Sociologia Critica - Trabajo Final - UBA

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Sociología Crítica

Trabajo Final
Textos elegidos:
Condición de clase y posición de clase de Pierre Bourdieu
Racionalidad e Imaginario Social en el discurso del orden de Enrique E. Marí

2015 - I

Robles Moreno, Francisco


DNI: 18.861.813
robles813@est.derecho.uba.ar

Cátedra: Donzis, Rubén


Comisión: 0822

Buenos Aires, 02 de Julio de 2015


“La cultura ha contribuido siempre a domar los instintos
revolucionarios, así como los bárbaros. La cultura
industrializada hace algo más, enseña e inculca la
condición necesaria para tolerar la vida despiadada.”
(Adorno- Horkheimer, 1969:183)

“A la Escuela de Frankfurt le desagradaba la cultura de


masas no porque fuera democrática, sino precisamente
porque no lo era. La noción de cultura ‘popular’, popular,
afirmaba, era ideológica: la industria cultural suministraba
una cultura falsa, reificada, no espontánea, en vez de la
cosa real.” (Jay, 1986:354).

1
Condición de clase y posición de clase
Pierre Bourdieu
Bourdieu desarrolla la idea de que cada individuo de la sociedad, por el simple hecho de pertenecer a una
clase social, es definido por ésta última. Es decir, posee propiedades de posición.

Al respecto, el autor plantea que:

“No hay duda de que las propiedades de posición y las propiedades de situación no pueden
disociarse sino por una operación mental, aunque sólo fuera porque la situación de clase puede
definirse también como posición en el sistema de las relaciones de producción, y, sobre todo,
porque la situación de clase define el margen de variación, generalmente muy limitado, de que
disponen las propiedades de posición.”

Cada sujeto pertenece a una clase social, debido a ésta es que poseen diferentes tipos de relaciones entre los
miembros de la misma clase con respecto a los que pertenecen a otras clases. Esto se debe a que comparten
diferentes características económicas, sociales y culturales.

Estas propiedades de posición no deben ser analizadas desde un punto de vista estático, sino lo que se debe
hacer es analizarlas con respecto al desarrollo que tuvo esa clase social, ese grupo; para que de esta manera
se pueda tener una visión más integradora. Esto produce que se pueda distinguir lo que el autor denomina
“propiedades ligadas a la posición definida sincrónicamente y propiedades ligadas al devenir de la posición”.

Es decir, que al analizar aquella posición, puede poseer diferentes características dependiendo del contexto
de tiempo-lugar en el que se encuentre. Y a su vez, diferentes individuos y grupos sociales pueden tener
idénticas propiedades si se encuentran en un mismo lugar de su “trayectoria social” (o por lo menos tener en
común el declive, ascendente o descendente de sus respectivos trayectos).

Esto es, que no importa en qué momento de la historia o en qué lugar del mundo nos ubiquemos, se pueden
dar situaciones en donde existan diferentes clases sociales que posean ciertas características, que a su vez
pueden ser identificadas con otra que se encuentre en otro tiempo y lugar.

Es decir, una clase media de nuestra sociedad con aquella que tuvo lugar en la época isabelina, poseen en
común ciertas características, más allá de las diferencias que existan entre ambas sociedades. Por ejemplo,
la creencia en el valor de la educación como instrumento de ascenso social, o la estética utilitarista que
conduce a juzgar el valor de una obra de arte en virtud de su utilidad. A través de este enfoque estructural,
podemos distinguir rasgos transhistóricos y transculturales que se encuentran en todos los grupos que
ocupan “posiciones equivalentes”.

Pero, también es importante destacar que “las características de las diferentes clases sociales no dependen
solamente de su posición diferencial en la estructura social, sino además de su peso funcional en esa
estructura”.1 Dependiendo, por ejemplo, del peso y de la importancia en la sociedad que tenga la burguesía,
va a modificar las características que posea en la misma. Cuanto mayor peso tenga aquella clase burguesa,
mayor influencia política y económica va a poseer para con el resto de las clases que compongan esa sociedad.

Sin embargo, aclara que “una clase social nunca se define únicamente por su situación y por su posición en
una estructura social, (…) también debe muchas de sus propiedades al hecho de que los individuos que la
componen entran deliberadamente y objetivamente en relaciones simbólicas que, al expresar las diferencias
de situación y de posición según una lógica sistémica, tienden a transmutarse en distinciones significantes”.

Es decir, que los individuos manifiestan una determinada forma entre los propios miembros de esa clase y
respecto de los otros, expresando su posición en la estructura social. Esto sucede sistemáticamente, por lo
que podríamos decir que es algo propio de la estructura social.

Weber define a la clase social como “un grupo de individuos que, compartiendo la misma situación de clase,
es decir, la misma situación de mercado, tienen las mismas oportunidades típicas en el mercado de los bienes

1
BOURDIEU, P., Condición de clase y posición de clase.

2
y del trabajo, en las condiciones de existencia y experiencias personales”, y a los grupos de status como
“conjuntos de hombres definidos por cierta posición en la jerarquía del honor y del prestigio”.

La relevancia del orden económico es sumamente importante para poder desarrollar estos conceptos. Se
puede afirmar que el tener mayor poder económico funciona como un elemento fundamental para poder
entender y definir las diferentes clases sociales y el rol que desempeña cada una de ellas en la sociedad.

Una de las categorías que conceptualiza Max Weber es “el orden propiamente social”, como aquél modo de
distribución de prestigio social, que se encuentra íntimamente relacionado con el orden económico, en
cuanto distribución de los bienes y de los factores de producción, donde se constituye un “orden simbólico”
propio de cada clase.

Orden Simbólico donde cada grupo social posee diferentes maneras de expresarse, y lo hace a través de
símbolos, que puede llegar a funcionar como elementos de admisión o de distinción de aquél para con el
resto. Por ejemplo, ciertas maneras de vestirse, el consumo de platos especiales, lo que Bourdieu describe
como “el derecho de dedicarse como diletante a prácticas artísticas. Por ello, lo que caracteriza a cada clase,
no sería la posesión en sí misma de los bienes, sino cómo los utiliza.

Weber observa que “podría decirse, a costa de una excesiva simplificación, que las clases se distinguen según
su relación con la producción y la adquisición de bienes y los grupos de status, en cambio, según los principios
de consumo de los bienes, representando por tipos específicos de estilos de vida”.

Existe un orden simbólico que multiplica las diferencias entre los grupos, ya que no sólo se distinguen por la
posesión de los bienes, sino que ahora vemos que existen diferentes signos que reflejan la forma en que se
consumen y utilizan esos bienes. Se crean ciertas reglas de comportamiento que determinan una manera de
diferenciación de clases, que los grupos imponen para quienes quieran participar de ellos.

McGuire expresa que tal “sistema de inclusión y exclusión” funciona como aquello que transmuta los bienes
económicos en signos y las acciones orientadas hacia fines económicos en actos de comunicación.2

Dichas acciones simbólicas expresan la posición social, en base a la distinción. Hjelmslev nos dice que los
signos se “definen, no positivamente por su contenido, sino negativamente por su relación con los demás
términos del sistema”; y como tales, expresan el rango estatutario de la posición en la que se encuentra
dentro de la estructura social.

Así, dice Bourdieu, “el lenguaje y el vestido, o mejor, ciertas maneras de tratar el lenguaje y el vestido,
introducen o expresan separaciones diferenciales en el interior de la sociedad, en calidad de signos o insignias
de la condición o de la función”3, y éstas, funcionan como métodos de asociación y de disociación de cada
clase social, ya que brindan una marca común a los miembros de un grupo en particular al mismo tiempo que
los distingue de los extraños al grupo.4

Estos sistemas simbólicos están jerarquizados, es decir que hay maneras distintivas de la clase que se
encuentra en un rango superior, de las que se encuentran en uno inferior. Bourdieu lo caracteriza como un
“sistema de expresión”, porque lo que busca es la diferenciación, la distinción. Lo que el grupo más elevado
quiere lograr es diferenciarse de lo común, para pasar a tener el carácter de elegancia, nobleza y buen tono,
como dice Littré.

Pero ésta búsqueda no siempre da como resultado lo más complejo, sino que a veces, en ciertas estructuras
sociales, los grupos de rangos más elevados adoptan costumbres más simples, resultado de una doble
negación (interferencia subjetiva dialéctica).

Este sistema de expresión, no es lo único que diferencia y distingue cada grupo. Además de estos actos,
subjetiva e intencionalmente destinados a expresar una posición social, existen actos objetivos que vinculan

2
McGUIRE, “Social Stratification and Mobilitu Patterns”, American Sociological Review, en BOURDIEU, P.,
Condición de clase y posición de clase.
3
Cf. C. Lévi-Strauss, Le cru et le cuit, Plon, París, 1964, p.60; en BOURDIEU, P., ob. cit.
4
SIMMEL, G., “Fashion”, International Quarterly, x, 1904; pp. 130-135; en BOURDIEU, P., ob. cit.

3
a cada clase. Es decir, ciertos actos que a veces sin tener esa intención, son en sí mismos característicos de
aquel grupo social, y que a su vez se encuentran cargados de un gran valor simbólico.

Existen diferentes criterios de jerarquización dentro de una estructura social, según nos ubiquemos en un
grupo o en otro. Por ejemplo, las clases inferiores ubican al dinero y a la moralidad como criterios de
jerarquización, mientras que las clases elevadas ponen el acento en el nacimiento y el estilo de vida. Por ello,
estos diferentes tipos de criterios surgen como otras formas de distinguir a una clase con respecto de otra.
Es decir, ya no sólo se diferencian por la manera en que se expresan, o los actos que realizan, sino también
podemos distinguirlos a partir de los criterios que tiene cada clase para diferenciarse entre ellas dentro de la
estructura social.

Estas distinciones simbólicas, no implica reducir las características de la estructura social a su valor simbólico,
sino que simplemente lo acentúa explícitamente, “con fines heurísticos y a costa de una abstracción que debe
mostrarse como tal, un perfil de la realidad social que a menudo pasa inadvertido o que, cuando se lo advierte
deja de mostrarse como tal.”5

5
BOURDIEU, P., ob. cit.

4
Racionalidad e Imaginario Social en el Discurso del Orden
Enrique E. Marí
Son categorías para identificar la estructura del poder, los modos en que opera e interfieren en la capa social,
de acuerdo al discurso racionalista las que se analizan en este texto de Marí. Estas son: discurso del orden,
dispositivo de poder, imaginario social, y como se transforma la fuerza en poder.
La historia del reparto del poder y su correlación en lo social con jerarquías desiguales ha sido
acompañada por un dispositivo de legitimación. Convergen en este dispositivo la construcción de un
discurso del orden que asigna al resultado y producto social en una relación de fuerzas dada, una
propiedad natural o divina: la de ser un orden necesario para el provecho del mundo aunque se trate
en verdad, de un orden impuesto para el provecho del clan, la tribu o el pueblo vencedor, determinada
comunidad o la clase privilegiada.
Se integran en este dispositivo, la inserción del discurso del orden en montajes de ficción, soportes
mitológicos y practicas extradiscursivas como ceremonias, banderas, rituales, canticos e himnos,
distribución de espacios, rangos y prestigios, etiquetas y otras de tipos variados como heráldicas,
diplomas, tatuajes, marcas, apelación a los ancestros, tumbas, símbolos funerarios, escenas que
exponen al hombre con la solemnización de la palabra.
Todas estas prácticas están dirigidas a incorporarse en la subjetividad colectiva para conformar el
imaginario social, mecanismo por el cual se hacen materialmente posible las condiciones de
reproducción del discurso del orden.
El discurso del orden y el imaginario social concurren y convergen en el dispositivo de poder, del cual
son instancias distintas pero que operan conjuntamente.
Es necesario destacar que de acuerdo a lo que nos plantea Donzis en “del mito a la industria” el lenguaje es
absolutamente relevante para que el discurso del orden y el imaginario social penetren la capa social y el
significado y significante efectivicen su rol interpretativo sin requerir mayor decodificación que aquella que
se les atribuida para fines de control y dominación. En este sentido la “experiencia racional” a la que hace
referencia Donzis: Las versiones de la realidad descansan en el intelecto del hombre, y no en su fe, y sus
especulaciones teóricas versan sobre la razón, y no sobre una verdad develada 6 se destacan claramente en el
texto que analizamos.
La primera dirección de este análisis responde a una concepción clásica del poder ligado al problema
de la soberanía. Poder y Soberanía son el anverso y el reverso de un mismo problema al que se
interpela con el pensamiento jurídico político de los siglos XVI y XVII. Hobbes construyó el modelo más
acabado del poder absoluto. Es sabido que este modelo, el más extremo del absolutismo estatal, fue
el del Leviathan “dios mortal al que debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y nuestra protección”7
al que Hobbes por la vía del pacto legitimante, le reconoce un poder y una fuerza tal que el terror que
inspira le permiten modelar la voluntad de todos.
El soberano representa la voluntad y la unidad del cuerpo político, pero no es una parte de este cuerpo
ya que no está ligado por la convención que los sujetos suscriben entre si y no con el soberano.

“En fin, de que cada particular ha sometido su voluntad a la voluntad del que posee la
potencia soberana en el Estado, de tal suerte que no puede emplear contra él sus propias
fuerzas, se sigue manifiestamente que el Soberano debe ser injusticiable sin que importe
lo que emprenda. Puesto que del mismo modo que naturalmente (de hecho) no se puede
castigar a alguien si se carece de las fuerzas suficientes para ser el amo, tampoco se
puede castigar a alguien legítimamente (de iure) si no se cuenta para ello con fuerzas
legitimas suficientes”8

La injusticiabilidad del poder soberano, la emanación del derecho y sus contornos de su voluntad
suprema, la circunstancia de que el soberano constituya un ser natural sólo frente a los otros

6
Donzis, R. Del Mito a la Industria, Ed. Estudio, p. 26
7
La obra de Hobbes está en función de los intereses prácticos de las luchas políticas en Inglaterra del siglo XVII en las
que estuvo comprometido.
8
Hobbes en “De Cive”, Sección II, El Imperio, Cap. VI, punto 12

5
soberanos, y no-natural frente a sus sujetos –puesto que su derecho es único- son los indicadores de
otro elemento esencial del dispositivo de poder, que lo integra junto con el discurso del orden y el
imaginario social: la fuerza.

Hobbes alude a este tercer elemento, tanto en el argumento de hecho como en el de derecho. En el
capítulo XVII del Leviathan contiene su fórmula más simple: “…las convenciones sin la espada no son
más que palabras carentes de la fuerza para dar a los hombres la menor seguridad” y en el capítulo
XX identifica a la fuerza como el origen común de los tipos de República que examina en el texto, La
Republica de adquisición (o conquista) y la República de Institución: “La Republica de adquisición es
aquella en que el poder soberano se adquiere mediante la fuerza, allí donde los hombres sea individual
o colectivamente (por la mayoría de los sufragios) por miedo a la muerte o a las cadenas, autorizan
todas las acciones del hombre o de la asamblea que tiene poder sobre sus vidas y libertades. Esta
especie de dominación o de soberanía difiere de la soberanía de la institución, solamente en esto: que
los hombre que eligen su soberano lo hacen por miedo de unos a otros, y no por miedo a quien
instituyen”

En los dos casos existe pacto y en los dos casos existe temor, la diferencia radica en que las repúblicas
por institución crean desigualdad civil, en tanto que el pacto en las adquisiciones consagra una relación
desigual de dominación adquirida naturalmente.

Donzis plantea en la misma línea de análisis, que el discurso científico de la razón experimental:

“… cuestiona no sólo la entidad de validez de otros discursos, sino también la autoridad de quienes lo
detentan. En la medida que el discurso científico adquiere autoridad de validez sobre la conciencia social, el
discurso metafísico se descalifica, descalificándose en el mismo proceso la autoridad de quienes lo detentan,
sus intereses respectivos, e incluso la autoridad de sus preceptos, cuestionándose los mandatos de orientación
moral que sustentan”.9

Lo que no deja en claro Donzis es porque la crisis del ámbito de validez de los otros discursos –mítico-mágico,
confesional, racional experimental- no determina la interpelación a esos espacios argumentales y perduran
en la capa social, más allá del carácter hipotéticamente avalorativo del discurso científico.

La interacción dialéctica subjetiva funcionaría como una especie de coctel de acuerdo a la relevancia relativa
que los diferentes discursos de interpretación tienen en el medio social.

Para Donzis el ámbito de creencias refleja y reproduce las condiciones en que se asientan las relaciones de
producción, y las interacciones comunicativas no operativas sobre la naturaleza. Serán entonces las relaciones
de producción las que determinan la realidad y a su vez la realidad por medio de los imperativos funcionales
provocará la reproducción de las relaciones de producción.

Se establece entonces una relación bidireccional entre la sedimentación de conocimientos y las condiciones
de dominación, y ambas con las relaciones de producción que a su vez se relaciona bidireccionalmente con
cada una de ellas.

Marí considera a la fuerza como un elemento constitutivo del Poder transformada la fuerza en poder, el
discurso del orden y el imaginario social son elementos que se articulan para la reproducción del sistema de
dominación.

La fuerza es el elemento constitutivo del poder, el que lo produce, pero la fuerza o violencia se
frustraría de no articularse en dispositivo con el discurso del orden y el imaginario social, que
constituyen las condiciones de reproducción del poder producido, por ello resultan los garantes de la
continuidad del poder conquistado o instituido con base en la fuerza.

En el interior del dispositivo del poder, el discurso del orden y el imaginario social reactualizan la fuerza
y la transforman verdaderamente en poder haciéndola constante y socialmente transmisible.

9
Donzis, R. Del Mito a la Industria, Ed. Estudio, p. 33

6
Transformada la fuerza en poder, el discurso del orden y el imaginario social aseguran la presencia del
poder y los efectos de la fuerza aun estando ésta ausente.

Fuerza, discurso de orden e imaginario social varían en sus modo de articularse, intersectarse y
agruparse dentro del dispositivo del poder, según los cambios históricos en que se suceden diversas
coyunturas económicas, políticas e ideológicas o mutaciones estructurales revolucionarias en los
sistemas de producción. Estas rotaciones en las modalidades de interferencia y combinación de los
elementos del dispositivo de poder, depende básicamente de dos factores.

El factor endógeno

El primer factor es endógeno y relativo a la circunstancia de que, dentro del dispositivo, discurso del
orden e imaginario social son heterogéneos y cumplen distinto papel y función. Pertenecen en rigor,
a tópicos disimiles.

El discurso del orden es el lugar de la razón. Pertenece al ámbito cognoscitivo, al de la teoría y las
representaciones racionales. Buena parte de este dominio lo satisfacen también la moral, la filosofía
política y la religión, aisladamente o en conjunción con el segmento jurídico del discurso del orden al
que suministran los últimos fundamentos. Es éste el argumento de legitimación en el dispositivo del
poder, el de los juegos enunciativos y las reglas de justificación.

Pero el discurso del orden es también el espacio de la ley. En este espacio, la fuerza encuentra dentro
del dispositivo de poder su modo más racional de comunicación social al apropiarse de las técnicas
con que las normas jurídicas la transmiten y transportan con el nombre de coerción, coacción y
sanción, es decir, con los mecanismos de obediencia y control social del derecho.

La ley es fuerza-razón en un doble sentido: razón en cuanto al tipo formal de las estructuras lógicas
que comunican la fuerza, y razón en cuanto en cuanto en ella y a través de ella se producen las
operaciones ideológicas de justificación de poder.

Ahora bien, el dispositivo del poder exige como condición de funcionamiento y reproducción que la
fuerza y el discurso del orden legitimante, estén insertos en una estructura de movilización de
creencias discursivas y extraordinarias. Es el lugar del imaginario social, la tierra natural de las
ideologías teóricas y prácticas.

La función del imaginario social es operar en el fondo común universal de los símbolos, seleccionando
los más eficaces y apropiados a las circunstancias de cada sociedad, para hacer marchar el poder. Para
que las instituciones del poder, el orden jurídico, la moral, las costumbres, la religión, se inscriban en
la subjetividad de los hombres, para hacer que los conscientes y los inconscientes de los hombres se
pongan en fila. Más que a la razón, el imaginario social interpela a las emociones, a la voluntad y los
deseos. Es el lugar de leyendas indocumentadas, de príncipes guerreros sentados en tronos de santos,
y de santos con la espada desenvainada, símbolo de poder.

Jeremy Bentham es su Memoria sobre el Panóptico, esa obra maestra de arquitectura de la prisión,
tuvo la genialidad de convertirla en modelo político de la sociedad, trazando a su alrededor uno de los
más impresionantes ejercicios prácticos de la razón utilitarista. Para Bentham, jefe de fila del
imperativismo jurídico, no basta con las normas entendidas como mandatos, pues múltiples son las
técnicas que convierten al imaginario en el más eficiente resorte de la obediencia, el control y el poder.

En rigor, no hay correspondencia biunívoca entre las sensaciones o demás componentes del
imaginario social y los componentes del lenguaje de razón de la ley. Los componentes del imaginario
social ejercen una función más pragmática que representativa.

Mientras el discurso del orden combina predominantemente un repertorio de signos de la razón, el


imaginario social teje signos alegóricos y analógicos procedentes tanto de los fantasmas profanos
como de la religión. Pero el entretejido global de estos signos con la fuerza y el discurso del orden no
conforma una operación irracional, es por el contrario expresión de la más alta racionalidad del

7
dispositivo del poder como condición de reproducción ideológica de la infraestructura económica
(estructura) de una formación social.

El imaginario social es una praxis en el mismo sentido que esta categoría tiene en la teoría aristotélica
y en la marxista. Lo específico de esta praxis es la creación de lazos entre los códigos y el mundo. En
esta praxis se hacen operantes los fantasmas y la subjetividad humana, pero en cuanto praxis
pertenece a lo social. En el imaginario social se realiza la conexión y el enlace entre el deseo y el poder.

El poder requiere las condiciones sociales de posibilidad que aseguren su reproducción, condiciones
que se enlazan con lo psíquico a través del imaginario.

La conversión del sujeto del poder en Dios para instaurar lo imposible en la tierra, es uno de los caminos
que explican por qué el poder posible, el poder político y real consciente de sus limitaciones en la tierra,
recurre histórica y habitualmente a un campo de referentes divinos o sus sustitutos seculares, en
busca de legitimación y última garantía.

Este campo es el del imaginario social, porque es en última instancia, la aureola sagrada y profana de
la ley: el lugar de sus últimas referencias. Tal lugar, no es otro que el de las ideologías teóricas y
prácticas que tienden a motivar, movilizar e impulsar las creencias en favor del poder.

Es exacto que en determinadas circunstancias históricas de contestación, de impugnación social y


revolución contra el poder, éstas ideologías suelen perder su eficacia material o disminuir su valor
conceptual y ser reemplazadas por lo que Luis Althusser llamó en la década de los sesenta “Aparatos
Represivos del Estado” o sea aquellos con predomínate recurso a la violencia, entre los que nombra a
la policía, las cárceles, los tribunales, el ejército.

El factor exógeno

Existen razones externas al dispositivo de poder, dado que sus elementos son instancias
superestructurales en el conjunto de la sociedad. Las grandes transformaciones económicas, los
cambios en los sistemas de producción y, consecuentemente, en el régimen de propiedad, determinan
una reestructura y reajuste del dispositivo de poder. Esta reestructura y reajuste es exógena al
dispositivo, pero esto no hay que entenderlo como que los cambios procedentes de la base económica
tanto en periodos de crisis o de revolución, como en los más estables en que la sociedad no ha perdido
su identidad histórica, constituyen una duplicación de los cambios interiores a ese dispositivo. Pero si
constituyen el eje básico de la combinación de lo que llamamos sintaxis del orden (dogmática jurídica)
y sintaxis del imaginario (interferencia intersubjetiva).

Endógeno y exógeno no apuntan a dos regiones independientes de la sociedad que haya luego que
acoplar. Aluden más bien, a distintos niveles de análisis. El endógeno se mueve en el plano de las
diferencias de función de los elementos del dispositivo del poder, de su heterogeneidad, de su tópico
distinto.

El exógeno es en cambio el nivel de análisis de la relación del dispositivo de poder con la estructura
económica. En este nivel, el dispositivo de poder y cada una de sus instancias no son independientes
del modo en que una sociedad produce sus formas de vida.

Así como el imaginario social es condición de reproducción del discurso del orden en el dispositivo de poder,
el dispositivo de poder, enfocado en su modelo político-jurídico, es condición de reproducción de las formas
de producción.

“La cultura ha contribuido siempre a domar los instintos revolucionarios, así como los bárbaros. La cultura
industrializada hace algo más. Enseña e inculca la condición necesaria para tolerar la vida despiadada.”
(Adorno- Horkheimer, 1969:183)

8
Análisis comparativo de textos
En Del Mito a la Industria (Donzis, R.) se puede observar como el hombre ha evolucionado en el tiempo en
referencia al cambio social, las relaciones se fueron estructurando al proceso de la civilización.

Históricamente la actividad humana registra un avance continuo en interferencia con la naturaleza. El fin
esencial del hombre es la subsistencia, proveer su alimentación, defenderse de la intemperie, lo que implico
formas de producción, técnicas, adquirir conocimientos para fortalecer estas bases.

Destaca que el proceso histórico del conocimiento asiste así, a una sistematización organizada de los
contenidos. También asiste a un reposicionamiento de la condición humana con relación a su entorno y
vinculación con lo sobrenatural.

Los cambios en los modos de producción, que generaron la exigencia de un discurso legitimador que integrara
toda la experiencia del hombre, reflejan una disposición de las relaciones de producción y de interacción
comunicativa, donde la apropiación de los recursos habilita a re-jerarquizar la situación de los hombres frente
a la naturaleza.

Respecto al cambio social, Donzis menciona que la experiencia en el proceso histórico acompaña a la
civilización elaborando argumentos para explicar sus relaciones de existencia y las formas como ha legitimado
las relaciones de dominación que se estructuraron en el proceso de civilización.

La posibilidad de manipulación de las modalidades argumentales en las que se asienta la conciencia social,
implica condicionar el comportamiento del otro, en la medida que pueda aceptar y reconocerlo.

Como explica Enrique Marí sobre el reparto de poder, el control social comienza a formalizarse y a
establecerse en un control administrativo de la gestión justiciable y de aplicación de pena, por medio del uso
legítimo de la violencia que le proporciona el Derecho.

Según Marí, la historia del reparto del poder y la estructuración social con jerarquías desiguales, fue
convalidada por un dispositivo de legitimación. Es necesario un orden para el provecho del mundo aunque
se trate de un orden impuesto.

Todas las prácticas humanas que ponen al hombre en la solemnidad de la palabra están dirigidas a integrarse
en una subjetividad colectiva para conformar el imaginario social, por medio del cual resultan factibles las
condiciones de reproducción del sistema de dominación.

Como punto de partida utiliza la concepción clásica del poder ligado a la soberanía. Poder y Soberanía son las
dos caras de una misma moneda, sobre el pensamiento jurídico político de los siglos XVI y XVI. Thomas
Hobbes en el Leviathan construyó un modelo de poder absoluto que nos permite comprender el
sometimiento del sujeto al uso de la coacción.

Hobbes, por la vía del pacto legitimante le reconoce un poder y una fuerza tal al Leviathan que le permite
modelar la voluntad de todos: “Por el pacto los particulares intentan escapar a la guerra de todos contra
todos y renuncian a ejercer su derecho natural para obtener en compensación seguridad”10

El soberano representa la voluntad y la unidad del cuerpo político, pero no es una parte de este cuerpo ya
que no está ligado por la convención que los sujetos suscriben entre si y no con el soberano.

“Lo que hace que el poder agarre, que se le acepte, es simplemente que no pasa solamente
como una fuerza que dice no, sino que de hecho va más allá, produce cosas, induce placer, forma
saber, produce discursos; es preciso considerarlo como una red productiva que atraviesa todo
el cuerpo social más que como una instancia negativa que tiene como función reprimir.”
(Foucault, 1992:185-186).11

10
Marí, E., Racionalidad e imaginario social en el discurso del orden.
11
Benente, Mauro, Bailando por un sueño como producto de la industria cultural

9
En Condición de clase y posición de clase Bourdieu no habla de voluntades, sino que se dedica a desarrollar el
concepto de individuo que, por el solo hecho de pertenecer a una sociedad, es definido por ella.

Explica que los individuos poseen propiedades de posesión y que las mismas en relación a las propiedades de
situación no pueden disociarse sino por una operación mental, aunque sólo fuera porque la situación de clase
puede definirse también como posición en el sistema de las relaciones de producción, y, sobre todo porque
la situación de clase define el margen de variación -generalmente muy limitado-, de que disponen las
propiedades de posición. Estas se deben analizar en relación a todo el desarrollo que tuvo esa clase social a
la cual pertenece el individuo.

Esto produce que se pueda distinguir lo que el autor define como propiedades ligadas a la posición definida
sincrónicamente y propiedades ligadas al devenir de la posición, lo que significa que no importa en qué
momento de la historia nos ubiquemos, o en qué lugar del mundo, siempre se pueden dar situaciones en
donde existan diferentes clases sociales que posean ciertas características que a su vez puedan ser idénticas
con otra que se encuentre en otro tiempo y lugar.

Los sujetos pertenecen a diversas clases sociales y de ahí derivan los distintos tipos de relaciones entre los
miembros que le pertenecen, y difiere de los que pertenecen a otras. Por esto mismo, explica que no puede
ser estudiado desde un punto de vista estático, porque se va modificando. Es preciso analizarlo desde el
desarrollo de esa clase.

En este punto comienzan a tener relevancia las diferentes características económicas, sociales y culturales.

Weber define a la clase social como:

“… un grupo de individuos que, compartiendo la misma situación de clase, es decir, la misma situación de
mercado, tienen las mismas oportunidades típicas en el mercado de los bienes y del trabajo, condiciones de
existencia y experiencias personales, y a los grupos de status como conjuntos de hombres definidos por cierta
posición en la jerarquía del honor y del prestigio.”

Se vislumbra que el tener mayor poder económico funciona como un factor fundamental para poder
entender y definir las diferentes clases sociales y la influencia que posee cada una en la sociedad.

Tenemos lo que Max Weber llama el orden propiamente social, como aquel modo de distribución del prestigio
social, que se encuentra íntimamente relacionado con el orden económico, en cuanto distribución de los
bienes y de los factores de producción. Y aquí es donde se elabora un “orden simbólico” propio de cada clase.

Es decir, que a cada clase social le es propio determinadas manifestaciones culturales, a través de símbolos,
que pueden llegar a funcionar como elementos de admisión o de exclusión para con el resto.

“Esas tetas y culos bronceados, protagonistas de la fiesta, lejos de eliminar las divisiones
sociales, (re)significan una conciencia de belleza debajo de la cual subyace una división
marcada por las posibilidades de utilización del tiempo –si es que esto es posible- que, a
su vez, es consecuencia de la posición social dentro del sistema”.12

Los discursos van a consolidarse mediante el sistema de creencias sociales. De modo que no alcanza solo con
la coacción que se pueda llegar a ejercer sobre las personas, sino que lo más importante va a ser el discurso
orientador que se implemente y obviamente este discurso va a tener que ser avalado con un aparato
argumental que lo legitime, explique y justifique (Ideología justificante).

Para consolidar ese discurso orientador, es preciso que haya un dispositivo de poder que nos permita que la
sociedad lo incorpore y de esta forma inconscientemente permita manipular sus conductas hacia los intereses
de la clase dominante (hegemonía).13

12
Benente, Mauro, Bailando por un sueño como producto de la industria cultural
13
La noción gramsciana de hegemonía –entendida como la concepción del mundo como propia aun siendo
contraria a los intereses de clase– implica una contra hegemonía.

10
Dentro del dispositivo de poder vamos a encontrar según Marí, el discurso del orden y el imaginario social.

El discurso del orden asigna al resultado y producto social en una dada relación de fuerzas, una propiedad
natural o divina: la de ser un orden necesario para el provecho del mundo 14. Este orden establecido para el
“provecho” de la clase dominada no va a ser otra cosa que un orden impuesto para convalidar los intereses
de la clase dominante, estructurado con el discurso jurídico.

El imaginario social, el segundo elemento del dispositivo de poder son aquellas prácticas de solicitación y
manipuleo del psiquismo humano, como por ejemplo, montajes de ficción, soportes mitológicos y prácticas
extra discursivas como ceremonias, banderas, rituales, entre otros. Tiene que ver con las prácticas cotidianas
que se van resignificando y que opera como argumento de existencia y validez.

A pesar de ser tan importante el imaginario social dentro de la sociedad, hay que remarcar que al aparecer
en la historia el discurso científico, la clase dominante no podrá fundamentarse solamente en el discurso
metafísico porque mediante la incorporación del conocimiento de la razón y de nuevas tecnologías, el
discurso metafísico se descalifica, descalificándose de esta manera la autoridad que lo sustenta.

El discurso científico se basa en el conocimiento científico que es el resultado de la especificidad en el


procedimiento de la naturaleza, y de las relaciones de producción más complejas, que va a poner en crisis al
resto de los discursos.

Con la expansión del industrialismo, la noción de orden público avanzará por sobre la felicidad personal. Esta
situación genera severas tensiones y para controlar los comportamientos en pos de tal orden público, se
diseñaron mecanismos de diversión de masas para apaciguar el descontento. La industria cultural responde
a esta impronta. (Donzis, 2003:183) 15

14
Marí, E., Racionalidad e imaginario social en el discurso del orden.
15
Benente, Mauro, Bailando por un sueño como producto de la industria cultural

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