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Sistema de transporte espacial.

A finales del siglo XX, el acceso al espacio cercano a la Tierra no es una cuestión
de orgullo nacional o un frente más en la guerra fría, sino que se ha transformado
en una carrera para lograr una buena posición en el mercado del lanzamiento de
satélites comerciales. Mientras que unos países empiezan a poner en órbita sus
propios sistemas de telecomunicación, otros, que ya han dado ese paso previo, van
a necesitar sistemas de observación para el clima, la tasa de desertización, la
optimización de recursos agrícolas e hidrológicos, etcétera. Esto significa que hay
una demanda creciente de sistemas de transporte espacial que permitan acceder a
las órbitas cercanas a la Tierra con unos precios asequibles. A modo de orientación,
el coste de la puesta en órbita de un satélite oscila, dependiendo de su peso, entre
cientos y miles de millones de pesetas.Actualmente existen dos formas de situar
material en órbita. La más tradicional consiste en el uso de cohetes del tipo de los
que enviaron el hombre a la Luna. Estos sistemas, como el lanzador europeo Ariane
4, se caracterizan por ser bastante fiables, ya que la tecnología asociada a ellos
tiene una edad en torno a los 30 años y por tanto está muy experimentada. Sin
embargo, el inconveniente asociado a dicha fiabilidad es el hecho de que el sistema
no sea reutilizable y, en consecuencia, caro, ya que todo el vehículo menos su carga
útil se destruye tras cada lanzamiento. Esta tecnología está ya al alcance de muchos
países.

La segunda opción consiste en el uso de un sistema parcialmente reutilizable como


el transbordador espacial (Space Shuttle) estadounidense. Este vehículo, similar a
un avión, despega verticalmente empujado por unos cohetes lanzadores y, tras
cumplir su misión en el espacio, toma tierra en una pista de aterrizaje. Esta
tecnología, muy sofisticada, tan sólo está operativa en Estados Unidos.

En el futuro, sistemas totalmente reutilizables con funcionamiento parecido al de la


aviación comercial se utilizarán para abaratar el coste del transporte espacial. En
1996, EE UU decidió que vehículos de esta clase reemplazarán a los
transbordadores espaciales actuales, y la NASA adjudicó un contrato para construir
y ensayar un prototipo a escala. En Europa, las iniciativas en este campo son muy
limitadas, debido, por una parte, al éxito del cohete convencional Ariane 4 y, por
otra, al esfuerzo económico requerido para desarrollar esta tecnología avanzada.
En cualquier caso, la Agencia Europea del Espacio (ESA) inició el programa FESTIP
(Future European Space Transportation Investigations Programme), encaminado a
estudiar, de forma muy preliminar, la viabilidad de un lanzador europeo reutilizable.

En la primera fase (1994-1996) se ha trabajado en seis áreas tecnológicas críticas:


estudio del sistema, aerodinámica, propulsión, estructuras, materiales y control
térmico. España, que suscribe a través del Centro de Desarrollo Tecnológico e
Industrial (CDTI) un 5% del total del programa FESTIP, es el cuarto participante en
el mismo en cuanto a volumen de inversión. Varias empresas españolas y centros
de investigación trabajan en FESTIP.

En estos momentos, las delegaciones nacionales en la ESA discuten los aspectos


de la segunda fase (1997-1998), la cual, dados los recortes presupuestarios en casi
todos los países europeos, no parece asegurada. Sin embargo, lo que debería
discutirse es la conveniencia o no de que Europa renuncie a estar en el sector del
transporte espacial de vanguardia y adoptar como única alternativa los sistemas
lanzadores clásicos, dejando a EE UU el liderazgo en los sistemas más sofisticados
y de tecnología más avanzada.

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