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LA GUERRA INVISIBLE, SAN NICODEMO EL AGHIORITA

PRÓLOGO

“La guerra invisible” es muy ecuánime y justo y este título merece este libro tan
psicoterapéutico y terapéutico espiritualmente. Porque muchos libros divinos del Antiguo
y Nuevo Testamento inspirados por el Dios, tomaron su nombre inmediatamente por las
mismas cosas que enseñan; así por ejemplo, el Génesis de Moisés se llama así, porque se
refiere sobre el nacimiento y Creación de la nada (del cero); y los cuatro Evangelios
porque describen históricamente la buena noticia, los redentores, sanadores y salvíficos
mensajes para los hombres. Uno sería ciego si no viera, por el material expuesto en este
libro, porque se ha llamado “Guerra invisible”, precisamente porque se ocupa de estas
cuestiones y razones.

Porque no enseña sobre una guerra visible, ni para enemigos físicos y vistos por el ojo,
sino sobre una guerra invisible que se hace en la mente, cerebro y en el corazón o espíritu,
y en la que toma parte todo cristiano inmediatamente desde el momento del bautismo,
donde se ha comprometido ante el Dios combatir hasta la muerte, a causa del este
nombre divino. Por eso, en relación con esta guerra se ha escrito parabólicamente en los
Números… Por eso este libro (del A. Testamento) se llama Guerra del Señor (Num 21,14),
y enseña sobre enemigos incorpóreos e invisibles, los cuales son los distintos pazos, las
voluntades de la carne y los malvados demonios, quienes odian a los hombres y no paran
de atacarnos y guerrearnos día y noche. Como dijo el apóstol Pablo: “Porque nuestra
lucha no es contra gente de carne y hueso, sino contra los principados y potestades,
contra los dominadores de este mundo tenebroso y pecador, contra los espíritus del mal,
que se encuentran en los espacios entre cielo y tierra” (Ef 6,12).

Y los soldados que combaten en esta guerra son todos los cristianos, como aprendemos
de este libro. Como Capitán General se presenta nuestro Señor Jesús Cristo, rodeado de
todas las legiones de Ángeles y Santos; el lugar donde se realiza esta guerra es nuestro
propio corazón y todo el hombre interior, y el tiempo de esta guerra es durante toda
nuestra vida.

¿Cuáles son las armas con las que equipa a sus soldados esta Guerra Invisible?

Escuchadlos; el casco de los soldados, son la completa desconfianza y desesperanza de


ellos mismos; la bandera de ellos es la camisa de hierro, que es el ánimo hacia el Dios y la
esperanza confiada, segura; el tórax y el corpiño es el estudio de los pazos-padecimientos
del Señor; el cinturón es la abstinencia de los pazos carnales; los zapatos y la camisa de
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hierro son la humildad y el reconocimiento de la enfermedad de uno mismo; el escudo es
la paciencia en las tentaciones y el alejamiento de la negligencia; la espada que está en
una mano es la oración divina, tanto la llamada noerá, del corazón o de Jesús, como la
oral, como también aquella que se hace por el estudio; y mástil o lanza tridente que
tienen en la otra mano es no consentir el pazos que les está atacando y combatiendo y lo
expulsen con ira y así con su corazón llegan a tenerlo asco y repulsión.

Alimento que toman para el fortalecimiento contra los enemigos es la continua divina
Comunión o Efjaristía, tanto del misterio del sacrificio de la Divina Liturgia, como también
del espiritual; y el aire iluminante y sin nubes, por el cual ven de lejos a los enemigos, es la
continua práctica del nus en conocer correctamente las cosas y el continuo ejercicio de la
voluntad en querer agradecer sólo a Dios, más la hisijía paz y serenidad del corazón.

Aquí en esta Guerra Invisible, o mejor dicho, en esta Guerra del Señor, los soldados de
Cristo aprenden las diversas estafas, engaños y maquinaciones de todo tipo, los difíciles
estratagemas y artes, que utilizan contra ellos los enemigos inteligibles a través de los
sentidos, de la fantasía y mediante la reducción de la devoción o piedad; y mediante de
los cuatro asaltos, ataques que traen la muerte (espiritual); es decir, la incredulidad, la
desesperación u oscurantismo, la vanagloria y la transfiguración de los demonios en
ángeles de luz. Y a continuación los soldados estudian también cómo contraatacar,
disolver y destruir las maquinaciones de los enemigos. Y aquí ya son enseñados qué orden
y ley deben guardar y mantener y con cuánta valentía deben luchar. En resumen, en este
libro cada ser humano que ama su sotiría sanación, redención y salvación, aprende cómo
vencer a los enemigos invisibles, para obtener los tesoros, es decir, las virtudes divinas y
verdaderas, para recibir el premio y la corona inmarchitable, que es la unión con el Dios,
tanto en el siglo presente como en el futuro.

Queridos lectores, amigos de Cristo, recibid este libro con alegría y aprended de este el
arte de la Guerra invisible; ocupaos no sólo simplemente de luchar, sino combatir
legalmente como se debe, para que seáis coronados (con la doxa gloria luz increada).
Porque, según el apóstol Pablo: “Y el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha
legítimamente, si no se atiene a las reglas del deporte” (2 Tim 2,5). Armaos con las armas
que os enseña, para con estas matar vuestros enemigos inteligibles e invisibles, los cuales
son los pazos que corrompen la psique y los demonios que son los creadores de estos
pazos. “Revestíos de la armadura de Dios para que podáis resistir las tentaciones y
maquinaciones del diablo” (Ef 3,10-17).

Acordar que en el bautismo os habéis comprometido que negáis y combatís al Satanás,


todas sus obras, todo culto de él y todo pecado; las cuales obras de él son el hedonismo, la
voluptuosidad, la vanagloria y la avaricia y todos los demás pazos. Por lo tanto, luchad a lo

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que podáis, para ponerle en fuga, avergonzarle y derrotarle totalmente con toda vuestra
perfección. Por esta victoria, la recompensa y el salario que tendréis será muy grande.
Escuchadlo esto de las mismas palabras por la misma boca del Señor, Quien en el libro del
Apocalipsis nos promete: “Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el
paraíso de Dios” (Apo 2,7). “El vencedor no será víctima de la segunda muerte” (Apo 2,11).
“Al vencedor le daré el maná oculto, escondido…” (Apo 2,17). “Al vencedor le entregaré el
poder que yo he recibido de mi Padre y también le daré la estrella de la mañana” (Apo
2,28). “El vencedor será revestido de vestiduras blancas, yo no borraré jamás su nombre
del libro de la vida y reconoceré su nombre delante de mi Padre y de los ángeles” (Apo
3,5). “Al vencedor le haré columna del templo de mi Dios…” (Apo 3,12). “Al vencedor lo
sentaré conmigo en mi trono…” (Apo 3,21). “El vencedor heredará todo; y yo seré su Dios,
y él será mi hijo” (Apo 21,7).

¡Veis cuántos axiomas! ¡Veis cuántos salarios! ¡Veis esta corona multiplicada por ocho y
que está llena de flores y es inmarchitable, pero hermanos cuántas más coronas os harán
si vencéis el diablo! ¿En esto pues, tenéis que estar practicando e instruyéndose en la
continencia o autodominio y en la lucha y “guardad bien lo que tenéis, para que nadie os
quite vuestra corona (de luz increada)” (Apo 3,11). Porque es una vergüenza grande que
aquellos que se entrenan en el pentatlón y hacen luchas y esfuerzos exteriores, tienen
continencia casi en todo, para que reciban una corona marchitable y corruptible de olivo o
de laurel o de cualquier otra planta. Y vosotros, que habéis recibido una corona
inmarchitable, paséis vuestra vida con negligencia e indiferencia. Pues, que os convenza
por eso Pablo que dice: “¿No sabéis que los que corren en el estadio todos corren, pero
sólo uno consigue el premio? Corred de modo que lo conquistéis. Los atletas se privan de
muchas cosas, y lo hacen para conseguir una corona corruptible; en cambio, nosotros, por
una incorruptible” (I Cor 9,24-25).

Así que, esta victoria y la brillantez de estas coronas deseo que disfrutemos. Y acordaos,
hermanos míos, pedir al Señor que perdone mis pecados, de éste que se ha hecho
ayudante vuestro, para la edición de este bello libro; pero más que nada, acordaos de
levantar los ojos hacia el cielo y agradecer y glorificar al Primer Causante y Autodidacta
Dios y a vuestro capitán general Jesús Cristo, y decir cada uno hacia Él aquello que dijo
Sorozábal: “De ti viene la victoria… Y la doxa (gloria, luz increada) es tuya y yo soy pariente
tuyo” (II Esd 59). Y esto del profeta David: “Tuya es, Señor, la grandeza, el poder, el honor,
la majestad y la gloria, pues todo cuanto hay en el cielo y en la tierra es tuyo” (I Cron
29,11). Ahora y para siempre. Amén.

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Capítulo 1: En qué y cómo se encuentra la perfección cristiana. Cómo uno debe
combatir.

Las cuatro armas necesarias para esta guerra.

La mayor y más perfecta hazaña que una persona puede pensar, es acercarse de una
manera a Dios y unirse con Él. La perfección cristiana es requerida como mandamiento y
es entregada al Nuevo Testamento, porque dice el Señor: “Sed, pues, vosotros perfectos,
como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt 5,48). Y Pablo dice:
“Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero
maduros en el modo de pensar” (I Cor 14,20); “Que seáis perfectos y en todo cumplir con
la voluntad de Dios” (Col 8,12); “Seamos conducidos en la perfección” (Heb 6,1). La
perfección fue proclamada como mandamiento en el Antiguo Testamento, porque dice el
Dios a los Hebreos en el Deuteronomio: “Que seas perfecto ante el Señor tu Dios” (18,18).
Y David manda lo mismo a su hijo Salomón: “Y ahora hijo mío, conocerás a Dios de tus
padres y le servirás con todo tu corazón y el ánimo de tu psique” (I Cron 28,9). Deducimos
pues, que el Dios requiere de todos los cristianos que se ejerzan y estén plenos de
perfección, es decir, el Dios pide de nosotros hacernos perfectos en todas las virtudes.

Por tanto, si tú, querido lector en Cristo, deseas llegar en esta cima, primero debes
conocer en qué consiste la vida espiritual y la perfección cristiana. Porque son muchos los
que dicen que esta vida y perfección, se encuentra en los ayunos, en las vigilias, en las
prosternaciones y otros similares ejercicios duros del cuerpo. Otros por su lado dicen que
se encuentra en la abundancia de las oraciones y en los largos oficios. Otros creen que la
perfección se encuentra completa en la oración del corazón o de Jesús*, en la soledad, en
la huida del mundo, en el silencio y en la instrucción por el canon o regla; es decir, que
caminen con la regla y con la mesura, y que no lleguen en excesos ni en escaseces.
(*Sobre esta oración ver más abajo capítulo 46). Pero estas virtudes, por sí solas, no son
esto que buscamos y pedimos como perfección cristiana, sino que unas veces son los
medios e instrumentos para que uno llegue a la jaris (gracia, energía increada) del Espíritu
Santo, y otras veces son fruto del Espíritu Santo.

De que son instrumentos muy fuertes y dinámicos, para el deleite de la jaris del Espíritu
Santo, no hay ninguna duda, porque vemos muchos virtuosos que las utilizan como debe
ser, con este propósito; es decir, para obtener el poder y la fuerza contra la maldad y la
flojedad, para que sean fortalecidos contra las tentaciones y engaños de los tres enemigos
comunes, o sea, de la carne, del mundo y del diablo; para que de estas reciban ayuda
espiritual que es necesaria a todos los siervos de Dios, y sobre todo a los principiantes, y
sencillamente para que se hagan dignos de recibir los carismas del Espíritu Santo; tal y
como los enumera el profeta Isaías: “espíritu de sabiduría y de prudencia, espíritu de

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voluntad y de valor, espíritu de conocimiento y de piedad y espíritu de temor del Dios” (Is
11,2).

Tampoco hay duda de que estas praxis o acciones son fruto del Espíritu Santo y como dijo
Pablo, su resultado son “agapi-amor, alegría, fe, tolerancia, continencia, paz,
magnanimidad, templanza, bondad, paciencia” (Gal 5,22), y en esto tampoco hay duda.
Porque los hombres espirituales ejercitan el cuerpo con estos ejercicios, porque ha
afligido a su Creador y para tenerlo siempre dominado y sometido a trabajar las cosas de
Dios. Se silencian y hacen vida de monje, para evitar el más mínimo perjuicio y daño hacia
Dios1. Oran y prestan atención al culto a Dios y a las obras de piedad, para que tengan el
gobierno o régimen de los cielos, estudian la vida y los padecimientos de nuestro Señor,
no para otra cosa sino para conocer más su propia maldad, y la bondad y compasión de
Dios, siguen a Jesús Cristo olvidando y renunciando de sí mismos y llevan la cruz en sus
hombros, para que sean calentados más de la agapi (amor, energía increada) de Dios y se
aborrezcan de sí mismos.

Pero las virtudes que nos hemos referido, en aquellos que ponen todo el peso en estas,
pueden provocar más daño y perjuicio que los pecados obvios; no a causa de estas,
(porque estas son todas santísimas), sino porque aquellos que las utilizan, al fijarse sólo en
estas, dejan su corazón correr detrás de sus propias voluntades y las del diablo; el cual
diablo, al verlos que van directos por este camino, los deja no sólo que luchen con alegría
en los ejercicios corporales, sino que con el pensamiento vano, que les susurra, se
extiendan en las grandezas del Paraíso. De ahí que estos de este tipo creen que se han
elevado hasta las legiones de los Ángeles y que sienten a Dios en su interior; y algunas
veces sumergidos en este tipo de pensamientos y reflexiones raras y altas, creen que casi
ya han dejado este mundo y han sido arrebatados hasta el tercer cielo.

Pero en cuántos errores están metidos y enredados estos hombres y cuán lejos están de la
verdadera y bienaventurada perfección, uno los puede conocer por la vida, el carácter, los
modales y las conductas éticas de ellos. Porque ellos quieren que sean considerados y
preferidos de los demás por cualquier cosa. Son peculiares y tenaces en sus propias
voluntades, son ciegos en sus propias cosas; pero examinan cuidadosamente los logos y
las praxis de los demás, y si alguien les toca un poco la vana reputación de su honor que
ellos creen que tienen, quieren que los demás tengan en cuenta su reputación; y si alguien
los impide de aquellas reverencias y virtudes con las que se están ocupando (¡que Dios
nos guarde de esto!), inmediatamente se enfurecen, se incendian de ira y se convierten en
frenéticos.

Y si el Dios quiere traerles al conocimiento exacto de sí mismos y al verdadero camino de


la perfección, les envías aflicciones y enfermedades o concede que vengan persecuciones,

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(que son pruebas con las que el Dios prueba sus auténticos y verdaderos siervos),
entonces manifiestan las cosas secretas y ocultas de sus corazones, de que están
pervertidos de la soberbia u orgullo. Porque en cada acontecimiento triste que les ocurre,
no quieren seguir la voluntad de Dios, permanecen reposados en los justos, aunque
ocultos juicios de Dios, ni quieren seguir el ejemplo del humillado y padecido Hijo, nuestro
Señor Jesús Cristo y hacerse humildes teniendo como amigos sus perseguidores o
enemigos, como instrumentos de la divina bondad y cooperantes en su sanación y
salvación.

Así que es obvio que están en gran peligro. Porque estos teniendo su ojo interior, es decir,
el nus entenebrecido, se ven a sí mismos con este ojo interior oscurecido; y pensando
conseguir obras exteriores buenas, creen que han llegado a la perfección y critican,
enjuician y condenan a los demás. Por eso no es posible para uno poder hacerles cambiar,
sino sólo una ayuda especial y particular de Dios. Porque mucho más fácil se convierte en
bueno el pecador evidente que el oculto y cubierto con la coraza de las aparentes
virtudes.

Ahora, pues, que has conocido muy bien que la vida espiritual y la perfección no se
sostiene en estas virtudes que hemos dicho, sepas que no se constituye de otras cosas
más que la gnosis (conocimiento) de la bondad y la grandeza de Dios y de nuestra
nimiedad, tendencia y declinación a cualquier mal contra la agapi de Dios y al odio,
aborrecimiento de nosotros mismos; en la obediencia, sumisión no sólo a la voluntad de
Dios, sino también en todas las creaciones, para la agapi de Dios y la repulsión,
desobediencia de toda voluntad nuestra y la perfecta obediencia a la voluntad de Dios;
incluso, todas estas cosas que las queramos hacer claramente para la doxa gloria luz
increada de Dios y gustar sólo a Él; y porque así lo quiere Él, así debemos amarle y servirle.
Por eso el apóstol Pablo en general nos manda que todas las obras “ya comáis, ya bebáis,
hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria de Dios” (I Cor 10,31).

Esta es la ley de la agapi (amor, energía increada divina), esta que se ha escrito por la
mano del mismo Dios en los corazones de sus siervos fieles. Esta es la abnegación de
nosotros mismos, la que pide el Dios de nosotros. Este es el yugo dulce de Jesús y su peso
ligero. Esta es la sumisión a la voluntad de Dios, a la que nos llama nuestro redentor y
Didáscalos (Maestro) con su propio ejemplo y con su voz. Y verdaderamente, el que nos
sometamos a la voluntad de Dios y que prefiramos siempre la de él y no la nuestra, esto
nos lo ha enseñado con su voz el mismo jefe y perfeccionador de nuestra sanación y
salvación Jesús Cristo, Quien nos ha pedido que oremos diciendo: “Padre nuestro el de los
cielos…hágase tu voluntad tal y como en el cielo en la tierra también” (Mt 6,10); y con su
ejemplo, desde el principio de su vida e inmediatamente cuando entró en el mundo, pidió

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hacer la voluntad del Padre, según Pablo que dice: “He aquí, vengo hacer tu voluntad”
(Heb 16,9); y en la mitad del Evangelio esto decía: “he bajado del cielo, no para hacer mi
voluntad, sino la voluntad de aquel que me ha enviado” (Jn 6,38); y al final de su vida en la
oración, esto mismo selló diciendo: “Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc
22,42).

Así que, hermano mío, tú que deseas llegar a la altura de esta perfección, y como es
necesario hacer una lucha incesante con el sí mismo, para vencer y extinguir
valientemente todas las voluntades grandes y pequeñas, obligatoriamente debes
prepararte con ánimo y buena disposición para esta guerra; porque la corona no se
entrega a cualquiera, sino sólo al guerrero valiente; la cual guerra, como es más difícil que
cualquier otra guerra (porque luchamos contra nosotros mismos, y nos combate, ataca
nuestro propio sí mismo), así también la victoria que conseguiremos será más gloriosa que
cualquier otra y será muy bien recibida de Dios. Porque si quisieras matar tus
desordenados pazos, los deseos y tus voluntades, gustarás más a Dios y le servirás mejor,
en vez de hacer regresar al bien miles de psiques y tú dominado realmente de los pazos o
en vez que te estés azotando hasta que te sangres o que hagas ayuno más que los
antiguos eremitas. Casi lo mismo dice san Isaac: “Es mejor que te desates y liberes de la
cadena del pecado que liberar esclavos de la esclavitud”, y otras muchas parecidas (Logos
23).

Porque, aunque el Dios ama más el regreso de las psiques que la necrosis de una voluntad
pequeña, sin embargo, tú hermano mío, no debes querer, ni hacer nada más importante
que aquello que pide el Dios, y de aquí en adelante lo quiere de ti exclusivamente; porque
el Dios por supuesto que se contenta más por tu lucha para mortificar y enterrar tus
propios pazos, en vez de que hagas cualquier otra cosa, aunque sea muy grande e
importante, haciendo la vista gorda de tus propios pazos.

Ahora bien, como has aprendido de qué se constituye la perfección cristiana y para
obtenerla debes hacer una guerra dura y continua contra ti mismo, es necesario que seas
prevenido y suministrado de cuatro cosas, como armamento muy seguro e imprescindible,
para que te conviertas en vencedor de esta guerra invisible y recibas la corona (o la doxa–
gloria luz increada). Y estas son: a) no te fíes nunca de ti mismo, b) ten animo, coraje y
esperanza en Dios, c) luchar siempre, y d) orar. Para estas quiero hablarte especialmente
pronto si el Dios lo quiere (a continuación).

(1). Apunta que daño o perjuicio a Dios, para los teólogos es cada pecado, simplemente
porque perjudica, daña, hiere y se opone a Dios. Pero como el pecado no existe como un
ente vivo, perjudica, daña y se opone al ser de Dios y ya que es malo, perjudica la bondad
de Dios; puesto que es enfermedad y debilidad, perjudica Su fuerza y el valor; ya que es

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desconocimiento y oscuridad, perjudica Su sabiduría. Y simplemente, puesto que el
pecado se llama también imperfección y omisión, perjudica y se opone a las perfecciones
infinitas de Dios; como es transgresión e ilegalidad, perjudica e hiere las leyes y los logos-
mandamientos de Dios, y como todo logos contra Dios se llama blasfemia, porque
perjudica la fama y el nombre de Dios, así también todo pecado se llama perjuicio y daño
a Dios; y no sólo porque el pecado por sí mismo se opone y va de mal en peor, sino
porque se hace en las creaciones de Dios y hace que sea blasfemado el Creador de estos,
como si él también fuera así de malo y a continuación ha creado males de este tipo;
puesto que la virtud de las creaciones, hace que sea glorificado y alabado también el
Creador de estas.

(2) Mira amigo mío, cuan perfecto es el orden y el método que utiliza este libro; antes que
cualquier otra cosa, aquí añade el principio, la perfección y la finalidad o propósito de toda
esta guerra invisible, de modo que conociendo todos aquellos que tratan de entrar en la
guerra y combatir, no sean engañados con alguna otra cosa, sino que sean dirigidos hacia
este libro como punto de referencia y todas sus praxis (actos, acciones) sean conducidas
hacia una dirección.

Capítulo 2: No debemos confiar en nosotros mismos, ni soltar las riendas de sí mismo.

El no confiarte de ti mismo, hermanos mío, es tan necesario en esta guerra, que sin esto,
estate seguro que, no sólo no podrás conseguir la victoria que deseas, sino que ni si quiera
podrás resistir a lo más mínimo, y esto grábalo bien en la memoria de tu nus. (8) El profeta
Jeremías llama maldito y apóstata (tránsfuga) de Dios, aquel que confía en sí mismo,
diciendo: “¡Maldito el hombre que confía en el hombre, que en el mortal se apoya y su
corazón se aparta del Señor!” (Jer 5,17). San Basilio el Magno interpretando este pasaje
dice: el tener esperanza en otro hombre y también el confiar de sí mismo, estas dos cosas
las llama apostasía de Dios. Ves pues, el orden que utiliza este libro, porque comienza la
guerra desde la filaftía (egolatría, excesivo amor a uno mismo y al cuerpo), la cual es la
causa previa, la raíz y el principio de todos los otros pazos y males.

Porque nosotros realmente por nuestra naturaleza siendo seres corruptos desde el
tiempo de la infracción de Adán, tenemos una gran idea y consideración de nosotros
mismos, lo que no es más que una gran mentira, pero nosotros con una impresión
engañosa o un autoengaño creemos que somos algo. (9) Esto es un defecto que
difícilmente es reconocido y no gusta a Dios, el cual quiere que nosotros tengamos un
conocimiento sin dolo ni engaño sobre esta verdad indudable. (9) El que creamos que
somos algo esto se llama soberbia (jactancia, presumir, orgullo y vanagloria), es un pazos
muy malo y se genera por la filaftía (egolatría, excesivo amor a uno mismo y al cuerpo); y
la filaftía se convierte en raíz, principio y causa de todos los demás pazos; es tan fino este

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pazos de la vanagloria o jactancia, de modo que por su gran sutilidad, finura y ocultación,
aquellos que lo tienen no lo sienten. Porque la primera puerta del nus, por la que trata de
entrar la jaris (gracia, energía increada) de Dios y habitar al hombre, este maldito pazos se
detiene allí, cierra la puerta (u obstruye el nus, su energía del) y no deja entrar la jaris, la
cual justamente se marcha. Porque, ¿cómo puede venir la jaris para iluminar o ayudar al
hombre aquel que se cree grande? El Señor que nos libere de este pazos tan eosfórico
(diabólico) y nos sane a los que padecemos de esta enfermedad, la soberbia (orgullo y
vanagloria). El Señor castiga este pazos mediante el profeta que dice: ¡Ay de aquellos que
se creen que son sabios! (Is 5,21). Y el apóstol Pablo nos pide esto: “No seáis orgullosos,
poneos al nivel de los humildes. No os consideréis los sabios (Rom 12,16); y Salomón dice:
“No te creas a ti mismo sabio” (Prov 12,16).

Es decir, toda jaris, (gracia, energía increada) y virtud provienen únicamente de Él que es
la fuente de todo bien; y que de nosotros no provienen bienes, ni buenos loyismí
(pensamientos, reflexiones unidas con fantasías) que le gusten. Aunque esta verdad muy
necesaria, es decir, no confiarnos de nosotros mismos, es obra de la mano divina, que
acostumbra dar a sus amados amigos, unas veces con iluminaciones y apocalipsis
(revelaciones interiores), otras veces con latigazos y aflicciones, otras veces con
tentaciones violentas y casi invencibles, y otras veces con otros medios que nosotros no
los entendemos ni captamos; con todas estas cosas quiere que por nuestra parte hagamos
aquello que es debido y es posible en nosotros. Por eso, hermano mío, aquí te pongo
cuatro maneras o modos con los que podrás, con la ayuda de Dios, conseguir esta duda
sobre ti mismo, es decir, no confiarte de ti mismo.

Primera manera es conocer tu nimiedad (10) y pensar que solo no puedes hacer ningún
bien de los que te convertirán en digno de pertenecer en la realeza increada de los cielos.
(10). Por eso san Crisóstomo dice que aquel que se cree de sí mismo que no es nadie, éste
más que nadie se conoce a sí mismo. San Máximo el Confesor dice: Condición de la virtud
es el reconocimiento de la enfermedad humana y la percepción y conocimiento de la
fuerza y energía increada divina que trae la unión (Filocalía c.3 v.79); y san Pedro el
Damasceno dice: “No hay mayor cosa que conocer tu propia enfermedad y
desconocimiento, y nada peor que la ignores” (Filocalía, Sobre el desconocimiento).

Segunda manera es pedir para esto muchas veces ayuda a Dios con ardientes y humildes
súplicas, porque este es carisma Suyo; y si quieres recibirlo, primero debes pensar en ti
mismo, no sólo desnudo de todo lo tuyo y de ti mismo, sino pensar también que es
imposible que lo consigas por ti mismo; hablar con familiaridad muchas veces ante la
grandeza de Dios, y creo firmemente que a causa del océano de Su compasión, esta ayuda
te la concederá cuando Él sepa que tú la disfrutarás, esto no lo dudes.

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Tercera manera es acostumbrarte tener temor de ti mismo; y también temer los
innumerables enemigos, a los cuales no eres capaz de hacer ni la mínima resistencia sin la
ayuda de Dios; temer la fuerza de la costumbre de ellos que te atacan y combaten con
astucias, estratagemas y transfiguraciones en ángeles de luz y sus innumerables artificios y
trampas que te ponen ocultamente en el camino de la virtud.

Cuarta manera es cuando caigas en algún defecto, piensa automática y claramente en tu


absoluta debilidad; porque por esta razón o propósito el Dios concedió que caigas, para
que conozcas mejor tu enfermedad (11) y así aprendas no sólo a despreciarte de ti mismo
como un nadie, sino que quieras que te desprecien también los demás como enfermo de
este tipo. Porque sin esta voluntad, no es posible que se consiga esta virtuosa
desconfianza (de sí mismo), la cual tiene su cimiento en la verdadera humildad y en la
gnosis (conocimiento) de hecho de la prueba que hemos mencionado. (11) No solamente
cuando uno cae en algún pecado, sino también cuando caiga en distintas desgracias y
sufrimientos, y sobre todo enfermedades corporales crónicas, debe conocer su humilde
conocimiento de sí mismo y su debilidad, así se hace más humilde, porque por este
propósito se concede de Dios que nos vengan las tentaciones, las del diablo, las de los
hombres y las de la naturaleza. Por eso también el apóstol Pablo pensando este propósito,
decía que le persiguieron muchas tentaciones mortales en Asia: “Tuvimos como segura la
sentencia de muerte, para que no confiemos en nosotros mismos, sino en Dios, que
resucitará a los muertos” (II Cor 1,9). Y en brevedad, aquel que quiere conocer su
enfermedad en praxis o de hecho, pues, que se observe, no mucho tiempo, sino sólo por
un día sus propios loyismí (pensamientos, reflexiones y fantasías), más las palabras que ha
pensado, habló y las obras que hizo, y así encontrando que la mayoría de sus loyismí, las
palabras y las obras estás equivocadas, torcidas, necias y malas; de esta prueba entenderá
lo enfermo que está y de esta comprensión y este conocimiento verdadero, por supuesto
que se hará más humilde, y en el futuro no tendrá confianza de sí mismo.

Por tanto, el conocerse a sí mismo, cada uno ve cuánto imprescindible es esto para aquel
que quiere unirse con la luz increada celeste; por el cual autoconocimiento, el Dios
acostumbra conceder su compasión a los orgullosos y preventivos, mediante muchas
caídas, es decir, dejándoles caer de manera justa en algún defecto (por el que creen que
se pueden proteger) para que conozcan su propia debilidad, y ya no confíen en sí mismos
para nada.

Pero este medio tan miserable y obligatorio, no acostumbra a utilizarlo siempre el Dios,
sino solo cuando los otros medios, los más libres, como hemos dicho, no provocan al
hombre este reconocimiento de sí mismo; entonces concede caer en errores grandes o
pequeños el hombre, cuando mayor o menor es su orgullo y reputación que tiene para sí

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mismo; de modo que, allí donde no hay ninguna reputación o consideración de sí mismo, -
igual que ha ocurrido en la Virgen María-, allí igualmente no hay ninguna posibilidad de
caída. Por lo tanto, tú cuando caigas, inmediatamente con tu humilde loyismós
(pensamiento, reflexión) corre en la humilde gnosis (conocimiento) de ti mismo, y con
oración persistente pide de Dios que te otorgue la verdadera luz increada, para conocer tu
nimiedad y no tengas confianza para nada de ti mismo, si quieres no recaer y caer en
mayor perjuicio, avería y corrupción.

Capítulo 3: La esperanza y la confianza en Dios

Es muy necesario que en esta guerra no confiarnos en nosotros mismos, como hemos
dicho; sin embargo, si sólo nos desesperamos, es decir, si sólo expulsamos toda convicción
de nosotros mismos, por supuesto que o huiremos o seremos vencidos y atrapados por
los enemigos. Por eso junto con la completa abnegación de nosotros mismos, nos hace
falta también la plena confianza y esperanza a Dios, es decir, esperando todo bien, ayuda
y victoria sólo de Dios. Debido a que nosotros no somos nada, pues, no esperamos nada
más que derribos y caídas de nuestro sí mismo, por las que no debemos tener ninguna
confianza en nosotros mismos, y de esta manera seguro que disfrutaremos de Dios toda
victoria, inmediatamente apenas hayamos armado nuestro corazón con una esperanza
viva en él; y recibiremos su ayuda según el Salmo “en él tuvo esperanza mi corazón y fui
ayudado” (Sal 27,11).

Esta esperanza junto con la ayuda, podemos conseguirlas por cuatro razones.

a) Debido a que pedimos de un Dios que es Omnipotente puede hacer lo que quiere y a
continuación puede ayudar también a nosotros.

b) Porque pedimos de un Dios que realmente es infinitamente sabio, conoce todo con
absoluta perfección, por lo tanto, conoce todo aquello que nos conviene para nuestra
sotiría (redención, sanación y salvación).

c) Porque pedimos esta ayuda de un Dios quien al ser infinitamente bondadoso y con una
agapi (amor, energía increada) y voluntad que no se pueden describir, está siempre
preparado para darnos de un momento a otro toda la ayuda que nos hace falta para la
victoria espiritual total de nuestro sí mismo, inmediatamente cuando corremos en sus
brazos con esperanza firme y estable.

¡Y cómo es posible que este buen Pastor muestro, quien corría treinta y tres años
buscando la oveja perdida, quedándose ronco de tanto gritar, que caminó en un camino
duro y espinoso, que derramó toda su sangre, cómo es posible digo, que no gire sus ojos
ahora hacia este cordero que corre detrás suyo con anhelo, gritándole y rogándole! ¡Cómo

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puede no escucharlo y no ponerlo en sus hombros divinos, haciendo fiesta junto con
todos los Ángeles del cielo! Y si el Dios no deja de buscar con gran esmero y amor, para
encontrar, según la parábola, la moneda perdida, el sordo y el ciego pecador, ¿cómo es
posible ahora abandonar a este que como cordero perdido, clama y llama a su propio
Pastor? ¿Y quién se va a creer alguna vez que el Dios que está tocando al corazón del
hombre, deseando entrar en el interior y cenar, según el Apocalipsis dándole sus carismas;
y cuando el hombre le abre la puerta y le invita, él debería hacer de sordo y no querer
entrar? Los logos del Apocalipsis son: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y
me abre, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo” (Apoc 3,20).

d) Cuarta manera para obtener uno esta ayuda y esperanza de Dios, es correr con su
memoria a la verdad de la divinas Escrituras, las cuales en tantas partes indican
claramente que aquel que tiene esperanza en Dios nunca se ha quedado sin ayuda y
avergonzado. “Observad las antiguas generaciones y reflexionad; ¿quién se ha confiado a
Dios y se ha avergonzado?” (Sirac 2,9). Por eso aquel rey Avgaro, mientras restauró aquel
icono de nuestro Señor hecho a mano, encima de la Puerta de entrada a la Ciudad de
Edesa escribió estas palabras: “Cristo Dios, el que tiene esperanza en ti no fracasa nunca”.

Hermano mío, ármate con estas cuatro maneras. Y comienza la obra y la lucha para
vencer; y seguro que de estas obtendrás no sólo la esperanza total y firme a Dios, sino
también tu desconfianza total en ti; por la que no dejo de recordarte también en este
capítulo, que tienes mucha necesidad del conocimiento de ella; porque en el hombre está
tan pegada la confianza de sí mismo y de una manera tan fina y sutil que casi siempre vive
escondida en el interior del corazón, nos autoengaña y parece que no tenemos confianza
en nosotros mismo y tenemos esperanza a Dios. Por tanto, para que tú te alejes lo más
que puedas de esta vana consideración y reputación, y trabajes la falta de confianza en ti
mismo y la esperanza a Dios, es necesario e importante que preceda el pensamiento de tu
debilidad antes que el pensamiento de la omnipotencia de Dios, y con estos dos
pensamientos juntos preceder antes de toda praxis nuestra.

Capítulo 4: Cómo uno puede conocer si trabaja con la desconfianza de sí mismo y con la
confianza completa a Dios

Muchas veces creen algunos osados que no se fían de sí mismos y toda su esperanza y
convicción la tienen en Dios; pero no es así. Y sobre esto se cercioran por el resultado que
les viene sobre su decadencia, cuando suceda. Porque por casualidad ellos sufren y se
entristecen por sus decaídas, y de una manera se decepcionan y creen que de ahora en
adelante pueden hacer el bien, esto es una señal segura de que antes de su decaída creían
en sí mismos y no a Dios. Y si el sufrimiento y la desesperación de ellos es grande, está
claro que mucho creían en sí mismos y poco a Dios; porque el que no confía mucho de sí

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mismo y tiene esperanza en Dios, cuando recaiga no se extraña tanto ni puede sufrir y
entristecerse excesivamente, puesto que conoce que esto le ocurre por la debilidad de sí
mismo y la poca esperanza que tiene a Dios; sobre todo entonces desconfía más de sí
mismo y con más humildad tiene esperanza a Dios, odiando más que nadie los pazos
perversos y desordenados que son la causa de su decaída con un gran dolor pacífico y
sereno, por la tristeza en Dios; y así por supuesto que obtiene desconfianza de sí mismo,
pero persigue con mayor valentía, coraje y determinación hasta la muerte de los
enemigos.

Estas cosas que he dicho, deseo que las piensen algunos que creen que son virtuosos y
espirituales, quienes cuando caen en algún defecto no pueden ni quieren pacificarse; y
algunas veces queriendo liberarse del gran sufrimiento, aflicción y molestia que están
pasando a causa de su excesivo amor a sí mismos, únicamente por esto corren
inmediatamente a su padre espiritual, al cual principalmente tenían que haber ido antes
para que sean lavados de la contaminación del pecado y tomar fuerza contra el sí mismo
con el divino misterio de la metania (confesión, arrepentimiento e introspección).

Capítulo 5: El error que cometen muchos creyendo como virtud la pusilanimidad

En relación a esto, hay muchos que se encuentran en engaño, porque los que creen como
virtud la pusilanimidad y la tristeza excesiva que les acompaña después del pecado, no
conociendo que el pecado proviene del orgullo oculto y la superstición que se han
cimentado sobre la esperanza y la confianza que tienen de sí mismos y sus propias
fuerzas. Porque estos creyendo en sí mismos de que son algo se confiaron de una manera,
y con la prueba de la caída ven que no tienen ninguna fuerza, se atormentan y se extrañan
como si fuera una cosa nueva y se desaniman viendo caído al suelo aquello que se habían
confiado y depositado todo su ánimo y todas sus esperanzas (es decir, en la confianza de
sí mismos). Pero esto no sucede al humilde, el cual sólo a Dios tiene la esperanza y el
ánimo, sin tener ninguna esperanza de sí mismo. Por eso cuando cae en cualquier tipo de
error, aunque siente dolor y tristeza, no se atormenta ni se extraña. Porque conoce que
esto le ha ocurrido por su miseria y la debilidad de sí mismo, la que conoce muy bien con
la luz y energía (increada) de la verdad.

Capítulo 6: Otras experiencias por las que se obtiene la desconfianza de nosotros


mismos y el ánimo y la confianza a Dios

Debido a que toda la fuerza, con la que vencemos a nuestros enemigos, nace de la
desconfianza a nosotros mismos y de la esperanza a Dios, es necesario hermano mío que
te suministres de estas noticias, para que con la ayuda de Dios logres esta fuerza; Sepas,
pues, con certeza que no te servirán ni las cualidades, sean naturales o adquiridas, ni

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todos los carismas que se dan gratis, ni la gnosis de toda la Santa Escritura, ni la manera
que hemos trabajado tantos años y nos hemos acostumbrado en este ejercicio, sin una
especial ayuda y refuerzo de Dios en nuestro corazón para que nos fortalezca para hacer
todo esto; todas estas cosas no nos harán cumplir con la voluntad divina, aunque en cada
bien gustado de Dios que debemos hacer y en cada peligro que debemos evitar y en cada
cruz que debemos levantar según su voluntad, digo, si no eleva nuestro corazón una
fuerza especial de Dios y no nos fortalezca para realizar estas cosas, como dijo el Señor:
“Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,15). Así que nosotros debemos en toda nuestra vida,
en todos los días, horas y momentos tener esta opinión determinante de que de ninguna
manera y con ningún loyismós confiaremos y tendremos esperanza en nosotros mismos,
nunca.

Junto que aquella cosas que te dije al tercer capítulo para la esperanza a Dios, , conozca
que no hay nada más fácil para Dios que vencer tus enemigos, tanto lo pocos como los
muchos, tanto los antiguos como los fuertes, tanto los nuevos como los débiles. Pues, una
psique aunque esté cargada de pecados, aunque tenga todos los defectos del mundo;
aunque esté tan contaminada que uno no puede imaginar, aunque haya probado y
utilizado todos los medios y luchas para dejar el pecado y hacer el bien y no ha podido
nunca obtener ni una pequeña parte del bien, y que progresa más en el mal, a pesar de
todo esto, no debe parar nunca de tener esperanza a Dios, ni debe abandonar nunca las
armas y las luchas espirituales, sino que siempre debe luchar con valentía y coraje. Porque
debe conocer que en esta guerra invisible nunca pierde aquel que no cesa de luchar y
tiene esperanza a Dios; quien nunca deja de ayudar a sus guerreros, a pesar que algunas
veces deja que queden heridos; Que luche pues, cada uno, porque de esta guerra
depende y se sostiene todo. Y lo medicinal, curativo está preparado y efectivo para que
sea dado a los guerreros que buscan a Dios y su ayuda, con esperanza firme. Porque en
tiempo que menos lo esperan desaparecerán sus enemigos, tal y como se ha escrito: “Ha
perdido su fuerza luchadora el guerrero, enemigo de Babilonia” (Jer 51,30).

Capítulo 7: Cómo debemos instruir nuestro nus para protegerle de la ignorancia

Pero la desconfianza en nosotros mismos y la esperanza en Dios que son tan


imprescindibles para esta guerra, si estas dos se quedan solas, no sólo no venceremos sino
que caeremos en muchos males. Por esta razón, junto con estas se necesita también
ejercicio (práctica) que es la tercera cosa que hemos mencionado al principio, y que se
debe hacer primero con el nus y con la voluntad. Con el nus debemos protegernos de la
ignorancia, la cual es muy adversa al nus, debido a que oscurece y embota al nus y le
impide del conocimiento (gnosis) de la verdad que es su propio objetivo. Por eso es
necesario ejercitar al nus de modo que se convierta lúcido y limpio para poder discernir

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aquello que nos hace falta para la catarsis, sanación de nuestra psique de los pazos y
adornarla con virtudes.

Esta lucidez del nus, podemos obtenerla de dos maneras. Primeramente y más necesaria
es la oración, con la que rogamos al Espíritu Santo esparcir su divina luz increada y energía
en el interior de nuestros corazones, que por supuesto lo hará si realmente lo pedimos
sólo de Dios, si hacemos su santa voluntad y si sometemos cualquier cosa nuestra al
consejo y pregunta a nuestros Padres experimentados y espirituales.

La segunda manera es un profundo ejercicio del pensamiento y estudio de las cosas, para
conocer qué cosas son buenas y qué son malas, no como juzgará equivocadamente el
sentido y el mundo, sino tal y como juzgará el logos correcto y el Espíritu Santo; es decir,
la verdad de las Escrituras inspiradas de Dios y de los Padres y Maestros de nuestra Iglesia
los que son portadores del espíritu divino o de la divina energía y luz increadas. Porque
cuando este pensamiento y estudio se hace correctamente y como es debido, entonces
nos hace conocer claramente que deberemos considerar nada (cero), vanas y falsas todas
aquellas cosas que ama y busca de varias maneras este mundo corrupto, falso y ciego.

Es decir, los honores, el hedonismo, los placeres y la riqueza de este mundo no son otra
cosa que vanidad y muerte (espiritual) de la psique; y que los desprecios, calumnias e
insultos que nos hace el mundo, nos producen doxa (gloria) verdadera y los sufrimientos o
tristezas, alegría; con perdonar a nuestros enemigos y hacerles el bien, es magnanimidad y
una de las mayores similitudes con el Dios; y vale más que uno desprecie al mundo que
sea el dominador o soberano de todo el mundo; y obedecer, a uno le hace diligente y bien
dispuesto, más bien es una praxis de psique valiente y magnánima que en vez de someter
y mandar grandes reyes.

Puesto que el conocimiento humilde de nosotros mismos, debe ser preferido más que
todas las grandezas de las ciencias y el vencer y mortificar nuestras voluntades y apetitos
por muy pequeños que sean, es digno de mayor elogio que combatir y vencer muchos
castillos y ejércitos enemigos con armas en la mano y hacer milagros o resucitar muertos.

Capítulo 8: Por qué no discernimos correctamente las cosas y de qué manera podemos
conocerlas

La causa que no discernimos correctamente todas estas cosas que hemos dicho y muchas
más, es porque no pensamos lo qué son en su profundidad, sino que tomamos la agapi-
amor, cariño o el odio hacia ellas e inmediatamente las estudiamos de sus formas y
apariencias exteriores. Así que cuando la agapi o el odio hacia estas cosas se anticipan y
oscurecen nuestro nus, entonces no puede discernir correctamente cómo son de verdad.
Por eso san Gregorio el Teólogo de acuerdo con esto dice que la verdad acostumbra a ser

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robada de la agapi o del odio; no hay nada más agradable a los hombres que hablar sobre
las cosas ajenas, y sobre todo cuando están afectados e influenciados por el odio o la
simpatía a alguien a causa de los cuales desaparece la verdad (Logos apologético). Así que
hermano mío, si no quieres que este engaño tenga sitio en tu nus, presta mucha atención,
y cuando con una ojeada ves o estudias con tu nus alguna cosa, detén y aguanta lo que
puedas tu voluntad y no dejes que esta cosa sea amada ni odiada, sino obsérvala
solamente con tu nus.

Pero ante todo, piensa tranquilamente que si esta cosa es lamentable y opuesta a tu
tendencia natural, entonces eres inducido por tu odio a rechazarlo. Pero si esta cosa te
produce agrado, entonces eres inducido por la agapi-amor para quererla. Porque cuando
el nus no está mareado por el pazos, entonces está libre, lúcido y limpio y puede conocer
la verdad y traspasar a la profundidad de la cosa y ver dónde está escondido el mal, si está
bajo un falso agrado o si el bien está cubierto bajo una superficie del mal.

Pero si la voluntad se ha anticipado en querer, amar u odiar esta cosa, el nus ya no puede
conocer bien ni como es debido; porque aquella disposición, o mejor dicho, aquel pazos
que entró al medio como una pared, marrea al nus tanto que cree una cosa distinta de lo
que es verdaderamente y siendo así la traspasa al deseo, el cual en cuanto va por delante
quiere u odia más aquella cosa, tanto que el nus se va oscureciendo más y más y así
vuelve aparecer otra vez el deseo de aquella cosa y se hace más que nunca amada u
odiada. Así que si no se cumple la regla anterior que he dicho y que es muy necesaria para
todo este ejercicio, es decir, que detengas y aguantes tu deseo de la agapi o del odio a
esta cosa, estas fuerzas de la psique que son el nus y la voluntad, progresan siempre
malamente, como en un círculo, de la oscuridad a más profunda oscuridad y del error a
mayor error.

Pues, amigo mío, vigílate y protégete con todo tipo de atención y cuidado de la
apasionada agapi u odio de cada cosa, por la que no llegaste a investigar bien
anteriormente con la luz del nus y el logos correcto, con la luz increada de la santas
Escrituras y con la luz increada de la Jaris-gracia, la oración y el juicio de tu padre
espiritual, para que no te equivoques y consideres lo verdaderamente bueno como malo y
lo verdaderamente malo como bueno. Puesto que esto suele ocurrir sobre todo en
algunas obras que por sí mismas parecen buenas y santas, pero solamente en casos
concretos; es decir, se hacen fuera del tiempo y de tal manera que provocan mucho daño
y perjuicio, ya que conocemos muchos que han peligrado en semejantes obras admirables
y santísimas.

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Capítulo 9: Cómo debemos vigilar y proteger nuestro nus de las acciones polifacéticas y
de la curiosidad

Como es necesario que vigilemos y protejamos nuestro nus de la ignorancia, como hemos
dicho antes, así lo mismo es necesario que nos protejamos de los actos polifacéticos o
múltiples conocimientos mundanos, que son los contrarios de la ignorancia. Porque
cuando llenamos el nus con muchos loyismí vanos, desordenados y perjudiciales, entonces
le debilitamos y no puede entender aquello que conviene a nuestra verdadera
mortificación y perfección. Por eso, debes estar muerto totalmente a cada investigación u
ocupación en cosas terrenales, aunque sean permitidas, pero que no son necesarias. Y
recogiendo tu nus en tu interior, a medida de lo posible, hazle ignorante de todas las cosas
de este mundo.

Los mensajes, las noticias nuevas y todos los cambios y alteraciones del mundo y de los
reinos, que sean para ti como si no existieran para nada. Por eso san Basilio el grande
aconseja que todas las habladurías mundanas que sean para nosotros como un pequeño
sabor amargo. Y el profeta David, dice: “Los soberbios me han cavado hoyos; Mas no
proceden según tu ley Señor” (Sal 118,85). Incluso si te las están ofreciendo por los
demás, oponte a todas estas cosas y aléjalas del corazón y de tu fantasía. Que seas un
amante cuidadoso en entender las cosas espirituales y celestes, no queriendo conocer
otra lección en el mundo que el Crucificado, Su vida y muerte y lo qué quiere de ti; y por
supuesto que agradecerás mucho a Dios, el cual tiene como elegidos y amados aquellos
que le aman y se ocupan en hacer Su voluntad.

Debido a que cualquier otro asunto e investigación es egoísmo y orgullo, cadenas y


trampas del diablo, quien como astuto, viendo que la voluntad de aquellos que se cuidan
de la vida espiritual es fuerte y potente, busca vencer el nus de ellos con este tipo de
curiosidades, para dominar de esta manera lo uno y lo otro. Así que muchas veces
acostumbra a inspirar pensamientos supuestamente altos, finos y curiosos, sobre todo a
los ágiles de nus y en aquellos que son fáciles de presumir y vanagloriarse.

Porque ellos cautivados por el placer y la conversación de aquellos pensamientos altos


con los que falsamente creen que disfrutan de Dios, se olvidan hacer la catarsis de sus
corazones y se fijan del humilde conocimiento de sí mismos y de la verdadera
mortificación (de los pazos); y así mientras son atados con la cadena del orgullo, se
convierten en ídolos de su propio nus, y a continuación, poco a poco, sin darse cuenta
llegan a creer que ya no tienen necesidad de consejo ni instrucción de los demás, porque
se han acostumbrado en cualquier necesidad a correr detrás del ídolo de sus propios
juicios y razonamientos; cosa que es muy peligrosa y difícil de sanarse; porque el orgullo o
la soberbia del nus es más peligrosa ya que aquella de la voluntad.

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Debido a que por un lado el orgullo de la voluntad, siendo claro en el nus, se puede sanar
fácilmente alguna vez, si se somete en aquello que debe. Pero el nus cuando tiene opinión
fija de que su juicio o razón es mejor que el de los otros, ¿de quién podrá sanarse y cómo
se someterá al juicio de los otros aquel que no tiene tan buen juicio o razón como el suyo?
Si el ojo de tu psique que es el nus con el que el hombre puede conocer y limpiar el
orgullo de la voluntad, el mismo nus está enfermo, ciego y lleno de orgullo, ¿entonces
después quién puede sanarlo? Y si la luz es la oscuridad y la regla equivocada, ¿quién
quiere y puede iluminar o arreglar todo lo demás? Por eso debes resistir lo más rápido a
este peligroso orgullo del cerebro, antes de que traspase a la médula del nus de tus
huesos y así resistiendo, pon una brida en la agudeza de tu nus y somete tu propia opinión
en la opinión de los demás y conviértete como niño tonto para la agapi de Dios y serás
más sabio que Salomón: “Que nadie se engañe. Si uno se considera sabio según las reglas
de este mundo y pasa por tal entre vosotros, que se haga tonto y llegará a ser sabio” (1
Cor 3,18).

Capítulo 10: Cómo debemos ejercitar nuestra voluntad para que en todas nuestras
praxis interiores y exteriores quiera y tenga como propósito u objetivo finalizador sólo
el agrado de Dios

Más allá del ejercicio y la formación de tu nus, debes gobernar también tu voluntad de tal
manera que no le dejes que se dirija hacia sus deseos; la voluntad se tiene que hacer toda
una con la voluntad de Dios. Piensa bien que querer y pedir aquellas cosas que gustan a
Dios, esto no es bastante para ti; además de esto, como movido de Dios, debes querer
solo un fin: gustar a él claramente. Por esta razón tenemos mayor y más pelea con la
naturaleza que las cosas que antes hemos dicho. Porque nuestra naturaleza se desvía sola
tanto, que en todas las cosas, incluso algunas veces de las cosas buenas y espirituales,
busca su descanso y su agrado e incautamente se alimenta de esta desviación como si
fuera de comida.

Por eso cuando nos son ofrecidas las cosas espirituales, inmediatamente las vemos y las
deseamos, pero no estamos promovidos por la voluntad de Dios o sólo para agradar a
Dios, sino por aquella alegría y placer que viene en nosotros queriendo aquellas cosas que
el Dios quiere. Este error, engaño está más escondido aún que aquello que hemos
deseado como espiritual bueno y mejor. Porque no basta sólo que queramos aquellas
cosas que quiere el Dios, sino que las queramos también cuándo, cómo y por qué las
quiere; Por eso el Apóstol nos pide que probemos cuál es la voluntad de Dios; “No os
conforméis a este siglo, sino transformaos, metamorfoseas por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta” (Rom 12,2). Así que al desear al mismo Dios, en esto por regla

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general se encuentran muchos engaños que son causa y producto de nuestra φιλαυτία
filaftía egolatría, excesivo amor a uno mismo y al cuerpo. Porque muchas veces
ambicionamos más a nuestro propio bien e interés en vez de la voluntad de Dios, el cual
sólo por su doxa-gloria se agrada y quiere que le amemos, anhelemos y obedezcamos,
como hemos dicho antes.

Así que, hermano mío, para que seas protegido de esta cadena que impide el camino de la
perfección, y para progresar en el querer hacer que cada praxis tuya sea sólo para la
voluntad, la doxa-gloria y el agrado a Dios, (el cual en cada praxis y loyismós quiere que
sea sólo él principio y fin), utiliza esta manera o método.

Cuando tratas de emprender alguna praxis que la quiere el Dios, la que simplemente es
buena, no dirijas tu deseo inmediatamente en quererla si primero no elevas tu nus a Dios
para ver si es también Su voluntad para quererla, si él quiere así y si dentro de esta gustas
solamente a él. Y cuando pienses que de esta divina voluntad está movida tu inclinación,
entonces debes querer aquella praxis y realizarla, porque el Dios quiere y que es sólo para
su doxa-gloria y su obediencia.

De la misma manera, cuando quieres detestar aquello que no quiere el Dios, es decir, el
mal, no lo detestes inmediatamente, si primero no has fijado la mirada de tu nus en su
divina voluntad, la cual quiere que lo detestes para agradar a él. Debido a que el engaño
de la naturaleza es muy fino, por eso esto es conocido en pocos, porque la naturaleza
siempre busca para sí misma; y muchas veces hace ver en nosotros que nuestro propósito
es agradar sólo a Dios, pero la verdad no es así.

Por eso ocurre muchas veces que creamos que aquello que queremos o no queremos no
es para nuestro interés propio, sino sólo para gustar a Dios. Así que para evitar este
engaño, la verdadera terapia es la catarsis, (sanación y purgación) del corazón, que es
expulsar al antiguo hombre y revestirnos el nuevo (y en esto nos orienta toda esta guerra).

Pero, para enseñarte el arte para hacer esto, escucha. Al principio de cada praxis tuya, a
medida de lo posible, debes salir de cada voluntad tuya y no quieras hacer ni detestar
ninguna cosa, si primero no has entendido que en esto estás promovido y arrastrado sólo
por la simple voluntad de Dios. Y si en todas tus obras exteriores y sobre todo en las
interiores de la psique, no puedes sentir siempre esta energía de que estás promovido de
Dios para gustarle, por lo menos estate contento que la tienes en potencia; es decir, que
tú por ti mismo tengas siempre verdadera opinión y convicción en gustar a Dios en cada
praxis y obra tuya. Sentirnos activa la inducción de Dios, esto se hace con divina y
espiritual iluminación en el nus, con la que en los limpios y purificados se apocalipta-
revela la voluntad de Dios contemplativamente o con inspiración de Dios con un logos o

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con otras energías y actos de la divina Jaris (gracia, energía increada), la cual es un calor
que da vida, una inenarrable alegría, resaltos espirituales, fervor espiritual, lágrimas de
corazón, agapi y los demás pazos-pasiones y emociones divinas y nobles, las cuales no son
obtenidas por nuestra voluntad sino de Dios, movidos por él y pasionalmente; mediante la
percepción y sentimiento de todas estas cosas nos informamos que aquello que pedimos
hacer es según la voluntad de Dios. Pero antes de todo esto, sobre nuestro tema, tenemos
el deber de hacer oración ardiente y lúcida a Dios, una vez, dos y muchas veces.

Pero en las obras que durarán algún tiempo, no sólo al principio es bueno que te motives
a ti mismo en este agrado a Dios, sino que hasta al final debes estar ocupándote de
renovar este agrado con la memoria o recuerdo, porque si no haces así peligras en
enrollarte en las cadenas de la agapi física, la cual declina más hacia sí misma que a Dios; y
muchas veces después de algún tiempo acostumbra hacernos inconscientemente cambiar
las cosas modificando nuestros primeros objetivos y fines. Por eso san Gregorio el Sinaita
escribía que: “estate atento también en la predisposición, intención y con exactitud
investiga cada hora hacia dónde declina; si estás sentado en la hisijía por Dios para este
bien o para beneficio psíquico, sea psalmodiando, sea orando o trabajando para alguna
virtud, ten cuidado no seas capturado sin saber lo que haces. (Filocalía c.12).

Por lo tanto, cuando uno no tiene mucho cuidado en esto, muchas veces comienza hacer
una obra con el propósito de gustar sólo al Señor, y después dentro de poco es conducido
sin percatarse en gustar su propia voluntad de tal manera que olvida la voluntad divina; y
queda tan atado con el agrado, placer de aquella obra, que si el mismo Dios le obstruya
con alguna enfermedad o tentación de los demonios o de los hombres o de cualquier otra
manera, éste se disgusta y se trastorna completamente y queda atormentado y muchas
veces juzga y condena a los demás de que fueron su obstáculo (por no decir que gime
contra al mismo Dios), cosa que manifiesta claramente que su juicio no era totalmente de
Dios, sino que nació de la raíz podrida y corrupta de la filaftía (egolatría, excesivo amor a sí
mismo y al cuerpo).

Porque aquel que se mueve sólo para la voluntad y el agrado a Dios, no prefiere más una
obra superior y grande que la humilde e inferior, sino que quiere por igual las dos, porque
son gustadas a Dios por cualquier razón que sólo Él conoce. Por consiguiente, si la obra es
importante y grande o pequeña y humilde, permaneces igual en paz y reposado; porque
de cualquier manera disfrutas de tu objetivo que era parecer agradable a Dios en todas
tus obras sea en vida sea en la muerte. “Por eso, en el cuerpo o fuera del cuerpo, nos
esforzamos con celo y fervor por agradar al Señor” (II Cor 5,9). Por lo tanto, amigo mío,
que seas siempre cuidadoso y reservado contigo mismo e intentar dirigir tus praxis a este
propósito final.

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Sin embargo, si alguna vez estás promovido por el deseo de tu psique hacer el bien para
evitar las situaciones del castigo y disfrutar del Paraíso, en esto también puedes pensar
que tu propósito final es el agrado y el deseo de Dios, el cual quiere que entres en Su
realeza increada y no al hades. Pero este fin uno no lo puede conocer correctamente por
mucho poder y fuerza que tenga.

Para una obra, por muy pequeña y humilde que sea, si se hace sólo con el propósito de
gustar sólo a Dios y Su doxa (gloria, luz increada), vale infinitamente más que muchas
obras gloriosas, importantes y grandes que se hacen sin este propósito. Así junto con Dios
es más agradable dar un céntimo a un pobre, sólo por hecho de agradar a Dios, en vez de
despojarte de todos tus bienes para otro propósito y fin; y si lo haces con el propósito de
disfrutar de los bienes celestes, no sólo es bueno sino también muy deseable. Este
ejercicio, el querer gustar en cada praxis a Dios, al principio te parecerá difícil, pero
después te será fácil.

El tener en cuenta esta infinita magnanimidad y recompensa digna de Dios, cuanto más
profunda y continua se hace, tanto más continuas y ardientes son las praxis antes
mencionadas de nuestra voluntad. Así mucho más fácil y más rápido obtendremos la
costumbre de hacer cada praxis nuestra para la agapi y agrado del Soberano que es el
único digno de ser amado. Finalmente, si quieres entender si el Dios te incita en cada
praxis tuya, debes pedirlo a Él con ardiente oración, rogándole que te añada también esta
jaris(o favor) junto con las innumerables jaris y donaciones que te ha hecho y te hace
continuamente sólo por agapi sin ningún beneficio suyo.

Capítulo 11: Algunos pensamientos que promueven el deseo del hombre en querer
hacer en cada cosa la voluntad de Dios

Para promover tu voluntad con mayor facilidad para querer en todo el agrado y la doxa
(gloria) de Dios, acuérdate muy menudo que Él antes de distintas maneras te ha honrado
y amado; te ha creado de la nada a imagen y semejanza suya y todas las creaciones las ha
hecho para que te sirvan; y te ha redimido y liberado de la esclavitud del diablo,
mandando no un ángel sino Su Hijo Unigénito para rescatarte no con precio de oro y plata,
sino con su preciosa sangre y con la muerte más tormentosa e injusta, y después de todo
esto en cada momento te protege de los enemigos; lucha para ti y con Su divina jaris
(gracia, energía increada) tiene preparado tu alimento y tu honor en los inmaculados
Misterios que es el Hijo bien amado.

Esto es una señal de grandioso honor e infinita agapi que tiene el Dios para ti, tan grande
que nadie puede entender, y cuánto honor y respeto debemos nosotros a Su
majestuosidad, que por nosotros ha hecho tantas cosas admirables.

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¡Y si los reyes terrenales, cuando son honrados por los hombres se sienten obligados a
recompensarlos, cuanto más nosotros los insignificantes debemos hacerlo al Rey del
universo por el cual somos tan amados y apreciados! Además de lo que hemos dicho
antes, ten siempre en tu memoria más que cualquier otra cosa, que la divina
majestuosidad por sí sola es infinitamente digna de ser honrada y servida limpiamente por
todos de una manera que le gusta.

Capítulo 12: La multitud de voluntades y deseos que existen en el hombre y la lucha que
hay entre ellos

Conozca bien que en esta guerra en nuestro interior hay dos voluntades contrarias entre
ellas; una es la voluntad de nuestra parte lógica de la psique, por eso se llama voluntad
lógica y superior; y la otra es la del sentido y por eso se llama voluntad sensible e inferior,
la cual por costumbre se llama también voluntad animal, voluntad de la disposición de la
carne y del pazos; con la voluntad superior deseamos todos los bienes; y con la voluntad
inferior e insensata deseamos todos los males. Así, pues, cuando nosotros queremos
alguna cosa sólo con la voluntad del sentido, hasta que no la hayamos emparejado y
combinado con la voluntad suprema y la lógica, no quiere decir que la queremos de
verdad. Por lo tanto, toda la guerra invisible es esto, que la voluntad superior no se incline
hacia la inferior. Porque la voluntad lógica que se encuentra entre la voluntad divina que
está por encima y la voluntad sensible o del sentido que está por debajo, siempre es
atacada tanto por una como por la otra. Debido a que cada una de ellas quiere arrastrarla,
dominarla y someterla en sí misma. Estas tres voluntades se llaman también leyes por el
apóstol Pablo (Rom cap. 7). La voluntad lógica, la ley del nus y la ley animal irracional que
se encuentra en los miembros del cuerpo y va en contra de la ley del nus y del deseo de
Dios, contra de la ley espiritual y de la ley de Dios con las que conecta la ley del nus; y
añade también una cuarta que es la ley del pecado; que según san Juan Damasceno es el
ataque o asalto que lanza el diablo con malos loyismí, en donde queda cautiva la ley del
nus que se encuentra en los miembros del cuerpo; y el deseo lógico junto con la ley del
nus, esto san Juan Damasceno lo llama conciencia.

Por eso al principio, aquellos que se han acostumbrado al mal, sufren y se cansan mucho
cuando deciden cambiar de forma de vida y entregarse a la agapi y al servicio de Dios.
Porque las contradicciones que recibe la voluntad lógica de ellos de la lógica de Dios y de
la lógica sensible (o carnal), las cuales permanecen en una parte y en otra y pelean, son
pruebas muy fuertes y las sienten fuertemente, cosa que no ocurre en aquellos que ya se
han acostumbrado vivir y reposar en las virtudes o en las maldades.

Porque los virtuosos se conforman fácilmente con la voluntad de Dios, en cambio los
malos se inclinan fácilmente sin ninguna oposición a la voluntad del sentido (carnal o

22
instinto animal). Por tanto, que no se jacte alguno que puede obtener las verdaderas
virtudes cristianas y servir a Dios como es debido, si no se esfuerza de verdad para
abandonar no sólo a los más grandes placeres sino también a los más pequeños en los
cuales estaba dedicado con agapi-amor mundana. Y causa de esto muy pocos llegan a la
perfección. Debido a que han dominado con esfuerzo los mayores placeres, no quieren
después de todo esto presionar a sí mismos para vencer también sus insignificantes
deseos, los cuales a todas horas les conquistan. Porque la perfección y la unión con el Dios
es una cosa tan fina, de modo que el más mínimo obstáculo, tan fino como un pelo, puede
privarnos de la unión con el Dios; como dice san Simeón el Nuevo Teólogo: “De modo que
si por nuestra negligencia y descuido tenemos algún pequeño loyismós, o duda de fe, o
cobardía, o cualquier otro pazos, no seremos dignos de tener como cohabitante en
nuestra psique a Dios”.

Por ejemplo, hay algunos que no quitan una cosa ajena, pero aman excesivamente la suya
propia; hay otros que no buscan honores con medios ilegales e indebidos, pero no las
aborrecen como es debido, sino que las desean, y algunas veces las buscan de distintas
maneras. Otros cumplen los ayunos estipulados por su obligación, pero están dominados
por la glotonería y la gula comiendo más de lo necesario. Otros viven con continencia pero
no se desapegan de las compañías que les gustan y les son grandes obstáculos en la vida
espiritual y la unión con el Dios; y sobre todo aquellas compañías que se hacen con
personas jóvenes y piadosas, de las que cuando menos teme uno, tanto más debe evitar.
Aquí apunta, hermano mío, que por algunas tendencias naturales o pazos, los cuales ni se
llaman mortales, ni excusables o perdonables, porque no se hacen por nuestra
predisposición o voluntad, están sujetos a la idiosincrasia, temperamento de los cuerpos y
estos se llaman imperfecciones, defectos y fallos naturales; por ejemplo, son muchos que
por su naturaleza son amargados y melancólicos o depresivos; otros estrictos e irritables;
otros ligeros en el loyismós e insostenibles; otros irascibles… y otros defectos naturales.
Por lo tanto, debemos luchar también contra estos defectos, corrigiendo los excesos y las
deficiencias con el discernimiento del logos correcto, transformándolos en virtudes.
Porque ningún defecto natural, por muy salvaje que sea, no resiste tanto a la
predisposición y a la voluntad que no pueda ser vencido con la jaris (energía increada) de
Dios, con nuestro esfuerzo y cuidado y con nuestra diligencia. Digo que luchemos contra
estos, porque aunque sean naturales y no voluntarios, sin embargo nos impiden al
perfeccionamiento. Por lo tanto, de todas estas cosas que hemos dicho, en estas personas
ocurre lo siguiente: que hacen obras buenas, pero deficientes y adecuadas con su deseo
de honor y alabanzas del mundo. De estas cosas el resultado es que no progresan en el
camino de la sotiría (redención, sanación y salvación), sino que regresan atrás y recaen en
los primeros males; porque no aman la verdadera virtud ni son agradables a Dios que
antes les liberó y les salvó de la tiranía del diablo; aún mas, de estas cosas continúan

23
siendo siempre ignorantes y ciegos y en ningún momento ven el peligro que se
encuentran, porque creen que están seguros y sin peligro.

Y aquí se manifiesta un engaño, que cuanto menos conocido es, tanto más perjudicial se
convierte; porque son muchos que siguen la vida espiritual, pero aman más de lo debido a
sí mismos, aunque en realidad no conocen amarse a sí mismos. Porque se ocupan más con
aquellas luchas que declinan hacia sus deseos y dejan las demás que son contrarias a sus
declinaciones y tendencias físicas y los deseos sensibles o carnales que justamente
deberían pelear contra ellos a toda costa con todas sus fuerzas.

Por eso, hermano en Cristo, te pido que ames siempre la dificultad y la prueba que trae
consigo esta guerra, aún si alguna vez seas vencido. Porque dice Sirac: “No odies el trabajo
duro y cansino” (7,16). Porque aquí se encuentra todo. Porque cuando más fuerte amas la
dificultad que trae la virtud y la guerra en los principiantes, tanto más rápido ganarás; y
qué digo, si tu amas más la guerra dura y cansina contra los pazos, en vez de las virtudes y
las victorias, naturalmente mucho más rápido obtendrás todo bien.

Capítulo 13: Cómo debe luchar uno contra la voluntad insensata o animal de los sentidos
y la relación con las praxis que debe realizar la voluntad para poder adquirir las
costumbres de las virtudes

Cada vez que por un lado el deseo insensato de los sentidos y por otro lado voluntad de
Dios, atacan tu deseo lógico, y cada uno quiere vencer, tú debes ejercitarte de muchas
maneras para que venza totalmente el deseo de Dios.

Entonces, a) cuando seas atacado de los movimientos de algún deseo insensato de los
sentidos, debes resistir fuertemente para que la voluntad de la lógica no sea captada por
ellos. b) Una vez que sean detenidos y parados, muévelos otra vez contra tuya para
vencerlos y expulsarlos lejos con mayor ímpetu y fuerza. Y otra vez después de todo esto,
vuelve a reclamarlos en esta tercera guerra c), en la que te acostumbrarás y los odiarás
con toda la fuerza de tu psique y los tendrás asco. (23)

Estas tres guerras o combates, deben hacerse en todos nuestros deseos desordenados,
(excepto los pazos carnales, por los que te hablaré en otro punto).

Aquellos que han progresado en la práctica se han hecho fuertes del loyismós con
liberarse de toda doxa-gloria falsa y absurda, han adquirido logos correcto a través de la
zeoría-contemplación de los logos verdaderos y espirituales, estos que se encuentran en
la divina Escritura, como también en la creación; por tanto ellos pueden resistir, rechazar y
combatir contra los pazos y los loyismí con reacción irascible, es decir, unas veces con
logos, lemas o versos de la divina Escritura contra los pazos y los loyismí que les atacan,

24
puesto que con esta contradicción el Señor venció las tres tentaciones o ataques que le
trajo el diablo, a) la tentación de la filidonía (hedonismo, sensualidad o voluptuosidad) , b)
la filodoxía-vanagloria y c) la filaryiría-avaricia.

Y otras veces, contra al que trae la falsedad y el engaño de los sembrados loyismí y de los
pazos que nos atacan, se liberan con el logos natural y correcto; por eso, para esto se dice
que luchan directamente contra los enemigos, los vencen y son coronados. Pero los que
son débiles en el loyismós, es mejor que combatan contra los loyismí y los pazos
indirectamente; es decir, mientras sean atacados, inmediatamente correr en contacto
consciente con Dios hasta que con la oración serenen los pazos y frenen las
conversaciones con los loyismí, como enseña san Isaac el Sirio. (Aunque esto
principalmente no se llama guerra sino huida de la guerra).

Pero estos enfermos, alguna vez cuando son atacados exageradamente de los pazos y los
loyismí, o cuando conocen que en sí mismo tienen la fuerza, deben luchar también
directamente contra los loyismí y los pazos, para que se vea también su propia valentía y
la libertad de la voluntad contra este malvado, ya que esto también nos lo dice el mismo
San Isaac el Sirio.

Sin embargo, cuando atacamos directamente los pazos y los loyismí, una ayuda invencible,
como arma de guerra, es tener el nombre del Señor Jesús Cristo; es decir, «Κύριε Ἰησοῦ
Χριστὲ Υἱὲ τοῦ Θεοῦ ἐλέησόν με Kirie-Señor Jesús Cristo Hijo de Dios, eleisón me,
ayúdame, sáname, ten compasión o misericordia de mí…», sea con el corazón o con los
labios, tal y como diremos más abajo en el capítulo 16º. Porque de esta manera también
combatimos contra los enemigos y vencemos, y por eso no nos enorgullecemos porque
adscribimos esta victoria al nombre vencedor del Señor.

Apunta también que el desprecio (al demonio) es el vehículo supremo y fuerte contra la
guerra de los loyismí y los pazos. Es decir, que uno desprecie como ladridos de perros (sin
dientes) los asaltos y ataques de los loyismí y los movimientos de los pazos y sobre todo
aquellos que antes han llegado a guerrear contra ellos y expulsarlos; pero estos que con
descaro le molestan, siendo serio y silencioso en sí mismo, ni si quiera girar a verlos ni
escucharlos, cumpliendo aquel Salmo que dice: “Pero yo me hacía como sordo que no
quiere oír y como el mudo que no abre la boca para hablar” (Sal 37,14); Pero que corra al
camino de la virtud y del progreso, sin que sea impedido por los nimios sustos o espantos
de los loyismí, y aquel que quiere pues, que utilice esta arma y será muy beneficiado.»

Por último, debes hacer también praxis opuestas en cada uno de tus pazos.

Por ejemplo, si alguien te ha deshonrado y tú sientes guerra de los movimientos de


impaciencia, presta bien atención y sentirás que estos movimientos siempre combaten

25
contra la voluntad lógica y superior e intentan someterla y hacerla condescender,
consentir; entonces tú resista a estos movimientos con todas tus fuerzas y apresúrate con
tu deseo lógico en no dar consentimiento a estos para no desviarte y decaer, diciendo tú
también junto con Oseas: “resistiendo los destruiré” (1,2); y no parar nunca este combate,
hasta que conozcas bien que el enemigo está casi cansado y ha quedado vencido y
mortificado; pero ten mucho cuidado, vigila y protégete de la mala astucia del diablo.
Porque cuando él entienda que resistimos fuertemente a los movimientos de un pazos, no
sólo no los revoluciona en contra nuestra, sino que intenta pararlos a que no nos ataquen,
para que no adquiramos formación y experiencia por este ejercicio para el hábito de las
virtudes; y además, para hacernos caer al orgullo y a la vanagloria, convenciéndonos de
una manera hábil de que somos soldados valientes y hemos derrotado rápidamente a
nuestros enemigos.

Por eso tú, hermano mío, pasa a la segunda guerra, es decir, con la memoria despierta
revoluciona contra tuyo aquellos loyismí que fueron la causa de tu impaciencia; y con
continuos deseos y más violencia que la primera, expúlsalos lejos de ti, diciendo junto con
David: “Perseguiré mis enemigos hasta que los destruya” (Sal 17,41). Pero como no es
bastante con sólo expulsar nuestros enemigos, sino que debemos odiarlos con nuestro
corazón, para que no seamos vencidos otra vez de ellos, por eso tú con la tercera c) guerra
debes oponerte con tanto ímpetu a los loyismí de la impaciencia hasta que los odies y los
tengas asco, diciendo aquello del Salmo: “Detesto y aborrezco la injusticia y la mentira”
(Sal 118, 162) y “los he odiado con perfecto odio; y se hicieron enemigos personales” (Sal
118,21). Por último, para hacer perfecta tu psique con la costumbre o hábito* de las
virtudes, debes hacer aún praxis interiores que son directamente opuestas a tu
impaciencia según el Salmo: “Aléjate del mal y haz el bien” (Sal 33,14). *Por eso esta
costumbre o hábito se llama segunda naturaleza, porque, como la naturaleza así también
el hábito con facilidad proyecta sus energías y acciones.

Por ejemplo, si deseas obtener totalmente la costumbre de la paciencia, no basta sólo que
te ejercites con las maneras de guerra que te he dicho, sino aún debes amar el deprecio
que has recibido de aquel que te ha deshonrado o insultado, deseando que seas
deshonrado e insultado otra vez, como la primera vez por el mismo hombre; y estar
preparado a sufrir mayores desprecios e insultos, porque praxis similares son necesarias
para hacernos perfectos en las virtudes. Porque de otra manera, las otras praxis por
muchas y muy fuertes que sean no son capaces de extraer y extinguir la maldad de sus
raíces. Por eso es necesario que allí donde antes estaba arraigada la maldad, en vez de
ella, allí tiene que sembrar y arraigar la virtud que es contraria a la maldad, para que
según los médicos, las cosas opuestas se conviertan terapia, curación de las opuestas (25).

26
«Excelentemente aquí se enseña de acuerdo con san Isaac el Sirio, que es mejor engañar y
vencer nuestros pazos con el recuerdo de las contrarias virtudes, en vez de poner
resistencia. Sepas también que las tres partes de la psique que son lo logístico (lógico), lo
anhelante (voluntarioso) y lo irascible (o emocional), nacen tres tipos de loyismí. De la
parte logística (lógica) nacen los loyismí de increencia o infidelidad, ingratitud y gemidos a
Dios, el no discernimiento o indiscreciones, ignorancia o desconocimiento y oscuridad y
simplemente los llamados universalmente loyismí blasfemos; y de la parte anhelante (o
voluntad) de la psique nacen los loyismí hedónicos de la filidonía (placer, voluptuosidad,
hedonismo), los de la avaricia , los de la vanagloria y generalmente todos los llamados
loyismí indecentes; y de la parte irascible de la psique nacen los loyismí de homicidios, de
venganza, de odio, de envidia, de conflictos, perturbaciones y simplemente los llamados
loyismí maliciosos, viles o astutos malos. Pues, tú debes vencer con las virtudes contrarias;
es decir, la infidelidad con la fe inquebrantable a Dios; la ingratitud y el bostezo a Dios con
el agradecimiento; la indiscreción o no discernimiento con el discernimiento del bien y del
mal; la ignorancia y oscuridad con la verdadera gnosis (increada) de lo que realmente
existe; y las blasfemias e insultos con las doxologías (alabanzas). Similarmente la filidonía
(hedonismo) con la continencia y el ayuno; la vanagloria con la humildad; y la avaricia con
la austeridad y la sencillez. Igualmente, la envidia y el odio con la agapi-amor; la venganza
con la mansedumbre, magnanimidad y la paciencia; el conflicto y la perturbación con
serenidad del cerebro o mente y la paz del corazón. Y generalmente como dice san
Máximo el Confesor: En la parte anhelante (volitiva) de la psique poner la virtud de la
continencia, autodominio; en la parte irascible la virtud de la agapi; y por supuesto que la
luz de tu nus no se oscurecerá nunca, y los anteriores loyismí pueden fácilmente nacer de
estos.»

Así que si nosotros no nos acostumbramos con muchas y continuas praxis a amar el
desprecio y alegrarnos por ello, porque en la agapi-amor con el desprecio se cimienta la
paciencia, y no nos libraremos nunca de la mala impaciencia, la que se fundamenta sobre
el odio de que nos desprecien u ofendan. Por eso, permaneciendo viva la raíz de la
maldad, brota siempre de una manera que se marchita la virtud y algunas veces la ahoga
totalmente. En cualquier momento que se nos presente nos hace peligrar y recaer otra
vez. Es cierto pues, que sin las praxis opuestas o contrarias que hemos dicho, no es posible
que obtengamos la verdadera costumbre de las virtudes.

Conozca también esto, que estas praxis deben ser muchas y muy continuas de modo que
puedan destruir totalmente el hábito del mal, que como ha arraigado y dominado en
nuestro corazón, mediante la multitud de las malas praxis, así se debe desarraigar el mal
con muchas y continuas praxis buenas; y entonces en nuestro corazón echaremos raíces
del hábito de las virtudes; de hecho yo digo que deben ser muchas más las praxis buenas

27
que las malas, para que el hábito se convierta virtuoso; porque muchas praxis no son
como las praxis del mal que son sostenidas por la naturaleza, la cual está corrompida por
el pecado.

Además te digo también esto; que si la virtud que ejerces lo requiere, debes aún hacer
praxis exteriores similares a las interiores; por ejemplo; para obtener la paciencia no sólo
debes amar con el corazón aquellos que te han despreciado o molestado de cualquier
manera, sino que digas hacia ellos logos apacibles y de agapi; aún si puedes servirles con
obras con su permiso (26).

«El divino san Juan el Crisóstomo (boca de oro), en su homilía 15, capítulo 5, sobre el
Evangelio de Mateo, dice que el Señor en este capítulo enseña nueve grados, en los que
los todos cristianos son elevados con sus divinos mandamientos o logos: 1) que los
Cristianos no deben cometer ninguna injusticia a ninguno; 2) si alguien comete una
injusticia contra ellos, ellos no deben vengarse con la misma injusticia; 3) que no hagan a
los demás aquellas cosas malas que aquellos les han hecho, sino que tengan paciencia, se
serenen y se pacifiquen; 4) no sólo que se pacifiquen sino que se entreguen
voluntariamente a padecer con más ánimo estos pazos y estos males; 5) que sean
dispuestos a padecer más de estos pazos que aquel que quiere hacerles mal; 6) no odiar
aquel que les hace el mal; 7) amar de corazón aquel que les hace mal; 8) y beneficiarle 9) y
rogar a Dios por él.

Y san Simón el nuevo Teólogo, en su logos en relación con la apacia (sin pazos,
impasibilidad) y los carismas, añade junto con los nueve grados otros tres más grandes: 1)
no sólo que oremos por aquellos que nos han hecho mal, sino que los marquemos en
nuestra fantasía y besarlos sin pasión, con lágrimas de corazón, como amigos auténticos. Y
tercero que uno se olvide totalmente de las cosas que le han pasado y no las recuerde,
tanto cuando están presentes como cuando no están, sino que se comporte con ellos igual
que con sus amigos, conversando y comiendo junto con ellos.»

Y estas praxis interiores y exteriores por muy difíciles que te parezcan por la debilidad de
tu nus, por mucha dificultad que te traiga tu deseo, de ninguna manera debes
abandonarlas, sino que luches por hacerlas. Porque, por muy débiles que sean, te
mantienen estable y valiente en esta guerra y te facilitan el camino para vencer.

Estate con atención y concéntrate bien en ti mismo para combatir no sólo contra tus
deseos grandes y eficaces de cada pazos, sino también contra los pequeños y ligeros;
porque algunas veces los pequeños deseos abren el camino a los grandes, y entonces
después de todo esto nacen en nuestro interior los malos deseos; y por el poco cuidado y
esfuerzo que tienen algunos en extraer de sus corazones los pequeños deseos, mientras

28
han dominado los grandes del mismo pazos, lo que a continuación sigue en ellos es que de
repente e inesperadamente son dañados y vencidos por los enemigos con más potencia y
desgaste que antes.

Te recuerdo también que vayas recortando y mortificando tus deseos y voluntades,


incluso de cosas que son permitidas, pero que no son necesarias; y de este tipo son las
muchas charlatanerías, las compañías, las comidas más grasientas y las similares. Porque
de esto saldrán muchos bienes. Debido a que te harán más preparado y más animado
para vencer a ti mismo y a las demás cosas. Debido a que te harás más fuerte y más
experimentado en la guerra de las tentaciones, te escaparás de varias trampas del diablo y
conseguirás cosas muy agradables y gustadas a Dios.

Pues, amigo mío, si sigues estos ejercicios divinos de la manera que te he dicho, estate
seguro que en poco tiempo progresarás mucho y te convertirás en hombre espiritual
verdadera y realmente, no falsamente, sólo de nombre. Porque si emprendes otra manera
o método y otros ejercicios agradables a tu deseo, tanto que llegues hasta creer que te
has unido con el Dios y conversas con él dulcemente, sepas que no es posible que
obtengas la jaris (gracia, energía increada) del Espíritu Santo o ninguna virtud; porque la
jaris del Espíritu, tal y como he dicho en el primer capítulo, no es creada, ni nace con
ejercicios agradables y similares con nuestra naturaleza, sino de aquellas cosas que ponen
en la naturaleza cruces y esfuerzos corporales duros, y de aquellas que se recompone y se
renueva el hombre a través de los deseos de las virtudes evangélicas y se une con su
crucificado Creador.

Conozca también esto; que los hábitos del mal se hacen con muchas y continuas praxis de
la voluntad lógica, porque es ella la que se entrega en los deseos insensatos del sentido o
de los instintos animales. Así que los hábitos de las virtudes evangélicas se obtienen con
hacer praxis continuas y muchas y que te entregues a la voluntad de Dios, por el cual
estamos llamados e invitados unas veces a una virtud y otras veces a otra. Porque tal y
como nuestra voluntad lógica no puede ser mala y terrenal nunca, por mucho que sea
atacada por el deseo insensato de la carne y del mal, si no se entrega por sí misma a la
carne y se someta a ella; así de esta manera nuestra voluntad lógica, nunca puede ser
virtuosa y estar unida con el Dios, aunque está llamada e invitada por la jaris (gracia,
energía increada) de Dios, si no se entrega totalmente a la voluntad y a la jaris de Él, tanto
con praxis interiores como con exteriores.

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Capítulo 14: Qué se debe hacer cuando la voluntad lógica superior parece que está
vencida por la voluntad inferior insensata o animal y de los enemigos

Si alguna vez piensas que tu voluntad lógica no puede resistir para nada a tu deseo
insensato y a los enemigos que te atacan, porque no sientes que anímicamente estás
dispuesto y preparado contra ellos; entonces, tú hermano mío, debes permanecer firme y
no abandonar la guerra, porque te estarás considerado como vencedor, puesto que no te
estarás viendo claramente a ti mismo como vencido. Así como la voluntad superior para
proyectar sus praxis no tiene necesidad de los deseos inferiores, así lo mismo, si ella
misma no quiere no puede ser presionada y vencida nunca de los deseos inferiores por
muy dura que sea la guerra que hacen. Porque el Dios ha regalado en nuestra voluntad
tanta libertad y fuerza, de modo que aunque todos nuestros sentidos y todos los
demonios y todo el mundo juntos se armen contra ella, a pesar de todo esto, nuestra
voluntad puede con toda la libertad despreciar estas cosas y querer aquello que quiere, o
no querer aquello que no quiere, y las veces que quiere y por aquel propósito que más le
gusta.

Y si alguna vez los enemigos intelectivos o espirituales y tu deseo insensato, indecente, te


atacan, te guerrean y te presionan tanto, deprimiéndote de modo que así debilitado no
puedas hacer ninguna acción u obra espiritual contra ellos para ayudarte, pues, yo te digo
que en este caso no te acobardes, ni tires por tierra las armas, sino que utiliza este
vehículo contra ellos y diga contra los enemigos: “No cedo ni abandono esta guerra, ni
tampoco ahora os dejaré ilesos”. “El Señor es la luz increada y mi sotiría (redención,
sanación y salvación), ¿a quién podré temer? El Señor es la fortaleza y el refugio de mi
vida, ¿ante quién puedo temblar?” (Sal 26,1). “Yo en Tu nombre aniquilaré los enemigos”
(Sal 43,7); ahora bien, si te fortaleces mucho y otra vez caes vencido, como se ha escrito:
“Por mucho que os unáis seréis aplastaos; y por mucho que os arméis seréis aniquilados”
(Is 8,9). Por lo tanto, haz lo mismo que aquel que tiene en su contra al enemigo y le
tiraniza y no puede hacer nada para pegarle directamente y prueba haciendo un paso
atrás para poder herirle, así lo mismo haz tú también; reúne tus loyismí en tu interior,
reflexiona y piensa que no tienes ninguna fuerza y así recurre a Dios que siempre puede y
llámalo con ardiente oración, esperanza y lágrimas contra tu pazos que te está atacando,
diciendo: “Señor ayúdame; Dios mío, Dios mío ayúdame, Jesús Cristo ayúdame, ataca a los
que me atacan; toma tu escudo y tu armadura y ven a socorrerme” (Sal 34,1). “Santísima
Zeotocos, Virgen, ayúdame, para no ser vencido por el enemigo”.

Por otro lado, si el pazos y tu enemigo te dejan un poco de tiempo, puedes ayudar la
debilidad de tu voluntad contra el pazos, con el contacto consciente con Dios con

30
reflexiones y ejercicios. Por ejemplo, cuando tú caes en alguna dificultad o cualquier otro
castigo y tu deseo no puede o no quiere tener paciencia, ayúdate con estas cosas.

A.- Piensa que esta prueba que estás sufriendo, debes dignamente sufrirla, porque tú has
dado motivo y con razón debes sufrir esta herida que tú mismo con tus manos has
producido y dado a ti mismo.

B.- Si tú en esta prueba no tienes ninguna culpa, dirija tu loyismós en los otros muchos y
grandes errores tuyos y piensa que por estos el Dios no te ha dado aún el castigo que
mereces, pero que tú tampoco los has moderado como es debido; por lo tanto, la
compasión de Dios ha tenido misericordia de ti para que no seas castigado eternamente, y
te ha mandado esta prueba provisional; y debes aceptarla con alegría y gratitud.

C.- Piensa y reflexiona que cuando has molestado y lastimado la majestuosidad de Dios, si
te ha dado tiempo y has hecho bastante del canon o deber por tus pecados; pero piensa
que en la realeza increada de los cielos no entra nadie si no es mediante la entrada
estrecha de las pruebes y las aflicciones. “Tenemos que pasar por muchas aflicciones y
tribulaciones para entrar en la realeza increada de Dios” (He 14,22).

D.- El que tú también puedes entrar en esta realeza increada por otro camino, es decir,
entrar dentro en la agapi (amor y energía increada) de Dios, esto ni siquiera lo pienses;
porque también el Hijo de Dios junto con todos sus amigos entró en ella por medio de
espinas y cruces.

E.- Piensa y reflexiona que esta prueba que estás sufriendo, es según la voluntad de Dios;
es lo que debes pensar al principio de cada praxis tuya y aflicción que te sucede; tal y
como te dije antes en el capítulo 10 y 11, es decir, querer que en todos tus actos y hechos
se haga la voluntad de Dios; el Cual por la agapi que te tiene, se agrada y se alegra cuando
te ve que sufres y luchas heroicamente como un valiente guerrero suyo. Pues, tú para que
correspondas esta agapi (amor y energía increada) de Dios, por muy injusta y pesada que
sea la prueba que sufres, tanto más lucha para sufrirla con paciencia y gratitud. Porque
haciendo así, se ve que sufres en esta praxis y amas también esta dureza sólo por la divina
voluntad, por la cual y cerca de la cual, cualquier cosa amarga parece dulce y toda cosa
desordenada tiene orden y regla o canon perfecto.

Capítulo 15: Cómo uno debe luchar siempre valientemente con todas sus fuerzas

Si quieres estar venciendo a tus enemigos más rápido y fácilmente, hermano mío, es
necesario luchar siempre valientemente contra todos tus pazos, pero más y
especialmente contra tu filaftía (egolatría, excesivo amor a sí mismo y al cuerpo),
acostumbrándote a tener como amigos queridos los desprecios y los sufrimientos, que

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alguna vez te provoca el mundo; porque por no conocer uno esta guerra de sí mismo y
contar poco con ella, ha ocurrido y ocurre siempre que las victorias sean difíciles,
imperfectas, poco frecuentes y casi inexistentes.

Entonces pues, esta guerra se debe hacer siempre, incesantemente, es decir,


continuamente hasta la hora de tu muerte y con una psique valiente que fácilmente
conseguirás esta valentía, valor en tu psique si la pides de Dios; si por un lado, piensas al
impulso o ímpetu maniático y el odio permanente que tienen contra ti los enemigos
demonios y su multitud de legiones y ejércitos, pero por otro lado piensa y reflexiona que
es mucho más potente la fuerza de Dios y la agapi (amor, energía increada) que te tiene y
que son muchísimos más los ángeles del cielo y las oraciones de los Santos que están
luchando silenciosamente a favor tuyo, como se ha escrito para Amalik: “El Señor lucha
con una mano mística e invisible” (Ex 17,16). Por eso con este pensamiento fueron
movidas tantas mujeres y muchachos y han conquistado toda la fuerza y la sabiduría del
mundo y han vencido todos los asaltos, ataques del diablo con toda su furia y manía.

Por lo tanto, no debes asustarte y tener miedo nunca, aunque te parezca que la guerra de
los enemigos es muy fuerte y que permanecerá para toda tu vida, aunque te amenace con
varias recaídas de distintas partes. Porque toda fuerza y conocimiento de nuestros
enemigos se encuentra en las manos del Comandante supremo Jesús Cristo que por el
honor de él te están atacando. El cual solo te llama y te invita con insistencia a esta
guerra, no sólo no te dejará que tengas como peso fuerte ningún poder de los enemigos y
ninguna victoria de ellos, porque esto lo considera una ofensa para él, sino que él
luchando por ti, los entregará vencidos en tus manos, cuando a él le parece agradable, tal
como se ha escrito: “El Señor, tu Dios, está en medio de tu campamento va y viene para
protegerte y librarte de tus enemigos y para captarlos y entregarlos en tus manos” (Deut
23,14).

Pero si el Señor retrasa hasta el último momento de tu vida, para que tú tengas esta
victoria, esto será tu mayor beneficio (27). Tú sólo debes luchar con valentía; y si algunas
veces en la guerra quedas herido nunca dejes las armas y te marches; en definitiva, para
que seas movido valientemente en esta guerra debes saber que no la puede evitar ningún
hombre sea en vida, sea en la hora de la muerte; y el que no lucha para vencer sus pazos y
sus enemigos, obligatoriamente debe ser capturado de aquí o de allá y morir.

Como el Dios no exterminó todas las naciones de la tierra prometida sino que ha dejado
en ella las cinco regiones con otras razas, los Sidonios y los Hebreos; primero para probar
si los hebreos guardan los mandamientos y la fe firme; segundo para que sean enseñados
siempre en la guerra, como se ha escrito: “Los cinco principados sirvieron para probar a
Israel… para ver si guardaban los preceptos del Señor. Y enseñarlos la guerra” (Jue 3, 4-5).

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De esta manera no extermina todos los pazos de nosotros, sino que nos deja algunos para
que nos combatan hasta nuestra muerte, no por debilidad o causa suya, sino por causa
nuestra, como interpreta Teodórito: 1) para que no caigamos en la negligencia, sino que
estemos vigilantes, cuidadosos y cautelosos; 2) para que no olvidemos la guerra y de
repente nos ataquen y nos venzan los pazos y los enemigos; 3 ) para que recurramos
siempre a Dios y pidamos con más fuerza y ardor Su ayuda; 4) para no enorgullecernos y
vanagloriarnos, sino que seamos humildes de conducta y carácter. 5) para que odiemos
con todo nuestro corazón los pazos y los enemigos que incansablemente nos atacan
tanto; 6) para que seamos probados si guardamos hasta el final el honor y la alabanza a
Dios y la agapi-amor y la fe. 7) para que seamos estimulados a guardar todos los logos o
mandamientos y no transgredirlos, ni siquiera el más pequeño; 8) para que aprendamos
con la prueba lo que vale la virtud y a continuación no caer al pecado; 9) para que la
guerra continua se convierta en una cuestión de mayores coronas; 10) para que
glorifiquemos y alabemos más a Dios y avergonzar más al diablo y el pecado con nuestra
paciencia hasta el final; y 11) para que seamos entrenados con la costumbre de la guerra a
no tener miedo o terror el día de la muerte, cuando la guerra ya nos será más fuerte;

Por eso debemos luchar siempre valientemente, debido a que tenemos que tratar con
este tipo de enemigos, los cuales nos odian tanto que no es posible que tengamos alguna
esperanza de paz de ellos, ni tregua y cese de la guerra. Por eso sería bueno desde el
principio no abrir la puerta y poner los enemigos y los pazos en nuestra psique y corazón.
Puesto que si los hemos dejado entrar una vez, no podemos ya quedarnos indiferentes,
sino que debemos luchar para expulsarlos, porque estos descarados y sin vergüenzas no
salen de otra manera que con la guerra.

(28) San Basilio el Magno en su logos sobre la castidad, dice en relación un bello ejemplo:
“Si los soldados reales en tiempo de guerra no pueden encerrar sus armas en casas
cerradas sino en aquellas casas que encuentran abiertas y mientras los ponen dentro ellos
salen fuera y caminan por la calle sin tener miedo que alguien le eche las armas fuera; de
la misma manera los malignos demonios cuando encuentran la puerta de nuestro corazón
abierta ponen en su interior sus armas que son los malos loyismí (reflexiones y
pensamientos unidos con la fantasía) y los pazos dejándolos allí si nosotros no luchamos
para expulsarlos fuera.

Capítulo 16: De qué manera amaneciendo, por la mañana el soldado de Cristo debe salir
al combate para guerrear

Mientras te has despertado por la mañana y hayas orado bastante rato diciendo Κύριε,
Ἰησοῦ Χριστέ, Υἱὲ τοῦ Θεοῦ, ἐλέησόν με, Kirie-Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios, eleisón me,
la primera cosa que debes pensar es esto: creer que te ves a ti mismo encerrado en un

33
lugar o un estadio, el cual no es otra cosa que tu propio corazón y todo tu hombre
interior; y con esta ley, aquel que allí dentro no lucha, permanecerá para siempre muerto;
y dentro en esto imagínate que ves delante de ti aquel enemigo y aquel mal deseo tuyo
que has decidido pelear y estás preparado hasta herirte y morir, basta sólo con vencerlo. Y
de la parte derecha del estadio, piensa que ves a tu triunfador Capitán general, a nuestro
Señor Jesús, con Su Santísima Madre y con muchas legiones de Ángeles y de Santos y
sobre todo el Arcángel Miguel; y de la parte izquierda piensa que ves el diablo terrenal con
sus demonios preparados para levantar aquel pazos y deseo malo contra tuyo, y te
fuerzan a que abandones la guerra y seas sometido a esto; Imagínate que escuchas una
voz como si fuera de tu Ángel de la guarda que te diga lo siguiente:

Tú hoy lucharás contra este pazos y los otros enemigos, pero tu corazón que no se
acobarde plenamente y así por miedo o por cualquier otra limitación, de ninguna manera
evites esta guerra; porque nuestro Señor y Capitán general Jesús está aquí de pie rodeado
junto con todas sus legiones gloriosas para luchar contra todos tus enemigos y no dejarlos
que te opriman y te venzan. “El Señor combatirá por vosotros…» (Ex 14,14), Por tanto,
permanezca estable, esfuérzate a ti mismo y sufre con paciencia el dolor que alguna vez
puedas sentir y grita muchas veces desde las profundidades de tu corazón: “Señor, no me
entregues al capricho o voluntad de mis enemigos” (Sal 26,12).

Clama al Señor, a la Virgen, a todos los Santos y Santas y seguro que vencerás; por que
dice: “Os escribo jóvenes para aseguraos que habéis vencido el astuto maligno” (1 Jn 2,3).
Y si tu eres débil, mal acostumbrado y mal criado, mientras que tus enemigos son fuertes
y muchos, muchas más son las ayudas de aquel que te ha creado y redimido, e
incomparablemente más fuerte es el Dios en esta guerra, como se ha escrito: “Tu Señor es
el héroe y el poderoso de la guerra” (Sal 23,8). Él anhela más para sanarte y salvarte, que
el enemigo para arruinarte. Por eso lucha y no te aburras nunca de este esfuerzo tuyo.
Porque del esfuerzo, de la violencia y de la prueba que sientes, por la costumbre que has
mostrado al mal, nace la victoria y el gran tesoro, con el cual se compra la realeza increada
de los cielos y se une la psique para siempre con el Dios.

Así que, comienza en el nombre de Dios a luchar con los vehículos de la desconfianza de ti
mismo, la esperanza, confianza y todo tu ánimo a Dios con la oración y la practica
(entrenamiento); sobre todo con el vehículo de la oración noerá y del corazón, que es,
Κύριε, Ἰησοῦ Χριστέ, Señor Jesús Cristo, nombre tan terrible que como un cuchillo con
doble filo y boca gira hacia el interior del corazón tragando y haciendo pedazos a los
demonios y los pazos; por eso, en relación con esto, dijo san Juan el Clímaco: “Con el
nombre de Jesús Cristo azota los enemigos”, sobre esto hablaremos por separado en el
capítulo 45. Con estas cosas, que digo, lucha contra aquel enemigo y pazos y el mal deseo

34
que te ataca y te combate por el cual estás decidido vencer con el orden que te he dicho al
capítulo 13; es decir, unas veces con la resistencia herirle hasta la muerte, otras con el
odio y otras veces con las praxis opuestas de la virtud; y así harás cosas que gustan a Dios,
el cual con toda la Iglesia triunfante del cielo está a lado tuyo vigilante viendo esta guerra
tuya.

Guerra por la que no debes afligirte pensando que por un lado son las obligaciones que
tenemos todos para trabajar y gustar a Dios y por otro lado la necesidad que tenemos
para luchar, como te dije antes. Porque si abandonamos esta guerra seguro que
falleceremos. Después, si te has ido por momento de la guerra según Dios y te entregas al
mundo y en todos sus disfrutes, reposos y al bien estar de la carne, después otra vez con
presión contra tantas contrariedades debes luchar con sudor en tu cara y tu corazón sea
herido con lipotimias mortales. ¿Cuándo? Pues, durante tu vejez y en la hora de tu
muerte. Cuando los demonios y todos tus pazos posiblemente te habrán rodeado. Y tanto
te arrollarán y abatirán que tú no pudiendo a quien combatir primero te entregará en la
muerte eterna. Por eso amigo mío, no seas tan tonto e insensato, que quieras luchar y
pelear entonces en una hora desfavorable, sino como un prudente, sufre con paciencia
ahora el cansancio de la guerra, para que venzas y seas coronado y unirte con el Dios aquí
en Su realeza (increada) celeste. “Y acuérdate de tu creador en los días de tu juventud,
antes que vengan los días malos y lleguen los años de los que tú dirás ya no tengo fuerza”.

Capítulo 17: Con qué orden debemos luchar contra nuestros pazos

(Pazos la terminología patrística se llama así a todo movimiento anormal, en el sentido de


no natural, de las fuerzas y energías de la psique; padecimiento, pasión, emoción, hábito,
mala costumbre, vicio, patología también fervor, manía u obsesión según el contexto).

Mucho te interesa, hermano mío, conocer también el orden que debes mantener para
luchar como es debido, no simplemente por azar como hacen muchos y son perjudicados.
En la guerra contra los enemigos y tus malos deseos, el orden es esto; entrar en tu
corazón e investigar con esmero de cuáles loyismí, deseos e tentativas está rodeado tu
corazón y de qué pazos está dominado y castigado. Y primero tienes que tomar las armas
contra aquel pazos y luchar; pero si sucede que te tienten también otros pazos, tú siempre
tienes que luchar contra el pazos más cercano que entonces te ataca y guerrea contra ti y
otra vez dirigir la guerra hacia aquel pazos que más te domina y te somete.

Capítulo 18: Cómo debe guerrear uno contra los inesperados movimientos de los pazos

Si aún amigo mío, no estás acostumbrado a luchar contra los inesperados golpes y ataques
de los asaltos o de algunas otras cosas adversarias que te suceden, te aconsejo que hagas
lo siguiente:

35
Acostúmbrate siempre sentado en tu casa antes investigar que te van a suceder muchos
asaltos, ataques y deshonras, muchas veces también heridas y otras cosas contrarias. Así
estate preparado de manera que no seas atormentado, sino que los soportes con
paciencia y gratitud, sin perturbación, ni trastorno. De hecho esta preparación debes
hacerla cuando estás listo para salir de casa y vas a ir en otro lugar, sobre todo cuando vas
a conversar con personas que se enfadan fácilmente. Porque dice el Salmo: “Me preparé y
no fui perturbado” (Sal 118, 60); con una preparación y ejercicio de este tipo uno cree que
son bien despreciables hasta los más terribles e inesperados acontecimientos y también el
pazos de la ira. (30). Muy sabiamente y verdaderamente aprendemos esto, que la
premeditación y la preparación, es el mayor arma y el más efectivo para la protección de
los movimientos repentinos de los pazos, porque como un tornado, como también todas
estas cosas que se llaman borrascas, cuando caen de repente en el mar, revuelcan los
barcos y hacen a los experimentados marineros desesperarse, así de la misma manera y
de repente estos encuentros y movimientos de los pazos hacen perder el discernimiento
hasta en los perfectos en la virtud.

Junto con la premeditación y la preparación, utiliza también esta manera. Cuando en


algún caso, alguien inesperadamente sin esperarlo comienza a insultarte y provocarte
cualquier otra deshonra, detente por un momento y cuando ya has recogido y reunido tus
pensamientos en el corazón, pon tu nus en atención, vigilancia y guardia para no ser
perturbado y molestado en tu corazón por el pazos de la ira del otro; porque dice el
Salmo: “en mi interior se perturba mi corazón” (Sal 14); pero si le ha dado tiempo y te ha
molestado no dejes que el pazos salga fuera y te arrastre a insultar y a vengarte; (31) Es
decir, no salió hacia fuera este pazos y esta perturbación; sino igual que la ola del mar
salvaje no sale hacia la costa, sino que queda destruida en pedazos y se serena dentro en
el mar; de la misma manera la ira o el enfado; así interpreta esto san Basilio el Magno
(Logos contra los iracundos).

A continuación esfuérzate a elevar tu nus a Dios, pensando y reflexionando en Su infinita


agapi (amor, energía increada) que te tiene, por la que te ha enviado esta tentación y
prueba inesperada para limpiarte y purgarte más y para unirte mejor junto con él. Así
pensando estas cosas gira hacia ti mismo, contrólate y dite en tu interior: “eh desgraciado
y miserable, ¿por qué tú no quieres abrazar esta cruz y esta prueba que te ha enviado,
nadie más que el mismo Padre celeste tuyo?, y después gira hacia la cruz y abrázala
espiritualmente con la máxima alegría que puedas, diciendo: ¡oh cruz que fuiste creada
por la providencia de Dios, antes que yo naciera! ¡Oh cruz que fuiste endulzada por la
dulce agapi del crucificado, clávame y conságrame en ti para que pueda unirme
totalmente con aquel que me ha redimido muriendo encima tuyo. Pero si el pazos de la ira
le ha dado tiempo para moverse en tu interior y no te deja desde el principio elevar tu nus

36
a Dios, de nuevo piensa a elevarle lo antes posible como si no te hubieras perturbado para
nada; porque así serás ayudado.

Pero la mejor terapia y más eficaz para los pazos, para que no se muevan
inesperadamente, es que se alejen y expulsen las causas por las que proviene este
movimiento. Estas causas son dos: la agapi-amor y el odio. Así que, si tú amigo mío, has
llegado a tener amor apasionado en alguna persona, o en cualquier otra cosa grande o
pequeña e inmediatamente cuando veas que te la arrebatan o la molestan, de repente te
perturbas y se escandaliza la simpatía o el ánimo de tu corazón, entonces debes estar
luchando para quitar de tu corazón aquel amor malo que tienes en esta cosa mayor o
menor, cuanto mayor o menor es también el movimiento repentino del pazos.

Al contrario, si tienes odio a alguien o cualquier otra cosa, y de esto eres perturbado
improvisadamente y te repugna cuando ves o escuchas alguna acción elogiable hacia ellos,
debes presionar tu voluntad hasta que los ames; porque este también es una criatura de
Dios, es como tú, creada a imagen y semejanza de la mano sublime de Dios; porque este
también como tú está renacido con la preciosa sangre de Cristo, y no sólo porque es
hermano y miembro tuyo no debes odiarlo, incluso ni siquiera con tu pensamiento y tu
loyismós, como se ha escrito: “No guardes maldad y rencor contra tu prójimo” (Lev 19,37).
Y el amado Juan dice: «15 Todo aquel que odia a su hermano es homicida. 14 Pero aquel
que no ama al hermano permanece en estado de muerte espiritual» (1Jn 3:15,14). Pero si
aquella persona es mala y digna de odio, tú cuando la amas te asemejas a Dios, el cual
ama a todas sus creaciones y nunca se repugna de ellas, como dice Salomón: “Señor tú
que amas la vida, todo es tuyo por eso te preocupas” (S. Sal 11). Y sobre todo porque el
Dios perdona las maldades de los hombres y “que hace salir el sol sobre buenos y malos y
hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45).

Capítulo 19: Cómo uno debe luchar contra los pazos carnales

Contra los pazos carnales, hermano mío, lucharás de modo distinto que los otros. Para
conocer a luchar en orden, debes pensar que existen tres guerras antes de cada tentación:
antes, durante y después cuando ha pasado la tentación.

La guerra antes de la tentación será contra las causas, que por regla general se convierten
en motivos de esta tentación; es decir, tú primero debes luchar contra este pazos; no
resistiendo a este, tal como te dije que hagas para los demás pazos, sino que tienes que
evitarlo con toda tu fuerza de todo tipo de motivos y de personas que te provocan la
tentación en la carne o cuerpo. Y si alguna vez es necesario hablar con alguien que es de
este tipo, pues, háblale en breve y con cara seria y dignamente, tus palabras que sean más
bien duras que blandas o dulces.

37
“Nunca confíes en tu enemigo”, dice Sirac (12,11). Y tú nunca confíes en ti mismo. Porque,
igual que el cobre por sí solo genera el óxido u orín, así también tu naturaleza corrupta
genera por sí sola la maldad; “Igual que el cobre se oxida, así también tu maldad” (Idem).
Otra vez te digo, no confíes en ti mismo, aunque lleves mucho tiempo que no sientes los
pinzamientos y las indirectas de la carne; porque esta maldita maldad, aquello que no ha
hecho en muchos años, lo hace en una hora y muchas veces hace sus preparaciones
ocultamente y cuando más se hace ver como amigo, dando menor sospecha sobre ella,
tanto más perjudica e hierre incurablemente. (33) Aquel gran Nilos el Asceta dijo: “Y si
crees que estás con el Dios, protégete del demonio de la lujuria, porque es un gran
estafador, envidioso y quiere ser más rápido que el movimiento y la atención de tu nus”
(Filocalía C.3). La causa por la que el deseo carnal siempre nos tienta y molesta es la
egolatría, el excesivo amor al cuerpo y a sí mismo. Igual que la vanagloria siempre nos
engaña, así también del deseo carnal difícilmente nos protegemos.

Por eso, como la experiencia ha demostrado y lo demuestra, uno muchas veces debe
tener miedo más de aquellas personas con las que cree que es bueno que esté en
compañía, sea porque son parientes suyos o porque son virtuosos y piadosos o porque ha
sido beneficiado de ellas y tiene como obligación a saludarlos a menudo (34). Porque con
esta compañía imprudente se enreda el sentido y sentimiento con el agrado venenoso, de
modo que imperceptiblemente traspasa poco a poco también al nus de la psique y
oscurece tanto la lógica de manera que después empiezan a no tener en cuenta para nada
las causas peligrosas del pecado; es decir, las miradas eróticas, las palabras dulces del uno
al otro, después los gestos y tocamientos con las manos, y acaban cayendo en el pecado
total o en otros pazos diabólicos, de los cuales difícilmente se pueden liberar. (34) Muchos
muchas veces fueron engañados de similares personas virtuosas y devotas, sea mujeres u
hombres y cohabitaron entre sí, o se relacionaron sin tener cuidado y cayeron en pazos de
vergüenza, siendo engañados por la derecha; es decir, de la virtud, de la devoción y de la
modestia; pero nosotros aquí añadimos que uno no sólo se ocupa con fuerte deseo y eros
carnal con estas personas, sino que si se supone que estos son hijos de padres ricos,
nobles, con lenguaje educado o con órganos musicales y con imagen y cara bella o astucia
intelectual o hábiles en las artes y trabajos manuales o si tienen cualquier tipo virtudes
adquiridas; porque todas estas cosas aumentan fuertemente el deseo y el amor, por eso
debemos tener mucho cuidado y protegernos de semejantes cosas.

Por eso, hermano mío, debes evitar el fuego, porque eres como una tela y no debes
confiarte nunca como si fueras una esponja llena de agua de buena y fuerte voluntad; no.
Debes pensar que eres como una esponja seca que inmediatamente que se acerca al
fuego se prende en llamas. Según con lo que se ha escrito sobre Sansón: “rompió los
nervios como una cuerda fina que se acerca al fuego” (Jue 16,9). Tampoco pensar que

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tienes tu decisión y deseo firme de que mejor morir que afligir a Dios con el pecado.
Porque si suponemos que eres una esponja mojada, pero con la continua compañía y
expectación, el fuego con el calor poco a poco seca el agua de tu buena voluntad y sin
esperarlo te apegarás tanto al eros diabólico, de modo que no tengas vergüenza a los
hombres, ni respetarás el parentesco o la amistad, ni la vida, ni todos los castigos del
infierno, y cometerás el pecado. Por eso vete, aléjate lo más que puedas:

A.- De las compañías de las personas que escandalizan, si verdaderamente no quieres ser
capturado por el pecado y morirte (espiritualmente). (35) Por eso también Salomón llama
por una parte sabio aquel que teme y evita las causas de los males, y por otro lado,
insensato aquel que confía en sí mismo y no evita las causas (18,16). El sabio José el
bueno, también mientras dejó su prenda, evitó la causa del pecado y evitó también el
pecado; porque si no lo evitara seguro que pecaría con su señora, como opinan muchos
maestros. Por eso el apóstol Pablo decía: “evitad, huid de la lujuria” (1Cor 6,18).

B.- Evita la inactividad y la pereza, mantente vigilante y sobrio con tus loyismí y con las
obras que convienen con tu actitud.

C.- No desobedezcas nunca, sino obedece y sométete fácilmente a tus superiores y Padres
Espirituales, haciendo con presteza, diligencia y rapidez aquellas cosas que te mandan y
sobre todo aquellas que te hacen humilde y son contrarias a tu voluntad y tu tendencia
natural.

D.- No juzgues nunca arrogantemente a tu prójimo; es decir, criticarle malamente y sobre


todo por el pecado carnal por el que estamos hablando, aunque está claramente caído en
ello, sino que le trates con simpatía y no burlarte de él, y que con su ejemplo, hazte
humilde tú y conócete a ti mismo de que eres enfermo, polvo y ceniza, diciendo: él ha
caído hoy, yo caeré mañana. Porque si fácilmente juzgas a los demás y los desprecias, el
Dios ejemplarmente te instruirá concediendo que caigas tú también al mismo defecto.
“No juzguen para que no sean juzgados”, dice Cristo Dios en el Evangelio de Mateo; para
que conozcas tu orgullo y te hagas humilde y así pedirás terapia para los dos, para tu
orgullo y para tu prostitución o lujuria. Pero si el Dios te ha protegido y no caes, no
cambies de loyismós, tampoco te confíes en ti mismo, sino ten siempre miedo y duda
sobre tu actitud.

E.- Ten mucho cuidado, si has obtenido algún c-jarisma divino o te encuentras en una
situación buena, no pongas al loyismós alguna idea y fantasía superflua e innecesaria de
que eres alguien y que tus enemigos ya no lucharán contra ti, y aparecer que de momento
los odias y los apartas. Porque si no estás protegido contra esto, fácilmente caerás.

Estas son las cosas que debes vigilar antes de la tentación del pazos carnal.

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Pero en el tiempo de la tentación, debes pensar de dónde proviene esta guerra, de una
causa interior o exterior. La causa exterior es la curiosidad de los ojos, palabras dulces de
audición y canciones; suavidad y adorno de ropas, olor de perfumes para el olfato,
conversaciones, gestos y tocamientos que promueven al pecado; la terapia de todos estas
cosas es la modestia y la humildad en las prendas de ropa, no querer escuchar ni ver, ni
oler, ni tocar todas aquellas cosas que promueven a esta maldad y sobre todo apartarte
de las malas compañías, como hemos dicho antes. La causa interior proviene del bienestar
de la carne o de los loyismí del nus que provienen de nuestros malos hábitos, de los pazos
o por la incitación de los demonios.

Y por una parte, el bienestar de la carne, cuerpo, se debe endurecer con ayunos, vigilias y
sobre todo con prosternaciones y otros ejercicios similares; tal y como explica el
discernimiento y la enseñanza de los divinos Padres; por otra parte, las terapias de los
loyismí, por donde sea que provengan, son las siguientes; ocuparte con varios ejercicios
adecuados a tu situación, que son el estudio, la oración y la lectura de los libros sagrados,
y sobre todo de san Efrén, de Juan de la Escalera, de los libros Filocalía, de Evergetinós y
los similares; pues, que así sea. Cuando comienzan a molestarte estos loyismí de la lujuria,
inmediatamente acuérdate con tu nus al crucificado y desde el fondo de tu psique, di esto:
“Jesús, dulce Jesús, ayúdame rápido para no ser cautivado de este enemigo”. Y unas veces
abrazando (espiritualmente, como si estuviera presente), la cruz que está colgado tu
Señor, abraza sus heridas muchas veces, diciendo con agapi-amor: “bellísimas heridas,
heridas santísimas y purísimas, herir a este corazón sucio e indecente e impedidme que os
perjudique”.

Por otro lado, tu terapia durante el período que se multiplican los loyismí de los placeres
carnales, que no sea directamente contra ellos, (cosa que algunos libros así lo escriben;
como es, pensar el mal olor y el asco del placer carnal; el examen de la conciencia que te
provocará, las amarguras que siguen, los peligros, el gasto, corrupción de tu fortuna y tu
pureza, la acusación de tu honor y otros similares); te digo que tu estudio no sea sobre
estos, porque cuidarse de estos no es siempre el medio seguro para que venzas la
tentación de la carne; sobre todo si puede provocar algún daño. Porque con similar
estudio aunque el nus expulse los loyismí provisionalmente, pero como está débil y
habituado maliciosamente, cuando estudia estas cosas marca mejor el agrado, se deleita y
condesciende en estos. Por lo tanto, la verdadera terapia de los placeres carnales son:
evitar siempre no sólo estos, sino cualquier otra cosa que nos los recuerda. Por eso el
estudio tuyo que sea en otras cosas; es decir, sobre la vida y el pazos-pasión del
crucificado Jesús, la memoria de su terrible muerte, el terrible Juicio Final y los distintos
tipos del infierno.

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Pero si estos loyismí carnales te atacan más de lo acostumbrado, (y esto ocurre), no te
acobardes ni te asustes, ni dejes el estudio de las anteriores girando hacia ellos para
resistirlos, no, sino sigue lo más sinópticamente que puedas este estudio y no te
preocupes para nada sobre estos loyismí, como si no fueran tuyos. Porque, aunque
continuamente te atacan, no hay mejor manera para resistir de ellos que despreciarlos y
no quieras para nada acordarte de ellos; después de todo esto terminarás tu ocupación
con esta súplica o similar a esta:

“Creador y redentor mío, libérame de mis enemigos, en honor a tu pazos-pasión y tu


inenarrable bondad”. Y no gires tu nus y atención en esta maldad carnal. Porque sólo un
simple recuerdo no está sin peligro. Pero tampoco te detengas y converses con esta
tentación y te descubres a ti mismo si has condescendido en ella o no. Porque aunque
este examen parezca que sea bueno, en realidad es un engaño del diablo, para
molestarte, decepcionarte y desanimarte o para mantenerte siempre liado en estos
loyismí y de estos hacerte caer también en este u otro pecado.

Por eso, para esta tentación (cuando el consentimiento no está claro) es suficiente que la
confieses en brevedad a tu guía espiritual, habiendo tranquilizado tu opinión, sin que
pienses ya nada. Y manifiéstale claramente cada loyismós tuyo en relación con esto sin
que te detenga ninguna vergüenza o contracción. Porque si con todos nuestros enemigos
necesitamos la fuerza de la humildad para vencerlos, cómo no la vamos a necesitar en
esta guerra carnal más que cualquier otra cosa. Porque esta maldad es producto y
resultado del orgullo o soberbia y casi siempre es un castigo. (36) Por eso san Juan el de la
Escalera dice que aquel que ha caído en la lujuria u otro pecado carnal, éste antes tenía
orgullo, por eso el Dios ha permitido caer para que se haga humilde. Después cuando pase
la tentación, aquello que debes hacer es lo siguiente; por mucho que te parezca que estés
liberado de esta guerra de la carne y seguro por todo, sin embargo debes estar con el nus
alejado de estas cuestiones y de las personas que fueron la causa de la tentación; y no
pienses que debes estar en compañía con ellas, aunque sean parientes o virtuosos o tus
benefactores; porque también esto es un engaño de la mala naturaleza y una trampa del
enemigo diablo que fácilmente se metamorfosea, transforma en ángel de luz para
meternos a la oscuridad o a las tinieblas como dijo san Pablo (2Cor 11,14).

Capítulo 20: Cómo uno debe luchar contra la negligencia

Para que no caigas en la deplorable maldad de la negligencia, la que te impide el camino


de la perfección y te entrega en las manos de los enemigos, debes evitar toda curiosidad,
todo apego terrenal y todo tipo de comentarios y ocupaciones que no convienen a tu
situación. Después debes esforzarte a ti mismo en obedecer rápidamente a todo buen
consejo de tus superiores y tus guías espirituales, haciendo cada cosa en el tiempo y la

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manera que les guste. En cada obra que tienes que hacer no tardes mucho en hacerla;
porque aquella pequeña demora trae consigo la segunda, la tercera y el resto, en las
cuales el sentido se desvía más fácil que en la primera. Porque fue absorbida y cautivada
más por el placer que probó de la segunda, la tercera y las demás demoras. Por eso la
praxis o comienza muy tarde o es abandonada totalmente muchas veces como molestosa;
y así poco a poco se hace el hábito de la negligencia, la que después de todo esto llega a
tal punto que no se reconoce de otra manera sino sólo si nosotros nos hartemos ya de ella
y nos entregamos totalmente en obras importantes y cuidadosamente. Porque de esta
última ocupación nuestra nos hemos enterado que hasta entonces hemos sido muy
descuidados, negligentes y perjudicándonos y tenemos vergüenza por tantas buenas
obras que podríamos haber hecho.

Esta la negligencia corre por todas partes con su veneno; envenena la voluntad y la hace
apartarse de todo trabajo, espiritual, manual y de cualquier servicio, y no sólo la voluntad
sino también oscurece al nus para que no se dé cuenta y considere en qué logismós
insensato se sostiene esta voluntad; y también por esta consideración y observación no
promueva la voluntad a ocuparse en hacer rápidamente todos los servicios requeridos y
demorarlos para otro tiempo. Porque no basta sólo hacer la obra que debes rápidamente,
sino hacerla también en tiempo justo que requiere la calidad de aquella obra, con todo el
esmero y cuidado que merece para que se perfecta. Porque está escrito: “Maldito aquel
que hace las obras del Señor con negligencia” (Jer 48,10). Y todo este mal sucede porque
no piensas la fuerza que tiene aquella obra buena si la haces en su debido tiempo y con
decisión firme, para vencer la dificultad y el cansancio que trae la negligencia, sobre todo
a los soldados principiantes.

Pues, tú debes pensar muchas veces que sólo con una elevación del nus a Dios y con una
reverencia de arrepentimiento hacia la tierra que se hace en el nombre y el honor de Dios,
vale más que todos los tesoros del mundo. Cada vez que dejamos la negligencia y nos
ponemos a nosotros mismos en obras diligentes y esmeradas, los Ángeles traen de la
realeza increada de los cielos una corona de la gloriosa victoria; y por el contrario, a los
negligentes no sólo el Dios no da coronas, sino que poco a poco quita también las alegrías
y favores que les había dado, dejándoles privados de su realeza increada por sus
negligencias. Porque se ha escrito: “Los llamados para las bodas celestes permanecieron
indiferentes y fueron unos en sus terrenos y otros en sus negocios” (Mt 22,5).

Sin embargo aumenta estos favores a los diligentes, cuidadosos y forjadores de sí mismo
haciéndolos con esto entrar a su realeza increada celeste; “La realeza increada de los
cielos se gana con esfuerzo y la ganan aquellos que luchan” (Mt 11,12).

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Pero si el mal loyismós, lucha y pelea para tirarte a la negligencia, te trae en el nus el
pensamiento de que te cansarás mucho y por muchos días para poder obtener la virtud
que deseas, y que tus enemigos son fuertes y muchos, mientras que tú eres un hombre
débil y necesitas esforzarte mucho y hacer muchas praxis para conseguirla. Te aconsejo
que si estas cosas te las trae en el nus el loyismós de la negligencia no le hagas caso ni le
escuches. Pero comienza a traer en tu nus praxis como si fueran pocas, como que te
cansarías lo mínimo y durarán pocos días, pensando que tienes que luchar sólo con un
enemigo y que con la esperanza y la ayuda de Dios eres más fuerte que ellos. Porque si
actúas así, empezará a debilitarse de ti la negligencia y así después tendrás la disposición
para que poco a poco entre en tu psique la virtud contraria que es la diligencia o cuidado
con esmero.

Lo mismo haz también para la oración; por ejemplo, si el tiempo requiere hacer una hora
de oración y eso parece duro en tu negligencia, empieza la oración como si tuvieras que
orar la mitad de un cuarto de hora y después fácilmente pasará el siguiente cuarto y el
siguiente etc. Y si alguna vez en este espacio tienes alguna dificultad y resistencia muy
fuerte, deja de momento la oración para que no te caiga antipática y después de un rato
vuelve hacer la oración que querías hacer antes. Lo mismo y de la misma manera debes
hacer también para tu trabajo manual y tu servicio, cuando ocurre que tengas que hacer
cosas que a causa de tu negligencia parecen muchas y difíciles, mientras tú te perturbas
entero. Por eso con tu corazón tranquilo empieza de una cosa como si no tuvieras que
hacer otra cosa. Y así actuando con diligencia, esmero y cuidado harás todas las cosas con
mucho menos esfuerzo y dificultad que aquello que te parece difícil en tu negligencia. Por
eso, si no haces así y no piensas luchar contra el esfuerzo y la dificultad que se te muestra
por el enemigo para cada virtud, para que predomine en tu interior la negligencia, y así no
sólo cuando está presente el esfuerzo y la dificultad sino aún cuando está lejos te hará
desesperarte y estar asustado de que siempre tendrás cansancios y dificultades y que tus
enemigos siempre te estarán tentando. También cuando estés en descanso y reposo
siempre tendrás molestias de tus loyismí.

Conozca hijo mío que el pazos de la negligencia con su veneno oculto, poco a poco pudre
no sólo las primeras y pequeñas raíces, las que trataban de brotar los hábitos de las
virtudes, sino que pudre también las raíces de los buenos hábitos que anteriormente se
habían adquirido. Y tal como el gusano carcome la madera, así también este pazos
carcomiendo progresa imperceptiblemente y desgasta la vida espiritual del nus. Y con este
medio, el diablo conoce poner las trampas y los lazos en cada hombre, pero
especialmente en las psiques espirituales, conociendo que fácilmente cae en los deseos
todo aquel que es descuidado, perezoso y negligente, como está escrito: “Todo perezoso,
desocupado y parado se encuentra en deseos e ilusiones”(Prov 13,4).

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Así pues, tú estate en vigilia, siempre orando y vigilándote bien como un luchador
valiente; “Las manos de los hombres trabajadores trabajan con dinámica, valentía y
diligencia” (Prov 13,4). Y no esperes a tejer tu prenda nupcial cuando vas allí para
encontrar al Novio Cristo. Y acuérdate cada día que el hoy es tuyo y el mañana está en la
mano de Dios; y que aquel que te ha dado la mañana no te promete que te dará también
la tarde. Por eso no escuches al diablo que te dice que le des el hoy y el mañana darlo a
Dios, no; sino que gasta todos los momentos de las horas de tu vida tal y como gusta a
Dios. Piensa como si se tratara que no te vaya a dar otro tiempo. Y calcula que para cada
momento darás cuentas exactas porque el tiempo que tienes en tus manos de verdad es
oro, precioso y vendrá el tiempo que lo estarás buscando pero no lo encontrarás.

Piensa también este día como perdido, (aunque hayas hecho muchas otras obras), en la
que no has obtenido muchas victorias contra tus malas tendencias y voluntades, y que
durante este día no has agradecido tanto a Dios, no sólo por las donaciones que te ha
hecho, y sobre todo sobre el tormentoso padecimiento que ha sufrido para ti; y también
por la dulce instrucción paternal por las aflicciones que algunas veces te envía.
Terminando te pido: “Luchar siempre el buen combate” (1Tim 6,12), porque muchas veces
sólo una hora de diligencia se ha ganado el paraíso y por una hora de negligencia se ha
perdido. Y hazte diligente y cuidadoso si quieres tener segura la esperanza de tu salvación
en Dios. “Aquel que confía a Dios lo tiene todo” Prov 28,25). (37) Porque dos son las
esperanzas, según Isaac el Sirio, una es verdadera y muy sabia y la otra tonta y falsa. Y los
que se han dedicado enteramente a sí mismos a Dios no se preocupan de ninguna cosa
mundana por estar enteramente dados a la diligencia y al trabajo por las virtudes; estos
realmente tienen esperanza en Dios de que los redimirá y salvará de cada mal, tanto en la
vida presente como en la futura; pero todos que pasan con negligencia sus vidas y no se
ocupan con las virtudes, aunque dicen que tienen esperanza en Dios, es falsa y tonta la
esperanza de ellos. Es como si dijera que uno debe cansarse para sembrar virtudes y obras
buenas y después tener la esperanza que tiene que segar para recibir su salario de la
sotiría (sanación, redención y salvación) de su psique.

Capítulo 21: La corrección de los sentidos externos y de qué manera uno puede pasar a
través de ellos a la zeoría (contemplación) y a la doxología (alabanza) de Dios

Para que sean gobernados y corregidos nuestros cinco sentidos externos hace falta un
gran pensamiento y ejercicio permanente; es decir, la vista, el oído, el olfato, el gusto y el
tacto. Porque el deseo insensato del corazón que es como capitán de nuestra naturaleza
corrupta, declina con exageración pidiendo siempre deleites y reposos y no pudiendo por
sí solo, utiliza los sentidos del cuerpo como soldados y órganos naturales para captar de
los objetos externos; es decir, de las cosas sensibles de las cuales pasan las imágenes

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agradables y las fantasías, las toma y las marca en la psique y después de esto continua el
agradable deleite. Este deleite causa del parentesco que existe entre la psique y el cuerpo,
se reparte en todas aquellas partes que caben en los sentidos; y de esto ocurre (por
desgracia) la inmortal muerte (espiritual); y se cumple lo que se ha escrito: “Por las
ventanillas subió la muerte” (Jer 9,20). Es decir, a través de los sentidos, que la psique los
tiene como ventanas para disfrutar de las cosas sensibles.

Ves, pues, hermano mío, qué gran daño se te provoca por los sentidos físicos. Ten cuidado
para sanarlos, es decir, ocúpate bien con diligencia y no dejes que tus sentidos vayan por
donde ellos quieren, ni tampoco utilizarlos sólo para el deleite de los placeres sensibles o
el hedonismo, y sólo se muevan para un propósito y fin bueno, necesario y útil. Ahora
bien, sin conocer estas cosas y tus sentidos se han dado enteramente en los deleites, de
aquí en adelante lucha lo que puedas para retornarlos atrás y gobernarlos tan bien, de
manera que allí donde estaban antes sometidos miserablemente en los placeres vanos y
destructores de la psique, después adquieran de toda creación y objeto sensible
conceptos útiles y los introduzcan en el interior de la psique; dentro de estos conceptos la
psique puede recogerse en sí misma y con sus potencias inmateriales estar subiendo al
estudio y alabanza de Dios; (38) Por eso aquel gran Agustino decía que “las creaciones que
se encuentran en el mundo, hablan con los hombres virtuosos con una lengua realmente
muda y silenciosa pero muy energética, la que se escucha y se entiende fácilmente de
ellos y los incita más a la agapi a Dios y de todo encuentran motivos para tener buenos y
piadosos loyismí”. Y san Gregorio el Teólogo dice: “Todas las cosas glorifican a Dios con
voces inenarrables; porque el Dios con todo se agrada a través de mí; y así el himno de
estas se hace nuestro, de las que yo tomo el himno” (Logos en el Nuevo Domingo). Y los
tres jóvenes en su himno se inspiraron de todas las creaciones para alabar a su Creador.

Esto tú lo puedes hacer de la siguiente manera. Por ejemplo, cuando con algún sentido
externo te encuentres en algún objeto sensible, sea visible, sea oído, sea olfateado,
saboreado o tocado con las manos, separa tu loyismós de la cosa material que tiene el
espíritu inmaterial, es decir, la energía increada del Espíritu Santo; y piensa que esto por sí
solo no puede tener su existencia u otra cosa de lo que se encuentra en esto; sino su
existencia entera es obra de Dios, quien con su espíritu invisiblemente le da aquello que
es, aquella bondad y belleza, aquella fuerza y sabiduría y cualquier otra cosa que tiene en
su interior. Entonces aquí que se alegre tu corazón, porque sólo el Dios es la causa y el
principio de tantas cosas exactas, distintas y admirables y que él con superioridad las
contiene todas en sí mismo; y que estas perfecciones de las creaciones sensibles, no son
más que un grado pequeñísimo o una sombra de las infinitas y admirables perfecciones
divinas.

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Y así pues, tú de esta manera te acostumbrarás a ver las creaciones y no permanecerás al
exterior y sólo al fenómeno o lo que se ve, sino que con tu nus traspasarás a la oculta
belleza interior; (porque según san Dionisio el Areopagita, las iconas-imágenes de las
cosas concebibles o intelectuales son las cosas sensibles); entonces la belleza externa
como insignificante y material, la despreciarás y pasarás a la oculta potencia y energía
increada del Espíritu Santo, y fijarás tu nus alabando a Dios.

Así viendo los cuatro elementos, el fuego, el agua, el aire, la tierra y reflexionando sobre la
esencia, la potencia y la energía que tienen con gran agrado dirás hacia al perfecto
Creador que las ha creado de esta manera; ¡oh divina esencia! ¡oh infinita Potencia y
energía increada muy deseada, cuando me alegro porque tú eres único principio y causa
de toda esencia creada de los entes y todo energía y potencia! (39). Según san Máximo el
Confesor, la esencia de las cosas existentes tiene como imagen al Padre, la potencia del
Hijo y la energía del Espíritu Santo, así que de cualquier manera pone uno a Dios como
creador, no sólo que es uno sino Tres.

Así que cuando veas los cuerpos celestes, el sol, la luna y las estrellas y pienses que han
recibido la luz y la luminosidad de Dios, gritarás: ¡oh luz increada, que supera toda luz, por
el que se ha creado cada luz inmaterial y material; oh admirable luz increada, el primer
objeto de alegría para los Ángeles y el deleite de los santos, en el cual se nublan los
querubines al ser contemplada por ellos, y en comparación con esta luz increada todas las
luces sensibles se ven como oscuridad profunda, por eso te canto himnos, te glorifico y te
alabo; “oh verdadera luz increada que iluminas a cada hombre que viene en el mundo” (Jn
1,9) ), hazme digno para verte espiritualmente y se alegre perfectamente mi corazón”.

Así cuando veas los árboles, las hierbas y varias otras plantas y piensas cómo viven, cómo
se alimentan, crecen y paren a sus semejantes y cómo por sí solas no tienen vida ni todo
lo que tienen, sino que son vivificadas sólo por el Espíritu Santo que tú no ves; así puedes
decir: “¡He aquí está la verdadera vida, de la que, en la que y por la que viven, se
alimentan y crecen todos; oh terapia viva de mi corazón!”. Semejante también es la
elevación de tu nus a Dios por la forma de los animales, que da en ellos sentido y pueden
moverse de un lugar a otro, diciendo: ¡oh primer motor, el que a pesar de moverlo todo,
permanece inmóvil, eres inmóvil a ti mismo; oh cuándo me alegro y deleito por tu
inmovilidad y estabilidad!

Y otra vez viéndote a ti mismo o los demás humanos y pensando que sólo tú de los demás
animales tienes forma derecha en pie, eres lógico y correcto y que eres una unión y un
lazo entre las creaciones inmateriales, intangibles y materiales, tangibles, muévete en
doxología, alabanza y agradecimiento a tu Dios Creador y di: “¡oh Trinidad
suprasustancial, Padre, Hijo y Espíritu Santo seas glorificada por los siglos; Cuánto debo

46
agradecerte siempre, no sólo porque me has creado de la tierra y me has hecho rey de
todas las creaciones terrenales, porque me has honrado con mi naturaleza y las has hecho
como imagen tuya con nus, logos y espíritu o psique vivificante de mi cuerpo (40), pero
también porque me has dado la fuerza con mi libre voluntad y predisposición adquirir las
virtudes a semejanza tuya, para que pueda así disfrutar de ti en los siglos!”. (40) Ver
también en Filocalía el capítulo 38 de los capítulos físicos y teológicos del gran Santo de
Tesalónica, Gregorio Palamás, que dice: “el vivificante Espíritu del cuerpo, es un eros-amor
espiritual, el cual proviene del nus y del Logos, y que existe en el nus y en el logos y en
este está el logos y el nus; y que según este Espíritu vivificante, la psique noerá (espiritual
humana) y lógica es más a imagen de Dios que los Ángeles, porque los ángeles no tienen
este tipo de Espíritu vivificante, porque no tienen cuerpo el cual da vida.

Ahora vengo en los cinco sentidos y te digo; hermano mío, si eres atraído por la belleza de
las creaciones que ven tus ojos, separa con tu nus aquello que ves con el espíritu de ellas
que no ves y piensa que toda aquella belleza que se ve externamente es del único espíritu
invisible y bellísimo del cual toma forma aquella belleza externa; y pleno de
agradecimiento y deleite di: “¡He aquí los riachuelos de la fuente increada; he aquí las
gotas del infinito océano de toda bondad y todo bien; oh cuánto me alegro en lo más
profundo de mi corazón pensando en la eterna e infinita belleza de mi Creador, que es el
principio y la causa de toda belleza creada! ¡oh cuánto me deleito pensando en la inefable
e inenarrable belleza de mi Dios del cual tiene el principio toda belleza!”

Cuando escuches alguna voz dulce o una armonía de sonidos y canciones, gira tu nus hacia
el Dios y di: ¡oh Señor mío, armonía de las armonías!, ¡cuánto me deleito con tus infinitas
perfecciones! Porque todas juntas te rinden y componen armonía supraceleste; y unidas
aún con los Ángeles en los cielos y con todas las creaciones, crean una gran sinfonía; Señor
mío, cuándo vendrá la hora de escuchar con mis oídos tu dulce voz a decirme: “te doy mi
paz; la paz de mis pazos-pasiones; porque tu voz es deleite”, según el Asma (2,14).

Por otro lado, si hueles alguna aroma o flor perfumada, pasa de la fragancia externa a la
fragancia oculta del Espíritu Santo y di: “he aquí las fragancias del todo fragante flor y de
aquella mirra insaciable, la que fue dada a todas sus creaciones; según el Asma: “yo soy la
flor y el lirio del campo” (2,10); y otra vez: “tu nombre es mirra que se esparce” (1,2).
Según san Dionisio el Areopagita: “he aquí la fragancia que emana y se transmite de
fuentes divinas y que en abundancia inunda los soplos divinos de los purísimos Ángeles
hasta las últimas creaciones y las hace todas a perfumar” (Jerarquía Eclesiástica cap. 4); en
relación con la fregancia, Isaac dijo a su hijo Jacobo: “la fragancia de mi hijo es como el
campo fértil que el Señor ha bendecido” (Gen 27,27).

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Por otro lado, cuando comes y bebes, piensa que el Dios es aquel que da en todas las
comidas sabor y sólo con esto debes estar agradecido y decir: “Que te alegres psique mía,
puesto que fuera de Dios no hay ningún reposo, así que fuera de Él no hay ningún sabor o
dulzura. Por lo tanto sólo en Él puedes estar disfrutando, como te incita David diciendo:
“Probad y ved cuan bueno es el Señor” (Sal 33,8). Y Salomón te informa diciendo en
relación a esto: “Su fruto es dulce en mi garganta” (Asma 2,3).

Cuando muevas tus manos para hacer alguna obra, piensa que el Dios es la primera causa
de aquella obra y no tú, y que tú no eres más que un órgano vivo de él; y elevando tu
loyismós, di así: “¡Altísimo Señor mío del universo, cuánta alegría pruebo en mi interior,
porque sin ti no puedo hacer ninguna cosa; realmente eres el creador primero e inicial de
toda cosa!”

Cuando en los demás ves bondad, sabiduría, justicia y otras virtudes, haciendo con tu nus
una separación, di a tu Dios: “¡oh riquísimo tesoro de la virtud, cuánta es mi alegría;
porque sólo de ti y por ti proviene todo bien; oh Dios te agradezco por esto y por todo
bien que has hecho a mi prójimo; pero acuérdate, Dios mío, también de mi pobreza y de la
gran necesidad que tengo para la virtud”.

Y por hablar generalmente, las veces que veas en las creaciones alguna cosa que te gusta,
no pares en ello, sino que pasa con tu loyismós a Dios y di: “¡oh Dios mío tus creaciones
son tan buenas, tan alegres y tan queridas , y me pregunto, cuán bello, alegre y dulce
serás tú el Creador de todas estas!”

Si tú, amigo mío, actúas así podrás estar disfrutando de Dios mediante tus cinco sentidos,
así subiendo siempre de las creaciones al Creador, de modo que la formación de la
creación se te convierta en una teología y aún encontrándote en este mundo de los
sentidos, estate imaginando aquel mundo conceptual. Porque es verdad, todo el mundo,
toda la creación y toda la naturaleza, no son otra cosa que una ley y un instrumento bajo
del cual se encuentra invisiblemente el Creador y artista, actuando y mostrando con su
arte, con las cosas vivibles y las materiales proyecta las perfecciones y sus energías
increadas invisibles e inmateriales. (41) Por eso Salomón dijo: “por el tamaño y la belleza
de las creaciones recibimos la idea análoga de la creación de estas” (Sab 13,5). Por otro
lado, san Pablo dice: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen
claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las
cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Rom 1,20). Añadimos aquí que para este
propósito fueron creadas todas las creaciones con logos y con sabiduría por un lado, y por
otro lado, los hombres fueron enriquecidos con fuerza y energía lógica, estudiando los
logos-razones o causas de las creaciones de modo que con esta potencia y energía lógica
suban a la gnosis-conocimiento del pre-eterno y enhipostasiado-substanciado logos que

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por Él se hizo todo: “Todo fue hecho por él y sin él no se hizo nada de todo lo creado” (Jn
1,3). Porque de las causas conocemos los resultados, y de todo que sigue lo qué precedió;
de modo que basta que uno solo conozca pensar correctamente, enseguida encuentra la
fe dentro en la creación y de los logos-causas de las creaciones que ha estudiado percibe y
entiende sin duda que existe Dios.

Capítulo 22: Si las mismas cosas sensibles que hemos dicho pasan por el estudio del
Logos encarnado y de los misterios de Su vida y pazos-pasión, nos son útiles como
medios e instrumentos para corregir nuestros sentidos

Antes te he mostrado cómo nosotros podemos elevar nuestro nus a la zeoría-


contemplación de Dios; ahora aprende otra manera para elevar tu nus al estudio del Logos
encarnado, pensando en los santísimos misterios de Su vida y pazos-padecimiento. Todas
las cosas sensibles del universo pueden ayudar en este estudio y contemplación, si
primero reflexionas que en estas, tal como dijimos antes, al Eminente Dios como la única y
primera causa que las ha dado la existencia, la fuerza, la belleza y todas las otras bellezas
que tienen; y si después de esto piensas cuánto grande e infinita fue esta bondad del
mismo Dios; el cual realmente siendo el principio y Señor de toda creación, quiso caer tan
bajo, hacerse hombre, padecer y morir para el hombre, permitiendo sus enemigos
armarse contra él para crucificarle.

Pues, cuando tú ves, o escuchas, o tocas las armas, cuerdas, palizas, columnas, espinas,
clavos, martillos y otras cosas parecidas, reflexiona con tu nus que todas estas cosas
fueron los instrumentos del pazos de tu Señor.

Otra vez, si ves o habitas en hogares pobres, que venga en tu memoria la cueva y el
pesebre de tu Soberano. Si ves que llueve, acuérdate aquella lluvia sangrienta del sudor
que caía por el cuerpo santísimo de nuestro dulcísimo Jesús en el jardín remojando la
tierra. Si ves el mar y los barcos, acuérdate cómo tu Dios caminó corporalmente encima
de ella, y cómo estaba de pie en los barcos enseñando la multitud. Las piedras que verás
te recordarán aquellas piedras que fueron aplastadas en su muerte; la tierra te recordará
aquel seísmo que hizo entonces en su pazos-padecimiento.

El sol te recordará la oscuridad que entonces oscureció; las aguas te recordarán aquel
agua que corrió de su santa costilla, cuando la traspasó el soldado con su lanza. Si bebes
vino u otra bebida, acuérdate del vinagre que dieron a tu Soberano. Si estás atraído de las
fragancias, corre conceptualmente al mal olor que sentía Jesús en el monte Gólgota, el
cual fue el lugar de condena donde cortaban las cabezas de los hombres y por eso estaba
sucio y olía mal (42). Por dos logos-razones la colina de Gólgota fue llamada lugar de
Cráneo; primero, según san Basilio, san Crisóstomo y san Teofilacto, es por la tradición

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que dice que allí estaba enterrado el cuerpo de Adán. Y el monje Epifanio en su libro sobre
Siria y Jerusalén dice: “En el Gólgota está la pequeña casa o templo de Adán con su
cráneo, por eso se llama lugar de Cráneo”; la segunda opción es de Coresio y otros
historiadores, es que de allí no faltaban los cráneos esparcidos de los malhechores que les
cortaban la cabeza y por eso se llamó lugar de Cráneo.

Cuando te vistes, recuerda que el eterno Logos se ha vestido de carne del hombre para
vestirte a ti con deidad. Si por otro lado, te estás desvistiendo, piensa que el Cristo
permaneció desnudo para ser azotado y clavado en la cruz a cuenta tuya. Si te aparece
alguna voz dulce y sabrosa pasa a la agapi (amor, energía increada) de tu Salvador, de
quien se derramó la jaris (gracia, energía increada), según el Salmo: “Se derramó la jaris de
tus labios” (Sal 44,3); y de la dulzura de su lengua estaba suspenso el laós-pueblo, según el
Evangelista Luca: “el pueblo estaba suspenso oyéndole” (Lc 19,48). Si escuchas tumultos y
gritos del pueblo, piensa en aquellos gritos ilegales de los judíos: “aprisa, aprisa, como sea,
crucifíquenle”, que se escucharon fuertemente en sus oídos divinos. Si ves algún rostro
guapo, recuerda que el bellísimo Jesús que está por encima de todos los hombres, se
deformó y fue despreciado y deshonrado sin ninguna belleza encima de la cruz para tu
agapi. Cada vez que toca el reloj, que venga en la memoria de tu nus aquella lipotimia del
corazón que sintió Jesús cuando en el jardín comenzó a temer la hora de su pazos-
padecimiento y de su muerte que se acercaba; o creer que escuchas aquellos golpes duros
que se escuchaban por los martillos cuando clavaban los clavos en la cruz. Y por decir
simplemente, en cada tribulación que te encuentre o encuentra a otros, piensa que no es
nada cada aflicción y prueba en relación y similitud con las increíbles pruebas que
lesionaron y aplastaron el cuerpo y la psique de tu Señor.

Capítulo 23: Cómo debemos rectificar nuestros sentidos con otras maneras cuando se
nos presentan sus objetos visibles

Cuando ves cosas bonitas y tierra fértil, piensa que todas son insignificantes y como abono
en comparación con las bellezas y las riquezas del cielo, las cuales disfrutarás después si
desprecias todo el mundo; y girando tu mirada entera hacia el sol pensando que tu psique
es más brillante que él, si te quedas en la jaris (gracia, energía increada) de tu Creador; de
lo contrario la psique está tenebrosa y repugnante por la oscuridad infernal.

Mirando con tus ojos al cielo pasa con los ojos de tu psique más alto, al cielo candente
(43), y allí concéntrate con tu loyismós como si el cielo te fuera preparado para el feliz
hogar eterno, cuando hayas vivido aquí en la tierra con inocencia. Durante la primavera,
escuchando los cantos de los pájaros y otras canciones melódicas, eleva tu nus en aquellos
cantos melódicos del Paraíso y piensa que allí se escucha incesantemente el Aleluya y
otras doxologías-alabanzas angelicales (44) y ruega a Dios hacerte digno de alabarle para

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siempre junto con aquellos espíritus celestes; “Después de esto oí una gran voz de gran
multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación, honra, gloria y poder son del Señor
Dios nuestro” (Apo 19,1). (44) Tres son las alabanzas y los himnos exquisitos con los que
alaban la Santa Trinidad las nueve órdenes y las tres Jerarquías de Ángeles. La primera
jerarquía Tronos, Querubín y Serafín, es el mismo himno “Yel, yel” el cual sale de los
círculos de los Querubín según Ezequiel (1,13), y manifiesta reciclaje, según san Dionisio el
Areopagita (Jerarquías celestes cap.15). De la Segunda Jerarquía, Dominaciones, Virtudes
y Potestades, el himno es “Santo, santo, santo (Is 6,3). Y de la tercera Jerarquía,
Principados, Arcángeles y Ángeles, el himno es “Aleluya, aleluya, aleluya”, según Nikitas
Stizatos (Filocalía cap.3 cen.3).

Cuando percibes que vas a sentir deleite por la belleza de las creaciones, piensa que allí un
poquito más allá del deleite está la serpiente infernal muy atenta y dispuesta a matarte o
herirte, y di contra la serpiente: “¡oh maldita serpiente, cómo esperas así con tu trampa
puesta para devorarme!”; y después gira hacia el Dios y di: “¡Bendito eres Señor que me
has manifestado mi enemigo y me has liberado de su rabiosa garganta y su anzuelo!”. Y
después inmediatamente acuda a las heridas del crucificado, concéntrate en ellas y piensa
lo que ha sufrido el Señor con su santísimo cuerpo para liberarte del pecado y hacerte
odiar los placeres de la carne, o el hedonismo.

Te recuerdo también una otra cosa para que evites este peligroso placer y deleite de la
carne o hedonismo y es esta: piensa y ahonda bien con tu nus en reflexionar después de la
muerte qué pasará con aquella persona que entonces te había gustado; es decir, se
pudrirá y se llenará de gusanos y suciedad; cuando caminas, en cada paso que haces,
acuérdate que de esta manera te vas acercando en la tumba. Cuando ves los pájaros del
cielo, o las aguas correr, piensa que tu vida con mayor velocidad va hacia su final. Cuando
en invierno se levantan vientos fuertes o hay rayos y truenos en el cielo, entonces
recuerda el terrible día del Juicio; y doblando tus rodillas, reverencia a Dios y ruégale que
te administre jaris (gracia, energía increada) y tiempo para prepararte bien para
presentarte entonces ante la Suprema Majestuosidad.

Si te ocurren varios acontecimientos ejércete de esta manera; cuando por ejemplo, estás
triste con algún dolor o melancolía o tienes fiebre, resfriado o sufres cualquier cosa
lamentable, trae en tu nus la voluntad de Dios a quien le pareció bien y para tu propio
bien sufras con esta medida y en este tiempo esta enfermedad y aflicción, por la que tu
alegrado por la agapi que te muestra el Dios, y por el motivo que te da para que sirvas más
aquellas cosas que gustan a Dios y di con tu corazón: “He aquí, se cumple en mi la
voluntad de Dios, la que ha mandado Dios para sufrir con agapi este dolor; bendito sea

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siempre mi Soberano”. Y si viene en tu nus algún loyismós bueno gira otra vez hacia el
Dios y conociendo que vino de Él, agradécele.

Cuando lees, crea que ves a Dios bajo estas palabras, y acéptalas como si vinieran de la
boca divina. El tiempo que ves que se está poniendo el sol y viene la noche recógete y
ruega a Dios que no caigas a la eterna oscuridad. Viendo la cruz, piensa que es una
bandera de tu expedición y tu guerra, y si te alejas de él te entregarás en las manos de los
enemigos, pero si le sigues llegarás al cielo cargado de gloriosos premios.

Viendo el icono de la Panayía (Santísima Madre), dedica tu corazón a ella que reina al
Paraíso y agradécela, porque permaneció siempre preparada para la voluntad de tu Dios,
porque ha dado a luz, ha amamantado y criado al Redentor del mundo, y porque en
nuestra guerra invisible no falta la protección y la ayuda de ella. Los iconos de los Santos
que proyecten en tu nus de que tienes tantos garantes y mediadores en Dios y que ruegan
por ti; estos tirando con fortaleza sus lanzas y mientras han caminado abriendo el camino,
te han abierto tu camino por el cual tú caminando serás coronado también junto con ellos
en la eterna doxa (gloria, luz increada).

Cuando veas las Iglesias, entre otros pensamientos devotos, piensa que tu psique es el
templo de Dios, según “vosotros sois templos del Dios vivo” (2Cor 6,16) y debes
mantenerla sana, limpia y pura. Pensando en la reverencia del Ángel a la Virgen Madre de
Dios, haz estos pensamientos: a) agradece a Dios por aquel mensaje que envió del cielo a
la tierra y fue el motivo de nuestra sotiría (sanación, redención y salvación); b) alégrate
junto con la siempre Virgen María por la cantidad de sus grandezas, en las que se elevó
con su honor excepcional y su profunda humildad; y c) reverencia junto con la Madre feliz
y con el Arcángel Gabriel el bebé divino, que inmediatamente fue concebido en su vientre;
esto debes repetirlo tres veces al día, por la mañana, por el mediodía y por la noche.

En cambio, el jueves por la noche piensa sobre el sufrimiento de la Zeotocos, por su sudor
ensangrentado que corrió de su Hijo amado en el Jardín que oraba, cuando fueron los
soldados con Judas y le captaron y sobre la tristeza que tenía su Hijo toda aquella noche;
por la mañana del Viernes, piensa los sufrimientos, los dolores y las aflicciones que sufrió
por la presentación de su Hijo unigénito al Pilatos y al Herodes, sobre la decisión de la
muerte y sobre la elevación de la reliquia de la Cruz; al mediodía hasta el Sábado piensa el
dolor de esta dignísima Señora que traspasó en su corazón como de una espada por la
crucifixión y la muerte de su unigénito hijo amado, sobre el duro traspaso de la lanza en su
santa costilla y sobre su entierro, etcétera. Y en pocas palabras, que estés siempre
despierto, vigilante y cuidadoso en gobernar tus sentidos, y en todo acontecimiento que
te suceda, alegre o penoso, lucha para que te muevas y vayas no detrás de las cosas

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terrenales por amor u odio, sino sólo para la voluntad de Dios y estas cosas aceptarlas o
evitarlas tanto cuanto quiere el Dios.

Pues, sepas que las maneras anteriores que te he presentado sobre el gobierno de los
sentidos, no te las he dado para que te ocupes continuamente con ellas; porque tienes
obligación casi siempre tener tu nus concentrado y recogido en tu corazón para que estés
junto con tu Señor, el cual quiere que vigiles y venzas a tus enemigos y tus pazos, tanto
con la resistencia y refutación, como con las praxis para las virtudes contrarias, como te he
dicho al anterior capítulo 13; pero te lo he interpretado para que conozcas a gobernarte a
ti mismo, cuando alguna necesidad lo precisa. Porque muchos ascetas antiguos y nuevos,
y otros con fantasías similares fueron engañados y perdidos por el diablo, el cual conoce y
acostumbra a metamorfosearse, transformarse en ángel de luz para engañar al hombre,
como ha dicho Pablo: “Porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz” (Cor
11,14).

Sepas también esto que mientras del sentido surge la fantasía, así viceversa de la fantasía
surge el sentido o sensación, es decir, que la fantasía se engorda tanto en algunos
hombres provoca las mismas energías y tiene los mismos resultados que tiene el sentido.
Por eso muchos hipocondríacos y fantasiosos tienen el mismo miedo de sus fantasías
como de sus sentidos; incluso se endulzan y sufren y algunos mueren únicamente de estas
personas y cosas que fantasean, igual que si estuvieran presentes, sensibles y reales. ¡Así
pues, quién no ve el gran mal que es la fantasía y cuánto debemos evitarla!

Capítulo 24: Cómo debemos gobernar nuestra lengua

Es muy necesario para uno gobernar y domar la lengua como es debido. Porque cada uno
tiende a dejarla correr y hablar para aquellas cosas que dan deleite a nuestros sentidos; la
verborrea o charlatanería, la mayoría de veces proviene del orgullo, por el que nosotros
nos imaginamos que conocemos mucho, satisfaciendo nuestra opinión y con muchas
repeticiones de nuestros logos presionamos para marcar, imprimir o imponer nuestra
opinión al corazón de los demás, para hacer de maestros como si tuvieran necesidad de
aprender de nosotros sin que antes los demás nos pregunten.

Los males que nacen de la verborrea o la charlatanería nos es posible describirlos en pocas
palabras; la verborrea es madre de la acedia (pereza espiritual); es cuestión de ignorancia
e insensatez, puerta de la maledicencia, servidora de las mentiras y del enfriamiento del
calor piadoso de la fe; mucha palabrería trae pobreza y fortifica los pazos y de estos
después se mueve la lengua con más facilidad en conversación impertinente e indiscreta;
Por eso el Apóstol Santiago, queriendo manifestar lo difícil que es no pecar con las
palabras, dijo este característico de los hombres perfectos: “Si alguno no ofende en

53
palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar y domar entero el sí mismo y
todo el cuerpo” (Sant 3,3). Porque cuando la lengua una vez empieza hablar, corre como
el caballo salvaje y no sólo no habla de las cosas debidas sino que habla también de las
malas. La lengua no tiene huesos pero quebranta huesos, dice el dicho popular. Por eso la
lengua se llama por el mismo Apóstol, “llena de mal y de veneno mortal”. Y como dijo
Salomón: “De la verborrea o charlatanería no evitarás el pecado” (Prov 10,20). Y en
general, “aquel que habla mucho muestra que es insensato y tonto” (Ecl 10,14).

No te metas en conversaciones largas y grandes con aquel que te escucha con mala gana,
para no hacerle que te tenga asco, como se ha escrito: “El que habla más de la cuenta es
repudiado y detestado” (Sab Sir 7). Evita hablar duro y en voz alta. Porque estas dos
maneras son muy odiosas y dan la sospecha de que eres vanidoso y tienes gran idea de ti
mismo; no hables nunca de ti mismo y de tus cuestiones o para tus parientes, excepto si
es necesario y si es posible con más brevedad y pocas palabras.

Y si te parece que los otros hablan más de la cuenta de sí mismos, tú presiónate a no


imitarlos, si sus palabras aparentan como humildes y propias de acusación. En cambio
para tu prójimo y las cosas que le conciernen, habla lo mínimo que puedas, cuando y allí
que es necesario para su bien. (45) Hablando debes estar atento en el consejo de san
Talasio que dice: De las cinco maneras de conversación que escojas las tres. La cuarta que
no te acostumbres y de la quinta alejarte” (Filocalía). Las tres maneras son hablar sobre, el
sí, el no y lo claro. La cuarta es hablar sobre lo dudoso y la quinta es hablar de lo
desconocido.

Para el Dios habla con todo tu ánimo y ganas, sobre todo para su agapi (amor, energía
increada) y su bondad. Pero con temor, pensando que te puedes equivocar también en
esto. Así que, mejor que ames a estar atento cuando los otros hablan en relación a estas
cosas, guardándolas en los interiores de tu corazón. Para las otras cosas que hablan, sólo
con el sonido de la voz que moleste tu oído. Pero que tu nus que sea permanentemente
fijado o elevado a Dios. Pero aún aunque sea necesario oír aquel que está hablando para
entenderle y responderle, también entonces no olvides entre medio elevar o fijar tu nus
con algún loyismós hacia el cielo donde habita tu Dios, piensa su altura y que siempre ve
tu nimiedad; examina bien aquellas cosas que te vienen en tu corazón antes que pasen
por tu lengua para hablarlas y encontrarás muchas cosas que será mejor que no salgan de
tu boca; pero sepas aún que incluso aquellas cosas que piensas que son buenas para
decirlas, es mucho mejor que las entierres en tu silencio y conocerás bien esto cuando
pase aquella conversación.

El silencio es el gran fortalecimiento de la Guerra Invisible y una esperanza segura de


victoria; el silencio es muy amado por aquel que no confía de sí mismo, sino que tiene

54
toda su esperanza y confianza sólo a Dios; es vigilante de la oración del corazón o noerá y
para el ejercicio de las virtudes es una ayuda admirable; incluso es una señal de la
prudencia y uno espera el tiempo adecuado para hablar. (46) Por eso el Abad Isaac (logos
3) dice que el silencio es el mejor cooperante y la mayor obra de la vida monástica. Y
también es el misterio del siglo venidero. Y el gran Barnasufio dice que el silencio que es
detenido por nuestra voluntad es superior de la misma teología. “Sea firme en tu criterio y
en tu logos. Sé pronto para oír y lento en tus respuestas. Si tienes algo sensato, responde
a tu prójimo, sino tapa la boca… la lengua del hombre es su ruina y deshonor del hablador.
No sea tachado de charlatán, no tiendas lazos con tu lengua…” (Sab Sir 5). (47) El abad
Isaac dice que por tres cosas uno guarda silencio; a) por la doxa-gloria de los hombres; b)
por el deseo caluroso y celo por la virtud; c) porque tiene conversación secreta en el
interior de sí mismo y por esta razón el nus se fija en esta (logos 26). Pero en general, el
que no habla muestra que es prudente y sabio.

Para acostumbrarte a callar, piensa muchas veces los perjuicios y los peligros de la
charlatanería y los grandes bienes del silencio y estas tres maneras que dije en los tres
capítulos anteriores; es decir, que uno se eleve de las cosas sensibles a la zeoría-
contemplación de Dios, a la zeoría del Logos encarnado, y al adorno del carácter con
virtudes, pueden utilizar aquellos que tienen conocimiento, discernimiento y fuerza del
loyismós para rectificar los sentidos. Pero aquellos que no tienen fuerza pues, que eviten y
se aparten con toda la fuerza de todas aquellas cosas sensibles que pueden perjudicar sus
psiques.

Así pues, tú hermano mío, primero debes vigilar con gran atención los malos y rápidos
ladrones que tienes, es decir, tus ojos y no dejarlos estirados viendo con curiosidad los
rostros de las mujeres u hombres, sobre todo de jóvenes, o ver el desnudo no sólo de
otros cuerpos ni tampoco tu propio cuerpo. Porque de esta curiosidad y miramiento
apasionadamente, el corazón capta el placer y el deseo de sexo o lujuria y la pederastia.
Como dijo el Señor: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla,
ya adulteró con ella en su corazón” (Mt 5,28). Y un sabio dijo: “Por los ojos uno se conduce
al eros pasional”. (48) Esto está muy claro también de los ejemplos de la Santa Escritura.
Porque los hijos de Dios, es decir, Sic y Enóc, al ver las hijas de los hombres, es decir, de
los descendientes de Caín que eran guapas, tomaron ellas como esposas, las
corrompieron, deshonraron y de esto siguió aquel diluvio o cataclismo universal (Gen 6).
Siquén hijo de Jamor en la ciudad de Síquima, para ver a Dina hija de Jacob, la amó y la
deshonró y de esta deshonra se hizo aquella desaparición catastrófica de la Síquema
desde los hombres hasta los animales. (Gen 4). Sansón conoció mujeres tanto en Timná,
como en Gaza y se acostó con ellas (Jue 14 y 16). Y el rey David vio la Birsabé cuando

55
estaba bañándose, la deseó y cometió adulterio con ella (Re 11). Y aquellos dos jueces
ancianos vieron a Susana y la desearon (Sus 9). Y muchísimas más de este tipo.

Por eso Salomón nos pide que no seamos captados por nuestros ojos ni seamos vencidos
por el deseo de la belleza, (Prov 6,25).

Aparte de esto, ten cuidado y vigílate de curiosas comidas y bebidas bonitas,


recordándote que la primera madre de nuestro género Eva, para ver el fruto del árbol
prohibido del Paraíso, primero lo deseó, después lo tomó, a continuación lo comió y así
murió (espiritualmente); tampoco ver con agrado las prendas bellas, el oro, la plata y las
brillantes glorias del mundo, para que de tus ojos no pase al interior de la psique el pazos
de la vanagloria, la avaricia y la codicia. Gira los ojos de mi psique para que no vea y
codicie las cosas vanas y provisionales de este mundo” (118,37). Y hablando en general,
ten cuidado y vigílate en no ver bailes, juegos, banquetes, berreas, peleas y todas las
demás cosas caóticas e indecentes, las que ama el mundo insensato y estúpido y que la
ley de Dios ha prohibido; sino que las evites y cierres los ojos a estas cosas para que no se
colme tu corazón y tu fantasía de imágenes feas y pazos, y despiertes tormento y nueva
guerra contra ti mismo, dejando la lucha que tienes contra tus antiguos pazos. Ama ver las
Iglesias, los santos iconos, los libros sagrados, los cementerios, las tumbas y todas las
demás cosas que son modestas y santas, de las cuales la contemplación te beneficia.

1) Debes proteger tus oídos. En principio no debes escuchar logos eróticos e indecentes,
canciones e instrumentos musicales, por los que se endulza la psique y el corazón se
enciende de deseo, codicia carnal. Porque está escrito: “Aleja de mí los logos vergonzosos
e indecentes” (Prov 27,11).

2) En segundo lugar, no debes escuchar bromas y palabras jocosas, las cuales de hecho
son fantasmadas y todo tipo de mentiras del mundo, saboreándolas y endulzándote de
estos. Porque no es correcto para un cristiano escuchar con agrado estas cosas, esto es de
los humanos corruptos e indecentes, por los que en relación a esto Pablo ha dicho:
“Cerrarán sus oídos a la verdad y girarán hacia los cuentos y las fábulas” (2Tim 4,4).

3) No escuches con agrado las críticas malignas y las verborreas que los demás hacen
contra el prójimo. Sino que las impidas, si puedes o no te quedes a escucharlas. Porque
san Basilio el Magno considera digno de excomunión tanto aquellos que charlatanean,
como también aquellos que se sientan para escuchar las calumnias y no los controla.

4) Ten cuidado y protégete de no endulzarte escuchando palabras vanas, indecentes e


inútiles, de las que se ocupa la mayoría de la gente; porque está escrito: “No escucharás
logos vanidosos” (Ex 23,1). Y Salomón dijo: “logos vano expúlsalo lejos” (Prov 30,8). Y el

56
Señor dijo: “Mas yo os digo que de todo logos ocioso que hablen los hombres, de ello
darán cuenta en el día del juicio” (Mt 12,36).

Y en brevedad, protégete de no escuchar todos aquellos logos y habladurías que pueden


perjudicar tu psique; estos logos principalmente son adulaciones de aduladores y halagos,
que en relación Isaías dijo: “Pueblo mío, los que os halagan, os engañan” (3,11). Ama
escuchar logos divinos, melodías y psalmodías sagradas, y todo lo que es divino, sabio y
útil en la psique; y sobre todo ama a escuchar las deshonras y los insultos que te hacen los
demás.

5) Vigila el olfato de los perfumes y las fragancias que no debes ponértelas encima de ti, ni
untar, ni oler excesivamente. Porque todo esto es característica de las mujeres
indecentes, y empujan a los pazos lujuriosos y codicias y hacen venir en aquellos que los
utilizan, aquellas maldiciones proféticas que dicen: “Y ved lo que sucederá: en lugar de
perfume habrá podredumbre; en lugar de cinturón, una cuerda; en lugar de peinados,
calvicie; en lugar de vestidos lujosos habrá un saco; en lugar de belleza, la marca de la
infamia” (Is 3,24). “Ay de los que se ungen con el perfume más fino” (Am 6,6).

6) Protege y vigila el sabor y tu vientre, para que no sea sometida en comidas variadas,
grasas y sabrosas, y de bebidas perfumadas. Porque estas comidas y banquetes antes de
lograrlos te pueden hacer caer en robos, mentiras, adulaciones y miles de cosas que sirven
a los pazos y los males; pero cuando los consigas, te abatirán y te arrastrarán en caminos
torcidos de los placeres carnales del hedonismo, de los deseos y las codicias bestiales, las
que se realizan debajo del vientre; y traerán contra ti todas aquellas maldiciones
proféticas de Amós: “Ay de los que duermen sobre lechos de marfil, se recuestan sobre
divanes, comen corderos del rebaño y terneros lechales del establo…” (6,4).

7) Debes protegerte y tener cuidado en no tocar con la mano cuerpo ajeno, sobre todo de
joven, tampoco los puntos ocultos de tu cuerpo, sin haber necesidad. Porque, el sentido
del tacto es tan poco elegante, tan sensible, sensacional y vivo, que incita los pazos de la
carne y arrastra al hombre hasta la misma praxis del pecado. Y todos los demás sentidos
sirven al tacto, y de una manera desde lo lejano trabajan el pecado. Pero cuando uno llega
al tacto, es decir, llega a tocar, difícilmente ya puede detenerse y no cometer el pecado.

En el sentido del tacto se refiere también el adorno a la cabeza, al cuerpo y a los pies. Por
lo tanto, ten cuidado no adornes tu cuerpo con variopintas prendas o adornos caros para
la cabeza, porque estas cosas son para las mujeres y no valen para los hombres; Sólo
vístete humilde y decentemente lo que es necesario para el frío del invierno y el calor del
verano, para el mantenimiento del cuerpo, para que no oigas aquello que escuchó el rico
que se vistió con ropa real y lujosa: “acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida” (Lc

57
16,25). Y venga encima de ti la maldición que dice Ezequiel: “se quitarán sus mantos, y se
desnudarán de sus ropas bordadas” (26,16).

En el tacto se refieren incluso más comodidades del cuerpo, como son el continuo arreglo
del cabello y de la barba, las casas lujosas, las camas y sofás blandos, caros y lujosos. De
todos estos debes estar protegiéndote como perjudiciales para la prudencia y
responsables de la lujuria y los demás pazos carnales, para que no heredes aquel ay de
Amós, que dice: “Ay de aquellos que duermen en camas de marfil, y reposan sobre sus
lechos” (6,4).

Estas cosas que te he dicho ahora, son la tierra que fue condenada a comer la serpiente
conceptual, el diablo. Estas son la materia y el alimento que se alimentan todos los pazos
de la carne. Así pues, si tú pensando que son pequeñas no las desprecias, y si luches
valientemente y no les dejas que a través de los sentidos entren en la psique y al corazón,
te informo que de verdad fácilmente con la atrofia harás desaparecer el diablo y en poco
tiempo serás un excelente ganador en esta Guerra Invisible.

Porque está escrito por Job que es a la vez “león y hormiga” (el diablo) desapareció y se
perdió al no tener comida para alimentarse” (4,11). (50) El monje Iobio dice que el diablo
se llama a la vez “león y hormiga” porque primero lanza y derrumba al hombre en
pecados pequeños y después en los grandes; al principio aparece y se ve como débil y
pequeño como hormiga, pero después aparece y se ve agrandado como un león.

Capítulo 25: Cómo debemos corregir nuestra la fantasía y nuestro recuerdo

Ya que hemos hablado sobre la corrección de nuestros sentidos, es normal que lo


siguiente que vamos a decir aquí es cómo debemos corregir nuestra fantasía y nuestro
recuerdo; porque, también según la opinión casi de todos los filósofos, la fantasía y el
recuerdo, no es otra cosa que una estampa o huella de todas aquellas cosas sensibles que
hemos visto, oído, olido, saboreado y tocado. Y por decirlo brevemente, fantasía y
recuerdo, son un sentido común interior, el que imagina y recuerda claramente todas las
cosas que nuestros cinco sentidos externos les ha dado tiempo percibir y presentir. Y de
una manera el sentido y las cosas sensibles, se asimilan con el sello, en cambio la fantasía
con la estampa y huella del sello. La fantasía es más fina que la sensación de los sentidos y
más gruesa que el nus (espíritu humano).

Esta fantasía y recuerdo nos fue dada después de la caída, cuando nuestros sentidos
externos están quietos y cuando adelante nuestro no tenemos presentes aquellas cosas
sensibles que han pasado de los sentidos y se han imprimido en ella. Porque es imposible
tener siempre presentes todas las cosas que hemos conocido, escuchado, olido,
saboreado y tocado; por eso con nuestra fantasía y recuerdo que las tiene grabadas las

58
traemos ante nosotros, y así hablamos y pensamos sobre estas como si las tuviéramos
presentes.

Por ejemplo, si tú fuiste una vez en la ciudad de Smirna, y después saliste de allí y ya no
ves con el sentido externo de los ojos, sino con el sentido interior, es decir, con la fantasía
y el recuerdo, cuando quieras, traes la ciudad Smirna ante tuyo y la ves como si estuviera
presente, con la misma forma, tamaño, espacio y ubicación que tiene; no como si te
hubieras ido y ves a Smirna. Pero ves la imagen de Smirna, la que la fantasía y el recuerdo
tienen grabada en tu interior. Esta es la fantasía de las cosas sensibles, que nos molesta
también cuando dormimos con variopintos sueños de los que, cuidado, no debes creer
nunca.

Otro ejemplo, que es del libro sobre la vigilancia de la fantasía es el siguiente. Cuando tú
escuchas Marta, Sofía; estas son dos simples voces, las que nada más que suenen al oído
son escuchadas; pero la fantasía no se agrada sólo con oír las voces, sino que
inmediatamente forma las imágenes de Marte y Sofía, y a partir de aquí provoca más
perturbación y el pazos-pasión del hedonismo en la psique. Así cuando escuchas realeza
increada (energía y luz increada) o infierno (energía y luz demoníaca, infernal), que las has
visto, entonces padeces y te esfuerzas con tu fantasía despertarlas e imaginarlas* (Ver
añadido al final de este capítulo).

Pero como hemos dicho, que esta fantasía es una estampa (o grabado) insensata y gruesa
de los cinco sentidos e imagina las cosas sensibles con su color, tamaño y forma, debes
conocer que:

1) El Dios como está fuera de todos los sentidos, de las cosas sensibles y fuera de toda
forma, color, espacio y lugar, totalmente sin forma, existe en todas partes y está por
encima de todo, así también está fuera de toda fantasía. Y a continuación, sepas que la
fantasía es una fuerza de la psique que no tiene la capacidad y destreza de unirse con el
Dios, a causa de estos defectos suyos. (Ver también Filocalía que dice que ninguna
fantasía tiene lugar en el caso de Dios. Porque el Dios en general es superior y por encima
de todo concepto).

2) Conozca también que el eosforos (Lucifer), el primero de los Ángeles antes de su caída,
era realmente superior de la fantasía insensata y más allá de toda forma, color, y sentido;
era como nus (espíritu) lógico inmaterial, sin forma, incorpóreo, sin pazos y unitario,
después amó la fantasía y las formas, e imaginó y formó con su nus poner su trono por
encima del cielo y convertirse similar o igual a Dios; entonces de aquel estado de su nus
que estaba sin forma, sin pazos y unitario, cayó bajo esta fantasía gruesa, múltiple,
multiforme y variada, como opinan muchos teólogos; y así de ángel se endemonió,

59
oscureció y se hizo diablo, material, de una manera multiforme y pasional, lleno de pazos.
(51). San Gregorio el Sinaíta dice para los demonios: “realmente estos entes espirituales,
cuando han caído de la inmaterialidad y de aquella finura, cada uno adquirió algo de
espesor material, teniendo cuerpo que se ha hecho análogo con la clase y la energía por el
hábito de los pazos. Y por la costumbre a los pazos, los demonios se han convertido algo
materiales”. Por eso el diablo se llama por los Padres también pintor que imita todo y
serpiente multiforme y come de la tierra de los pazos, fantasiasta, “mascarás con sus
múltiples máscaras, caretas” y otros nombre similares. Por el mismo Dios se asimila y se le
denomina como dragón con cuerpo, cola, nervios, costillas, columna, nariz, labios, piel,
carne y todos los demás miembros similares. Y mira también los capítulos 40 y 41 de Job.
De todo esto, hermano mío, aprende que la fantasía con distintas formas, al ser un
descubrimiento y fruto del diablo, por eso le es muy deseada y apetitosa. Porque según
los Santos, ella es el puente a través del cual pasando los asesinos demonios se unen con
la psique y así la convierten en hogar de indecentes, malignos y blasfemos loyismí y hogar
de todos los sucios pazos psíquicos y corporales o carnales. (52) Ver el capítulo 64 de
Cálistos e Ignacio los Xanzópuli, en la Filocalía.

3) Conozca también, según san Máximo el Confesor, que el primer hombre en ser creado,
Adán, fue creado por el Dios sin la fantasía. Porque el nus de aquel siendo realmente nus
único, lúcido y puro, no se imprimía, ni se formaba de los sentidos y de los distintos tipos y
formas de las cosas sensibles. Pero sin utilizar la fuerza inferior de la fantasía e imaginar
figuras, colores, tipos y espacios, es decir, con la fuerza superior de su psique que es la
diania (dianús, mente, intelecto o cerebro) observaba lúcida, espiritual e inmaterialmente
sólo los logos (conceptos, razones) finos y desnudos de los seres o entes. (53) En este caso
también el nuevo Adán, nuestro Señor Jesús Cristo, aunque tenía la filosofía y la gnosis
natural de los seres o existencias (ver en relación capítulo 42), sin embargo no tenía este
nus pasional, es decir, la fantasía de las cosas sensibles, sino que tenía nus en energía,
activo y sin pazos, este nus que capta inmediatamente los logos, conceptos de las
existencias, según la opinión de los teólogos. Así que el teólogo Georgio Koresios en una
de sus dudas y soluciones en relación con la economía encarnada, dijo lo siguiente: “…el
nus de Cristo no dependía de la fantasía, cosa que es impedimento para la transmisión de
las cosas conceptuales de los logos intangibles o inmateriales, no estaba impedido de
nada, ni cuando dormía, como ocurre con el nus de los hombres, es decir, como ocurre
con los hombres por las fantasías de los sueños o de cualquier otra causa …” En
demostración de esto coincide también aquello que dice san Teofilacto de Bulgaria que el
Señor no imaginaba el reinado del mundo que le presentaba el enemigo, (interpretación
del capítulo 4 de Luca).

60
Pero el homicida del hombre, el diablo, como él cayó por la fantasía, así hizo a Adán
también lo mismo, formar en su nus la igualdad con Dios y así por esta fantasía suya caer
de aquella vida espiritual que era similar a un ángel, unificada, intangible y lógica, y ser
derrumbado, el desgraciado, a esta fantasía sensible, múltiple y multiforme y en estado de
los animales salvajes e insensatos. Porque la fantasía es principalmente atributo de los
animales insensatos y no de los lógicos.

El hombre una vez caído en este estado, ¿quién puede decir en cuántos pazos, en cuántos
males y en cuántos engaños fue precipitado a través de la fantasía? Se ha llenado la
filosofía ética o moral de distintos engaños. Se han llenado la ciencia o filosofía física de
muchas falsas alabanzas y la teología de muchos dogmas falsos y repugnantes. Porque
muchos, grandes y más nuevos, quisieron opinar y hablar en relación a Dios y sus
misterios relativos, intangibles, simples, inimaginables y sin forma, donde energiza la
superior de todas las fuerzas de la psique que es el nus; pero hablaron antes de limpiar y
sanar sus nus de las malignas y pasionales formas e imágenes de las fantasías de las cosas
sensibles y en vez de la verdad encontraron la mentira. Y el mayor mal es que abrazaron
esta mentira y la detienen como si fuera una verdad y una realidad, y en vez de teólogos,
aparecieron como fantasiólogos, puesto que se entregaron en nus sin experiencia, no
probado, ni instruido, según el Apóstol.

Entonces, tú hermano mío, si quieres liberarte fácilmente de estos engaños y los pazos, si
deseas salvarte de las distintas trampas y artificios del diablo y si deseas unirte con el Dios
y conseguir la divina iluminación y la verdad, pues, lucha con todas tus fuerzas a desnudar
tu nus de formas, tipos, colores y espacios y en general de cada fantasía y recuerdo de las
cosas sensibles, tanto buenas como malas.

Porque todas estas cosas son como contaminaciones, barros y oscuridades que manchan
la limpieza, la lucidez y bien estar del nus y engordan la inmaterialidad o intangibilidad. Y
casi, ningún pazos psíquico o somático (carnal) puede acercarse al nus sino sólo a través
de esta fantasía de las cosas sensibles. (56) Porque si por casualidad uno es deslumbrado
por los ojos y ve con pasión algún rostro guapo, si lucha y no imprime en su fantasía la
imagen de aquel rostro, hundiendo su nus en el corazón con la monologa oración, se salva
de la combinación hedónica, placentera de los loyismí, se salva de la lucha y de la
combinación y por último se salva de la ejecución del pecado. Por eso también san
Gregorio el Teólogo dijo lo siguiente: “Me ha deslumbrado la serpiente, pero no me ha
captado. No he montado el ídolo del pecado. La experiencia es ídolo y evitamos la
ejecución. Estos son los estadios del engaño del pecado”. Pero si uno deja que se imprima
en su fantasía la imagen y el recuerdo de aquel rostro, fácilmente puede caer en mayores

61
grados del pecado hasta llegar a la ejecución de este. Así que cada cosa queda en la
fantasía.

Lucha pues, en mantener tu nus sin colores, sin formas, lúcido y limpio, tal como le ha
creado el Dios.

Esto por supuesto que no se puede hacer de otra manera, sino sólo si retornas y recojas la
energía de tu nus dentro en el lugar estrecho de tu corazón y en todo tu hombre interior;
y allí dentro acostumbrarle a estar con tu logos o voz interior del corazón orando algunas
veces con luto y quebranto, diciendo: «Señor-Kirie Jesús Cristo, eleisón me, o
compadécete de mí, ayúdame, sáname, ten misericordia, etc, Κύριε Ἰησοῦ Χριστὲ Υἱὲ τοῦ
Θεοῦ, ἐλέησόν με»; y estar atento sólo en las palabras de la oración (como te digo en el
capítulo 26), unas veces observándote a ti mismo, más bien a través de ti mismo
entendiendo a Dios y reposando. (57) Por eso dice san Basilio el Grande que cuando el nus
no se dispersa en las cosas externas, ni se extiende en el mundo de los sentidos, entonces
retorna a sí mismo y dentro de sí mismo sube al concepto de Dios, (1 epístola).

Esta zeoría-contemplación y estudio se llama circular e inequívoca (o cíclica y segura,


inconfundible).

58). Porque tres son los movimientos de la psique, según san Dionisio el Areopagita; a) el
circular, que se hace cuando la psique retorna de las muchas y externas cosas, primero se
recoge en sí mismo, después se une con las fuerzas unificadas y angelicales y así se une
con el sin principio ni fin bien, es decir, con Dios; b) el movimiento espiral, que se hace
cuando la psique se mueve y toma los conocimientos divinos, pero no totalmente
espiritual, unificada e intransitivamente, sino con transición y con el pensamiento de un
concepto llevado a otro, con operaciones de una manera mezcladas con el movimiento
circular y el recto; c) el movimiento recto es cuando la psique sale en la contemplación de
las cosas sensibles que están alrededor de ella, y de las externas y sensibles como también
de las distintas y muchas imágenes transciende a las simples y unificadas zeorías o
contemplaciones, (Sobre divinos nombres, capítulo 4). El movimiento primero, principal y
superior de la psique se llama circular; porque igual que los dos bordes de una barrilla
cuando se unen, se hace corona y círculo, así también la energía y potencia conceptual,
espiritual y gnóstica o cognitiva de la psique; según el Evangelio y los santos y sabios
Padres nípticos de la Filocalía, en el cerebro como un órgano corporal o físico se encuentra
mayoritariamente esta energía, y cuando se une con el purísimo espíritu vivificador (nus) y
con la esencia noerá o espiritual de la psique que se encuentra en el centro del corazón,
como un órgano corporal, este movimiento se llama circular; y de la unión y retorno de
estos dos se hace un círculo y con este círculo se une el nus con la divina jaris (gracia,
energía increada), la que se encuentra en el medio del corazón.

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Igual que la serpiente cuando quiere quitar su piel vieja pasa por un lugar estrecho, como
dicen los fisiólogos, así también el nus pasa por el lugar estrecho del interior del corazón y
de la Oración Noerá (o monologa del Corazón o de Jesús) que se encuentra dentro de ella,
se filtra y quita la prenda de la fantasía de las cosas sensibles y de las malas supersticiones
y se hace lúcido, limpio y adecuado para la unión con el Dios para la semejanza que toma
con él. Otro ejemplo, es como el agua, cuando más estrecho pasa por los tubos tanto más
se afina y sube en altura; lo mismo también el nus, cuanto más se ocupa del estudio
exacto del corazón y de su propia zeoría-contemplación, tanto más se afina y se hace más
fuerte y más alto de todo pazos y ataque de los loyismí, de todas formas y tipos, no sólo
de las cosas sensibles sino también de las intelectuales, al quedarse todas estas fuera,
porque allí dentro no pueden entrar. (59) En este caso me refiero a un ejemplo mejor;
igual que los rayos del sol, cuando más se alejan del centro y del centro de un vidrio que
enciende la yesca, tanto más débiles, más oscuras y menos densas se hacen, y cuando se
recogen al centro se hacen más potentes, densas y luminosas, de la misma manera
también el nus y las fuerzas y energías cognitivas de la psique se hacen más luminosas y
potentes. Si alguna vez tu nus va en cosas externas que estás viendo y en las fantasías del
mundo, otra vez retorna en la cámara del corazón hasta que se acostumbre y se habitúe.

Amigo mío, este es el método primero y principal, por el que uno siempre debe tener
como obra y tarea para reparar la fantasía y el recuerdo; y una tarea continua para
subsanar y hacer desaparecer de raíz las malas supersticiones de la fantasía y de los
ídolos. Este método que es tan fructífero y beneficioso, tanto más agotador es; y cuanto
más agotador es tanto más difícil emprenderlo, por no decir difícil de creer, junto con los
muchos y sobre todo de nuestros filósofos de este siglo, los cuales no quieren creer en la
enseñanza del Espíritu Santo y de tantos y tantos Padres portadores de la divina luz
increada; y que este método la enseñan en el libro de la Filocalía; este libro es más valioso
que cualquier piedra preciosa; así que ellos se privan de los frutos del Espíritu Santo, de
los cuales disfrutan los analfabetos e ignorantes: “En aquella misma hora Jesús se regocijó
en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque
escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños” (Lc
10,21). Porque los que no creen en este trabajo espiritual del nus (espíritu y corazón
psicosomático del hombre), tampoco pueden entender el beneficio que proviene de esta
tarea, según: “Si no vais a creer, no entenderéis” (Is 7,9).

Cuando ves que tu nus se cansa y no puede ya permanecer en el corazón y en la oración


que se está haciendo en su interior, entonces utiliza el segundo método o plan B´, es decir,
déjale que vaya saliendo fuera y se ocupe de los estudios, las observaciones y los
conceptos de las cosas divinas y espirituales, tanto las que están contenidas en la Divinas
Escrituras, como las que están en las creaciones, especialmente en las conceptuales, las

63
cuales se llaman popularmente metafísicas y abstractas de la materia. Porque estos
conceptos y pensamientos parientes con el nus, tienen la finura y la cualidad de
inmateriales o intangibles y no le dejan engordarse, sino que le hacen retornar con
facilidad al lugar del corazón y unirse otra vez con la memoria espiritual de Dios. Por eso
dice san Máximo: “Sólo la praxis no puede hacer al nus sin pazos (impasible), si no le
suceden o no es seguido de muchas y distintas zeorías-contemplaciones”. Pero atención,
ten cuidado en no ocuparte y recrearte con la razón y los conceptos de los cuerpos
materiales y animales, es decir, de las llamadas cosas físicas, cuando aún tienes pazos o
pasiones. Porque tu nus no siendo realmente liberado de las maliciosas fantasías de las
cosas sensibles, antes de penetrar dentro en los loyismí (pensamientos, conceptos)
espirituales e intangibles que se encuentran en los cuerpos y en los animales, entonces es
captado sólo de la forma exterior y la superficie de ellos; y así contento con esto adquiere
falsas opiniones, alabanzas y pazos (pasiones, emociones), en vez de encontrar verdad y
apacia (serenidad, quietud e impasibilidad), como les ha ocurrido tantos y tantos filósofos
que se llaman físicos o naturales, como dice san Máximo el Confesor.

Utiliza también este plan C´ o tercer método para el reposo y alivio de tu nus; es decir,
imagínate los misterios de la vida y el pazos-padecimiento del Señor; pues, su Nacimiento
en la cueva, la Presentación al Templo, su Bautismo en el río Jordán, el ayuno de Cuarenta
días en el desierto, el kerigma de su Evangelio, los milagros que hizo, su Metamorfosis en
el monte Tabor, el lavado a los pies de sus discípulos, la traición, y los pazos; su Cruz y su
Epitafio; su Resurrección y su Ascensión; y todo tipo de tormentos y castigos de los
Mártires y los largos ejercicios de los Santos.

Lo mismo puedes hacer aún para la contrición, o el quebrantamiento duro de tu corazón y


la metania, estar imaginándote el misterio y la terrible hora de tu muerte, el terrible día
del Juicio y los distintos tipos de los infiernos eternos, es decir, los fuegos y energías del
infierno, los oscurantismos de las cárceles y tumbas; los gusanos que beben la sangre y la
compañía con los demonios; imagínate también el deleite de la inenarrable alegría y
aquella realeza increada celeste de los justos con la eterna doxa (gloria, luz increada),
felicidad y bienaventuranza; aquel sonido que festejan la unión con el Dios, con el
conocimiento, la relación y la convivencia eterna de todos los santos. (60) Hermano mío, si
con estos divinos conceptos y con los estudios pintaras el mapa de la fantasía, no sólo te
salvarás de los recuerdos malignos, viles y de los malos loyismí, sino que serás elogiado
con franqueza en aquel día del Juicio. Porque dice san Basilio en su logos sobre castidad,
que cada hombre que se encuentra en su cuerpo, se parece a un pintor que pinta una
imagen o carácter en un lugar oculto. Tal y como el pintor aquel, cuando saca fuera al
teatro aquella imagen suya, si ha pintado rostros o caracteres de santos u otras cosas
bellas y dignas de ver, por un lado es elogiado por los espectadores, y por otro lado, es

64
recriminado, si ha pintado cosas indignas, indecentes y odiosas; de esta manera cada ser
humano cuando después de la muerte se encuentre en el Juicio de Dios, será elogiado y
bienaventurado por Dios, los Ángeles y los Santos, si ha adornado su nus y su fantasía con
conceptos divinos, brillantes y espirituales. Y por otro lado, será avergonzado y
condenado, si ha llenado su fantasía con pazos, con ídolos e imágenes indecentes e
indignas. Y san Gregorio Palamás de Tesalónica, admira cómo de las cosas sensibles se
forma en la psique con la fantasía luz conceptual o espiritual el que proporciona la vida
eterna u oscuridad infernal (Filocalía).

Pero sepas que, no te digo que te ocupes siempre con estas cosas, sino que las utilices
sólo de vez en cuando y algunas veces, hasta que tu nus descanse y otra vez retorne al
corazón y allí trabaje lo inimaginable y sin forma a través de la memoria cardíaca de Dios.
Igual que los animales que llevan el caparazón como su casa, como los caracoles, las
tortugas y las ostras, no reposan en ninguna otra parte sino dentro en su casa o caparazón
que están vestidos; así también el nus, de forma natural, no reposa con otra cosa tanto
que cuando se encuentra dentro en su cuerpo que viste, es decir, dentro en la cámara del
corazón y en el hombre interior, y como en una tronera combate contra los loyismí, los
enemigos y los pazos que allí están escondidos; aunque la mayoría de los seres humanos
esto no lo conocen. (61) Mas, el que los pazos y los loyismí se encuentren escondidos en el
corazón y de allí salen y nos guerrean y atacan, lo testifica el Señor diciendo: “Pero lo que
sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen
los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los
falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre” (Mt
15,18-19). Pero los enemigos demonios se esconden y se encuentran alrededor del
corazón, pero en energía y no en esencia, como dice san Gregorio Palamás (Domingo 4º
del Cuaresma). Y esto lo testifica también san Diádoco en la Filocalía tomo 1º c.76,
diciendo que antes del Santo Bautismo, la divina jaris (gracia, energía increada) mueve al
hombre hacia el bien desde el interior, en cambio el Satanás está acechando en las
profundidades de la psique y del corazón, pero una vez bautizado el hombre el demonio
se va fuera del corazón en cambio la jaris entra y permanece adentro. Sin embargo,
también después del Bautismo se concede que puedan estar en la superficie exterior del
corazón para prueba del libre albedrío o independencia y de allí estimulan, irritan al nus
con el flujo de los placeres (hedonismo) carnales, según el mismo santo en el capítulo 82.

Por eso dicen los santos Padres que los demonios no les gusta que los hombres conozcan
que se encuentran en el interior de ellos, para que no sean expulsados de allí y los
combaten a través del nombre de Jesús Cristo, el cual se dice dentro en el corazón, como
dijimos antes. Esto también lo testifica san Gregorio el Teólogo.

65
Sobre todo para luchar y protegerte bien, te digo que no dejes tu fantasía y tu recuerdo a
recordarse de todas aquellas cosas que has visto, oído, saboreado, olido y tocado y sobre
todo cosas indecentes y malas. Porque se ha demostrado por las pruebas y la experiencia
que es más grande la guerra que uno hace para liberarse de la fantasía y del recuerdo que
del mismo sentido. Porque, el que uno vea -supuestamente lo digo- o no vea, un rostro
con pasión, no tiene tanta guerra, pero cuando lo ve y lo trata ya no es fácil quitar de su
fantasía y recuerdo este rostro, sino que hace falta lucha y guerra para quitarlo de su
fantasía.

Y muchas veces, con sólo una ojeada pasional y curiosa a un rostro guapo, nos imprime en
la fantasía tan profundamente el recuerdo, que luchamos cuarenta o cincuenta años,
incluso hasta nuestra vejez, para eliminar aquel recuerdo y fantasía. Y es digno de risa que
aquel rostro envejece y se pone feo o muere y se convierte tierra; y muchas veces
nosotros mismos en la tumba tocamos con nuestras manos sus huesos, pero nuestra
fantasía mantiene tan estricta y fuerte la imagen, que siempre uno lo cree este rostro
como joven y vivo. Y así la fantasía como insensata y ciega que es, con esto nos hace pecar
al corazón como si fuera verdadero, tanto cuando estamos despiertos como cuando
dormimos. (62) Ves que te he traído ejemplo de la fantasía que nace de la vista. Tienes
que conocer que no hay otro sentido que nos ataque tanto como la vista. Y como ella es
las más soberana, fina y limpia de todos los demás sentidos y es también pariente del nus
sobre su brillantez y lo intangible, como dicen los teólogos, así también las fantasías que
nacen de ella difícilmente se borran. De forma segundaria las fantasías nos atacan menos
de aquellos logos indecentes y malignos que hemos escuchado; por eso, según san
Gregorio Palamás, tienes que conocer que cuando actúan los demás sentidos, los ojos no
se agradan, ni se alegran, si ellos no ven aquello que los demás sentidos sienten, así
también la fantasía no se agrada ni se alegra, si por casualidad no hace visibles todas las
cosas que escucha, saborea, huele y toca, según san Gregorio Palamás en la Filocalía.

Aún te recuerdo que te protejas y te cuides bien y no creas, ni aceptes como verdadero, si
ves algo cuando estás despierto o dormido, cualquier figura dentro o fuera de tu corazón,
como luz o fuego o una especie de ángel o algo parecido, lo que sea esto1.

1
Añadido por el traductor xX jJ: *(Así cuando escuchas realeza increada (energía y luz increada) o infierno
(energía y luz demoníaca, infernal), que las has visto, entonces padeces y te esfuerzas con tu fantasía
despertarlas e imaginarlas. Esta frase de san Nicodemo el Aghiorita, en el año 1999, fue clave para mí.
Entonces por la jaris de Dios me había dado cuenta que la fantasía mía hacía estragos en mí, llevándome al
borde del precipicio, creándome graves problemas y trastornos psíquicos, emocionales y espirituales; y
buscando la solución en los Santos Padres, cambiando la percepción sobre realeza increada e infierno, no
son lugares, sino que βασιλεία (vasilía) realeza de Dios/de los cielos como energía increada divina o paraíso,
un estado interior participando de la energía increada jaris y la luz increada Doxa-gloria, e infierno energía
demoníaca producida por el demonio o por mi egoísmo, egocentrismo, orgullo o soberbia, egolatría etc,

66
Capítulo 26: El soldado de Cristo debe evitar con toda su fuerza las perturbaciones y
molestias, si quiere luchar bien contra sus enemigos

Así como cada cristiano, cuando pierde la paz de su corazón tiene una inevitable
obligación hacer lo que sea y pueda para volver adquirirla y de nuevo debe conocer que
ningún acontecimiento que ocurre en el mundo, si le sucede a él, no es correcto ni
sensato que le prive y perturbe esta paz similar. Efectivamente, debemos entristecernos
por nuestros pecados, pero con un dolor y sufrimiento pacífico de la manera que antes os
he mostrado en muchos puntos; así, sin molestias al corazón y la disposición con la agapi
(amor desinteresado) piadosa del corazón, compadecer cualquier otro pecador y llorar
menos interiormente; es decir, que tengamos luto y pena por sus pecados. Para las otras
cosas que suceden y nos vienen que son duras, gordas y torturadoras, como son
enfermedades, heridas, muertes de parientes, guerras, epidemias de hambre, incendios y
otros males similares, aunque los hombres mundanos la mayoría de las veces las rechazan
como molestias de la naturaleza, a pesar de esto, podemos con la jaris (gracia, energía
increada) de Dios, no sólo sufrirlas y aguantarlas, sino también quererlas y amarlas como
castigo justo a los injustos ilegales y como motivos de virtudes para los buenos. Porque
este propósito tenemos como objetivo, además esto gusta también a nuestro Señor y
Dios, pues, que los envíe; nosotros siguiendo Su voluntad pasaremos con corazón sereno,
en paz y reposando de todos los tormentos, sufrimientos y dolores de la vida actual. Y
estate seguro que cualquier molestia y perturbación de nuestro corazón, no gusta a los
ojos divinos; porque cualquiera que sea esta, no está acompañada de la perfección y
siempre proviene de alguna raíz mala de la filaftía (egolatría, excesivo amor de sí mismo y
al cuerpo).

Por eso debes tener siempre despierta una parte de tu observación, que inmediatamente
que vea algo que te pueda molestar y alborotar, te haga un guiño para que entiendas
sobre qué se trata; y que tomes las armas gobernándote, pensando que todos aquellos
males y muchos similares, aunque externas, parecen por el sentido como males y
perjudiciales, pero en realidad no son males reales, ni pueden quitarnos los bienes
espirituales y que todo lo manda y concede el Dios, para los propósitos buenos que antes
hemos dicho; y también son para nuestro interés y beneficio y por otras cosas y razones

desde entonces mi vida ha dado un giro de 360 grados para bien. Además, que lo he compartido con
muchos creyentes hispanohablantes ortodoxos y algunos que han hecho el cambio de reino a realeza
increada han progresado y mejorado mucho espiritualmente; puesto que la palabra reino no está en
ninguno de los textos del Nuevo Testamento, ni en los Santos Padres; además, cuando uno dice reino
inmediatamente la mente con su fantasía va a un lugar o estado creado. Por favor, hermanos, intentad
incorporar el término realeza increada en vuestro vocabulario y percepción en vez de reino y veréis que
cambio más bello tendréis, recibiréis jaris!!!)

67
que no son conocidas en nosotros, que sin duda son muy justas y divinas. Y si en cada
acontecimiento triste que te suceda, tu corazón permanece así pacífico y reposado
puedes tener mucho beneficio; pero si te perturbas, sepas que todo ejercicio que hagas
no te proporciona ningún beneficio o muy poco.

Además te digo también esto, cuando el corazón es molestado, agitado y perturbado, está
siempre bajo diversos golpes y guerras de los enemigos, y lo más importante, cuando
estamos agitados no podemos ver bien y discernir el camino recto y la trayectoria segura
de la virtud; nuestro enemigo, pues, el diablo, odia mucho esta paz interior, porque es un
lugar donde habita el espíritu o la energía increada de Dios para operar grandes cosas, y
muchas veces viene como amigo y prueba llevársela, utilizando varios deseos, los cuales
nos parecen que son buenos; pero cuán falsos y engañosos son estos deseos, entre otras
cosas de esto también lo puedes conocer; es decir, porque nos roban la paz y serenidad
del corazón. 63) Por eso el Abad Isaac a menudo llama la confusión vehículo del diablo,
sobre el cual él está sentado y se introduce en la pobre psique y la hunde. Y san Pedro el
Damasceno dice: Ninguna maldad es tan fácil para el pecado como la confusión”
(Filocalía).

Por eso, si quieres impedir este daño grande, cuando el observador, es decir, el nus con su
atención te avisa que un nuevo deseo de algo bueno pide entrar en tu interior, no lo abras
la entrada de tu corazón, si antes no te has liberado de cada voluntad tuya y la presentes a
Dios, confesando tu ceguera y tu ignorancia, rogándole ardientemente que te ilumine con
su luz increada para que veas si este deseo proviene del litigante enemigo; por eso, corre
a tu quía espiritual y déjalo, a medida que puedas, en el juicio de aquel. Pero, aunque el
deseo aquel es de Dios, antes de ejecutarlo, debes hacerte humilde y matar tu gran
presteza, gana y ardor que tienes para esto; porque esta obra de la que precede tu propia
humildad, gusta mucho más a Dios que en vez de hacerse con el deseo de la naturaleza;
sobre todo, algunas veces gusta mucho más aquella humildad tuya que la misma obra. Y
de esta manera, si primero tranquilizas también tus movimientos naturales, una vez hayas
eliminado de ti mismo los deseos que no son buenos y no haciéndolos buenos, contendrás
la paz y la seguridad en tu corazón.

Aún, en cada cosa que hagas para salvaguardar la paz en tu corazón debes controlarla y
protegerla de algunos interiores remordimientos de conciencia, los cuales algunas veces
son del diablo, a pesar de que parezcan que sean de Dios, por acusarte de algún error; de
dónde vienen semejantes controles y remordimientos, los reconocerás por sus resultados.
Porque, si te humillan y te hacen diligente en trabajar y no te quitan la confianza y la
esperanza que tienes a Dios, debes aceptarlos como si fueran de Dios y agradecerle; pero
si te confunden, te perturban y te hacen pusilánime, desconfiado, negligente y perezoso

68
para el ejercicio espiritual y el bien, estate seguro que provienen del enemigo; y no les des
importancia, sino sigue tu camino y tu ejercicio. Porque, además de todo que te dije,
nacen en común en nuestro corazón hostigamientos, molestias y confusiones por
incidentes de cosas opuestas que nos acompañan en este mundo.

Pero tú, para que seas protegido de todos estos golpes de la confusión, puedes hacer dos
cosas; una es pensar en qué son opuestos estos incidentes, ¿en el espíritu o en la psique o
en la egolatría, en el amor excesivo de nosotros mismos o de nuestros deseos? Porque, si
son opuestos a tus deseos y tu filaftía (egolatría, que en general es tu primer enemigo), no
debes llamarlos opuestos, sino que los tengas como beneficencias y ayuda del Supremo
Dios, por lo tanto, acéptalas con corazón alegre y agradecimiento. Pero, si son opuestas al
espíritu y la psique, tampoco por eso debes perder la paz de tu corazón, como aprenderás
en próximo capítulo. La otra es elevar tu nus a Dios y con los ojos cerrados, sin querer
conocer otra cosa, aceptar cualquier incidente de la mano caritativa de la divina
providencia, como una cosa llena de distintos bienes. 64) Por eso es digno de contar
aquello que decía san Juan el Crisóstomo por cualquier circunstancia que le sucedía,
buena y mala, agradable o desagradable: “Doxa-gloria y alabanza a Dios por todo lo que
me sucede”. En esto también le imitó san Gregorio Palamás.

Capítulo 27: Qué debemos hacer cuando estamos heridos

Cuando te encuentras herido, porque has caído en algún pecado a causa de tu debilidad, o
alguna vez con tu voluntad caes en mal tuyo, no te acobardes, ni te atormentes y
perturbes por eso, pero una vez vuelvas inmediatamente a Dios, háblale así: “Señor mío,
ves que he hecho estas cosas, así soy; ni tampoco era posible que esperaras alguna otra
cosa que degeneración y caída de mi que soy tan débil y malicioso” Y aquí, despréciate
ante tus ojos y súfrelo con dolor del corazón por el dolor que has causado a Dios y sin
trastornarte mentalmente, ni deprimirte, ni indignarte, enfádate contra tus indecentes
pazos, especialmente contra aquel pazos que fue la causa de tu caída; y después di otra
vez: “Señor mío, no me detendría ni siquiera hasta aquí, y pecaría más y peor, si tú no me
hubieras sujetado con tu gran bondad”.

Y agradécele y ámale más que nunca, admirando su gran caridad que a pesar de ser dolido
por ti, otra vez te da su mano derecha y te ayuda para que no vuelvas al pecado; por
último, por su gran compasión di con gran ánimo y valor: “Señor mío, haz lo que Tú eres,
perdóname y no permitas que a partir de ahora viva separado, ni alejado de ti y que no te
produzca más ningún daño y sufrimiento”.

Y haciendo así, no pienses si te ha perdonado, porque esto no es otra cosa que orgullo y
molestia en el nus, pérdida de tiempo y engaño del diablo, muchas veces pintados con

69
distintos buenos pretextos. Por eso, dejándote a ti mismo libremente en las manos
caritativas de Dios, sigue con tu ejercicio como si no hubieses caído. Y si sucede que a
causa de tu debilidad pecas muchas veces al día (65) y quedas herido, haz esto que te he
dicho no con menos esperanza a Dios. Y acusándote más a ti mismo y odiando más el
pecado, lucha para vivir con más protección y vigilancia. 65) En los capítulos 26 y 27 de la
segunda parte de este libro, nos enseña más claramente que los pecados que dice el
capítulo presente, no quiere decir que son los pecados capitales y mortales, sino los no
mortales y perdonables; y los que pecan en estos no quiere decir que son aquellos que
viven simplemente e indiferentes y cometen cada momento errores mortales
(espiritualmente); sino para los que están irritados, molestados y lloran con dolor del
corazón y siempre examinan sus conciencias reflexionando, y se confiesan y también
tienen su análoga tristeza, pero no la exagerada para no caer en la depresión y la
desesperación extrema, sino los que hacen vida espiritual, siendo luchadores de la virtud.

Este ejercicio no le gusta al diablo, porque ve que gusta mucho a Dios y el enemigo se
avergüenza viendo que ha sido vencido de aquel que antes él había vencido. Por eso, el
diablo utiliza métodos engañosos y astutos para impedirnos que no lo hagamos. Y muchas
veces consigue su propósito a causa de nuestra negligencia y el poco cuidado que
tenemos de nosotros mismos. Por eso tú cuanto más dificultad encuentras del enemigo,
tanto más debes luchar en hacer el ejercicio muchas veces, aunque alguna vez hayas
caído. Sobre todo esto debes hacerlo una vez hayas pecado y sientes que estás molestado
y perturbado y te viene depresión, perturbación y desesperación, para poder así de esta
manera lograr la paz y la serenidad en tu corazón junto con el valor y el coraje, y una vez
armado con estas armas girar hacia el Dios.

Porque, semejante molestia, perturbación y alboroto que tiene uno por el pecado, no es
porque con lo que ha hecho ha producido daño y sufrimiento a Dios, sino que se hace por
el miedo de su propia condenación; y esto significa que esta condena proviene de la
filaftía (egolatría, excesivo amor de sí mismo y al cuerpo), como hemos dicho muchas
veces.

El método para conseguir esta paz, pues, es el siguiente; olvidar totalmente tu caída y tu
pecado (66) y entregarte en el pensamiento de la gran e inefable bondad de Dios; y que él
está dispuesto y desea perdonar cada pecado, por muy gordo y pesado que sea, llamando
e invitando al pecador con distintas maneras y mediante varios caminos para que vuelva
en sí mismo y se una junto a él en esta vida a través de Su jaris (gracia, energía increada); y
en la otra vida santificarle y con su doxa (gloria, luz increada) haciéndole eternamente
bienaventurado y feliz. Y una vez hayas serenado tu nus y corazón con estos pensamientos
y reflexiones similares, entonces regresa en tu caída, haciendo como te he dicho

70
anteriormente; después cuando venga el momento de la confesión, la que te aconsejo
que la hagas muy a menudo, acuérdate de todos tus pecados y con nuevo dolor y aflicción
por el dolor y aflicción que has causado a Dios, y con disposición de no afligirle más,
manifiesta y confiesa todos tus pecados en tu Guía Espiritual y haz con buena voluntad y
coraje el canon que él te determine. 66) En esto conviene la historia que leemos en el libro
Gerontikón; allí se ve que un monje fue captado por la lujuria y cayó. Pero como los
loyismí de depresión y desesperación de su interior le molestaban de que había perdido
su psique y ya no hay sanación y salvación para él; éste como era prudente y
experimentado contra la guerra invisible del enemigo, decía a sus loyismí: “no he pecado,
no he pecado”, hasta que entró y se encerró en su kelia (celda) y mientras serenó su
corazón, entonces mostró la adecuada metania; de hecho se apocaliptó-reveló en otro
Yérontas con el don de perspicacia y previsión de que aquel monje había caído, sí, pero se
levantó y venció.

Capítulo 28: Qué táctica tiene y utiliza el diablo para hacer la guerra en general y
engañar a los hombres que están en diferentes situaciones y estados interiores.

Conozca, hermano mío, que el diablo no se ocupa de otra cosa más que para nuestra
perdición, y no nos hace la guerra a todos de una y misma manera. Y para empezar a
describirte algunas de sus guerras, tácticas, fraudes y engaños, te presento cinco
situaciones o estados interiores del hombre.

Algunos están al servicio del pecado sin ningún pensamiento para liberarse; otros quieren
liberarse, pero no lo intentan; hay otros que después de la adquisición de las virtudes caen
en la mayor corrupción del pecado. Otros creen que caminan en la perfección, y otros
dejan el camino que tienen para la virtud y otros, que tienen la virtud la convierten en
motivo y causa de la maldad. Para todos estos hablaré por separado.

Capítulo 29: La guerra, la estafa y el engaño que utiliza el diablo para aquellos que
sostiene y mantiene al servicio del pecado.

Cuando el diablo retiene alguien al servicio del pecado, no se ocupa de otra cosa más que
cegarle más y quitarle de cada buen loyismós que puede forzarle y estimularle a conocer
la vida tan desgraciada que tiene; y no sólo le saca de los loyismí que llaman al retorno y a
la metania, sino que pone en su nus otros loyismí malos y contrarios, pero también el
maldito con motivos preparados y rápidos le hace caer a menudo en el mismo pecado o
en otros más grandes, por los que resulta más oscurecido y ciego, de modo que con la
ceguera llega a derrumbarse al hábito del pecado; y así el miserable corriendo en la praxis
del pecado por la ceguera cae en mayores pecados, y así circula miserablemente casi en

71
toda su vida hasta su muerte, si el Dios con su jaris (gracia, energía increada) no
economiza su sotiría (redención, sanación y salvación).

Entonces pues, aquel que se encuentra en esta situación muy desgraciada, si quiere
psicoterapiarse y sanarse, debe aceptar inmediatamente lo antes posible aquel loyismós
(pensamiento, reflexión) e inspiración que le invita y le llama salir de la oscuridad a la luz y
desde el pecado a la metania, clamando con todo su corazón a su Creador: “Señor mío,
ayúdame rápidamente y no me dejes ya más en la oscuridad y en las tinieblas del pecado”;
que no deje de repetir muchas veces lo mismo clamando de esta similar manera; e
inmediatamente, si es posible, pedir ayuda y consejo para poder liberarse del enemigo;
pero si no puede ir enseguida a pedir ayuda y consejo, pues, que recurra rápidamente al
crucificado Jesús y se arrodille en Sus santos pies con la cara hacia el suelo y en la
Zeotokos (Madre de Dios) María, pidiendo compasión, piedad y ayuda; y la victoria está en
esta prontitud y rapidez.

Capítulo 30: La guerra, el fraude y el engaño que utiliza el diablo para aquellos que
conocen su propio mal y quieren liberarse; y por qué nuestras decisiones muchas veces
no traen sus resultados.

Aquellos que conocen la mala vida que viven y quieren cambiarla, en su mayoría
permanecen engañados y vencidos por el enemigo con estas armas; estas cosas son para
después, para mañana, ahora no, mañana, primero terminaré esta cuestión y después de
todo esto me entregaré con más descanso en la jaris (energía increada) de Dios y en la
vida espiritual; hoy voy hacer primero esto y mañana haré metania (penitencia,
arrepentimiento, introspección y confesión). Hermano mío, la trampa del enemigo es esta
la que ha captado y aún capta mucha gente. La causa de esta trampa es nuestra
negligencia e ignorancia. Porque de una cuestión así, por la que está colgada y depende
toda nuestra sotiría (redención, sanación y salvación) de nuestra psique y todo el honor a
Dios, no tomamos rápidamente aquel arma tan poderosa y decir a nosotros mismos: hoy
mismo, sólo a partir de ahora, voy hacer vida espiritual y no después de estas cosas; hoy y
sólo por hoy voy hacer la metania y no mañana; el ahora y el hoy está en mis manos, el
después de esto y el mañana está en las manos de Dios. Pero aunque se me ha dado el
después de esto y el mañana, ¿qué camino de sotiría (redención, sanación y salvación) y
victoria será esta, si primero quiero ser herido y después psicoterapiarme y sanarme al
hacer primero mis travesuras y después corregirme?

Por lo tanto, hermano mío, si quieres salir de este engaño y vencer el enemigo, tu
psicoterapia y sanación está en obedecer rápidamente a los buenos loyismí
(pensamientos, reflexiones) y las divinas inspiraciones que te llaman a la metania
(arrepentimiento, introspección y confesión) y no dejar ningún espacio en absoluto entre

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medio, ni pensar y decir que yo he decidido definitivamente a arrepentirme
(metanoizarme) después de todo esto y ya no puedo cambiarlo; no, porque estas
decisiones muchas veces son equivocadas y muchos teniendo gran confianza en ellas,
fueron engañados y por varias razones se han quedado sin metania.

A.- Porque nuestras decisiones no están basadas sobre la desconfianza de nosotros


mismos y en la confianza, esperanza y ánimo a Dios; y después de esto ocurre que no
podamos ver nuestra gran soberbia u orgullo, por el que movidos, damos más confianza a
nuestras decisiones, creyendo que son estables. Pero la luz para conocer esta soberbia y
enfermedad nuestra y la ayuda para psicoterapiarnos y sanarnos proviene de la bondad
de Dios, el que concede, como hemos dicho antes, que caigamos y con la caída nos llama e
invita en vez de tener confianza, esperanza y ánimo a nosotros mismos, tengamos
confianza, ánimo y esperanza sólo en Él. ¿Quieres conocer, hombre, cuándo son fuertes y
firmes tus decisiones? Cuando no tienes ninguna confianza de ti mismo y cuando todas
están fundamentadas con humildad en la esperanza, confianza y ánimo a Dios.

B.- Cuando nosotros nos movemos para tomar alguna decisión, pensamos sólo en la
belleza y la fuerza de la virtud, la que arrastra nuestra voluntad hacia su parte, por muy
enferma y débil que sea; pero después de todo esto, cuando se presenta alguna dificultad
y esfuerzo por los que se logra la virtud, al ser débil también nuestra voluntad,
empequeñece y se retira para atrás y a continuación nuestras decisiones quedan sin
ejecutarse. Por eso acostúmbrate amar mucho más las dificultades que traen el logro de la
virtud en vez de las mismas virtudes; y de estas dificultades que sea siempre alimentada
tu voluntad, unas veces con lo poco y otras con lo mucho, si realmente quieres adquirir las
virtudes. Y estate seguro que, cuanto más rápido y valientemente te venzas a ti mismo y a
tus enemigos, tanto más valientemente abrazarás y amarás las dificultades.

C.- Porque nuestras decisiones muchas veces no piensan las virtudes y la voluntad de Dios
que hacemos para el deleite espiritual y la adquisición de los carismas divinos, sino su
propio interés, el cual suele acompañar las decisiones. Por lo tanto, nosotros en nuestros
sufrimientos y aflicciones que nos hacen sufrir mucho, otra ayuda no encontramos que
poner como propósito cómo entregarnos y rendirnos enteramente a Dios y a los ejercicios
por las virtudes. Y sí, hermano mío, tú quieres entregarte en esto, pues, en el tiempo de
los deleites espirituales que seas cauteloso y humilde en tus decisiones; sobre todo ten
cuidado y protégete en no darte mandamientos a ti mismo y no hacer promesas, para que
no los transgredas y caigas en el pecado; y cuando te encuentras triste, tu decisión y tu
opinión que sea sufrir agradablemente tu cruz y tu sufrimiento, como quiere el Señor,
evitando toda ayuda terrenal y alguna vez también la celeste; y que en tu búsqueda sea

73
uno tu deseo, en ser ayudado de Dios, para que puedas sufrir cualquier cosa contraria, sin
contaminar la virtud de la paciencia y sin hacer que se indigne tu Dios.

Capítulo 31: El engaño que utiliza el enemigo para aquellos que creen que caminan en la
perfección.

Cuando el enemigo no puede vencer ni a los que han dependido del pecado, ni los que
buscan liberarse del pecado, como antes se ha mencionado, entonces el malvado se va a
los virtuosos y lucha el granuja como guerrero astuto a hacerlos olvidar los enemigos que
están cerca de ellos y fehacientemente los atacan y los perjudican, haciéndoles pensar,
imaginar y desear las cosas altas y grandes, (67) que están por encima de sus fuerzas, y así
antes del tiempo adecuado tener objetivos y propósitos decisivos para llegar a la
perfección. El resultado de esto es que ellos no se cuidan por las heridas que tienen, sino
que se enorgullecen de distintas maneras creyendo como si fueran cosas y obras ya
hechas estos deseos y decisiones de la perfección. Así que, no queriendo sufrir en acción
algo contrario u opuesto, ni el mínimo impedimento, ni un logos corto, después pierden
su tiempo en grandes estudios y decisiones, es decir, decidiendo con su nus tengo que
sufrir grandes pruebas por la agapi de Dios. Y como toman decisiones fantasiosas, no
sienten ninguna tristeza o sufrimiento y contrariedad en sus cuerpos, por eso los
miserables creen que se encuentran a la altura de los virtuosos que activamente sufren
grandes sufrimientos y pruebas. Y no saben que una cosa son las palabras y las decisiones
y otra cosa son las obras y la realidad. Por tanto, hermano mío, si quieres evitar este
engaño, decídete luchar contra los enemigos que realmente te atacan y guerrean de
cerca, y así conocerás claramente si las decisiones que tomas son verdaderas o falsas,
fuertes o débiles; y así caminarás en la virtud y la perfección a través del camino seguro y
real.

Quiero que sepas hermano mío, que de seis partes nos atacan los demonios, como dicen
los santos Padres y sobre todo san Máximo el Confesor: desde arriba y abajo; desde
delante y atrás; por la derecha y la izquierda. De arriba con nuestras exageraciones que
hacemos para la virtud que son superiores a nuestras fuerzas; de abajo con las faltas que
tenemos en la misma virtud por nuestra negligencia; por eso los Padres dijeron que los
extremos son de los demonios; y por la derecha se dice cuando los demonios con causa
derecha y pretexto del bien nos lanzan al mal; por la izquierda cuando por causa clara del
mal nos hacen pecar; y de delante cuando los demonios nos atacan con los loyismí y los
recuerdos de las cosas que tratarán de venir de atrás, y cuando nos guerrean con
recuerdos y supersticiones de cosas pasadas. Y en general todos los malos loyismí infectan
la psique interior y exteriormente; e interiormente la atacan e infectan con la idea y la
imagen que se imprime contemplativamente en la fantasía, o con el logos interno (la

74
vocecita de la conciencia) del corazón que se imprime esencialmente en la misma fantasía.
Exteriormente nos infectan a través de las cosas visibles, las oídas, las tangibles, las
olfateadas y las saboreadas. (Ver capítulo 23 cómo rectificar nuestros sentidos). Las causas
de los movidos loyismí interiores y exteriores son tres: primero los demonios, segundo los
pazos, es decir, las heridas que hemos recibido al corazón por el hábito o por el odio de
alguna cosa o amándola apasionadamente; y tercero es el estado corrupto de la
naturaleza humana.

Contra aquellos enemigos que no te molestan, no te aconsejo que hagas la guerra, sino
solamente si has percibido que posiblemente con el paso del tiempo vendrán a atacarte.
Porque con la prognosis y la premeditación puedes prepararte a resistir con decisiones
valientes; y cuando vengan, se quedan inactivos y con las manos vacías, puesto que te
encuentran preparado. Por eso nunca creas que tus decisiones se han convertido en obras
y praxis, aún aunque te hayas ejercitado con los métodos adecuados; pero en estas cosas
que seas humilde y tengas temor de ti mismo y de tu debilidad, y así teniendo esperanza
en Dios, corre a él con continuas súplicas para que te fortalezca y te guarde de los
peligros, sobre todo de toda pequeña superstición y esperanza de ti mismo. Porque si tú
de esta manera eres humilde, posiblemente aunque no estés liberado totalmente de
algunos pequeños defectos, (los cuales algunas veces deja el Dios para hacerte conocer la
debilidad de ti mismo y protegerte de algún bien que tienes), a pesar de todo esto, se te
permite que tomes grandes decisiones para que subas en grados de perfección más altos.

Capítulo 32: La guerra y el engaño que utiliza el diablo para que abandonemos el camino
que utilizamos para la virtud.

El cuarto engaño con el que nos ataca el mal astuto diablo, es cuando nos ve que estamos
al camino correcto de la virtud, entonces despierta distintos deseos e ilusiones y los pone
contra nuestro para despojarnos de las virtudes y hacernos caer en las maldades. Por
ejemplo, cuando un enfermo sufre con entereza y paciencia su enfermedad, el enemigo
que conoce con qué manera este hombre puede lograr el hábito de la paciencia, le
presenta ante él muchas obras buenas que podría hacer si se encontrara en otra situación
y se ocupa en presionarle que si estuviera curado podría servir mejor a Dios y beneficiar a
sí mismo y a los demás.

Cuando el diablo ya le ha puesto estos deseos e ilusiones va poco a poco aumentándolas


de manera que le hace agitarse y perturbarse, sin poder terminarlas según su voluntad. Y
cuando más grandes y más fuertes se le hacen las similares ilusiones y deseos, tanto más
aumentan las molestias y las agitaciones de su corazón; y después poco a poco el enemigo
con habilidad consigue que el enfermo no pueda aguantar más su enfermedad, no como
enfermedad sino como impedimento para aquellas virtudes que con muchas ganas desea

75
hacer para mayor beneficio. Y cuando ya le lleva a este punto con mucha destreza le roba
del nus aquel propósito que tenía para servir mejor a Dios y lograr más virtudes. Y así, no
le deja más que el único deseo de liberarse de la enfermedad. Pero como no ocurre según
su voluntad, se atormenta y se confunde en tal punto que se convierte totalmente
desesperado, y así el miserable llega en la maldad de la desesperación, y cae de la virtud
de la paciencia que de antes se estaba ejercitando sin darse cuenta de nada. (68)

Así también aquel que progresa bajo un Yérontas (anciano guía espiritual) deseando
conseguir mayores virtudes, se engaña y deja la obediencia y se va al desierto para la
ascesis; y allí cayendo en la negligencia pierde también el poco progreso que había
conseguido en la obediencia, tal y como dice san Juan el Clímaco. Lo mismo le ocurre
también el eremita y anacoreta, cuando deja el desierto y se va a la obediencia para
supuestamente adquirir más virtudes y beneficio; porque en la obediencia pierde también
la poca hisijía (paz y serenidad del corazón) que disfrutaba al desierto.

El método, pues, para resistir a este engaño del diablo es el siguiente: cuando te
encuentres en este estado de enfermedad y te estás molestando y agitando, ten cuidado,
no aceptar o para nada te eches para atrás por tus deseos e ilusiones por muy buenos que
parezcan que sean. Porque entonces al no poder hacer ninguna obra buena, forzosamente
te mareas, te confundes y no te pacíficas.

Debes, pues, con toda humildad, paciencia y obediencia creer que estos deseos tuyos no
pueden tener aquel resultado y finalidad que deseas, siendo tú mucho más débil y sin
sostén en aquello que tú calculas; o piensa que el Dios por tus pensamientos ocultos o por
tus pecados no quiere de ti aquellos bienes que deseas, sino más bien quiere tenerte en
humildad con paciencia bajo su dulce y potente mano de su voluntad.

Igual que cuando tienes algún canon de tu Guía Espiritual por algún pecado tuyo y por eso
no puedes seguir, como tú deseas, las acciones por la piedad, especialmente de la Divina
Comunión o Eucaristía, no te disgustes ni te molestes por estos deseos; sino que una vez
hayas expulsado cada voluntad tuya, vístete aquello que gusta a Dios con dolor de
corazón, diciendo en tu interior: Ay, si el ojo de la divina providencia no viera en mí las
indecencias y los defectos, por supuesto que yo ahora no me encontraría en esta miseria,
estando privado de la jaris (gracia, energía increada) de los santísimos Misterios
(sacramentos), viendo que mi Señor con esto me revela mi ineptitud, y alabo y canto en
los siglos su nombre, diciendo: “Caritativo Soberano mío, teniendo esperanza en tu
bondad, aunque soy miserable e indigno de recibirte en mi psique-alma a través de tus
dignos Misterios, a pesar de todo esto, Creador y Salvador mío no paro de abrirte mi
corazón para que entres espiritualmente en él para alegrarlo y fortificarlo contra los
enemigos que quieren separarlo de ti; y sólo este favor te pido querido mío; que mi psique

76
se quede liberada de cada cosa que no te gusta y permanezca siempre vestida con la
prenda de tus santos mandamientos, y esté preparada para tu venida espiritual o de
cualquier otra cosa que deseas darme”.

Si guardas estas peticiones, estate seguro que cada deseo de bien que tú no puedas
completar, y que proviene de la naturaleza o del diablo quien siempre quiere estar
molestándote, sacándote siempre del camino de la virtud o también alguna vez de Dios
para que sea probada tu obediencia en su voluntad; y como digo, en cada deseo tuyo
incumplido, estar motivado siempre en agradecer a Dios como le gusta. Porque de esto
está constituida la verdadera piedad y tarea que pide el Dios de nosotros.

Todavía quiero que conozcas esto, para que no te enfades, te exasperes y pierdas tu
paciencia en las aflicciones, sufrimientos y tentaciones, de cualquier parte que vengan,
debes utilizar aquellos medios justos y prudentes que acostumbran a utilizar los
servidores de Dios; es decir, que tú no seas motivo de estas tentaciones, rogando a Dios
que te libere de estas y otras cosas similares; pero no con fuerte deseo y dedicación plena
para que seas liberado de estas aflicciones, sino porque el Dios quiere que utilicemos
medios y órganos similares (69). Porque nosotros no conocemos si el Dios quiere con
estos medios liberarnos de aquella aflicción. Por lo tanto, si tú actúas de otra manera,
pidiendo que seas liberado totalmente de las aflicciones, sufrimientos, serás derrumbado
en muchos males, por no hacerse esta libertad según tu deseo y esfuerzo y fácilmente
caerás en la desesperación; o tu paciencia será defectuosa y no será toda gustada a Dios,
sino que será digna de salario muy pequeño.

Es decir, rogamos para no entrar en tentación, porque dice: “No nos dejes caer en
tentación” (Mt 6,13), y “orad para no caer en tentación” (Lc 22,40). Esto san Teofilacto de
Bulgaria interpretándolo dice que uno se lance a sí mismo solo en tentaciones es una cosa
demoníaca y orgullosa. Debemos, pues, también antes de la tentación rogar para no caer
en ella, y cuando hemos caído rogar para que no seamos vencidos por ella. Pero no
debemos preocuparnos, inquietarnos y sufrir cuando por casualidad nos ocurren varias
tentaciones y sufrimientos, sino que nos alegremos y agradecemos, tal como nos dice el
Apóstol Santiago: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas
pruebas y tentaciones, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (San 1,2).
Realmente estando informados que la tentación que padecemos, sólo molesta por su
nombre, es decir, la tentación nos prueba y reluce la fe y la agapi hacia el Dios, igual que el
fuego reluce el oro al crisol.

En definitiva, te informo aquí sobre un engaño oculto de la φιλαυτία filaftía (egolatría,


excesivo amor a sí mismo y al cuerpo), la que acostumbra cubrir nuestros defectos y de
una manera rechazarlos, como en el ejemplo siguiente; uno está enfermo y con poca

77
paciencia por su enfermedad, y éste esconde su desesperación con un aparente celo para
alguna supuesta virtud, diciendo que su sufrimiento y tristeza no es una verdadera
desesperación por el martirio que sufre de la enfermedad, sino que se entristece
fácilmente y sufre porque él ha dado motivo para su enfermedad o porque aquellos que le
sirven, se asquean y se perjudican de su enfermedad. Así que, uno puede decir que el
vanaglorioso que está confundido y enfadado por la gloria y la fama que no ha recibido,
no acepta que el motivo de su fracaso es su propia soberbia y vanidad, sino de otros
motivos, pretextos y excusas. En cambio está claro que la raíz de la pusilanimidad y la
confusión de ellos no es para otros o para otra causa, sino porque ellos odian y evitan
aquello que es contrario a sus deseos; porque, el enfermo anterior ni se ocupa ni se
indigna porque los que le sirven, se cansan lo mismo o se asquean y se perjudican por la
enfermedad de algún otro, sino sólo por la suya propia; ni el vanaglorioso que se ha dicho,
se perturba tanto por otras cuestiones tristes que le suceden como por el fracaso de
recibir los halagos y la posición que él deseaba. Por lo tanto, tú para que no caigas en este
error y en otros, aguanta con paciencia todo esfuerzo, fatiga e instrucción que te venga
por cualquier tipo de motivo que sea.

Capítulo 33: El último engaño que utiliza el diablo para que las virtudes que hemos
adquirido se conviertan en causa de maldad.

La serpiente mala astuta y malvada nunca cesa de molestarnos y tentarnos con sus vilezas,
astucias y engaños, incluso aquellas virtudes que hemos adquirido para nosotros se hacen
causa de corrupción y maldad; porque siendo congratulados en estas y a nosotros
mismos, llegamos a ensalzarnos y así después caemos en la maldad y en el precipicio del
orgullo, la soberbia y la vanagloria, (¡ojalá que así no sea!). Por lo tanto, hermano mío,
para que te protejas de este peligro, recoja todo tu nus en tu corazón y lucha para siempre
este demonio, como si estuvieras en una amplia tronera de guerra, en la verdadera y muy
profunda gnosis de la nimiedad de ti mismo, pensando que de verdad no eres más que un
cero a la izquierda, y que no puedes hacer nada, y que no tienes otra cosa más que
molestias, enfermedades, maldades y defectos, y que no mereces otra cosa más que
castigo continuo. Una vez te hayas asegurado y afianzado en esta verdad, no dejes nunca
tu nus a ocuparse de cosas externas del mundo, ni siguiera de un pequeño loyismós o
acontecimiento que te ocurra, por supuesto que teniendo seguro que todas tus cosas
externas son tan hostiles y enemigas, que si te hubieses entregado en las manos de ellas
seguro que estarías muerto o herido (espiritualmente).

Y para que te ejercites bien y mantengas esta tronera de la verdadera gnosis


(conocimiento) de tu nimiedad, utiliza este canon o regla: Cuantas veces pongas en tu nus
el pensamiento de ti mismo y de tus obras, calcula que aquello que eres no es obra tuya

78
sino de Dios y de su jaris (energía increada); y después piensa al tiempo que había antes
de que tú fueras creado y verás que en todo aquel abismo de la eternidad eras un claro
cero; no podías hacer nada para tener tu existencia; por otro lado, en el tiempo que tienes
tu existencia es sólo por la bondad de Dios, dejando en él lo suyo que es la continua
providencia con la que ahora te está protegiendo, ¿y qué otra cosa eres sino un nada o
cero? Porque no hay ninguna duda de que en tu primer cero del que te ha traído el Dios
con su mano omnipotente, al mismo momento podrías retornar si él te abandonase sólo
por un momento.

Está pues claro que permaneciendo es esta existencia natural con tu propia fuerza, nunca
puedes tener en cuenta a ti mismo de que eres algo o quieras que los demás te tengan en
cuenta.

Después, si permaneces en el “bien estar y ser” de la jaris (gracia, energía increada), debes
pensar que si tu propia naturaleza queda desnuda de la divina ayuda y jaris, ¿qué cosa
buena y digna podrás hacer tú por ti mismo? Por supuesto que nada. Así que tú también
puedes decir con Pablo: “no me he cansado yo sino la jaris (gracia, energía increada) que
está conmigo” (1Cor 15,10).

Después por otro lado, pensando en la multitud de tus errores pasados, y sobre todo en
los males que hubieras hecho, si el Dios con su mano caritativa no hubiera impedido, con
la multiplicación, no sólo de los días y los años que se han cometido, encontrarás que la
multitud de ilegalidades, de malas praxis, hábitos y pazos, pueden llegar a ser incontables
y tú te hubieras convertido en otro eosforos (lucifer) infernado.

Por lo tanto, si no quieres ser un codicioso, rapaz y ladrón de la bondad y la doxa (gloria,
luz increada) de Dios, debes creer que tú eres el peor e inferior de todos los hombres (70);
porque todo los demás lo ha dado el Dios también a sus creaciones, pero Su gloria la ha
guardado él para que sea glorificado y alabado como Creador de todo, por eso dice, “mi
doxa-gloria no la entregaré a otro” (Is 42,8), pero permanecerás siempre con tu Señor
glorificando sólo a él, como es lo justo, en cada praxis tuya como principio, medio y fin de
todos los bienes.

Cuánto beneficioso es que uno se tenga a sí mismo como el peor e inferior de todos los
hombres, lo testimonian los santos; el divino Juan el Crisóstomo dice: “no hay nada más
amado de Dios que se considere uno a sí mismo el peor de todos”. Y el gran Barnasufio
dijo: “si realmente quieres salvarte, escucha lo que tienes que hacer; levanta los pies de la
tierra y eleva tu nus a Dios. Y tu estudio que esté allí día y noche y con todo tu fuerza
despreciar a ti mismo, creyendo que estás por debajo de todos los hombres; este es el
camino verdadero; fuera de este camino no existe otro camino para aquel que quiere

79
salvarse con la potencia de Cristo; aquel que quiere llegar que corra; le conjuro en el
nombre del Dios vivo que quiere regalar la vida eterna en aquel que lo desea”. San
Gregorio el Sinaíta añade: “Debemos tener a nosotros mismos como los peores de todas
las creaciones y más miserables que los demonios, porque dice que hay dos tipos de
humildad tal y como dicen los Padres. Uno es que uno se considere por debajo de todos y
el otro referir sus hazañas a Dios; lo primero es el principio y lo segundo es el final. Y esta
humildad se adquiere de los que buscan, cuando con conocimiento piensan que estas tres
cosas para sí mismos; de que son los más pecadores de todos; y que son los más
indecentes de todas las creaciones, porque se encuentran en un astado contranatural; y
que son más miserables que los demonios, porque sirven a los demonios” (Filocalía c.115).

Y sepas bien, que este juicio que haces sobre ti mismo, no es ninguna exageración para
tener algún motivo de enorgullecerte. Pero es justo, verdadero y motivo de humildad, es
decir, de que eres peor que todos los demás. Pero si tú crees que conociendo tu mala
astucia y vileza, supera de una manera al otro que se imagina de sí mismo que es superior;
sepas que tú te estás haciendo peor que él, aunque quieras que los hombres te tengan en
cuenta como tal, que en realidad sabes que no lo eres.

Si quieres pues, que la gnosis de tu mala astucia y tu nimiedad mantenga alejados tus
enemigos y hacerte amado a Dios, es necesario no sólo que te desprecies a ti mismo, y a
continuación merecido de todos los males, sino que quieras ser despreciado también de
los demás, detestando los honores y alegrándote de las culpas, las acusaciones y haciendo
todo aquello que los demás, los que tienen conducta mundana, desprecian. La opinión y
las palabras de ellos no las aceptes de ninguna manera, (71), ni abandones esta praxis
santa y divina de desprecio de ti mismo, y que esto se haga de ti sólo con el propósito de
tu humildad y no para gustar a los hombres y te tengan en cuenta de que eres algo.

De acuerdo con esta enseñanza aquel gran profeta y santo Barnasufio dice lo siguiente: “El
que seas despreocupado de toda cosa te acerca en la ciudad, y el que no te tengan en
cuenta los hombres te hace habitar en la ciudad; y morir por cada hombre te convierte en
heredero de la ciudad y sus tesoros. Si quieres redimirte y salvarte, mantente en lo que no
te tengan en cuenta los hombres, y corre hacia este propósito”. El que no te tengan en
cuenta los hombres, según Juan discípulo de san Barnasufio, es que no te equipares y te
compares a ti mismo con algún otro. Ni tampoco dirás por alguna obra buena que yo lo he
hecho esto.

Si por casualidad alguna vez los demás te quieren mucho y te elogian por algo bueno que
te ha dado el Dios, estate bien recogido y no te muevas para nada de tu verdadera gnosis
de tu nimiedad, la que antes se ha dicho, sino primero gira hacia el Dios diciendo con todo
tu corazón: “Señor mío, que nunca me convierta en ladrón de tu honor y tu jaris (gracia,

80
energía increada); para ti la alabanza, el honor y la doxa-gloria, y para mí la vergüenza”.
“Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión y vergüenza de nuestros rostros” (Dan
9,7). “Tuya es la doxa-gloria y yo soy tu esclavo” (Esd 4,29).

Después gira hacia al que te alaba, hablando silenciosamente en tu interior con el


loyismós: ¿de dónde éste me tiene como bueno, puesto que no hay otro bueno sino sólo
el Dios? “Nadie es bueno, sino sólo el Dios” (Mt 19,17). Porque haciendo así atribuyes a
Dios lo suyo, y mantendrás lejos los enemigos y te harás digno de recibir mayores
carismas y beneficencias de Dios.

Pero cuando el recuerdo de las virtudes y de las obras buenas que haces te incitan al
orgullo, a la soberbia y a la vanagloria, inmediatamente piensa que las obras son de Dios y
no tuyas (72) y como si estuvieras hablando con ellas, di: “¡Yo no conozco cómo os habéis
venido y manifestado en mi nus! Porque yo no soy vuestro principio sino el Dios
bondadoso y su jaris (gracia, energía increada), aquel os creó, os alimentó y os guardó, a él
sólo quiero reconocer como padre inicial y causa, a él agradezco y a él atribuyo todo
elogio y alabanza”.

Y a continuación reflexiona sobre esta verdadera y certera reflexión, es decir, cuantas más
virtudes adquieras y cuantos más carismas, dones recibas, tanto más beneficiado eres de
Dios; y cuanto más beneficiado eres, tanta más deuda tienes hacia el Dios y tanto más
obligado te haces; así de esta reflexión no solo no te enorgullecerás ni te vanagloriarán
por tus virtudes y tus carismas, sino que lucharás y bajarás al fondo de la humildad no
teniendo algo equivalente y digno para agradecer a Dios por sus carismas divinos.

Después piensa que todas las obras que has hecho, no han llegado en la analogía y la
simetría de la luz y de la jaris que te fue dada para conocer y hacerlas, sino que están muy
lejos e imperfectas de aquel propósito claro y de la diligencia adecuada con la que
deberías hacerlas.

Entonces, si piensas bien, debes avergonzarte más de tus virtudes en vez que ellas te
gusten vanamente y enorgullecerte por ellas. Porque es verdad que las virtudes naturales
de Dios, las que debemos imitar, ellas por si solas son puras, limpias y muy perfectas, pero
se manchan de una manera y se reducen por nuestras imperfecciones y la falta de
imitación nuestra (73).

Aparte de esto, todas las virtudes al ser energías increadas y acciones naturales de Dios y
donaciones y energías increadas del Espíritu Santo, después son sin principio e
interminables, según san Máximo el Confesor; e infinitas sobre su magnitud e incontables
sobre la multitud, como dice san Basilio el Grande. ¿Cómo pues puede uno ensalzarse y
enorgullecerse que ha adquirido virtudes, cuando ha aprendido que las virtudes no tienen

81
principio ni fin, ni número? ¿Y cómo no bajará al fondo de la humildad cuando piensa que
por muchas virtudes que haya adquirido, sabe otra vez que no ha llegado ni al principio de
las virtudes? Sino que ha recibido de ellas tanto como una gota del infinito océano; y
cómo no se moverá él también decir aquella oración del gran Arsenio que dice: “Dios mío,
no me abandones no hice ningún bien ante tuyo, pero a causa de tu compasión ayúdame
a comenzar”.

Además, compara tus obras con aquellas obras de los santos, los verdaderos amigos y
servidores de Dios y conocerás que las mayores y mejores obras tuyas son nada y muy
pequeñas o dignas de poco honor, si las comparas con las obras de nuestro Señor Jesús
Cristo, que hizo para ti en los Misterios de la vida y de la Cruz, y si piensas la pureza de su
agapi-amor y la impecabilidad que las hizo, conocerás que todas tus obras y virtudes son
casi pecados y suciedades. Porque se ha escrito: Si bien todos nosotros somos como
suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros
como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Is 64,6), o mucho peor,
peores que la nada.

Por último, si elevas tu nus a la deidad y a la infinita grandiosidad de tu Dios, “que ante él
ni el cielo está limpio”, como se ha escrito (Job 15,15), y en el servicio y culto que se le
debe, verás claramente que no es el orgullo y la altanería que te debe venir, sino que en
cada obra tuya te venga gran temor y miedo, por muy santa y perfecta que sea y decir con
todo tu corazón, sólo lo debes a Dios, como aquella voz humilde del publicano: “Dios ten
misericordia de mí que soy pecador” (Lc 18,13).

Aún te pido que no seas fácil en manifestar los carismas que te da Dios. Porque esto casi
siempre, no gusta a Dios, como nos ha enseñado el mismo con la siguiente historia.

Jesús Cristo apareció una vez a un piadoso y virtuoso con un tipo de niño, y aquel
conociendo que es el Señor, le rogó con sencillez que le diga la alabanza angélica, es decir,
Teotocos Virgen; y comenzó aquel santísimo niño a decir con alegría: “Alégrate María
llena de jaris, tu Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”, y aquí paró y no quiso
con el resto de palabras alabarse a sí mismo y decir: “Bendito sea el fruto de tu vientre”.
Pero como aquel le rogaba que dijera el verso que continuaba y el resto, el niño
desapareció, dejando al fiel con gran alegría. Y con su propio ejemplo manifestó en él esta
enseñanza celeste, es decir, que no se elogie uno a sí mismo nunca por las virtudes que
tiene. Pues, tú aprende hacerte humilde y no elogiarte por ti mismo, conócete a ti mismo
y sepas que todas tus obras buenas no son nada. “Alábate el extraño, y no tu propia boca;
El ajeno, y no los labios tuyos” (Pro 27,2).

82
Este es el cimiento, la base de todas las virtudes (74); el Dios nos has creado de la nada y
ahora que a causa suya somos existencias, quiere cimentar todo el edificio espiritual
encima de esta gnosis (conocimiento), es decir, por nosotros mismos que seamos un cero
y cuanto más profundizamos en ella tanto más crece el edificio; y cuanto más tierra
sacamos de este fondo, es decir, cuanto más conocemos nuestros defectos y nuestras
miserias, tanto más el arquitecto divino pondrá las piedras firmes y seguras para
aumentar este edifico espiritual. Y no creas, hijo mío, que puedes profundizar alguna vez
en esta gnosis y llegar hasta el fondo de ella. Porque esto es imposible; más que nada
reflexiona sobre esto, que si fuera posible ser entregada en alguna creación una cosa así
de este tipo, no se podría encontrar otro fondo más profundo que el que uno investigue
su propia nimiedad. 74. Por eso el Señor queriendo a edificar el admirable edificio de las
bienaventuranzas, el primer cimiento para ellas puso la pobreza del espíritu, es decir, la
humildad, diciendo: “Bienaventurados los pobres del espíritu, porque de ellos es la realeza
increada (reinado en energía increada) de los cielos.

De esta gnosis bien puesta en praxis, podemos tener todo bien; sin esta somos casi nada,
incluso aún si quisiéramos hacer las obras de todos los santos y estar ocupados siempre
con el Dios. ¡Oh bienaventurada gnosis (increada) que nos haces felices en la tierra y
glorificados en cielo! ¡Oh luz increada que sacas de la oscuridad nuestras psiques y las
haces brillantes, lúcidas, puras y sanas! ¡Oh cero, el cual cuando seas conocido nos haces
señores del universo! Nunca puedo saciarme, amigo mío, cuando hablo de esto. Si quieres
elogiar a Dios, humilla tu egoísmo, acúsate a ti mismo y que desees ser acusado de los
demás. Hazte humilde y debajo de todos, si quieres elevar a Dios y a ti mismo en Él. Si
deseas encontrarle, no te ensalces, porque él se va; hazte humilde lo máximo que puedas
y él vendrá a buscarte y te abrazará; y tanto quiere recibirte y unirse fuertemente contigo
con tanta agapi, cuanto más humilde te estás haciendo ante sus ojos, y te haces más
humilde que los demás aunque todos te dejen como una cosa despreciable.

Pues, hermano mío, tú el afligido por tus pecados, por la abundancia de la jaris (gracia,
energía increada) que te concede el Dios, para unirte consigo mismo, haz también tú lo
mismo, es decir, creerte a ti mismo como indigno y peor que todos los demás y no omitas
continuamente agradecer a Dios y que eres deudor de aquellas cosas que son motivo para
que te hagas humilde; es decir, de aquellos que te han despreciado y te desprecian
continuamente. Y si sin querer y con mala gana de tu corazón sufres los desprecios de
ellos, lucha a medida de lo posible no mostrar exteriormente que te disgustan y parecen
mal.

Y si con todos estos pensamientos y cálculos, que son muy verdaderos, la mala astucia del
diablo, el desconocimiento y nuestra mala tendencia quisieran predominar sobre

83
nosotros, de modo que los loyismí de la vanagloria y de la altanería no cesen de
molestarnos y herir nuestros corazones, incluso entonces es tiempo adecuado hacernos
más humildes y despreciarnos más; y esta lucha es mayor que cuando pasamos una
prueba y luchamos para liberarnos de ella; pero no podemos liberarnos de su tiranía
porque padecemos de las molestias del orgullo, el cual tiene la raíz y el principio en el
vano engreimiento de que somos algo y de nuestra maldita reputación, y así uno del
veneno amargo sacará miel, de las heridas logrará salud y de la misma soberbia u orgullo
adquirirá humildad.

Capítulo 34: Algunos conocimientos que son útiles para que venzamos los pazos y
logremos nuevas virtudes.

Aunque hasta ahora te he dicho muchas cosas, mostrándote el método para vencer el sí
mismo y armarte de las virtudes, sin embargo es necesario anunciarte y pedirte todavía
algunas otras cosas demás.

1) Hermano mío, si quieres obtener las virtudes, no sigas el orden que algunos utilizan y
hacen ejercicios los siete días de la semana, un ejercicio para una virtud y otro para otra,
no; sino que el orden tuyo de ejercicio que sea hacer la guerra contra los pazos que son
contrarios a las virtudes, y que siempre te molestan y perjudican y continuarán
molestando, sino lo máximo que puedas, que estés adornándote de las virtudes opuestas
a tus pazos. Porque cuando logres estas virtudes, las que son contrarias a los pazos que te
molestan, por supuesto que todas las demás virtudes las realizarás con facilidad y las
obtendrás con pocas praxis-acciones, cada una en su debido tiempo y su acostumbrada
causa; porque siempre las virtudes están juntas y conectadas y el que ha logrado una
totalmente, todas las demás las tiene fácilmente a mano en la puerta de su corazón.

2) No aplaces nunca el tiempo para la adquisición de las virtudes, ni días, ni semanas, ni


años. Pero casi siempre que luches como si entonces te hayas nacido; y como soldado
nuevo, guerrea continuamente y camina a la altura del perfeccionamiento de las virtudes
sin parar ni un momento. Porque si en el camino de las virtudes y del perfeccionamiento
paras, no es como cuando respiras y tomas fuerza, sino para retroceder atrás o debilitarte
más.

Lo de parar, yo creo, es creerte que has logrado totalmente la virtud y que busques las
pequeñas faltas que aún quedan, o las causas y motivos que te llaman en praxis para otra
virtud nueva. Por lo tanto, que seas siempre gnóstico (conocedor), ardiente y hábil para
no perder ni la más mínima causa y motivo de virtud. Ama todos los motivos y causas que
te incitan a la virtud, sobre todo aquellas causas que te son más difíciles para vencerlas.
Porque también las praxis que se hacen para vencer las dificultades para las virtudes,

84
crean más rápido las costumbres de las virtudes y con raíz más profunda. Pero aquellas
causas que te pueden incitar a la tentación carnal, con toda diligencia y rapidez evítalas,
como antes te dije.

3) Que seas prudente, sereno y distintivo en aquellas virtudes exteriores que pueden
producir perjuicio y enfermedad al cuerpo, como son el castigar exageradamente el
cuerpo con ayunos, vigilias, estudios y otras cosas parecidas; porque las virtudes, como te
dije, se adquieren poco a poco y con sus grados, como diré más abajo. Porque las otras
virtudes que son totalmente interiores y psíquicas, como son, el amar a Dios, despreciar al
mundo, lo de hacerte humilde ante tus ojos, lo de odiar a los pazos y el pecado, el que
tengas paciencia, apacibilidad y perseverancia, el amar a todos y al que te perjudica y
todas las cosas similares, esta virtudes, te digo que no te hace falta que las adquieras poco
a poco, ni subir a la perfección de ellas en grados y escalones, sino que apresúrate hacer
para ellas todas praxis y a medida de lo posible, lo más rápido que puedas.

4) Todo tu pensamiento, corazón y deseo que no piense otra cosa sino sólo cómo
vencerás aquel pazos que combates y te combate y que logres la virtud que es contraria al
pazos; esto que sea para ti todo tu mundo, el cielo y la tierra; esto que sea tu tesoro y
propósito, para con esto seas gustado a Dios; cuando comes, cuando bebes, cuando estás
en ayuno, todo lo que haces cuando estás en casa y cuando estás fuera, ten cuidado de las
piedades, devociones y trabajos manuales, todos estos pues, que se dirijan y tengan como
resultado a dominar y vencer aquel pazos y lograr la correspondiente virtud.

5) Que seas enemigo común de todos los placeres y gozos terrenales. Porque de esta
manera serás menos atacado de las demás maldades, las que tienen como raíz el
hedonismo. Cuando el hedonismo es cortado con el aborrecimiento a nosotros mismos,
entonces las maldades pierden su fuerza. Porque si por un lado quisieras luchar contra
alguna maldad, digamos de un placer parcial, y por otro lado vigilar los otros placeres
terrenales, aunque no sean mortales sino ligeros y perdonables, tu guerra será dura,
sangrienta y muy incierta y a continuación tu victoria será muy difícil. Por eso debes
acordarte siempre de aquellas divinas decisiones y decretos: “25 El que ama su psique
(vida) la perderá; y el que aborrece su psique (vida) en este mundo la conservará para la
vida eterna. 25. El que ama su psique (alma o vida) y evita sacrificarla cuando el deber se
lo exige, éste perderá la eternidad de la realeza increada. Y aquel que gracias a su deber
no le importa su psique-vida en este mundo, éste conservará y disfrutará la realeza
increada aquí y en la vida eterna” (Jn 12,25). Y “así que, hermanos, deudores somos, no a
la carne, para que vivamos conforme a la carne y sus deseos; porque si vivís conforme a la
carne y sus deseos, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne y sus
deseos, viviréis“ (Rom 8,12).

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6) Y por último te pido que lo mejor y quizá necesario para la adquisición de las virtudes es
hacer primero una confesión general con todas las maneras que es debido, para que te
asegures más que te cubre la jaris (gracia, energía increada) de tu Dios, del cual esperas
todos los carismas, todas las virtudes y las victorias.

Capítulo 35: Las virtudes deben ser adquiridas gradualmente, primero debemos
ocuparnos de una y después con la otra.

Aunque el verdadero soldado de Cristo, el que ama llegar a la plenitud del


perfeccionamiento, no tratará de poner nunca su progreso en algún período del tiempo,
pero con un poco de discernimiento deben ser sujetados aquellos calores exagerados del
espíritu, los cuales se encienden sobre todo al principio con un gran deseo, pero después
de esto se apagan y nos dejan a la mitad del camino. Por lo tanto, no sólo las virtudes
exteriores y corporales deben ser adquiridas poco a poco, como en grados y escalones,
como hemos dicho, sino también las virtudes interiores y psíquicas deben ser adquiridas
de esta manera.

Porque de esta manera, lo poco, rápidamente se hace mucho y permanece. Por ejemplo,
para lograr la virtud interior de la paciencia, no puedes inmediatamente alegrarte o
desear los insultos, desprecios y las demás cosas contrarias que uno te provocará, porque
la alegría de estas y el deseo, son grados de paciencia altos, superiores. En estos grados no
deberás subir, si antes quizá no pases primero de los grados y escalones inferiores de esta
virtud. Estos escalones son: que tú primero te desprecies y desestimes a ti mismo; el que
no te consientas a tomar venganza y similares (ver capítulo 13).

Aún te aconsejo que no te ejercites principalmente en todas las virtudes, ni en muchas,


sino primero sólo en una y después de todo esto en la otra. Porque así más fácil se
siembra la costumbre virtuosa en la psique y se hace más estable. Porque con el incesante
ejercicio para una virtud corre también más fácilmente la memoria y tu nus se afina
siempre más para encontrar nuevas maneras y causas para adquirirla; y tu voluntad se
declina más fácilmente y con mayor disposición hacia ella. Todo esto, por supuesto, no te
resultará ni sucederá si te ocupas de muchas virtudes.

Además, las praxis de una sola virtud, siendo realmente las virtudes similares entre ellas,
se hacen lo mismo con similar ejercicio y con menos esfuerzo y cansancio. Porque la una
llama y ayuda la otra, su similar y a causa de esta similitud se imprimen aún mejor en
nosotros, al encontrar el trono de nuestro corazón ya preparado y dispuesto a recibir
aquellas nuevas praxis, acciones que volveremos hacer, puesto que ya de antes ha
recibido y aceptado también las otras, sus similares.

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Estos métodos, que hemos dicho, tienen tanta fuerza y verdad, que por supuesto
conocemos con certeza que aquel que se ejercita bien en una virtud, aprende junto con lo
demás también el método para ejercitarse en la otra virtud y así con el aumento de una se
aumentan todas juntas, por la inseparable unión que tienen entre ellas; porque todas las
virtudes son rayos que provienen de la una y misma divina luz increada.

Capítulo 36: Con qué medios se adquieren las virtudes y cómo debemos gobernarnos
para que estemos ejercitándonos por algún tiempo sólo en una virtud.

Para la adquisición de las virtudes hace falta que haya una psique valiente y grande y una
voluntad no enferma ni blanda, sino decisiva y fuerte, con segura presuposición de que
tenemos que pasar por muchas cosas contrarias y duras, aún tenemos que tener especial
tendencia y amor hacia ellas; si reflexionamos lo que podemos adquirir es cuánto gustan a
Dios estas virtudes y cuánto afables y excepcionales son por sí mismas y cuánto necesarias
y beneficiosas son. Porque cada perfección y progreso nuestro, de ellas tiene el principio y
fin.

Por lo tanto, cada mañana nosotros que tomemos decisiones drásticas e intenciones para
estar ejercitándonos en cuantas causas de virtud posiblemente nos puedan ocurrir en
aquel día; por la noche debemos examinarlas si las hemos utilizado bien; y la mañana
siguiente renovar otra vez las mismas decisiones y deseos con más vigor, sobre todo en
ejercitar aquella virtud que tenemos en nuestras manos. Similarmente también los
ejemplos de los Santos, nuestras oraciones y los estudios de la vida y del Pazos de Cristo,
todo esto que es tan necesario en cada ejercicio por las virtudes espirituales; pero
principalmente que se hagan por aquella virtud que queremos practicar; pero por muchos
motivos y causas que nos ocurren aquel día, aunque sean distintos entre sí, sin embargo
todos deben ser tratados, a medida de lo posible, para la adquisición de aquella virtud que
deseamos (ver capítulo 40).

De esta manera debemos esforzarnos a acostumbrarnos hacer las praxis-acciones


virtuosas, interiores y exteriores, con el mismo y mucho ánimo y facilidad que antes
hacíamos las contrarias maldades, o mejor dicho con la facilidad que se hacen los deseos
naturales de nuestro corazón; tanta costumbre debemos conseguir en las virtudes, que
deberán ser incorporadas y activas como naturales. Cuando más dificultades encontramos
en ellas, como dijimos, antes, tanto más rápido y más profundo pondrán y sembrarán la
buena costumbre en nuestra psique.

Los lemas adecuados de la Divina Escritura, cuando se dicen por nosotros con voz o con el
nus, tienen una fuerza admirable para ayudar al ejercicio de la buscada virtud, porque dice
Salomón: “¿Qué vas a cumplir y aplicar, hijo mío? Pues, los logos de Dios” (Prov 31,2). Por

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eso, tengamos a mano y en nuestra memoria muchos lemas para la virtud que nos
estamos ejercitando, los cuales se hacen praxis y que se digan durante el día, sobre todo si
por casualidad el pazos contrario de aquella virtud nos ataca.

Por ejemplo, si nos ocupamos para la adquisición de la virtud de la paciencia, podemos


decir los siguientes lemas y otros similares: “El hombre tolerante tiene paciencia y
prudencia; el hombre tolerante, paciente y magnánimo es superior que el poderoso; y
aquel que detiene y domina su ira es superior de aquel que conquista una ciudad”
(Proverbios). “La paciencia de los pobres no desaparecerá” (Sal 9,19). “Ay de los que han
perdido la paciencia” (Sab Sir 2,15). “Con vuestra paciencia sanaréis y salvaréis vuestras
psiques” (Lc 21,19). “Con la paciencia recorremos el camino de la lucha que tenemos ante
nosotros” (Heb 12,1). “Tened por bienaventurados y felices los que muestran paciencia”
(Sant 5,11). “Bienaventurado y feliz el que acepta con paciencia las pruebas” (Sant 1,12).
“Vuestra paciencia debe durar hasta el final” (Sant 1,4). “Tenéis necesidad de paciencia”
(Heb 10,36). Igualmente podemos decir también estas pequeñas oraciones: “Oh Dios mío,
cuándo será armado mi corazón con el arma de la paciencia; cuándo superaré cada
prueba con corazón sereno y reposado para dar alegría a mi Dios”. “¡Oh queridísimas
pruebas que me habéis hecho similar a mi Señor Jesús Cristo que sufrió para mí; oh Jesús
Cristo la única vida de mi psique, ¿quizás yo viviré alguna vez sosegado y tranquilo dentro
de las miles de torturas y fatigas para la gloria tuya?” “¡Bienaventurado yo que, aunque
estoy en medio del fuego de los sufrimientos me encienda del deseo de sufrir para ti
mayores fatigas!”

Estas pequeñas oraciones utilicémoslas para progresar en las virtudes, incluso otras
adecuadas para cada virtud que estamos practicando, cuantas nos inspire el espíritu de
devoción y piedad. Estas pequeñas oraciones se llaman lanzas y flechas, porque son como
lanzas y flechas que atraen el cielo y tienen gran fuerza para elevarnos a la virtud y llegar
hasta los oídos de Dios, aunque están acompañadas de dos cosas, como de dos alas; un
ala es la verdadera gnosis (conocimiento) de la alegría de nuestro Dios, de la que
recibimos para el ejercicio que hacemos en las virtudes; y el otro ala es un ardiente deseo
para adquirirlas y gustan a Su divina majestuosidad (75). El divino Agustino, no sólo el
mismo amaba mucho en componer oraciones lanzadoras y atractivas, sino que aconsejaba
a su hija espiritual Proba, a que lea y estudie semejantes oraciones.

Capítulo 37: Debemos progresar siempre con esmero y cuidado al ejercicio de la virtud.

Entre aquellas cosas que son necesarias y contribuyen en la adquisición de las virtudes,
además de las que hemos dicho anteriormente, son las siguientes; es decir, para estar
yendo siempre en adelante, si queremos llegar al propósito que queremos aquí. Porque
de otra manera si paramos, regresamos hacia atrás; o sea que si paramos las praxis

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virtuosas, obligatoriamente ocurre que mediante violentas caídas y declinaciones de la
disposición estética y de las demás cosas que nos mueven exteriormente, sucede, digo,
que nazcan en nosotros muchos pazos desordenados, los cuales corrompen las virtudes o
por lo menos las disminuyen y así nos privan de muchas alegrías y favores que
progresando podríamos conseguir de Dios.

Por eso el camino espiritual es distinto que el camino que hace el caminante en la tierra.
Porque el caminante de la tierra, cuando se detiene, no pierde nada de la trayectoria que
ha realizado; en cambio, en el camino espiritual, si el caminante para la virtud se detiene,
pierde cuantas virtudes ha adquirido anteriormente; además, el caminante de la tierra
cuando más camina más se cansa, pero en el camino espiritual cuando uno más camina
más descanso, valor, fuerza y poder adquiere.

Porque con el ejercicio virtuoso, por un lado, la parte inferior, es decir, el cuerpo que con
la guerra que hizo lo ha endurecido y esforzado en el camino de la virtud, por otro lado, la
parte superior en la que permanece la virtud, es decir, la psique, se sostiene y se fortifica
siempre más y más. Por lo tanto, cuanto progresamos a la virtud y al bien, tanto
disminuye y empequeñece aquella prueba que sentimos al principio de la virtud; y aún,
una dulzura mística, la que proviene de Dios, se une con nosotros y en cada hora se hace
más grande. Y así caminando siempre de virtud en virtud con más facilidad y fuerza,
llegamos en la última cima de la montaña, allí donde la psique se hace perfecta y opera ya
no con desgana sino con alegría y deleite especial. Porque, ya que ha vencido y domado
los pazos y ha sometido toda la creación mediante la sumisión del cuerpo, vive feliz en
Dios; y allí esforzándose agradablemente, recibe reposo y sosiego.

Capítulo 38: Teniendo obligación a luchar siempre por las virtudes, no debemos evitar
aquellas cosas que nos son motivos y causas para adquirirlas.

Si quieres estar caminando siempre delante del camino de las virtudes sin parar, debes
tener cuidado a que no se escape de tus manos aquello que puede ser la causa y motivo
para adquirir la virtud. Por tanto, piensan malamente aquellos que, mientras puedan,
evitan aquellas cosas contrarias que pueden ayudarles para la adquisición de la virtud; por
ejemplo, si deseas adquirir el hábito de la paciencia, no es bueno evitar aquellas
cuestiones, praxis y loyismí que te promueven a la impaciencia; por eso no debes evitar en
participar en algunas praxis que te son molestas. Pero relacionándote y conversando con
cualquiera que te produce rechazo y sufrimiento, que tengas siempre tu voluntad
preparada y dispuesta a sufrir cualquier cosa repugnante que pueda ocurrir. Porque si
operas de otra manera no te acostumbrarás nunca a la paciencia.

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Así similarmente debes hacer en cualquier praxis que te produce repugnancia, sea por sí
sola o a causa de aquel que te ha provocado esta o a causa de aquel que te impide de la
otra que te gusta más; es decir, debes utilizar y seguir aquella obra y praxis que te molesta
y te perturba y que podrías descansar si la dejas. Porque si no aprendes a sufrir, nunca
podrá ser verdadero el descanso y sosiego que buscas, cuando no proviene de la psique
sanada, psicoterapiada y purificada del pazos de la filaftía (excesivo amor a sí mismo y al
cuerpo, egolatría) y adornada de la virtud.

Lo mismo te digo hacer también para aquellos loyismí que algunas veces molestan,
perturban y confunden tu nus y tu mente. Estos no debes expulsarlos solo, porque con la
prueba que te dan a la vez te hacen acostumbrarte a aguantar con paciencia las cosas
contrarias. Y el que te dice lo contrario de todo esto, y te aconseja evitar la prueba, por
supuesto que se equivoca.

Es cierto que, el soldado principiante debe luchar con diligencia, cuidado y habilidad
contrariamente con los enemigos motivos que hemos dicho; y unas veces más y otras
menos despreciarlos y dejarlos según el progreso y la fuerza que adquiere a la virtud. Pero
no debe por esto doblegarse totalmente y retroceder hasta el punto de abandonar por
todo motivo de contrariedad que le hubiera ocurrido. Porque si durante el pasado
queríamos salvarnos del peligro de la recaída mediante esta huída, sin embargo al futuro
estaremos peligrando más a ser vencidos de los ataques y golpes de la impaciencia,
puesto que no estaremos armados de antes con el uso de la virtud contraria; es decir, la
paciencia. Pero estos silogismos, no tienen lugar en los pazos carnales, como hemos dicho
anteriormente sobre estos. Porque los causantes de estos siempre y con perfección
debemos evitarlos.

Capítulo 39: Debemos amar todos los motivos que provocan la adquisición de las
virtudes y más aquellos que traen más dificultades.

No debes, amigo mío, de ninguna manera evitar aquellas cosas que te son motivos para
adquirir las virtudes; al contrario, debes aceptarlos siempre con alegría, inmediatamente
que se te presenten y que consideres ya honestas aquellas cosas que se presentan en tu
sentido como más repugnantes e indeseables. Y esto lo conseguirás con la ayuda de Dios,
si imprimes bien en tu nus los siguientes pensamientos.

Primero debes pensar que los motivos son instrumentos necesarios y análogos para
adquirir las virtudes. Por lo tanto, si tú pides de Dios virtudes, es normal que pidas
también sus instrumentos y sus motivos; de otra manera, tu oración será vana y sólo se
hace para molestar o tomar el pelo a Dios. Porque el Dios no acostumbra nunca dar la
virtud de la paciencia sin sufrimientos, los cuales son motivos e instrumentos de la

90
paciencia; ni da humildad, sin desprecios y deshonras; lo mismo también para todas las
demás virtudes.

Por eso, cuando más duros y fatigosos son los instrumentos y los motivos de las virtudes,
tanto más gustados son. Porque las praxis que hacemos cuando nos ocurren estos
motivos son más valientes y fuertes y además mucho más fácil y rápido nos abren el
camino de la virtud. Pero no debemos ejercitarnos sólo a los grandes motivos y
contrariedades que nos ocurren sino también a las pequeñas; por ejemplo, no debemos
soportar y tener paciencia sólo de los golpes e insultos que nos ocurren, sino también
aguantar una forma y mirada mala que alguien nos hará o una palabra fea y dura que nos
digan (76). Porque las praxis que se hacen por estos pequeños motivos ocurren más a
menudo y a continuación nos acostumbran a soportar más fácil también los grandes. 76
Por eso el apóstol Santiago nos pide que nuestra paciencia no sea imperfecta e
incompleta, teniendo paciencia para unas cosas y para otras no: ”Mas tenga la paciencia
su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Y si
alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos
abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Sant 1.4-5).

Segundo, pensar que todas aquellas cosas que nos ocurren, provienen de Dios para
beneficio nuestro y para que saquemos fruto de estas. Aunque algunas de estas cosas, a
pesar de ser faltas nuestras o de otros, no puede uno decir que provienen de Dios, el cual
no quiere el pecado; sin embargo, se dice que son de Dios, pese a que él concedió que
sucedan y aunque podía impedirlas no las impide. Además todos los sufrimientos,
tristezas y fatigas, cuando vienen por falta nuestra o por la maldad de otros, se dice que
son de Dios y del Dios; porque quiere que nos sucedan y nos fatiguemos para el bien de la
virtud que podemos ganar de estas cosas y para otras razones de Dios que por supuesto
nos son incomprensibles, pero justos y benditos, como dice el divino Agustino; (Ver
capítulo 41).

Por tanto, nosotros estando realmente seguros que el Dios quiere que soportemos
voluntariamente todo tipo de molestias que provienen de nuestras obras injustas o de
otros, el decir, (con excusa de su desesperación muchos dicen), que el Dios no quiere y
sobre todo se repugna por los males que se hacen, no es otra cosa que estamos cubriendo
y excusando nuestras faltas con un vano pretexto, evitando la cruz de los sufrimientos, lo
cual no podemos negar que es gustado a Dios y que el mismo manda que soportemos
nuestra cruz. De hecho yo digo que el Dios ama mucho más que soportemos con paciencia
aquellas pruebas que provienen de la vileza y mala astucia de los hombres y sobre todo de
aquellos que han sido beneficiados por nosotros, que de las fatigas y tormentos que
vienen por otros acontecimientos tristes y desagradables. Porque de estas cosas

91
naturalmente nuestra naturaleza orgullosa se hace más humilde y recogida; además
sufriendo estas cosas voluntariamente, nos sanamos, psicoterapiamos y alabamos más a
nuestro Dios, al estar colaborando con él en una obra admirable, en la que brilla su
omnipotencia e inenarrable bondad. Y esto es, el estar sacando del veneno del pecado,
fruto y miel de virtud y belleza.

Por eso, el Dios, apenas vea que tenemos verdaderamente el deseo vivo y ardiente y que
le rogamos como es debido, para una gloriosa adquisición del bien de este tipo, nos
prepara el cáliz de las tentaciones más feroces y los más duros motivos, para recibirlos y
aceptarlos en su debido tiempo adecuado.

Por tanto, nosotros conociendo su agapi-amor hacia nosotros y nuestro propio interés,
debemos con los ojos cerrados este cáliz aceptarlo y beberlo todo hasta el fondo, con
buen ánimo y seguridad; porque es medicinal y terapéutico, que se ha dado de una mano
que no se equivoca y está constituido de hierbas tan beneficiosas para la psique, por muy
amargas que sean por sí mismas.

Capítulo 40: Cómo podemos en distintas cuestiones y motivos utilizar el ejercicio de la


una y misma virtud.

Como hemos dicho más arriba, el ejercicio, para la una y única virtud el que se hace en
poco tiempo, es más fructífero y beneficioso que el ejercicio que se hace para muchas
virtudes. Y que de acuerdo con esto serán gobernados también los motivos que nos
ocurren, aunque sean distintos entre sí, por eso ahora estate atento en aprender el
método o manera que se puede hacer esto muy fácilmente.

Muchas veces sucede que en uno y mismo día u hora, que alguien nos controle sin motivo
por una praxis-acción que es buena, o que no nos haga el favor que hemos pedido o
cualquier otra cosa que nos suceda, que sin causa da una supuesta imagen mala para
nosotros, o que se nos produzca algún dolor de nuestro cuerpo, o que un superior nos
mande alguna cosa que no nos gusta, o que nos sucedan cosas difíciles y duras de
soportar de las cuales la vida tormentosa del hombre está llena. En esta gran variedad,
digo, de similares u otros acontecimientos, podemos proyectar varias praxis de virtud;
pero para mantener la regla que se ha definido, debemos ejercitarnos con praxis que
todas son del mismo tipo y similares con la virtud que entonces tenemos en nuestras
manos.

Por ejemplo, si en tiempo desigual vienen los motivos que se han dicho, nos estamos
ejercitando en la paciencia, haremos operaciones y actos para soportar todos estos
motivos voluntariamente y con placer de nuestra psique; si nuestro ejercicio está en la
humildad, hará de nuestro sí mismo conocer que es digno de cada mal de todas estas

92
cosas contrarias que nos han venido; si nuestra lucha está en la obediencia, se someterá
con buen ánimo a la muy fuerte mano de Dios; y también para la propia terapia, nos
someteremos hasta en las creaciones lógicas, e incluso en las que no tienen psique, de las
que nos vienen estas fatigas y sufrimientos.

Si por otro lado, nos ejercitamos en la pobreza, debemos estar pacientes y agradecidos de
todo consuelo de este mundo, sea grande o pequeño. Si nuestro ejercicio está en la agapi
(amor desinteresado, energía increada), proyectaremos las praxis de la agapi también
hacia el prójimo, ya que él se nos ha convertido en instrumento del bien que podemos
adquirir, y también hacia Dios puesto que es la primera y amada causa por la que se
permiten o provienen estos sufrimientos para nuestro ejercicio y progreso espiritual. De
todo esto que hemos dicho, está claro que con un solo motivo de una enfermedad posible
u otro sufrimiento que pueda acompañarnos mucho tiempo, podemos hacer actos-praxis
de aquella virtud que estamos ejercitando.

Capítulo 41: El tiempo que debemos poner para el ejercicio de cada virtud; y sobre los
puntos de nuestro progreso.

A lo que concierne la duración y espacio del tiempo que debemos disponer para el
ejercicio de cada virtud, esto no lo debemos determinar nosotros. Por eso, uno debe
regular según su posición, el progreso que tiene en su vida espiritual y de acuerdo con el
discernimiento del Yérontas o Guía Espiritual que nos conduce en esta vida. Pero si
mostramos la dirigencia real y utilizamos los métodos que hemos dicho, no hay ninguna
duda que en pocas semanas se produce un gran progreso. El punto de que hemos tenido
un progreso en la virtud es la continuación permanente del ejercicio por la virtud. Y eso
deberá estar ocurriendo también en momento de enajenación, oscurecimiento y tristeza
de la psique, incluso durante el tiempo que por divina economía o concesión, serán
reducidos de nosotros los consuelos y alegrías espirituales. (77) San Isaak el Sirio en su
logos 12, quiere que pongamos señales en cada paso que hacemos para conocer nuestro
progreso o el engaño del enemigo. De hecho dice también los siguientes puntos; cuando
ves que tu nus sin ninguna violencia sino libremente corre a los bondadosos loyismí, esto
es un punto que progresas. Similarmente cuando estás parado a la oración y tu nus no
corre por aquí y por allá, sino que se corta, se detiene la lengua en el versículo de tu salmo
o frase y te viene silencio y admiración sin que tú lo quieras. También cuando ves que en
cada recuerdo, cada loyismós y cada estudio y contemplación que tienes, tus ojos se
llenan de lágrimas, sin violencia. Similarmente cuando ves que en algunos espacios del
tiempo todo tu nus se sumerge en tu corazón, y allí permanece por un rato y después de
esto ves todos tus miembros agotados y reina paz en tus loyismí, todas estas cosas dice el
santo, son señales de nuestro progreso.

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Un punto muy claro de nuestro progreso es también la guerra que nos hace la carne para
que proyectemos las obras de la virtud. Porque, mientras y cuanto se debilita la guerra
carnal, debemos saber que hemos progresado en la virtud.

Así lo mismo, cuando no sentimos la guerra de la parte estética o física e inferior, o


cuando de repente suceden posibles motivos y ataques (78), esto es un punto de que
hemos progresado en la virtud. Pero también cuando nuestras praxis están acompañadas
de mayor gana y deseo que antes para hacerlas y también cuando hay alegría espiritual,
entonces podemos calcular que hemos progresado a la virtud.

78. Pero cuando nos suceden de repente las causas de los pazos, ni entonces debemos
confiarnos si no hemos sido perturbados. Porque supongamos que no hemos sido
perturbados por una o dos veces del día, realmente estando en buen estado, pero es
posible que con la cuarta o quinta vez seamos perturbados de los pazos. Y hablando más
simple, como el hombre por naturaleza es alterable y puede en un momento a otro
cambiar, y por un momento encontrarse al paraíso y por otro al hades, por eso debe
siempre estar en alerta y tener temor en su corazón, tal como nos pide san Pablo:
“ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil 2,12) y así en toda su vida nunca
podrá tener confianza.

Pero a pesar de todo esto, nunca debemos tener la certeza de que hemos adquirido las
virtudes o hemos vencido totalmente algún pazos, aunque después de largo tiempo y
muchas guerras no hemos sentido ya sus movimientos, porque aquí puede ser que esté
escondida la astucia y la energía del diablo y nuestra naturaleza que nos engaña. Así
algunas veces esta maldad que por algún orgullo escondido se presenta como virtud y
además de esto, si pensamos en la perfección en la que nos está llamando el Dios, incluso
aunque hubiésemos progresado mucho en la virtud, otra vez no podemos pensar que
hemos entrado al principio y en las primeras fronteras (79).

79. Por eso también los Padres y sobre todo san Juan el Clímaco, esta perfección de los
perfectos, la llamaron interminable, imperfecta y deficiente: “el interminable
perfeccionamiento de los perfectos”, dicen los santos Padres. Y Pablo define esta
perfección como correr siempre hacia adelante y no volver hacia atrás, y en creer que no
hemos logrado nada: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que
prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta,
al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos
perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios” (Fil
3, 12-15). 79. Es decir, la perfección es creer que nunca hemos llegado a la perfección. Y

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esta es la posición y actitud de la virtud, en no detenernos sino que corramos siempre
hacia ella, cosa que parece algo raro cuando se dice.

Además, en la profundidad de nuestro corazón se encuentran tantos pazos finos y ocultos,


que ni siquiera conocemos que son pazos. Entonces pues, ¿cómo podemos tener
confianza en nosotros mismos de que nos hemos “psicoterapiado” sanado y purificado de
los pazos? Y si aquellos ojos muy fuertes y proféticos de David, no podían conocer estas
cosas, ¿cómo nosotros podemos conocerlas? Por eso él rogaba a Dios que le sanara y
limpiara de estas: “Señor, sáname y purifícame de los pazos ocultos de mi corazón”(Sal
18,13), así lo mismo también estamos obligados siempre a rogar para la catarsis de
semejantes pazos ocultos y finos. Porque nosotros conocemos sólo las energías y los
ramos de los pazos, pero no podemos conocer sus fuerzas y sus raíces sin la iluminación
del Espíritu Santo. Por eso sólo cuando los pazos operan, entonces comprendemos que
tenemos pazos. Pero cuando estos están tranquilos y quietos (80) creemos que hemos
llegado a la perfección.

¿De dónde comprenderemos que estos pazos se tranquilizan en nuestro corazón? Del
siguiente signo; cuando hayamos encontrado algún motivo y sobre todo si de repente
promueve los pazos, entonces entendemos también nosotros que los pazos nos perturban
y nos remueven y nos sorprendemos cómo estaban escondidos y han surgido. Por eso, es
bonito el ejemplo que pone san Isaak el Sirio, dice: “Cuando es invierno las hierbas
desaparecen de la capa de la tierra, sin embargo sus raíces quedan escondidas al fondo de
la tierra, e inmediatamente apenas huelan lluvias primaverales, surgen y llenan la capa de
la tierra, así ocurre también con los pazos. Y para decirlo con otra manera más inteligente;
igual que aquella tierra maldita que saca cardos y espinas, así también nuestra naturaleza,
ya que es corrupta, cuando se siembra y concibe con el pecado, naturalmente de una
manera genera y nacen los pazos, por eso uno nunca debe confiar.

Por eso, tú como principiante en la guerra, y como un bebé que acaba de nacer para
luchar y guerrear, estate ejercitándote siempre con buen ánimo y ganas, como si aún no
hubieras comenzado a la virtud. Y mejor que te ocupes en progresar en las virtudes en vez
de examinar, buscar y pedir señales de tu progreso espiritual.

Porque nuestro Señor, el verdadero Dios y único controlador y examinador de nuestros


corazones, algunos les ilumina para que conozcan su progreso y algunos no les ilumina, tal
y como conoce que a causa de esta gnosis (conocimiento) puede venir humildad u orgullo,
y por un lado como Padre caritativo, impide el peligro, y por otro lado, les da motivos para
que aumenten la virtud. Pero también aquel que no conoce su progreso, pues, que
continúe el ejercicio de sus virtudes y lo conocerá cuando le parecerá bien a Dios; y eso
para mayor bien suyo.

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Capítulo 42: No debemos desear muchas cosas para liberarnos de las fatigas que con
paciencia sufrimos; y cómo debemos gobernar todos nuestros deseos para ser virtuosos.

Cuando te encuentras en alguna prueba y la sufres agradablemente, ten bien cuidado que
no seas vencido nunca del diablo o por el amor egoísta de ti mismo desees ser liberado de
esto. Porque de esto sufrirás dos grandes daños y perjuicios; uno es que, aunque este
deseo no te privará en el presente de la virtud de la paciencia, sin embargo poco a poco te
traerá en estado de impaciencia; el otro, es que tu paciencia será deficiente, puesto que
perderás los salarios y los premios que regala el Dios sólo durante aquel tiempo que tú
estás sufriendo. Porque, si no desearas tú la liberación, sino que en todas tus pruebas te
dedicaras a la divina bondad, aunque aquella prueba que de hecho sufriste, podría durar
una hora o menos, incluso a pesar de esto, el Dios podría considerarla como una terapia
que duró gran espacio del tiempo.

Por eso, en todas las cosas debes detener tus deseos lejos de tu voluntad, y simplemente
los deseos que los veas y enfrentes claramente sólo con su verdadero propósito que es la
voluntad de Dios. Así de esta manera también estos serán justos y correctos, y tú en cada
acontecimiento contrario estarás en sosiego, permaneciendo tranquilo y sereno. Porque,
como nada puede suceder sin la voluntad de Dios, y tú no quieres nada más que la
voluntad de Dios, está claro que llegarás al punto de querer tenerla también en todos tus
deseos, en lo que suceda, donde quiera que sea y en cualquier tiempo.

Pero esto que decimos, lo que el Dios quiera, no se entiende para nuestros pecados o de
los otros, porque el Dios no los quiere, ni de acuerdo con Su voluntad anterior ni con la
posterior, tal y como teologiza san Juan el Damasceno (81), sino que se entiende sobre
cada instrucción y castigo que proviene de nuestros pecados o de alguna otra cosa. Esta
prueba y sufrimiento, con llamarse cruz, es tan amado de Dios, de manera que algunas
veces beneficia y hace bien a nuestros parientes y amigos queridos. Aún con esto se
cumple la voluntad posterior, la que es siempre justa y beneficiosa para nosotros, según
san Juan Damasceno (ver capítulo 39).

Libro sobre la “Fe Ortodoxa” capítulo 45. Según los teólogos hay dos voluntades de Dios:
anterior y posterior. Según la voluntad anterior que se llama también condescendencia de
Dios y proviene de Dios, según san Damasceno, el Dios desea no sólo los bienes y la
sanación y salvación de los hombres, sino también los premios, la retribución de los
bienes, tanto los provisionales como los eternos. Sobre la posterior voluntad, que se llama
también concesión, y proviene de causa nuestra, el Dios sanciona todos los males, tanto
los provisionales como los eternos. Y este infierno eterno, según san Marco de Efeso,

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conviene y es beneficioso para los infernados, porque es cortar el mal y el cumplimiento
de la divina justicia. De hecho, el Dios los verdaderos males, es decir, los pecados, no los
quiere ni durante la anterior voluntad, ni durante la posterior, porque estos son
nacimientos sólo de la mala predisposición y voluntad de las creaciones lógicas.

Es decir, lo que vuelvo a decir aquí, es que sufras con paciencia toda prueba, penas y
sufrimientos, entiéndelo para aquello que permanece en nosotros y es gustado por el
Dios, que lo suframos; es decir, una vez hayamos utilizado aquellos medios que son
permitidos para liberarnos, (como es la oración, y que no seamos nosotros la causa de
caer en la tentación y otras similares); pero también estos medios debemos utilizarlos tal y
como quiere y antepone el Dios, que los ha mandado para nuestro servicio; es decir,
porque Él quiere que los utilicemos así y no según nuestra voluntad e intención, ni porque
deseamos más liberarnos de aquellas pruebas y situaciones molestas, sino que los
utilicemos para el servicio y agrado de Dios.

Capítulo 43: Cómo debemos resistir al diablo cuando intenta engañarnos con la
indiscreción.

Cuando el malo astuto diablo conoce que caminamos correctamente al camino de la


virtud, con deseos vivos puestos correctamente y con orden, de donde no nos puede
arrancar con engaños y fraudes claros, entonces se transforma en ángel de luz y con
loyismí amistosos y con versículos de las divinas Escrituras y con ejemplos de los santos,
nos induce e incita, en tiempo libre y a destiempo, caminar indiscretamente a la altura de
la perfección para después hacernos caer al precipicio. Así nos induce a fatigar nuestro
cuerpo duramente con ayunos, latigazos, abstenciones, genuflexiones y otras fatigas
similares, o para enorgullecernos, creyendo que hemos conseguido grandes cosas o para
que nos ocurra alguna enfermedad y no podamos hacer obras buenas, o por el cansancio
y la fatiga del ejercicio nos cansemos y nos repugnemos de los ejercicios espirituales; y así
poco a poco, una vez nos hayamos enfriado para el bien, caer con más deseo que antes a
los placeres y jolgorios mundanos. Y esto ha sucedido a muchos.

Ellos siguiendo el impulso de un celo indiscreto y sobrepasando de la medida de su virtud,


con muchas fatigas y tormentos se han perdido en sus invenciones y se convirtieron en
juego de los malos astutos demonios. Pero esto no sucedería si pensasen bien aquellas
cosas que hemos dicho; y si aún pensasen que estas praxis-acciones fatigosas, aunque son
dignas de elogio y fructíferas, a pesar de esto, necesitan la fortaleza del cuerpo y la
análoga humildad de la psique similar a la fuerza corporal; pero hace falta también el
similar temperamento, la cualidad y el carácter de cada uno.

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Pero aquellos que no pueden luchar con esta dureza de vida semejante a los Santos,
pueden también con otras maneras imitar la vida de los Santos; es decir, tener deseos
grandes, decisivos y eficaces para la virtud, hacer oraciones ardientes y anhelar las
coronas más gloriosas de las verdaderas guerras para el Cristo Dios; despreciando todo al
mundo, incluso de sí mismos, entregándose al silencio y a la soledad; realmente humildes
y apacibles con todos; sufriendo el mal y haciendo el bien a los enemigos y a los
desagradecidos; vigilándose de sí mismos de cualquier error, aunque sea pequeño; todas
estas cosas son agradables y gustadas a Dios más que las fatigas y los ejercicios duros para
el cuerpo.

Por eso, yo te aconsejo que para los ejercicios duros del cuerpo, caminar con
discernimiento, para poder aumentarlos poco a poco; porque con los excesos llegarás
obligatoriamente al punto de abandonarlos. Pero te aconsejo que no caigas en otro error
y exageración de algunos, que se consideran como hombres espirituales. Ellos halagados y
engañados por el excesivo amor a sus cuerpos, se cuidan mucho a mantener la salud
corporal, y se ven tan celosos y lo desean tanto esto que con el mínimo esfuerzo y la
mínima molestia tiemplan y temen a no perderla (y se convierten en hipocondríacos). Por
eso no hablan con tantas ganas, ni piensan otra cosa más que el gobierno de sus vidas y
cuerpos. Por eso, corren siempre buscando comidas más adecuadas para el apetito, en
vez de sus estómagos, el cual muchas veces pierde su fuerza a causa del gran bienestar de
comidas.

Y si estos sostienen que esto lo hacen para poder servir mejor a Dios, por supuesto que
esto no significa más que se ponen de acuerdo entre sí el espíritu y el cuerpo sin ningún
beneficio, de hecho es perjuicio y pérdida, convirtiéndose el cuerpo y el espíritu en dos
enemigos principales. Porque con este cuidado, se quita la salud del cuerpo, y del espíritu
se pierde la devoción y la piedad. Por eso, lo más seguro y beneficioso tanto para el
cuerpo como para la psique es que debe haber algún modo de vida libre, pero con el
discernimiento aquel que me he referido antes; con este discernimiento se observan
también los distintos estados y situaciones de los hombres y los distintos temperamentos
o constituciones de los cuerpos, los cuales no todos se someten en una y misma regla o
canon, como dice san Basilio en su Ascética (82). Añado también esto; no sólo para que
logremos las virtudes externas, sino también para la adquisición de las virtudes interiores,
debemos progresar a medida y gradualmente, poco a poco, como he dicho anteriormente
al capítulo 34.

Dice el santo que, lo que difiere en potencia el cobre y el hierro de la madera y del pan
tostado, tanto difiere y es más fuerte un cuerpo con un temperamento (constitución o
complexión) de otro. Por eso, para algunos aquello que está por encima de la medida es

98
maltrato, para los más fuertes es un descanso confortable; así dogmatiza lo siguiente: “La
perfecta contención, abstención del estómago es la que se calcula según la fuerza de cada
uno” (Orden Ascético, 4).

Capítulo 44: El aprecio, prestigio de nuestro sí mismo y la incitación o estimulación del


diablo, nos hacen juzgar con descaro al prójimo; y cómo debemos resistir en estas cosas.

De la raíz de la filaftía (excesivo amor y honor de sí mismo y del cuerpo, egolatría), la que
nos hemos referido muchas veces, proviene otra maldad, la que provoca grandes daños y
perjuicios; ella es el juicio descarado y la crítica maligna que hacemos contra nuestro
prójimo. De esta crítica maligna llegamos al punto de deshonrar, despreciar y humillar a
nuestros hermanos. Como este defecto proviene del orgullo o la soberbia, entonces a
través del orgullo se cultiva y se alimenta con diligencia este defecto. Porque este orgullo
junto con la crítica maligna, aumentan continuamente, sin que lo entiendan, gustándose
el uno al otro, y ambos a la vez están equivocándose.

Cuando más aprecio y honor tenemos de nosotros mismos, tanto más nos incitamos a
juzgar, condenar y despreciar a los demás, creyendo que nosotros estamos lejos de
aquellas imperfecciones y defectos que creemos que ellos tienen. Y el astuto malo diablo
que ve en nuestro interior una disposición tan mala, permanece siempre atento en vigilia
para estar abriendo nuestros ojos, manteniéndonos despiertos para que veamos,
examinemos y engrandezcamos los defectos de los demás. Pero los negligentes no lo
creen y no conocen cuánto se ocupa y cuánto coopera este enemigo en imprimir en
nuestro nus (espíritu) estos pequeños defectos del uno y del otro.

Por eso, hermano mío, el diablo está despierto, siempre está en alerta para dañarte, pero
tú debes permanecer despierto, en alerta para que no caigas en sus trampas. Y apenas se
te presente algún error de tu prójimo, vuelve atrás antes de este loyismós pensamiento,
porque está escrito: “Que nadie piense la maldad del prójimo” (Zac 8,17). Y si aún sientes
que estás movido e incitado a juzgarle, piensa que este poder no se te ha dado a ti; Pero
aunque se te hubiera dado, realmente tú no podrías juzgar correctamente, ya que tú estás
rodeado de miles loyismí (pensamientos, reflexiones, ideas) y pazos y muy fácil a tener
idea mala para los otros, sin causa justa.

El fármaco más efectivo contra esta maldad es que te ocupes siempre con tu loyismós
pensamiento, reflexión a investigar tus propias maldades y tus propios pazos, los cuales
son tantos y tan ocultos que sólo para conocerlos y sanarlos “psicoterapiarlos”1 no tienes
suficiente tiempo con todos los días de tu vida, y no te sobrará tiempo para investigar,
examinar y controlar las praxis-acciones de los otros. Sí así de esta manera investigas y
juzgas sólo tus propios pazos, sanarás, purificarás y limpiarás los ojos interiores de tu nus

99
de aquellos malos zumos o flujos y de las grandes vigas que se encuentran en tu interior,
de las que estás inducido a ver las pequeñas pajas (pinchitos) que los demás tienen en sus
ojos, tal y como dijo el Señor: “¿Cómo es que ves la paja en el ojo de tu hermano si no
adviertes ni ves la viga en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Deja que saque la
paja de tu ojo, teniendo una viga en el tuyo?” (Mt 7,3-4). (Nus=espíritu o energía
perceptiva y de atención del corazón de la psique, siendo corazón esencia y nus energía, y
psique-alma=naturaleza espiritual)

Debes saber que, tal como examinas con mala disposición algún pazos de tu hermano,
alguna raíz del mismo pazos se encuentra también en tu corazón, que de acuerdo con la
disposición, el ánimo y el pazos que tienes, así de esta manera con esta malicia,
animadversión o resentimiento juzgas también los pazos de los demás, tal y como se ha
escrito: “…el hombre malo, del depósito de su corazón saca su maldad y las cosas malas”
(Mt 12,35). Porque también de otra manera un ojo limpio y sin pazos, ve las cosas con
apacia (impasibilidad y serenidad) y no vilmente con mala astucia. “El hombre bueno, de
la bondad de su corazón saca buenas cosas…” (Mt 12,35), y “El ojo está santo, purificado y
limpio cuando no mira las cosas malas y sucias” (Hab 1,13). Así que cuando te viene un
loyismós para juzgar a los demás por algún defecto, enfádate contra ti mismo como
culpable y obrero del mismo error, y di en tu corazón: “¿cómo yo el miserable y
desgraciado encontrándome al mismo error levantaré la cabeza para ver y juzgar, criticar
los errores de los demás?”. Así las armas que utilizarás para los errores de los otros,
utilízalas para ti mismo para “psicoterapiar”1, sanar y curar tus heridas.

Y aún, si el error de algún hermano puede que sea público y manifiesto, tú justifícalo con
agapi y con filadelfía (fraternidad) y diga aquel hermano que al estar ocultas las otras
virtudes y para que ellas sean protegidas, el Dios permitió que caigas al error; o si hace
poco tiempo que tiene este defecto, es para que permanezca más humilde ante sus ojos; y
aún con el desprecio de los demás producir algún fruto de humildad y agradar más a Dios,
y así su beneficio será mayor que el daño y perjuicio. Y sí por otro lado, el pecado de
alguien no sólo es grande sino que proviene del corazón de un hombre obstinado, tozudo,
no le juzgues ni condenes; sino corre con tu pensamiento en los terribles juicios de Dios y
allí verás también otros hombres que mientras antes estaban en la ilegalidad en un grado
grande, ahora haber llegado con la metania (introspección, arrepentimiento y confesión)
en grandes medidas de santidad; y por otro lado, otros que antes estaban en superior
grado de perfección, ahora haber caído en desastroso precipicio.

Por eso, estate siempre con temor y temblor, más para ti mismo, que por ningún otro. Y
estate seguro que todas aquellas buenas palabras que dirás para tu prójimo y la alegría
que probarás y disfrutarás por él, es fruto y resultado del Espíritu Santo. Y al contrario,

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cada desprecio, juicio maligno y maledicencia contra tu prójimo, proviene de nuestra
maldad y de la incitación, efecto y estímulo diabólico.

Así que si algún defecto de tu hermano te ha escandalizado, nunca reposes, ni cierres tus
ojos hasta que lo expulses de tu corazón con toda tu fuerza y energía2.

Capítulo 45: La oración

Aunque la desconfianza a nosotros mismos, la esperanza, confianza en Dios y el ejercicio y


práctica (espiritual), son tan imprescindibles para esta guerra, como se ha demostrado
hasta aquí, sin embargo más necesaria que estas tres es la oración (que es contacto
consciente con el Dios); como hemos dicho en el primer capítulo es la cuarta arma; con la
oración podemos recibir del Señor no sólo las cosas que hemos dicho, sino todo y
cualquier otro bien. Porque la oración es el medio y el instrumento para que recibamos
todas las jaris (favores y gracias, energías increadas) que nos inundan procedentes de
aquella fuente increada de amor y bondad de Dios; con la oración que es el contacto
consciente con Dios, pondrás el cuchillo en la mano de Dios para que ataque, haga la
guerra y venza para ti. Y para que utilices bien esta oración, debes hacerla continua para
que se convierta en hábito, costumbre, y debes esforzarte para tener los siguientes
resultados:

1) Tener siempre un deseo vivo de servir a Dios en cada caso y cuestión de aquella manera
que es gustada a Dios. Y para que se encienda en tu interior este deseo, piensa bien que el
Dios a causa de la bondad, grandeza, sabiduría, belleza y otras interminables perfecciones
supra-admirables y excelentes, es supra-digno de ser servido y honrado. Y que él para
servirte, se ha fatigado y esforzado duramente durante treinta y tres años, ha
psicoterapiado sanado, curado y regalado la salud de tus sucias heridas, que estaban
envenenadas con la maldad del pecado; no con vino, aceite y parches, sino con su
preciosa Sangre, que se ha derramado de sus santísimas venas y de sus purísimas carnes
que fueron troceadas por los látigos, los pinchos y los clavos. Aún piensa cuánto nos

2
Añadido término psicoterapia, por el traductor, xX: 1 Ψυχοθεραπεία (psijozerapía) psicoterapia y
ψυχοθεραπεύω (psijozerapevo) psicoterapiar, sanar la psique. Ψυχή (psijí) psique, alma y θεραπεία
(zerapía), dos palabras que unidas expresan literalmente las dos anteriores, y que en original griego del
Nuevos Testamento y en la literatura Patrística Ortodoxa abundan estas dos palabras. Por tanto en realidad
la Iglesia Ortodoxa es un centro psicoterapéutico y el único y verdadero Psiquiatra y Psicólogo es el mismo
Logos de Dios hecho hombre, Jesús Cristo, como dice la Divina Liturgia, “Cristo el médico de nuestras
psiques y cuerpos”. Los hombres y mujeres cristianos que han conseguido la zéosis son los verdaderos
instrumentos psicoterapiados del Logos de Dios, quien los utiliza para transmitir Su verdadera psicoterapia
al hombre y Su energías increadas la sanadora, la iluminadora y deificadora; la Iglesia Ortodoxa es el banco o
el centro que con sus Misterios proporciona el fármaco psicoterapéutico que es la jaris, (gracia, energía
increada). Los demás, la ciencia creada de occidente fraudulentamente utilizan el término psicoterapia.

101
interesa este servicio; porque nos hacemos señores de nosotros mismos, superiores del
Diablo e hijos del mismo Dios.

2) Que tengas siempre una fe viva y ardiente a Dios para darte lo necesario para su
servicio y para tu propio beneficio. Esta santa fe y esperanza es el recipiente al cual la
compasión de Dios lo llena de los tesoros de sus jaris (regalos, energías increadas). Y
cuanto esto más grande es y mayor cobertura tiene tanto más rica convertirá la oración en
nuestro corazón o pecho. ¿Y cómo es posible que el inalterable e omnipotente Dios pueda
parar de hacernos partícipes de sus jaris, en el momento que el mismo nos ha mandado
que se las pidamos? ¡Y prometió que nos las daría su espíritu, si se lo pedimos con fe y
paciencia! Porque dijo: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a
vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo
pidan?” (Lc 11, 13); y en otra parte dice: “Y todo lo que pidiereis en la oración con fe, lo
recibiréis” (Mt 21,22).

3) Debes acercarte en la oración con decisión firme de que deseas sólo la voluntad divina y
no la tuya; pedirla tanto lo que hace falta para que recibas lo que pides; es decir, orar
porque lo quiere el Dios; y desear que seas escuchado, porque él así lo quiere. En
brevedad, tu decisión que sea unir tu voluntad con la voluntad de Dios, y no querer que el
Dios ceda y se someta en tu voluntad.

Y esto porque, tu voluntad realmente afectada y contaminada de la filaftía (egolatría,


excesivo amor y honor de sí mismo y del cuerpo) muchas veces se equivoca y no sabe lo
que pide. En cambio la voluntad de Dios está siempre unida con la inenarrable bondad y
nunca puede fallar. Luego ella es la reina y la regla de todas las voluntades y deben
seguirla y obedecerla todas las demás voluntades de las creaciones lógicas.

Por eso siempre debes pedir aquellas cosas que gustan a Dios. Pero si tienes alguna duda
que alguna cosa de estas no gusta a Dios, lo pedirás con la decisión de que, lo quieres, si el
Dios quiere que lo tengas. Y aquellas cosas que conoces que seguro son gustadas a Dios,
como son las virtudes, las pedirás más para servir y agradecer a él solamente por ninguna
otra razón y fin, aunque sea espiritual.

4) No debes ir a la oración adornado con análogas obras para tus peticiones y cuestiones;
y después de la oración que te esfuerces más para que seas receptivo de la jaris (energía
increada) y la virtud que pides de Dios. Porque de otra manera el que uno pida una virtud
de Dios, y después no utiliza las maneras y las obras para que sea receptivo de la jaris de la
virtud que pide de Dios, sino que muestra indiferencia, esto significa que se burla, toma el
pelo a Dios y no le ruega; (porque el ejercicio y práctica de la oración debe ser
acompañada siempre de la lucha de vencernos a nosotros mismos, de modo que se

102
ayuden entre sí y una siga la otra). Por eso san Santiago dijo: “¿Está alguno entre vosotros
afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre
vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el
nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si
hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros,
y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”
(Sant 5, 13-16). (83)

Según san Máximo el Confesor, oración energetizada u operativa es aquella que es


acompañada de las obras imprescindibles a la oración, tanto de aquel que ora, como del
otro por el que uno ora.

5) En tu oración debes mantener aquellas cuatro cosas que dijo san Basilio el Grande:
primero, alabar a Dios; segundo, agradecer por la dádivas que te ha concedido; tercero,
confesarte en él de que eres pecador e infractor de sus logos, mandamientos; y cuarto,
pedir siempre aquello que es imprescindible para tu sotiría (redención, sanación y
salvación).

Por ejemplo, puedes orar de la siguiente manera: “Señor y Dios mío, te alabo y te
agradezco por tu doxa-gloria natural y tu infinita grandeza, y te agradezco porque me has
creado sólo a causa de su bondad y me has redimido tantas y muchas veces, que yo
mismo no lo conozco y me has liberado de las manos de mis enemigos; sí, lo confieso que
yo siempre he sido transgresor de tus santos mandamientos e ingrato ante todas las
beneficencias me has hecho y dádivas que me has dado. Pero tú Dios mío, no te ofendas
de mi ingratitud, pero ayúdame también ahora y no me niegues esto que te pido para la
sotiría (redención, sanación y salvación) de mi psique”. Y si estás practicando en alguna
virtud, también de la misma manera pídela de Dios; y si alguien te aflige de algo, no
olvides agradecer a Dios por esta cosa contraria que te ha dado. Porque esto no es
pequeña beneficencia.

6) Para que la oración reciba su fuerza y el Dios cumpla nuestros deseos, tanto a causa de
su bondad natural y compasión, como por los méritos de la vida y pazos de Su Hijo
Unigénito y a causa de la promesa suya de que seremos escuchados, así acabarás tu
oración con una o más de las siguientes palabras: Dios mío concédeme la energía increada
de esta virtud mediante tu compasión excesiva, por los méritos de la vida y pazos-
padecimiento de tu Hijo amado, para conseguir esta jaris que te pido; Señor, acuérdate
que prometiste que nos escucharás, diciendo que: “Mientras aún estés hablando, te diré:
he aquí estoy ante vosotros” (Is 58,9). Y otras veces todavía pedirás jaris y favores a la
Siempre Virgen María a causa de su franqueza y los demás Santos que tienen gran fuerza

103
cerca de Dios y son honrados por él, porque en esta vida ellos han honrado mucho Su
divina Majestuosidad.

7) Debes orar siempre y con paciencia. Porque la humilde paciencia vence al invencible
Dios y atrae su misericordia increada. Y si la perseverante e inflexible paciencia de la viuda
del Evangelio, hizo al juez ceder a sus peticiones, y sobre todo al juez que estaba lleno de
injusticias y vilezas, según la descripción evangélica, la parábola que el Señor la dijo
expresamente, para que no cedamos y retrocedamos, sino que perseveremos en la
oración: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no
desmayar” (Lc 18,1). Si el juez injusto cedió a las peticiones de la viuda, ¿cómo no va a
ceder en nuestras súplicas el Dios que es la cúspide, plenitud y súmmum de los bienes? Así
que, si alguna vez en tu oración el Dios tarda en contestarte, y sobre todo si te muestra
signos de que no te escucha, luego tú sigue orando, teniendo firme y viva la esperanza de
su ayuda. Porque a Dios, nunca faltan, más bien sobran en un grado excesivo todas
aquellas cosas que le obligan a donar y beneficiar a los otros.

Por eso, si la carencia y la causa no proviene de ti mismo, estate seguro que recibirás
aquello que pedirás; pero si no lo recibes, es porque no te conviene, sepas que entonces
todavía has recibido, quizás más que aquello que pedías y que de este fracaso tendrás
mayor beneficio. Y cuanto más no eres escuchado, tanto más humilde estarás haciendo
ante los ojos de Dios; y pensando tu indignidad y basado siempre sobre la compasión de
Dios, aumentar siempre tu ánimo y esperanza en Él. Esta esperanza cuanto más gustada
será al Señor, tanto más atacada es del enemigo.

Por encima de todas las cosas agradecer siempre a Dios, confesando y reconociéndole
como bondadoso, sabio y amado benefactor tuyo, tanto cuando no recibes algunas cosas
que pides, como cuando te es dado todo aquello que has pedido (84), permaneciendo en
cada petición tuya siempre firme y alegre bajo de la sumisión, sugestión a Su divina
providencia.

De acuerdo con estas cosas dice también san Crisóstomo (Logos 1, a los Andriantas): “La
oración es un bien grandioso cuando se hace con diania (mente, intelecto, cerebro)
agradecida y agradable. Debemos instruirnos a nosotros mismos agradecer a nuestro Dios,
no sólo cuando recibimos sino cuando no recibimos; porque unas veces da y otras no,
pero siempre para nuestro interés. Así que tanto si recibes, como si no, pues, has recibido;
tanto si has conseguido, como si no, entonces, has conseguido; porque algunas veces es
más beneficioso para uno no recibir. Porque si no fuera beneficioso muchas veces en no
recibir, nos lo daría; de modo que uno fracase según su interés, esto es un éxito.

104
Capítulo 46: Qué es la oración noerá o del corazón y cómo se debe hacer.

La oración del corazón y noerá (con el nus) o oración de Jesús, según los Santos Padres los
llamados Nípticos (sobrios), es la concentración del nus humano (es decir, la energía y
atención de la mente, cerebro y corazón) principalmente al corazón, y sin hablar con la
boca, con sólo el logos interior e innato (contacto consciente con la vocecita interior de la
conciencia), que se habla y comienza al corazón, decir esta oración breve y monóloga:
«Κύριε, Ἰησοῦ Χριστέ, Υἱὲ τοῦ Θεοῦ, ἐλέησόν με Kirie Iisú Jristé, eleisón me, Señor, Jesús
Cristo, eleisón me, compadécete de mí o ten misericordia o compasión de mí»,
deteniendo un poco también la respiración (O con la energía del cerebro o mente
acompañando la respiración y manteniendo la atención y contacto consciente allí al fondo
del corazón y así se disuelven los pensamientos circulares y compulsivos que están en la
mente, cerebro y nos impiden estar serenos en mente y corazón, unir este cortocircuito
que es provocado por los pensamientos enfermizos circulares y compulsivos). Pero a
veces abusivamente se dice ampliamente también cualquier otra súplica que no se hace
por la boca, sino con el logos interior, innato del corazón, como que se ha referido.

Muchos y grandes carismas y virtudes produce, genera esta divina y noerá oración, la que
enumeran los Padres santos y teoforos (portadores de la luz increada de Dios), los
llamados Nípticos, ver también Filocalía. Pero yo aquí me voy a referir al más importante y
general de todos los demás. El hombre es y se llama como o a imagen de Dios, teniendo
nus, logos y espíritu vivificante del cuerpo, es decir, la natural agapi-amor y voluntad. Pero
como el Dios es uno y tres, y el hombre que es como imagen de Dios debe convertirse en
tres y uno, para que se asemeje con su prototipo (modelo original) y a continuación unirse
con esto. Esta unión y semejanza con el Dios no se hace de otra manera sino sólo con esta
oración. Cuando, pues, el nus tiene toda su atención puesta al innato logos interior
(aquella vocecita interior de la conciencia que avisa) que está dentro al corazón y este
logos interior dice: «Κύριε, Ἰησοῦ Χριστέ, Υἱὲ τοῦ Θεοῦ, ἐλέησόν με Kirie Iisú Jristé, eleisón
me, Señor, Jesús Cristo, eleisón me, compadécete de mí o ten misericordia o compasión
de mí», mientras que el Espíritu y la voluntad natural con toda su fuerza ama y se dedica a
estas las palabras de la oración, entonces estas tres fuerzas o energías, permaneciendo
tres se hacen uno o una unificada. Y el hombre se convierte tres permaneciendo uno. Y
esto significa aquello que dice breve el gran Gregorio de Salónica, san Palamás, aquel
obrero grande y maestro de la Oración Noerá o del Corazón: “Cuando lo uniforme del nus
se hace tres permaneciendo uno uniforme, entonces se une con la Primera Divina Monada
Trinitaria, excluyendo todo tipo de entrada del engaño, y se encuentra por encima de todo
dominio de la carne y del diablo”. Y a continuación dice el santo que, como esta unión de
los tres con la oración es lo más agotador que cualquier otro esfuerzo por la virtud, sin
embargo proporciona los inefables misterios y las apocalipsis-revelaciones de Dios,

105
cuando uno persiste mucho tiempo en este trabajo y unión. Y en pocas palabras, de otra
manera no puede el hombre guardar el primer mandamiento, es decir, “amar al Señor tu
Dios con toda tu psique, con toda tu mente, con todo tu corazón y con toda la fuerza de tu
voluntad”, como lo manda el Señor en Luca 10,27, sino a través de la Oración Noerá o del
Corazón.

Incluso, para aquellos que son contrarios a la manera de esta oración apunto lo siguiente,
que es la decisión que tiene el Tomo Sinódico, contra Barlaam y Akíndinos en tiempo del
Rey Andrónico Paleologo ante el Senado y los jueces Romanos. Y dice lo siguiente: “Se ha
demostrado que las cosas que ha dicho Barlaam que blasfema y habla malamente y
equivocadamente para La Luz increada de Tabor, (la Luz increada de la Metamorfosis) y
para aquellos monjes y para la sagrada oración noerá o del corazón que ellos pronuncian.
Los monjes se ha demostrado que son de categoría superior que él, como es debido,
siendo estables en las explicaciones y tradiciones de los Santos Padres… Por eso… el
mismo Barlaam… y cualquier otro que aparezca hablando con blasfemias y malamente
con base aquellas blasfemias que dijo él y se dirigen contra los Monjes, mejor dicho,
contra la Iglesia, o cualquiera que aparezca ocupándose en general con cosas similares,
tendrá la misma condena y será excluido y cortado éste también de la Ortodoxa Iglesia
Católica de Cristo y del Ortodoxo sistema de los cristianos.

Entonces hermano mío, si quieres que la oración sea escuchada más fácilmente de Dios y
recibir aquello que pides, lucha a la medida que puedes en esta oración del corazón o
noerá, suplicando a Dios con todo tu nus, tu corazón y la fuerza de tu voluntad para que
tenga misericordia, compasión de ti y te conceda aquellas cosas que son imprescindibles e
interesantes para tu sotiría (redención, sanación y salvación). Porque, cuanto más
esfuerzo y cansancio tiene esta oración noerá de aquella que se dice con la boca
oralmente, tanto más la escucha el Dios, quien escucha mejor el rugido noeró (interior
espiritual) del corazón, en vez de las voces fuertes. Por eso decía a Moisés que sólo
noeramente (espiritualmente) y con el corazón suplicaba para los hebreos: “¿Por qué
gritas fuertemente hacia mí?”.

Sepas aún que, como también la misericordia increada de Dios, es un Nombre universal y
que contiene todas las jaris (energías increadas) y favores (86) que nosotros también
pedimos de Dios, y el Dios nos las concede, por eso en cada jaris, (gracia energía
increada), favor y cuestión que pides de Dios, puedes utilizar dicha oración breve y
concisa: «Κύριε, Ἰησοῦ Χριστέ, Υἱὲ τοῦ Θεοῦ, ἐλέησόν με Kirie Iisú Jristé, eleisón me,
Señor, Jesús Cristo, eleisón me, compadécete de mí o ten misericordia o compasión de
mí». Porque el nus también con ella se recoge y concentra más fácilmente, en cambio en
las otras oraciones muchas más amplias, el nus se dispersa. Pero si deseas orar durante

106
varias cuestiones y favores que pides, aquí te expongo algunas oraciones, para que las
tengas como ejemplo. Por ejemplo cuando pides un favor y jaris, puedes decir con tu
corazón los siguientes logos: “Señor, Dios mío, concédeme esta jaris y virtud para el honor
y la doxa-gloria tuya”; o “Señor mío, yo creo que te gusta y es tuya la doxa-gloria el que yo
te pida y reciba esta jaris; concédeme este deseo según tu voluntad”. Cuando estás
atacado y guerreado fehacientemente por los enemigos, orarás así: “Dios mío, corre
rápido a ayudarme para que no sea vencido de mis enemigos; o Dios mío, mi refugio y la
fuerza de mi psique, ayúdame rápidamente para no caer”.

La jaris (energía increada que da el Dios en esta vida, como la doxa (gloria, luz increada)
que dará en la otra vida, por las que David dijo que “dará jaris y doxa” (Sal, 83,12), las dos
se llaman misericordia (increada). Igual también la doxa que dará a los santos en los cielos
y la corona se llaman misericordia, y de misericordia se da, como dice el salmista: “Él que
te corona con misericordia” (Sal 102,4). Esto interpretándolo san Juan Crisóstomo, dice: la
corona es resultado de la jaris y la filantropía.

Cuando sigue la batalla, sigue tú también esta manera de oración, resistiendo


valientemente en aquel que te está haciendo la guerra. Después cuando haya concluido la
dureza del combate, gira hacia Dios y presenta ante él al enemigo que te ha hecho la
guerra y tu debilidad para resistirle, diciendo: “He aquí Señor, lo creado con la bondad de
tus manos, la recompensa con tu Sangre. He aquí tu enemigo que busca a extinguirlo y
devorarlo; en ti acudo, en ti sólo tengo esperanza que eres omnipotente y bondadoso; y
mira mi debilidad y con qué rapidez me someto y subordino voluntariamente, si tú no me
ayudas; ayúdame, pues, tú que eres el poder, la fuerza y la esperanza de mi psique”.

Te recuerdo también lo siguiente: Cuando te cansas orar con el nus (espiritualmente) y


con el corazón, puedes decir la oración también oralmente y con la boca, tanto la oración
noerá «Κύριε, Ἰησοῦ Χριστέ, Υἱὲ τοῦ Θεοῦ, ἐλέησόν με Kirie Iisú Jristé, eleisón me, Señor,
Jesús Cristo, eleisón me, compadécete de mí o ten misericordia o compasión de mí»,
como dicen los santos Padres, como también las otras oraciones que quieras. Pero
ocúpate entonces tener recogido tu nus para que estés concentrado y atento en contacto
consciente con las palabras de la oración.

Algunos de hecho dicen que la oración noerá se dice aún de la siguiente manera; Cuando
el hombre una vez haya recogido, concentrado todas las fuerzas y energías noerás
(espirituales, emocionales, mentales e intelectuales) de su psique dentro al corazón, sin
decir ninguna palabra ni con el logos innato e interior, y sólo con su nus piensa y
reflexiona intransitivamente que el Dios está en presencia de él; y que está parado ante él
unas veces con respeto y temor como un condenado, y otras veces con fe viva para recibir
su ayuda; y otras veces con agapi-amor y alegría para servirle continuamente para

107
siempre. Y esto es aquello que dice David: “Veía siempre al Señor ante mío” (Sal 15,8).
Puede esta oración hacerse también sólo con un guiño intransitivo del nus, de luto y
rogativo hacia el Dios, el cual guiño es como un recordatorio y aviso silencioso de aquella
jaris (energía increada) y favor que le habíamos pedido anteriormente con el logos y la
oración del corazón. Por eso, como esta oración puede hacerse fácilmente en cualquier
lugar y por cualquier motivo y cuestión, mantenla en tus manos y en tu mente, como un
arma potente y serás muy ayudado.

Capítulo 47: La oración que se hace a través del estudio y la zeoría (contemplación).

El término teológico ortodoxo, añadido por el traductor: Θεωρία zeoría teoría,


contemplación o vida zeorítica (contemplativa), del verbo Θεωρώ Zeó-oró Dios-veo,
contemplo con el nus y lo describo lo considero con la diania (mente, intelecto y cerebro)
y el logos. En la faceta mundana, laica significa teoría, consideración, abstracción o
especulación.

El significado más simple heleno-ortodoxo, quiere decir, que uno no se quede como
simple observador de las celebraciones, sino que considere y profundice en significados
espirituales de las zeorías, experimentándolas y estudiándolas espiritualmente de
corazón. Zeoría es la percepción o contemplación, visión divina por la sinergia
(cooperación) de la iluminadora Jaris y la oración pura mediante la cual el hombre
adquiere gnosis increada espiritual. En la terminología Patrística Helénica esta experiencia
por la observación de las energías increadas del Espíritu Santo se llama zeoría. Con el
significado más profundo la zeoría se fundamenta en el recogimiento orante y carismático
de la psique a los «altísimos, sublimes espirituales» misterios, que existen por excelencia
en la divina Trinidad, pero también en el hombre y en la esencia de lo creado por Dios en
su divina creación.

Según la etapa personal del desarrollo espiritual, hay dos niveles: uno puede ser zeoría
visión sentimiento, intuición perceptiva de energías interiores o principios de los seres
creados y el otro más alto nivel y forma teológica de la vida espiritual es la visión de la luz
divina, «participación» de Dios respecto a Sus divinas energías o la visión-experiencia,
zéosis de la gloria de Su rostro. La zeoria tiene distintos grados (resplandor, visión y
continua visión). La vida zeorítika contemplativa es la forma teológica más alta. El hombre
que se encuentra en esta situación se llama zeoritikós contemplativo.

Como también la διάνοια (diania, mente, intelecto, cerebro) con la que el nus
contemplativamente pasa de un concepto a otro y hace sus silogismos, razonamientos se
llama logos intelectual o mental; por eso también el estudio y la contemplación, cuando se
hacen con el semejante logos intelectual sobre los conceptos divinos y espirituales, se

108
consideran como oración por los santos padres (87), y cuando al final de semejante
estudio pedimos a Dios para que nos conceda alguna jaris (energía increada), favor y
virtud que deseamos, con la fuerza de aquellos conceptos que hemos estudiado. 87. Dice
san Isaac el Sirio: “Hermanos míos, debéis saber también lo siguiente: que cada
conversación que se hace ocultamente en secreto y cada ocupación de diania (mente,
intelecto, cerebro) bondadosa en Dios y cada estudio de lecturas espirituales está
determinado por el nombre de oración y está escondida en este nombre; sea que te
refieras en distintas lecturas, o voces por la boca o alabanza de Dios, o aflicciones que
presentas a Dios, sea prosternaciones, sea cantos de versos de los salmos y todo lo demás,
de lo que se constituye la enseñanza de la verdadera oración” (Logos 35).

Porque de una manera aquel movimiento transitorio del nus y la zeoría (contemplación) y
sobre todo aquella que se hace con alguna contrición y con los pazos-padecimientos
divinos del corazón, es una voz y oración concebible de la que el Señor es el primer Nus y
creador de los nus o espíritus humanos. Por eso tú queriendo orar por un período de
tiempo, por ejemplo, por media, una hora o más, puedes añadir en tu oración también un
estudio o lectura espiritual, como es la vida y la pasión de Jesús Cristo, refiriendo y
poniendo siempre sus praxis en aquella virtud que tú pides y deseas; como por ejemplo, si
deseas y quieres recibir la virtud de la paciencia, estudiarás de alguna manera el Misterio
de los Látigos y las Palizas del Señor con la siguiente manera:

1) Que después de la orden de Pilatos, Jesús permaneció en el lugar determinado,


arrastrado por los sirvientes de la injusticia con gritos y burlas para fustigarle.

2) Que permaneció desnudado de ellos que estaban muy rabiados y la purísima Carne
permaneció desnuda y destapada.

3) Que sus manos que nunca fueron culpables, fueron apretadas con cuerda fuerte y
permanecieron atadas en la columna.

4) Que su cuerpo permaneció muy herido y destruido de los latigazos y palizas, y así Su
Sangre divina cayó en la tierra como agua del río.

5) Que las palizas, añadidas una detrás de otra y al mismo lugar, le cortaron y así
empeoraron y pincharon más sus heridas, donde antes habían sus Inmaculados
Miembros.

Estos estudios o otros similares, en principio hará sentir las disposiciones e intenciones
anímicas interiores de tu psique, lo más que puedas, vivamente las amarguísimas
inquietudes y los duros tormentos que sufrió tu Amado Señor en todas las partes de su
santísimo Cuerpo y en todas juntas; y a continuación, te traerán la disposición y la gana

109
para adquirir la paciencia. Después de las heridas externas del Cuerpo, pasa a su santísima
Psique y piensa, a medida que puedas y pueda caber en tu nus, la paciencia y la
apacibilidad con las que sufrió tantos dolores y sufrimientos, sin saciarse nunca de la sed
que tenía para sufrir más y mayores tormentos para la doxa-gloria de su Padre y para tu
propia beneficencia.

Después piensa que el mismo tiene un deseo vivo en que tú también quieras sufrir y
aguantar la prueba o tentación que tienes; y que ruega a su Padre, para que te conceda
también a ti la jaris (gracia, energía increada), para que aguantes la tentación con
paciencia la cruz, el sufrimiento y el dolor que te está haciendo sufrir a ti y cualquier otro
ser humano. Así por estos estudios y zeorías (contemplaciones), acepta tú también a sufrir
con un corazón paciente cualquier cosa. Y después, girando tu nus hacia al Padre celeste,
agradécele que sólo para tu agapi ha mandado al mundo Su Hijo Unigénito, para sufrir tan
duros castigos y fatigas y está rogando siempre para ti; después pídele la virtud de la
paciencia con la fuerza de las obras y las súplicas de Su Hijo.

Capítulo 48: Otra manera de oración a través del estudio.

Todavía una manera que puedes orar también es estudiando sobre los mismos Pazos
(Pasiones, padecimientos) del Señor, para que recibas lo que pides. Por ejemplo; una vez
que hayas reflexionado con atención las pasiones-pazos de nuestro Señor y con tu
loyismós pensamiento reflexión ver la disposición y ánimo de Su corazón que sufrió y
aguantó todas estas cosas, como hemos dicho más arriba, de la magnitud de sus fatigas y
su paciencia, así pasarás en otras dos reflexiones: Una es su mérito, es decir, los
innumerables salarios que el Jesús causó por estos pazos-padecimientos suyos y su
paciencia, tanto para sí mismo como hombre y también para todo el género humano. La
otra reflexión es la alegría y la doxa (gloria, luz increada) de su Padre, la que recibió por su
perfecta sumisión y obediencia de Su Hijo que sufrió estos pazos-padecimientos, pasiones.

Estas dos reflexiones presentándoles en la Divina Majestuosidad, a causa de la potencia


de estas, pedirás la jaris (gracia, energía increada) y también la virtud que deseas. Y esto
puedes hacerlo, no sólo en cada tipo de los pazos del Señor, sino también en cualquier
otra praxis parcial, interior y exterior, que él hizo en toda su vida.

Capítulo 49: Forma de oración a través de la Zeotocos (la que da a luz a Dios) María.

Hermano mío, tienes también otra forma de estudiar y orar a través de la Santa Zeotocos
María, dirigiendo tu nus, a) hacia al Padre celeste, b) hacía al Dulcísimo Jesús, y c) a la
misma gloriosísima Madre suya.

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Girando y dirigiendo tu nus (atención del espíritu) a Dios, piensa; primero la gran alegría
que de muchos siglos antes tenía el Dios por la persona, rostro de la Zeotocos; y las
virtudes y praxis, desde que nació al mundo hasta que descansó.

Esto primero estúdiatelo y medítalo de la siguiente manera: Eleva tu pensamiento por


encima de todo tiempo y siglo, mas por encima de toda creación espiritual, inteligible y
sensible. Y por decirlo de una manera, introduciéndote en la misma eternidad y al nus de
Dios, piensa en las inefables alegrías y júbilos que recibía el Dios mediante la siempre
Virgen María. (89). Encontrando a Dios entre estos júbilos, pídele que te conceda, a causa
de estas inefables alegrías y gozos, la jaris (energía increada) y potencia para que puedas
someter y vencer a tus enemigos; y sobre todo aquel que entonces te está guerreando;
después, calculando tantas y tantas praxis y virtudes extraordinarias de la Zeotocos, y
presentándolas a Dios unas veces todas juntas y otras de una en una, por la potencia de
aquellas, pídele de su infinita bondad todo aquello que necesitas y deseas.

Con toda razón se alegraba y también se alegraba en lo máximo la Santa Trinidad antes de
la creación del mundo, conociendo de antes la siempre virgen María, según la inicial idea
divina. Porque la opinión de algunos teólogos es que, supongamos que cayesen de los
cielos todas las nueve legiones de ángeles y se endemoniaran; si todos los hombres, desde
que se creó el mundo se convirtiesen en malos y fueran al infierno sin salvarse ninguno; si
todas las creaciones, cielo, tierra, estrellas elementos, animales y vegetales desertasen de
Dios y saliesen de su orden y fueran a la inexistencia, a pesar de todas estas maldades de
las creaciones, comparadas con la plenitud de la Zeotocos, no podrían entristecer a Dios;
porque sólo la Señora Zeotocos podía agradarle por todo, y no dejarle que se entristezca
tanto por la gran pérdida de sus creaciones, en cuanto le haría alegrarse excesivamente
por ella misma; porque sólo ella incomparablemente le amó más que ningún otro, porque
ella más que nadie obedeció a su voluntad; porque sólo ella pudo y se hizo capaz de
recibir todos aquellos carismas naturales, sobrenaturales y voluntarias que el Dios repartió
en toda la creación. Y en pocas palabras, porque ella se hizo otro Segundo Mundo,
incomparablemente mejor que todo el mundo sensible e inteligible y suficiente en
glorificar eternamente al Creador de la belleza y variedad de sus carismas más que toda la
creación del universo. De todo esto pues, sale la conclusión, que el Dios también
predestinó la Zeotocos, según su pre-eterna complacencia, que no es su voluntad
posterior, sino su principal voluntad anterior, tal y como lo interpreta san Gregorio
Palamás el gran Obispo de Thesalónica.

De todo esto, pues, digo que sale la conclusión de que igual que se hace en el jardín para
ser plantado un árbol y de nuevo el árbol se plata para el fruto, así también todo el Mundo
sensible e inteligible se hizo con este propósito; es decir, la Señora Zeotocos se hizo para

111
nuestro Señor Jesús Cristo; y así se cumplió la voluntad ancestral y el primer propósito de
Dios; y que se ha recapitulado todo en Cristo y la creación se ha unido con el Creador, no
por naturaleza, ni voluntariamente y con la gracia, sino por la hipostasis (base
substancial); este es el grado superior de unión y que después de este no hay otro
superior ni se ha encontrado ni tampoco se encontrará.

Después lo segundo, girando y dirigiendo tu nus a nuestro Señor, el Hijo de ella,


recuérdale su Santísimo vientre que le tuvo durante nueve meses; la devoción con la que
le reverenció, cuando nació y le conoció como verdadero Dios y hombre perfecto, Hijo y
creador de ella; los ojos cariñosos de ella que le vieron tan pobre; los brazos que le
recibieron, la leche que amamantó, los esfuerzos y las fatigas que sufrió por él en su vida y
su muerte; y te prometo que con todas estas cosas provocarás una disposición agradable
a su divino niño para obedecerte y escucharte.

Y finalmente, gira y dirija tu nus a la Panayía Zeotocos y recuérdala que fue la escogida de
Dios por la perpetua providencia y bondad de Dios, como Madre de la jaris (gracia, energía
increada) de la caridad y como Madre e intercesora nuestra y que después de su Hijo no
tenemos refugio más seguro y fortificado para acudir que a Ella; recuérdala que todos
nosotros los Cristianos, como nos ha dicho su Hijo, que no llamamos a otro padre en la
tierra, porque sólo un Padre tenemos, éste que está en los cielos: “Y no llaméis padre
vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos” (Mt
23,9) – de la misma manera ni otra llamamos madre en la tierra, porque precisamente
sólo a ella tenemos como Madre en los cielos y todos nosotros nos jactamos llamándonos
hijos suyos. Por eso acudimos a ella para que nos compadezca totalmente, igual que
acude el niño a su madre sin desviarse, cuando le han separado de los brazos de su madre,
como se ha escrito: “Elevé psique-alma como un niño amamantado cerca de su madre”
Sal 130,3.

Todavía, recuérdala las verdades que escriben los libros sobre ella, y que todos los fieles
creen en las tan altas, sublimes y admirables hazañas y carismas que provocó para todo el
género humano, porque sólo ella estando realmente entre el Dios y los hombres, por un
lado con el Dios hizo el hijo del hombre, y por otro lado, los hombres los convirtió e hizo
hijos de Dios. Que sin su intercesión nadie puede acercarse a Dios, ni hombre, ni ángel,
porque sólo ella se encuentra entre la creada y la celeste creación; y que sólo ella es Dios
inmediato después de Dios, y es la segunda después de la Santa Trinidad, porque
verdaderamente es la Madre de Dios; y que ella no sólo es el tesorero de toda la riqueza
de la Deidad (increada), sino también la administradora en todos, los ángeles y los
hombres, de todos los resplandecimientos y de los carismas espirituales que se dan de
Dios a la creación. Y que no hay nadie que la haya implorado y no haber sido escuchado

112
con compasión. En definitiva, preséntale las fatigas y los pazos-pasiones de Su Hijo
Unigénito que sufrió para nuestra sotiría redención, sanación y salvación, y ruégale que
pida la jaris (gracia, energía increada) de él, de modo que en ti estos pazos-pasiones,
emociones provoquen aquel resultado por el que ha sufrido su Hijo y esto es tu propia
sotiría redención, sanación y salvación; y esto no por otra cosa, sino para su propia gracia,
gloria y alegría.

Capítulo 50: Algunos pensamientos para que acudamos a la Zeotocos con fe y ánimo.

Queriendo acudir a la Zeotocos con fe y ánimo para cada necesidad tuya, puedes
conseguirlo cuando pienses: a) Que todos aquellos recipientes, como sabrás de tu
experiencia, donde se pone el incienso o cualquier otro aroma precioso, a pesar de que el
aroma de ellos no está en sus interiores, estas vasijas o conductos mantienen la fragancia
de aquel aroma. Y estos cuando más tiempo permanece el aroma dentro en el recipiente
tanto más mantienen la fragancia; y sobre todo desprenden más fragancia cuanto más
tiempo permanece el aroma en sus interiores; a pesar de que aquel aroma o incienso son
de una fuerza limitada y restringida. De la misma manera pensar también que, cuando
uno está parado cerca de un gran incendio mantiene el calor también después de alejarse
del fuego bastante tiempo. Y como estas cosas son verdaderas, ¿entonces de qué
fragancia de filantropía inenarrable, de qué fuego de agapi y de qué pensamientos de
misericordia y compasión podemos decir que están llenas las entrañas de la Zeotocos?
¡Ella que durante nueve meses tuvo en sus entrañas a Cristo, la mirra insaciable que
mantiene siempre en su seno y su agapi-amor, el Hijo de Dios que la misma auto-agapi y la
misma autocompasión y no de fuerza restringida y limitada sino increada, ilimitada e
infinita!

Así que, igual que aquel que toca los recipientes recibe la mirra o el aroma encima suyo,
también el que se acerca a un gran incendio, no puede recibir otra cosa que el calor del
fuego, así también mucho más cada pobre que está necesitado y se acerca con humildad y
fe al aroma o mirra celeste (la energía increada), al fuego de la agapi (amor, energía divina
increada), de la misericordia increada y la compasión, que siempre desprende fragancia y
siempre enciende el seno de la Virgen, por supuesto, seguro que recibirá ayudas,
beneficencias, favores y energías increadas, tanto más, cuanto más a menudo y con mayor
fe y ánimo se acerca.

B) Que ninguna creación amó tanto a Jesús Cristo, el Hijo de Dios, ni se amoldó tanto con
Su voluntad, como su Panayía (Santísima) Madre, por una parte, porque ha dado a luz sola
sin varón, y por otra parte, ha dado a luz sólo a él y a nadie más, y así no compartió con
otro su agapi-amor; Si pues, éste, el Hijo de Dios e Hijo amado de la Virgen, ha entregado
toda su vida y su existencia para las necesidades de nosotros los pecadores y ha dado su

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madre como madre nuestra e intercesora para ayudarnos, y después de esto constituye
un medio para nuestra sotiría redención, sanación y salvación , ¿cómo y de qué manera
alguna vez esta amada madre suya y nuestra intercesora, podrá ser desertora de la
voluntad de su Hijo tan amado y no ayudarnos?

Por eso amigo mío, para cada necesidad tuya corre y acuda con ánimo a la Panayía
Zeotocos (Santísima Madre de Dios). Porque esta confianza y ánimo que muestras en ella,
es rica, bienaventurada y refugio seguro y siempre concede en tu corazón las jaris
(energías increadas) y las caridades.

Capítulo 51: Cómo debe uno estudiar y orar a través de los Ángeles y de todos los
Santos.

Dos formas o maneras puedes utilizar para que recibas la ayuda y la protección de los
santos celestes. Una es dirigirte hacia al Padre Celeste y mostrarle la agapi con la que es
amado y los cantos o himnos con los que es alabado de todos los santos del cielo; más las
luchas y fatigas que sufrieron estos santos encima de la tierra para la doxa-gloria de él; así
con la fuerza de estas cosas pedir de la Majestuosidad aquello que te hace falta. La otra
forma es acudir a los mismos espíritus de los Ángeles y de los Santos, porque ellos desean
no sólo nuestra sanación y salvación terrenal y la perfección, sino también nuestra doxa-
gloria en los cielos y pedir a que te ayuden contra todos tus malos enemigos y te protejan
incluso en la hora de tu muerte. Piensa alguna vez también en estos Santos del cielo las
muchas y excepcionales jaris (energías increadas) y favores que ellos recibieron de Dios,
excitando y encendiendo en tu interior una potente alegría y agapi-amor por ellos, porque
están enriquecidos con carismas tan sobrenaturales, los cuales tienes que calcular como si
fueran tuyos. Sobre todo, si es posible alegrarte más porque los tienen ellos y no tú,
porque esto es la voluntad de Dios que es bendito y admirable. Y para hacer este ejercicio
con facilidad y orden, divide las legiones de Santos del día con el siguiente orden: Lunes
rogar las nueve Legiones de los Ángeles; Martes a San Juan el Bautista; Miércoles a los
Patriarcas y Profetas; Jueves los Apóstoles; Viernes a los mártires; Sábado los Jerarcas con
los demás Santos; y Domingo las Vírgenes junto con las demás Santas.

Pero diariamente no ceses de acudir a la Zeotocos, la Reina de todos los Santos/as, a tu


Ángel de la guarda, al Arcángel Miguel y a todos los Santos que son tus intercesores y
ayudantes. Rogar diariamente a la Siempre Virgen María, a Su Hijo, nuestro Señor Jesús
Cristo y a su Padre celeste, para que te hagan digno de esta jaris y donación; es decir, para
que te den como intercesor y protector universal y principal a José el justo. Después acuda
a este mismo José el justo con súplicas y ánimo para que te reciba en su amparo y
protección. Porque fueron innumerables las beneficencias y los favores que recibieron de
él aquellos que le tenían devoción y acudían a él, no sólo cuando tenían necesidades

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espirituales, sino también materiales, especialmente que les conduzca cómo deben orar y
estudiar correctamente. Porque si a los demás Santos los ama Dios, porque honraron y se
sometieron en él, ¿cuánto más debemos creer que ama a este humilde y santo? ¡Y cuánto
valen sus súplicas ante el Dios, puesto que tenía tanto honor del mismo Dios, cuando
corporalmente estaba en la tierra y quiso sujetarse a él y obedecerle como Padre suyo,
como dice el divino Evangelio (Lc 2,51), y servirle en lo que fuera necesario!, como
claramente lo demuestra san Basilio en su libro “la Ascética”. (90) Los logos de san Basilio
el Grande son los siguientes: “Durante los primeros años de su vida fue subordinado a sus
padres, cada esfuerzo corporal lo realizaba con apacibilidad y obediencia. Porque
realmente siendo hombres justos y piadosos, pero pobres sin tener las cosas necesarias
(esto lo demuestra el pesebre como divino nacimiento), naturalmente trabajando
ganaban para sí mismos las cosas imprescindibles. Y Jesús subordinado en ellos, como dice
la Escritura, indicó que en sus esfuerzos y labores mostraba la obediencia necesaria.

Capítulo 52: El estudio de los pazos-padecimientos del Señor provoca varios estados de
ánimo, y varias disposiciones y emociones divinas en nuestro corazón.

Aquellas cosas que he dicho más arriba sobre los pazos-pasiones del Señor son para que
oremos, nos instruyamos y estudiemos y después para que pidamos aquella jaris (energía
increada), virtud y favor que queremos.

Ahora aquí añadiré cómo podemos con el estudio de estas mismas pasiones producir en
nuestros corazones varios estados de ánimo y emociones divinas. Queriendo pues,
estudiar la crucifixión de Jesús Cristo, puedes pensar los siguientes conceptos y
pensamientos que siguen:

1) La hora que nuestro Señor se encontraba encima del monte de Gólgota, con la manía
que le había desnudado aquella gente rabiosa y rasgó sus carnes que anteriormente por
las palizas estaban pegadas en sus prendas.

2) Que de antes de la cruz, le quitaron de su cabeza la corona de espinas, con la que


después de la crucifixión, colocándola encima de su cabeza, fue la causa de nuevas
heridas.

3) Que con los golpes de los martillos y los clavos se fijó muy duramente encima a la
madera seca y dura de la cruz.

4) Que como no bastaban sus miembros divinos para crucificarle, aquellos soldados
crueles y sanguinarios, los extendieron de tal manera que salieron de su sitio todos los
huesos y se podían contar uno por uno, como dice el salmista en el pasaje: “Contaron mis
huesos” (Sal 21,18).

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5) Que al momento que le colgaban en la madera seca, como no podía apoyarse en
ninguna otra parte sino sólo de los clavos, obligatoriamente con el peso de su cuerpo se
habrían más las santísimas heridas y de esto nuestro dulcísimo Jesús sentía dolores crudos
y durísimos en su corazón.

Así de estos u otros estudios similares, si quieres puedes provocar en ti mismo disposición,
ánimo y emoción-pasión de agapi-amor a tu Dios, ocúpate entonces de la gnosis-
conocimiento de semejantes emociones-pasiones pasarás en mayor gnosis de la infinita e
increada bondad del Señor y su agapi (amor, energía increada) hacia ti; y cuando en tu
interior esta gnosis haya aumentado, aumentará también la agapi-amor hacia tu Señor.

Para recibir pues, en tu corazón dolor, tristeza, sufrimiento (espirituales) y contrición,


porque con tus pecados has afligido tantas veces a tu Dios y con tan grande ingratitud,
piensa en esta infinita bondad y agapi que te ha mostrado el Señor del todo, el cual ha
sufrido y padecido tanto por tus ilegalidades.

Para que seas promovido a la esperanza, piensa que un Señor sublime y altísimo llegó al
punto de ser muy fatigado, para erradicar tu pecado, para liberarte de las cadenas del
demonio y de algunos de tus errores y para expiar a tu Padre eterno y darte el ánimo de
modo que en cada necesidad tuya acudas a él.

Para que seas promovido e incitado a la alegría, de las fatigas que pasó y los resultados de
sus fatigas. En otras palabras, piensa que con aquellas fatigas sana, limpia y purifica todos
los pecados del mundo. Propicia la ira de su Padre. Confunde al príncipe de las tinieblas.
Mata la muerte. Con las psiques-almas de los santos reubica el lugar de los Ángeles caídos
y provoca alegría a Su Padre Anárquico (sin principio ni fin) y a su Espíritu Consubstancial,
ganando la Virgen María y toda la Iglesia triunfante en los cielos y la Iglesia militante en la
tierra.

Para que odies tus pecados, pues, que utilices todos los loyismí pensamientos y
reflexiones que estudiarás sólo para este propósito; es decir, que nuestro Señor no
padeció por otra razón sino sólo para hacerte odiar tus pecados y tus malos deseos; y
sobre todo aquel deseo que más te domina y es contrario a la grandeza de Dios.

Para que te advengas en admiración y sorpresa, piensa qué cosa puede ser mayor que
esta, es decir, ver al Creador de todo, que proporciona la vida en todo, que sea condenado
a la muerte por sus creaciones; que veas pisoteada y despreciada la sublime
majestuosidad; la justicia condenada; la belleza escupida; que sea odiada la agapi del
Padre Celeste; ver aquella luz increada e inefable que resulte al poder de las tinieblas; ver
que el bienestar, la autogloria y la felicidad sean consideradas deshonor y desprecio por el
género humano y llegue al mayor sufrimiento y agonía.

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Para que te entristezcas y sufras (espiritualmente) junto con tu entristecido Señor,
dejando sus fatigas y torturas exteriores, piensa en otras incomparablemente superiores
que le torturaban interiormente. ¡Porque, si te entristeces por las torturas exteriores,
mucho más, por supuesto cómo no se va a romperse, quebrantarse tu corazón por la
tristeza y aflicción de sus padecimientos y tormentos interiores! Es decir, cuando pienses
que la psique-alma de Cristo, viendo claramente a Dios encima de la tierra con aquella
divina visión bienaventurada, tal y como ahora le ve al cielo (91), y entonces le conocía
como el más superior y digno de todo honor y servicio, por eso también deseaba que
todas las creaciones con todas sus fuerzas le atribuyan este honor. Por eso el Dios ahora
viendo lo contrario, al haber sido tan malamente atacado, calumniado e insultado de los
innumerables errores y las repugnantes ilegalidades del mundo, inmediatamente quedaba
herido por los dolores y tormentos; estas fatigas y tormentos tanto más le fatigaban y
atormentaban, cuanto mayor era la agapi y el deseo de ser honrada y servida la Sublime
Majestuosidad por todos. Así pues, como uno no puede entender la magnitud de esta
agapi y deseo, lo mismo uno no puede entender cuánto duro y fuerte era por esto la
tristeza y el sufrimiento interior del Crucificado Jesús.

Todos los santos cuando se encontraban en la tierra se hicieron dignos de ver a Dios como
en un espejo en enigma, como dice Pablo en I Corintios 13; pero subiendo hacia el cielo y
haciéndose bienaventurados, dichosos, ven a Dios cara a cara o persona a persona, es
decir, de inmediato y claramente, como también dice Pablo. Pero la psique-alma de Cristo,
siendo realmente unida en hipostasis (base substancial) con el Dios Logos y teniendo la
Deidad de esta misma extrema concepción suya, como nos enseñan los santos teólogos, a
continuación tenía también esta absoluta visión, contemplación de esta primera unión. Y
mientras el Cristo estaba aún encima de la tierra, veía con su nus inmediata y claramente
a Dios, a su bienaventurada visión contemplación sentía júbilo y deleite, incluso cuando se
encontraba en estos dolorosos pazos-padecimientos de la cruz, los cuales sentía sólo
sobre su naturaleza y sentido humano. Esta bienaventurada contemplación de Cristo se ve
y llega de la conclusión también de muchas otras cosas, especialmente del versículo:
“Nadie ha subido al cielo, sino sólo el hijo del hombre que se encuentra al cielo” (Jn 3,12),
lo que significa que el Cristo estaba al cielo con esta bendita visión o contemplación, que
se da al cielo. Porque los teólogos dicen que la psique de Cristo tenía tres gnosis-
conocimientos; esta bendita o bienaventurada, como hemos dicho, la de inspiración de
Dios, que tenían también los Profetas, con la que el Cristo conocía también los
pensamientos ocultos de los hombres, como se dice: “Pero Jesús mismo no se fiaba de
ellos y de los conceptos finos de sus enseñanzas, porque él los conocía muy bien a todos,
(es decir, la inestabilidad de sus caracteres y sus imperfecciones), y no necesitaba que le
informasen de nadie, porque él conocía y conoce muy bien qué había y qué hay en el
interior de cada hombre (Jn 2,24-25); y la adquirida, es decir, la filosofía natural de los

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seres o existencias, la que por supuesto que estaba derramada en la psique-alma de
Cristo, tal y como estaba también en Salomón, pero sobre su naturaleza e hipostasis (base
substancial) es y se llama adquirida, porque se adquiere con el dolor y el aprendizaje.

Junto con todo esto piensa que el Señor amando excesivamente todas sus creaciones,
analógicamente con esta agapi-amor suya ha sufrido, entristecido y afligido
excesivamente por todos los pecados de ellas, por los cuales iban a separarse de él.
Porque por cada pecado mortal, más los que iban hacer los hombres, los que han nacido y
los que nacerían, y por decirlo más sencillo, las veces que va a pecar uno, tantas veces se
separa del Señor, con el cual podría estar unido con la agapi-amor. Pero esta separación,
fue más dura para Jesús que la separación de sus miembros corporales, cuando se separan
y se sacan de su lugar natural, cuanto la psique-alma siendo realmente un espíritu limpio
es más noble y perfecta que el cuerpo y a continuación más cabida del dolor. Entre estos
pazos-padecimientos del Señor que probó por las creaciones, más duro es aquello que
sufrió por los pecados de los infernados, que no pudiendo a unirse junto con él, van a
sufrir inexplicables tormentos eternos y fatigas.

Hermano mío, si tu psique-alma no ha sentido dolor de dichas fatigas y tormentos de tu


amado Jesús, que avances un poco más con tu loyismós pensamiento y reflexión y
encontrarás en él tormentos y fatigas más y mucho más duras para compadecerle. Porque
el Señor fue maltratado y con los innumerables dolores saldó la deuda, no sólo de los
pecados que se han hecho, sino también de aquellos que se cometerán por los hombres
(92); y por supuesto que aquellos pecados los ha perdonado, pero los otros nos ha dado
poder y fuerza para evitarlos.

Tan abundante y rico fue el pago de nuestros pecados por el Señor, de modo que parezca
un inmenso océano y todos los pecados de los hombres, pasados, presentes y futuros
parezcan como una gota al océano. Así teologiza sobre esto san Juan el Crisóstomo: “El
Cristo ha pagado mucho más de lo que debíamos; tanto como se compara un inmenso
océano con una gota de agua”. Por eso Pablo decía: “La jaris (energía increada) que ha
traído Cristo, no es comparable con la transgresión” (Rom 5,15), y de nuevo: “mas cuando
el pecado abundó, allí la jaris (energía increada) de Dios sobreabundó” (Rom 5,20). Y san
Gregorio el Teólogo dice: “Si el sabor del fruto condenó a los hombres, mucho más los ha
justificado y ha hecho justicia el pazos de Cristo”. Y algunos teólogos dicen que sería
suficiente que el hijo de Dios, pagar los pecados de todos los hombres, incluso si sintiera
un dolor tan pequeño, como cuando uno le quitan un pelo de la cabeza. Pero como recibió
y aceptó tantos dolores y derramó toda su sangre, hasta su última gota y murió de una
muerte tan deshonrosa, piensa tú cuán rica e infinita es tu satisfacción y el pago que se
hizo a nuestro favor.

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No faltarán también otros pensamientos para que compadezcas al Crucificado. Porque el
Señor encima de la cruz sufrió y sintió, sin excepción alguna, todos los tipos de dolores
que podría pasar cada ser humano desde Adán hasta el fin del mundo. Así que las
tentaciones, los insultos, las calumnias, las durezas y toda aflicción y prueba de todos los
hombres del mundo, atormentaron y fatigaron la psique-alma de Cristo mucho más
fuerte, de lo que pasaron aquellos que los sufrieron. Porque con las tristezas y los
sufrimientos, grandes y pequeños, tanto de la psique como del cuerpo que probaron los
hombres durante el espacio de sus vidas, hasta un pequeño dolor de cabeza y un pinchazo
de una aguja, todos estos los ha sufrido hasta al final; y por su infinita agapi (amor, energía
increada) quiso compadecer y marcar en su corazón el caritativo Señor nuestro, porque él
era el nuevo Adán y Padre espiritual de todos los hombres.

Pero no es posible para uno describir cuándo afligieron los dolores a Su Santísima Madre,
porque ella también de una manera y por todos los motivos que maltrataron a su Hijo,
junto co-padeció y co-sufrió en un grado muy grande. Así estos dolores de Su Panayía
(Santísima) Madre renovaron en su Niño bendito sus heridas interiores y el dulcísimo
corazón quedó como si no se hubiera herido por las incontables flechas candentes; y este
corazón suyo por tantas fatigas y tormentos, que os he dicho, y por otras cosas
incontables y desconocidas en nosotros, uno podía decir fácilmente que era un hades
caritativo de voluntarias fatigas y tormentos, como se acostumbraba a llamar al
Crucificado una psique-alma piadosa con sencillez divina.

De todos modos, amigo mío, si piensas bien la causa de todas las fatigas y tormentos que
sufrió nuestro Redentor y Señor que hemos referido, no encontrarías otra cosa que el
pecado. “Él cargó nuestras tristezas y sufrimientos y sufrió nuestros propios dolores” (Is
53,5). Así que el resultado está claro, el que tu co-padezcas realmente con tu Dios
Crucificado y recompenses las beneficencias que él te pide, tú estás obligado hacerlo sin
ninguna excusa y pretexto, y es el que sufras realmente para su agapi porque tú le has
afligido, es el que odies más que cualquier otra cosa el pecado y luches valientemente
contra todos sus enemigos y contra todas tus malas inclinaciones y voluntades, para así de
esta manera quitar de encima tuyo al viejo hombre junto con sus praxis-acciones y vestirte
al nuevo, adornando tu psique-alma con las virtudes evangélicas.

Capítulo 53: Beneficios que podemos recibir por el estudio del Crucificado y la imitación
de sus virtudes.

Junto con los demás beneficios que puedes recibir de este divino estudio del Crucificado
son:

119
1) El que te entristezcas y te duela no sólo por los pecados pasados, sino por los pazos y
emociones malignas que aún viven en tu interior, los cuales han puesto en la cruz tu
Señor.

2) Pedir perdón por tus culpas y errores y jaris, (energía increada gracia) para que odies
perfectamente tu mal carácter, y así ya no le entristecerás más. De hecho por la
recompensa de tantos padecimientos suyos, en adelante amarle y servirle perfectamente,
esto es una cosa que no se puede hacer sin este divino y santo odio espiritual de tus
pecados.

3) Expulsar de tu interior cada inclinación mala y mal hábito, por muy pequeños que sean.

4) Luchar con toda tu fuerza a imitar las virtudes de tu redentor, que ha padecido no solo
para sanarnos y salvarnos de nuestros pecados, sino también para darnos con su ejemplo
a seguir sus divinas huellas. “Pues también Cristo sufrió por vosotros, y os dejó ejemplo
para que sigáis sus pasos” (1 Ped 2,21).

Y aquí te muestro una forma de estudio que utilizarás para imitar las virtudes del Señor y
manifestarlas, como se refiere: “para anunciar las grandezas del que os ha llamado de las
tinieblas a su maravillosa luz increada” (1 Ped 2,9).

Para adquirir, pues, la virtud del no tener resentimiento y no tener odio y rencor hacia tus
enemigos, sino quererlos, tienes que perdonarlos y orar por ellos con toda tu psique-alma
a Dios para que él los perdone, incluso si te han insultado, perjudicado, y tu vida ha
peligrado hasta la muerte, entonces mira una vez a tu Señor ensangrentado clavado
encima de la cruz. Observadle cómo con la corona de espinas en su cabeza, con rostro
humillado y con los labios secos, clama y ruega al Padre: “Padre perdónales” (Lc 23,24), ¡a
pesar de que podía dar la orden a la tierra que les tragase inmediatamente! ¡Pues, de esto
pensad lo siguiente: Si Él, Soberano y Omnipotente perdonó el pecado de los asesinos
mortales tan grandes, qué cosa importante es, si tú que no eres nadie, si tú sucio e ínfimo
gusano de la tierra, imitas aquel y perdones tus enemigos con tu corazón!

Para que adquieras la virtud de la obediencia a tus padres espirituales y tengas humildad
en tu corazón, piensa a éste Logos del Padre pre-eterno y consubstancial, que sólo con un
guiño creó todo, cómo se hizo obediente a la voluntad paternal y tan humilde, de modo
que aceptó la muerte, y de hecho muerte en la cruz, como dijo Pablo: “y, en su condición
de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de
cruz” (Fil 2,8). Con la palabra cruz muestra la muerte más deshonrada, injusta y maldita,
que ha recibido el Señor- “Aquel que es colgado es maldito de Dios” (Deut 21,23). Tipo de
muerte que jamás ha recibido hombre en la historia del mundo.

120
Y en breve, fíjate a las deshonras que sufrió en los siguientes acontecimientos: ¡Es
traicionado por un discípulo suyo; otro le niega; el resto de los discípulos y los apóstoles se
marchan y le abandonan sólo! Estas cosas fueron para nuestro Señor los motivos de una
gran deshonra. Porque todo el mundo hablaba contra él, es decir, que era un hombre de
mal carácter, de modo que el mismo discípulo suyo le odió por sus maldades y le
traicionó; y el otro le negó como falso y mentiroso. Y después todo el resto de discípulos,
porque no amaban con agapi verdadera, sino hipócritamente, después le odiaron, le
abandonaron y se marcharon. ¡De pie delante muchos y distintos criterios de Annás, del
Caifás, del Pilatos y de Herodes! ¡El archiladrón Barrabás es considerado mejor que Jesús y
es preferido por el pueblo, y todas estas cosas son una gran deshonra! ¡Es burlado por
Herodes, puesto que le vistió con la vestimenta brillante de púrpura y está acompañado
por el ejército real. ¡Es burlado por Pilatos con la vestimenta de púrpura, con la corona de
espinas y con la caña en la mano derecha es reverenciado supuestamente como rey falso!
¡Es escupido! ¡Es tapado su rostro y así es azotado y recibe golpes. Cada uno ve lo
desastrosas y deshonrosas que son todas estas cosas. ¡Levanta la cruz solo en sus
hombros, pero con clavos y corre en medio de Jerusalén al lugar llamado Cráneo! Es
desnudado y crucificado como ladrón con los ladrones, no sin clavos (94), sino con clavos
para que crean aquellos que le estarán viendo de que era un hombre matón, maligno y
desertor y provocador de rebeliones! ¡Es burlado encima de la cruz en Jerusalén, siendo
realmente una ciudad con mucha gente que entonces puede ser que tuviera más de dos
millones de habitantes! Frente a estos como si se hiciese un teatro, le pusieron el título de
rey en tres lenguas (95) escrito encima de la cruz, y en vez de darle agua por su sed le
dieron vinagre. No terminaron aquí las deshonras. ¡Después de su muerte recibe la lanza
en su costilla, se proclama como falso y engañoso, su Sepulcro se sella supuestamente
para que no sea robado! Por supuesto que podría quedarse sin ser sepultado por aquellos
hombres sin piedad, si el bendito José de Arimatea no le compadecía y no se atreviese
pedir pera enterrarlo.

La crucifixión con clavos era costumbre Romana y no para todas las personas, sino para los
más condenados y malhechores, como se ve por la decisión de Pilato contra Cristo. Por
eso muchos tienen la opinión de que los dos ladrones no fueron crucificados con clavos
como Jesús, sino que fueron atados con cuerdas.

El título fue escrito en tres lenguas, romana, hebrea y helena, que supuestamente Jesús
era apóstata o desertor del reino y quiso sólo por sí mismo hacerse rey.

Ahora bien, que te avergüences tú también hermano mío, y no te enorgullezcas más, en


general no dejes pasar ni el más mínimo y fino pensamiento y entre en tu psique-alma,
pensando en la tan grande humildad de tu Dios.

121
De todas formas para que adquieras la virtud de la paciencia e imites a Cristo piensa:

1) Que la psique-alma de Cristo teniendo toda su atención al Dios Logos, estaba


sorprendida cuando veía aquella grandeza incomprensible e infinita, ante la cual todas las
cosas del mundo son como un cero, sufrir encima de la tierra tantas y tantas deshonras
para el hombre, por el cual no ha recibido más que insultos e infidelidades. Porque las
deshonras e insultos que provocó el hombre a la humanidad de Cristo, las hizo a este
mismo Dios Logos con el cual estaba unido en hipostasis (en base substancial).

2) Piensa que el Dios y Padre quiso e instó la psique de Jesús Cristo, es decir, de su Hijo, a
sufrir para nosotros semejantes pazos; es decir, golpes, azotes, blasfemias, pinchos y
muerte en la cruz, manifestando en ella de que le gusta verla llena de todo tipo de
sufrimientos y vergüenzas.

3) Piensa que viendo con su iluminadísimo nus, cuánto gustado es esto a Dios y amando
con absoluta agapi su divina grandeza, apenas recibiendo la llamada a padecer para
nuestra agapi y para nuestro ejemplo, aceptó con alegría y quiso con ánimo obedecer a su
santa voluntad; ¡y quién puede pasar con su pensamiento dentro de aquellos profundos
deseos que tenía para esto aquella psique, la más bondadosa y pura de todas! (96). Ella se
encontraba allí como si estuviese en un laberinto de fatigas, buscando siempre y no
encontraba nuevas maneras y nuevos caminos de pazos-padecimientos. Y por eso entregó
libremente todo el sí mismo y sus carnes inocentes en el matadero y a la destrucción de
los hombres ilegales y a las fuerzas del hades, para que hagan aquello que quieran.

Igual que del humo conocemos el fuego, así también de algunos signos exteriores
podemos entender humildemente el fuego interior del inmensurable deseo que tenía el
Señor para padecer; estos signos en breve resumen son: cuando controló a Pedro y le
llamó Satanás, porque le impedía viajar a Jerusalén para que no padeciera: “!Quítate de
delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios,
sino en las de los hombres” (Mt 16,23); por su excesiva tristeza antes del pazos-pasión, es
decir, cuándo vendría la hora para padecer; porque esto significa lo “de un bautismo
tengo que ser bautizado; y !cómo me angustio y desespero hasta que se cumpla!“ (Lc
12,50); lo de llamar el pazos y la muerte, cáliz o copa, según san Teofilacto, muestra la
alegría, el placer y la fiesta que tienen los que beben vino. “la copa que el Padre me ha
dado, ¿no la he de beber?” (Jn 18,11); lo de correr a medianoche pasando por el torrente
de Cedros y se ocupe de venir al jardín, al cual Judas conocía y que muestre con esto que
voluntariamente viene al pazos-pasión, como interpreta san Juan el Crisóstomo. Allí había
un jardín donde entró Jesús y sus discípulos. Este lugar también lo conocía Judas (Jn 18,1-
2); el que salga sólo y diga a los soldados “yo soy” (Jn 18,5) para que le capten, tal como
interpreta también Salomón en el cantar, la pasión voluntaria del Señor y dijo: “Me iré al

122
monte de la mirra” (4,6), es decir, el de la muerte y de la necrosis, porque así se convirtió
el monte Gólgota, según interpretan san Máximo, san Nilo y san Gregorio de Nicea. El que
sus ojos estén alegres cuando estaba colgado en la cruz, según lo que dijo Jacob: “Sus ojos
están alegres del vino” (Gen 48,12), según interpreta san Cirilo. La infinita agapi y deseo
que tenía el Cristo en estar padeciendo y muriendo siempre para nosotros, con manera
especial y énfasis nos lo indican estas dos cosas:

a) la entrega de los divinos misterios (sacramentos), en los cuales el Cristo mistéricamente


o sacramentalmente y espiritualmente siempre muere y padece, pero también resucita;

b) la historia que refiere san Dionisio Areopagita en su carta a Teófilo; dice que el apóstol
Carpo estando en Creta, se entristecía y rogaba a Dios a infernar a un hombre impío, infiel
e irrespetuoso que había conducido a un cristiano al engaño y a la impiedad. Allí pues, que
estaba rogando, bajó el Señor con multitud de ángeles y cuando le extendió la mano
derecha, le dijo que le pegara; porque a pesar que los hombres le pegan y se infiernan, él
está preparado a morir para la salvación de los hombres muchas veces; “pégame, pues,
porque otra vez estoy preparado a morir para los hombres que de nuevo quieren salvarse,
y esto es muy amado de mí…”

4) Después de todo esto mira a tu Jesús que con ojos caritativos y serenos gira hacia ti y
dice: “¡He aquí hijo mío, que tú al no haber querido resistir un poco a tus pazos, dónde me
han llevado tus deseos caóticos y perversos, mira cuánto sufro para tu agapi y con cuánta
alegría, para darte ejemplo de verdadera paciencia! Te ruego, pues, hijo mío, por todos
mis dolores que tú también voluntariamente aguantes tu cruz y cualquier otra cosa que yo
quiero, dejándote en las manos de aquellos hombres que te persiguen, por los cuales yo
recompensaré según tu honor y según tu cuerpo. ¡Ojalá que conocieras cuánto me
alegraría por esto! ¡Y esto lo puedes ver en estas heridas mías, las que he aceptado y
recibido con excesiva alegría, como cosas preciosas y amadas para adornar con virtudes
preciosas tu pobre psique, que es amada de mí tanto que no lo puedes comprender! Y si
yo he sufrido para ti tantos pazos, ¿por qué tú querida psique, novia mía, no quieras sufrir
algo para sanar y endulzar las heridas que me ha provocado tu desesperación y me ha
producido mayor amargura que mis propias heridas?

5) ¡Piensa bien quién es aquel que habla junto a ti de esta manera y verás que es Éste Rey
de la Doxa (gloria luz increada), Cristo verdadero Dios y hombre perfecto! ¡Piensa la
magnitud de los tormentos, fatigas e insultos que no merecía ni siguiera el peor ladrón del
mundo! ¡Mira al Señor estando de pie entre tantas fatigas, no sólo inamovible y con
admirable paciencia, sino alegrarse como si estuviese en sus bodas! ¡Y cómo con poca
agua enciende más el fuego, así con el aumento de las fatigas que eran pequeñas delante
de la rica agapi suya, sobraba más y más la alegría y el deseo de sufrir aún mayores!

123
6) Después piensa la razón o motivo por lo que el caritativo Señor sufrió todo esto, no sin
su voluntad, sino voluntariamente por la agapi-amor hacia ti; pues, era para que te
ejercites tú también imitando a él en la virtud y en la paciencia, para que pases a través de
aquello que él quiere de ti y de la alegría que te dará, si luchas para esta virtud, para que
aguantes tu cruz no sólo con paciencia, sino con ardiente agapi y alegría, y así en cada
tristeza, dolor y sufrimiento imitarás mejor a tu Dios, así le agradarás y más le harás
reposar. Así poniendo delante de tus ojos las vergüenzas y las amarguras que saboreó el
Señor para ti y su paciencia y fortaleza, debes sentirte vergüenza y repugnancia por todos
tus dolores, sufrimientos y aflicciones en comparación con aquellos del Señor, y toda tu
paciencia en comparación con aquella paciencia no es verdadera sino una sombra de
paciencia; y que te asustes si aún existe en tu corazón un pequeño loyismós de no querer
sufrir por la agapi-amor de tu Señor.

Este Señor crucificado, hijo mío, es el libro que te entrego para que estudies a
continuación, del cual puedes aprender y tener la imagen de cada virtud.

Porque él, al ser el libro de la vida, no sólo enseña al nus con palabras, sino que con
ejemplo vivo calienta la voluntad. El mundo está lleno de libros. Pero a pesar de esto, no
pueden todos estos libros juntos a enseñarte la manera y forma que podrás lograr todas
las virtudes, tal y como te enseña Jesús.

Hijo mío, en él, al crucificado, te aconsejo que recurras y con lágrimas en los ojos besarle y
con calor abrazarle cada vez que te muerdan las serpientes espirituales de las tentaciones
demoníacas y humanas; y seguro que serás curado de tus heridas, igual que una vez los
hebreos se curaban de las mordeduras de verdaderas serpientes, cuando veían sobre la
madera que estaba colgada la serpiente de bronce, que pre-tipificaba a nuestro Señor, tal
y como decía el mismo: “Tal y como Moisés en el desierto colgó alto la serpiente de cobre
para que la vean con fe los Israelitas y sean salvados del veneno mortal de las serpientes
del desierto, así, según el sabio plan de Dios, es necesario que sea colgado también
encima de la cruz el hijo del hombre; para que todo aquel que en él cree, gane y tenga la
vida eterna; y no sea condenado a la perdición eterna.” (Jn 3,14).

Sepas también esto hijo mío, aquellos que gastan muchas horas llorando por cada pazos
de nuestro Señor y meditan la paciencia y después en las desgracias, las enfermedades, las
pruebas, las deshonras y los insultos que les suceden son impacientes, pues, ellos se
parecen a los soldados cobardes del mundo, que antes de empezar el combate, bajo de
sus tiendas prometen grandes cosas, luchan y ganan por sí solos; pero cuando aparezcan
los enemigos, abandonan las armas y huyen. ¿Qué cosa puede ser más estúpida y digno
de desprecio y burla que uno medite sobre las virtudes del Señor y amarlas y después

124
olvidarlas totalmente o no valorarlas cuando venga el tiempo de práctica o ejercicio? Fin
de la 1ª parte.

San Nicodemo el Aghiorita


Doxa-gloria y gracias a Dios hemos terminado la primera parte, continuamos a la segunda.
Traducido por: χΧ jJ

125
SEGUNDA PARTE

Capítulo B.1: El santísimo misterio de la Divina Efjaristía Eucaristía.

Añadido por el traductor, del gran léxico Alfa Omega: Εὐχαριστία, Θεία (Efjaristía Zía)
Eucaristía divina, divina Comunión, ef-jaris=buena jaris. Uno de los siete Misterios de
nuestra Iglesia, el más importante que se celebra durante la Divina Liturgia. Los puntos
visibles son: el pan (con levadura) y el vino. En la celebración del Misterio con la Epíclisis
(imploración) del sacerdote el Pan y el Vino se transforman en Cuerpo y Sangre de Cristo.
Este “cambio” no tiene sentido físico-químico, es decir, no se hace desnaturalización
(percepción romanocatólica), sino “metabole, transubstanciación”, o sea, cambio
espiritual y superlógico o lógica divina del Pan y el Vino en Cuerpo y Sangre de Cristo, sin
que se cambie la sustancia del Pan, etc., por razones de Economía divina para que sean
sensibles por el hombre.

Hasta aquí querido lector, como has visto te he ofrecido cuatro armas que te son
imprescindibles en esta guerra para poder vencer a tus enemigos; es decir, a) no te fíes de
ti mismo, b) tener confianza y esperanza sólo en Dios, c) luchar y d) orar. Ahora te indico
uno más. Este es el santísimo misterio de la Divina Εὐχαριστία Efjaristía Eucaristía. Debido
a que este misterio es superior a todos los demás, igualmente es un arma superior de
todas las demás armas. Las cuatro armas que hemos dicho, toman la potencia y energía de
los salarios dignos y de la jaris (gracia, energía increada) que nos ha concedido la sangre
de Cristo. Pero esta arma es la misma Sangre y Cuerpo, con la psique y la Deidad de Cristo.
Con ellas se hace la guerra contra los enemigos con la fuerza de Cristo. Pero con esta arma
nosotros luchamos contra los enemigos junto con Cristo y Cristo lucha con nosotros.
Porque el que come el cuerpo de Cristo y bebe su Sangre, queda con Cristo y Cristo con él.
“Cada uno que come mi sarx (cuerpo) y bebe mi sangre, se une conmigo en un cuerpo
espiritual, de modo que éste permanece dentro de mí y yo en su interior y se convierte en
templo mío” (Jn 6,56).

Por eso también nosotros si vencemos al enemigo, le vencemos con la fuerza de la sangre
de él, como se refiere en el libro del Apocalipsis: “Han vencido con la sangre del Cordero”
(12,11).

Y como este misterio es el más santo y divino, y que esta arma o más bien el mismo Cristo
que se encuentra dentro de este misterio, se puede realizar de dos maneras; es decir, uno
que lo reciba mistéricamente o sacramentalmente, o sea, con devoción, muy a menudo y
las veces que pueda, (por su puesto si no tiene algún impedimento de su guía Espiritual)
con la preparación adecuada, es decir, contrición, quebrantamiento del corazón,

126
confesión y ayuno según sus fuerzas; y uno debe recibirlo también mental y
espiritualmente en cada momento y hora; por eso tú también no te detengas en recibirlo
con la segunda manera muchas veces, y cuando puedas, de acuerdo con la primera forma
que describimos más abajo.

Capítulo B.2: Cómo uno debe recibir y aceptar el divino Misterio de la Divina Efjaristía,
es decir, cómo debe recibir y aceptar a Cristo sacramental o mistéricamente.

En muchos casos podemos acercarnos a este divino misterio, el cual para conseguirlo y
tener éxito, debemos hacer varias cosas que están divididas en tres períodos: Antes,
durante y después de la divina Comunión o Eucaristía. Antes de la Comunión debemos
“catartizarnos”, limpiarnos, purgarnos con el misterio de la Metania (divino psicoanálisis,
introspección y arrepentimiento) y Confesión, tanto de la infección o contaminación del
pecado mortal o no mortal que hemos cometido y cumplir con el canon que nos dará el
guía Espiritual. Y con la disposición y ánimo de todo nuestro corazón, entregarnos
enteramente con toda nuestra psique-alma, con toda nuestra voluntad y con todas
nuestras fuerzas a Cristo y en lo que a él gusta. Porque el Mismo en este misterio nos da
su Cuerpo y Sangre con la psique, la Deidad y con sus dignos salarios. Y pensando que
nuestro regalo, en comparación con el suyo, es pequeño y casi nulo, debemos desear
tener un regalo tan grande como nunca le han ofrecido todas las creaciones humanas y
celestes, para que podamos entregarlo a su divina Majestuosidad.

Por eso, pues, cuando quieras recibir este Misterio, para que sean destruidos tus propios
enemigos y los suyos, antes de comulgar, empieza desde la víspera o incluso antes, pensar
cuánto desea el Hijo de Dios que le concedas tú con este Misterio un lugar en tu corazón
para unirse contigo y ayudarte a vencer cada pazos, pasión y vicio maligno tuyo.

Este deseo del Señor es tan grande e inmensurable que el nus creado del hombre no
puede entender y llegar a su altura y grandeza. Pero tú para que puedas hacerlo caber de
alguna manera en tu nus, debes poner en tu nus y mente dos cosas: Una es el
inexpresable deseo que tiene el Hijo de Dios en encontrarse en nuestro interior. Porque
esta unión con los hombres la llama júbilo, alegría y felicidad suya. “Mi alegría y felicidad
está con los hijos de los hombres”. La otra cosa es pensar bien que Dios odia mucho el
pecado que es contrario a sus divinas perfecciones, porque este es la causa en que Dios se
une con nosotros, cosa que lo desea mucho. Porque el Dios siendo por naturaleza bien
absoluto, luz pura increada y belleza infinita, no puede hacer otra cosa que por naturaleza
odiar y asquearse del pecado innumerables veces, el cual no es otra cosa que el absoluto
mal, oscuridad, falta e insoportable fealdad en nuestras psiques. Y este odio de Dios
contra el pecado es tan grande y fuerte, de modo que para su destrucción mandó y se
hicieron todas las obras del Antiguo y Nuevo Testamento y sobre todo aquellas obras del

127
Santísimo Pazos-Pasión de su Hijo. Por eso dicen algunos teólogos y maestros que el Dios
para extinguir de nosotros toda falta y culpa, incluso la más mínima, está preparado a
entregarse si fuera necesario también de nuevo en millares de muertes.

Pues, de estos estudios y pensamientos, aunque sea en un grado pequeño, entiendes la


magnitud del deseo que tiene el Dios en introducirse en tu corazón para vencer
totalmente los enemigos tuyos y suyos, encenderás en tu corazón un deseo vivo de
recibirle y llevar en tu interior este resultado. Y así mientras te llenes de valor,
envalentado y animado de la esperanza de que el capitán celeste Jesús vendrá a habitar
en tu interior, llama fuertemente muchas veces en guerra aquel pazos que quieres vencer
y abátelo con dobles y triples deseos y ganas, odiando y proyectando las praxis de virtud
contrarias hacia aquel pazos. Así harás durante la víspera.

Por otro lado, por la mañana, un poquito antes de la Divina Comunión, echa una ojeada
breve en tu interior para ver los errores que has cometido desde el tiempo que has
comulgado hasta ahora, los que hiciste sin temor como si el Dios no existiera para verte y
juzgarte, ni ha sufrido para ti los pazos-padecimientos encima de la cruz. Porque tú has
preferido tus detestables y nimios deseos y no la voluntad y el honor de Dios. Y pensando
así con mucha vergüenza y con temor sagrado, sentirás vergüenza por tu ingratitud y tu
indignidad. Pero otra vez pensando después de esto de que el inmensurable abismo de la
bondad de tu Dios te llama y te invita a sus Misterios para sacarte del abismo de tu
ingratitud y de tu poca fe, acércate en él con ánimo y valor y regálale el espacio ancho de
tu corazón, para que se convierta en tu Soberano y Dominador. ¿Cómo y de qué manera?
Cuando expulses del interior de tu corazón todo ánimo, disposición y amor a las
creaciones, cerrándolo para que no entre algún otro sino solamente tu Dios.

Y cuando comulgues entra inmediatamente en los lugares ocultos de tu corazón


reverenciando primero al Señor con toda humildad y devoción y háblale espiritualmente
de esta manera: “Señor, tú ves mi único bien, qué fácil yo te perjudico y cuánta fuerza
tiene contra mí este pazos que me combate, sólo no tengo la fuerza de liberarme. Por eso
esta guerra principalmente es tuya y sólo de ti espero la victoria, a pesar de que es
necesario que yo también guerree y luche”.

Después de todo esto, gira tu nus hacia al Padre celeste y también hacia su bendito Hijo
en agradecimiento por tu victoria, porque él te ha dado los Misterios y que ya los
contienes en tu corazón. Y combatiendo valientemente contra el pazos aquel que te
domina, espera con fe la victoria de Dios. Y en ningún caso te privará de la victoria, si tú
hicieses lo que pudieras, incluso si el Dios tarda en dártela.

128
Capítulo B.3: Cómo debemos prepararnos para la comunión o divina efjaristía para que
seamos incitados y estimulados a la agapi de Dios.

Para que seas estimulado a este misterio de la agapi hacia Dios, reflexionarás con tu
pensamiento sobre la agapi (amor, energía increada) que tiene el Dios hacia ti; piensa
desde la noche anterior que aquel Dios Pantocrator y Grande, no sólo te ha creado a
imagen y semejanza y que ha mandado en la tierra Su Hijo Unigénito a caminar treinta y
tres años para buscarte y sufrir los pazos-padecimientos duros y la muerte torturadora de
la cruz para sacarte y redimirte de las manos del diablo; sino que en este divino Misterio
quiso dejártelo como alimento tuyo siempre que lo necesites. Piensa bien, hijo mío, las
incomprensibles grandezas y bellezas de esta agapi que en todo es muy perfecta y
extraordinaria.

1) ¡Porque si pensamos que el Dios nos ha amado eterna e incondicionalmente, y


mientras él es eterno sobre su Deidad, tanto más eterna es su agapi (amor, energía
increada), con la que antes de los siglos decidió a darnos su Hijo de esta manera
admirable! Por eso deleitando interiormente, puedes decir lo siguiente con alegría
espiritual: “En aquel abismo de la eternidad estaba mi pequeñez, tan calculada y amada
del absoluto Dios y de tal manera que él con la voluntad de su inefable agapi pensaba para
mí y deseaba darme para alimento Su Hijo Unigénito”.

2) Todas las demás ágapes-amores del mundo, por muy grandes que sean, tienen límite y
medida y no se pueden extender más. Pero sólo esta agapi (amor, energía increada) de
Dios hacia nosotros es sin medida e increada. Por eso el Dios queriendo que se sanara
totalmente el hombre, ha dado su Hijo, igual de infinito y grandeza que él y de la una y
misma esencia y naturaleza. Por eso es tan grande su agapi como también su carisma, y
viceversa, tan grande el carisma como la agapi. Lo uno y lo otro son tan grandes e
increados que mayor magnitud no puede imaginar ningún creado nus y mente humana.

3) Dios no fue promovido de ninguna necesidad para amarnos, sino sólo de su bondad
natural y de su gran agapi hacia nosotros, que no podemos entenderla, porque es infinita
e increada.

4) Tampoco alguna obra u otra praxis nuestra pudo preceder, para que el infinito Dios nos
muestre una agapi de este tipo para nuestra fatiga. Pero sólo a causa de su libertad, se
nos fue dada enteramente a nosotros que somos sus creaciones e indignos totalmente.

5) Si piensas bien la pureza de esta agapi, verás que no es como las ágapes del mundo
mezcladas con algún beneficio personal. Porque el Dios no tiene necesidad de nuestras
bondades y bienes. Porque él solo por sí mismo está muy feliz, bienaventurado y gloriado.

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¡Así que, utiliza su inexpresable e increada agapi y bondad hacia nosotros, no para
beneficio suyo sino para beneficio nuestro!

Meditando bien estas cosas, te dirás a ti mismo: “¿Cómo se hace esto que un Dios
Altísimo ponga su corazón en una creación tan baja? ¿Rey de la Doxa (gloria, luz increada),
qué quieres y qué esperas de mí que no soy otra cosa más que un poco de polvo de la
tierra? Dios mío, veo bien que en la luz increada de tu agapi, que es como fuego, me lo
muestra ya claramente tu agapi hacia mí que es sin dolo, ni engaño. Porque te entregas a
mí como alimento y bebida sólo con el fin que yo me transforme y convierta como tú, no
porque tienes necesidad de mí, sino que viviendo tú en mí y yo en ti, podré hacerme a
través de tu unión amorosa como tú mismo; y de la unión de mi corazón terrenal y del
tuyo celeste, se convierta en mi interior un corazón espiritual y divino”.

De este tipo de pensamientos, loyismí, pues, tú debes llenarte de alegría y sorpresa,


viéndote a ti mismo haber sido tan honrado y amado de Dios; y conociendo que Él con su
omnipotente agapi no pide ni quiere algo de ti, sino sólo atraer toda tu agapi hacia su sí
mismo y separarte como el primero de todas las creaciones; y después también de ti
mismo, porque eres creación, para que te ofrezcas a ti mismo enteramente a Dios como
sacrificio; y que a partir de aquí estimule tu nus hacia su única agapi y su divina voluntad; y
que gobierne él todos tus sentidos, tu voluntad y la memoria. Y viendo después de esto
que otra cosa no puede provocar en ti semejantes resultados divinos como el santísimo
Misterio de la Divina Efjaristía (eucaristía), entonces abre tu corazón con las siguientes
inspiraciones amorosas y cariñosas diciendo sobre esto:

«¡Oh alimento celeste, cuándo vendrá aquella hora que yo me sacrificaré entero para ti,
con aquel fuego de la agapi (amor energía increada) tuya; oh Dios, cuánto viviré sólo de ti
y para ti y únicamente para ti; oh Vida bella, agradable, eterna y maná celeste, cuándo yo
repulsaré toda comida terrenal y desearé ser alimentado únicamente de ti! Oh Señor mío,
encantador y omnipotente, libera este miserable corazón mío de todo apego y pazos
maligno. Adórnalo con tus divinas virtudes con el verdadero fin en que yo pueda hacer
cualquier cosa para que yo sea gustado por ti. De esta manera vendré para abrirte mi
corazón. Señor mío, quiero agradecerte y rogarte a que te introduzcas en mi corazón,
dentro del cual sin resistencia traerás los resultados que siempre deseas».

En estas intenciones y disposiciones amorosas puedes estar ejercitándote desde la víspera


y por la mañana para la preparación de la divina Comunión o Efjaristía. Después, cuando
se aproxime el tiempo, piensa quién es aquel que tienes para vivir, es decir, ¡aquel es el
Hijo de Dios, que tiene majestuosidad que no podemos entenderla, ante la cual tiemplan
los cielos y todos los poderes! ¡Que es Santo de los Santos, el espejo más limpio! ¡La
pureza que no es posible ser comprendida, con la que en analogía no hay ninguna

130
creación pura! ¡Y que es Aquel que, como un gusano de la tierra, quiso para tu propia
agapi ser despreciado, burlado y crucificado por la maldad y la ilegalidad del mundo!

Y que es Dios, al que en Sus manos se encuentra la vida y la muerte de todo el mundo. Y
tú que tratas de comulgar con él eres todo lo contrario, un nada, un cero y a causa de tu
maldad te has convertido peor que la nada y peor que toda creación sucia; sólo eres digno
de avergonzarte y ser burlado por los entenebrecidos demonios; y que tú en vez de
agradecerle por sus innumerables beneficencias, has despreciado con tus fantasías,
ilusiones y apetitos su preciosa Sangre. Pero Él, a pesar de todo esto, a causa de su eterna
agapi e inalterable bondad, te llama y te invita en su Cena divina. Y algunas veces
amenazándote con la muerte te presiona diciéndote: “Amín, amín, de verdad en verdad
os digo que, si no coméis la sarx (cuerpo y carne) del hijo del hombre y no bebéis su
sangre, a través del misterio de la divina Efjaristía, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6,53).
¡Y no te cierra la puerta de su caridad, ni te gira sus espaldas divinas, aunque por tu propia
naturaleza tú estás lleno de la lepra del pecado, cojo, ciego, endemoniado y esclavizado
en los pazos (pasiones, emociones y vicios) de la infamia y de la deshonra!

Sólo esto pide de ti: 1) que sientas dolor de corazón por las calamidades que le has
provocado. 2) que odies más que nada el pecado, pequeño o grande; 3) que te ofrezcas a
ti mismo enteramente y te entregues con buena disposición y amor de corazón siempre
en su voluntad y en su obediencia para cada cosa; 4) que tengas esperanza y fe firme de
que él te perdonará, te sanará, te purgará y te protegerá de todos tus enemigos.

Y cuando ya te has consolidado de esta inexpresable agapi (amor, energía increada) de


Dios, irás a la Divina Comunión con un temor sagrado, un temor que produce la agapi-
amor desinteresado diciendo: “Señor mío, yo no soy digno de recibirte, porque tantas y
tantas veces que yo te he entristecido, aún no he llorado como es debido por hacerte
esto. Señor mío, yo no soy digno de recibirte, porque aún no me he entregado con
sinceridad en tu agapi, en tu voluntad y en tu obediencia. Oh Dios mío, Todopoderoso e
infinitamente bondadoso, hazme digno de acogerte con esta fe firme”.

Y una vez que hayas comulgado, inmediatamente enciérrate en la parte oculta de tu


corazón y olvidando toda cosa creada habla a tu Dios de esta manera: “Oh Altísimo Rey
del cielo, qué es lo que te ha traído en mi corazón, en mi que soy pobre, ciego, miserable y
desnudo (espiritualmente)?” Y él te contestará: “La agapi”. Y de nuevo: “¡Oh agapi
increada! ¡Oh agapi dulce! ¿Qué quieres de mí?”. Y él te responderá diciéndote: «No
quiero nada sino sólo la agapi. No quiero que se encienda otro fuego en el altar de tu
corazón y en todas tus obras, sino sólo el fuego de mi agapi, para quemar toda otra agapi
y toda tu voluntad personal me la entregues en olor de fragancia. Esto he pedido y esto
pido siempre de ti. Porque yo deseo ser todo tuyo y tú todo mío propio, cosa que no se

131
realizará nunca si permaneces apegado en la agapi de ti mismo, en tu propia opinión, en
toda ilusión tuya y en el honor del mundo. Te pido el odio y el aborrecimiento de ti mismo
para entregarte mi agapi. Pido tu corazón unirse con el mío, porque por esta razón se me
fue abierto con la espada encima de la cruz. Y te pido a ti entero, para que yo sea
enteramente tuyo. Tú ves que yo soy de un valor incomparable, sin embargo me convierto
tanto, lo que tú vales. Hijo mío, muy amado, yo quiero que no quieras otra cosa, ni
escuches nada más que a mí y mi voluntad, para que yo quiera toda cosa para ti, pensar
para ti, escucharte, obedecerte y verte metamorfoseado, convertido, y así en mí no
sentirás el vacío y serás lleno de contenido y muy feliz y bienaventurado, y yo seré de ti
muy feliz y agradecido».

Ocúpate diariamente en aumentar y hacer sobrar en tu psique-alma la fe en este


Santísimo Misterio de la Efjaristía o Comunión y no ceses nunca de admirar este inefable
Misterio y alegrarte pensando cómo se ve el Dios bajo de aquellas humildes especies de
pan y vino, para hacerte más divino, más digno y feliz. Según el logos del Señor: «Porque
me has visto, has creído, a partir de ahora en los siglos de los siglos, bienaventurados y
felices los que creen sin haberme visto. Y creerán así las futuras generaciones de mi
Iglesia» (Jn 20,29). No desees que te aparezca Dios en esta vida bajo otro tipo de
manifestación o aparición, sino sólo de esta forma con los Misterios. Intenta incitar tu
voluntad a este Misterio y diariamente seas mejor y más dispuesto a realizar la voluntad
de Dios en todas las cosas. Y siempre, cuando con este Misterio te ofreces a Dios, es decir,
cuando comulgas, debes estar dispuesto y preparado a padecer por su agapi todas las
fatigas, tormentos, dolores, sufrimientos y los desprecios que te sucederán y toda
enfermedad física o corporal (97).

San Basilio el Grande apunta un otro deber para los que comulgan. Porque los que
comulgan con la Comunión anuncian la muerte del Señor, como dice san Pablo: «Así,
pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que él venga» (1Cor 11,26). Y la muerte del Señor se hizo para todos
aquellos que comulgan y para todos los hombres en general según otra vez el apóstol
Pablo: “que si uno murió por todos, luego todos murieron, y por todos murió” (2Cor 5,15).

Pues, los que comulgan, deben para la agapi, la fe y los mandamientos de Dios mostrar
obediencia hasta la muerte y que no vivan ya al mundo del pecado y en sí mismos, sino
sólo en Dios, comulgando en él que por ellos ha muerto y resucitado, según dice otra vez
Pablo: “y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que
murió y resucitó por ellos” (2Cor 5,15). Y esto dice san Basilio es un dogma que se ha
entregado de Pablo.

132
Por último, ofrecerás al Padre Celeste su Hijo, primero para su agrado y después para tus
necesidades, para toda la santa Iglesia, para todos tus parientes, para todos aquellos a los
que estás en deuda y para las psiques-almas que han dormido. Y esta oferta la harás en
recuerdo y unión de aquella misma oferta, con la que el Hijo de Dios se ofreció a sí mismo,
es decir, cuando él estaba todo manchado de sangres y colgado encima de la cruz, se
ofreció al Padre. Y de esta manera puedes ofrecerle todos tus sacrificios, es decir, las
celebraciones, los oficios y las oraciones, que se hacen aquel día en la santa Iglesia.

Capítulo B.4: La Comunión Espiritual y mental, es decir, como se comulga y se conecta


con el nus espiritual y mentalmente con el Cristo.

Kοινωνία (kinonía) comunión, conexión y unión con Cristo y la energía increada de Dios
Trinitario.

Νούς Nus espíritu y energía perceptiva del corazón psicosomático-espiritual de la psique-


alma, (siendo corazón esencia, nus energía, percepción interior y atención y psique
naturaleza espiritual humana que contiene el nus (corazón) y el logos).

Aunque mistéricamente o sacramentalmente no podemos recibir a nuestro Señor más


que una vez al día, en cambio espiritualmente con el nus (nuestro espíritu del corazón) y
mentalmente podemos estar recibiéndole cada momento y cada hora mediante el trabajo
de todas las virtudes, aplicación de los logos (mandamientos) y especialmente con la
divina oración sobre todo con la oración monologa del corazón o de Jesús (99).

Porque todas las demás virtudes con la similitud que tienen hacia el Dios hacen al hombre
virtuoso capaz de unirse con el Dios, pero no le unen. En cambio la oración Noerá o del
Corazón o de Jesús tiene este tipo de fuerza y energía de unir con el Dios (ver también el
capítulo 45). Y de una manera todas las demás virtudes se asemejan con los instrumentos
que ajustan y enderezan dos planchas, mientras que la oración se asimila con el
pegamento que une las dos planchas enderezadas. Por eso también san Gregorio Palamás
el gran obispo de Salónica dijo que: “la fuerza de la oración oficia la elevación y unión del
hombre con el Dios, porque es un lazo entre las creaciones lógicas y el Creador” (Filocalía).

También como el Señor se encuentra oculto dentro en sus santos mandamientos y logos,
y aquel que hace una virtud o realiza un mandamiento, recibe inmediatamente en el
interior de su psique-alma también al Señor que está escondido en estos, el cual ha
prometido que habitará junto con su Padre en el interior de aquel que aplicará y guardará
sus logos (mandamientos), diciendo: «El que me ama, aplicará y cumplirá la enseñanza de
mi logos, y mi Padre lo amará y vendremos a él y en él nos alojaremos permanentemente,
metamorfoseando, convirtiendo su corazón y su cuerpo en templo vivificado del Dios
vivo» (Jn 14,23) (100).

133
100 De este versículo san Máximo el Confesor concluye que aquel que trabaja y aplica los
logos (mandamientos) del Señor, no recibe sólo al Señor en su psique-alma, sino junto con
él al Padre que está junto e inseparable del Espíritu Santo. Recibe en su interior toda la
Santa Trinidad y se convierte su casa.

Esta κοινωνία (kinonía) comunión, conexión y unión no puede quitarla o desconectarla de


nosotros ninguna creación, sino sólo nuestra indiferencia o cualquier otro error nuestro. Y
algunas veces esta Comunión es tan fructífera y tan agradable a Dios, que ninguna otra es
comparable de las muchas comuniones misteriosas que otros reciben. Pues, las veces que
estás bien dispuesto y preparado para una κοινωνία (kinonía) Comunión semejante,
encontrarás bien dispuesto y preparado al Hijo de Dios para alimentarte solo él
espiritualmente con sus propias manos.

Para que te prepares, pues, a esta comunión con el nus (espíritu del corazón humano), haz
lo siguiente: Gira tu mente y tu nus con su atención a Dios y mirando con una ojeada
rápida por un lado tus pecados y por otro lado a Dios, aflígete por el perjuicio que le has
provocado y con toda humildad y fe ruégale que acepte a venir en tu humilde psique-alma
para sanarte y fortalecerte contra los enemigos.

O cuando tratas de ejercitarte y fortalecerte contra algún deseo tuyo o para realizar
alguna nueva praxis de virtud o para aplicar y guardar algún logos (mandamiento), todo
esto hazlo con el propósito de preparar tu corazón para el Dios que siempre te lo pide. Y
después girando tu atención hacia Él, invócale con gran deseo y anhelo que venga su jaris
(gracia, energía increada) para sanarte y liberarte de los enemigos, para que sólo él tenga
tu corazón en su poder.

O acordándote de las oraciones de la comunión de los misterios, que antes nos hemos
referido, di con corazón ardiente: “Cuándo, Señor mío, te recibiré una vez más, cuándo,
cuándo…” Y si quisieras comulgar espiritualmente de una forma aún mejor, prepárate y
pon desde la noche anterior todos tus esfuerzos físicos, las praxis de las virtudes y cada
obra tuya buena que piensas hacer con este propósito, es decir, lo de aceptar y recibir
espiritualmente tu Señor. Y por la mañana, cuando amanezca, piensa, ¡qué bien! ¡Qué
felicidad y riqueza! ¡Qué bienaventuranza hay en la psique aquella que dignamente
comulga mistéricamente el santísimo Misterio de la Efjaristía! Porque con esto se
adquieren de nuevo las virtudes que se han perdido, y otra vez la psique-alma retorna en
su anterior belleza y ella se hace partícipe de las recompensas, salarios del pazos
(padecimiento, pasión) del Hijo de Dios, (en la psique-alma se comulgan los frutos y los
salarios del pazos-pasión del Hijo de Dios). Y de la comunión mistérica o sacramental pasa
a la mística κοινωνία (kinonía) comunión, conexión y unión y reflexionando
espiritualmente, disfrutas de los mismos bienes que la comunión mistérica, y procura a

134
encender en tu corazón con un gran deseo y anhelo en recibirle espiritualmente con el nus
y la mente y cuando te colmes de este deseo gira hacia tu Señor y di esto: «Señor mío,
como no puedo recibirte mistéricamente este día, hazlo tú, que eres bondad, fuerza y
energía increada, en recibirte dignamente ahora espiritualmente , cada hora y cada día
dándome fuerza nueva y jaris (energía) increada para combatir contra todos mis
enemigos, y sobre todo contra aquel pazos del enemigo al que me opongo y hago la
guerra con tu ayuda (101).

Pero los que quieren muy a menudo y no pueden recibir la mistérica (sacramental) Divina
Comunión, es decir, comulgar a Cristo que se encuentra dentro en los Misterios, o porque
se encuentran en un lugar solitario donde no existen sacerdotes ni altar ni Iglesia; o se
encuentran en el mundo pero por sus guías espirituales están impedidos no por algún
error propio, sino por la costumbre pervertida que domina, estos como desean y quieren
recibir a Cristo mistéricamente o sacramentalmente en sus interiores, pero por todo que
se ha dicho y por otras razones no puedan, pues, que reciban a Cristo en sus interiores
mental y espiritualmente, como dice san Nicolás Kabásilas en la interpretación sobre la
Divina Liturgia (capítulo 42). Porque el Cristo que se encuentra en los misterios
espiritualmente y sin ser visto les transmite invisiblemente la santificación, divinización y
la divina jaris (energía increada) de los misterios de forma que el mismo conoce.

Capítulo B.5: La atribución de los carismas y el agradecimiento.

Como todo el bien que hacemos proviene de Dios y se hace para Dios, por eso estamos
obligados a agradecerle por todo nuestro ejercicio bueno, por cada victoria y por todas las
beneficencias que hemos recibido de su mano caritativa, tanto las evidentes como las
ocultas, tanto las comunes como las particulares, tal y como se refiere: “Dad gracias en
todo, porque esta es la voluntad de Dios tal y como se ha apocaliptado-revelado en
nosotros por Cristo Jesús” (1Tes 5,18). Porque según san Juan el Crisóstomo: “la mejor
reserva de la beneficencia es el recuerdo de ella y el continuo agradecimiento”.

Y esto para hacerlo de manera debida, tenemos que pensar el propósito por el que Dios se
mueve para transmitirnos sus beneficencias. Por cada beneficencia el propósito primero y
principal de Dios es por descontado el honor y la obediencia a su voluntad, por eso tú
piensa que:

El mayor agradecimiento que puedes ofrecer a Dios por todas las beneficencias que te ha
dado, es aplicar y guardar sus mandamientos o logos, rendirle honor y estar preparado a
seguir su voluntad, como se ha escrito: “Se te ha dado a conocer, oh hombre, lo que es
bueno, y lo que el Señor exige de ti es esto: practicar la justicia (virtud en general), amar la
misericordia y caminar diligente y humildemente con tu Dios” (Miqueas 6,8).

135
Viendo que no tienes algo digno de alguna beneficencia, porque no has hecho nada más
que pecados, desgracias e ingratitudes, con profunda humildad di a Dios: “Cómo es
posible, Señor mío, que te dignes a ofrecer tantas beneficencias a mí que soy muerto
(espiritualmente) y sucio. Por eso, bendito sea tu nombre por los siglos de los siglos”.

Pensando que él con sus beneficencias que te hace, pide de ti que le ames y le sirvas,
entonces enciéndete de la agapi de tu tan amado Señor y del deseo honesto de servir
como él quiere. Pero para esta cosa debes hacer una ofrenda total de ti mismo de la
siguiente manera.

Capítulo B.6: El ofrecimiento mental y espiritual, es decir, cómo uno debe mental y
espiritualmente ofrecer (con el nus o espíritu del corazón de la psique y la mente) el sí
mismo y cada obra suya a Dios.

Para que la afrenta de ti mismo sea completa, perfecta y amada a Dios, hacen falta dos
cosas: uno es unir tus ofrendas con las ofrendas que hizo Cristo a su Padre. El otro es que
tu voluntad y tu corazón sean desapegados del amor de toda cosa creada.

Por el primero sepas que el Hijo de Dios viviendo en el valle de llanto y lágrimas, ofreció a
su padre Celeste el sí mismo y sus obras juntas también con nuestras obras; de modo que
nuestras ofrendas, para que sean gustadas por Dios, deben hacerse con la unión y con la
esperanza de las ofrendas de Cristo.

Por el segundo, piensa antes de hacer la ofrenda, si tu voluntad tiene algún obstáculo o
apego. Porque si tienes algo así, tú debes desapegarte de todo amor, a medida que
puedas, y recurrir a Dios para que él con su mano derecha te desapegue totalmente y así
suelto y libre de toda cosa podrás ofrecerte a ti mismo a la divina majestuosidad.

Ten cuidado en este punto. Porque si te ofrendas a ti mismo a Dios al tiempo que estás
apegado a las creaciones, no ofrendes el ti mismo sino las creaciones, porque tú tampoco
entonces perteneces a ti mismo sino a las creaciones, en las que está apegada tu
voluntad; cosa que no es gustada de Dios, que es lo mismo como si quisieras engañarle.
Porque al igual que al Antiguo Testamento no eran aceptados los sacrificios que tenían
algún defecto – por eso el Dios manda que no le ofrendan sacrificios de los animales
ciegos o que tuvieran algún defecto. “No ofreceréis animal defectuoso, pues no sería
aceptado” (Lev 22,20). De la misma manera no es aceptada la ofrenda de nosotros
mismos, cuando tiene algún apego y defecto semejante; porque estas ofrendas que se
ofrecen a Dios, deben ser dignas para Él, según Sirac que dice: “Al Señor ofrecerás
sacrificios y ofrendas dignas” (Sab. S 14,11).

136
Por esta razón sucede que por muchas ofrendas que hagamos a Dios, no sólo permanecen
sin ningún fruto, vacías y desacertadas, sino que después caemos en varios defectos,
errores y pecados. Es verdad que podemos ofrecer a Dios nuestro sí mismo, a pesar de
que estamos apegados en las creaciones, pero con el propósito que su bondad nos libere
de las cadenas que estamos atados, y así después poder rectificarnos por completo a su
divina Majestuosidad y a su servicio. Y esto debemos hacerlo muchas veces con mucho
ánimo, con predisposición, con ganas y con amor de nuestro corazón.

Pues, hermano mío, tu ofrenda hacia el Dios que sea sin dependencia de algo, sin ninguna
voluntad tuya y sin fijarte a las cosas terrenales ni a los bienes celestiales, sino sólo a la
voluntad y a la providencia de Dios; a Él debes sujetarte por completo y sacrificarte como
sacrificio perpetuo. Y olvidando toda cosa creada decir al Señor: “He aquí Señor y Creador
mío, te ofrezco por completo mi voluntad a la mano de tu voluntad y a tu providencia
eterna. Haz, pues, de mi vida aquello que tú crees y te gusta, en mi muerte y después de
mi muerte, en toda mi estancia y eternidad”.

Si tú ofertas de esta manera (lo conocerás cuando te sucedan varias vicisitudes sobre
esto), de terrenal te convertirás en consignatario del Evangelio y estarás muy feliz. Porque
tú serás de Dios y el Dios será tuyo. Porque él es siempre amigo de aquellos hombres que
elevan el sí mismo desde las creaciones (terrenales) y se entregan y se sacrifican por
completo a su divina Majestuosidad.

Ahora pues, hijo mío, tu aquí ves una manera o forma muy potente por la que puedes
vencer todos tus enemigos. Porque, como se ha dicho, cuando la ofrenda te una con el
Dios, tú te haces todo de Dios y el Dios se hace todo tuyo. ¡Así qué enemigo podrá alguna
vez perjudicarte!

Cuando por otro lado quieres ofrecerle alguna obra tuya, como el ayuno, la oración, toda
praxis de paciencia y otras obras buenas, piensa tal como hemos dicho anteriormente, la
ofrenda que hizo Cristo hacia su Padre; sus ayunos, sus oraciones y las otras obras y así
con la fuerza de tu ánimo de estas cosas, ofrécele también las tuyas. Si por otro lado
quieres hacer al Padre celeste la ofrenda de las obras de Cristo por tus deudas, la harás de
la siguiente manera:

Echa una ojeada general en todos tus pecados, y algunas veces en cada uno de tus
pecados y viendo claramente que no puedes solo expiar la ira de Dios a causa de tantos
pecados tuyos, ni calmarás su justicia divina, entonces obligatoriamente recurrirás a la
vida y pazos-padecimiento, pasión de su Hijo, pensando alguna obra suya (104), cuando
ayunaba y oraba o derramaba su sangre. «He aquí Padre mío eterno, según Tu voluntad,
yo alivio tu rica justicia por mis pecados y por las deudas de este sirviente: que disfrute,

137
pues, tu divina Majestuosidad, perdónale y recíbele en la cuenta de tus elegidos».
Entonces tú puedes ofrecer al mismo Padre esta misma ofrenda y estas mismas súplicas
para ti mismo, llamándole a liberarte de toda deuda mediante la fuerza de aquellas. Y esto
comenzarás hacerlo no sólo pasando de un misterio a otro de su vida y su pazos-
padecimiento, sino también de una praxis a otra praxis de cada misterio suyo. Incluso para
los otros puedes utilizar esta forma de oración y no sólo para ti.

104 Apunta que toda obra y todo tipo de pazos de nuestro Señor, por algunos maestros se
llama misterio, porque cada uno de estos pazos contiene también algún significado
misterioso. Por eso en el capítulo más abajo dice que pasemos de un misterio a otro de su
vida y pazos. Al saber esto, pues, no dudes.

Capítulo B.7: La piedad sensible, más la frialdad y sequedad de esta.

Hermanos mío, la piedad sensible, es decir, que te sientas a ti mismo interiormente de


que estás con ánimo y ganas para las cosas divinas, y que tienes agapi, compunción y
piedad, esto proviene unas veces de la naturaleza física (105), otras veces del diablo (106)
y otras de la jaris divina (gracia, energía increada). De sus frutos puedes conocer de dónde
proviene esta piedad. Porque si no acompaña el mejoramiento de tu vida, puedes
sospechar que proviene posiblemente del diablo o de la naturaleza física; mucho más si
esta piedad es acompañada del apetito, de la dulzura y de la dependencia o apego en algo
o de alguna fantasía (idea) sobre ti mismo. Cuando pues, percibas que tu nus o corazón
siente alguna dulzura de sabores espirituales, no te pares a pensar de qué parte vienen,
no te sostengas en esto, ni dejes que tu nus salga de tu humilde conocimiento de ti
mismo, sino que con más diligencia y odio de ti mismo, ocúpate a detener tu corazón libre
de todo apego o dependencia, incluso espiritual. Y desear sólo a Dios y lo que a él le gusta.

Por ejemplo hay algunos devotos que fácilmente tienen compunción, como las mujeres, y
los que por suerte por su naturaleza tienen temperamento blando.

Se dice que tienen compunción del diablo los que hacen estas cosas por vanagloria, por
gustar a los demás, por embriaguez o por otros distintos pazos similares.

De la misma manera también la frialdad y la sequedad de la piedad proviene de las tres


causas que hemos dicho anteriormente: 1) del diablo, para impedir al nus de las obras
espirituales y dirigirle a las obras vanidosas y los placeres del mundo; 2) de nosotros, de
nuestros deseos y de nuestras dependencias que tenemos en las cosas terrenales y de
nuestra indiferencia; y 3) de la jaris, por los siguientes motivos: es decir, para que la jaris
(gracia, energía increada) nos haga más diligentes y abandonemos todo apego y
ocupación que no es de Dios, ni termina a Dios; o para que conozcamos en praxis que
cada bien nuestro proviene sólo de Él; o para que en adelante honremos más a sus

138
carismas y seamos más humildes y cuidadosos en guardarlos; o incluso para que nos
unamos más fuerte con su divina majestuosidad, con el abandono total de nosotros
mismos, incluso de estos júbilos espirituales, de modo que no separemos nuestro corazón
en dos, teniéndolo apegado a estos, porque el Dios lo quiere todo para él; o también
porque el mismo Dios se alegra cuando nos ve luchar con todas nuestras fuerzas
utilizando también su propia jaris (energía increada).

Pues, cuando percibas y veas que estás enfriado y seco y no tienes la debida agapi (amor
desinteresado), devoción y compunción que se debe para las cosas divinas, examínate a ti
mismo y mira de qué defecto se te ha sido reducida semejante devoción, piedad y lucha
contra este defeco, no para recibir otra vez el sentimiento de la jaris, sino para reducir de
ti mismo aquello que no gusta a Dios. Pero si no encuentras el defecto y la causa,
entonces tu piedad sensible que sea de verdad piedad; es decir, bien dispuesta para su
sugestión a la voluntad de Dios. Por eso preocúpate en no abandonar por ninguna razón
tus ejercicios espirituales, sino practicarlos con toda tu fuerza, aunque te parezcan que no
dan fruto ni beneficio, bebiendo con tu voluntad el cáliz de la amargura; el cual cáliz te da
el enfriamiento de la piedad, devoción y la privación de la dulzura espiritual de la amada
voluntad de Dios.

Y no quieras seguir a Jesús sólo cuando va al Monte Tabor, sino también cuando va al
monte Gólgota. Es decir, no quieras sólo sentir en tu interior la divina luz increada, las
dulzuras y las alegrías espirituales, sino también las oscuridades, los dolores, los
sufrimientos y los fármacos amargos que saborea la psique de las tentaciones de los
demonios, interiores y exteriores. Y si alguna vez semejante frialdad y sequedad es
acompañada de oscurantismos del nus, de manera que no sepas qué hacer ni dónde
poner tu atención; (107) a pesar de esto, no te asustes ni tengas miedo, sino mantente
firme a la cruz, lejos de todo vicio y placer mundano que te puede ofrecer el mundo o las
creaciones. 107. Estudia el logos de Isaac el Siro y verás la alteración que recibe la psique y
el oscurecimiento, la depresión y la duda sobre la fe, mas las blasfemias, y sabrás el cómo,
el porqué y quiénes son los que padecen estas cosas y cómo se terapian, sanan.

También esconda este pazos tuyo de toda persona y manifiéstalo sólo a tu padre
espiritual; pero no lo presentes a tu guía espiritual para que te liberes de la prueba sino
para que te explique la manera que podrás soportar y sufrir de modo que guste a Dios.
(108) Y san Isaac dice en el mismo logos que al hombre que padece de estas cosas, para
que el mismo sea iluminado y fortalecido, le hace falta tener un hombre iluminado y que
tenga experiencia en temas semejantes.

Incluso las oraciones y las divinas comuniones, tus otros ejercicios y luchas no las utilices
para las dulzuras divinas y para bajar de la cruz y cortar tu voluntad; sino para que recibas

139
fuerza y puedas levantar la cruz para mayor doxa-gloria del Crucificado, siendo realmente
contento con lo que Él quiere. Y cuando alguna vez por confusión mental y del nus no
puedes orar y estudiar cómo estás acostumbrado, estudia de la mejor manera que
puedas, y aquello que puedas hacer con tu nus y mente intenta hacerlo con tu voluntad y
con palabras, hablando contigo mismo y con el Dios, y tendrás resultados admirables y tu
corazón recibirá fortaleza y ánimo.

Por tanto, en tiempo de oscurecimiento de tu nus y mente puedes decir: “¿Psique-alma


mía, por qué te afliges, por qué te quejas? Espera en Dios, que he de alabar de nuevo al
Salvador y Dios mío” (Sal 42,6). Y de nuevo: “¿Por qué Señor mío paras lejos de mí y estás
ausente en los tiempos difíciles y en los sufrimientos? Señor y Dios mío no me abandones
ni te alejes de mí” (Sal 9,2). Y acordándote la divina enseñanza que inspiró el Dios a las
aflicciones de Sara la mujer amada de Tobit, utilízala tú también diciendo con voz fuerte:
«Esto sucederá al que te venera: esta vida es para pruebas y será coronado el que se
libere de toda tribulación, aflicción. Y si se tiene que destruir, esto no se puede hacer sin
tu misericordia increada, porque tú no te alegras por nuestra destrucción, porque después
de la tempestad viene la calma y la serenidad, y después de los llantos se esparce la
alegría. Dios de Israel que sea bendito tu nombre por los siglos de los siglos. Amín.

Aún acuérdate de Cristo cuando se encontraba en el jardín y en la cruz para mayor


prueba, parte sensible de él estaba abandonada de su Padre Celeste. Así tu también con
este recuerdo, sufriendo la cruz, dirás con todo tu corazón: “Señor, que no se haga mi
voluntad sino la tuya” (Mt 26,39). Y operando así, tu paciencia y tu oración, elevarán las
llamas del sacrificio de tu corazón y llegarán hasta el trono de Dios; y permanecerás
realmente devoto, piadoso, porque la verdadera devoción es un deseo vivo de la voluntad
y una agapi estable para seguir a Cristo con la cruz en sus hombros en cada camino que el
mismo nos invita para sí mismo; y querer a Dios para el mismo Dios, es decir, porque así lo
quiere Dios. Por eso si los hombres quisieran medir su progreso por esta devoción, piedad,
no por lo que se ve con los sentidos, es decir, sólo sentir en sus corazones la dulzura
espiritual de la jaris (energía increada), no caerían en engaño de sí mismos, ni del diablo y
tampoco se afligirían sin beneficio. Sobre todo agradecerían a Dios por un bien tan grande
que les concede y tendrían más cuidado de aquí en adelante en trabajar con mayor celo
en la majestuosidad divina que gobierna el universo y muchas veces permite cosas
semejantes para su propia gloria y nuestro beneficio.

Por eso algunos se engañan cuando por supuesto con temor y prudencia evitan los
motivos de los pecados, pero cuando son molestados de loyismí (pensamientos simples o
con fantasías, ideas, reflexiones) feos y horribles y algunas veces también con sueños
terribles y repugnantes, se confunden, se acobardan y creen que han sido abandonados

140
de Dios y así se alejaron totalmente de Dios. Y estos hombres así quedan muy
marchitados, decepcionados, casi se desesperan y se deprimen, y abandonando toda
buena práctica para las virtudes, regresan otra vez al Egipto de los pazos y no perciben ni
entienden bien el favor que les hace Dios, dejándoles a ser molestados de estos espíritus
de la tentación, para que ellos entiendan su humildad y se acerquen a Dios como
enfermos y como hombres que tienen necesidad de ayuda. Por eso desgraciadamente se
quejan de aquello que deberían agradecer por Su inmensurable bondad.

Cuando pues, suceden cosas similares, lo que tú tienes que hacer es lo siguiente: pensar
bien y meditar tu tergiversada inclinación, la que el Dios quiere que conozcas, la que es
por tu propio bien; conocer que estás preparado caer en cualquier mal grande y que sin la
ayuda de Dios, habrías sufrido mayor destrucción y daño. Después tener esperanza y estar
seguro que el Dios está pronto para ayudarte, porque te hace ver el peligro y quiere
atraerte más cerca, estimulándote a rezar y correr de cerca junto con Él. Por eso debes
rendirle humildes agradecimientos. Y estate seguro que semejantes loyismí blasfemos,
malignos y repugnantes que te molestan y te tientan, se expulsan mejor con una
esperanza perseverante, con un perfecto desprecio y con una repulsa diestra, no con una
oposición hábil y una guerra objetiva. También lee y estudia atentamente la nota 23 del
capítulo 13 de la primera parte. (A mí el traductor me parece correcto ponerlo otra vez,
porque es muy importante, así el lector no tiene que correr al capítulo 13,).

Aquellos que han progresado en la práctica se han hecho fuertes del loyismós con
liberarse de toda vanagloria falsa y absurda, han adquirido logos y razón correcto a través
de la zeoría-contemplación de los logos verdaderos y espirituales, estos que se
encuentran en la divina Escritura, como también en la creación; por tanto ellos pueden
resistir, rechazar y combatir contra los pazos (emociones, pasiones y padecimientos) y los
loyismí (pensamientos simples o con fantasía, ideas, reflexiones) con reacción irascible, es
decir, unas veces con logos, lemas o versos de la divina Escritura contra los pazos y los
loyismí que les atacan, puesto que con esta contradicción el Señor venció las tres
tentaciones o ataques que le trajo el diablo, a) la tentación de la filidonía (hedonismo,
sensualidad o voluptuosidad) , b) la filodoxía-vanagloria, vanidad y c) la filaryiría-avaricia.

Y otras veces, contra al que trae la falsedad y el engaño de los sembrados loyismí y de los
pazos que nos atacan, se liberan con el logos natural y correcto; por eso, para esto se dice
que luchan directamente contra los enemigos, los vencen y son coronados. Pero los que
son débiles en el loyismós, es mejor que combatan contra los loyismí y los pazos
indirectamente; es decir, mientras sean atacados, inmediatamente correr en contacto
consciente con Dios hasta que con la oración serenen los pazos y frenen las

141
conversaciones con los loyismí, como enseña san Isaac el Sirio. (Aunque esto
principalmente no se llama guerra sino huida de la guerra).

Pero estos enfermos, alguna vez cuando son atacados exageradamente de los pazos y los
loyismí, o cuando conocen que en sí mismo tienen la fuerza, deben luchar también
directamente contra los loyismí y los pazos, para que se vea también su propia valentía y
la libertad de la voluntad contra este malvado, ya que esto también nos lo dice el mismo
San Isaac el Sirio.

Sin embargo, cuando atacamos directamente los pazos y los loyismí, una ayuda invencible,
como arma de guerra, es tener el nombre del Señor Jesús Cristo; es decir, «Κύριε Ἰησοῦ
Χριστὲ Υἱὲ τοῦ Θεοῦ ἐλέησόν με Kirie-Señor Jesús Cristo Hijo de Dios, eleisón me,
ayúdame, sáname, ten compasión o misericordia de mí…», sea con el corazón o con los
labios, tal y como diremos más abajo en el capítulo 16º. Porque de esta manera también
combatimos contra los enemigos y vencemos, y por eso no nos enorgullecemos porque
adscribimos esta victoria al nombre vencedor del Señor.

Apunta también que el desprecio (al demonio) es el vehículo supremo y fuerte contra la
guerra de los loyismí y los pazos. Es decir, que uno desprecie como ladridos de perros (sin
dientes) los asaltos y ataques de los loyismí y los movimientos de los pazos y sobre todo
aquellos que antes han llegado a guerrear contra ellos y expulsarlos; pero estos que con
descaro le molestan, siendo serio y silencioso en sí mismo, ni si quiera girar a verlos ni
escucharlos, cumpliendo aquel Salmo que dice: “Pero yo me hacía como sordo que no
quiere oír y como el mudo que no abre la boca para hablar” (Sal 37,14); Pero que corra al
camino de la virtud y del progreso, sin que sea impedido por los nimios sustos o espantos
de los loyismí, y aquel que quiere pues, que utilice esta arma y será muy beneficiado.» San
Nicodemo el Aghiorita, autor de la Filocalía.

Capítulo B.8: El examen de conciencia

Para el examen de conciencia piensa tres cosas: los errores de cada día, la causa de estos y
la mezquindad y la predisposición que tienes para luchar y adquirir las virtudes contrarias.
Para los errores haz aquello que te dije al capítulo 26 (qué debemos hacer cuando
estamos heridos, etc.). Para la causa de estos oblígate y esfuérzate a ti mismo a luchar
para destruirla y echarla por tierra. Para que estés con buen ánimo y deseo de hacer esto
y adquirir las virtudes, debes fortalecer tu voluntad en no tener fe en ti mismo, es decir,
no confiar de ti mismo y tener la confianza, la esperanza y el ánimo a Dios, con la oración y
con el odio a las praxis de la maldad y con el deseo a las praxis de la virtud
correspondiente.

142
Hermano mío, ocúpate siempre en cada pensamiento, logos y obra a tener la conciencia
sin remordimiento, es decir, que no te acuse tu conciencia por alguna cosa. Porque el que
examina al fondo la correcta, ortodoxa y divina conciencia, nunca puede errar o si comete
algún error no queda sin rectificarlo. Porque la conciencia es la ley natural que ha dado el
Dios al corazón de los hombres para que les conduzca siempre como una linterna a todos
los bienes. Como dijo san Nilos: “utiliza tu conciencia como linterna pera tus praxis,
acciones”. Y el apóstol Pablo: “los mandamientos o logos de la ley de Dios están escritos
en los corazones” (Rom 2,15).

Tu conciencia debes tenerla intachable ante cuatro cosas: a) ante Dios, b) ante ti mismo, c)
hacia tu prójimo y d) hacia las otras cosas. En lo que concierne a Dios debes examinar tu
conciencia si has guardado todas aquellas cosas que estás obligado a salvaguardar ante él;
Es decir, aplicar y cumplir todos los mandamientos hasta los más insignificantes (109); y si
le has amado y servido con toda tu psique-alma y estás preparado a morir para él, como
tienes obligación. Y si estas cosas no lo has cumplido y salvaguardado ocúpate de aquí en
adelante a cumplirlas y salvaguardarlas.

Respecto a ti mismo, salvaguardarás tu conciencia intachable sin acusarte, si no eres


indiferente y haces lo que debes y que estás obligado hacerlo y que esté de acuerdo con
tu fuerza, tanto hacia el Dios como hacia tu prójimo y las demás cosas. Además de todo
esto, si no caes en excesos y deficiencias destruyendo fuera de tiempo tu salud, tu vida y
tus fuerzas físicas con el ejercicio inadecuado y excesivo y no atribuyes al cuerpo su
medida justa, cuidándolo para su composición y mantenimiento. Porque esto es contrario
a la conciencia y la razón o logos correcto.

Ante tu prójimo guardarás tu conciencia limpia, si no haces algo que es contrario a la agapi
que debes ante él, atribuyendo a tus mayores, a tus semejantes y a tus inferiores aquello
que es debido para cada uno, de acuerdo con el grado y el oficio, y vigilando a no
escandalizarlos con logos, con obras, con formas y guiños, como dice el apóstol Pablo: “A
esto tened cuidado: no pongáis impedimentos al hermano” (Rom 14,13) y Salomón dice:
“Pensad correctamente ante el Señor y los hombres” (Prov 3,4).

Pero aunque te sucedan algunas cosas que no están de acuerdo con el mandamiento de
Dios, sino que según tu juicio son permitidas, sobre estas cosas digo, si tu conciencia se
informa que supuestamente eres fuerte y puedes guardarlas o no, pero que se escandaliza
la conciencia de tu hermano que es débil, entonces tú estás obligado a no ser motivo de
escándalo para él, sino dar alivio y descanso a la conciencia de él: “Pero si alguno os dice:
«Esto ha sido ofrecido a los ídolos», no comáis en atención al que lo dijo y por motivos de
conciencia. No de tu conciencia, sino la del otro. Pues, ¿por qué mi libertad ha de ser
juzgada por conciencia ajena?” (1 Cor 10, 28). Pero en cosas que son mandamiento de

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Dios y se escandaliza la conciencia del otro, entonces tú debes despreciar la conciencia de
aquel para que no transgredas el mandamiento, dice san Basilio Grande.

Ante las demás cosas tendrás tu conciencia tranquila sin acusaciones, si tienes la medida
justa y no utilizas exageraciones y deficiencias tanto de las comidas y bebidas, como de
ropa, dinero y fortuna. Porque como cosa inconsciente o contra conciencia no sólo se
comprende que uno desprecie y deje que se estropeen las buenas comidas y la ropa o el
dinero y la fortuna con los que uno puede satisfacer necesidades físicas; sino también
querer y pedir comidas sibaritas y hedónicas, prendas de lujo, dinero y elementos de la
fortuna que no son necesarias para su atención y servicio.

Y hablando en general, cada cosa que está fuera de la lógica correcta, se llama para-
conciencia o contra-conciencia. Por eso tú hermano mío, `para cada cosa que trates de
hacer sea pequeña o grande, primero tienes que examinar y aconsejarte de tu conciencia,
pero no examinarla superficialmente y con negligencia, sino al fondo con mucho cuidado y
con exactitud. Porque igual que los pozos, cuanto más profundos se hacen, más buena y
limpia agua se extrae de estos, así también nuestra conciencia, cuanto más se examina y
se destapa de los pazos (pasiones, emociones y vicios) que está cubierta, tanto más y
mejor nos enseña qué debemos hacer.

Pero como existen también varias conciencias, no sólo buenas y limpias, sino también
cauterizadas y sucias, como dice Pablo, es decir, viles con mala astucia, inconscientes,
insensibles e infectadas de los pazos; sin embargo, a causa de su insensibilidad y suciedad
o porque no son examinadas con mucho cuidado, no enseñan siempre bien y
correctamente; por esta razón no es correcto que confíes siempre sólo a tu conciencia,
sino que las cosas que ella te aconseja, tú las compares si son de acuerdo con aquellas que
enseña la Santa Escritura o que las presentes a los Guías Espirituales y te digan si son
correctas para que no seas engañado.

“Porque no se examinan las conciencias con tanto cuidado y diligencia”, esto lo he


añadido porque la conciencia del hombre por muy inconsciente, vil y maligna con pazos
que sea, sin embargo cuando se examina con exactitud, diligencia y cuidado no cesa nunca
de controlar y tener remordimientos, acusar al hombre de que está pecando y será
infernado por sus pecados si no hace la metania (penitencia, confesión y
arrepentimiento). Porque ella fue puesta de Dios en nuestro interior como adversario,
según el logos evangélico: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que
estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil,
y seas echado en la cárcel” (Mt 5,25); y testigo fiel y verdadero, como san Pablo dice: “En
esto da testimonio también la conciencia de ellos” (Rom 2,15); y a la vez es juez
implacable, vital, muy justo, estricto y logos correcto, por eso no puede callar.

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Pero el hombre cuando sea dominado por sus pazos pasiones, emociones y vicios y quiere
hacer sus deseos sin ningún tipo de brida, tal y como desobedece y transgrede la ley de
Dios, así también desobedece y transgrede los exámenes de la divina conciencia. Y para
que no sea examinada ya por ella, como otro Herodes corta la cabeza de Juan, es decir, no
calcula ni hace caso su conciencia y toma la decisión de infernarse. Por eso Salomón
conociendo esto, no dijo que la conciencia cuando es examinada bien no examina al
pecador, sino que cuando el pecador llega al punto extremo de los males, entonces
menosprecia y deshonra. “Cuando viene el mal, viene también el desprecio; y con el
deshonor, la vergüenza” (Prov 18,3).

Aún te aconsejo una cosa más que vale la pena que seas informado: es decir, nunca te fíes
de tu conciencia, si alguna vez te acusa por alguna cuestión tuya, porque se llama
conciencia por aquellas cosas que sabemos y no para las que no conocemos. Porque
según el profeta Jeremías, “el corazón está más complejo y profundo que toda otra cosa”
(el corazón psicosomático es el subconsciente según los santos Padres), y dentro en el
corazón se encuentran ocultos muchos sutiles pazos (pasiones, emociones y vicios), de los
cuales nada conoce aquel que los tiene, y por los que David suplica que sea sanado y
purgado, diciendo: “sáname, límpiame y púrgame de los pazos ocultos” (Sal 18,13); por
eso tú también nunca debes creer que tu corazón está sanado, purgado y limpiado de los
ocultos y sutiles pazos, los cuales sólo son conocidos por Dios que sólo Él examina los
corazones, como dice Salomón: “solo Tú conoces totalmente el corazón de todos los
hombres” (3 Re 8,39). Y ten como seguro aquello que dice Juan: “el Dios es superior que la
conciencia de nuestro corazón y conoce todo” (1 Jn 3,20).

Por eso el Apóstol Pablo conociendo esto decía: “No me siento culpable de nada; pero no
por esto quedo justificado, porque quien me juzga es el Señor” (1 Cor 4,4). No conoce que
su conciencia le acuse y tenga remordimientos de alguna cosa, pero a causa de esto no
cree que él sea inocente.

Y cuantas buenas obras y victorias has logrado, considéralas sospechosas. Estas cosas te
aconsejo que no las pienses mucho con tu conciencia, porque existe el peligro de la oculta
vanagloria y soberbia. Porque dice san Diádoco de Fótica en la Filocalía: “Condición de
humildad para uno es tratar de olvidar su propio mérito de sus buenas obras.” Así dejando
atrás todas estas cosas cualquieras que sean y mandándolas a la caridad de Dios, dirige tu
loyismós pensamiento en el camino de este día que te espera.

Después de todo esto, cuando acabe este día, examínate a ti mismo si has utilizado bien
todas las cosas que te han sucedido. Y para las que te has equivocado, pues, que te
arrepientas y pidas de Dios que te perdone y en adelante intenta subsanarte. Después
agradécele por los favores y benevolencias que te ha regalado este día. Reconócele como

145
Creador de todo bien, y agradécele más porque te ha salvado de tantos enemigos visibles
como de los invisibles. Porque te ha dado buenos loyismí (pensamientos, reflexiones e
ideas) y motivos para la virtud y cualquier otra beneficencia que tú no conoces.

San Basilio el Grande en su prólogo sobre los términos amplios, muy sabia y
extensivamente demuestra que todos los cristianos, pequeños y grandes, están obligados
a cumplir y aplicar los mandamientos o logos que nos manda el Señor en el Santo
Evangelio sin excepción alguna:

A) Porque el Señor enviando sus discípulos para predicar, los dijo que en sus kerigmas
enseñen todas las naciones y que cumplan y apliquen todos los logos que él ha
proclamado: “Id y haced discípulos míos en todas las naciones… enseñándoles a cumplir y
aplicar todo lo que yo os he mandado” (Mt 28,19). Es decir, no unos guardarlos y otros
evitarlos, sino todos sin ninguna excepción.

B) Porque si todos los mandamientos no fueran necesarios e indispensables para nuestra


sanación y salvación, no se escribirían en la Santa Escritura, ni el Señor daría la orden de
guardarlas todas obligatoriamente.

C) Si el Señor nos manda “hacernos perfectos” (Mt 5,48) y Pablo nos pide que: el hombre
de Dios sea adiestrado, correcto e instruido entero a Dios (2Tim 3,17); está claro que esta
perfección y compleción nos la regalará la aplicación y ΛΑ vigilancia de los mandamientos
de Cristo.

D) Porque los mandamientos de Cristo están conectados uno con el otro como una
cadena, de manera que cuando uno transgrede sólo uno de estos transgrede todos los
demás y no recibe salario por los mandamientos que ha guardado sino castigo por aquel
que no ha guardado. Por eso Santiago dice: “Porque el que guarda toda la ley, pero peca
aunque sea un mandamiento, se hace culpable de todos los mandamientos o logos” (Sant
2,10). Y el mismo san Basilio dice: ¿De qué me beneficiarán los demás mandamientos que
he conseguido, si digo a mi hermano idiota y por eso seré considerado como culpable para
la gehena del fuego ardiente?

Termino con la nota en pie de página y te digo: Hermano, si perteneces a la categoría de


los esclavos o servidores y temes a Dios a que no te infierne, pues, aplica y guarda todos
los mandamientos. “Feliz es aquel que teme al Señor y en sus mandamientos encuentra
felicidad y alegría” (Sal 111,1). Si subes a la categoría de los asalariados y esperas recibir el
salario por tu virtud en la realeza increada de los cielos, guarda todos los mandamientos:
“Decliné mi corazón para hacer tus decretos para recompensa” (118,111). Si subes a la
categoría de los hijos y trabajas a Dios sólo por agapi hacia Él, guarda todos los
mandamientos: “Elevo mis manos hacia tus mandamientos que he amado” (118,49). Y en

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otro lado: “¿Si soy Padre, dónde está mi doxa-gloria?”, dice el Dios. Doxa-gloria del padre
es la obediencia del hijo hacia los mandamientos espirituales.

Porque debes saber lo siguiente: si transgredes sólo un mandamiento, no tendrás


franqueza en el día del juicio, sino vergüenza. Por eso David decía: “Entonces no tendré
vergüenza alguna en mirar a todos tus mandamientos” (Sal 118,6). Te recuerdo también
que todos los mandamientos del Antiguo y del Nuevo Testamento, sobre todo se dicen
con el verbo imperativo, como: “amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen…”, rara vez se dicen en indicativo, como “amarás al Señor tu Dios, no matarás…”
y rarísima vez se expresan con otros modos verbales.

Capítulo B.9: Cómo debemos prepararnos contra los enemigos que nos guerrean
durante el tiempo de la muerte.

Toda nuestra vida encima de la tierra es una guerra continua y debemos guerrear siempre
hasta el final de nuestra vida, como hemos dicho al capítulo 15 de la primera parte. Pero
el día más interesante y principal de la guerra es durante la última hora de la muerte.
Porque el que cae durante aquella última hora ya no se puede levantar. Por eso no te
sorprendas, si el enemigo se atrevió ir al impecable Señor nuestro al final de su vida,
quizás para encontrar en él algún error pequeño, como dijo el Señor: “viene el príncipe de
este mundo pecaminoso, pero no tiene ningún poder sobre mí” (Jn 14,30); pues, mucho
más se atreve a venir al final de nuestra vida contra nosotros que somos pecadores.

Dice san Basilio el Grande en su interpretación al salmo 7 sobre la frase: “3. no sea que,
como leones, me desgarren, me despedacen sin que haya quien me libre”; dice que estos
valientes atletas, los que en toda su vida han peleado con los demonios y se salvaron de
las trampas y los ataques de ellos, sin embargo, al final de sus vidas son examinados por el
príncipe de este siglo, y si se encuentren con algunas herida, infección o suciedad del
pecado, son retenidos por él; pero si se encuentran sin infección o sin mancha, reposan
como libres de Cristo. Por otro lado, aquello que dijo Dios a la serpiente “él te aplastará la
cabeza y tú sólo tocarás su calcañal o talón” algunos lo han entendido alegóricamente de
la siguiente manera: de que el diablo siembre observa al final de la vida del hombre e
intenta encontrar algún pecado para recibirle. Es decir, calcañal o talón significa el final de
la vida, porque este es el fin y el extremo del cuerpo.

Por eso aquello que debes hacer para encontrarte entonces bien preparado, es guerrear
con valor en este tiempo de tu vida que se te ha concedido: porque aquel que guerrea
bien en esta vida, con el buen hábito que ha adquirido, fácilmente gana la victoria durante
la hora de la muerte. Incluso pensar muchas veces con atención a la muerte. Porque
cuando venga menos te asustarás y tendrás menos miedo y tu nus (espíritu de tu psique)

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estará libre y bien dispuesto para la guerra. Los hombres del mundo evitan este
pensamiento y el recuerdo de la muerte, para no cortar el deseo, el ansia y las ganas que
tienen para las cosas mundanas, en los cuales están apegados y se entristecen mucho si
piensan que tendrán que abandonarlas. Por eso tampoco disminuye la declinación
desordenada que tienen a las cosas, si no que adquiere más fuerza. Por eso cuando se
trata de separarse de esta vida y de sus cosas queridas, sienten una gran e inexplicable
tristeza y pena y sufren un dolor grande.

Entonces, tú para hacer mejor esta imprescindible preparación, debes con tu loyismós
pensamiento y reflexión meditar, encontrándote sólo sin ninguna ayuda, expuesto dentro
en las aflicciones y las penas de la muerte y pensar en aquellas cosas que pueden
guerrearte en aquel último tiempo. Aquí te hablaré sobre la terapia de esto, para que
puedas afrontar mejor aquella última tristeza, perturbación y aflicción. Porque aquel
golpe y aquella guerra que será una vez, debes conocerla bien, para que en aquel
momento no te equivoques, porque después no hay lugar de reparación y rectificación.

Capítulo B.10: Cuáles son los cuatro asaltos que traen nuestros enemigos durante la
hora de la muerte. Primero, el asalto contra la fe y su terapia.

Cuatro son los principales asaltos o ataques y los más peligrosos con los que nos atacan
los enemigos durante la hora de la muerte.

1) La guerra contra la fe,

2) el oscurantismo o desesperación,

3) la vanagloria y

4) los distintos fantasmas y las transformaciones de los demonios en ángeles de luz.

Sobre el primer asalto te digo que si el enemigo empieza a atacarte con falsos
argumentos, vete inmediatamente con tu nus (espíritu) en tu voluntad, diciendo: “Sal
detrás satanás padre de la mentira, yo no quiero ni oírte, porque me es bastante creer lo
que cree mi Santa Iglesia”.

Y para nada dejes espacio en tu corazón a los loyismí-pensamientos de increencia, como


se dice: “Si el espíritu del enemigo te ha atacado, no te muevas de tu sitio” (Ecl 10,4).
Estos pensamientos que los consideres como movimientos del diablo que en aquel
momento intenta escandalizarte. Y si no puedes sostener tu nus, detente con valor y
permanezca firme con tu voluntad para que no caigas en algún loyismós-pensamiento y
reflexión o en algún versículo de la Santa Escritura que te ofrecerá el enemigo. Por
muchos versículos de la Santa Escritura que te recuerde en aquel momento sepas que

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están tergiversados y con faltas, ofreciéndolos con mala intención mal explicados, aunque
que parezcan evidentes, claros y buenos.

Y si la maldita serpiente te dice con el pensamiento de que él cree en la Iglesia, depréciala


totalmente y no la respondas. Sino que viendo su mala astucia y mentira y que intenta
captarte con palabras, entonces con todo tu corazón cree y ten fe sin dudar. Por otro lado,
en caso que estés fuerte en la fe y tienes pensamiento-loyismós potente, y quieres hacer
que el enemigo se avergüence, respóndele que mi Santa Iglesia cree en la verdad. Y sí te
dice cuál es esta verdad, respóndele: aquello que ella cree. Por encima de todo, mantén tu
corazón siempre firme, atento y girado hacia al Crucificado Cristo Dios, diciendo: “Dios
mío, Creador y Redentor mío, ayúdame rápidamente y no concedas que caiga nunca de la
verdad de tu santa fe. Pero sea complaciente, igual que con tu jaris (gracia, energía
increada) he nacido en esta verdad, así también que termine en esta vida mortal para la
doxa-gloria de tu nombre.

Capítulo B.11: El asalto del oscurantismo y la desesperación y su curación

El segundo ataque que utiliza el malvado para apresarnos totalmente es el miedo que nos
provoca el recuerdo de nuestros pecados, para hacernos caer al fondo del oscurantismo,
la desesperación y la decepción.

También en este peligro hermano mío, mantén a ti mismo firme en esta regla segura, es
decir, que el recuerdo de nuestros pecados entonces es de la jaris (energía increada) de
Dios con el objetivo de nuestra sanación y salvación, es entonces cuando te hace humilde
y te hace sentir dolor al corazón y pena, porque tú has apenado a Dios; es entonces
cuando te hace tener ánimo y esperanza a la bondad de Dios. Pero cuando este recuerdo
te molesta y te conduce a la incredulidad, a la pusilanimidad y a la mezquindad y te hace
pensar que estás infernado y que para ti ya no hay tiempo de salvación, sepas que
proviene del diablo. Por eso humilla tu egoísmo, humíllate y ten más esperanza a Dios. Y
con esta manera vencerás al enemigo con sus armas y glorificarás a Dios.

En efecto, hermano mío, debes apenarte cada vez que recuerdas tus pecados y te duela
por haber perdido la jaris (gracia, energía increada) de Dios, pero ten todo tu ánimo a Su
pazos-pasión y le pidas perdón. Incluso si te parece que el mismo Dios te dice que no eres
de sus ovejas, tú de ninguna manera no debes perder tu ánimo y esperanza que tienes en
él, sino humildemente decirle: “Sí, Dios mío, tienes razón de reprenderme por mis
pecados. Pero tengo mayor ánimo y esperanza en tu compasión de que me perdonarás.
Por eso también de ti pido la salvación de esta pobre criatura tuya, el cual por supuesto
por su maldad fue juzgada y condenada, pero redimió con el honor de tu santa sangre.
Redentor mío, quiero salvarme, con la esperanza de tu inmensurable compasión y para tu

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doxa-gloria. Por eso me he dejado entero en tus manos y que se haga en mí lo que es
gustado por ti. Porque tú eres mi único Señor. Y aún si me matas, yo sostengo vivas mis
esperanzas en ti”.

Capítulo B.12: El asalto de la vanagloria y su terapia.

Tercer asalto es el de la vanagloria y el aprecio que tienes a la confianza de ti mismo para


salvarte. Por eso y especialmente aquella última hora de tu muerte no dejes tu nus
(espíritu) y tu mente a pensar ni el más mínimo aprecio de ti mismo, ni de tus obras,
incluso si has logrado todas las virtudes de los santos. Sino que tu apreciación sea sólo a
Dios, teniendo esperanza clara a su compasión, a las obras de su vida y a su pazos-pasión
para salvarte. Siempre ante tus ojos despréciate a ti mismo hasta el último respiro. Y si
ocurre que pienses en alguna obra tuya buena, sólo debes reconocer que la ha hecho Dios
y no tú, y que provino sólo de él.

En efecto, debes recurrir a la ayuda de Dios. Pero no esperas recibir como si


supuestamente lo merecieras y lo vales por tus grandes y muchas luchas que has hecho y
has vencido. Sostente siempre en un temor sagrado, confesando verdaderamente que
todas tus luchas, previsiones, trabajos y esfuerzos serían vanos, si el Dios no ayudara y no
los tomara bajo la sombra de sus alas. Tener toda tu esperanza sólo en su defensa.

Si sigues a estos consejos, durante la hora de la muerte los enemigos no podrán aparecer
como superiores a ti. Sino que se te abrirá el camino de pasar con alegría desde esta tierra
y este exilio a la Jerusalén celeste, a la dulce patria. Mira también el capítulo A 32, donde
encontrarás más ampliamente sobre la terapia, psicoterapia de la vanagloria, la soberbia y
el orgullo.

Capítulo B.13: El asalto de las fantasías y su terapia.

Si el astuto maligno y tenaz enemigo nuestro, que nunca se cansa a tentarnos, quisiera
alguna vez guerrearte, especialmente a la hora de la muerte con algunas apariciones
falsas y con transfiguraciones en ángel de luz, tú debes permanecer firme en el
conocimiento de tu humildad y la nimiedad de ti mismo. Y decir con corazón firme, con
valor y con atrevimiento: “Miserable que te transformes en tu propia oscuridad, porque
yo no tengo necesidad de visiones, ni de ninguna otra cosa, sino sólo de la compasión de
mi Jesús y de las súplicas y oraciones de la Siempre Virgen María y los demás santos”. Pero
aunque percibas y entiendas que todas estas señales son verdaderas y provienen de Dios,
a pesar de esto, tú tienes que rechazarlas siempre y expulsarlas lo más lejos posible de ti.
Y no tengas miedo no vaya a ser que no gusta a Dios esta aversión que haces pensando en
tu indignidad. Porque si estas visiones son de Dios, él conoce bien en limpiártelas y no le
molestará si no las aceptas. Porque él concede la jaris (gracia, energía increada) a los

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humildes, y no la reduce de ellos por praxis que ellos mismos hacen a causa de la
humildad.

Esta son las armas más acostumbradas que el enemigo acostumbra utilizar contra
nosotros aquella última hora de la muerte. Pero a cada uno le ataca también según sus
inclinaciones personales y los pazos que tiene, en los cuales conoce que cae a menudo.
Por eso amigos míos, antes de que se acerque aquella hora terrible de la gran guerra,
debemos armarnos contra lo pazos, los más fuertes que nos dominan y nos roban el
tiempo y guerrear con valentía para facilitar la victoria en aquel tiempo.

Capítulo B. 14 La paz espiritual del corazón

Tu corazón amigo mío, fue creado de Dios sólo para este propósito, es decir, ser amado y
habitado de Dios. Por eso diariamente te clama que se lo des: “Hijo mío, dame tu corazón”
(Prov 23,26). Pero como el Dios es la paz y es superior a todo nus (espíritu), el corazón que
trata de recibirle debe estar en paz e imperturbable, como dijo David: “La paz ha
dominado en su lugar, la paz existe en su residencia” (Sal 75,2). Por eso, antes que nada,
debes reforzar y consolidar tu corazón en un estado pacífico, de modo que todas tus
virtudes exteriores nazcan de esta paz y de las otras virtudes interiores, tal y como dijo
aquel hisijasta Arsenio: “Ocúpate de forma que todo tu trabajo interior sea de acuerdo
con la voluntad de Dios y vencerás los pazos exteriores”. Aunque todos los ejercicios con
los que se ejercita el cuerpo son elogiables, cuando se hacen con discernimiento y a
medida, según corresponda a la persona que los hace, sin embargo tú nunca lograrás
alguna virtud verdadera mediante estos ejercicios anteriores, sólo obtendrás vanidad y
vanagloria, aunque estos ejercicios no toman fuerza y vida y no son gobernados de las
virtudes psíquicas e interiores.

La vida del hombre no es otra cosa más que una guerra y tentación continua, tal y como
dijo Job: “¿No es un lugar de tentaciones y sufrimientos la vida del hombre en la tierra?
(Job 7,1). Por tanto, a causa de esta guerra, tú debes estar siempre atento y vigilante,
observando y cuidando mucho tu corazón, para que esté siempre en un estado pacífico y
reposado. Y cuando se levanta alguna ola de perturbación en tu psique, permanecer
siempre bien predispuesto a serenar y a pacificar tu corazón, no dejándolo que cambie de
camino y sea destruido por aquella perturbación. Porque el corazón del hombre es similar
con el peso del reloj y el volante del barco. Así como cuando un peso del reloj es
descolgado de su sitio, inmediatamente se mueven también todas las ruedas, y cuando el
barco no toma bien la curva, entonces todo el barco sale de su curso normal, lo mismo
ocurre también con el corazón; cuando alguna vez es perturbado, inmediatamente se
conmueven todos los órganos interiores y exteriores del cuerpo y el mismo nus (espíritu
humano) sale de su movimiento correcto y de su logos o razón correcto. Por eso siempre

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debes estar pacificando tu corazón cuando sucede alguna confusión y molestia interior,
sea durante el momento de la oración o en cualquier otro tiempo.

Y debes conocer lo siguiente: sabrás orar bien, cuando hayas conocido a trabajar bien y
permanecer pacífico; el apóstol Pablo nos manda que oremos pacíficamente, sin ira ni
meditaciones: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos
santas, sin ira ni contienda” (1Tim 2,8). Así piensa que cada trabajo tuyo debe hacerse con
paz, dulzura y sin violencia. En resumen, toda la ascesis (ejercicio espiritual) de tu vida se
debe hacer para que tengas paz en tu corazón y no te perturbes y a continuación con esta
paz realizar todas tus obras con apacibilidad y serenidad, como se ha escrito: “Hijo mío,
que realices con apacibilidad tus obras” (Prov 3,17), para que te hagas digno de la
bienaventuranza de los apacibles, que dice: “Bienaventurados los que tratan con
apacibilidad a los demás, porque estos heredarán el reinado de la Realeza increada o la
tierra prometida o el paraíso” (Mt 5,5).

Capítulo B.15: El cuidado que debe tener la psique para que se pacifique.

Por tanto, hermano mío, antes de cualquier otra cosa debes tener esta paz y contracción
en tus cinco sentidos; es decir, en no ver ni mover tus manos, ni hablar ni caminar
perturbado, sino con paz y con buenos movimientos. Porque cuando te acostumbres a
mantener esta paz en tus movimientos exteriores, fácilmente y sin agotamiento lograrás
pacificarte interiormente, porque según los santos Padres, el hombre interior se
transforma por el exterior.

Acostúmbrate amar a todos los hombres y estar en paz con todos, como te dice el apóstol
Pablo: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los
hombres” (Rom 12,18). O como dice san Máximo el Confesor: “si no puedes amar a tus
enemigos, por lo menos esto sí que es fácil para ti hacerlo, no tener odio, ira, rencor y
resentimientos contra nadie”. Vigila tu conciencia para que no te acuse por ninguna cosa,
sino que esté reposada con el Dios, contigo mismo y con las cosas exteriores, como hemos
dicho en el capítulo B. 8. Y sobre todo que no te acuse que has omitido algún
mandamiento de Dios, porque el mantenimiento de la conciencia pura y clara genera la
paz del corazón: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (Sal
118, 164).

Acostúmbrate a soportar los insultos sin perturbarte. Es verdad, que sufrirás mucho hasta
lograr esta paz, por falta de práctica y ejercicio espiritual. Pero una vez que tu psique
adquiera esta paz, encontrará mucho alivio y consuelo en cada situación contraria que
encuentre. Y día a día aprenderás mejor este ejercicio, ascesis para que te pacifiques
espiritualmente.

152
Por otro lado, cuando alguna vez te veas a ti mismo muy afligido, disgustado y molestado,
de modo que no puedas tener paz en tu interior, entonces corre inmediatamente con la
oración en contacto consciente con Dios y persevera en ella imitando a nuestro Señor, el
cual en el Jardín oró tres veces para darte ejemplo, de manera que en cada calamidad,
pena y disgusto tuyo tengas como refugio la oración; y por muy afligido y amilanado que
estés, no debes abandonarla, hasta que encuentres tu voluntad de acuerdo con la
voluntad de Dios; y a continuación la encontrarás pacífica y piadosa y a la vez con mucho
valor y coraje para que pueda recibir y abrazar aquello que antes temía y lo evitaba.
Porque también el Señor mientras temía el pazos-pasión, sin embargo después de la
oración recibió ánimo y dijo: “Levantaos, vámonos de aquí; he aquí se acerca aquel que
me entregará” (Mt 26,46).

Capítulo B.16: Esta casa pacífica se edifica poco a poco.

Preocúpate, como se ha dicho, a no perturbarse tu corazón nunca, ni mezclarse en alguna


cuestión que le molesta, sino que siempre luches y mantengas el corazón pacífico y
reposado. Y el Dios que te ve luchando y actuando así, edificará con su jaris (energía
increada) en tu psique-alma una ciudad de paz. Y tu corazón será una casa de júbilo y
alegría, tal y como se entiende en el salmo: “Jerusalén, la bien edificada, la ciudad bien
unida entre sí” (Sal 121,2).

El Dios sólo esto quiere de ti: que cada vez que seas perturbado, inmediatamente cambies
e intentes serenarte, tranquilizarte y pacificarte en todas tus obras, pensamientos y
reflexiones (loyismí). Y como una ciudad no se edifica en un día, así pienses tú también, es
decir, que en un día no puedes adquirir esta paz espiritual interior. Porque esto no
significa otra cosa que edificar para el Dios de la paz una casa y una tienda sublime para
convertirte su templo. Y sepas que el mismo Dios es el que edificará esta casa. Porque tu
esfuerzo y cansancio de otra manera sería vano, como dice el salmo: “Si el Señor no
edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Sal 126,1). Además de esto, debes
conocer que el cimiento básico de esta paz de corazón es la humildad (111) y evitar, a
medida que puedas, perturbaciones, tormentos y escándalos. Porque en la Santa Escritura
también vemos que el Dios no quiso construirle templo y casa a David, el cual tenía
guerras y perturbaciones casi durante toda su vida, pero su hijo Salomón permaneció un
rey pacífico, según su nombre, y no hizo ninguna guerra.

Y realmente la humildad, la paz y la apacibilidad del corazón son tan unidas de modo que
donde se encuentra una está la otra; y el que es apacible del corazón éste es también
humilde; y viceversa, el que es humilde de corazón es también apacible y pacífico. Por eso
el Señor todas estas cosas las ha pronunciado unidas: “Aprended de mí que soy apacible,
humilde y pacífico de corazón” (Mt 11,29).

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Capítulo B.17: La psique-alma debe evitar los honores y amar la humildad y la pobreza
del Espíritu, con la que se adquiere la paz de la psique.

Por tanto, hermano mío, si amas la paz del corazón, lucha a introducirte en esta puerta de
la humildad, porque no hay otra salida que ella. Pero para adquirir la humildad, debes
luchar y esforzarte (especialmente al principio) en abrazar todas tus calamidades, penas y
contrariedades como hermanas tuyas queridas, y evitar toda gloria y honor, deseando que
seas menospreciado por todos y que no haya ninguno que te defienda y te consuela sino
sólo tu Dios. Asegura y sostenga este pensamiento en tu corazón, es decir, que sólo tu
Dios es tu bien, el único refugio y que todas las demás cosas son para ti un tipo de espinas
que si las pones en tu corazón te perjudicarán con la muerte. Y si alguien te hace pasar
vergüenza no te aflijas ni sufras, sino aguanta con alegría la vergüenza, estando seguro
que entonces el Dios está contigo. Y no pidas otro honor, ni busques otra cosa sino sufrir
sólo para la agapi de Dios y para aquello que produce mayor doxa-gloria.

Lucha en alegrarte cuando alguien te insulta, te controla o te subestima, porque bajo de


este polvo y desprecio se encuentra un tesoro grande. Y si con tu voluntad le aceptas,
entonces rápidamente te harás rico, sin que lo conozca aquel que te subestima y te
provoca este carisma, es decir, aquel que te deshonra y desprecia. No busques nunca que
alguien te ame en esta vida, ni que te honre y alabe, para que puedas estar dejándote a
sufrir junto con el Crucificado Cristo y nadie te impida a esto. Que te vigiles y desconfíes
de ti mismo como el mayor enemigo que tienes. No sigas tu voluntad, ni tu nus y mente,
ni tu idea u opinión, si no quieres perderte. Por eso debes tener siempre las armas para
que seas guardado y desconfiado de ti mismo. Y cuando tu voluntad quiere inclinarse en
alguna cosa, aunque sea santa o divina, primero aíslala y luego desnúdala y colócala
delante de Dios, rogando que se haga la voluntad de él y no la tuya. Y esto con deseos
cordiales, sin ninguna mezcla de la egolatría, conociendo que no tienes nada que proviene
de ti mismo, ni puedes hacer nada solo.

Vigílate y protégete de los loyismí que traen consigo forma de santidad y celo y no tienen
discernimiento, por el cual dice el Dios: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a
vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los
conoceréis” (Mt 7,15). Y sus frutos son inquietudes y molestias que dejan en la psique.
Porque todo esto de cualquier color y forma que sea, te aleja de la humildad y de esta paz
y serenidad interior.

Estos son los pseudo-profetas, quienes siendo realmente vestidos con apariencia de
cordero, es decir, con celo hipócrita, sin discernimiento para beneficiar al prójimo, son
realmente lobos rapaces, que arrebatan tu humildad y aquella paz, tranquilidad y
serenidad interior, que son tan imprescindibles para el que quiera tener progreso

154
espiritual seguro. Y esta hipótesis o cuestión, cuanto más superficie y color de santidad
tiene, tanto más debes examinarla, y esto, como se ha dicho, se debe hacer con mucha
calma, serenidad y paz interior. Pero si alguna vez te falta algo de estas, no te trastornes y
te desconcentres, sino humíllate delante de tu Dios reconociendo tu debilidad y en
adelante conocer bien que puede ser que el Dios lo permite, posiblemente para humillar a
tu egoísmo, alguna soberbia tuya u orgullo que se encuentra oculto en tu interior y no lo
conoces.

Si por otro lado, alguna vez sientes que tu psique está pinchada por alguna espina fuerte y
venenosa, es decir, de algún pazos y pensamiento o reflexión no te perturbes por eso, sino
pon mayor atención para que no traspase en tus entrañas. Retorna en tu corazón y con
agrado pon tu voluntad dentro al lugar de la hisijía paz, calma y serenidad, guardando
limpia tu psique-alma delante de Dios, al cual siempre encontrarás en tus entrañas y en tu
corazón para la rectitud de tu opinión, siendo seguro que cada cosa sucede para probarte
y puedas entender tu propio interés, y para que seas digno de la corona de la justicia y
virtud que te está preparada por la compasión de Dios.

Capítulo B.18: La psique-alma debe mantenerse en soledad e hisijía (paz y serenidad)


espiritual, para que el Dios traiga su propia paz en el interior de ella.

Como el Dios de los dioses y Señor de los señores hizo tu psique para residencia y templo
suyo, debes honrarla de tal manera que no dejes que sea humillada y se incline en otra
cosa; y sus deseos y esperanzas que sean siempre esperando la venida de Dios, el cual si
no encuentra la psique-alma sola, no vendrá a visitarla. Él quiere la psique sin
pensamientos loyismí, y si es posible totalmente sola, libre de sus deseos y su voluntad.
Por eso tú sólo, sin el don del descernimiento, no debes ejercerte duramente, ni buscar
motivos para padecer por la agapi-amor de Dios solo con la opinión de tu propia voluntad,
sino con el consejo de tu Padre Espiritual que te gobierna como observador de Dios, de
manera que mediante él el Dios te mande y opere en tu voluntad aquello que este quiere.
Nunca hagas lo que quieras. Sino que haga el Dios aquello que quiere en ti. Tu voluntad
que sea siempre libre de ti mismo, es decir, que tú no quieras nunca alguna cosa, y cuando
quieras algo, que sea de tal manera que aunque no se haga aquello que quieres,
especialmente si es contrario, no te aflijas, sino que tu espíritu permanezca tan tranquilo y
sereno como si no hubieses querido nada.

Esta es la verdadera libertad del corazón y soledad, es decir, que no se vincule y se


comprometa con el nus (espíritu humano) o con su voluntad en ninguna cosa. Por tanto, si
entregas a Dios tu psique tan disuelta, libre y sola, verás milagros que él energizará y
operará en ella, pero en particular y excepcionalmente la paz divina, que es aquel regalo
que puede ser la causa de que quepan todos los demás carismas, como dijo el

155
Megadidáscalos san Gregorio Palamás obispo de Salónica: ¡Oh admirable soledad y caja
oculta del Altísimo! (112 “Logos sobre la monja Xenia”).

Dentro en esta caja (del nus o corazón) sólo él quiere que sea escuchado y no en otra
parte y allí hablar en el corazón de tu psique. ¡Oh desierto e hisijía (paz y serenidad
espiritual) que te has convertido en paraíso! Porque el Dios sólo en el corazón de la psique
da permiso para que le vean o le hablen. “Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué
causa la zarza no se quema” (Ex 3,3), decía Moisés cuando se encontraba al desierto
espiritual y físico de Sinaí. Pero si tú quieres llegar a esto, entra dentro en esta tierra
descalzo porque es santa. Desnuda primero tus pies, es decir, las disposiciones e
intenciones de tu psique-alma permaneciendo desnuda y libre de toda cosa terrenal. No
lleves saco, ni bastón en este camino, como pidió el Señor a sus discípulos (Lc 10,4),
porque tú no debes querer ninguna cosa de este mundo, como los otros quieren y piden.
Ni reverenciar a ninguna persona de este camino, como pidió Eliseo a su joven discípulo
(Re 4,29) y decía el Señor a sus discípulos: “No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie
saludéis por el camino” (Lc 10,4), teniendo todo pensamiento, disposición y agapi sólo a
Dios y no a las creaciones; “Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mt
8,22). Tú avanza sólo al país de los vivos, y la muerte no tenga lugar o nada que ver
contigo.

Capítulo B.19: El cuidado que debemos tener a la agapi-amor hacia el prójimo, para que
no nos provoque molestias en esta paz espiritual.

El Señor nos dijo en el Evangelio que vendrá a poner el fuego de su agapi (amor, energía
increada) en la tierra, es decir, al corazón y nos ha indicado cuánto quiere y desea
encenderla: “Fuego vine a echar en la tierra; y no quiero nada más que esté encendido”
(Lc 12,49). Por tanto, la agapi (amor, energía increada) de Dios no tiene límite, es increada
como el mismo Dios que es amado es increado no tiene fin ni límite tampoco medida.
Pero la agapi-amor al prójimo debe tener límite. Porque si no la utilizas con la debida
medida, puede separarte de la agapi de Dios, producirte gran perjuicio y destrozarte
totalmente a ti mismo para ganar a otros. En efecto, debes amar a tu prójimo, pero hasta
el punto que no perjudicarás a tu psique. Por supuesto que estás obligado a dar el ejemplo
bueno, pero no debes nunca hacer toda cosa sólo por esto. Porque de esta manera, no
harías más que provocar perjuicio a ti mismo. Haz todas las cosas correctas y santas, sin
aspirar otra cosa nada más que sólo gustar a Dios.

Humilla tu egoísmo o humíllate en todas tus obras, y entenderás qué poco puedes
beneficiar a los otros con estas. Piensa que no tienes tanto calor y celo en tu psique-alma
hasta el punto que por esto pierdes tu calma, serenidad y paz del corazón; (113) Como por
ejemplo, hay algunos devotos que fácilmente se compungen, como las mujeres y los que

156
por naturaleza tienen un temperamento blando; que seas muy sediento y desees
fuertemente que todos conozcan la verdad, como tú la entiendes y percibes, y que se
embriaguen del vino aquel que el Dios promete y regala gratis a cada uno: “Y compraréis
sin dinero vino y aceite” (Is 55,1). Esta sed para la sanación y salvación del prójimo debes
tenerla siempre. Pero debe provenir de la agapi que tienes hacia el Dios y no de tu celo sin
discernimiento. El Dios es aquel que puede sembrar esta agapi en la soledad inteligible de
tu psique-alma, y cuando quiera reunirá este fruto. Tú solo no siembres nada, sino ofrece
a Dios la tierra de tu psique lúcida, pura y limpia de toda cosa, y él entonces de la manera
que quiera sembrará la semilla en ella y así fructificará.

Acuérdate siempre que el Dios así quiere tu psique y que esté sola y libre de toda cadena,
para unirla consigo mismo. Sólo déjale que te escoja y no le impidas con tu libre albedrío o
independencia que tienes. Sentado siempre sin tener ningún loyismós pensamiento y
reflexión sobre ti mismo, a excepción de aquel que debes gustar a Dios, esperando que te
invite a trabajar. Porque el dueño ya ha salido de su casa buscando trabajadores para su
viña, según la parábola del Evangelio. Expulsa lejos toda preocupación y todo loyismós
pensamiento sobre ti mismo, desnúdate de toda ocupación de ti mismo y de todo amor a
las cosas temporales, para que te vista solo el Dios y te regale aquello que no puedes ni
imaginar. A la medida que puedas, olvídate de ti mismo y en tu psique-alma que viva sólo
la agapi de Dios.

Incluso con todo cuidado debes calmar el celo y el fervor que tienes para los otros, para
que el Dios te proteja con toda paz y serenidad. Medita y ocúpate que no sea privada tu
psique de su propio capital (que es la paz del corazón) y ponerlo sin discernimiento al sitio
de otros. Porque la única feria durante la cual debes comercializar para que te hagas rico,
es la sugestión de tu psique a Dios, libre de toda cosa. Excepto que esto debes hacerlo sin
atribuírtelo a ti mismo o tener la impresión que haces alguna cosa grande; porque es el
Dios que lo hace todo y de ti mismo no quiere nada, sino que seas humilde ante él y
ofrecerle tu psique-alma totalmente libre de las cosas terrenales, deseando que en tu
interior se haga todo a la perfección y para todo sea la voluntad de Dios.

Capítulo B.20: Una vez que la psique-alma queda despojada de su voluntad, debes
permanecer de pie ante el Dios.

Hermano mío, teniendo esperanza al mismo Dios, que te llama diciendo: “Venid hacia mi
todos los cansados y cargados en la psique y daré descanso en vuestras psiques” (11,29),
debes seguir esta llamada de Dios, esperando la llegada del Espíritu Santo. Y con los ojos
cerrados tírate a ti mismo decisivamente al océano de la divina providencia y de la eterna
complacencia, de modo que te comportes como un objeto sin alma, solo con las fuertes
olas de la voluntad de Dios, sin poner resistencia con tu propia voluntad en alguna cosa de

157
estas, para que seas transportado al puerto de tu perfeccionamiento y salvación.
Haciendo pues esto, muchas veces al día, con toda seguridad interior y exterior que
puedas, lucha y cuídate en acercarte con todas tus fuerzas psíquicas en las praxis aquellas
que te incitan y promueven a amar a Dios; y estas praxis son la oración, el recuerdo
continuo de su dulcísimo nombre, las lágrimas que provienen de la agapi-amor, la piedad
o devoción con fervor y la alegría hacia él y otras obras espirituales.

Y estas praxis deben hacerse siempre sin violencia y opresión de tu corazón, para que no
te debiliten mediante los ejercicios molestos y sin discernimiento y quizás te endurezcan y
te conviertan en individuo que no pueda recibir y caber algo espiritual en su interior. Para
esto acepta también el consejo de los experimentados e intenta a acostumbrarte siempre
con el deseo a la memoria de Dios, desde el principio hasta al final, y en la zeoría-
contemplación de las continuas y amadas benevolencias y donaciones de Dios; y aceptes
con humildad las gotas y las dulzuras que bajarán en tu psique-alma de Su inexpresable
bondad. Todas estas cosas y especialmente las lágrimas (114), tú no las busques con
violencia, sino que debes permanecer tranquilo, en tu soledad interior, rogando para estas
y esperando la voluntad de Dios. Y cuando Él te las conceda, entonces serán dulces y
fructíferas sin fatiga ni esfuerzo tuyo. Por eso las recibirás con todo agrado y felicidad. Y
más que todo lo demás con toda humildad. Y la llave con el que se abren las cajas ocultas
de los tesoros espirituales de la gnosis (conocimiento) y de la divina agapi (amor, energía
increada), está en saber en cada caso y en cada tiempo a olvidarte de ti mismo. Y con esta
misma llave se cierra también la puerta del desconocimiento, de la oscuridad y la frialdad
que teníamos hasta entonces.

Una cosa es el luto y otra cosa las lágrimas. Luto es un pensamiento triste y un dolor del
corazón que sentimos:

a) Porque si hemos afligido y amargado a Dios con nuestros deseos y hemos transgredido
sus mandamientos, b) porque en esta vida nos hemos privado de su jaris (energía
increada) y después de la muerte puede ser que nos privemos también de su realeza
increada. c) porque con nuestros pecados nos hemos convertido a nosotros mismos
responsables para el infierno eterno. Este dolor y pensamiento se hace como un peso que
aplaca la psique o como un aguijón que pica y de esto siguen los gemidos profundos y
entonces se compunge el corazón y saltan lágrimas de los ojos, pero a través de la sinergia
(cooperación de la jaris (gracia, energía increada) de Dios que nos regala estas lágrimas
para lavar nuestros pecados y volver a ganar su jaris. Porque como se ha dicho, el Dios con
la privación de la jaris endurece los corazones. “¿Por qué, Señor, nos haces andar errantes
lejos de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te temamos” (Is 63,17). Así
se dice que con la concesión de la jaris (energía increada) compunge nuestros corazones,

158
(Rom 11,8, sal 59,3 e Is 29,10). Por tanto, nosotros debemos ocuparnos siempre con el
luto, porque depende de nosotros y se asimila con la metania del hijo Pródigo. Pero las
lágrimas se deben pedir de Dios como un carisma suyo, y se asimilan con los abrazos y las
caricias de Dios padre hacia el hijo Pródigo, como dice el Megadidáscalos San Gregorio
Palamás.

A la medida que puedas, tienes que amar estar en pie junto con la Zeotocos (Madre de
Dios) en los pies de Cristo, y escuches aquello que te dice el Dios. Cuidado con tus
enemigos, y el mayor de ellos tu mismo, que no te impidan este santo silencio. Y cuando
tú con tu nus (espíritu) y la mente unida al corazón buscas encontrar a Dios para que seas
aliviado y reposado en él, no busques lugares y fronteras con tu estrecha y débil fantasía
(115). Porque él es incomparablemente infinito y se encuentra en todas partes, o más
bien todas las cosas se encuentran en él. Tú le encontrarás en el interior del corazón de tu
psique-alma cada vez que realmente lo pidas (116), es decir, para encontrar sólo a él y no
a ti mismo. Porque la alegría de Dios es encontrarse con nosotros los hijos de los hombres,
como hemos dicho anteriormente, para hacernos dignos de sí mismo, sin tener ninguna
necesidad de nosotros.

Por eso el beato Agustín en sus bendiciones de amor, una vez que haya preguntado a sus
iluminadoras estrellas, al abismo y a las demás creaciones si estos tiene su Dios y cuando
supo que no habitaba en ellas, al final giró hacia sí mismo y encontró que el Dios habita en
su corazón. Y así se desprecia y reprueba el sí mismo, porque buscaba a Dios en las cosas
exteriores mientras que Él estaba en su interior.

Apunta que el Dios se encuentra dentro en la psique y se participa no por su esencia, lejos
de un pensamiento blasfemo de este tipo, sino por Su propia jaris (gracia, energía
increada), como dicen los divinos teólogos: se encuentra sobre todo en la esencia de la
psique y no sólo en su energía. Ya que sólo el Dios es creador de esencias, por
consecuencia sólo él es quien se une también mediante las esencias y con las esencias,
tanto de los cuerpos como de los espíritus, tal y como se refiere con todo detalle aquel
gran sabio san Gregorio Palamás en su epístola a Barlaam. Mejor y más concreto, él es
todo centro en el cual se encuentran y se fijan todas las esencias de los seres, según el
versículo de la Escritura: “en Él vivimos, nos movemos y estamos” (Hec 7,28) Ver también
el capítulo A. 24 de la primera parte. Dije que sólo el Dios se une con las esencias, porque
ninguna creación sea espíritu o cuerpo no se une con la esencia de otra creación, sino sólo
con la energía: de modo que el satanás no puede unirse con la esencia de la psique, sino
sólo conectar con la energía de ella, como dice san Gregorio Palamás.

Cuando estudias o lees las Santas Escrituras, no lo hagas sólo para ojear las páginas, sino
que en las palabras encuentres sosiego, compunción y agapi-amor divina o alegría y gozo

159
espiritual y detenerte allá disfrutando de Dios con toda manera y forma que él quiere
comunicarse y conectarse contigo. Y si dejas de estudiar aquello que has programado, no
te inquietes por eso, porque el propósito y la finalidad de todos estos ejercicios o ascesis,
es para que tú disfrutes y goces de Dios. Pero impulsado con la idea de que no has
escogido tú como propósito y fin primordial este semejante disfrute y gozo de Dios, más
bien para amar su santa voluntad, deseando en lo que puedas a imitar sus obras. Así
cuando tú encuentres este propósito y fin, ya no debes cuidarte por los medios, no por
otra razón, sino para que sea logrado este propósito y fin.

Del mismo modo también cuando estudias algún pazos-pasión de Cristo o cualquiera de
sus obras, detente en aquello que más sosiego y compunción te trae y estúdialo más
tiempo y muchas veces. Uno de los múltiples obstáculos contra la calma, la serenidad y la
paz espiritual (hisijía), hermano mío, es cuidarte y preocuparte del pensamiento-loyismós
de que debes leer cada día tantos Salmos, tantos capítulos de los Santos Evangelios o
Epístolas, y así perturbarte y marearte si no lo haces; entonces sin que te preocupes si tu
corazón va a encontrar sosiego y compunción de estas cosas que lees o sin que reciban tu
nus y mente algún significado espiritual, la cuestión es que buscando a Dios te marchas de
Dios y quieres servir a Dios sin hacer su voluntad.

Si realmente deseas en esta vida vivir virtuosamente y llegar al fin que deseas, no tengas
otro propósito que solamente encontrar a Dios; y donde él quiere, pues, que allí se
manifieste. Y entonces abandona toda cosa y no avances ya más adelante, donde tú no
tienes voluntad. Pero olvídate de cualquier otra cosa y reposa sólo en tu Dios; y otra vez
cuando la majestuosidad de Dios quiera esconderse y no se manifieste más de aquella
manera, entonces puedes retornar y buscarle siguiendo tus ejercicios y de nuevo con el
mismo propósito y deseo; es decir, mediante estos encontrar a este que amas y
encontrándole, hacer las cosas que hemos dicho, abandonando toda cosa, sosegado y
reposado sólo en Dios, conociendo bien que entonces se cumple su deseo. Y debes
conocer bien también lo siguiente, es decir, que muchas personas espirituales no tienen
fruto espiritual ni serenidad y paz espiritual (hisijía), porque aumentan demasiado sus
ejercicios espirituales y creen que no hacen nada si no lo acaban todo, colocando en esto
la perfección, convirtiéndose en autosuficientes individualistas caprichosos siguen así sus
propias voluntades; y así torturados los desgraciados no llegan al verdadero reposo y
sosiego, ni en la serenidad y paz (hisijía) interior, en la que verdaderamente se encuentra
y reposa el Dios.

Capítulo B. 21: Uno no debe pedir comidas ni algo que provoca apetito, sino sólo a Dios.

Escoger siempre las fatigas y los sufrimientos y evitar cosas y personas que no te provocan
ningún beneficio en la psique y alegrarte estar bajo el poder de otros. Todo tiene que ser

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causa y logos (razón) para que camines hacia Dios y ninguna cosa te impida de este
camino. Esta debe ser tu alegría, es decir, cada cosa para ti que sea amargura y sólo el
Dios es tu reposo y sosiego. Todas tus fatigas, angustias y sufrimientos cuéntalas a Dios.
Ámale y ofrécele todo tu corazón sin ningún miedo y él encontrará la manera de disolver
todas las dudas y levantarte incluso si has caído.

Terminando te digo algo en breve: Si tú amas a Dios, recibirás todo salario. Ofrécete a ti
mismo a este Dios como sacrificio con paz y serenidad espiritual. Pero para continuar
mejor el camino y permanecer sin cansancio y perturbación, debes en cada paso tuyo
conceder tu voluntad a la voluntad de Dios. Y cuanto más la sujetas en Él, tanto más
recibirás. Tu voluntad debe estar dispuesta de tal manera que quiera en cada cosa lo que
el Dios quiere y no quieras nada, si el Dios no lo quiere. Siempre en cada caso y cuestión
renovar la intención, disposición y decisión de tu psique-alma, es decir, que seas gustado a
Dios.

Ten cuidado, no decidas nunca para alguna cosa tuya que está fuera del día que te
encuentras, porque no conoces qué va a suceder el día siguiente, sino mantenerte libre.
“No presumas del día de mañana, porque no sabes qué dará de sí el día” (Prov 27,1). Pero
nadie está impedido tener cuidado y hacer con diligencia lo que le hace falta, según su
posición y su profesión. Porque este cuidado y atención es según la voluntad de Dios, y no
obstaculiza la paz, ni el verdadero progreso Espiritual. En todos tus asuntos debes decidir
hacer aquello que puedes y aquello que es debido y estás obligado hacerlo, y no te
importe lo que está sucediendo fuera de ti mismo. Aquello que siempre puedes hacer es
ofrecer tu voluntad a Dios y no desear nada más, teniendo siempre esta libertad y estando
realmente recortado de todas partes, estarás disfrutando de la serenidad y la paz
espiritual (la hisijía). En esta paz del Espíritu consiste aquel gran bien que tú oyes de las
Santas Escrituras; y esta libertad no es otra cosa que la permanencia del hombre interior
en sí mismo, sin que desee o se extienda buscando alguna cosa fuera de sí mismo. De
manera que en todo este espacio de tiempo, que con esta manera tu estarás
permaneciendo libre, a la vez estarás disfrutando también de aquella alegría divina e
inexplicable que es de la realeza increada de Dios que está en nuestro interior, como dijo
el Señor: “la raleza increada de Dios está en vuestro interior” (Lc 17,21).

Capítulo B. 22: El esclavo o siervo de Dios no debe inquietarse incluso cuando siente en
su interior alguna resistencia para la paz que hemos mencionado.

Debes conocer que muchas veces te sentirás a ti mismo ser molestado y faltar de tu
interior esta paz divina y dulce y la amada libertad; y algunas veces puede ser que por los
movimientos de tu corazón sea levantado un polvo que te estará molestando en el camino
que tratarás de realizar. Y esto te lo concede el Dios para tu bien mayor. Acuérdate que

161
esta es la guerra de la que los santos han recibido las coronas y los grandes salarios. En
todo aquello que te confunde y te marea, debes decir: “Señor mío, aquí ves a tu siervo,
hágase tu voluntad.

Conozco y confieso que la verdad de tus logos permanece siempre firme y estable y tus
promesas son reales y en estas tengo esperanza. Yo estoy sólo para ti”. En efecto, la
psique-alma que se ofrece con esta manera a su Señor, está feliz cada vez que es
molestada o confundida. Y si esta guerra permanece y no puedes unir tu voluntad
rápidamente como quieres con la voluntad de Dios, no te asustes, ni te acobardes y te
aflijas por eso. Pero continúa ofreciéndote a ti mismo, y reverenciando así vencerás. Echa
una ojeada también al jardín donde estaba el Cristo cuando la humanidad le giraba la
espalda y le aborrecía, cuando dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa”; pero
inmediatamente mandó a poner su psique en la soledad y con una voluntad simple y libre,
dijo con profunda humildad: “pero no sea como yo quiero, sino como Tú” (Mt 26,39).

Cuando te encuentras en alguna dificultad, no cedas para nada, si antes no has elevado
tus ojos a Cristo encima de la cruz, y allí verás marcado con letras grandes de que tú serás
conducido en aquella aflicción y sufrimiento. Y este tipo, forma o modelo, cópialo en ti
mismo con obras, y cuando alguna vez seas molestado por tu egolatría o amor a ti mismo,
no te acobardes ni te separes de la cruz, sino vete rápido a la oración y muestra paciencia
en tu humildad hasta que venzas tu voluntad y quieras que se haga en ti la voluntad de
Dios. Y una vez hayas salido de la oración, reuniendo sólo este fruto, debes estar alegre.
Pero si tu psique no ha llegado aún en esto, quiere decir que aún está hambrienta y sin su
alimento. Lucha de manera que habite sólo el Dios en tu psique y ninguna otra cosa, ni
siquiera por poco tiempo. No te apenes ni te amargues para ninguna cosa, ni observes las
malas astucias, malicias y malos ejemplos de los otros, sino que seas como un niño que no
sufre de ninguna de estas amarguras y todo lo supera sin ninguna avería.

Capítulo B. 23: Cuál es el cuidado que tiene el diablo para molestar esta paz espiritual de
nuestra psique. Nosotros debemos evitar sus malas astucias, engaños y fraudes.

Nuestro enemigo, el diablo, se alegra por cualquier confusión y perturbación de nuestro


corazón, tal y como se alegra el lobo durante el invierno y de los vientos fuertes. Por esta
razón él intenta absorber nuestras psiques y a medida que pueda, alejarlas de la humildad
y la sencillez; incluso atribuir a nosotros mismos la preocupación de alguna reputación y
así no vemos la obra preliminar de la llamada divina jaris (gracia, energía increada), sin la
cual uno no puede decir al Señor Jesús Cristo, como dice el apóstol Pablo: “y nadie puede
llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Podemos con nuestra libre
voluntad recibir esta jaris, pero si no podemos recibirla, la causa somos nosotros mismos;

162
pero si logramos recibirla, entonces no podemos hacer ninguna obra sin esta jaris que en
principio se da a todos los hombres.

El enemigo, pues, intenta hacernos juzgar y creer que uno muestra más diligencia que el
otro y pone mejor predisposición para recibir los carismas de Dios; y después intenta que
el hombre haga obras buenas con soberbia, sin pensar en su debilidad, y de esta manera
aceptar el pensamiento de despreciar a los otros. Por eso tú también si no muestras
mucha atención y cuidado y no cambias rápidamente, de modo que te avergüences,
humilles a tu egoísmo y desprecies a ti mismo, tal como dijimos, te hará caer a la soberbia
y al orgullo como el Fariseo que dice el Evangelio, el cual presumía de sus obras buenas y
condenaba las obras malas de los demás.

Y cuando el enemigo una vez domine tu voluntad, seguro que después te dominará
muchas veces, y te derrumbará en todo tipo de maldad. Así sufrirás daño grande y
peligrarás mucho. Por eso el Señor nos pidió que estemos en alerta y oración: “Velad y
orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne
es débil” (Mt 26,41).

Por tanto, es imprescindible que tengas mucho cuidado, lo más que puedas con todo
detalle, para que el enemigo no te haga perder un tesoro tan grande, como es la hisijía la
paz y la serenidad de la psique. Porque el enemigo con toda su fuerza intenta expulsar de
tu interior este reposo y sosiego y la paz de la psique y hacerla vivir en inquietud y
confusión, puesto que él conoce que en esto se encuentra todo el daño y el desastre de la
psique. Porque cuando una psique está en paz, entonces cada cosa suya la hace con
facilidad, y también hace muchas obras y todas buenas, persiste con su voluntad y
fácilmente resiste a cualquier cosa que le suceda. Al contrario, si está confundida, inquieta
y mareada, hace pocas obras y estas en un grado grande imperfectas, se cansa fácilmente
y finalmente vive un martirio sin beneficio.

Por eso tú, si quieres vencer y que el enemigo no estropee tu mercancía, debes tener
cuidado más que cualquier otra cosa en no permitir que sea perturbada tu psique y no
aceptar que permanezca perturbada ni un momento. Y para que conozcas a cuidarte y
protegerte mejor de los fraudes, engaños y artimañas de este evento, guarda como regla
lo siguiente: cada pensamiento-loyismós que te separa y te aleja de la agapi de Dios y
generalmente de toda tu esperanza en Dios, es un demonio terrible del hades (infierno) y
como tal debes alejarlo, ni siquiera escucharlo. Porque la obra del Espíritu Santo no es
otra cosa que en cada caso y por cualquier motivo unir las psiques con Dios, calentándolas
y fortaleciéndolas en su dulce agapi (amor, energía increada), poniendo en sus interiores
nueva convicción y agapi hacia el Dios; mientras que la obra del diablo es totalmente
contraria.

163
Como él utiliza todos los medios, métodos y maneras que puede para este propósito, es
decir, pone al corazón miedo más de lo normal, aumenta la acostumbrada debilidad de la
psique, no la deja que esté con buen ánimo ni endulzarse como es debido, ni en la
confesión, ni en la divina comunión o efjaristía, ni tampoco en la oración, sino que la
empuja a tratar todas estas cosas sin ánimo, ni agapi-amor y con confusión y miedo. La
falta de piedad sensible y la privación de la dulzura interior, que muchas veces ocurre en
la oración y en otros ejercicios, hace que la psique acepte estos ejercicios con una tristeza
impaciente, dándola a entender que esto se hace de Dios, no para probarla, sino porque
sus obras están perdidas y que es mejor abandonar los ejercicios o las ascesis espirituales.
Y al final la trae en tan grande confusión y desesperación de manera que piense que
cualquier cosa que haga es totalmente inútil y sin fruto. Así aumenta en el interior de la
psique el miedo, la tristeza y la depresión, y cree que el Dios la ha abandonado. Pero la
verdad no es esta. Porque la psique puede ser que pruebe la sequedad y la falta de
dulzura espiritual, sin embargo siempre puede hacer incontables obras buenas, siguiendo
sólo la fe sencilla, teniendo paciencia y perseverancia en hacer el bien como pueda.

Por tanto, para que tú esto lo entiendas mejor y no te cause daño, aquel bien y beneficio
que te va a dar el Dios con la privación de la piedad y de la dulzura, te pondré en el
siguiente capítulo los bienes que provienen de la humilde paciencia y perseverancia que
uno mostrará durante la sequedad de la piedad; para que tú también aprendas y no
pierdas la paz espiritual por esta razón; por si acaso alguna vez te sucede y te encuentres
en una similar sequedad del nus (espíritu) y tristeza del corazón, tanto por la privación del
fervor de la piedad y de la dulzura espiritual que tenías, como por la amargura que
saboreas de cada tentación interior y de los malignos loyismí (pensamientos y
reflexiones).

Capítulo B.24: La psique no debe confundirse por las tentaciones interiores y los loyismí.

Aunque anteriormente en el capítulo 7, hemos hablado sobre la amargura y la sequedad


interior de la piedad, ahora diremos las cosas que hemos omitido allí; es decir, que son
muchos los bienes que produce en la psique esta amargura y sequedad espiritual; o sea, la
privación de la alegría espiritual y de la dulzura, si las aceptamos con humildad y
paciencia, cosas que si el hombre las entendiera, sin ninguna duda esto no le molestaría
mucho y no se entristecería tanto cuando le sucediesen; porque recibiría y aceptaría esta
amargura y privación que le muestra el Dios no como señal de odio, sino como una señal
de gran agapi excepcional y un favor excelente que le hace el Dios.

Porque estas situaciones similares no suceden a todos, sino en aquellos hombres que
quieren entregarse totalmente al servicio de Dios y alejarse de aquellas cosas que pueden
dañarlos. Y en general estas cosas no suceden al principio del regreso de los hombres a

164
Dios, sino cuando hayan servido a Dios por algún período de tiempo y una vez que se
hayan sanado, limpiado moderadamente en sus corazones con la santa oración y la
compunción y han sentido en sus corazones alguna dulzura espiritual, calor y alegría, y
cuando ya han comenzado la obra decidan a dedicarse por completo a Dios y servirle con
mayor perfección. Porque nunca vemos a quejarse por semejantes tentaciones los
pecadores y aquellos que están entregados a las cosas del mundo. Así se ve claramente
que esta amargura es una comida honorífica y cara, con la que el Dios invita aquellos que
ama a convidar. Y si en nuestro sabor no es delicioso, a pesar de esto, nos beneficia sin
entonces conocer lo que saboreamos. Porque la psique que se encuentra en esta clase de
sequedad y sabor amargo y tiene este tipo de tentaciones y loyismí, que sólo si los
pensamos nos perturban, aunque amargan el corazón y casi paralizan todo el hombre
interior, sin embargo de esta manera la psique adquiere temor, odio y aborrecimiento de
sí misma y obtiene aquella humildad que nos pide el Dios; además adquiere agapi más
ferviente hacia el Dios, atención más exacta a los loyismí y estómago más fuerte para
digerir las tentaciones sin daño y tiene sentidos espirituales ejercitados en el
discernimiento fácil del bien y del mal, como dijo Pablo (Heb 5,14). Pero la psique que
entonces no entiende estos motivos misteriosos, se asquea y evita la amargura que se ha
dicho, como si no quisiese nunca permanecer sin sabor del placer espiritual y cualquier
otro ejercicio lo considera como tiempo perdido y esfuerzo sin progreso ni fruto.

Capítulo B.25: Las tentaciones se han dado de Dios para nuestro beneficio.

Y generalmente, para que entendamos que todas las tentaciones nos fueron dadas de
Dios para nuestro propio beneficio (118), debemos pensar que el hombre a causa de la
mala inclinación de su naturaleza corrupta es orgulloso, ambicioso y vanaglorioso, se cree
extremadamente sabio y defensor empedernido de su propia opinión, siempre quiere que
los demás le tengan en cuenta más de lo que en realidad es. Pero esta reputación es tan
peligrosa para el progreso espiritual, de modo que sólo el olor de ella sea bastante para
impedir al hombre llegar a la verdadera perfección. Por eso el Dios como Padre caritativo
que tiene un interés amoroso para cada uno y sobre todo para aquellos que se entregaron
a su servicio, siempre permite que nos ocurran las tentaciones y de esta manera se cuida a
ponernos en tal posición para que podamos salir de este peligro terrible de semejante
reputación; y casi con violencia venimos a la humilde gnosis (conocimiento) de nosotros
mismos, tal como hizo a apóstol Pedro, al cual permitió que le negase tres veces, para que
pueda conocer su debilidad y no tener ánimo y confianza en sí mismo; lo mismo hizo con
el apóstol Pablo, al cual una vez haberlo subido al tercer cielo apocaliptándole-revelándole
los misterios divinos y ocultos, le dio una tentación para que conozca su flojera, su
debilidad natural y su enfermedad; y así haciéndose humilde se jacte de sus
enfermedades y no ensoberbecerse por la magnitud de las apocalipsis-revelaciones que

165
recibió de Dios, como el mismo dice: “Y para que la grandeza de las apocalipsis-
revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un
mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca y me convierta en un
soberbio” (2Cor 12,7).

Muchas y distintas son las causas por la que el Dios permite las tentaciones, tanto en los
pecadores como también en los santos y virtuosos. San Crisóstomo apunta once causas
por las que el Dios permite que sean tentados los santos. San Isaac el Sirio en sus logos 5 y
48 apunta muchas otras causas por las que están tentados los hombres. Pero en su logos
48 en general dice: “la tentación beneficia a todo hombre… los luchadores son tentados
para añadir más riqueza en la riqueza. A los flojos para que se protejan de las cosas que
les hacen daño; a los dormidos para que se despierten y a los que estás alejados de Dios
para se acerquen a Él; en cambio a los amigos de Dios los tienta para que tengan mayor
franqueza”. Por eso también san Juan el Damasceno en su capítulo 45 sobre la Fe
Ortodoxa, una vez que haya dicho que las tentaciones vienen a los justos y a los pecadores
por perdón, por concesión o por abandono económico y espiritual, al final añade:
“Debemos conocer que todas las cosas desagradables a los que las aceptan con agrado sin
perturbarse, de cualquier manera producen mucho beneficio”.

El Dios pues, siendo caritativo con nuestra inclinación perversa y miserable, permite que
nos visiten las tentaciones, que algunas veces son tan horrorosas y terribles, que con
distintas maneras nos hacen humildes y conocedores de nosotros mismos; a pesar que
nos parece de que no nos benefician en nada. Y en este punto simultáneamente muestra
también su caridad, bondad y sabiduría, porque aquello que nosotros consideramos como
más dañino y perjudicial, con aquello nos beneficia, porque nos hacemos más humildes,
cosa que es lo más imprescindible de todo lo demás para nuestra psique.

Así que, si en general todas las tentaciones provocan humildad, debe humillarse también
el siervo de Dios que siente, como antes hemos dicho, en su corazón las tentaciones, los
loyismí, la impiedad y la falta de alegría y dulzura espiritual; y pensar que estas cosas
suceden por nuestros pecados y que no puede haber alguien que sea tan deficiente su
psique y servir a Dios con tanta tibieza; y que este tipo de loyismí no suceden en otros,
sino sólo en aquellos que están abandonados de Dios y por esta razón también los mismos
son dignos de ser abandonados.

He aquí, pues, qué beneficio proviene de estos humildes pensamientos y reflexiones


(loyismí): aquel que antes creía que no tiene ningún mal, ahora se cree el hombre más
ilegal del mundo y que aún no es digno ni siquiera del nombre de llamarse cristiano. Por
supuesto que nunca podría pensar tan bajo para sí mismo, ni llegar a tan profunda
humildad, si no le obligaba aquella gran aflicción y sufrimiento y aquellas aisladas

166
tentaciones y amarguras del corazón, que son una benevolencia que da el Dios a la vida de
aquella psique que se dedica a Él, para sanarla con estos medicamentos, y que sólo Él
conoce bien que son imprescindibles para la salud y el buen estado.

Aparte de los frutos que provocan en nuestras psiques semejantes tentaciones y la falta
de piedad, existen también otros muchos frutos. Porque aquel que está afligido de estas
tentaciones interiores, casi está obligado a acercarse a Dios, e intenta hacer lo que es
correcto para la terapia de la aflicción, de la depresión y de la amargura del corazón y así
poder liberarse rápidamente de un martirio de este tipo. Va examinando su corazón,
evitando todo pecado y todo defecto hasta el más pequeño que de cualquier manera le
aleja de Dios. Y así aquella tribulación (tristeza, depresión y sufrimiento), que él creía tan
contraria, dañina y perjudicial, después se convierte en un centro por el que comienza y
busca más a Dios, con más fervor, y se aleja aún más de aquello que cree que no es según
la voluntad de Dios. Y hablando en brevedad, diría que todas las tribulaciones
(sufrimientos, depresiones, angustias y fatigas) que padece la psique con estas
tentaciones interiores y las privaciones de las alegrías y los placeres espirituales, no son
otra cosa que un amistoso purgatorio con el que el Dios “psicoterapia”, purga y sana la
psique si las aguanta con humildad y paciencia; y estas pueden hacernos recibir al cielo
aquella corona que se logra solo mediante estas tribulaciones. Y cuanto mayores son las
tribulaciones, tanto más glorioso será también el cielo.

De esto es evidente que nosotros no debemos confundirnos, perturbarnos y afligirnos


tanto de las demás tentaciones exteriores que nos vienen, como de las interiores que
antes dijimos; tal y como hacen aquellos que tienen poca experiencia en cosas similares y
que cualquier cosa que les suceda lo atribuyen de que les viene del diablo o de sus
pecados e imperfecciones, y las señales de la agapi de Dios las consideran como señales
de odio, y las benevolencias y donaciones las consideran como pruebas y golpes que salen
de un corazón iracundo y hagan lo que hagan está perdidos, sin recompensa y que este
daño no tiene terapia. Porque si creyeran que de semejantes tentaciones no deriva ningún
daño, sino gran adquisición de virtudes, si la psique de estos las utiliza y las recibe con
agrado, y si creyeran que estas sólo son un recuerdo de la agapi cariñosa de Dios hacia
nosotros, no podrían ser perturbados y perder la paz de sus corazones, pero ellos se
afligen y se entristecen por muchas tentaciones y extraños loyismí blasfemos y se
encuentran en sequedad y tibios, sin piedad y sin fervor en la oración y en otros ejercicios
espirituales que hacen.

Entonces con una persistencia renovada les gustaría humillar sus psiques ante el Dios y
deciden de cualquier manera en cada caso cumplir la voluntad divina, servir a Dios en este
mundo y cuidarse en ser vistos como pacíficos y serenos, creyendo que toda cosa la

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reciben de la mano del Padre celeste, en la mano del cual se encuentra esta copa amarga
que se les es dada. Porque esta molestia y tentación que están sufriendo sea del diablo,
sea de los hombres, sea por sus pecados o por cualquier otra razón, siempre y en todo es
el Dios que concede con distintos medios, como él crea correcto, para que no llegues a
otro mal, sino sólo en aquel del castigo, el cual Dios permite siempre que venga para tu
beneficio. Y si el pecado que se hace, por ejemplo, de tu prójimo, es contrario a su
voluntad, esto también el Dios lo utiliza para beneficio tuyo y sanación tuya, si tú lo
soportas sin perturbación ni tormento o trastorno. Así en vez que te entristezcas e
inquietes, debes estar agradeciéndole con alegría interior y deleite, haciendo lo que
puedas con perseverancia y persistencia; pero sin perder el tiempo y junto con esto
perder también muchos y grandes salarios y recompensas que quiere el Dios que
adquieras por el motivo que él permite venir.

Capítulo B.26: Qué medicina debemos utilizar para que no seamos irritados de nuestros
defectos, errores y debilidades.

Si alguna vez caes en algún error no mortal con palabras o con obras, es decir,
desconcertarte por algún acontecimiento que te suceda o juzgas y condenas o escuchas
que los demás te condenan, o discutes con alguien, o muestras desesperación, curiosidad
y sospecha, o caes en negligencia, entonces no debes desconcentrarte ni desesperarte y
entristecerte más pensando en lo que has hecho; otras veces pensando que no vas a
salvarte de estas debilidades, otras veces que tus imperfecciones son la causa de estas y
tu débil voluntad, y a veces pensando que no caminas realmente en el camino del Espíritu
y del Señor y cargas con mil miedos tu psique por cada cosa que te ocurra a través de tu
tristeza, sufrimiento, mezquindad y desánimo.

¿Entonces en este caso que sigue? El avergonzarte delante de Dios, el no tener el ánimo
en Él; estás como si no le hubieras guardado la fe que debías al estar cayendo y perdiendo
el tiempo en estas cosas; te estás mirando cuánto permaneciste en cada fallo, si
consentiste, y si quisiste estas cosas o no, si expulsaste aquel pensamiento loyismós y
otras cosas similares. Y cuando más te entristeces tanto más crece la desgana, la irritación
y la inquietud para confesarte. Pero también cuando vas a la confesión, te confiesas con
un miedo irritable, y de nuevo cuando gastes tiempo en la confesión, otra vez no tienes tu
espíritu reposado y sosegado, porque crees que no lo has dicho todo. Y así pasas una vida
amarga e inquieta con pocos frutos, perdiendo tu tiempo. Y todo esto se hace para que
pensemos mejor y más en nuestra flojera física y para que no sepamos la manera con la
que nuestra psique debe ocuparse sobre el Dios: es decir, es mejor para el hombre que
utilice la humilde metania y el retorno a Dios, cuando caiga en algún pecado no mortal, en
vez de entristecerse, sufrir demasiado y perturbarse excesivamente.

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Dije los pecados no mortales, porque sólo en estos está acostumbrada caer la psique
aquella que vive de acuerdo con lo que aquí hemos cuestionado, hablando sólo para
aquellos que hacen vida Espiritual y buscan progresar espiritualmente y se encuentran sin
pecados mortales. Porque para aquellos que simplemente viven como sea y con pecados
mortales, afligiendo cada dos por tres a Dios, hace falta otra clase de consejo y petición,
ya que no es para ellos este medicamento que hemos dicho; estos deben irritarse, llorar
con dolor y reflexionar largamente, examinando siempre sus conciencias y estar
confesándose para que no les falte, a causa de sus indiferencias, la necesaria medicina,
sanación y salvación.

Por tanto, queriendo hablar sobre la paz y la hisijía serenidad y calma, que tiene aquel que
trabaja y sirve a Dios, decimos que este retorno y metania para que esté puesta completa
a la esperanza de Dios, no se debe entender sólo por las culpas y errores ligeros y diarios,
incluso aún por los mayores y gordos en los que alguna vez cae el siervo de Dios no sólo
por la debilidad y la flojera, sino algunas veces también por maldad y predisposición (119).
Porque el quebrantamiento que hace la diania (mente, intelecto) del hombre espiritual
conduciéndole a perturbarse, agitarse y sorprenderse, nunca conducirá la psique en un
estado perfecto, si no se une con la confianza y la amada esperanza a la bondad y
compasión de Dios. Y esto en principio es imprescindible y necesario para aquellos que
desean no sólo salir de sus fatigas, sino también para adquirir un gran grado de virtudes y
una gran agapi y unión con el Dios. Cosa que muchos hombres espirituales al no querer
entenderla permanecen con el corazón y el nus casi siempre desesperados, que los
retiene y no los deja avanzar hacia adelante o hacerse receptivos de los mayores carismas,
los cuales el Dios ha preparado para ellos y día tras día muchas veces hacen una vida
miserable, inútil y digna que es para que uno llore por ellos. Porque no quieren más que
seguir sus propias fantasías, no aceptando la verdadera y sanadora enseñanza que les
conduce a través del camino real en virtudes cristianas sublimes y estables, y en aquella
paz que ha dejado el Cristo en la tierra, diciendo: “27 La paz os dejo, os doy mi profunda y
verdadera paz; no como este mundo la da. No estéis angustiados, ni tengáis temores
interiores, tampoco estéis acobardados en vuestros corazones.

Me voy y os dejo la paz, os doy mi profunda y verdadera paz; no como este mundo la da,
que es una paz hipócrita, engañosa e inestable. No estéis angustiados, ni tengáis temores
interiores, tampoco estéis acobardados en vuestros corazones por miedos y amenazas
exteriores (Jn 14,27).

Muy bien nos enseña también lo siguiente: porque de los pecados no mortales no están
liberados ni los mismos santos, a causa de la debilidad y la enfermedad humana. Pero por
regla general no tienen una declinación habituada en estos y con perseverancia los cortan,

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pero también luchan siempre para limpiar y sanar sus psiques para no perder el agrado a
Dios. Porque el Dios aunque los pecados no mortales no los castiga con infierno eterno,
sin embargo siempre le parecen desagradables y odiosos, como también todos aquellos
que los cometen. Y además estos pecados no mortales debilitan las fuerzas de la psique,
destruyen la piedad e impiden la jaris (energía increada) que proviene de Dios, abren la
puerta a las tentaciones; y no matan la psique pero sí la enferman, especialmente cuando
uno permanece en estos largo tiempo con la declinación que tiene y con su voluntad.
Porque una cosa es que uno diga una o dos veces una mentira, y otra cosa es mentir por
cualquier cuestión y tener una declinación y agrado a un defecto de este tipo. Las moscas
cuando pasan rápidamente de una cosa aromática, no la destruyen toda, pero cuando
paran y mueren dentro al aroma, lo destruyen todo y lo hacen heder, como dice Salomón:
“Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una
pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable” (Ecl 10,1). Eso sucede
también con los pecados no mortales, cuando permanecen mucho tiempo en la psique del
hombre, destruyen toda su piedad y su buena situación.

Aún semejantes hombres deben cada vez que se encuentran con alguna irritación por
alguna duda, pues, que acepten el consejo de su Guía espiritual o de cualquier otro que le
consideran capaz de darles consejos semejantes y que se dediquen a esto reposando
plenamente. En conclusión terminando el logos, sobre la molestia o irritación que
proviene de las deficiencias y faltas, sigue el capítulo siguiente.

Capítulo B.27: La psique debe estar pacificándose y progresando sin perder tiempo.

Haz aquellas cosas que te dije al capítulo A. 26, es decir, todas las veces que te veas a ti
mismo caer en algún defecto y error de los no mortales menor o mayor, y esto que lo
hagas muchas veces al día si hace falta y siempre con tu voluntad y conocimiento, pues,
no te agobies por la molesta tristeza y no te perturbes, ni pierdas mucho tiempo
examinando esto, sino que inmediatamente conociendo lo que has hecho, humíllate, y
viendo tu debilidad dirígete con agapi a Dios y con la boca y con el espíritu del corazón
decir hacia él:

“Señor mío, tal como yo soy así he hecho. De mi no podrías esperar otra cosa que
defectos, errores y otras cosas defectuosas. Y no permanecería sólo en estas si no
existiera tu bondad para ayudarme y no abandonarme. Por esto te agradezco, porque me
has liberado, y me duele por lo que he hecho, no correspondiendo a tu jaris (favor y gracia
energía increada). Perdóname y dame la jaris de modo que no vaya a entristecerte más, y
que ninguna cosa me separe de ti, a quien siempre quiero servir y obedecer”. Una vez
hayas hecho esto, no pierdas el tiempo en pensar o creer que el Dios no te ha perdonado.

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Pero con fe y sosiego avanza hacia adelante, siguiendo siempre los ejercicios
acostumbrados como si no hubieses caído en ningún error.

Esto no hacerlo sólo una vez sino cien si es necesario, y en cada momento y con mucho
ánimo y sosiego, la última vez que sea como la primera. Porque de esta manera honras
mucho la bondad de Dios, al cual siempre debes entender que es todo bondad e
infinitamente caritativo, más de lo que tú puedas imaginar. Y así no estará obstaculizado
nunca tu progreso, tu paciencia y tu camino hacia adelante. Por eso no pierdas
injustamente el tiempo y el fruto.

Incluso puedes permanecer pacífico, cuando caes en alguno de los defectos y errores
anteriores, entonces debes actuar de la siguiente manera: moverte en hacer alguna
operación y acción interior, en reconocer tu mezquindad y humillarte delante de Dios. Y
una otra operación, acción es reconocer la caridad de Dios, la que hizo en ti y amarle y
elevarle más, con la ayuda que te dará el mismo Dios. En esto que hemos dicho, deben
tener cuidado aquellos que se molestan, se sorprenden y dudan, pues, cuando pecan, que
vean lo grande que es su ceguera. Por eso, a estos también les damos la noticia que es una
llave con la que una psique puede abrir grandes tesoros espirituales y en poco tiempo
enriquecerse con la jaris (gracia, energía increada) de nuestro Señor Jesús Cristo, al Cual se
debe toda doxa-gloria, honor y reverencia junto con Su Padre sin principio y Su Santísimo
Espíritu, por ahora y siempre y por los siglos infinitos, amín.

San Nicodemo el Aghiorita, autor de la Filocalía.


Traducido por XX.JJ
Fuente: Logosortodoxo.com

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