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Safo procedía de una familia noble y adinerada.

Su padre Skamandar
era un rico comerciante de vinos; tenía tres hermanos menores que
ella.

Cuando se declara la guerra entre Lesbos y Atenas con motivo de las


disputa por Sigui, una pequeña colonia situada cerca del estrecho de
los Dardanelos y tenía una gran importancia estratégica para el
comercio griego. Esta guerra provocó la llamada a filas de su padre.

En dicha guerra muere Skamandar.


Siendo todavía muy joven, Safo se hace cargo del negocio familiar, el
cual alcanza su máximo esplendor bajo su dirección.

En la Antigua Grecia, la mujer gozaba de los mismos derechos que el


hombre. Esto también se produce en la isla de Lesbos, zona de
tránsito comercial que recibía la influencia de diversas culturas. Esto
permitió ser un lugar muy liberal y cosmopolita.
Sin embargo, se ha tenido como modelo a la ciudad de Atenas, donde
el papel de las mujeres era mínimo a diferencia como vemos del resto
de Grecia. No tenían derecho a la educación y sólo se ocupaban de las
labores domésticas, salvo que se fuera cortesana (hetaira). Este
hecho les permitía tener acceso a la cultura y a la vida social. Ello
explica porque Safo fue muy criticada en el mundo ateniense.

Participó activamente en las luchas políticas, que tenían lugar en


Lesbos, y mostró su oposición al tirano que gobernaba la isla Pitaco.
Estuvo implicada en una conspiración para matar a Pitaco, y junto a
otros fue detenida al ser descubierta dicha conspiración. Pitaco
perdono la vida a los estos, pero tuvieron que exiliarse en torno al año
593 a. C.

Salió camino de Siracusa, en la isla de Sicilia y en ella permaneció


unos seis años. En su estancia en dicha ciudad se casó con el rico
mercader Kerkilos, que era mucho mayor que ella, con la que tuvo una
hija llamada Kleis. Durante su estancia en Siracusa desarrolló una
vida intelectual muy intensa, estuvo en contacto con las otras culturas
mediterráneas, que le enriquecieron muchísimo a nivelo personal.

En esta época, Safo se convirtió en el centro de la vida cultural y


artística de la ciudad siciliana. Su marido falleció al poco tiempo del
matrimonio, dejándole una gran fortuna económica.
El tirano Pitaco, seis años después, levantó el castigo a sus
conspiradores y Safo pudo regresar a Lesbos. Pitaco era un buen
gobernante y se ganó el respeto de las gentes, incluso de sus
antiguos conspiradores. Cuando éste falleció, Safo en su entierro tuvo
palabras de elogios para él.
Safo fundó en Mitelene una academia, en la que enseñaba arte, canto,
danza y literatura a muchachas jóvenes.

Dedicó a sus alumnas odas nupciales cuando se preparaban para


casarse.

Amó tanto a mujeres como a hombres, algo que a nosotros


actualmente nos sorprende, pero era una práctica habitual y
aceptable tanto en el mundo griego, como romano. En su poesía cantó
su amor hacia las mujeres sin recato alguno. Esto provocó, que
muchos siglos después fuera mal vista y se hablara de ella de forma
despectiva sobre todo en el mundo cristiano, donde las prácticas
homosexuales son mal vistas.

Safo dio origen al término safismo, así como también es origen del
término lesbianismo por su origen en la islas de Lesbos. Destacó
sobre todas sus amadas, Atthi. Cuando la familia de ésta la retiraron
de la academia para poderla casar, Safo escribió el doloroso poema “el
adiós a Atthi”.
Atthi no ha regresado. / En verdad, me gustaría estar muerta. / Al
abandonarme, ella lloraba. / “¡Ah Safo! Mi dolor es inmenso. / Me voy
a pesar de ti……” / Y yo le respondí, / “Ve feliz, recuérdame. / ¡Ah ¡Tú
sabes bien cuánto te quiero”.
Safo era una mujer de corazón ardiente, se enamoró en muchas
ocasiones de forma apasionada. Embriagda de gozo una veces, y otra
desgarrada por el dolor, dedica a las mujeres unas odas de calidad
sublime y de incomparable sentimiento.

De la obra poética, que nos queda de Safo, destacan las poesías


dedicadas a las mujeres y alguna a sus tres hermanos. Escribió nueve
libros de odas, epitalamios o canciones nupciales, elegías e himnos,
pero se conservan una mínima parte de ellos. Escribió sus obras en el
dialecto aeólico y sus poemas alcanzaron una gran difusión en el
mundo griego, romano y bizantino.

Safo y Faón (Jacques-Louis David, 1809)


Su poema más conocido es la Oda de Afrodita, Safo rendía culto a
Afrodita, diosa del amor y de la belleza. En pleno siglo XX, aparece un
papiro con seis fragmentos de sus poemas y la Oda a las Nereidas.

La poesía de Safo se caracteriza por su sencillez expresiva, su


intimismo y su profundo sentimiento. Sus versos tienen un gran
apasionamiento y dejan constancia de su atracción y relación por
otras mujeres. Se sabe que Safo tuvo relaciones con amantes
masculinos y especialmente con el poeta Alceo, del que habla en sus
poemas, que había participado, como ella, en la conspiración contra el
tirano Pitaco
En su Oda a Afrodita, pide a la diosa que le regale los favores de sus
amantes. Es la confidente, la que intercede cuando el sentimiento
amoroso conduce a la locura.

“Sentada en el trono del Arco Iris / pérfida Reina de la Belleza, / te lo


suplicó, / no dispongas para mí las trampas / de tu decaimiento, de tu
tormento. / Escucha, clemente, mi oración, / como lo hiciste aquella
vez, / en la que, para atender mi suplica, / seguiste la ruta de los
astros / sobre tu hermoso carro”.

Un poeta de la antigua Grecia habló de ella diciendo: “la tierra no


cubre a Safo más que las cenizas, los huesos y su nombre, su discreto
canto disfruta de la inmortalidad”. Su estilo influyó en muchos poetas
de la época y en otros posteriores como Teócrito, Ovidio o Cátulo.
Cabe considerar la obra poética de Safo como revolucionaria, en
cuanto que da una visión del mundo, desde la óptica femenina, en
contraposición a la visión dominante masculina, donde el mundo
heroico, la violencia, la poesía épica del momento y las gestas
militares son las dominantes en aquel mundo.
Ante esta visión de un mundo guerrero masculinizado, aportó una
posición subjetiva y crítica de la fuerza. Toma como prioridad de su
arte, su propio mundo íntimo del ser humano. Sus versos reciben el
mensaje de su alma más interior, o para que los demás nos
identifiquemos con ella, o por el otro lado lo repudiemos.

Safo fue siempre ella misma y nunca mintió a nadie. Buscó la


perfección y la belleza más sublime, todo ello enmarcado en una gran
intensidad y un profundo sentimiento. Entre sus cualidades
intelectuales estaba un gran conocimiento de la música y de la danza,
por la que su obra poética refleja los ritmos y los metros novedosos.
Muy conocidas son sus estrofas y oda sáfica, que se formaba con tres
endecasílabos y un adónico final de once sílabas.
Las antiguas composiciones líricas griegas no se hacían solamente
para ser leídas, sino que se cantaban y siempre eran acompañadas
por algún instrumento musical, habitualmente la flauta, la cítara o la
lira.

En el caso de Safo no solamente las escribía sino que les ponía música
e incluso como era la danza acompañante con los pasos adecuados
pues ella era una gran danzante.
Se sabe, que Safo murió ya madura en el año 570 a C. En sus últimos
poemas muestra un estado de ánimo placentero, feliz consigo misma y
con las cosas que le rodean.
Safo y Alceo (Lawrence Alma-Tadema, 1881)
Es posible encontrar en muchas partes de Grecia después de su
muerte monedas con su efigie y numerosas estatuas. Incluso Platón le
admiraba tanto que se refirió a ella como “la décima Musa”.
Safo junto con Aspasia de Mileto, son consideradas como las mujeres
más importantes de la Grecia Clásica, estando al mismo nivel que
personajes tan celebres como Aristóteles, Platón o Pericles.
Safo empezó a desaparecer cuando, en el año 1073, el Papa Gregorio
VII ordenó quemar todos los manuscritos con los poemas sáficos,
considerados inmorales y pecaminosos, con lo que se perdió para
siempre una parte muy importante de su obre poética. Una vez más la
Iglesia con su ortodoxia intolerante y doctrinaria ha impedido que
llegara la labor ingente de esta poetisa del sentimiento e intimidad.
Amor, que pecho mío / continuamente agita, / es dulce y es impío, / y
es más que una avecita / volátil y ligera. / ¡Ay! De su dardo
fiero, / ¿Quién consiguió victoria? / Renueva, amada mía, / renueva la
memoria / de cuando Atis ardía, / tu dulce amor odiaba / y a
Andromeda estimaba. / Desciende Venus bella, / y en las doradas
copas / con el suave néctar, / mezcla purpúreas rosas, / y a mis dulces
amigos / que tu deidad adoran / con divinal bebida / inspira y
alboroza.

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