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UNIDAD EDUCATIVA “11 DE OCTUBRE”

Sección: Vespertina
Alumna: Luis Enrique Vera Bricio
Fecha: viernes 21-02-2020
Docente: Lcda. Lidia Ochoa
LAS NUEVE CRUZADAS DE LA EDAD MEDIA
En total, fueron 9 las cruzadas realizadas por la iglesia cristiana. A continuación se
detallan sus fechas y resultados:

LA PRIMERA CRUZADA 1096 – 1099


Inició el complejo fenómeno histórico de campañas militares, peregrinaciones
armadas y expansión colonial en Oriente Próximo, que convulsionó esta región
entre los siglos XI y XIII y que es denominado por la historiografía como
las cruzadas.
Aprovechando la llamada de auxilio del emperador bizantino Alejo I Comneno,
enfrentado con los turcos selyúcidas, el papa Urbano II predicó en 1095 en los
diferentes países cristianos de la Europa Occidental la conquista de la
llamada Tierra Santa. Al intento fallido de Pedro el Ermitaño, siguió la movilización
de un ejército organizado, inspirado por el ideal de la guerra santa y liderado por
nobles principalmente provenientes del reino de Francia y del Sacro Imperio
Romano Germánico, que fue nutriéndose en su avance de caballeros, soldados y
numerosa población, hasta transformarse en un fenómeno de migración masiva.
Los cruzados penetraron en el llamado Sultanato de Rüm y avanzando hacia el
sur, fueron apoderándose de diversas ciudades y rechazando las fuerzas enviadas
en su contra por los gobernadores divididos en sus disputas internas, hasta que
adentrándose en los territorios de la dinastía Fatimí, conquistaron el 15 de
julio de 1099 la ciudad de Jerusalén, formando el Reino de Jerusalén.
La primera cruzada supuso políticamente la constitución de los Estados Latinos de
Oriente y la recuperación para el Imperio bizantino de algunos territorios, a la vez
que significó un punto de inflexión en la historia de las relaciones entre las
sociedades del área mediterránea, marcado por un periodo de expansión del
poder del mundo occidental y por el uso del fervor religioso para la guerra.
También permitieron aumentar el prestigio del papado y el resurgir, tras la caída
del Imperio romano, del comercio internacional y del incremento de los
intercambios que favorecieron la revitalización económica y cultural del mundo
medieval.

LA SEGUNDA CRUZADA 1147 – 1149


La segunda gran campaña militar de una serie de campañas denominadas en su
conjunto como Las Cruzadas y que, durante el siglo XII , partieron desde Europa
occidental (principalmente Francia) hacia Oriente Medio, con el fin de conquistar
Tierra Santa y en particular la ciudad de Jerusalén, que se encontraban en manos
musulmanas desde el siglo VII.
La Segunda Cruzada fue convocada en 1145 en respuesta a la reconquista
del condado de Edesa un año antes. Edesa fue el primero de los estados
cruzados fundados durante la Primera Cruzada (1096-1099), pero fue también el
primero en caer. La Segunda Cruzada, convocada por el papa Eugenio III, contó
con el liderazgo de varios reyes europeos por primera vez, entre los que
destacaron Luis VII de Francia y el emperador Conrado III, y con la ayuda de
numerosos nobles. Los ejércitos de ambos reyes marcharon por separado a través
de Europa y en cierto modo fueron retardados por el emperador bizantino Manuel I
Comneno. Después de cruzar el territorio bizantino, ya en Anatolia, ambos
ejércitos fueron derrotados, por separado, por los turcos selyúcidas. Luis, Conrado
y los restos de sus ejércitos llegaron a Jerusalén y en 1148 participaron en un
desacertado ataque sobre Damasco. La cruzada en oriente fue un fracaso para
los cruzados y una gran victoria para los musulmanes. En último término, dicho
fracaso conduciría al sitio y caída de Jerusalén en 1187 y a la convocatoria de
la Tercera Cruzada a finales del siglo XII.
El único éxito se produjo fuera del Mediterráneo en la península ibérica, en donde
los cruzados ingleses, escoceses, flamencos, frisones, normandos y algunos
alemanes, en su ruta marítima hacia Tierra Santa, se detuvieron en las costas
portuguesas y ayudaron a la toma de Lisboa, Almería y Tarragona en 1147.1
Mientras tanto, en Europa oriental, se inició la primera de las cruzadas del norte
para convertir al cristianismo a las tribus paganas del Báltico, en un proceso que
duraría varios siglos.

LA TERCERA CRUZADA 1187-1191

También conocida como la Cruzada de los Reyes, fue un intento de los líderes
europeos para reconquistar la Tierra Santa de manos de Salah ad-Din Yusuf ibn
Ayyub, conocido en español como Saladino. Fue un éxito parcial, pero no llegó a
su objetivo último: la conquista de Jerusalén.
Tras el fracaso de la segunda cruzada, la dinastía Zengida controló una Siria unida
y comprometida en un conflicto con los gobernantes fatimíes de Egipto, que
finalmente dio lugar a la unificación de las fuerzas egipcias y sirias bajo el mando
de Saladino, que los empleó para reducir la presencia cristiana en Tierra Santa y
recuperar Jerusalén en 1187. Estimulado por el celo religioso, Enrique II de
Inglaterra y Felipe II de Francia pusieron fin a su conflicto para llevar una nueva
cruzada, aunque la muerte de Enrique en 1189 dejó a los ingleses bajo el gobierno
de Ricardo Corazón de León en su lugar. El emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico Federico Barbarroja respondió a la llamada a las armas y dirigió un
ejército poderoso a través de Anatolia, pero se ahogó antes de llegar a la Tierra
Santa. Muchos de sus soldados desanimados volvieron a sus casas.
Después de expulsar a los musulmanes de Acre, el sucesor de Federico, Leopoldo
V "el Virtuoso", y Felipe salieron de Tierra Santa en agosto de 1191. Saladino no
pudo derrotar a Ricardo en ningún enfrentamiento militar, que aseguró varias
ciudades costeras más importantes. Sin embargo, el 2 de septiembre de 1192,
Ricardo firmó un tratado con Saladino por el cual Jerusalén permanecería bajo
control musulmán, pero también se permitiría a los peregrinos cristianos visitar la
ciudad. Ricardo salió de Tierra Santa el 9 de octubre. Los éxitos de la tercera
cruzada permitirían a los cruzados mantener un reino considerable con su sede
en Chipre y la costa de Siria. Sin embargo, su incapacidad para recuperar
Jerusalén daría lugar a la petición de una cuarta cruzada seis años más tarde.
LA CUARTA CRUZADA 1201 – 1204

Los gritos eran omnipresentes. Las calles estaban teñidas de sangre y una mezcla
de olor a quemado y sonidos quedos se repartían por la ciudad imperial. Los
“bárbaros”, como los definirá el historiador bizantino Nicetas Choniates, campaban
a sus anchas; la ciudad era suya. Aquel fatídico día del 13 de abril
de 1204 Nicetas se vio obligado a correr a casa de un amigo veneciano, razón por
la que se salvó del saqueo. Más tarde no dudó en verter ríos de tinta sobre el
acontecimiento; Constantinopla había sido tomada, finaliza la Cuarta Cruzada.

Pero lo adelantado no es sino el punto anterior al final del artículo, que tratará la
Cruzada, entre 1202 y 1204, fruto de deudas, tramas, líderes ambiciosos,
advenedizos y ansias de poder. Dirigida contra los griegos en la guerra santa, sin
duda, menos cristiana de todas las habidas, siendo ello una marca muy difícil de
superar. Pero, comenzando por el principio, hemos de conocer un poco más en
profundidad de dónde era capital esa gran ciudad antaño llamada “Constantinopla”
LA QUINTA CRUZADA 1218 – 1221

La quinta cruzada (1217-1221) fue un conjunto de acciones militares provenientes


de Europa Occidental para retomar Jerusalén y el resto de Tierra
Santa derrotando en primer lugar al poderoso estado ayubí de Egipto. El papa
Inocencio III y su sucesor, el papa Honorio III convocaron los ejércitos cruzados
liderados por las enormes fuerzas militares del rey Andrés II de Hungría (1175-
1235) y por los batallones del príncipe austríaco Leopoldo VI de Austria (1176-
1230), que realizaron una incursión contra Jerusalén, dejando finalmente la ciudad
en manos de los musulmanes.
Más tarde, en 1218, un ejército dirigido por el alemán Oliver de Colonia, y un
ejército mixto de soldados holandeses, flamencos y frisios dirigidos por Guillermo I
de Holanda se unieron a la cruzada. Con el fin de atacar el puerto de Damietta, en
Egipto, se aliaron en Anatolia con el selyúcida sultanato de Rüm, que atacó a los
ayubidas en Siria, en un intento de liberar a los cruzados de luchar en dos frentes.
Después de ocupar Damietta, los cruzados marcharon en julio de 1221 al sur,
hasta El Cairo, pero fueron repelidos después de que las fallas en sus fuentes de
suministro les obligaron a una retirada forzosa. Un ataque nocturno del sultán al-
Kamil causó un gran número de pérdidas de los cruzados, y, finalmente, la
rendición del ejército. al-Kamil acordó un acuerdo de paz de ocho años con los
contendientes europeos.
LA SEXTA CRUZADA 1228 – 1229

La Sexta Cruzada (1228-1229), fue emprendida en 1.227 por el emperador del


Sacro Imperio romano Germánico, Federico II de Hohenstaufen. Fue una cruzada
pacífica, ya que se resolvió por medios diplomáticos, evitando así la confrontación
militar.
Tras el fracaso de la Quinta Cruzada, el emperador Federico II de Hohenstaufen
firmó el Tratado de San Germano (1.225), por el que se comprometía a llevar una
cruzada a Tierra Santa, pero por razones políticas había retrasado en varias
ocasiones el inicio de su cruzada a Jerusalén.

En 1.225 Federico se casó con Yolanda de Jerusalén (también llamada Isabela),


hija de Juan de Brienne (rey nominal del reinode Jerusalén) y María de
Montferrato. Por esto Federico tenía aspiraciones al trono de dicho reino, o lo que
es lo mismo, tenía una razón poderosa para intentar recuperar Jerusalén.

En 1.227, siendo ya papa Gregorio IX, Federico y su ejército partieron de Brindisi


hacia Siria, pero cuando llegó a Chipre, una epidemia les obligó a volver a Italia.
Esto le dio a Gregorio la excusa para excomulgar a Federico, por romper sus
votos de cruzado. La realidad era que Federico llevaba años luchando por
consolidar el poder imperial en Italia a expensas del Papado.
LA SÉPTIMA CRUZADA 1248 – 1254

La SÉPTIMA CRUZADA en 1245, el Papa Inocencio IV abrió el Concilio


Ecuménico latino de Lyon. En dicho encuentro, el rey de Francia, Luís IX, quien
luego de su muerte sería canonizado como San Luís, tuvo una ferviente adhesión
a la propuesta. Igualmente, la adhesión de los monarcas europeos fue escasa o,
más bien, tardía, dado que cada uno estaba sumergido en los conflictos internos
de sus territorios. Desde ese momento, Luís IX pudo entrenar y acondicionar a sus
35 mil hombres a lo largo de tres años. En tanto, la realeza francesa pasó todo
ese tiempo recolectando dinero para financiar el emprendimiento. Además, por su
demostración de interés en el Concilio, y a raíz que Francia era el estado más
importante del continente, Luís fue el encargado de liderar la Séptima Cruzada.
En1239, al finalizar los diez años de tregua de la Sexta Cruzada, los cristianos
enviaron hacia Tierra Santa una delegación de hombres, encabezados por
Ricardo, el conde de Cornualles, y Teobaldo IV, conde de Champagne. Este
grupo, que debía reforzar la posición cruzada en la zona, no poseía suficientes
hombres ni armamentos. Por ese motivo, los cristianos no pudieron evitar que los
musulmanes ocupasen Jerusalén en 1244. En esa oportunidad, la ciudad fue
saqueada por los turcos, quienes, además, profanaron las tumbas de los reyes
cruzados y asesinaron a más de 30 mil cristianos. Ante ello, los convulsionados
europeos decidieron emprender una nueva cruzada hacia Tierra Santa. En 1248,
el ejército cruzado partió desde los puertos de Marsella y Aigues-Mortes hacia
Egipto. Luís IX aprovechó ese momento, ya que los mongoles se encontraban
asediando parte de las fronteras de los dominios ayyubí. En el camino,
desembarcaron en Chipre, donde se alojaron a lo largo del invierno, mientras
negociaban la adhesión de tropas y abastecimiento. La llegada de los cristianos a
Egipto se produjo en 1249 y, en julio de ese mismo año, los cruzados recuperaron
el dominio sobre el puerto de Damieta. Este sitio ofició como base de operaciones
de cara a la campaña sobre Palestina. En 1250, los soldados de Luís IX lograron
dominar El Cairo, que se encontraba debilitado luego de la muerte del sultán
ayyubí de Egipto, as-Salih Ayyub. Pero, al mismo tiempo, los musulmanes les
quitaron el suministro de alimentos a sus enemigos, causándole hambre y,
también, la proliferación de diversas enfermedades en los soldados europeos.
Además, la situación fue empeorada por la irrupción de inundaciones en la región.
Por ello, los cruzados debieron retrasar sus planes cerca de seis meses.

LA OCTAVA CRUZADA 1270

Fue la fallida campaña militar que el rey francés Luis IX llevó a cabo en Túnez en
1270. El objetivo, que no se alcanzó, era la conversión al cristianismo del emir de
la ciudad y la extensión de esta religión por el territorio limítrofe. La expedición
militar fracasó, en ella falleció el monarca francés y constituyó el penúltimo
esfuerzo de la Europa cristiana por salvar el reino de Jerusalén.
Entre los años 1265 y 1268, los mamelucos egipcios acaudillados por el
sultán Baibars (o Bibares) había capturado Nazaret, Haifa, Torón y Arsuf en el
litoral Palestino. Aprovechó la oportunidad después de la guerra que enfrentaba a
la ciudades de Venecia y Génova uno contra el otro entre 1256 y1260, dejando en
abandono los puertos sirios que ambas controlaban.
Baibars resultó el mayor azote de los cruzados desde los tiempos de Saladino y
selló la eliminación del Levante, que vivía una época de anarquía entre las
órdenes religiosas que debían defenderlo, así como entre comerciantes
genoveses y venecianos.
El rey de Francia Luis IX, perturbado por los acontecimientos en Siria, convocó a
una nueva cruzada en 1267, aunque hubo poco apoyo en esta ocasión.
Los preparativos duraron tres años, y juntamente con su hermano Carlos de
Anjou, Luis IX decidió atacar Túnez primero, cuyo califa, el emir Muhammad I al-
Mustansir (o Muley-Mostansah), estaba dispuesto a abandonar el islam y
convertirse al cristianismo, lo que le permitiría ganar un aliado y contar con una
sólida base para atacar luego a Egipto.
Esa táctica era el mismo enfoque que la cruzada anterior de Luis IX y la Quinta
Cruzada habían puesto en práctica, y las condujo a la derrota.
La inmensa expedición partió de Aguas Muertas el 1 de julio de 1270.
Acompañaban al rey sus tres hijos, su yerno Teobaldo II de Navarra, su sobrino
Roberto de Artois y varios condes. La escuadra arribó frente la costa tunecina el
17 de julio de 1270, tomaron la fortaleza de Cartago el 18 de julio, y se dispusieron
a esperar los refuerzos al mando de Carlos de Anjou, tras enterarse de la falsedad
de la promesa del emir al- Mustansir, quien no se convirtió al cristianismo, sino
que se aprestó para defenderse de la invasión, con el apoyo del sultán Baibars, a
quien se había aliado.
LA NOVENA CRUZADA 1271-1272

Esta nueva aventura cristiana a veces se la agrupa con la octava, o se le


considera parte de ella; y es comúnmente considerada como la última gran
Cruzada medieval a la Tierra Santa.
El príncipe Eduardo de Inglaterra (después Eduardo I) se unió a la cruzada de Luis
IX de Francia contra Túnez, pero llegó al campamento francés cuando el monarca
galo ya había fallecido.
Luego de pasar el invierno en Sicilia, Eduardo decidió continuar con la Cruzada y
comandó sus seguidores, entre mil y dos mil, hasta Acre, a donde llegó el 9 de
mayo de 1271. También le acompañaban un pequeño destacamento de bretones
y otro de flamencos, mandados por el obispo de Lieja, que abandonaría la
campaña en invierno ante la elección como nuevo papa (Gregorio X).
El rey de Inglaterra, Enrique III, había hecho votos hacía tiempo de participar en
una cruzada pero, ya anciano, permitió que lo hiciera su hijo y heredero, el vital y
despiadado príncipe Eduardo, veterano de las guerras con los vasallos de su
padre.
La caída de Antioquía le decidió a emprender los preparativos necesarios.
El príncipe partió en el verano de 1271 hacia Tierra Santa con apenas un millar de
hombres. Lo acompañó en el viaje su esposa, Leonor de Castilla. A las fuerzas de
Eduardo se unieron meses después algunas tropas más, que llegaron mandadas
por su hermano Edmundo de Lancaster. Como complemento de los soldados
ingleses viajó también un contingente bretón acaudillado por su conde y otro de
los Países Bajos, mandados por el obispo de Lieja.
El plan inicial de Eduardo había sido el de unirse a Luis IX de Francia en Túnez y
seguir con él hasta Tierra Santa. Sin embargo, para cuando llegó allí, el monarca
francés había muerto y las huestes francesas se alistaban para volver a su tierra,
lo que desbarató el plan. Eduardo pasó con sus fuerzas a Sicilia, donde pasó el
invierno antes de cruzar el resto del Mediterráneo en la primavera de 1279. Tras
hacer escala en Chipre, arribó a Acre el 9 de mayo. Allí se le unieron Bohemundo
de Antioquía y Hugo III de Chipre.Bohemundo de Antioquía y Hugo II de Chipre.
Eduardo era consciente de la debilidad de sus propias fuerzas para enfrentar por
sí solo al sultán egipcio, por lo que contaba con reunir en torno a sí a los cristianos
de Levante y aliarse con los mongoles del Ilkanato (una de las cuatro divisiones
del Imperio mongol) para hacerlo. Al llegar a Levante, se encontró con las rencillas
que dividían a los distintos señores de la región, a los vasallos del rey de Chipre
con su soberano y con el floreciente comercio que venecianos y genoveses
mantenían con el sultán. A pesar de todo, el ilkan prometió enviar fuerzas para
colaborar con los cruzados.
En el invierno de 1271-1272, el obispo de Lieja abandonó la campaña y regresó a
Europa, ya que se le había elegido papa -escogió el nombre de Gregorio X-. Sus
posteriores esfuerzos para organizar nuevas cruzadas resultaron infructuosos.
Mientras tanto, Eduardo se limitó a realizar algunas correrías fronterizas. En
octubre por fin cruzaron la frontera diez mil jinetes mongoles de las fuerzas que el
ilkan tenía en Anatolia. Esta hueste rodeó Aintab y derrotó a las tropas turcomanas
de Alepo, cuya guarnición huyó a Hama. Las fuerzas mongolas continuaron
avanzando hacia Apamea.
Sin embargo, cuando Baibars, que se hallaba en Damasco, reunió un gran
ejército, con refuerzos venidos de Egipto, y marchó hacia el norte a enfrentarse a
los invasores. Estos, incapaces de hacer frente a las enormes fuerzas del sultán,
se replegaron al norte y cruzaron la frontera del Éufrates.
Mientras esto sucedía, Eduardo trató de talar la llanura de Sharon y conquistar la
pequeña fortaleza enemiga de Oaqun, que le cortaba el camino. La cabalgada,
escasa de fuerzas incluso para esta pequeña empresa, resultó un fracaso.
Finalmente, tras un año de conflicto, el príncipe Eduardo comprendió que con tan
exiguas fuerzas estaba perdiendo el tiempo.
La cruzada acabó con la firma de una tregua entre el rey de Chjipre y Baibars por
diez años y diez meses el 22 de mayo de 1272 en Cesarea. El pacto se vio
favorecido por la actitud de las partes: Eduardo estaba convencido de la inutilidad
de continuar en el Levante sin refuerzos; y el sultán, de poder acabar con los
restos de los Estados cruzados en cuanto se desvaneciese la amenaza mongola.
Por su parte, el rey de Jerusalén, Carlos de Anjou, que sirvió de mediador,
coincidió con la conveniencia de mantener el Levante en manos cruzadas, pero
sin reforzar demasiado a su posible rival futuro, el rey Hugo. El armisticio debía
proteger el reino de Jerusalén, reducido a la zona costera entre Acre y Sidón, de
los asaltos del sultán. El otro territorio cruzado de tierra firme, el condado de
Trípoli había firmado ya un pacto similar en 1271.
No obstante, era conocida por toda la intención de Eduardo de volver en el futuro
al frente de una cruzada mayor y más organizada, por lo que Baibars intentó
asesinarlo mediante los hashshashin* (asesinos), uno de los cuales apuñaló al
príncipe con una daga envenenada el 16 de junio de 1272. La herida no resultó
mortal, pero Eduardo estuvo enfermo varios meses, hasta que su salud le permitió
partir de vuelta a Inglaterra el 22 de septiembre de 1272. Para entonces su
anciano padre había fallecido y Eduardo ocupó su puesto.
En conclusión, a la tregua de diez años se sumarían casi veinte años de
supervivencia de los reinos cristianos en Oriente. Pero luego de concluidas las
treguas. Los mamelucos traerían abajo a los estados cruzados, y en 1291
conquistarían todos los territorios cristianos en Siria.
El período de las Cruzadas a Jerusalén 'Tierra Santa' terminaba así, después de
177 años desde que el papa Urbano II predicara la primera cruzada de estas
guerras santas.

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