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Concilio Vaticano I
primer concilio de la Iglesia católica
celebrado en la Ciudad del Vaticano

El concilio Vaticano I fue el primer concilio


celebrado en la Ciudad del Vaticano.
Convocado por el papa Pío IX en 1869
para enfrentar al racionalismo y al
galicanismo. En este Concilio se aprobó
como dogma de fe la doctrina de la
infalibilidad del papa. Tuvo cuatro
sesiones:

1. Primera Sesión: celebrada el 8 de


diciembre de 1869 con el Decreto de
apertura del concilio.
2. Segunda Sesión: celebrada el 6 de
enero de 1870 con la Profesión de Fe.
3. Tercera Sesión: celebrada el 24 de
abril de 1870 concluyendo con la
aprobación de la Constitución
Dogmática Dei Filius sobre la fe
católica.
4. Cuarta Sesión: celebrada el 18 de
julio de 1870 concluyendo con la
aprobación de la Constitución
Dogmática Pastor Aeternus sobre la
Iglesia de Cristo que declara el
dogma de la infalibilidad papal.
Concilio Vaticano I
XX concilio ecuménico
de la Iglesia católica

Inicio 8 de diciembre de
1869
Término 20 de octubre de
1870
Aceptado por Iglesia católica
Convocado por Pío IX
Presidido por Pío IX
Asistencia 774
Temas de discusión De la fe y constitución
de la Iglesia.
Se definió la potestad
del Romano Pontífice
y su infalibilidad
cuando habla ex
cathedra.
Cronología

Concilio de Concilio Concilio


Trento Vaticano I Vaticano II

El concilio fue suspendido por Pío IX el 20


de octubre de 1870, después que se
hubiera consumado la unión a Italia de los
Estados Pontificios.
Antecedentes
En un principio, no parecía necesario un
nuevo concilio para afrontar asuntos no
tratados en el anterior Concilio de Trento,
por lo que cuando Pío IX anunció su
intención de celebrar un concilio causó
sorpresa y hasta extrañeza. El 8 de
diciembre de 1864 el papa al concluir una
reunión de la Congregación de ritos hizo
salir a quienes no eran cardenales y
preguntó a estos sobre la posibilidad de
convocar un concilio: 15 de 21 se
manifestaron a favor.[1] Luego hizo una
consulta a todos los cardenales[2] y a 36
obispos.[3]

La situación de los Estados Pontificios en


ese período no era la mejor y varios
cardenales mostraron sus dudas sobre la
oportunidad de la celebración de un
concilio. Sin embargo, otros —como el
Card. Reisach, el entonces obispo
Manning y el obispo Dupanloup—
apoyaron la iniciativa. El papa Pío IX
anunció públicamente su intención de
convocar un concilio el 26 de junio de
1867 e hizo la convocatoria oficial el 29 de
junio de 1868 con la bula Aeterni Patris.[4]
Al momento se crearon cinco comisiones
que comenzaron la preparación de los
esquemas para los documentos y a
consultar los temas que debían tratarse.
Las áreas de las cinco comisiones eran:
doctrina, disciplina, vida religiosa,
misiones y Oriente, y los temas político-
religiosos. Al inicio estas comisiones
estaban formadas solo por clérigos de
Roma, pero luego, debido a las quejas que
esta decisión hizo surgir, se varió su
composición[5] e incorporaron a los más
ilustres teólogos del tiempo con algunas
excepciones importantes como Newman y
Döllinger.[6] Al concluir sus trabajos, estas
comisiones habían elaborado cincuenta
esquemas bastante heterogéneos. Al P.
Hefele le fue confiada la elaboración de un
reglamento para el concilio que fue
publicado a fines de noviembre de 1869.

Desde el inicio se conocía que la


infalibilidad del papa sería el argumento
principal de este concilio, de manera que
la nueva doctrina reforzaría la autoridad
del papa. Sin embargo, se produjeron
diversos casos de contestación incluso
antes de la celebración del concilio. Así 14
de los 20 obispos alemanes reunidos en
Fulda en septiembre de 1869 redactaron
una nota que enviaron al papa en la que
solicitaban que el tema de la infalibilidad
no se tratase.[7] También causó fuertes
debates la idea de que el concilio apoyara
y promoviera la acción contra los así
llamados «errores modernos» que el papa
Pío IX venía haciendo, y suscribiera el
syllabus.

Desarrollo
Eclesiásticos de varios países reunidos en Roma con
motivo del Concilio.

Los trabajos del concilio comenzaron el 8


de diciembre de 1869. A diferencia de los
concilios generales anteriores, los jefes de
Estado no fueron invitados a participar y
solo los obispos, los superiores generales
de órdenes religiosas y monásticas y los
abades nullius gozaban de voto
deliberativo. Se invitó a participar a los
jerarcas de la Iglesia ortodoxa (por medio
del breve Arcano divinae Providentiae
consilio) y a los líderes de denominaciones
protestantes (por medio de la carta Iam
vos omnes) pero ambos rechazaron la
invitación alegando que la forma usada
para ello, les denigraba.[8]

El reglamento no consideraba la
posibilidad de largas discusiones sobre
los esquemas ni la posibilidad de que
hubiera una gran cantidad de votos
negativos a las propuestas preelaboradas.
Al comienzo, el programa de temas a
tratar era muy extenso. Preponderó la
necesidad de hablar más de la Iglesia.
También era necesario hablar de la
relación entre fe y razón por ser un tema
relevante en tiempos de la ilustración y el
desafío que esto suponía para la Iglesia, al
igual que otras teorías científicas como el
evolucionismo, que parecían cuestionar
las doctrinas cristianas tradicionales. Otro
tema a tratar eran las grandes misiones
católicas de la época.
El 10 de diciembre se indicó la
composición de la diputación de
postulados, encargada de recibir las
propuestas de temas a tratar por el
concilio. El 14 de diciembre comenzaron
las votaciones para fijar las comisiones de
trabajo. El 28 de diciembre comenzó la
discusión del esquema doctrinal
elaborado por el P. J.B. Franzelin y que fue
ásperamente criticado por su carácter
demasiado académico, impropio de un
concilio. Desde el 6 de enero se
discutieron otros esquemas como el
relativo a los obispos y al clero diocesano
así como el que proponía la elaboración
de un nuevo y único catecismo. Todos
fueron rechazados y volvieron a sus
respectivas diputaciones sin que para el
22 de febrero nada hubiese sido aprobado.

Durante el concilio y visto el tenor de las


discusiones, se hizo necesario cambiar el
reglamento para adaptarlo a la posibilidad
de mayor libertad a la hora de rechazar y
ampliar los documentos propuestos por
las comisiones preparatorias. Así las
discusiones se centraron rápidamente en
los dos temas principales: la infalibilidad
pontificia y las relaciones entre fe y razón.

Infalibilidad …

Como se ha mencionado anteriormente,


ya en los meses anteriores al inicio del
concilio las discusiones sobre el tema de
la infalibilidad se hicieron fuertes.
Döllinger y Dupanloup[9] se oponían
abiertamente. Henry Maret desde la
Sorbona hablaba de una infalibilidad del
papa en unión con los obispos, etc. La
preocupación de algunos sectores de la
Iglesia católica creció cuando el 1 de
febrero de 1869 la Civiltà Cattolica publicó
un artículo en el que se mencionaba la
posibilidad, deseada, de que la doctrina
sobre la infalibilidad del papa fuera
declarada por aclamación durante el
concilio. Había oposición sea por
considerar tal dogma inadmisible,[10] sea
por inoportuno, sea también porque una
declaración en esos términos no podría
explicar con la fineza teológica necesaria
el alcance del dogma.
En ese contexto, Döllinger —con el
pseudónimo de Janus— publicó una serie
de artículos[11] donde no solo criticaba el
posible dogma de la infalibilidad pontificia
sino también se oponía al primado de
jurisdicción papal. La respuesta llegó de
parte de un historiador, Joseph
Hergenröther pero los debates se agriaban
con el pasar del tiempo y lograban el
efecto contrario: dado que el tema había
llegado a ser tan discutido, era inevitable
que el concilio se ocupase de él.
En el concilio el grupo contra la
infalibilidad estaba compuesto por los
obispos de Austria-Hungría, mayoría de
los de Alemania y el 40 % de los de
Francia. Estos se organizaron y formaban
más o menos un quinto de los padres
conciliares. Los a favor eran los obispos
de Estados Unidos e Italia, con algunos
nombres conocidos como Manning,
Dechamps y Senestrey, obispo de
Ratisbona. El papa al ver estas dificultades
decidió retirar del esquema sobre la
Iglesia católica cualquier mención al tema
de la infalibilidad,[12] pero los obispos lo
convencieron de añadirlo en marzo de
1870. Así se presentó a discusión el que
iba a ser el capítulo XI del esquema sobre
la Iglesia y que a petición de la mayoría
(con algunas excepciones importantes
como el Card. Bilio y el Card. Corsi) fue el
primero en tratarse en aula. Entonces se
hizo una nueva redacción del capítulo,
más amplio (llegaron a ser cuatro
capítulos: institución del primado,
perennidad del primado, el primado de
jurisdicción y la infalibilidad) y con vistas a
publicarlo como una constitución
independiente. También se adaptó la
normativa del concilio permitiendo que los
documentos fueran aprobados por
mayoría simple y no por la unanimidad
tradicional, lo cual generó nuevas
discusiones dentro y fuera del concilio.[13]

Las discusiones, por orden del papa,


debían mantenerse en secreto pero de
todos modos iba saliendo información a la
opinión pública debido a la expectación y
a la ausencia de comunicados oficiales.
Entonces, las discusiones sobre la
infalibilidad llegaron a los medios de
comunicación masivos. Louis Veuillot y
los redactores de la Civiltà Cattolica se
pusieron a favor de la infalibilidad.
Dupanloup, Gratry y Döllinger seguían sus
publicaciones de naturaleza histórica y
dogmática contra la infalibilidad. En
realidad se trataba de tres grupos: los
contrarios al dogma en cuanto tal, los que
no lo consideraban oportuno y los que
estaban a favor del dogma.

Por otro lado, se supo que el esquema


sobre la Iglesia católica retomaba y
confirmaba las enseñanzas de los
católicos en relación con los dos poderes,
espiritual y temporal, sin considerar el
cambio de las estructuras políticas y
sociales de Europa. Esto generó una serie
de protestas por parte de los gobiernos de
Austria y Francia.

Sin embargo, las discusiones más ásperas


seguían siendo las relativas al capítulo
sobre la infalibilidad. Desde 13 de mayo al
6 de junio se discutió sobre el documento
completo sin llegar a ningún consenso
aunque sí se lograra en relación al
primado de jurisdicción. Los miembros de
la comisión explicaron a los padres
conciliares que el dogma de la infalibilidad
se contenía en la reflexión sobre la Iglesia
católica y que no era algo «personal» del
papa sino en vistas a su función dentro de
ella.[14] Luego se comenzó a discutir, hasta
el 13 de julio sobre cada parte del
documento. El papa Pío IX manifestó a
sus colaboradores que buscaba una
definición extensa que no solo tuviera en
cuenta las definiciones pontificias ex
cathedra[15] y contaba con el apoyo de
jesuitas y del Card. Manning. Pero la
asamblea conciliar se opuso a esto y se
discutió solo si sería necesario el
consenso explícito de los obispos para
que una decisión papal fuera infalible.

Finalmente el 13 de julio se votó la


constitución. Los resultados fueron:

451 placet
88 non placet
62 placet iuxta modum
50 no se presentaron

La discusión sobre la necesidad del


consenso de los obispos se prolongó con
diversas vicisitudes. Varios obispos se
presentaron al papa para pedirle que
cediera en este punto pero no obtuvieron
respuesta favorable. Entonces unos días
antes de la votación definitiva, 55 padres
conciliares enviaron una carta al papa
comunicándole su decisión de no
participar en esa sesión: estos obispos se
retiraron inmediatamente de Roma. El 18
de julio se votó la constitución y obtuvo
533 votos a favor de 535 aun cuando fue
solicitado el cambio del título del capítulo
y de De Romani Pontificis infallibilitate
quedó en De Romani Pontificis infallibili
magisterio. El texto finalmente aprobado
sobre la infalibilidad es el siguiente:
Por esto, adhiriéndonos
fielmente a la tradición
recibida de los inicios de
la fe cristiana, para
gloria de Dios nuestro
salvador, exaltación de
la religión católica y
salvación del pueblo
cristiano, con la
aprobación del Sagrado
Concilio, enseñamos y
definimos como dogma
divinamente revelado
que: El Romano
Pontífice, cuando habla
ex cathedra, esto es,
cuando en el ejercicio de
su oficio de pastor y
maestro de todos los
cristianos, en virtud de
su suprema autoridad
apostólica, define una
doctrina de fe o
costumbres como que
debe ser sostenida por
toda la Iglesia, posee,
por la asistencia divina
que le fue prometida en
el bienaventurado
Pedro, aquella
infalibilidad de la que el
divino Redentor quiso
que gozara su Iglesia en
la definición de la
doctrina de fe y
costumbres. Por esto,
dichas definiciones del
Romano Pontífice son
en sí mismas, y no por el
consentimiento de la
Iglesia, irreformables.
Pastor Aeternus , c. 4

Fe y razón …

A fines del mes de diciembre de 1869 se


discutió la condena al racionalismo. El
esquema propuesto, que había sido
redactado por los padres Franzelin y
Clement Schrader, fue rechazado.
Entonces se encargó a otros sacerdotes,
los padres Kleutgen y Dechamps la
elaboración de un nuevo esquema
llamado De fide catholica. La discusión se
prolongó hasta el 6 de abril de 1870 y se
aprobó la Constitución Dei Filius seis días
después.

En ella se afirma que la razón puede por sí


sola conocer con certeza la existencia de
Dios y algunos de sus atributos, pero que
las fuerzas naturales de la razón son
insuficientes para descubrir los misterios
divinos como la Trinidad, la Encarnación,
la Redención, etc., por lo cual subraya la
necesidad e importancia de la Revelación
divina. Se trata además de la doble
naturaleza de la fe como virtud infusa y al
mismo tiempo libre adhesión de la
inteligencia a Dios mismo. Finalmente se
condenan los diversos errores del
ateísmo, del materialismo, del panteísmo,
del racionalismo, del tradicionalismo
fideísta.
Suspensión
Desde el inicio el concilio fue amenazado
por dos conflictos inminentes: el franco-
prusiano y el hecho de que Roma estaba
rodeada por el ejército italiano para la
unificación.

El 19 de julio, un día después de la


aprobación de la Pastor Aeternus se
desencadenó la guerra entre Francia y
Prusia. Los obispos entonces decidieron
abandonar la ciudad de Roma. El 20 de
septiembre la ciudad fue ocupada por las
tropas de Victor Manuel II (dado que las
francesas que defendían al papa habían
salido de la ciudad para participar en la
guerra). Pío IX suspendió los trabajos del
concilio el 20 de octubre siguiente por
medio del breve Postquam Dei munere sin
indicar una fecha de reinicio de los
trabajos conciliares. En la práctica el
concilio nunca se concluyó.

Notas
1. Alberigo (1990:372),
2. Cf. Martina (1970:598).
3. Cf. Alberigo (1990:372).
4. Texto oficial en lengua latina en el
sitio vatican.va.
5. Alberigo (1990:373)
6. Para saber más: R. AUBERT, «La
composition des commissions
proeparatoires au premier concile du
Vatican», en Reformata reformanda,
Festgabe für H. Jedin, Münster 1965,
p. 447-482.
7. Laboa (2004:218).
8. Martina (1970:599)
9. Cf. DUPANLOUP, Observations sur la
controvere soulevée relativemente à la
définition de l'infaillibilité au futur
concile.
10. Se citaba la conducta indigna de
Liberio durante la controversia arriana
cuando firmó una condena contra
Atanasio o también las vacilaciones
teológicas del papa Honorio I ante el
monotelismo que le valieron la
condena por parte de varios concilios.
11. Bien pronto publicados en forma de
libro: cf. JANUS, Der Papst und das
Concil, Leipzig 1869.
12. Martina (1970:609).
13. Para saber más, consúltese «Polemica
dell'unanimità del concilio nei decreti
dommatici» en Civiltà Cattolica, 1870,
pp. 100-111.
14. Laboa (2004:228).
15. Cf. G. CAPRILE, «La Civiltà Cattolica al
Concilio Vaticano I» en Civiltà
Cattolica 1969, p. 333-341.

Véase también
Anexo:Padres Conciliares en el Concilio
Vaticano I

Bibliografía
G M , La Chiesa nell'età del
assolutismo, del liberalismo, del
totalitarismo: Da Lutero ai nostri giorni,
Morcelliana, Brescia 1970.
J M L , Historia de la Iglesia.
Edad Contemporánea, BAC, Madrid 2004,
ISBN 84-7914-425-4.
G A , Storia dei concili
ecumenici, Queriniana, Brescia 1990,
ISBN 88-399-0088-8

Enlaces externos
Denzinger: Concilio Vaticano I
Concilio Vaticano I en la Enciclopedia
Católica
Predecesor:
Sucesor:
Concilio de Concilio Vaticano I
Concilio Vaticano II
Trento 8 de diciembre de 1869-20 de octubre
11 de octubre de 1962-8 de diciembre
de 1870
1545-1563 de 1965

Datos: Q190857
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