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FICHA DE LECTURA

Descripción del texto: Zimmerling, R. (1993). El mito de la opinión pública. Doxa, 97-117.

RESUMEN

1. Conclusión. El concepto de ‘opinión pública’ es un concepto poco claro. Y, sin


embargo, suele recurrirse a él para justificar o fundamentar decisiones en el dominio político.
En una forma de gobierno democrática, donde pretendidamente se impone la ‘voluntad del
pueblo’, la opinión pública parece la expresión de este sujeto colectivo. Sin embargo, cuando
se recurre a ella sólo se encubre, en el fondo, la ausencia de hechos exactos y precisos que
den cuenta de esta voluntad. Así, finalmente, ‘opinión pública’ resulta un concepto que no
cobra eficacia frente a la fundamentación de decisiones políticas. ‘Opinión pública’ es un
mito político con poca utilidad teórica.
2. Argumentos.
- El concepto ‘opinión pública’ suscita dos interrogantes iniciales. En primer lugar, de
qué depende el carácter público de una opinión y, en segundo lugar, quién es el que opina de
este modo. En cuanto a lo primero, pública sería toda opinión que efectivamente sea
publicada o que, aludiendo a la segunda cuestión, corresponda a la opinión de un sujeto
denominado ‘público’. Lo segundo se resuelve en el adjetivo de la expresión ‘opinión
pública’: se trata de un cierto sujeto colectivo, el ‘público’, capaz de concebir opiniones sobre
diversos temas.
- Los interrogantes anteriores están atravesados por una realidad fundamental, que
determina la complejidad del problema. Se habla de ‘la’ opinión pública y no de ‘las’
opiniones públicas o de ‘una’ entre muchas. Así, el concepto presupone la existencia de una
opinión unitaria que diera cuenta, de una manera directa y articulada, de las concepciones del
‘público’. El concepto supone la superación de todo conflicto a la hora de evaluar la realidad
social, como si el público fuera capaz de tomar una sola voz.
- El problema de la opinión pública aparece, entonces, en la determinación de los
criterios para obtener una sola voz entre las diferentes opiniones que pudieran ser expresadas
públicamente. Esto depende, a su vez, del modo en que se tome en consideración este

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concepto, del significado que se le atribuya. O se piensa en una opinión pública como la
‘opinión dominante’ o, por otro lado, se piensa en ella como un ‘espectro de opiniones’.
- La primera opción es la de perseguir que se fije una opinión entre la diversidad de
opiniones publicadas. Desde el punto de vista de los portadores de la opinión, este proceso
podría verse desde la calidad o la cantidad de los mismos. De acuerdo al criterio de calidad,
la opinión pública sería aquella que se expresara por parte de algunas personas de
determinadas características; de acuerdo al criterio de cantidad, la opinión pública sería
aquella que expresara la voz de una ‘masa crítica’, de una ‘mayoría’.
- La segunda opción conduce a tomar en cuenta expresiones del estilo “la opinión
pública está dividida en torno a…”. Expresiones de este tipo se entienden, no generan ningún
escándalo. Así, podría pensarse que por ‘opinión pública’ pueda asumirse que, al margen de
la primera opción, este concepto corresponde a un haz o a un espectro de opiniones, “(…) en
el extremo, [a] la totalidad de todas las opiniones sostenidas públicamente” (Zimmerling,
1993, p. 102).
- Ahora bien, de cada una de estas opciones se siguen nuevas inquietudes. Esto a la
hora de fijar su utilidad teórica, su eficacia al momento de fundamentar o justificar las
decisiones políticas. En el primer caso, el de la opinión dominante de un cierto grupo especial
cualitativamente determinado, la legitimación de las decisiones políticas dependería de la
autoridad de aquellos personajes que ‘forman opinión’ merced a su dominio de los medios
de comunicación masivos. Sin embargo, aquí aparece el nuevo problema de la determinación
de una conexión causal entre la opinión de este grupo y la formación de opiniones
mayoritarias. Esto quiere decir que para ubicar un punto de apoyo en la fundamentación de
las decisiones políticas habría que realizar antes una valoración de la influencia de este grupo
de personas. Por lo demás, también resulta difícil considerar que este sea un grupo
homogéneo. Al interior de éste también se libra una confrontación entre opiniones diferentes,
de modo que se necesitaría un criterio adicional que permitiera definir la selección de una
sola opinión por sobre las demás.
- En el caso de la opinión dominante de una mayoría aparece una serie de problemas.
Por un lado, la ‘mayoría’ nunca es la misma: “unas veces es la totalidad de todos los
ciudadanos con derecho a voto, otras el parlamento como totalidad del poder legislativo y
otras el gabinete como totalidad de la conducción del poder ejecutivo” (Zimmerling, 1993,

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pp. 109-110). De algún modo, el concepto de ‘opinión pública’ entendido en estos términos
exigiría, entonces, la remisión a un ‘grupo de referencia’ y esto, además de ser una tarea
fatigosa, no corresponde a la práctica habitual. Si la ‘opinión pública como opinión de la
mayoría’ se entiende, por demás, como aquella que sostiene un ‘público amplio’, la totalidad
de los ciudadanos que suelen expresar sus opiniones, entonces el concepto se revela como
una estrategia para esconder la inexistencia de unos hechos exactos que validen la toma de
decisiones. El concepto de opinión pública aparece, así, como un sustituto de la encuesta o
el voto popular, como la supuesta expresión del pueblo en determinado asunto. La opinión
pública no cobra el peso de una constatación empírica sino, antes bien, el escaso valor de una
suposición.
- Finalmente, la opción por la cual se entendería la opinión pública como ‘espectro de
opiniones’ también revela su poco peso argumentativo, su poca eficacia con miras a justificar
las decisiones políticas. Debido a la abundancia de opiniones que englobaría el concepto, la
alternativa sería abogar por una decisión diferenciada que persiguiese un modelo de
moderación política. No obstante, estas decisiones “(…) no necesariamente son
políticamente las más inteligentes ni éticamente las mejores” (Zimmerling, 1993, p. 114). La
opinión pública así entendida no sirve como un buen punto de apoyo para la gestión política.

COMENTARIOS

1. Pertinencia. El texto es pertinente porque elabora una buena revisión conceptual. Al


mismo tiempo, advierte la problematicidad del concepto ‘opinión pública’ con respecto a una
pretendida fundamentación de las decisiones políticas. Pareciera que, junto al principio de
publicidad, ingrediente imprescindible en las sociedades democráticas pluralistas y
representativas (Zimmerling, 1993, p. 97), fuera un concepto relevante para el ámbito
político. El texto muestra todo lo contrario: “(…) resulta ser nada más que un apéndice
totalmente prescindible, pero capaz de convertirse, en cualquier momento, en grave peligro
para el funcionamiento del sistema” (Zimmerling, 1993, p. 117). ‘Opinión pública’ es un
concepto peligroso para la democracia pues en última instancia significa un ocultamiento de
los datos reales (Zimmerling, 1993, p. 116), opera como un simple sustituto de la encuesta y
el voto popular, significa una suposición (no una verificación) de la voluntad del pueblo.

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