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Julián Carrillo (1875-1965), […] Nació en 1875 en un pequeño y remoto poblado

[…] de San Luis Potosí. En 1899 el presidente Porfirio Díaz asistió a un concierto
de violín del joven Julián y le otorgó ipso-facto una beca para estudiar en Europa.
Julián estudió composición, dirección y violín en el Real Conservatorio de Leipzig y
durante tres años tocó en la famosa Orquesta del Gewandhaus, bajo la dirección de
Arthur Nikisch. Su primera sinfonía fue estrenada en esa ciudad por la Orquesta del
Real Conservatorio.
Estudió después violín en el Conservatorio Real de Gante, en Bélgica y ganó en
1904 el primer premio del Concurso Internacional de Violín de Gante.
Desde su regreso a México fue un personaje polémico, lo cual no obstó para que
fuera nombrado director de la Sinfónica Nacional y dos veces director del
Conservatorio Nacional.
Desde su juventud le obsesionó la idea de dividir el intervalo musical no en
semitonos sino en fracciones más pequeñas. El sistema tradicional de la música
occidental es, desde Bach, el sistema “temperado”, cuya escala está dividida en 12
semitonos iguales.
A partir de 1924 Carrillo compuso obras utilizando tercios, cuartos, octavos y
dieciseisavos de tono. Por haber traspasado el límite de los doce semitonos, […]
bautizó su sistema con el nombre de “sonido 13”. Desde el principio, […] estuvo
convencido de que su invento era de máxima trascendencia en la historia de la
música. En un libro anterior a sus primeras composiciones en el nuevo sistema,
Carrillo escribió: “Después de los 12 sonidos, ¿qué seguirá? Puedo asegurar que
estamos en vísperas de presenciar el acontecimiento de mayor trascendencia que
se haya producido en la música, no ya desde el Renacimiento o de la Edad Media,
sino desde todos los tiempos: se avecina el sonido 13”.
Sus obras despertaron interés en Estados Unidos y Europa. Leopold Stokowski las
estrenó con la Orquesta de Filadelfia en la Academia de Música de esa ciudad y en
el Carnegie Hall de Nueva York, y la violonchelista francesa Reine Flachot grabó
una buena parte de la considerable obra de Carrillo para violonchelo, incluyendo
una […] con el flautista Jean-Pierre Rampal.
[…] Sus obras requieren instrumentos especiales, como los “pianos
metamorfoseadores”. Los violonchelos y demás instrumentos de cuerda pueden,
por contra, utilizarse tal cual.
Vivió la mayor parte de su vida durante el período nacionalista de la música en
México. Su obra es, sin embargo, enteramente ajena a esta clasificación. Tras sus
obras iniciales, como su primera sinfonía, que por su estilo fue llamada la Quinta
Sinfonía de Brahms, su suite Los naranjos, el sexteto de cuerdas, su segunda
sinfonía y seis preludios para piano, Carrillo transitó por caminos independientes y
se dedicó a la composición de obras en microtonos.
El compositor checo Alois Haba (1893-1973) también compuso obras en cuartos de
tono, pero nadie exploró tan a fondo la microtonalidad como Carrillo.
Julián Carrillo fue miembro fundador del Seminario de Cultura Mexicana.
Francisco González Bocanegra
(San Luis de Potosí, 1824 – México, 1861) Poeta mexicano. Sus padres le
dedicaron al comercio, mediante el cual adquirió una desahogada posición
que le permitió consagrarse al cultivo de las letras. Ocupó también altos
cargos en la administración, como el de censor de teatro durante el gobierno
de Miguel Miramón, de 1859 a 1860.

Francisco González Bocanegra es principalmente conocido por los versos del


himno nacional mexicano, para los que el gobierno había abierto un concurso
en el participaron veinticinco poetas, y del que resultó vencedor. En su Himno
nacional destaca la fuerza de las palabras (consideradas por algunos
exageradamente beligerantes) y la música, a tiempo de marcha, interpretada
por una banda de guerra, sin dotación de cuerdas.
En su versión original, el Himno contaba con 84 versos decasílabos (un coro
introductorio de cuatro versos y diez estrofas de ocho versos). La versión
actual se reduce a sólo cuatro estrofas, antecedidas por el coro, que se
repite; las estrofas originarias II, III, IV, VII, VIII y IX fueron suprimidas.
González Bocanegra dejó, además, otras composiciones que se distinguen
por su facilidad e inspiración, y el drama titulado Vasco Núñez de Balboa, que fue
estrenado el 14 de septiembre de 1856, en el Teatro Iturbide, y cuya primera
edición impresa no se publicó hasta 1954. Este drama histórico-caballeresco,
muy en la línea del romanticismo imperante, mereció por su excelente
versificación el elogio del dramaturgo español José Zorrilla, quien señaló sin
embargo la lentitud de su desarrollo como principal defecto.

JAIME NUNO

Nacido el 8 de septiembre de 1824 en San Juan de las Abadesas, pueblo de


la provincia de Gerona, en Cataluña (España), fallecía en Bay Side, en Nueva
Jersey (Estados Unidos), en 1908, a los 84 años de edad, siendo inicialmente
sepultado en Buffalo, Nueva York. Jaime Nunó, cuyo nombre de pila en
catalán era Jaume, nació en el seno de una familia humilde y fue el más
pequeño de los siete hijos que tuvieron Francisco Nunó y su esposa
Magdalena Roca. La familia Nunó contaba con unos parcos ingresos,
obtenidos de su trabajo en una pequeña fábrica de San Juan de las Abadesas.
Siendo todavía muy niño, Nunó recibió ya los primeros fundamentos de su
formación musical, gracias a su hermano Juan, que era organista de la iglesia
de San Juan de las Abadesas, y quien, pacientemente, lo introdujo en el
mundo de la música.

Pero pocos años después del nacimiento de Jaime, empezó un triste período
para la familia Nunó. El padre murió víctima de un accidente, lo que obligó a
la madre a emigrar con el pequeño Jaime a la capital catalana, Barcelona,
donde tenía algunos parientes, a fin de intentar superar las penalidades
económicas y labrarse un futuro más esperanzador. Magdalena Roca murió,
sin embargo, poco después, cuando Jaime Nunó contaba apenas nueve años,
víctima de una terrible epidemia de cólera que causó una elevadísima
mortandad. Nunó fue adoptado por su tío Bernardo, un comerciante de telas
de seda de Barcelona que inmediatamente empezó a fomentar las grandes
aptitudes musicales de su sobrino.

Los familiares de Nunó no tardaron pues en lograr que aquel pequeño,


extraordinariamente dotado para la música, fuera admitido en la catedral de
Barcelona para cantar en el coro, del que pronto se convirtió en un virtuoso
solista. Nunó permaneció siete años en el coro de la catedral, donde, aparte
de cantar, tocaba también el órgano. Cuando, definitivamente, le cambió la
voz, recibió por sus prometedoras aptitudes una pensión para estudiar en
Italia, donde asistió a clases de composición con el maestro Saverio
Mercadante. Tras terminar su formación, regresó a Barcelona, decidido a
ejercer su profesión, que prometía ser brillante: el joven Nunó había ya
compuesto un gran número de piezas de baile, especialmente valses, así
como arias y también misas.

Aunque inicialmente su vida profesional parecía que iba a transcurrir por


cauces tranquilos, en una Barcelona cada día más próspera debido a los
cambios económicos acaecidos a raíz de la revolución industrial, el futuro de
Nunó había de seguir derroteros muy distintos. Efectivamente, cuando tras
su regreso a España fue nombrado por el gobierno, en 1851, director de la
Banda del Regimiento de la Reina, en Madrid, empezaba para este músico
una nueva etapa intensa y agitada, repleta de cambios y viajes. Ese mismo
año, el gobierno español le encomendó la misión de organizar las bandas
militares regionales de Cuba, entonces posesión española.
Poco después de llegar a Cuba, Nunó trabó una especial amistad con Manuel
Concha, gobernador y capitán general de Cuba. Fue allí también donde
conoció al general mexicano Antonio López de Santa Anna, con quien habrían de
unirle estrechos lazos de amistad. Cuando Santa Anna regresó a México para
hacerse cargo por última vez de la presidencia del país, invitó a Nunó a que
se uniera a él y le nombró (1853) director general de bandas militares, con
el grado de capitán de infantería de la milicia activa, trabajo por el que habría
de percibir un notable sueldo. La aceptación de dicho ofrecimiento significó
para Nunó un cambio radical de vida, ya que no podía imaginar que la
decisión de trasladarse junto con la comitiva de Santa Anna a México había
de convertirlo años más tarde en prócer del país.
Fue también en 1853 cuando el gobierno de Santa Anna hizo una llamada a
los poetas y compositores del país con objeto de escoger e instituir el himno
nacional mexicano. Miguel Lerdo de Tejada, oficial mayor del Ministerio de
Fomento, Colonización, Industria y Comercio, convocó pues un concurso para
componer la música del Himno Nacional, cuya letra, seleccionada
anteriormente, había sido escrita por el poeta Francisco González Bocanegra. La
principal normativa que debía cumplirse para poder acceder al concurso era
que las partituras tenían que ejecutarse siguiendo unas determinadas
normas musicales y en un plazo máximo de sesenta días. Nunó escribió un
himno vibrante, emotivo y triunfante que convenció definitivamente al
jurado. El 12 de agosto de 1854 se dio a conocer oficialmente la pieza
ganadora del certamen, que era la de Jaime Nunó. Como Nunó había firmado
la partitura con sus iniciales, se le instó a que revelase su identidad.

Manuel M. Ponce (1882- 1948), nació en Fresnillo, Zacatecas. Demostró una


notable facilidad musical desde su niñez. A los nueve años, compuso su primera
obra pianística. Formó parte del coro infantil y fue más tarde organista en el templo
de San Diego en Aguascalientes, en donde su hermano, fray Antonio, ejercía como
sacerdote.
En 1900 se trasladó a la Ciudad de México para estudiar en el Conservatorio, y en
1904 viajó a Europa. Estudió en Bolonia con Luigi Tochi y en Berlín con Martin
Krauze.

En 1912 tocó el estreno de su Concierto para piano y orquesta con la Orquesta


Sinfónica de México, dirigida por Julián Carrillo.
En 1914 aparece su Álbum de canciones mexicanas, basado en piezas populares
que fue recogiendo. La más famosa sería Estrellita, compuesta en 1912 y cuya
popularidad persiste hasta nuestros días.
Debido a la situación política imperante en México, viajó a La Habana en 1915 en
compañía del poeta Luis G. Urbina. Permaneció en La Habana hasta 1917, como
crítico musical de El Heraldo de Cuba y La Reforma Social. Se interesó por la
música popular cubana y compuso la Suite cubana. De esa época data su Sonata
para violonchelo y piano, que muestra una cierta influencia de la música cubana.
En 1917 aceptó el nombramiento de director de la Orquesta Sinfónica Nacional, que
dirigiría dos años.

En 1921 compuso un ambicioso tríptico orquestal titulado Chapultepec.


En 1925, a los 43 años de edad, se inscribió en la Escuela Normal de Música de
París. Fue alumno de Paul Dukas y refrendó su gran amistad con el guitarrista
español Andrés Segovia. Su lenguaje musical cambió. Abandonó el estilo
nacionalista, tal como muestran sus Tres preludios para violonchelo y
piano compuestos en París y sus obras subsecuentes. Obtuvo la licenciatura en
composición en 1932, a los 50 años de edad y, armado de nuevas ideas y de un
nuevo lenguaje, regresó a México ese año y fue nombrado director del
Conservatorio Nacional.
Su amistad con Segovia redundó en una serie de obras guitarrísticas dedicadas al
gran artista español, tales como las Variaciones sobre la Folia de España, de 1929,
las sonatas y el Concierto del Sur para guitarra y orquesta, estrenado por Andrés
Segovia en Montevideo en octubre de 1942.
Compuso en 1943 un Concierto para violín y orquesta, estrenado ese año por el
violinista Henryk Szeryng y la Orquesta Sinfónica de México, bajo la dirección de
Carlos Chávez.
En marzo de 1942 fue elegido miembro titular del Seminario de Cultura Mexicana
[…].

En 1945 fue nombrado director de la Escuela Nacional de Música.

Recibió en 1947 el Premio Nacional de las Artes y de las Ciencias, de manos del
presidente Miguel Alemán.

Ponce falleció el 24 de abril de 1948 en la Ciudad de México.

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