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Parte III
El starez de Optina, el abad Anatolio aconseja a una persona: "He aquí que el
Señor te envía las tentaciones: es para que tu pasión muera... El Señor mira
claramente y atentamente todas tus obras, dentro de tu misma alma, así como
nosotros vemos el rostro de una persona. Él mira y examina cómo serás tú en
las penas. Si soportas, serás Su amada. Y si no soportas, y murmuras, pero te
arrepientes, de todas maneras serás Su amada... Únicamente el Señor designa
a quien las congojas vendrán al comienzo, a quien en el medio y a quien al
final de la vida... Obra según tus fuerzas; y no valores tú misma tus méritos y
no cuentes tus virtudes; sino remarca tus debilidades y pecados y el Señor
nunca te dejará... Si vives mal, no decaigas, sino ten humildad y el Señor verá
tu humildad más que a las grandes hazañas sin humildad... Haz según tu
fuerza; hazlo con humildad y con autorreproche; y te acostumbrarás y amarás
la oración tanto que ni a la fuerza te separarán de ella. Porque la oración es
dulce y generadora de alegría."
Fuente inagotable son los consejos de los maestros. Nosotros hemos guardado
cuidadosamente sólo una gota de ellos y los ofrecemos al lector como un don
de maestría — don de razonamiento y gracia. Seamos agradecidos a estos
visionarios, delante de cuyos ojos espirituales están descubiertos todos los
secretos de nuestro corazón y nuestros pensamientos ocultos. A pesar de que
ellos vivieron entre nosotros, su vida llevaba un carácter atemporal y fuera del
espacio. Comencemos con amor a aprender de ellos el camino a la salvación
eterna.
Varias veces san Máximo fue enviado al exilio y después nuevamente llamado
a Constantinopla. Los herejes frecuentemente pasaban de los intentos de
convencerlo y de las promesas a las amenazas, las ofensas y hasta la golpiza a
san Máximo. Pero él continuaba inamovible en sus convicciones religiosas.
Por fin ellos le cortaron la mano derecha y la lengua, para que no pudiera, ni
con la pluma ni con la palabra, defender la verdad. Después de esto lo
enviaron al exilio al Cáucaso, a Lazov, (región de Mingrelia), donde terminó
su vida el 13 de Agosto del año 662, sabiendo por adelantado el día de su
muerte.
1. Así como los médicos, para tratar las distintas enfermedades físicas, no
prescriben a todos siempre el mismo remedio, Dios, al sanar nuestras
enfermedades espirituales no lo hace con un único remedio sino que sana cada
alma con los remedios adecuados justamente para ella. Agradezcámosle por la
curación, aun si los remedios nos produjeran sufrimientos (san Máximo).
El conocimiento de Dios.
7. Hay muchos entre nosotros que hablan, pero pocos que hacen. No obstante
nadie ose tergiversar la palabra de Dios en su provecho. Mejor es para el
reconocer su debilidad y no ocultar la verdad Divina, que por el
quebrantamiento del mandamiento convertirse en culpable de tergiversar la
palabra de Dios (san Máximo).
11. Refrena la fuerza de la irritabilidad del alma con el amor, la fuerza de las
pasiones mortifícala con la abstinencia y la de la mente — elévala con las alas
de la oración. Entonces la luz nunca se diminuirá en tu alma (san Máximo).
11. "La imagen del perecible" (el hombre terrenal, Adán) — son los
principales defectos, como: la falta de razón, la pusilanimidad, la
incontinencia, la mentira. "La imagen del Celestial" son las principales
virtudes: la sabiduría, la valentía, la castidad, la justicia. Y así como antes
nosotros llevábamos los rasgos del viejo hombre, llevemos ahora los rasgos
del Nuevo (1 Cor. 15:49; san Máximo).
11. Pienso que no es justo denominar muerte al final de esta vida, sino que
más bien creo que ésta debería llamarse la liberación de la muerte, el
alejamiento de la región de lo perecedero, la liberación de la esclavitud, la
cesación de las inquietudes, el final de la lucha, la partida de la región de las
tinieblas, el descanso de los trabajos, el cubrimiento de la vergüenza, la
liberación de las pasiones, en pocas palabras: la terminación de todos los
males. Habiéndolos soportado y habiéndose corregido por medio de la
mortificación de la carne, los santos se hicieron a si mismos extraños para esta
vida. Como hay simpatía de los sentidos con lo sensorial que genera
tentaciones, ellos luchando valientemente contra el mundo, la carne y los
levantamientos surgidas de ambos y habiéndolos vencido a los dos,
conservaron en si mismos la dignidad del alma no doblegada (san Máximo).
20. Quien vence a la fuente de las pasiones, que es el amor propio, con ayuda
de Dios fácilmente vencerá a las demás pasiones: la ira, la tristeza, el rencor y
las demás. En cambio quien es vencido por el amor propio, aunque no lo
quiera, se liga a las demás pasiones (san Máximo).
21. Hay pasiones que son del cuerpo y las hay también espirituales. Las
corporales son causadas por el cuerpo y las espirituales por las cosas
exteriores. Pero el amor y la continencia eliminan a ambas: el amor a las
espirituales y la continencia a las corporales (san Máximo).
26. Existen tres causas para la codicia: el amor al lujo, la vanidad y la falta de
fe, entre las cuales la falta de fe es la más fuerte de todas. El que ama el lujo
ama las riquezas para gozar con su ayuda; el vanidoso para glorificarse; y el
incrédulo para guardarla para el "día negro." Temiendo el hambre, la vejez, la
enfermedad, el exilio y cosas semejantes, confía más en lo que ha guardado,
que en Dios, Quien creó a todos y de todos se ocupa, hasta de las mas
pequeñas criaturas (san Máximo).
La mansedumbre, la falta de ira, las congojas, las tentaciones.
27. Si tú sientes rencor hacia alguien, ora por él para detener dentro tuyo el
accionar del rencor con la oración y alejar la congoja por el mal que te causó.
Habiéndote vuelto amistoso y amante del prójimo, echarás completamente
esta pasión de tu alma. Cuando es otro el que se enoja contra ti, sé cariñoso
con él y humilde y trátalo amistosamente y de esta manera le ayudaras a
librarse del rencor (san Máximo).
28. Cuando los demonios ven que nosotros despreciamos las cosas de este
mundo y no deseamos por ellas odiar a otros y alejarnos del amor, levantan en
contra nuestra difamaciones, para que nosotros, al no soportar la amargura,
odiemos a los difamadores (san Máximo).
28. Glorifica a Dios no aquel, que Lo honra piadosamente sólo con palabras,
sino aquel que por Dios y Sus mandamientos soporta con paciencia los
sufrimientos y los trabajos, aquel que Lo glorifica con su vida. Un hombre así
se glorifica asimismo con la gloria Divina, recibiendo la gracia del
desapasionamiento en recompensa por la comunión con las virtudes del
Salvador, quien sufrió por nosotros. Porque todo aquel, que glorifica dentro
suyo a Dios con sus sufrimientos por causa de las virtudes, se glorifica
también en Dios con la iluminación desapasionada de Sus rayos en un estado
de contemplación. Por eso el Señor, al ir a los sufrimientos voluntarios, decía:
"Ahora se ha glorificado el Hijo del Hombre, y Dios se ha glorificado en Él.
Si Dios se glorifica en Él, entonces también Dios lo glorificara en Si Mismo"
(Juan 13:31-32; san Máximo).
31. En la misma medida que es más fácil pecar con la mente que en los
hechos, es también más difícil luchar con los pensamientos que con los hechos
(san Máximo).
31. Gran acto es no apegarse a las cosas pero mucho mayor es permanecer
desapasionado ante los pensamientos acerca de ellos, porque la guerra de los
espíritus malignos contra nosotros a través de los pensamientos es mucho más
pesada que la guerra a través de los objetos mismos (san Máximo).
31. No malgastes los pensamientos, para no malgastar por necesidad también
los objetos; porque si primero no pecas con el pensamiento, nunca pecarás
tampoco en los hechos (san Máximo).
31. A las cosas a las que alguna vez estuvimos apegados, son las que también
pensamos apasionadamente. ¿Por qué el que venció los pensamientos
pasionales desprecia también por supuesto las cosas imaginadas? Pues la
lucha con los recuerdos de las cosas es tanto más difícil que la lucha con las
mismas cosas, cuanto más cómodo es pecar con la mente que con el mismo
hecho (san Máximo).
36. Muchas obras que son buenas por naturaleza pueden resultar malas ante
ciertas circunstancias. Por ejemplo — el ayuno y el velar, la oración y el canto
de los salmos, la limosna y la hospitalidad al viajero son, en sí, obras buenas,
pero cuando se realizan por vanidad, se vuelven malas (san Máximo).
40. El que ama a Dios vive sobre la tierra con vida angelical, ayunando y
velando, cantando a Dios y orando y pensando lo bueno de cada persona (san
Máximo).
40. Quien ama a Dios no amarga ni entristece a nadie, ni se ofende con nadie
por causa de lo temporal. Sólo se amarga y entristece con aquella pesadumbre
salvadora con la cual san Pablo apóstol se entristecía el mismo y apesadumbró
a los corintios (2 Cor. 2:4; san Máximo).
40. El que ama algo desea conseguirlo de cualquier modo y aleja todo lo que
se lo dificulta para no privarse de ello. Así el que ama a Dios se ocupa de la
limpia oración y echa fuera de si toda pasión que le entorpezca en esto.(san
Máximo).
40. Hay que amar con toda el alma a cada hombre; la esperanza nuestra hay
que depositarla sólo en Dios y sólo a Él servir con todas nuestras fuerzas.
Porque mientras Él nos proteja todos nuestros amigos nos favorecen y
nuestros enemigos no nos pueden ocasionar ningún mal. Cuando Él nos deje
todos nuestros amigos se darán vuelta y nuestros enemigos tomarán fuerzas
sobre nosotros. Los amigos de Cristo aman a todos sinceramente pero no
suelen ser amados por todos. Los amigos del mundo no aman a todos y no son
amados por todos. Los amigos de Cristo conservan la unión del amor hasta el
fin y los amigos del mundo hasta que no sucede entre ellos un enfrentamiento
por alguna cosa mundana (san Máximo).
44. Quien curiosea acerca de los pecados ajenos o por sospecha juzga a su
hermano, todavía no comenzó con el arrepentimiento y no trata de conocer sus
propios pecados, que verdaderamente son más pesados que un lastre de plomo
de muchas libras y no sabe por qué el hombre suele estar "de corazón pesado,
amante de la vanidad y buscador de la mentira" (Sal. 4:3). Por eso él, como
necio y perdido en las tinieblas y olvidando de sus propios pecados, se ocupa
de los ajenos, sean estos reales o imaginados (san Máximo).
Barsonofeo y Juan
San Barsonofeo vivió en el siglo 6to durante el gobierno del emperador
Justiniano y era nativo de Egipto. Vivió en Palestina, primero en una
monasterio cerca de la ciudad de Gaza y después en una pequeña celda donde
pasaba el tiempo en oración y silencio. Durante el transcurso de 50 años nadie
lo vio. Por su gran humildad y paciencia se hizo digno de recibir de Dios los
dones de sabiduría, clarividencia y profecía. Relatan que, a semejanza del
apóstol Pablo, fue arrebatado a Dios y vio los indescriptibles bienes del Reino
de Dios. Realizaba milagros, resucitaba a muertos y podía, a semejanza del
profeta Elías, cerrar y abrir el cielo. Tan grandes dones los consiguió en
tentaciones y pesares increíblemente difíciles. Cerca del final de su vida y
para el bien de la Iglesia y por invitación del Patriarca de Jerusalén fue a
Jerusalén y allí convenció al emperador de dejar sus ideas erradas y devolverle
a la iglesia de Jerusalén su buena disposición. Falleció en el año 563.
San Juan también llevaba una vida de silencio y se hizo digno de recibir de
Dios los dones de clarividencia y de profecía, por lo que fue llamado profeta.
Es desconocido el lugar de su nacimiento. Durante 18 años y hasta su misma
muerte vivió al lado del maestro Barsonofeo. Sabiendo el día de su muerte,
Juan por pedido de abba Elián, pospuso su muerte por dos semanas para
enseñarle como dirigir el monasterio.
San Barsonofeo le ordenó al abba Serid anotar todas sus respuestas, sin temor
a confusión alguna, porque el Espíritu Santo lo iba a guiar para escribir todo
correctamente y en el orden correspondiente.
8. ¿Cuántas veces hay que orar para que la mente reciba la revelación de cómo
se debe proceder? — Cuando no puedes preguntarle a un experimentado
maestro debes orar tres veces acerca del asunto en cuestión y después de esto
mirar hacia donde se inclina el corazón, aunque sea por un cabello, y después
proceder de acuerdo a eso. Una revelación así siempre es reconocible y
totalmente comprensible para el corazón (Barsonofeo y Juan).
8. ¿Cómo orar tres veces: en distinto tiempo o de una sola vez? A veces
sucede que no es posible posponerlo. Si tienes tiempo disponible ora tres
veces en el transcurso de tres días y si sucede una extrema necesidad, como
cuando fue entregado el Salvador, toma como modelo cuando Él se alejaba
tres veces para la oración y rezaba tres veces pronunciando las mismas
palabras (Mat. 26:44) ( Barsonofeo y Juan).
30. Debemos considerarnos que somos los peores de los pecadores y que no
hemos hecho nada bueno delante de Dios, reprocharnos a nosotros mismos en
todo tiempo, en todo lugar y por todo acto (Barsonofeo y Juan).
31. Ante la pregunta si debemos discutir con los pensamientos que nos
atormentan diré: No discutas. Pues los enemigos desean exactamente eso y al
ver tal discusión no dejarán de atacar. Mejor órale al Señor acerca de esto,
descubre delante de Él tu debilidad y Él te ayudará no sólo a alejar esos
pensamientos sino que los aniquilará completamente (Barsonofeo y Juan).
36. Es más provechoso hacer preguntas con humildad que insistir en nuestra
voluntad porque el Señor Mismo ayuda al que contesta que decir, por causa de
la humildad y la justicia del corazón del que pregunta (Barsonofeo y Juan).
Vida contemplativa.
Abba Doroteo
San Doroteo vivió a fines del siglo 6to y comienzos del 7mo y su patria fue
Gaza en Palestina. En su juventud aprendió muchas ciencias mundanas y
poseía una fortuna considerable. Tenía comunicación con los grandes
maestros espirituales Barsonofeo y Juan y por su influencia se consagró monje
en la comunidad de abba Sverid. Después fue superior de un monasterio
vecino. Se conservaron 21 enseñanzas y algunas epístolas suyas. Murió cerca
del año 620.
La Providencia de Dios.
1. No desees que todo se haga según tu voluntad sino que resulte así como
debería ser y de ese modo conseguirás la paz con todos. Y cree que todo, hasta
lo más pequeño que nos sucede es por la providencia de Dios, y entonces sin
ninguna turbación soportarás todo lo que te pase (Abba Doroteo).
11. Todo aquel deseoso de alcanzar la salvación debe no solo alejarse del mal
sino que está obligado a hacer el bien, como esta escrito en el salmo:
"Apártate del mal, y haz el bien "(Sal. 33:15). Por ejemplo, si alguien era
irascible no solamente no debe enojarse sino que debe convertirse en manso;
si alguien era soberbio, no solamente debe no serlo sino que debe ser humilde.
Así, cada pasión tiene una virtud opuesta: la soberbia — la sabia humildad, la
mezquindad — la misericordia, la lujuria — la castidad, la pusilanimidad —
la paciencia, la ira — la mansedumbre, el odio — el amor (Abba Doroteo).
11. No pienses que la virtud supera tus fuerzas y que no la puedes alcanzar
sino anímate con fe y valientemente ponle comienzo, preséntale a Dios un
buen esfuerzo y verás la ayuda que te dará para la realización de la buena
obra. Imagínate delante tuyo dos escaleras: una que te eleva al cielo y la otra
que te baja al infierno y que tú estás en la tierra entre esas dos escaleras. No
pienses y no digas como puedes volar desde la tierra y alcanzar de repente el
cielo, es decir la parte superior de la escalera. Tu solo presérvate de descender
hacia abajo, evita hacer el mal. Trata de a poco de subir hacia arriba, haciendo
el bien, cualquier obra buena que se te presente. Cada obra buena tuya será un
paso hacia arriba. Así, elevándote con la ayuda de Dios escalón por escalón
alcanzarás finalmente también el extremo de la escalera (Abba Doroteo).
13. Quien realice una obra agradable a Dios invariablemente será alcanzado
por la tentación: porque a toda obra buena o bien le precede o le sigue la
tentación. Y en realidad todo lo que el hombre hace por causa de Dios no
puede ser considerado firme hasta que no sea examinado por la tentación
(Abba Doroteo).
13. Así como tras los cuerpos siguen las sombras, también tras el
cumplimiento de los mandamientos siguen las tentaciones porque nadie
entrará en el Reino de los cielos sin tentaciones. Por ello soporta sin dudar y
ora y el buen Dios te premiará por tu atención y paciencia (Abba Doroteo).
13. Se debe pasar el camino de Dios según lo dicho por los padres: "Entrega
la sangre y recibe el Espíritu" (Abba Doroteo).
21. ¿A quién se parece un hombre que satisface una pasión? Se parece a aquel
que, herido con flechas por su enemigo, toma esas flechas y con sus propias
manos las clava en su corazón. El que se enfrenta con las pasiones es
semejante al hombre que está bajo una lluvia de flechas del enemigo pero está
vestido con armadura y por eso no es herido. Y el que desarraiga la pasión es
semejante a aquel, que bajo la lluvia de flechas de su enemigo las quiebra o
las devuelve al corazón del enemigo, como está dicho en el salmo: "Su espada
entrará en su mismo corazón, y su arco será quebrado" (Sal. 36:15; Abba
Doroteo).
21. Si en alguien se convierte en costumbre aunque sea una sola pasión, ésta
lo va a atormentar. A veces el hombre realiza muchas obras buenas pero una
sola mala costumbre puede superarlas a todas. Por ejemplo, si una sola
pequeña uña de un águila se enreda en una red, este perderá completamente la
libertad. Así también el alma por causa de una sola pasión puede caer en las
manos del enemigo. Por eso no permitáis, que ninguna pasión se convierta en
costumbre, y oradle a Dios día y noche para no caer en la tentación. Y si por
causa de nuestra debilidad resultáramos derrotados, obliguémonos a
levantarnos inmediatamente, comencemos a llorar delante de la bondad de
Dios, empecemos nuevamente a velar y a esforzarnos. Y Dios, al ver nuestra
buena intención, humildad y quebrantamiento de corazón, nos tenderá la mano
de ayuda y realizará con nosotros de acuerdo a Su misericordia (Abba
Doroteo).
21. No se llama iracundo aquel que alguna vez se enojó, ni lujurioso aquel que
alguna vez cayó en pecado carnal, ni misericordioso aquel que alguna vez
hizo misericordia. Tanto en la virtud como en los defectos surge la costumbre
o inclinación por la frecuente repetición. Es esta misma inclinación la que
después atormenta o tranquiliza al alma. La virtud tranquiliza porque cuanto
más hacemos el bien, tanto más conseguimos la inclinación por la virtud y a
través de esto recuperamos nuestro estado natural y nos elevamos a nuestra
salud original. Y el defecto atormenta porque a través de él recibimos una
inclinación extraña y enemiga de nuestra naturaleza, que nos destruye (Abba
Doroteo).
La conservación de la conciencia.
23. Cuando Dios creó al hombre, sembró dentro de él algo Divino, como si
fuera una pensamiento, que tiene dentro suyo luz y calor, al igual que una
chispa. El pensamiento que ilumina la mente y le muestra lo que es bueno y lo
que es malo, se llama conciencia. La conciencia es una ley natural. Siguiendo
la voz de la conciencia, los patriarcas y los santos que vivieron antes de la ley
escrita, agradaban a Dios (Abba Doroteo).
23. Está en nuestro poder "enterrar" nuestra conciencia o permitirle alumbrar
en nosotros e iluminarnos con nuestra obediencia. Porque cuando la
conciencia nos dice de hacer algo y nosotros lo despreciamos, o bien cuando
ella nos aconseja hacer algo y no lo hacemos, la pisoteamos con esto y es
como si la enterráramos y de esta manera su voz se vuelve débil y difícil de
escuchar por el peso que tiene encima. Y así como en el agua enturbiada por
el lodo no es posible ver el reflejo de nuestro rostro, también nosotros,
pecando conscientemente, dejaremos de comprender lo que nos dice nuestra
conciencia. Hasta es posible llegar a pensar que la conciencia se perdió
completamente. Sin embargo no hay hombre que haya desgastado
completamente su conciencia porque ella es algo Divino y nunca se extingue
completamente (Abba Doroteo).
La continencia, la mansedumbre.
28. Cuando el hombre derrotado por las penas peca, ¿cuál es el provecho de
sus pesares? El hecho es que nosotros pecamos en las tentaciones porque
somos impacientes y no queremos soportar algo contrario a nuestra voluntad.
Sin embargo Dios no permite nada que sea superior a nuestras fuerzas, como
dijo el Apóstol: "Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que
podéis resistir" (1 Cor. 10:13). Pero nosotros no tenemos paciencia, no
queremos soportar ni siquiera un poco, no tratamos de recibir todo con
humildad y por eso nos apesadumbramos. Y cuanto más tratamos de escapar
de los ataques tanto más nos atormentamos por ellos, nos agotamos y no
podemos librarnos de ellos. La gente que ha aprendido a nadar en el mar con
pericia sabe que cuando sobre ellos cae una gran ola es necesario sumergirse
debajo de ella para que ella pase por encima para después nadar de nuevo
tranquilamente hacia la meta. Si tratáramos de enfrentarnos con la ola, ésta
indefectiblemente nos golpeará con gran fuerza, nos dará vuelta y nos
arrastrará una distancia considerable. Nadando así, el necio se cansará
inútilmente. Algo semejante sucede con las tentaciones. Cuando el hombre
soporta las tentaciones con paciencia y humildad, estas pasarán sin dañarlo. Si
en cambio comienza a desanimarse, a turbarse, a culpar a otros, se
sobrecargará inútilmente, atraerá sobre sí aun mayores tentaciones y no
recibirá ningún provecho (Abba Doroteo).
28. Las tentaciones traen provecho sólo a aquel que las soporta sin confusión.
Cuando nos inquieta alguna pasión, no debemos turbarnos, porque la
confusión proviene de la insensatez, de la soberbia y del hecho que nosotros,
al no conocer nuestra constitución espiritual, esquivamos el esfuerzo. No
progresamos en la vida espiritual porque no sabemos nuestra medida, no
tenemos suficiente paciencia y queremos volvernos virtuosos sin esfuerzo
(Abba Doroteo).
28. ¿De qué te sorprendes, hombre, cuando te inquieta una pasión? ¡Pues tú
mismo la has creado! Mejor soporta, esfuérzate y órale a Dios para que te
ayude. Porque es imposible que aquel, que satisfacía sus pasiones, no padezca
sufrimientos por ello (Abba Doroteo).
28. Creé que la deshonra y los reproches de la gente son una medicina para la
cura de tu soberbia y ora por los que te reprenden como por verdaderos
médicos de tu alma. Convéncete que aquel que odia el deshonor odia también
la humildad y que quien esquiva a los que lo amargan se aleja de la
mansedumbre (Abba Doroteo).
28. Hay gente tan agotada por las enfermedades y ataques de esta vida que
prefieren morir con tal de librarse de los sufrimientos. Esto pasa con ellos por
su pusilanimidad y su gran insensatez, porque no piensan en la terrible
necesidad que sufre la gente, cuando su alma deja el cuerpo. He aquí lo que
relata el libro "De los Padres." Un aplicado novicio le preguntó a su maestro:
"¿Por qué deseo morir?" El maestro le respondió: "Porque le escapas a los
sufrimientos y no sabes que los sufrimientos venideros son más pesados que
los que soportas aquí." Otro novicio le preguntó a su maestro: "¿Por qué yo,
en mi celda, caigo en desgano, descuido y abatimiento?" El maestro le dijo:
"Porque todavía no has conocido ni el descanso esperado, ni los tormentos
venideros. Porque si tú hubieras conocido esto fehacientemente, aunque
estuvieras de pie en tu celda llena de gusanos, que te llegaran hasta el cuello,
soportarías esto si debilitarte ni un poco." Pero nosotros entregándonos a la
pereza queremos salvarnos y por eso sufrimos penas, cuando deberíamos
agradecerle a Dios y considerarnos dichosos por poder sufrir un poco aquí,
para conseguir la paz allá (Abba Doroteo).
29. Investiguemos porque sucede que a veces alguien que escuchó una ofensa
no le presta atención y la soporta sin turbarse mientras que otras veces se turba
inmediatamente. ¿Cuál es la causa de esta diferencia? ¿Y es acaso una sola la
causa o son varias? Existen diferentes causas pero una es la principal y genera
a las demás. En primer lugar, puede suceder que alguien después de la oración
o una buena práctica se encuentra en una buena disposición del espíritu y por
esto condesciende a su hermano y no se turba por sus palabras. Puede pasar
que una persona tiene afición por alguien y por eso soporta todo lo que
proviene de él sin amargarse. Y también puede suceder que uno desprecia al
hombre que desea ofenderlo y por eso no le presta atención (Abba Doroteo).
El amor al prójimo.
44. He oído acerca de un hombre que cuando visitaba a alguno de sus
conocidos y veía su habitación desarreglada y hasta sucia, se decía a si mismo:
"Dichoso este hombre, porque dejando las preocupaciones por todo lo
terrenal, elevó su mente hacia lo alto, de manera tal que ni siquiera encuentra
tiempo para arreglar su habitación. Cuando visitaba a otro hombre y veía su
habitación arreglada y hermosa, se decía a si mismo: "El alma de este hombre
es tan limpia, como limpia es su habitación y el estado de su habitación habla
de su alma." Y él nunca acusaba a otro de negligente ni de soberbio, sino que
por su buen estado de ánimo en todos veía lo bueno y de todos recibía
provecho. Que el buen Dios nos de a nosotros también un ánimo tan bueno
para que podamos recibir provecho de todos y nunca notar las faltas del
prójimo (Abba Doroteo)
44. Ante el encuentro con la gente por sobre todo debemos evitar la sospecha,
de la cual proviene la perniciosa acusación. Tengo muchos ejemplos que
demuestran que cada uno juzga a los demás según su propio estado espiritual.
Supongamos por ejemplo, que a alguien le sucedió estar de noche en el
camino por el que pasan tres hombres. Al verlo parado, uno de ellos pensará
que está a la espera de alguien para un encuentro de lujuria; otro pensará que
es indudablemente por su aspecto sospechoso un ladrón y el tercero pensará
que seguramente está esperando a alguien para ir juntos al templo a orar. Así,
los tres vieron al mismo hombre al mismo tiempo y en el mismo lugar, pero
pensaron de él de modo completamente diferente. Y esto, evidentemente, es
conforme al estado de ánimo de cada uno de ellos. Así como los cuerpos
enfermos y amarillentos convierten todo alimento que ingieren (cualquiera
que sea, incluso el que más provecho trae) en jugos perjudiciales, también el
alma con la moral pervertida recibe daño de todo aquello con lo que tiene
contacto, hasta de lo mas provechoso. Por otra parte el que tiene una buena
moral es semejante a aquel que tiene un organismo sano, el cual hasta si
tragare algo no completamente bueno, también lo convertirá en buenos jugos.
Así también nosotros, si tenemos una buena moral y un ánimo bueno, de todo
hecho recibiremos provecho espiritual (Abba Doroteo).
44. ¿De quién es obra turbar, condenar y dañar sino de los demonios? Y he
aquí que nosotros resultamos ayudantes de los demonios para nuestra
perdición y la de nuestro prójimo. ¿Por qué sucede así? ¡Porque no hay amor
en nosotros! Porque "el amor cubre multitud de pecados." (1 Pedro 4:8). Los
santos no condenan al que peca y no sienten aversión por él, sino que lo
compadecen, se apenan por él, lo hacen entrar en razón, lo consuelan, lo
medican como a una parte del cuerpo enferma y hacen todo para salvarlo
(Abba Doroteo).
45. Hay que tratar de limpiar completamente el pus interior, para que la parte
enferma cicatrice completamente. de manera que no quede ningún desorden y
de ninguna manera se pueda reconocer que en ese lugar hubo una herida.
¿Cómo se puede conseguir esto? Orando de todo corazón por el que ofendió y
diciendo: "¡Dios, ayúdalo a mi hermano y a mí también por sus oraciones!"
Orando de esta manera por el prójimo el hombre revela al mismo tiempo
compasión y amor. Pidiendo ayuda para nosotros por causa de sus oraciones,
nos tornamos humildes. Y donde hay compasión, amor y humildad, ¿acaso
puede haber irritabilidad, rencor o cualquier otra pasión? Y el abba Zósimo
dijo: "Si el diablo empleare todas las astucias de su maldad junto con todos
sus demonios, todas sus cobardías desaparecerán y se quebrantarán por la
humildad, por el mandamiento de Cristo" (Abba Doroteo).
Isaac de Siria
Nació en Nínive en el siglo 6-to. En su juventud ingresó en un monasterio.
Habiéndose perfeccionado y progresado en las virtudes se alejó a una celda en
el desierto para guardar silencio, atendiendo solo a sí y a Dios. Después de
algunos años el Señor lo llamó para dirigir la iglesia de Nínive con el grado de
obispo. Pero después de la ordenación san Isaac no se quedó mucho tiempo en
su cátedra. Esto sucedió por causa de la desobediencia de un prestamista que
no quería proceder según el Evangelio. San Isaac pensó: "Si ellos no obedecen
a los mandamientos evangélicos del Señor, entonces ¿qué me queda por hacer
aquí a mi?" Y volvió a su amada ermita del desierto. Allí el vivió en silencio
hasta su muerte, permaneciendo en el esfuerzo, en la lucha con el cuerpo y las
tentaciones demoníacas.
La obediencia a Dios.
8. Elegir una buena obra depende del deseoso; pero realizar una intención es
obra de Dios. Por eso debemos atenernos a esta regla: después de la aparición
en nosotros de un buen deseo debemos orar frecuentemente, pidiéndole no
sólo ayuda a Dios, sino también que nos muestre si le es agradable a Él o no.
Porque no todo buen deseo viene de Dios, sino sólo aquello que es provechoso
(Isaac el Sirio).
La paciencia, la valentía.
21. Si te has atado fuertemente a alguna cosa considera que esto no es solo
una adquisición en esta vida sino que te acompañará también en la vida futura.
Y si esto es algo bueno, alégrate y agradece a Dios pero si es algo malo
apesadúmbrate y suspira. Trata de librarte de esta atadura mientras todavía
estas vivo (Isaac el Sirio).
Los pesares.
28. Las virtudes están atadas con los pesares. Quien se aleja de los pesares sin
duda se despide también de las virtudes. Si quieres ser virtuoso, entrégate a
todo pesar porque los dolores generan humildad. Hasta que no hayamos
alcanzado la verdadera sabiduría nos vamos a acercar a la humildad por medio
de las tentaciones. A quien sin dolor goza de sus virtudes le están abiertas las
puertas de la soberbia (Isaac el Sirio).
28. El pequeño pesar por causa de Dios es mejor que la gran obra ejecutada
sin pesar. Lo que se hace sin esfuerzo es la "corrección " de la gente mundana
(que hace misericordia para el mundo exterior y que no adquieren nada para
su interior). Pero tu esfuérzate en secreto y sigue el ejemplo de Cristo, para ser
digno de saborear también la gloria de Cristo. La mente no se glorificara junto
con Jesús si el cuerpo no sufre con Él (Isaac el Sirio).
28. Si el alma es débil y no hay en ella suficientes fuerzas para soportar las
grandes tentaciones, por eso pide no ser sometida a ellas y Dios la escucha,
hay que saber que ciertamente en la medida en que esa alma no tiene
suficientes fuerzas para grandes tentaciones en la misma medida no tiene
suficientes fuerzas tampoco para grandes dones. Porque Dios no da grandes
dones sin una gran tentación. Conforme a la medida de las tentaciones son
establecidos también los dones (Isaac el Sirio.)
La humildad.
30. La virtud es madre del pesar. Del pesar nace la humildad y a la humildad
se le da la gracia. El premio después sigue ya no por causa de la virtud ni por
el esfuerzo por conseguirla, sino por la humildad que vino a través de ella. Si
la humildad no está presente las virtudes son inútiles (Isaac el Sirio).
30. No te confíes en tu propia fuerza para que el Señor no te deje caer por tu
debilidad, en cuyo caso por esta amarga experiencia conocerás tu debilidad
(Isaac el Sirio).
30. En todo lo que el hombre se alabe a si mismo Dios permite que se
modifiquen las circunstancias para que al soportar una derrota la persona
aprenda humildad (Isaac el Sirio).
30. Los honores huyen delante de quien los busca y persiguen por atrás a
quien huye de ellos (Isaac el Sirio).
30. Los verdaderos justos siempre piensan que son indignos de Dios. Y que
ellos son verdaderamente justos se ve precisamente del hecho que ellos se
consideran a si mismos perdidos e indignos de que Dios se ocupe de ellos y
que aceptan esta consideración tanto en privado como en público, siendo
conducidos a esta sabiduría por el Espíritu Santo. A pensar así los dispone el
Espíritu Santo, para que ellos siempre permanezcan en esfuerzo y apremio
mientras se encuentran en esta vida. Dios por su parte le prepara la paz para el
próximo siglo. Por eso todo aquel, en quien habita el Señor, no desea vivir en
paz o librarse de los pesares, aunque de tiempo en tiempo se le da un
misteriosa consolación espiritual (Isaac el Sirio).
42. No le exijas amor el prójimo, porque con esto el que exige se atormenta si
no lo recibe; mejor demuéstrale tú mismo amor a tu prójimo y te
tranquilizarás. De esta manera traerás también al prójimo hacia el amor (Abba
Doroteo).
42. No cambies al amor al prójimo por el amor a alguna cosa porque amando
al prójimo tú consigues dentro tuyo a Aquel, Quien es mas valioso que todo
en el mundo. Deja lo pequeño para conseguir lo grande; desprecia lo
innecesario y lo insignificante para adquirir lo muy valioso (Isaac el Sirio).
44. Cubre al que peca si esto no te trae daño a ti. Con esto tu lo despertarás al
arrepentimiento y a la corrección y la misericordia del Señor atraerás hacia ti.
Con buena palabra y con todos los medios posibles sostén a los débiles y
apesadumbrados y aquella Diestra que todo lo sostiene, te sostendrá también a
ti. Con trabajo de oración y con el sufrimiento de tu corazón comparte la
suerte con el hombre amargado y entonces la fuente de la gracia Divina se
abrirá a ti en tus peticiones (Isaac el Sirio).
43. Cuando das, hazlo con grandeza de alma, con ternura en el rostro y
entrega más de lo que te están pidiendo (Isaac el Sirio).
43. No distingas entre el digno y el indigno. Sean toda la gente para ti iguales
para la buena obra para que de esta manera atraigas también a los indignos al
bien, porque el alma por medio de los hechos exteriores rápidamente aprende
a tener devoción delante de Dios (Isaac el Sirio).
43. El corazón misericordioso es el ardor del corazón por toda la creación: por
la gente, por las aves, por los animales, incluso hasta por los demonios y por
toda criatura de Dios. Ante el recuerdo de ellos o ante la mirada sobre ellos,
los ojos del hombre derraman lagrimas. Ante la fuerte lástima se enternece su
corazón y no puede oír o ver ni un daño ni una pequeña pena soportada por las
criaturas. Y por esto, también por los que no hablan, por los enemigos de la
verdad y por los que le hacen daño él ora permanentemente, para que sean
conservados y sean perdonados, y asimismo por la naturaleza de los reptiles
ora con gran lástima, la cual sin medida inspira y despierta en su corazón
hasta la semejanza en todo a Dios (Isaac el Sirio).
44. Quien por causa de Dios honra a todo hombre por la providencia de Dios
en secreto adquiere para si ayuda de toda persona (Isaac el Sirio).
La enseñanza
53. Siempre considérate insuficiente para enseñar a otros y toda tu vida vas a
resultar sabio (Isaac el Sirio).
53. No le cuentes a otro aquello que no experimentaste por ti mismo para que
no te avergüences de ti mismo y por tu vida descuidada no se revele tu
mentira (Isaac el Sirio).