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Si en un auditorio lleno de creyentes hacemos esta pregunta: ¿Cuál es el propósito de Dios para
su vida? Recibiríamos muchos comentarios y opiniones. Por mi parte siempre creí que era evangelizar,
estaba convencido de que Dios quería que hablara acerca del evangelio. Otros dicen que le alabemos,
que le gloriquemos. Pero realmente ¿Cuál es el propósito de Dios para mi vida? En Lucas 9:23 leemos:
“decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”
¿Qué es lo que signica esta petición? Eso trataremos en esta lección; Dios está obrando a diario con ese
propósito en nuestras vidas. Pablo lo declara en Romanos 8:28,29
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien,
esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que
antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a
la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Quiero resaltar la frase: “hechos conformes a la imagen de su Hijo.” Esto es lo que Dios
quiere, no se conforma con otra medida, El quiere hacernos a la imagen de Su Hijo Amado. Notemos
que en 1 Juan 3:2 se nos dice: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado
lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manieste, seremos semejantes a él, orque le
veremos tal como él es.” Pablo nos enseña que llegará el día cuando Jesús será la cabeza de una raza
humana sin pecado; 1 Cor. 15:47-49 nos dice:
Un versículo interesante es Job 13:15 que nos dice: “He aquí, aunque él me matare, en él
esperaré; No obstante, defenderé delante de él mis caminos, Y él mismo será mi salvación, porque
no entrará en su presencia el impío.”
Regresemos a los momentos cuando Dios creaba al hombre en el Edén. En Génesis 1:26
leemos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza;
y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo
animal que se arrastra sobre la tierra.” Así que, Adán, la cabeza de la raza humana fue hecho a la
imagen de Dios. ¿Cuál era esa imagen? Obviamente no se reere al rostro físico o al cuerpo porque
Dios es Espíritu (Juan 4:24). Por tanto, la imagen se reere a otra cosa, al alma. Tiene que ver
Tenemos una mente como la de Dios, tomando en cuenta que no sabemos lo que El sabe,
pero es posible que El nos enseñe. Es como cuando hablamos con nuestros hijos, ellos no saben
todo lo que nosotros sabemos, pero como tienen una mente como la nuestra, les podemos enseñar.
Nuestro Dios es una persona que se comunica.
También tenemos una voluntad como la de Dios; podemos hacer decisiones como El también las
hace. Una de las frases que Pablo usa es: “por el puro afecto de su voluntad” Indicando Su soberanía. Dios
puede hacer lo que El quiera cuando El quiera. Es el dueño absoluto del universo.
Finalmente tenemos emociones como Dios las tiene; la Biblia habla de que Dios siente
gozo, dolor, ira y amor. Aunque en la caída el alma del hombre llegó a ser egocéntrica en
lugar de centrarse en Dios. Al no depender en Dios y darle la espalda, Adán procreó una
raza pecaminosa, apartada de Dios.
Venimos a este mundo espiritualmente muertos (Efesios 2:1-3), con una naturaleza pecaminosa
que se muestra en la primera oportunidad. Tengo una niña y dos varones, ¿Quién enseña a los niños
a mentir? Apenas empiezan a hablar dicen sus primeras mentiras. La verdad es que lo malo nos sale
natural. Pero en la persona de Cristo, la imagen de Dios vuelve a alcanzarnos y el propósito de Dios,
hacernos a Su imagen, nuevamente nos toma.
Digamos que usted va conduciendo en la avenida principal, de pronto otro vehículo se cruza
y lo asusta. Frente a ese abuso usted exclama: ¡Que Dios lo bendiga! De ninguna manera, en ese
momento ni quiero imaginarme sus pensamientos y seguramente sus hijos o quienes le conocen saben
como reacciona. Esa actitud natural se llama la carne, es nuestra
¿Está cansado de pretender algo que no es? ¿Es usted uno de esos que muestra a la gente dominio propio
pero en la casa es un gruñón? Dios quiere acabar con ese show.
Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set.
(Génesis 5:3)
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.(Efesios 2:1)
Dios... en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo... el cual siendo el resplandor de su gloria, y la imagen
misma de su sustancia, ...(Hebreos 1:1-3)
Podemos decir que nuestro nacimiento físico nos hace miembros de la raza pecaminosa de Adán;
aunque, cuando nacemos de nuevo a la familia de Dios, nuestro Padre celestial retoma su propósito
original de hacernos a Su imagen. 1 Corintios 15:49 arma: “así como hemos traído la imagen del
terrenal, traeremos también la imagen del celestial.”
¿Cuándo fue la última vez que estuvo en un funeral? Para mí es sorprendente oir a la gente comentar
acerca de los muertos. En México tienen un dicho: “No hay muerto malo” Oiga lo que dice la gente:
-que bueno que era, -se nos fue un gran hombre, -no ha habido mujer como ella. Una vez que ha
muerto todos hacen buenos comentarios del difunto. Así que si quiere que la gente hable bien de
usted ya sabe lo que debe hacer: ¡Morirse!
Eso es el cristianismo: muerto al yo para que el Espíritu Santo controle nuestras vidas.
Jesús lo dijo claramente en Juan 12:24
Este es el cuadro que ejemplica lo que tiene que pasar para que podamos ser hechos a la imagen de
Cristo. La imagen terrenal está en nosotros y el viejo hombre estará presente hasta la glorifcación, cuando será
sacado, pero él ya no manda en nuestras vidas. Cristo en este versículo dio a conocer la manera de llegar a ser
vencedores. Aunque la Cruz de Cristo es una contradicción o locura para muchos, el creyente allí encuentra
su victoria. Cristo no solamente murió por nuestros pecados sino que crucicó al Yo, al hombre viejo. El
cuadro de la Cruz era patético, la gente movía la cabeza al verle, pero ahí el venció por nosotros crucicando
nuestra naturaleza pecaminosa y librándonos así de su dominio (Romanos 6:6).
Una señora me dijo: ¿le gustaría ver mis ores? Yo contento le contesté: -¡sí claro! Pensando que
me llevaria al jardín de su casa. Pero mi sorpresa fue que me mostró sobres con semillas de
ores. La única manera de que haya plantas es después que ha muerto la semilla. Las fotos en
los sobres eran bonitas pero sin vida.
Jesús con su muerte nos dio vida, solamente si el grano cae en tierra y muere lleva fruto;
eso es exactamente lo que hizo, darse para producir fruto. Ese fruto somos nosotros. Leamos dos
versículos que nos hablan de esto:
El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de
sus criaturas (Santiago 1:18)
Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme
a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29)
Hemos nacido porque Cristo murió, sin Su obra en la Cruz no hay mensaje, no hay Evangelio, solamente
condenanción. Dios nos hizo nacer por la verdad, por el acto de Cristo en la Cruz. Somos los frutos de la obra
de Jesús. También por su muerte llega a ser el primogénito, el primero de muchos hermanos; esos hermanos
somos nosotros. Si él no derramaba su sangre en la cruz y moría, jamás hubiéramos podido ser sus hermanos
y miembros de la familia de Dios. Igual debe pasar con nosotros para poder ser transformados, nos toca morir
para que Dios tenga la libertad de moldearnos a su imagen; esto pasó en la Cruz:
Dios nos hace nuevas criaturas, él no trabaja en el viejo hombre para reformarlo, más bien produce
un nuevo hombre creado según él mismo: “vestíos del nuevo hombre creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad.” (Efesios 4:24). Es la obra de Dios en nosotros, jamás podremos transformarnos en
nuestros esfuerzos, por más que ame al Señor y sea sincero, en sus fuerzas no podrá ser hecho a la imagen
de Su Hijo, esa es la obra de Dios. Nos toca decirle:
No lo digo para condenaros; pues ya he dicho antes que estáis en nuestro corazón, para morir y
para vivir juntamente.(2 Corintios 7:3)
Pablo habla de morir para vivir juntamente, esto es contrario a lo natural. Nosotros hablamos de
vivir para luego morir y Pablo lo invierte: morir primero para luego vivir. La verdad es que primero viene la
muerte al Yo y luego la vida nueva en Cristo. Esto ocurre a través del Espíritu Santo quien vive en nosotros
y maniesta Su fruto; él produce la imagen de Jesús en nosotros.
Jesús llevó fruto y ¿cuándo pasó eso? A veces pensamos en los milagros que hizo, en las curaciones,
en la resurrección de Lázaro. Pensamos que el fruto se reere a los prodigios y señales, pero ¡NO! El
solamente llevó fruto cuando fue sepultado y resucitó al tercer día. Nuestra salvación vino con su muerte y
resurreción, no por sus milagros. Jesús quiere que vivamos una vida nueva. El Padre quiere transformarnos
a la imagen de su Hijo y el Espíritu Santo es quien ejecuta la transformación (2 Corintios 3:18). Lamento
reconocer que muchos creyentes tienen sus ojos clavados en los milagros antes que en la vida nueva.
Muchas personas pueden ser sanadas pero de ahí a ser transformados a la imagen de Su Hijo hay un paso
primordial que dar: aceptar que el yo ya ha sido crucicado. Estoy convencido que Dios es soberano
y puede hacer lo que él quiera, pero también veo en las escrituras que lo más grande que tiene para
darnos es a Sí mismo morando en nosotros. Ya estamos completos en él (Colosenses 2:10). Hemos nacido
a una vida nueva para vivir en Su poder y no
Acabamos de ver el principio de la muerte y resurrección. Ahora queda claro que si vamos a
ser como Cristo y llevar fruto como él, entonces nos toca negarnos a nosotros mismos; reconocer que ya
morimos en la Cruz juntamente con Cristo. (Gálatas 2:20)
llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida
de Jesús se manieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos
entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manieste en
nuestra carne mortal. (2 Corintios 4:10-11)
Llegar al nal de uno mismo, es el primer paso para caminar en fe hacia la madurez espiritual; es
el primer paso para caminar en el Espíritu. Miles Stanford comenta diciendo:
Uno de los medios más efectivos que Dios usa es el fracaso. Muchos creyentes simplemente
se aterran de pensar en la posibilidad de fracasar en sus vidas; haremos todo lo posible para tratar
de esconderlo, ignorarlo, o razonar con el n de explicarlo. Todo ese tiempo estamos resitiendo al
mayor instrumento que Dios usa para conformarnos a la misma imagen de su Hijo. El fracaso cuando
concierne al yo en nuestras vida cristiana de servicio, es el plan de Dios para que dejando de conar
en nosotros mismos nos entreguemos a Jesucristo, quien nunca falla. No perdamos el propósito de
esta lección: “El plan de Dios para cada uno de nosotros.” ¿Cuál es ese propósito? Conformarnos o
moldearnos a la imagen de Cristo. ¿Cómo lo hace?
Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria
del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen,
como por el Espíritu del Señor. (2 Corintios 3:18)
El punto es que Dios tiene una ley funcionando: Nosotros llegamos a ser como aquello
en lo cual enfocamos nuestra atención. Si somos atraídos por este mundo pecaminoso, llegamos
a ser extremadamente mundanos; si vivimos para el yo, llegamos a ser más y más egocéntricos.
Pero cuando jamos nuestros ojos en Cristo, llegaremos a ser más y más como él. Al mirarle
consistentemente en la Palabra, el Espíritu Santo, quietamente y con mucho esfuerzo cambiará el
centro y fuente de nuestra vida del Yo a Cristo.
Nuestros hijos son un ejemplo cuando los varones quieren ser como su papá y las niñas
como su mamá. Caminan como nosotros, quieren vestirse como nosotros, porque están enfocados
en nosotros. Llegamos a ser su buen ejemplo o su mal ejemplo. Pero para los cristianos el
enfoque debe estar en el Señor Jesucristo.
¿Están sus ojos enfocados en Cristo? Dios hará todo lo que tenga que hacer para que la vida de Su Hijo sea
manifestada en nuestros cuerpos mortales. Este es Su propósito para cada creyente.
Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, . . .(Hebreos 12:2)