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En el derecho laboral existe una ley que fue expedida como medida de acción
afirmativa a favor de las personas en condición de discapacidad, la cual tiene como
objetivo principal potencializar y resguardar los derechos de este grupo poblacional a
nivel social, económico y cultural. Aquella Ley 361 de 1997 fue denominada en su
momento “Ley Clopatofsky”, y estableció en su artículo 26 una drástica y onerosa
sanción al empleador que despida, sin el permiso de la autoridad competente, a un
trabajador que se encuentre en situación de discapacidad. Dicha sanción corresponde
al pago a cargo del empleador de una indemnización equivalente a 180 días de salario.
Así pues, para la Corte el empleador no puede creer que al pagar esta indemnización
estaría habilitado para no volver a contratar al trabajador, pues por el contrario tiene que
reintegrarlo, y propender por su rehabilitación ocupacional e integración social dentro de
la empresa. En palabras de la Corte:
Cuando la Corte Constitucional argumentó que la sanción del artículo 26 de la Ley 361
de 1997 llevaba implícito el principio de estabilidad laboral reforzada con ocasión de la
situación de debilidad manifiesta, encontró que además de las personas en situación de
discapacidad se encontraban otros grupos vulnerables, como por ejemplo las mujeres
embarazadas, y ello obedeció a una analogía que se pudo establecer a partir de la
interpretación del principio de igualdad. Con base en dicha analogía se entendió que la
mujer embarazada despedida se encuentra dentro de una condición de debilidad
manifiesta, y se logró establecer en la Sentencia C-470 de 1997 que:
“(…) Debe entenderse que carece de todo efecto el despido de una trabajadora durante
el embarazo, o en los tres meses posteriores al parto, sin la correspondiente
autorización previa del funcionario competente. Esto significa que para que el despido
sea eficaz, el patrono debe obtener la previa autorización del funcionario del trabajo,
para entonces poder entregar la correspondiente carta de terminación del contrato. Y en
caso de que no lo haga, no sólo debe pagar la correspondiente indemnización, sino
que, además, el despido es ineficaz”
“5.14. Una vez las personas contraen una enfermedad, o presentan por cualquier causa
(accidente de trabajo o común) una afectación médica de sus funciones, que les impida
o dificulte sustancialmente el desempeño de sus labores en condiciones regulares, se
ha constatado de manera objetiva que experimentan una situación constitucional de
debilidad manifiesta, y se exponen a la discriminación. La Constitución prevé contra
prácticas de esta naturaleza, que degradan al ser humano a la condición de un bien
económico, medidas de protección, conforme a la Ley 361 de 1997. En consecuencia,
los contratantes y empleadores deben contar, en estos casos, con una autorización de
la oficina del Trabajo, que certifique la concurrencia de una causa constitucionalmente
justificable de finalización del vínculo. De lo contrario procede no solo la declaratoria de
ineficacia de la terminación del contrato, sino además el reintegro o la renovación del
mismo, así como la indemnización de 180 días de remuneración salarial o sus
equivalentes. || 5.15. Esta protección, por lo demás, no aplica únicamente a las
relaciones laborales de carácter dependiente, sino que se extiende a los contratos de
prestación de servicios independientes propiamente dichos (…)”.
Para concluir, no dude un instante en solicitar ante un juez la tutela de sus derechos
fundamentales cuando sea víctima de discriminación en estos casos. Aunque sea
probable que no le concedan por esta vía la indemnización de 180 días, sí es muy
probable que lo tengan que reintegrar a su puesto, ya que depende de los elementos
probatorios, y que le tengan que pagar los salarios adeudados con la carga prestacional
y los aportes a seguridad social del tiempo que estuvo desempleado. Ya sabe que si no
prospera esta cuantiosa sanción vía acción de tutela, puede iniciar con un abogado un
proceso ordinario laboral para reclamar los 180 días de indemnización.