preguntarse, “¿Cómo puede
ser tan irracional?”, preguntarse ¿cómo interpretará él esta situación para que su
punto de vista tenga sentido?” . La certeza nos aleja de la versión del otro
mientras que la curiosidad nos permite entrar.
Puede ser muy difícil sentir curiosidad por la versión de otra persona cuando uno
tiene su propia versión que contar, especialmente si uno piensa que sólo una
puede ser cierta.
Suponemos cuáles son las intenciones de otra persona con base en el impacto
que tienen sus acciones sobre nosotros. Nos sentimos heridos, luego la
persona trataba de herirnos. Nos sentimos desairados, luego la persona
intentaba desairarnos.
Nuestro modo de pensar es tan automático que no nos damos cuenta que
nuestra conclusión sólo es una suposición. Nos persuadimos tanto de que
nuestra versión sobre lo que los otros intentaban hacer es verdadera, que no
podemos imaginarnos que pudieran intentar otra cosa.
Presumimos que las malas intenciones significan mala voluntad. Tal vez el
mayor peligro de suponer que una persona tiene malas intenciones es que
fácilmente saltamos de “tiene malas intenciones” a “es mala persona”.
Llegamos a juicios sobre el carácter de los demás que empañan nuestra idea
de ellos y afectan no sólo cualquier conversación que podamos tener, sino toda
nuestra relación. Una vez que pensamos que ya sabemos cómo es alguien,
vemos todas sus acciones a través de esa lenta.
Esas son las características clásicas del ciclo: ambas partes creen que son las
víctimas, y ambas creen que están actuando sólo para defenderse.
II. Las buenas intenciones no mitigan el impacto negativo
Su primer paso es darse cuenta simplemente de que hay una diferencia entre
el impacto que le causa la conducta del otro y lo que se proponía. No llegará a
ninguna parte si no desliga las dos cosas. Separar el impacto de las
intenciones nos exige darnos cuenta del salto automático del, “Me sentí
herido”, a “Tú tratabas de herirme”. Esto puede hacerse preguntándose tres
cosas;
Una vez que usted haya respondido claramente estas tres preguntas, el
próximo paso es estar absolutamente seguro de darse cuenta de que su
suposición sobre las intenciones del otro es sólo una suposición. Una
conjetura, una hipótesis.
Comparta el impacto que tienen las acciones de los demás sobre usted;
pregúntele cuáles son sus intenciones.
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