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Fe y Alegría - Nicaragua

LA ORACIÓN
DENTRO
DEL MARCO
DE
LA FE
1. LA FE
Para llegar a comprender lo que es la oración hay un camino: partir de
la comprensión de la fe. Solamente puede uno llegar a comprender y
descubrir la oración, habiendo descubierto lo que es la fe.
Normalmente todos sabemos que entre fe y oración hay una conexión;
pero la conexión es mucho más profunda de lo que puede parecer.

A. LA FE, UN DIÁLOGO ENTRE DIOS Y LA PERSONA


Lo importante de la fe no es admitir una determinada verdad oscura,
sino admitirla porque Dios lo ha dicho. A partir de esto, la fe es una
palabra que Dios dirige a la persona. Hay un momento en el que Dios
silencioso se hace Dios elocuente, y este Dios elocuente nos dirige una
palabra que es recibida por la persona. Cuando la palabra divina ha
sido recibida por la persona, y la persona le dice al Señor: "Acepto tu
palabra", entonces esa persona comienza a vivir en dimensiones de fe.
Es decir, la fe es fundamentalmente un diálogo entre Dios y la
persona. Lo importante, lo inédito, lo maravilloso y lo sorprendente es
que Dios le ha hablado a la persona y que la persona ha
escuchado la Palabra de Dios y ha aceptado la Palabra de Dios.
Eso es ser creyente.

B. CONTENIDO DEL DIÁLOGO


En un diálogo siempre se tiene que hablar de algo determinado y
concreto. ¿De qué habla Dios? ¿Qué es lo que nos manifiesta?

Dios no nos habla, en ese diálogo de la fe, de las cosas que nosotros y
nosotras podemos conocer por otros caminos. Dios nos habla de sí
mismo, de lo que lleva dentro de su corazón, de lo que es la
ilusión de su vida, de lo que son sus proyectos y de lo que son
sus sueños. En muchas ocasiones nosotros y nosotras nos olvidamos
de que Dios es una persona, que tiene algo dentro, lo mismo que
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tenemos cada uno de nosotros y cada una de nosotras; que puede
manifestarlo libremente a quien quiera y cuando quiera. Lo
maravilloso de Dios en
el diálogo de la fe es
¡¡Yo también te
que Dios, de pronto,
amo, Dios!!
como que se desnuda
a sí mismo delante de
la persona, abre su
interior y comienza a
decirle lo que lleva
dentro, en su propio
interior, en su
corazón. Este es el
sentido profundo de
los misterios.

Nosotros y nosotras normalmente nos hemos escandalizado mucho


ante la palabra "misterio". "Misterio es lo que no se entiende",
decimos. ¡¡No!! Misterio es el interior, la intimidad de cada
persona... Esos son los misterios de Dios. Es lo que lleva dentro
de sí mismo que solamente puedo conocerlo si El me lo dice.
Después lo entenderemos o no, como cuando le explicamos a un niño
determinadas cosas y él no las comprende porque todavía es pequeño.

Dios un día se decidió a hablarnos de SI MISMO. ¿Y qué es lo que nos


dijo? El diálogo de fe no tiene más que un punto de comparación:
habla de Sí mismo, pero habla como un enamorado habla a la persona
de quien se ha enamorado. Dios no ha dicho más que una palabra,
exclusivamente una palabra: que ama a la persona absoluta y
totalmente, que no abandonará nunca a la persona, que es,
diríamos, la criatura, la realidad más grande de toda la creación
sobre la que Él ha depositado todo el cariño de su corazón. Todo
el misterio de la revelación de Dios se centra en esta palabra: "Dios
es amor para la persona". O de otra manera, es la palabra de Dios
diciéndonos a cada uno de nosotros "YO TE AMO".

C. CALIDAD DEL DIÁLOGO


Un diálogo para que sea auténtico necesita que el que habla y el que
recibe la palabra se coloquen a un mismo nivel. Si hemos querido a la
persona y lo hemos manifestado, la única palabra que se nos puede
dar en serio es que ella me conteste: "Yo acepto
tu cariño y además pongo mi cariño a tu
disposición". ESO ES LA FE.

La fe es haber escuchado a un Dios que se vuelca


de pronto sobre la persona y le dice: "Yo te

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quiero", y entonces no puede haber más que una respuesta
auténtica: "Señor, yo también te quiero a Ti". La fe es el diálogo
entre dos enamorados. Un diálogo entre Dios que se ha enamorado
de la persona humana, y una palabra que responde a ese cariño de
Dios, que es la palabra de la persona humana que se ha enamorado de
Dios. Por tanto, un o una creyente no es más que una persona
que se ha enamorado de Dios, porque se encontró con un Dios
que, previamente, se había enamorado de ella.

La fe no se reduce a esquemas fríos; no es una realidad que toma


solamente la cabeza, toma la totalidad de la vida que se ha
orientado hacia Dios.

Lógicamente, la fe tiene una serie de consecuencias: si yo me he


enamorado de Dios, yo entonces creo en Dios o, dicho de otra manera,
pongo mi confianza en el Señor; también tengo que serle fiel; y
Dios se convierte en el valor, la realidad, la persona más
importante de toda mi vida.

Un creyente o una creyente es una persona que se ha encontrado con


Dios, con esta visión de enamoramiento, de fidelidad, de confianza, de
centro y entonces no tiene más que una urgencia: comunicar
eso que lleva por dentro a los y las demás, y por eso entonces la
fe es esencialmente misionera.

2. LA ORACIÓN
La fe, decimos, es un diálogo existencial entre Dios y la persona,
es ese diálogo de existencia a existencia.

Por ejemplo, en un matrimonio enamorado la vida


entera está orientada hacia el marido o la mujer;
aunque no se piense en él o en ella,
instintivamente en la vida procede como a la otra
persona le gusta, sin pensarlo. Esto es lo que
pudiéramos llamar el misterio de la fe:
instintivamente estoy orientado hacia Dios y
entonces, piense en Dios o no, mi vida
procede según el proyecto de Dios y según
las exigencias del Evangelio.

Este diálogo existencial que es la vida de Dios


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orientada hacia mí mismo, y mi vida orientada hacia Dios,
necesita, lo mismo que ocurre en el matrimonio, no solamente que la
vida se oriente existencialmente. Hace
falta decirlo. En la vida es muy
importante expresar lo que uno lleva
dentro.

La mujer o el marido se quejan de que el


otro es poco expresivo. Entonces la otra
parte intenta justificarse. "Yo no vivo más
que para ti; mi trabajo es para ti, etc."; y
la otra parte dice: "Sí, yo sé que todo eso
es verdad, pero hace falta que me lo
digas; lo necesito". ¿Por qué? Porque así
se va fundamentando el cariño, se va
acrecentando el cariño y se expresa el
cariño. Eso es lo que han hecho toda la
vida los enamorados. El amor se expresa en palabras, no en
charlatanerías. El amor dice la palabra precisa, la palabra exacta, la
palabra que lleva uno o una por dentro; pero no necesita jugar con
palabras para pasar el tiempo.

La oración es saber que yo estoy enamorado de Dios, pero es que


tengo la necesidad de comunicarlo con El y entonces lógicamente
busco un tiempo donde yo pueda decirle al Señor: "Señor, yo te
quiero, y Tú eres el centro de mi vida"; y yo pueda escuchar la
palabra del Señor diciendo: "Yo también te quiero y tú también eres el
centro de mi vida".

Conforme la fe se hace
más fuerte, mayor es la
exigencia de oración. No
es que se haga más tiempo
de oración, que es muy
distinto, sino que es mayor
la exigencia de oración; y
puede ser que una persona haga poca oración con mucha exigencia de
oración. Conforme la fe es más profunda, la exigencia que tiene uno
por dentro es de encontrarse con El y cuando la fe es débil,
entonces desaparece totalmente la exigencia.

Como en un matrimonio: al principio tenían la ilusión de estar juntos,


lo malo es cuando ni a ella ni a él les importa estar juntos. Cuando ya
ha desaparecido la ilusión de poderse encontrar, sino que cada uno
lleva su vida, es señal de que algo está muriendo allí.

Lo mismo decimos con la fe: cuando ya no interesa rezar, cuando ya


no interesa orar, es señal de que la fe va progresivamente
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desapareciendo: el día que uno no tiene ninguna necesidad de
oración se puede decir que ese día se murió la fe.

El problema de la oración es u n problema vital de nuestra


propia fe y de poder transmitir la fe a los demás. Quien no es
persona de oración, de otra manera está diciendo que no es persona
creyente. Cada uno tendrá su manera de hacer oración; pero
para la fe, su expresión es la oración, la
necesidad vital.

3. SIGNOS DE LA ORACIÓN
Hemos tratado de la importancia de la oración.
Pero, ¿cuáles son las señales de la verdadera
oración? Porque podemos llegar a oraciones
falsas, a entretenimientos piadosos, sin llegar a
una verdadera oración y hay que descubrir cuáles
son las señales de ella.

Hay tres signos para descubrir la verdadera


oración:

PRIMERO:
La verdadera oración coloca a la persona continuamente en una
postura de búsqueda de la voluntad de Dios y de la fidelidad a
esa voluntad del Señor. La auténtica oración supone que todos los
días busco lo que Dios quiere, por qué lo
quiere y al mismo tiempo intento
cumplirlo, y eso se queda como la tónica de
toda la vida. Lo típico de una persona
enamorada es saber lo que el otro quiere,
qué es lo que le gusta; es acoplarse a los
gustos del otro y a los deseos y orientaciones
de la otra persona.

SEGUNDO:
La verdadera oración hace que la persona cada día
se sienta más comprometida con la Iglesia. Por
un motivo muy sencillo: la Iglesia es la reunión de
los hombres y las mujeres que creen en Cristo, es
donde Dios se encuentra también presente y ha
puesto su tabernáculo; es el grupo de los hombres y
las mujeres que, enamorados de Dios y
entusiasmados con Dios, quieren transmitir este

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mensaje de cara a un mundo y, lógicamente, cada uno debe sintonizar
con aquellos que tienen los mismos sentimientos. La oración
verdadera nos lleva a la comunidad, porque "en esto se conocerá
que son mis discípulos: si se quieren los unos a los otros". La oración
no es una evasión; es una dinámica para comprometernos, y
entonces vivimos y sentimos y nos comprometemos más con la
Iglesia.

TERCERO:
La oración hace que la persona cada día se
sienta comprometida con el mundo y con
la totalidad de los hombres y de las
mujeres. Termina haciendo de cada cristiano
y cristiana unos verdaderos samaritanos,
que saben exponer incluso su vida, su
tiempo, su dinero, lo que haga falta para
poder ayudar de verdad a la persona que se
encuentra en medio del camino. Aquella
oración que termina reduciéndonos a una
sacristía y a poner unas velas a unos santos,
pero sin llegar a un compromiso real con EL HOMBRE Y LA MUJER QUE
SUFREN, es una falsa oración. Es una oración de entretenimiento...

PARA REFLEXIONAR
1. ¿Qué cosas me llamaron más la
atención de la lectura? ¿Por qué?

2. ¿Me siento, de verdad, enamorado o


enamorada de Dios? ¿Cómo fue mi encuentro
de amor con Dios? ¿En qué cosas noto que he
estado enamorada o enamorado de Dios?

3. ¿Ocupa la oración un lugar importante


en mi vida diaria? ¿Cuánto tiempo dedico a la
oración cada día? ¿A la semana?

4. ¿Cómo es mi oración? ¿Es mi oración una búsqueda constante


de lo que a Dios le agrada? ¿Ayuda mi oración a que me sienta
parte activa de la comunidad eclesial en la que vivo? ¿Me
empuja la oración a ser cada vez más comprometido o
comprometida a favor de quienes más sufren —”hermanos
más pequeños de Jesús”— en mi barrio o comunidad?

5. ¿Podría definirme de verdad como un o una “creyente”,


según lo leído arriba?
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Un punto fundamental en la
experiencia de Dios, es ofrecer a
la persona que quiere acercarse
cada vez más a Dios, la
posibilidad de conocer y
experimentar los rasgos
fundamentales del modo de orar de Jesús.

INTIMIDAD
Jesús en su vida dio ejemplo de
hambre orante: a solas, en
lugares apartados, en una gran
intimidad con su Padre (Marcos 1,35). Así enseña a hacerlo: entrando
en el aposento y cerrando la puerta (Mateo 6,6).

IDENTIDAD DE GRUPO
Sus discípulos, una vez formados como grupo,
experimentaron la necesidad de pedirle que les
enseñara a orar (Lucas 11, 24), como otros
maestros lo hacían, constituyendo así la
identidad del grupo. Es allí donde Jesús —con
sus propias palabras— ha dejado su oración por
excelencia, el Padrenuestro, como una respuesta a la petición de los
amigos y seguidores: “Ustedes pues, oren así” (Mateo 6,9).

PADRE NUESTRO
Ahora bien, la oración que Jesús nos enseña
es una oración fundamentalmente de
petición. El Padrenuestro está estructurado
en torno a “peticiones”. Eso sí, a peticiones
de cosas fundamentales; no tiene nada
que ver con peticiones de cosas banales
(Mateo 6,7). Las peticiones que él enseña a
pedir tienen que ver y giran en torno al Reino de Dios. Es ese proyecto

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de Dios, que implica fraternidad, igualdad, respeto a la vida, a la
tierra, solidaridad, justicia, misericordia y paz alegre como remate, lo
que establece el horizonte de los peticiones del Padrenuestro en la
actualidad. No comprender esto significa caer en la tentación del niño,
que no ha internalizado el principio de realidad: de querer pedir y
obtener todo lo que se le antoje, de forma mágica y sin esfuerzo de
parte suya.

VERDADERA ALABANZA
La oración cristiana, por tanto, es una
oración de petición que se orienta a la
praxis del Reino. Está centrada en el
Reino y es pragmática —nos lanza a
hacer cosas— siempre en el horizonte
de la colectividad. Es esta oración la
que se convierte en verdadera
alabanza. Lo que más agrada a Dios es su proyecto: la realización de
esto es lo que lo alaba a cabalidad, más que aplausos y expresiones
vacías de gracias, o peticiones que obvian la realidad y la
responsabilidad personal en la construcción del Reino.

FIDELIDAD A RUAH
Muchas veces no se sabe qué es lo que se tiene
que pedir. Ahí es donde más acude Ruah para
ayudar a saber qué pedir, como dice San Pablo
(Romanos 8,26-27). Es precisamente la petición
y la concatenación de peticiones lo que hace ir
siendo fieles a la Espíritu. Dónde dejó el Señor
en la oración, el fruto que dio en la oración
anterior, es lo que indica lo que se debe seguir
pidiendo. Aquí es donde se establece,
propiamente, el ser fiel a seguir a Ruah.

En nuestro modo de presentar los diversos tipos de oración, hemos


enfatizado la importancia de la petición. Ahora bien, una petición
decíamos, de lo esencial. Actualmente se tiene reparo en la oración de
petición por el mal manejo que se ha tenido de ésta. Sin embargo,
como hemos insistido, en la petición simplemente pedimos por donde
Ruah ya nos invita a hacerlo y siempre en el horizonte del Reino. No
olvidemos que la oración de Jesús —el Padrenuestro— es
eminentemente de petición en torno al Reino.

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PARA REFLEXIONAR
¿Cuáles son mis peticiones? ¿Supero al Dios de la
infancia, al que pido “tonterías”? ¿Detrás de mis
peticiones está lo del Reino o es algo “muy personal”?

DESIERTO Y SILENCIO
Es importante caer en la cuenta de que el tipo de oración por
excelencia de Jesús se hace en la intimidad, en la soledad (aposento,
monte, noche, desierto) y en el silencio
—sin desconocer que a veces también
oraba con sus discípulos—. Esto significa
que el ambiente prolongado de
desierto y de silencio es c ondición
para que se dé la oración. Sin
embargo, esto no lleva a caer en el
individualismo, porque el centro de la
oración es el Reino y las peticiones son
en colectivo, partiendo del
reconocimiento de un Padre-Madre
común.

Es verdad que decimos con mucha frecuencia que a Dios no se le


busca “arriba” sino que el movimiento corporal para encontrarlo es
“hacia abajo”. Es verdad que Jesús se encuentra en los necesitados y
necesitadas que es en donde se puede y se debe servirle y ayudarlo.
Esto es el gran juicio (Mateo 25,31ss). Sin embargo, en todas esas
personas Jesús no tiene el rostro propio: adopta la cara de los demás.
Esto implica que sólo si ha habido una relación profunda con su
persona, con su modo, son la forma como Él hacía las cosas, es
posible reconocerlo después: como pudieron comenzar a
reconocerlo los discípulos y los apóstoles en la presencia nueva de
resucitado. Fue su mantera de partir el pan lo que les hizo reconocer a
los de Emaús a Jesús, en ese peregrino. Fue el modo de caminar en la
playa lo que hizo que Juan, en el Tiberíades, se percatase de que era
el Señor quien paseaba por el borde del lago. Fue su voz la que hizo
que María Magadalena lo reconociera
como el Raboní.

Esto implica que la acción solidaria y


política, el compromiso, se realiza
en la historia desde el impulso que
da la intimidad con Jesús a quien le
quiere servir en los semejantes.
Esta acción, sin embargo, no obedece

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sólo a una acción con Su persona como si sólo esto fuera necesario o
importante: el hermano y la hermana son importantes,
independientemente de si se ha visto o no el rostro de Jesús,
como se deduce de la escena del Juicio de las naciones (Mateo
25,31ss).

También tenemos que decir algo sobre la


duración. El ejemplo de Jesús es que
“pasaba la noche” en oración. Nuestra
propia experiencia nos indica que un
tiempo menor de 30 minutos, para la
mayoría de las personas, se puede
“llenar” con los propios diálogos internos
y con las propias voces y ruidos que se
apoyan en la bulla de la sociedad
consumista. Sólo un espacio que
trascienda esa duración, sitúa en un
clima de silencio y desierto, en realidad. Entonces sí, lo que acaece en
ese tiempo, más allá de media hora es propicio para la comunicación
espiritual. Con esto queremos afirmar que la oración cristiana debe
hacerse a solas y en silencio.

PARA REFLEXIONAR
¿Cuál es mi propia dedicación a la oración?
¿Cuánto tiempo le doy? ¿En qué clima?
¿Cómo integro dinámicamente Eucaristía,
oración personal, liturgia y trabajo?

LA ORACIÓN ES UNA “EMBAJADA””


La metáfora que explica
mejor lo que sucede en la
oración es la de una
embajada. Las naciones
establecen sus legaciones en
otros países utilizando las
construcciones, las calles, los
elementos de los países
diferentes. Así también
sucede con la actividad de
Dios en cada uno y cada una. Toda la persona es mediación de
Dios, sobre todo en momentos en que ya han cesado —por tiempo y
por el espacio preparado— los rollos, los discursos personales y los
propios ruidos internos. Entonces suele acontecer el percatarse de la
actividad de Dios en sí mismos o en sí mismas.

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Es decir, la presencia del Señor va a utilizar lo que es cada uno o
cada una —en sus cosas buenas y en sus cosas no tan buenas— para
comunicar una sola cosa: el dinamismo de sus deseos que
pueden entrar en diálogo libre con los deseos hondos propios.
Estos deseos de Dios tienen que ver con lo que hemos denominado
“los cuatro pedestales de la MESA DEL BANQUETE DEL REINO”. Poder
captar esto y atinar a diferenciarlo es lo que llamamos
discernimiento. Es precisamente darse cuenta de que se está
moviendo en sus cuatro pedestales, lo que nos asegura que lo que se
vive internamente excede la propia creación. Juntamente con el
verificar que los movimientos e invitaciones que se provocan superan
nuestra capacidad de respuesta o la contradice, muchas veces. La
oración del Espíritu es realmente imprevisible, y debemos estar
dispuestos a todo, sobre todo para aquello que no esperamos. Esto
nos enseña a no pret ender dirigir nuestra oración sino a dejarnos
guiar por Dios y por su Espíritu como Él quiere y cuando quiere. Es
decir, la oración es embajada de Dios en nosotros y nosotras.

PARA REFLEXIONAR
¿He tenido alguna vez la experiencia de sentir en la
oración que Dios me lleva por caminos en que
nunca hubiera pensado? ¿Cuánto me ha constado
darme cuenta que en mi vida de oración Dios es quien manda? ¿Busco
momentos claves que me ayudan a percatarme de ello?

LA MESA DEL BANQUETE DEL REINO


Si algo que experimentamos nos lleva al Reino, decimos que es
un signo indiscutible que ello proviene de Dios. Las mociones —
los impulsos e invitaciones experimentadas en el corazón— deben
acercarnos a esa mesa del
Reino con todos sus
pedestales. Ahora bien, esto
no quiere decir,
necesariamente, que siempre
deban estar los cuatro pies
presentes y explícitos. Lo que
sí es necesario es que en la
moción que se analiza, por lo
menos estén latentes y nunca
negados formalmente. Por
consiguiente, toda moción
(sentimiento, deseo, idea, imagen) si es de Dios, me debe llevar a
esos cuatro derroteros.

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PRIMER DERROTERO:
A LAS OBRAS
DE JUSTICIA SOLIDARIA
(MATEO 25,31SS)

Las obras de justicia son criterio del


conocimiento de Yahvé. “Mispat” y
“Sedeká” dan lo sustancial del mensaje
bíblico. El significado más frecuente de este
binomio es el afán de sacar adelante los
derechos violados, especialmente del pobre y del desvalido, es
decir, los derechos de aquél que no tiene de por sí medios para
salir adelante.

Se trata acá, entonces, de verificar si algo que experimento, si algo


que siento, si las ideas que se me ocurren, me llevan a ser solidario
con las personas menesterosas. El Evangelio es muy explícito en
colocar diversos aspectos de esa solidaridad: con el hambriento, con el
sediento, con la persona que no tiene casa, con la enferma, con la
encarcelada. El servicio a todos ellos se vuelve criterio para
conocer si algo viene a no de Dios. Más aún, este “pie” nos pone
de entrada en relación misma con Jesús que está en todos los
necesitados y necesitadas. Es a Él a quien se hace o deja de hacer
la obra de justicia solidaria.

SEGUNDO DERROTERO:
A LA ALEGRE MISERICORDIA
(LUCAS 6,36)

Si algo proviene de Dios y lleva a su


Reino habrá siempre en ello el toque
de la misericordia. A esta realidad
muchas veces se la iguala con la justicia.
Aunque tienen relación intrínseca, existe
algo aún más especial en la misericordia.
Ésta habla de una forma de corazón.
Esto dice relación al modo de ser, a la
expresión corporal más que a la
intelectual.

Este derrotero nos habla obviamente de


la confianza, del abandono en Dios,
del perdón encontrado en Dios, de la

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apuesta infinita de Dios con la humanidad. El texto clave para
entender el mandato de Jesús en Lucas 6,36 es precisamente la
parábola del Hijo Pródigo, o mejor dicho, la parábola del Padre
misericordioso (Lucas 15,11-32)

Sentirse cristianamente movido a algo por el Espíritu de Jesús, es, por


tanto, según Jesús, estar dispuesto a dar siempre, a pesar de que
se imagine que lo que se ha entregado podrá ser desperdiciado; es no
guardar resentimiento por los destrozos de los bienes
otorgados, sino todo lo contrario, estar siempre esperando el regreso
en la distancia. Es no dejar que se expresen las culpas y los
pecados; es tapar la boca para recibir con cariño de madre y
padre juntos, con un cariño ciego. La misericordia es un abrazo
largo y profundo. Es experimentar perderse en la seguridad de
Dios acogedor. La misericordia, con todo, no es algo adusto y serio:
está revestida toda ella de fiesta y de felicidad. La misericordia es
apostar de nuevo por la humanidad y no temer a ser “mal visto” por
los “hermanos mayores”. Si una moción es de Dios, me debe
llevar a la alegre misericordia para con los demás.

TERCER DERROTERO:
A LA INCOMPRENSIÓN
Y LA PERSECUCIÓN
(MARCOS 8,34)

Decíamos que las mociones eran de


Dios si nos llevaban a la justicia
solidaria y a la misericordia alegre. Esto
en el modo de Jesús siempre trae la
incomprensión y hasta la muerte. El
texto, traído por Lucas, de Jesús e n la
Sinagoga de Nazaret (Lucas 4,14ss) es muy
rico en este sentido. Jesús lee el texto de
Isaías (todo él en la tónica del primer
derrotero) y acto seguido viene la
incomprensión de sus mismos conciudadanos, amigos y parientes. ¡El
final de este testo es que quieren tirar a Jesús por el barranco!

Lo que hay que hacer notar, con todo, es que la persecución o


incomprensión se genera precisamente a causa de la solidaridad
con los demás, a causa de ser misericordioso. ¡El Padre de la
parábola del Hijo Pródigo es mal aceptado e incomprendido por el
hermano mayor! Esta incomprensión a veces se convierte en la cruz.
Pero hay que darle a la palabra “cruz” su verdadero significado:
castigo otorgado a los subvertores del orden romano. Con frecuencia

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se habla de “la cruz” que tenemos que portar con nuestras
enfermedades o con las personas con las que convivimos. Eso puede
ser molesto —porque entraña asumir las sombras de la condición
humana— pero no es la cruz. Cruz es lo que nos ganamos por ser
fieles a la predicación y construcción del Reino, pero que lleva a
la Vida.

Y es que el modo del Reino se opone a todos los poderes


dominantes… Por tanto, si el Reino es algo que se opone a los
poderes del mundo, si algo me lleva al Reino, tendrá que
notarse el signo de la incomprensión, persecución y muerte.

Nuevamente la sola controversia, únicamente la incomprensión en sí


misma no es signo de Dios. Habrá muchas personas que exhibicionista
o masoquistamente busquen hacerse el mal a sí mismas. La
persecución es derrotero del Reino cuando es a causa de ser
solidarios y misericordiosos con los demás. Y —enfaticémoslo—
también con nosotros mismos.

CUARTO DERROTERO:
AL AMOR A SÍ MISMO
(MATEO 19,19)

Los anteriores derroteros de las


mociones podrían ser más o menos
aceptables en el cuadro de la existencia y el proceder cristiano. Con el
amor a sí mismo, encontraríamos, sin embargo, toda una tradición
ascética y mística en su contra. Porque toda una espiritualidad
cristiana está transida de la necesidad de “odiarse a sí mismo”.
Y claro está, se toma la frase de Jesús. Ahora bien, esa frase debe
traducirse como “posponer” o “no preferir” (como en el caso del “odio
a los padres”) no necesariamente destruir. Pero también debe
entenderse esta palabra como la voluntad
de estar dispuesto a negar todo lo que
llevamos de “hombre o mujer viejos”. Y
esto es bastante. Hay que negar todas
nuestras compulsividades, nuestras
reacciones desproporcionadas, nuestra
culpabilidad imparable. Hay que
desterrar todo lo que nos produce
muerte en nosotros mismos y produce
muerte a los demás. Eso sí que hay que
negarlo de raíz: “abnegarlo”.

Pero es evidente que nuestro cuerpo es


templo del Espíritu; es claro que somos hecho a imagen y

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semejanza de Dios, somos criaturas. ¡Cristo habita por la fe en
nuestros corazones! No podemos odiarnos. La consecuencia es que
si algo viene de Dios y nos lleva a su Reino, tendrá que
convertirnos también en solidarios con nuestras debilidades,
nuestras hambres, nuestras inseguridades, nuestras prisiones
que nos sofocan. Más aún, la misericordia del Padre la tenemos
que ejercitar con nosotros mismos: apostando por nosotros,
teniendo esperanza en nuestra posibilidad de cambio, estando a gusto
con nosotros mismos, pudiendo dar testimonio de las obras que Dios
hace en nosotros, como María: “¡salta de gozo mi corazón en Dios que
me salva… En adelante me van a llamar dichosa!”.

Las mociones de Dios me llevarán, por tanto, a cuidar de mí


mismo con la misma dedicación que la que tengo que tener con
el prójimo, con la misma solicitud del buen samaritano, con el
cariño del Padre de la alegre misericordia.

Para reflexionar
Lee cuidadosamente los textos que te presentamos
en este folleto y, en cada texto, subraya lo que más
te ha llamado la atención. Luego responde las
siguientes preguntas:

1. ¿Qué cosas nuevas he aprendido sobre la


oración?
2. ¿Cómo ha sido hasta ahora mi modo de orar?
3. ¿Qué debo cambiar en mi persona y en mi modo de vivir la vida y
la fe para aprender a orar como Jesús?

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ABRAHAM
Yahvé dijo a Abram: «Deja tu país, a
los de tu raza y a la familia de tu padre,
y anda a la tierra que yo te mostraré.
Haré de ti una gran nación y te
bendeciré; voy a engrandecer tu
nombre, y tú serás una bendición.
Bendeciré a quienes te bendigan y
maldeciré a quienes te maldigan. En ti
serán bendecidas todas las razas de la
tierra.»

Partió Abram, tal como se lo había dicho


Yahvé, y Lot se fue también con él.

Abram tenía setenta y cinco años de edad cuando salió de Jarán.

Abram tomó a su esposa Saray y a Lot, hijo de su hermano, con toda


la fortuna que había acumulado y el personal que había adquirido en
Jarán, y se pusieron en marcha hacia la tierra de Canaán.

Entraron en Canaán, y Abram atravesó el país hasta llegar al lugar


sagrado de Siquem, al árbol de Moré. En aquel tiempo los cananeos
ocupaban el país. Yahvé se apareció a Abram y le dijo: «Le daré esta
tierra a tu descendencia.» A consecuencia de esto, Abram edificó un
altar a Yahvé que se le había aparecido.

Desde allí pasó a la montaña, al oriente de Betel, y plantó su tienda de


campaña, teniendo Betel al oeste y Hay al oriente. También aquí
edificó un altar a Yahvé e invocó su Nombre. Luego Abram avanzó por
etapas hacia el país de Negueb. (Gen 12, 1-9).

MOISÉS
Moisés cuidaba las ovejas de Jetró, su
suegro, sacerdote de Madián. Una vez
llevó las ovejas muy lejos en el desierto
y llegó al cerro de Horeb, esto es, el
Cerro de Dios. Entonces fue cuando el
Ángel de Yahvé se presentó a él, como
una llama ardiente en medio de una
zarza. Moisés estuvo observando: la
zarza ardía, pero no se consumía. Y se dijo: «Voy a dar una vuelta
para mirar esta cosa tan extraordinaria: ¿por qué la zarza no se

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consume?»

Yahvé vio que Moisés se acercaba para mirar;


Dios lo llamó de en medio de la zarza:
«¡Moisés, Moisés!», y él respondió: «Aquí
estoy.» Yahvé le dijo: «No te acerques más.
Sácate tus sandalias porque el lugar que pisas
es tierra sagrada.» Luego le dijo: «Yo soy el
Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob.» Al instante
Moisés se tapó la cara, porque tuvo miedo de
que su mirada se fijara sobre Dios.

Yahvé dijo: «He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he


escuchado sus gritos cuando lo maltrataban sus mayordomos. Yo
conozco sus sufrimientos, y por esta razón estoy bajando, para librarlo
del poder de los egipcios y para hacerlo subir de aquí a un país grande
y fértil, a una tierra que mana leche y miel, al territorio de los
cananeos, de los heteos, de los amorreos, los fereceos, los jeveos y los
jebuseos. El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he
visto cómo los egipcios los oprimen.

Ve, pues, yo te envío a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo,


los hijos de Israel.»

Moisés dijo a Dios: «¿Quién soy yo para ir donde Faraón y sacar de


Egipto a los israelitas?» Dios respondió: «Yo estoy contigo...» (Éxodo
3, 1-12a).

MARÍA DE
NAZARET
Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado
por Dios a una ciudad de Galilea, llamada
Nazaret, a una joven virgen que estaba
comprometida en matrimonio con un
hombre llamado José, de la familia de
David. La virgen se llamaba María.

Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor


está contigo.» María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se
preguntaba qué significaría tal saludo.

Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el


favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que

21 — 76
pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado
Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado
David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no
terminará jamás.»

María entonces dijo al ángel: «¿Cómo


puede ser eso, si yo soy virgen?»
Contestó el ángel: «El Espíritu Santo
descenderá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso el niño santo que nacerá de ti será
llamado Hijo de Dios. También tu
parienta Isabel está esperando un hijo en
su vejez, y aunque no podía tener
familia, se encuentra ya en el sexto mes
del embarazo. Para Dios, nada es
imposible.»

Dijo María: «Yo soy la servidora del


Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la dejó el ángel.

Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una
ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y
saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre.
Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú
eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he
merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu
saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa
tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!»
(Lucas 1, 26-46)

JESÚS
Un día fue bautizado también Jesús entre el
pueblo que venía a recibir el bautismo. Y
mientras estaba en oración, se abrieron los
cielos: el Espíritu Santo bajó sobre él y se
manifestó exteriormente en forma de paloma, y
del cielo vino una voz: «Tú eres mi Hijo, hoy te
he dado a la vida.» (Lucas 3, 21-22)

Jesús volvió de las orillas del Jordán lleno del


Espíritu Santo y se dejó guiar por el Espíritu a
través del desierto, donde fue tentado por el
demonio durante cuarenta días. En todo ese tiempo no comió nada, y
al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios,

22 — 76
manda a esta piedra que se convierta en pan.» .Jesús le contestó:
«Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan.»

Lo llevó después el diablo a un lugar más alto, le mostró en un


instante todas las naciones del mundo y le dijo: «Te daré poder sobre
estos pueblos, y sus riquezas serán tuyas, porque me las han
entregado a mí y yo las doy a quien quiero. Si te arrodillas y me
adoras, todo será tuyo.» Jesús le replicó:
«La Escritura dice: Adorarás al Señor tu Dios
y a él sólo servirás.»

A continuación el diablo lo llevó a Jerusalén,


y lo puso en la muralla más alta del Templo,
diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de
aquí abajo, pues dice la Escritura: Dios
ordenará a sus ángeles que te protejan; y
también: Ellos te llevarán en sus manos,
para que tu pie no tropiece en ninguna
piedra.» Jesús le replicó: «También dice la
Escritura: No tentarás al Señor, tu Dios.»

Al ver el diablo que había agotado todas las


formas de tentación, se alejó de Jesús, a la
espera de otra oportunidad.

Jesús volvió a Galilea con el poder del


Espíritu, y su fama corrió por toda aquella
región. Enseñaba en las sinagogas de los
judíos y todos lo alababan.

Llegó a Nazaret, donde se había criado, y el


sábado fue a la sinagoga, como era su
costumbre. Se puso de pie para hacer la
lectura, y le pasaron el libro del profeta
Isaías. Jesús desenrolló el libro y encontró el pasaje donde estaba
escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para
llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los
cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los
oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Jesús entonces enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó,


mientras todos los presentes tenían los ojos fijos en él. Y empezó a
decirles: «Hoy les llegan noticias de cómo se cumplen estas palabras
proféticas.»

Todos lo aprobaban y se quedaban maravillados, mientras esta


proclamación de la gracia de Dios salía de sus labios. Y decían:
«¡Pensar que es el hijo de José!» (Lucas 3, 21-22; 4, 1-22).
23 — 76
PEDRO
Al amanecer, Jesús estaba
parado en la orilla, pero los
discípulos no sabían que
era él. Jesús les dijo:
«Muchachos, ¿tienen algo
que comer?» Le
contestaron: «Nada.»
Entonces Jesús les dijo:
«Echen la red a la derecha
y encontrarán pesca.» Echaron la red, y no tenían fuerzas para
recogerla por la gran cantidad de peces.

El discípulo de Jesús al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: «Es el


Señor.» Apenas Pedro oyó decir que era el Señor, se puso la ropa,
pues estaba sin nada, y se echó al agua. Los otros discípulos llegaron
con la barca -de hecho, no estaban lejos, a unos cien metros de la
orilla; arrastraban la red llena de peces.

Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las


brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que
acaban de sacar.» Simón Pedro subió a la barca y sacó la red llena
con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y no se rompió la red a
pesar de que hubiera tantos.

Entonces Jesús les dijo: «Vengan a desayunar». Ninguno de los


discípulos se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el
Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo
con los pescados.

Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después
de resucitar de entre los muertos.

Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo


de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te
quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis
corderos.»

Le preguntó por segunda vez: «Simón,


hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió
a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que
te quiero.» Jesús le dijo: «Cuida de mis
ovejas.»

24 — 76
Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me
quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por
tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú
sabes que te quiero.» Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.»

En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a


donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te
amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras.» Jesús lo dijo
para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a
Dios. Y añadió: «Sígueme.».

Pedro miró atrás y vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el
que en la cena se había inclinado sobre su pecho y le había
preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» Al verlo,
Pedro preguntó a Jesús: «¿Y qué va a ser de éste?» Jesús le contestó:
«Si yo quiero que permanezca hasta mi vuelta, ¿a ti qué te importa?
Tú sígueme.» (Juan 21 4-22).

PABLO
Saulo no desistía de su rabia, proyectando
violencias y muerte contra los discípulos del
Señor. Se presentó al sumo sacerdote y le
pidió poderes escritos para las sinagogas
de Damasco, pues quería detener a
cuantos seguidores del Camino encontrara,
hombres y mujeres, y llevarlos presos a
Jerusalén.

Mientras iba de camino, ya cerca de Damasco, le envolvió de repente


una luz que venía del cielo. Cayó al suelo y oyó una voz que le decía:
«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Preguntó él: «¿Quién eres tú,
Señor?» Y él respondió: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Ahora
levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que tienes que hacer.»

Los hombres que lo acompañaban se habían quedado atónitos, pues


oían hablar, pero no veían a nadie, y Saulo, al levantarse del suelo, no
veía nada por más que abría los ojos. Lo tomaron de la mano y lo
llevaron a Damasco. Allí permaneció tres días sin comer ni beber, y
estaba ciego.

Vivía en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor lo llamó en


una visión: «¡Ananías!» Respondió él: «Aquí estoy, Señor.» Y el Señor
le dijo «Vete en seguida a la calle llamada Recta y pregunta en la casa
de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo. Lo encontrarás

25 — 76
rezando, pues acaba de tener una visión en que un
varón llamado Ananías entraba y le imponía las
manos para que recobrara la vista.»

Ananías le respondió: «Señor, he oído a muchos


hablar del daño que este hombre ha causado a tus
santos en Jerusalén. Y ahora está aquí con poderes
del sumo sacerdote para llevar presos a todos los
que invocan tu Nombre.» El Señor le contestó:
«Vete. Este hombre es para mí un instrumento
excepcional, y llevará mi Nombre a las naciones
paganas y a sus reyes, así como al pueblo de
Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que sufrir
por mi Nombre.»

Salió Ananías, entró en la casa y le impuso las


manos diciendo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús
que se te apareció en el camino por donde venías,
me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu
Santo.» Al instante se le cayeron de los ojos una especie de escamas y
empezó a ver. Se levantó y fue bautizado. Después comió y recobró
las fuerzas.

Saulo permaneció durante algunos días con los discípulos en Damasco,


y en seguida se fue por las sinagogas proclamando a Jesús como el
Hijo de Dios. Los que lo oían quedaban maravillados y decían: «¡Y
pensar que en Jerusalén perseguía a muerte a los que invocaban este
Nombre! Pero, ¿no ha venido aquí para encadenarlos y llevarlos ante
los jefes de los sacerdotes?

Saulo se mostraba cada vez más fuerte cuando demostraba que Jesús
era el Mesías, y refutaba todas las objeciones de los judíos de
Damasco.

Después de bastante tiempo los judíos decidieron matarlo... (Hechos


9, 1-24)

SAN
FRANCISCO
DE ASÍS
Creer en ti no significa
saberse el credo,
sino pasar haciendo el bien.

26 — 76
Ser cristiano significa
hacerlo todo nuevo.

Que así sea en mí.


Que esta sea mi locura.
Yo engancharé mi vida a la tuya,
como la manguera a la fuente
y plantaré en mis entrañas la semilla de tu inmortalidad.

Haz de mí, Señor, un creador de cosas vivas;


haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz.

Que donde haya odio, ponga yo amor;


donde haya ofensa, ponga perdón;
donde haya discordia, ponga unión;
donde haya error, ponga verdad;
donde haya duda, ponga confianza;
donde haya desesperación, ponga esperanza;
donde hay tinieblas, ponga luz
y donde haya tristeza, ponga yo alegría.

Haz, en fin, Señor, que no me empeñe tanto


en ser consolado, como en consolar;
en ser comprendido, como en comprender;
en ser amado, como en amar.

Porque dando es como se recibe, olvidando es como se encuentra,


perdonando se es perdonado y muriendo
se resucita a la vida que no conoce fin.

SAN IGNACIO
DE LOYOLA
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis,
a vos, Señor, lo torno.

27 — 76
Todo es vuestro.
Disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
que esto me basta.

CHARLES
DE FAUCOULD
Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo.


Lo acepto todo, con tal que tu plan vaya adelante
en toda la humanidad y en mí.
Ilumina mi vida con la luz de Jesús.
No vino a ser servido, Vino a servir.
Que mi vida sea como la de él: servir.
Grano de trigo que muere en el surco del mundo.
Que sea así de verdad, Padre.

Te confío mi vida.
Te la doy.
Condúceme.
Envíame aquel Espíritu que movía a Jesús.
Me pongo en tus manos, enteramente, sin reservas,
con una confianza absoluta porque tú eres...
MI PADRE.

EJERCICIO
TRABAJO PERSONAL:

Lee cuidadosamente los textos que


te presentamos en este folleto y, en
cada texto, responde las siguientes
preguntas:

1. ¿Qué dice el texto de Dios?


2. ¿Qué dice el texto del personaje en cuestión (Abraham, Moisés,
Jesús, María, etc.)?
3. ¿Qué dice el texto de la relación de Dios, de la relación de amor,

28 — 76
con el personaje?
4. ¿Qué dice el texto de mí? ¿Qué dice de mi relación de amor con
Dios? ¿A qué me invita?
5. ¿Qué cosas tienen en común todos los textos presentados?
Enuméralas.

TRABAJO EN GRUPO:

1. Compartir los aspectos nuevos que he descubierto en el


ejercicio.
2. Hacer una lista de los aspectos comunes que tienen estos textos
en cuanto a la relación de amor de los personajes con Dios.
3. ¿A qué nos invita como grupo de personas que decimos ser
«creyentes».

29 — 76
30 — 76
31 — 76
DISCERNIR…
Queremos presentarte en esta ocasión lo que es el
discernimiento.

Discernir es una palabra que habrás oído mucho en


nuestra parroquia y en otras obras en donde trabajamos
los jesuitas. Discernir quiere decir “cribar”,es, por
ejemplo, lo que se hace en la cocina al cernir la harina.
Es saber separar, para luego poder quedarse con lo que
parece lo mejor, optar por ello y llevarlo a la práctica.

En la vida hay que discernir muchas veces, sobre todo cuando no está claro lo
que se tiene que hacer. Es indudable que ante un semáforo en rojo, en horas
punta, no se atraviesa una calle. Pero no todo en la vida es tan evidente. Ahí es
donde, a nivel humano, se tiene que discernir. Se analiza qué es lo que tengo
que hacer según mi conciencia; hay momentos en que no hay más brújula que
la propia conciencia.

Pero en estas páginas daremos un paso más, hablaremos también de


discernimiento espiritual, a nivel cristiano. Esto te será de gran ayuda para
cuando empecemos los Ejercicios Espirituales. Este nivel “cristiano” es algo más
profundo todavía y tiene sus requisitos. Para discernir a nivel humano debo
tener entrenamiento en proceder según mi conciencia, Debo tener el hábito de
proceder casi espontáneamente según lo que me dicta la conciencia. Para
discernir a nivel cristiano, además, además tengo que conocer qué se
experimenta cuando Dios me habla y cómo distingo entre tantas cosas que
pasan, la voz de Dios en mí y en los acontecimientos de la vida.

Pero su voz, también en este caso, es para llevar a cabo esas insinuaciones
suyas que tienen mucho que ver con mis deseos. Ahí se hace posible la danza
de deseos.

Discernir a nivel humano tiene complicaciones; discernir a nivel cristiano


muchas veces nos mete en problemas porque en algunos casos se nos presenta
la voz de Dios que quiere cambiar el orden del mundo tal y como está —porque
lo ve muy desarreglado— y nos invita, en el fondo del corazón, para que Él y tú
y nosotros, hagamos algo para cambiarlo. Eso no es del agrado de los poderes
políticos, sociales y, a veces, de los poderes eclesiásticos.

Discernir cristianamente, vas a


experimentarlo, no es que Dios te
imponga lo que tienes que hacer; es
más bien, dejar que broten tus
deseos para que dancen con los
deseos de Dios. ¿No te parece que es
algo fascinante? Ojalá que sí.

En este trabajo vas a encontrar


varias cosas que caminan a la par. En
primer lugar, tendrás que descubrir
lo que más hondamente te ha
golpeado en la infancia —lo que
32 — 76
nosotros llamamos “la herida”— y cómo ésta ha provocado en ti una serie de
miedos y modos de comportarte que no te permiten, en lo más profundo de tu
corazón, ser plenamente feliz; incluso descubrirás cómo esa “herida” ha creado
en ti falsas imágenes de Dios. Y a la par de esto, también tendrás que descubrir
lo que te da vida —lo que nosotros llamamos “el manantial”—, es decir
aquello de lo que manan tus cualidades, tus fuerzas; todo lo que te lleva a
abrirte a la imagen del Dios de Jesús y, por lo tanto, a ser verdaderamente
feliz.

Vas a descubrir cómo “la herida” te lleva a una falsa imagen de Dios; “el
manantial”, en cambio, te abre al Dios de Jesús.

Vas a encontrar, así mismo, un paralelismo entre lo que es tu conciencia —esa


voz interna que te mostrará tu camino, para ser tú en plenitud y para actuar de
una manera ética—, con la invitación de Dios —lo que llamaremos “moción”—,
que es también una voz que te convida a genera el Reino. En todo esto, como
ves, rondan los deseos. Los tuyos profundos y los inagotables de Dios.

EL DISCERNIMIENTO:
LA OSADÍA DE “DEJARSE
LEVAR”
Como se irá mostrando a lo largo de este proceso de
formación espiritual, discernir es simplemente "DEJARSE
LLEVAR" por el Señor. Sin embargo este "dejarse llevar",
si se analiza bien, ES UNA OSADÍA.

Discernir es una osadía de cara a la libertad y


Discernir es una requiere, además, una libertad osada. La libertad no
osadía de cara a la es una fuerza ciega, está cimentada siempre en la
racionalidad de las cosas. En la vida espiritual, sin
libertad y embargo, la libertad tiene que ser osada. Con esto no
requiere una hacemos sino jugar con uno de los términos paulinos
libertad osada. más significativos para designar la libertad del
cristiano: "parresía"; es la osada libertad la que identifica al cristiano. La libertad
cristiana es osada; pero la mayor osadía es "dejarse llevar".

La osadía de la libertad que el discernimiento


Permitirse y requiere, consiste, de cara a uno mismo, en
permitirse y atreverse a proceder ciegamente por
atreverse a
donde la razón ya no puede
proceder acompañar las actuaciones
ciegamente por humanas.
donde la razón ya La libertad ayuda a proceder
no puede a ciencia cierta por donde se
acompañar las cree que es lo prudente, o
simplemente por donde quiere la voluntad.

En el caso del discernimiento se opta osadamente -de cara


a la libertad- por donde no se ve, por donde se es llevado.

33 — 76
En este sentido se reproduce la experiencia de aquel primer Ignacio de Loyola,
rudo aún en los meses que siguieron a su conversión, quien era llevado por donde
no sabía... "Ignacio seguía el Espíritu, no se le adelantaba. Y de ese modo era
conducido con suavidad a donde no sabía".

Discernir es también una osadía porque presupone la


Presupone participación de Dios, un Dios que ha impulsado y que por
la tanto -ahí está el "atrevimiento"- se cuenta con que impulsará
sin límites...
participació
Discernir es una osadía porque se confía ciega y descansadamente en la fuerza del
n de Dios.
Señor que no falla. Discernir es una osadía porque de alguna manera se
compromete a Dios a seguir trabajando en cada uno: se da por supuesto que El
seguirá interviniendo.

Aunque quizás la mayor osadía


El mayor de del discernir es que el término
los vital del movimiento que nos
impulsa -la acción del Espíritu en
atrevimientos nosotros- no es otro sino la cruz en cualquiera de
: ¡LA CRUZ! sus traducciones historizadas.

No es la cruz de la falsa ascética sino la cruz que se desprende del compromiso


con un Dios que está en el pueblo. Una cruz que, por tanto, vincula con el dolor de
los pobres y con su suerte. De ahí que discernir sea también osadía porque nos
introduce de lleno en las corrientes históricas en pugna y nos hace optar por la
elección primordial de Dios: la causa de los necesitados.

Pero discernir es también -decíamos- "dejarse llevar"; y


Discernir es por eso es descubrir la fuerza de Dios y del mal en cada
uno. Conocer sus campos, conocer donde se asientan,
descubrir la conocer las tácticas que utilizan y sobre todo reconocer
fuerza de Dios y las reacciones personales ante el buen y mal impulso.
del mal en cada Discernir es optar. Pero una vez aclarados los campos en
uno. nos movemos (las DOS BANDERAS: la de Jesús y la del maligno), discernir
donde
no es escoger entre el bien y el mal; para eso ya están los mandamientos..., sino
optar siempre por el medio más eficaz, el que me coloca en la disposición
espiritual por excelencia de "dejarme llevar hasta ponerme con el Hijo en la
cruz”.

Discernir es estar
No se trata de escoger con la mirada
entre el bien y el mal, sino puesta en Cristo
Jesús que muere y
optar siempre por el resucita y que me
medio más eficaz. llama a colaborar
con su tarea, pero
dentro de su propia lógica: la muerte que trae la vida.
Por eso, discernir es acercarme siempre a la tercera
manera de humildad (en su momento hablaremos de
ella), sin poder alcanzarla tal vez nunca, pero impulsado
ya por la fuerza por donde el Señor ya me está llevando.

34 — 76
El discernimiento es claramente un proceso personal, pero que no tiene validez si
no es contrastado por alguien con "autoridad eclesiástica".

Esto fue para Ignacio, en su


Debe ser propia biografía, algo muy
contrastado por importante y esclarecedor.
alguien con Desde la escena en Tierra
Santa con el guardián
“autoridad(Autobiografía,
franciscano #46), hasta el profundo
sentido del "cuarto voto", ese voto de especial obediencia
al Papa para seguir sus deseos o “misiones”. Con todo
ello Ignacio nos está insistiendo en que sólo tiene total validez un discernimiento
que se puede cotejar eclesiásticamente. Por eso el ejercitante tiene que
contrastarse al menos con el director de ejercicios.

Discernir es descubrir la acción del


Es descubrir la acción del Espíritu Espíritu que nos impulsa ya, pero
que nos impulsa y ratifica. siempre con un telón de
cotejamiento que confirma, por
decirlo así, y ratifica lo que se ha descubierto en la interioridad (o, por el contrario,
disuade de ello e invita a una reconsideración).

Obviamente hay varios tipos de discernimiento. Está el


Hay varios tipos discernimiento PERSONAL, por ejemplo la elección de
de estado de vida o la reforma radical de ésta en el mes de
ejercicios o las múltiples elecciones diarias en el examen
discernimiento.
cotidiano; está el discernimiento PERSONAL pero COMPARTIDO, cuando frente a un
grupo de "amigos en el Señor" se comparte lo que cada uno está viviendo y
discerniendo. Asimismo está el discernimiento COMUNITARIO cuyo fin es descubrir
qué exigencias va postulando el Señor y por dónde va impulsando un proceso de
vida común. Por último estaría el discernimiento APOSTÓLICO que es propiamente
una deliberación sobre lo que debe recrearse o reorientarse en la búsqueda y
preparación del Reino de Dios en la historia.

Reflexiono y me reviso
para sacar
mayor provecho:
 ¿ME LLAMA LA ATENCIÓN ESTE TEMA?
 ¿SI ME PREGUNTARAN SABRÍA SEÑALAR MIS DESEOS MÁS
HONDOS, LOS CONOZCO, LOS VALORO?
 ¿HE SENTIDO ALGUNA VEZ QUE NO SÉ QUÉ DECISIÓN
TOMAR, QUÉ ES LO QUE DEBO HACER?
 ¿HE EXPERIMENTADO A VECES INTERÉS EN SABER QUÉ
SERÁ LO QUE DIOS QUIERE DE MÍ?
 ¿SE ME ANTOJA CONOCER CÓMO PODER VALORAR SI ALGO
VIENE DE DIOS O YO DIGO QUE ES DE DIOS Y SÓLO SON
INVENTOS MÍOS O DE LA GENTE?

35 — 76
LOS ACTORES
DEL DISCERNIMIENTO
BUEN ESPÍRITU – MAL ESPÍRITU – YO
"Dejarse llevar" decíamos que era
una osadía. Para dejarse llevar es
preciso reconocer el Espíritu.
"Dejarse llevar" no ocurre en una
atmósfera de tranquilidad y quietud.
Más bien, en un clima de conflicto y
movimientos contradictorios en la
intimidad personal. Hay diversos
impulsos, opuestos a menudo. El
Señor y "el espíritu de este mundo"
batallan por nuestra libertad...

Existen tres actores principales en


esta aventura del discernimiento:
el BUEN ESPÍRITU, el MAL
ESPÍRITU, y YO.

Se da una lucha entre dos fuerzas o imanes: el BUEN ESPÍRITU y MAL


ESPÍRITU. Yo soy el campo donde se desarrolla esa lucha, estoy en medio del
fuego cruzado, y me puedo poner al lado del uno o del otro... Yo con mis
compulsiones, mecanismos de defensa, deformaciones de mi yo, heridas...

Cada uno tiene su intencionalidad, es decir, barre para su casa. Cada uno me
invita, prometiéndome vida y felicidad. Estos personajes se manifiestan en
impulsos. Yo respondo, reacciono.

 Todo lo que es invitación del BUEN ESPÍRITU es moción: me impulsa


hacia el encuentro con la Voluntad de Dios, con el Reino.

 Todo lo que es invitación del MAL ESPÍRITU es treta: me impulsa a


alejarme de la Voluntad de Dios, a apartarme de Dios y su reinado.

 La acción del BUEN ESPÍRITU me lleva a la realización de una elección


según Dios y su Reino: me conduce a una muerte para dar vida.

 La acción del MAL ESPÍRITU me aleja del sueño de Dios: su estrategia


es de confusión. El mundo se hace conspiración contra el Reino y, de
alguna manera, tiene su personalización: el mal se hace presente en la
vida.

Esto quiere decir que en mi vida no estoy solo yo con mis compulsiones,
mecanismos de defensa, modos de comportarme..., sino que también soy
tentado. Hay algo o alguien que intencionalmente me trabaja. Mi libertad,
abierta a la fe, lucha entre la libertad de Dios que me libera y la aparente
libertad del mal que me esclaviza. Me siento atraído por los dos polos.
36 — 76
Jesús experimentó la tentación:
del facilitar las cosas, del poder,
del aparentar. Ahí está también
presente en mi vida, es algo
que me viene de afuera. Tengo
que ir aprendiendo a distinguir
qué es producto de mi falta de
madurez personal y qué es mal
espíritu. El mal espíritu se va a
aprovechar de mi inmadurez
personal. La moción me va a llevar a Dios y su Reino. La treta va a tratar por
todos los medios de impedir esa experiencia.

Por lo tanto, están:

 El agente bueno
 El agente del mal (con su “caballo de Troya”)
 Mi yo con sus compulsiones, heridas, mecanismos de defensa, pero,
en medio de todo, con su libertad. Mi pocito: dos o tres gotitas, en
medio de una barca toda herida, agujereada, con grandes mamparas
para disimular, con grandes montajes para defender las dos o tres
cositas que tiene.

LA CONSOLACIÓN Y LA DESOLACIÓN:
Todas estas invitaciones vienen vehiculadas,
empaquetadas, tienen el ropaje de la consolación y
desolación. Dios y el mal espíritu siempre obran de
contrario modo. De ordinario la moción se me da en
consolación. De ordinario la treta se me da en
desolación. De ordinario Dios nos va a hablar
acariciándonos, el MAL ESPÍRITU nos va a hablar
molestándonos.

Ya vamos a ver que esto se


complica. A veces Dios me
va a pinchar, y el MAL
ESPÍRITU me va a invitar con baile y con
tocamientos por donde más me gusta.

La regla básica para darme cuenta si una invitación


es del BUEN ESPÍRITU o del MAL ESPÍRITU: ver a
dónde me lleva, sienta lo que sienta. En el
proceso de crecimiento personal la pregunta
fundamental es: qué experimento. En el discernimiento espiritual la pregunta
fundamental es: a dónde me lleva eso que siento. De ahí me daré cuenta si
es moción o treta.

LA CONSOLACIÓN. Tratando directamente de la consolación, Ignacio la


describe como todo aumento de fe, esperanza y amor. Sería una vivencia en la
que me siento lleno del amor de Dios e impulsado a ordenar toda relación a las
criaturas en referencia espontánea al Creador.

37 — 76
Ahora bien, la consolación SE PUEDE DAR A DOS NIVELES:

 a nivel de conocimiento, y se me presenta como luz, lucidez,


clarividencia;

 o a nivel de afecto y se me presenta como paz.

Para Ignacio EXISTEN DOS MODOS DE DARSE LA CONSOLACIÓN:

 CONSOLACIÓN SIN CAUSA PRECEDENTE: no hay proporción entre


lo que uno pone y lo que se le da. Es inesperada. Aparecen los dos
elementos: luz y paz. Se percibe su principio y fin.

 CONSOLACIÓN CON CAUSA:


entra más mi voluntad que ya
estaba implicada: el beso que se
pide. Aquí puede haber
confusión, porque de hecho el
MAL ESPÍRITU usa como táctica
el usurpar consolaciones, puede
enturbiar el agua cristalina. Hay
que estar atentos en esta
consolación. De ahí la
importancia de ver a dónde me
lleva...

Decíamos antes que existen OTROS ROPAJES O ENVOLTURAS CON QUE SE NOS DA LA
MOCIÓN Y LA TRETA.

 Puede ser que la moción de Dios se me dé con elementos de


desolación, sería la PRUEBA: se trata de un impulso de Dios que
se reviste de características de desolación.

 O puede ser que la treta me venga con elementos de consolación, y


sería la FALSA CONSOLACIÓN: treta que se pone ropaje de BUEN
ESPÍRITU, usurpa la consolación. Es una vivencia causada por el MAL
ESPÍRITU, bajo apariencia de bien, para llevar a la persona al mal o a
algo menos bueno. Ejemplo: a una persona le quiero ayudar; se lo
puedo decir suave o fuerte, depende de cómo está la persona, su
ambiente, su proceso...

Además de la consolación, desolación, prueba, falsa consolación, podríamos


también descubrir OTROS ESTADOS DE ÁNIMO
ESPIRITUALES que se pueden hacer presentes también
en nuestra vida.

 Estaría el TIEMPO TRANQUILO: uno


siente que, con solas sus fuerzas, está a la
altura de las exigencias de Dios, no se
presentan los anteriores estados de manera
significativa.

38 — 76
 Y el TIEMPO DE SEQUEDAD: umbral, paso previo, a la
desolación; tiempo de desgaste, de desproporción entre lo que
Dios le pide y lo que uno puede.

No nos olvidemos nunca que lo fundamental, como lo hemos venido diciendo en


estas páginas, es preguntarme a dónde me lleva. La moción me lleva al
Reino, la treta me lleva a negar el Reino. Y es aquí en donde, aunque sea de
manera breve, necesitamos conocer “la mesa del banquete del Reino”.

CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO:
LA MESA DEL BANQUETE DEL REINO.
Como ya lo hemos dicho, la
regla básica del discernimiento
se puede desdoblar en dos
proposiciones básicas:

- qué es lo que experimento;


- hacia dónde me lleva eso
que me pasa.

Fundamentalmente, todo lo que


nos lleva al Reino de Dios, es de
Dios. Por el contrario, todo lo
que nos aleja de ese Reino
estaría provocado por el espíritu
de este mundo. Ahora bien, para representar el Reino, el Evangelio usa
constantemente una imagen que la vamos a retomar. Se trata de la idea del
“banquete del Reino”, donde se destaca la imagen de fiesta y del compartir.
Así muchas de las parábolas del Reino, que cuenta Jesús, tienen que ver con
fiesta y banquete. Las bodas de Caná, más que ninguna otra manifestación, son
el símbolo de ese Reino que ya ha comenzado desde que vino Jesús. Isaías
mismo, mucho antes, nos augura la llegada del Reino en la figura del banquete
mesiánico (Isaías 25, 7ss.).

Aquí se hace énfasis en decir que es “una mesa de banquete”. Una mesa que
tiene cuatro pedestales donde se sostiene. Una mesa que es una estructura.
Esto quiere decir que estos “pedestales” son los quicios fundamentales para
que surja ese Reino, y que no pueden darse de una manera desintegrada sino
como un todo coherente y estructurado.

Las mociones -los


impulsos e invitaciones
experimentados en el
corazón- deben acercarnos
a esa mesa del Reino con
todos sus pedestales.
Ahora bien, esto no quiere
decir, necesariamente, que
siempre deban estar los
cuatro pies presentes y
explícitos. Lo que sí es
39 — 76
necesario es que en la moción que se analiza, por lo menos estén latentes y
nunca negados formalmente. Por consiguiente, toda moción (sentimientos,
deseo, idea, imagen) si es de Dios, me debe llevar a esos cuatro derroteros.

PRIMER DERROTERO: A LAS OBRAS DE JUSTICIA SOLIDARIA (Mateo 25, 31ss.)

Las obras de justicia son criterio


del conocimiento de Yavé. Derecho
y justicia que expresan el afán de
sacar adelante los derechos
violados, especialmente del pobre
y desvalido.

Se trata de verificar si algo que


experimento, si algo que siento, si
las ideas que se me ocurren, me
llevan a ser solidario con la persona necesitada. Al hablar del pobre nos
referimos al empobrecido, por una parte, que tiene que ver más con las
necesidades materiales, y por otra, el desahuciado cuyas necesidades van más
allá de lo material y lo que pone en evidencia es su absoluto abandono y
miseria humana, es decir, los marginados de la sociedad. El servicio a todos
ellos se vuelve criterio para conocer si algo viene o no de Dios.

Toda moción de Dios tiene que llevarnos a esta realidad manifestada en este
texto de Mateo o por lo menos a no negar este tipo de compromiso y misión.
Con todo, tener como criterio únicamente este horcón de las obras de justicia
solidaria no es signo inequívoco de que esto sea de Dios. Pueden realizarse
estas obras, por otro tipo de motivos: por compulsividad, por compensaciones,
por deseo de ganar cariño, por cualquier mecanismo de defensa. Por eso es
importante que este criterio vaya armónicamente enlazado con los otros
pedestales de la mesa.

SEGUNDO DERROTERO: A LA ALEGRE MISERICORDIA (Lucas 6, 36)

Si algo proviene de Dios y


lleva a su Reino habrá
siempre en ello el toque
de misericordia. El texto
clave para entender el
mandato de Jesús en
Lucas 6, 36, es
precisamente la parábola
del Hijo Pródigo, o mejor
dicho, del Padre misericordioso (Lucas 15, 11-32). Allí se dibujan todas las
características de lo que significa misericordia.

Sentirse cristianamente movido a algo por el Espíritu de Jesús, es, por tanto,
según Jesús:

 estar dispuesto a dar siempre, a pesar de que se imagine que lo que


se ha entregado podrá ser desperdiciado;

40 — 76
 es no guardar resentimiento por los destrozos de los bienes
otorgados, sino todo lo contrario, estar siempre esperando el regreso
en lontananza;
 es no dejar que se expresen las culpas y los pecados; es tapar la
boca para recibir con cariño de madre y padre juntos, con un cariño
ciego;
 es un abrazo largo y profundo; es experimentar perderse en la
seguridad de Dios acogedor.

La misericordia, con todo, no es algo áspero y serio: está revestida toda ella de
fiesta y de felicidad. Todo lo que proviene de Dios debe estar impregnado de
esa misericordia alegre. Si una moción es suya me debe llevar a la alegre
misericordia para con los demás. La misericordia, como derrotero, nos lleva
a la capacidad de entrar en el proceso del perdón. Es la misericordia la que nos
lleva a comportamientos como la del Buen Samaritano (Lucas 10, 30-35), quien
más allá de planteos ideológicos, religiosos, étnicos, ayuda al necesitado.

Pero fijarse sólo en el derrotero hacia la misericordia podría no ser difícil para
algunas personas con la compulsividad del servicio, de la entrega interesada de
su cariño a los demás. Estas personas -como veremos en el cuarto pedestal- no
se tienen a sí mismas misericordia.

TERCER DERROTERO: A LA INCOMPRENSIÓN Y LA PERSECUCIÓN (Mateo 8, 34)

Hasta ahora se ha formulado que las mociones son de Dios


si nos llevan a la justicia solidaria y a la misericordia alegre.
Esto en el modo de Jesús siempre trae la incomprensión y
hasta la muerte.

El texto, traído por Lucas, de Jesús en la Sinagoga de


Nazaret (Lucas 4, 14ss.) es muy rico en este sentido. La
persecución o incomprensión se genera precisamente
a causa de la solidaridad con los demás, a causa de
ser misericordioso. El mismo Padre de la parábola es mal
aceptado e incomprendido por el hermano mayor. Esta
incomprensión se convierte, a veces, en la cruz. Pero se
entiende la cruz que nos ganamos por ser fieles a la
predicación y construcción del Reino.

Es que el modo del Reino se opone a todos los poderes


dominantes. Jesús se opone al poder religiosos: el
sábado está hecho para el hombre y no al revés. Se opone
al poder económico: bienaventuranzas y malaventuranzas; expulsión de los
mercaderes del templo. Se opone al poder político: a Dios lo que es de Dios,
y al César lo que es del César. Se opone a toda discriminación: mujeres
discípulas, pecadores, “enemigos”...

Nuevamente la sola controversia, únicamente la incomprensión en sí misma, no


es signo de Dios. Habrá personas que por exhibicionismo o masoquismo
busquen hacerse el mal a sí mismas. La persecución es derrotero del Reino
cuando es a causa de ser solidarios y misericordiosos con los demás. Y –hay
que insistir en el tema- también con nosotros mismos.

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CUARTO DERROTERO: AL AMOR DE SÍ MISMOS (Mateo 19, 19)

Si algo viene de Dios y nos lleva a su


Reino tendrá que convertirnos también
en solidarios con nuestras
debilidades, nuestras hambres,
nuestras inseguridades, nuestras
prisiones que nos sofocan. Más aún,
la misericordia del Padre la tenemos
que ejercitar con nosotros mismos:
apostando por nosotros, teniendo
esperanza en nuestra posibilidad de
cambio, estando a gusto con nosotros
mismos, pudiendo dar testimonio de las
obras que Dios hace en nosotros, como María: “¡salta de gozo mi corazón en
Dios que me salva!... ¡En adelante me van a llamar la dichosa!”.

Una de las cosas más difíciles en los procesos psicológicos es poderse dar el
perdón a uno mismo. Es de los caminos más costosos porque allí las heridas y
los traumas saltan a la luz; porque allí la culpabilidad innata se pone de
manifiesto. Encima, tanto que nos han hablado de “negarnos a nosotros
mismos”... El proceso de auto-reconciliación debe trabajarse a nivel psicológico,
pero también a nivel espiritual. Hay una frase de Juan (1 Juan 3, 20): “Si les
condena la conciencia, Dios es más grande que su propia conciencia”. Y cuando
Jesús nos habla de, “negarnos”, nos está invitando a negar todo lo que
llevamos de “hombre viejo”: negar nuestras compulsiones, nuestras reacciones
desproporcionadas, nuestra culpabilidad imparable. Hay que desterrar todo lo
que nos produce muerte en nosotros mismos y produce muerte en los demás.
Dios quiere la vida: “No niegues la obra de tus manos”.

Las mociones de Dios me llevarán, por tanto, a cuidar de mí mismo con la


misma dedicación que la que tengo que tener con el prójimo, con la misma
atención del buen samaritano, con el cariño del Padre de la alegre misericordia.

EN RESUMEN: algo que siento, que


experimento, es de Dios si me lleva a una
acción en beneficio del necesitado-
empobrecido con corazón henchido de
misericordia, aprendiendo a hacerme,
también, justicia a mí mismo, aprendiendo
a quererme y acogerme con la ternura con
la que el Padre me abraza y me lanza hacia
los necesitados, aprendiendo a asumir el
precio que tengo que pagar de muerte para
resucitar.

SÓLO UNA DE LAS PATAS...,


O FALTANDO UNA...,
¡NO VALE!
42 — 76
ME EJERCITO EN LO APRENDIDO:
 PONGO EJEMPLOS QUE RECUERDE DEL EVANGELIO DE LAS CUATRO
POSIBILIDADES.
o MOCIÓN CON TRETA.
o MOCIÓN CON CONSOLACIÓN.
o TRETA CON FALSA CONSOLACIÓN.
o TRETA CON DESOLACIÓN.
OJO: TIENES QUE ESTAR CLARO QUÉ ES MOCIÓN O TRETA. ESTO
EN EL EVANGELIO ES FÁCIL PORQUE SUELE DECIRLO EL MISMO
TEXTO. Y TAMBIÉN TIENES QUE ESTAR CLARO RESPECTO A LO
QUE ES CONSOLACIÓN O AMBIENTE DE DESOLACIÓN. SUERTE.

POR SI ACASO, TE PONGO VARIAS CITAS DEL NUEVO


TESTAMENTO QUE SIRVEN PARA LAS CUATRO POSIBILIDADES. TÚ
UBÍCALAS, ESTÁN EN DESORDEN Y TE DOY DOS PARA CADA UNA
DE LAS POSIBILIDADES: MT 16,15-38; LC 1,46-55; MC
8,31-33; MT 11,25SS; MC 10, 17-23; LC 22,39-46;
LC 27,45-46; MT 4,1-11.

 UNA TRAMPITA: SI POR EJEMPLO LLORO POR SENTIR PENA POR


MIS PECADOS, ¿SERÁ ESTO CONSOLACIÓN O DESOLACIÓN? ¿QUÉ
TE PARECE? HAY QUE HILAR FINO EN ESTO.

 UN PEQUEÑO ENSAYO. ME PONGO TRANQUILA, TRANQUILO Y


CERRANDO LOS OJOS POR UN MOMENTO VEO EN MI INTERIOR QUÉ
ME ESTÁ PASANDO; QUÉ EXPERIMENTO. ME PERMITO DARLE
CUERPO A ESO QUE ESTOY VIVIENDO. EN SEGUIDA VEO A QUÉ
COSAS ME LLEVA. RECUERDO QUE TENGO LO DE LAS CUATRO
PATAS DE LA MESA DEL BANQUETE Y LAS IMÁGENES DEL PADRE,
DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU Y EL MODO DE JESÚS.

 ¿YA ME DI CUENTA QUE ESO DE LAS CUATRO PATAS DE LA MESA


DEL BANQUETE NO SON UN PROPÓSITO QUE DEBO DE TENER DE
AHORA EN ADELANTE SINO EL CRITERIO PARA SABER SI ALGO
VIENE O NO VIENE DE DIOS?

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LA ORACION
La oración consiste en ponerme en presencia de Dios con las manos y
el corazón abiertos. Hay muchas cosas en mi vida a las que yo me
aferro y tengo como agarradas con el puño: mis propiedades, por
supuesto, pero también mis cosas inmateriales, mi trabajo, mi
situación, mis amigos, mis ideas, mis principios, mi imagen. Si
abriera el puño se quedarían allí de todas maneras; no se caería
nada a pesar de tener las manos abiertas. Pues bien eso es la
oración.

Al cabo de un rato sé consciente en permanecer así con las manos


abiertas: el Señor vendrá, echará un vistazo, mirará mis manos para
ver lo que tengo, quizás se quede sorprendido, ¡cuántas cosas!.

Pero luego me mirará:

- ¿ME PERMITES LLEVARME ESTE PEDACITO?, ME DIRÁ.


- POR SUPUESTO, LE DIRÉ, PUEDES LLEVÁRTELO. PARA ESO ESTOY AQUÍ
CON LAS MANOS ABIERTAS.

A lo mejor el Señor me mira de nuevo y me pregunta:

- ¿ME PERMITES PONER OTRA COSA EN TUS MANOS?

Y yo responderé:

- ¡CLARO!

Pues bien, este es el corazón de la oración. El Señor puede


quitar o poner algo. Nadie sino El puede hacer. Es el Señor. Me
basta sólo abrir el corazón y las manos y permanecer allí el tiempo
suficiente para que el Señor venga.

La oración no es propiamente una búsqueda. La búsqueda


supone una cierta impaciencia, una actividad. Hay que hacer algo.
La oración, en cambio, es una espera. La espera pone el acento en
el otro, en el que viene. De mi parte sólo puedo aguardarlo.
Esperar es expresar mi impotencia, mi insuficiencia y esta es mi
actitud ante Dios. No puedo forzar a Dios para que venga. Lo más
que puedo hacer es esperar y estar presente. Orar significa dejar
las prisas. Dios es quien controla. Vendrá cuando lo crea
oportuno. Orar es tener coraje para escuchar y renunciar a mi
autodeterminación.

Expresamos mucho cuando simplemente esperamos. Imaginemos


que hemos estado cuatro juntos y hemos decidido volver a reunirnos a
las nueve para salir. A la hora fijada aparecen sólo tres.
Esperamos al cuarto; quince minutos..., treinta..., una hora.
Nuestra espera indica que el cuarto cuenta mucho para nosotros. No
podemos irnos sin él. De igual manera, sólo con esperar a Dios,
estoy admitiendo la importancia que tiene en mi vida. No puedo
desentenderme de El.

46 — 76
I. LECTURA ORANTE DE LA BIBLIA
« LECTIO DIVINA »
1. CONSIDERACIONES GENERALES.
Por la LECTIO DIVINA procuramos alcanzar lo que dice la
Biblia: La palabra está muy cerca de ti: en tu boa y en
tu corazón, para que la pongas en práctica
(Deuteronomio 30,14). En la boca, por la LECTURA; en el
corazón, por la meditación y por la oración; en la práctica,
por la contemplación.

El objetivo de la LECTIO DIVINA es el objetivo de la propia Biblia: comunicar la


sabiduría que lleva a la salvación, por la fe en Jesucristo (2 Timoteo 3,15),
instruir, refutar, corregir, formar en la justicia y así perfeccionar al
hombre de Dios para toda buena obra (2 Timoteo 3,16), proporcionar
perseverancia, consuelo y esperanza (Romanos 15,4); ayudarnos a
aprender de los errores de los antepasados (1 Corintios 10,6-10).

La LECTIO DIVINA supone algunos principios siempre presentes en la lectura cristiana


de la Biblia:

1. La unidad de la Escritura.

La Biblia es una gran unidad, donde cada libro, cada frase, tiene su lugar
y su función para revelarnos el proyecto de Dios. Sus diferentes partes
son como los ladrillos de una gran pared: juntos forman el diseño del
proyecto de Dios.

El principio de la unidad de la Escritura prohíbe aislar los textos,


arrancarlos de su contexto y repetirlos como verdades aisladas y
absolutas. Un ladrillo solo no hace la pared. Un trazo solo no hace el
diseño. La Biblia no es un camión de ladrillos, sino una casa donde se
puede habitar.

2. La actualidad o encarnación de la Palabra.

Los cristianos, cuando leemos la Biblia, no podemos olvidar la vida que


cargamos a diario dentro y fuera de nosotros. Descubrimos en las
peripecias del Pueblo de Dios descritas en la Biblia el reflejo de aquello
que nosotros mismos estamos viviendo.

Lector y Escritura se interpelan


mutuamente. Cualquier lector acude al
texto bíblico desde su realidad y cultura.
Del encuentro entre ambos surge una
primera comprensión. Avanzando en la
LECTIO DIVINA, el lector encontrará nuevas
luces y perspectivas a lo que expresa la
Palabra de Dios y su sentido para el

47 — 76
“hoy”. El lector, estando en grupo o en comunidad, encontrará amplia
comprensión e interpretación de la Palabra de Dios.

La Palabra de Dios revelará siempre nuevos contenidos y dimensiones de


sí misma. Descubrimos que la Palabra no sólo se encarna en aquellas
épocas del pasado, sino también en la vida cotidiana de hoy. ¿Ojalá
escuchemos hoy su voz!, dice el salmista (Salmo 95,7). Y esto implica
dejar que las Escrituras sean luz para las nuevas situaciones y aliciente
del compromiso cristiano frente a los desafíos de hoy.

3. La fe en Jesucristo, vivo en la comunidad.

Leemos la Biblia a partir de nuestra fe en Jesucristo, vivo en medio de


nosotros. Jesús es la llave principal de la lectura que hacemos,
personalmente o en comunidad.

A medida que Jesús vive y crece en nosotros como lectores, vamos


adquiriendo los ojos espirituales que permiten una meditación más
profunda. El velo de la oscuridad se rasga, la opacidad de la letra se
disuelve y los resplandores del Verbo iluminan nuestra vida y hasta se
saborean.

Contemplando la Palabra
leída a partir de nuestra vida,
el Espíritu Santo nos empuja
hacia el “compromiso” y
entrega mayor como
servidores de un Reino Nuevo
en Jesucristo.

La LECTIO DIVINA tuvo un inicio


muy sencillo, con métodos
elementales, a la altura del
pueblo:

a. Leer y releer, de nuevo cada vez, hasta conocer bien lo que está
escrito;

b. repetir de memoria, con la boca, lo que fue leído y comprendido


y rumiarlo hasta que, de la boca y de la cabeza, pase al corazón
y entre en el ritmo de la misma vida;

c. responder a Dios en la oración y pedir que nos ayude a practicar


lo que su Palabra nos pide;

d. el resultado es una nueva luz en los ojos que permite saborear


la Palabra y mirar al mundo de una manera nueva.

Con esta luz en los ojos se comienza, nuevamente, a leer y a responder a


Dios. Ese proceso nunca termina y nunca se repite tal cual; siempre es
nuevo en cada nueva situación de nuestra vida.

Una última consideración sobre el alcance y el objetivo de la LECTIO


DIVINA. Una palabra es, ante todo, un medio para transmitir una idea. Las

48 — 76
palabras, tanto las nuestras como las de la Biblia, se dirigen en primer
lugar a la razón, que puede captar las ideas.

Pero una palabra no es sólo un vehículo de ideas. Tiene también otras


dimensiones. Por ejemplo, posee una fuerza poética (en el sentido literal
“poesía” viene del griego POIEIN, que significa HACER). ¡No sólo dice, sino
que también hace, actúa¡ “La Palabra de Dios es viva y eficaz”
(Hebreos 4,12).

Ahora, en el estudio que hacemos de la Biblia, generalmente sólo nos


preocupamos por descubrir la idea, el mensaje de la Palabra de Dios.
Como veremos, la LECTIO DIVINA procura alcanzar también otras
dimensiones. Es más completa. Su resultado es más amplio. Lleva a un
cambio de vida y a un compromiso con los designios de Dios en nuestro
mundo.

2. LOS CUATRO MOMENTOS DE LA «LECTIO DIVINA».


Los cuatro momentos o grados de la LECTIO DIVINA son: LECTURA, MEDITACIÓN,
ORACIÓN y CONTEMPLACIÓN. No es siempre fácil distinguir uno del otro. Por
ejemplo, lo que algunos autores afirman de la lectura, otros lo atribuyen a la
meditación, y así sucesivamente. La causa de esta falta de claridad está en la
misma naturaleza de la LECTIO DIVINA. Se trata de un proceso dinámico de
lectura, donde las diferentes etapas nacen una de la otra. Es como el tránsito
de la noche hacia el día. En la hora del amanecer, algunos dicen: ¡Es noche
todavía! Otros dicen: ¡El día ya llegó!

Además, se trata de cuatro actitudes permanentes. La actitud de lectura, por


ejemplo, continúa también durante todo el proceso de la LECTIO DIVINA, aunque
con intensidad diferente, conforma al grado en que la persona o la comunidad
se encuentren. Lo importante en esta reflexión es que aparecen las principales
características de cada una de estas cuatro actitudes que, juntas, integran la
LECTIO DIVINA.

a. LA LECTURA: APROPIAR, RESPETAR, SITUAR.


La LECTURA es el primer paso del proceso de apropiación de la
Palabra. ¡Leer, leer, leer! Leer mucho para familiarizarse con
la Biblia: para que ella se vuelva nuestra palabra, capaz de
expresar nuestra vida y nuestra historia, pues “fue escrita
para nosotros que tocamos el fin de los tiempos” (1
Corintios 10,11). Este proceso de apropiación de la Palabra por
parte del pueblo ya está en marcha en las comunidades.

La LECTURA es una actividad elemental: leer, pronunciar bien


las palabras, si es posible en voz alta. Este primer paso es
muy importante y muy exigente. No puede realizarse de
manera superficial. (Para muchos, la Biblia está siendo el
medio principal de alfabetización).

Por la LECTURA frecuentamos la Biblia como se visita a un


amigo. Existe una semejanza muy grande entre la manera de
convivir con el pueblo y con la Biblia. Los dos exigen el

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máximo de atención, respeto, amistad, entrega, silencio y escucha. Los dos,
tanto el pueblo como la Biblia, no se defienden cuando son agredidos o
manipulados, pero los dos terminan venciendo al agresor por el cansancio.

La LECTURA, así como la vida del pueblo


pobre, no pueden depender del gusto del
momento, sino que exigen de la persona
una determinación constante y continua.
La LECTURA debe ser perseverante y
diaria. Exige sacrificio y disciplina. Debe
ser desinteresada y gratuita, en vistas al
reino y al bien del pueblo de Dios. La
LECTURA de la Biblia ayuda a crear en
nosotros los ojos correctos para leer la vida del pueblo de Dios y viceversa.

¡La LECTURA es el punto de partida, no el punto de llegada! Hace que el lector


pise tierra firme. Prepara al lector y al texto para el diálogo de la meditación.
Para que la meditación no sea fruto de una fantasía irreal, sino que tenga
fundamento en el texto y en la realidad, es necesario que la LECTURA se haga
con criterio y atención. “Estudio asiduo, hecho con espíritu atento”.

A través de un estudio imparcial, la LECTURA impide que el texto sea manipulado


y reducido al tamaño de nuestras ideas y permite que pueda ser un participante
autónomo en nuestro diálogo con Dios, ya que establece el sentido que tiene el
texto en sí mismo, independiente de nosotros. Así la LECTURA crea en el lector
una actitud crítica, sensata y respetuosa frente a la Biblia. Es aquí, en la
LECTURA, donde aparece la contribución de la exégesis para la buena marcha de
la LECTIO DIVINA.

La LECTURA, entendida como estudio crítico, ayuda al lector a analizar el texto y


a situarlo en su contexto original. Este estudio tiene tres niveles:

 Literario: Ver de cerca el texto y, a través de preguntas sencillas,


analizar su tejido.
 Histórico: A través del estudio del texto, alcanzar el contexto histórico
en el que surge el texto o se realizó el hecho narrado por él, y analizar
este contexto en sus cuatro aspectos: económico, social, político,
ideológico; descubrir los conflictos que están en el origen del texto o
que se reflejan en él.
 Teológico: Descubrir el mensaje del texto para el pueblo en aquella
situación histórica: ver cómo el texto se situaba dentro de aquellos
conflictos; lo que Dios significaba para aquel pueblo; como se
revelaba, cómo asumía el pueblo ese mensaje.

b. LA MEDITACIÓN: RUMIAR, DIALOGAR,


ACTUALIZAR.

La LECTURA respondía a la pregunta: ¿qué dice el texto en


sí? La MEDITACIÓN va a responder a la pegunta: ¿qué dice
el texto para mí, para nosotros?, ¿qué es lo que Dios,
a través de este texto, nos dice aquí y ahora?

La MEDITACIÓN indica el esfuerzo que se hace para actualizar

50 — 76
el texto y para llevarlo al interior del horizonte de nuestra vida y realidad, tanto
personal como social. El texto, que no fue escrito para nosotros, debe también
hablar para nosotros. Dentro de la dinámica de la LECTIO DIVINA, la MEDITACIÓN
ocupa un lugar central.

A través de la LECTURA descubrimos cómo el texto se situaba


en el contexto de aquella época, qué posición tomaba frente a
la realidad concreta, qué mensaje tenía para el pueblo de
Dios. De aquel tiempo al actual, la situación cambió, el
contexto es otro, la realidad es diferente. Sin embargo, la fe
nos dice que este texto, a pesar de ser de otra época y de
otro contexto, tiene algo que decirnos hoy. En él debe existir un valor
permanente, que quiere producir hoy la misma conversión o cambio que
provocó en aquella época. Ahora, la verdad oculta es este valor permanente,
este mensaje que allí existe para nuestro contexto y que ahora sebe ser
descubierto y actualizado por la MEDITACIÓN.

¿CÓMO HACER LA MEDITACIÓN?


Una PRIMERA FORMA de realizar la MEDITACIÓN es usar la mente y la razón para
poder descubrir la “verdad oculta”. Entrar en diálogo con el
texto, con Dios, haciendo preguntas que obliguen a usar la
razón y que intenten llevar el texto al interior del horizonte de
nuestra vida. Se medita reflexionando, interrogando:

 ¿Qué diferencias y semejanzas hay ente la situación


del texto y la de hoy?
 ¿Cuáles son las situaciones de ayer que persisten
hoy?
 ¿Cuáles son diferentes?
 ¿Qué dice el mensaje del texto a nuestra situación?
 ¿Qué cambio de comportamiento sugiere para mí, que vivo aquí en
Honduras?
 ¿En qué punto nos confirma o condena?
 ¿Qué quiere hacer crecer en mí, en nosotros?.

Una SEGUNDA FORMA de realizar la MEDITACIÓN es repetir el texto, rumiarlo,


masticarlo, hasta descubrir lo que nos quiere decir. Es lo que María hacía
cuando meditaba las cosas en su corazón (Lucas 2,19.51). Es lo que Isaías define
con tanta precisión: “Pues bien, en la senda de tus juicios te esperamos,
Yahvé; tu nombre y tu recuerdo son el anhelo del alma” (Isaías 26,8).

Después de haber hecho la lectura y de haber descubierto el sentido, es bueno


tratar de resumir todo en una sola frase, de preferencia del mismo texto
bíblico, para llevarla con nosotros en la memoria y para repetirla y masticarla
durante el día, hasta que se mezcle con nuestro propio ser.

A través de este rumiar nos colocamos bajo el juicio de la Palabra de Dios y


dejamos que ella nos penetre, como espada de dos filos (Hebreos 4,12), como el
agua que de tanto caer sobre la dura piedra termina perforándola.

En la Biblia, quien nos dirige la palabra es Dios y él lo hace con mucho amor.
Una palabra de amor despierta fuerza, libera energías, recrea la persona.

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Meditando la Palabra de Dios, el corazón humano se dilata hasta adquirir la
dimensión del propio Dios que pronuncia la Palabra. Aquí aparece la dimensión
mística de la LECTIO DIVINA.

La MEDITACIÓN es una actividad personal y también comunitaria. El compartir lo


que cada uno siente, descubre y asume en el contacto con la Palabra de Dios es
mucho más de lo que asoma a las palabras de cada uno.

La búsqueda en común hace aparecer el sentido eclesial de la Biblia y fortalece


en todos el sentido común de la fe. Por eso es tan importante que la Biblia sea
leída, meditada, estudiada y rezada no sólo individualmente, sino también y
sobre todo en común, pues se trata del libro de cabecera de la Iglesia, de la
comunidad.

c. LA ORACIÓN: SUPLICAR, ALABAR, RECITAR.


En la LECTURA se preguntaba: ¿Qué es lo que el
texto dice? En la MEDITACIÓN: ¿Qué es lo que
el tecto me dice, nos dice? Ahora, en la
ORACIÓN, la pregunta es: ¿Qué es lo que el
texto me hace decir, nos hace decir a Dios?

Hasta ahora era Dios el que nos hablaba a


través de la LECTURA y de la MEDITACIÓN. Llegó el
momento de dar nuestra respuesta, de
expresar, delante de Dios, la reacción que la
Palabra oída y meditada provocó en nosotros.

Esto nos quiere decir que, durante la LECTURA y


la MEDITACIÓN, no se debe rezar. Como ya dijimos, se trata de cuatro actitudes
permanentes que actúan juntas durante todo el proceso de la LECTIO DIVINA. La
actitud de ORACIÓN está presente desde el comienzo.

Al iniciar la LECTURA se invocó al Espíritu Santo. Durante la LECTURA, siempre


aparecen pequeños momentos de ORACIÓN. La MEDITACIÓN ya es casi una actitud
de ORACIÓN, pues por sí misma se transforma en peticiones. Pero, dentro de la
dinámica de la LECTIO DIVINA, a pesar de que todo se ha regado con ORACIÓN,
debe haber un momento especial, propio, para las plegarias. Este momento es
el tercer grado de la ORACIÓN.

La actitud de ORACIÓN, frente a la Palabra de Dios, debe ser como aquella de


María, que dice: “Hágase en mí según tu voluntad” (Lucas 1,38). La palabra
que María oyó no era una palabra de la Biblia, pero sí una palabra percibida en
los hechos de la vida, cuando ella fue visitada por el ángel. María fue capaz de
percibirla porque el rumiar (Lucas 2,19.51) había purificado su mirada y su
corazón. Los puros de corazón perciben la acción de Dios en los hechos Mateo
5,8). Rezando y cantando (Lucas 1,46-56), ellos la encarnan en la vida.

La ORACIÓN provocada por la MEDITACIÓN puede ser una ORACIÓN espontánea,


que brota en el momento de la LECTIO DIVINA. Dependiendo de lo que se oyó de
parte de Dios, en la LECTURA y en la MEDITACIÓN, la respuesta puede ser de
alabanza o de acción de gracias, de súplica o de perdón, puede ser hasta de

52 — 76
rebeldía o de imprecación, como fue la respuesta de Job, de Jeremías o de
tantos salmos.

Como en la MEDITACIÓN, es importante que esta ORACIÓN espontánea no sea


sólo personal, sino que también tenga su expresión comunitaria en un
compartir.

La ORACIÓN provocada por la MEDITACIÓN también puede ser la recitación de


plegarias ya existentes. Memorizar algún salmo para las horas de necesidad;
llevar consigo alguna frase de la Biblia para tenerla presente a lo largo del día,
en los intervalos, durante el trabajo, en el bus.

d. LA CONTEMPLACIÓN: DISCERNIR, ACTUAR, SABOREAR.


La CONTEMPLACIÓN es como la fruta
del árbol: ya estaba dentro de la
semilla. Va creciendo poco a poco,
madura lentamente.

La CONTEMPLACIÓN es el último grado


de la LECTIO DIVINA. Es su punto de
llegada. Sin embargo, cada vez que
se llega al último momento, éste se
convierte en la plataforma de un
nuevo comienzo. Y así, a través de
un proceso siempre renovado de
LECTURA, MEDITACIÓN, ORACIÓN y
CONTEMPLACIÓN vamos creciendo en la
comprensión del sentido y de la
fuerza de la Palabra de Dios.

Hasta ahora te colocaste delante de Dios, leíste y escuchaste la Palabra,


estudiaste y descubriste su sentido; con ella te comprometiste y comenzaste a
rumiarla para que entrase en la dinámica de tu propia vida y pasase de la
cabeza al corazón; tú transformaste todo esto en ORACIÓN, delante de Dios,
como proyecto para tu vida; la sal de la Palabra desapareció en tu vida y le dio
un nuevo sabor; el pan de la Palabra fue masticado y te dio fuerza para una
nueva acción.

Ahora, al fin, teniendo todo esto en la mente y en el corazón, comienzas a


tener ojos nuevos para evaluar y observar la vida, los hechos, la historia, el
caminar de las comunidades, la situación del pueblo de Honduras y de América
Latina. Es el mirar de Dios sobre el mundo, que así se comunica y se esparce.
Este nuevo mirar es la CONTEMPLACIÓN. Nuevo mirar, nuevo saber, nueva acción,
que envuelve a todo el ser humano.

San Agustín decía que, a través de la LECTURA de la Biblia, Dios nos devuelve la
mirada de la CONTEMPLACIÓN y nos ayuda a descifrar el mundo y a
transformarlo, para que sea, nuevamente, una revelación de Dios, una
teofanía. La CONTEMPLACIÓN, entendida así, es lo contrario de la actitud de quien
se retira del mundo para poder contemplar a Dios.

53 — 76
La CONTEMPLACIÓN, como resultado de la LECTIO DIVINA, es la actitud de quien
escudriña en el interior de los hechos, para descubrir y saborear en ellos la
presencia activa y creativa de la Palabra de Dios y, además, para
comprometerse con el proceso de transformación que esta Palabra está
provocando dentro de la Historial.

La CONTEMPLACIÓN no sólo es meditar el mensaje, sino que también es


realizarlo; no sólo oír, sino poner en práctica. No se separan los dos aspectos:
decir y hacer, enseñar y animar, ser luz y fuerza.

Para los fundamentalistas, la Palabra de Dios está sólo y únicamente en la


Biblia. El Mundo, la Vida, la Historia, todo esto es antro de perdición. Sólo se
salva quien aplica la Palabra de la Biblia en su vida y se aparta del mundo, de la
política, de la lucha del pueblo, de los problemas del barrio, etc.

La CONTEMPLACIÓN corrige este defecto de nuestros ojos y nos convierte. Nos


hace descubrir que no es Dios quien está ausente de la realidad. Somos
nosotros los que no percibimos su presencia. Nosotros somos los que estamos
ciegos (Isaías 42,19).

La LECTIO DIVINA coloca colirio, abre los ojos a los ciegos y hace distinguir. Quita
el velo y ayuda a descubrir y a desarrollar el proyecto de Dios en la historia que
hoy vivimos; a percibir cómo Cristo, centro de todo, nos hace pasar de nuestro
antiguo testamento a un nuevo testamento. Hace descubrir el sentido de las
cosas, nos hace comprometer con el Reino.

«Cuando yo fui comenzando ese caminar aquí en la


Escuela Bíblica, fui viendo y sintiendo que la
Biblia no es broma. Que ella exige mucho de uno.
Exige que vivamos lo que oímos, lo que leemos y lo
que vamos aprendiendo. Allí yo
pensé que no iba a aguantar el
ritmo. Pensé en dejar la Escuela
Bíblica. Aguanté un poco más y ahí
estoy notando que si uno deja que
la Palabra de Dios penetre, uno se
va divinizando. Así la Palabra te
invade y no ya no puede más
separar lo que es de Dios y lo que
es nuestro, ni cuál es la palabra
de Dios y cuál la de uno mismo. La
Biblia hizo eso en mí» (Campesino
del sur andino del Perú).

La CONTEMPLACIÓN es lo que vemos que


sucede en las comunidades. A pesar de toda la lucha, sufrimiento, derrota,
engaños, pobreza, hambre, enfermedad, lo que más sorprende es la alegría del
pueblo de Dios ¡Alegría a pesar de todo! Es la promesa de Jesús que aquí se
realiza: “Nadie podrá quitarles la alegría! (Juan 16,22). Alegría que nace de
una certeza mayor: presencia cierta de los amigos en las horas inciertas,
presencia cierta de Dios en todas las horas. Alegría que nace de la esperanza
de vencer un día en la lucha y de mejorar este mundo.

54 — 76
II. LA CONTEMPLACIÓN IGNACIANA
El segundo método que queremos proponerte es
el de la CONTEMPLACIÓN IGNACIANA. Este método
posibilita una mayor implicación del cuerpo
porque es una invitación a pedir ser incluidos en
la escena. Toda experiencia de oración es
gratuita, pero en la contemplación se
experimenta muchísimo más la dimensión de
don que tiene la oración, pues no es uno mismo
quien hace contemplación, sino que recibe como
regalo, como gracia esta posibilidad.

Resaltamos DOS MANERAS de poder vivir la experiencia de la contemplación:


Una, la más típicamente ignaciana, propone pedir ESTAR EN LA ESCENA VIENDO LO
QUE HACEN Y ESCUCHANDO LO QUE DICEN, SIRVIENDO EN SUS NECESIDADES COMO
ESCLAVITO INDIGNO (Ejercicios Espirituales 114). Una segunda manera, es un tipo
de contemplación que consiste en estar en la escena asumiendo el rol de cada
uno de los personajes que allí aparecen.

El ESQUEMA BÁSICO de la contemplación en sus primeros pasos es similar al de


la meditación, su especificidad se caracteriza en el momento de tomar el cuerpo
(el contenido) de la oración.

1°. CONECTARSE CONSIGO MISMO: tomarse el tiempo de conectar consigo


mismo. Sólo cuando se ha logrado esto es posible disponerse a recibir
la gracia de la contemplación.

2°. PONERSE EN LA PRESENCIA CON DIOS: Emplear todos los canales donde se
reconoce que Él se mueve para cada uno: visual, auditivo, sensible.
Tratar de involucrar los tres canales.

3°. PETICIÓN: es el timón de la oración, desdobla y da el objetivo. Es lo que


mantiene el rumbo, lo que lleva al cauce nuevamente, en caso de
distracciones. La petición es como un estribillo para “amarrar” la
Palabra de Dios que se está contemplando. Se hace el paso de lo que
se pide por todas las instancias y luego se esculturiza la petición.

4°. CONTENIDO DE LA ORACIÓN: Esquema básico para la contemplación.

a. Leer el texto pausadamente.


Se vuelve a leer.
b. Se representa, se escenifica
con el cuerpo y se pide
constantemente ser incluido en
la escena.
c. Dejar que la lectura lo tome:
que el texto invite. Hasta que
de pronto le tire. Meterse es
gracia. La contemplación
necesita mucho más favor de
Dios para gozar de la inclusión
a su misterio.
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d. Estar “como si presente me hallase”: ver las personas, oír lo
que dicen, ver lo que hacen. Estar en la escena como
“esclavito indigno” sirviéndoles en sus necesidades.
e. Hacer “como si fuera” alguno de los personajes. Sentir como
sentiría cada uno; es decir, contemplar el texto asumiendo
cada uno de los personajes del texto.
f. Reflectir para sacar algún
provecho: descubrir qué se
saca de haber estado presente
en el episodio del Evangelio
que se contempló, es como
“echar pan en la mochila para
el camino, es decir, aprender
de esa experiencia y guardarlo
para llevarlo a la vida.

5°. COLOQUIO: Fluir espontáneo con la


Trinidad, de igual modo que en la meditación.

La APLICACIÓN DE SENTIDOS es otra manera de vivir la contemplación; la


introducción del cuerpo es mucho más intensa, puesto que no sólo se implican
la vista y el oído, sino que se vinculan todos los sentidos a la escena: ver, oír,
oler, gustar, tocar. Es hacer una total inmersión corpórea en la oración.

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I. NUESTRO PAN DE CADA DÍA…
1. APRENDIENDO DEL EPISODIO DE UN TAL JESÚS.
En varias ocasiones el evangelio se refiere a la
costumbre de Jesús de rezar en el silencio de la noche
(Lucas 5,16). Jesús cumpliría, con toda probabilidad,
con las oraciones tradicionales en su pueblo: Al
amanecer, al atardecer, antes de las comidas, en la
sinagoga los sábados, etc. Pero no se limitaba a “lo
mandado”. Hablaba con Dios de forma personal, al
margen de las leyes litúrgicas, cuando sentía esa
necesidad, cuando tenía un problema, cuando debía de tomar una decisión. No
rezó por obligación sino porque vivía una relación con Dios que le impulsaba a
hablar con él como se habla con un padre.

Al enseñar a sus discípulos el Padrenuestro, Jesús también se aparta de la


costumbre. Las oraciones que rezaban los israelitas se recitaban en hebreo. El
Padrenuestro es, en cambio, una oración aramea, la lengua corriente, el dialecto
en el que hablaba la gente. Jesús llama a Dios “ABBA”, palabra de lenguaje familiar
en arameo. Esto indica que Jesús rezaba a Dios en su lengua materna. Y cuando
enseño a sus amigos a orar, les entregó una oración comunitaria en arameo. Con
esto, Jesús sacó la oración del ambiente litúrgico y sagrada en donde
preferentemente la había colocado el pueblo de Israel, para situarla en medio de la
vida, en el ambiente familiar y cotidiano.

En la lengua materna de Jesús el Padrenuestro suena así: “ABBA, YITQADDÁS SEMAJ,


TETÉ MALJUTAJ…”. Jesús enseña a sus amigos a invocar a Dios como “ABBA”, como
“PAPÁ”, “PAPAÍTO”. Usa la misma palabra con la que los hijos llamaban a su padre.
“ABBA” es, por su origen, una palabra típica de los primeros balbuceos infantiles.
En arameo, el bebé empieza a hablar diciendo “ABBA”, “IMMA” (papá, mamá). En
tiempos de Jesús usaban esta palabra no sólo los hijos cuando eran pequeños,
sino aún ya mayores, como señal de confianza con sus padres. Pero para los
contemporáneos de Jesús era inconcebible dirigirse a Dios con esta palabra tan
corriente. Resultaba irrespetuoso. No por esto debemos creer que para Jesús
“ABBA” era una palabra vulgar. Al contrario, era un término muy importante.
Cuando dice a sus discípulos que no llamen a nadie padre (Mateo 23,9), no se
refiere al padre carnal, sino que indica que no debe abusarse de una palabra tan
significativa. “PADRE”, “ABBA”, debe quedar reservado, fuera de lo familiar, sólo
para Dios.

El Padrenuestro, como oración, más que una fórmula fija, recoge


unas palabras en las que se resume una actitud de vida. De las dos
versiones que da el evangelio (Mateo 6,9-13 y Lucas 11,2-4), la de
Lucas es la más antigua y la que conserva las palabras más
originales de Jesús. El Padrenuestro es una oración que resalta la
actitud de confianza total en Dios: Podemos llamar a Dios “ABBA”
porque tenemos la certeza de que somos sus hijos y nos quiere
(Romanos 8,15; Gálatas 4,6).

En el Padrenuestro es central la idea del perdón, porque toda la


oración orienta el corazón del que reza hacia el futuro: Hacia el

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Reino que viene, hacia la justicia de Dios en el día final del ajuste de cuentas,
hacia el pan definitivo que saciará todas las hambres. En ese momento sólo Dios y
su perdón podrán salvar a los hombres. Perdonarnos unos a otros es adelantar ese
día. Repartir el pan también. Toda la oración pide que llegue pronto el reino de la
igualdad, de la justicia, de la libertad, el Reino de Dios. Repetir una y otra vez el
Padrenuestro sin profundizar en estas actitudes, falsea el mensaje de Jesús, tan
opuesto a las oraciones rutinarias, dichas con la boca y no con el corazón.

Jesús reza en el relato de UN TAL JESÚS (el que hemos


escuchado) por la libertad de Juan el Bautista. En la oración
de Jesús el pedir por otros fue muy importante. Así consta
varias veces en el evangelio (Lucas 22,31-32; Juan 14,15-16).
Aunque no lo parezca a primera vista, esto es u significativo.
En Israel no era frecuente la costumbre de que unos pidieran
por otros. Interceder por los demás era típico del profeta, del
hombre que sentía de forma especial responsabilidad y preocupación por los
problemas de su pueblo. Esa forma de oración de Jesús indica la conciencia que en
él iba madurando y que le acercaba cada vez más a la herencia de los profetas de
Israel. En este episodio, la forma de rezar de Rufa y de Rufina, las vacilaciones de
Pedro, expresan las costumbres de oración que tenían las gentes sencillas de
Israel. En general, Dios era visto en la oración como un rey lejano. Rezar se
entendía como una forma de rendirle homenaje. Y así como ante los reyes había
que cumplir con todo un ceremonial, así también en la oración. Por eso se tendía a
usar fórmulas fijas, solemnes, establecidas por antiguas tradiciones.
Naturalmente, la oración estaba también ligada a la idea del mérito. Se entendía
que rezando se conseguían favores de Dios. Y si se recomendaba la oración
comunitaria era, sobre todo, porque así llegaba con más fuerza al cielo. Cuando
Jesús busca en la espontaneidad del niño, en su sencillez, en su insistencia
confiada, el modelo de nuestra plegaria, está revolucionando la idea de la oración
que tenía Israel y las religiones de los demás pueblos.

2. ¿SABÍA USTED…?
 ...Que el Padre nuestro era, en primer lugar, oración
que no se entregaba ni enseñaba a todos. Rezarla constituía
un privilegio que sólo se otorgaba a los ya bautizados. Era lo
último que se enseñaba a los catecúmenos, en la misma
víspera de su bautismo. Era como la máxima y más preciada
joya de la fe.

 ...Que los cristianos bautizados reservaban el rezo de esta oración para el


momento más alto de la misa. Y la hacían preceder de fórmulas que
señalaban su respeto. En la liturgia oriental de Crisóstomo se dice como
introducción al padrenuestro: “DÍGNATE, OH SEÑOR, CONCEDERNOS QUE GOZOSOS
Y SIN TEMERIDAD, NOS ATREVAMOS A INVOCARTE A TI, DIOS CELESTIAL, COMO A PADRE,
Y QUE DIGAMOS: PADRE NUESTRO…”. En la liturgia romana (la que nosotros
celebramos) aún hoy el sacerdote precede la oración con la frase: “NOS
ATREVEMOS A DECIR”, reconociendo la enorme audacia que hay en su
contenido.

 ...Que no ocurre así con el creyente de hoy. El padrenuestro es la primera


oración que aprendemos de niños y hemos terminado por no saber ni lo que
supone, ni lo que encierra. Decimos: “Dios es mi padre” y es como si

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dijéramos: “Tegucigalpa es la capital de Honduras”. Lo decimos con el
mismo tono de voz, con la misma rutina con que se enuncian las verdades
que nos enseñan en la escuela, con la misma
irresponsabilidad con la misma convicción. Decimos: “Dios
es mi padre” y no experimentamos emoción alguna. Ni
ternura, ni agradecimiento, ni alegría, ni orgullo. Y, bien
miradas las cosas, habría razón sobrada para morir, en ese
momento, de ternura, de agradecimiento, de alegría, y
también de terror, de orgullo, y también de vergüenza.

 ...Que sucede con el padre nuestro como con la casa donde nacimos: que
de tanto verla no la hemos visto nunca. Es parte de nuestra retina, de
nuestra sangre. Ya no nos dice nada. Como una moneda que, de tan usada,
ha perdido completamente su relieve. El rostro que representaba es ya una
superficie lisa imposible de adivinar.

 ...Que así es como “LA ORACIÓN PELIGROSA” de los primeros cristianos se ha


convertido en la oración rutinaria de los últimos.

 ...Que tendríamos hoy que reconquistarla como quien descubre un


continente o conquista en guerra una montaña. Tendríamos que volver a
sentirnos como aquellos apóstoles que un día feliz oyeron se los labios de
Jesús esas 58 palabras que son RESUMEN DE TODO EL EVANGELIO.

3. LA ORACIÓN DE LA LIBERACIÓN INTEGRAL.


UN PRIMER DATO IMPORTANTE: Esa idea del padrenuestro como RESUMEN DE
TODO EL EVANGELIO no es puro discurso…, como el de nuestros políticos.
Efectivamente en sus pocas palabras se ofrece toda una síntesis de las correctas
relaciones entre Dios y el hombre y de cuál es, consiguientemente, la liberación
integral que Jesús nos promete.

Leamos lo que dice Leonardo Boff:

EN LA ORACIÓN DEL SEÑOR ENCONTRAMOS PRÁCTICAMENTE LA


CORRECTA RELACIÓN ENTRE DIOS Y EL HOMBRE, EL CIELO Y
LA TIERRA, LO RELIGIOSO Y LO POLÍTICO, MANTENIENDO LA
UNIDAD DEL ÚNICO PROCESO. LA PRIMERA PARTE DICE
RESPECTO A LA CAUSA DE DIOS: EL PADRE, LA SANTIFICACIÓN
DE SU NOMBRE, SU REINADO, SU VOLUNTAD SANTO. LA
SEGUNDA PARTE CONCIERNE A LA CAUSA DEL HOMBRE: EL PAN
NECESARIO, EL PERDÓN INDISPENSABLE, LA TENTACIÓN
SIEMPRE PRESENTE Y EL MAL CONTINUAMENTE AMENAZADOR.
ENTRAMBAS CONSTITUYEN LA MISMA Y ÚNICA ORACIÓN DE
JESÚS. DIOS NO SE INTERESA SÓLO DE LO QUE ES SUYO —EL
NOMBRE, EL REINADO, LA VOLUNTAD DIVINA— SINO QUE SE
PREOCUPA TAMBIÉN PR LO QUE ES DEL HOMBRE —EL PAN, EL PERDÓN, LA TENTACIÓN,
EL MAL—. E IGUALMENTE EL HOMBRE: NO SÓLO SE APEGA A LO QUE LE IMPORTA —EL
PAN, EL PERDÓN, LA TENTACIÓN, EL MAL—, SINO QUE SE ABRE TAMBIÉN A LO
CONCERNIENTE AL PADRE: LA SANTIFICACIÓN E SU NOMBRE, LA LLEGADA DE SU
REINADO, LA REALIZACIÓN DE SU VOLUNTAD.

60 — 76
Así es como el padrenuestro no separa lo que Dios ha unido: la causa de Dios y la
causa del hombre son, después de la encarnación, una única causa. Separarlas es
mutilar a las dos. Olvidar a Dios por los problemas de la tierra, es ofender a Dios y
quitar su último sentido a los problemas de esa misma tierra por la que decimos
preocuparnos. Y creer que adoramos a Dios, dejando de lado el combate cotidiano
de este mundo, sería adorar a otro ídolo que poco tiene que ver con el Dios
verdadero, y conseguir, de paso, que algunos se olviden de ese Dios auténtico a
quien nuestra falsa piedad convertiría en alienador y antimundano.

Por eso decimos que el padrenuestro es la oración de la liberación “integral”:


porque en él se resume perfectamente esa “doble” apuesta de todo creyente.

UN SEGUNDO DATO IMPORTANTE: El padrenuestro es la prueba de que la


oración no es una fuga, una coartada para huir del combate del mundo. Al
contrario: es una plegaria de un realismo total, que resume el dramatismo de la
condición humana y, al mismo tiempo, abre las puertas a la esperanza y la alegría
en que culminará todo combate auténtico del creyente.

Volvamos a dar la palabra a Leonardo Boff:

LA REALIDAD IMPLICADA EN LE PADRENUESTRO NO SE


PRESENTA COLOR DE RODA, SINO EXTREMADAMENTE
CONFLICTIVA. EN ELLA CHOCAN EL REINADO DE DIOS
Y EL REINADO DE SATANÁS. EL PADRE ESTÁ CERCANO
(NUESTRO) PERO TAMBIÉN LEJANO (EN LOS CIELOS).
EN LA BOCA DEL HOMBRE HAY BLASFEMIAS, Y POR
ESO ES PRECISO SANTIFICAR EL NOMBRE DE DIOS. EN
EL MUNDO IMPERA TODA SUERTE DE MALDADES QUE
EXASPERAN EL ANSIA DE LA VENIDA DEL REINADO DE
DIOS QUE ES DE JUSTICIA, DE AMOR Y DE PAZ. LA
VOLUNTAD DE DIOS ES DESOBEDECIDA, E IMPORTA
REALIZARA EN NUESTRAS OBRAS. PEDIMOS EL PAN
NECESARIO PORQUE MUCHOS, POR EL CONTRARIO, NO LO TIENEN. IMPLORAMOS QUE
DIOS NOS PERDONA TODAS LAS INTERRUPCIONES DE LA FRATERNIDAD PORQUE, SI
NO, SOMOS INCAPACES DE PERDONAR A QUIEN NOS HA OFENDIDO. SUPLICAMOS
FUERZAS CONTRA LAS TENTACIONES, PUES, DE OTRO MODO, CAEREMOS
MISERABLEMENTE. GRITAMOS QUE NOS LIBRE DEL MAL, PORQUE, DE LO CONTRARIO,
APOSTATAMOS DEFINITIVAMENTE. Y, SIN EMBARGO, A PESAR DE ESTA DENSA
CONFLICTIVIDAD, LA ORACIÓN DEL SEÑOR ESTÁ TRANSIDA DE UN AURA DE CONFIANZA
ALEGRE Y DE SERENO ABANDONO, PORQUE TODO ESE CONTENIDO CONFLICTIVO —
INTEGRALMENTE— SE VUELE ENCUENTRO CON EL PADRE.

Ni fuga, pues, ni vaselina. La oración cristiana planta su tienda de campaña en el


mismo centro del combate humano. Y es profundamente significativo pensar que
Jesús, a la hora de ofrecernos el último y más profundo resumen de su
pensamiento, no lo haya hecho en un tratado teórico, en un sermón intelectual,
sino en una oración.

Ante un mundo que sufre, son muchos los que no encuentran otra respuesta que
la blasfemia contra el Dios que lo hizo. Otros apuestan por teorías filosóficas o
económicas con las que esperan cambiarlo. Los más, se entregan a una pasiva
resignación unida a un hedonismo dispuesto a gozar avaramente de las pocas
alegrías que parecen quedarnos. La respuesta de Jesús es la oración unida a la
lucha cotidiana.
61 — 76
Valdrá la pena acercarnos a su respuesta, palabra por palabra…

4. FORMAS DE ORACIÓN QUE JESÚS RECHAZA.


(a) Rechaza la oración del fariseo que, más que un diálogo con el Dios del
amor es una simple autoafirmación del “yo” egoísta y esta, por ello,
viciada en su misma raíz. Es por eso una
oración que separa, una oración de
autoengaño narcisista. Es una oración que no
parte de lo fundamental: el reconocimiento de
la propia pobreza ante Dios.

(b) Rechaza las oraciones de los que multiplican las


palabras, con una mecánica y mágica
repetición palabrera de la fórmula. Esta es la
oración de los paganos que querían, con ella
fatigar a los dioses.

(c) Rechaza la oración egocéntrica de quienes


olvidan que la oración pasa por la voluntad de Dios y se
somete a ella. De quienes no recuerdan que el Padre ya
sabe lo que necesitan e intentan, no someterse ellos a los
deseos de Dios, sino doblegar esta voluntad de Dios
adaptándola al capricho del hombre.

(d) Rechaza a oración de los que, para entrar en el reino de los cielos,
dicen “Señor, Señor”, pero no hacen la voluntad del Padre que
está en los cielos. Rechaza la oración desprendida de la vida, que se
vuelve, con ello, vana y verdaderamente alienante.

(e) Rechaza la comercialización de la oración, la de


quienes quieren hacer de sus plegarias mercancías,
un “te doy y me das” y convierten, así, la casa de
oración en cueva de bandidos.

II. CÓMO PUEDO HACER LA ORACIÓN


Hay que trabajar al nivel de la inteligencia y de la
reflexión, procurando penetrar profundamente en la
materia presentada, pero, de tal manera, que llegue a
tocar lo afectivo y despierte las fuerzas afectivas. Las
directrices, los puntos, los consejos apenas son un
"medio" para disponer el corazón de cada uno. La
oración será OBRA Y ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN
CADA UNO Y CON CADA UNO. Tenemos que aceptar ser un
"campo de experiencias" del Espíritu Santo.

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PASOS PARA LA ORACIÓN.
1. PREPARACIÓN A LA ORACIÓN

Al igual que nos preparamos para ir a visitar a un amigo muy querido y


pensamos qué llevarle. En el camino nuestro corazón va disfrutando del
encuentro. De esa misma forma, es importante prepararnos
para la oración, que es el encuentro con el mejor de los
amigos.

Al despertarse, sin dar lugar a otros pensamientos, darse


cuenta de qué es lo que va a meditar en la primera hora.
Preguntarse A DÓNDE VOY Y A QUÉ...

Durante unos quince minutos voy pensando en las


siguientes cosas:

- En qué LUGAR voy a orar (capilla, jardín, cuarto u otro lugar). Que sea un
lugar recogido para la oración, sin cambiarlo durante el tiempo establecido
para la oración.

- Decidir qué POSTURA voy a tomar en este tiempo de oración que más me
ayude al recogimiento. Normalmente evitar orar caminando. La persona
reza no sólo con su mente, sino también con todo su ser, también con su
cuerpo. ¡Es toda la persona que reza! Así como el interior puede configurar
lo exterior, así también lo exterior, la postura, puede ayudar a lo interior.

- Tener claro cuánto TIEMPO voy a dedicar a este ejercicio de oración, para
ser fiel a ese tiempo establecido (30 minutos... 45 minutos... 1 hora...).
"No es bueno ni alargarlo ni acortarlo". Si tuviere dificultad en mantenerme
en el tiempo estipulado, quedarse un minuto más del tiempo previsto, y no
abreviarlo. Es un tiempo consagrado a Dios.

- CALMARSE. Puede ser oyendo los sonidos que vienen de lejos o de cerca
por algún tiempo, tomando conciencia de lo que se siente en cada parte
del cuerpo, mirando durante un tiempo a un punto fijo, etc. Ayudará,
quizás, hacer algún ejercicio de relajación. Sentir cómo el Padre me mira,
me ama... La tensión, la angustia, son señales de que la persona cuenta
más con su esfuerzo que con la presencia de Dios. Preséntese pobremente
ante Dios para que El haga con usted su obra. ¡Ábrase humildemente a la
gracia!

- Determinar cuál será el TEMA de nuestra oración y qué MÉTODO vamos a


seguir (meditación - contemplación...).

- Hacer un ACTO DE FE preguntándonos:

o ¿a dónde voy?: "a encontrarme con


Jesús",
o ¿a qué voy...? : " a más conocerlo,
amarlo, seguirlo, para mejor servirlo".

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2. DESARROLLO DE LA ORACIÓN

Pautas que pueden ayudar, sin olvidar que la "ESPÍRITU SOPLA Y LLEVA POR DONDE
EL QUIERE".

Al llegar a donde está el amigo sería comenzar por el:

- PRESENCIA DE DIOS. Reavivar el reconocimiento de


que Dios está presente y es alguien. Hacer un acto
de fe y amor. "SEÑOR, AQUÍ ESTOY. CREO EN TU
PRESENCIA Y CARIÑO". Reavivar nuestra conciencia de
ir a dedicar el tiempo a pensar en mis relaciones
con El y su plan sobre mi existencia y su salvación
para este mundo.

- ORACIÓN PREPARATORIA. "QUE NO SEA SORDO A TU PALABRA Y QUE TODAS MIS


INTENCIONES, DESEOS, ACTITUDES SE VUELVAN TOTALMENTE PARA TU SERVICIO Y
ALABANZA". Pido gracia para mantener la orientación definitiva de mi
esfuerzo en la meditación o contemplación hacia el sentido de mi vida.

 Conviene, también, en este momento por así decirlo, "COLOCAR EN LAS


MANOS DE DIOS" toda preocupación personal o lo que podría
"distraerme" en este ejercicio espiritual. Pedir que Dios cuide de todo.

 GRACIA A PEDIR. Pedir la luz y la acción del Espíritu Santo para "entrar"
en el asunto de la oración y alcanzar lo que se pretende. Cada oración
(ejercicio) va en búsqueda de alguna gracia que se necesita y de algún
fruto que se quiere alcanzar. De ahí que la petición hay que hacerla de
acuerdo al fruto que se pretende. Fruto que yo en alguna manera he
podido preparar, pero también me sobrepasa...

¿Cuál es la experiencia de recibir una gracia?


¿Cuál es el significado de gracia? ¿Por qué
Ignacio insiste en que solicitemos una gracia?
Lo central de esta idea es que el crecimiento en
la oración es don de Dios y no fruto de nuestro
trabajo personal, aunque el Señor pide nuestra
colaboración. No se pide, por eso, solo al
comienzo, sino también durante la oración y,
principalmente, en el coloquio final.

Cuando pido una gracia determinada, referente a


un área de mi vivir, yo la coloco abierta a la
acción de Dios. Con eso la gracia pedida, de
carácter más general, se va particularizando de
acuerdo a mis necesidades.

- MATERIA O CUERPO DE LA ORACIÓN. Según sea meditación o contemplación. En


general el criterio fundamental es que al ir consiguiendo el fruto, ahí debe
reposarse, sin tener ansia de pasar adelante, hasta que se satisfaga: "NO EL
MUCHO SABER...".

Voy siguiendo con naturalidad el orden de los puntos que he ido


preparando, sin saltarlos, pero sin excesivo rigor. Ahí donde el fruto va
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apareciendo, y donde se me descubre más profundamente o me llega más
hondamente, en mociones del Señor, ahí me detengo sin prisa para ir
adelante.

Cuando ante ciertos textos encuentre resistencia a entrar, debe insistir en


la reflexión y oración. Es la típica aridez o bloqueo o desolación,
aburrimiento, que en realidad no hace más que manifestar el conflicto y la
resistencia ante las mociones del Espíritu. No es el momento para
examinar qué me está pasando, sino para seguir orando y tratando de
comunicarme con el Señor. Tendré el cuidado de cumplir el tiempo que me
había fijado para la meditación o contemplación aún en estas condiciones
adversas.

- COLOQUIO FINAL. De la misma forma que no salimos de


la casa de un amigo sin despedirnos, la oración
tampoco la tenemos que terminar sin una despedida
afectuosa. No cortar la oración en seco.

A esta despedida Ignacio la llama


"coloquio": quiere decir, una
plática chica, amena, cariñosa,
entrañable, con alguna de las
personas divinas, o con María, con
Jesús, con algún santo, santa... Se
trata de recoger los sentimientos
más al grano...

- ORACIÓN VOCAL. Concluir con un Padrenuestro o una Ave María o un Gloria al


Padre (u otra oración vocal). Conviene, también, iniciar y concluir todo el
ejercicio con la SEÑAL DE LA CRUZ (un gesto que envuelve nuestro
cuerpo).

- EXAMEN DE LA ORACIÓN. No hay que dejar desvanecer la oración. Se trata de


re-mirar lo que ha pasado, evaluar lo vivido, tratando de tener presente,
sobre todo, cómo Dios fue actuando. Cuál fue el texto más significativo
(frase, palabra, imagen), el sentimiento más significativo, las llamadas y
dificultades. Revisar las distracciones que me impidieron hacer la oración.
Lo puedo hacer inmediatamente o dejando algún intervalo de descanso.

Cambiar de postura: si hicimos la oración sentados,


salir a caminar. Tomar nota de lo más importante de
la revisión, pues eso nos ayudará a ver más tarde el
camino por donde Dios me fue conduciendo y qué
llamados concretos me hizo. Duración: 15 minutos.

3. UNAS POCAS PALABRAS SOBRE ALGO MUY COMÚN: LAS


DISTRACCIONES

¿QUÉ HACER CUANDO ME VIENEN DISTRACCIONES


O ME SORPRENDO DISTRAÍDO SIN QUERER?

(a) No tratar de luchar contra la distracción:


me distraería doblemente. Caer en la cuenta que estoy

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distraído y reconocerlo. Asumir la distracción, recogerla y como si
fuera un objeto apartarla suavemente, y volver a la oración.

(b) Recoger el hilo de la oración donde se dejó. Hacer de nuevo la


petición o ponerse en la presencia de Dios.

(c) Distracciones más profundas, más molestas.

o Si la distracción proviene de un problema


que me angustia, y no me puedo quitar
de la cabeza o corazón (situaciones,
hechos, personas...), hacer oración desde
la misma distracción, comentar el asunto
con Jesús, con el Padre o con María y,
una vez, más tranquilo vuelvo a mi
petición, oración...

 En el examen mirar las posibles causas de la


distracción.

o ¿Qué hacer cuando, en lugar de hacer la contemplación, me


pongo a darle a la cabeza, tengo "dudas", "no entiendo", y
dale y dale al pensar...?

 Es como cuando como frijoles y me encuentro


con una piedra... ¿Qué hago con la piedra?
La aparto y sigo comiendo los frijoles. Si
me quedo con la piedra intentando masticarla
terminaré diciendo: "casi se me rompe la
muela...", "casi se me rompe la cabeza..."
Ahora a contemplar... Ya habrá tiempo de
plantearse lo otro... Cada cosa a su tiempo.

II. EXAMEN DE LA ORACIÓN


QUÉ ES EL EXAMEN DE LA ORACIÓN.
Aunque el examen de la oración no es un modo de orar,
sí es un punto de referencia fundamental para que la
oración llegue a ser lo que debe ser: UN ESPACIO DONDE SE
RECONOCE Y SE ACOGE EL DESEO DE DIOS EN MI PROPIA VIDA.

El examen de la oración tiene como objetivo discernir lo


que aconteció en ella. Por eso el punto de partida en él
es PEDIR GRACIA para que el Señor me muestre el regalo que me dio en ella, y
para que me sea posible reconocer, las mociones y las tretas que hubo en la
oración.

Hacer el diagrama de la oración, ayuda a ver gráficamente cómo fue el tiempo


transcurrido en ella, si se vivió en consolación, en desolación, o en tiempo
tranquilo.

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Es también bastante interesante la confrontación entre lo que se estaba
pidiendo y lo que se recibió. No hay que olvidar que la oración es Embajada,
que allí pasa lo que Dios quiere que pase, con la certeza y la confianza de
nuestra parte de que, si lo dejamos actuar, Él siempre hace que sane nuestra
herida, se potencie nuestro manantial, y nos sintamos invitados(as) a la tarea
de comprometernos con la historia. Es también el momento de hacerse
consciente y dócil al modo como Dios quiere llevarnos.

El mensaje y la tarea que brotan de la oración,


son una de las fuentes de las cuales luego
deben prepararse nuevos puntos para la
oración (especialmente en tiempo de Ejercicios
Espirituales), pues es allí dónde se va
cotejando con la propia vida por dónde quiere
Dios que sigamos caminando.

Así pues, el EXAMEN es el complemento


indispensable de la oración. Es un instrumento
para ayudarnos a reflexionar sobre la
experiencia de oración, PERCIBIR la acción de
Dios en nosotros. La revisión misma es oración. Hay una cosa fundamental en
los Ejercicios Espirituales y que es lo que más nos enseña: SABER, TENER
CONCIENCIA DE LO QUE NOS PASA EN LA ORACIÓN. Nuestro crecimiento espiritual
depende mucho de esto.

En el examen vamos a saber el fruto que hemos sacado de la oración, a


distinguir el verdadero fruto del falso, la verdadera consolación de la falsa, y
cuando ha aparecido la desolación, conocer sus causas y ponerle remedio.
Vamos a darnos cuenta por dónde nos quiere llevar el Señor.

La pregunta es:

 ¿QUÉ HA OCURRIDO?

Lo importante es captar el PROCESO, el sentido como ocurren las cosas, la


cadena de lo que ocurre. Darme cuenta de sentimientos, estados de ánimo más
que de comentarios.

En este sentido la pregunta más clara es:

 ¿POR DÓNDE ME TIRA EL SEÑOR, A DÓNDE ME EMPUJA?

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UN ESQUEMA QUE PUEDE AYUDAR A HACER EL EXAMEN.

Fecha: ____ / ____ / ____

1. Tema de la oración: ________________________________

2. Texto: _________________

3. Diagrama:

Consolación C

Tranquilo TT

Desolación D

4. Petición: ______________________________________________

5. Fruto: ¿Cuál fue el fruto recibido? __________________________

¿Es lo que estaba pidiendo?_________________________

6. Moción más importante de la oración:

a. ¿Qué fue lo que sentí o experimenté?

b. ¿Cuándo lo sentí? ¿En qué momento?

c. ¿Cuál es su derrotero? ¿A dónde me lleva?

d. ¿Cómo respondo?

7. Treta más importante de la oración:

a. ¿Qué fue lo que sentí o experimenté?

b. ¿Cuándo lo sentí? ¿En qué momento?

c. ¿Cuál es su derrotero? ¿A dónde me lleva?

d. ¿Cómo respondo?

8. Mensaje de la oración: ___________________________________

9. La tarea que brota de la oración: ___________________________

10. Acción de gracias: ______________________________________

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INTRODUCCIÓN
Algo que debemos tener muy claro es que la
espiritualidad de una persona se forja (se forma) a
partir de las propias experiencias que tiene a lo largo
de su vida —especialmente en su infancia— y que
crean en ella un modo particular de ser y de actuar frente al mundo
y frente a las personas. Esto, además, hace posible realmente la
experiencia religiosa; pero también puede colaborar para que la
imagen de Dios se distorsione y se reduzca a la expresión de una
necesidad producto de aquellas experiencias vividas en la infancia.

Precisamente por eso es que respecto a la experiencia de Dios siempre


debemos ser capaces de preguntarnos —con base en un Evangelio
que sospecha del egoísmo humano— “¿POR QUÉ CREO LO QUE CREO?
¿POR QUÉ EXPLICO MI FE DEL MODO COMO LO SUELO HACER? ¿CUÁLES
SON MIS ACENTOS, MIS SILENCIOS, MIS INSISTENCIAS? ¿MI MODO DE
INTERPRETAR LA FE TIENE ALGO QUE VER CON MI MODO
DE SER Y CON LO QUE HE VIVIDO EN MI INFANCIA
DENTRO DE MI FAMILIA?

Todo esto quiere decir que es muy importante poder


relacionar siempre lo que creo, la imagen que
tengo de Dios, con mi manera de ser, con mis
heridas, con mis experiencias pasadas. Dejar esto
sin cuestionarlo es entrar a ciegas en la relación —
con las personas y con Dios— y eso es un asunto peligroso...
Normalmente la persona religiosa es atraída a encontrar en su
experiencia de fe un modo de compensar aquellas aspiraciones o
experiencias negativas vividas en la infancia.

Por eso, sólo desde el laborioso reconocimiento de nuestra experiencia


de vida, asumiendo aquello que nos hizo falta o nos hizo daño, y
comprendiendo del por qué de nuestro modo de ser y actuar,
podremos ser animados por el deseo y vivir dinamizados por su
empuje, evitando el extravío de la ilusión y de la
locura.

Por esta razón es necesario tener parámetros


(medidas) para encontrarnos con las trampas que lo
religioso puede tender a la vida y especialmente a la
experiencia con Dios.

1. Un parámetro es considerar cómo nuestro


modo de ser y de actuar (producto de nuestras

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experiencias infantiles) pueden provocar imágenes falsas —
o ídolos— de Dios.

2. Otro parámetro es que el Dios de Jesús es un Dios que no


está separado del Reino. Es decir que la “mesa del reino
con sus cuatro pedestales” es el gran criterio de veracidad
de una relación con Dios. Porque no hay que engañarse, sin
un enfrentamiento con la realidad, sin el proyecto histórico,
no hay posibilidad de acceder a una experiencia religiosa
que podemos correctamente calificar de cristiana.

No es evidente que tenemos la imagen del Dios que


nos regaló Jesús. Tenemos muchos falsos rostros,
adoramos muchas veces ídolos (Ex 20,4; Dt 5,8).

El problema es que EL MODO COMO SIN QUERER


REACCIONAMOS ANTE CIERTAS SITUACIONES, ANTE CIERTAS
COSAS Y PERSONAS CONSTRUYE DE MANERA PERSONAL EL
FALSO DIOS O ÍDOLO, que capta en los ambientes vitales en que cada
uno se mueve (familia, escuela, congregación, etc.); pero además,
EL ÍDOLO ALIMENTA, DE NUEVO, ESE MODO DE REACCIONAR QUE CADA UNO TIENE.
Es un círculo vicioso que no termina nunca. Lo religioso siempre da
un sello imborrable a los procesos. Por ello, el falso dios que cada
persona se crea se torna sumamente adormecedor y dañino.

5. FALSAS IMÁGENES DE DIOS.

Proponemos a continuación -¡sin querer agotarlas!-


algunas imágenes falsas de Dios que inconcientemente —
sin nosotros quererlo— nuestras experiencias pasadas
generaron en nosotros.

1. EL DIOS PERFECCIONISTA —con minúscula porque pobre es su


realidad—, un dios que quiere y provoca el perfeccionismo y
por tanto se vuelve implacable con quienes no llegan a la
perfección.

2. EL DIOS SÁDICO —también en minúscula porque su


presencia nos aplasta—, un dios que nos exige
cosas que cuesten, cosas que sangren, cosas que
duelan, que nos hace sentir, creer y decir, por
principio, “mientras más difícil sea, ¡más signo es
de dios!”.

3. EL DIOS NEGOCIANTE, EXITOSO —siempre en minúscula—, un falso


dios (un ídolo) que exige obras, que exige cultivar la imagen,

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que es alguien que puede comerciarse. Por eso la
relación con ese dios se torna mercantilista: “te hago
para que me des”...

4. EL DIOS PERSONALISTA E INTIMISTA —continuamos


con minúscula— un falso dios (un ídolo) hecho a
nuestra pobre medida. Es el dios de mi propiedad, a
quien manejo: lo hago a “mi imagen y semejanza”, para mí;
es un dios exclusivo porque es de mi propiedad.

5. EL DIOS MANIPULABLE, ABARCABLE —en minúscula porque es muy


pequeño— un dios a quien se le puede manipular con ciertos
ritos, oraciones o conocimientos misteriosos, a quien se le
conoce en los libros, en el saber, en el entender racional.

6. EL DIOS JUEZ IMPLACABLE —en minúscula por su mezquindad— un


dios que está listo para juzgarnos y castigarnos, sobre todo,
en lo que respecta a nuestro cuerpo y nuestra sexualidad.

7. EL DIOS SENSUALISTA —por supuesto en minúscula— un dios del


puro placer, un dios facilitón. El dios del niño, que es imagen
de sus proyecciones y de sus miedos. El dios de la sola
resurrección, que no pasa por la muerte, que
no quiere ver el sufrimiento, que no asume las
consecuencias del compromiso.

8. EL DIOS TODOPODEROSO —sin variar, en


minúscula— un dios que se confunde con el
poder, que se coloca en la prepotencia y que
entonces nos arma los mayores embrollos: no
podemos explicarnos ni entender, ni aceptar el
mal ni el dolor frente a ese falso dios (ídolo), haciéndolo
responsable de las consecuencias del mal en el mundo, y de
las consecuencias de la acción libre del ser humano en contra
de sí mismo.

9. EL DIOS DE LA FALSA ARMONÍA Y DE LA FALSA PAZ —en minúscula por


su cobardía— un dios de una paz, por ejemplo, sin justicia. Un
dios que no exige la radicalidad del compromiso, sino el
“bienestar” sin conflicto.

6. EL DIOS DE JESÚS.
Todas estas imágenes falsas de Dios exigen que, si
estamos discerniendo, es decir, si estamos
buscando y hallando la voluntad de Dios, lo
primero que tenemos que hacer es descubrir si
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estamos hablando o no se está hablando del Dios que Jesús nos
reveló; si es el Dios —¡ahora sí, siempre con mayúscula!— que se
parece a Aquél con el que Jesús mantuvo su relación filial:

1. EL DIOS DE JESÚS ES EL DIOS DE LA ALEGRE MISERICORDIA COMO LO


ENCONTRAMOS EN EL HIJO PRÓDIGO (Lc. 15,11–22); el Dios que
celebra el perdón con la fiesta; el Dios que le interesa nuestro
corazón y no nuestras acciones, el Dios que no nos pide la
perfección sino la apertura a su modo diferente.

2. EL DIOS DE JESÚS ES EL DIOS DEL AMOR INCONDICIONAL que nos


quiere por lo que somos y no por lo que hacemos; el Dios que
nos busca más, precisamente cuando hemos sido más
alejados(as) de lo que nosotros(as) hemos captado como
“su camino”. El Dios que nos ha querido cuando aún
éramos pecadores(as) (Rm 5,8) y nos ama y nos prefiere
justo por ello (Mc. 2,16–17).

3. EL DIOS DE JESÚS ES EL DIOS DE LA GRATUIDAD. Es la


palabra que quizás, lo representa más. Todo en Él es
gratuito. No se le compra con nada, no se nos vende por
nada. Todo en Él, todo Él, es regalo (Mc. 10,45).

4. EL DIOS DE JESÚS ES EL DIOS DEL REINO, es decir, de


un proyecto histórico suyo para con la humanidad;
proyecto que implica la paz, la justicia, la concordia, la
solidaridad, la igualdad, el respeto entre todas las personas
y el equilibrio con el universo. Es un proyecto que
comienza ahora y termina en Dios también. Es el Dios que
se encarna en cada uno(a) pero sigue siendo radicalmente
Otro (Mt 25,31–46).

5. EL DIOS DE JESÚS ES EL DIOS QUE SE EXPERIMENTA, es


decir, se le conoce y se le comprende desde la experiencia
y el encuentro con Jesús, y no desde el conocimiento (Jn.
14,8–9). No hay pasos ni gradaciones en su comprensión.
La clave explicativa para estar en su sombra es el
reconocimiento de nuestra condición de limitados y de
pecadores, de pobres y de necesitados. Esta es la
condición de su experiencia (Mt 11,25).

6. EL DIOS DE JESÚS ES EL DIOS DE LA LIBERTAD (Gal 5,5) Y LA


CONFIANZA, que apuesta por nuestra libertad y nos exhorta a ser
libres (Jn 8,31–36). Nos pone el amor como único criterio
normativo. Es un Dios que pone el amor sobre la ley, la
misericordia sobre la justicia. Es un Dios que nos invita a
soltarnos y dejarnos llevar por Él (Mt 6,24–34).

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7. EL DIOS DE JESÚS ES EL DIOS PASCUAL,
que nos enseña algo radicalmente nuevo: que
si el grano de trigo no muere no da fruto (Jn
12,23–24). Da sentido al saber entregarse hasta
el fondo: la muerte que genera vida (Jn 12,25–
26).

8. EL DIOS DE JESÚS ES EL DIOS ENCARNADO,


“EN-TIERRADO”1 que escoge lo débil, lo pobre, lo pequeño como
primer canal de revelación: la encarnación antes que cualquier
otra revelación intelectual de Dios (Jn 1,14).

9. EL DIOS DE JESÚS ES EL DIOS DE LA ESPERANZA, es quien provoca


en nosotros la capacidad de creer y de esperar, que hace
posible que colaboremos en la movilización de la historia...

Saber distinguir en uno mismo o en una misma si se


está en los ídolos (en las falsas imágenes), o se está
en la dimensión del Dios de Jesús, es necesario en
todo proceso de discernimiento, de búsqueda de la
voluntad de Dios. Vale entonces, preguntarnos:

 ¿A quién busco?

 ¿A dios (al ídolo) o a DIOS (el de Jesús)?”

¡Así, entre minúscula y mayúscula!

1 “En-tierrado”: en medio de la gran magnitud del universo y sus galaxias,


escoge este planeta —entre tanto no se demuestre otra cosa— para poner vida,
para poner su vida.
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EL DIOS
NUESTRO ÍDOLO
DE JESÚS
EL DIOS DE JESÚS
EL DIOS PERFECCIONISTA ES EL DIOS
DE LA ALEGRE MISERICORDIA

EL DIOS DE JESÚS
EL DIOS SÁDICO ES EL DIOS
DEL AMOR INCONDICIONAL

EL DIOS DE JESÚS
EL DIOS NEGOCIANTE, EXITOSO ES EL DIOS
DE LA GRATUIDAD

EL DIOS DE JESÚS
EL DIOS PERSONALISTA E INTIMISTA ES EL DIOS
DEL REINO

EL DIOS DE JESÚS
EL DIOS MANIPULABLE, ABARCABLE ES EL DIOS
QUE SE EXPERIMENTA

EL DIOS DE JESÚS
EL DIOS JUEZ IMPLACABLE ES EL DIOS
DE LA LIBERTAD Y LA CONFIANZA

EL DIOS DE JESÚS
EL DIOS SENSUALISTA ES EL DIOS
PASCUAL
EL DIOS DE JESÚS
EL DIOS TODOPODEROSO ES ELDIOS ENCARNADO,
EL DIOS “EN-TIERRADO”

EL DIOS DE JESÚS
EL DIOS DE LA FALSA CONCILIACIÓN
ES EL DIOS
Y DE LA FALSA PAZ
DE LA ESPERANZA

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Para meditación y reflexión personal

1. Tratar de redactar lo mejor que pueda la


HISTORIA DE MI VIDA. Te puede ayudar hacerlo
dividiendo tu vida en etapas: niñez – adolescencia
– juventud – adultez.

2. Dedica un tiempo para reflexionar sobre lo siguiente:

a) ¿Cuáles fueron las experiencias más bellas de mi vida?


b) ¿Cuáles fueron las experiencias más dolorosas de mi vida?
c) De lo vivido en mi infancia, ¿qué es lo que más me duele
recordar?
d) ¿Qué otras experiencias parecidas tuve en las otras etapas de
mi vida (adolescencia – juventud – adultez?
e) ¿De qué manera esas experiencias han marcado mi vida?
f) ¿Tienen que ver con la forma como soy y me relaciono con las
demás personas y con Dios?

3. A partir de lo anterior, me pregunto:

a) ¿Cuál es el ídolo (o falso dios) que pertenece más a mi propia


realidad?
b) ¿Cuáles me han sido impuestos?
c) ¿Cuáles practico?
d) ¿Cuáles es el que comunico sin darme cuenta?
e) ¿Qué tienen que ver esas falsas imágenes de Dios con lo que
me tocó sufrir en mi infancia?

4. ¿Qué experiencias en mi vida me han ayudado a cambiar del “falso


dios” al Dios de Jesús?

5. ¿Cuáles rasgos del Dios de Jesús tienen en mí mayor fuerza?


¿Cuáles rasgos del Dios de Jesús tienen en mí menos fuerza?

6. ¿Qué podría hacer para acercarme cada día al Dios de Jesús y


dejar a un lado el “falso dios”
al que sin darme cuenta sigo?

7. ¿Cuáles rasgos del Dios de


Jesús es necesario pedir con
humildad para experimentarlos
en mí?

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