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PAUTAS PARA TRABAJAR LAS CONDUCTAS EN CASA

NORMAS Y LÍMITES EN CASA


En nuestra sociedad existen normas o reglas, que nos gusten
o no, hay que cumplir, lo mismo sucede en el cole y en casa, por lo
tanto, los niños/as también deben aprender a respetar estas normas
y límites.
Existen dos razones principales por las cuales los padres
deben fijar reglas. La primera es para mantenerlos seguros. La
segunda es para ayudar a los niños a aprender a controlarse. Para
lograr estos objetivos es preciso fijar reglas que:

 Sean claras, definidas y que estén al alcance de la


comprensión y edad del pequeño, al lugar donde se encuentre o
con las personas con que conviva. Si se necesita, se le pueden
repetir una y otra vez hasta que recuerde y asimile.
 Que sean lógicas, prácticas y concretas por ejemplo: “No se
juega con las puertas”; siempre haciéndoles ver las consecuencias
inmediatas si no se acata la regla: “Te lastimarás los dedos
gravemente”.
 El niño debe aprender que las reglas son importantes para su
seguridad y que no cambian de un día para otro.

Debes tomar en cuenta que una regla no debe herir su


autoestima, por el contrario, debes alentarlo y motivarlo para que
pueda cumplirlo con facilidad y felicitarlo cuando lo hace. Explícale
también, de forma clara y sencilla, las consecuencias que puede
tener para su seguridad si ignora esas reglas. Tampoco te enredes
demasiado en explicaciones extensas.

Cuando el niño empieza a tener conciencia de que la


respuesta a su llanto se concreta en atención y cariño, desde ese
momento aprende a manejar a sus padres a su antojo. Desde
pequeños los niños estudian y conocen bien sus gestos, actitudes y
hasta el tono de su voz; son capaces de predecir si están en un
momento de debilidad o si les va a costar más lágrimas salirse con
la suya. Por eso, es importante marcarles los límites, pero ¿cómo
hacerlo desde pequeños? Siguiendo las actividades de rutina
(desayuno, baño, paseo, siesta, etcétera). Al niño las actividades de
rutina le brindan seguridad y sabrá perfectamente que seguirá
después. Salirse de ellas constantemente afectará el sentimiento de
tranquilidad, seguridad y protección.
Si queremos establecer una nueva norma en casa, deberemos
seguir estos tres pasos:

1. Decirle al pequeño cual es la norma.


2. Explicarle cuál es el motivo. Mirarle a los ojos y asegurarnos de
que él también lo hace.
3. Establecer cuál será la consecuencia si se rompe.

Ejemplo:

1. No puedes correr dentro de casa.


2. Porque molestas a los vecinos.
3. Si no me haces caso iras a tu habitación.
Una vez que se han repetido los tres pasos un par de veces,
deberemos actuar directamente, es decir, si corre dentro de casa
directamente lo llevaremos a la habitación, ya que uno de los
principales errores que cometemos es dar demasiadas
oportunidades, es decir, amenazar pero no llevar a cabo la
amenaza. Y será fundamental ser constantes.

Debemos tener en cuenta:

 Usa frases cortas y claras. Pídele a tu hijo que repita lo que


le dijiste, es la única manera de saber si realmente entendió el
mensaje. Da razones: trata de decirles los motivos por los cuales
les pides que hagan algo o que dejen de hacerlo.
 Establecer límites apropiados a la edad del niño. antes de
fijar reglas debes tomar en cuenta si tu hijo las puede llevar a cabo.
 Fija las reglas de antemano: no sacarás ese juguete hasta
que hayas recogido el anterior. Se consecuente, si estableces
una norma debes ser capaz de hacerla cumplir.
El objetivo es guiar a los niños y poner límites para que se
sientan apoyados y apreciados, no juzgados ni rechazados. Las
normas fomentan tolerancia a la frustración, es decir, los niños
deben entender que no siempre pueden hacer lo que deseen,
aunque lloren.
No poner muchas normas: con dos o tres es suficiente: no hay
que pegar, obedece a los mayores y escucha cuando te hablan.
Centrarse en esas tres y que las cumpla.
Los conflictos en casa.

Ante las situaciones conflictivas que se producen en casa


debemos tener en cuenta dos objetivos:

 Disminuir la frecuencia/intensidad de los episodios de


enfrentamiento.
 Reducir la escalada de comportamientos desafiantes del niño
en casa.

PROCEDIMIENTO

1. Registrar los momentos y situaciones conflictivas.

2. Priorizar conductas más molestas. Abordarlas de una en una.

3. Prever momentos de conflicto.

4. Decidir técnicas a emplear, modo y momento de aplicación de


medidas de prevención y aplicación de consecuencias.

5. Puesta en práctica de las Medidas de Prevención y de las


Consecuencias.

6. Evaluación del programa conjunta con AItor si muestra madurez


suficiente.

Las rabietas son los comportamientos que ocurren con más


frecuencia cuando el niño/a está mal. ¿Cómo aparecen las
rabietas?

 En los primeros meses de vida atendemos de forma natural y


de manera rápida una serie de comportamientos infantiles (lloros,
caras tristes, estar quieto, vómitos, etc.). Nadie lo duda, son
indicativos de que algo pasa y con nuestra atención buscamos el
bienestar físico y anímico del niño. Es un ser indefenso y hay que
atenderle.
 Durante este tiempo el niño ha estado aprendiendo que
algunos de sus comportamientos son siempre atendidos. Usa esos
comportamientos para que le atiendan. "Reaprende" cómo
conseguir atención, usa la rabieta para conseguir algo.
 De manera natural (en principio, no premeditadamente) hace
uso de esas conductas de llamar la atención cuando no consigue
algo que desea. Por ejemplo: una chuchería o más tiempo de TV. El
resultado más frecuente es que consigue lo que desea. Aprende
que puede doblegar a los adultos. Las rabietas se complican.
 La repetición de estos comportamientos y de la obtención de
lo deseado le enseña algo nuevo: la voluntad de los adultos se
puede doblegar si se hace uso de las respuestas adecuadas como
lloros, gritos etc. A estos comportamientos los podemos llamar
ahora rabietas. Esta secuencia de aprendizajes se puede ir
complicando de maneras muy diferentes según los casos.
 Él sigue "cogiendo muchas rabietas y además en los
momentos más inoportunos". Nos empezamos a disgustar y puede
que también a preocupar ¿Qué puedo hacer?

Estrategias de tratamiento
 Poner la casa «a prueba de niños», con objeto de reducir el
número de ocasiones en que los padres se ven obligados a decir
que «no». Intentar evitar las situaciones y circunstancias que
puedan ser fuente de frustración o facilitar la aparición de rabietas,
como hambre, sueño, etc.
 Permitir que los niños pequeños realicen pequeñas elecciones
frecuentes, todas dentro del terreno de lo aceptable (p. ej.,
«¿Quieres tomarte la leche en el vaso azul o en el rojo?»). Siempre
que sea posible, ofrecer al niño la posibilidad de elegir entre varias
opciones disponibles.
 Limitar las frustraciones atendiendo al temperamento del niño
y sus ritmos: entendemos que si nuestro hijo es muy nervioso
necesitará correr cada día, o si se pone de muy mal humor cuando
tiene hambre intentad evitarlo.
 Los niños tienden a tener más rabietas cuando están
cansados (por ejemplo, cuando no han dormido la siesta), porque
son menos capaces de hacer frente a las situaciones frustrantes. En
estas ocasiones, haga que su hijo se acueste. El hambre puede
contribuir a las rabietas. Las rabietas también aumentan durante
una enfermedad.
 Avisar al niño con tiempo. Algunas de estas rabietas pueden
ser prevenidas dándole a su hijo una advertencia con 5 minutos de
anticipación, en vez de pedirle de repente que deje inmediatamente
de hacer lo que está haciendo.
 La negativa debe ser irrevocable. Muchos padres dicen «no»
cuando realmente quieren decir «me parece que no». Cuando el
niño protesta suficientemente, el padre o la madre cede,
recompensando con ello la rabieta. Los niños rápidamente
distinguen entre los «NOes» duros («No se juega con los cuchillos»)
y los «NOes» blandos («no hay galletas antes de cenar») y rara vez
sufren rabietas a causa de los primeros. Es importante establecer
normas razonables, claras y coherentes y no cambiarlas, para que
el niño conozca perfectamente donde están sus límites. Esto es
absolutamente clave: el que algo se pueda o no se pueda hacer, no
debe depender del humor que tengan en ese momento los padres.
Las reglas deber ser siempre las mismas y también
independientemente de que quien esté en ese momento al cuidado
sea el padre o la madre.

Cómo actuar ante una rabieta


Ignorar es una manera efectiva de impedir las rabietas o, al menos,
de evitar reforzarlas. Debemos saber, que cuando empezamos a
ignorar las rabietas, éstas pueden intensificarse durante un período
de días o semanas antes de empezar a ceder.
Si no se logra controlar la rabieta, y la situación lo permite, se puede
adoptar una actitud de indiferencia y hacer como que se ignora la
conducta del niño, para lo cual no debe manifestarse enfado, ni
deben hacerse promesas o proferir amenazas. Porque el niño, con
la rabieta, pretende llamar la atención y si hacemos todo eso,
aunque no consiga aquello que motivó el berrinche, de algún modo
habrá salido ganando y, sin querer, podemos reforzar ese
comportamiento o sea le "enseñaremos" a tener más rabietas.
Algunas instrucciones específicas sobre cómo ignorar una rabieta,
por ejemplo: «Sepárese a dos pasos. Continúe haciendo lo que
estuviese haciendo. No hable o hable sólo con un tono de voz
neutral. Si su hijo está cerca de un objeto peligroso, mueva al niño o
al objeto. No deje que el niño se haga daño o cause daño a nadie».
Muchas de las rabietas del niño tienen como objetivo primordial una
simple llamada de atención, aunque se presenten enmascaradas
bajo otras peticiones concretas (como una bolsa de gominolas).

No olvidemos que los medios de que dispone el niño pequeño para


interactuar con nosotros están aún por elaborar y perfeccionarse, de
ahí que en ocasiones recurra a algo tan sencillo como el enfado
desproporcionado simplemente para decir: “estoy aquí, hazme
caso”.

Cuando los padres intuyan que se trata de una llamada de atención


inapropiada, deben dejarle claro lo inadecuado de su conducta,
¿cómo?: -no prestándole atención, ignorándole-. También en este
caso es importante no ceder al final, porque si no, el niño aprenderá
que manteniéndose en su posición obtiene los beneficios que
persigue.

Si la "escena" ocurre en un sitio público, procure llevarle a un sitio


tranquilo y si fuera necesario contenerle físicamente porque
presente una actitud violenta, procure sujetarle pero sin hablarle ni
mirarle.

Es muy importante perseverar en la decisión adoptada hasta el


final, hasta sus últimas consecuencias. Por ejemplo, si se ha
decidido que aquello que el niño pide es inadecuado, los padres se
mantendrán firmes en su decisión con independencia de las
respuestas del niño.

No haga caso a las rabietas motivadas por el deseo de llamar la


atención o exigir algo. Los niños pequeños pueden tener rabietas
para salirse con la suya. En las rabietas para llamar la atención el
niño puede gemir, llorar, golpear el piso o la puerta, cerrar una
puerta con violencia, o contener la respiración. Mientras su hijo
permanezca en un solo lugar y su comportamiento no sea
destructivo, usted puede dejarlo tranquilo.

Si reconoces que un evento en particular va a hacer que tu hijo


pierda los estribos, trata de desviar su atención hacia alguna otra
cosa. Sin embargo, no cedas ante las demandas de tu hijo. Durante
la rabieta, si el comportamiento del niño es inofensivo, ignóralo por
completo.
Una vez que ha empezado, una rabieta rara vez puede ser
interrumpida. Aléjese, incluso yendo a otro cuarto para que el niño
ya no tenga quien le escuche. No trate de razonar con su hijo.
Simplemente dígale: "Veo que estás muy enfadado, te dejaré solo
hasta que te calmes”. Deje que el niño recupere el control. Después
de la rabieta, asuma una actitud amistosa y trate de normalizar las
cosas. Usted puede prevenir algunas de estas rabietas diciendo
"No" con menos frecuencia.
A veces es difícil, pero se debe crear un clima de tranquilidad en
torno a la situación, es decir, mantener la calma y el control. No
regañar, ni gritar al niño porque, además de no solucionar nada,
genera más inseguridad y constituye un mal ejemplo. Evite pegarle
porque esto indica al niño que usted ha perdido el control. Tampoco
hay que intentar razonar con el niño, porque en ese momento no
nos escuchará. El niño no debe percibir que su conducta altera a
sus padres, que les incomoda, que existe una discordancia entre lo
que sienten y lo que dicen. No podemos enfadarnos y, gritando,
aclararle: “¡no me importa cómo te pongas, así no vas a conseguir
nada!”; porque estamos mostrando que “algo” sí ha conseguido.
Por supuesto, no debe concedérsele lo que quería, para no reforzar
su conducta, como tampoco conviene ofrecer premios o
recompensas para que abandone su rabieta. En las fases iniciales,
un pequeña dosis de humor y, si es posible, intentar distraer al niño
desviando su atención hacia otra actividad u objeto, pueden ser de
mucha utilidad.

El castigo es uno de las medidas más frecuentes y, por ello,


debemos emplearlo con cuentagotas y cautela. En primer lugar
porque un castigo repetido muchas veces pierde su poder
sancionador y corrector. En segundo lugar porque el castigo como
respuesta ante una rabieta puede convertirse en un arma de doble
filo. Con el castigo, aunque parezca que el niño lo aborrece,
estamos dedicándole toda nuestra atención y, aunque no consiga lo
que quería (muchas veces algo insignificante), sí logra convertirse
en el centro de todas nuestras miradas.
Por extraño y paradójico que parezca, el niño acabará
acostumbrándose al castigo y, lo que es peor, buscándolo como
“recompensa afectiva”. El castigo tiene efectos pasajeros; a base de
castigos no eliminamos la conductas inapropiadas de las rabietas
que por instaurarse como un patrón de comportamiento, son
conductas que persisten en el tiempo.

Asegurarse de que las rabietas no amenazan la autoestima del


niño, evitad declaraciones humillantes después de la rabieta. Los
padres deben hablar de «perder el control» en lugar de «portarse
mal» y evitar hablar mucho de la rabieta después.

Una vez que se ha pasado el berrinche, no se le debe castigar ni


gritar, sino darle seguridad y afecto, pero sin mimarle en exceso ni
darle ningún tipo de premio, explicándole lo inadecuado de su
comportamiento.

Reforzar los comportamiento positivos. Es decir, entre otras


cosas hacerle caso y alabarle cuando su conducta es la adecuada.
Es niño busca la atención de sus padres y si la consigue sobre todo
cuando hace "cosas malas", le estaremos indicando que ese es el
comportamiento que debe repetir para conseguir que le dediquemos
más tiempo.
Para las rabietas de tipo perturbador o destructivo, utilice
suspensiones temporales. Algunas veces las rabietas son
demasiado perturbadoras o agresivas para que los padres las
pasen por alto: Se cuelga de nosotros, nos pega, tiene una rabieta
en un lugar público, rompe cosas... Sujete al niño cuando tenga
rabietas en las que podría causar daño o lastimarse. Si su hijo ha
perdido totalmente el control, usted podría sujetarlo. Perder el
control probablemente atemoriza al niño. Sujételo también cuando
tenga rabietas durante las cuales podría lastimarse (como cuando
se arroja violentamente hacia atrás).
Tome al niño en sus brazos, dígale que usted sabe que está
enfadado y muéstrele, con su ejemplo, la manera de dominarse.
Téngalo en brazos hasta sentir que empieza a relajarse. Esto
generalmente requiere de 1 a 3 minutos. Luego, suéltelo. Esta
respuesta reconfortante raras veces es necesaria después de los 3
años de edad.

Debemos saber que...


 No atender una rabieta no consiste en rechazar al niño
afectivamente. Consiste en retirar la atención ante la rabieta y darlo
ante un comportamiento más adecuado. Hay que tener cuidado
para no confundir una "rabieta" con una "necesidad real".
 Debemos saber que cuando empecemos a no atender las
rabietas, la conducta en lugar de disminuir va a aumentar. No hay
que asustarse, es normal.
 Luego va disminuyendo. Lo hace más rápidamente si
atendemos las demandas correctas.
 Las rabietas, ocasionalmente, vuelven a aparecer. Debemos
actuar entonces como teníamos prefijado. Con el paso del tiempo
aparecen cada vez menos.

MEDIDAS DE PREVENCION:

▪ Programar momentos de disfrute conjunto de actividades (ver


películas, realizar excursiones, hacer comidas fuera…). Durante
o después de las mismas, introducir como elementos de la
conversación situaciones que le resultan comprometidas o
difíciles. Hacer analogías verbales con lo experimentado por: “Es
un tramo de recorrido difícil a primera vista pero se puede
superar”, “hay que tener cuidado con esa parte, pues es donde
siempre me caigo”, “antes de ir por ahí el protagonista tendría
que prever esto otro”,…
▪ Provocar en el día a día situaciones de relajación compartidas
entre el alumno y sus padres. Utilizar el humor como
herramienta: reírnos de nosotros y de las situaciones del entorno.
Si es necesario, también de las situaciones de los demás (no de
los demás, claro está).
▪ Compartir experiencias emocionales (aún básicas) de disfrute:
montar en la montaña rusa, ver una película/teatro de risa juntos,
jugar a juegos de mesa,…
▪ Aprovechar los momentos de relajación del niño para contar
nosotros nuestras propias situaciones. (Modelar la expresión de
situaciones y sentimientos). No aprovechar sólo las situaciones
de preocupación para expresarnos y modelar.
▪ Verbalizar las opiniones y sentimientos (modelado) sobre
situaciones de la vida diaria.
▪ Aprovechar las actividades mencionadas para acercarnos y
comentar nuestras semejanzas (yo también he metido la pata, la
ama/el aita eso no lo haría nunca,..
▪ Invitar a contar sus propias experiencias, sentimientos, siempre
en el contexto de compartir experiencias, es decir, tras hacer
contado nosotros algo parecido. No exigirle más profundidad que
a nosotros mismos.
▪ Cuando se prevean las situaciones de conflicto inminente,
recordad las dificultades de para abordarlas y en su caso,
comunicárselo para abordarlas juntamente, como un desafío que
hay que superar.
APLICACIÓN DE CONSECUENCIAS:

▪ Convenir con él en la necesidad de cambio. Si se ve necesario


informarle del apoyo del centro.
▪ Prever un momento previo y relajado para concertar con él la
gradación de las medidas. Han de ser consecuencias naturales
de no hacer lo “pactado”. Las medidas serán propuestas por el
propio r Podemos sugerirles medidas novedosas (en el entorno
de casa, hacer la colada o ayudar a la madre/padre a poner una
estantería; en el del coche, limpiarlo, si es en la calle, restricción
del tiempo de permanencia en la misma, si su comportamiento
es bueno, …)
▪ Informarle de nuestra confianza en su buen rendimiento en este
ámbito. Acordar con él cual será la norma a priorizar en un
periodo de tiempo. Acordar con él qué medida irá con cada rotura
de dicha norma. La rotura de otras normas se abordará como de
costumbre. De ninguna manera influirá en la aplicación de
consecuencias pactadas para esta norma.
▪ Las consecuencias pueden y deben ser positivas también.
▪ Las exigencias deben ser acordes con su rendimiento anterior (si
siempre se porta mal todo el rato en una determinada situación,
premiar un buen comportamiento durante la mitad del tiempo de
esa situación)
EL COMPORTAMIENTO PROBLEMATICO:

Abordar las conductas de una en una. Ignorar algunas menos


importantes. Dedicarle tiempo y dedicar tiempo a comentar los
pequeños avances. No dar por supuesto que lo tiene que hacer
bien.

1. Supervisión constante: (mirarlo a menudo, tocarle físicamente).


Es para ANTICIPAR y PREVENIR . Esto ayuda mucho pues evita
las situaciones problemáticas y ello conlleva menor asunción de un
rol de conducta problemática. Esto genera más autocontrol y
seguridad en el niño.

2. Tutorías individualizadas de 10 minutos con el niño: para


señalar límites, explicitar lo que se espera de él. Deben realizarse
en momentos no conflictivos (no después de un problema) y
hacerse en clima positivo y de confianza.

3. Uso de técnicas de control de comportamientos:


- Refuerzo positivo: la técnica más eficaz para controlar la
conducta. Es elogiar las conductas que queremos que
aparezcan con más frecuencia. (Estar sentados, en silencio,
…) Hay que describirla muy claramente: “Estoy muy contenta
porque has estado en la silla sentado un ratito”. Hacerlo
pensando que le cuesta; esto nos ayuda a ser más sinceros al
elogiarle. (La comunicación es mucho más que palabras: la
insinceridad se nota mucho). Si después se pina a sí mismo
sentado en una silla y recibiendo un elogio, será más eficaz.
Utilizar refuerzo social o premios pequeños (un cromo, una
pegatina)

Puede usarse una agenda para que la profesora sepa que ha


sido premiado en casa.

- Extinción: eficaz para hacer desaparecer las conductas


inapropiadas: dejar de atender un comportamiento
inapropiado. Hay que comprobar que nada del entorno está
reforzando la conducta (otros adultos, otros niños). Al principio
la conducta aumentará. Esperaremos 2 ó 3 semanas. Por ello,
aplicarla sólo a las conductas que estamos dispuestos a
soportar ese tiempo.

- Tiempo fuera. Aislar al niño en un lugar sin estímulos


durante tanros minutos como años de edad (4 años, cuatro
minutos). Antes pactar cuándo se aplicará, qué conducta hará
en ese lugar e informar de que no es un castigo. . Llevarlo de
forma calmada y cuando acabe invitarle amablemente a
incorporarse a la actividad. Si se enrabieta se empieza a
contar desde que se porta como habíamos pactado.

LAS NORMAS:

Debemos estar convencidos de ellas.

 Ofrecerlas positivamente: Oier, puedes saltar en el suelo.


 Acompañadas de la razón para hacerlo así: Si saltas en la
cama se romperá y no podrás dormir en ella.
 Y dar una consecuencia: Si saltas en la cama no te
acompañaré a por los cromos.
¿CÓMO ES SU CONDUCTA?

- Se enfada frecuentemente

- Contesta de malas maneras

- Desafía con la postura y con la mirada

- No obedece o se resiste a obedecer

- Culpa a los demás de lo que hace él

- Se muestra rencoroso y vengativo

- Miente

- Se muestra cruel con sus compañeros,

sus hermanos, animales…

- Comete hurtos

¿QUÉ PUEDEN HACER PADRES Y MAESTROS ANTE UNA


SITUACIÓN DE DESAFÍO?

• Ofrecerle tiempo para que pueda reflexionar: es decir, cuando el


niño/chico responde de forma desafiante, el adulto calla y espera
unos segundos antes de repetir la orden o la advertencia. Es
importante recordar que el niño dice todo lo que piensa pero no
piensa todo lo que dice. Hace falta darles tiempo ya que así, a
menudo, reaccionan positivamente.

• Ignorar las respuestas verbales de desafío o las amenazas. Lo


importante no es lo que dice el niño o adolescente, sino si obedece
o no.

• No plantear el episodio como una batalla donde gana el niño o el


educador. En los episodios de desafío o todos ganan o todos
pierden. De hecho padres y educadores deberían formar un equipo
con el niño/chico para ayudarlo, por lo tanto “todos somos del
mismo equipo”.
• Elogiar si, aún con quejas o enfrentamiento, obedece. Reforzar
positivamente el acto de obedecer o la aproximación a lo que se le
pide. Elogiar otras actuaciones de obediencia que se encuentran
fuera de las situaciones problemáticas.

• Si insulta o la agresividad incrementa se puede aplicar Tiempo-


Fuera. Esta estrategia es adecuada si previamente se pacta bajo
qué conductas se aplicará. Consiste en aislar al niño en un lugar
carente de estímulos durante un tiempo breve (un minuto por año
de edad aproximadamente). En casa es posible aplicarla colocando
al niño en un distribuidor o el recibidor, mientras que en el colegio
es más conveniente disponer de una silla dentro del aula o en un
rincón específico. Pasado el tiempo establecido se podrá incorporar
con normalidad a la actividad sin recriminaciones por parte del
adulto.

• Otra versión es el Auto-tiempo fuera, muy útil cuando el que


desafía es un adolescente. Para evitar que padres y maestros
escuchen insultos o amenazas por parte del adolescente se le dice:
“de esta forma no podemos hablar” (en tono amable pero asertivo) y
se le deja solo en casa o en la habitación. En el aula el educador se
aparta y dirige la atención hacia otro tema o persona/s.

EN GENERAL Y NO SÓLO ANTE SITUACIONES CONFLICTIVAS


HACE FALTA:

• Asegurarse que las órdenes se dan de forma asertiva: una sola


orden cada vez, en positivo, sin gritar y a ser posible manteniendo
contacto ocular con el niño.

• Ofrecer oportunidades de éxito. Por ejemplo, elogiar si hace un


pequeño favor, si recoge el plato de la mesa, si coloca la alfombrilla
del baño en su lugar, si en clase reparte las hojas que se le piden o
va en búsqueda de material a otra aula.

• Fortalecer la buena relación con el niño/chico al margen de los


episodios de desafío. ¿Cómo?. Mostrando interés por lo que le
gusta, compartiendo tiempo con él, aunque sea breve, tiempo
donde no se dan recriminaciones ni moralizaciones. Compartir
algún juego o tarea que le guste. Si el niño es pequeño podemos
leer un cuento o escucharle cuando explica algunas de sus
“aventuras” cuotidianas. Si se trata de un adolescente mostrar
interés por su música preferida, por los programas que le gustan,
invitarle a cenar o al cine siempre y cuando escoja él el/ella lugar o
la película.

• Tratarlo con mucho respeto aunque él/ella no nos respete. Es


importante, como educador, continuar ofreciendo un modelo
adecuado con el fin de transmitir y enseñar el valor del respeto.

¿QUÉ PODEMOS HACER ENTONCES?

• La estrategia más importante es la de elogiar la conducta inversa,


reconocer la conducta incompatible a la agresiva. Por ejemplo en el
caso que el niño insulte sistemáticamente a los otros niños deberá
recibir felicitaciones de forma sistemática cada vez que trate
respetuosamente a un compañero. La felicitación será clara y
directa sobre el comportamiento. No sirve decir: “así me gusta”, hay
que decir “me gusta mucho cuando eres amable con los
compañeros”, “te felicito por pedir las cosas por favor”, “el tono de
voz que has utilizado es muy agradable” o “estoy muy contento, hoy
has tenido un conflicto con Pedro te has controlado y no le has
pegado”.

• Incluso podemos establecer un sistema de economía de fichas


donde el niño/chico recibe puntos, asteriscos, “gomets”, firmas en la
agenda o bien anotando en un registro cada vez que trata
respetuosamente a un compañero. Cuando insulta podemos aplicar
lo que se conoce como Coste de Respuesta, es decir, multaremos
retirando uno de los puntos, asteriscos o “gomets” o retiraremos un
pequeño privilegio como tiempo de TV, espacio de juego...

• Cuando la agresión es física lo primero es separar a los hermanos


o compañeros y seguidamente aplicar el Tiempo-fuera. Lo segundo
será estar atento a situaciones donde no se produzcan agresiones y
felicitarles por ello. Estas estrategias sólo funcionan si se aplican de
forma sistemática y coherente, es decir, ante la misma conducta
siempre debe darse la misma respuesta por parte del educador.

• Para ofrecer oportunidades de éxito al niño o chico que manifiesta


conductas agresivas es importante incrementar la supervisión,
situándolo en el aula cercano al maestro y en casa supervisando
con proximidad física. Con ello, además, podremos prever posibles
conflictos con los compañeros o hermanos.

• Establecer señales externas. Apoyar a menudo nuestra mano


sobre su espalda o guiñarle el ojo ante situaciones difíciles para él
pueden convertirse en señales lo suficientemente poderosas como
para incrementar la autoconciencia de “situación riesgo” y fomentar
el autocontrol en el niño/chico. Siempre deberemos felicitarlo si se
controla o lleva a cabo cualquier acción que no implique agresión,
como por ejemplo huir de la situación. En adolescentes, incluso, se
puede hablar en privado con él de posibles situaciones de riesgo y
pactar estrategias (códigos) para ayudarlo en el autocontrol.

• Mantener una buena relación con el niño o chico: conectar con él,
mostrar interés por lo que hace, lo que piensa o cómo se siente.
Ayudarlo a sentirse importante y valioso, ofrecerle pequeñas
responsabilidades que pueda ejecutar con éxito. Al hablar con
él/ella es importante no acusarle; en lugar de preguntar “¿qué has
hecho?” preguntar “¿qué ha pasado?”. Cuando se da un problema
de conducta importante en el aula o en casa hay que hablar en
privado sobre la situación, evitando recriminaciones o humillaciones
en público. Conviene recordar que lo que se pretende es reconducir
la conducta del niño/chico, no que éste se sienta mal. Es importante
fomentar la empatía. Existen estudios que correlacionan la empatía
con la agresividad. Cuanto más empático es un niño menos
agresivo se manifiesta.

¿Qué es la empatía?. Es la capacidad de ponerse en la piel del


otro, de sentir lo que el otro siente.

¿Cómo se puede fomentar la empatía?.

La empatía es un valor, como lo es la honestidad, la solidaridad o el


esfuerzo. El ejemplo que ofrecen los educadores, padres y
maestros, es fundamental. Así por ejemplo, cuando el niño dice
“Han castigado a Marta sin colonias por que tiene tres avisos de
conducta” y la respuesta de los padres es: “si se ha portado tan mal
se lo merece”, convendría valorar qué se transmite con ello. La
respuesta de los padres debería haber sido parecida a “¿y cómo
estaba Marta?, ¡se debe haber sentido triste!”. En ningún momento
se justifica la conducta de Marta, pero en cambio, sí se está atento
a cómo se siente, “nos ponemos en su piel”. A los adultos nos
resulta muy fácil empatizar con desgracias personales: la
enfermedad, la muerte de un ser querido... Ahora bien, ¿quién se
muestra empático con un niño que lleva a cabo conductas
agresivas?, ¿qué recibe además este niño?. Crítica y castigo. ¿Se
puede empatizar con él?. Sí, se pueden entender sus sentimientos
de rabia o impotencia ante conflictos que tienen con sus
compañeros, padres, hermanos o maestros. Es muy difícil para un
adulto empatizar con los niños que llevan a cabo conductas que se
consideran inadecuadas. No obstante, que conectemos con sus
sentimientos no significa que justifiquemos sus actuaciones. Por
ejemplo el padre o maestro dice: “sí, te veo muy enfadado,
comprendo tu rabia, pero ¿qué puedes hacer para resolver esta
situación sin herir al otro?”.

Otro ejemplo: vuestro hijo os explica que hoy ha sacado un “sufi” en


lectura, vosotros detectáis la alegría en el tono de voz y en la
expresión de la cara. La respuesta: “ya era hora que lo aprobases”
demuestra poca empatía e incluso un patrón ”agresivo” de crítica.
Mostrarnos empáticos hubiera significado expresar algo como: “te
veo muy contento, yo también lo estoy, te felicito”. La estrategia
básica para promover la empatía es practicarla. Para conseguirlo
hace falta escuchar atentamente lo que el niño/chico dice y/o lo que
intenta decir. Por lo tanto, conviene observar la postura, el tono de
voz y la expresión de lacara e intentar adivinar el sentimiento que se
esconde detrás. Entonces, estaremos preparados para “ponernos
en su piel”. Para ser empático es necesario tener una actitud
reflexiva y no contestar lo primero que se nos ocurre.

¿QUÉ PUEDEN HACER ENTONCES PADRES Y MAESTROS?


• Fomentar el análisis reflexivo de las situaciones sociales
conflictivas, durante o una vez finalizadas éstas, evitando la
atribución de culpas.

• Ayudar a la interiorización de normas, escribiendo las más básicas


de forma positiva; ejemplo “tratar con respeto a los compañeros”
(significa no insultar, no empujar, etc..)

• Favorecer el autocontrol; incentivar el uso de la respiración


(relajación), aprender a parar, estarse quieto antes de actuar o
alejarse antes de agredir (auto-tiempo-fuera). Favorecer la
expresión verbal de los sentimientos; es preferible que el niño
pueda decir “estoy muy enfadado pues encuentro muy injusto este
castigo” a que manifieste agresividad física.

• Ayudar y animar a aplazar las gratificaciones practicando


ejercicios simples como, por ejemplo, “primero haces los deberes y
después miras la TV” o “sé que tienes muchas ganas de ir al patio,
pero vamos a dedicar antes 5 minutos a ordenar el pupitre”

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