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En el año 1863, Abraham Lincoln firmó la Proclamación de la Emancipación que liberó

a los esclavos en América del Norte, pero con todo y eso cien años después los negros,
en los Estados Unidos, seguían siendo víctimas de la segregación.

En 1963, Martin Luther King expresó, en un discurso que dio junto al monumento a Lincoln, su
visión para los Estados Unidos. "Ha llegado el momento de abrir las puertas de la oportunidad a
todos los hijos de Dios", dijo. "Ahora es el momento indicado para elevar a nuestra nación de las
arenas movedizas de la injusticia racial a la roca sólida de la hennandad.. :

"Hoy os digo, mis amigos, que a pesar de las dificultades y de las frustraciones del momento yo
sigo teniendo un sueño. . . sueño que un día en las montañas rojizas de Georgía, los hijos de los
que antes fueron esclavos y los hijos de los que antes fueron hijos de los dueños de esos esclavos
podrán sentarse juntos a la mesa de la hermandad. Sueño que un día hasta el estado de
Mississippi, un estado desierto en el cual ahoga el calor de la injusticia y de la opresión, se
transformará y será un oasis de libertad y justicia. Yo sueño que un día mis cuatro hijos pequeños
vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por su manera de ser.
Yo sueño ... en aquel día en el cual todos los hijos de Dios, blancos y negros, judíos y gentiles,
protestantes y católicos, unirán sus manos y cantarán las palabras del antiguo espiritual: '¡Al fin
libres! ¡Al fin libres! ¡Gracias a Dios todopoderoso, somos libres por fin!"'*

Let the Trumpet Sound: The Life of Martin Luther King, Jr (Que Suene la Trompeta: La Vida de
Martin Luther King), Stephens B. Oates (New York:Harper & Row, 1982).

Sea cual fuere la opinión que puedan tener los críticos de King y su carácter personal, así como su
conducta, nadie puede negar que tuvo una visión y que ejerció deliberadamente una influencia
especial con el propósito de llevar al país en que vivía hacia la meta que supliese con estabilidad
las auténticas necesidades de la nación. Logró expresar esa visión de una manera más clara y
conmovedora que la mayoría de los dirigentes. Una visión tal y como la que tuvo Martin Luther King
hace que un dirigente se destaque.

El liderazgo comienza cuando surge una visión. Dice en Proverbios 29:18: que, sin visión, el pueblo
perece. El verdadero significado de estas palabras es "sin una visión, el pueblo deja a un lado toda
moderación". Cuando un grupo se encuentra bajo la dirección de una persona que no tiene visión,
el resultado es la confusión, el desorden, una licencia desmedida y, lo que es peor aun, la anarquía.

El principio de la visión es la clave para comprender el liderazgo. Con una visión bien calculada, a
la cual la persona se ha entregado por completo, dicha persona ha dado el primer paso hacia el
liderazgo. Sin un compromiso a la visión, la persona no puede convertirse en un dirigente, sino que
será una imitación pretendiendo ser lo que le gustaría ser en realidad.

COMPRENDER LO QUE ES UNA VISION

Una visión es una imagen muy clara de lo que el dirigente espera que haga o sea su grupo. Una
visión puede ser de salud donde hay enfermedad, como sucedió con el doctor Albert Schweitzer en
el Africa; de conocimiento donde existe la ignorancia, cosa que motivó a Gilbert Tennent a fundar lo
que es actualmente la Universidad de Princeton; de libertad donde hay opresión o de amor donde
existe el odio. De esa imagen nítida, entonces, el dirigente planea de qué modo esa visión puede
hacerse realidad.

En el año 1929, cuando John Sung regresó a su China nativa después de haber recibido su
doctorado en fflosofia de la Universi-' dad Ohio State, su padre, que era maestro y predicador, le
dijo: "Muy bien, John, ahora con tu educación, puedes obtener un importante puesto como maestro
y dar una educación a tus seis hermanos." Los hijos chinos obedecen siempre las órdenes directas
de sus padres. Fue, por lo tanto, extraño que John dijese a su padre que no podía ocupar el cargo
de maestro porque Dios le había llamado a evangelizar la China y el sureste de Asia. John tenía
una visión del pueblo chino convirtiéndose en seguidores de Jesucristo y sentía que no disponía
más que de quince años para cumplir con esa misión.

Durante los próximos quince años, John Sung llevó a cabo el trabajo de una docena de hombres. Y
de hecho, falleció al final de esos quince años, en 1944. John Sung fue un hombre entregado por
completo al cumplimiento de su visión. Eso explica su trabajo infatigable por llevarla a cabo. El Asia
y el Pacífico Sur son diferentes en nuestros días gracias al ministerio que llevó a cabo John Sung.
Todo ello comenzó con una visión convertida en una misión y realizada por unas metas bien
definidas.

Mahatma Gandhi tuvo una visión de una India libre e independiente en un momento en que el país
estaba siendo gobernado por los británicos. Henry Ford tuvo una visión de cada familia americana
siendo dueña de su propio coche en un momento en que la mayoría de las personas se sentían
asustadas por la nueva invención. Williairn Wilberforce tuvo una visión de la abolición de la
esclavitud precisamente en un tiempo durante el cual los esclavos eran un comercio muy lucrativo
para los británicos. Daniel K. Ludwig tuvo una visión de una región, en el corazón de las selvas del
Brasil, que habría de convertirse en independiente gracias a su propia industria, en un tiempo en
que no existía allí la industria, ni la electricidad, y no había ciudades de ninguna clase en cientos de
kilómetros a la redonda. Mahatma Gandhi, Henry Ford, Willíam Wilberforce y Daniel Ludwig se
entregaron de Heno a la imagen clara que tuvieron, viendo por adelantado lo que llegaría a ser o a
hacer su grupo como resultado de la especial influencia que cada uno de ellos ejercería.

La visión del dirigente es diferente de la del científico que trabaja a solas. El éxito solitario del
científico beneficia a otros, pero no requiere la participación directa de otras personas. Sin
embargo, el dirigente trabaja por medio de otras personas.

No basta con tener una visión, es preciso que exista una entrega y el deseo de poner por obra esa
visión. Eso es lo que se Dama una misión. Al mismo tiempo es necesario que se sigan unos pasos
determinados para hacer posible la realización de la misión. Esos pasos se llaman metas. Las
metas diseñan el programa para llevar a cabo la misión y de ese modo es posible cumplir con la
visión. Un dirigente tendrá una visión y una misión, pero muchas metas.

Dios me bendijo dándome la visión para mi vida, que es la evangelización del mundo, cuando yo no
tenía más que diez años. Vi con toda claridad a gente que vivía en libertad y en paz, bajo el señorío
de Jesucristo, cuando esa gente había vivido con anterioridad esclava de su pecado y de su odio.
Me entregué de Heno al deseo de llevar a cabo esa visión y tenía una misión que cumplir. El poder
llevar a cabo esa misión de por vida requería un programa compuesto de muchas metas,
incluyendo el poder encontrar y mantener unos edificios en Singapur en los cuales pudiésemos
tener el Instituto Haggai (metas físicas), leer tres libros por semana a fin de estar al corriente de las
diversas culturas del mundo (metas mentales), entablar amistad con personas que pudiesen
compartir una visión y mi visión (metas sociales), y conseguir los medios económicos para llevar
adelante la obra del Señor por medio del Instituto (metas financieras).

Una misión es sencillamente el seguir la visión que ha tenido uno. Eso es algo claramente ilustrado
por el Programa Apolo de los Estados Unidos.

En 1960, el presidente John Kennedy lanzó un desafió al pueblo americano por medio de su sueño
de poder colocar a un americano en la luna por el año 1970. Eso fue una visión. Casi de inmediato,
el gobierno lanzó un programa cuyo propósito era precisamente el conseguir que esa visión se
hiciese realidad, la misión Apolo. El Presidente comunicó su visión al pueblo americano y el pueblo,
a su vez, se entregó de lleno al cumplimiento de esa visión por medio de una misión. La misión
hizo preciso que se elaborasen unas metas muy complejas que consistían de millones de metas
individuales.

El relato bíblico de Nehemías, revela que tuvo una visión de una muralla reedificada, que rodease
a Jerusalén. Nehemías se encontraba cautivo a 1.500 kilómetros de distancia de Jerusalén y era
un siervo, el que llevaba la copa del rey Artajerjes de Persia. La santa ciudad de Jerusalén había
sido cautivada y una gran parte de ella había sido destruida, pero a pesar de todo ello Nehemías
tuvo una visión en la cual se reconstruía Jerusalén con poderosas murallas para la gloria de Dios.
Su misión consistía en realizar la visión. A continuación apareció un elaborado sistema de metas
que permitiría que la misión saliese adelante. El primer paso fue la oración. A continuación
Nehemías presentó su caso al rey Artajerjes y luego ideó un plan para reconstruir las murallas y
para vencer toda oposición. Nehemías es uno de los más excelentes ejemplos de la historia en lo
que se refiere al liderazgo.

Una cosa es sentirse consumido por una visión de evangelismo mundial, es decir, imaginarnos a
cada una de las personas del mundo escuchando el evangelio de una manera comprensible y
culturalmente importante, pero más importante todavía es crear una misión cuyo propósito sea el
realizar dicha visión. Y resulta una empresa más abrumadora todavía crear, bajo la dirección de
Dios, el programa de metas necesario para lograr llevar a cabo esta misión y cumplir con la visión.

El dirigente acaricia su visión, pensando en ella todo el día y teniendo sueños acerca de ella por las
noches. Entonces transfiere la visión al grupo. Tiene que motivarle para que éste quiera entregarse
de lleno al cumplimiento de la misión que hará posible que la visión se haga realidad y al mismo
tiempo para que se puedan cubrir las necesidades.

El estar constantemente pensando en la visión nos induce a la acción. Es algo que nos incita a
dejar de lado toda complacencia. Como dijo el salmista: "Se enardeció mi corazón dentro de mí; en
mí meditación se encendió fuego, y así proferí con mi lengua" (Sal. 39:3).

COMPRENDER DE DONDE PROCEDE LA VISION

Cualquier visión que valga la pena procede de Dios, tanto si se trata de lo que llamamos asuntos
"espirituales" como si no, y tanto si la persona que tiene la visión es cristiana y se da cuenta de
dónde procede la visión o no. Las visiones que valen la pena son un don de Dios. Santiago dijo:
"Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no
hay mudanza, ni sombra de variación" (Stg. 1:17).

Nuestra tendencia es la de hacer que nuestra vida esté formada de diversos compartimentos, de
tal modo que considerarnos que Dios tiene influencia y es importante cuando se trata de visiones,
misiones y metas espirituales, pero que tiene poco que ver en las visiones, misiones y metas
"seculares". Pero Agustín dijo: "Que todo cristiano comprenda que dondequiera que se encuentra
la verdad, pertenece al Maestro." Dios es el Dios de toda verdad. Y Dios es el origen de todas las
visiones que valen la pena.

En los años 1774 y 1775, las colonias americanas comenzaron a considerar la posibilidad de
independizarse de Inglaterra. La confusión y el rencor amenazaron con minar el propósito de la
Convención Continental. A pesar de lo cual muchos de los participantes tuvieron una visión clara y
la acreditaron a Dios. Benjamin Franklin le dijo a la Convención: "Estoy convencido de que la
Providencia guía los asuntos de los hombres y nunca cae a tierra un gorrión sin que Dios asista a
su entierro, y que todos los cabellos de nuestras cabezas están contados. No creo que ni un
imperio ni una república puedan establecerse sin su ayuda y pido que usted, señor Presidente,
comience esta convención con una oración para suplicar la dirección de Dios y su ayuda en el paso
que nos disponemos a dar. 11 Los fundadores de los Estados Unidos compartieron una visión de
libertad para las colonias, pero el actualizar esa visión requería una misión, realizada por un
programa completo de metas. Ellos sabían que su visión procedía de Dios.

La visión que requiere un cambio que dará como resultado una beneficiosa estabilidad para el
grupo es algo que procede de Dios, tanto si el líder lo reconoce como si no. Hace más de
quinientos años, Dios le dio al rey Sejong una visión de un lenguaje mejor para su pueblo coreano.
El rey Sejong actualizó su visión gracias a una misión llevada a cabo por un programa de metas
que ofreció a los coreanos el primer alfabeto en el Oriente. No conocía al Dios de la Biblia ni a su
Hijo Jesucristo, pero cumplió con éxito a pesar de todo ello la visión que le había dado Dios.

Dios gobierna sobre los asuntos de los hombres. El da la visión y la comprensión.

Algunas veces una visión puede tener como resultado una gran riqueza y en otras ocasiones
puede traer como resultado una relativa pobreza, pero si es una visión que vale la pena, su origen
está en Dios. Paul J. Meyer comenzó sin dinero. A los veinticinco años era millonario. Había
construido la más grande agencia de seguros de todo el mundo. Su joven pastor, el doctor Bill
Hinson, le desafió: "Paul, serás más feliz cuando ayudes a otros a que alcancen su mayor
potencial." Paul captó esta visión de motivar a otros a fin de que alcanzasen su mayor potencial y
dejó el negocio de los seguros. No parecía como si fuese a ganar tanto dinero como había ganado
vendiendo seguros, pero no podía apagar la visión que Dios le había dado.

En la actualidad el Instituto para la Motivación al Exito de Paul Meyer ha ayudado a miles de


personas. Los dirigentes de setenta y cinco países dicen que el programa de Meyer ha sido el
instrumento que ha abierto ante ellos un mundo de nuevas posibilidades. El programa de Meyer ha
transformado a algunas personas que vivían de la beneficencia en dirigentes de corporaciones y en
eruditos universitarios.

Resulta trágico que en santísimas ocasiones los hijos de Dios permanezcan irnpasibles ante las
oportunidades que les rodean. Se conforman con menos cuando Dios desea que dominen los
escalones más elevados a fin de alcanzar lo mejor.

Para el cristiano, cualquier visión debe de comenzar con un entendimiento de Dios. Dios es
perfecto, es inmutable y es eterno. Los dirigentes que desean parecerse a Cristo ven a Dios y
reconocen que dependen de él. No hay ninguna persona que pueda entenderse a sí misma y al
mundo que le rodea hasta que no esté clara su visión de Dios.

Una vez que han llegado a comprender a Dios, los dirigentes cristianos deben entenderse a sí
mismos. Una evaluación adecuada de uno mismo es siempre anterior a cualquier cosa que
logremos y que ofrezca una estabilidad beneficiosa. La persona que desee el liderazgo para Dios
debe de hacer uso de ese potencial de la manera que Dios le indique.

Cuando el dirigente obtiene una visión de sí mismo, puede sentirse tentado, al igual que le sucedió
a Isaías, a lamentarse diciendo: "¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de
labios, y habitando en medio del pueblo que tiene labios inmundos. . ." Puede sentir, como le
sucedió a Moisés, que es inadecuado y eso no le hace apto para la labor, pero Dios puede realizar
la labor por medio del pecador, aunque la persona no sea adecuada, si la persona tiene fe no en su
propio poder, sino en el poder de Dios, del Dios que le dio la visión para comenzar. Es necesario
tener fe a fin de acariciar y encariñarse con una visión, convirtiendo la visión en misión, llevándola
a cabo con un programa adecuado de metas y movilizando a otros para que cumplan y suplan sus
propias necesidades. El dirigente que se asemeja a Cristo no solamente debe tener una visión
clara de Dios y de sí mismo, sino que debe, además, comprender las verdaderas necesidades de
los demás. Su sensibilidad respecto a los demás siempre se enfoca gracias a la visión que Dios le
ha dado. Sin una visión, la conciencia y la sensibilidad ante las necesidades de otros solamente le
lleva a corromper su espíritu y a sembrar la confusión en su mente.

COMPRENDER POR QUE UNA VISION ES IMPORTANTE

Sin una entrega sincera a una visión no es posible llegar a ser un dirigente. Puede que usted se
encuentre en un puesto de liderazgo, tal vez sea un encargado, pero lo que separa a los
verdaderos dirigentes de otros es la visión. Una visión es importante porque es el factor clave para
obtener el éxito en el liderazgo.

La visión es lo fundamental y lo que apuntala todo liderazgo. Sin una visión, no habrá una misión
adecuada. Sin una misión, no existe la posibilidad de preparar un programa de metas productivas.
Sin un programa de metas, no hay liderazgo. Sin liderazgo, el mundo languidecerá en su pecado y
en su sufrimiento, por ello el liderazgo comienza con una visión.

Un encargado puede presidir sobre el estatu quo, pero se precisa un líder para motivar a las gentes
a que lleven a cabo los cambios que suplan sus verdaderas necesidades. Si bien el mundo actual
tiene necesidad de encargados, la necesidad más desesperada que tiene es la de disponer de
dirigentes. Y lo que hace que el dirigente se destaque por encima del encargado es que el
encargado no hace nada por animar a que se produzcan los cambios, mientras que el líder
demanda el cambio porque está guiando al grupo hacia unas metas que habrán de dar como
resultado una estabilidad beneficiosa. Un dirigente tiene, por tanto, una visión.

La visión es importante porque es el fundamento de todo auténtico liderazgo. El significado del


liderazgo de la persona dependerá de lo "grandiosa" que sea su visión. El Primer Ministro Lee
Kuan Yew de Singapur tuvo una visión significativa que no solamente afectó a su propia nación,
sino a todo el sureste de Asia. Su influencia se ha hecho sentir por todo el mundo. Un padre podrá
tener una visión respecto de las metas educativas o espirituales de su familia que resulta menos
significativa porque afecta a menos personas. Pero a pesar de ello, la visión no resulta menos
significativa para esas personas. Mientras que la importancia que tiene la visión de un dirigente
depende de su grandeza, la efectividad del liderazgo de una persona dependerá de lo bien que
seda llevar al grupo hacia el cumplimiento de su visión y sus 'verdaderas necesidades.

Entender quién debe captar la visión

Tanto el dirigente como sus seguidores deben captar la visión.

El liderazgo comienza con una visión por parte del líder, pero a fin de que los seguidores confíen
en la dirección del líder, también ellos deben comprender la visión. Por lo tanto, la mayor
responsabilidad del líder es comunicar de manera efectiva su visión al grupo.

Debe exponer con toda claridad la definición y las dimensiones de la visión a sus seguidores.

La comprensión que tenga el dirigente de la visión empieza con una idea clara no solamente de su
propia visión, sino de su potencial bajo la dirección de Dios. Debe saber que Dios le creó para ser
alguien, y entonces debe cumplir la visión que Dios le ha dado

- El apóstol Pablo dijo:

"No que lo haya alcanzado ya, rú que ya sea

Perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo
Jesús" (Fil. 3:12). Pablo era plenamente consciente de sus imperfecciones; pero, a pesar de ello,
seguía adelante para llevar a cabo su misión, porque sabía que "todo lo puedo en Cristo que me
fortalece" (Fil. 4:13).

Peter Daniels de Adelaide, Australia, ayuda a las personas a realizarse plenamente bajo la
dirección de Dios. El mismo ha demostrado el potencial que posee toda persona. Cuando se
convirtió en seguidor de Jesucristo, a la edad de veintiséis años, no sabía ni leer ni escribir. Era un
hombre profano, estaba en la bancarrota y era beligerante. Había ido de un hogar destrozado a
otro. Dios le salvó y Peter captó una visión de sus posibilidades y sigue creciendo con una
consistencia inquebrantable.

En la actualidad Peter Daniels es un hombre rico, culto, de influencia y es uno de los más
destacados oradores de Australia. Ha dedicado su riqueza a la expansión del reino de Dios. Ha
utilizado su influencia en su servicio, por medio de cuatro juntas internacionales. Peter Daniels
hace cuatro preguntas a aquellas personas que desean encontrar el significado a sus vidas:

¿Qué edad es la que usted ha establecido como meta para alcanzar su pleno potencial de modo
que Dios pueda llevar su vida al máximo?

Dígame en cincuenta páginas o más cuál es su pleno potencial en todos los aspectos de su vida.
(Daniels requiere por 10 menos cincuenta páginas. De lo contrario, cualquiera podría escribir unas
cuantas palabras, dice Daniels, que resultaban "frívolas". El obligar a las personas a escribir por lo
menos cincuenta páginas les lleva a considerar la sinceridad de su empresa.)

Aceptando su potencial como de un ciento por ciento, ¿cuál es el porcentaje que calcula usted
haber alcanzado actualmente?

Aceptando la diferencia que existe entre los dos tantos, ¿qué plan ha tramado usted para salvar la
diferencia y cuándo llevará a cabo ese plan?

El responder a estas cuatro preguntas nada más podría llevar casi todo un día, pero cuando la
persona contesta totalmente y con sinceridad, emerge una imagen clara de la situación. Las cuatro
preguntas que hace Peter Daniels tienen el propósito de desarrollar lo que yo llamo "la
insatisfacción ínspiradora".. Estas preguntas sirven para sacar a la luz la diferencia entre dónde
podría estar usted, si estuviese viviendo con todo su potencial, y dónde se encuentra en la
actualidad y lo que debe usted hacer a fin de alcanzar su pleno potencial. Sin que exista la
insatisfacción aspiradora, la persona haría las paces con el estatu quo, no viendo necesidad de un
cambio, no captando la visión de un crecimiento y, por ello, no podría dar un paso en fe. La
insatisfacción inspiradora es un paso esencial para captar la visión.

La insatisfacción inspiradora es diferente de esa otra insatisfacción malhumorada, meditabundo y


cínica que nos obliga a encerrarnos en nuestro propio caparazón o, por otro lado, criticar de
manera agresiva las supuestas razones que causan su insatisfacción. La insatisfacción inspiradora
es la que lleva a la persona a conseguir grandes cosas. La insatisfacción desalentada paraliza la
acción, corroe el espíritu y destroza la vida.

Echemos un vistazo de nuevo al caso de Nehemías. La insatisfacción inspirada precedió a su


visión y a su liderazgo. La muralla de Jerusalén estaba rota, las puertas se habían quemado y los
viajeros hablaban acerca de la aflicción y del reproche del pueblo de Dios. Nehemías se sentó y se
echó a llorar, hizo ayuno y oró. Confesó sus propios pecados y el pecado de su pueblo. Repasó las
promesas que Dios había hecho y pidió al rey que le permitiese ausentarse y le concediese cartas
de referencia, en preparación para su regreso a Jerusalén con el propósito de edificar de nuevo la
muralla.
Durante tres noches Nehemías estuvo andando alrededor de las ruinas de Jerusalén, observando
en silencio. Un estudio de la obra de reconstrucción de Nehemías provee la biografía ideal de un
dirigente con una visión que ve la necesidad, se entrega de lleno a su misión y la lleva a cabo,
avanzando de modo que pueda alcanzar su máximo rendimiento.

El dirigente debe comprender lo que significa su potencial, viendo con claridad la visión que tiene
para su grupo. Entonces los seguidores deben captar la visión que Dios le ha dado a su líder en lo
que se refiere a algún proyecto grandioso. Nehemías no reconstruyó la muralla de Jerusalén él
solo, sino que otros también lograron captar esa visión.

En una visión que le había sido dada por Dios, el apóstol Pedro se enteró de que el evangelio era
tanto para los gentiles como para los judíos. Bajo el liderazgo del Espíritu Santo, tuvo que
"comunicar" esa visión a sus colegas.

Dwight L. Moody tuvo una visión de edificar un Instituto Bíblico que enseñase a laicos para que
fuesen efectivos en la evangelización. Era un concepto totalmente nuevo. Dios le dio a Moody, el
evangelista que antes había sido hombre de negocios, la visión. Entonces él tuvo que encender la
llama de manera que otros pudiesen captar la visión y entregarse de lleno a la misión.

Dios le dio al doctor Han Kyung Chik una visión de una iglesia en Seúl, Corea, al final de la
Segunda Guerra Mundial. Al principio solamente otras veintisiete personas, todas ellas refugiadas,
compartieron su visión. Actualmente, la iglesia tiene 60.000 miembros, habiendo sido edificada no
por una sola persona, sino por muchos seguidores que captaron la visión que tuvo el doctor Han.

Una visión genera la dirección, el orden y la devoción. Es algo que vence la falta de propósito, el
caos y el desenfreno. El liderazgo capta la voluntad de Dios, mostrándola con claridad al grupo y
entonces le motiva para que actúe conforme a su voluntad. La más grande visión del dirigente es la
que participa de la voluntad de Dios para la evangelización mundial y explica al grupo cómo se la
puede llevar a cabo.

Comprender qué hacer con la visión

Ahora puede usted comprender lo que es una visión, de dónde procede y por qué la visión es
importante para el dirigente y, además, quién debe captar la visión. ¿Qué se hace con una visión?
La respuesta evidente es: la persona debe entregarse de lleno y actuar conforme a la visión (esa
entrega se llama una misión) y luego diseñar un programa de metas para realizar la misión y de
ese modo, llevar a cabo la visión.

Ese compromiso incluye una determinación a vencer las dificultades y eliminar los obstáculos.

Un líder deshonra a Dios cuando profesa una visión y cuando surgen las dificultades y los
enemigos atacan, se queja: "Puede que Dios no quiera esto o de lo contrario, no nos
enfrentaríamos con tantas dificultades." Por el contrario el dirigente se entrega de lleno a su visión.

La importancia de ese compromiso que ha contraído se ve de modo más dramático cuando la


visión parece menos lógica. En 1929, Wffl H. Houghton, pastor del Tabernáculo Bautista de Atlanta,
Georgia, con un total de 4.000 miembros, estaba visitando Europa con su esposa y su suegra. A
medio camino del itinerario planeado, Houghton sintió la obligación de volver a los Estados Unidos
de inmediato. No sabía por qué, pero lo que sí sabía era que Dios le estaba dirigiendo para que
regresase.

Dejó que su esposa y su suegra concluyesen el viaje, mientras tomaba un barco rápido a Nueva
York. Llegó el miércoles a tiempo para asistir al servicio de oración, en el templo de la Iglesia
Bautista Calvario, que se encuentra justo enfrente del famoso Carnegie Hall, mundialmente
conocido.

El pastor, John Roach Straton, acababa de ponerse muy enfermo, y le pidieron a Houghton que
ocupase el púlpito temporalmente. Regresó a la Iglesia Bautista Calvario en enero de 1930,
predicando en una ciudad que con frecuencia había recibido el nombre del "cementerio de los
predicadores". Straton falleció en octubre de 1930 Y Houghton aceptó la invitación de pastorear la
iglesia y fue uno de los pocos predicadores que tuvo éxito en la ciudad de Nueva York.

Desde el púlpito, altamente visible, de Calvario, Houghton llamó la atención de james M. Gray, el
presidente del Instituto Bíblico Moody, de ochenta y ocho años de edad- Gray llegó a la convicción
de que Houghton debía de seguirle como presidente e informó de esta convicción a la junta
Administrativa. Houghton sirvió como presidente del Instituto Bíblico Moody hasta 1946. Si
Houghton hubiese hecho caso omiso de su visión, resulta bastante irnprobable que hubiese
alcanzado el máximo de su potencial. Sin embargo, gracias a su sensibilidad, ocupó un puesto de
liderazgo donde produjo un impacto que habría de cambiar el mundo sobre las vidas de millones
de personas para gloria de Dios.

Los dirigentes utilizados por Dios, responden a la visión que él les da.

Dios le dio a Noé la visión del arca y Noé la construyó.

Dios dio a Abraham, la visión de una ciudad y él la buscó.

Dios le dio a Nehemías, la visión de una muralla

Dios dio al apóstol Pablo, la visión de la evangelización de todo el mundo y el Apóstol cubrió la
tierra con el mensaje de Cristo.

Dios le dio a David Livingstone una visión de Africa, y él abrió el camino a miles de misioneros para
que predicasen el evangelio.

Dios le dio una visión a John Sung, la de la evangelización en el este del Asía, y esto cambió el
estado espiritual de cada una de las naciones que visitó.

Si Dios ha puesto un deseo en su corazón, acepte la presencia de ese deseo como juramento de él
de que usted puede llevarlo a cabo y entréguese de lleno a realizar la visión. Si no cumple usted
con ello, podrá estancarse en su vida personal, su espíritu se sentirá conturbado y adoptará una
actitud crítica. Una visión dada por Dios es una tremenda responsabilidad. El cumplimiento de ella
puede llevarle a unas alturas fantásticas en su servicio a Dios y a sus semejantes. El no cumplir
con esa visión, además, privará a otros del liderazgo que precisan.

La importancia de la soledad

No es posible contemplar una visión cuando ciegan nuestros ojos las luces artificiales de los
Broadways, de los teatros y de las oficinas comerciales del mundo, de la misma manera que no es
posible ver las estrellas por la noche si nos encontramos en el Times Square, de Nueva York, en el
Ginza, de Tokyo o en el Picadilly Circus, de Londres.

Resulta mucho más factible que discierna usted una visión en los pasillos del claustro de la soledad
que entre las multitudes ruidosas de la selva de asfalto de la metrópolis. Tal vez en la catedral de
los árboles, bajo el silencio de las estrellas, o junto al murmullo del mar, le resulte más fácil
contemplar la auténtica luz y escuchar una voz queda".
En el año 1964 realicé una visita al oeste de Asia. Me puse en contacto con dirigentes cristianos
que me dieron una sacudida al decirme que el enfoque tradicional de las misiones estaba tocando
a su fin en muchas de las naciones del Tercer Mundo. Doy gracias a Dios por las misiones
tradicionales, dominadas por el Occidente, porque fue precisamente gracias a ellas que mi padre
obtuvo su fe en Jesucristo. Sin embargo, de la misma manera que el colonialismo trajo muchas
bendiciones, sin que sea ya viable, sucede que el antiguo enfoque de las misiones ya no es realista
en la mayoría de las naciones del Tercer Mundo.

Poco después de realizar esa visita, en la isla de Bali, en Indonesia, comencé a sentir un profundo
interés en mi corazón, y le dije a mis tres compañeros de viaje que yo iba a estar bastante tiempo
"fuera de circulación". Ellos lo entendieron y cooperaron conmigo. No salí de mi habitación. En una
absoluta soledad, la visión de los dirigentes cristianos del Tercer Mundo, tanto los que pertenecían
al clero como los laicos, evangelizando a su propio pueblo, apareció en mi mente como si hubiese
sido una pantalla sobre la cual se hubiese proyectado una película en multicolor. Escribí todo lo
deprisa que pude, a veces atropellando mis pensamientos a mayor velocidad que mis palabras. El
credo que escribí rápidamente, de manera informal, sigue siendo en la actualidad la filosofía básica
para la evangelización del mundo sobre la cual funciona el Instituto Haggai.

Durante los próximos doce meses, Jerry Beavan y Tom Haggai presentaron sugerencias incisivas y
específicas, respecto a la mejor manera de llevar a cabo la misión. Emest Watson, de Australia,
Max Atienza, de las Filipinas, Han Kyung Chik, de Corea, Chandu Ray, del Pakístán y Singapur, Ah
Tua Teo, de Singapur, George Samuel, de India y muchos otros contribuyeron a que la visión se
hiciese una realidad.

Pero, ¡todo ello comenzó en el santuario de la soledad! Si yo me hubiese pasado la vida rodeado
de gente, socializando, no existiría el Instituto Haggai. La visión procedió de Dios. Fue algo que
planeé en la soledad.

Hace años dijo un famoso antropólogo: "La mente occidental dice: 'No te limites a quedarte ahí
pasmado, haz algo.' De manera que nosotros del Occidente estamos orientados a la acción. La
mente oriental dice: 'No hagas nada, estate ahí.' De modo que la mentalidad oriental está más en
consonancia con la contemplación que con la acción."

Estas diferencias que existen entre el Oriente y el Occidente están siendo modificadas hasta cierto
punto ya que el Oriente se dedica más a la acción y el Occidente reconoce el valor que tiene la
contemplación. Es necesario prepararse para una acción efectiva pensando en ella con claridad, y
la mejor manera de pensar es a solas.

El finado Cecil B. Day, creador y fundador de los hoteles de lujo Day's Inn, de los Estados Unidos,
se complacía en buscar la soledad en su "casita" en la Playa de Tybee, en Savannah, Georgia. En
ocasiones iba allí con el propósito de ayunar y orar. Cuando los problemas agobiantes de la Casa
Central de la compañía Day se hacían insoportables, Cecd se iba a Tybee. Caminaba a lo largo de
la playa para pensar y orar, mientras las olas suaves limpiaban su mente de toda la tensión que
empañaba la claridad de sus pensamientos. Le encantaba el barullo del edificio de la casa central
en Atlanta, pero no le era posible pensar de manera creativa en el ambiente de un comercio
incesante. Después de caminar por las playas desiertas, regresaba a la ciudad con más energía y
más creatividad.

La visión de la cadena de hoteles de Day fue algo que surgió en medio de la soledad. En el año
1970, a las dos de la madrugada de un cierto día, se despertó, cogió un cuaderno de notas, con
sus hojas amarillas, y comenzó a escribir. Durante catorce horas estuvo apuntando los
pensamientos que le venían a la mente. Cuando acabó, tenía la idea general de lo que son en la
actualidad los moteles de lujo, de presupuesto económico, Day's Inn. "Las ideas estaban muy por
encima de mi capacidad", informó Cecil más adelante. "Fue el liderazgo de Dios en cuanto a una
idea que ha recibido el nombre de 'el volkswagen de los moteles'."
Es posible que podamos crearnos nuestro propio ambiente de soledad, incluso cuando nos vemos
rodeados por las multitudes, pero no debemos de caer en la trampa de eliminar la soledad
ocasional en lugares tranquilos, donde nada nos distraiga, debido a que seamos capaces de
crearnos nuestro propio medio tranquilo a pesar del ruido que pueda rodearnos.

En ocasiones, el dirigente se ve obligado a tomar una decisión inmediata, sin disfrutar del beneficio
de la reflexión y deliberación anterior. Es en ocasiones como éstas cuando el poder de la soledad
voluntaria le permite pensar, marcar el rumbo y determinar el plan de acción... para beneficio del
grupo.

En Panamá, donde estaba llevando a cabo una cruzada evangelizadora hace muchos años, una
señora me llamó por mi nombre cuando cruzaba una concurrida calle y me dijo:

-Imagínese que esta tarde, a las tres, tuviese usted que enfrentarse con una decisión inevitable
que implicaría a miles de vidas inocentes y millones de dólares pertenecientes a otras personas, y
solamente dispusiese usted de dos minutos para tomar la decisión, ¿qué haría usted?

- Seguiría lo que me pareciese más indicado.

Estupefacta, me dijo:

-¿Quiere usted decir que no oraría al respecto?

-Señora mía, usted me ha dado dos minutos nada más. Será preciso cada segundo de esos dos
minutos para que me entere de los datos más importantes.

-Pero yo creí que usted oraría.

-Y lo he hecho. Esta mañana dediqué un tiempo a estar a solas con el Señor, entregándole mi día
a él. Y él, que distingue muy bien el principio del final y para el cual no existe pasado, presente ni
futuro, ya me ha preparado. Por lo tanto, estoy perfectamente convencido de que en dicha
situación, lo que a mí mejor me pareciese seria una expresión de su voluntad.

Es precisamente en una situación como la que me presentó esta señora en Panamá, cuando la
soledad en medio del bullicio que nos rodea es imprescindible.

Pero tanto si el dirigente ha captado la visión en un precioso lugar solitario como si lo ha hecho
encerrándose en si mismo, alejándose de ese modo de todo cuanto le rodea, debe ser su propósito
el llevar a cabo la visión, o de lo contrario, su influencia no le llevará a ninguna parte.

El dirigente que desee ser como Cristo debe preguntarse continuamente a sí mismo: (1) ¿Podrá
esta visión producir resultados de beneficiosa estabilidad? y (2) ¿Podrá la visión guiar a las
personas hacia unas metas que suplan sus auténticas necesidades?

Para el dirigente que se asemeja a Cristo, una visión es una revelación de la voluntad de Dios. El
líder capta el desafío de la visión, se entrega de lleno a la misión y pone en práctica las metas que
le permitirán llevar a cabo la misión y realizar la visión.

Pero todo ello comienza con una visión: el fundamento del liderazgo.

Tomado con permiso del libro "Liderazgo que perdura en un mundo que cambia"

Autor: John Haggai

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